INTENTO DE ARTICULACIÓN ENTRE
HEINZ KOHUT Y MELANIE KLEIN
Miguel Bruno
Introducción
Durante las últimas semanas no pude dejar de notar la frecuencia en que algunos artistas de
humor gráfico representan relaciones asimétricas. En ellas, un personaje se siente y actúa como si
experimentara inferioridad frente a otro. Esta inferioridad se manifestaría de maneras variadas: por
la necesidad del personaje de sentirse acompañado, protegido y aprobado por el otro; por medio de
la culpa, por el miedo a caer mal, por la preocupación casi nostálgica de qué es lo que puede llegar a
opinar el otro de lo que él es y hace.
Surgió en mí una asociación casi automática entre este tema y las patologías narcisistas que
Kohut trabajó en la segunda mitad del siglo XX y por lo teorizado por Klein sobre la posición
depresiva en el niño. Ésta es la problemática, que queda plasmada en los siguientes interrogantes:
¿Por qué algunas personas adultas tienen baja autoestima?, ¿cómo pueden explicarse la culpa, la
nostalgia, los sentimientos de inferioridad, la necesidad de de sentirse protegido y acompañado?,
¿están relacionados con experiencias de la primera infancia?
Para responder esos interrogantes, tomaré dos autores: Melanie Klein, de la Escuela inglesa
de las relaciones objetales y Heinz Kohut, exponente de la Escuela del Self. A partir de ellos,
intentaré acercarme a una visión comprensiva de los sentimientos de culpa y las necesidades de
protección en la personalidad adulta. Buscaré esbozar la relación que existe entre los
comportamientos que refieren a una baja autoestima y las relaciones tempranas entre el niño y sus
progenitores. Plantearé las relaciones y las discrepancias entre las teorías de los dos autores en
referencia a los interrogantes.
Si Klein habló de sentimientos de culpa; si Kohut quiso llamar la atención sobre unas
evidentes necesidades de la persona de respuestas empáticas; si algunos artistas plasmaron y
plasman esta realidad en la ficción de sus obras (teniendo en cuenta que su arte podría estar
expresando profundos deseos internos y logrando satisfacerlos); si yo, y me arriesgo a decir “y
muchos otros”, sienten diversión e identificación con este humor; entonces, me parece que se trata
de un tema presente e importante en tanto influyen en la personalidad de cada uno de nosotros. Me
parece, también, que vale la pena y que es útil, desarrollar y enriquecerse cognitiva y
espiritualmente en estas cuestiones que, en tanto vigentes en la persona, son susceptibles de ser
aplicadas en la práctica de nuestra carrera. Ese es el por qué de la elección de este tema.
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I
Varios autores de los vistos en la materia han tratado de una manera u otra la temática de los
sentimientos de culpa e inferioridad. Sus teorías han dado un marco para entender los fenómenos
psíquicos y conductuales. Me pongo a pensar el por qué de un fenómeno en particular: las
personalidades con baja autoestima, caracterizadas por sentimientos como la tristeza y la culpa; por
una exagerada necesidad del otro y por la preocupación por no herir al otro o por no perderlo.
Me parece que las maneras o “estrategias” que utilizan estos sujetos son las de dar una buena
imagen de sí, de apegarse al primer objeto disponible para satisfacer sus necesidades internas o
narcisistas, y de ayudar o amar al objeto de un modo dependiente y desmesurado acaso para
cuidarlo y no perderlo y para combatir la dolorosa sensación de responsabilidad ante la desgracia
ajena. Estas estrategias parecen inapropiadas o inmaduras, y pienso que tendrían su origen en la
primera infancia, en las relaciones entre el niño y sus progenitores, es decir, en el temprano
desarrollo del aparato psíquico.
Así, la problemática es: las personalidades con baja autoestima y sentimiento de
inferioridad. De ahí, los fenómenos que parecen estar emparentados: culpa, tristeza, nostalgia,
necesidad y preocupación desmesurada por el otro, estrategias inapropiadas para no perder al
objeto. A su vez, me parece lógico que el tema abarque el posible origen de estas características en
el sujeto.
II
Para tratar la problemática tomaré el concepto de posición depresiva de Melanie Klein.
Para no perder el contexto, y siguiendo siempre la obra de Hannah Segal (1981) recuerdo
que, para Klein, el niño nace con una cantidad determinada de instinto de vida y de muerte, y con
un Yo lo suficientemente desarrollado como para operar mecanismos de defensa, fantasear,
experimentar ansiedad y establecer relaciones de objeto primitivas (parciales). Durante la primera
mitad del año de vida, el impacto de la realidad y la vivencia de los impulsos agresivos del instinto
de muerte llevan al yo a defenderse por medio de la escisión: proyectando hacia afuera lo “malo”
(referido al instinto de muerte que hay en él), lo que le hace experimentar lo externo como peligroso
y amenazador (ansiedad persecutoria). Algo de lo agresivo permanece en el yo. Otras veces, se
proyecta parte de la libido en el objeto y se conserva otra parte, con la finalidad de formar un objeto
ideal con el que identificarse. Esta es la posición esquizo-paranoide, en la que el objeto primario
(el pecho) está disociado, el Yo intenta destruir lo persecutorio y amenazador (el pecho “malo”, del
que proceden experiencias desagradables) por medio de mecanismos defensa primitivos, y de
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conservar intacto el objeto ideal (el pecho bueno, del que proceden experiencias positivas).
Seguimos desde Hannah Segal (1981):
Aproximadamente a los seis meses, el Yo del bebé avanza a la posición depresiva: “Cuando
el bebé siente que su yo es fuerte y a la vez firme poseedor de un objeto ideal fuerte […] tolera
mejor el instinto de muerte dentro de sí y decrecen sus temores paranoides; disminuyen la escisión y
la proyección y gradualmente puede predominar el impulso a la integración del yo y del objeto” (p.
71). El bebé reconoce objetos totales con los que se relaciona, descubre que la madre “buena” y la
“mala” era en realidad la misma madre, y su yo escindido se convierte en un yo total con sus
aspectos malos y buenos integrados. También reconoce al objeto como independiente, separado de
él y con relaciones con otras personas. Descubre su realidad: es muy dependiente de su madre,
experimenta un enorme desamparo y celos por los demás. El bebé guarda sus recuerdos de amor y
de odio hacia su madre y, a medida que se va dando cuenta de que él es una misma persona en
relación a una misma madre (a la que ama y odia), surge en él la ambivalencia y de ella la ansiedad
depresiva: el temor a que “sus propios impulsos destructivos hayan destruido o lleguen a destruir al
objeto amado de quien depende totalmente” (p. 73). En esta “fase” está “expuesto a nuevos
sentimientos: el duelo y la nostalgia por el objeto bueno al que se siente perdido y destruido, y la
culpa, una experiencia depresiva típica provocada por el sentimiento de que perdió a su objeto
bueno por su propia destructividad”. Hannah Segal dice “La experiencia de depresión moviliza en
el bebe el deseo de reparar a su objeto destruido. Anhela compensar los daños que les ocasionó en
sus fantasías omnipontentes, […] y devolverles la integridad.” (p. 76). Me parece enriquecedor
agregar lo que dice Melanie Klein en su texto “Amor, culpa y reparación” (1989):
“…los sentimientos de culpa son muy dolorosos, […] se expresan disfrazados en distintas formas y
perturban nuestras relaciones personales. Ciertas personas se desazonan muy pronto cuando notan falta de
aprecio; la razón es que en su inconsciente consideran que no merecen la atención de nadie, y una actitud
fría les confirma la sospecha de no ser dignos. Otras están insatisfechas de sí mismas (sin base objetiva) en
las más variadas formas, sea en relación con su apariencia, su trabajo o su capacidad en general. Algunas
de estas manifestaciones son comúnmente reconocidas y suelen ser llamadas vulgarmente "complejo de
inferioridad" […]. Muchas personas tienen intensa necesidad de alabanza y aprobación general. Esto se
origina en su temor inconsciente de ser incapaces de brindar amor suficiente y genuino y, en particular, de
no poder dominar los impulsos agresivos hacia los demás”.
Basándome en lo anterior, afirmo que:
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• La baja autoestima, la tristeza, la nostalgia, la depresión, el sentimiento de inferioridad, la
representación de uno mismo como indigno de amor; todas ellas provienen, según Klein, de la culpa
experimentada en la posición depresiva del psiquismo1.
• La posición depresiva es una configuración del psiquismo que tiene su inicio alrededor del sexto
mes de vida. El adulto puede volver (y lo hace) a las modalidades de esta posición (sus defensas,
sus ansiedades, etc.). La regresión a una ansiedad depresiva, en la que el adulto teme
inconscientemente ser abandonado por el objeto o ser incapaz de controlar sus impulsos agresivos y
perder el objeto por su propia destrucción, llevará a intentos reparatorios. Rescato como mecanismo
reparatorio la simpatía y la identifiación con el ser amado, según Klein (1989) “al identificarnos con
otro ser compartimos la ayuda o la satisfacción que le proporcionamos, recuperamos por una vía lo que
sacrificamos por otra […]. Al actuar hacia otros como padres bondadosos, nos recreamos y gozamos en la
fantasía del amor y la bondad que anhelamos en nuestros padres. Mediante la fantasía retrospectiva de
desempeñar simultáneamente el papel del buen hijo y del buen padre eliminamos parte de nuestros motivos
de odio, logrando así neutralizar las quejas y los sentimientos de culpa y desesperación”. La identificación
sana parece ser una “buena estrategia”, sin embargo, parece posible que, en un sujeto cuyas
fantasías de yo-destructivo sean más fuertes que las del yo-amoroso (por lo tanto, un sujeto que
funciona con una representación de yo predominantemente escindida), tienda a ponerse en el lugar
del otro de una manera exagerada, al punto de cuidarlo devotamente y a costa de la madurez de su
integración y amor propio2. En el sujeto hipotético de la problemática de este artículo, el miedo a
perder el objeto amado, estaría al borde de causar desesperación y así se explicarían esas
“estrategias” desmesuradas, basadas en una percepción de sí mismos como “no dignos”, “malos”,
“incapaces de amar bien”.
• El origen de estos sentimientos y modalidades se halla en la muy temprana infancia, y tiene lugar
en las interrelaciones de la fantasía inconsciente del bebé (expresión de los instintos) y las
experiencias reales con los objetos primarios.
III
Abordaré la problemática desde el concepto de Kohut de falla empática del objeto del self
temprano.
Kohut notó que sus pacientes se hallaban perturbados narcisísticamente y que manifestaban
sentimientos de depresión o insatisfacción en las relaciones interpersonales: “Estaban
caracterizados por una autoestima vulnerable altamente sensible al desaire de los amigos, familia,
amantes, colegas y otros” (Gabbard, 2002, p. 47).
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“No es del todo correcto, pero entiendo el hilo de la argumentación” (Corrección de N. Obiglio).
“La otra posibilidad es el no reconocimiento del otro como otro, y eso lleva a la violencia” (N.O.)
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Siguiendo a Gabbard (2002) sabemos que, desde su clínica, Kohut planteó dos tipos de
transferencia: la transferencia especular que se manifiesta por una búsqueda del paciente de
respuestas de confirmación y validación por parte del analista; y la transferencia idealizada, en la
que el paciente percibe al analista como “un padre todo poderoso cuya presencia calma y sana” (p.
48). Éstas, le permitieron hablar de dos necesidades fundamentales del sujeto:
- La necesidad de respuestas de aprobación, esenciales para el desarrollo normal porque
brindan un sentido de valor personal. Estas experiencias constituyen el self grandioso exhibicionista
que forma el polo de las ambiciones.
- La necesidad de un objeto como modelo digno de idealización. Se entiende que el objeto
(la madre o el padre, por ejemplo) deben “prestarse” empáticamente para la satisfacción de esta
necesidad. Estas imágenes constituyen la imago parental idealizada que integra el polo de las metas
idealizadas.
Más tarde, Kohut desarrolló la transferencia de tipo gemelar, en la que el paciente asume
que el analista es igual a él, incluso en su constitución psicológica (Campos Vargas, 1982) y se
corresponde con un deseo de fusión originario (Gabbard, 2002).
El desarrollo sano del psiquismo está relacionado con lograr una cohesión del self, que
consistirá en un equilibrio entre los dos polos y la internalización del objeto del self gemelar que
proporcionará un área intermedia de talentos y habilidades. “Con una progenitura adecuada, el self
grandioso es transformado en ambiciones saludables, la imagen parental idealizada es internalizada
como ideales y valores” (Kohut citado por Gabbard, 2002). Para alcanzar esta cohesión es
importantísimo el papel que juegan los objetos del self. Los objetos del self son todas aquellas
personas que cumplen el rol de responder a las necesidades especulares, de idealización y gemelares
del self. Es un hecho: todos necesitamos de objetos del self para la integración de nuestro sí mismo.
Los objetos del self son vistos como funciones (tranquilizadores, reaseguradores, etc.) y las
personas tenemos necesidad de ellos durante toda la vida. Dice Gabbard (2002): “Todos
necesitamos a lo largo de la vida respuestas de otros que sean empáticas y afirmantes para
mantener nuestra autoestima. La maduración y el crecimiento permiten un desplazamiento de la
necesidad de objetos del self arcaicos hacia una habilidad para utilizar objetos del self más
maduros y apropiados” (p. 50). Los padres son los objetos del self primarios. Si tienen una buena
capacidad de percibir las necesidades de reconocimiento y admiración de su hijo y, por lo tanto, de
responder empáticamente a ellas, el self se desarrollará normalmente, derivará en una adecuada
maduración del narcisismo, y en una sólida autoestima (Campos Vargas, 1982).
Pero si los objetos del self tempranos no fueran capaces de responder empáticamente,
entonces derivaría en un trastorno narcisista de la personalidad; como afirma Gabbard: “el paciente
adulto que sufre de tales perturbaciones tempranas (una falla empática) y que presenta estos tipos
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de disposiciones transferenciales (refiriéndose a la transferencia especular e idealizada) está
luchando con un self defectuoso o deficiente, uno que está congelado en el desarrollo hasta un
punto en donde es altamente proclive a la fragmentación” (p. 48). Entonces la falla empática de
los objetos del self dan lugar a una “integración incompleta, que produce vulnerabilidad en el
self de los pacientes narcisistas, y esta vulnerabilidad es el origen de su angustia, de su
malestar, de su incapacidad de regular la autoestima y mantenerla en niveles normales. De la
incapacidad para regular y modular la autoestima [...] derivan sentimientos de vacío y depresión,
vivencias de fracaso existencial, sensaciones de falta de autenticidad” (Campos Vargas, 1982). La
persona que no ha recibido respuestas de aprobación frente al despliegue de su self grandioso
exhibicionista cuando era niño, tenderá a querer lucirse e intentará desesperadamente mostrarse
perfecto para ganar aprobación. El niño al que no han proveído de un modelo para idealizar, se
convertirá en un adulto que buscará idealizar narcisísticamente al objeto al punto de vivenciarlo
como dueño de conocimiento ilimitado y poseedor de perfección. Busca unirse a él y experimenta
con gran frustración el “alejamiento” del otro (Gabbard, 2002).
Ahora me concentro específicamente en la problemática del trabajo y, teniendo en cuenta
todo lo desarrollado en este punto, pienso que es fundamentado afirmar que:
• La dificultad para regular la autoestima, la depresión, la angustia, la tristeza, la susceptibilidad del
valor personal (de alguna manera, la susceptibilidad a sentirse inferior), se explicarían según Kohut
por un self no integrado o, por lo menos, defectuoso y vulnerable.
• La vulnerabilidad del self se debe a la falla empática de los objetos del self tempranos. “Objetos
del self tempranos”, por lo tanto el origen de un self no cohesionado se halla en las relaciones del
self con sus objetos del self en la niñez.
• Para sobrevivir necesitamos de objetos del self. Se explica la necesidad de cuidar al otro. ¿Cómo
se explican las “estrategias inapropiadas” para conseguirlo? Una persona con un self defectuoso
estará “congelado en el desarrollo”: no ha madurado del todo. Por ende, buscará objetos del self
más arcaicos y propios de una etapa dependiente del desarrollo. A su vez, la insatisfacción de las
necesidades narcisistas lo llevarán a adoptar un comportamiento “desesperado” para satisfacerlas.
IV
La principal diferencia entre los dos conceptos es que la posición depresiva de Klein alude a
relaciones internalizadas entre las representaciones de yo y las de objeto, mientras que Kohut se
ocupa más por las relaciones del self con sus objetos del self en función de la cohesión del self
(Gabbard, 2002).
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Ansiedad depresiva y falla empática provocan en el interior sentimientos similares:
tristeza, nostalgia, baja autoestima, inferioridad. Aunque, para Klein, los sentimientos de
menoscabo de la valía personal se explicarían más bien por la culpa (la culpa inconsciente de haber
dañado al objeto). Me parece menos probable que Kohut utilice la palabra “culpa”. Los
sentimientos negativos sobre uno mismo estarían para él relacionados con un self defectuoso.
Como quedó evidenciado, los conceptos tienen algo en común: los dos refieren a una
relación externa en la temprana infancia3. Es cierto, la posición depresiva y su desarrollo
particular en un sujeto dependerán de su quantum instintivo y de la expresión de éste por medio de
la fantasía; sin embargo, será la realidad la que condicionará la integración de las representaciones
objetales y yoicas. En Kohut, el trastorno patológico narcisista es consecuencia de una falta de
respuestas empáticas de los otros (de los objetos del self) en comprensión de las necesidades
narcisísticas del self.
Tanto la falla empática como las ansiedades depresivas mueven a lo mismo: a aumentar la
valoración del objeto, a cuidarlo, a idealizarlo, a identificarse con él, a “representar” algo digno de
ser amado y/o aprobado. Kohut pondrá énfasis en que lo que busca el sujeto es integrar su self y
madurar su narcisismo; Klein apuntará a que lo que busca es atenuar la culpa y la tristeza que le
provoca sentirse agresor del ser amado, y a conservar un objeto con el que identificarse.
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“Técnicamente, para Klein es una relación interna” (N.O.).
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Disparador
Elegí como disparador una historieta de Boogie el Aceitoso, del artista Roberto
Fontanarrosa. “Un hombre de carácter fuerte” fue mi primera motivación para tratar esta
problemática específica.
Boogie es un sicario sumamente violento, machista e insensible. Uno se pregunta ¿quién
podría querer una relación de pareja con alguien así? A través del personaje de Sue, Fontanarrosa
satiriza la realidad de aquellas personas que insisten por mantenerse junto a alguien que
(evidentemente, objetivamente, psicológicamente, físicamente) les hace mal y se esfuerzan por
conformarlo y “hacerlo feliz”.
Klein explicaría la situación de la siguiente manera: Sue se siente indigna de ser amada e
incapaz de darle algo bueno a alguien. Fantasea e idealiza a Boogie como “un tipo maravilloso”, el
“cielito”, en fin: como a un hombre con carácter fuerte capaz de protegerla. Además de la
idealización utiliza otros mecanismos primitivos propios de la posición esquizo-paranoide, como la
negación de los aspectos negativos de Boogie. Kathy exclama “¡No me explico cómo puedes estar
con ese salvaje!” y Klein se lo explicaría de esta manera: que Sue está con ese salvaje movida por
una enorme culpa inconsciente (ansiedad depresiva de haber dañado y/o perdido al objeto amado en
su temprana infancia) y eso lo lleva a querer identificarse con él y cuidarlo a costa de su salud, lo
que la habilita no sólo controlar sus propios impulsos agresivos en el objeto-Boogie sino también
actuar como el objeto que ama incondicionalmente, permitiéndose gozar en la fantasía de amor que
anheló en sus padres y que anhela en un amante, a la vez que neutraliza los sentimientos depresivos
y de culpa, comportándose como una “novia” (aunque sólo pasó una noche) devota. Por último,
pretende no perderlo en tanto se siente dependiente de él.
Kohut se centraría en el self de Sue. Diría que se trata de un self defectuoso o no integrado.
En su infancia, Sue habría sido una niña poco atendida. No recibió respuestas de aprobación y
empatía, ni tampoco contó con la presencia de un modelo parental digno de ser idealizado. Ahora
busca desesperadamente la aprobación y la confirmación de su “representación” (en el sentido de
“representar” algo como “actuar”, “demostrar”) como “novia devota” o novia perfecta; e idealiza a
Boogie como a un hombre maravilloso, dueño de una perfección admirable y proveedor de calma,
tranquilidad y protección. Boogie es autoritario e inadecuado como objeto del self para cualquiera,
lo que demuestra que Sue se halla detenida en un punto de su desarrollo del self y tiende a la
fragmentación por medio de sus comportamientos transferenciales.
No pretendo que estas interpretaciones tengan un tono determinante. Intenté articular el
disparador con todo lo desarrollado a lo largo del trabajo, casi “jugando”. De por sí, la teoría es
mucho más profunda y rica que la historieta.
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Conclusión
Desde Kohut y Klein se pueden llegar a un argumento similar: las personas con dificultades
para regular su autoestima y que experimentan sentimientos de tristeza y necesidad de protección y
aprobación, han tenido experiencias que perturbaron la relación entre ellos (yo o sí mismo) y el
ambiente en la temprana infancia. Klein hará énfasis en la culpa generada por la ansiedad depresiva,
y Kohut se ocupará de destacar la falla de la función empática de las personas cercanas al niño, es
decir, dirá que el factor principal es la dificultad de los padres de reconocer ciertas necesidades en
sus hijos. En cierto sentido, Klein teorizaría un motivo más constitucional que Kohut, aunque es
discutible para cada caso.
La problemática elegida es más compleja de lo que esperaba. Hay innumerables trabajos e
investigaciones, e innumerables maneras de aplicarlas a cada caso particular.
El recorrido que realicé en este trabajo resulta interesante. Las concepciones de desarrollo y
dinámica psíquicas planteadas por Melanie Klein y Heinz Kohut tienen un cuerpo integrado que
invita a articular las temáticas y los conceptos como si no existiera la posibilidad de entender uno
sin el otro. Pienso que eso es positivo.
La planificación del trabajo comenzó como una pregunta tirada al aire en mi mente con un
lenguaje coloquial (¿Por qué algunas personas se sienten menos?, ¿por qué necesitan de otro
desesperadamente?) y a medida que inicié la “investigación” y avanzó la redacción del texto me fui
dando cuenta de que las primeras preguntas eran algo difusas y de que habían maneras más
organizadas de estudiar el tema de la valoración personal, el narcisismo, la autoestima. Como se ve,
también se me hizo patente que hay que ser cuidadoso con las palabras y las denominaciones de
procesos y fenómenos.
Otra conclusión es que cada vez me queda más claro que, en psicología, es realmente
pertinente conocer la historia infantil de una persona y, sobre todo, la manera en que esa persona
representa las experiencias de su infancia, y las consecuencias que tienen las relaciones externas o
el ambiente sobre el desarrollo del psiquismo.
Finalmente, cerca de poner el punto final al “artículo”, corroboro lo que sentía antes de
comenzar: la problemática narcisística manifestada en los adultos es interesante, importante y
presente. Es un tema a tener en cuenta para toda persona que tenga vocación en el encuentro
terapéutico con otro.
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Referencias
• Segal, Hannah (1981). Introducción a la obra de Melanie Klein. Buenos Aires: Editorial
Paidós.
• Klein, Melanie. (1989). Amor, Culpa y Reparación. En Obras completas de Melanie Klein.
España: Paidós.
• Glenn, Gabbard. (2002). Las bases teóricas de la psiquiatría dinámica. En Psiquiatría
psicodinámica en la práctica clínica (47-52). Madrid: Editorial Médica Panamericana.
• Campos Vargas, D (1982). Self, transferencia y trastorno narcisista de la personalidad: el
aporte de Heinz Kohut [online]. Recuperado de:
http://pensamientoyliteratura.blogspot.com.ar/2009/05/self-transferencia-y-trastorno.html
• Fontanarrosa, R (1999). Un hombre de carácter fuerte. En Todo Boogie el Aceitoso (Libro 4).
Buenos Aires: Ediciones de la flor
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