Universidad y derechos humanos*
Siguiendo la línea que han trazado mis compañeros, voy a tratar de profundizar el pensamiento
que ha forjado nuestra universidad en tomo a los
derechos humanos y las tareas universitarias a realizar para lograr su promoción y realización en sociedades disimétricas, divididas y contrapuestas
como lo es El Salvador.
En este tema voy a basarme en el pensamiento
de Ignacio Ellacuría, nuestro rector asesinado en
1989, quien fue uno de los principales artífices del
pensamiento y orientación de la DCA, hasta el
momento de su asesinato. Sirva esta exposición
como homenaje a quién contribuyó desde la universidad a la resolución del conflicto armado para
posibilitar una paz con justicia en nuestro país.
Subdesarrollo. derechos humanos e insolidaridad. Ellacuría comienza vinculando la violación
de los derechos humanos al subdesarrollo y a la
insolidaridad (ver 1992f: 4ss). Sus tesis principales son las siguientes.
1. "El subdesarrollo hay que pensarlo desde el
desarrollo". Si bien es difícil verificar completamente una relación de causalidad entre ambos fenómenos, hay una serie de manifestaciones que
muestran su interrelación.
El hecho fácilmente constatable es que existe
una muy pequeña minoría de países que alOja una
muy pequeña parte de la población mundial que
explota los recursos de la humanidad de una manera masiva, mientras que la mayor parte de los
países y la mayor parte de la población no puede
disfrutar de esos recursos ni siquiera en forma mínima.
En esta situación los países desarrollados tienen una enorme responsabilidad. Gran parte de su
acumulación originaria se ha logrado con la explotación de los países más pobres y con sus clases
sociales más pobres, la explotación de las materias
primas arrancadas en los lugares de origen con salarios absolutamente injustos e inhumanos y la explotación de la fuerza de trabajo de las clases productoras en sus países. Está, en segundo lugar, el
intercambio desigual entre los bienes y servicios
que ofrecen los países más pobres y los países más
ricos y los bienes y servicios que reciben de éstos.
Está, en tercer lugar, todo el conjunto de mecanismos financieros que han venido a parar en el fenómeno de la deuda mundial que sólo en América
Latina supera en la actualidad los 400,000 millones de dólares, lo cual hace que sólo en intereses
los países latinoamericanos se constituyan actualmente en francos exportadores no sólo de materia
prima a precios muy bajos, sino del capital que
necesitarían para su acumulación. Están finalmente, las prácticas proteccionistas que impiden la
* Ponencia para el Congreso de LASA de 1992.
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competitividad libre de los países pobres en los
mercados mundiales.
Pero aún suponiendo que la riqueza de los países más desarrollados no dependa causalmente de
la pobreza de los países subdesarrollados, existe
todavía el hecho inaceptable que la mayor parte de
naciones y la mayor parte de la humanidad vive
no sólo en condiciones muy desiguales respecto a
las minorías ricas, sino en condiciones absolutamente inhumanas, con el agravante de que esa condición inhumana sería corregible con un mínimo de
solidaridad entre los hombres, entre los pueblos y
entre las naciones.
2. "Esta situación de subdesarrollo muestra una
ruptura de solidaridad del género humano".
De poco sirve ser hombre para contar con lo
necesario para sobrevivir, para tener vivienda mínima, para que los niños enfermos tengan un mínimo de medicinas, etc. Es necesario ser norteamericano, europeo o japonés para poder contar con los
recursos suficientes para sobrevivir y para poder
disfrutar de la riqueza y la cultura. De hecho, es
más importante ser ciudadano de un país poderoso
y rico que ser hombre, aquello da más derechos
reales y más posibilidades efectivas de humanización que lo otro. Esto representa la ruptura de
la solidaridad del género humano. Se tienen derechos por ser ciudadano de un país que por ser humano, y para defender esos derechos, surgidos de
la propia nacionalidad, se entra en la negación de
los derechos surgidos de la pertenencia a la humanidad.
Esta prioridad de lo accidental -la nacionalidad- sobre lo sustancial -la humanidad- representa un desorden ético fundamental y puede formularse del modo siguiente: lo que se hace para
desarrollar a cada hombre va en detrimento de todo el hombre y de todos los hombres.
No es que el desarrollo del individuo, de la
clases sociales, de la nación o del bloque económico y político sea totalmente negativo. Lo negativo
de ello está en su absolutización, en pensar que el
individuo, la clase, la nación y el bloque son lo
sumo a lo que debe sacrificarse todo lo demás.
Cuando esto ocurre ----como está ocurriendo-- lo
que tiene de positivo se destruye y lo que debiera
servir para el crecimiento de uno mismo y de la
humanidad se convierte en destrucción de la humanidad y de uno mismo.
3. "Subdesarrollo, violación de los derechos
humanos e insolidaridad están estrechamente vinculados y son en sí mismos violencia, violencia
estructural e institucionalizada". Cristianamente se
pueden juzgar como un pecado social que rompe y
es generador de otros tipos de violencia. El mundo
desarrollado debe aprender que, antes o después,
los pueblos subdesarrollados, marginados y oprimidos se levantarán para hacerse justicia por su
mano.
4. "La pobreza mundial es, por definición un
problema mundial y, en consecuencia, un problema estructural". Depende del actual orden económico internacional, depende del orden político in·
ternacional, depende de la predominancia de los
nacionalismos sobre las necesidades actuales de la
humanidad, representada por lo menos cuantitativamente en las mayorías populares.
Son cada vez más los pobres que viven cada
vez más pobremente, y mientras el número de ricos o de personas que .viven de modo aceptable-
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producen los países más desarrollados, sino, sobre
todo, de un arrastre irresistible hacia una profunda
deshumanización, inserta intrínsecamente en los
dinamismos reales del sistema capitalista: modos
abusivos y/o superficiales y alienantes de buscar la
propia seguridad y felicidad por la vía de la acumulación privada, del consumismo y del entretenimiento; sometimiento a las leyes del mercado
consumista, promovido propagandísticamente en
todo tipo de actividades, incluso en el terreno cultural; in solidaridad manifiesta del individuo, de la
familia, del Estado en contra de otros individuos,
familias o Estados" (ibidem).
mente humano crece a los más aritméticamente el
número de personas que viven inhumanamente' sigue creciendo geométricamente. Sólo que mañana
la pobreza de ese número mayor de pobres será
mayor y más profunda que la de hoy. Y esto, paradójicamente, cuando existe la posibilidad real de
resolver este problema, de revertir el proceso, si
las naciones y sus dirigentes buscaran más el bien
de la humanidad que el dominio y la explotación
sobre ella.
La maldad intrínseca del sistema capitalista.
Sin embargo, el problema es más profundo y trasciende las voluntades individuales de los dirigentes de los países desarrollados. El problema de
subdesarrollo y de insolidaridad con la consiguiente violación de los derechos humanos, no es algo
primariamente imputable a grupos o individuos,
sino al sistema capitalista. La situación real de los
países del tercer mundo y en especial de América
Latina revela "la malicia intrínseca" del sistema
capitalista y la mentira ideológica de la apariencia
de democracia que le legitima y encubre
(Ellacuría, 1990e: 404 ss).
Hay quiénes cuestionan el pensamiento crítico
en América Latina por no denunciar las formas
socialistas político-económicas y por tender a diseñar utopías o modelos de corte anticapitalista.
La razón está en que los males presentes en el
mundo subdesarrollado y, particularmente, en
América Latina, se deben fundamentalmente a formas capitalistas de dominación. Los males de los
sistemas socialistas, tanto a nivel económico como
político, se expresan en situaciones como las de
Cuba y en algunos movimientos revolucionarios.
Pero, excluídos casos extremos como el de Sendero Luminoso en Perú, no tienen comparación con
la prolongación, extensión y gravedad de los males del sistema capitalista en América Latina.
La malicia intrínseca del capitalismo se observa actualmente en toda su crudeza y magnitud fuera de la frontera de los países ricos, que exportan
de múltiples maneras los males del capitalismo a
la periferia explotada. "No se trata tan sólo de la
deuda externa ni de la explotación de las materias
primas o de la búsqueda de lugares tercermundistas para colocar los deshechos de toda índole, que
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La dinámica fundamental de venderle al otro
lo propio al precio más alto posible, junto con la
dinámica de imponer pautas culturales propias
para tener dependientes a los demás, evidencia
con toda nitidez lo inhumano del sistema, construido más sobre el principio del egoísmo orgánico
del hombre lobo para el hombre que sobre el principio de la solidaridad universal. "La ferocidad
depredatoria se convierte en el dinamismo fundamental y la solidaridad generosa se queda reducida
a sanar incidental y superficialmente las heridas de
los pobres, que causó la depredación" (ibidem).
I
La propaganda ideologizada de la democracia
capitalista como forma única y absoluta de organización política, se convierte en instrumento de
ideologización, acuItamiento y a veces, de opresión. Ciertamente, el modelo democrático liberal
contiene valores, derechos y libertades muy importantes, sobre todo si se llevan a sus últimas
consecuencias y se crean las condiciones reales
para que todos -y no una minioría- pueda disfrutarlos. Pero la intencionalidad del uso ideologizado del modelo democrático liberal no es
propiciar la autodeterminación popular, sino el
encubrimiento de la imposición del sistema capitalista y, sobre todo, en el caso de Centroamérica en
la última década, de los intereses norteamericanos.
Se valora más la seguridad nacional norteamericana que la autodeterminación de los pueblos, el derecho internacional y aun el respeto de los derechos humanos fundamentales, a los que se defiende derivadamente, es decir, siempre que no pongan en peligro las estructuras militares y policiales
que están en función de la defensa de los intereses
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norteamericanos.
La no universalización de la civilización occidental. Lo más grave de todo lo expuesto antes es
que la oferta de humanización y de libertad que
hacen los países ricos a los países pobres no es
universalizable y, por consiguiente, no es humana.
Siguiendo el planteamiento kantiano del imperativo categórico aplicado a este problema, se puede
sostener que si el comportamiento y aun el ideal
de unos pocos no puede convertirse en comportamiento y en realidad de la mayor parte de la humanidad, no puede afirmarse que "ese comportamiento y ese ideal sean morales y, ni siquiera humanos; cuánto más, si el disfrute de unos pocos se
hace a costa de la privación de los demás"
(ibidem).
En otras palabras, el ideal práctico de la civilización occidental no es universalizable, ni siquiera
materialmente, por cuanto no hay recursos materiales en todo el planeta para que todos los países
alcancen el mismo nivel de producción y de consumo, usufructado ahora por los países ricos, cuya
población no alcanza el 25 por ciento de la humanidad.
La universalización de la civilización occidental no es posible, pero tampoco es deseable desde
el punto de vista ético. El estilo de vida propuesto
en y por la dinámica de su desarrollo no humaniza, ni plenifica ni hace feliz, como lo demuestra,
entre otros indicadores, el creciente consumo de
drogas, constituido en uno de los grandes problemas del llamado mundo desarrollado. "Ese estilo
de vida está movido por el miedo y la inseguridad,
por la vaciedad interior, por la necesidad de dominar para no ser dominado, por la urgencia de exhibir lo que se tiene, ya que no se puede comunicar
lo que se es" (ibidem).
Es desde este juicio sobre el sistema capitalista
y la civilización occidental donde hay que plantear
el problema de los derechos humanos.
El problema de los derechos humanos y la necesidad de su historización. El problema de los
derechos humanos es un problema no sólo complejo, sino ambiguo, pues en él no sólo confluye la
dimensión universal del hombre con la situación
real en la cual desarrollan su vida los hombres,
sino que tiende a ser utilizado ideológicamente al
servicio no del hombre y de sus derechos, sino de
los intereses de naciones y grupos. Por ello es necesario historizarlo (1. Ellacuría 199Od: 590ss).
El método de la historización pone en evidencia que la teoría y la praxis de los derechos humanos tienden a tomar la forma de una normatividad
absoluta y abstracta, independiente de las circunstancias históricas, o a convertirse en forma encubridora de defender lo ya adquirido por el más
fuerte. Frecuentemente, la apelación a una normatividad abstracta, absoluta o a un sistema de valores de carácter universal ahistórico tiene la función del encubrimiento ideologizado e interesado,
que defiende lo ya adquirido por los sectores dominantes en una sociedad concreta, haciendo
abstracción del hecho de que son pocos los que
cuentan con condiciones reales para hacer efectivos esos derechos. "Cuando el derecho se convierte en privilegio niega su esencia universal y deja
de ser derecho del hombre para ser privilegio de
clase o de un grupo de individuos" (ibídem).
Por esta razón, en lugar de una concepción
abstracta y ahistórica del derecho y de los derechos humanos, hay que enfocar el problema general del derecho y el problema de los derechos humanos, no sólo desde la perspectiva del triunfo de
la razón sobre la fuerza sino, más en concreto,
desde la defensa del débil contra el fuerte. El supuesto fundamental de esta tesis es que el hombre
no es una generalidad unívoca y abstracta, que se
repite multiplicadamente en los hombres concretos, sino que es una realidad escindida entre el que
disfruta el derecho y el que lo padece y, más propio para el problema de los derechos humanos, "es
una realidad dialéctica entre el fuerte y el débil,
entre el señor y el esclavo, entre el opresor y el
oprimido. Con el agravante que la condición de
esclavo y oprimido no es una primigenia, ni siquiera consiste en una mera 'carencia', sino que es
derivada y derivada de una estricta 'privación', de
un despojo múltiple y diferenciado" (ibidem).
Pues bien, muchas veces el derecho es la superación idealista de esa contradicción y contraposición dialéctica en el seno de la realidad humana,
ya sea porque oculta la realidad del desgarramiento y la escisión, o ya sea porque favorece la
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continuación de la misma, presentando o afirmando como derecho de todos lo que es privilegio de
pocos.
pueblos oprimidos y de las mayorías populares se
puede ver que "el problema radical de los derechos humanos es el de la lucha de la vida en contra de la muerte" (ibidem). Y aquí la vida no se
refiere sólo a la vida biológica, aunque ésta sea la
base, si no el principio, de cualquier forma de
vida.
De lo anterior se desprende que el método adecuado para enconLIar y realizar un derecho efectivo y dinámico, un derecho que sea en su realización histórica lo que pretende ser idealmente, es
negar superadoramente la condición de debilidad,
de esclavitud y de opresión, que es lo que se da de
hecho. Se trata, por tanto, de un proceso negativo,
crítico y dialéctico, que busca no quedarse en la
negación, sino que avanza hacia una afirmación
nunca definitiva, justamente porque mantiene en sí
misma como dinamismo real total, el principio de
superación. Se puede hablar de un proceso de negación de la negación, que es fundamentalmente'
positivo, y se apoya últimamente en la intolerancia
del mal y de lo negativo. Es un momento fundamental junto con la afirmación de lo positivo y la
superación de lo positivo afirmado.
Esto exige plantear el problema de los derechos humanos desde lo que define más negativamente la situación determinada de un grupo social,
sobre todo cuando éste es la mayoría de la humanidad. De lo que se trma es de buscar la raíz más
profunda de esa determinada negatividad, sin desconocer que la negatividad real no demuestra toda
su negatividad más que conLIaslándola con alguna
positividad más o menos atemática formulada
(utopía).
Este proceso dialéctico debe propiciar un cambio en la teoría y en la praxis: "en la teoría para
descubrir, por ncgación superadora, cuál cs el rostro histórico del derecho deseable y posible; en la
práctica para lograr que la lucha por la realización
del derecho consiga que se haga justicia y llegue a
anular, no necesariamente a aniquilar, la realidad
negadora", sea ésta personal, grupal, clasista, estructural, institucional, etc. (ibidem). Esto necesariamente desemboca en una lucha por los derechos
humanos en cada momento y en cada situación
histórica. Donde no se da esa lucha, es que no se
ha logrado un grado de conciencia suficiente de la
negatividad concreta, violadora de los derechos
humanos.
Desde la situación histórica concreta de los
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Por ello, la mera vida biológica se constituye
en el derecho primario. Esto que se puede dar por
supuesto en los países ricos, que básicamente tienen asegurado este derecho, no es así en la mayor
parte de los países, donde cada vez es más problemático conservar la vida biológica, sea por la pobreza, sea por la represión y la violencia. Para la
mayor parte de la humanidad no se dan las condiciones reales para poder seguir viviendo biológicamente -hambrunas, falta de empleo, etc.- y
se dan, en cambio, cuotas altísimas de represión
para el sostenimiento del orden establecido.
Esta lucha dc la vida contra la muerte, que en
concreto es la lucha de la víctima conLIa el verdugo, se puede expresar en múltiples planos: a nivel
de la libertad, la justicia, la dignidad, la solidaridad, en definitiva, a nivel de la plenitud de la vida,
que sin dejar de ser biológica, LIasciende los límites de lo biológico.
I
En este punto, el concepto de "necesidades básicas" se vuelve fundamental para plantear radicalmente el problema de los derechos humanos. En
primer lugar, el concepto señala una instancia objetiva, sin la cual no puede haber vida humana y
sin la cual no puede haber estabilidad biológicosocial. En segundo lugar, permite un planteamiento realista, al menos para ir implementando los derechos correspondientes. Pero, además, porque las
necesidades se convierten en derechos cuando ésLas son necesidades inOingidas o insatisfechas para
la gran mayoría de la humanidad o de un pueblo.
Desde esta perspectiva es como debe plantearse la cuestión de la jerarquización de los distintos
derechos humanos. La jerarquización se refiere, en
primer término, a una escala ideal de los derechos
humanos como valores a realizar, como ideal al
cual debe tenderse, pero, en segundo término, la
jerarquización se refiere al ejercicio efectivo de
esos derechos por minorías o mayorías, sea dentro
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de cada país o sea en el conjunto de todos los
pueblos. Esta consideración es indispensable no
sólo por la unidad física real que existe entre todos
los hombres como miembros de una misma especie biológica, sino por la vinculación dialéctica
que se da entre el abuso de unos pocos en detrimento de los otros. No podrían los pocos disfrutar
de lo que consideran sus derechos, si no fuera por
la violación o la carencia de esos mismos derechos
en el resto de la humanidad. Sólo cuando se asuma
esto con todas sus consecuencias, se comprenderá
la obligación de los pocos a resarcir el mal hecho
a los muchos y la justicia fundamental al exigir lo
que realmente les corresponde. "No puede darse la
muerte de muchos para que unos pocos tengan
más vida; no puede darse la opresión de la mayoría para que una minoría goce de libertad"
(ibidem).
Todavía no se ha llegado al estadio histórico
en el cual la libertad de unos pocos no esté fundada en la negación de la libertad de muchos. La
razón última está en que la libertad de todos "no
se logra por la vía de la liberalización, sino por la
vía de la liberación" (ibidem). La liberalización se
refiere a la libenad burguesa donde los pocos fuertes, están mejor dotados para aprovecharse de la
supuesta igualdad de oportunidades que otorga el
mercado. La liberación es la vía de las mayorías
oprimidas, que sólo lograrán su plena humanización y libertad cuando se liberen de su opresión y cuando logren condiciones reales para que
todos puedan ejercitar plenamente su libertad.
Desde la perspectiva de las mayorías pobres, el
problema es el de lograr un nuevo proyecto histórico a través de "un cambio revolucionario, consistente en revertir el signo principal que configura
la civilización mundial" (ibidem). Este rasgo principal está caracterizado por el dominio del capital
sobre el trabajo. "Quien impone realmente las leyes de casi todos los procesos, en unos con mayor
peso que en otros, es el dinamismo del capital"
(ibidem). El capital pone a su servicio a los hombres y su trabajo, es decir, todo lo que el hombre
hace "consciente y proyectivamente para transformar la realidad" (ibidem).
Si bien el capitalismo tiene sus méritos históricos y no se puede dejar de reconocérsele algunos
logros importantes, sobre todo a nivel científico y
tecnológico, yen cierto grado, a nivel político, no
invalida el juicio anterior y la necesidad de transformarlo. La civilización del capital ha conducido
y está conduciendo a la humanidad a (1) la ampliación de la brecha entre ricos y pobres, (2) al
endurecimiento de los procesos de explotación y
de opresión con formas cada vez más sofisticadas,
(3) la destrucción ecológica progresiva de la totalidad del planeta, (4) la deshumanización
verificable en quienes prefieren abandonar la ardua tarea de irse realizando por "el agitado y
atosigante productivismo del tener, de la acumulación de la riqueza, del poder, del honor y la más
cambiante gama de bienes consumibles" (ibidem).
Por ello, es imperioso sustituir la civilización
Esto obliga a plamear una solución
práxica, una praxis de liberación que lleve a hacer justicia, a hacer efectivos los
derechos para los sectores dominados
mayoritariamente.
La contribución de la universidad a la
larea liberadora. Desde el marco teórico
anterior, Ellacuría propone un modelo o
proyecto de sociedad universal o mundial
que debe irse construyendo en medio de
una práctica iluminada con la "colaboración de los intelectuales universitarios a
esa práctica transformadora" (l989c:
1075ss).
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del capital por una civilización del trabajo, lo cual
no consiste en la aniquilación del capital y sus
dinamismos, sino en la sustitución de su primacía
actual por la primacía del trabajo. En esta línea "lo
que queda por hacer es mucho. Sólo utópica y
esperanzadamente uno puede creer y tener ánimos
para intentar con todos los pobres y oprimidos del
mundo revertir la historia, subvertirla y lanzarla en
otra dirección". El análisis de nuestra civilización
muestra que "está gravemente enferma y que para
evitar un desenlace fatídico y fatal, es necesario
intentar cambiarla desde dentro de sí misma"
(ibidem).
Configurar una conciencia colectiva de cambios sustanciales, crear modelos económicos y políticos y culturales que hagan posible una civilización del trabajo son pasos importantes y donde los
intelectuales de todo tipo tienen un reto y una tarea impostergable. No sólo hay que desenmascarar
la trampa ideológica de la marea ideologizante,
sino que "hay que ir haciendo modelos que, en un
fructífero intercambio de teoría y praxis, den salida efectiva a ideales que no sean evasivos, sino
animadores de una construcción histórica"
(ibidem).
La contribución de la universidad a esta lucha
histórica debe ser universitaria. Esto no significa
que se pretenda contribuir al cambio primariamente con la formación de profesionales, sino mediante la creación de un pensamiento, de modelos,
de proyectos que permitan el avance hacia soluciones, tanto coyunturales como estructurales, en
todos los ámbitos de la realidad social en todos
sus niveles. Esto requiere, ciertamente, excelencia
académica, honestidad tanto en la pretensión de
objetividad como en libertad y autonomía frente a
toda suerte de intereses particulares y requiere, finalmente, un gran valor sobre todo en aquellos países, como El Salvador, donde el compromiso con la
verdad y la justicia es reprimido incluso con el
asesinato, como lo evidenció la masacre de la
VCA en 1989.
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Pero esto no es suficiente. Hay que situarse en
el lugar adecuado para encontrar como universitarios la verdad histórica. Se sostiene que la universidad debe ser imparcial. Desde nuestro punto de
vista sostenemos que no. Como lo sostenía nuestro
rector mártir, "la universidad debe pretender ser
libre y objetiva, pero la objetividad y la libertad
pueden exigir ser parciales. Y nosotros somos parciales a favor de las mayorías populares porque
son injustamente oprimidas y por en ellas negativamente y positivamente está la verdad de la realidad" (ibidem).
Nuestra universidad, por su inspiración cristiana, tiene una expresa opción preferencial por los
pobres, de quienes aprende en su realidad y en sus
múltiples expresiones. Existen buenas razones
epistemológicas para pensar que esta opción por
los pobres está bien fundamentada. Pero es que,
además, no hay otra alternativa en América Latina, en el tercer mundo y en otras partes para las
universidades y los intelectuales que se declaran
de inspiración cristiana. Y la VCA lo es cuando
opta y se sitúa en esa opción preferencial por los
pobres, "que son cuantitativamente el mayor desafío de la humanidad para la realización efectiva de
los derechos humanos y del humanismo" (ibidem).
Héctor Samour
Bibliografía
a) "Universidad, derechos humanos y mayorías
populares", ECA, 1982.
b) "Utopía y profetismo desde América Latina"; Revis·
ta Latinoamericana de Teología, 1989.
c) "El desafío de las mayorías pobres", ECA, 1989.
d) "Historización de los derechos humanos", ECA,
1990.
e) "Utopía y profetismo", en Mysterium Liberationis.
Conceptos fundamentales de teología de la libera·
ción. UeA editores, Tomo 1, 1990.
f) "Subdesarrollo y derechos humanos", Revista Lati·
noamericana de Teología, 1992.
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