CÍRCULO Y CENTRO
DE ANTONIO COLINAS
Luis Miguel Alonso Gutiérrez
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«Un círculo que se cierra, un círculo que se abre”. Así intituló Antonio Colinas el prólogo-epílogo con que remató su obra
poética completa en la edición de Siruela del año 2010. Lo llamo
‘prólogo’ porque aparece al principio del volumen como preámbulo del mismo. Lo denomino ‘epílogo’ porque fue escrito en
último lugar, antes de dar el libro a la imprenta. «Cierro las
páginas de esta edición que estoy preparando, cierro tantos años
de poesía”, leemos en el último párrafo del mismo. ¿Y dónde
ultima Colinas esa edición monumental de su obra poética?
En la casa de sus abuelos maternos, en ese ámbito entrañable
raigalmente unido a lo que fue su infancia.
De modo recurrente ha representado Colinas su vuelta a los
orígenes con la imagen de un círculo que se cierra. En el Preliminar de su obra Tres tratados de armonía escribe: «Se cerraba
entonces un círculo en mi vida con el regreso a mis raíces, a mis
tierras del noroeste». En el centro del libro puede leerse: «Intentando vivir cuanto viví en la infancia, ahora cierro un círculo». Y
casi al final de la obra: “Comprender ahora, al final, que todo lo
que esencialmente soy se lo debo a la soledad de estos campos.
Quizá por eso he venido a reconocerme en ellos (…) He venido
a cerrar un círculo y hasta que no lo cierre no descansaré».
En la obra coliniana, ‘círculo’ y ‘centro’ son términos dilectos
y tan reiteradamente expresados que constituyen verdaderos
símbolos de su lírica. En su Obra poética completa, ‘círculo’
comparece en 36 ocasiones y ‘centro’, en 53. Por su parte, en Tres
tratados de armonía, ‘círculo’ se menciona 15 veces y ‘centro’, 28.
El centro representa en Colinas el lugar de los orígenes. «A
medida que voy llegando a la casa y al valle de mi infancia se
aceleran mis pulsaciones. Es como si el corazón deseara llegar
antes que yo a ese lugar en donde ahora (¿y siempre?) parece
estar mi centro». Y en El sentido primero de la palabra poética,
leemos: “Ya está de nuevo reclamándonos su centro, su origen,
sus raíces, pues sabe que «todo lo que he sido por ahí lejos, no
ha servido más que para arraigarme más en mis raíces».”
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La obra poética de Antonio Colinas
No son infrecuentes enunciados en que ambos vocablos
coexisten, incluso con sentidos muy próximos, de significado
metafísico. Del “Canto XXXV” del poemario Noche más allá de
la noche entresaco estos versos: «Me he sentado en el centro del
bosque a respirar (…) Inspirar, espirar, respirar: la fusión de
contrarios, el círculo de perfecta consciencia». Versos más tarde
glosados por el autor en el pasaje Sobre el respirar de Tres tratados
de armonía: “«Inspirar, espirar, respirar: la fusión / de contrarios, el círculo de perfecta consciencia». Cuando escribí estos
dos versos no sabía que Luis Moliner escribiría un ensayo sobre
ellos. Tampoco sabía que en estos versos había una metafísica.
También pueden ser una especie de mantra que —repetido en
voz alta o interiormente, acompasado con el respirar—, revelan
la totalidad, la plenitud de la Unidad.”
Se cumplen en estos días 33 años de mi primer encuentro
personal con Colinas. En una calcinante jornada de agosto de
1987, me desplacé en automóvil a su aldea natal. La Bañeza, casi
desierta en aquellas primeras horas vespertinas, había hecho un
parón en su menguada actividad veraniega para protegerse del
ardor del sol. Yo era de aquella un licenciado novel que pretendía
defender una memoria de licenciatura en la que venía trabajando
desde hacía meses; Colinas, un poeta consagrado y ya laureado
con el Premio de la Crítica y el Nacional de Literatura. Conocí
entonces la proverbial hospitalidad, la dedicación y el afecto de
un poeta cordial, accesible a mis preguntas, dispuesto a satisfacer la curiosidad insaciable de un joven investigador.
La generosidad en el tiempo dedicado y en la atención
dispensada por este gran lírico facilitó considerablemente mis
trabajos. Exitosamente defendida en 1988, la memoria de licenciatura sufrió varios cambios de formato y estilo para atenuar su
aspecto de trabajo académico, a tenor de las recomendaciones de
Antonio Gamoneda -que entonces dirigía el Servicio de Publicaciones de la Diputación Provincial-. Dos años después apareció
publicada con el título El corazón desmemoriado. Claves poéticas
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Curso de Verano. Universidad de León. 2020
de Antonio Colinas, la que sería primera monografía extensa en
lengua castellana sobre la obra lírica del bañezano.
Ese año de 1990 yo ya había concluido los cursos de doctorado y maduraba la idea de llevar a cabo la tesis doctoral. No me
fue difícil convencer a mi antiguo profesor de Crítica Literaria,
D. Francisco Martínez García, para que acogiera el proyecto de
dirigírmela. Paco, como quería que le llamase, era un entusiasta
de la poesía de Colinas y uno de sus más tempranos y lúcidos
estudiosos. Me impuso unas lecturas y un método de trabajo,
pero me concedió amplia libertad para enfocarlo como mejor
me pareciese y para conducirlo, imprimiéndole el ritmo que mis
ocupaciones profesionales me permitieran.
En junio de 1993 defendí una tesis, cuyo unánime apto cum
laude no logró evitar una espera de siete largos años hasta que
la Universidad de León atendió mi propuesta de publicar un
amplio extracto de la misma. En el año 2000, Antonio Colinas,
un clásico del siglo XXI se constituyó así en la primera tesis
doctoral publicada sobre el poeta leonés, tras cinco o seis tesis
doctorales inéditas.
Este libro gravita en torno al plurisignificativo concepto
de ‘armonía’ que preside su obra y su pensamiento y lo configura como un acendrado clásico de nuestros días. La armonía
dialéctica, según queda atestiguado en este estudio y en su quizá
desmesurada bibliografía, es núcleo vertebrador de la obra
entera de Colinas: la poética, la narrativa y la ensayística. La
armonía dialéctica es una ideación de carácter poético (aunque
con claros antecedentes en el pensamiento presocrático), que
permite al sujeto lírico sobreponerse a la acción destructora
del paso del tiempo. Este último constituye en la obra literaria
de Colinas, el principal agente que atenta contra la armonía
cósmica, además del marchamo específico y revelador de su
lirismo elegiaco.
Ahora bien, el flujo temporal introduce en la Naturaleza el
devenir cíclico, es decir, el continuo retorno de las estaciones.
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La obra poética de Antonio Colinas
Esto mismo implica para el mundo vegetal una serie ininterrumpida de ciclos, una alternada sucesión de procesos contrapuestos,
de corrupción y de florecimiento. La observación de los ritmos
biocósmicos y de la periódica regeneración de la vida constituye
uno de los fundamentos de la ideación mítica del eterno retorno.
Esa ideación (y su corolario de cosmogonías cíclicas) es, por lo
mismo, una salvaguarda de la armonía originaria que, imaginativamente, anhela recuperar la poesía de Antonio Colinas.
La huella de ese anhelo se puede rastrear en el empleo lírico de
ciertas estructuras que subrayan la circularidad del tiempo. En
tal sentido, Colinas utiliza con cierta frecuencia la reiteración,
al final de una sección o de un poema, de los mismos versos con
que se habían iniciado.
Si repaso mis contribuciones críticas al estudio de la obra
de Colinas, hallo nexos frecuentes e insospechados con los
conceptos de ‘círculo’ y ‘centro’ antes descritos. Una de esas
contribuciones fue la que escribí para el libro de significativo
título El viaje hacia el centro, compilación de análisis críticos que
publicó la Editorial Calambur y que presentaron en el Círculo
de Bellas Artes de Madrid Francisco Umbral y Diego Doncel.
“La originalidad creadora de Antonio Colinas”, como rotulé mi
aportación, venía a defender que la calidad estética de su poesía
tiene un pilar fundamental en la originalidad de su dicción y esta
última se concreta en tres aspectos: a) como síntesis armónica
de fuentes literarias muy diversas; b) como centro de referencias
intertextuales que evocan un caudal considerable de lecturas
clásicas y contemporáneas, y c) como fusión de componentes
vitales o espacios líricos muy variados: La Bañeza, Córdoba,
Italia, Madrid, Ibiza, Salamanca...
En el artículo “Renovación y retorno de Antonio Colinas”,
publicado en Ínsula, analicé el significativo cambio de rumbo
experimentado en la dicción lírica del leonés a partir de la publicación del poemario Los silencios de fuego, donde hallamos
depuración formal y una reflexión escéptica sobre la realidad
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Curso de Verano. Universidad de León. 2020
contemporánea. Libro de renovación por su precisa referencia
a determinados sucesos contemporáneos. Libro de retorno
también, porque en sus versos se apuntan motivos y temas
consustanciales a su poesía y a su obra ensayística anterior:
la preocupación por el deterioro del medio ambiente o por el
belicismo, el estigma de caducidad que pesa sobre los vivientes,
la concepción de la realidad como constituida por fuerzas antagónicas que se debaten en el seno del ser, el carácter cíclico del
devenir temporal...
Con la coordinación de Francisco Aroca, el Centro de Estudios Hispánicos de Amiens (Francia) publicó en 2014 un libro
de homenaje a la obra coliniana. En tal ocasión mi contribución
fue el estudio “La simbología última de Antonio Colinas”, un
análisis de la constelación simbólica que orbita en su obra El
soñador de espigas lejanas, breve poemario que fue fruto de un
viaje del poeta a Cartagena de Indias y que había sido publicado
en noviembre de 2013. La tesis central del artículo es que la
poesía última de Colinas conecta en sus puntos neurálgicos con
la que nos ha venido legando desde el principio. Aunque algunos
estudiosos han descrito la trayectoria del poeta leonés como
un itinerario que progresa desde el lirismo hacia la reflexión,
lo cierto es que en todos los poemarios de Colinas se conjugan
ambos ingredientes. Aunque la reflexión se adense y adquiera
mayor hondura en los últimos libros, su presencia es ya significativa en los primeros, en tanto que el lirismo, la carga emotiva
y estética de los poemas, no se debilita o aminora con el paso
del tiempo.
Por derroteros de corte más divulgativo, progresó una breve
monografía mía, con el título Seis poemas de Antonio Colinas
comentados, que apareció en la colección “El escritor en el aula”
del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua en 2003. Se trataba,
sin mayores pretensiones, de una breve antología comentada
e ilustrada, que reúne media docena de composiciones líricas
representativas de su trayectoria. De los seis poemas analizados,
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La obra poética de Antonio Colinas
tres, a saber, “Simonetta Vespucci”, “Canto X” y “Zamira ama
los lobos”, responden a una estructura circular.
Una invocación a la musa florentina del Renacimiento,
Simonetta, abre y cierra el primero de los poemas mencionados. “Zamira ama los lobos” es, además del título del poema,
el primer verso de la composición y uno de los versos finales.
También hay “circularidad” en el Canto X: “Mientras Virgilio
muere en Bríndisi no sabe / que en el norte de Hispania alguien
manda grabar / en piedra un verso suyo esperando la muerte”,
versos iniciales del poema, esbozan el cuadro agónico de un
legionario herido de muerte en el Norte de Hispania; la última
voluntad del moribundo, anticipada en ese deseo de que un verso
del autor de la Eneida sea su epitafio, se concreta y declara en
la estrofa final: “Al fin cae la cabeza hacia un lado y sus ojos / se
clavan en los ojos de otro herido que escucha: / Grabad sobre
mi tumba un verso de Virgilio”.
En julio de 2004, las universidades de León y Carlos III de
Madrid, llevaron a cabo en coordinación un curso de verano
centrado en la semblanza literaria de Antonio Colinas. El curso
tuvo lugar en Villablino y sus ponentes fueron José Enrique
Martínez, Natalia Álvarez Méndez y quien suscribe estas palabras, sin olvidar al propio autor estudiado, que reflexionó en
torno a su obra poética, pero también sobre los libros publicados
en otros géneros.
El año 2015, cuadragésimo aniversario de la publicación
de Sepulcro en Tarquinia, uno de los poemarios colinianos más
intensos y plenos, se prodigó en homenajes conmemorando a su
autor. El IES Legio VII de León, donde trabajo como docente, se
sumó a esos homenajes con una exposición de libros del poeta,
la filmación de una entrevista, un recital con presencia del autor
y la publicación de una revista, Llamas hubo en tus álamos, que
acogió múltiples colaboraciones, tanto textuales como gráficas,
tanto creativas como críticas.
En su intervención ante un concurrido auditorio -ochenta
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alumnos de 2º de Bachillerato- Colinas fue desgranando, a la vez
que recitaba algunos de sus poemas mejores, los componentes
estéticos y vitales de su obra lírica, incidiendo, como no podía ser
de otra manera, en la trascendencia de su tierra natal, una tierra,
según sus palabras, “demasiado hermosa para que la veamos tan
solo con los ojos de la desatención”.
Concluyo subrayando la pertinencia de que este curso de
verano sobre “La obra poética de Antonio Colinas, su origen
y universalidad”, se celebre en La Bañeza. En efecto; esa obra
lírica aquí tuvo su origen y centro; y desde aquí irradia su universalidad.
Por mi parte, treinta y tres años después de mi primer
encuentro personal con Colinas, regreso a La Bañeza con la
sensación de haber vuelto a los orígenes, al centro, también con
la impresión de que un círculo se cierra. Este retorno me permite
de alguna manera volver a la época beatífica de los comienzos y
evocarla de modo nostálgico. Sin olvidar que un círculo mucho
más amplio se ha abierto ahora: el de tantos amigos de Colinas
y especialistas en su obra entera que se han dado cita en este
homenaje, tan necesario como entrañable.
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