aposta
revista de ciencias sociales
ISSN 1696-7348
Nº 78, Julio, Agosto y Septiembre 2018
CONFLICTOS QUE FORJAN IDENTIDADES:
PROFESORADO VS. ALUMNADO∗
CONFLICT FORGING IDENTITIES: TEACHERS VS. STUDENTS
Silvina Funes Lapponi
Universidad Complutense de Madrid, España
Recibido: 22/02/2018 - Aceptado: 28/04/2018
Formato de citación: Funes Lapponi, S. (2018). “Conflictos
que forjan identidades: profesorado vs. alumnado”. Aposta.
Revista
de
Ciencias
Sociales,
78,
193-209,
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Resumen
En este artículo se analizará cómo a partir del conflicto generado como reacción a una
reforma educativa (la LOGSE) los docentes se sienten sin los recursos suficientes para
dar respuesta a las nuevas demandas y responsabilidades y el conflicto expresará las
dificultades para el desempeño de las funciones educativas que más les cuestan y, en la
confrontación, se ratifican y radicalizan identidades antagónicas que basan su vínculo en
el rechazo mutuo y que dificultan el logro del objetivo o de la misión de la
organización: educar e integrar. Este artículo recoge un aspecto de un trabajo más
amplio sobre la visión del profesorado sobre la conflictividad escolar y las atribuciones
que hacen a la causalidad de ésta y que analiza mediante el método etnográfico y
triangulación de la información, las “representaciones sociales” sobre esta problemática
y que se valorará los condicionamientos y consecuencias que esto produce en las aulas.
El trabajo de campo se realizó durante 1998-2002 a docentes de educación secundaria y
*
Una versión preliminar de este artículo fue presentada en el I Congreso Internacional de Estudios
Culturales Interdisciplinares (CIECI), celebrado en la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid, los días 7,
8 y 9 de febrero de 2018.
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los resultados alcanzados ponen de manifiesto la delegación de responsabilidades por
parte del profesorado por sus dificultades de adaptación a la nueva realidad educativa y
las dificultades del propio sistema educativo y de las políticas educativas para mejorar
las prácticas docentes y los resultados educativos.
Palabras clave
Representaciones sociales, desigualdad, emociones, exclusión, identidad docente,
identidad anti-escolar.
Abstract
This paper will analyze how due to the conflict generated as a reaction to an
educational reform (LOGSE), teachers feel without enough resources to respond to new
demands and responsibilities. Because of this, the conflict expressed the difficulties
teachers faced in their educational performance. For this reason, they confront and
based their relationship with students on mutual rejection and this fact ratified and
radicalized antagonistic identities, which also hindered educational achievement or the
goal of the School: to educate and to integrate the students. This is part of a broader
work about teachers' vision on school conflict and how they explain their causes. It was
done through the ethnographic method and triangulation of information, focusing on
the "social representations" of this issue and looking at the conditions and
consequences in the classrooms atmosphere. Fieldwork was carried out during 19982002 with secondary education teachers. The results achieved show the delegation of
responsibilities of the teaching staff because of their difficulties in adapting to the new
educational reality as well as the inability of the educational system and educational
policies to improve teaching practices and educational outcomes.
Keywords
Social representations, inequality, emotions, exclusion, teacher identity, anti-school
identity.
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1. INTRODUCCIÓN
Este artículo se basa en la selección de un aspecto abordado en la tesis doctoral “Las
representaciones sociales del profesorado sobre los conflictos escolares en el período
LOGSE y sus implicaciones en la educación”, defendida en 2017 en la Universidad
Complutense de Madrid1: el de los conflictos escolares y cómo contribuyen a forjar
identidades (docentes/ alumnos) y a producir unas consecuencias sociales, como
resultado de esa confrontación social: la desigualdad y la exclusión del alumnado “no
educable”/conflictivo y/o anti-escuela. Estas identidades se irán describiendo a partir de
los relatos recogidos del profesorado. Para ello, se analizarán las representaciones
sociales sobre los conflictos escolares desde el punto de vista del profesorado durante el
período 1998-2002, que incluye la implantación definitiva de la reforma educativa
(LOGSE) y su decadencia hasta la entrada en vigor de la siguiente reforma (LOCE). No
se investigaron, por lo tanto, conflictos a partir de los hechos o actos conflictivos, sino
lo que los docentes decían sobre situaciones que vivieron como conflictivas.
Es una investigación de carácter cualitativo, dado que es más adecuado para el estudio
de factores subjetivos como las representaciones sociales (que se obtuvieron a través de
encuestas y entrevistas a profesores), las identidades y las emociones. El trabajo de
campo se realizó con docentes de centros de educación secundaria de la comunidad de
Madrid. Aunque el análisis se ha enfocado en los conflictos cotidianos, al profundizar
en ellos, emergieron problemas más profundos a la hora de educar. En este sentido, esta
investigación se diferencia de otras sobre conflictividad escolar, ya que suelen
interesarse más por el papel del alumnado, mientras que en la aquí descrita, se ve cómo
el profesorado jugó un rol protagónico en los conflictos.
Recogiendo la visión de los docentes sobre la realidad que tenían que afrontar, se
analizaron los desajustes entre las expectativas o ideas previas con el nuevo
ordenamiento legal; que al confrontar con la realidad, generan conflicto y forjaron
“identidades docentes” que desde la resistencia al cambio que implicaba la reforma, la
confrontación con otros actores, el rechazo a cierto tipo de alumnado, reprodujeron
desigualdades sociales
1
desde el sistema educativo
y/o
el desempeño
“en
Premio Extraordinario de Doctorado para la Tesis Doctoral de la UCM de 2017.
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disconformidad” y/o la objeción a implementar el cambio. Se profundizó,
especialmente, en aquellas creencias vinculadas a los cambios introducidos por la
LOGSE (obligatoriedad y comprensividad de la educación) y la resistencia con la que
respondieron algunos docentes a aceptar a alumnos que, a priori, consideraban “no
educables” (por entender que carecían de actitudes y competencias necesarias para
aprender).
Las dificultades de atención que demandó este nuevo perfil de alumnado no sólo afectó
al profesorado (generándole malestar e inseguridad, por la sensación de ineficacia) sino
también al alumnado, que les llevó, en algunos casos, al fracaso escolar (ante el desfase
curricular acumulado, el déficit de hábitos y actitudes adecuadas para el estudio y la
ineficaz respuesta educativa para encontrar soluciones adecuadas para esta
problemática) según se desprende de los testimonios y dio lugar al surgimiento de
“identidades anti-escolares”, como respuesta a la descalificación que padecían ante la
falta de medidas educativas adecuadas para ellos.
2. MARCO TEÓRICO CONCEPTUAL
Empezaremos por definir los conceptos clave para facilitar la comprensión del enfoque
general de la investigación.
Viendo en primer lugar el “conflicto”, que es el fenómeno analizado. Se estudiarán las
narraciones de situaciones vividas como conflictivas por los docentes. Por eso no se
define teóricamente este concepto, sino más bien, empíricamente, de cómo se analiza en
esta investigación. Para ello, serán considerado como “conflicto” aquellos actos/hechos
que los docentes explican como ejemplo de la confrontación de –como mínimo– dos
actores (docentes, alumnado, familia, administración educativa) por cuestiones
vinculadas a la implantación de la reforma educativa (obligatoriedad o comprensividad
de la enseñanza) o de las situaciones típicas de aula (“yo quiero enseñar pero ellos no
me dejan/no quieren / no pueden aprender”).
En segundo lugar, abordaremos el concepto de “representaciones sociales”, para
categorizarlo lo hemos basado en dos conceptos que facilitaron su identificación y
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análisis, que son: el de “pensamiento pedagógico práctico” y el de “ideología
pedagógica dominante”. Según Pérez Gómez (2009: 173-176) el primero está
compuesto por supuestos ideológicos tácitos por los que el docente interpreta, da
sentido y atribuye significados a las situaciones que vive. Se caracteriza por ser
funcional, experiencial, inconsciente, aplicativo, estereotipado e implícito y se forman a
partir de la influencia del contexto. Y por otro lado, las representaciones sociales
estarían constituidas también por la ideología pedagógica dominante (Pérez Gómez,
2009: 178) y que pertenecen a la misma los conocimientos más teóricos que el profesor
ha ido adquiriendo en su formación, las normativas, etc. y que carecen de funcionalidad
práctica, por eso, a partir de los relatos, podremos adentrarnos en ellas.
Otro concepto importante son las emociones, ya que expresan (física, verbal y no
verbalmente) estados de ánimo y sentimientos sobre las distintas situaciones que se
tienen que enfrentar, por lo tanto, condicionan la conducta.
A continuación veremos el concepto de “identidad”, que según la RAE es el “conjunto
de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los
demás”. Por eso que, al hablar de una identidad, en nuestro caso la “docente” y sus
creencias sobre lo que le pasa en su trabajo, necesariamente, tendremos que hablar de
“los demás”, la alteridad: los alumnos, de los que hablaremos, como su contrapunto en
el conflicto que analizamos, el alumnado “conflictivo” o que expresa una identidad antiescolar, por su rechazo y oposición a la cultura, las tareas y la autoridad que la
educación representa.
Concretando en lo que se refiere a la identidad docente, que son nuestro objeto de
estudio, Vaillant (2007: 4) la define como que “guarda relación con […] la percepción
del oficio por los docentes mismos y por la sociedad”. Es decir, que las identidades
docentes son, en sí mismas, una representación social.
Para finalizar veremos dos conceptos muy relacionados: desigualdad y exclusión. Según
Domingo (2005: 106) hablar de desigualdad “se trata de un problema de distribución
con un claro componente cuantitativo de disposición y posibilidad de acceso a recursos
[…]; en lo que influye el componente contextual” y exclusión que Castells (2001: 98)
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define como “el proceso por el cual a ciertos individuos y grupos se les impide
sistemáticamente el acceso a posiciones que les permitirían una subsistencia autónoma
dentro de los niveles sociales determinados por las instituciones y valores en un
contexto dado”. Según Jiménez (2008), esto en el ámbito educativo se traduce en
condicionantes ya “que otorgan competencias para facilitar la integración en el mercado
laboral como también contribuyen al desarrollo personal y social”.
3. METODOLOGÍA
En una investigación en la que el foco de estudio de la realidad social está a nivel
cotidiano, interpersonal y subjetivo, el marco más adecuado es el microsociológico.
Como además se busca comprender las creencias y acontecimientos que afectan al
profesorado, estudiando dentro de un contexto institucional, el modo en que los sujetos
construyen significados a partir de sus relatos, se opta por utilizar el paradigma
interpretativo (Funes, 2017b: 95) y etnográfico.
Los datos primarios se obtuvieron del discurso del profesorado sobre cómo vive, ve y le
afecta la conflictividad escolar. Por eso, para la exploración y construcción de los datos
primarios se realizaron:
•
Encuestas con un cuestionario de preguntas abiertas y cerradas.
•
Entrevistas en profundidad: semi estructuradas.
•
Búsqueda y análisis de fuentes documentales.
Si bien la encuesta no es un instrumento adecuado para una metodología etnográfica,
sirvió para aportar datos más generales (características de ese profesorado, percepción
general sobre sus dificultades y experiencias en el trabajo, satisfacción, etc.), y para
ampliar información en una serie de preguntas abiertas.
De cara a dar validez, credibilidad y rigor a la investigación (Aguilar y Barroso 2015:
73) se utilizó además la triangulación para analizar la información desde distintos
ángulos y técnicas, y con otros interlocutores, como la consulta a expertos de informes
parciales.
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Tabla 1. Recogida de datos, periodo de recogida y número de informantes
Recogida de datos
Encuestas (IES)
Encuestas (CC)
Entrevistas en profundidad
Período
1998-1999
1999-2000
2000-2001
Nº informantes
49
17
8
Fuente: Funes (2017b: 104)
4. RESULTADOS
A continuación se expondrá la información que se desprende de la muestra analizada
por Funes (2017b: 152) en relación a los conflictos vinculados a las cuestiones
identitarias, aunque de manera sintética, dibujan el panorama educativo que vivieron en
el último tramo del período LOGSE.
Tabla 2. Datos destacados sobre la percepción del profesorado de su profesión
Nivel de satisfacción del profesorado
con respecto al alumnado
Cualidades del modelo positivo de
docente
Cualidades del modelo negativo
docente
Experiencia docente más positiva
39% Insatisfecho, siendo el 2º
opción peor valorada.
24.12% valora al docente
dialogante
20.14 % considera que es el
docente autoritario
22.92 % escoge las buenas
relaciones (es la 2º opción)
Atribución de las causas de los 29.73 % de las profesoras se las
conflictos
atribuyen al alumnado y 18.92%
de los profesores (es la 1º opción)
Fuente: elaboración propia a partir de Funes (2017b)
En una de las preguntas del cuestionario se valoraba el nivel de satisfacción con
respecto a distintas dimensiones. Como se puede apreciar en la tabla 2, la actitud de los
alumnos está entre las peor valoradas por el profesorado (junto con la percepción de la
valoración social hacia la profesión), en la que el profesorado se manifiesta con un
28.38% de satisfacción y 39% como insatisfecho. Este dato está reforzado además por
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el hecho de que, para algunos docentes, el alumnado es el culpable de la conflictividad,
no lo que ellos hacen o no hacen para mejorar el clima de las aulas.
Se debe destacar, además, que la docencia es una profesión condicionada por la relación
con el otro agente fundamental del binomio: el alumnado. No es una profesión que se
defina por sí misma sino en el acto de interacción e intercambio con el otro. Y es muy
significativo que sea justamente en esa dimensión en la que se manifiestan como más
insatisfechos.
Se aprecia también que el modelo docente peor valorado es el autoritario y que le dan
importancia al diálogo como un rasgo destacado del modelo positivo del docente,
reforzado además en algunos casos, por haber sido escogido como una experiencia
positiva por parte de algunos de ellos, es decir, no es sólo un ideal, sino algo que
efectivamente han vivido.
En cuanto a los factores que favorecieron la conflictividad, el profesorado destaca el
rechazo a la LOGSE como el determinante del período estudiado, y que tuvo los
siguientes condicionantes: la reforma implicó unas formas distintas de enseñar y evaluar
y la existencia en las aulas de un nuevo alumnado. Estos nuevos frentes que inician a
partir de la LOGSE (Funes, 2017b: 142) son los siguientes:
•
La atención a la diversidad. En la medida en que supuso la dificultad de
encontrarse a los alumnos estudiosos al lado de “pre-delincuentes”, junto con
alumnos de integración, inmigrantes y no saber cómo enseñar con esa
heterogeneidad.
•
La promoción legal. Esto significó la limitación del número de repeticiones (a
dos), lo que supuso la aparición de una nueva figura: los PIL, es decir, alumnos
que, a pesar de no aprobar con el mínimo de notas y asignaturas requeridas,
promocionan por imperativo legal, por lo que no pueden volver a repetir curso.
•
La obligatoriedad de la enseñanza hasta los 16 años. La educación comprensiva.
La educación obligatoria implicó también la imposibilidad de privar a los alumnos de
sus clases, por lo tanto, otra medida que se tuvo que reconsiderar es “la expulsión”, lo
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cual generó una gran crisis en el profesorado al verse sin los recursos en los que se
había apoyado tradicionalmente para seleccionar y disciplinar (a través de las notas y las
expulsiones), lo que condujo al profesorado a replantearse no sólo sus funciones, sino
también los mecanismos en los que apoyarse para ejercerla. (Funes, 2017b: 176).
Veamos estos conflictos en los relatos del profesorado:
“Y hay profesores que dicen No, a mí me los quitan de delante,
a mí me los quitáis de delante. A mí, que se lo trague la
directiva, así directamente. Yo no los quiero a éstos, no los
quiero, ni sé enseñarles a leer” (Cristina).
“Y no asumimos que vivimos en una sociedad plural que tiene
conflictos, y como no queremos tener conflictos, pues seguimos
teniendo conflictos (…). La expulsión estaba permitida y la
selección de alumnado estaba dada. Se encuentran con que no
pueden expulsar al alumnado, llegan a una etapa obligatoria,
catorce, dieciséis años, que antes no tenían obligatoria, con unos
centros masificados, y sin saber cómo imponer disciplina; un
alumnado que quiere estar, que ha elegido, y que además se
entera de que va, que va por vocación, sino no la habría elegido;
a un alumnado que no se entera, y que, además no quiere, y que
además se aburre, no saben qué hacer. Están desesperados”
(Trinidad).
“El aumentar la educación obligatoria a los 16 años suponía que
llega todo, no llega el filtro, como estaban acostumbrados antes
en secundaria, o estábamos acostumbrados, a que llegaran
filtrados ya, porque a los 14 años se iban a trabajar, ya no era
obligatorio. La mayoría de los alumnos diversos, que se
llamaban problemáticos en muchos casos, salían del sistema
educativo” (Simón).
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Ya no, ya no. Antes sí, antes efectivamente la nota era la
principal arma que tenía en su mano el profesor para controlar la
clase, …. en la ESO hay PIL, ¿no? Los famosos piles... Los que
promocionan por imperativo legal, aunque tengan todo
suspenso... porque solamente pueden repetir un año por ciclo,
entonces la nota ha perdido ya todo su valor en ese sentido…”
(Samuel).
Genera problemas de adaptación las diferencias individuales, los diferentes niveles y
ritmos de aprendizaje, el cambio de criterios educativos. El profesorado como recurso
pedagógico no conoce más que el criterio selectivo (aprobar o no aprobar) y como
atención a la diversidad, hacer actividades a distintos niveles, repetir o derivar
(clinicalizar la enseñanza2) (Funes, 2017b: 187).
Es evidente que la conducta del alumnado es el resultado de tener unas condiciones
adecuadas para participar en las actividades del aula, más que de malas intenciones o
actitudes propias. En concreto, una profesora lo explica así:
“Y era ir poniendo tareas muy, muy fáciles, que ellos pudieran
en algún momento ver que efectivamente eran capaces de
hacerlo. Obligarles a hacer algo bien, dicho de otra manera. Por
lo tanto, no hay temor... Siempre he tenido que volver atrás.
Cuando he querido recuperar un alumno, he tenido que ir al
punto donde se ha quedado y antes del punto en que se quedó es,
si yo daba, por caso este año, pues un primero de la ESO, en
secundaria, pues tengo que irme a tercero de primaria y
recuperarlo desde tercero. Y eso, en un grupo de treinta
alumnos, no es fácil. Ahí sí lo enganchas, porque rellenas la
laguna, va adquiriendo seguridad y va viendo que aprende, se va
enganchando. Va perdiendo el miedo, es decir, sí que puedo, no
soy un inútil. Sí que puedo. Y en ese Sí que puedo, él hace el
2
En términos muy sencillos y generales –ya que es un tema que de gran actualidad y no profundizaremos
en él–, es la tendencia a dar diagnósticos médicos y/o enfoques clínicos a problemas de adaptación a la
educación y sobre el que ha sensibilizado Ken Robinson.
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enganche. Pero tienes que ir atrás, completamente atrás. Eso no
se puede hacer, la prueba es que no me permite el sistema
hacerlo. Y si no lo hago, lo he perdido... Eso en el primer ciclo
de secundaria se puede llegar hasta ahí, y luego en un punto en
el que ellos ya no pueden. Y habría que pasar a otro tipo de
tareas. No hay por qué primero hacerles que ellos se sientan mal
sobre sí mismos por una cuestión de sistema; es decir, el sistema
dice que todo el mundo puede aprender esto, y es mentira. Pero
seguro que él puede aprender cosas. Pero no le estoy dando
opción de que las aprenda… Hay algunos que son buenos. Pero
yo no puedo someter a una persona a que sea malo en todo. Es
que les estamos sometiendo a que sean malos en todo... No tiene
ninguna rendija a la que agarrarse” (Trinidad).
La discriminación del alumnado, el trato peyorativo, incluso despectivo que, en
ocasiones, se naturaliza y se comparte (sin reparar en el contenido ético de estos
comentarios), se legitima, desde una definición supuestamente educativa sobre una
condición o característica del alumno, y resultan más próximas a una condena por su
situación que a un diagnóstico para su intervención. De este modo, se invisibiliza un
trato denigrante del que no se es consciente, bajo una pátina de descripción
psicopedagógica. Porque si esto se hace para darle al alumnado un recurso más
apropiado es una cosa, pero si se hace para justificar un abandono o un desahucio
educativo, el “a mí que me lo quiten”, es ni más ni menos que privación de la educación
y, si finalmente se consiente, la exclusión social institucionalizada (Funes, 2017b: 199).
Este escenario y estas condiciones han propiciado el surgimiento de un tipo de
profesorado con unas características particulares. En concreto, las identificadas en los
docentes que generaban más conflictos, según los datos analizados, son las siguientes
(Funes, 2017b: 223-224):
•
Selectivo con su alumnado: sólo quiere alumnos con buena actitud hacia el
estudio y con una buena evolución académica (o con algunas dificultades
mínimas, es decir que no conllevan un retraso curricular significativo).
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•
Trato despersonalizado hacia el alumnado: establece un vínculo con ellos
condicionado por su desempeño académico, disociándolo de la persona. La
aceptación o rechazo de éstos dependerán de sus resultados, por lo que no tienen
reparos en manifestar sentimientos negativos hacia los que tienen más
dificultades o peores notas, llegando a la “demonización” de este alumnado.
•
Rasgos autoritarios: suelen hacer de sus decisiones sentencias o imposiciones
sobre las que no admiten revisiones ni matizaciones vengan de parte del
alumnado, sus familias, y en ocasiones, ni de sus compañeros.
•
Resistente a las innovaciones: no acepta con facilidad nuevas tareas, funciones,
medidas o responsabilidades, especialmente si no son académicas o lectivas.
•
Escasa capacidad de diálogo y colaboración: no favorecen actuaciones
coordinadas y colaborativas, ni asumidas conjuntamente o prescriptivas. Tienen
un modus operandi marcadamente individualista.
•
Rigidez para corregir, modificar o cambiar conductas o decisiones personales.
En algunos casos, incluso consideran que no hay que corregir porque la culpa es
del otro.
•
Actúan con cierta impunidad y escasa influenciabilidad. No se dejan afectar por
las consecuencias negativas que sus acciones puedan acarrear a otras a personas,
grupos, centro, etc. Carecen de una visión colectiva y priorizan sólo la suya.
5. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
La cuestión más relevante del período de la implantación de la LOGSE, con respecto a
los conflictos, es lo referido a la incorporación del alumnado que antes se consideraban
como “no educables” (mayores de 14 años que no valen para estudiar y que arrastran
fracaso escolar o actitudes no adecuadas hacia la educación) y que sirvió para legitimar
el desprecio y el rechazo hacia este alumnado. Siguiendo la investigación de Funes
(2017b: 238-244), esto produjo un proceso de demonización del alumnado, lo cual
representa una visión muy perjudicial para la labor educativa en general y para el
establecimiento de buenas relaciones en ese contexto. Un proceso que, además, ha
servido para justificar la inacción y la dejación, y que afectó a los docentes de manera
desigual dependiendo de cómo encaraban estos cambios.
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Podríamos identificar, de los datos que se extraen de esta investigación, que esta visión
del profesorado es una adaptación a la educación de la ideología que Jones (2013)
analiza por parte de determinados grupos sociales hacia la clase obrera en la que se
desprecia, demoniza, culpabiliza o se le atribuyen conductas desviadas.
De todo lo analizado, podemos deducir que en el sistema educativo conviven, como
mínimo, tres modelos en la cultura escolar:
•
El de la educación selectiva (representado principalmente por el profesorado que
rechazaba la LOGSE).
•
El de la educación comprensiva (representado principalmente por el que la
aceptó y la aplicó).
•
Y el de la anti-escuela (representado principalmente por algunos grupos de
alumnos y sus familias que no comparten las lógicas, los valores y el sentido de
la educación).
Con respecto al primero es el modelo heredado; el segundo, el emergente (en los años
90), cuestionado por ser utópico e inviable, aunque sus diferencias provienen de los
métodos de enseñanza y evaluación que utilizan. La ruptura con la lógica selectiva, para
algunos docentes, además fue visto como una pérdida de poder.
En cuanto a la cultura antiescolar, se trata, en realidad, del rechazo a la totalidad de lo
que el sistema educativo representa (sus formas de hacer y de pensar, valorar, es decir,
su cultura) dentro de la escuela, y fuera por aquellos grupos que antes preferían que sus
hijos fueran a trabajar en lugar de estudiar, los que hacían apología de la ignorancia, los
que tuvieron que abandonar y fracasaron cuando eran estudiantes, etc. Pero también es
comprensible, al menos desde el punto de vista de las leyes del intercambio social, que
en estas circunstancias de desprecio y desconsideración hacia cierto alumnado se haya
producido el rechazo mutuo.
Consideran, además, que este grupo no parece tener sentimiento de responsabilidad ante
el incumplimiento de deberes, por no obtener buenas notas, o al recibir sanciones, por
no respetar las normas, por el trabajo educativo y/o por otras personas. Y todos aquellos
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que no sienten a la educación como algo bueno, útil o necesario. De alguna manera, esta
cultura representa la resistencia al disciplinamiento, y se caracteriza por ser
antiacadémica, orientada a la satisfacción del placer y no al cumplimiento del deber, al
éxito material como fuente de reconocimiento social (en el tener).
Pero no se puede perder de vista el perjuicio personal y social de este rechazo, en el
sentido del riesgo de exclusión y desigualdad que puede generar, por como puede
afectar a no lograr las credenciales educativas que luego les habilitaría a la participación
y desarrollo social.
En síntesis, este choque cultural que se produce en determinado alumnado, y que no
comparte ni las premisas ni la utilidad de la educación, es el que genera el principal
conflicto en las aulas, al topar con la cultura escolar.
Y el orden educativo, legitimado por las ciencias de la educación (que todavía no ha
descubierto cómo aprender sin voluntad, sin deseo) y políticamente por el orden
político-constitucional, debe –para implementarse– ser aceptado por los destinatarios
para que pueda dar los resultados esperados. Lo que sí está en manos del profesorado es
cambiar su mirada, su actitud: dejar de rechazar al alumnado que más dificultades
tienen, de mirarles con desprecio, de condenarles.
Una educación que se basa en este modelo se termina reduciendo a mero
adoctrinamiento (disciplina sin educación), en la que el sistema se convierte en un
certificador del “no-apto”, es decir, de la exclusión. Y como el sistema, posee el
monopolio de la valorización de las personas, al clasificar según la valía de éstas, puede
estar haciendo una función de exclusión de determinados colectivos, lo cual pervertiría
el sentido mismo de la educación (que es adaptar a la vida social, a la participación en
instituciones), convirtiéndola en mera certificadora, en estos casos, de la ineptitud de los
que no pueden. Por eso, esta función es, en sí misma, fuente de conflictos. Más aún
cuando los educadores no hacen una labor de rescate sino de refuerzo.
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Y esto seguirá siendo así mientras el profesorado siga generando aversión y rechazo a lo
escolar en lugar de crear espacios en los que los discentes con más dificultades quieran
estar y sientan que pueden realizarse y progresar.
Este fuego cruzado genera conflictos, a la vez que rechazo a la institución, a su función,
a sus fines y a las personas que la representan y es visto como que sus posturas son
irreconciliables y dogmáticas. Esto a su vez contribuye a que esto se mezcle con lo
emocional, ya que la confrontación radicaliza las ideas, que se convierten en emociones,
dando como resultado la aversión. Desde este lugar, es muy difícil hacer propuestas
sensatas, porque primero se debe crear un espacio de encuentro, de aceptación y de
colaboración.
En síntesis, en el endurecimiento de la confrontación se deteriora, a su vez, la identidad
del otro, aumentando el rechazo y demonizando la imagen del alumnado por parte del
profesorado, así como la aversión a lo educativo por una parte del alumnado (Funes,
2017b: 2-3).
Como resultado de esto, no se le proporciona a los discentes la atención que necesitan,
ya que los grupos proclives a tener fracaso escolar, por las desigualdades de partida, las
dificultades que les supone el estudio y comprender y compartir la cultura escolar, los
conflictos que le termina creando a los docentes tener que atender a esa diversidad,
terminaron generando prácticas segregadoras que no resolvieron la intención que traía la
LOGSE, que era que la educación no generara desigualdad.
Así, estas dificultades no sólo generaron enfrentamientos, sino que produjeron
incoherencia en la actuación educativa conduciendo a una gestión deficiente, por un
lado, la LOGSE no pudo conseguir lo que se proponía alcanzar (educar en igualdad de
oportunidades, alcanzando, en el mejor de los casos, sólo retener al alumnado), y,
además, tuvo un coste psicosocial muy alto (malestar en los docentes, enfrentamientos
entre ellos, con el alumnado, sus familias y el sistema en su conjunto) y por el otro, se
hizo evidente, la falta de supervisión de las autoridades educativas para reconducir los
conflictos.
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De lo analizado se puede concluir, además, que los claustros están bastante divididos, ya
que se puede identificar que coexisten diversas culturas docentes, que pueden entrar en
lucha y confrontación por sus maneras de entender la educación.
Aunque la investigación realizada se circunscribe a ese período, lo que se percibe es que
con la LOGSE llega a España un modelo de educación comprensiva que tuvo difícil
encaje en el sistema educativo heredado, cuyos dilemas siguen aún vigentes y sin
resolver. Por lo tanto, aunque el estudio describe las reacciones que se fueron
desencadenando en ese momento, están de plena actualidad.
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presentada en I Congreso Internacional Nuevas Tendencias en la Formación Permanente
del Profesorado, Barcelona.
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Silvina Funes Lapponi es doctora en Pedagogía y socióloga. Profesora de la UCM (y otras
universidades) de Sociología, Comportamiento Organizativo, Psicología social, Metodología,
etc. Formadora y asesora en centros educativos en temas de profesión docente, convivencia
escolar, etc. Investigadora y autora de varias publicaciones didácticas, divulgativas y científicas.
Email: sfunes@edu.ucm.es
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