IDEOLOGIA DE GRANDES PROYECTOS
ARGENTINA.
EN LA REGION COMAHUE,
Juan Carlos Radovich*
“Las parábolas no mienten, pero los
mentirosos se empeñan en hablar
en parábolas”.
Lip King1
En: Reis, M., J. Radovich y A. Balazote (Eds) (2005) Disputas territoriales y conflictos
interétnicos en Brasil y Argentina. Ferreyra Editor, Córdoba.
INTRODUCCION
La región Comahue o Norpatagonia abarca las provincias de Río Negro y
Neuquén en su totalidad, el partido de Carmen de Patagones en la provincia de Buenos
Aires y los Departamentos de Puelén, Curacó y Lihué Calel en la provincia de La
Pampa. En esta región los ríos Colorado, Neuquén, Limay y Negro constituyen un rasgo
de gran importancia para el asentamiento humano. El uso de los ríos para la irrigación y
luego como fuente de energía eléctrica han sido los rasgos fundamentales en cuanto a su
utilización. Asimismo el Comahue fue afectado de diversos modos por la construcción
de grandes proyectos de infraestructura desde comienzos del siglo XX.
En efecto, a partir de la incorporación del terriotorio del Norte de la Patagonia,
luego de la denominada “Conquista del Desierto”, la cual constituyó la culminación de
una campaña de exterminio de parte de la población indígena que allí habitaba, se
planificaron y construyeron diversos grandes proyectos, en su mayoría vinculados con
el control y manejo de cursos fluviales tales como los ríos Colorado, Negro, Neuquén y
Limay, en particular diques con fines de regadío en un comienzo y grandes represas
posteriormente con la finalidad prioritaria de generar hidroelectricidad. La construcción
de puentes y de vías férreas también fueron objeto de la planificación estatal.
En este artículo analizamos los discursos que fueron elaborados como forma de
legitimación y justificación de estas grandes obras a través del tiempo, recorriendo las
*
1
Antropólogo social. Dr de la UBA, Investigador del CONICET-INAPL.
Jack London.
manifiestaciones y características de una serie de grandes proyectos que se contruyeron
en esta región a lo largo del siglo XX.
Ideología de los grandes proyectos
Lins Ribeiro a partir de sus trabajos sobre la construcción de la ciudad de
Brasilia y la megarepresa hidroeléctrica binacional de Yacyretá ha planteado la
conceptualización de lo que denomina “proyectos de gran escala” (PGE) para las
grandes obras de infraestructura que reúnan los siguientes requisitos: “gigantismo,
aislamiento y temporalidad” (Lins Ribeiro 1985, 1987 y 1991). De este modo, los PGE
constituyen una intervención, nacional o binacional, con una marcada presencia de
organismos internacionales y que poseen además, una clara intencionalidad geopolítica.
Por otra parte exigen disponer de elevadas sumas de capital y la provisión de una gran
cantidad de fuerza de trabajo. El “gigantismo” de estos emprendimientos requiere el
accionar de “(...) una corporación grande y poderosa” que maneje todo el proceso (Lins
Ribeiro 1985:34).
Este autor también considera que el aislamiento de estos proyectos es relativo y
está referido más bien a aspectos socieconómicos (carencia de infraestructura,
dificultades para contratar mano de obra calificada, etc.), que geográficos (debido al
usual aislamiento físico de la región donde se construye la gran obra) (Lins Ribeiro
1985:34-35). Asimismo, el territorio donde se lleva a cabo el proyecto puede
considerarse como una zona de “enclave”.
Con respecto al tercer punto de este modelo: la “temporariedad”, el autor señala
que los PGE constituyen sistemas identificables en el tiempo; poseeen un comienzo y
una estimación aproximada de finalización. La carga simbólica de algunos puntos
claves de este proceso, tales como la fecha de inauguración y su utilización como
acelerador del ritmo de obra, así como también el contenido político de la ceremonia de
inauguración, no hacen más que confirmar el carácter temporal de esta modalidad
productiva.
Aclara que la categoría de PGE, sólo se refiere a las características de dimensión
y planificación. Ahora bien, otros rasgos distintivos de estos proyectos, además de los
mencionados más arriba, son el de constituir “totalidades discretas” ya “(...) que se trata
de un conjunto organizado de relaciones con una lógica particular, aunque inserto en un
sistema mayor que es la fuente de sus principales características estructurales”; y por
otro, que componen “totalidades recurrentes”, dado “(...) que hay similitudes entre los
distintos PGE, que justifican ubicarlos en una misma categoría” (Lins Ribeiro 1987:7).
Otro aporte importante de este autor luego de caracterizar a los PGE como una
forma particular de producción, es su análisis acerca de los componentes ideológicos
que estos proyectos poseen. Señala que este tipo de emprendimientos se legitiman
mediante el concepto de “ideología de la redención”, “(...) cuya matriz principal es la
ideología del progreso, que muchas veces toma la forma del desarrollismo, es decir la
suposición de que los PGE son positivos porque desarrollarán una región, suministrando
bienestar a toda su población. Los elementos condensados en esta formulación
ideológica varían según la naturaleza de la obra, su importancia para la región o el país,
y las particularidades históricas y culturales del medio en que se levantará” (Lins
Ribeiro 1987:11).
La construcción de grandes obras hidráulicas siempre estuvo ligada a la
concentración de poder tal como lo ilustra en su clásico trabajo Karl Wittfogel. Su idea
principal era que los grandes proyectos hidráulicos necesitaban una dirección
centralizada, grandes empresas estatales y ejércitos disciplinados que sólo podía
garantizar un régimen absolutista, despótico, como los que reinaron en las sociedades
hidráulicas que describe el autor (Wittfogel 1969).
De este modo las grandes represas constituyen una de las más fuertes
manifestaciones de la sociedad por controlar la naturaleza a través del avance
tecnológico. Por lo tanto son algo más que fábricas de energía o reservorios de agua.
Ellas son expresiones concretas de una ideología de la era tecnológica, verdaderos
íconos del “desarrollo económico y del progreso científico”. Además este aspecto no se
constituye en un rasgo distintivo de la sociedad capitalista, dado que esta manifestación
ideológica también la podemos encontrar en las políticas energéticas llevadas a cabo en
los distintos países donde tuvo vigencia el “socialismo real existente”. Tal es el caso de
la frase de Stalin de 1929, referida al represamiento de los ríos: “Agua que es permitida
desagotar en el mar es un desperdicio” (Steinberg 1993). Asidmismo en China la
megarepresa de Tres Gargantas, “la Gran Muralla de agua (...) el proyecto más grande
desde la Gran Muralla o el Gran Canal”, el proyecto hidroeléctrico más grande del
mundo solía ser denominado “el proyecto mascota del Emperador Rojo” (en relación al
desaparecido líder Deng Xiao Ping), por aquellos sectores de la sociedad china opuestos
a su construcció (Radovich 2003).
Por otra parte y del mismo modo en que lo realizara quien fuera primer ministro
de la India, Jawaharlal Nehru, o el líder egipcio Gamal Abdel Nasser a raíz de la
construcción de la presa de Assuán en el río Nilo, los líderes de los países del Tercer
Mundo visualizaban antes y ahora también a las represas como ‘templos del desarrollo’,
monumentos de una visión nacionalista de la modernización y el crecimiento ilimitado
(Radovich 2003).
Por lo tanto, tal como afirman Goldsmith y Hildyard, “Las presas no se
construyen nunca en un vacío político. Es por ello que la crítica a los proyectos de
construcción de presas supone una dura y difícil batalla contra el poder del Estado,
batalla casi imposible de ganar” (1992:119). Sin embargo hay quienes opinan que “(...)
si lo políticos supieran qué futuro espera a estas aguas estancadas (embalses
artificiales), nunca pondrían sus nombres a una hidroeléctrica” (Tyrtania 1992:104).
ANTECEDENTES DE GRANDES OBRAS EN LA REGION COMAHUE
La construcción de vías férreas: “el genio emprendedor de los ingleses”.
La llegada del ferrocarril al norte de la Patagonia se convirtió en la avanzada de
un proyecto expansionista que se inicia luego de la conquista de las tierras indígenas
producida mediante la campaña militar denominada eufemísticamente “Conquista del
Desierto” con la consecuente redistribución de dichas tierras y su conversión en
extensos latifundios ganaderos.
Julio Argentino Roca, padre de dicha campaña de exterminio expresa su
interpretación de la misma y su continuidad en 1899 en el acto de inauguración del
Ferrocarril hacia el Neuquén:
“Señores: Hace hoy precisamente veinte años que, al frente de un
cuerpo de ejército, llegué a estas márgenes del Río Negro para establecer
en ellas fuerzas militares que debían ponernos en posesión real y
definitiva e la Pampa y la Patagonia, (...) ensanchando los dominios de
la patria y resolviendo para siempre el problema secular e las fronteras.
Al realizarse hoy esta nueva conquista, que es complemento de
aquella, permitidme, señores, que, ligando una y otra empresa traiga a la
memoria, la expedición del 79, y recuerde a todos los compañeros de
armas, en esa memorable jornada. (...)
Justo es recordar en este gran día al soldado argentino, que vivió en
constante lucha con el salvaje y ha sido como el ´pioneer´de nuestros
progresos, en el espacio inmenso y cerrado por la barbarie, (...) Señores
este ferrocarril (...) es un nuevo y hermoso testimonio que debe el
país al capital y al genio emprendedor de los ingleses.
(...) los territorios que acabamos de recorrer serán sin duda, (...) asiento
de poblaciones y de industrias nuevas. Su irrigación es fácil,
aprovechando los ríos caudalosos que la naturaleza ha puesto a su
servicio.
No pasarán muchos años sin que este valle del Río Negro,
principalmente, a semejanza del valle del Nilo, dotado de una fertilidad
igualmente asombrosa, se convierta en un emporio de producción e
riqueza” (Rögind 1937, en: Ferrero y Zenobi 1993:37-38) [las negritas
me pertenecen].
El testimonio precedente, como veremos más adelante se convertirá en la matriz
originaria de los discursos
legitimadores de las grandes obras que se construirán con
posterioridad en la región.
El Dique Ballester: “la obra que logró cambiar la historia”
En el Alto Valle del Río Negro desde su incorporación efectiva al Estado y el
comienzo del desarrollo de actividades productivas vinculadas a la agricultura se
consideró imprescindible para tal emprendimiento la realización de dobras de regadío.
Así fue como se planificó la construcción del Dique Ballester sobre el río
Neuquén (afluente del Negro junto con el río Limay).
A comienzos de 1910, año del Centenario, comienzan a ejecutarse las primeras
obras del dique Contralmirante Cordero el cual sería denominado posteriormente Dique
Ballester, en homenaje al ingeniero Rodolfo Ballester quien dirigió las obras. En el
noroeste de la provincia de Río Negro junto a la margen izquierda del río Neuquén,
límite con la provincia del mismo nombre, en el sitio denominado Campo Cordero,
cerca de los restos del desaparecido Fortín Vidal y de una rastrillada indígena, se
emplazaba el campamento y la primera villa temporaria de la región.
El 17 de marzo de 1910 el presidente José Figueroa Alcorta, su futuro sucesor
Roque Sáenz Peña y una numerosa comitiva, procedieron a la inauguración de las obras
de “El dique que logró cambiar la historia” (Pérez Morando 1996:4). El entonces
ministro de Obras Públicas de la Nación Ezequiel Ramos Mexía, cuyo nombre pervive
en el lago artificial correspondiente a la represa hidroeléctrica de El Chocón, afirmaba
lo siguiente:
“Estamos congregados hoy en pleno desierto, para colocar la
primera piedra de lo que será pronto el gran dique del Neuquén,
destinado a regularizar el régimen hidráulico del río Negro. Merced a los
trabajos que hoy inauguramos, estos parajes (...) pasarán en violenta
transición de los aspectos ingratos de un desierto a las perspectivas de
un florecimiento colosal de riqueza y progreso. Se impone claramente
ante mis ojos la visión de su próximo porvenir (...) imaginar en estos
eriales una gran provincia, floreciente y cultísima; (...)” (Pérez Morando
1996:4) [las negritas me pertenecen].
Vemos aquí como la ideología del progreso, componente de la “ideología de la
redención”, tal como la define Lins Ribeiro (1985 y 1987), ante el “desierto”
recientemente conquistado a los indígenas, se constituye en el sostén del “pionerismo”
como discurso que justifica todo tipo de empresa en aras del “progreso”. Ramos Mexía
en su discurso y buscando lograr una continuidad temporal muy prolongada en el
tiempo, también trazó un paralelo con el río Nilo, recordando a los egipcios con su
faraónica obra en el lago Moeris, bajo el reinado de Amenemhat. “El problema del Nilo
era exactamente el problema del río Negro que hoy tratamos de resolver”. (Río Negro
20/3/93). El entonces ministro pensaba que con ese dique y los que en el futuro se
construirían, (sobre los ríos Limay y Neuquén) “quedarán como leones mansos
sometidos a la férula dominadora del ingenio humano” (Río Negro 20/3/93). La misma
analogía relacionando esta obra con las del antiguo Egipto consta en el libro de un
médico francés titulado “Le Nil Argentin (...)” (Doleris 1912) [las negritas me
pertenecen].
El dique Ballester que desagua en el lago Pellegrini, se constituyó en la
primera gran obra de este tipo en la región, cuya finalidad principal fue la de regularizar
los cursos fluviales y sistematizar la irrigación sobre tierras que inmediatamente se
destinarían a la producción frutihortícola.
La ejecución de las obras estuvo a cargo de la empresa británica del Ferrocarril
del Sud, asimismo constructora de la línea Bahía Blanca-Neuquén, la cual debió trazar
otra vía destinada a unir Parada Limay (la actual Cipolletti), y Kilómetro 1212 (hoy
Barda del Medio), en donde se construía el emprendimiento. Dicho tramo se habilitó el
25 de junio de 1910. Otra empresa del mismo origen, la casa Ramsomes Rapiez de
Ipswich, Inglaterra se encargó de proveer los elementos metálicos del dique (Pérez
Morando 1996).
Debemos tener en cuenta además el contexto socioeconómico regional en dicho
período para comprender la magnitud del proyecto que describimos. En efecto, hacía
escasos 6 años que la capital neuquina2 había sido trasladada a la zona de Confluencia
(Neuquén Capital), como consecuencia de la llegada del Ferrocarril en 1902, hecho que
motivó un cambio de ejes económicos regionales al ser desplazada la región norte de la
provincia, otrora floreciente y con cierto grado de autonomía económica, hacia el centro
del Neuquén desde donde se proyectaría la producción capitalista proveniente del Alto
Valle y de los grandes latifundios con ganadería extensiva establecidos en el centro y
sur de la provincia (Radovich 1987). Por otra parte en septiembre de 1909 se sanciona la
ley de irrigación que reunía las ideas de diversos planificadores, entre ellos el ingeniero
César Cipolletti cuya finalidad básica era la de irrigar amplias extensiones y contener
las terribles crecientes ocurridas por aquel entonces en los ríos de la región. La siguiente
cita del ingeniero italiano ilustra claramente su percepción de las posibilidades
productivas que aportaría la introducción del riego en el Alto Valle:
“Basta abstraerse un momento e imaginarse el magnífico espectáculo
que presentaría dentro de 40 o 50 años, el inmenso y actualmente
desierto valle del Río Negro, poblado con un medio millón de
habitantes y cubierto de pueblos florescientes; teniendo presente que
todo esto podría conseguirse con solo levantar, en dos o tres metros, el
agua que ahora corre inutilizada a los pies de tierras incultas” (Cipolletti
1899) [las negritas me pertenecen].
Luego de concretada la primera gran obra en el Comahue se sentaron las bases
para la continuidad de las mismas en diversos proyectos oficiales planificados desde el
Estado. Un diario regional recordaba hace más de una década la gran importancia que
dicha obra tuvo.
“A la ‘Barrage del Neuquén’ se le pusieron puertas reguladoras y la
sangre hídrica comenzó a correr a izquierda y derecha en los territorios
del Río Negro y del Neuquén. Nació así el milagro valletano” (Río
Negro 20/3/93) [Las negritas me pertenecen].
2
Anteriormente la capital del Neuquén tuvo varios emplazamientos. En primer lugar la capital se asentó
en el norte en Campana Mahuida en donde estuvo emplazada sólo durante unos pocos meses hasta que se
decidió su traslado a Ñorquín en 1884. En 1887 se funda Chos Malal y de inmediato se ubica allí la
capital provincial. En todos estos caso la preferencia por el norte provincial fue una consecuencia de la
corriente conquistadora que proveniente de Mendoza desalojó a los pobladores indígenas del territorio. La
misma estuvo conducida por Manuel J. Olascoaga, primer Gobernador del Neuquén. En 1904 el
Gobernador Carlos Bouquet Roldán, dos años después de la llegada del ferrocarril a la Confluencia
decide el traslado de la capital a la ciudad de Neuquén (Vapñarsky 1983:54).
De este modo las obras de regadío implementadas luego de la construcción del
dique, posibilitaron el desarrollo y la expansión de la producción frutihortícola de la
región con su consecuente expansión urbanística y demográfica. A partir de la
concreción de la gran obra se generó un proceso de expansión regional que llevó a la
fundación de localidades como Vista Alegre, Centenario y otras cercanas cuyas
economías se basaron casi con exclusividad en la producción frutícola hoy en franca
decadencia debido a los cambios ocurridos en el plano económico en los últimos años.
El Puente de Paso Córdoba: “la labor de pioneros visionarios”
El 23 de junio de 1969 comenzó a utilizarse el puente de hormigón armado de
Paso Córdoba, cuyas obras se iniciaron en 1964, sobre el río Negro, a una decena de
kilómetros de distancia de la ciudad de Gral. Roca. Dicho puente que reemplazó a la
balsa del mismo nombre emplazada en 1908, permitió mejorar la comunicación entre el
Alto Valle y la Línea Sur de la provincia de Río Negro. Es el puente más largo que
atraviesa el río Negro, dado que cuenta con 534 metros de extensión, superando al
puente de Gral. Conesa, inaugurado en 1968 sobre el mismo río, el cual cuenta con 398
metros de largo. La contratación de las obras estuvo a cargo de la Dirección Nacional de
Vialidad, y recayó sobre la empresa Ing. Carlos A. Bacigaluppi S.A., con un costo de
330 millones de pesos viejos (Maida 2000). A la hora de las valorizaciones el Puente de
Paso Córdoba también fue objeto de enjundiosos elogios basados en el “pionerismo” y
el “desarrollo” tal como se desprende del siguiente texto:
“Este puente (...) Hoy es el merecido fruto al esfuerzo de un pueblo
laborioso que hizo del desierto un vergel y a la coincidencia de
funcionario conscientes de la importancia de esta obra para el
desarrollo regional. (...) Paso Córdoba es un jalón más en la
esforzada trayectoria histórica de las regiones patagónicas, (...) son
las constantes de nuestra historia regional. Todas ellas inmersas en
un contexto de sacrificios, alegrías y derrotas. Inevitables
esperanzas frustradas pero también irreductibles logros de objetivos
que hablan de un pueblo de visionarios pioneros constantes y
emprendedores”. (Maida 2000:239) [Las negritas me pertenecen].
Hemos visto, aunque en forma incompleta y sintética, el desarrollo en el tiempo
de una serie de grandes obras, que brindaron una configuración especial a la región en
estudio desde comienzos de su incorporación al proyecto socioeconómico oficial. En la
mayoría de los casos se puede apreciar como se ejercía una especie de control espacial
por parte de las empresas responsables de las obras, lo que constituía una forma de
“gobierno de hecho en la zona” (Masés et al 1994:139). Este aspecto se relaciona con la
caracterización de Lins Ribeiro (1985) respecto a las modalidades de disciplinamiento y
control vigente en las grandes obras.
La modalidad productiva lograda en ese entonces, muy poco se diferencia de la
aplicada posteriormente en las grandes obras construidas durante las últimas décadas en
la región. El establecimiento del sistema denominado “fábrica-villa obrera” (Leite
Lopes 1979), fue la característica sobresaliente de la mayoría de los grandes
emprendimientos iniciales descriptos más arriba. Vemos así como este tipo de proyectos
reunía los aspectos que caracterizan en términos generales a los mismos en la
actualidad, o sea, “(...) son iniciados por la planificación, están sustentados en la
racionalidad técnico-científica y legitimados por discursos ideológicos basados en el
progreso y el desarrollo” (Catullo 1996:17).
Primera gran obra sobre el río Limay: “Comienza la Era de El Chocón”
La represea hidroeléctrica de El Chocón 3 ubicada a 60 kilómetros de la ciudad
de Neuquén, sobre el río Limay, produjo relocalizaciones tanto en ámbitos rurales como
urbanos. Las mismas se caracterizaron por la compulsividad con que fueron ejecutadas
dado que en ningún momento se consideró la opinión de la población afectada ni se
propició su participación. Desconocemos la situación actual de los pequeños crianceros
que habitaban en la zona aledaña al actual lago Ramos Mexía, aunque podemos afirmar
que no se llevó a cabo ningún tipo de acompañamiento hacia estos pobladores,
“ocupantes precarios de tierras fiscales” (“fiscaleros” según la denominación popular);
los cuales debido a esta figura jurídica en relación a su modalidad de asentamiento rural,
no contaban con ninguna protección legal. Los mismos fueron desplazados sin
3
La financiación de esta obra se efectuó a través de un fondo especial con un recargo del 5% en el precio
de la electicidad y el petróleo crudo en todo el país. Este fondo dio origen al Fondo Nacional de Grandes
Obras Eléctricas (Ley Nº 19.287) destinado a la construcción de obras hidroeléctricas y termoeléctricas,
líneas de transmisión y otras instalaciones complementarias en todo el territorio nacional. A través de
estos mecanismos financieros se construyeron varias represas en todo el país (Esto es HIDRONOR s/d).
contemplaciones de las tierras que ocupaban, debiendo abandonar sus viviendas e
instalaciones rurales.
Inauguración de las obras de El Chocón: “la Nueva Conquista del Desierto”
Más de medio siglo transcurrió desde la inauguración del dique Ballester hasta
que se inauguraron las obras del Complejo El Chocón-Cerros Colorados sobre los ríos
Limay y Neuquén respectivamente.
El Ing. Luis M. Gotelli entonces Secretario Energía de la Nación durante la
anteúltima dictadura militar (1966-1973) liderada inicialmente por el Gral. Juan Carlos
Onganía, puso de manifiesto en su discurso, las calificaciones que recurrentemente estas
obras reciben:
“(...) Esta obra será la más grande que se ha ejecutado en el país (...).
La obra que hoy se inicia tiene un destino claro, preciso e irreversible:
el progreso y desarrollo de la zona Norpatagónica, (...) Si la electricidad
se trasladará inicialmente al Litoral (...) no es para acelerar el progreso
de éste, (...) sino exclusivamente para posibilitar la realización de un proyecto de promoción patagónica del mayor interés nacional (...)”.
(Clarín 10/01/1969) [Las negritas me pertenecen].
A su turno el Gral. Olascoaga, paradójica y patéticamente homónimo
descendiente del Gral. Manuel J. Olascoaga4, conquistador del territorio del Neuquén a
través del sometimiento militar de la población indígena durante la campaña de
exterminio liderada por Julio A. Roca, se refirió a su turno, a lo que representaba la obra
que se estaba inaugurando:
“Comienza la Era de El Chocón (...). Aquí en este Comahue donde el
indio paseó su estampa de señor del desierto y donde el sufrido y bravo
soldado patrio luchó y murió para ocuparlo, llegan hoy la máquina moderna y el hombre de este siglo para reafirmar aquella ocupación,
afincando obras que aseguren la conquista del desierto que siempre
quedó trunca por falta de una acción continuada y enérgica. (...)
Esta obra cuya iniciación estamos presenciando, será el mojón que
Señalará el comienzo de la Era de El Chocón en el desarrollo del
4
Olascoaga condujo la columna norte que desde Mendoza penetró en territorio neuquino para someter a
los pueblos indígenas que allí habitaban.
Comahue (Clarín 10/01/1969) [Las negritas me pertenecen].
Asimismo el editorial de la revista “Hidronor” (órgano oficial de la empresa en
responsable de la construcción de las obras en la región), titulaba el evento como “La
tercera conquista del desierto”. Esta última conquista, a diferencia de las dos primeras,
no poseía un carácter militar.
“Esta tercera campaña, de carácter económico-político-socialpoblacional, simbolizada por El Chocón-Cerros Colorados,
encarna también un instante sociopolítico de gran significación,
cuyas proyecciones se apreciarán de aquí a 50 años”
(HIDRONOR:23 s/f).
Como podemos observar se trata de una forma particular, aunque escasamente
novedosa de concebir las relaciones interétnicas, enfatizando además la significación de
las obras; las cuales conjuntamente con el “progreso” que conllevan permitirían la
superación de antiguos conflictos.
El artículo continuaba con las siguientes valorizaciones:
“Ya no existe el desierto, dilatado y hostil. Donde antes
disparaban las carabinas ahora zumban las mezcladoras de
cemento. Caminos, canales, diques, usinas, fábricas, poblaciones
se multiplican y, como otrora los fortines, van jalonando la ruta del
progreso. El país avanza hacia la Tierra del Fuego, como si en la
extensión patagónica se escondieran los tesoros de su destino
histórico” (HIDRONOR: 23 s/f) [Las negritas me pertenecen].
Hidronor S.A. se presenta como la avanzada civilizatoria que lleva a los
irredentos parajes patagónicos los beneficios del progreso. En modo alguno cuestiona
las características de las conquistas anteriores, dado que en realidad lo que hace es
reproducir su discurso.
“Cuando se advierte que hace menos de 100 años el país estaba
dominado en grandes sectores por los indios la inmadurez histórica
y la juventud biológica de la Argentina asoman en todas sus
promesas. Las campañas de expansión hacia el Sur han
entronizado grandes figuras políticas, han representado momentos
claves en nuestra historia” (HIDRONOR: 23 s/f).
Vemos aquí de qué manera el concepto de “ideología de la redención”, (Lins
Ribeiro 1985 y 1987) característico de los “proyectos de gran escala”, se presenta de un
modo elocuente. En los párrafos citados precedentemente, dicha ideología, cuya matriz
fundamental es la “ideología del progreso”, la cual adopta frecuentemente la forma del
desarrollismo, presupone que los proyectos de gran escala son positivos para el
desarrollo de una región constituyendo los elementos legitimadores de la gran obra. La
mención de una “tercera conquista del desierto” remite a una continuidad histórica
particular de la región, pues tal como afirma el autor citado más arriba: “Una historia
regional o nacional es la fuente favorita de acontecimientos que se reordenan de tal
manera que la construcción del proyecto resulta natural; lo que debe hacerse parece la
mera obediencia a una tendencia histórica” (Lins Ribeiro 1985:33).
Nueva fundación de Picún Leufú “Sede Provincial del Viento”
La localidad de Pican Leufú fue reasentada a comienzos de la década de 1970
por la construcción de la presa El Chocón, ubicada a 125 kms de la ciudad de Neuquén
Capital. De acuerdo con el Censo Nacional de Población y Vivienda de 1970, la
localidad contaba con 578 habitantes, de los cuales 133 habitaban en la zona urbana
(23%), y 445 en la zona rural (77%) (INDEC 1974).
En 1982 Alberto Astigarraga, hijo del primer jefe de correos del pueblo, quien
llegó a Cabo Alarcón en 1904, realizaba la siguiente descripción al recordar la última
fundación de la localidad (de Picún Leufú) luego del reasentamiento:
“En aquella memorable jornada a la que concurrió gran cantidad
de público y el gobernador (Felipe) Sapag, hacía ese día un
viento huracanado, pero estábamos de fiesta, era la segunda
fundación del pueblo y se había realizado con viento y quizás
por ello de pronto nuestro pueblo se ha constituido en la SEDE
PROVINCIAL DEL VIENTO Y PICUN LEUFU se volverá a
vestir de fiesta para recibir con afecto a los que vengan a
compartir nuestro aniversario en el lugar (...)” (Astigarraga
1982:4) [Las negritas me pertenecen].
Cabe aclarar que la nominación de la “fiesta provincial del viento” en Picún
Leufú surgió luego de su traslado, como una imposición de las autoridades “de facto”,
con el fin de ritualizar a través de una imposición con pretensiones de convertirla en
“tradición inventada”, la legitimación del nuevo emplazamiento, en un lugar poco
adecuado para el asentamiento humano debido al embate de los vientos regionales y
bastante desfavorecido respecto a su antigua ubicación. Al respecto Caminotti considera
a esta fiesta como “(...) uno de los símbolos más desafortunados de esta nueva realidad
(...)” (1999:8).
Astigarraga en cambio, realizaba una evaluación sumamente optimista ante la
nueva situación ante la que se enfrentaba el pueblo luego de su relocalización:
“(...) hoy se levanta una pueblo moderno, en sus feraces
tierras, los árboles adquieren un desarrollo inigualable, el
adelanto moderno ha llegado, la televisión en colores invade
los hogares, contándose con una repetidora de microondas; el
lago Exequiel Ramos Mexía en fecha muy próxima será
habilitado para la pesca ya que está poblado de salmónidos y
pejerreyes y el pueblo de Picún Leufú aparece muy cerca de su
margen como una sirena contemplando las claras aguas que lo
hizo nacer para el progreso que ya no se detendrá (...)”
(1982:4) [Las negritas me pertenecen].
Sin embargo a más de treinta años de su traslado la expectativa declarada por
Astigarraga, hijo de uno de los primeros pobladores, no se cumplió. Los augurios de
“progreso” y “adelantos modernos” se constituyeron en cantos de sirena para los
pobladores de Picún Leufú, quienes aún hoy esperan ser escuchados para que se lleven a
cabo las acciones oficiales que tiendan a superar situaciones de estancamiento que
llevan décadas; algunas de las cuales se produjeron como consecuencia de un proceso
de relocalización ejecutado con escasas consideraciones hacia la población y sus
necesidades.
La represa de Casa de Piedra: “La obra que domará al río Colorado”
Una práctica común en procura de lograr consenso que posibilite la realización
de “Proyectos de Gran Escala”, como el que indudablemente constituye Casa de Piedra,
consiste en denominar a los emprendimientos hidroenergéticos “presas de propósito
múltiple”. Bajo este nombre frecuentemente utilizado en la etapa de los estudios de
factibilidad, y en procura de lograr la legitimación del proyecto se encubre el principal
objetivo que generalmente consiste en desarrollar la producción de energía. No es este
el caso de la presa Casa de Piedra dado que la producción energética es realmente
secundaria debido a que la función del riego es prioritaria.
Tanto en la producción de energía como en la provisión de agua para riego la
denominación de obras de “propósito múltiple” encubre los objetivos primordiales de
las mismas. Las estrategias utilizadas para legitimar estos grandes emprendimientos
consisten en resaltar sus beneficios secundarios (regulación de corrientes, planes de
irrigación en las áreas afectadas, promoción del turismo, desarrollo de la caza y la
pesca, producción energética, etc.) comparándolos en el plano del discurso con la
actividad principal, sea ésta cual fuere. Sin embargo y tal como algunos autores
sostienen, “El aprovechamiento múltiple no sólo integra objetivos diversos sino que
debe compatibilizar aspectos conflictivos al utilizar un mismo recurso para distintos
fines” (Viladrich Morera 1988:21).
La concepción de la gran obra como un espacio de concentración de la actividad
económica, cuyo efecto multiplicador beneficiará en primera instancia, no sólo a los
afectados sino a toda el área de influencia, se vincula directamente con lo que Lins
Ribeiro denomina “ideología de la redención” (1985 y 1989).
Bajo el concepto de “emprendimientos de propósito múltiple” se disimula el
objetivo central del proyecto que consiste, en este caso, en la provisión de riego hacia
áreas alejadas de la zona en donde se lleva a cabo la construcción de la represa.
Estos emprendimientos responden a un modelo cuya lógica,
como bien
caracterizan Suárez, Franco y Cohen (1984:13), descansa sobre una sola variable y se
muestran sumamente rígidos como para considerar la incorporación de otras
dimensiones. Por otra parte tal denominación tiende a justificar la gran inversión de
capital que demandan estos proyectos y a minimizar los costos sociales que ocasionan.
A continuación transcribimos algunos párrafos extraidos de la folletería utilizada
por el Ente Casa de Piedra para promocionar (y justificar) la construcción de la gran
obra:
“(...) tiende al aprovechamiento integral de los caudales, dando absoluta
prioridad al riego, por tratarse de una actividad que producirá un gran
impacto demográfico en la zona contribuyendo al desarrollo regional e
integración territorial, teniendo en cuenta que el Programa Unico de
habilitación de Areas de Riego y Distribución de Caudales del Río
Colorado, prevee la posibilidad de irrigar más de 300.000 has. en la
extensión de la cuenca”.
“El Proyecto ‘Casa de Piedra’ muestra, de una manera muy concreta, la
importancia que revisten los emprendimientos compartidos, a partir de la
voluntad que manifiestan tres estados provinciales y el Estado Nacional,
a través del Ministerio del Interior, en dar aprovechamiento racional y
efectivo a un curso de agua, en todo su proyecto, de acuerdo a las
necesidades y aspiraciones de cada región”.
“El emprendimiento es totalizador [h]a de dar respuesta a las
aspiraciones de progreso que anima a los habitantes de las tres
provincias participantes, en el marco de objetivos superiores que hacen
a los intereses del país". (Ente Ejecutivo Casa de Piedra, S/D.) [Las
negritas me pertenecen].
En estos textos se percibe cómo la exaltación de los beneficios de la gran obra
no deja “zonas grises” ni lugar para posibles sectores perjudicados dado que: la represa
de Casa de Piedra impulsa “el desarrollo integral de los recursos”, la “promoción del
desarrollo regional” y “la integración territorial”. Por otra parte, la realización de la gran
obra permitirá “la satisfacción de las necesidades y aspiraciones de cada región”,
resultando “un emprendimiento totalizador” llevado a cabo “en el marco de los
objetivos superiores que hacen a los intereses del país”.
Esta ideología no se limitó al discurso del ente oficial que obviamente procuraba
la justificación de la gran obra sino que también se evidenció en el tratamiento que
ciertos medios le dieron a la misma:
“Obra madre de nuevas obras; generadora de riego y de vida,
multiplicadora de esfuerzos, Casa de Piedra es un emprendimiento de
relevante importancia para la región norpatagónica” (Río Negro 29/3/86)
[Las negritas me pertenecen].
Es notorio el énfasis puesto en el carácter reproductivo de la gran obra que
apunta a la multiplicación de “obras”, “riego”, “vida” y “esfuerzos” y no precisamente a
la reproducción del capital cuya lógica es la que justifica este tipo de proyectos.
“Villa temporaria, la ciudad que nació en un estratégico lugar en el
desierto5 patagónico” (Clarín 17/07/95) [Las negritas me pertenecen].
“A lo largo de 922 kilómetros el río Colorado atraviesa el desierto
patagónico en una zona particularmente despoblada (...)”. (Río Negro
29/03/86) [Las negritas me pertenecen].
5
La utilización del término “desierto” ha sido denunciada por numerosos trabajos antropológicos pero,
como señala Lenton: “Ya en 1881, un senador opositor al roquismo autonomista correntino, denuncia[ba]
que el PEN utiliza[ba] la calificación de 'desierto' para ocultar el exterminio de sus adversarios y legitimar
el robo, la destrucción, la especulación en tierras” (Lenton 1992:29).
La mención de la localización estratégica de este proyecto debe enmarcarse en la
problemática geopolítica en la cual el mismo se inscribe. Esta zona de la región
nordpatagónica se encuentra ubicada en áreas de frontera, sujeta a la dinámica de los
procesos de afirmación del Estado Nacional.
Por otra parte al considerar actualmente a la región como un “desierto” o señalar
que es “particularmente despoblada” se ignora el peculiar patrón de asentamiento de la
zona (disperso en vinculación a la ganadería extensiva que practican los crianceros).
Por otra parte resulta una práctica común en el proceso de legitimación de
grandes obras partir del presupuesto de “vacío demográfico” (zonas desiertas) del área
afectada. A esto se suma el desinterés y desconocimiento de la historia de la región por
parte de los responsables de llevar a cabo el proyecto, hecho que lleva a ignorar la
propia existencia y constitución social de los sectores afectados por el mismo (Lenton
1992).
Partir del supuesto de la existencia de un vacío demográfico no sólo sirve para
minimizar los costos sociales de los emprendimientos sino tambien brinda legitimidad a
que la obra beneficie casi exclusivamente a sectores sociales localizados lejos de su
emplazamiento6.
“(...) todo el proyecto responde a un solo objetivo, que es mejorar la
calidad y las condiciones de vida en una ancha faja de territorio” (Ente
Ejecutivo Casa de Piedra, s/d) [Las negritas me pertenecen].
El objetivo del proyecto enunciado resulta sin dudas “optimista” y “bien
intencionado”, sin embargo se contradice con lo afirmado por los funcionarios del
organismo responsable, quienes puntualizaban: “El riego es para tierras aptas, no para la
zona de los crianceros (relocalizados)”.
En nombre de criterios de racionalidad económica se justifica que los
“beneficios” ocasionados por el “progreso” de estas obras no se trasladen a la población
más afectada.
“Hay un problema con el riego y es de costo/beneficio; resulta
más costoso encarar los trabajos que las posibilidades de obtener
beneficios con el riego” (funcionario del Ente Casa de Piedra).
6
No le otrogamos en este caso un sentido exclusivamente geográfico al concepto de “distancia” sino que
incluimos en él aspectos socioeconómicos.
Paradójicamente mientras los medios afirmaban que el objetivo de la obra
consistía en: “darle vida al desarrollo” convertir sus áridas tierras en un espacio
cultivable. Todo un “desafío para el ingenio del hombre”, los planes complementarios
del Proyecto planteaban la “erradicación” de la población rural afectada.
Evidentemente los traslados forzosos
de poblaciones representan una situación
dramática para los relocalizados que deben ser realmente “arrancados de raíz” de sus
antiguos asentamientos.
La represa de Piedra del Aguila: “el costo del progreso”
El día 6 de mayo de 1986, los pobladores mapuches de la reserva rionegrina de
Pilquiniyeu del Limay tomaron conocimiento oficialmente de la inminente
relocalización de parte de su población como consecuencia de la construcción de la
megarepresa de Piedra del Aguila ubicada a 230 kms de la ciudad de Neuquén sobre el
río Limay.
En el caso de esta gran obra la ideología del progreso mencionada
precedentemente no estuvo ausente en los discursos oficiales, tal como se ilustra en el
siguiente testimonio:
“(...) Pero esto (la represa de Piedra del Aguila) tiene un costo, el costo
del progreso. Cuando una persona prende el televisor en Buenos Aires o
en cualquier lugar del país, si uno hace un esfuerzo de imaginación,
podrá ver ésto: 3.000 obreros trabajando, un esfuerzo sobrehumano,
una obra de ingeniería monumental. Podrá ver una empresa como
Hidronor que en este lejano sur de la patria está trabajando para
proveer esa energía y detrás de esa energía está este costo social. A la
gente le tenemos que explicar que las cosas las tenemos que hacer así, de
esta manera. Es el precio que la sociedad paga por crecer. Y siempre
que el hombre mete la mano en la naturaleza algo distorsiona. Aquí
evidentemente estamos introduciendo un trastorno en función de una
Nación que es lo que todos queremos”. (Aldo Duzdevich, Gerente de
Intereses Regionales de Hidronor S.A. En: “Historias de la Argentina
Secreta”, ATC –1988 - Titulado: “La Odisea de los mapuches de
Pilquiniyeu del Limay”, filmado en febrero de 1988.) [las negritas me
pertenecen].
La represa de Piedra del Aguila inicialmente fue asociada por los afectados con
la idea de progreso, y percibida como una de las acciones emprendidas por el Estado
con el objetivo de promover el desarrollo regional. La gran obra fue en un principio
idealizada por los lugareños y concebida temporalmente en forma difusa. A esto último
contribuyó indudablemente el manejo de la información que realizaron los organismos
responsables en general y en especial la empresa Hidronor S.A.
Esta desinformación facilitó la visión inicial de la obra como algo difuso y la
percepción del traslado como un proceso “sine die” por parte de la población afectada.
No extraña pues, que la valorización inicial que los pobladores de la reserva
tuvieron de la gran obra a partir de las primeras noticias fuera altamente positiva. Es así
que esperaban beneficios inmediatos, tales como el incremento de fuentes de trabajo,
mejoramiento de rutas y caminos (que superaría el aislamiento de los parajes),
posibilidades de riego, mejores prestaciones de servicios, etc.
Para la “sociedad nacional”, la idea de progreso es percibida con menor
tangibilidad que para la población local cercana a la gran obra. Para esta última las
posibilidades de futuros empleos, mejoramiento vial y la prestación de servicios poseen
una concreción temporal y una inmediatez mayor que los beneficios que la represa
puede brindar a la sociedad en su conjunto (abastecimiento energético para el desarrollo
industrial).
La población de la reserva creyó en un primer momento, que con la construcción
de la presa mejorarían las condiciones de vida a nivel local sin reparar demasiado en las
consecuencias de su impacto.
En este caso, la construcción de la represa encontraba su legitimación ideológica
a nivel local al proponer revertir la situación de “atraso” y “pobreza” en que se
encontraba la comunidad, dado el carácter minifundista de sus explotaciones
económicas, su ubicación en áreas marginales, las limitaciones para la acumulación de
capital y las restricciones de los productores para acceder a créditos que les permitieran
iniciar cambios tecnológicos que les otorgasen una mayor “eficiencia” en sus economías
domésticas.
A medida que el proyecto se fue concretando con hechos tales como la
edificación de la Villa Temporaria, la construcción del puente sobre el Río Limay y el
inicio de las obras específicas, aumentó la preocupación de los pobladores, quienes
percibieron de manera más cercana el perjuicio que causaría la inundación de sus
viviendas, instalaciones, campos de pastoreo y huertas. A ello debemos agregar la
incertidumbre de la población en relación con el desconocimiento acerca de su futuro
ante el inminente traslado tal como lo expresa el siguiente testimonio:
“Te pedimos que este hermoso bajo se conserve en nuestra memoria, que
nos ayudes a que verdee la alfalfa, que nunca nos falte trigo ni pastos
para los animales y los frutales para nosotros mismos. Y que la tierra
nueva que vamos a tener nunca le falte agua, que no nos falte alimento
para nosotros ni para la comunidad. Porque lo que nos espera va a ser
duro y triste. Danos fuerza para soportarlo todito. Y que estas cámaras
de los hombres blanco no mientan.” (Testimonio brindado en lengua
mapuche por parte de una pobladora cuyo grupo doméstico sufriría la
relocalización. Registro en video del programa “Historias de la
Argentina Secreta”, ATC, titulado: “La Odisea de los mapuches de
Pilquiniyeu del Limay”, febrero de 1988).
Prioridad energética: “Atrás nuestro sólo hay luz”
Evidentemente la prioridad de generar hidroelectricidad prevalecía sobre las
demás funciones asignadas a las represas, las cuales eran definidas eufemísticamente
como “de propósito múltiple”. Bajo esta denominación que incluiría el desarrollo
turístico, deportivo, control de crecidas, riego, etc. Se encudbre generalmente la
prioridad fundamental de estas grandes obras cual es la generación de hidroelectricidad.
Resulta elocuente al respecto, el testimonio de un gerente de Hidronor
(ambigüedad semántica mediante) al referirse a la “transparencia” de la empresa durante
una reunión pública que discutía las futuras compensaciones que deberían recibir los
pobladores mapuches de Pilquiniyeu del Limay afectados por la represa de Piedra del
Aguila:
“HIDRONOR reconoce que hay un pasado (de no interés, no
valorización) que no se debe negar pero se van produciendo los cambios
necesarios por lo que debe considerarse que está actuando con
transparencia. Atrás nuestro sólo hay luz”. (Ramón Aguirre, Gerente
de Intereses Regionales de Hidronor. En: Comisión Mixta Provincial
1987:39) [las negritas me pertenecen].
CONSIDERACIONES FINALES
Evidentemente y luego de transcurrido todo el siglo XX podemos comprobar
que a pesar de las buenas inenciones manifestadas en discursos y proclamas de buena
voluntad, las grandes obras no se constituyeron en polos de desarrollo de la región
Comahue en donde se instalaron. La idea de “progreso” y “desarrollo” sólo constituyó
el andamiaje ideológico sobre el cual se sustentaba la justificación de construcción de
estos emprendimientos.
Asimismo, el proceso de privatización llevado a cabo a partir de 1992
(concesión de las centrales hidroeléctricas por 30 años a empresas extranjeras en su gran
mayoría), derribo el último sostén ideológico de algunos sectores conservadores para
quienes estas obras constituían un reservorio de soberanía.
Finalmente cabe agregar que en la actualidad, la planificación llevada a cabo por
los gobiernos nacionales en materia de grandes obras, no hace otra cosa que extender a
este tipo de emprendimientos la lógica de acumulación ecónomica vigente, sumando
más “flexibilidad” a favor de los grandes intereses privados sobre determinados
aspectos de la economía. En el tema analizado la flexibilidad se expresa en el marco
regulatorio en torno a las responsabilidades de las empresas privadas sobre diversos
aspectos, como por ejemplo, políticas sobre el medio ambiente, laborales, etc. En este
ámbito también opera el concepto de “exclusión”, entendida como la desatención de la
protección jurídica (sobre el medio ambiente, las comunidades y la fuerza de trabajo),
sobre los controles del Estado (políticas públicas) y la participación protagónica de la
población.
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