La sal en la Antigüedad: aproximación a las técnicas de
explotación y comercialización. Los salsamenta
JULIO MARTÍNEZ MAGANTO1
Universidad Autónoma de Madrid
RESUMEN
La sal, el “oro blanco” de la Antigüedad, fue
masivamente empleada como un conservante de
primer orden y nutriente esencial para el organismo. Existen numerosos vestigios de las diversas
técnicas utilizadas para su extracción y uso, lo que
permite ampliar la discusión sobre la organización
de la producción y las estructuras de comercialización, especialmente en época romana. La asociación de salinas e industrias de salazón sigue siendo uno de los debates más sugerentes sobre el que
se vierten algunas reflexiones en estas páginas.
I. LA VERSATILIDAD DE LA SAL Y SUS
IMPLICACIONES ECONÓMICAS.
“Es la sal de la vida”... Quién no ha oído alguna vez una expresión de estas características. No
cabe la menor duda de que el dicho popular eleva
a nuestro modesto condimento a la categoría de
“esencial”; se alude a ella como a algo primordial,
algo trascendente, el aspecto medular o más atractivo de un asunto, lo que confiere un especial interés a algo. Quizá la frase más concluyente al respecto la transmite la aquilatada sabiduría de
Plinio, quien al observar el aspecto físico de los
marineros comenta: “...nihil esse utilius sale et
sole” (xxxi, 102).
La sal es concebida como un catalizador de la
amistad (Cicerón, D. A., xix, 67); envuelta casi en
lo ritual, en una vertiente sacra; así sucede cuando Homero nos muestra a Aquiles a punto de sazonar su pincho de carne con “la sagrada sal ” (Ilíada,
ix, 185). Incluso el uso del vocablo se relaciona
con aquello que recibimos como pago, que hemos
ganado a cambio del esfuerzo, de la lucha, origen,
como es bien sabido, del término “salario”, que
alude a las cantidades de sal que eran asignadas
personalmente por el tesoro a las tropas (Plinio,
xxxi, 7, 41; xxxiv, 3, 6).
Por esta y otras muchas razones, como las que
se enumeran brevemente a continuación, merece
la pena detenerse a reflexionar sobre la versatilidad de la sal, su uso, así como las connotaciones
sociales, económicas y culturales que ello implica.
La sal elemento esencial para la vida.
Aun a riesgo de invadir el campo de la biología
y la medicina, conviene reflexionar sobre la importancia de la sal como moderador del correcto funcionamiento fisiológico del organismo, tanto
humano como animal2. En el caso humano, se
apunta a unas necesidades que oscilan entre los
10 y 15 grs. de sal por día, cantidad que se obtiene a través de alimentos con alto contenido salino
o añadido el condimento en forma pura a diversos
platos. En el caso de los animales, debe destacarse su importancia en la alimentación y en el equilibrio fisiológico, ya que la ingestión continuada de
sustancias vegetales se traduce en un elevado
aporte de potasio, que la sal se encarga de equilibrar.
Su utilización en la preparación de numerosos
alimentos es gustosamente conocida por todos
desde la Antigüedad como se deduce de la escueta y, en ocasiones, contradictoria información que
nos brindan las Fuentes Clásicas3. La sal era un
condimento esencial (pulmentarium, condimen tum), que se preparaba de diversas formas y se
“aliñaba” con diferentes añadidos, por lo que recibía el nombre de sal conditum. Se habla de ella
como potenciador del apetito y no cabe duda de
que su uso culinario iba unido a ciertas consideraciones de refinamiento y distinción social. Así, la
sal se veía envuelta con más frecuencia en el
mundo de la sensualidad culinaria, de la tryphé
ligada a la alta sociedad, que de una simple necesidad al alcance de los estratos sociales más populares. No debe extrañar, por tanto, la apreciación
de Salustio al advertir, en su texto acerca de la
guerra de Yugurta (lxxxix, 7), que los Númidas son
tan austeros (y poco dados a los refinamientos de
la civilización) que “se alimentaban sobre todo de
leche y caza y no apetecían de la sal ni de otros
estimulantes para el paladar”
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La sal como conservante.
Una de las utilizaciones más antiguas de la sal
estriba en su excelente capacidad para la preservación de alimentos perecederos. En un régimen económico primario la existencia de abundantes reservas de sal garantizaba la posibilidad de guardar alimentos para las épocas de carestía.
Los geopónicos de la Antigüedad nos brindan
un amplio catálogo de las posibilidades de la sal y
su uso entre los pueblos prerromanos. Era utilizada bien para la preservación de carnes tanto por
iberos como por galos (Columela, xii, 55; Estrabón,
iii, 4, 11) -especialmente los salsamenta elaborados a base de cerdo y en concreto los jamones4-,
bien como aliño (Columela, xii, 49) o especialmente, en la preparación de las múltiples y variadas
“recetas” de salazones de pescado, tan famosas en
el área Bética5 (Catón, 88), como en la Tingitana6.
Tal era el hábito de salar los alimentos entre las
gentes civilizadas que cuando Ulises se dirige al
Hades el adivino Tiresias le anuncia que verá pueblos (“tan bárbaros”) del interior que ignoran la
existencia del mar y que “no comen manjares sazo nados con sal” (Homero, xi, 122).
Desde una perspectiva estrictamente bioquímica sabemos que la actividad de la sal influye en la
disminución de agua -con la inhibición consiguiente de la acción microbiana-, consecuencia de la
presión osmótica de las soluciones salinas; también se produce una inactivación de las enzimas
cárnicas mediante la acción iónica.
Hoy día la utilización de la salmuera como conservante sigue siendo una tradición empleada aún
en ciertos lugares. Las Salinas de Janubio, en
Lanzarote, siguen produciendo una salmuera de
agua marina con un porcentaje elevado de saturación que utilizan los pescadores para conservar el
pescado provisionalmente en las propias barcas.
La sal como vehículo medicinal.
De las abundantes citas referidas al uso medicinal de la sal se deduce que era utilizada para la
curación de las mordeduras y picaduras de animales venenosos, para hacer desaparecer las verrugas, abscesos, las quemaduras, para combatir las
dermatitis, las molestias dentales, los dolores nerviosos, la gota, los cólicos, la fiebre, la tos...
(Vegecio, D.M., iv, 22, 1; Dioscórides, v, 125;
Plinio, xxxi, 102 y ss.). Existen algunos casos en los
que conocemos detalles concretos sobre las aplicaciones medicinales de la sal asociadas a determinadas terapias7. De hecho, ciertos yacimientos sali-
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nos parecen asociarse a la curación de un determinado grupos de enfermedades concretas, como es
el caso de las enfermedades oculares curadas
mediante el uso de la sal gema o sal fossilis
(Paladio, xiv, 3), también llamada fossicius (Varrón,
i, 7, 8), o mediante la aplicación de sal capadocia
(Plinio, xxxi, 84). La misma virtud curativa parece
tener el salsugo procedente de Hispania (xxxi,
100), producto relacionado con la cristalización de
la sal del que se hablará más adelante.
También en veterinaria ha sido usada tradicionalmente para obtener numerosos remedios ante
un amplio género de enfermedades animales, ya
sea en la curación de órganos (Vegecio, A.V., iv,
27; Plinio, xxxi, 86; Columela, vi, 17), como cicatrizante (Columela, vi, 32, 33) o para combatir enfermedades (Columela vi, 13, 1; vii, 5, 10 y vii, 10,
13; Catón, 3)
La sal como elemento dinamizador del comercio y la industria.
Hay otro aspecto relativo a las características
de la extracción y producción de sal que invita a
una reflexión lógica: La sal, como elemento producido a partir de ciertos condicionantes naturales, es
un producto eminentemente marino. Mayoritariamente la producción de sal queda restringida a
ciertas zonas litorales y, excepcionalmente, a aquellos lugares del interior en que sus peculiares condiciones litológicas permitan la presencia de estratos salinos. Al ser un producto de primera necesidad no cabe la menor duda de que su comercio
debió traer consigo un efecto multiplicador en el
volumen de intercambios. Según algunos autores
fue el comercio de la sal el que fomentó la existencia de determinadas rutas comerciales y, por ende,
la ampliación del volumen y variedad de materias
transportadas8, no sólo en la Antigüedad, sino también en épocas anteriores, como demuestran
recientes estudios9; así como en épocas posteriores10. Probablemente la tradición de estudios locales y el mantenimiento de la actividad salinera hoy
en día han contribuido a ampliar nuestros conocimientos sobre las rutas del litoral mediterráneo11.
Estas rutas, necesarias para asegurar el abastecimiento, se desarrollaron incluso en los territorios
más inhóspitos a través de cualquier sistema,
como es la utilización en el Sahara de camellos,
capaces de acarrear hasta 140 Kg. de sal cada
uno, formando extensas caravanas o azalaï, a
veces de gran entidad12.
En cualquier caso, lo que resulta evidente cuando abordamos la importancia de la sal y las salinas
en la Antigüedad, es su papel determinante en el
proceso de crecimiento de ciertas áreas geográficas. De hecho, no debe extrañar que se observe
una notable concentración de población en los
lugares de aprovisionamiento de la sal o, al menos,
a lo largo de rutas comerciales en las que la sal era
uno de los principales productos distribuidos.
Aunque muy manido, el conocido caso de la Via
Salaria de Roma, ejemplifica la importancia que
este recurso tiene en el desarrollo de un determinado eje de comunicación y los beneficios que
reporta a una urbe, ya que la ruta era utilizada habitualmente para el transporte de la Sal obtenida en
Ostia hacia el territorio Sabino (Plinio, xxxi, 89). El
control por parte de Roma de las salinas sitas a la
orilla derecha del Tíber, en la zona de Veies, explican en buena medida el importante desarrollo que
Roma experimentó como potencia dominadora de
Italia central en el S. IV a.C.13
Por otra parte, entre sus múltiples usos industriales, no debe menospreciarse su utilidad en la
industria alfarera mediante su empleo en la fabricación de arcillas, obteniendo tonos más blancos, o
en la propia vitrificación cerámica14, procedimiento
ya conocido en Extremo Oriente15; también debe
destacarse su empleo en minería, para la copelación de la plata (T. Livio, xlv, 29, 12).
La sal como símbolo sacro e indicador de riqueza.
Pero, obviamente, la posesión de la sal o de las
fuentes salinas convertía a un grupo humano en
preeminente dentro de una determinada área o
territorio concreto. Precisamente, una de las vertientes menos atendidas cuando se alude a la versatilidad de la sal es su utilización (generalmente
en sociedades primitivas) como símbolo de riqueza
o elemento de promoción social. Un estudio realizado en Iran Jaya (Indonesia) entre tribus primitivas, pone de relieve la importancia que adquiere la
explotación de la sal para la consolidación de un
status “prestigioso” entre los hombres, únicos
encargados de llevar a cabo esta explotación en
territorios alejado16. Esta misma idea de preeminencia social ligada al control de la sal ha querido
verse de forma muy lógica en algunos yacimientos
de sal españoles17 y también parece subyacer en el
control que ciertos caciques ejercen sobre el trueque de la sal, como ocurre en sociedades tradicionales con una economía primaria, caso de los “aborígenes” norteamericanos18.
A veces, la propia sal se convierte en un valor
per se, ya que la distribución de los panes de sal,
implica unas connotaciones económicas y sociales
muy particulares, al convertir a estos objetos en
auténticos valores de cambio; un sistema de almacenamiento de riqueza convertible19.
En cierto modo, la sal adquiere tal importancia
para la promoción personal que se la diría imbuida
de una fuerza especial rayana en el hecho religioso
y asociada a su simbología20. Es bien conocida la
utilización de la sal en distintas ceremonias habituales del mundo romano21 (Tito Livio, xxvi, 36, 6;
Plinio, xxxi, 89), en las que se ofrecía a los dioses
una especie de galleta hecha de harina y sal -la
mola salsa-; de esta forma la sal adquiere una connotación claramente apotropaica. Tampoco debe
olvidarse, continuando en la Roma Clásica, la vinculación de ciertas áreas sacras y dioses (especialmente Herculis salarii)22 con la sal y sus beneficios,
ya que combate la corrupción de la carne escenificada por Eurynomos, demonio de la putrefacción,
que se representa bajo la forma de una mosca23.
II. LA NOMENCLATURA DE LA SAL.
La sal es un producto cuyo diferente proceso
de formación natural o sistema de fabricación ha
dado lugar a una variada nomenclatura a lo largo
del tiempo24. En general, todas las formas en las
que la sal se presenta de modo natural -en granos,
en depósitos marinos, lacustres, fluviales, pozos,
sal gema...- dan lugar a la denominación sal natu ralis o sal nativus, por contraposición a la sal obtenida mediante calentamiento artificial de aguas
salobres, la llamada sal facticicus (Plinio, xxxi, 81)25
o sal ígnea. Las salinas marinas propiamente
dichas son denominadas alopégia (¡lopˇgia) por
Estrabón (xi, 14, 8), aunque dicha denominación
parece ponerse en relación con la explotación de la
sal de un lago salado.
La sal “seca” del interior suele presentarse de
dos formas básicas: los estratos salinos (Sal gema),
cuyo origen se remonta a antiguas situaciones geológicas de transgresión marina; y la sal volcánica,
que tiene su origen en un complejo proceso químico y cuya rareza es muy superior a la anterior. Los
estratos salinos se presentan, obviamente, de
forma natural en aquellas zonas con un determinado pasado geológico, donde se han producido
depósitos que, con posterioridad, en numerosas
ocasiones, han sufrido movimientos orogénicos,
dando lugar a la formación de terrenos elevados de
diversa entidad. Probablemente, es el origen de
referencias como montanus sal o mons est sale
(Columela vi, 17, 7; Aulo Gelio ii, 22, 20; retomado en Isidoro de Sevilla, xvi, 2,3). A veces estos
montes salinos en cuya formación, según Plinio,
115
interviene la luna, adquieren una dureza extraordinaria (xxxi, 81), ya que algunos de los bloques
extraídos de estos depósitos, adecuadamente
escuadrados, eran utilizados en la construcción de
muros, como en algunas localidades de Arabia
(Plinio, xxxi, 78), fenómeno igualmente referido
por Heródoto (iv, 185) y por Estrabón (xvi, 3, 3)26.
sal más fina y ligera recuperada en la superficie es
llamada flos salis, mientras que el agua que permanece en estado líquido retenida bajo la costra de
sal, se llama salsugo o salsilago (Plinio, xxxi, 92).
La flos salis no debe confundirse con la robigo salis
o sal que se forma en el borde de los estanques
que contienen salmuera.
Quizá en relación con este origen deba ponerse el término ópuktós (ÑpuktÑj), que aparece mencionado en algunas Fuentes en relación con la sal
(Estrabón, iii, 2, 6) y cuya interpretación resulta
complicada, aunque la mayoría de autores parece
apuntar a un sinónimo de sal natural27.
III. LA EXPLOTACIÓN DE LA SAL: DE LA
ANTIGÜEDAD A LOS MODERNOS SISTEMAS.
Por su parte, aunque la sal disuelta en agua es
el yacimiento salino por excelencia, es un error
común pensar que esta condición se refiere de
modo exclusivo al agua de mar. En ocasiones, las
aguas terrestres se benefician de unas condiciones
de drenaje peculiares o de la disolución de elementos litológicos de origen salino -la propia sal
gema-, dando lugar a lagunas saladas interiores o
saladares de los que Estrabón da buena cuenta (i,
3, 4; xi, 14, 8; xii, 2, 5...) e incluso a ciertas corrientes de agua de naturaleza salada cuya condición
queda reflejada en la toponimia local. Muy probablemente la mención salis flumen o términos aproximados recogidos por Plinio (vi, 26, 4; xxxi, 75;
xxxii, 6) y Estrabón (iii, 2, 6) hace referencia a
estos ríos salados. Asimismo, conocemos diversos
datos geográficos sobre manantiales de agua salada (Estrabón, iv, 1, 7; v, 1, 8), algunos de ellos
explotados con buenos resultados de forma reciente en España, mediante el natural sistema de evaporación solar28.
Pero es en el agua de mar donde se presenta en
disolución salina en grandes proporciones, con
medias de un 35 gr/e aproximadamente; es la fuente salina por excelencia (la sal marinis o sal mariti mus de los clásicos, la ¡lj propiamente dicha); se
consideraba un producto del mar y un don de
Poseidón, Qal¡ttion la llama Plutarco (iv, 4, 3). Para
su adecuada explotación requiere ciertas condiciones climatológicas y especialmente orográficas,
que limitan la explotación humana a un determinado ámbito costero. En el proceso de pleamar las
aguas invaden determinados terrenos deprimidos,
fácilmente inundables (Estrabón, iii, 2, 4), dando
lugar a la formación de lagunas saladas, que
Estrabón denomina limne (limnh), como en la desembocadura del Ródano (iv, 1, 7 y 8); estas zonas,
también llamadas limnothálassai o stomalimnai,
solían ser una excelente ubicación para las salinas,
lugares que el extenso libro de Plinio dedicado a la
sal recoge bajo la mención stagnis (xxxi, 73)29. La
116
La utilización de la sal queda documentada en
épocas tan lejanas de la Prehistoria como es el VI
Milenio, en la zona de los Cárpatos, asociado a la
cultura de Cucuteni. Asimismo, se conoce esta actividad en el yacimento de Moriez, en los Alpes franceses30, datado a mediados del VI Milenio, así
como en otras zonas de Europa, donde aparecen
los característicos vestigios de horizontes de cenizas, consecuencia de la combustión para el calentamiento de la sal31. En España, con una cronología
más reciente, destaca el yacimiento de La
Marismilla, datado aproximadamente hacia el 3000
aC.32. Las producciones de sal generan un comercio sobre el que se han buscado ciertos modelos
de intercambio incluso para épocas tan pretéritas33.
De la Edad del Bronce, tenemos los yacimientos de Salies-du-Salat (esclarecedor topónimo sito
en los Pirineos franceses) e Isola de Coltano
(Toscana, Italia), con su característico material
arqueológico34. En el caso de la P. Ibérica, materiales análogos a los anteriormente mencionados se
detectan en Santioste, en Zamora35, datados en la
primera Edad del Bronce; aunque también debe
destacarse el área gaditana del Guadiaro, lugar en
que se detectan yacimientos asociados a la producción de sal en San Roque36. Un procedimiento similar ha sido documentado en Mucking (Essex),
donde se constatan materiales asociados a la fabricación de bloques de sal37.
En la Edad del Hierro, se desarrolla una auténtica protoindustria de la sal, asociada a contextos
de Hallstatt o La Tène38, como en los casos de
Moyenvic, que depara un interesante complejo; o
en Bad Nauheim y Schwäbisch (BadenWürttemberg), yacimientos bien documentados en
Francia o en Alemania, donde aparecen los característicos briquetages y se reconstruyen los hornos
de sal39. Se conocen interesantes galerías para la
explotación de la sal en Salzburgo o Hallsttat40, con
estructuras diferentes, lo que ha llevado a distinguir ciertas “peculiaridades regionales”41. En el
caso de la P. Ibérica podemos destacar los hallazgos de explotación de salinas asociados a poblados del Bronce Final o del Hierro42. Técnicas similares a las documentadas arqueológicamente en
ciertas regiones europeas han sido estudiadas en
sociedades primitivas actuales, lo que evidencia la
posible tradición inmemorial de las técnicas de
obtención de sal en las sociedades prehistóricas43.
En el Próximo Oriente y en la costa sirio-palestina también conocemos datos sobre su explotación a partir de los depósitos naturales, la evaporación de aguas saladas o por lavado de la arena,
incluso los textos ugaríticos nos legan la expresión
sd mlth (“campo de sal”)44.
En el caso concreto de la P. Ibérica resulta difícil esclarecer el origen de esta “industria”, pero
existen evidencias, ya mencionadas, de su puesta
en funcionamiento desde el Neolítico. La presencia
de pueblos colonizadores, con una pujante y competitiva economía debió ser un acicate para el desarrollo “protoindustrial” de la explotación de la sal,
probablemente asociada al asentamiento fenicio
en nuestras costas y en el N. de África, como sostiene algún antiguo estudio45.
Dentro de esta amplia demarcación territorial,
las condiciones óptimas de insolación, ausencia de
pluviosidad y vientos se presentan en el litoral
levantino (especialmente Alicante) y en el área de
Murcia-Almería (Plinio, xxxi, 86, Estrabón, iii, 2 ,6),
donde hoy día siguen desarrollándose modernas
explotaciones de sal. Otras zonas fundamentales
son la gaditana y la onubense, que actualmente
continúan en explotación46; sin olvidar las importantes salinas de las Baleares, explotadas desde
época fenicia47. Estas beneficiosas circunstancias
climáticas se extienden por numerosos puntos del
Mediterráneo, destacando el área francesa, cuyos
yacimientos ofrecen numerosos datos de explotación también en la Edad Media48. Algo similar
puede decirse de las costas africanas, especialmente las que bordean el Estrecho, Tingis, Lixus,
aunque también Utica y otras zonas49.
Por su parte, la costa atlántica concentra las
explotaciones salineras en el área de la desembocadura de varios ríos, entre los que destacan el
Tajo y el Sado, región donde existe una importante
tradición de explotación de los recursos marinos50.
La zona gaditana atlántica presenta, asimismo, condiciones idóneas para el desarrollo de la industria
de la sal51. No cabe la menor duda de que sus
características geográficas la convierten en eje privilegiado de una amplia actividad económica que
tiene su reflejo más importante en la producción
de salazones. Por su parte, recientes descubri-
mientos han puesto de manifiesto la importancia
de las salinas marinas en el área gallega, cuya actividad era desconocida anteriormente, como atestigua el importante yacimiento de Vigo52, al que
deben unirse las propias estructuras salazoneras
de época romana descubiertas mediante intervenciones arqueológicas concretas53.
En el área cantábrica, no deja de llamar la atención el propio yacimiento salino del interior ubicado en Cabezón de la Sal, dato geológico al que
debemos unir los vestigios de centros “industriales” de procesamiento del pescado en las proximidades costeras54, que hasta hace poco parecían privativos de la zona del Estrecho. Siguiendo la fachada atlántica, Francia aporta un abundante conocimiento sobre los diversos sistemas de explotación
de la sal asociados al área atlántica55, aunque no
siempre en el entorno costero56, como se verá más
adelante. Asimismo, rastros de sistemas similares
han sido localizados en el área sur de Inglaterra57.
Uno de los elementos que avala la existencia
de salinas marinas es, como se ha mencionado, la
abundante presencia de centros de procesamiento
del pescado o cetaria, documentados en numerosas regiones de España, pero especialmente importantes en el área del Estrecho58. Los numerosos
vestigios de esta actividad ponen de manifiesto, de
forma indirecta, la importante presencia de yacimientos salinos o de salinas y su imbricación en la
dinámica productiva de las industrias de salazones,
quizá como una herencia de época bárquida59,
constituyendo lo que grosso modo se conoce como
salsamenta60. Estas instalaciones precisan de abundantes cantidades de sal que se obtenía directamente por evaporación de agua marina. En este
sentido, pesca, sal y salazones son el resultado del
lógico aprovechamiento conjunto de los recursos
marinos61, de los que ya ofrece noticias Estrabón
(iii, 2, 6) y que debieron adquirir un notable despegue con la presencia fenicia62.
El proceso que se desarrolla hoy día, como es
lógico, sólo ha adquirido ciertas cotas de mecanización y control, aunque, en esencia, sigue siendo
muy similar al proceso histórico de obtención de
sal mediante evaporación del agua marina, empleando para ello “motores” naturales como el sol y el
viento63. Precisamente, es en estos terrenos llanos,
fácilmente inundables durante la pleamar, donde
es posible realizar labores de acondicionamiento
como la ejecución de canales, esteros, lagunas
cerradas, etc 64.
La descripción de una de estas salinas marinas
queda reflejada en el conocido texto de Rutilius
Namatianus con motivo de su viaje por Gallia
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(hacia 415-418 dC), descansando en la villa de su
amigo Albino en los Vada Volterrana:
“el agua de mar penetra a través de canales
excavados en una pendiente sobre el suelo y unas
pequeñas fosas que riegan innumerables depósi tos; cuando llega Sirio con sus rayos ardientes,
cuando la hierba se marchita y el campo está alte rado por todas partes, se cierran las esclusas, el
mar ya no entra y el agua se estanca, se endurece
bajo el sol abrasador, bajo la viva influencia de
Febe y los componentes se solidifican en una cos tra espesa” (i, 473).
Normalmente, el agua de mar alcanza por sus
propios medios una buena distancia hacia el interior, como puede deducirse de los siete estadios
que se mencionan en Lixus (Estrabón, xvii, 2). Sin
embargo, si el ritmo no es el idóneo, puede forzarse el proceso mediante la aplicación de ingenios
mecánicos, tales como norias o los automata de la
romanidad tardía, que hacia el S. V dC. se encargaban de elevar el agua hacia las balsas de evaporación de la marisma, como se recoge en Vita S.
Hilarii65; una técnica análoga era conocida como
altometarius66, e incluso un ingenio similar a los
mencionados, descrito por Vitruvio en su famoso
tratado, recibe el nombre de tympanum (x, 4, 10).
Se trata, por tanto de una serie de mecanismos
para abastecer o canalizar las aguas a las balsas, a
los que habrá que sumar la acción de la mano de
obra humana.
Por tanto, podemos afirmar, con ánimo generalizador, que casi todas las salinas marinas antiguas
debían presentar cuatro tipos de estructuras básicas, aunque no siempre estuvieran todas presentes
o alguna cumpla más de una función:
◆ Los canales de abastecimiento: trasladan el
agua hasta los puntos de almacenamiento.
◆ Los depósitos o esteros: donde se almacena
el agua salobre.
◆ Los evaporadores: donde se busca aumentar
el grado de saturación de sales.
◆ Los cristalizadores: Fase final. Máxima concentración de sal hasta la formación de cristales.
A diferencia de lo que ocurre hoy día, en la
Antigüedad las características naturales de la cristalización daba lugar a sales con un 10 % de humedad; además contenían ciertas impurezas (10 ó 15
% de carbonatos cálcicos y similares). De ahí que
la sal más superficial, la más pura y fina, fuera llamada flos salis (“flor de sal”) y reputada como la de
mejor calidad67.
118
Un sistema más modesto que permite garantizar el aprovisionamiento de sal a partir del agua de
mar son las “salinas de roca”: Son una serie de
pozas circulares de escasa profundidad -unos 20
cms. máximo- excavadas sobre la roca que,
expuestas al régimen intermareal, se llenaban
intermitentemente de agua marina, posteriormente
desecada por insolación directa; la salmuera era
recogida y transvasada a receptáculos más pequeños hasta lograr la conveniente cristalización. Estas
estructuras, que tradicionalmente habían sido
interpretadas de diversa forma, han sido recuperadas para el debate y la reinterpretación por interesantes estudios actuales en el área gaditana68.
Por su parte, en las zonas del interior también
aparecen abundantes yacimientos salinos, que normalmente se presentan en forma de sal gema y que
se extraen mediante sistemas y técnicas llamadas
“secas”69. En general se trata de realizar excavaciones y pozos mineros para hallar las vetas de sal que
se rompían y extraían en forma de bloques que
podían ser fragmentados o molidos para su comercialización. Estos yacimientos terrestres sólo se
explotaban cuando la sal se encontraba en los
estratos más superficiales, de fácil acceso.
Paradójicamente, estos depósitos de sal terrestre dejaban su impronta salada en los manantiales
y corrientes de agua, consecuencia de una circulación continua entre estratos de sal gema, con el
consiguiente proceso de disolución por lavado, lo
que confería a estas corrientes y estratos acuosos
propiedades de salobridad mineral70. Por esta
razón, en numerosos casos, se ha procedido a su
utilización como centros de baños salutíferos
desde la Antigüedad (Plinio, xxxi, 59), constituyendo hoy día el elevado número de balnearios que
pueblan la geografía europea71, tanto en el caso
español72, como en otras zonas de similares características73.
El sistema de explotación que se solía emplear
era la técnica conocida como sal ígnea, ya que precisa del fuego para forzar la evaporación del agua y
liberar las sales disueltas, si bien tal procedimiento
no era en modo alguno exclusivo de los yacimientos salinos del interior. Los estudios etnográficos
de la costa atlántica francesa, con un amplio marco
cronológico, demuestran que la sal era obtenida
tradicionalmente mediante lixiviación, es decir, a
través del lavado de la arena de playa saturada de
sal74, consecuencia del baño constante producido
por el ritmo de la marea75, como constatan Tácito
(xiii, 57) y Plinio (xxxi, 74). Este método, que
hunde sus raíces más profundas en la Prehistoria,
seguía utilizándose en esta zona en el siglo XIX76.
Independientemente de la fuente salina utilizada, poco a poco se va produciendo un interesante
incremento de los vestigios materiales que pueden
asociarse a esta forma de obtención de la sal, no
siempre relacionada con los yacimientos interiores,
como se ha comentado, ya que a veces se utiliza
de forma ambivalente para acelerar el proceso de
desecación de la salmuera marina. Este es el caso
de algunos hallazgos, especialmente importantes
en la costa atlántica francesa, de gran tradición salinera77, en los que aparecen unos característicos
materiales cerámicos, enrejados construidos en
opera latericia, hornos, cenizas, etc... El conjunto
de estructuras se denomina localmente briquetage,
debido a los abundantes restos de material cerámico que los caracterizan78. En realidad, un briqueta ge es un establecimiento para el procesado de la
sal -de cualquier procedencia- en el que interviene
una fuente de calor; suele estar acompañada de
varios hornos y una estructura de ladrillo destinada
a sostener los recipientes. El horizonte de cenizas
que esta técnica deja en el registro arqueológico y
que suele ser tan habitual, también le ha valido la
denominación de dépôt de cendres (“depósitos de
cenizas”) en la historiografía francesa, aunque algunos autores ven en este tipo de yacimiento una
variante de la misma técnica ígnea. Los contenedores fabricados en terracota reciben diversas denominaciones según las distintas áreas geográficas:
los augets tienen forma troncoprismática y presentan capacidades variables entre 0’20 y 1 l.; la bar quette, similar al anterior, con paredes tendentes a
la verticalidad, oscila en torno a 0`5 l.; y el godet,
de forma cilíndrica o pseudocilíndrica, que presenta notables variaciones de capacidad entre los 0’5
y 1’5 l. Todos tienen como objeto contener la salmuera para la fase final de cristalización79. Muchas
de estas instalaciones y talleres, especialmente los
situados al interior, presentan entre sus estructuras
unas balsas o grandes artesas normalmente construidas en piedra del lugar o en ocasiones revestidas de algún otro material y destinadas a contener
el excedente de salmuera que se estaba fabricando, son los réservoir à saumure80.
Un dato curioso ha sido registrado en el yacimiento de Conchil-le Temple, en el que la existencia de godets formados por tres piezas que, al
encajar entre ellas dan lugar a una forma de vaso
cilíndrico, resulta una completa curiosidad81. No
cabe la menor duda de que este tipo de vaso estaba pensado para facilitar la extracción del bloque
de sal una vez consolidado, sin tener que romper
el recipiente que lo contenía, práctica habitual que
daba lugar a las acumulaciones cerámicas típicas
de este tipo de yacimientos82; asistimos, por tanto,
a una meritoria reutilización de embalajes cerámicos, enormemente práctica para el ahorro de material cerámico. Sin embargo, las tentativas de
reconstrucción de los hornos y de recipientes de
estas características parecen poner de manifiesto
la dificultad existente en la utilización de las piezas
triples, ya que la salmuera escapa por la pequeña
ranura que queda al tratar de ensamblar las tres
piezas que forman el conjunto. El problema se
evita utilizando salmueras más concentradas en
este tipo de recipientes83.
IV.
LA
ORGANIZACIÓN
DE
LA
PRODUCCIÓN Y COMERCIALIZACIÓN DE
LA SAL.
Respecto a la organización de la producción,
poco es lo que podemos afirmar por el momento.
No cabe la menor duda de que la existencia de
amplias zonas dedicadas a la producción de sal
debía implicar un proceso de transformación del
entorno marítimo que -si no tan significativo como
en la actualidad- modificaba sustancialmente la
fisonomía del paisaje84.
Estas extensas propiedades, utilizadas en la
producción de un complemento alimenticio de
cierta entidad, debían convertirse en bienes controlados de forma monopolística por el Estado85.
Como precedente, pueden citarse los textos ugaríticos que reflejan la existencia de una estructura
administrativa monopolística bajo dispensa real,
que cede terrenos para su explotación salina a ciertos funcionarios86. Estos personajes, quizá sean asimilables a los helenísticos ¡lopçlai, ya que una
estructura semejante a la mencionada se detecta
en los sistemas de control desarrollados por
Lágidas y Seleúcidas, quienes monopolizan la propiedad de salinas, aunque la explotación efectiva
quedaba en manos de personal especializado. El
papiro de Tebtunis pone de manifiesto cómo los
productores de sal se agrupan, en época ptolemaica, en sociedades para discutir las particularidades
de la venta y las cargas impositivas que deben
recaudarse.
Tenemos noticias sobre sistemas similares
basados en el monopolio, tanto en Roma, como en
Bizancio o en Siria (Tito Livio, ii, 9, 6; Aristóteles, ii,
2, 3). En el caso romano, la explotación de las salinas, que conforman extensiones de gran entidad,
parece arrendarse a los publicanii, llamados con ductores salinarum o conductores salarii, quienes,
como era normal en el sistema productivo romano,
se agrupaban en corpora o societates87. Estos indi-
119
viduos encargados de la explotación en sí, pagaban un canon fijo al Estado que constituía el esperado beneficio para el tesoro a cambio del arrendamiento. En época de Septimio Severo existía un
consejo de 16 miembros que administraba el arca
salinarum y un aerarium situado bajo la autoridad
de tres procuradores imperiales.
La existencia de grupos económicos que,
estando al frente de una propiedad privada, defendían intereses comunes puede inferirse a través de
los necesarios trabajos que debían acometerse
durante todo el año en las salinas88. No sería extraño que se hubiera prevenido la reparación de
estos trabajos mediante una sociedad o fondo
común destinado a la realización de tareas de
mantenimiento. Labores similares se documentan
claramente durante la Alta Edad Media en Italia -en
concreto en la laguna veneciana-, lugar en el que
la documentación disponible revela la incesante
necesidad de obras de mejora generales en las
que se empleaba un variado material (arcilla,
arena, madera para el armazón de los diques...).
También hacia el S. XI se habla de una compañía
de “consortes”, que acometen estas labores bajo
la dirección de “capitanes” (capitaneus), figura que
más tarde, será sustituida por unos “procuradores”
o advocatores elegidos por la propia compañía89.
Precisamente, el estudio de los documentos
tardomedievales y de la Edad Moderna sobre la
explotación de las salinas, permiten extraer interesantes conclusiones que, quizá, pueden servir
como elementos de discusión sobre las relaciones de producción en Época Clásica. De esta
forma, observamos como en Cádiz (isla de León),
se arrendaban a principios del S. XVI diversos
tajos salineros mediante tributo perpetuo que se
solía satisfacer en cantidades estipuladas de “sal
blanca y buena”, en función del número de tajos
que se labrasen. En concreto, se conocen al
menos dieciséis propietarios diferentes que, en
conjunto, explotaban un total de 7932 tajos salineros -en algún caso más de cuatro centenares
de tajos eran propiedad de una sola persona-90. En
general, este conjunto de propietarios privados
estaba compuesto por diversos miembros de la
oligarquía local, que progresaba diversificando
sus “inversiones” en otros campos similares,
como las viñas.
Sin embargo, suelen ser los personajes que
desempeñan una función “pública” los que conocemos de forma más exacta en Época Clásica, lo
que viene a reafirmar la tesis de la importancia
del control fiscal por parte del Estado de esta producción de primera necesidad. Dos curiosos epí-
120
grafes 91 dedicados al centurión L. Lepidius
Proculus, en un caso por los salinatores civitatis
Menapiorum (C.I.L., xi, 390) y en otro por los sali natores civitatis Morinorum (C.I.L., xi, 3588),
guardan
relación
con
esta
cuestión.
Probablemente, este personaje sería promovido
tras su servicio al ordo equester y no debe extrañar que se le adjudicaran quehaceres propios de
su posición, como el control fiscal sobre la producción de salinas; sin embargo, parece chocante
que en una lápida laudatoria no se indicara claramente este rango preeminente en su cursus hono rum, mientras sí se alude a su brillante carrera
militar y sus condecoraciones. Por tanto, es posible admitir otras hipótesis: por ejemplo, la del
paso de este centurión primipilaris por una de las
legiones asentadas en la vecindad de estas localidades de la antigua Bélgica -en tal caso la VI
Victrix, asentada en Novaesium (la actual Neuss)-,
situación en la que pudo entablar relaciones económicas comunes con los salinatores de ambas
localidades que, no sería extraño, podían competer al propio abastecimiento del ejército, cuestión
sobre la que merecería la pena profundizar en
otro momento.
Por su parte, los trabajadores que están en las
salinas son denominados de forma general
¡lophgoçi, salarii o salinatores en latín; normalmente eran personas de condición servil. Se
conoce alguna curiosa inscripción que habla de
ciertos cometidos especializados; así, en Creta, se
cita un personaje denominado aloroi, cuyo significado aproximado, “guardián de la sal”, parece
revelar una función específica de estas características. Puede que su cometido no esté directamente vinculado al acto de custodia y guarda en sentido estricto, sino a vigilar el estado de la sal.
En cualquier caso, los operarii que frecuentaban estas instalaciones debían ser de muy humilde condición, aunque partieran de situaciones
sociales variadas. Disponemos de diversa documentación epigráfica que amplía nuestros conocimientos al respecto. Por ejemplo, el curioso epígrafe trilingüe (C.I.S . I, 143) de Cerdeña (S. Nicolò
Gerrei), del S. II aC., en el que Cleon dedica en un
templo cercano un ex voto a Esculapio, expresando sus deseos en latín, griego y púnico, resulta
bastante revelador, ya que en el texto de la inscripción se define como “salari(us) soc(iorum)
s(ervos)” -con alguna controversia en esta lectura, lo que pone de manifiesto su condición y la existencia de agrupaciones de productores y comerciantes que acogen a un personal variado y cosmopolita, como corresponde a una isla que ha
sido sometida a diferentes controles políticos92.
Por su parte, un epígrafe procedente de Peyriacde-Mer (C.I.L., xii, 5630), una zona con abundantes
salinas en la costa narbonense, menciona a dos
personajes: L. Salonius Lucius y Lucius Salonius
Hilarius, ambos denominados salinator93. Quizá
uno de los cognomina evidencia el pasado servil de
un personaje que pudo ser encargado o incluso
propietario de salinas. Su prosperidad y su promoción social queda puesta de manifiesto por una cuidadosa inscripción realizada en amplias capitales,
grabada sobre mármol blanco, datada en el S. I dC.
Asimismo, de la lectura de otras Fuentes indirectas también puede deducirse que el trabajo en
las salinas -en cuanto a los operarii- era un trabajo
esencialmente de condición servil, que ocupaba
incluso a familias enteras, si admitimos este sentido en la referencia a “familiae in salinis” de Cicerón
(I. Pomp. 6). Por otra parte, el Digesto (Ulpiano),
corrobora que los condenados a trabajos forzados
eran enviados a las minas públicas de sal (xxxviii,
19, 8), castigo que se hacía igualmente extensivo a
las mujeres (lix, 15, 6).
Debemos imaginar las salinas, especialmente
en época de recolección, con abundante mano de
obra y personal circulando, en relación, obviamente con la extensión, la entidad de cada salina y la
diversificación del trabajo manual. Una aproximación sobre los sistemas de trabajo tradicional en
las salinas modernas (p.ej. en San Rafael, Almería)
hace alusión a unos 300 hombres trabajando con
palas y vagones arrastrados por caballerías, lo que
da idea del dinamismo laboral en estos entornos.
Datos algo más modestos se refieren a las salinas
de Santa Pola, en las que, a principios del siglo
pasado, se trabajaba con 150 a 200 personas
como máximo en diferentes menesteres (cortadores, llenadores, apiladores...)94.
En Época Clásica resulta lógico suponer que la
actividad de estos trabajadores, al menos de algunos de ellos, se hacía necesaria casi diariamente
para recoger la costra de sal que se formaba en la
superficie de la salina, con el objetivo de evitar la
sobresaturación que precipita las sales magnésicas
y cuyo gusto al paladar resultaba amargo. Esta sal
blanca y fina, de buena calidad, que se formaba
periódicamente debía ser la flos salis, tantas veces
citada por los tratadistas (Plinio, xxxi, 86 y 105).
Respecto a la Comercialización de la sal una
vez obtenida, podemos constatar que la estructura
que entraña tal actividad debía ser compleja y multiforme, ya que las numerosas denominaciones
que recogemos al acometer un estudio diacrónico
de la epigrafía parecen indicarlo. Esta complejidad
es una manifestación del proceso de evolución y
readaptación de las estructuras comerciales desde
época republicana hasta la fase tardoimperial.
En distintos momentos históricos obtenemos
datos indirectos sobre la comercialización de la sal
o sobre su utilización como valor de cambio en las
transacciones comerciales. De hecho, ya es mencionado en la Península Ibérica por Estrabón (iii, 5,
11), quien alude precisamente al comercio púnico
con las Cassitérides, desde donde se importaba
estaño a cambio, entre otras cosas, de sal. Algunas
referencias antiguas aluden al término bárbaro
`Alçnhton, “vendido por sal”, como sinónimo de
esclavo, ya que era habitual entre algunos pueblos,
especialmente los Tracios, intercambiar sal por
esclavos.
Probablemente, en Roma, durante la época
republicana, los distribuidores especializados eran
los salinatores aerarii, quienes parecen adquirir
una categoría próxima a “empleados”. En época
imperial los grandes negocios comerciales de la sal
quedaban en manos de gentes especializadas, probablemente agrupados en un corpus salariorum
(C.I.L., vi, 1152). Para esta época conocemos datos
más precisos como la existencia de saccarii salarii
totius urbis et campi salinarii romanorum, grupo
que, según algunos autores, podría estar encargado de transportar hacia la urbs la sal procedente de
las salinas de Ostia. La habitualidad de este tráfico
queda puesta de relieve por la existencia de almacenes para sal o salinae en las inmediaciones de la
porta Trigemina95 (Tito Livio, xxiv, 47, 15), similar a
la statio salinensium de Pompeya (Columela, x,
135).
Quizá en los últimos tiempos del Imperio se
abrieron nuevas vías para la comercialización de la
sal; la aparición de los mancipes salinarum
(Símaco, ix, 103), parece recordar la institución de
los salinatores aerarii tardorrepublicanos y altoimperiales96. Es probable que estos personajes controlaran determinadas cuestiones fiscales sobre la
sal o regentaran o supervisaran tiendas en las que
se adquirían ciertos bienes (la sal) al margen de
otros intermediarios, conservándola en sus propios
almacenes.
Una inscripción incompleta, por tanto dudosa,
procedente de Narbonne, parece señalar a un pro pola salis, es decir, un vendedor minorista de sal,
llamado Publius Albius (Hy)ginus97. Esta inscripción
probablemente revele la existencia de personajes
involucrados en la venta al detalle de este preciado
producto.
La forma de transporte asociada a la comercialización de la sal es desconocida. Los hallazgos en
121
Francia e Inglaterra han llevado a pensar que los
tipos de vasos cerámicos, siguiendo la tradición
local prerromana, estaban destinados a producir
unos bloques de sal uniformes (de peso conocido)
para facilitar el intercambio98. Lo cierto es que la
venta de bloques de sal de este tipo (unos 20 x 10
x 5 cms.) queda atestiguada en Egipto99 y Plinio parece referirse a esta característica forma cuando utiliza el vocablo laterculis (“<pequeño> ladrillete”) para
describir el modo en que es importada la sal de
Capadocia (xxxi, 84). La idea que sostiene que
estos recipientes constituyen en sí mismos “unidades de medida” prestas para la comercialización
quizá pudiera extraerse de un anecdótico paralelo
etnográfico descrito en el Marruecos de los años 50
por J.J. De Jáuregui, al hallar un característico vaso
“heredero” de las “medidas de sal púnicas”100.
Sin embargo, la falta de envases para sal de
época romana invita a considerar su comercialización (como la de otros áridos) en materiales perecederos, como cajas de madera o similares, o sacos
para sal, denominados tukkânu por los asirios.
Datos etnográficos recientes ponen de manifiesto
que el transporte de la sal, para el abastecimiento
de ciudades cercanas, se realizaba directamente en
carro, cargado mediante capazos de esparto101, sistema de transporte fácilmente extrapolable al
mundo romano. La periodicidad de este trasiego
puede deducirse de los testimonios documentales
del S. XII provenientes de las salinas venecianas,
que revelan una recogida y el transporte de sal a
diario, salvo los domingos, día reservado, aunque
existían ciertas triquiñuelas para retrasar esta imposición102. Quizá un principio similar podría aplicarse
en época romana con el objeto de asegurarse el
abastecimiento y mantener llenos los almacenes.
Por su parte, la importancia del abastecimiento
de sal para la población -y el ejército- es tal, que el
Estado se asegura un control sobre los precios,
cuestión sobre la que conocemos interesantes
datos. Así, Plutarco refiere que en Grecia el medim no de sal valía unos 40 dracmas, en comparación
con los 300 que costaba la misma medida de trigo;
un precio quizá más apropiado para momentos de
carestía. En época romana Tito Livio, en un fragmento ya mencionado, nos informa sobre el precio
de la sal y el control monopolístico que el Estado
ejerce para evitar los precios abusivos (ii, 9, 6): se
instaura un precio de un sextante la libra (un as los
2 Kg.), precio relativamente módico si consideramos que un legionario percibía un sestercio al día
(equivalente a 5 Kg. de sal). En el Bajo Imperio, el
Edictum de pretiis de Diocleciano103 recoge el coste
en denarios para la salis conditi (octo) y para la salis
propiamente dicha (centum).
122
En cuanto a la cuestión impositiva, conocemos
la existencia de un impuesto vectigal sobre las sali nae et scripturae en Cerdeña104, exacción con
carácter general que debía reportar al Estado pingües beneficios. Los precedentes históricos apuntan a cargas impositivas similares, ya que en la
Biblia se cita la existencia de un impuesto sobre la
sal del que quedarán exentos los judíos (Macabeos,
i, 10, 29). Por su parte, en lengua aramea existe el
concepto ksp mlh’, interpretado como “Impuesto
sobre la sal”, que evidencia la existencia de un
canon impositivo105. Algo similar ocurre bajo las
dinastías “helenísticas” en Egipto y Siria, lugares en
los que se pagaba una tasa de consumo personal
(¡likÇ)106 y una tasa general (timÇ tou ¡lÑj) en relación con la extensión de las salinas107. Los beneficios obtenidos por estos impuestos eran extraordinariamente cuantiosos si atendemos a los cálculos
sobre las cantidades que se comercializaban108.
Por tanto, en época romana las salinas, tanto
de Roma como de las provincias, eran de propiedad estatal, formaban parte del dominio público al
igual que otras fuentes de riqueza de similares
características (como las minas) y eran dadas a
manos de publicanii, quienes obtenían beneficios
de su explotación. Rendían económicamente al
tesoro general, constituyendo uno de tantos vecti galia. Sin embargo, se constata la existencia de
salinas de carácter privado, probablemente de
mucha menor entidad, que quedaban en manos de
propietarios individuales -quizá agrupados en
societas-, o incluso ciudades109.
V. LOS TIPOS DE SAL Y SU EMPLEO EN
LAS INDUSTRIAS DE SALAZÓN EN LA
ANTIGÜEDAD.
Se ignora la cantidad exacta de materia salina
que era empleada en la fabricación de los diferentes tipos de salsas de pescado o de salsamenta, ya
que las Fuentes transmiten datos en ocasiones discordantes o contradictorios. Una de las más detalladas, aunque también más tardías, son las
Geopónicas (xx, 46, 3), cuya cronología se sitúa en
torno al S. X dC. Éstas recogen una proporción
entre la sal y el pescado de 1:8. De cualquier
forma, no debe olvidarse que tal proporción podría
variar según los diferentes tipos de preparaciones
e, incluso, según los modos de hacer propios de
cada zona o área de producción. Tampoco sabemos si estas referencias responden a la medida
que podríamos considerar habitual para los diferentes tipos de productos elaborados, como el
garum clásico.
Conviene recordar que, en la industria salazonera actual, se ha comprobado que el grado de
integración de la sal en la carne del pescado es
directamente proporcional al cuadrado de la superficie de ésta; de tal forma que un pescado eviscerado y descabezado, cortado en filetes, puede
incrementar en un 50 % la tasa de absorción de
sal. Asimismo, el tipo de pescado -especialmente
los que se caracterizan por una mayor presencia de
grasa cutánea, lo que favorece el proceso de salado- es un factor de primer orden en el proceso de
salazón a emplear.
Resulta evidente que para la puesta en marcha
de los extensos y complejos centros de procesamiento de pescado que existían en ambas costas
del Estrecho se requería una cantidad enorme y
continuada de sal. El sistema de obtención de sal
empleado a finales de siglo pasado en las salinas
marinas parece proveer una importante cantidad
de materia prima, suficiente para el mantenimiento
de la industria conservera. Más difícil resulta establecer las cantidades de producción de sal empleando el método ígneo y su posible implicación en
el abastecimiento de las industrias salazoneras.
Los modernos ensayos y las tentativas de reconstrucción de briquetages proporcionan interesantes
datos; así, en Samara (Somme, Francia), se ha
observado en una primera tentativa de cocción
que, a partir de 3 recipientes con una capacidad
algo menor al tercio de litro (0’316 l), se obtuvieron 600 grs. de sal, durante un proceso de cocción
que se desarrolló en algo menos de 6 horas110 . En
cualquier caso, parece razonable suponer que una
producción de estas características debía ser suficiente para una demanda menos exigente de materia prima que la precisada por las industrias salazoneras111.
Las características de la sal son fundamentales
para la adecuada consecución del producto final,
sea salazón, es decir, salsamenta o salsa salada112.
Precisamente, en las modernas técnicas de conservación, la naturaleza y características de la sal son
de importancia primordial, ya que algún defecto
produce alteraciones en la calidad del producto113.
Una aproximación a las características granulométricas de la sal utilizada en la Antigüedad sólo
puede realizarse estableciendo comparaciones con
los tradicionales sistemas de sazonado preindustrial. Normalmente, se tendía a evitar una materia
prima de fina granulometría ya que favorecería la
deshidratación superficial del pescado así como
una retracción de tejidos que obstaculiza el proceso natural de ósmosis. Asimismo, el grano grueso
está contraindicado, ya que los cristales salinos
deterioran mecánicamente la carne del pescado.
Por tanto, una sal de tipo “medio” -término laxosería la idónea. Obviamente, estas cuestiones
siempre se refieren al sistema de “salazón en seco”
que es como se llama hoy día a la inmersión de
pescados o carne en sal.
También se emplea el sistema de “salazón en
salmuera”, consistente, como su propio nombre
indica, en la inmersión del pescado a salar en una
solución salina o salmuera (quizá la base de la antigua muria), que presenta diferentes densidades:
Así se habla de “salmuera dulce” (de 15 a 18 o Bé)
o “salmuera fuerte” (de 20 a 24 o Bé). En este sentido, la salmuera presenta como inconveniente un
proceso de salado más lento y menos abundante
que el proceso “en seco”, ya que se atenúa la deshidratación del pescado. El propio Plinio indica, a
propósito de la muria salsamentorum, que es posible obtener sal mediante la cocción de esta salmuera procedente de las salazones (xxxi, 83).
Asimismo, debe controlarse el grado de pureza
de la sal, que debe ser inferior al 1’5 %, ya que el
exceso de calcio y magnesio impuros provoca
endurecimiento; además, el magnesio retarda la
penetración de la sal en los tejidos del pescado y
conferiría un sabor amargo muy poco agradable.
Sin embargo, desconocemos la aplicación de estas
consideraciones al método de salado desarrollado
en la Antigüedad; probablemente se combinaran
ambas técnicas, según el producto final obtenido bien salsa con presencia de vehículo acuoso, bien
salsamenta, es decir, carne de pescado salada-.
En cuanto a la obtención, tratamiento y almacenamiento de la sal, las líneas del debate se centran
en tratar de localizar las estructuras que pudieran
servir a tal fin en las factorías de salazón114, discusión necesaria pero un tanto infructuosa por el
momento, ya que no es posible encontrar ningún
rastro de carácter químico, netamente individualizable, que permita definir claramente tal utilización115.
Respecto a la forma en que se obtendría la sal
que abastece a las industrias de salazón, la lógica
parece apuntar a un aprovisionamiento masivo a
partir de las salinas marinas que, como debió ser
habitual, se encontraban en vecindad con las instalaciones salazoneras. Sin embargo, teniendo en
cuenta esta premisa y los datos sobre briquetages
anteriormente mencionados, la discusión científica
aporta otras probables hipótesis alternativas para
la obtención de sal, como el procedimiento ígneo a
partir del lavado de la arenas -las sablons de los
investigadores franceses-, que bien pudiera realizarse de forma complementaria en estas mismas
123
instalaciones salazoneras. La posible existencia de
estancias destinadas a acelerar la obtención masiva de sal mediante este procedimiento sigue abierta116. A. Hesnard ha llamado la atención sobre la
posible utilización de ciertas estructuras y habitaciones, localizadas en algunas factorías de salazón
(como Cotta y Tahadart) y acondicionadas para el
calor117, con la fabricación de “sal artificial”118. Estas
estancias recibirían los recipientes que contienen
el agua procedente del lavado de la arena de playa
-cargada de sal como consecuencia de la inundación de la marea alta y posteriormente recogida
durante la marea baja-; los recipientes quedaban
instalados en esta suerte de hypocaustum en el
que se acelera el proceso de evaporación y, por
tanto, de saturación salina. De este modo, la sal
obtenida era almacenada en esta misma estancia o
en otras habitaciones de las inmediaciones, convenientemente protegida de los efectos atmosféricos.
El propio autor reconoce, no obstante, la ausencia
de los recipientes cerámicos que hubieran servido
a este propósito entre los restos cerámicos habitualmente encontrados en las cetaria; este inconveniente parece subsanarse aludiendo a la existencia
de unos posibles contenedores de plomo, que muy
probablemente pudieron ser posteriormente fundidos y reutilizados119.
Un procedimiento de este tipo pudiera parecer
un tanto innecesario si tenemos en cuenta la coincidencia de la época de mayor pesca -paso de atunes y otras especies migradoras- con la época de
mayor insolación, en un clima muy favorable a la
desecación de grandes marismas y por tanto a la
obtención de sal procedente de las salinas. Sin
embargo, no es posible descartar este sistema
complementario de abastecimiento, quizá en
124
momentos en los que el clima no se muestra tan
bonancible. En este sentido, conviene abrir una
línea de investigación en la que se analicen las
estructuras con ciertos acondicionamientos técnicos que suelen aparecen en las industrias salazoneras.
Por otra parte, añadiendo aún más perspectivas
de discusión a este interesante asunto, tampoco
podemos rebatir claramente la discutida idea120,
que apunta a una interpretación de estas habitaciones como lugares de calentamiento de una salsa de
pescado para su posterior envasado. Las fuentes
textuales -aunque tardías-, parecen mostrar la existencia de una aceleración del proceso de fabricación de una salsa mediante la aplicación de calentamiento artificial (Geopónicas, xx, 46). Este procedimiento no es, en modo alguno, ajeno al proceso
de conservación ya que, aunque con naturaleza
muy distinta, debe recordarse que el método
Appert de conservación de alimentos (1810) se
basa en el calentamiento previo al envasado, si
bien la calidad de dicho envasado (hermetismo)
permite obtener mejores resultados de conservación.
En cualquier caso, no son pocos los investigadores que apuntan a una indisoluble unión entre
factorías y salinas, otorgando la primacía a las
segundas, ya que al parecer el desarrollo de las instalaciones industriales correspondería a las posibilidades que las salinas costeras dispensaban en el
entorno del Estrecho, especialmente en la costa
norteafricana. Sólo nuevos datos aportados por la
investigación arqueológica y la analítica ampliarán
nuestras perspectivas en torno a estos vidriosos
asuntos, sobre los que merece la pena volver con
mayor profundidad en próximos trabajos
NOTAS
1
Investigador Dpto. de Prehistoria y Arqueología de la UAM.
15
P.LASZLO, 2001: Los caminos..., p. 160.
2
J. MANGAS y M.R. HERNANDO: 1990/1: "La sal y las relaciones intercomunitarias en la P. Ibérica durante la
Antigüedad". Memorias de Historia Antigua, 11-12, p. 220.
16
3
Con ánimo de evitar reiteraciones, las Fuentes clásicas
aquí recogidas se refieren a las siguientes obras y autores:
Apicio: De re coquinaria; Aristóteles: Oeconomia; Aulo
Gelio: Noctes Attica; Caton: De Agricultura; Cicerón:
Imp.Cn. Pomp. y De Amicitia; Columela: De re rustica;
Dioscórides: De materia medica; Estrabón: Geographia;
Heródoto: Historia; Isidoro de Sevilla: Etymologiarum;
Paladio: Opus agriculturae ; Plinio: Naturalis Historia,
espec. libro xxxi dedicado a la Sal (Moinier, 1985);
Plutarco: Symposion; Rutilius Namatianus: De redito suo;
Salustio: Bellum Iugurthinum; Símaco: Epistolae; Tácito:
Annales; Tito Livio: Ab urbe condita; Varrón: Rerum rusti carum; Vegecio: De Mulomed. y Ars Veterinaria; Vitruvio:
De architectura. Un elenco de fuentes en torno a la sal
puede recogerse en el artículo “Sal” de M. Besnier, incluido en Daremberg y Saglio (1969): Diction. des antiquités
grècques et romaines. p. 1009 y ss.
P. PÉTREQUIN et alii, 2000: "Cuire la pierre et cuire le sel
en Nouvelle-Guinée : des techniques actuelles de régulation sociale". <Arts de feu et productions artisanales> XX
Rencontres Int. d’Archéol. Et d’Hist. d’Antibes; pp. 545564.
17
G. DELIBES, 1993: "Sal y jefaturas: una reflexión sobre el
yacimiento del Bronce Antiguo de Santioste, en Villafáfila
(Zamora)". Brigecio, 3, pp. 33-46.
18
Cuestión estudiada en M. L. Powell (1988): Status and
health in Prehistory. A case study of the Moundville
Chiefdome (Smithsonian series). Washington; pág. 51.
19
O. WELLER, 2000: "Produire du sel par le feu: techniques
et enjeux socio-économiques dans le Néolithique européen". Arts de feu et productions artisanales XX Rencontres
Int. D’Archéol. Et d’Hist. d’Antibes; espec. pp. 579 ss.
20
J.E. LATHAM, 1982: The religious symbolism of salt, Paris.
21
También en el mundo griego existen ciertos ritos o conjuros recitados cuando se muele la sal, como se deduce de
la lectura de los textos de magia en papiros griegos (ver
Luck, 1995, Arcana Mundi. Magia y ciencias ocultas en el
Mundo Griego y Romano. Madrid. p. 142).
22
Esta conexión Hércules-Sal, también parece testimoniarse
en el homólogo fenicio del dios: Melqart, cuyo santuario
cercano al lago salado de Larnaca (Chipre) parece relacionar al dios y su santuario con la salina (Manfredi, 1992,
“Le saline e il sale nel mondo punico”. Revista Studi
Fenici, 20-1. pp. 3-14. Roma). Sobre la importancia del
templo del Melqart en la estructura económica del área
gaditana véase Niveau, 1998 “El Sur de la Península y el
Norte de África durante los SS. IV y III aC”. En Cunchillos,
J-L. et alii (Eds.): Actas del Congreso <El Mediterráneo en
la Antigüedad: Oriente y Occidente>. (Sapanu.
Publicaciones en Internet II).; Pto. IV. Sobre una inscripción a Herculis Salarii ver C.I.L., ix, 3961.
23
M. TORELLI, 1993: "Gli aromi e il sale. Afrodite ed Eracle
nell’emporia arcaica dell’Italia", en A. MASTROCINQUE
(ed.), Ercole in Occidente, Trento, p. 107.
24
Estas páginas hacen especial hincapié en el Mundo
Clásico, dejando al margen los diferentes términos utilizados en periodos anteriores. Los datos para Egipto,
Summer y Akkad pueden encontrarse en Forbes, 1965:
Studies in ancient technology (Espec. Vol. III). Leiden,
Tabla XVII, p. 166. Para la sal en época romana ver también Chevallier, 1991 “Réflexions sur le sel dans l’historie
romaine: un produit de première nécessité insaisissable”.
Gerión, Anejos III. Alimenta (Homenaje a M. Ponsich); pp.
53-60. Madrid
25
En realidad la primera mención de Plinio es Sal omnis aut
fit aut gignitur, es decir, “Toda sal sea hecha o sea engendrada (por la naturaleza)…” (xxxi, 73).
26
La utilización de bloques de sal como material edilicio no
debe ser menospreciada. Hoy en día en las salinas de
Uyuni (Bolivia) existe un pequeño hotel cuya principal virtud como atracción turística reside en su peculiar construcción fundamentada en bloques de salitre.
27
N. MORÈRE, 2001: "La sal según la Geografía...", p. 521 y
n. 12.
28
J. F. JORDÁN, 1977: "Las salinas de Madax... ", pp. 7-32.
4
N. MORÈRE, 2001: "La sal según la Geografía de Estrabón.
Un mapa de la sal y algunas aportaciones". En L.
HERNÁNDEZ et alii, Actas I Congr. Intern. de Hª Antigua
<La P. Ibérica hace 2000 años>, pp. 523-524, Valladolid.
5
J. MARTÍNEZ MAGANTO, 1992: "Las salazones romanas.
Aportes historiográficos de interés en Arqueozoología".
Archaeofauna, 1, pp. 73-81.
6
L. LAGÓSTENA, 2001: La producción de salsas y conser vas de pescado en la Hispania Romana (II aC-VI dC)
<Col·lecció Instrumenta, nº 11>, Barcelona.
7
P. FERNÁNDEZ URIEL, 1997: "La sal en el termalismo antiguo". Actas I Congreso Peninsular de termalismo antiguo,
Madrid, pp. 247 ss.
8
J. MANGAS y M.R. HERNANDO, 1990/1: "La sal y las relaciones...", p. 220.
9
T. SAILE, 2002: "Le commerce du sel dans l’Europe centrale préhistorique". En O. WELLER (ed), 2002:
Archéologie du sel. Techniques et sociétés dans la Pré- et
Protohistoire européen. Westfallen, pp. 223-231.
10
“L'économie de littoral de la Narbonnaise à l'époque antique: Le commerce du sel et les pêcheries”. R. St. Liguri,
25, 1-2; pp. 87-110; Bordighera. Referidos principalmente a la Península Ibérica, pueden encontrarse numerosos
trabajos sobre la explotación de la sal en época medieval
y moderna en J.F. JORDÁN, 1997: "Las salinas de Madax
en Cancarix (Hellín, Albacete)". Al-Basit, 41, pp. 7-32, n.
2.; F. BENOÎT, 1959:
11
J. DUFOULON, J. 1973: Le commerce et les routes du sel
sur le litoral de Narbonnaise et d’Espagne
Méditerranéenne, sous l’Empire Romain. Montepellier.
12
P. LASZLO, 2001: Los caminos de la Sal. Madrid, p. 21.
13
A. GIOVANNINI, 1985: “Le sel et la fortune de Rome”.
Athenaeum, 63; pp. 373-387, Pavia.
14
B. MOINIER, 1985: "Lecture moderne de Pline l’Ancien.
Commnunication sur la production et la consommation
de
sel
de
mer
dans
le
bassin
méditerranéen”.<L’explotation de la mer>. Veme Rencontres Int.
d’Archéologie et d’Histoire. Antibes (1984). pp. 73-105.
Antibes.
125
29
Conviene mencionar que el meritorio trabajo enciclopédico de Plinio sobre la sal debió fundamentarse en la obra
de Teofrasto: Sobre la sal, el nitro y el alumbre, a caballo
entre los SS. IV-III aC.
30
Los yacimientos mencionados quedan recogidos en los
trabajos de D. Monah (p. 135 y ss.) y D. Morin (p. 153 y
ss) respectivamente, ambos incluidos en Weller, 2002;
asimismo, para esta cronología puede consultarse el propio artículo ya citado de O. Weller (2002, 163 y ss.).
31
O. WELLER, 2000: "Produire du sel par le feu…".
32
J.L. ESCACENA y M. RODRÍGUEZ, 1986: "Sobre la prehistoria de las marismas del Guadalquivir. Una salina prehistórica en Cañada de la Barca (Puebla del Río, Sevilla)".
Revista de Arqueología, 89, pp.15-24. J. L. ESCACENA y
M. RODRÍGUEZ, 1988: "La marismilla ¿Una salina neolítica
en el bajo Guadalquivir?". Revista de Arqueología, 89,
pp.15-24. J.L. ESCACENA et alii, 1995: "La Marismilla. Una
salina prehistórica en el S. de España". Actas II C.Int.<El
estrecho de Gibraltar>, Ceuta, 1990, Madrid, pp.279-307.
J. L. ESCACENA et alii, 1996: Guadalquivir salobre.
Elaboración prehistórica de sal marina en las antiguas
bocas del río. Sevilla, pp. 296 ss.
33
34
N. N. TASIC, 2002: "Salt trade in the neolithic of southeast
europe". En O. WELLER (ed), 2002: Archéologie du sel...
pp. 147-152.
Sobre estos yacimientos ver respectivamente J-F. Chopin
(p. 189 y ss); y M. Pasquinucci y S. Menchelli (p. 177 y ss)
, incluidos en O. Weller, 2002.
43
K. RIEHM, 1961: "Prehistoric Salt-Boiling". Antiquity, 35
(139), p. 191; P. PÉTREQUIN et alii, 2000: "Cuire la pierre
et cuire le sel en Nouvelle-Guinée : des techniques actuelles de régulation sociale". <Arts de feu et productions arti sanales> XX Rencontres Int. d’Archéol. Et d’Hist.
d’Antibes, Antibes, pp. 545-564.
44
L. I. MANFREDI, 1992: "Le saline e il sale...", pp. 3 ss.
45
J. VILA VALENTI, 1954: "Notas sobre la antigua producción y comercio de Sal en el Mediterráneo Occidental". I
Cong. Arq. Marruecos Esp, Tetuán, pp. 225-234. De forma
más reciente vid. P. FERNÁNDEZ URIEL, 1992: "Algunas
consideraciones sobre la miel y la sal en el extremo del
Mediterráneo occidental". <Lixus>, Coll. École Fran. de
Rome, 166, p. 333 y P. FERNÁNDEZ URIEL, 2000: "La
industria de la sal". Actas del IV Congreso Internacional de
Estudios Fenicios y Púnicos (Vol. I), Cádiz, p. 347.
46
J. TORREJÓN, 1997: "Las salinas de la bahía de Cádiz.
Una aproximación a su historia económica". En A. MALPICA y J. A. GONZÁLEZ (eds.): La sal: del gusto alimentario
al arrendamiento de salina. Granada, pp. 169-191.
47
V. GUERRERO, 1987: La colonia de Sant Jordi. Estudis
d’Arqueología i epigrafía. Mallorca.
48
F. BENOÎT, 1961: "Les abbayes du sel. L’héritage du delta
au Moyen-Age". Delta, 3, pp. 17-32.
49
L. I. MANFREDI, 1992: "Le saline e il sale...", p. 11.
50
J. C. EDMONDSON, 1987: Two industries in roman
Lusitania. Mining and garum production. (B.A.R.
Int.Ser.,362), pp. 100-199 y 273-279; J. C. EDMONDSON,
1990: "Le Garum en Lusitanie urbaine et rurale: hiérarchies de demande et de production". En Les Villes de
Lusitanie romain, Paris, pp.123-147; F. GRAÇA y J. M. C.
RAPOSO (coords.), 1991: Ocupaçao romana dos estuários
do Tejo e do Sado (Seixal, 1991), Lisboa, pp. 343-371.
35
G. DELIBES, 1993: "Sal y jefaturas..."; G. DELIBES et alii,
1998: "Santioste una factoría salinera de los inicios de la
Edad del Bronce en Otero de Sariegos (Zamora)". En G.
DELIBES (ed.), Minerales y metales en la Prehistoria
reciente <Studia Archaeologica, 88>, Valladolid, pp. 155198.
36
H. SCHUBART, 1986: "Hallazgos fenicios y del Bronce
Final en la desembocadura del río Guadiaro (Cádiz)". A.
Arq. Andalucía, II, pp. 200-227.
51
C. ALONSO, VILLALOBOS et alii, 2003: "Las salinas de la
Bahía de Cádiz durante la Antigüedad: Visión geoarqueológica de un problema histórico". SPAL, 12. pp. 317-332.
37
M.U. JONES, 1977: "Prehistoric salt equipment from a pit
at Mucking, Essex". The Antiquaries Journal, 57-II, pp.
317-319.
52
CASTRO CARRERA, J. C. (e.p.): “La salina romana de Vigo”.
Actas Congreso Int. Cetariae 2005 (Cádiz, 2005). Cádiz.
53
38
W. JORNS, 1962: "L’industrie du sel aux sources de Bad
Nauheim". Ogam, 79 (14), pp. 237- 246; M. Y. DAIRE
(dir.), 2003: Le sel des gaulois. Paris, pp. 17 ss; CH.
PERRICHET-THOMAS, 1986: "Les sites à sel en Aunis et
Saintonge. Présentation et Problématique". Revue
Aquitania, Suppl.1¸ pp. 167-171.
CASTRO CARRERA, J. C. (1992-93): “Intervención arqueológica no xacemento romano de <O Fiunchal> (Alcabre,
Vigo)”. Castrelos, 5-6; pp. 71-83. Vigo; IGLESIAS, J.M.
(e.p.). “Actividad pesquera y cetariae en el Cantábrico
Oriental en época imperial romana. Actas Congreso Int.
Cetariae 2005 (Cádiz, 2005). Cádiz.
54
39
Trabajos de J-D. Laffite (p. 197 y ss) y M. Hees (209 y ss),
incluidos en O. Weller, 2002.
40
R. J. FORBES, 1965: Studies..., p. 169.
41
Sobre la producción y comercialización de sal en la zona
N.O. de Europa durante la Edad del Hierro y época romana ver HOCQUET, 1994, “Production et commerce du sel
à l’Age du fer et à l’époque romaine dans l’Europe du
Nord-Ouest”. Revue du Nord-Archéologie, 308; pp. 9-20
con abundantes referencias bibliográficas. F. E. BARTH,
1982: "Prehistoric saltmining at Hallstatt". Institute
Archaeological Bulletin, 19¸ pp. 31- 43.
C. FERNÁNDEZ OCHOA y J. MARTÍNEZ MAGANTO, 1997:
"Las industrias de salazón en el N y NO de la Península
Ibérica en época romana. Nuevas aportaciones". Archivo
Español de. Arqueología, 67, pp. 115-134; IGLESIAS, J. M.
(e.p.). “Actividad pesquera y cetariae en el Cantábrico
Oriental en época imperial romana. Actas Congreso Int.
Cetariae 2005 (Cádiz, 2005). Cádiz.
55
M. PROVOST, 1993: Le Val de Loire dans l’Antiquité (52e
Suppl. à < Gallia>). Paris, p. 92.
56
B. TEXIER, 1990: "Les fours à sel protohistoriques du site
de l’Eglise à Esnades (Charente-Maritime) dans leur contexte géographique et archéologique". Aquitania, 8, fig. 1.
57
K. RIHEM, 1961: "Prehistoric Salt..."; R. BRADLEY, 1992:
"Roman salt production in Chichester Harbour: Rescue
excavations at Chidham, West Sussex". Britannia, 23. pp.
27-44.
58
L. LAGÓSTENA, 2001: La producción de salsas...
59
L. I. MANFREDI, 1992: "Le saline e il sale...", p. 8.
42
M. L. CERDEÑO y PÉREZ, J.L. (1992): "La explotación de
la sal en época celtibérica en la región de Sigüenza
(España)". Actes du colloque international du sel (Salies
de Béarn); J. ARENAS y J. MARTÍNEZ, 1999: "La explotación de la sal durante la Edad del Hierro en el Sistema
Ibérico". IV Symposium sobre Celtíberos. Economía,
Zaragoza, p. 212.
126
60
El vocablo es válido para los pescados y carnes salados.
Obviamente las cetaria están dedicadas al procesamiento
del pescado, pero esto no quiere decir que a su vez, no
hayan podido utilizarse para el salado de carnes. J.
MARTÍNEZ MAGANTO, 1992: "Las salazones romanas...; E.
GARCÍA VARGAS y E.
FERRER ALBELDA, 2001:
"Salsamenta y liquamina malacitanos en época imperial
romana. Notas para un estudio histórico y arqueológico".
En F. WULFF ALONSO, G. CRUZ ANDREOTTI,
y C.
MARTÍNEZ MAZA (eds.), II Congreso Internacional de
Historia de Málaga. Comercio y Comerciantes en la
Historia Antigua de Málaga (siglos VIII a. C. — año 711 d.
C.), Málaga, ; pp. 573-594.
61
J. MARTINEZ MAGANTO, 1992: "Los sistemas de pesca en
la Antigüedad y su implicación económica en el abastecimiento de las industrias de salazón". Cuad. Prehist. y Arq.
U.A.M., pp. 219-244.
62
J. VILA VALENTI, 1954: "Notas sobre la antigua..."; P.
FERNÁNDEZ URIEL, 2000: "La industria...", p. 347.
63
J. DUFOULON, 1973: Le commerce et les routes…, pp. 22
ss.
64
No es improbable que restos de materiales, que podrían
haber formado parte de las obras de acondicionamiento
de antiguas salinas, hayan sido recientemente puestos de
relieve en Cádiz, donde aparecen estructuras formadas
por materiales diversos entre los que adquieren especial
relieve los contenedores anfóricos utilizados con fines
constructivos (Alonso, 2003, 327 y Foto 5).
65
F. BENOÎT, 1959: "L'économie de littoral de la
Narbonnaise à l'époque antique: Le commerce du sel et
les pêcheries". R. St. Liguri, 25,1-2; p. 97.
66
F. BENOÎT, 1961: "Les abbayes du sel…", p. 25.
67
Sería demasiado prolijo, en estas páginas, comparar los
datos conocidos en la Antigüedad con las modernas
industrias salinas. Una simple idea de la mejora en las
posibilidades de extracción que ofrecen los modernos
métodos, es el cálculo efectuado en Sta. Pola, donde de
las 7000 Tm producidas a principios de siglo, se pasó a
120.000 en el año 2000, según se recoge en CUERVOARANGO, M. (2000): Bras del port. Salinas marítimas
1900-2000. La información técnica más actualizada
podrá encontrarse en la intervención de M. Cuervo-Arango
en estas mismas Actas, -Agradezco sus amenas explicaciones sobre la moderna producción de sal.
68
C. ALONSO VILLALOBOS et alii, 2003: "Las salinas de la
Bahía de Cádiz...", p. 322 y fig. 1.
69
M.Y. DAIRE (dir.), 2003: Le sel…
70
J.F. JORDÁN, 1977: "Las salinas de Madax... "
71
R. CHEVALLIER, 1992: "Les eaux thermales et les cultes
des eaux". (Actes du colloque, Sept. 1990, Aix-les-Bains),
Tours.
72
P. FERNÁNDEZ URIEL, 1997: "La sal en el termalismo..."
73
G. GIMARD, 1992: "Les sources salées thermales de la
Tarentaise depuis les temps anciens". En R. CHEVALIER,
Les eaux thermales et les cultes des eaux. (Actes du colloque, Sept. 1990, Aix-les-Bains), Tours, pp. 207-216; A.
RIPARBELLI, 1992: "Sorgenti salate e miniere di sale" En R.
CHEVALLIER, Les eaux thermales et les cultes des eaux.
(Actes du colloque, Sept. 1990, Aix-les-Bains), Tours, pp.
349-377.
74
A. HESNARD, 1998: "Le sel des plages". M.E.F.R.A., 110-1,
pp. 182 ss
75
B. EDEINE, 1970: "La technique de fabrication du sel
marin dans les sauneries protohistoriques". Annales de
Bretagne, 77, pp. 95-133.
76
N. ROUZEAU et alii, 2002: "Sauneries et briquetages. Essai
sur la productivité des établissements gaulois du CentreOuest atlantique d’après l’étude du gisement de Nalliers
(Vendée)”. En O. Weller, 2002; pp. 99-124.
77
Un trabajo sobre la tradición salinera en esta zona, desde
una perspectiva moderna, puede encontrarse en
Lemonnier, P (1980): Les salines de l’Ouest. Lille.
78
El término se atribuye a R. de la Sauvagère, en su obra
Recherches sur la nature et l’étendu d’un ancien ouvrage
des Romains appelé communément briquetage de Marsal
(París, 1740). Una breve historiografía sobre estos hallazgos puede encontrarse en N. ROUZEAU et alii, 2002:
"Sauneries et briquetages. Essai sur la productivité des
établissements gaulois du Centre-Ouest atlantique d’après
l’étudejord du gisement de Nalliers (Vendée)". En O.
WELLER (ed), 2002: Archéologie du sel..., pp. 99-124. P.
L. GOULETQUER, 1970: Les briquetages armoricains.
Technologie protohistorique du sel en Armorique. Tesis
Univ. Rennes; P. L. GOULETQUER y D. KLEINMANN, 1972:
"Les salines historiques et protohistoriques des côtes occidentales de l’Europe". 97e Congrés national des sociétés
savantes, Nantes, pp. 17-49; J. BERTAUX, 1981: "Le briquetage de la Seille, Moselle". Actes de colloque de l’asso ciation interuniversitaire du l’est, Nancy, pp. 523-527; CH.
PERRICHET-THOMAS, 1986: "Les sites à sel…". De forma
muy reciente y con carácter global M.Y. DAIRE (dir.),
2003: Le sel…
79
Sería imposible resumir en un trabajo de estas características todos los avances que se han producido en este
campo de la investigación Pueden encontrarse excelentes
resúmenes sobre el trabajo en diversos yacimientos franceses en http://www.chez.com/rouzeau/sel-web/seminaire/intro/resumes.htm; asimismo, muy actualizado puede
consultarse Weller, 2002.
80
G. DELIBES, 1993: "Sal y jefaturas..."; F. LEMAIRE, 2002:
"L’atelier de saunage augustéen du site de Conchil-le
Temple <Fon de la Commanderie> (Pas-de-Calais)". En O.
WELLER (ed.), 2002: Archéologie du sel..., p. 56.
81
F. LEMAIRE, 2002: "L’atelier de saunage…"
82
Esta acumulación de materiales suele ser habitual en yacimientos que emplean técnicas similares y que se encuentran a enormes distancias espaciales o incluso temporales: Vid. Y. KONDO, 1975: "The salt industry in ancient
japan". En K.W. DE BRISAY y A. EVANS, (eds.): Salt the
study of an ancient industry. (Colchester Archaeological
Group) . Colchester, pp. 61-65; M.U. JONES, 1977:
"Prehistoric salt equipment..."; J. L. ESCACENA y M.
RODRÍGUEZ, 1986: "Sobre la prehistoria...", p. 239; J. L.
ESCACENA et alii, 1995: "La Marismilla...", p. 302; G. DELIBES et alii, 1998: "Santioste una factoría...", p. 176.
83
C. CHAIDRON, 2002: "Essai de reconstitution d’un fourneau à sel protohistorique au parc de Samara (Somme,
France)". En O. WELLER (ed.), 2002: Archéologie du sel...,
pp. 217-221.
84
C. ALONSO VILLALOBOS et alii, 2003: "Las salinas de la
Bahía de Cádiz..."; L. SUÁREZ, 2001: "Sobre las arquitecturas
salineras de la Bahía de Cádiz." Boletín Instituto Andaluz de
Patrimonio Histórico, 35 <El parque natural de la bahía de
Cádiz>. Sevilla. Ambos trabajos pueden consultarse a través
de la dirección web de la Junta de Andalucía
en
http://www.juntadeandalucia.es/cultura/iaph/infopha/05t
extose/boletin35/boletin35.html; Un novedoso proyecto
de estudio y conservación de salinas a escala internacio-
127
nal, puede seguirse en http://www.insula.org/saltroute/
index.html.
85
Un “estado de la cuestión” muy ilustrativo, aunque ya anticuado sobre la disputa del posible carácter monopolístico
de la propiedad de las salinas por parte del Estado, puede
encontrarse en Dufoulon, 1973, 247 y ss. El autor recoge testimonios de la bibliografía de finales del S. XIX.
sobre este tema y sobre el “imperialismo cartaginés” (al
respecto, Traina, 1992, “Sale e saline nel mediterraneo
antico”. Parola del passato, 266; pp. 363-378. Napoli).
86
L. I. MANFREDI, 1992: "Le saline e il sale...", pp. 4 ss.
87
R. ÉTIENNE, 1970: "A propos du <Garum Sociorum>".
Latomus, 29, p. 306.
88
E. GARCÍA VARGAS, 2001: "Pesca, sal y salazones en las
ciudades fenicio-púnicas del Sur de Iberia". En J.
FERNÁNDEZ y B. COSTA (eds.): De la Mar y de la Tierra.
Producciones y productos fenicio-púnicos. XV jornadas de
Arqueología Fenicio-Púnica (Eivissa, 2000), Ibiza, p. 21.
89
J. C. HOCQUET, 1985: "Technologie du marais salant et
travail du saunier dans la lagune de Venice au Moyen Age".
En M. GALLEY y L. LADJIM.(eds.): l’Homme méditerranéen
et la mer (Actes III Congrès Int. d’Études des cultures de
la Méditerranée occidental ; Jerba, Avril, 1981), Tunis, pp.
201 ss y n. 4.
90
A. FRANCO, 1997: "Las salinas de la Isla de León a fines
de la Edad Media". En MALPICA y GONZÁLEZ. (eds.): La
sal: del gusto alimentario.... pp. 143-153, Granada, pp.
147 ss.
91
E. WILL, 1962: "Le sel des Morins et des Ménapiens".
Hommages à Albert Grénier Vol.III (Latomus); pp.16491657.
92
L. I. MANFREDI, 1992: "Le saline e il sale...", p. 7; G. TRAINA, 1992: "Sale e saline...", p. 372.
93
F. BENOÎT, 1961: "Les abbayes du sel…", p. 27.
94
Dato verbal ofrecido por D. Miguel Cuervo.
95
M. TORELLI, 1993: "Gli aromi e il sale...", p. 106 y n. 68.
96
B. MOINIER, 1985: "Lecture moderne de Pline…"
97
J. DUFOULON, 1973: Le commerce et les routes…, p.
173.
98
R. BRADLEY, 1992: "Roman salt production...", p. 43 y n.
30.
99
R. J. FORBES, 1965: Studies..., p. 174.
100
J. J. DE JÁUREGUI, 1954: "Sobre unas posibles medidas
de sal púnicas encontradas en exploración submarina en
San Pedro del Pinatar". I Cong. Arq. Marruecos Esp,
Tetuán, pp. 277-281.
101
J. F. JORDÁN, 1977: "Las salinas de Madax... ", p. 13.
102
J. C. HOCQUET, 1985: "Technologie du marais…", p. 208.
Estas cuestiones han sido tratadas por el autor de forma
más reciente en “Homes et paisages du sel, une aventure millénaire (Actas Sud, Arles; 2001) Asimismo sobre la
cuestión de las salinas venecianas ver “Le saline du
Veneziani e la crisi al tramonto del Medioero (Te Velero,
Roma; 2003).
103
Edictum Diocletiani
GIACCHERO,
M.(1974):
Collegiarum de pretiis rerum venalitum. Genova.
106
Más información sobre esta tasa y sus variantes a través
de documentación epigráfica puede localizarse en DE
CENIVAL, 1983, “Nouvelles sources démotiques concernant le recensement et la taxe sur le sel à l’époque ptolémaique”. En Egypt and the Hellenistic World. pp. 31 a 41.
Leuven.
107
R. J. FORBES, 1965: Studies..., p. 179; R. ÉTIENNE, 1970:
"A propos du…", p. 304.
108
A. GIOVANNINI, 1985: "Le sel et la fortune de Rome".
Athenaeum, 63, p. 380.
109
J. DUFOULON, 1973: Le commerce et les routes…, p. 247 ss.
110
C. CHAIDRON, 2002: "Essai de reconstitution…", pp. 219
ss.
111
Es necesario extrapolar cálculos matemáticos para llegar
a conclusiones satisfactorias al respecto; el número de
moldes por parrilla de cocción es fácilmente calculable,
sin embargo, resulta mucho más difícil dilucidar el número y extensión máxima de este tipo de estructuras, datos
que varían ostensiblemente en función de los nuevos
hallazgos arqueológicos en determinadas regiones. La
arqueología experimental arroja algunos resultados: en el
sur de la Vendée debía producirse anualmente sal para
abastecer a 1.500.000 personas a razón de 10 Kg. de sal
por cabeza (ROUZEAU, 2002), datos que, aunque acogidos con la adecuada precaución, no dejan de ser sorprendentes, lo que invita a reconsiderar la última afirmación
del texto.
112
J. MARTÍNEZ MAGANTO, 1992: "Las salazones romanas...";
E. GARCÍA VARGAS y E. FERRER ALBELDA, 2001:
"Salsamenta y liquamina..."
113
Los comentarios siguientes se elaboran a partir del Curso
de Conservación del Pescado, elaborado por el FOREM
(Fundación para la Formación y el Empleo, de Cantabria).
Debo agradecer las precisiones sobre diversos aspectos
modernos de conservación y salazón de pescado a D.
Jesús Villar Rodríguez, profesor de técnicas conserveras
de Cantabria.
114
E. GARCÍA VARGAS y E. FERRER ALBELDA, 2001: "Las
salazones de pescado de la Gadir púnica. Estructuras de
producción" Laverma, 12, pp. 26.
115
Obviamente, la proximidad al mar o a la zona de marismas en que se suelen instalar las industrias del procesamiento del pescado no son precisamente los lugares más
idóneos para individualizar trazas de sal. La brisa marina
deposita constantemente sal por todas partes, lo que
impide una identificación química concreta. Sobre la
arqueometría en relación a la sal durante la antigüedad
ver ALONSO y JIMÉNEZ, e.p.: “Geoarqueología y arqueometría de la sal en época antigua”. En Cong. Int. Cetariae
2005. Cádiz.
116
J. C. CARRERA et alii, 2000: "La pesca, la sal y el comercio en el círculo del estrecho". Gerion, 18, p. 60.
117
Estructuras similares se documentan en numerosos centros salazoneros (HERNÁNDEZ GARCÍA, 2002, “La factoría
de salazones de C/ Cassola - Paseo de la Constitución
(Águilas, Murcia)”. Memorias de Arqueología, 11; pp. 339358. Murcia).
118
A. HESNARD, 1998: "Le sel…", pp. 184 ss.
et
104
C. NICOLET, 1979: "Deux remarques sur l’organisation
des societés des publicains à la fin de la republique
romaine". En Points du vue sur la fiscalité antique, Paris.
119
Curiosamente puede aducirse un paralelo en la utilización
de recipientes de plomo, quizá relacionados con la destilación salina, en Jorns, 1962, 246.
105
L. I. MANFREDI, 1992: "Le saline e il sale...", p. 4.
120
J. C. CARRERA et alii, 2000: "La pesca, la sal...", p. 60.
128