Publicación semestral. ISSN 1409-2522
Volumen 75 - Número 2
Enero - Junio 2016
Proyecto El Gesto: crear una lectura
Hayde Lachino
Nonis Prado
Rosario Romero
Esta obra está bajo una licencia Creative Commons
Reconocimiento- No comercial-Sin Obra Derivada
Artículos
Proyecto El Gesto: crear una lectura
Hayde Lachino1
Investigadora independiente. México.
hlachino@yahoo.com
Nonis Prado2
Investigadora independiente. México.
nonisprado@gmail.com
Rosario Romero3
Investigadora independiente. México.
m.rosario.romero.moreno@gmail.com
Recibido: 16 de enero del 2016 Aprobado:18 de febrero de 2016
Resumen
El proyecto El Gesto surgió como una pregunta sobre las posibles signiicaciones que puede tener un
gesto cotidiano cuando es llevado a un estado de representación. De muchas maneras, esta pieza se
inspira en las investigaciones estéticas realizadas por Marcel Duchamp, las cuales nos colocan ante la
problemática del lenguaje que conlleva, de forma necesaria, a relexionar sobre la escritura coreográica-musical y la lectura como acto creativo.
Investigadora, productora, coreógrafa y videoartista interesada por la escritura coreográica en diversas plataformas. Sus líneas de trabajo se enfocan a arte y tecnología y cultura y movimientos sociales.
2
Compositora, interesada primordialmente en la composición de música para cine, TV, teatro y medios
audiovisuales. Indaga en una gran diversidad de géneros musicales que abarcan desde lo popular hasta
paisajes sonoros abstractos y música atonal.
3
Artista interdisciplinaria interesada en la investigación escénica y la producción artística a partir del
cuerpo y el movimiento, particularmente en la intersección entre la danza y los medios audiovisuales
con un enfoque musical.
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El Gesto es una pieza que se sitúa en una relación de tensión, por un lado, frente al campo de la danza
en México, a sus modos de producción y a las estéticas validadas; y por otro, frente a la fecunda experimentación musical y sonora que existe en el país. Este posicionamiento posee implicaciones tanto a
nivel lingüístico como corporal.
Palabras clave: gesto, gestualidad, horizontalidad, danza posmoderna, autoría, cuerpo, danza, artes sonoras.
Abstract
Proyecto El Gesto (he Gesture Proyect) was born as a questioning about the many possible meanings
that a daily gesture can have when it is taken to a state of performance. On many ways, this piece is inspired by Marcel Duchamp’s aesthetic investigations which puts us infront of the problematics into which
language leads us, necesarly, to relect on coreographic-musical writng ant writing as a creative act.
Proyecto El Gesto is a piece which is situated in a tense relationship, on one side, Mexico’s dance ield, its
modes of production and validated aesthetics; on the other side, the fertile musical and sound experimentation that exists in the country. Said relationship has implications in both levels linguistic and corporal.
Keywords: gesture, gestures, horizontality, postmodern dance, authorship , body, dance, sound arts.
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“No es un lector lo que he construido (ni
vosotros ni yo), sino la lectura”.
Escribir la lectura, Roland Barthes
(2013).
Un proyecto en situación. Liberar la
escritura
El proyecto El Gesto4 surgió como una pregunta sobre el signiicado que puede tener un
gesto en diversas situaciones y experiencias,
lo cual dio paso a una investigación transdisciplinaria5 para analizar cómo se entiende
y aborda el gesto desde la especiicidad de
la música, la danza y el performance. Dicho
cuestionamiento resultó en un intento por
encontrar diversas representaciones y signiicados, en las que el cuerpo, por su propia
disposición, consciente o inconsciente, va a
orientar la posible lectura inal del gesto, incluso en aquellos que se supone repetimos
de manera “idéntica”. Como reiere Hubert
Godard: “[…] una misma forma gestual [...]
se puede cargar de distintas signiicaciones
según la calidad del premovimiento, que sufre grandes variaciones mientras perdura la
forma” (Godard, 2013, p.337), lo cual tiene
una importancia central en las artes escénicas que normalmente buscan repetir de manera casi idéntica cada representación.
Esta condición propia del gesto, como un
signo que sufre ligeras mutaciones en la signiicación cada vez que se articula, implica
un problema de lenguaje que ya Searle abordó en su texto Actos del habla (1994), para
referirse a los problemas de la interpretación
de aquello que se dice, al airmar que “[…] la
exactitud [de un concepto] es relativa a un
propósito” (Searle, 1994, p.19). Aquí, es posible extender dicha relexión a la gestualidad en escena y, por tanto, ¿de qué exactitud
hablamos? y ¿cuáles son los propósitos que
subyacen en la pieza El Gesto?
Al ubicar la pesquisa realizada como un
asunto del lenguaje, permitió abordar nuestra investigación desde múltiples enfoques.
Uno de ellos sería el campo de la performatividad, el cual concentra la importancia de
la pieza artística en generar experiencias que
son detonadas a partir de la acción articulada desde el cuerpo. Otro enfoque sería el del
arte sonoro en el sentido de explorar nuevas
formas de generar sonido desde el cuerpo y
el espacio. De esta forma, si se considera que
En adelante se menciona sólo como El Gesto. La bitácora del proceso del proyecto se puede ver en
http://proyectoelgesto.wix.com/proyecto-el-gesto
5
Entendemos por transdisciplina a la manera en que los conocimientos y estrategias para arribar a los
mismos, que se construyen en un campo disciplinar son retomados por otro campo y con ello se amplían los límites de los campos provocando difusas fronteras entre las mismas, razón por la cual en la
actualidad es cada vez más dif ícil hablar de piezas que sólo sean teatro, o danza, o música. La transdisciplina es la búsqueda por romper con el orden que clasiica y que por tanto limita las posibilidades de
nuevos conocimientos y experiencias del mundo (Richard, 1998).
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nuestra gestualidad no se encuentra solo en
una expresión facial, en el movimiento sutil
de la mano o en una compleja articulación de
movimientos y sonidos que comunican un
estado, el gesto está presente en cada movimiento, en cada sonido, en los cuerpos emisores de sonido, en la manera en que se producen sin importar cuán mínimos sean. Un
último enfoque es pensar la presente investigación como parte de la danza conceptual,
la cual, a su vez, forma parte de un campo
semántico más amplio que es la danza postmoderna que irrumpe como respuesta a una
forma artística agotada en sus estrategias y
discursividades: la danza moderna.
Si bien el agotamiento de las formas artísticas modernas fue general en todo el campo
del arte (Danto, 2014; Laddaga, 2006), en el
caso especíico de la danza moderna dicho
agotamiento se expresó en el hecho de que
esta práctica artística no supo llevar más allá
sus propias indagaciones e intentó ijar los
signos; es decir, pretendió establecer estrategias únicas para realizar la escritura coreográica, a través de un lenguaje que intentó
contener en sí mismo todo el sentido discursivo. De ahí que las técnicas modernas, bajo
las cuales se moldea el cuerpo del bailarín,
devinieron en poéticas, en un idea del hacer
(Naverán y Écija, 2013).
En este sentido, las técnicas de entrenamiento se tornaron en escritura y fue a través de
ella que se estableció la relación lectura-escritura, la cual condicionó el discurso y sus
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contenidos. Sin embargo, el mundo cambia
de forma constante; así, el ámbito más allá
de la escena sufrió importantes transformaciones culturales que provocaron un desencuentro en la lectura de la gestualidad de la
danza moderna. A los espectadores-lectores les sucedieron otros y, para ellos, el tono
grandilocuente de la danza moderna no daba
cuenta del nuevo momento histórico, debido
–en gran parte– a que la escena moderna y
sus teóricos intentaron establecer “[….] lo que
el autor ha querido decir, y en ningún caso lo
que el lector entiende” (Barthes, 2013, p. 41).6
En general, apelando a la autonomía del
campo, el arte moderno pocas veces contempló al espectador para su creación; por
ello, Rubén López Cano airma que:
Las poéticas de las vanguardias históricas del siglo XX nunca incluyeron dentro de sus programas al espectador. Esta
omisión produjo una fractura en la solvencia teórica de sus planteamientos al
tiempo que dio la espalda a una franja
importante de la realidad en la que se
insertan las actividades artísticas. De
este modo, el arte y su ensimismamiento entró en un solipsismo endogámico y
estéril, acelerando sí el cumplimento del
proyecto modernista, pero también su
agotamiento. (2006, p.89)
La danza moderna se desgastó producto de
su monolingüismo solipsista que relegó al
espectador al papel de un lector obligado
a efectuar lecturas “correctas” del lenguaje
Cursivas son del autor.
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dancístico. La lectura, como acto creativo, fue sustituida por la lectura como acto
moral, lo cual consiste en una lectura condicionada por un deber ser, en la que el espectador estaba constreñido a comprender
el hecho escénico en un sólo sentido y a
descifrar el mensaje que el creador escénico intentaba transmitir. Por lo tanto, todo
fallo en la lectura se consideraba una falta.
De ahí también el hecho de que los discursos hegemónicos determinaran qué tipo de
discurso coreográico era “correcto” y, como
consecuencia, cuáles discursos corporales
no eran suicientemente correctos para denominarlos como danza.
Como respuesta a la imposición de esta lectura correcta, se hacía necesario liberar la
compresión de la danza, para que cada espectador pudiera tener sus propias interpretaciones y aproximaciones a la obra desde la
singularidad. Era necesaria una lectura libre
que pudiera activar al espectador como una
entidad creadora. Sin embargo, no se debe
olvidar que existe un vínculo obligado entre
lectura y escritura coreográica, así como entre lectura y la composición musical, lo que
implica que el libre ejercicio de una sea consecuencia de una libertad en la otra, como
airma Roland Barthes: “[…] jamás será posible liberar la lectura si, de un sólo golpe, no
liberamos también la escritura” (2013, p.56).
Así, cambiar la posición del espectador en su
relación lectora ante el hecho escénico supone también una transformación de la propia
escena. Liberar la escritura coreográica implica, por tanto, romper con la corrección
escritural que impuso la danza moderna: ser
esencialmente incorrecto, rechazar la norma
e ir a la búsqueda de otros signos a través de
los cuales volver a mirar el mundo.
Por otro lado, liberar a la “música académica” de una perfección en la escritura es complejo, debido a su tradición y a la solidez de
su aparato epistemológico (pentagrama, claves, notas, cifra metronómica, entre otros) ,
condiciones que, de forma paradójica, son,
a su vez, más permisivos, a razón de toda la
experimentación y la ruptura constante de
paradigmas que ocurren en la música contemporánea; de ahí que rara vez se escriba
en pentagramas, o con agógicas tradicionales, o se use el metrónomo como referencia
temporal. Lo anterior, llega a liberar casi
por completo la escritura en acciones como
la improvisación que ocurre en el jazz. Por
lo tanto, la presente propuesta radica en
que, liberar a la escritura musical, implica
abordar el problema sonoro desde una visión performativa que plantea situaciones
a resolver mediante la acción corporal. Sin
duda, toda producción artística, que intenta
transformar el lenguaje, adquiere su pleno
sentido si su investigación y producción se
hacen de cara a eso anterior que ha detonado un cierto estado de malestar, ya que
“[…] cualquier criterio propuesto no puede
justiicarse en ausencia de conocimiento anterior” (Searle, 1994, p.21).
Esto implica entonces que todo intento de
ensanchar los límites de lectura en el arte
sólo es posible en relación con un estado
anterior de las cosas, al interior de una estructura que ya contiene discursividades,
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signos, gestos y signiicaciones, ya que “[…]
toda lectura se da al interior de una estructura (por múltiple y abierta que ésta sea) y
no en el espacio presuntamente libre de una
espontaneidad” (Barthes, 2013, p. 48).
Por eso, se deine al proceso propuesto en
este análisis como un hecho escénico en situación, una investigación y una producción
transdisciplinar que tiene como marco de
referencia un campo de la danza: el mexicano, caracterizado por escrituras y lecturas
“correctas” y que es poco permisivo para lo
irruptivo e “incorrecto”, lo experimental o lo
liminal, con todas las consecuencias estéticas y políticas que eso implica y, por otro
lado, un ámbito de gran experimentación
sonora, cuya fecundidad y vitalidad se basa
en el hecho mismo de tal libertad escritural;
de hecho, los espacios en donde fue creada
la pieza dan cuenta de estas tensiones: Red
Serpiente –un espacio de danza– y el Centro
Mexicano para la Música y las Artes Sonoras
(CMMAS). El Gesto aparece tensionado por
las características y demandas de dos disciplinas artísticas que parecen colocarse en puntos
opuestos en relación con la libertad creativa.
Arte en situación que deviene en un
asunto lingüístico
La danza en México parece no haber conquistado plenamente su autonomía como
campo disciplinar y todavía hoy debe, de forma constante, defender el espacio de la experimentación como pertinente, ya que, generalmente, suele reducirse dicha autonomía a
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que el impulso por crear danza no depende,
de manera necesaria, del apoyo institucional. Esa perspectiva elude el debate en torno
al carácter “desinteresado” de la obra de arte;
es decir, una creación que no responde a los
intereses del mercado con sus lógicas productivistas, de ahí que un elemento importante
para la airmar la autonomía del arte sea su
carácter experimental y transgresor.
La autonomía del campo artístico implica el
derecho de los artistas a experimentar los límites del propio arte, a desestabilizar las nociones que lo deinen y a poner en suspenso
los papeles asignados a los propios creadores; siempre en relación con una sociedad
que observa y participa del hecho artístico;
lo anterior, debido a que la autonomía del
arte “[…] no surge del aislamiento o la subversión, sino de la fuerza de la experimentación que arriesga los modos de representación o visibilidad” (Cvejić, 2013).
La obra de arte –tal y como se concibió en el
pasado y como se concibe en la historia– se
mide bajo consideraciones estéticas que han
sido invalidadas por el arte posmoderno.
Este, como producto de una sociedad cambiante e insatisfecha , busca, por un lado,
romper con los cánones cada vez que estos
se han establecido, y por el otro, plasmar
en dicho corpus artístico el relejo de lo que
ocurre en el mundo en que se vive. El arte
moderno buscaba el monismo, el autoritarismo, lo utópico, jerárquico, uniforme, distanciado, sobrio, teórico, entre otros, mientras que el arte posmoderno, por su parte,
busca ser pluralista, democrático, populista,
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anárquico, diverso, participatorio, irónico,
práctico (Solomon, 2003).
Muchas son las razones por las cuales la danza contemporánea mexicana cuenta con un
estrecho campo de experimentación, pero,
en gran parte, podría radicar en aquello que
el teórico del arte, Arthur C. Danto (2014),
logra ver como uno de los problemas centrales de quienes intentan deinir lo que es el
arte, el cual radica en que todas las deiniciones que hasta ahora rigen un amplio espectro del arte se basan en lo más insustancial
del propio arte: la técnica, una cierta manera
de representación y una idea de belleza.
Llevadas al campo de la danza, tales deiniciones oscurecen uno de los problemas
centrales de la disciplina: que toda práctica
dancística está inscrita en un contexto histórico, económico y político que determina los
modos de producción de tal obra de arte. Las
vanguardias se rebelaron contra estas determinaciones históricas y, por ello, toda deinición de danza –y de arte– tiende a ijar ciertas verdades y, al hacerlo, se torna obsoleta
en el momento mismo de enunciarse, debido
a que cada acción vanguardista descubre lo
arbitrario de las deiniciones.
Sin embargo, el mundo en el cual los artistas
del presente crean sus obras, es muy diferente al contexto histórico en el que surgieron
las vanguardias Al respecto, Reinaldo Laddaga, escritor y ilósofo argentino airmará
en una entrevista que:
[…] la tendencia a producir, como objetivo central, una crítica a la tradición
del arte, al que se acusaba de no cumplir, de traicionar, de reprimir incluso
las promesas (de una vida más plena, de
una historia más justa) que el arte mismo [...] había inicialmente formulado.
(Mancini, 2006)
Ya no son vigentes, hoy son obsoletas: el
mingitorio de Duchamp ya no tiene el mismo impacto en una sociedad que no se escandaliza ante actos iconoclastas. El teatro,
después de Artaud, ya salió a la calle para
volver a regresar al escenario y la música ya
incorporó el silencio, y el 4:33 de John Cage
se programa regularmente en las salas de
concierto. Aunque, en esencia, el espíritu de
rebelarse ante un sistema que oprime sigue
latente en muchos casos, las características
históricas de las vanguardias son incorporadas y metabolizadas en proyectos que obedecen a lógicas muy diferentes. La danza,
en México, en la lucha por defender escasos
espacios de legitimación –así como en la incansable tarea de perseguir una perfección
en ciertas técnicas y en alcanzar ideales de
corporales– se ha perdido de estas acciones
vanguardistas que revelan lo arbitrario que
hay en sus propios paradigmas.
Por ello, pensar la danza como igual a ciertas
técnicas, omite el hecho de que dichas técnicas son productos históricos que se enmarcan en contextos sociales especíicos; asumir
que las técnicas de entrenamiento –bajo las
cuales es entrenado el cuerpo de los bailarines– sean la totalidad de la danza, convierte a la propia escritura coreográica en una
mera repetición y anula la posibilidad de
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pensar la danza como experiencia, o bien, de
abrir el discurso coreográico a la posibilidad
de construir la presencia de un cuerpo escénico complejo que se valga del movimiento
cotidiano o la inmovilidad. Como airman
Naverán y Écija (2013): “Toda experiencia es
inherente a un contexto especíico”.
En ese sentido, resulta estéril pensar El
Gesto desde una única visión –la dancística– por lo que se considera necesario ubicarlo en un territorio de enunciación en
donde los saberes se cruzan, las estrategias
de composición se comparten, los formatos artísticos sufren de hibridaciones y se
planiican nuevas formas de colaboración
como parte del proyecto mismo: el campo
de la creación transdiciplinar.
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concepción habitual de danza, como expresión de los sentimientos e ideas del autor, radica en que no explica por qué la danza que
se lleva al escenario es arte y no otras formas
sociales de danza que también representarían sentimientos e ideas de mundo en tanto
que son productos sociales. Además, reduce
el arte de la danza a una mera mímesis y no
como ejercicio epistemológico en sí.
En contraposición a esto, el terreno de la
música es ahora tan vasto y fértil alrededor
del mundo –México no ha quedado exento de las nuevas tendencias– que cualquier
representación sonora es válida siempre y
cuando conlleve una justiicación de carácter académico; de lo contrario, su aceptación como válida al interior del campo se
verá restringida. No obstante, hay algunas
consideraciones semánticas que no se pueden dejar de lado, pues llamar música a la
intervención sonora que ocurre en El Gesto
podría abrir algunos debates, sobre todo si
consideramos que se decidió por llamar a la
pieza concierto escénico.
La danza contemporánea que se hace en
México se enfrenta, en general, a técnicas
de danza descontextualizadas: el ballet, la
técnica Graham, la técnica Humphrey-Limón, entre otras, las cuales dan cuenta de
sociedades especíicas. Dentro de este marco las técnicas son, a in de cuentas, ideas
de mundo y de sujeto, sobre todo si se considera que “[…] todas las formas características de moverse de un cuerpo apelaban a
valores estéticos y políticos”(Leigh, 2013).
Entonces, la apropiación acrítica de dichas
técnicas, por el campo de la danza contemporánea mexicana, dan cuenta de procesos
de colonización en nombre de la eicacia y
de un deseo implícito de reairmar su pertenencia a la Modernidad.
Habrá quien lo considere paisaje sonoro, habrá quien lo considere música experimental,
habrá incluso quien simplemente lo considere música contemporánea; en nuestro caso,
se concibe que el término intervención sonora se ajusta, de mejor manera, a lo realizado
en la obra, en la que los sonidos son generados a partir de pensar el escenario como un
instrumento sonoro a intervenir, tanto con
objetos como con el propio cuerpo.
Otro de los problemas que presenta la
Frente a toda esta problemática –a este
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campo de debate escasamente abordado en
la danza contemporánea mexicana– es que
El Gesto se instituye como un espacio para
intentar propias y particulares estrategias.
Por ello, interesa pensar el arte como espacio
de choque que (des)organiza el discurso de
los valores estéticos hegemónicos vigentes
en diversos momentos de la historia del arte y
de prácticas, a través de las cuales, se validan
estéticas que reproducen narrativas del poder. Por el contrario, interesa esa experiencia
que (des)organiza los cuerpos disciplinados
por múltiples técnicas, tanto sociales como
artísticas, la cual permite atisbar hacia otras
posibles corporalidades. Finalmente, concierne también esa experiencia que (des)organiza
los criterios lingüísticos que buscan nombrar
al mundo en un sentido “correcto”.
El Gesto, una investigación desde lo
horizontal
El proyecto, hasta ahora, ha pasado por diversos momentos a través de los cuales se
intentó responder a los cuestionamientos
que el propio proceso fue detonando. Un
primer momento consistió en una serie de
charlas y encuentros realizados de forma
virtual, cuyo objetivo era construir un territorio común de conceptos en torno a lo que
el gesto podría signiicar desde la música y
las artes escénicas. Una vez a la semana, y
durante tres meses aproximadamente, nos
reunimos para comentar textos, videos y sonidos relacionados con el gesto; igualmente,
Figura 1
Sin título (2015)
Fuente: Proyecto El Gesto
sostuvimos pláticas con antropólogos, músicos y coreógrafos quienes, desde sus campos
epistémicos, abordaron temas relacionados
con cuerpo, gesto y signiicación. De esta
etapa, el documento más importante para el
proceso posterior fue la construcción de un
catálogo de gestos.7
La siguiente fase, que corresponde directamente al proceso de laboratorio, fue el espacio en donde los conceptos y teorías que se
revisaron en la etapa anterior fueron sometidos a la experiencia. Al respecto de esta fase
Nonis Prado, compositora y performer del
proyecto reiere:
El proceso de laboratorio fue rico en
experiencias y ágil por la forma en que
arribamos a la pieza, ello debido a la
investigación previa que realizamos en
Catálogo disponible en https://docs.google.com/document/d/1etM8gxJ4GHFiwM6DaP6EPMlD-ase9kvSnNYpd1oCE8E/edit
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Figura 2
Sin título (2015)
Fuente: Proyecto El Gesto
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torno al gesto, pues desde el primer día
que nos reunimos, teníamos un punto
de partida que facilitó en gran medida
el rumbo que habríamos de tomar para
realizar la parte práctica del proyecto.
Llegamos a descubrimientos interesantes, nos enfrentamos a dilemas que no
esperábamos, y descubrimos nuevas vías
para ejecutar lo que teníamos en mente.
(comunicación personal)
espacio escénico, con todos los objetos contenidos en él, como un instrumento, a la manera de los pianos preparados de John Cage
que fueron tan importantes para las propias
exploraciones dancísticas de Merce Cunningham. (Gianera, 2011). Así, la exploración radicó en cómo producir sonidos a partir de la
gestualidad corporal sin que esta perdiera su
propio sentido como gesto en movimiento.
En las primeras sesiones arribamos una idea
que fue clave para todo el proceso: pensar el
Un elemento crucial en el desarrollo de
El Gesto fueron las sesiones abiertas con
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público donde se compartió el desarrollo
del proyecto, los elementos que se fueron
encontrando en el proceso y, sobre todo, las
relexiones que la experiencia detonó. Aquí
se logró detectar puntos clave que llevaron a
una primera versión de la puesta en escena y
que permitieron habitar el proceso como un
lugar de encuentro de diferentes miradas. En
algún nivel, estos espectadores se convirtieron en autores del propio proyecto, lo cual se
vuelve interesante, ya que problematiza no
sólo el papel del coreógrafo-director-compositor como igura única de poder que posee
el talento o las habilidades para transmitir o
plasmar un mensaje, sino que también cuestiona el modo de producción coreográica o
musical convencional, que se sostiene en una
estructura vertical y jerárquica y en procesos
completamente cerrados. Sobre esta característica, en cuanto al modo de producción,
Rosario Romero, coreógrafa y performer del
proyecto, reiere:
La experiencia de participar en un proceso de trabajo abierto al público se volvió sumamente rico, porque no sólo nos
nutrió de miradas diversas que aportaron
nuevas perspectivas y evitaron el solipsismo del que a veces es difícil escapar en
un proceso cerrado, sino que también nos
hizo experimentar un proceso de pensamiento ejercitado en colectivo, y creo que
eso fue fundamental para el rumbo del
proyecto, porque destruye por completo
la verticalidad con la que normalmente
una se para en el escenario frente al público. (comunicación personal)
Este modo de producción implica otra
Figura 3
Sin título (2015)
Fuente: Proyecto El Gesto
disposición corporal frente al propio proceso creativo, ya que la verticalidad ordena
las cosas en una sola vía posible y establece
lecturas correctas mientras que la horizontalidad, por su parte, muestra un paisaje,
una serie de posibilidades que se despliegan
y cuya ordenación para la lectura no está
pre-escrita, porque de acuerdo con Walter
Benjamin “[…] los signos se despliegan en
el plano horizontal, es ahí en donde la escritura se asienta” (2002, p.82). El ballet y
la danza moderna priorizan, de este modo,
el plano vertical que da cuenta del virtuosismo, de la espectacularidad. El plano horizontal, en cambio, es una escritura en el
espacio; ahí se puede observar la escritura
coreográica en estricto sentido.
La horizontalidad, en cuanto a formas de producción y relacionamiento, también implica la
construcción de un espacio común por donde
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luyen ideas, acuerdos, disensos, conocimientos, experiencias y estrategias que permiten
arribar a lugares no pensados de antemano.
Hayde Lachino, coreógrafa e investigadora, al
relexionar sobre el proyecto apunta:
Al observar en retrospectiva el proceso, el asunto de la horizontalidad me
parece fundamental, porque indica una
forma de trabajo que hace necesario
un cierto uso del lenguaje para lograr
acuerdos. El problema del lenguaje en
este proyecto no se reiere sólo a lo que
resultó como pieza inal sino también
a cómo lograr acuerdos entre nosotras
sin caer en la tentación de erigirse como
autoridad ni imponer una solución. (comunicación personal)
Esto signiica que quienes participamos en
El Gesto tuvimos la libertad de investigar y
proponer acciones que posibilitaron rumbos
inesperados en el proceso. De hecho, este
mismo texto da cuenta de la continuidad de
relación y trabajo que se traduce en la participación colectiva en el quehacer escritural,
en donde los disensos forman parte de la experiencia de estar juntas. Lo anterior permite sostener que la libertad de escritura, de la
que habla Barthes, en el caso de la escena,
presupone también una escritura colectiva
de todos los que intervienen, la cual solo es
posible si ello implica un espacio no jerárquico de decisiones, un espacio horizontal que
dé paso a complejidades diversas e inaugure
la emergencia de otras relaciones sociales en
las prácticas artísticas.
En este sentido, Nicos Hadjinicolaou airma:
264
“Las relaciones sociales consisten, en efecto, en prácticas de clases” (2005, p.10); lo
anterior supone que en el campo del arte
se dan prácticas que reproducen relaciones
sociales más amplias. De este modo, la danza moderna, al emancipar al coreógrafo de
las estructuras jerárquicas del ballet, apostó
por una pretendida democratización de sus
discursos que buscaban establecer un diálogo crítico con el momento histórico; piezas
de contenido político y compromiso social
fueron constantes en los escenarios durante
el siglo XX y lo siguen siendo aún. Sin embargo, las estructuras jerárquicas centradas
en el coreógrafo como creador exclusivo del
hecho escénico siguió reproduciendo, al interior de las compañías, relaciones de poder
y subordinación que invisibilizaban a los bailarines como artistas y creadores.
Así, encontramos una gran contradicción
entre las convenciones estéticas establecidas
por las estructuras jerárquicas –en las que el
arte se sigue apoyando– y el mundo actual
que se caracteriza por la luidez y volatilidad
en las formas de organización y colaboración que permiten las plataformas digitales.
Por lo que, aquella danza que concentra todo
el poder creativo –pero también económico
y político–, en el coreógrafo, así como aquella música que sigue concentrando el poder
en el compositor o el director de orquesta,
no corresponden a una época que expande
cada vez más sus formas de colaboración, hibridación y de conexiones múltiples. Como
consecuencia de ello, se abre el paso a formas
artísticas cuyos límites son cada vez más difusos, en los que las estrategias compositivas
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Artículos
son tomadas de todos lados.
En ese sentido, Reinaldo Laddaga en su libro
Estéticas de la emergencia (2006) describe
cómo algunas prácticas artísticas recientes
pertenecen a un universo transdisciplinar, el
cual funciona en un umbral ubicado entre lo
artístico, lo político y lo social:
La producción de imágenes, textos o
sonidos, y la exploración de las formas
de vida en común, renuncian[do] a la
producción de obras de arte [...], para
iniciar o intensiicar procesos abiertos
de conversación (improvisación) que
involucren a no artistas durante tiempos largos, en espacios deinidos, donde
la producción estética se asocie al despliegue de organizaciones destinadas a
modiicar estados de cosas en tal o cual
espacio, y que apunten a la constitución
de «formas artiiciales de vida social»,
Figura 4
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Fuente: Proyecto El Gesto
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modos experimentales de coexistencia.
(Laddaga, 2006, pp.21-22)
Lo anterior resulta en un cuestionamiento
radical de la autoría de la obra como monumento personal y del papel del espectador
que recibe en silencio la obra de arte. Esta
relexión resulta interesante para un proceso
abierto como el que fue diseñado y puesto
en práctica por El Gesto, en donde el público
tuvo espacios de diálogo directamente relacionados con la creación de la pieza. De ahí
que la transdisciplina en el arte no puede
reducirse a las prácticas que le son propias;
por el contrario, habría que comprender que
los procesos artísticos son ámbitos tensados
por múltiples discursos y hábitos culturales
que operan de manera consciente o inconsciente en la articulación de la obra de arte;
un ámbito en donde los contextos históricos
Figura 5
Sin título (2015)
Fuente: Proyecto El Gesto
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Figura 6
Sin título (2015)
Fuente: Proyecto El Gesto
y sociales ejercen su poder y determinan en
muchos sentidos la orientación de la obra.
Por ello, la obra también es el resultado de las
formas de trabajo, el papel del autor supone
concentración de prestigio, una cierta forma
de distribución del capital que genera la obra
misma. Distribución que el arte moderno no
siempre problematizó, sino todo lo contrario,
ya que, ahondó en la desigual distribución de
las legitimaciones construidas al interior del
campo cultural, lo que Bourdieu va a revisar
críticamente en el texto: Campo de poder,
campo cultural. Itinerario de un concepto (2002). Las formas de trabajo horizontal
apuntan a crear otras lógicas de distribución
de las legitimidades, y por tanto, una distribución económica más igualitaria que suponen prácticas de intercambio y cooperación.
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Artículos
En el proceso de investigación y trabajo que
llevó a la creación de la pieza El Gesto, cada
decisión fue tomada a partir de un intenso
diálogo y por consenso. La huella y los conocimientos que cada una de las tres colocó
en el proceso se fueron tejiendo hasta hacer
irreconocible qué pertenece a quién. La horizontalidad presupone siempre un cuerpo
abierto que se dispone para una escucha
atenta de lo que el otro es. Un otro cuerpo
que se abre al diálogo con los otros y está dispuesto siempre a la negociación, con lo cual
la pieza nace marcada por prácticas profundamente políticas, aunque su temática visible no sea política.
La danza y la música como actos gestuales performativos
Todo cuerpo en movimiento necesita su traducción; es decir, transformar el movimiento en signo, o bien, en gesto. Las signiicaciones se despliegan a otro cuanto comienza
la traducción, en un intento por comprender
los motivos de lo que se mueve. Este acto de
lectura solo es posible mediante el desciframiento de los gestos, un algo que se escabulle del cuerpo y establece un diálogo con el
mundo. Sin embargo, el cuerpo, siempre en
movimiento –así como la música– escapa a
toda traducción; siempre deja una estela que
no es posible aprehender, que se niega a la
lectura unívoca. Para David Harvey (2003)
volver al cuerpo como medida de todas las
cosas permite comprender los valores y signiicados que están latentes en cada acto y
permite construir condiciones de posibilidad
para acciones políticas que desaf íen el status quo. Esta airmación del autor resulta
fecunda para pensar la danza como espacio
en donde se ponen en juego relaciones intersubjetivas que alimentan otras posibilidades
de lo político, lo que implica necesariamente
otras formas de hablar y signiicar el mundo. Porque como airma Susan Leigh Foster:
“Todas las formas características de moverse
de un cuerpo apelaban a valores estéticos y
políticos” (2013).
Escritura y lectura de una obra llevan consigo dos actos fundamentales: la acción
como diálogo con la situación; y la traducción, que en el caso del espectador, signiica
estar en medio del propio hecho escénico.
Sin embargo, esta traducción no es exclusiva
del espectador, pues el creador o intérprete
también debe traducir del lenguaje sensorial,
emocional, racional, cognitivo, etcétera, al
lenguaje artístico; de ahí el término intérprete. En este caso, el acto performativo se da a
partir de un acto cognitivo, social, biológico,
geográico o semiótico, que se expresa en un
gesto, como índice fundamental del acto de
escribir el hecho escénico.
Por ejemplo, al traducir el concepto gesto
a música, es posible aludir a dos cosas: por
un lado, el entendimiento de que este gesto es corporal y responde a la ejecución o
percepción musical; por el otro, a un gesto
abstracto e imaginario que se encarna en el
sonido mismo y cuya signiicación yace en
el contexto histórico, social, político, geográico, y es determinado por quien lo crea.
Así, la composición-traducción sonora en El
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Gesto apela a ambas deiniciones, pues el intérprete hace uso de su cuerpo en función,
de los sonidos que busca generar y a la idea
que pretende plasmar, pero tomando siempre en cuenta que estos sonidos son un ente
subjetivo y abstracto, dados por la investigación, exploración y experimentación en
torno al cuerpo; al gesto, y por su relación
con la danza. De ahí que la traducción siempre es en relación con un contexto lleno de
acontecimientos.
cambio constante entre la representación o
uso de la máscara y la honestidad o sinceridad del performer, en una situación determinada. Lo anterior adquiere relevancia para el
proyecto, porque El Gesto propone alejarse
de las formas coreográicas convencionales
que se inscriben ante un problema básicamente de escritura en la que el cuerpo aparece como un ser siempre dispuesto para el
movimiento, que repite de forma exacta un
discurso en el tiempo y en el espacio.
Por su parte, hablar de danza en situación
conduce a pensar en su carácter performativo, lo que signiica reconocer la importancia
que tiene el espectador como actor fundamental de la creación, dado que es él quien
completa el ciclo de signiicación, asumiendo que tanto sujeto como objeto de la investigación forman parte del mismo proceso.
En otras palabras, el modo de producción de
una obra escénica se basa esencialmente en
la forma en cómo va a ser recibida. Aquí, el
teórico español, José Antonio Sánchez, en su
texto Dramaturgia en el campo expandido
(2010), explica cómo el paradigma performativo es un “[...] paradigma de comprensión,
de comportamiento y de actuación social
que se puede manifestar tanto en el medio
escénico, como en el de las artes visuales, el
cine, la arquitectura o en general los modos
de comunicación y socialización” (p. 25).
En vez de eso, El Gesto se inscribe en un
problema de lingüística, que instaura un dispositivo mediante situaciones en las que el
cuerpo acciona para resolver premisas determinadas, que muchas veces responden
a una semántica sonora y que nunca se podrían resolver de una misma forma, pero en
la que se incluye siempre la gestualidad.
Por lo tanto, siguiendo a Sánchez, es posible observar cómo la performatividad nos
aproxima al cuerpo de una forma muy diferente a la teatralidad, puntualizando, asimismo, cómo la performatividad requiere de un
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Para introducir una idea general en cuanto
a la transformación en la comprensión del
cuerpo en relación con giro performativo,
Sánchez (2010, pp. 29-30), basado en la propuesta de Válery, propone el uso de tres cuerpos. El cuerpo-sentido, que reconoce el cuerpo como un objeto que nos pertenece, según
Sánchez, sería el cuerpo de la danza y el teatro
expresionista, teatro de la crueldad, aquellas
teatralidades que surgen de la vivencia siempre personal y única del cuerpo y que darían
por resultado poéticas únicas e irrepetibles.
Por otro lado, el cuerpo-imagen –ese cuerpo que ven los otros o la imagen que nos
devuelve el espejo–, de acuerdo con Sánchez, sería el cuerpo del ballet, de la danza
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contemporánea y del teatro dramático; cuerpos construidos a partir de ideales estéticos
corporales que se erigen como “expresión
de una época”. Finalmente, el cuerpo-orgánico, el cual existe en el pensamiento y se puede diseccionar. Este pertenecería al cuerpo
de la ciencia, la anatomía y la kinesiología;
es decir, el cuerpo como dato que carece de
historia y carga simbólica. De esta forma, la
danza posmoderna superpuso el primer y segundo cuerpo, mientras que el arte corporal
(happenings, arte de acción, entre otros) exploró el tercer cuerpo en relación con los dos
primeros.
Pero la pregunta central es ¿qué tipo de cuerpo exploran los creadores contemporáneos?
Lo anterior conduce a una segunda pregunta: ¿es posible plantear la exploración del
cuarto cuerpo a partir del cuerpo escénico?
Ese cuarto cuerpo, explica Sánchez, sería el
que resuelve de un sólo golpe las problemáticas de los tres cuerpos y que responde a
la experiencia contemporánea de un cuerpo que se encuentra intermediado por una
multiplicidad de conexiones (tecnológicas,
culturales, sociales, bélicas, entre otras).
Para Sánchez, este cuarto cuerpo debería
ser un cuerpo lingüístico.
En este punto, es preciso volver al planteamiento que realiza El Gesto como pregunta
central: ¿qué es un gesto? ya que, investigar
sobre gestualidad, implica la presencia de
un cuerpo que es –en esencia– lingüístico
y que indaga en la compleja trama de reacciones que dan forma a un signo legible que
expresa y comunica. Sin embargo, como ya
se ha dicho, no existen una lectura unívoca del gesto, ni una sola gestualidad válida
para todos los sujetos, ya que se trata de una
construcción social que forma parte de un
lenguaje corporal socialmente inscrito en la
carne que lo articula, lo que implica necesariamente una colectividad.
Como indica Sánchez (2010), el tipo de colectividad que es explorada por este cuerpo
lingüístico, a diferencia de otras actividades
colectivas masivas, no tiene que ver con lo
f ísico ni con lo orgánico, sino con un lenguaje que es colectivo en sí mismo. Para nosotras, esta relexión se encuentra presente en
El Gesto, porque lleva a la siguiente pregunta
¿se puede transmitir un gesto legible desde
el movimiento abstracto de la danza, o desde
lenguajes que implican la abstracción en sí
mismos como el sonido y la luz? ¿Qué habita
en estos gestos como para otorgarles el estatus de acciones estéticas?
Una posible respuesta a dicha pregunta se
puede encontrar encontrar en las investigaciones de Marcel Duchamp, quien inauguró
una de las posturas estéticas más fecundas
y profundas del siglo XX. Este teórico postuló que todos los objetos del mundo contienen valores que se pueden considerar interesantes desde el campo del arte, si se les
mira con cierta distancia, para así romper
con los signos originales que los deinen y
reinventar otros nuevos a partir de nuevas
relaciones de lenguaje contenidos cuando
estos objetos son colocados en diálogo con
los dispositivos del arte.
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Casi toda la investigación en torno a los Readymade ha sido en el campo exclusivo de
las artes visuales; la danza poco se ha visto
afectada por esta propuesta. De muchas maneras, El Gesto se inscribe en este ámbito de
indagación y relexión, por tanto, ¿por qué
una pieza que basa su estructura en movimientos simples, en los sonidos extraídos de
la propia materialidad del espacio escénico,
en prender y apagar dos bombillas comunes,
se puede considerar una obra de arte? ¿Qué
transformaciones se producen del momento
en que un gesto es un simple gesto a convertir en un signo artístico?
López Cano (2005) menciona que es posible
observar cómo ciertos gestos son claramente reconocibles por determinados sectores
sociales y en determinadas situaciones, apelando algunas veces al uso del imaginario. Si
sacudimos la cabeza y tocamos una guitarra
imaginaria, determinado sector entenderá
a la perfección que estamos recreando un
concierto de rock, así como ponernos a saltar en un concierto de ska es perfectamente normal y nos da identidad dentro de un
colectivo mientras que hacerlo en la calle
sería mal visto.
Al descontextualizar a un gesto de su concepción tradicional dentro de un dominio
cultural determinado, se logra descontextualizar también al sonido –y al movimiento–,
permitiendo así, por medio de la percepción,
otorgarles a estos cualquier signiicación
subjetiva posible. Ya no es necesario buscar
8
270
metáforas para la comprensión de la obra;
por el contrario, solo se debe abrir la mente a la interpretación de lo que cierto gesto
corporal o sonoro transmite. De esta manera, el sonido mismo se convierte en un gesto
tan complejo o tan simple como el entorno
cultural y vivencial permita. El sonido de las
cadenas dirá algo y una escena de caos dirá
otra cosa, así como el transitar de los cuerpos y de los sonidos por el espacio. Edson
Zampronha, al relexionar sobre las ideas de
Denis Smalley, dice que:
Aunque es posible airmar que en la música electroacústica los gestos musicales
son eliminados del performance, también
es posible airmar que en la música electroacústica el gesto físico es trascendido,
y que nuevas posibilidades no sujetas a
las limitaciones corporales están ahora
disponibles […] [lo que nos permite preguntarnos sobre la existencia de un gesto
que es en esencia sonoro]. Es posible considerar el movimiento de las entidades sonoras en el espacio como gestos mismos.
Además, la creación de diferentes espacios y el cambio de uno a otro durante
un concierto, amplía la noción de gesto a
otros dominios. (Zampronha, 2005)8
Así, permitimos el sonido mismo fuera un
gesto, creando códigos de lenguaje particulares para el concierto escénico El Gesto, que
funcionan como acuerdos móviles, lexibles,
y que operan de igual manera para la iluminación y la danza.
Traducción propia.
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Artículos
Sin embargo, en nuestro caso, el cuerpo no
desaparece como en la música electroacústica, sino todo lo contrario: este está presente
y es parte del sonido, pues se genera con él
y a partir de él; ya no sólo entran en juego el
espacio mismo y los agentes percutores sino
el cuerpo en toda su extensión y expresión.
No sólo se palmea la tarima, se golpea con
la rodilla, la espalda, la pantorrilla, las uñas;
no sólo se percuten los objetos, se rozan, se
rechinan, se cepillan, se arrastran; ya no sólo
se emiten vocalizos9, se silba, se gruñe, se
suspira. Todo lo que está en el teatro, en el
espacio escénico, se convierte en un instrumento musical, por ende, en una sucesión de
gestos sonoros y de movimiento.
No apelamos a una reproducir sonoramente lo que el cuerpo hace, ni viceversa, ni a
una pieza descriptiva. Tampoco jerarquizamos a la danza sobre la música o viceversa haciendo de uno el acompañamiento
del otro. Por el contrario, se plasman gestos de maneras poco cotidianas empleando objetos cotidianos, mirándolos, ya que
“[…] situando estos objetos poco edificantes a una cierta distancia estética es posible apreciar sus acciones, entendiéndolos
como candidatos improbables al goce estético: demostraciones prácticas de que la
belleza (si es que la podemos llamar así) se
puede encontrar en los sitios más improbables” (Danto, 2014, p.14).
Dentro de toda esta re-signiicación de las cosas, el cuerpo juega un papel imprescindible
9
como parte del arsenal de recursos para expresar ideas o conceptos, pues se convierte
en otro objeto más al que explotamos y exploramos hasta sus últimas instancias. Un
movimiento, un gesto, adquiere su pleno
sentido por el contexto y las intenciones que
lo enmarcan. Por lo que, un gesto extraído
del cotidiano adquiere otras signiicaciones
cuando lo colocamos en un estado de representación y cuya intencionalidad es precisamente la de crear una obra de arte.
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