CICIMAR Oceánides 32(2): 25-34 (2017)
ENSAYO
REFLEXIONES SOBRE LAS CONDUCTAS Y LAS FASES
DEL CONSUMO PESQUERO
González Laxe, Fernando
Facultad de Economía y Empresa, Instituto Universitario de Estudios Marítimos. Universidade da Coruña. Correo
Electrónico: laxe@udc.es
RESUMEN. La actividad pesquera desempeña un papel transcendental tanto en lo que concierne a la generación
de rentas y de empleo, como en lo tocante a su contribución en garantizar el derecho a la alimentación y a la seguridad alimentaria. Se contabilizan en el mundo alrededor de 56 millones de personas en dicha actividad y tres
veces más si se consideran las actividades en aval y en amont. Casi el 40% de la producción pesquera es vendida
en los mercados mundiales por un valor de 146000 millones de dólares, cifras más elevadas que las contabilizadas por las ventas procedentes del café, del banano, del cacao, del té, del tabaco o del azúcar. Las actividades
pesqueras contribuyen a la seguridad alimentaria suministrando un aporte nutricional esencial a la población;
representan el 17% de las proteínas animales y el 6.7% del total de las proteínas consumidas anualmente. En este
trabajo se analizan las distintas conductas alimentarias registradas en los últimos años y se describen las diferentes
fases del consumo de productos pesqueros a la luz de los cambios experimentados en el sector. Las tres grandes
transformaciones mayores llevadas a cabo proceden de la consolidación de un amplio mercado globalizado; de las
innovaciones técnicas aportadas en las embarcaciones; y, por la mejora de los procedimientos de conservación y
calidad de los productos pesqueros.
Palabras clave: Productos Pesqueros, consumo, gasto, distribución, hábitos alimentarios.
Considerations on the behavior and phases of the fisheries consumption
ABSTRACT. The fishing activity has a key role in terms of income and employment, and it also guarantees
access to food and food security. 56 million people are estimated to work in this field, three fold if we include
aval and amont activities. Almost 40% of the fishing production is sold in world markets and its value represents
146000 million dollars. These figures are higher than those coming from coffee, banana, cocoa, tea, tobacco or sugar. Fishing activities contribute to food security by providing the population with an essential nutritional content
–they account for 17% of animal protein and 6.7% of the yearly protein intake. In this paper, recent food patterns
are analyzed and the different stages in the consumption of fishing products are described by taking into account
recent changes in this field. The three mayor transformations stem from the consolidation of a vast global market,
from technical innovations in vessels and from improvements in preservation procedures and in the quality of
fishing products.
Keywords: Fisheries produtcs, consumption, expenses, distribution, feeding behavior.
González Laxe, F. 2017. Reflexiones sobre las conductas y las fases del consumo pesquero. CICIMAR Oceánides,
32 (2): 25-34.
INTRODUCCIÓN
La globalización desempeña un papel cada vez
más relevante en lo que respecta a la demanda, a los
hábitos y a los gustos alimentarios. La progresiva
introducción de nuevas formas de implantación de
productos y la asunción de nuevas pautas culturales,
incrementan el apetito por el cambio y la renovación
alimentaria (Asche et al., 2015).
el mundo en torno a los problemas de la subnutrición, los cambios de hábitos y las innovaciones tecnológicas (Porkka et al., 2013). En los últimos años
las inquietudes sobre estos temas han aumentado,
siendo muy llamativos los recientes trabajos sobre
el tema auspiciados desde organismos institucionales y de asesoramiento (FAO, 2017; Claquin et al.,
2017). En este sentido, se procederá tanto a revisar
las principales dinámicas de cambio como las consecuencias derivadas de las mismas.
El objetivo del trabajo radica en diferenciar y
secuenciar las diferentes fases en las conductas alimentarias y, más en concreto, en el campo de los
productos pesqueros. No cabe duda de que, a medida
que se exploran nuevas zonas de pesca y se extraen
nuevas especies, aumenta la oferta disponible para
su consumo y tratamiento. Tampoco ofrece duda el
hecho comprobado de una mayor demanda de alimentos, al socaire de una población superior, más
urbanizada y con mayor nivel de renta. Los objetivos de lograr alcanzar mayores niveles de consumo
se convierten en prioritarios toda vez que se incrementan las preocupaciones experimentadas en todo
Se pueden entrever seis conductas: La primera es que la conducta alimentaria se globaliza
al mismo tiempo que se diversifica. Es decir, las
conductas definen los niveles de consumo (ya sean
expresados en productos, ya sean contabilizadas
en cantidades); las prácticas sociales (referidas a
los modos de aprovisionamiento y a las normas de
consumos); y las representaciones sociales (a través
de los conocimientos, los valores y las imágenes
asociadas) de la alimentación. Se aprecia, asimismo, una clara tendencia hacia la uniformización de
ciertos aspectos, por mor de los mayores niveles de
urbanización, de las nuevas condiciones de trabajo
Fecha de recepción: 11 de septiembre 2017
Fecha de aceptación: 10 de octubre 2017
Las conductas alimentarias
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González Laxe, F.
y del envejecimiento de la población.
Las transiciones alimentarias (medidas por medio de los productos, cantidades y equilibrios nutricionales) subrayan la convergencia y la industrialización de los sistemas alimentarios que arrastran
procesos de difusión a gran escala de los productos
considerados globales; apreciándose, en numerosas
ocasiones, un distanciamiento muy notable de la
demanda de los productos locales. Sin embargo, la
reivindicación de la alimentación particular y personalizada, basada en productos de origen local y
singulares, toman cuerpo y se manifiestan de manera cada vez más intensa, como una dinámica de
patrimonialización de las prácticas individuales con
el fin de proceder a defender y a proteger lo local
frente a lo global (Baker, 2011). En suma, se asiste
a una confrontación entre modelos alimentarios y a
una competencia entre tradición y patrimonio histórico (en ocasiones, vinculado a la identidad nacional) frente a una concepción muy internacionalizada
y armonizada de gustos en términos globales.
Los desafíos se centran en analizar las conductas alimentarias y en introducir aquellos valores
nutricionales que hagan referencia a la medicalización y a los niveles dietéticos; afirmando, al mismo
tiempo, los conceptos de lo local y lo próximo; y
promoviendo la defensa y preservación del medio
ambiente (FAO, 2016).
La segunda conducta hace mención a la mayor dependencia del comercio internacional y a un
mercado más globalizado. No hay duda de que el
comercio internacional de productos alimentarios
no ha dejado de crecer en los últimos años. Se ha
multiplicado sietes veces en el último medio siglo.
Del mismo modo, el comercio mundial ha cambiado
el centro de gravedad, ha pasado del Norte al Sur y
del Atlántico al Pacífico. O sea, se ha producido un
cambio muy notable en la geografía de los intercambios como exponen Ghepart y Pace (2015) y Watson
et al. (2016, 2017) en sus respectivas investigaciones respecto a la práctica desarrollada hasta el momento. Atendiendo a los países, China se convierte
en el principal polo de atracción; y otros países asiáticos registran igualmente dinámicas muy notables
(Natale et al., 2015). Ello hace que se contabilice
una nueva distribución del consumo. Los veinte
principales importadores representaban, en 1960, el
90% del comercio mundial; y, en la actualidad, ha
descendido hasta el 70%. Esta dinámica ha puesto
de manifiesto una amplia diversificación de los productos comercializados (Bellmann et al., 2015). En
la tabla 1 se refleja que los cereales, productos tropicales de exportación (café, té y cacao) y productos
de la pesca han retrocedido en comercio global, en
provecho de las frutas y legumbres; de los productos derivados del complejo oleico y de los productos
considerados como poco sensibles en términos sanitarios y de abastecimiento (tales como las bebidas
no alcohólicas y los productos ultra-transformados)
(Campling et al., 2012). Este cambio se ha debido,
primordialmente, al hecho de que los poderes públicos han mostrado una gran atención a restringir los
productos de riesgo y de alto nivel calorífico, con
el fin de garantizar la alimentación desprovista de
riesgos.
El comercio mundial ha aumentado merced a
las dinámicas liberalizadoras (descensos de los derechos de aduana y reducción de medidas no tarifarias) a pesar de las apuestas proteccionistas llevadas
a cabo por ciertos países y para determinados productos sensibles (Van Tongeren et al., 2009; Campling, 2015).
Fugazza (2017) enfatiza sobre las diferentes
oleadas relativas a la disminución de las trabas al comercio de los productos pesqueros, resaltando una
dinámica continua de disminución de obstáculos a
los flujos comerciales. Se presencian cinco rasgos
notables: una mayor integración comercial entre
países; la no existencia de signos de independencia
entre los mercados domésticos y los internacionales,
a pesar de los diferentes comportamientos entre los
precios de los productos dentro de las fronteras y los
precios internacionales; la denominada insuficiencia
alimentaria es decreciente a nivel mundial, a pesar
de registrar datos muy preocupantes en determinadas áreas geográficas; la emergencia de nuevas estructuras de las cadenas globales de valor en el campo de alimentación; y, la constatación de desiguales
dotaciones de factores de producción (tierra, agua,
trabajo, y capital) que condicionan los niveles de especialización.
La tercera conducta hace referencia a la consolidación y a la reinvención de los nuevos paradigmas agroindustriales y a la mundialización de los
modelos alternativos propuestos por organizaciones
no gubernamentales. Es decir, las intensas dinámicas innovadoras junto a la introducción de nuevas
tecnologías de la información y de la comunicación
han contribuido a impulsar mayores niveles de consumo y han conducido a personalizar la publicidad
y el marketing alimentario. Las preferencias de los
consumidores se han visto modificadas por las alteraciones derivadas de las nuevas técnicas de difuTabla 1.- Comercio internacional de productos alimentarios.
Distribución porcentual (expresado en precios constantes).
Cereales y derivados
Pescados y productos del mar
Azúcares
Productos tropicales
Vinos
Frutas, legumbres
Leche, derivados y huevos
Carne
Oleicos
Aceites y grasas
Bebidas
1970
18%
19%
8%
16%
5%
15%
5%
4%
5%
3%
2%
1990
29%
15%
6%
14%
3%
17%
6%
5%
5%
6%
4%
2010
14%
12%
5%
13%
3%
18%
7%
5%
8%
9%
7%
CONDUCTAS Y FASES DEL CONSUMO PESQUERO
sión de los productos, que favorecen tanto la internacionalización de los sistemas como los comportamientos alternativos de los ciudadanos.
Los nuevos alimentos y percepciones de los
mismos reemplazan a los dispositivos tradicionales.
Dichos procesos innovadores se asocian a la presencia y a la continua referencia de los centros de innovación mundiales, a las plataformas internacionales,
a los grupos científicos, o a las redes de investigadores. Frente a ellos, se registran apuestas basadas en
“resistencias contra dicha tendencia”, que refuerzan
el énfasis en la revalorización regional y local, y basadas en los circuitos de proximidad. Ambos procesos llegan, a mi juicio, a plantear dinámicas que
cristalizan como nuevos conceptos asociados a la
agroecología o a la hibridación de convergencias de
origen local y natural.
La cuarta tendencia se manifiesta por la emergencia de los riesgos sistémicos. Es decir, la mundialización genera problemas que pueden ser identificados tanto por el agotamiento de productos como
por las consecuencias derivadas de la erosión genética, la pérdida de biodiversidad y la modificación
de los regímenes ecosistémicos (Crona et al., 2016).
Son, pues, riegos compartidos que requieren una
movilización de los actores a nivel mundial. No hay
duda de la existencia de interdependencias y de la
consolidación de un nuevo mapa de la globalización
de los riesgos. La mundialización de los sistemas
alimentarios contribuye a modificar los niveles de
riesgos, en algunos casos aumentándolos y en otros
supuestos contribuyendo a su reducción. Ello conduce a la existencia de problemas inéditos que se
ven acompañados de riesgos sistémicos globales (un
ejemplo de ello fue el episodio de la crisis de las
vacas locas).
En este sentido, para algunos estudiosos sería
factible contar con instrumentos de gobernanza
mundial en materia de riesgos (Gouel, 2014). Varios objetivos podrían llegar a estar armonizados. A
modo de ejemplo, poseer una base de datos compartidos; sostener una estructura de red de vigilancia
y de alerta; y, poder financiar programas de investigación globales y compartidos. Los desafíos se
enmarcarían, en primer término, en cómo evitar las
tensiones y los incrementos de incertidumbres; y, en
segundo lugar, cómo alcanzar y mantener una estabilidad equilibrada, tanto en lo que respecta a la producción como en lo que afecta a los precios y rentas.
La quinta conducta es aquella que refleja la multiplicación de los actores y la hibridación de los modelos. La mundialización de los sistemas alimentarios viene a corresponder con el producto resultante
de las estrategias de los actores. Las empresas se van
posicionando internacionalmente, en tanto que los
Estados reivindican un papel más relevante en las
relaciones multilaterales. Los consumidores, por su
parte, exigen más seguridad, garantías de abasteci-
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miento y mayor transparencia. La influencia de las
firmas multinacionales es cada vez más creciente;
conforman cadenas de valor integradas (por medio
de estándares globales y una mayor concurrencia
entre territorios); poseen una mayor influencia en
las negociaciones internacionales; y, logran mayores niveles de concentración. De ahí, las diversas
composiciones organizativas y operativas en el campo de las industrias alimentarias en donde llegan a
coexistir diferentes concepciones y desarrollos (Osterblonk et al., 2015).
Finalmente, la sexta conducta refleja la circunstancia de que el multilateralismo está en crisis y que la gobernanza mundial está parcialmente
fragmentada. Cada país quiere y trata de hacer valer
su voz y posición. Proliferan los acuerdos bilaterales y regionales, más que los acuerdos globales. Se
potencia la “diplomacia de club” y se consolidan
grupos de países, como: G-8, G-10, G-20, de cara
a implementar soluciones globales. En ocasiones,
existe la sensación que los organismos internacionales no llegan a desempeñar y a ejecutar las acciones
globales incluidas entre sus objetivos (Delgado et
al., 2003). También, se afianzan iniciativas híbridas
(nuevas alianzas por los alimentos; a través de organizaciones ad hoc, puntuales y localizadas en áreas
determinadas y subrayadas por un número limitado
de firmas multinacionales con actores locales) y se
crean nuevos lugares para la discusión (foros específicos para abordar temas concretos o de lanzamiento
de campañas de promoción o defensa) y para cooperación (como las plataformas para potenciar iniciativas, y para remediar y mitigar problemas relacionados con el abastecimiento, salubridad y condiciones
de explotación).
Por medio de los variados y múltiples acuerdos
de partenariado público-privados; esto es, de acuerdos puntuales y ad hoc entre el sector público y el
privado, las empresas buscan fórmulas de penetración en los mercados con el objetivo de incrementar
su cuota, y proceden a suscribir la aplicación de normas sociales y medioambientales que confirman una
dinámica de convergencia en lo que respecta a la armonización de normas en materia técnica, sanitaria
y fitosanitaria junto a los mencionados requisitos en
lo que atañe a las normas sociales y medioambientales. Los Estados, por su parte, actúan en el campo comercial, reduciendo los derechos de aduanas
y apostando por el reconocimiento de normas de
equivalencia, que permitan proteger las preferencias
colectivas de cada lugar de producción y área geográfica.
En suma, el conjunto de estas seis conductas, reflejan los principales síntomas de una nueva dimensión, en el que las notas principales subrayan una
mayor facilitación del comercio y una más intensa
presencia de las empresas multinacionales. Para
Claquin et al. (2017) dichas conductas se pueden
condensar en dos grandes dinámicas. La primera,
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González Laxe, F.
hace referencia a la nueva responsabilidad social y
medioambiental de las grandes multinacionales del
sector; y, la segunda, concierne a la armonización de
las normas técnicas y sanitarias, en la mayor parte
de los mercados. Ambas tendencias tienen una fuerte incidencia en los procesos de interdependencia
de los diferentes actores y en las diversas situaciones mundiales, coadyuvando a construir un sistema alimentario de dimensión planetaria. Ante esta
situación, las dinámicas alimentarias se centran en
afirmar que la mundialización alimentaria es el resultado de un proceso multisecular, que se va transformando, especializándose en ciertas fases y aculturizándose, en otras (Claquin et al., 2017).
Análisis de las iniciativas
En el mundo occidental moderno se asiste desde
hace bastante tiempo a una multiplicación de iniciativas destinadas a generar y a renovar la forma de
comercialización alimentaria, ya sea de manera directa o indirecta. Desde la perspectiva de las ventas
directas; es decir, desde los lugares de producción
a los de consumo o lugares apropiados para su exposición y venta, los consumidores han reclamado
mayores niveles de transparencia y de exigencia en
lo que concierne a la eco-certificación de los productos; al tiempo que se ha procedido a constatar un
aumento de la demanda de dichos bienes. Las nuevas rampas de lanzamiento de dichos productos se
han visto agrandadas, merced a la reducción de las
barreras comerciales en las operaciones económicas; a la mejora de la conectividad y la accesibilidad
geográfíca, debido a los modos de transporte; y, a la
mayor aceptación por parte de los consumidores de
cualquier tipo de productos. Las ventas indirectas,
por su parte, están más relacionadas con la irrupción
y consolidación de las grandes cadenas de valor que
han procurado estandarizar los productos, los hábitos, las costumbres y las preferencias, buscando una
uniformización en lo que concierne a las normas
técnicas y sanitarias, de cara a poder patrimonializar
toda la esfera de los intercambios de productos alimentarios (Fischler et al., 2013).
Los poderes públicos han desempeñado en este
periodo un papel transcendental. Sus políticas han
podido estimular, enmarcar, guiar y abordar nuevos
desarrollos, induciendo cuatro dinámicas propias
(Binet, 2014). En primer término, cambios en las
condiciones de explotación de las pequeñas unidades/explotaciones de producción; en segundo lugar,
desarrollos de mercados locales, aportando una amplia diversidad de producciones a la oferta territorial; en tercer lugar, fomentando el desarrollo territorial equilibrado en ciertas zonas rurales y costeras; y,
finalmente, un nítido posicionamiento internacional
en determinadas áreas/territorios/zonas. Es evidente
que estas dinámicas exigen tres requisitos: consenso
y acuerdo entre los diversos productores/cultivadores con las industrias y distribuidores; aceptación
de la defensa del medioambiente; y coexistencia de
estrategias, para que no sean ni permitan conductas
contrapuestas, ni altamente sustitutivas; sino complementarias y asociadas (Degnbol & Jarre, 2004).
En suma, se busca evitar la marginación de las áreas
geográficas y sus productos locales en su doble dimensión social y territorial. Y, a la vez, implicar a las
políticas de reinserción social y profesional de los
productores en los mercados locales; inscribirse en
las élites de consumo; y, reforzar las relaciones entre
los consumidores y los productores.
Los diferentes posicionamientos que hacen referencia a los pequeños productores asociados a mercados locales o de proximidad, ponen de manifiesto
la existencia de cuatro tipos de organizaciones posibles. En la primera, los consumidores se convierten
en productores; en la segunda, destaca la existencia
de un partenariado entre productores y consumidores; en la tercera, se registra el establecimiento de
corrientes de venta directas en el mercado local o
hacia las pequeñas fábricas próximas; y, en la cuarta,
se contabilizan flujos de venta directa en los comercios locales. En este sentido, se desarrollan acciones
que contemplan: estrategias de mercadeo; emisión
de certificados y controles de calidad; definición de
mercados específicos; dotaciones en el campo de las
infraestructuras y equipamientos ad hoc; existencia
de acuerdos de partenariados con corresponsabilidad público/privado para su ejecución; creación de
una atmósfera favorable para el desarrollo de dichos
comercios; y, una financiación apropiada y ajustada
a los requerimientos regionales y locales.
De ahí, la constatación de una coexistencia de
varios paradigmas. No se trata de cambio de un paradigma (basado en actividades tradicionales y de
circuitos de producción cortos) a otro distinto (fundamentalmente, industrial y desintegrado territorialmente). Sino de la constatación de varios estadios
evolutivos y de transformación/adaptación en función de los productos y áreas geográficas. Wiskerke
(2009) identificaba tres debilidades en dicha dinámica. La primera hace referencia a la des-territorialización de los productos asociados a un territorio y,
consecuentemente, a su pérdida de identidad local.
La segunda hace mención a la progresiva segmentación sectorial y vertical de los bienes; es decir,
los movimientos de descentralización de los procesos productivos y de su distribución. Y la tercera,
analiza las continuadas desvinculaciones referidas
de las actividades productivas con las dimensiones
medioambientales, alimentarias y las tradiciones
de los ciudadanos de la zona geográfica. Bajo estas consideraciones construimos una secuencia del
tránsito del paradigma territorial al paradigma agro/
mar-industrial (Tabla 2), en la que se reseñan las diferentes transformaciones referidas a los objetivos
de los productores, los procesos de asunción de normas medioambientales y de calidad, las exigencias
de los consumidores, y los respectivos niveles de
gobernanza en los dos paradigmas agro/mar industrial y territorial.
CONDUCTAS Y FASES DEL CONSUMO PESQUERO
LAS FASES DEL CONSUMO DE
PRODUCTOS PESQUEROS
Los hábitos de los consumidores evolucionan
en función de las épocas. Asumen, por tanto, los
cambios; se adaptan a las coyunturas y se atienen
a las nuevas costumbres que operan en la sociedad.
En la actualidad, la denominada “sociedad de consumo”, tal y como se la conoce, es el resultado combinado de unas décadas de consumo de masas, de la
introducción y aplicación del progreso e innovación
tecnológica, y de la irrupción de innovadores cambios sociales. A mi juicio, se observan cinco grandes
periodos en lo tocante al consumo de productos pesqueros; dichas fases están asociadas a las diferentes
fases del devenir económico.
Primera fase: la generación del consumidor
moderno (1950/1970). Después de la segunda guerra mundial, el progreso técnico propició nuevos
modos de producción más automatizados. Los mercados se encargaron de posibilitar que dicha oferta
pudiera llegar a los consumidores. Además, la oferta
superaba a las propensiones de la demanda. Ante estas situaciones, los productores trataban de subrayar
y promover estrategias de diferenciación de sus productos. Con ese objetivo, emerge la publicidad en
torno a los productos alimenticios y las políticas de
marketing de dichos productos. En lo que atañe a los
niveles de distribución, aumenta la presencia de los
hipermercados. Y en el ámbito del mercado de trabajo se constata una mayor proporción de mujeres.
Ambas tendencias contribuyen a modificar, tanto
los comportamientos de compra, como los hábitos
de consumo.
La segunda fase: la consolidación de la industria agroalimentaria (1970/1985). Esta corresponde
a la edad de oro de las industrias de alimentación.
El crecimiento económico de dicho periodo, llama-
29
do vulgarmente “los años gloriosos”, está vinculado
con un fuerte crecimiento de los poderes de compra
de los ciudadanos cuya plasmación más inmediata
se traduce en una mayor generalización de los consumos. Se apuesta por la diversificación de los productos, dejando atrás el consumo de masas. Emerge
como una gran innovación técnica: el congelador; y,
con él, las nuevas formas de preparación y conservación de alimentos, generando la aparición de nuevos
productos y una disminución del tiempo consagrado
a la cocina. La bonanza económica aceleró el comercio exterior. Los productos importados coparon los
hipermercados y la mundialización de los mercados
alimentarios eliminaron la estacionalidad de ciertos
productos. Los consumidores empezaron a perder
sus vínculos y “aprecios territoriales de compromiso y pertenencia” con sus productos más próximos
y tradicionales; desestacionalizando sus consumos y
estandarizándose las ofertas mundiales, con lo que
los consumos de productos frescos experimentaron
un descenso significativo.
La tercera fase: la desconfianza en los productos alimentarios (1985/2000). Los años 80, del
pasado siglo, marcan un hito y certifican un giro en
las relaciones consumidor/industria. Los progresos
técnicos concebidos y entendidos, hasta el momento
como positivos, exhiben un cambio en lo que respecta a la percepción por parte de los consumidores.
Las principales causas de dichas modificaciones se
centran en la sucesión de varias crisis alimentarias
que abarcan a varias especies y productos (vacas
locas, contaminación por mercurio, etc.), afectando a la práctica totalidad de los mercados. Apenas
ningún país ha quedado al margen de dichas fases
de incertidumbre y desconfianza. Los escándalos se
suceden e influyen en los consumos. Los hábitos y
las costumbres se alteran; y se entra en una fase de
sospechas y de crisis alimentarias que tienen como
Tabla 2.- Características de los paradigmas asociados a los productos agro/mar y sus vínculos industriales y territoriales.
Paradigma agro/mar industrial
Paradigma agro/mar territorial
Productores
Producción intensiva. Economías de escala. Reducción de precios vía costes.
Economías de gama. Reducción de precios vía
disminución del margen de intermediación.
Medio-ambiente
Soluciones técnicas y utilización de Organismos
Genéticamente Modificados (OGM). Performances logísticas en la distribución.
Proximidad y diversidad de las redes locales. Utilización de variedades y especies tradicionales.
Productos estacionales. Cultivos biológicos.
Calidad
y diversidad
Diversificados en toda la cadena. Elaboración
con materias primas estandarizadas.
Extracción, creación y producción por empleos
locales. Vinculación con el territorio.
Consumidores
Sistemas de seguridad en calidad. Existencia de
marcas y etiquetas del productor y distribuidor.
Confianza basada en las relaciones personales.
Existencia de denominaciones de origen y cadenas alimentarias transparentes. Rechazo de OGM.
Apuesta por signos de identificación (logo).
Salud
Basado en apuestas nutricionales y dietéticas.
Alimentación funcional
A favor del frescor y de los cultivos biológicos.
Reducido nivel de transformación.
Gobernanza
Políticas de desreglamentación. Apuestas por la
privatización. Reducida intervención pública.
Fomento de mercados públicos adaptados. Estrategias alimentarias territoriales en función de
las áreas urbanas próximas.
Fuente: Elaboración propia
30
González Laxe, F.
respuesta una modificación de las estrategias de las
industrias agroalimentarias. Es entonces cuando
se apuesta por el estrechamiento de los vínculos
productos/salud. Emergen los productos “Light”,
“Bio”, “Natural”, etc. Son las nuevas tendencias de
consumo, y la industria reclama una participación
más intensa de los científicos de cara a plasmar las
nuevas innovaciones. Hay un gran despliegue en la
normativa relacionada con la seguridad alimentaria
y se regresa a los aspectos vinculados al territorio en
cuanto tratamos de poner en valor ciertos productos
tradicionales y conocidos.
Cuarta fase: los cambios en el consumidor
(2000/2008). Periodo en el que asistimos a grandes
cambios en lo que atañe a la versatilidad en lo que
hace referencia a las costumbres de los consumidores. De una parte, se reduce el gasto en alimentación; de otra parte, se constatan nuevos cambios
en la estructura de los hogares, ya sea en lo que
concierne a las estructuras de las familias; a los niveles de desplazamiento casa/trabajo; a los índices
de movilidad laboral, etc. Se introducen, asimismo,
varios conceptos clave en el campo de la nutrición,
diferentes a los de antaño, al insistir en determinadas características nutricionales (omega-3, por
ejemplo) y se subrayan los conceptos relacionados
con la salud. La información al consumidor es cada
vez mayor; con acceso gratuito y con conocimiento
mundial (uso de internet, móvil, tecnología digital).
Estos cambios afectan a los hábitos de consumo y
a las formas de adquisición de los productos pesqueros (tales como el comercio por internet). Las
“marcas de distribución” ganan cuota de mercado
al estar universalizadas; y, dada la amplia difusión
que se hace de ellas, se entra en un universo de consumo global. Pero, al mismo tiempo, se insiste en
tres cuestiones relevantes: el concepto territorial; lo
“bio”; y, lo “exótico”.
Quinta fase: de la crisis a la recuperación
(2008/2014). La crisis del año 2007 incidió muy
intensamente en los hábitos de los consumidores,
al verse afectados tanto los niveles de empleo, de
salarios y de las condiciones de vida. Presenciamos
cambios muy notables, que se intensifican con los
nuevos “modos de vida”, exigiendo más facilidades
y mayores niveles de desestructuración de los productos alimentarios. La sociedad presenta índices de
movilidad laboral y de nomadismo superiores, tanto
en lo que se refiere a las personas, como en lo que refiere a la demografía y deslocalización empresarial.
Las ofertas de empleo reflejan la elevada dispersión
de los trabajadores y, en consecuencia, una demanda
alimentaria muy singular y atomizada. Nace, pues,
una nueva conciencia ecológica, basada en sistemas
de consumo moderno, tales como la emergencia de
comidas diferentes/particulares/singulares/individualizadas, en las que se constata el máximo nivel
de aprovechamiento del producto por parte del pro-
ductor, industrial o distribuidor. El gasto en alimentos se reduce y el precio se convierte en un criterio
de elección. En suma, se constata una gran divergencia en los hábitos y comportamientos, agrandando
la brecha en el consumo entre los diferentes consumidores y entre los distintos estereotipos de consumidores. Finalmente, los consumidores exigen más
transparencia en el etiquetado y reclaman la trazabilidad para garantizar la seguridad alimentaria.
Las preferencias y los niveles de consumo de
los productos pesqueros están muy vinculadas a las
fases generales de la industria alimentaria. En la tabla 3,se reflejan los diferentes procesos y los rasgos
característicos de los hábitos de consumo de productos pesqueros, atendiendo a la consolidación de las
industrias, a los niveles de confianza de los productos, y a la progresiva adaptación a las innovaciones.
Los últimos años supusieron un cambio notable
en lo que hace referencia a las distintas ponderaciones de los países, especies, y niveles de utilización
de la producción pesquera. Analizando el periodo
2005/2014, Tabla 4) se aprecia un incremento de los
productos desembarcados; pero el porcentaje de la
exportación de los productos pesqueros respecto a
dicha producción ha ido descendiendo; pasando del
40,5% en 2005, al 35,9% registrado en 2014. Por
otra parte, los niveles de consumo de los productos
pesqueros, respecto de la producción, han aumentado notablemente, llegando a representar el 87%,
en 2014; mientras que, nueve años antes (2005), se
contabilizaba el 80%. Estas dos dinámicas ponen de
manifiesto la mayor utilización de las capturas con
destino al consumo humano. Dicha tendencia es superior en los países en desarrollo que en las naciones
desarrolladas, las cuales anotan mayor canalización
de los desembarcos con destino a la alimentación.
Las importaciones de productos pesqueros efectuadas por los países desarrollados han atenuado su tendencia de los últimos años, en tanto que las exportaciones de los países en desarrollo continúan siendo
superiores a los países desarrollados.
En lo que respecta a los niveles de utilización
de la producción pesquera, destaca el mayor porcentaje canalizado hacia el consumo de pescado fresco
y pescado congelado, cuyas cuotas aumentan del
36.7% al 39.9%; y del 22.5% al 26.1%, respectivamente, para el periodo 2005-2014. Estas dos formas
de utilización suman tres cuartas partes del consumo
total de pescado, lo que significa que sobre las mismas se han asentado, primordialmente, las diferentes formas de presentación y niveles de consumo de
pescado. (Tabla 5).
Asimismo, el conjunto de los datos expuestos
refleja crecientes niveles de consumo; y que los productos pesqueros contribuyen de manera muy notable a la dieta alimentaria de los países, siendo la rúbrica pesquera más importante en los países menos
CONDUCTAS Y FASES DEL CONSUMO PESQUERO
31
Tabla 3. Análisis comparativo entre las fases de la industria alimentaría pesquera y los hábitos de consumo de productos
pesqueros.
Fases
Características
Generación
Periodos
Consumidor moderno
Progreso técnico. La oferta superaba a la demanda
Generación de la penuria y el
racionamiento
1950-1970
Consolidación
industria
agroalimentaria
Años gloriosos. Fuerte crecimiento consumo
productos
Generación de los refrigeradores
1970-1985
Desconfianza
productos
alimentarios
Crisis alimentarias. Emergen los productos
naturales y sus vínculos con la salud: bio y
light.
Versatilidad y nuevas costumbres. Nuevas
formas de adquisición (e-commerce). Productos nutricionales y predominio de marcas
de distribución.
Generación de los hipermercados
1985-2000
Generación de los servicios alimentarios.
2000-2008
Generación Low-cost
2008-2017
Generación Internet
2008-2017
Generación Nómada
2008-2017
Cambios
en el consumidor
De la crisis
a la recuperación
Intensificación de los ritmos de vida. Demanda alimentaria atomizada y singular.
Conciencia ecológica y trazabilidad.
Fuente: Elaboración propia.
desarrollados que el conjunto de las exportaciones
de café, cacao, arroz o té. (FAO, 2016).
Los niveles de consumo de productos pesqueros
y acuícolas denotan un comportamiento asimétrico,
tal y como se presenta en la tabla 6. De una parte,
Asia es el continente que más aumenta las tasas de
consumo, superando tanto a los promedios europeos
como norteamericanos; de otra parte, los países ubicados en África y Latinoamérica todavía se mantienen en niveles muy inferiores, menos de la mitad de
consumo, respecto a los países desarrollados; aunque su tendencia es ligeramente al alza en la última
década. Además, es apreciable el hecho de que los
países de Oceanía muestren un elevado consumo,
dado que la pesca es un componente básico tanto
en la generación de empleo como en lo que atañe al
autoabastecimiento alimentario.
De igual forma, el pescado constituye un elemento principal en la dieta de numerosos países.
Destacan por su relevancia el consumo de productos
pesqueros en Faroe e Islandia, en el continente europeo; en Tokelau, Nuaru y Kiribati, en Oceanía; en
Maldivas y Malaysia, en Asia; Guadalupe y Martinica, en América Latina y el Caribe; y en Seychelles y
Guinea Ecuatorial, en África. Y, en lo que concierne
a los niveles de proteínas pesqueras ingeridas sobre
el total de la alimentación, sobresale la alta dependencia que registran los continentes asiáticos y africanos, con porcentajes alrededor del 20% del total
de proteínas, que contrastan con la baja utilización
de dichas proteínas pesqueras en la dieta alimentaría
que presenta el continente americano, ya sea en el
norte, en el centro o en el sur, con porcentajes que
rondan el 10%. (Tabla 7).
Tabla 4. Niveles de producción y consumo de los productos pesqueros (miles toneladas).
Consumo
Producción Exportación % Exportaciones/
Producción
humano
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
138.771
137.539
140.734
143.108
145.886
148.103
155.492
157.777
182.930
187.229
55.373
53.051
52.394
54.394
54.982
54.665
57.261
59.970
59.161
60.020
40,5
38,6
37,0
38,0
37,7
36,9
36,8
38,0
36,3
35,9
109.474
114.504
117.054
120.837
123.847
128.054
130.797
136.884
141.518
146.279
Fuente: FAO (2016). Fishery and Aquaculture Statistics, 2014. Roma
% Consumo/
Producción
80,0
82,9
83,2
88,4
84,9
86,5
84,1
86,8
86,9
87,5
Países
desarrollados
% Consumo/
Producción
78,2
78,6
78,8
80,1
81,4
80,8
79,8
79,8
79,8
79,9
Países
en desarrollo
% Consumo
/Producción
80,6
84,0
84,3
85,6
85,8
87,9
85,1
88,3
88,4
89,1
32
González Laxe, F.
Tabla 5. Utilización de la producción pesquera (expresado en
miles de Toneladas).
Producción pesquera total
Para consumo humano
Consumo fresco
Consumo congelado
Consumo curado
Consumo conservas
Para otros fines
2014
167229
146279
66741
43621
16928
18980
20950
%
100
87.5
39.9
26.1
10.1
11.4
12.5
2005
136.771
109.474
50.233
30.791
11.970
16.481
27.298
%
100
80.0
36.7
22.5
8.8
12.0
20.0
Fuente: FAO (2016), Fishery and Aquaculture Statistics, 2014.
Este comportamiento avala una tendencia hacia
la generalización de los hábitos de consumo y, en
consecuencia, hacia una mundialización de los consumos, y una más intensa integración de las cadenas
de suministro e intermediación (Morgan, 2010).
CONCLUSIONES
El consumo de pescado ha conocido en los
últimos años un aumento vertiginoso, sobre todo
a partir de la segunda mitad del siglo XX. Con un
crecimiento medio del 3%, se ha pasado de un nivel
de consumo de 9.9 kg/habitante/año en los años sesenta hasta lograr 14.4 kg/habitante/año en los años
ochenta; para llegar a estar en la actualidad próximo
a los 20 kilos por persona. Las causas de esta explosión de los niveles de consumo y demanda de productos pesqueros son debidas, fundamentalmente, a
las mayores cantidades aportadas a los mercados, a
las mejores oportunidades para su consumo, y a la
espectacular industrialización de las empresas. En el
caso de la primera, la producción pesquera destinada
al consumo humano o para la utilización industrial
de los productos pesqueros y acuícolas, ha ido evolucionando positivamente desde los comienzos de
siglo XX, cuando se contabilizaron 45 millones de
toneladas de peces desembarcados. En 1970 se alcanzaron un total de 70 millones, y en 1989, 100 millones de toneladas; para situarse en la actualidad en
torno a los 187 millones de toneladas. Esta cantidad
está desglosada entre los 93 millones de toneladas
procedentes de la pesca de capturas y el resto proTabla 6. Consumo de productos pesqueros per capita atendiendo a continentes (Kg/habitante/año).
Norte
Latino- Europa África Asia Oceanía
América América
y Caribe
2001
21.8
9.1
19,9
8.3 17.5 23.4
2003
24.0
8.9
19,7
8.3 17.9 25.9
2005
23.3
9.3
20,6
9.1 18.6 26.3
2007
22.6
10.1
22,2
10.4 19.6 27.0
2009
21.6
10.0
22,0
9.9 20.7 25.8
2011
21.7
9.5
21,8
10.9 21.3 26.5
2013
21.4
9.4
22.2
9.8 23.0 24.8
Fuente: FAO (2016). Fishery and Aquaculture Statistics,
2014. Roma.
cede de la acuicultura, ya sea continental o marina.
La consecuencia final es que las cifras de consumo
anual por habitante tenderán a elevarse a cerca de
22 kilos por habitante, tasa muy superior al logrado
hace un siglo, cuando apenas superaba los 3 kilos
por persona.
En el caso de la segunda causa, no hay duda de
que las progresivas innovaciones técnicas aportadas a las embarcaciones, junto a los desarrollos en
el campo de la detección y conservación a bordo,
contribuyeron a lograr mejores rendimientos y productividades, lo que condujo a una fuerte industrialización del sector, superando las distancias físicas
y temporales, permitiendo la conquista de nuevos
territorios pesqueros y contribuyendo a la mundialización masiva y rápida de los productos del mar.
Tanto la eclosión de las nuevas clases medias urbanas, el alza de los niveles de vida y la modificación
de los gustos y hábitos alimentarios, contribuyeron
a dinamizar la producción y los intercambios (FAO,
2017). Asimismo, a partir de los años ochenta del pasado siglo, la multiplicación de los acuerdos de libre
cambio y los múltiples acuerdos de pesca aceleraron
los procesos de integración económico-comerciales
de la mayor parte de los mercados, levantando las
barreras a la importación y a las inversiones.
El boom de la industrialización de los mares
contribuyó también a la internacionalización de las
empresas, siendo ésta la tercera causa que contribuye a la mayor disponibilidad alimentaria y, consecuentemente, a favorecer mayores oportunidades de
consumo de los productos pesqueros y acuícolas. Se
contabilizan nuevos actores con un doble impacto.
En primer término, se han alargado los espacios para
las flotas pesqueras, modificando las jerarquías productivas y extendiendo las áreas de distribución de
la oferta y de la demanda pesquera. Se han requerido fuertes inversiones para poder dotarse de medios
técnicos que hagan posibles dichas tareas de extracción, industrialización y distribución de las capturas,
exigiendo con ello la obligatoriedad de abonar las
amortizaciones de las inversiones. El segundo impacto hace mención a que este proceso de re-territorialización de los mares y de la redistribución de
las ofertas genera una competencia exacerbada, que
se ve incrementada por los intensos procesos de liberalización de los intercambios comerciales y por
el crecimiento de la demanda. Es decir, el nuevo régimen pesquero aviva la competencia entre sistemas
pesqueros diferentes y especializados, contribuyendo con ello a una divergencia de las estrategias de
las pesquerías. Existe una pesca muy industrializada
y especializada con destino a mercados internacionales y a demandas individualizadas; y, por el otro
lado, se contabiliza una pesquería artesanal y costera
con una producción diversa que atiende a mercados
locales y regionales por medio de una gran variedad
de peces estacionales. Los resultados finales permiten contemplar el reforzamiento de dos fenómenos:
CONDUCTAS Y FASES DEL CONSUMO PESQUERO
33
Tabla 7. Porcentaje de proteínas de pescado sobre total proteínas del consumo humano (gramos por consumo diario) 2013.
Norte América LatinoEuropa
América
Consumo proteínas pesqueras
5.1
2.9
6.6
Consumo proteínas animal
68.3
42.6
57.8
Consumo total proteínas
109.0
83.5
102.0
% proteínas pesqueras/total
7.5
6.7
11.4
Consumo per capita. Kg/hab/año
21.7
10
21.9
Fuente: FAO (2016). Fishery and Aquaculture Statistics, 2014. Roma.
la concentración en aval del sector pesquero y la
consolidación de las empresas trasnacionales (Österblom et al., 2015).
En este contexto, los objetivos de los organismos internacionales diseñan nuevas pautas relativas
a la preservación y gestión de la biodiversidad, a fin
de mitigar los riesgos de formar parte de circulo vicioso (sobrecapitalizaciónè sobre explotaciónè crisis
económicaè abandono del sector). Las actuales tendencias referidas a los “códigos de buena conducta”
son el argumento fundamental de la implementación
de los eco-certificados, como respuesta a la sobrepesca y a la pesca ilegal. La implantación de “logos”
constituye, en ocasiones, el santo grial para diversas
pesquerías. Son desarrollados tanto por empresas de
los países desarrollados como de los países en desarrollo; están coordinados tanto por organizaciones
no gubernamentales como por asociaciones ambientalistas; y están siendo reconocidos tanto institucionalmente como pueden ser autónomos. Su puesta en
funcionamiento supone un signo de diferenciación y
nuevo un elemento distintivo de cara a irrumpir en
un mercado cada vez más segmentado, más exigente
en la trazabilidad, y más confiado en los rasgos asociados a la salud.
En estas condiciones, las tendencias de consumo de productos pesqueros se han ido guiando por
las sucesivas transformaciones operadas tanto en el
campo de la producción y por la capacidad de capturas llevadas a cabo por las embarcaciones; por las
diferentes formas de elaboración y presentación de
los productos pesqueros en los mercados; y, finalmente, por las estrategias empresariales en lo tocante a conformar cadenas de valor a niveles internacional y lograr que los productos pesqueros constituyan
unas “commodities” en el comercio mundial.
La OCDE plantea que nuevos factores va a influir en la evolución de las dinámicas de los mercados mundiales (FAO/OCDE,2017). Tanto la degradación de los medios naturales; la destrucción de los
hábitats; la sobrepesca; la pesca ilegal, no reglamentada y no declarada; los cambios climáticos; las poblaciones transfronterizas asociadas a la utilización
de los recursos naturales; los fallos en la gobernanza;
la invasión de especies alógenas; las enfermedades,
etc., afectarán tanto a la seguridad como a la propia
contribución de los alimentos a nutrición mundial
África
Asia
Oceanía
Mundo
2.9
16.9
67.9
18.1
9.9
6.2
27.1
78.1
22.9
23.1
6.5
62.2
95.0
10.4
24.8
5.4
32.1
81.0
16.8
19.7
(McClenachan et al., 2016). Se trata, pues, de poder
demostrar que la producción de pesquera pueda garantizar una parte de la alimentación humana
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