QUINTANA
Nº15 2016
Nº15 2016
TEMA: UTOPÍAS E SOÑOS NAS ARTES
OLAYA SANFUENTES
La utopía de un imperio católico universal. Análisis
iconográico e iconológico del frontispicio de
una crónica americana del siglo XVI: Elegías de
hombres ilustres de Indias de Juan de Castellanos
MICHAEL JAKOB
Contra la utopía temporal: la temporalidad del
paisaje
JUAN CALATRAVA
El París de Haussmann como territorio de la utopía:
Victor Fournel (1865) y Victor Hugo (1867)
WILLIAM REY ASHFIELD
Enseñanza y utopía. Iniciativas asociadas en la
arquitectura moderna uruguaya
FRANCISCO JARAUTA
Microutopías
COLABORACIÓNS
MONTSERRAT CAPELÁN
Música y teatro como armas bélicas: propaganda
profernandina en Venezuela durante la Guerra de
Independencia española
DANIEL CRESPO DELGADO E DAVID GARCÍA LÓPEZ
Una casa para la memoria de las artes. La casa
de Juan Agustín Ceán Bermúdez
ANGÉLICA GARCÍA-MANSO
Intertextualidad y metacine en La sirena del
Mississippi, de François Truffaut
FRANCESCO GIAVERI
La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas
y obsesiones
ENRIQUE J. LISTA ROMAY
O caso Viéitez
VALERIA MANFRÈ
Realidad, artiicio y icción: la representación de
la ciudad mediterránea
BRUNO MARQUES E MIGUEL MESQUITA DUARTE
Género e voyeurismo desmontado: quem olha
para quem no cinema experimental de Andy
Warhol, Yoko Ono e Julião Sarmento?
Nº15 2016
ISSN 1579-7414
ALEXANDRA MESA MENDIETA
Museo de Arte Moderno de Bogotá: primera
pincelada, 1963-1965
CONSTANZA NIETO YUSTA
La modernidad prometeica: de la “obra de arte
total” a los totalitarismos
PEDRO POYATO SÁNCHEZ
Del Marqués de Villa-Alcázar a Rafael Gil:
tierra, patria y nacional catolicismo en los
documentales agrarios españoles de los años
cuarenta
ALFONSO DEL RÍO ALMAGRO E MARTA RICO CUESTA
Estrategias artísticas en los procesos de
signiicación de las enfermedades mediáticas y
periféricas y en su expulsión del espacio público
ALBERTO RUBIO GARRIDO E JUAN CALDUCH CERVERA
Baukunst: el pensamiento arquitectónico de
Goethe
PEDRO EMILIO ZAMORANO PÉREZ E PATRICIA HERRERA
Institucionalidad y bellas artes en Chile: el rol
tutelar del Estado en el sistema de gestión de la
enseñanza, la difusión y el patrimonio
ESCRITOS SOBRE….
Antonio Palacios
ISSN 1579-7414
00015
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9 771579 741007
Revista do Departamento de Historia da Arte
Universidade de Santiago de Compostela
QUINTANA
Revista de Estudos do Departamento de Historia da Arte
UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA
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Director
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PERIODICIDADE Anual INICIO DA PUBLICACIÓN 2002 ANO DE EDICIÓN 2016
DEPÓSITO LEGAL M-19878-2002 ISSN 1579-7414
PÁXINA WEB www.usc.es/revistas/index.php/quintana www.usc.es/arte/quintana
SUMARIO
7
Presentación
PRESIDENTE DA DEPUTACIÓN PROVINCIAL DA CORUÑA
9
Editorial
ALFREDO VIGO TRASANCOS
TEMA
UTOPÍAS E SOÑOS NAS ARTES
15
OLAYA SANFUENTES
La utopía de un imperio católico universal. Análisis iconográico e iconológico del frontispicio de una
crónica americana del siglo XVI: Elegías de hombres ilustres de Indias de Juan de Castellanos
31
MICHAEL JAKOB
Contra la utopía temporal: la temporalidad del paisaje
53
JUAN CALATRAVA
El París de Haussmann como territorio de la utopía: Victor Fournel (1865) y Victor Hugo (1867)
73
WILLIAM REY ASHFIELD
Enseñanza y utopía. Iniciativas asociadas en la arquitectura moderna uruguaya
85
FRANCISCO JARAUTA
Microutopías
COLABORACIÓNS
93
MONTSERRAT CAPELÁN
Música y teatro como armas bélicas: propaganda profernandina en Venezuela durante la Guerra de
Independencia española
105
DANIEL CRESPO DELGADO E DAVID GARCÍA LÓPEZ
Una casa para la memoria de las artes. La casa de Juan Agustín Ceán Bermúdez
117
ANGÉLICA GARCÍA-MANSO
Intertextualidad y metacine en La sirena del Mississippi, de François Truffaut
131
FRANCESCO GIAVERI
La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
149
ENRIQUE J. LISTA ROMAY
O caso Viéitez
167
VALERIA MANFRÈ
Realidad, artiicio y icción: la representación de la ciudad mediterránea
183
BRUNO MARQUES E MIGUEL MESQUITA DUARTE
Género e voyeurismo desmontado: quem olha para quem no cinema experimental de Andy Warhol, Yoko
Ono e Julião Sarmento?
203
ALEXANDRA MESA MENDIETA
Museo de Arte Moderno de Bogotá: primera pincelada, 1963-1965
223
CONSTANZA NIETO YUSTA
La modernidad prometeica: de la “obra de arte total” a los totalitarismos
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414
235
PEDRO POYATO SÁNCHEZ
Del Marqués de Villa-Alcázar a Rafael Gil: tierra, patria y nacionalcatolicismo en los documentales agrarios
españoles de los años cuarenta
247
ALFONSO DEL RÍO ALMAGRO E MARTA RICO CUESTA
Estrategias artísticas en los procesos de signiicación de las enfermedades mediáticas y periféricas y en su
expulsion del espacio público
255
ALBERTO RUBIO GARRIDO E JUAN CALDUCH CERVERA
Baukunst: el pensamiento arquitectónico de Goethe
269
PEDRO EMILIO ZAMORANO PÉREZ E PATRICIA HERRERA
Institucionalidad y bellas artes en Chile: el rol tutelar del Estado en el sistema de gestión de la enseñanza,
la difusión y el patrimonio
ESCRITOS SOBRE…
Antonio Palacios
285
JOSÉ RAMÓN IGLESIAS VEIGA
Antonio Palacios no espertar da conciencia de conservación do patrimonio arquitectónico galego
293
ANTONIO PALACIOS
La conservación de nuestro tesoro artístico regional
FEITOS E TENDENCIAS
307
RAMÓN YZQUIERDO PEIRÓ
Maestro Mateo en el Museo del Prado
313
FÁTIMA DÍEZ PLATAS
Tejidos, vestidos e imágenes. La exposición Con-fío en Galicia
RESEÑAS
319
C. Fernandes Barreira (Coord.), Luz, cor e ouro: estudos sobre manuscritos iluminados, por Mercedes
López-Mayán
323
M. C. Porras Gil, De Bruselas a Toledo. Estudio introductorio, transcripción y traducción, por José Manuel
García Iglesias
327
Y. Barriocanal López, La actividad escultórica en Ourense, del Renacimiento al Barroco, por José Manuel
García Iglesias
331
M. Cortés Arrese, Ciudades entreabiertas, por José Manuel García Iglesias
334
L. Sazatornil Ruiz y Fréderic Jiméno (Eds.), El arte español entre Roma y París (siglos XVIII y XIX). Intercambios
artísticos y circulación de modelos, por Teresa Llácer Viel
337
A. Molina (Ed.), La historia del arte en España. Devenir, discursos y propuestas, por Jesús Ángel Sánchez García
344
J. Calatrava, F. García Pérez, D. Arredondo Garrido (Eds.), La cultura y la ciudad, por Federico López Silvestre
348
P. Mogollón Cano-Cortés, Praxis de la restauración monumental durante el Desarrollismo en Extremadura
(1959-1975), por Juan M. Monterroso Montero
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414
CONTENTS
7
Presentation
THE PRESIDENT OF A CORUÑA PROVINCIAL COUNCIL
9
Editorial
ALFREDO VIGO TRASANCOS
SUBJECT
ARTISTIC UTOPIAS AND DREAMS
15
OLAYA SANFUENTES
The utopia of a universal Catholic empire: An iconographic and iconological analysis of the frontispiece
of a 16th-century New World chronicle, Elegías de hombres ilustres de Indias by Juan de Castellanos
31
MICHAEL JAKOB
Against the temporary utopia: The temporality of the landscape
53
JUAN CALATRAVA
Haussmann’s Paris as a utopia: Victor Fournel (1865) and Victor Hugo (1867)
73
WILLIAM REY ASHFIELD
Teaching and utopia: Interrelated initiatives in modern Uruguayan architecture
85
FRANCISCO JARAUTA
Mini utopias
ARTICLES
93
MONTSERRAT CAPELÁN
Music and theatre as weapons of war: Pro-Fernandist propaganda in Venezuela during the Peninsular War
105
DANIEL CRESPO DELGADO AND DAVID GARCÍA LÓPEZ
A house to remember the arts by: The house of Juan Agustín Ceán Bermúdez
117
ANGÉLICA GARCÍA-MANSO
Intertextuality and metacinema in François Truffaut’s Mississippi Mermaid
131
FRANCESCO GIAVERI
The blank box: On artists as collectors and obsessions
149
ENRIQUE J. LISTA ROMAY
The Viéitez case
167
VALERIA MANFRÈ
Reality, artiice and iction: The representation of the Mediterranean city
183
BRUNO MARQUES AND MIGUEL MESQUITA DUARTE
Gender and dismantled voyeurism: Who is watching whom in the experimental cinema of Andy Warhol,
Yoko Ono and Julião Sarmento?
203
ALEXANDRA MESA MENDIETA
The Bogota Museum of Modern Art: The irst brushstroke, 1963-1965
223
CONSTANZA NIETO YUSTA
Promethean modernity: From the “total work of art” to totalitarianism
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414
235
PEDRO POYATO SÁNCHEZ
From Marqués de Villa-Alcázar to Rafael Gil: Land, homeland and National Catholicism in Spanish
agriculture documentaries of the 1940s
247
ALFONSO DEL RÍO ALMAGRO AND MARTA RICO CUESTA
Artistic strategies in the signiication processes of headline-making diseases and more peripheral illnesses
and in their expulsion from the public space.
255
ALBERTO RUBIO GARRIDO AND JUAN CALDUCH CERVERA
Baukunst: The architectural thought of Goethe
269
PEDRO EMILIO ZAMORANO PÉREZ AND PATRICIA HERRERA
Institutionalism and the ine arts in Chile: The state’s tutelary role in the system overseeing education, the
promotion of the arts and heritage
WRITINGS ON…
Antonio Palacios
285
JOSÉ RAMÓN IGLESIAS VEIGA
Antonio Palacios and the awakening of an awareness of the need to preserve Galician architectural heritage
293
ANTONIO PALACIOS
The conservation of our regional artistic treasures
EVENTS AND TRENDS
307
RAMÓN YZQUIERDO PEIRÓ
Maestro Mateo at the Museo del Prado
313
FÁTIMA DÍEZ PLATAS
Fabrics, dresses and images: The Con-fío en Galicia exhibition
REVIEWS
319
C. Fernandes Barreira (Coord.), Luz, cor e ouro: estudos sobre manuscritos iluminados, by Mercedes
López-Mayán
323
M. C. Porras Gil, De Bruselas a Toledo. Estudio introductorio, transcripción y traducción, by José Manuel
García Iglesias
327
Y. Barriocanal López, La actividad escultórica en Ourense, del Renacimiento al Barroco, by José Manuel
García Iglesias
331
M. Cortés Arrese, Ciudades entreabiertas, by José Manuel García Iglesias
334
L. Sazatornil Ruiz y Fréderic Jiméno (Eds.), El arte español entre Roma y París (siglos XVIII y XIX). Intercambios
artísticos y circulación de modelos, by Teresa Llácer Viel
337
A. Molina (Ed.), La historia del arte en España. Devenir, discursos y propuestas, by Jesús Ángel Sánchez García
344
J. Calatrava, F. García Pérez, D. Arredondo Garrido (Eds.), La cultura y la ciudad, by Federico López Silvestre
348
P. Mogollón Cano-Cortés, Praxis de la restauración monumental durante el Desarrollismo en Extremadura
(1959-1975), by Juan M. Monterroso Montero
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414
PRESENTACIÓN
Unha ano máis, a Deputación da Coruña participa na edición dun novo volume da revista
QUINTANA, unha publicación cientíica de referencia para a difusión dos traballos de investigación
que desenvolve o Departamento de Historia da Arte da Universidade de Santiago de Compostela.
Neste número 15, a revista QUINTANA preséntase co tema “Utopías e soños nas artes”, recompilando as achegas dos mellores especialistas que profundizan desde ópticas moi diversas en
cuestións que abranguen un amplo abano cronolóxico.
Investigacións realizadas a ambos lados do Atlántico permítennos coñecer as tendencias ilosóicas, artísticas, políticas e culturais que deiniron o ideal de cidade e de sociedade ao longo da
historia. Desde a coniguración das grandes avenidas parisinas ata a arquitectura moderna uruguaia,
os artigos que conforman este volume conservan o carácter aberto, interdisciplinar, cosmopolita e
intercultural que caracteriza a QUINTANA desde os seus inicios.
Esta revista tamén cumpre un gran papel dando a coñecer a gran vitalidade profesional e as
boas relacións que mantén a Universidade coa comunidade universitaria internacional. Un gran valor
tanto para os investigadores, coma para os docentes e o alumnado, xa que isto axuda a enriquecer
e contrastar criterios e opinións, a facer ver puntos de vista metodolóxicos e historiográicos distintos
e á vez complementarios.
Por todo isto, unha vez máis é unha verdadeira satisfacción para a Deputación Provincial da
Coruña consolidar o compromiso de apoio cunha revista que hoxe en día é xa un referente indiscutible no mundo universitario e investigador do ámbito español, e que, pouco a pouco, está a acadar
importantes recoñecementos e valoracións internacionais. Agardamos que, baixo a experta dirección
do catedrático Alfredo Vigo Trasancos, a revista QUINTANA continúe polo tanto a medrar e afondar
no seu compromiso coa investigación en historia da arte que se fai en Galicia e fóra de Galicia.
Valentín González Formoso
Presidente da Deputación da Coruña
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414
EDITORIAL
A recente celebración do quinto centenario da publicación, en 1516, no taller lovaniense de Dirk
Martens, da soada obra de Tomás Moro Utopía, que tivo como título orixinal De optimo reipublicae
statu, deque nova insula Vtopia, pareceunos que era unha excelente ocasión para dedicar o apartado
monográico do presente número 15 da revista QUINTANA ao tema “Utopías e soños nas artes” que
é abordado aquí, desde moi diferentes puntos de vista, por moi destacados investigadores.
Así Olaya Sanfuentes, a través da análise dun frontispicio dunha crónica americana quinientista, profunda en cómo se tentou proxectar a idea utópica dun imperio católico de aspiración
universal. Michael Jakob, pola súa banda, aborda un estudo sobre a paisaxe, apreciando que aínda
que se advirte desde o inicio da súa concienciación unha aspiración que levaba un ideal, tamén se
evidenciaban moitas ambigüidades que son visibles igualmente na arte da paisaxe contemporánea
sempre condicionado polo tempo e a fugacidade. Á súa vez Juan Calatrava estuda dous interesantes textos do xénero político-literario da utopía, pertencentes a Victor Fournel e Victor Hugo,
que están directamente relacionados co contexto dos grands travaux do París de Haussmann e da
exposición universal de 1867. William Rey Ashield, pola contra, lévanos ao coñecemento da arquitectura contemporánea uruguaia ao analizar a inserción de ideas utópicas no proxecto de Parques
Escolares que se materializou nalgunhas realizacións de gran interese levadas a cabo nos anos
vinte e trinta. Finalmente Francisco Jarauta expón sobre todo unha relexión que ten que ver coas
formulacións arquitectónicas e urbanísticas máis radicais xurdidas nos anos sesenta -situacionistas,
membros de Archigram, grupo de Andrea Branzi…- e se terían validez e aplicación no mundo
actual tan urbano e globalizado.
Xa no apartado de Colaboracións, son de destacar os traballos dun amplo elenco de investigadores: Monserrat Capelán, Daniel Crespo e David García López, Angélica García Manso, Francesco Giaveri, Enrique José Lista Romay, Valeria Manfrè, Bruno Marques e Miguel Mesquita Duarte, Alexandra
Mesa Mendieta, Constanza Nieto, Pedro Poyato, Alfonso del Río e Marta Rico, Alberto Rubio e Juan
Calduch ou Pedro Emilio Zamorano e Patricia Herrera. Entre todos analizan unha gran diversidade
de temas que van desde a propaganda profernandina en Venezuela a través da música e o teatro
no contexto da Guerra da Independencia española, á igura do insigne intelectual ilustrado Ceán
Bermúdez, pasando polo estudo de La sirena del Mississippi de François Truffaut, os extravagantes
acumulacionistas irmáns Collyer, o fotógrafo Virxilio Viéitez, a representación da Cidade Mediterránea no Renacemento, o cinema experimental de Warhol, Ono e Julião Sarmento, o Museo de
Arte Moderna de Bogotá ou o concepto de “obra de arte total” e o seu eco nos totalitarismos, aos
que se engaden outros estudos referidos aos documentais agrarios españois dos anos corenta, ás
prácticas artísticas e a súa interferencia no proceso de signiicación de enfermidades mediáticas, ao
pensamento arquitectónico de Goethe ou ao intervencionismo estatal que houbo en Chile sobre as
manifestacións artísticas entre os séculos XIX e XX.
Escritos sobre… rescata esta vez un traballo do gran arquitecto Antonio Palacios, publicado en
1925 e titulado La conservación de nuestro tesoro artístico regional, que é debullado de maneira
moi completa e minuciosa por José Ramón Iglesias Veiga, un dos seus máis destacados especialistas.
Feitos e tendencias dá conta da recente exposición sobre o Maestro Mateo no Museo del Prado
e da que, co título Con-fío en Galicia, celebrouse no Museo Centro Gaiás da Cidade da Cultura, cada
unha comentada por Ramón Yzquierdo Peiró e Fátima Díez Platas que as coñeceron, certamente, de
maneira moi directa.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414
Finalmente o apartado de recensións aborda, como é habitual, a análise de bo número de publicacións saídas á luz nos últimos anos, sempre realizadas co máximo rigor polo noso amplo equipo
de colaboradores.
En consecuencia, despois de dar conta de todos os contidos que forman parte do presente
número, só quédanos manifestar os obrigados agradecementos. Obviamente a todos os autores
e colaboradores que participaron neste número así como aos membros do comité cientíico e de
redacción polos seus continuos apoios. Aos secretarios Jesús A. Sánchez García e a Julio Vázquez
Castro polo enorme traballo asumido e a súa impecable eicacia; a Juan Luís Blanco Valdés e José
Enrique Quintáns Míguez, do Servizo de Publicacións da USC, pola súa cobertura editorial e o esforzo
que realizan por difundir en medios e plataformas a visibilidade da revista; a Xosé Cobas e todo o
persoal da Imprenta da Deputación por facer ver a súa gran profesionalidade no deseño e a impresión de QUINTANA, sempre caracterizada pola súa modernidade e pulcritude; obviamente, tamén
o noso agradecemento máis sincero a Amparo Taboada, oicial maior da Deputación e á Comisión
de Publicacións, polo seu decidido apoio. E está claro a Valentín González Formoso, presidente da
Deputación dá Coruña pois, como máximo responsable da Institución provincial, segue crendo e
apoiando a nosa revista que fai realidade un continuado proxecto académico. A todos, pois, o noso
testemuño máis sincero de gratitude.
Alfredo Vigo Trasancos
Director de QUINTANA
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414
soños nas artes Utopías e
nas artes Utopías
Utopías
e soños nas a
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soños
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artes Utopías e soños nas
e soños nas artes Utopías
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LA UTOPÍA DE UN IMPERIO CATÓLICO UNIVERSAL.
ANÁLISIS ICONOGRÁFICO E ICONOLÓGICO DEL
FRONTISPICIO DE UNA CRÓNICA AMERICANA DEL SIGLO
XVI: ELEGÍAS DE HOMBRES ILUSTRES DE INDIAS DE JUAN DE
CASTELLANOS
Olaya Sanfuentes
Pontiicia Universidad Católica de Chile
RESUMEN
A través del siguiente artículo queremos desvelar los elementos iconográicos e iconológicos del
emblema que ilustra el frontispicio de la crónica Elegía de hombres ilustres de Indias, de Juan Castellanos. Esta composición comparte un espíritu utópico propio de aquellos que se identiicaban con la
corona española y soñaban con un imperio católico universal. El deseo de mejorar el mundo a inales
del siglo XVI en Europa, incluye a América. Una América que fue inventada para que en ella pudieran
proyectarse los sueños e ideales utópicos europeos.
Palabras clave: América, Imperio Católico, Juan de Castellanos, utopía, descripción
ABSTRACT
Our aim in this paper is to highlight the iconographic and iconological elements of the emblem
illustrating the frontispiece of Elegies of Illustrious Men of the Indies, a chronicle by Juan de Castellanos. Its composition relects the selfsame utopian spirit of those who identiied themselves with
the Spanish crown and who dreamed of a universal Catholic empire. The desire in late 16th-century
Europe to improve the world encompassed America, an America that was invented so that utopian
European dreams and ideals could be projected on to it.
Keywords: America, Catholic empire, Juan de Castellanos, utopia, description
Introducción
Una alegoría del imperio católico universal
ilustra el frontispicio de la obra Elegías de hombres ilustres de Indias de Juan de Castellanos
(1522-1607). Creemos que esta imagen puede
interpretarse como un juego1 de espejos con vocación utópica: la España contra reformista se
mira en el espejo de la ya descubierta América y
en el ejercicio de mirarse y volver a mirar, se encuentra primero consigo misma, al tiempo que
sueña con un mundo perfecto y justo en esas
tierras nuevas. Este mundo perfecto es aquel en
que lo nuevo y lo conocido se unen por la fe
cristiana a través del dominio de la corona de
los Austrias.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 15-29
Olaya Sanfuentes
16
La utopía de un imperio católico universal
A través del siguiente artículo queremos develar los elementos iconográicos e iconológicos
de ese emblema que comparte un espíritu utópico propio de aquellos que se identiicaban con
la corona española y soñaban con un imperio
católico universal (Fig. 1).
la inscripción Plus Ultra, que reemplazaría al tradicional Non Plus Ultra. Si bien antes se pensaba
que las orillas del Estrecho de Gibraltar no eran
traspasables porque el Océano Atlántico era un
mar desconocido y plagado de monstruos, donde no había nada más allá (Non Plus Ultra) y estaba reservado solamente para aquellos que se
atrevieran a desaiar el designio de los dioses, el
año 1492 demostró que había algo más allá de
los temidos Pilares de Hércules.
Carlos V tomaría este mito clásico y lo capitalizaría visualmente utilizando este emblema
como su propio distintivo, imagen que relejaba
no solamente la inluencia clásica en el ambiente
renacentista de la época, sino también el espíritu
desaiante e imperialista que animaría a los Habsburgo. La realidad resultaba muy auspiciosa, pues
era la primera vez en la historia que un imperio se
construía en las dos orillas del océano2.
Fig. 1. Juan de Castellanos, Primera Parte de las Elegías de varones ilustres de Indias, Casa de la viuda de Alonso de Gómez,
Madrid, 1589
El siglo XVI se inaugura, entre otros eventos,
con el nacimiento de uno de los personajes más
importantes de la historia europea. Nacía Carlos
V, quien luego se convertiría en el monarca de
un gran imperio. Cuando Carlos tenía apenas
16 años, Cristóbal Colón ya había cruzado varias
veces el Atlántico develando al mundo europeo
unas tierras jamás antes contempladas por europeo alguno. Hernán Cortés había conquistado
México y mostraba, por su parte, unas civilizaciones que nada tenían que envidiar a las del
viejo mundo. La ciudad lacustre de Tenochtitlán
fue comparada con Venecia y el imperio azteca
había logrado un importante nivel de civilización. En este contexto es que Carlos V capitalizaría el emblema de los Pilares de Hércules con
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 15-29
Todo esto ocurría hacia 1516, fecha que
coincide, asimismo, con la publicación de Utopía de Tomás Moro, obra que se imagina –en un
mundo sin locación especíica- la mejor de las
repúblicas y su gobierno ideal3. No es extraño,
entonces, que el descubrimiento de las nuevas
tierras americanas y Utopía, se relacionen en las
mentes de los contemporáneos y en las posteriores interpretaciones que se han hecho de la
obra. Muchos vieron en América una naturaleza
y una humanidad no corrompidas por la civilización y, por tanto, una alternativa a la vida europea de entonces. Quienes apoyan esta teoría
señalan que fue precisamente América la que
habría inspirado la obra de Tomás Moro. Como
argumentos se dice que Moro habría dejado
constancia de su entusiasmo por las noticias
americanas; que habría conocido la Cosmografía de Martin Waldseemüller y la obra de Pedro
Mártir de Anglería; que tuvo conversaciones con
John Rastell –su cuñado-, quien viajó a Norteamérica en 1517. La razón más crucial, sin embargo, es que el narrador del viaje, Rafael Hitlodeo,
se identiica a sí mismo como un marinero que
habría hecho tres viajes con Américo Vespucio4.
Otros vieron en América una suerte de espacio vacío donde podían llevarse a cabo los sueños de una sociedad mejor y podía establecerse
un gobierno perfecto. Algunos incluso han interpretado la obra como la expresión del imperialis-
Para Beatriz Fernández Herrero la utopía es
un móvil en el descubrimiento de América desde
los inicios y no solo una consecuencia del hallazgo. Colón habría partido con la idea mesiánica
de encontrar el paraíso terrenal7. Pero, por otra
parte, veremos que en la época había asimismo
un afán por apoderarse del mundo y hacer de él
un lugar perfecto con el que muchos soñaban.
Felipe II heredaría el espíritu y el cometido
carolino en lo que a las aspiraciones dinásticopolítica se reiere y abogaría por la españolización de la dinastía8. Un importante testimonio
material y visual de esta iconografía de propaganda imperial lo constituye una medalla del
año 1549 de Leone Leoni. La doble imagen de
Carlos V y su hijo muestra las aspiraciones del
primero respecto al segundo, los dos retratados
en el anverso de la medalla. En el reverso está
la corona imperial, los pilares de Hércules con
la inscripción Plus Ultra y el toisón de oro9. Los
afanes imperialistas de los Austrias estaban envueltos de catolicismo.
El espíritu político-religioso emanado de la
corona se permeó en muchas manifestaciones
culturales literarias y visuales de la época. Es el
caso de la obra de Juan de Castellanos, Elegías
de varones ilustres de Indias. El texto y la imagen
del frontispicio tienen elementos que comulgan
entre ellos y con las ambiciones de la corona,
demostrando el espíritu de época y el carácter
oicial de la obra, surgida de las imprentas reales. Las ideas generales que animan Utopía, de
Tomás Moro, deben de haber llegado hasta Juan
de Castellanos, hombre erudito que muestra lecturas clásicas y variadas en su obra. Se sabe, por
los estudios que hicieran José Antonio Maravall
y Francisco López Estrada, que Utopía se leyó
en España desde fechas muy tempranas, por lo
que las ideas ahí contenidas tienen que haber
llegado a la corte y a Juan de Castellanos. Con-
17
temporáneo a Castellanos, Francisco Quevedo,
tras leer el texto del canciller inglés, considera
que Utopía no es la descripción de un sueño que
no se puede hacer realidad, sino más bien propuestas a tomar en consideración para ejercer
un buen gobierno10. Agustín Redondo, quien
nos proporciona esta información, agrega que
la utopía puede presentar no solamente aspectos políticos, sino también económicos, sociales
o religiosos, aspectos todos que estaban en la
obra de Tomás Moro11.
Olaya Sanfuentes
mo naciente en el siglo XVI5. En la obra “Utopía
y poder en Europa y América”, los autores argumentan que el surgimiento de la utopía en Europa no se entiende sin el estado de ánimo que
América insuló en los europeos a partir del año
14926. La historia de Europa en general debe
comprenderse a la luz de la idea de América y de
las relaciones dialécticas entre Europa y el Nuevo
Mundo.
La utopía de un imperio católico universal
Una vez en España, las ideas de Utopía habrían cobrado un carácter especial. En otros países la Utopía resultaba de una experiencia literaria, mientras que en España las ideas utópicas
procedían de una experiencia vital12. Cuando se
encuentran con las inimaginables maravillas del
Nuevo Mundo, los juegos de espejos se ven condicionados por la novedad especíica que América proporcionaba. Otorgaremos algunos datos
que nos permitan conocer al autor y su obra,
para luego detenernos en la imagen visual que
hemos descrito desde el comienzo como utópica.
Juan de Castellanos y su obra
La obra Elegías de hombres ilustres de Indias
de Juan de Castellanos fue escrita en la ciudad
de Tunja -Reino de Granada- y publicada en Madrid el año 1589 “en casa de la viuda de Alonso
Gómez, impresor de su majestad”13. El libro trata
de los muy ilustres hombres que habrían acompañado a Colón y de todos los que le siguieron
en la empresa de conquista de estas tierras para
la santa fe y la Corona de Castilla. Lo escribe
para dejar constancia de las increíbles hazañas
de estos hombres y para que sus descendientes
los guarden en la memoria.
La obra ha sido estudiada y valorada tanto
desde la historiografía como desde la literatura,
en la medida que ha sido utilizada como rico testimonio de los procesos de la conquista y como
ejemplo signiicativo del barroco americano14.
Su relato está impregnado de una vocación
historiográica porque narra hechos que el autor
vivió, al tiempo que recurre a diversos informantes para relatar acontecimientos del pasado. Hay
episodios en que el autor llega a incluir hasta
seis versiones del mismo hecho para mostrar su
interés en la verdad.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 15-29
Olaya Sanfuentes
18
La utopía de un imperio católico universal
El lugar desde el que se sitúa para elegir sus
narraciones y los actores que conforman su relato es el de un súbdito leal a la corona con una
arraigada fe cristiana. Este ánimo se traduce en
una descripción de opuestos en que muestra la
distancia entre el mundo cristiano europeo por
un lado y el de los indígenas americanos inieles
por el otro; entre el civilizado imperio español y
el salvaje y bárbaro mundo americano. La solución inevitable a esta distancia dicotómica es la
conquista y la evangelización.
Al tiempo que el texto presenta la situación
y solución a esta distancia, el autor va dejando
constancia del asombro que siente al enfrentarse
a esta naturaleza nueva, mostrando nuevamente el recurso de la contraposición, esta vez entre
la naturaleza nueva y la ya conocida.
Esta forma de conocer y reconocerse en el
otro haciendo un uso retórico de la diferencia es
lo que se conoce como la admiratio. En la reacción ante la diferencia con el otro, el admirarse
puede adquirir connotaciones positivas o negativas. Bernal Díaz del Castillo se admira frente a
la organización de la ciudad de Tenochtitlán, al
tiempo que llaman negativamente su atención
los sacriicios humanos de los aztecas. En deinitiva, es un sentimiento ante lo nuevo, lo excepcional, lo inesperado, lo extremado, lo sublime o
simplemente lo que es difícil de entender, que se
traduce en un método para conocer la diferencia. El admirarse frente al mundo circundante es
el primer paso en el proceso cognitivo. Luego se
descubre lo que esa cosa diferente es y se le distingue de las demás. La dimensión retórica de la
admiratio pasa a la político-persuasiva en el momento que persigue mover al receptor a través
de la búsqueda de diferencias y semejanzas con
su propio mundo. Y, por tanto, cimentando el
conocimiento del Nuevo Mundo, se establecen
las herramientas para luego pensar el mundo
ideal de un imperio capaz de incluir el Viejo y el
Nuevo Mundo15.
Desde los estudios literarios, la obra de Juan
de Castellanos ha sido estudiada como perteneciente al género de la épica, una representación
y una alabanza del poder que tuvo un gran prestigio en la época del renacimiento en España y
fuera de ella. Para Lara Vilá y Tomás, la épica es
una interpretación que se impuso a lo largo de
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la tradición occidental a partir de la Eneida de
Virgilio. La celebración de Roma y Augusto de
la Eneida tiene inluencia en la épica española
del siglo XVI y en la historiografía y el arte de la
época “que hicieron de España la sucesora del
Imperio Romano y de estos dos soberanos (Carlos V y Felipe II) los legítimos herederos de sus
emperadores”16.
Sin negar la pertenencia a este género, queremos agregar que esta obra y su frontispicio
quieren mostrar el sueño universal de un mundo
mejor.
La alegoría
La imagen que tenemos al frente se inserta
en un marco contextual amplio cual es el descubrimiento, conquista y colonización del Nuevo
Mundo durante el siglo XVI, con los problemas
y posibilidades que esto trajo aparejados. El contexto general nos habla de una descripción de
la novedad americana en términos visuales, utilizando el discurso de la comparación. Comparación visual, en este caso.
Las primeras crónicas de descubrimiento del
Nuevo Mundo abundan en descripciones de las
nuevas tierras, sus especies de lora y fauna, así
como del hombre que las habita. Para poder
dejar constancia de la maravilla o estupefacción frente a un mundo no descrito por textos
clásicos ni por la Biblia, el europeo recurre a la
exageración, a la interpretación acomodaticia,
a la proyección de sus propios miedos y expectativas y a la comparación con lo ya conocido.
La comparación y la analogía eran los métodos
privilegiados para el conocimiento del mundo
y para poder insertar la naturaleza y el hombre
nuevos en un esquema mental seguro y conocido. Esta práctica funcionaba como modelo en
la literatura de viajes más expandida en aquel
entonces. En las páginas de las crónicas abundan expresiones tales como “parecido a lo nuestro” o “diferente a lo nuestro”, entendiendo
que lo europeo era la medida de todas las cosas.
Deiniendo lo ajeno con relación a lo europeo
es que Rodrigo de Albornoz compara el río de
higueras con el Rin. Otros relacionan el volcán
Popocatépetl con el monte Etna y Bernal Díaz
del Castillo dice que Cholula se parece de lejos
a Valladolid. Tenochtitlán es, según Cortés, tan
En este contexto es que, de alguna forma,
se puede leer visualmente esta imagen. Hay aquí
dos mundos que se contraponen: el de la derecha y el de la izquierda. El de la derecha es el
Viejo Mundo que, si bien tiene su centro articulador en Europa, logra incorporar a África y Asia
como mundos conocidos y ya aprehendidos desde los criterios europeos. América, en cambio,
confronta a Europa con una alteridad radical.
19
El frontispicio de la obra de Juan de Castellanos
Olaya Sanfuentes
grande como Sevilla y Córdoba. Bartolomé de
las Casas compara a La Española con Inglaterra.
La búsqueda de similitudes con lo conocido podía llegar a verdaderos extremos, como cuando
Hernán Cortés le escribe a Carlos V desde Mesoamérica “que no hay diferencia de esta tierra
con España”17. Esta expresión encierra un juicio
de valor: al asemejarse a España, lo descrito merece aceptación porque se acerca a lo normal,
lo familiar, lo racional. Para Antonello Gerbi, en
este acto de reconocimiento de la semejanza en
la diferencia hay un acto de conquista y de subyugación18. Otros cronistas, pondrán el énfasis
en las diferencias del Nuevo Mundo con el ya
conocido, donde este último es el que articula el
discurso. Así como en el texto el autor contrapone lo conocido con lo nuevo, en la imagen visual
hay también interés por mostrar los opuestos,
la contraposición entre dos mundos. El extrañamiento que suscita lo nuevo provoca este “juego
de perspectivas”19.
La utopía de un imperio católico universal
El viejo mundo a la derecha, se compara
con el nuevo mundo a la izquierda y en esta
comparación, lo tradicional conocido establece
su estatus de superioridad frente a las nuevas
tierras. Las especies americanas están ahí mostrando ser una suerte de hermanas menores
de las antiguas: el león melenudo del costado
derecho, aparece como un león sin melena en
el izquierdo. Debe ser un puma, especie americana diferente al león. El soberbio pavo real
se despoja de su pluma abierta en el pavo de
la izquierda. Años después de nuestra imagen,
la idea de inferioridad de la naturaleza americana perduraba. Para el conde de Buffon, (comienzos del siglo XVIII) las especies americanas
eran inferiores a las europeas por las diferentes
condiciones climáticas que soportaban, entre las
que la humedad producía defectos. La pobreza
de las tierras americanas, colaboraba también a
que los animales terminaran corrompiéndose y
que especies como los cuadrúpedos fueran más
pequeños que su contraparte del Viejo Mundo.
A este respecto, Buffon nombra al tapir como el
mamífero más corpulento de América.
Ahondando ahora en el signiicado más especíico que tendrían todos y cada uno de los
símbolos de esta alegoría, vemos lo siguiente
(Fig. 2):
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La utopía de un imperio católico universal
Olaya Sanfuentes
20
Fig. 2. Juan de Castellanos, Primera Parte de las Elegías de varones ilustres de Indias, Casa de la viuda de Alonso de Gómez,
Madrid, 1589. Frontispicio con numeración de símbolos.
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1–2 “EGO [AUTEM] SICUT OLIVA FRUCTIFERA IN DOMO DEI”
9. EXPECTANS EXPECTAVI DOMINUM
Salmo 51, versículo 10.
“Con ansia suma estuve aguardando al Señor”
“Yo, [al contrario], a manera de un fértil olivo,
subsistiré en la Casa de Dios”
3. NOTVM FECIT DOMINUS SALUTARE
SVVM IN CONSPECTV GENTIVM. P.97
Salmo 98, 2.
Salmo 39, 2
11. ET INMISIT IN OS MEUM CANTICUM NOVUM
VIDEBUNT MULTI ET TIMEBUNT
Salmo 39, 4
“Pusóme en la boca un cántico nuevo”
“El señor ha hecho conocer su Salvador [ha manifestado su justicia] a los ojos de las naciones”
“Verán esto muchos y temerán [al señor]”
4. “OMNES GENTE QUAMCUSQUE FECISTI”
10. ET EXAUDIVIT PRECES MEAS ET EDUXIT
ME DE LACU MISERIAE
Salmo 85, versículo 9.
“Las naciones todas cuantas criaste”
Salmo 39, 3
5. HISPANIA VIRGO FIDELIS
“y escuchó benignamente mis suplicas y sacóme
del lago de la miseria”
Hispania virgen iel
12. Pilares: PLUS ULTRA
DAN IO
“Más Allá”
Daniel Yo
DIRUPTUS EST DRACO
Daniel 14,26
“mataré al dragón”
6. INTENDE PROSPERE
Salmo 44,5
Bajo del escudo: PHILIP 2 REX CATHOLICVS
ATQVE PI[US] /SVPERMARIA TERRASQUE
EAE [ECCLESIAE] DE [DEFENSOR]
Traducción: “Felipe II, rey católico y piadoso /Por
los mares y las tierras de la Iglesia defensor” [Defensor de la Iglesia por los mares y tierras]
“camina, avanza”
Arriba de la cruz: “REX REGUM ET DOMINUS
DOMINANTIUM”
7. OMNES IST CONGREGATI
Apocalipsis cap. 199 versículo 15-16
Isaías 49, 18
“Rey de reyes y señor entre los señores”
“Todas estas gentes se han congregado”
8. MARC II. ALIAS OVES HABEO, QUAE NON
SUNT EX HOC OVILI: ET ILLAS OPORTET ME
ADDUCERE, ET VOCEM MEAM AUDIENT”
Juan 10, 16
“Tengo también otras ovejas que no son de este
aprisco, las cuales debo yo recoger y oirán mi voz”
13. MISERICODIA DIU [Domini] PLENA EST
TERRA
Salmo 32, 5
“toda la tierra está llena de la misericordia del
señor”
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La utopía de un imperio católico universal
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La utopía de un imperio católico universal
A la izquierda están las siguientes especies:
un pavo, un puma, un pequeño animal que parece un tapir pero que, probablemente por estar
en el árbol, sea una iguana; hay también tres
papagayos y un mono. El pavo americano en
espacio mexicano fue encontrado por los colonizadores europeos en estado silvestre desde el
sur de Canadá hasta Centroamérica. Los mexicas
llamaban guajalote a un ave comestible parecida
a la gallina. Los españoles le pusieron el explícito
nombre de “gallo de papada” y debe de haber
sido bien considerado entre los indígenas y los
extranjeros ya que hay registro de que se incluyó
entre los primeros y más grandiosos banquetes
del Nuevo Mundo. Antes de la aparición en esta
imagen, el pavo ya había sido retratado en una
escultura de bronce por Giovanni de Bologne el
año 1567. En su Histoire de la nature des Oyseux, Paris 1555, P. Bellon, ya informado de las
noticias sobre tierras americanas y su fauna, también lo representa en un grabado en que incluye
a tres pavos. El mono de esta imagen, debe ser
un “mono araña”, endémico de América.
El pájaro que más se representa para el espacio americano es el papagayo. Su imagen proliferó desde muy temprano en las representaciones
visuales del Nuevo Mundo, convirtiéndose en un
elemento distintivo de las tierras descubiertas.
En las primeras representaciones cartográicas,
está ahí el papagayo para denotar el exotismo
y según algunos, relacionando estas tierras con
el paraíso terrenal. Quizás el grabado de Adán y
Eva de Alberto Durero, en que aparece un papagayo, pueda ser interpretado como la inluencia
del exotismo del paisaje americano en la representación del Paraíso. A pesar de que este animal
se relacionaba también con Oriente, Durero tuvo
la oportunidad de apreciar los objetos, animales,
plantas y hombres americanos que llevó Hernán
Cortés para desplegar delante de Carlos V. Entre
todos los especímenes, sabemos que había papagayos. El papagayo era un símbolo complejo
que podía aludir a lo oriental, a lo exótico y a
climas de temperaturas tropicales20. América cabía en este esquema perfectamente. El papagayo de estas latitudes queda también plasmado
en una de las galerías vaticanas, donde el tema
del paraíso, con su belleza y abundancia, es un
recordatorio permanente de la existencia de lugares idílicos.
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En el lado derecho de la composición está el
Viejo Mundo. Un conejo está justo debajo del
medallón y en relación con él para denotar la
presencia de Hispania. Un poco más a la derecha hay un pavo real, también conocido como
“pavo real de la India”, animal asiático admirado
en Europa desde la Antigüedad. Está representado con las plumas abiertas en todo su esplendor.
Un poco más atrás, un león de peril sosteniendo
el escudo como en la tradición heráldica. Si vamos subiendo por el olivo, nos encontraremos
con diversas aves como un cuervo, una suerte de
capón, perdiz o paloma y más arriba todavía en
el árbol, una garza.
El mundo vegetal está enmarcando la composición. La naturaleza bíblica de las plantas del
viejo mundo contrasta con el exotismo de las especies vegetales americanas.
Las plantas de la derecha son olivos. Para
el mundo americano se eligen palmáceas, de
las cuales en América había muchos géneros y
especies. Aparecen descritas desde las primeras
crónicas colombinas, que por su similitud con la
palmera datilera mediterránea los españoles las
denominan simplemente como dátiles. A las muchas especies de palmáceas americanas, hay que
agregar los diversos nombres que los indígenas
utilizaban para identiicarlas, lo que produjo muchas confusiones en la época.
En este caso, entonces, los árboles están en el
emblema mostrando los recursos naturales21. Los
cientíicos europeos reparaban en las propiedades
medicinales de estas plantas que podían colaborar a paliar o sanear enfermedades europeas. Un
nombre relevante en este proceso es el de Nicolás
Monardes. Aunque nunca salió de España, quedó
impresionado con las plantas que llegaban desde
América y prometían ser un remedio para toda
clase de enfermedades y heridas. La obra de Monardes fue ampliamente conocida tanto en España como en el resto de Europa22.
En el medio de la composición están las iguras que median entre el mundo de la derecha y
el de la izquierda. De abajo hacia arriba tenemos
un medallón de importante tamaño que muestra las dos orillas separadas por el Océano y un
personaje con túnica, bastón y libro que las une
poniendo un pie en cada territorio. Tras mucho
hurgar y pensar a la luz del espíritu de la obra
La utopía de un imperio católico universal
23
en general, del emblema en particular y de alguna iconografía circundante (el conejo en este
caso), hemos concluido que esa igura es Hispania. Hispania es el nombre que los romanos
tenían para la península ibérica. Existen diferentes teorías respecto al origen del nombre y sus
interpretaciones, habiendo una que colabora en
la explicación de nuestra imagen visual: es la que
explica a Hispania como tierra de conejos. Según
Benjamín García Hernández cuniculus se consignó ya en la Antigüedad como nombre hispano
para designar al conejo, especie que abundaba
en la península y en las Baleares. El diccionario
de Corominas y Pascual decía que “consta por
declaraciones de Plinio y de Elanio que así el animal como su nombre fueron de origen hispánico
en la Roma antigua”. En este contexto es que
creemos que el conejo que está justo debajo del
medallón es un icono que colabora en la identiicación de la doncella como Hispania. Pareciera
haber otra razón para pensar que el personaje
en cuestión es Hispania: Según Vilá, la igura de
Hércules remite también a la historia mítica de
España ya que, según la leyenda, este héroe fue
su fundador y su hijo Hispán, su primer soberano23. En este escenario, Carlos V descendería de
Hércules a través de la persona de Hispán.
este sueño de una Europa y América unidas por
el poder político y religioso de los Austria.
Olaya Sanfuentes
En alguna cartografía del siglo XVI -derivada
de Münster y resigniicada luego por Matías de
Quad-, España había mostrado su importancia,
adaptando la geografía de Europa a una mujer
coronada cuya cabeza es Hispania ostentando la
corona imperial24. Hay aquí una idea de superioridad europea que resuena en la obra que estamos trabajando y que quedó prontamente ijada
en el Tratado de Iconología de Cesare Ripa. A la
idea romana de superioridad política, Ripa agrega la de verdadera y única religión, mejor que
todas las otras religiones restantes25.
Al dar la vuelta la hoja que contiene la imagen descrita, nos encontramos con las siguientes palabras que sellan nuestra comprensión del
asunto:
Esta imagen, por tanto, era capaz de albergar el milenario sueño romano de un imperio
universal al que se le agrega el espíritu de cruzada religiosa de los Austrias.
Arriba del medallón descrito está el escudo de
los Austrias y a sus lados los Pilares de Hércules.
Domina la escena una cruz que de alguna forma está también unida a través de inscripciones
con los árboles de los lados derecho e izquierdo,
probablemente sugiriendo una historia de la salvación que une las maderas de la cruz y de los
árboles de la Tierra. Con esto, tanto el Viejo Mundo como América estarían destinados a recibir el
Evangelio y a formar parte de un mismo proyecto.
El mar que separa las dos orillas es un mar
que debe ser navegado por barcos europeos
para poder unir lo que estaba separado. La metáfora del navegante es una referencia epocal.
El navegante es el que incluyó a América en el
imaginario europeo y tiene que jugar un rol en
El territorio del lado derecho, al cual Hispania
da la espalda, es el Viejo Mundo, representado
por castillos y construcciones que denotan civilización, vida en ciudades y en policía. El territorio
de la izquierda, en cambio, donde Hispania está
colocando su pie derecho y a donde se dirige
es el Nuevo Mundo. La ciudad del Viejo Mundo
contrasta con el indio desnudo y lechero que
simboliza estas nuevas tierras. Estos indígenas
habían sido descritos desde el primer documento de Cristóbal Colón anunciando su descubrimiento en la carta que escribiera a Luis Santángel en 1493 y su descripción sería retomada por
varios cronistas posteriores –entre ellos Gonzalo
Fernández de Oviedo que los describe como “indios lecheros”-logrando consolidar una imagen
mental reduccionista de los habitantes de estas
tierras. La desnudez denota su inferioridad y la
actitud belicosa justiicaría la guerra justa.
En el sector americano hay un gigantesco
reptil que se come la cola y que lleva una inscripción en latín. La serpiente es símbolo del pecado
y colabora en el vocabulario visual de justiicación de la evangelización.
La virgen guerrera declara: el reino hispano
Es la orilla del mar océano y el dragón mismo
Esta serpiente enorme rodea el orbe por ambos
lados
Uniendo la cabeza con la cola a través de largos
estrechos
En consecuencia, cualquier cosa que suceda, lo
que contiene uno y otro mundo,
Gran Felipe, servirá a tu imperio26
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24
La utopía de un imperio católico universal
Análisis iconológico
Detrás de la propuesta de este nuevo orden
utópico ordenador del espacio imperial bajo la
corona de los Austria, estaba el deseo milenario
de unidad imperial, así como la necesidad coyuntural de restituir una unidad perdida tras la
reforma protestante y la nueva posibilidad de
proyecto global que propiciaba la evangelización
de América. Una unidad territorial, política y religiosa de todas las tierras heredadas y conquistadas construida desde el intelecto y proyectada
propagandísticamente al resto de la sociedad a
través de la imagen visual. Una utopía de una
sociedad ideal.
Para poder unir lo que está separado, hay
que relevar la distancia, a través de un juego de
oposiciones signiicativas en una suerte de juego
de espejos.
La imagen del espejo para mirarse en el otro
y así determinar la propia identidad había sido
utilizada en la historia de Occidente a partir de
los griegos, que se miraron en el “espejo deformante” del bárbaro asiático, una igura creada
por el griego para que les sirviera de contraste
en el ejercicio de legitimar su propia identidad27.
El concepto de bárbaro irá traspasando los siglos
para ir, en cada época, encarnando los temores y
prejuicios del europeo. Para el griego el bárbaro
era aquel que no se expresaba con luidez en
griego. A esta “deiciencia” se le agregarían luego matices de índole política y moral surgidas en
el contexto de las guerras de griegos con otros
pueblos. Para los romanos, bárbaros serían todos aquellos que no formaban parte del imperio.
Grandes grupos de bárbaros eran los celtas, los
godos y los germanos. Para la Cristiandad posterior que unía Imperio y religión, al otro lado
del espejo estarían los disidentes y los paganos.
Cuando no se podía convertir pacíicamente a
los pueblos paganos, quedaba siempre el recurso de la guerra santa.
Cuando los europeos descubren las nuevas
tierras americanas, el indígena y su entorno servirán entonces de espejo a Europa. Y al fundir la
tradición clásica con la judeo cristiana, se clasiican a los pueblos en cristiano-civilizado y pagano-bárbaro. A pesar de haber encontrado civilizaciones avanzadas como la mesoamericana y la
andina, los europeos consideraban inferiores a
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aquellos pueblos que no profesaban lo que ellos
consideraban la verdadera religión. Esta inferioridad fue incluso legitimada por los naturalistas
europeos muchos años después. En el siglo XVIII
aplicaron a la especie humana una óptica similar
a la que utilizaban para clasiicar a los animales.
Linneo se contentó con señalar cuatro grandes
grupos humanos, uno por cada continente y los
caracterizó de la siguiente forma: los europeos
se regían por leyes; los americanos por costumbres; los asiáticos por la opinión y los africanos
actuaban en forma arbitraria28. Los animales y
plantas, por el inlujo del medio en los seres vivos, también eran entonces inferiores en América respecto a Europa.
Como consecuencia de la idea europea respecto al indígena como inferior y objeto de protección (una vez ya subyugado por la fuerza) es
la actitud paternalista y la necesidad europea de
proteger y tutelar al indígena. Bajo el eufemismo
de la encomienda o transferencia que la Corona
otorga a un particular el deber de tutela, defensa y evangelización de un grupo de indígenas29,
muchos españoles lograron un marco legal y
moral para explotar a los indígenas americanos.
En el texto de la obra, Juan de Castellanos
contrapone el mundo cristiano al pagano, pero
inalmente lo que tenemos frente a nosotros es
un solo mundo. No hay más que un mundo, diría años más tarde el cronista mestizo Garcilaso,
“símbolo viviente del encuentro entre los dos
mundos”30, proponiendo mirar el Viejo y el Nuevo Mundo como un todo.
El mito del imperio universal31 es uno de los
más persistentes en la historia de Occidente y
tiene sus orígenes en las empresas de Alejandro
Magno. Bajo Alejandro las tres partes del mundo se encuentran idealmente uniicadas en un
mismo proyecto político militar cuya vocación
es la conquista del mundo entero32. A partir del
emperador Augusto, los romanos desarrollarían
el discurso del poder universal y se propondrían
llegar hasta las antípodas.
Lo que encontramos, entonces, en esta obra,
tanto en su contenido literario como visual, es la
resurrección de ese viejo mito imperial que tiene
un nuevo punto de inlexión en la aparición del
Sagrado Imperio Romano con Carlos V coronado emperador el año 1519. “La propaganda de
El tipo de imperio perseguido por los Austrias es uno católico, en que la defensa de la fe
cristiana es el eje principal de la actividad política. La interpretación católica del imperio fue relexionada profundamente en el libro Razón de
Estado (1589) de Giovanni Botero, rápidamente
traducido al español por orden de Felipe II en
1593. Como una suerte de respuesta a El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, el autor presenta “los
medios convenientes para fundar, conservar y
engrandecer un señorío”34, poniendo en el centro del debate la importancia de la fe para las
razones de un buen gobierno. Para ello, observa
con buenos ojos la relación un rey y una religión,
pues como señala que “la religión es fundamento de todo principado, porque […] hace al Príncipe amado de Dios”, puesto que “la república
es casi una viña, que no puede lorecer ni dar
disfrute, sino [con] la ayuda [de] las inluencias
del Cielo”35.
Esta identidad político-religiosa, además,
permeó el discurso sobre la Conquista de América. En este sentido, el imperium o dominio del
Nuevo Mundo tuvo un fuerte componente religioso, al punto que, como señala el historiador
Jorge Cañizares-Esguerra, los conquistadores se
veían en un proceso de liberación de los indígenas “de manos del dominio brutal, implacable
y tiránico de Satanás” 36. De esta manera, este
imperio católico, representado en la imagen de
Hispania, buscó a través de la cruz, transformar
25
“las «tierras baldías» en lorecientes «plantaciones» espirituales”6. Lo que justiicó, además, la
llegada de múltiples proyectos misionales asociados a la salvación y deseo por la conquista
espiritual de las Indias37.
Olaya Sanfuentes
la monarquía española rescata la idea clásica de
un retorno a una edad de paz y justicia bajo un
solo soberano, donde el sol jamás se pone”33.
Felipe II continúa por estos pasos llegando a consolidarse como el “paladín de la Cristiandad”,
distintivo que se explotará visualmente en varias
manifestaciones visuales de la época. Un ejemplo es el grabado de Hans Liefrinck en que Felipe II y el Papa le entregan un globo terráqueo
a Cristo. “Cristo y los poderes de la tierra” es
el nombre de esta imagen donde se alude a la
idea de imperio universal católico, a través de la
igura del Papa, quien hiciera cesión de las tierras descubiertas a los Reyes Católicos. La alusión a los descubrimientos se da a través de un
segundo plano con mares y embarcaciones que
los surcan. Al igual que nuestro emblema, la cruz
corona la escena.
La utopía de un imperio católico universal
Paul Kleber describe a los Habsburgo como
una dinastía con su propia mitología y un fuerte
sentido de destino38. Hay que recordar también
que los Reyes Católicos habían sentado un precedente importante respecto de la relación intrínseca entre unidad religiosa y unidad política,
como demostraron con la expulsión de árabes y
judíos de España durante su mandato.
El sueño de una España imperial y la utopía
de un mundo ordenado bajo los dictámenes del
Emperador y la religión universal constituyen
una propaganda desde el poder. Estamos hablando de propaganda política que, según Vilá
puede leerse como derivada de la Eneida de
Virgilio y debidamente enlazada con la doctrina
cristiana y con profecías bíblicas que conirman
el carácter providencial de las iguras y obra de
Carlos V y Felipe II39. Ambos utilizan la igura del
héroe y del monarca, como también la del Buen
Pastor, como se alude en aquella inscripción del
dibujo que habla de esas otras ovejas a las cuales también hay que conducir porque habrá un
solo rebaño y un solo pastor. El objetivo de esta
obra épica, que muestra su vocación utópica, es
lograr un imperio universal y uniicado donde
reinen la paz y la justicia.
A pesar de que es difícil cotejar el impacto de
esta idea en el imaginario y en los corazones de
los que no detentaban el poder, la literatura popular es siempre una manifestación cultural donde podemos buscar pistas a este respecto. En un
brillante artículo titulado Lazarillo de Tormes y la
crítica a la utopía imperial, Carmen Elena Armijo
nos proporciona algunas ideas a este respecto.
Junto con otros estudiosos de la obra, la autora interpreta la última parte como una sátira al
triunfo de la imagen de un rey emperador triunfante, divulgada en la época con ines teo-políticos40. En esta postura están de acuerdo también
Francisco Rico y James. A Parr, quien, sin señalar
el aspecto iconográico, piensa que la crítica del
Lazarillo es claramente a la política imperialista
de Carlos V, “un tópico que preocupaba mucho
a los humanistas de la época”41, pero que cla-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 15-29
Olaya Sanfuentes
26
La utopía de un imperio católico universal
ramente producía efectos económicos adversos
entre la población. En términos más generales
debemos pensar que el establecimiento de una
sociedad ideal siempre es considerada invivible
para algunos componentes de la sociedad. En
este caso la crítica surge desde la ironía, la única herramienta posible que “permite consolidar
una relación adecuada con la utopía como espacio de liberación y justicia, pero también como
espacio crítico contra las falsas promesas de la
retórica del poder o de la revolución”42.
La segunda coyuntura histórica que explica
la aparición de propuestas de unidad en la Europa del siglo XVI se inserta en el contexto de
los abusos a que había llegado la iglesia europea
en el siglo XVI, con la consiguiente reforma protestante, las guerras de religión y la pérdida de
la unidad de la cristiandad. A la añoranza de la
idea medieval de una cristiandad unida, el catolicismo se pregunta en el Concilio de Trento
por la nueva situación cismática. En un intento
por volver a unir fe y razón -el paradigma cientíico de pansoia-, algunos ilósofos relexionan
sobre el estado de las cosas y, bajo el signo de la
Reforma y Contra reforma “comienzan a trazar
proyectos globales y renovadores a in de lograr
la supervivencia del cristianismo”43
En este contexto algunos sueñan con tierras lejanas y con una sociedad ideal, uniicada
y paciicada. Esas tierras lejanas representan la
alteridad, pero también la salvación, por lo que
pueden entrar en un mismo sistema de juego de
espejos. “El antiguo topo literario de un mundo
totalmente opuesto y al mismo tiempo especular ofrece extraordinarios recursos para la nueva
mitología, que necesita sustentarse en la epopeya de los grandes descubrimientos geográicos
para impactar en el imaginario colectivo”44.
El libro de Castellanos muestra en su texto
una verdadera pasión por la naturaleza. En esto,
comparte el espíritu de una época que muestra
su curiosidad frente a especímenes traídos de
los viajes de exploración y el desarrollo de la llamada historia natural. Esta buscaba “historiar la
naturaleza, es decir, describir, catalogar y clasiicar animales, plantas y piedras con un objetivo
ambicioso y globalizador”45, donde lo exótico y
lo raro debían entrar en el sistema conocido. La
historia natural se devela por su afán descripti-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 15-29
vo y clasiicatorio y los naturalistas de la época,
ávidos de noticias y especímenes de las tierras
descubiertas, las cuales se incorporan en sus
sistemas clasiicatorios. La imagen que estamos
trabajando comparte ese espíritu y encarna el
sistema de comparación del mundo conocido
con el recién descubierto y lo lleva a un formato
visual. Esta imagen comparte, asimismo, el afán
utilitarista de la historia natural que compartían los hombres de ciencia renacentistas en su
aproximación a la naturaleza. En el caso de los
españoles imbuidos en el proceso de conquista
de las tierras americanas, el interés por conocer
plantas, animales, minerales y hombres se relaciona con la búsqueda del éxito de la empresa
imperial.
Los elementos naturales que conforman los
márgenes u orillas de la composición, son representativos del Viejo y Nuevo Mundo respectivamente. En su calidad de elementos naturales,
hacen alusión a la idea de paraíso o jardín del
edén, la cual evoluciona luego hacia el jardín cercado capaz de contener una idea de mundo, un
microcosmos terrenal a imagen del microcosmos
universal y “respuesta rotunda de la visión del
nuevo orden político y religioso triunfante”46.
La naturaleza a los márgenes de las escenas
centrales y símbolos que otorgan identidad al
mundo propuesto, nos hablan de un mundo antropocéntrico y racional. La naturaleza del Viejo
Mundo, así como la nueva que América proporciona a esta idea ideal de mundo global, están
ahí para ser parte del proyecto.
Las Elegías de varones Ilustres de Indias
plantean un proyecto racional y con pretensión
eterna. El tipo de orden social que las Elegías legitiman es uno en que se conquista y subordina
lo emocional. Se presenta la conquista como un
proceso racional, frente a la barbarie de un indígena que muchas veces se niega a la presencia
del español.
Relexiones inales
El emblema que acabamos de revisar comparte las características de la Utopía propuesta
por Tomás Moro, en el sentido de la vocación
histórico temporal que hace de ese lugar supuestamente inexistente un objeto de anhelo para
establecer este mundo perfecto. En este aspec-
A partir del Renacimiento, surgen iniciativas
para ordenar el mundo. Al establecer complejos
sistemas de ordenamiento, se vislumbra el cometido del hombre europeo de querer ordenarse
a sí mismo48. El establecimiento de diferencias y
similitudes con los otros no están dadas a priori,
sino que constituyen una estrategia de conocer
y ordenar lo conocido para vivir mejor. El emblema que hemos analizado muestra en forma
explícita las diferencias entre el Nuevo y el Viejo
Mundo. Sin embargo, hubo otras iniciativas de
la época que eligieron colocar a los especímenes
del Viejo y del Nuevo Mundo en las mismas categorías, donde las diferencias están dadas por
criterios de otra índole. Es el caso, por ejemplo,
de los gabinetes de curiosidades, donde los objetos curiosos de todas partes del orbe conviven
juntos. Es también el ámbito de los álbumes de
27
naturaleza, donde uno puede leer entre líneas
el modelo de clasiicación a través del cual se
ordena la naturaleza en el siglo XVI49. Ahí las
opciones de ordenamiento son múltiples y variadas: se pueden mostrar órdenes de lo natural
desde las diferentes etapas de la vida de una especie, o las gamas de colores que se dan en la
naturaleza o de los tamaños de las especies. En
estos álbumes, las cosas del Nuevo Mundo conviven con las de Europa y Asia. Por lo tanto, al
enfrentarnos con este orden que el frontispicio
de Castellanos nos propone, vemos que lo que
tenemos al frente es una propuesta de otro tipo
de orden: un orden político ideal donde la descripción de la naturaleza está subordinada a una
idea política de vocación utópica. El orden que
propone Castellanos no es el que propone una
incipiente ciencia en desarrollo en el siglo XVI,
sino que es un orden necesario para establecer
una sociedad ideal.
Olaya Sanfuentes
to, dice Abellán, la utopía ayuda a la realización
temporal del hombre y trata de impulsarle en el
mejoramiento de sus condiciones concretas de
vida47. Prosigue Abellán diciendo que “la utopía
es el deseo de salvación eterna, realizado dentro
del tiempo, en el despliegue de las posibilidades
históricas de cada época”. Es este aspecto el que
hace de las utopías un verdadero motor histórico y justiica su presencia en diversos formatos
y soportes en todas las épocas. Un motor que
pretende mejorar el presente para lograr en el
futuro un mundo mejor.
La utopía de un imperio católico universal
A diferencia de la experiencia inglesa en
América del Norte, España necesitaba del indígena americano para su utopía. Independiente
de las acciones particulares de los conquistadores que abusaron de los indígenas, la Corona los
consideró sus vasallos y los incluyó en las leyes
intentando legislar en forma justa para ellos. El
español, a diferencia del inglés que llevó a su
familia Norteamérica, se fundió con el indígena
conformando una sociedad nueva.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 15-29
Olaya Sanfuentes
28
La utopía de un imperio católico universal
NOTAS
*Para la traducción se utilizó La Sagrada Biblia, (trad. Felix Torres), Imprenta
de Miguel de Burgos, Madrid, 1834.
1
En un subcapítulo denominado
“Utopía y Juego”, Raymond Ruyer argumenta que en toda utopía se esconde
algo de juego, una actividad que aspira
a realizarse. Se construye un sistema y
el creador juega a ver cómo funciona.
Para Ruyer, la actividad de la utopía es,
precisamente, una actividad demiúrgica
pues se dirige a un mundo, a un universo cerrado. “El utopista actúa como si
realmente pudiera crear un mundo completo, con sus instituciones, sus artes, su
técnica y su religión. Naturalmente, esto
no puede hacerlo más que en el campo del juego”, en A. Neusüss, Utopía,
Barral Editores, Barcelona, 1971, pp.
167-168. José Carlos Martínez García
también considera que Utopía de Tomás
Moro es un proyecto lúdico. En J. Martínez García, Historia de la Utopía, del
Renacimiento a la Antigüedad, Grupo
de estudios del siglo XVIII, Universidad
de Salamanca, 2005.
2
V. Mínguez, “Un imperio simbólico. Cuatro décadas de estudios sobre
la esceniicación de «La práctica del
poder»” en Visiones de un imperio en
iesta (coord. I. Rodríguez y V. Mínguez),
Fundación Carlos de Amberes, Castellón, 2016, p. 31
3
Utopía es una palabra de origen
griego que etimológicamente puede
tener dos acepciones: ou-topía, que
signiica de ningún lugar (del griego ou:
ningún) y eu-topía, que signiica el país
donde todo está bien (del griego eu:
bien), el Estado perfecto.
4
Slavin J., Arthur, “The American
Principle from More to Locke”, en First
Images of America: The Impact of the
New World on the Old (Ed. F. Chiapelli), University of California Press, 1976,
p. 145.
5
No corresponde a este trabajo
hacer una deinición del concepto utopía ni de las diferentes interpretaciones
que a través del tiempo han aportado
a la discusión sobre sus connotaciones
e implicancias. Grosso modo la utopía
comprende tanto una crítica a la situación contemporánea de las cosas, como
el diseño global de una alternativa ideal.
Intentaremos que nuestro objeto de estudio “una alegoría visual del imperio
católico universal”, devele su vocación
de sueño o idea de mundo perfecto,
sueño de un verdadero y justo orden de
vida, de vocación utópica, como hemos
propuesto al comienzo de este trabajo.
M. Gonzáles García y R. Herrera Guillén, Utopía y Poder en Europa y
América, Editorial Tecnos, Madrid, 2015,
p. 13
6
B. Fernández Herrero, La Utopía de la aventura americana, Editorial
Anthropos, Barcelona, 1994, p. 91
7
R. M. Serrera, La América de los
Habsburgo (1517-1700), Universidad de
Sevilla, Sevilla, 2013, p. 102
8
9
F. Checa Cremadas, Carolus, Sociedad Estatal para la Conmemoración
de los Centenarios de Felipe II y Carlos
V, Madrid, 2000, p. 543
10
A. Redondo, “Revisitando el concepto de utopía y algunas de sus manifestaciones en la España del siglo XVI y
de principios del XVII”, Spania, 21 de
junio de 2015 [Fecha de consulta: 22 de
marzo de 2017].
11
Redondo, op. cit.
12
S. Cro, “La utopía cristiano social
en el Nuevo Mundo”, Anales de Literatura Hispanoamericana, vol. VI, 7, 1978,
pp. 87-129.
13
J. de Castellanos, Primera Parte
de las Elegías de varones ilustres de Indias, Casa de la viuda de Alonso de Gómez, Madrid, 1589.
14
J. E. Rojas Otárola, “Poética y Política en la épica renacentista: La inluencia clásica en Elegías de varones ilustres
de indias, de Juan de Castellanos”, Literatura: teoría, historia, crítica, n°11,
2009, pp. 334
15
Un excelente artículo sobre la
admiratio en las crónicas americanas es
el de R. Álvarez Moreno, “El admirarse
como forma de enfrentar la nueva realidad americana”, Anuario de estudios
americanos, vol. 61, n°2, pp. 413-430.
16
L. Vilá y Tomás, Épica e Imperio.
Imitación virgiliana y propaganda política en la épica española del siglo XVI,
Tesis doctoral Universitat Autónoma de
Barcelona, 2001, p. 9
17
Hernán Cortés, en Olaya Sanfuentes, Develando el Nuevo Mundo.
Imágenes de un proceso, Ediciones Uni-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 15-29
versidad Católica, Santiago de Chile pag
139
18
A. Gerbi, La disputa del nuevo
mundo: historia de una polémica, 17501900, Fondo de Cultura Económica,
México, 1960, p. 7
19
J. P. Martínez García, Historia de
la Utopía, del Renacimiento a la Antigüedad, Universidad de Salamanca,
Salamanca.
20
P. Mason, Deconstructing America. Repersentation of the Other, Routledge, London and New York, 1990.
21
Según María Dolores Alonso Rey
en un artículo que muestra los usos de
la iconografía del árbol en los emblemas
españoles, el árbol puede estar presente
en un emblema mostrando los recursos
naturales y humanos. María Dolores
Alonso Rey, “El árbol en los libros de emblemas españoles” en Palabras, símbolos, emblemas. Las estructuras gráicas
de la representación (Eds. A. Martínez
Pereira, I. Osuna, V. Infantes), Turpin Editores, Sociedad Española de Emblemática, Madrid, 2013, p. 120.
22
A. G. Debus, El hombre y la naturaleza en el renacimiento, FCE, México,
1985, p. 96
23
Vilá, op. cit., p. 228
R. López Torrijos, “Imágenes de
Europa en la España moderna” en I
Congreso Internacional, V Coloquio del
Grupo Europeo de Investigación histórica potestas. Europa: historia, imagen
y mito (Coord. J.J. Ferrer Maestro, P.
Barceló), Universitat Jaume I, Castelló,
2008, p. 415
24
25
Ibid, p. 416
Esta frase se encuentra en latín:
“HISPANUM REGNUM DECLARAT BELLICA VIRGO/
26
EST MARIS OCEANILITUSSO PSE
DRACO. /HIC SERPENSIGENS ORBEM
CIRCUNDAT UTRIUNQUE /CONIUNGENS
CAUDE, PERFRETA, LONGA, CAPUT. /
ERGO, QUICQUID ERIR, QUOD CONTINET ORBIS UTERQ /MAGNE PHILIPPE
TWO SERVIET IMPERIO” En términos de
traducción, en el primer verso se ha decidido optar por bellica virgo como sujeto lógico, en vez de hispanum regnum.
Además, en el cuarto, una traducción
probable sea “Uniendo la cabeza con su
cola, estrecha y larga”, sin embargo, es
posible separar “per freta longa”, omi-
tiendo la coma, pues da un sentido de
circularidad mundial en la época de la
circunnavegación del mundo.
27
Josep Fontana, Europa ante el
espejo, Editorial Crítica, Barcelona 2000,
pag 10.
28
Ibid, p. 116.
29
Serrera, op. cit., p. 144
F. Cantú, “América y Utopía en el
siglo XVI” Cuadernos de Historia Moderna Anejo, vol. 1, 45, 2002, p. 64.
30
Tradicionalmente, se ha estudiado a la España del Antiguo Régimen
bajo el concepto de “monarquía católica”, que buscó otorgar una identidad
religiosa a los territorios bajo el Estado
patrimonial de los reyes españoles. Véase Manuel Fernández Álvarez, España y
los españoles en los tiempos modernos,
Universidad de Salamanca, Salamnca,
1979, p. 128. Sin embargo, en el presente artículo se ha optado por hablar
de un Imperio católico para el siglo XVI
que, aunque parte de la misma base
identitaria, intenta dar cuenta del ideal
expansionista del Estado sobre espacios
diversos más allá de sus fronteras tradicionales. Pues tal como lo señalan los
historiadores y sociólogos Jane Burbank
31
y Frederick Cooper, los imperios no supusieron una unión espontánea dentro
de la diversidad, sino que necesitaron
de violencia, coacción y la conformación
de una identidad, en este caso católica, para su viabilidad. J. Burbank y F.
Cooper, Imperios: Una nueva visión de
la Historia universal, Barcelona, Crítica,
2011, pp. 11–19.
El Nuevo Mundo. Problemas y Debates (D. Bonnett y F. Castañeda, eds.),
Universidad de los Andes, Bogotá, 2004,
p. 33.
40
Carmen Elena Armijo, Lazarillo de
Tormes y la crítica a la utopía imperial,
AISO Actas III (1993) p. 30
41
Moisés González García y Rafael
Herrera Guillén, Utopía y Poder en Europa y América, Editorial Tecnos 2016,
p. 16
43
J. C. Martínez García, op. cit.
44
Ibid, p. 59
32
33
Ibid.
G. Botero, Razón de Estado con
tres libros de la grandeza de las ciudades
de Juan Botero traducido del italiano en
castellano por Antonio de Herrera, Casa
de Sebastián de Cañas, Burgos, 1603,
Libro I, 1.
34
35
Ibid, Libro II, 47v y 45v-46.
Jorge Cañizares-Esguerra, Católicos y puritanos en la colonización de
América, Madrid, Marcial Pons, 2008,
p. 18.
36
37
Ibid, p. 32
Paul Kleber en Víctor Mínguez
p. 253.
38
39
Vilá, op. cit., p. 219.
Parr en C.E Armijo, p. 30
42
45
J. Pardo Tomás, El tesoro natural
de América. Colonialismo y ciencia en el
siglo XVI, Nivola Editores, Madrid, 2002.
46
B. Souviron López, “Arcadia y
Nuevo Mundo: un capítulo de la historia
de Utopía” Anuarios de estudios americanos, vol. 53, n°1, 1996, p. 19
47
J. L. Abellán, “Prólogo” en Fernández Herrero, op. cit, p. 14
48
Mary Douglas, Estilos de Pensar.
Ensayos Críticos sobre el buen gusto,
Editorial Gedisa, Barcelona, 1998, p.
155
49
F. Egmond, “Ordenar la naturaleza. Álbumes de naturaleza como colecciones. Siglo XVI” en una conferencia
dictada en el Instituto de Historia de la
Pontiicia Universidad Católica de Chile,
20 de mayo, 2017
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 15-29
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Olaya Sanfuentes
La utopía de un imperio católico universal
CONTRA LA UTOPÍA TEMPORAL: LA TEMPORALIDAD DEL
PAISAJE
Michael Jakob
Haute École du Paysage, d’Ingénierie et d’Architecture de Genève
RESUMEN
Ya la primera época de la conciencia del paisaje presentó ambigüedades signiicativas. Se aspiraba, en efecto, a un ideal –representado por la literatura, la pintura (la Edad de oro) y los jardines
(con su intemporal programa de raigambre neoplatónica)–, pero a la vez se iniciaba el proceso de su
deconstrucción. De algún modo, en el énfasis en las ruinas y lo efímero, se presentía lo que estaba
por llegar. Y es que el paisaje, con su eterno movimiento estacional y su insistencia en lo procesual,
nunca pudo instalarse tranquilamente en ninguna utopía total. Desde luego, no resulta extraño que,
además de apostar por las estéticas de lo feo y lo fragmentario, el arte contemporáneo del paisaje
haya girado siempre en torno al tiempo y la fugacidad.
Palabras clave: arte del paisaje, estéticas de lo fragmentario, historia de los jardines, ruinas, temporalidad
ABSTRACT
A historical overview of the awareness of landscape reveals that it has been a largely ambiguous
ield from the very beginning, when the sought-after ideal – embodied by literature, art (the Golden
Age), and gardens (with their timeless Neoplatonist-inluenced agenda) – was already subject to a
process of deconstruction. The period’s emphasis on ruins and the ephemeral can be read as a sign
of what was to come – landscape, with its eternal movement through the seasons and its insistence
on processes, has never settled on a single, all-encompassing utopia. It is not surprising, therefore,
that aside from embracing the aesthetics of the ugly and the fragmentary, contemporary landscape
art has always centred on time and transience.
Keywords: landscape art, aesthetics of the fragmentary, history of gardens, ruins, temporality
Si existe realmente aquello que se ha dado
en llamar «génesis» o «invención» del paisaje,
esta tiene, necesariamente, lugar en el tiempo.1
Existen, pues, tiempos, épocas, con y sin paisaje.2 Las propias épocas del paisaje son entidades
temporales: tienen principio y in, fases de evolución, movimientos ascendentes y descendentes. En otras palabras, el paisaje tiene historia,
es la historia de la conciencia del paisaje, y la
experiencia del paisaje como experiencia estética vivida no puede existir sino dentro de los
límites de dicho marco temporal. El sujeto que
construye el paisaje es más que un cuerpo que
se desplaza a través del espacio; es también
una conciencia imbuida de historia. Allí donde
hay paisaje se produce un encuentro entre naturaleza e historia: la historia se inscribe en la
naturaleza.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 31-51
Michael Jakob
32
Contra la utopía temporal: la temporalidad del paisaje
¿Qué relación existe, entonces, entre la plenitud temporal de la experiencia estética en su
singularidad individual y el poso de la historia
sedimentada en la conciencia? ¿Acaso son las
experiencias individuales vividas a través de un
iltro de experiencias colectivas?
En sentido estricto, para convertirse en paisaje, la fracción de naturaleza que nos ocupe no
podrá ser determinada a priori. Solo podrá ser
descrita y clasiicada a posteriori, y solo a la luz
de esta caracterización ulterior se revelará como
inluida por la historia, es decir, por factores
temporales. Ahora bien, esto plantea un problema: el de tender un puente entre la subjetividad
pura – personal y absoluta – de la experiencia
del paisaje y las derivas intersubjetivas y criterios
históricos que han ido delimitando el gusto por
ese paisaje.3
De lo que no cabe duda es de que la experiencia del paisaje aparece marcada por claras diferencias diacrónicas. En efecto, a lo largo de la
historia el ser humano ha creado imágenes que
han ido cambiando en función de las épocas.
Todo comenzó con la concepción del paisaje bello. En sus inicios, la experiencia del paisaje
solo podía tener lugar allí donde la imaginación
era capaz de reconocer en la naturaleza formas
que evocasen ideas de bienestar, seguridad y armonía.4 Sentirse interpelado por esa naturalezajardín implicaba haber interiorizado el proceso
cultural de domesticación, el prolongado «trabajo» sobre la naturaleza que precede a toda
constitución del paisaje.
No obstante, lejos de derivar hacia cualquier
ucrónica utopía, esta primera época de la conciencia del paisaje presentaba ya ambigüedades
signiicativas que después se relejaron en el plano temporal. Se aspiraba, en efecto, a un ideal –
representado por la literatura, la pintura (la Edad
de oro) y los jardines (con su intemporal programa de raigambre neoplatónica) – al tiempo que
se iniciaba ya el proceso de su deconstrucción.
Se anunciaba, en cierto modo, lo que estaba por
llegar.
Et in Arcadia ego
La irrupción de la ruina en el paisaje es, bajo
esta luz, la primera grieta del ideal que se res-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 31-51
quebraja. Los fragmentos del pasado aloran
en el paisaje mucho antes del Renacimiento.
Desde los frescos antiguos de Lorenzetti hasta
la obra de Giorgione y Mantegna pasando por
Patinir – sin olvidar el papel fundamental que
desempeñan en el Sueño de Políilo –, las ruinas están presentes por doquier. La ruina y la
muerte habitan el paisaje bello y representan,
en su seno, la antítesis misma de lo perenne,
la fugacidad de lo terreno. Indicadores de una
ausencia, de una falta fundamental, las ruinas
hacen añicos los sueños dorados de una naturaleza por siempre paciicada. El paisaje es algo
proyectado: construcción subjetiva por parte de
un individuo que controla la naturaleza sometida a su mirada. La omnipresencia de las ruinas
en el paisaje – que a partir de 1530 convivirán
con ruinas artiiciales instaladas en los jardines
(Pesaro) o con paisajes-ruina como el de Bomarzo – evidencia, no obstante, la revancha de la
naturaleza, la inestabilidad y el carácter efímero
de la apropiación del mundo.5 Por in, la entrada
de la muerte en la Arcadia será la conirmación
última de la fragilidad y la futilidad del sueño de
la Edad de oro. Los cuadros de Guercino y de
Poussin – (Et in Arcadia ego) (Fig. 1) – expresan
con increíble fuerza esta diferencia temporal, la
separación abismal entre la naturaleza paradisíaca y el ente inito ante la alegoría de la calavera
o del sepulcro.6 Así confrontada con la initud, la
propia razón de ser de los grandes jardines del
Renacimiento y del Barroco se tambaleaba.
Fig. 1. Nicolas Poussin: Et in Arcadia ego, 1637-1639
A partir de entonces, las iestas en las grandes propiedades cobran una importancia particular. Así, la otra historia del paisaje bello está
Contra la utopía temporal: la temporalidad del paisaje
33
con su visión del Louvre en ruinas (Fig. 2). En
efecto, las grandes propiedades morirán con la
Revolución convertidas ruinas de sus contradictorias aspiraciones.
Michael Jakob
ligada a los despliegues de lo efímero: es la historia de los espectáculos principescos que, tras
proliferar en Italia, se extendieron después a
Francia y, por in, al resto de Europa. Las celebraciones de Ferrara y Milán, los festejos toscanos
(cuyo efecto secundario será el nacimiento de la
ópera), el gran día funesto de Vaux-le-Vicomte
o los Plaisirs de l’Île enchantée de Versalles son
algunos de los ejemplos que conforman todo un
abanico de momentos paisajísticos ejemplares a
la par que fugaces.7
La primera época de la naturaleza bella o
naturaleza-jardín de simetrías formales llega a su
in con la revolucionaria aparición en escena del
jardín pintoresco (o irregular, a la inglesa, anglochino8). La lógica temporal de estas nuevas realizaciones – y, de forma similar, de la lectura de
los paisajes en general – es totalmente distinta.
Todas estas propiedades ajardinadas tienen en
cuenta el tiempo individual del paseante, del caminante melancólico que deberá «perderse» en
meandros y caminos que se bifurcan. El sujeto
no es ya aquel subalterno pasivo sometido a una
estructura absolutista que ija, de una vez por
todas, la posición que todo y todos deben ocupar. Ahora, con su caminar, compone su propio
paisaje y, con ello, se compone a sí mismo. El conocimiento-construcción del jardín pasa a ser un
acontecimiento singular, una fecha individual. Es
entonces cuando la ruina, memento mori y metonimia de la antigüedad en los jardines de otrora, y, sobre todo, la falsa ruina pasan a ocupar
el centro de las composiciones paisajísticas. Así,
enmarcados en un dispositivo semiótico de gran
complejidad, la Columna del Desierto de Retz o
el Templo de la Filosofía de Ermenonville hacen
las veces de faros, de símbolos arquitectónicos
de la diferencia temporal.
En todos y cada uno de los elementos que
conforman estas composiciones paisajísticas es
ostensible la impronta de la discontinuidad: el
paseante se detiene en ermitas y otros «desiertos» solemnes, interrumpe su trayecto y medita
acerca de la falsa grandeza de las civilizaciones,
de la historia, de la continuidad, del programa.
Todo se fragmenta y la melancolía se instala, el
futuro mismo parece resquebrajarse – algo que
anticipara con maestría uno de los protagonistas
de la nueva estética pintoresca, Hubert Robert,
Fig. 2. Hubert Robert: Vista imaginaria de la Gran Galería del
Louvre en ruinas, 1796
Ahora bien, antes de la ruptura producida
por la Gran Revolución –es decir, en el periodo
en que la visita a estas incas era segura y cumplía funciones pedagógicas– lograría sobrevivir
un elemento estático de la contemplación, pues
– como hace constar el marqués de Girardin en
su teoría De la composition des paysages (1777)
–, con frecuencia se esperaba que los paseantes
reconocieran los modelos pictóricos trasladados
al terreno por el lamante jardinero-paisajista.9
La auténtica labor de creación y construcción
es, pues, desplazada al interior del sujeto, allí
donde el recuerdo y la imaginación han de dar
continuación a aquello que en un determinado
momento no era sino mero impulso. Lo que, a
in de cuentas, percibía quien contemplaba este
tipo de parques, no era tanto la naturaleza reconocida o considerada como tal, sino más bien la
propia historia de sí mismo, esto es, su devenir
individual marcado por la historia. Como resultado, el propio concepto de initud se diluye en la
ininitud de una interioridad magniicada:
Si el jardín pintoresco –que tal vez sería más
acertado llamar jardín de la sensibilidad– ha sido
tan amigo de las ruinas y las tumbas, es porque
estas se revelaban a los ojos del paseante como
una imagen de la vida misma del pensamiento humano. Ponían a disposición de las almas sensibles
el dolor de percibirlas y la consolación de contem-
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Contra la utopía temporal: la temporalidad del paisaje
plar cómo la naturaleza conservaba en ellas una
imagen de nuestro pensamiento. Dolor aplacado
capaz de suscitar placer, inducían en el paseante
un estado inestable y delicioso en el que sus estados de ánimo podían modularse sin cesar hasta
transformarse en su opuesto.10
el estado de podredumbre.12 Se trata de un paisaje sin límites deinidos, difuso, que por todas
partes exhibe los estigmas de la no asimilación
de los elementos que lo componen, las huellas
melancólicas de lo inacabado.
Más allá de lo bello
Al gran período histórico de la naturaleza
bella, pintoresca y sublime, fuente de la experiencia del paisaje, sucede la época que podríamos deinir como del «paisaje más allá de lo
bello», la cual se extiende hasta nuestros días.
Lo feo, lo fragmentario, lo imperfecto y hasta lo
desagradable pasan a formar parte del campo
visual, y a su lado brotan otras formas de temporalidad. En torno a los años 1860-70, el gusto
por lo «no-bello» se convierte en un fenómeno
de inluencia notable: «J’adore la banlieue avec
ses champs en friche/Et ses vieux murs lépreux,
ou quelque ancienne afiche/Me parle de quartiers dès longtemps démolis» («Me cautiva el
suburbio con sus campos yermos/Sus paredes
leprosas, en que algún cartel viejo/Me habla de
barrios ha tiempo demolidos»), escribía François
Coppée en su Promenades et Intérieurs.11
Son muchos los puntos de contacto que
emparentan la arquitectura del paisaje contemporánea con este imaginario de lo «no bello»,
aquel de la ciudad herida y asfaltada, de la città
diffusa, de la no man’s land, de los slums, de los
descampados –eriales agrícolas, industriales o
urbanos– y de los vertederos. Esta sorprendente
centralidad de los márgenes, de la periferia, es
el resultado de una tendencia que se extiende
a lo largo de varias décadas y cuyos orígenes se
remontan, entre otros ámbitos, al land art y a los
proyectos fotográicos de los new topographers
(a la exposición New Topographics que tuvo
lugar en Nueva York en 1975), pero que parte
también de la estética cinematográica – de Antonioni, de Tarkovski (Fig. 3).
La belleza extraña de este nuevo paisaje tecnológico marcado por los cuatro costados por
la intervención humana nos enfrenta a situaciones contradictorias. Es este un paisaje del vacío
y, al mismo tiempo, de lo demasiado lleno, de
la ausencia y de la saturación. Es tan fascinante como angustioso, rayano en lo repugnante,
y culmina en distintas combinaciones que rozan
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Fig. 3. Andrei Tarkovsky: Fotograma de Stalker, 1979
A inales del siglo XX, la arquitectura del paisaje se orienta de forma maniiesta hacia este
paisaje otro situado más allá de las estéticas de
lo pintoresco. Como bien explica Dieter Kienast:
Nuestra tarea consiste en la búsqueda de una
naturaleza de ciudad en la que el color presente no sea únicamente el verde, sino también el
gris. Naturaleza de ciudad es sinónimo de árbol,
de seto, de césped, pero también de pavimento
que permite el paso del agua, de espacio amplio,
canal riguroso, muro elevado, eje de aire fresco o
de vista ininterrumpida, de centro y de margen.
Dedicamos especial atención a los incontables nolugares nacidos de la planiicación y la ordenación
burocráticas. Las acciones urbanísticas, entre las
que incluimos la arquitectura del paisaje, son, a
nuestro juicio, de vital importancia especialmente
para la periferia, para los residuos de espacio indeseados de la metrópoli.13
A pesar de este creciente interés por la periferia, la naturaleza residual y la antinaturaleza,
la naturaleza pura – o, mejor dicho, el simulacro
de una naturaleza «pura» o «verdadera» – sigue
conservando su estatus y pervive especialmente
en su faceta museística. Es reclamada y elogiada
por el público contemporáneo, y es la naturaleza
de las vacaciones y el ocio, la naturaleza cercana
y lejana, la de las playas, las cumbres alpinas y los
desiertos, es decir, la naturaleza reproducida hasta la saciedad, todas y cada una de cuyas piezas
han sido fabricadas por el discurso paisajístico
global. Entretanto, la arquitectura contemporánea de vanguardia, que parece haber dejado
atrás la estética de los jardines y el culto a la naturaleza bella, toma un camino radicalmente distinto y privilegia, en su lugar, todo lo que se inclina hacia lo urbano, incluso hacia lo hiperurbano.
Hoy la arquitectura del paisaje incluye en sus
proyectos los ambiguos signos de nuestra época,
a saber, el sentido de la dispersión y la fragmentariedad.14 Así las cosas, ¿qué caracteriza el estilo
de alguien como Dieter Kienast, sino la voluntad
de imponer resueltamente, obstinadamente, un
gesto arquitectónico antitético, perturbador? La
extrema austeridad de los medios utilizados y su
característica puesta en escena (al estilo Gestalt)
de los elementos formales distinguen sus obras
del habitual modelo anodino repetido hasta la saciedad. De este modo, Kienast rompe tanto con
la tradición idílica o romántica como con las prácticas de ordenación de los jardines que dan prioridad a la variedad y la exuberancia de las plantas
(la iebre del coleccionismo). La marcada oposición entre la enérgica presencia de lo vegetal y
la disciplina formal de las geometrías inventadas,
sumada a la creación de una espacialidad que se
sale de la norma (sin caer en el uso de gags en
corten u otras provocaciones baratas) demanda
una interpretación activa del lugar por parte del
que penetra estos espacios; reclama una vez más
el tiempo del descubrimiento (Fig. 4).
Fig. 4. Dieter Kienast: Jardín de Swiss Re, Zurich, 1995
Otros, como Gilles Clément, tratan de reintegrar sus composiciones en la naturaleza y otorga
la soberanía al tiempo que le es propio. En la
obra de Clément, la irme negación del orden
inamovible en favor del desorden creativo parte
de la convicción de que, como habitante de la
Tierra, el ser humano ve cómo el tiempo se escapa entre sus dedos. La perspectiva ecológica
defendida por el teórico del «jardín planetario»
redunda en la exposición de la obra a los azares
y accidentes de la naturaleza. Mientras que el
arte de los jardines tradicional aspiraba a la dominación del tiempo – de forma especialmente
notoria en los jardines racionalistas de tipo francés con su control total del crecimiento, de la
forma, del cromatismo, de las estaciones, etc. –
Clément devuelve la naturaleza a la naturaleza
(Fig. 5). La libertad imprevista de sus proyectos
se inspira tanto en los «jardines involuntarios»
descubiertos en descampados de todo el mundo
como en el espectáculo del brassage o mestizaje
de las especies (sobre todo de las errantes) que
da lugar a nuevos paisajes. Esta libertad reencontrada nos invita a participar del tiempo a través del encuentro constante con elementos inesperados, de la estética del décalage o desajuste
cultivada por el botánico:
Los desajustes son fenómenos menores a la
par que esenciales. Funcionan como catalizadores,
desencadenan reacciones imprevistas, introducen
en el paisaje dimensiones singulares fuera del contexto en el que surgieron, dimensiones que a veces son íntimas por el hecho de ser subjetivas. Lo
interesante de los desajustes es su capacidad de
reactivar la dinámica de la observación.15
Fig. 5. Gilles Clément: Jardín del Tercer paisaje sobre base
submarina alemana, St-Nazaire, Loira, 2009-2011
Concebidas como prácticas que reconocen
la importancia del tiempo, es posible establecer
una conexión entre esta estética de Gilles Clé-
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Contra la utopía temporal: la temporalidad del paisaje
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Contra la utopía temporal: la temporalidad del paisaje
ment y alguna obra de Derek Jarman. El jardín
del artista inglés, situado en Dungeness, en la
costa de Kent, es una obra «terminal». Acechado por una muerte inminente, Jarman inventa
un espacio de libertad en un entorno austero y
extraño. El propio proceso de creación que da
lugar a este antijardín enuncia la cuestión del
tiempo: ¿para quién – durante cuánto tiempo –
en cuánto tiempo se adecenta un lugar? ¿Y qué
será de él cuando llegue la muerte, esa muerte
que es la huésped indeseada de la historia de los
jardines, la muerte de Julie y de su Elíseo en la
obra de Rousseau, la muerte de Charlotte y de
Otto en las Ainidades electivas, o, más concretamente, la muerte de los parques y de los paraísos paisajísticos en la época de la Revolución, de
la que da cuenta, entre otros, Sylvie de Nerval?16
Vivir y extinguirse en su jardín es, sin embargo, el
destino inal del príncipe Pückler, encerrado para
siempre jamás en su pirámide, auténtico monumento de su ser en el momento mismo de su
desaparición.17 El jardín de Dungeness está marcado por la initud, la mortalidad de la existencia
humana, una situación que es, sin embargo, liberadora para su autor, para quien este espacio
se convierte en un último remedio poderoso y
terapéutico (en la tradición del jardín medicinal).
La despedida paisajística de Jarman ha demostrado ser, a pesar de su espontaneidad y
aparente simplicidad, una obra de extraordinaria complejidad. El cottage, con su vegetación
espontánea y sus objetos encontrados, funciona
como una «gran propiedad» de la memoria cultural. Los trozos de madera y otros fragmentos
verticales clavados en la tierra nos recuerdan el
acto primordial del dominio del territorio, la estaca que marcaba el terreno o la piedra miliaria.
En esta waste land la antropología del homo
erectus adquiere matices particulares en dos aspectos: uno lleno de energía, aquel de la proyección hacia el cielo, de la vertical victoriosa; otro
melancólico y friedrichiano, el de una elevación
a tiempo pero de alcance limitado (Fig.6).
En los aledaños más inmediatos de una central
nuclear – con todo lo que implican tanto su contexto real como los imaginarios a ella asociados –
el jardín seco y mineral toma la forma de un gesto
inal y desesperado, comparable al Monje a la orilla del mar de Caspar David Friedrich. La amplitud
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Fig. 6. Derek Jarman: Jardín de Dungeness, Kent, 1993
del inmenso cielo y el juego y la resistencia inauditos de la vegetación representan, sin embargo, en
este desorden poético, la propia fuerza de la vida.
También la belleza efímera de las amapolas que se
destaca sobre los níveos fondos del seco plantío
de impronta oriental es una expresión de vida, de
las complejas y múltiples caducidades de lo vivo.
Con su última obra, Jarman crea un espacio colmado de guiños más o menos involuntarios: el
concepto de ready made, la técnica de collage y
ensamblaje de Schwitters, la poesía de las máquinas de Tinguely, los objetos de piedra de Richard
Long, o incluso las creaciones de Yves Tanguy
aparecen singularmente relejados en la obra de
Jarman. Todo en Dungeness tiene su sentido, aunque este no es explicado, de forma que el visitante
se ve obligado a agudizar su atención18. Con este
jardín de la desintegración y de la desaparición, en
el que hasta el óxido desborda vigor, Jarman fue
capaz de resucitar una realidad de antaño, y, con
ella, un poderoso dispositivo paisajístico del pasado: aquel del jardín pintoresco (o inglés) que, en
su calidad de objeto artístico concebido para ser
percibido por un paseante sensible, provocaba el
despertar del sujeto y, sobre todo, la toma de conciencia de una temporalidad que siempre apelaba
al núcleo de la propia subjetividad.
De hecho, se tome el ejemplo de Kienast, de
Clément o de Jarman, todas estas obras tienen
en común la fragmentariedad y la aceptación de
los efectos del tiempo.
Autopia
Si hoy en día el arquitecto del paisaje apuesta por integrar en sus proyectos la diferencia
temporal, la industria de la imagen (de la publi-
cidad, del viaje), por su parte, se aferra al tiempo
nivelado. Su ideal es la pervivencia de un paisaje de tarjeta postal que gusta porque ofrece
un espectáculo ucrónico, eterno.19 Si se observan
detenidamente, estos paisajes, además de ser
notablemente antropomorfos, demuestran estar
ligados a la imagen gloriicada de la explotación
agrícola. El paisaje modelado por la agricultura
se convierte en paisaje ideal en aquellos lugares en que esta es observada desde fuera (por
el turista), donde se encuentra en crisis (la prolongada muerte del campesinado enfrentado a
la mecanización), o bien allí donde, ya superada
históricamente, se adorna de añoranzas de la
tierra natal. Este paisaje releja entonces el bon
vieux temps, the good time20, un tiempo que, sin
embargo, jamás existió realmente.21
Frente a la muerte de la ruralidad preindustrial, el culto de lo rural y de lo arcaico sustituye la relexión, el enfrentamiento con el cuerpo
agonizante de la agricultura. Este tipo de sacralización conduce, necesariamente, a soluciones dudosas, como la de erigir a los últimos
campesinos en «guardianes del paisaje».22 La
simultaneidad de estas dos estéticas deriva en
una polarización cercana a la esquizofrenia: hoy
adoptamos el papel del espectador o ciudadano
ávido de naturaleza – aquel que opina que todo
debe seguir siendo exactamente como era, que
es necesario detener oicialmente la urbanización – y, al mismo tiempo, participamos de buena gana en la fugacidad frenética de la modernidad posindustrial. Defendemos la protección de
los iconos paisajísticos, congelados y en vitrina,
sin por ello dejar de espolear las fuerzas que, con
su impronta, marcaron no solo los sueños (y las
pesadillas) futuristas, sino también el siglo XX en
su totalidad, a saber: las fuerzas de la velocidad.
John Brinckerhoff Jackson fue uno de los
primeros en señalar las repercusiones de la perspectiva automovilística sobre la vida y el paisaje
contemporáneos. Jackson habla de la
propagación de un nuevo tipo de paisaje, basado no tanto en la territorialidad y en los espacios
característicos de acceso limitado, sino, cada vez
más, en el gusto vernáculo por la movilidad y en el
uso temporal de espacios públicos o semipúblicos
[…] Una de sus características era la accesibilidad,
la otra el nuevo estilo del que hacía gala el exterior
de los ediicios: alegre, no convencional y clara-
mente concebido para atraer al consumidor móvil obligándolo a detenerse. El strip es uno de los
ejemplos más tempranos de arquitectura ideada
para ser experimentada desde fuera, y que puede
ser aprehendida por el conductor que pasa por
su lado. He aquí el origen de invenciones como
el drive-in bank, el cine drive-in, o incluso la iglesia drive-in. Vieron también la luz el aparcamiento
gigante para camioneros, el supermotel, el supermercado, y hasta el supertaller a disposición de los
automovilistas; un paisaje fabricado a medida que
albergaba todos los servicios comerciales relacionados con el automóvil: cambio de neumáticos,
pintura de la carrocería o venta de coches.23
Podemos contrastar la neutralidad de esta
descripción de un paisaje marcado por el tráico
y el tiempo acelerado con las polémicas palabras
de Ian McHarg en el siguiente extracto de su Design with Nature:
¿Cuáles son las pruebas evidentes del credo
mercantil estadounidense? El puesto de hamburguesas, la gasolinera, el restaurante de carretera,
los omnipresentes paneles publicitarios, el cableado eléctrico hecho colgajos, las zonas de aparcamiento, los desguaces y esa simbiosis total entre
la rapacidad territorial y la desilusión humana que
son los complejos de viviendas. Fuera de los conines de la ciudad, es absolutamente imposible
escapar a las autopistas, pues es allí donde nos
espera, en todo su esplendor, la quintaesencia de
la vulgaridad, concebida para atribuir la máxima
importancia a la más insigniicante de nuestras
creaciones.24
Pero no sucede solo en Estados Unidos. En
todo el mundo, las infraestructuras ligadas a los
medios de transporte son las auténticas arterias
de un sistema que invade la totalidad del territorio. El paisaje urbano, las carreteras para salir
de la ciudad, los pueblos que ya no son tales, los
lugares de vacaciones entendidos como simulacros de la forma urbana han sido concebidos
para el conductor que los aprehende mientras
circula. Tras la segunda guerra mundial – si no
antes –, se hace patente la victoria de la «autopía» (R. Banham), que se impone en los ámbitos
cultural, social y económico.
Durante mucho tiempo, modernidad fue
sinónimo de automovilidad. «El sentir espaciotemporal de nuestra época se experimenta mejor conduciendo un vehículo, cuando las manos
reposan sobre el volante mientras atravesamos
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Contra la utopía temporal: la temporalidad del paisaje
valles y montes y enilamos viaductos sobre
rampas y puentes gigantescos».25 El automóvil
no solo dio lugar a nuevas formas paisajísticas
(streetscapes), sino que también generó otro
modo de aprehender la realidad26:
La panorámica de las carreteras es la prueba
de la magia a través de la cual el paisaje se impone
a la persona y la desborda. Se experimenta, simultáneamente, una desconexión del marco espacial
inmediato y una sensación de proximidad visual
que es casi un aplastamiento, término que aquí
hace referencia a la supresión de la profundidad
de campo por parte de la fotografía y el cine. El
sujeto ve cómo el espacio se despliega ante él, lo
recibe, adopta un papel de puro espectador.27
Fig. 7. Stephen Shore: Winnipeg, Manitoba, 1974
El automóvil perpetúa las contradicciones
de la movilidad (una característica fundamental
de la modernidad): genera nuevas topografías
y nuevas posibilidades estéticas para la exploración de la realidad (Fig. 7), pero, al mismo tiempo, destruye el encanto de esa misma realidad
hacia la que facilita el acceso:
La cultura del automóvil contribuye a la destrucción del medio natural y del paisaje rural. El
turismo automovilístico fomenta la construcción
de moteles, gasolineras, miradores y todo tipo
de establecimientos para el ocio que prolongan
y desintegran los antaño bien deinidos ángulos
urbanos. Lugares como el de los cañones rojos de
Sedona en Arizona son destruidos por el progreso y la panorámica de los acantilados escalonados
es interrumpida por paneles publicitarios de Happy Meals. […] de forma más insidiosa si cabe,
los complejos de viviendas que circundan la mayor parte de las ciudades estadounidenses, con su
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uniformidad y sus extensas planicies de colores, se
erigen frente al conductor como un equivalente
arquitectónico de los grandes espacios salvajes
–carecen de puntos de referencia que permitan
comprender la geografía del lugar y su contexto
estético. Monótonos campos de maíz suceden a
campos de tejados grises. Colinas de maquis se
alternan con colinas de tejados rojos. Con cada
curva, con cada nuevo kilómetro, se reanuda el
padecimiento de la monotonía y de la homogeneidad. Conductor y pasajero se hunden sin remedio
en el mar suburbano.28
Time Landscape
Desde un punto de vista temporal, el ideal
autópico que modeló los paisajes de posguerra
tiene como guía el avance inexorable, la proyección hacia el futuro, puesto que nunca miramos
atrás, sino al frente, siempre hacia adelante. Sin
embargo, conforme ha ido creciendo la esfera
autópica, el número de espacios alcanzables se
ha ido reduciendo. En el imaginario territorial
esto ha dado lugar a la paradójica convivencia
del sprawl urbano, la génesis a gran velocidad
de espacios intersticiales ilimitados gobernados
por la tecnología, la omnipresencia de las máquinas y la supervivencia de retazos de naturaleza hurtados al progreso que toman la forma de
enclaves residuales.
La tendencia actual de la arquitectura y del
urbanismo, pero también de las humanidades y
de la cultura en general, de orientarse con determinación hacia la periferia, hacia los lugares
intersticiales y las metástasis territoriales constituye un fenómeno paisajístico notable, con
relación al cual el tiempo se presenta de nuevo como un factor especialmente pertinente.
Campos en barbecho, enfermizos distritos industriales, arrabales lúgubres y tierras de nadie
contaminadas son hoy objetos de fascinación. Si
en el pasado la fotografía de moda elegía como
escenarios palacios, villas, cumbres montañosas
o playas exóticas, hoy es frecuente que las modelos se vean obligadas a exhibir sus costosos
atuendos en vertederos o fábricas abandonadas,
en medio de paisajes híbridos que se oponen a
la estética de lo bello. El cine y la publicidad han
contribuido a reforzar aún más esta tendencia, y
muy pronto, si es que no ha sucedido ya, la industria del turismo ofertará visitas organizadas a
las barriadas de chabolas, viajes al extrarradio de
Beirut, de Sarajevo o de Bagdad, establecimientos bed and breakfast que ofrezcan algo distinto.29 Esta tendencia a buscar, incluso a celebrar lo
feo, lo híbrido y lo periférico es también el fruto
del fracaso del progreso, o bien de la pérdida
de fe en él. Pareciera, en efecto, que «la contradicción, en su propia evolución, hubiera [hecho
despertar] a la mente y que intenta, si bien en
vano, sacarla de su error recurriendo a aquello
de lo que esta se había distanciado, motivo por
el cual lo cree, erróneamente, inmutable».30 El
impulso orientado hacia el futuro, hacia adelante – el paisaje como horizonte y apertura: “El
horizonte abierto de la experiencia del espacio
demanda un horizonte de la historia abierto sobre el futuro, es decir, un horizonte que permita
al hombre modelar libremente”31– deja entonces
paso a escenarios entrópicos, algo que ya había
sacado a relucir Robert Smithson en los años 60
cuando dirigió su atención al paisaje contaminado, destruido, amenazado.
En sus obras, el vector del futuro, que aparecía ya desestabilizado en las representaciones
estáticas de Caspar David Friedrich, se halla totalmente invertido. La evolución –la espiral– gira
en sentido contrario, hacia atrás (Spiral Hill, Emmen), el tiempo se encoge, desaparece inexorablemente, al igual que la Spiral Jetty (1970),
símbolo de una época dominada por la entropía
– en la obra de Smithson, el «retorno a la naturaleza» está ligado a una estética de la desaparición (Fig. 8). El modo en que este trabajo
del artista estadounidense actúa tanto sobre
nuestra conciencia del tiempo y de la historia
en general como sobre la estética retrógrada del
paisaje aparece relejado en un cuadro honda-
Fig. 8. Robert Smithson, Spiral Jetty, Great Salt Lake, Utah,
1970
mente irónico de Mark Tansey (Purity Test, 1982)
en el que un grupo de indios a caballo parece
arrojar una última mirada perpleja a la Spiral
Jetty, producto inal de la conciencia europea
del paisaje que, al mismo tiempo, la niega. Esta
contradictoria representación deconstruye los
grandes mitos históricos (los discursos de épocas
de transición, de cambios de paradigma, etc.) y
saca a la luz sus contradicciones desde un punto
de vista que, como constructo cultural que es,
sigue evidenciando ambigüedades temporales.
Los artistas hoy considerados pertenecientes a la
corriente del Land Art siempre han dado prioridad al fenómeno del tiempo. Time Line y Time
Pocket (1968) de Dennis Oppenheim exploran
las líneas internacionales del tiempo por medio
de movimientos que dejan una huella efímera
(las marcas de veinticinco centímetros de ancho
de la motonieve) en lo efímero (el río Saint John,
helado y cubierto de nieve). El tiempo abstracto,
reglado, se “vuelve loco” y la convención temporal (las zonas horarias) es abolida, pero, como
suele ser común a este tipo de obras, la acción
del artista no deja más huella que un rastro fotográico.
Annual Rings (1968), también de Oppenheim, tiende un puente entre la medida temporal
de la naturaleza (los anillos de los árboles) y el
tiempo medible y racionalizado, que se escinde
de forma chocante en la frontera horaria entre
Canadá y los Estados Unidos (Estados Unidos
13:30 h - Canadá 14:30 h). Como Smithson y
Richard Long, Oppenheim coloca el proceso artístico frente a las convenciones temporales y
frente al momento de la recepción de las obras
de arte (Fig. 9). El instante, la acción signiica-
Fig. 9. Dennis Oppenheim: Annual Rings, Fort Kent, Maine,
1968
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Contra la utopía temporal: la temporalidad del paisaje
tiva, limitada en el tiempo, la actualidad… son
así contrapuestas a la eternidad del arte, al lugar
que le ha sido asignado en las salas de los museos con sus inmóviles monumentos. La conciencia del paso del tiempo no solo no es repudiada,
sino que constituye, además, la materia prima
de obras como Spiral Jetty y One Hour Run de
Oppenheim (1968) o A Walk of four hours and
four circles de Richard Long (1972).
Otra obra de la misma época insiste también
en la complejidad de la experiencia temporal.
Time Landscape (1978) de Alan Sonist reconstruye en Manhattan, en plena selva «urbana»
y al lado mismo de la «selva» de rascacielos, la
selva virgen biológica anterior a la llegada del ser
humano a la península neoyorquina. La «ventana» espaciotemporal de Sonist arroja luz tanto
sobre el pasado lejano, preantropomorfo, como
sobre un futuro en el cual Manhattan, monumento de la civilización por excelencia, podría
ceder de nuevo al bosque primitivo el espacio
que le fuera arrebatado.
También el cine estructural de los años 70
plantea la cuestión del tiempo en la experiencia
del paisaje. En Seven Days de Chris Welsby –el
título es ya una clara alusión a una unidad de
medida importante en nuestro sistema de medición del tiempo y a las connotaciones culturales
del número siete– los siete días de doblaje se
encuentran condensados en diecinueve minutos, en los que cada plano deja paso al siguiente
cada diez segundos. El hecho de que la cámara
capte la acción en las horas diurnas otorga a la
película una duración y una banda temporal que
cobran relevancia al ser observados desde una
perspectiva antropológica y territorial (Fig. 10).
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Fig. 10. Chris Welsby: Diferentes fotogramas de Seven Days,
1974
La mirada tecnomorfa de Welsby nos recuerda el punto de vista humano, pero también
la práctica milenaria de observar los cielos. En
esta obra es precisamente el movimiento maquinal y rítmico de la cámara el que hace alorar
aquello que hay de humano en la construcción
de lo visible, junto con todo lo que, bien porque
se encuentra circunscrito al ámbito de la naturaleza, bien porque es, en sí mismo, un elemento
natural, escapa al hombre:
Dos imágenes que comparten el mismo encuadre nunca son estrictamente idénticas, sino
que entre ellas existen ininidad de diferencias.
Cambia la forma de las nubes, su transparencia,
sus colores. Cambian los colores del cielo, la luz
que se proyecta sobre el paisaje, la supericie del
paisaje.32
Como ese paisaje se ha encargado de recordarnos una y otra vez a lo largo de la historia,
nunca dos imágenes pueden ser idénticas porque, lejos de captar la luz de un espacio abstracto o de laboratorio, son fruto de un mundo real
en el que el tiempo luye sin parar. De hecho,
visto lo visto, hasta podría decirse que el arte del
paisaje nunca nos ha enseñado otra cosa.
NOTAS
1
Este artículo, editado y adaptado
por Federico L. Silvestre, recoge algunas
ideas presentadas en el libro Paysage
et temps (Lausanne 2007) inéditas en
lengua castellana. Las páginas reunidas
han podido verterse al castellano gracias
al desinteresado esfuerzo de Cristina R.
Lesmes.
2
«Distintos autores –de forma,
a mi juicio, un tanto supericial– han
airmado que el auténtico “sentir de la
naturaleza” se desarrolló, en realidad,
durante la modernidad, y han atribuido
su despertar al lirismo, el romanticismo y
demás característicos de estos tiempos.
Las religiones primitivas dejan entrever,
a mi modo de ver, un sentir de la naturaleza particularmente profundo. Es la
sensibilidad ante el “paisaje” como objeto la que surge de forma tardía, y esto
es así precisamente porque para posibilitar su creación era necesario rechazar
el sentir único y homogéneo asociado a
una naturaleza universal» (Georg Simmel, Philosophie der Landschaft, en: Aufsätze und Abhandlungen 1909-1918,
vol. 1, Francfort sur le Main 2002, pp.
471-482: 472-3 [existe traducción al
castellano, incluida en El individuo y la libertad, Barcelona, Península, 2001]). Cf.
también Michael Jakob, L’émergence du
paysage, Lausanne 2004; Piero Camporesi, Le belle contrade, Milano 1992. –
W. J. T. Mitchell (Landscape and power,
Chicago 2002) ha caliicado esta cronología de la evolución del paisaje de
«pseudohistorical myth» y ha señalado
su ambivalencia: «It is almost as if there is something built into the grammar
and logic of the landscape concept
that requires the elaboration of a pseudohistory, complete with a prehistory,
an originating moment that issues in
progressive historical development and
(often) a inal decline and fall» (p. 12).
Su apreciación, no obstante, no pasa
de ser una mera crítica de las «Western
ideas» o la «Western mind» (p. 13), y no
propone alternativa alguna. Una historia
del paisaje, aunque sea otra historia del
paisaje –de «woman, gatherer, scientist,
poet, interpreter, or tourist» (p. 16) está
también determinada por factores históricos.
3
Cf. Michael Jakob, L’émergence,
op. cit.
4
Cf. Jay Appleton, The experience
of landscape, Londres 1975.
5
Cf. Thomas M. Greene, The Light
in Troy: Imitation and Discovery in Renaissance Poetry, New Haven 1982;
Hartmut Böhme, Ruinen – Landschaften. Zum Verhältnis von Naturgeschichte und Allegorie in den späten Filmen
von Andrej Tarkowskij, en: Natur und
Subjekt, Francfort sur le Main 1988, pp.
334-379.
6
El primer paisaje designado con
este nombre, La Tempesta de Giorgione y las ruinas. También las ruinas en la
obra de Patinir.
Cf. acerca de lo efímero y el jardín
barroco Michael Jakob, Cos’è barocco
nel giardino barocco ?, en: Horti Verbani. Coltura e cultura dei giardini verbanesi, Verbania 2001, pp. 97-109; Michel
Baridon, Les Jardins de l’âge baroque et
le style de Le Nôtre, en: Les Jardins à la
française de la Renaissance à nos jours,
Les Dossiers de l’Art, n° 89, pp. 28-51.
7
Cf. John Dixon Hunt, The picturesque garden in Europe, Londres 2002.
8
9
«El objetivo fundamental es, entonces, comenzar bien por componer
el gran repertorio y los cuadros para la
estancia por todos los lados hacia donde
se dirigen las vistas principales […] para
componer un paisaje y trasladarlo al terreno, el cuadro es lo único que nos puede ayudar a tener una visión clara del
resultado antes de ejecutar el proyecto»
René-Louis de Girardin, De la composition des paysages, Seyssel 1992, pp. 23,
29. Cf. el capítulo. VIII en su totalidad,
pp. 67-68. Como ya airmara Pope: «All
gardening is landscape-painting. Just
like a landscape hung up» (citado en
John Dixon Hunt (ver nota 33), pp. 14-5
(entre otras apreciaciones acerca del papel que desempeñan los cuadros).
10
Michel Baridon, Les mots, les
images et la mémoire des jardins, en: Le
Jardin, art et lieu de mémoire (ed.: M.
Mosser, Ph. Nys), Besançon 1995, pp.
183-206.
11
François Coppée, Œuvres complètes: Poésies, tome I, Paris 1885, p.
317.
12
«We have gone from ruin to rust,
from trace to waste.» (Antoine Picon,
Anxious Landscapes From the Ruin to
Rust, en: Grey Room 01, Fall 2000, p.
77).
13
Dieter Kienast, Die Poetik des
Gartens. Über Chaos und Ordnung in
der Landschaftsarchitektur, Bâle 2002,
pp. 207-8.
14
A propósito de la no integración
de la ciudad y la naturaleza/de la escisión entre ciudad y naturaleza cf. Gernot
Böhme, Die Mensch-Natur-Beziehung
am Beispiel der Stadt, en: Für eine ökologische Naturästhetik, Francfort sur le
Main 1989, pp. 56-76 : 70 y s.
15
Gilles Clément, Le jardin en mouvement. De la Vallée au Parc André-Citroën, Sens & Tonka 1994, p. 58.
16
Michael Jakob, Ermenonville, Paris 2002.
17
La gran pirámide que se erige en
medio del lago (Seepyramide) en el parque de Branitz alberga los restos mortales del príncipe Pückler y de su esposa,
Louise.
18
Derek Jarman, Derek Jarman‘s
Garden, Londres 1995.
19
Cf. Eric Hobsbawn, The Invention
of tradition, Cambridge 1983.
20
«Su tiempo [el tiempo del paisaje] es presentado en los anuncios como
“good time”: “What’s your idea of a
good time? – If you enjoy picknicking
on a moutaintop, exploring quiet sideroads to picturesque ishing villages,
strolling among scenes of colonial history or just dreaming under an apple
tree”. La “vista” que, estéticamente,
constituye el paisaje puede aparecer,
por ejemplo, bajo la forma que a continuación se describe: “Highways bring
the inest landscape within easy reach
of your camera”» (Joachim Ritter, Zwei
Exkurse (zu: Landschaft), en: Metaphysik
und Politik, Francfort sur le Main 2003,
p. 437 [existe traducción al castellano
incluida en Subjetividad: seis ensayos,
Barcelona, Alfa, 1986, pp. 125 y ss.]).
21
Cf. a propósito de esta otra faceta del paisaje: John Barrell, The dark side
of the landscape, Cambridge 1980, Ann
Bermingham, Landscape and ideology:
The English rustic tradition 1740-1860,
Berkeley 1986; Landscape and power
(ed: W. J. T. Mitchell), Chicago 2002, extracto, pp. 5-34 (the Imperial Landscape).
22
Cf. Michael Jakob, Vandœuvres
Paysage, Gollion 2003.
23
«spread of a new kind of landscape, based less on territoriality and
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 31-51
41
Michael Jakob
Contra la utopía temporal: la temporalidad del paisaje
Michael Jakob
42
Contra la utopía temporal: la temporalidad del paisaje
specialized spaces with restricted access,
and more on that vernacular liking for
mobility and the temporary use of public or semi-public spaces. […] One of its
characteristics [of the commercial strip]
was accessibility; another was the new
style exterior of the buildings: gaudy,
unconventional, and obviously designed
to attract the mobile consumer and lure
him into stopping. The strip was merely
the earliest example of a kind of architecture meant to be experienced from
the outside and to appeal to the passing
motorist: We soon invented the drivein-bank, the drive-in-movie theater, and
the drive-in church. Then there was the
super truck stop, the supermotel, the
supermarket, and (what is still evolving)
the super service center for automobiles – an elaborately planned landscape
containing every possible auto-oriented
business, from tire repair to paint jobs
to auto sales.» John Brinckerhoff Jackson, The Future of the Vernacular, en:
Understanding ordinary landscapes (ed.:
P. Groth, T. W. Bressi), New Haven/ 1997,
pp. 145-156:151.
24
«What are the visible testaments
to the American mercantile creed – the
hamburger stand, gas station, diner, the
ubiquitous billboards, sagging wires,
the parking lot, car cemetery and that
most complete conjunction of land rapacity and human disillusion, the subdivision. It is all but impossible to avoid the
highway out of town, for here, arrayed
in all its glory, is the quintessence of vulgarity, bedecked to give the maximum
to the least of our accomplishments»
(Ian L. McHarg, Design with nature,
New York 1992 [primera edición 1967],
p. 20.)
«The space-time feeling of our
period can seldom be felt so keenly as
25
when driving, the wheel under one’s
hands, up and down hills, beneath overpasses, up ramps, and over giant bridges» Siegfried Giedion, Space, Time and
Architecture: The Growth of a new Tradition, Cambridge/Mass. 1967, p. 831.
26
«The drive was a revealing experience. The road and much of the landscape was artiicial, and yet il couldn’t be
called a work of art. On the other hand,
it did something for me that art has never done. At irst, I didn’t know what it
was, but its effect was to liberate me
from many of the ideas I had about art.
It seemed that there has been a reality
there that had not had any expression
in art. The experience of the road was
something mapped out but not socially
recognized» (Tony Smith, Talking with
Tony Smith, en: Artforum 5, diciembre
1966, p. 19)
27
Marc Desportes, Paysages en
mouvement, Paris 2005, p. 339.
28
«Automobile culture contributes to the destruction of the natural
environment and rural countryside. In
bucolic landscapes, automobile tourism
stimulates the construction of motels,
service stations, vista points, and amusements that elongate and muddy the
once tight urban edge. Places like the
red canyons of Sedona, Arizona, deteriorate in the wake of development, the
views of rock spires cluttered with signs
for Happy Meals. […] Even more insidiously, the subdivisions that surround
most North American cities, because
of their uniformity, their large planes
of colour and texture, confront the automobile viewer with an architectural
equivalent of the wilderness – the absence of any landmarks that might aid
geographic comprehension and artistic
contrast. Fields of corn follow ields of
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 31-51
grey slate roofs. Hillsides of chaparral
alternate with hillsides of red tile roofs. At each bend in the road, with each
additional mile, we suffer the monotony
of sameness. Driver and passenger glide adrift in the suburban sea» (Mitchell
Schwarzer, Zoomscape. Architecture in
Motion and Media, Princeton 2004, pp.
83-84)
29
Cf. al respecto de las torresmirador de Harlem, etc. Dean Maccannell, The Tourist. A New Theory of the
Leisure Class, University of California
Press 1999: «The New York Times reports that seventy people answered an
advertisement inviting tourists to spend
‘21 days in the lands of the Hatields
and McCoy’s for $380.00, living in with
some of the poorest people in the U.S.
in Mingo County, West Virginia’. Similarly, in 1967, the Penny Sightseeing
Company inaugurated extensive guided tours of Harlem. Recent ecological
awareness has given rise to some imaginative variations: bus tours of ‘The Ten
Top Polluters in action’ were available in
Philadelphia during ‘Earth Week’ in April
1970» (40).
30
Theodor W. Adorno, Fortschritt,
en: Stichworte. Kritische Modelle 2,
Francfort sur le Main 1969, pp. 29-56 :
46.
31
Cf. Albrecht Koschorke, Die
Geschichte des Horizonts. Grenze und
Grenzüberschreitung in literarischen
Landschaftsbildern, Francfort sur le
Main 1990, extracto. Die Öffnung des
Horizonts, pp. 49-75: 77. Véase también Michel Collot, L’Horizon fabuleux,
2 vol., Paris 1988; La Poésie moderne et
la structure d’horizon, Paris 1989.
32
Natalie Böhler, Die Landschaft als
Regisseurin, en: Cinema 47, Landschaften, Zurich 2002, pp. 62-72: 65.
Texto orixinal
Contre l’utopie temporelle: la temporalité du paysage
Michael Jakob
Haute École du Paysage, d’Ingénierie et d’Architecture de Genève
Si le fait de parler d’une ‘genèse’ ou d’une ‘invention’ du paysage s’avère légitime, alors celle-ci
a nécessairement lieu dans le temps1. Il y a donc des temps, des époques avec et d’autres sans paysage.2 Les époques de paysage sont elles mêmes des entités temporelles : elles ont un début et une
in, des phases d’évolution, des mouvements ascendants et descendants. Autrement dit, le paysage
a son histoire, il est l’histoire de la conscience du paysage, et l’expérience individuelle du paysage en
tant qu’expérience esthétique vécue ne peut avoir lieu qu’à l’intérieur de ce cadre temporel. Le sujet
qui constitue un paysage n’est pas seulement un corps qui se meut dans l’espace; il est aussi une
conscience pénétrée d’histoire. Là où il y a paysage, il y a aussi rencontre de la nature et de l’histoire:
l’histoire s’inscrit dans la nature.
Qu’en est-il cependant du rapport entre la plénitude temporelle de l’expérience esthétique dans
sa singularité individuelle et l’apport de l’histoire sédimentée dans la conscience? Les expériences
individuelles passent-elles à travers le iltre d’expériences collectives?
Au sens strict, la nature qui nous attire, pour être constituée en paysage, ne peut jamais être déterminée a priori. On ne peut la décrire ou la classiier qu’a posteriori, et c’est seulement à la lumière de
cette détermination ultérieure qu’elle apparaîtra comme affectée par l’histoire, c’est-à-dire par des facteurs temporels. Il s’agit donc de l’entreprise dificile de jeter un pont entre la subjectivité pure, absolue
de l’expérience du paysage et des motifs intersubjectifs, des critères historiques de plaisir au paysage.3
L’expérience du paysage révèle cependant des caractéristiques diachroniques distinctes : selon les
époques les hommes constitueront des images différentes de la nature. Les débuts sont ceux du beau
paysage. L’expérience du paysage ne survient initialement que là où l’imagination reconnaît dans la
nature des formes évoquant l’idée de bien-être, de sécurité et d’harmonie.4 Se sentir interpellé par la
nature-jardin signiie avoir déjà intériorisé le processus culturel de domestication, le long ‘travail’ sur
la nature préalable à toute constitution du paysage.
Cette première époque de la conscience du paysage révèle des ambiguïtés signiicatives sur le
plan temporel. Elle postule en effet un idéal que représentent la littérature, la peinture (l’Âge d’or) et
les jardins (avec leur programme intemporel de type néoplatonicien), tout en le déconstruisant déjà.
Et in Arcadia ego
L’irruption de la ruine dans le paysage marque à cet égard une première faille importante au sein
de l’idéal. Les fragments du passé pointent dans le paysage bien avant la Renaissance. Des fresques
antiques à Lorenzetti, de Patinir à Giorgione et Mantegna, sans oublier leur fonction essentielle dans
le Songe de Polyphile, les ruines s’imposent partout. La ruine et la mort habitent le beau paysage,
marquent dans celui-ci l’antithèse même de la pérennité, la vanité des choses de ce monde. En tant
qu’indicateurs d’une absence, d’un manque fondamental, les ruines brisent les rêves dorés de la nature paciiée à tout jamais. Le paysage est constitution, construction subjective de la part d’un sujet
qui contrôle la nature soumise à son regard. L’omniprésence des ruines dans le paysage – à partir
de 1530 aussi des ruines artiicielles dans les jardins (Pesaro), jusqu’au paysage-ruine de Bomarzo –
souligne toutefois la revanche de la nature, l’instabilité et la qualité éphémère de l’appropriation du
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 31-51
Michael Jakob
44
Contre l’utopie temporelle: la temporalité du paysage
monde.5 Enin, la mort faisant son entrée en Arcadie montre déinitivement la fragilité et l’inanité du
rêve de l’Âge d’or. Les tableaux du Guerchin et de Poussin (Et in Arcadia ego) expriment avec beaucoup de force cette différence temporelle, l’écart inini entre la nature paradisiaque et l’être ini face
à l’allégorie du crâne ou du tombeau.6 Confronté à la initude, le sens même des grands jardins de
la Renaissance et de l’âge baroque se trouve comme ébranlé. La fête dans le domaine assume dès
lors une importance particulière. Ainsi l’autre histoire du beau paysage est-elle liée à l’esthétique de
l’éphémère : c’est l’histoire des féeries princières de l’Italie d’abord, de la France et de l’Europe toute
entière plus tard. Les fêtes de Ferrare et Milan, les festivités toscanes (avec pour effet secondaire la
naissance de l’opéra), le grand jour funeste de Vaux-le-Vicomte ou les Plaisirs de l’Île enchantée de
Versailles forment les pièces distinctes d’une suite de moments paysagers exemplaires.7
La première époque de la belle nature ou de la nature-jardin et de ses symétries formelles se
termine avec l’entrée en scène révolutionnaire du jardin pittoresque (ou irrégulier, à l’anglaise, anglo-chinois8). La logique temporelle de ces nouvelles réalisations – et, de façon analogue, de la lecture
des paysages en général – est de toute autre nature. L’ensemble de ces domaines tient compte du
temps individuel du promeneur, du marcheur mélancolique qui devra se ‘perdre’ dans les méandres
et les fourvoiements. Le sujet n’est désormais plus le subalterne passif soumis à une structure absolutiste qui ixe à tout jamais la place de tout et de chacun; il compose plutôt en cheminant son
propre domaine et se compose de ce fait soi-même. La connaissance-constitution du jardin devient
un événement singulier, une date individuelle. C’est à ce moment que la ruine, memento mori et
métonymie de l’antiquité dans les jardins précédents, et surtout, la fausse ruine trouveront leur place
au centre des compositions paysagères. La Colonne du Désert de Retz ou le Temple de la Philosophie
d’Ermenonville fonctionnent à cet égard au milieu d’un dispositif sémiotique de grande complexité
comme des phares, des symboles architecturaux de la différence temporelle. Tout porte dès lors dans
ces compositions paysagères apparemment naturelles l’empreinte de la discontinuité : le promeneur
s’arrête dans des ermitages et autres ‘déserts’ solennels interrompant son parcours et méditant la
fausse grandeur des civilisations ; l’histoire, la continuité, le programme – tout se fragmente et la
mélancolie s’installe ; le futur même apparaît brisé, état qu’anticipe si bien l’un des protagonistes de
la nouvelle esthétique pittoresque, Hubert Robert, dans sa vision du Louvre en ruine; les domaines
enin se meurent avec la Révolution, se transformant dans les ruines de leurs aspirations paradoxales.
Avant la scission de la Grande Révolution, c’est-à-dire aussi longtemps que la réception de ces
domaines à la lumière de la liberté était assurée et pédagogiquement accompagnée, un élément
statique y survivent quand même: on attendait en effet de la part des promeneurs, comme l’explique
bien le marquis de Girardin dans sa théorie de la composition du paysage, de reconnaître des modèles picturaux traduits sur le terrain par l’auteur-paysagiste.9 L’activité authentiquement constructive
et constitutive est donc placée à l’intérieur du sujet, là où souvenir et imagination continuent ce qui,
dans la situation ponctuelle, n’était qu’impulsion. Celui qui regardait des parcs de ce genre apercevait
en in de compte moins la nature reconnue ou considérée comme telle que sa propre histoire, son
être-devenu en tant qu’individu marqué par l’histoire. Le concept de initude même se confond de ce
fait dans l’inini d’une intériorité toute puissante:
Si le jardin pittoresque que l’on ferait peut-être mieux d’appeler jardin de la sensibilité, a tant aimé les
ruines et les tombes, c’est qu’elles iguraient aux yeux du promeneur une image de la vie même de la pensée
humaine. Elles donnaient aux âmes sensibles la douleur de les percevoir et la consolation de voir la nature y
conserver une image de notre pensée. Une douleur apaisée générant un plaisir, elles mettaient le promeneur
dans un état instable et délicieux où ses états d’âme, sans cesse, pouvaient se moduler en leur contraire.10
Paysage au-délà du beau
A la grande phase historique de la nature belle, pittoresque et sublime, source de l’expérience du
paysage, succède l’époque que l’on pourrait déinir celle du ‘paysage au-délà du beau’, qui – comme
les autres courants, il est vrai – s’étend jusqu’à notre époque. Le laid, le fragmentaire, l’imparfait, le
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Contre l’utopie temporelle: la temporalité du paysage
45
dégoûtant même pénètrent désormais le champ visuel et avec eux d’autres formes de temporalité.
Autour de 1860-70 le goût pour le ‘non-beau’ est devenu un phénomène marquant : « J’adore la
banlieue avec ses champs en friche/ Et ses vieux murs lépreux, où quelque ancienne afiche/ Me parle
de quartiers dès longtemps démolis », lit-on dans Promenades et Intérieurs de François Coppée.11
Michael Jakob
L’architecture du paysage contemporaine a beaucoup de rapports avec cet imaginaire du ‘nonbeau’, celui de la ville blessée et bétonnée, de la città diffusa, du no man’s land, des slums, des friches
agricoles, industrielles ou urbaines et des décharges. Cette centralité surprenante des marges, de la
périphérie, est le résultat d’une tendance qui s’étend sur plusieurs décennies et a son origine, entre
autre, dans le land art, dans les travaux photographiques des ‘new topographers’ (exposition New Topographics, New York 1975), mais aussi dans l’esthétique cinématographique (Antonioni, Tarkovski).
La beauté étrange de ce nouveau paysage technologique marqué de fond en comble par l’intervention humaine nous confronte avec des situations paradoxales. Ce paysage est à la fois celui du vide
et du trop plein, de l’absence et de la saturation. Il est aussi fascinant qu’angoissant, voir répugnant
et culmine dans différentes formes d’assemblage proches de l’état de déchet.12
Il s’agit d’un paysage sans conins précis, diffus, qui exhibe partout les stigmates de la non-assimilation de ses composantes, les traces mélancoliques de l’inachevé. C’est vers ce genre de paysage
autre au-delà de toutes les esthétiques du pittoresque que l’architecture du paysage de la in du XXe
siècle s’est tournée avec force, comme l’indique bien Dieter Kienast:
Notre travail est la recherche d’une nature de ville dont la couleur ne soit pas seulement le vert, mais
aussi le gris. Nature de ville, cela veut dire arbre, haie, gazon, mais aussi revêtement de sol qui laisse passer
l’eau, vaste place, canal rigoureux, haut mur, axe d’air frais ou de vue laissé libre, le centre et le bord. Notre
attention particulière se porte sur les innombrables non-lieux nés de la planiication et de l’aménagement
bureaucratiques. Des actions d’urbanisme, incluant aussi l’architecture du paysage, nous apparaissent d’une
importance essentielle justement pour la périphérie, pour les restes d’espace indésirables de la métropole.13
Malgré cet intérêt croissant pour la périphérie, la nature résiduelle et l’anti-nature, la nature pure
(ou mieux : le simulacre d’une nature ‘pure’ ou bien ‘vraie’) se porte toujours bien. Cette nature survit,
surtout sous son aspect muséal. Elle est recherchée et adulée par le public contemporain – la nature des
vacances et des loisirs, la nature proche et lointaine, celle des plages, des cimes alpines et des déserts,
c’est-à-dire la nature ininiment reproduite et fabriquée de toute pièce par le discours paysager global.
Il en va tout autrement de l’architecture du paysage contemporaine de pointe: celle-ci semble
avoir laissé derrière-elle l’esthétique des jardins, le culte de la belle nature, pour privilégier tout ce
qui a trait à l’urbain, voir à l’hyper-urbain. L’architecture du paysage récente inscrit de ce fait dans
ses projets les signes ambigus de notre époque, à savoir le sens de dislocation et de fragmentarité.14
Qu’est-ce qui caractérise en effet le style d’un Dieter Kienast sinon la volonté d’imposer résolument,
obstinément, un geste architectonique antithétique, dérangeant ? La réduction extrême des moyens
utilisés et la mise en scène d’éléments formels à la Gestalt caractéristique distingue les œuvres de Kienast du standard banal et répétitif des réalisations habituelles. Kienast rompt donc aussi bien avec la
tradition idyllique ou romantique, qu’avec une pratique de l’aménagement des jardins qui privilégie la
variété pour la variété et l’abondance des plantes (la rage du collectionnisme). L’opposition forte entre
l’énergie du végétal et la discipline formelle des géométries inventées ainsi que la création d’une spatialité inhabituelle (et non point de gags en corten ou autres provocations faciles), exige de la part de celui
qui pénètre ces espaces une lecture active du site, bref : elle exige toujours le temps de la découverte.
D’autres de leur côté essaient, comme Gilles Clément, de restituer leurs compositions à la nature,
laissent le temps de la nature reprendre le dessus. Chez Clément, la négation résolue de l’ordre
immuable au proit du désordre créatif a son origine dans la conviction que, sur la planète Terre,
l’homme voit le temps lui iler entre les doigts. La perspective écologique prônée par le théoricien du
« jardin planétaire » a pour effet d’exposer la réalisation aux hasards et accidents de la nature. Alors
que l’art des jardins, traditionnellement, mise tout sur la domination du temps – de façon particuliè-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 31-51
Michael Jakob
46
Contre l’utopie temporelle: la temporalité du paysage
rement éclatante dans le jardin raisonné de type français avec son contrôle absolu de la croissance,
de la forme, du chromatisme, des saisons etc. –, Clément remet la nature à la nature. La liberté
inattendue de ses projets s’inspire aussi bien des ‘jardins involontaires’ rencontrés dans les friches du
monde entier que du spectacle du ‘brassage’ des espèces (notamment des vagabondes) donnant lieu
à de nouveaux paysages. Cette liberté retrouvée nous fait participer au temps de par la rencontre
permanente avec des éléments inattendus, de par l’esthétique du ‘décalage’ cultivée par Clément:
Les décalages sont des phénomènes mineurs et essentiels. Ils agissent comme des catalyseurs, déclenchent des réactions imprévues, introduisent dans le paysage des dimensions singulières hors du contexte qui
les a fait naître, parfois intimes parce que subjectives. L’intérêt des décalages est de relancer la dynamique
de l’observation.15
A cette esthétique du ‘décalage’ telle qu’elle se montre dans les projets de Gilles Clément on peut
ajouter – en tant que pratique également consciente du temps – l’esthétique de Derek Jarman. Le
jardin de l’artiste anglais, à Dungeness dans le Kent, est une œuvre ‘terminale’. Atteint par la mort
imminente, Jarman invente un lieu de liberté dans un milieu austère et étrange. De par sa création
même cet anti-jardin pose la question du temps : pour qui ? – pour combien de temps ? – en combien
de temps ? aménage-t-on un site ? Et que deviendra-t-il au moment de la mort, cette mort qui est l’invitée non voulue de l’histoire des jardins, la mort de Julie et de son ‘Elysée’ chez Rousseau, la mort de
Charlotte et de Otto dans les Afinités électives, ou, plus concrètement, la mort des parcs et des féeries
paysagères au moment de la Révolution, exprimée par exemple dans la Sylvie de Nerval.16 Vivre et disparaître dans son jardin est cependant aussi le destin inal du prince Pückler enfermé à tout jamais à la
in de sa vie dans sa pyramide, monument réel de sa présence au moment même de sa dissolution.17
Le jardin de Dungeness est marqué par la initude, la mortalité de l’existence humaine, une situation qui délivre cependant son auteur, pour lequel cet espace devient un dernier remède puissant et
thérapeutique (dans la tradition du jardin médicinal).
L’adieu paysager de Jarman se révèle être malgré sa simplicité apparente et sa spontanéité d’une
extrême complexité. Le cottage avec sa végétation spontanée et ses objets trouvés fonctionne comme
un véritable domaine de la mémoire culturelle. Les morceaux de bois et autres fragments verticaux
ixés dans la terre rappellent l’acte primordial du contrôle du territoire, le pieux enfoncé dans le sol
ou bien la pierre milliaire. L’anthropologie de l’homo erectus apparaît dès lors dans ce waste land aux
tonalités particulières sous deux aspects : celui, plein d’énergie, de l’élan vers le ciel, de la verticale
victorieuse, et celui, mélancolique et friedrichien d’une élévation à temps, de portée limité.
En proximité immédiate d’une centrale nucléaire – avec tout ce que la réalité et l’image de cette
énergie comporte – le jardin sec et minéral prend la forme d’un geste inal et désespéré dans la suite
du Moine à la mer de Caspar David Friedrich. L’ouverture du ciel immense, le jeu et la résistance
inouïes de la végétation identiient cependant dans ce désordre poétique la force de la vie elle-même.
La beauté éphémère des coquelicots qui se dégage sur le fonds de la blancheur du jardin sec aux
allures orientales exprime elle aussi la vie, les durées complexes et multiples du vivant.
Jarman a crée comme dernière œuvre un espace aux innombrables citations plus ou moins involontaires : le concept de ready made, la technique du collage et de l’assemblage de Schwitters,
la poésie des machines de Tinguely, les objets en pierre composés par Richard Long, ou bien encore
les visions d’un Yves Tanguy trouvent ici un relet étonnant. Tout est signiiant a Dungeness, mais
rien n’est expliqué, ce qui demande de la part du visiteur une attention accrue18. Avec ce jardin de
la réduction et de la disparition, où même la rouille apparaît pleine de vigueur, Jarman a réussi de
faire revivre une réalité et un dispositif paysager puissant d’autrefois : celui du jardin pittoresque (ou
anglais) qui, en tant qu’objet d’art conçu pour un promeneur sensible, provoquait l’éveil du sujet et
notamment la prise de conscience de la temporalité au cœur de la subjectivité même.
Que ce soit chez Kienast, Clément, ou Jarman – toutes ces œuvres ont en commun la fragmentarité et l’acceptation des effets du temps.
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Autopia
Si là où il convainc, l’architecte du paysage d’aujourd’hui inscrit dans son esquisse la différence de
temps, l’industrie de l’image (de la publicité, du voyage) se cramponne, quant à elle, au temps nivelé.
Son idéal, c’est la persistance d’un paysage de carte postale qui plaît en tant que spectacle éternel.19
A bien y regarder, la plupart de ces paysages ne se révèlent pas seulement hautement anthropomorphes, mais aussi liés à l’image gloriiée de l’exploitation agricole. Le paysage modelé par l’agriculture
devient paysage idéal là où cette activité est regardée de l’extérieur (par le touriste), là où elle est en
crise (la longue mort de la paysannerie face à la mécanisation) ou bien là où, historiquement déjà dépassée, elle s’embellit des nostalgies de la terre natale. Ce paysage relète alors le «bon vieux temps»,
«the good time»20, un temps qui cependant n’a jamais vraiment existé.21
Le culte du rural et de l’archaïque remplace, confronté à la mort de la ruralité préindustrielle, la
rélexion, la confrontation avec le corps agonisant de l’agriculture. Ce genre de sacralisation conduit
forcément à des solutions douteuses, comme celle d’ériger les derniers paysans en ‘gardiens du paysage’.22 La simultanéité de ces deux esthétiques a pour conséquence une situation polaire proche de
la schizophrénie: nous sommes aujourd’hui à la fois le spectateur ou citadin avide de nature, celui qui
estime que tout doit absolument rester comme autrefois, que l’on décrète l’arrêt total de la construction, et ailleurs, et même tout près, nous participons de plein gré à la temporalité galopante de la
modernité post-industrielle. Nous encourageons la sauvegarde des icônes paysagères, la stase et la
vitrine, tout en promouvant la force qui a marqué de son empreinte non seulement les rêves (et les
cauchemars) futuristes, mais le monde du XXe siècle tout court: la vitesse. John B. Jackson a été parmi
les premiers à souligner l’impact de la vision automobile sur la vie et sur le paysage contemporain.
Jackson parle de la
propagation d’un nouveau type de paysage, moins basé sur la territorialité et sur des espaces caractéristiques à l’accès limité, et plus sur le goût vernaculaire de la mobilité et l’utilisation temporaire d’espaces
publiques ou semi-publiques […] L’une de ses caractéristiques était l’accessibilité, l’autre le nouveau style
extérieur des bâtiments : gai, non conventionnel, et clairement conçu pour attirer le consommateur mobile
en le forçant à s’arrêter. Le ‘strip’ était l’un des exemples les plus précoces d’un genre d’architecture à expérimenter de l’extérieur et qui puisse être prisé par le conducteur en train de passer. C’est ainsi que nous avons
inventé la drive-in-bank, le cinéma drive-in, de même que l’église drive-in. Il y eut aussi le parking géant pour
les camionneurs, le supermotel et le supermarché, et encore le supergarage au service des automobilistes –
un paysage élaboré sur mesure qui contenait tous les business concernant la voiture : changement de pneus,
vernissage de la carrosserie ou vente d’autos.23
A la neutralité de cette description d’un paysage marqué par le traic et le temps accéléré on peut
opposer un passage polémique dans Design with nature de Ian McHarg:
Quels sont les lais visibles du credo mercantile américain ? Le stand aux hamburgers, la station de service,
le resto-route, les omniprésents panneaux publicitaires, les ils électriques qui pendouillent, les emplacements
de parking, les casses et les lotissements, ces symbioses totales entre rapacité territoriale et humaine désillusion. A l’extérieur de la ville, il est absolument impossible d’échapper aux autoroutes, puisque c’est là que
nous attend, auréolée de toute sa gloire, la quintessence de la vulgarité, crée pour donner le maximum de
poids à la moins importante de nos réalisations.24
Ce n’est pas seulement aux Etats-Unis, mais dans le monde entier que les infrastructures liées aux
transports sont les véritables artères d’un système qui envahit l’ensemble du territoire. Le paysage
urbain, les voies de la ville vers l’extérieur, les villages qui n’en sont plus, les lieux de vacances en
tant que simulacres de la forme urbaine ont été conçus pour l’automobiliste qui les appréhende en
roulant. Au plus tard après la deuxième guerre mondiale «autopia» (R. Banham) a gagné, elle s’est
imposée sur le plan culturel, social et économique.
Modernité et automobilité ont été longtemps synonymes. «Le sentiment espace-temps de notre
époque on le ressent au mieux en conduisant un véhicule alors que les mains sont posées sur le volant et que l’on passe par vaux et par monts, que l’on emprunte des viaducs, au-dessus des rampes
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 31-51
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Michael Jakob
Contre l’utopie temporelle: la temporalité du paysage
Michael Jakob
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Contre l’utopie temporelle: la temporalité du paysage
et des ponts gigantesques.»25 L’automobile n’a pas uniquement créé de nouvelles formes paysagères
(streetscapes), mais également une nouvelle manière d’appréhender la réalité26:
Le panorama autoroutier est l’épreuve de ce don au cours duquel le paysage vient au-devant de la
personne et la submerge. Il y a à la fois détachement du cadre spatial immédiat et sensation d’une proximité visuelle, ou plutôt écrasement visuel, ce terme se référant à la suppression de la profondeur de champ
qu’opèrent la photographie et le cinéma. Le sujet voit s’ouvrir à lui l’espace, le reçoit, acquiert une position
de pur spectateur.27
L’automobile reproduit les contradictions de la mobilité (une caractéristique fondamentale de la
modernité) : elle génère de nouvelles topographies et de nouvelles possibilités esthétiques d’explorer
la réalité, mais détruit en même temps le charme de la réalité à laquelle elle donne un accès facilité:
La culture de l’automobile contribue à la destruction de l’environnement naturel et du paysage rural. Le
tourisme automobile pousse à la construction de motels, stations de service, vista points et divertissements de
tout genre qui prolongent et désagrègent les angles urbains autrefois si bien déinis. Endroits tels les canyons
rouges de Sedona dans l’Arizona sont détruits par le progrès, et le panorama des rochers en cascade est fragmenté par les écritaux de Happy Meals. […] de façon d’autant plus insidieuse, les lotissements tout autour
de la plupart des villes nord-américaines, à cause de leur uniformité, de leurs larges plaines colorées, mettent
le conducteur automobile en face d’un équivalent architectural des grandes espaces sauvages – tout repère
aidant à comprendre la géographie du lieu et le contexte esthétique en est absent. Des champs uniformes de
maïs suivent des champs de toits gris. Des collines de maquis s’alternent avec des collines de toits rouges. A
chaque virage, avec chaque kilomètre additionnel, nous souffrons de la monotonie de la mêmeté. Conducteur et passager glissent directement dans la mer suburbaine.28
Time Landscape
L’illusion autopique qui a modelé les paysages de l’après-guerre se place, du point de vue temporel, sous le signe de l’avance inexorable, de l’élan vers l’avenir, et ceci du fait que l’on ne regarde
jamais en arrière, mais, frontalement, toujours en avant. Plus nous avons étendu la sphère autopique,
plus nous avons cependant réduit les espaces à atteindre. Le résultat est, sur le plan de l’imaginaire
territorial, la simultanéité paradoxale du «sprawl» urbain, de la genèse rapide d’un espace interstitiel
illimité à l’enseigne de la technologie, l’omniprésence de la machine, et la survie de bouts de nature
soustraits au progrès sous la forme d’enclaves résiduelles.
La tendance actuelle de l’architecture, de l’urbanisme, mais aussi des sciences humaines, bref, de
la culture en général, à se tourner résolument vers la périphérie, vers les sites interstitiels et vers les
métastases territoriales représente un phénomène paysager important, et ici aussi le facteur temps
apparaît particulièrement pertinent. Champs en jachère, districts industriels fragiles, tristes faubourgs
et entre-deux contaminés sont aujourd’hui des objets fascinants. Si autrefois la photographie de
mode choisissait pour cadre des châteaux, des villas, des sommets ou des plages exotiques, aujourd’hui les modèles doivent souvent exhiber leurs vêtements coûteux dans des décharges ou usines
abandonnées, au milieu de paysages hybrides à l’opposé de l’esthétique du beau. Le cinéma et la
publicité ont encore renforcé cette tendance et bientôt, si ce n’est pas déjà fait, l’industrie touristique
proposera des tours organisés dans les bidonvilles, des voyages dans les faubourgs de Beyrouth, Sarajevo ou Bagdad, des bed and breakfast pas comme les autres.29 Ce penchant à rechercher, voire à
célébrer le laid, l’hybride et le périphérique est aussi l’expression de l’échec ou de la in de la croyance
au progrès. C’est tout à fait comme si «la contradiction avait [réveillé] l’esprit dans sa propre évolution et qu’elle essaie, en vain il est vrai, de le corriger de son erreur par le recours à ce dont il s’est
distancié et que pour cela il croit à tort invariant.»30 La perspective tournée vers le futur, en avant – le
paysage comme horizon et ouverture : «A l’horizon ouvert de l’expérience de l’espace correspond un
horizon de l’histoire ouvert sur l’avenir, c’est-à-dire permettant à l’homme de modeler librement»31 –
fait désormais place à des scènes entropiques.
Robert Smithson l’avait déjà bien reconnu dans les années ’60 en portant son attention sur
le paysage pollué, détruit, menacé. Dans ses œuvres le vecteur du futur, déjà déstabilisé dans les
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Contre l’utopie temporelle: la temporalité du paysage
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visions igées de Caspar David Friedrich, se trouve complètement inversé. L’évolution – la spirale
– va en arrière (Spiral Hill, Emmen), le temps se rétrécit, disparaît inexorablement, comme la Spiral
Jetty (1970), icône d’une époque sous le signe de l’entropie (le ‘retour à la nature’ correspond chez
Smithson à une esthétique de la disparition). Que ce geste de l’artiste américain touche en général
notre conscience du temps et de l’histoire, mais aussi l’esthétique passéiste du paysage, c’est ce que
fait voir un tableau hautement ironique de Mark Tansey (Purity Test, 1982) où un groupe d’Indiens à
cheval semble jeter un dernier regard admiratif à la Spiral Jetty, produit inal de la conscience européenne du paysage et en même temps négation de celle-ci. Cette vision paradoxale déconstruit les
grands mythes historiques (le discours d’époques, de seuils, de changements de paradigmes etc.) et
dévoile les contradictions d’un point de vue qui, en tant que construction culturelle, relète toujours
des ambiguïtés temporelles.
Michael Jakob
Les artistes que l’on range aujourd’hui dans le Land Art ont toujours privilégié le phénomène
temps. Time Line et Time Pocket (1968) de Dennis Oppenheim explorent les lignes internationales du
temps au moyen de mouvements qui s’inscrivent de manière éphémère (les traces de vingt-cinq cm
de large du scooter des neiges) dans l’éphémère (la Saint-John-River glacée et enneigée). Le temps
abstrait, normé se trouve ainsi ‘déjanté’, la convention temporelle (les zones de temps) abolie, mais,
typiquement, de ce geste il ne reste qu’une trace photographique. Annual Rings (1968) du même
artiste associe la mesure temporelle de la nature (les anneaux des arbres) au temps mesurable et normé qui se sépare de façon surprenante à la frontière horaire entre le Canada et les USA (USA 13h30
- Canada 14h30). Tout comme Smithson ou Richard Long, Oppenheim confronte donc le processus
artistique avec les conventions temporelles, ainsi qu’avec le moment de la réception des œuvres d’art.
L’instant, l’action signiicative, limitée dans le temps, l’actualité sont ainsi opposés à l’éternité de l’art,
à sa place assignée dans les salles des musées avec leurs monuments immobiles. La conscience du
passage du temps n’est jamais refoulée ; c’est elle, au contraire, qui constitue la substance de travaux
comme Spiral Jetty, One Hour Run d’Oppenheim (1968) ou A Walk of four hours and four circles de
Richard Long (1972).
Une autre œuvre de la même période souligne elle aussi la complexité de l’expérience temporelle.
Time Landscape (1978) d’Alan Sonist reconstruit à Manhattan, au milieu de la forêt ‘urbaine’, la forêt vierge biologique d’avant l’arrivée de l’homme sur la presqu’île new-yorkaise, et ceci en proximité
immédiate de la ‘forêt’ des gratte-ciel. La ‘fenêtre’ spatio-temporelle de Sonist illumine aussi bien le
passé lointain, pré-anthropomorphe, qu’un futur dans lequel Manhattan, monument de la civilisation
par excellence, cédera peut-être à nouveau la place à la forêt primitive.
Le cinéma structural des années ’70 interroge également l’aspect temps dans l’expérience paysagère. Dans Seven Days de Chris Welsby – l’hebdomade fait clairement allusion à une mesure importante dans notre façon de compter le temps et à la signiication culturelle du chiffre sept – les
sept jours de tournage sont ramassés en 19 minutes, l’image changeant toutes les 10 secondes. Le
fait que la caméra suive le jour solaire, assigne au ilm un laps de temps et une bande temps qui
apparaissent signiicatifs d’un point de vue anthropologique et territorial. Le regard technomorphe
de Welsby rappelle le point de vue humain, mais aussi la pratique millénaire de l’observation du ciel.
Ici, c’est précisément le mouvement machinal, régulier de la caméra qui fait apparaître la constitution
humaine du visible, ainsi que ce qui, dans la nature ou en tant que nature, se soustrait à l’homme:
Deux images de même cadrage ne sont jamais rigoureusement semblables, il y a une ininité de variations. Les formes des nuages changent, comme leur transparence, leurs couleurs et celles du ciel, la lumière
qui tombe sur le paysage, la surface du paysage.32
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Michael Jakob
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Contre l’utopie temporelle: la temporalité du paysage
NOTES
1
Este artículo recoge algunas ideas
presentadas en el libro Paysage et temps
(Lausanne 2007) inéditas en lengua castellana.
«On a souvent constaté que le
véritable ‘sentiment de la nature’ ne
s’est développé que dans les temps modernes et on en a trouvé l’origine dans
leur lyrisme, leur romantisme etc ; quelque peu supericiellement, à ce que je
crois. Les religions des temps primitifs
me paraissent manifester un sentiment
particulièrement profond de la ‘nature’.
Seule la sensibilité à l’objet ‘paysage’
s’est éveillée tardivement, et cela justement parce que sa création demandait
qu’on s’arrachât à ce sentiment unique
et homogène de la nature universelle»
(Georg Simmel, Philosophie der Landschaft, dans: Aufsätze und Abhandlungen 1909-1918, vol. 1, Francfort sur
le Main 2002, pp. 471-482 : 472-3).
Cf . aussi Michael Jakob, L’émergence
du paysage, Lausanne 2004; Piero
Camporesi, Le belle contrade, Milano
1992. – W. J. T. Mitchell (Landscape and
power, Chicago 2002) a qualiié cette
chronologie de l’évolution du paysage de «pseudohistorical myth» et en
a souligné l’ambivalence: «It is almost
as if there is something built into the
grammar and logic of the landscape
concept that requires the elaboration of
a pseudohistory, complete with a prehistory, an originating moment that issues
in progressive historical development
and (often) a inal decline and fall» (p.
12). Sa remarque cependant équivaut
seulement à une critique des «Western
ideas» ou du «Western mind» (p. 13)
sans proposer d’alternative. Même une
autre histoire du paysage, une histoire
de «woman, gatherer, scientist, poet, interpreter, or tourist» (p. 16) est soumise
à des facteurs historiques.
2
3
Cf. Michael Jakob, L’émergence,
op. cit.
von Andrej Tarkowskij, dans : Natur und
Subjekt, Francfort sur le Main 1988, pp.
334-379.
15
Gilles Clément, Le jardin en mouvement. De la Vallée au Parc André-Citroën, Sens & Tonka 1994, p. 58.
6
Le premier paysage nommé ainsi,
La Tempesta de Giorgione et les ruines.
Les ruines aussi chez Patinir.
16
Michael Jakob, Ermenonville, Paris 2002.
Cf. pour le jardin baroque et
l’éphémère Michael Jakob, Cos’è barocco
nel giardino barocco?, dans: Horti Verbani. Coltura e cultura dei giardini verbanesi, Verbania 2001, pp. 97-109; Michel
Baridon, Les Jardins de l’âge baroque et
le style de Le Nôtre, dans: Les Jardins à la
française de la Renaissance à nos jours,
Les Dossiers de l’Art, n° 89, pp. 28-51.
7
Cf. John Dixon Hunt, The picturesque garden in Europe, Londres 2002.
8
9
«L’objet essentiel est donc de
commencer par bien composer le
grand ensemble et les tableaux pour
l’habitation de tous les côtés où se dirigent les principales vues […] pour
composer un paysage et le rapporter
sur le terrain, le tableau est la seule manière d’écrire son idée pour s’en rendre
un compte exact avant de l’exécuter.»
René-Louis de Girardin, De la composition des paysages, Seyssel 1992, pp.
23, 29. Cf. tout le chap. VIII, pp. 67-68.
Pope a déjà déclaré : «All gardening is
landscape-painting. Just like a landscape
hung up» (cité dans John Dixon Hunt (v.
note 33), pp. 14-5 (on y trouve d’autres
indications sur le rôle des tableaux.)
10
Michel Baridon, Les mots, les images et la mémoire des jardins, dans: Le
Jardin, art et lieu de mémoire (éd. : M.
Mosser, Ph. Nys), Besançon 1995, pp.
183-206.
11
François Coppée, Œuvres complètes: Poésies, tome I, Paris 1885, p.
317.
12
«We have gone from ruin to rust,
from trace to waste.» (Antoine Picon,
Anxious Landscapes : From the Ruin to
Rust, dans : Grey Room 01, Fall 2000,
p. 77).
4
Cf. Jay Appleton, The expérience
of landscape, Londres 1975.
13
Dieter Kienast, Die Poetik des
Gartens. Über Chaos und Ordnung in
der Landschaftsarchitektur, Bâle 2002,
pp. 207-8.
5
Cf. Thomas M. Greene, The Light
in Troy: Imitation and Discovery in Renaissance Poetry, New Haven 1982;
Hartmut Böhme, Ruinen – Landschaften. Zum Verhältnis von Naturgeschichte und Allegorie in den späten Filmen
14
Pour la non-intégration de la ville
et de la nature cf. Gernot Böhme, Die
Mensch-Natur-Beziehung am Beispiel
der Stadt, dans: Für eine ökologische
Naturästhetik, Francfort sur le Main
1989, pp. 56-76 : 70 et s.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 31-51
17
La grande pyramide au milieu du
lac (Seepyramide) dans le domaine de
Branitz contient les dépouilles du Prince
Pückler et de son épouse, Louise.
18
Derek Jarman, Derek Jarman’s
Garden, Londres 1995.
19
Cf. Eric Hobsbawn, The Invention
of tradition, Cambridge 1983.
20
«Son temps [celui du paysage]
est présenté dans les annonces comme
‘good time’: ‘What’s your idea of a good
time ? – If you enjoy picknicking on a
moutaintop, exploring quiet side-roads
to picturesque ishing villages, strolling
among scenes of colonial history or
just dreaming under an apple tree’. La
‘vue’ esthétiquement constitutive du
paysage peut revenir par exemple sous
cette forme: ‘Highways bring the inest
landscape within easy reach of your camera.’» (Joachim Ritter, Zwei Exkurse zu:
Landschaft, dans: Metaphysik und Politik, Francfort sur le Main 2003, p. 437).
21
Cf. à propos de cette autre facette du paysage : John Barrell, The dark
side of the landscape, Cambridge 1980 ;
Ann Bermingham, Landscape and ideology : The English rustic tradition 17401860, Berkeley 1986; Landscape and
power (éd.: W. J. T. Mitchell), Chicago
2002, en part. pp. 5-34 (the Imperial
Landscape).
22
Cf. Michael Jakob, Vandœuvres
Paysage, Gollion 2003.
23
«spread of a new kind of landscape, based less on territorality and
specialized spaces with restricted access,
and more on that vernacular liking for
mobility and the temporary use of public or semi-public spaces. […] One of its
characteristics [of the commercial strip]
was accessibility; another was the new
style exterior of the buildings : gaudy,
unconventional, and obviously designed
to attract the mobile consumer and lure
him into stopping. The strip was merely
the earliest example of a kind of architecture meant to be experienced from
the outside and to appeal to the passing
motorist: We soon invented the drivein-bank, the drive-in-movie theater, and
the drive-in church. Then there was the
super truck stop, the supermotel, the
supermarket, and (what is still evolving)
the super service center for automobiles – an elaborately planned landscape
containing every possible auto-oriented
business, from tire repair to paint jobs to
auto sales.» John Brinckerhoff Jackson,
The Future of the Vernacular, dans: Understanding ordinary landscapes (éd. : P.
Groth, T. W. Bressi), New Haven/ Londres
1997, pp. 145-156 :151.
24
«What are the visible testaments
to the American mercantile creed – the
hamburger stand, gas station, diner, the
ubiquitous billboards, sagging wires,
the parking lot, car cemetery and that
most complete conjunction of land rapacity and human disillusion, the subdivision. It is all but impossible to avoid the
highway out of town, for here, arrayed
in all its glory, is the quintessence of vulgarity, bedecked to give the maximum
to the least of our accomplishments.»
(Ian L. McHarg, Design with nature,
New York 1992 [première édition 1967],
p. 20.)
25
«The space-time feeling of our period can seldom be felt so keenly as when
driving, the wheel under one’s hands, up
and down hills, beneath overpasses, up
ramps, and over giant bridges.» Siegfried
Giedion, Space, Time and Architecture :
The Growth of a new Tradition, Cambridge/Mass. 1967, p. 831.
26
«The drive was a revealing expérience. The road and much of the landscape was artiicial, and yet il couldn’t be
called a work of art. On the other hand,
it did something for me that art has never done. At irst, I didn’t know what it
was, but its effect was to liberate me
from many of the ideas I had about art.
It seemed that there has been a reality
there that had not had any expression
in art. The experience of the road was
something mapped out but not socially
recognized.» (Tony Smith, Talking with
Tony Smith, dans: Artforum 5, décembre 1966, p. 19)
27
Marc Desportes, Paysages en
mouvement, Paris 2005, p. 339.
28
«Automobile culture contributes to the destruction of the natural
environment and rural countryside. In
bucolic landscapes, automobile tourism
stimulates the construction of motels,
service stations, vista points, and amusements that elongate and muddy the
once tight urban edge. Places like the
red canyons of Sedona, Arizona, deteriorate in the wake of development, the
views of rock spires cluttered with signs
for Happy Meals. […] Even more insidiously, the subdivisions that surround
most North American cities, because
of their uniformity, their large planes
of colour and texture, confront the automobile viewer with an architectural
equivalent of the wilderness – the absence of any landmarks that might aid
geographic comprehension and artistic
contrast. Fields of corn follow ields of
grey slate roofs. Hillsides of chaparral
alternate with hillsides of red tile roofs. At each bend in the road, with each
additional mile, we suffer the monotony
of sameness. Driver and passenger glide
adrift in the suburban sea.» (Mitchell
Schwarzer, Zoomscape. Architecture in
Motion and Media, Princeton 2004, pp.
83-84)
29
Cf. pour les sightseeing tours à
Harlem etc. Dean Maccannell, The Tourist. A New Theory of the Leisure Class,
University of California Press 1999: «The
New York Times reports that seventy
people answered an advertisement inviting tourists to spend ‘21 days in the
lands of the Hatields and McCoy’s for
$380.00, living in with some of the poorest people in the U.S. in Mingo County,
West Virginia’. Similarly, in 1967, the
Penny Sightseeing Company inaugurated extensive guided tours of Harlem.
Recent ecological awareness has given
rise to some imaginative variations : bus
tours of ‘The Ten Top Polluters in action’
were available in Philadelphia during
‘Earth Week’ in April 1970.» (40)
30
Theodor W. Adorno, Fortschritt,
dans: Stichworte. Kritische Modelle 2,
Francfort sur le Main 1969, pp. 29-56 :
46.
31
Cf. Albrecht Koschorke, Die
Geschichte des Horizonts. Grenze und
Grenzüberschreitung in literarischen
Landschaftsbildern, Francfort sur le
Main 1990, en part. Die Öffnung des
Horizonts, pp. 49-75 : 77. Voir aussi Michel Collot, L’Horizon fabuleux, 2 vol.,
Paris 1988 ; La Poésie moderne et la
structure d’horizon, Paris 1989.
32
Natalie Böhler, Die Landschaft als
Regisseurin, dans: Cinema 47, Landschaften, Zurich 2002, pp. 62-72 : 65.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 31-51
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Michael Jakob
Contre l’utopie temporelle: la temporalité du paysage
EL PARÍS DE HAUSSMANN COMO TERRITORIO DE LA
UTOPÍA: VICTOR FOURNEL (1865) Y VICTOR HUGO (1867)
Juan Calatrava
Universidad de Granada
RESUMEN
El resurgimiento del género político-literario de la utopía en las décadas centrales del siglo XIX,
ligado a las nuevas condiciones de las metrópolis industriales, presenta en París un privilegiado territorio de aplicación, sobre todo en el momento de los grands travaux del barón Haussmann. Se
analizan en este artículo dos textos especialmente signiicativos a este respecto: el Paris nouveau et
Paris futur de Victor Fournel (1865) y la Introduction redactada por Victor Hugo para la Paris Guide
editada con motivo de la exposición universal de 1867.
Palabras clave: Utopía, París de Haussmann, Victor Fournel, Victor Hugo
ABSTRACT
A phenomenon linked to the new conditions of the industrial metropolis, the resurgence of
political and literary utopias in the middle decades of the 19th century found fertile ground in Paris,
particularly at the time of Baron Haussmann’s grands travaux. This article focuses on two texts that
are especially meaningful in this respect: Victor Fournel’s Paris nouveau et Paris futur (1865) and Victor Hugo’s introduction to the Paris Guide, published for the 1867 Universal Exhibition.
Keywords: utopia, Haussmann’s Paris, Victor Fournel, Victor Hugo
Uno de los más conocidos efectos culturales
del nuevo universo metropolitano creado por la
revolución industrial es el resurgimiento de un
viejo género a un tiempo literario y político, la
utopía, que experimentará a lo largo de todo el
siglo XIX (en condiciones bien diferentes a sus
dos brillantes fases previas, ligadas a la cultura
del Renacimiento y al pensamiento de las Luces)
una revitalización que le permitirá convertirse en
vehículo privilegiado para un amplio cúmulo de
relexiones sobre los gigantescos cambios que
estaba experimentando la sociedad occidental, y
en especial sus ciudades1.
No puede sorprender que fuese precisamente París, verdadera ciudad-vórtice en la que tuvo
lugar, en las décadas centrales del siglo XIX, el
mayor experimento de transformación urbana
de toda la centuria, uno de los laboratorios principales -si no el principal, junto con Londres- de la
elaboración de las modernas formas de la utopía.
Si del París decimonónico puede decirse que fue
una ciudad construida con palabras tanto como
con ladrillos o macadam, tal es la importancia
de la elaboración literaria de su propio mito2, las
utopías -o distopías- parisinas constituyen en el
seno de esta inmensa masa literaria una parcela
bien especíica, hasta el punto de hacer de París
sin duda la urbe que mayor cantidad y diversidad de literatura utópica generó a lo largo del
XIX. Simplemente ciñéndonos a los veinte años
que transcurren entre 1850 y 1870, podríamos
enumerar, sin llegar nunca a la exhaustividad, no
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 53-71
Juan Calatrava
54
El París de Haussmann como territorio de la utopía
menos de una cincuentena de obras de carácter
utópico directamente ligadas a París, algunas de
ellas de tanta trascendencia como las de Jacques
Fabien3 o Jules Verne4.
Estas últimas son prácticamente contemporáneas de los dos escritos que van a ser objeto
de análisis en este artículo, y esta proximidad
cronológica no es en absoluto casual: es la brutal
irrupción de unas transformaciones urbanas que
trastocan por completo el sentido del tiempo lo
que explica la especial concentración de relexiones utópicas o distópicas justo en los años de los
grands travaux de Haussmann. Tanto la pesadilla
futura de Victor Fournel (1865) como el sueño
optimista de Victor Hugo (1867) ven la luz en
el momento culminante del Segundo Imperio,
cuando esos cambios en la trama urbana de París que dejaban perplejo y dolorido a Baudelaire
ya eran más que evidentes y el régimen se aprestaba a celebrar, con la exposición de 1867, el
liderazgo de París entre todas las metrópolis europeas. Sin embargo, tanto Fournel como Hugo
imaginaban un París futuro bien ajeno al triunfalismo oicial: si, para el primero, la prevista consolidación futura del haussmannismo no constituía motivo alguno de celebración sino todo lo
contrario, para el segundo el futuro de París se
disociaba claramente del odiado régimen bonapartista y se concretaba en una utopía paciista
y de unidad de los pueblos. Ambos autores no
hacían así sino evidenciar las profundas grietas
ocultas de ese ediicio político que se derrumbaría estrepitosamente sólo algunos años después.
1865: Paris nouveau et Paris future de
Victor Fournel
Victor Fournel (1829-1894), prolíico periodista, ensayista, infatigable viajero y escritor
sobre viajes, es una de las iguras literarias que
encuentran todo su sentido en el contexto del
París de Haussmann. Si posiblemente su calidad
literaria no resiste la comparación con esos otros
gigantes de las letras con quienes compartió el
sentimiento de estupefacción ante la transformación acelerada de París, tales como Baudelaire, Théophile Gautier o, algo después, Émile
Zola, sus obras resultan sin embargo de gran interés desde el punto de vista de la historia de los
mitos urbanos y de su plasmación escrita.
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Fournel, ya se ha dicho, es una criatura del
París de Haussmann, que constituye la materia
directa de algunos de sus libros y el telón de fondo de practicamente todos ellos, incluyendo sus
propios libros de viajes, en los que la mirada a
las realidades externas se hace siempre desde la
comparación con el nuevo París. El juicio de Fournel sobre las célebres transformaciones de París
es claramente negativo, aunque con frecuencia
revestido de una ironía en apariencia celebrativa
pero en la práctica demoledora. Dicho juicio se
va formando y se declina en una serie de obras
que se escalonan a lo largo de un periodo de
más de treinta años que, en su primera parte,
coincide casi exactamente con el desarrollo de
los grands travaux del Barón Haussmann. Tanto sus descripciones urbanas como sus estudios
sobre la población parisina y sus tradiciones retratan, casi como en una última mirada de adiós,
el viejo universo urbano histórico, pintoresco y
popular cuya desaparición constituía, para Fournel, el pesado precio que la ciudad pagaba por
una modernización cuyas ventajas, por ejemplo
en cuanto a higiene urbana, por otro lado, nunca cuestionará.
Ya en 1856, en Ce qu’on voit dans les rues de
Paris, se hacía eco, en la senda abierta por Balzac
en los años previos al inicio de los grands travaux
napoleónicos5, de los nuevos grandes temas que
la eclosión del universo metropolitano ponía sobre el tapete: la multitud, el lâneur, la movilidad
incesante, el paisaje de ruinas y demoliciones, la
iebre constructiva, la aceleración de los ritmos
de la vida, los cambios en el modo de vivir el
tiempo o la desaparición de la ciudad tradicional en todas sus manifestaciones. En 1861, su
contribución al segundo volumen de la obra colectiva, de claro carácter celebrativo, Paris dans
sa splendeur6, no dejaba de incluir un claro tono
crítico cuando, al redactar el capítulo VII, dedicado a los Établissements de plaisir, ironizaba sobre
la entronización absoluta del principio del placer
en el nuevo París (un tema sobre el que, como
veremos, volverá también Victor Hugo).
En otras obras posteriores prosiguió con su
tentativa de trazar un verdadero catálogo de las
manifestaciones humanas ligadas a ese París histórico que estaba desapareciendo ante sus ojos
o, sencillamente, formaba ya parte del pasado:
En este panorama le corresponde un lugar
especial a Les cris de Paris9, obra en la que el
Fournel viajero que había recorrido Oriente Medio, España e Italia y hallado en esos pays du
soleil no sólo un paisaje arquitectónico y urbano
lleno de pintoresquismo, sino también un paisaje sonoro tradicional, traspone a París esa consideración verdaderamente pionera de la “sonoridad” como parte esencial de la historia de
una ciudad10. Establece una contraposición neta
entre un París moderno cada vez más mudo y la
sonoridad tanto de las ciudades mediterráneas
y orientales como de las propias urbes occidentales en los tiempos anteriores a los procesos de
modernización, procesos que incluyen siempre
una componente de uniformización sonora tan
evidente como la de la propia geometría de las
nuevas avenidas. Esa “sinfonía incesante” que
caracterizaba a la ciudad histórica y que sigue
caracterizando a la ciudad oriental o mediterránea no es, para Fournel, un simple ruido amorfo,
sino verdadera música que traduce de un modo
directo la complejidad y riqueza de la vida de sus
habitantes. El avance de la modernidad signiicará, por contra, un proceso de creciente rariicación y eliminación de todas esas voces. Frente
a la abundancia, la espontaneidad y la irregularidad que caracterizaban a les cris del París tradicional, el panorama sonoro del París haussmanniano se ha regularizado, acortado y oscurecido:
tres términos textuales que condensan todo el
55
abismo existente entre dos modelos de ciudad.
En el ambiente sonoro de París, lo mismo que ha
ocurrido en sus calles, “...se ha cortado a tijeretazos a través del hormigueo de la calle; se ha
podado y aclarado este bosque”11.
Juan Calatrava
Les spectacles populaires et les artistes des rues
(1863), Les rues du vieux Paris. Galérie populaire et pittoresque (1879) o Le vieux Paris. Fêtes,
jeux, spectacles (1887) constituirían, en el fondo,
sendos capítulos de lo que podríamos considerar como una gran enciclopedia nostálgica de
esa vida urbana tradicional y pre-metropolitana.
En 1870 se alzó igualmente7, contra el proyecto haussmanniano no realizado de construir en
Mery-sur-Oise un gran cementerio que reemplazaría a todos los camposantos de París y al que
los difuntos y su cortejo llegarían en tren. Y cuatro años más tarde, tras las dolorosas pruebas de
Sedán, el asedio prusiano y la Comuna, también
se uniría Fournel al amplio coro elegíaco que se
alzó sobre las ruinas de París y que, lejos ya de
todo sentimiento estético de una “poética de las
ruinas” al modo diderotiano, constituye todo un
subgénero de la rica historia literaria de la ciudad8.
El París de Haussmann como territorio de la utopía
Pero lo que nos interesa ahora comentar más
por extenso es cómo en 1865, con la publicación
de su Paris nouveau et Paris futur12, la mirada
crítica de Fournel sobre la metrópolis haussmanniana se vuelca también en los moldes de ese
amplio movimiento de resurreción de la utopía
como género literario, político y urbanístico que
se puede constatar en las décadas centrales del
siglo XIX y que halla en el París en plena transformación uno de sus territorios privilegiados.
Lo primero que llama la atención en la particular utopía parisina de Fournel es el hecho
de que la contraposición se establezca entre
“lo nuevo” y “lo futuro”. Si el discurso utópico
implica necesariamente una visión crítica sobre
el presente, la novedad de Fournel es lo absolutamente “nuevo” de ese presente, que no es
otro que el que resulta de la nueva temporalidad
introducida por la gran reforma urbana del Barón Haussmann y de la que tan consciente sería
Charles Baudelaire13.
Como en el resto de sus libros, su mirada sobre los míticos grands travaux está bien lejos de
ser celebrativa (aún reconociendo en ocasiones,
como se ha dicho, la bondad de algunos de los
avances de la modernización, sobre todo desde
el punto de vista higienista). El Paris nouveau,
es decir, su propio París contemporáneo, a cuya
descripción dedica la práctica totalidad de su
obra es un París en el que se aúna la desaparición
material de los restos del pasado (en un panorama lleno de demoliciones y ruinas nada poéticas)
con la eliminación de unos modos de vida sobre
los que se implanta la tiranía de la uniformización haussmanniana, simbolizada en el compás
(que el propio Barón esgrimirá en algunas de las
múltiples caricaturas de su igura aparecidas en
la prensa satírica de la época) (Fig. 1).
El brillante análisis de Fournel de la transformación de París bajo el Segundo Imperio y sus
consecuencias está aún a la espera de un análisis detallado que reconozca toda su importancia en el amplio conjunto de lo que podríamos
llamar “literatura haussmanniana”. Nos centra-
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El París de Haussmann como territorio de la utopía
ojos del pasado, la que establece la relación entre las tres temporalidades de pasado, presente y
futuro, y el relato asume así la forma de una continua comparación entre un antes y un después
que son también para el narrador sendos -aunque diferentes- ahora (que este “sueño” sea en
realidad una pesadilla quedará claro, como veremos, al inal de su periplo temporal).
Juan Calatrava
56
Fig. 1. Caricatura del Barón Haussmann imponiendo la geometría a París (publ. en Comic-Finance, Journal Satirique Financier, 1868)
remos ahora, sin embargo, en la parte más estrictamente utópica de su visión de París, la que
consagra a la predicción de la vida en el París
futuro de 1965. Aunque ésta ocupa apenas las
30 últimas páginas de su libro14, constituye una
contribución esencial a la mitología de París,
condensando apretadamente en ellas una verdadera distopía que nos viene presentada no
como feliz contraposición al presente sino, bien
al contrario, como la desgraciada consecuencia
lógica de aquel París nouveau, en una ciudad
que, cien años después, no hace sino exacerbar
y llevar hasta sus últimas consecuencias las ideas
y los principios urbanos puestos en marcha en el
Segundo Imperio.
El arranque del Paris futur responde a un lugar común habitual en la literatura utópica: el
protagonista, tras ser vencido por el sueño, despierta (como le había ocurrido al protagonista
del Paris en songe de Jacques Fabien y como le
ocurrirá, por ejemplo, en 1890, al personaje de
las News from Nowhere de William Morris) en
el mismo lugar, pero en el futuro. Es la misma
persona la que contempla éste último con los
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El narrador despierta exactamente 100 años
después, es decir, en 1965. Y su primer contacto
con el París futuro asume, de nuevo, la forma
de un tópico: el de la subida, de la mano de
un ángel, a “lo alto de un monumento”15 que
no se especiica y desde el que puede abarcar
una visión panorámica de la nueva realidad urbana. Dicha panorámica está marcada desde el
principio por el sentimiento de asombro ante el
crecimiento de París. La ciudad ha desbordado
sus límites, hasta alcanzar los 100 kilómetros de
perímetro y tener como nuevas puertas urbanas
a Versalles, Pontoise o Chantilly, con el Arco de
Triunfo -cuyo futuro imaginario en estado de
ruina ya había constituido el tema del célebre
poema de Victor Hugo al que más abajo se
hará referencia- relegado a un papel secundario, mientras que el bulevar de Sebastopol, que
había sido una de las piezas clave de los grands
travaux de Haussmann, se ha prolongado hasta
llegar prácticamente a Senlis. Esta amenaza de
expansión la sienten muy claramente los habitantes de Meaux, que otean inquietos desde la
torre de su catedral -una vez más, el punto de
vista elevado- los avances de la “ola” de París.
Otro de los resultados de esta ampliación es, por
otro lado, el hecho de que en 1965 la vieja aspiración de “París puerto de mar” pueda ya considerarse a medio camino de realización16.
Este crecimiento está lejos, sin embargo, de
ser visto como un hecho positivo o un factor
de progreso: considerado por el autor como un
“monstruoso cáncer” que ha roído toda la carne
viva de la nación y ha reducido a Francia a la
condición de banlieue de París, Fournel desgrana
con ello un episodio más de la larga polémica
París vs provincias, tan consustancial al debate
urbano, territorial y cultural de la Francia contemporánea y que, como enseguida veremos,
estará igualmente presente, aunque en sentido
contrario, en la visión utópica de Victor Hugo17.
57
mente cincuenta metros de altura18. Diez bulevares circulares (en los que, se nos dice, la línea
curva ha sido milagrosamente sometida a los
mismos principios que la recta) cortan a intervalos regulares estas vias radiales, combinando la
disposición concéntrica con la radial y suscitando
encuentros en los que surgen las plazas de cuyo
diseño arquitectónico se hablará más abajo.
Juan Calatrava
Un hecho, sin embargo, parece poco acorde
con esta extensión sin freno de París: el empeño
de la ciudad por seguir marcándose nuevos límites claros. La presencia de un bulevar exterior
circular que marca el contorno de la urbe, con
un trazado que sigue inmediatamente por el interior al de las nuevas murallas, permite intuir un
eco de la polémica que en fechas prácticamente contemporáneas comenzaba ya a suscitarse,
en materia urbanística, entre los partidarios de
la ciudad de crecimiento ilimitado y carente de
barreras artiiciales (como sería el caso del Plan
Cerdà de Barcelona o, algo más tarde, el del plan
de Otto Wagner para Viena) o los defensores del
establecimiento de límites preestablecidos para
este crecimiento. Sin duda, el hecho de que este
París, al que se describe, en una metáfora oceánica (muy habitual en la “poesía de París” y desarrollada especialmente por Victor Hugo), como
una ola que se derrama sobre todo el territorio
circundante, haya optado por dotarse de un hito
de inmovilidad, de una nueva barrera, llamada
a ser inmediatamente franqueada, constituye el
aspecto más contradictorio del planteamiento
urbano del París futuro, relejando las propias
vacilaciones del incipiente debate urbanístico.
El París de Haussmann como territorio de la utopía
Cada una de las calles de la ciudad es, igualmente, sometida a una división racional de su
espacio de circulación, preigurando propuestas urbanísticas que poco tiempo después se
plantearían en esos mismos términos pero sin
ninguna carga utópica (en especial, la calle de
Fournel anticipa algunas de las ideas de Eugène Hénard19) (Fig. 2). El espacio indiferenciado
de la calle tradicional, por el que compiten en
desorden peatones con diverso tipo de andadura, circulación rodada, puestos de mercancías,
La ciudad que contempla Fournel en 1965 se
muestra, ante todo, inalmente entregada a la
geometría y a la estandarización más absolutas,
hasta el punto de que hubiera podido suscitar,
nos dice el autor, el éxtasis de Gaspard Monge.
El París futuro constituye la culminación lógica
del proceso puesto en marcha por Haussmann
y puntualmente llevado adelante por seis generaciones de prefectos en su misma línea. Es el
reinado del compás lo que garantiza, como señala con ironía el autor, que por in el ojo ya no
se sienta herido por la indisciplina de la iniciativa
individual.
Ello se traduce, en primer lugar, en una ordenación urbana estrictamente geométrica y simétrica, fuertemente articulada en torno a los
números 50 y 10. En efecto, desde una gran plaza central de una legua de circunferencia parten
cincuenta bulevares radiales que llegan, en ininterrumpida andadura rectilínea, hasta el nuevo
límite exterior de la urbe. Cada uno de estos
bulevares tiene exactamente cincuenta metros
de anchura y está bordeado por casas de igual-
Fig. 2. Eugène Hènard, La calle futura (Études sur les transformations de Paris, 1903-1906)
etc., da paso ahora a una repartición geométrica
y clara a partir de los modos de circulación: en
cada extremo, una acera dividida en dos pisos
para canalizar los dos sentidos de la marcha (ha-
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Juan Calatrava
58
El París de Haussmann como territorio de la utopía
ciendo ya imposible ese encuentro azaroso -tan
esencial en la literatura parisina del XIX, desde
Balzac hasta Maupassant- entre dos personas
que andan en dirección contraria); a continuación, a cada lado, una calzada para coches y carruajes; y en el centro, cuatro ilas de raíles para
los trenes que ahora cruzan París en todos los
sentidos. A ello hay que añadir otro elemento
especialmente signiicativo: los puentes volantes
que permiten cruzar la calle sin correr esos riesgos físicos que tan penosos resultaban en 1865
en la ciudad dominada por los escombros, las
zanjas abiertas, los pavimentos desventrados o
el macadam20 (Fig. 3).
línea hay que entender la mención expresa a las
“vespasianas”, es decir, esos urinarios públicos,
símbolo de la novedosa atención al mobiliario
urbano, que justo en el mismo año de la aparición del libro de Fournel habían constituido el
insólito tema de algunas de las más conocidas
fotografías de Charles Marville (Fig. 4).
Fig. 4. Charles Marville, fotografía de una "vespasiana", 1865
Fig. 3. Victor-Eugène Geruzez (Crafty), Les démolitions de Paris, publ. en Le Monde Illustré, 1868
Esas calles son objeto no sólo del orden
geométrico sino también de lo que ya desde los
urbanistas de las Luces se consideraba como su
correlato esencial: el higienismo, capaz de desterrar ese otro elemento de desorden que eran las
“miasmas”. Como en practicamente todas las
utopías del XIX21, la limpieza es obsesiva. Cada
de una de las vías de París es tomada cada noche
por un ejército de operarios de limpieza equipados con máquinas de vapor. Y en esta misma
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Igualmente llamativa es la evolución a la que
ha llegado en 1965 el amplio sistema de verde
urbano diseñado por Haussmann y su mano derecha en este ámbito, el ingeniero Jean-Charles
Alphand, es decir, la red jerarquizada que los
grands travaux habían puesto en pie (desde los
gigantes Bois de Boulogne y Bois de Vincennes
hasta los más pequeños squares, pasando por
unidades intermedias como los parques de Buttes-Chaumont o Montsouris). Este es el aspecto
en el que en mayor medida el París de 1965 desmiente la herencia haussmanniana, porque está
claro que en ese París futuro la naturaleza, por
controlada que esté, no deja de ser un inquietante factor de variabilidad y desorden, además de
un despilfarro de espacio. Así, el jardín del Luxembourg aparece ahora atravesado por una serie de
bulevares que sacan rendimiento de lo que antes
era suelo inútil. Y, sobre todo, los squares se toleran ahora únicamente como una concesión para
las pocas “almas románticas” que quedan, pero
no se plantan con las artes de la jardinería urbana
sino que ahora se encargan ya completamente
confeccionados a empresas especializadas que
los realizan en cartón pintado y equipados incluso
con pájaros artiiciales: «Así, se había conservado
lo que hay de agradable en la naturaleza evitando
lo que hay de sucio e irregular»22.
Por otro lado, no deja de llamar la atención
el hecho de que la equitativa distribución de aire
puro (garantizada por la presencia en cada casa
de un “aerómetro”) no se considere incompatible con la existencia de una profunda jerarquización social, nunca cuestionada. Ésta se da tanto
en sentido vertical (en los tejados de cada casa
se alzan pabellones mucho más baratos que los
demás pisos) como horizontal, con una clase
obrera que vive extramuros y que se ve obligada
a recorrer cada día 5 ó 6 leguas para ir al trabajo. Nada hay, pues, en el París de 1965 que
recuerde el carácter igualitario característico de
muchas utopías.
Coherentemente con ello, el París futuro es
también una ciudad absolutamente controlada
desde el punto de vista militar, con lo que Fournel se alinea con quienes desde el principio veían
en los grands travaux esas inalidades estratégicas que más tarde constituirían el núcleo de la
conocida interpretación benjaminiana. El nuevo
París de 1965 es un espacio cuya disposición
urbanística hace ya prácticamente imposible
cualquier revuelta y ha permitido conjurar deinitivamente los fantasmas de 1848. En la plaza
central, un cuartel circular abre en sus muros cincuenta aberturas que permiten que cada uno de
los cincuenta bulevares radiales quede enfocado
por la boca de un cañón. Desde este cuartel, los
centinelas que vigilan el orden urbano con un
dispositivo panóptico mantienen con sus homónimos de los puestos militares ubicados en las
59
barreras exteriores una continua comunicación
visual (mediante aparatos ópticos) y también
telegráica, asegurando así la notiicación inmediata de cualquier posible desorden.
Juan Calatrava
La exigencia absoluta de uniformidad se traslada, asimismo, de la escala urbana a la arquitectónica, ya que cada casa tiene exactamente cincuenta ventanas y la decoración de las fachadas
es absolutamente idéntica. Casi podría decirse
que la arquitectura de la que está construido el
París de 1965 es procustiana: en su obsesión por
ceñirse a la rigurosa organización geométrica de
la ciudad, no tiene en cuenta ni las necesidades
de sus habitantes ni los usos a los que los ediicios están destinados. Una de las grandes paradojas de la supuesta racionalidad de la urbe es la
existencia de ediicios vacíos, que no sirven para
nada, cuya existencia se justiica únicamente por
el mantenimiento del orden geométrico y que,
pese a todo, disponen de su correspondiente
dotación standard de personal.
El París de Haussmann como territorio de la utopía
Acerca de en qué podrían consistir tales posibles desórdenes nos da, por lo demás, una pista
la iconografía del relieve que decora el muro de
este cuartel (del que se nos informa que es “monumental”): una imagen del Orden Público derrotando a la hidra de la Descentralización. Ese
París “centrado” no es mera geometría sino trasunto de una visión política igualmente geometrizada: la que preconiza el mantenimiento de
la larga preeminencia parisina sobre el conjunto
de la nación.
Símbolo máximo de esta moderna capacidad
de control es igualmente la iluminación universal,
la deinitiva culminación del proyecto moderno
del triunfo de la luz sobre las tinieblas. En el París de Fournel, un inmenso faro eléctrico ilumina
todo París desde este área central, cancelando la
distinción entre día y noche y negando cualquier
lugar, ni siquiera residual, para lo oscuro, lo oculto o lo misterioso. Y es bien indicativo de la corta
distancia existente en el París de la segunda mitad del XIX entre utopía y proyectos considerados
realizables el hecho de que en la década de los
80, en el marco de los proyectos de torres para la
exposición de 1889, el arquitecto Jules Bourdais
presentara su propuesta de una gran torre-faro,
signiicativamente denominada la Tour-Soleil,
de 360 metros de altura susceptible de iluminar
completamente París desde una sola y poderosa
fuente lumínica central, desterrando el sistema
de alumbrado de gas del que por entonces se
enorgullecía la ciudad y que haría posible el surgimiento del mito del Paris-la-nuit23.
¿Y qué ocurre con el rico pasado histórico de
París? La mayor parte de él ha desaparecido, tras
sucederse, después de Haussmann, no menos
de seis prefectos aquejados del mismo «delirium
tremens» de la demolición y de la misma «monomanía furiosa» de las nuevas construcciones.
Las antiguas fortiicaciones, desde los restos de
las murallas medievales hasta el muro de Thiers,
han sido destruidas y ya constituyen sólo un
tema de disertación para los arqueólogos que
todavía se apegan al pasado. Del mismo modo,
los viejos faubourgs, con sus rasgos individuales,
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 53-71
Juan Calatrava
60
El París de Haussmann como territorio de la utopía
han desaparecido, arrasados por el avance imparable de los bulevares. E igual ha sucedido con la
mayor parte de esos ediicios góticos a los que
en 1865 todavía salvaba un resto de superstición
(tan sólo en las vespasianas pueden aún verse
“torrecillas góticas”). Al menos la catedral de
Nôtre-Dame sigue existiendo, pero “...a fuerza
de restauraciones parecía por in presentable”24.
Y la censura sobre el pasado se ha ejercido incluso sobre la propia toponimia de la ciudad, ya que en 1965 se han desterrado todos
los nombres de calles que contuviesen la más
mínima alusión al viejo París, su historia o sus
personajes. De hecho, las calles del París futuro
han sido objeto de una calculada operación de
re-denominación que ha convertido la lectura de
sus placas en un gran “cuadro mnemotécnico”,
en una transparente lección, lógica y ordenada,
de la geografía y de la historia de Francia.
Sin embargo, el París futuro no ha desterrado por completo el valor del monumento ni la
idea misma de monumentalidad, sino que la ha
sometido a los nuevos principios del orden racional. El nuevo monumento coherente con el
París de la geometría puede encontrar un lugar
propio a través de dos vías.
La primera es la realización ex novo de verdaderos monumentos modernos, en los que el
valor conmemorativo va siempre acompañado
de una directa utilidad urbana. Así, en el emplazamiento del Mont-Valérien se ha alzado una
nueva versión del Coloso de Rodas, de cuyos
pies irradia una ramiicación de conducciones de
agua, y en Montmartre (anticipando el papel de
hito que, tras la Comuna, desempeñara la basílica expiatoria del Sacre-Coeur) una gran cúpula
con un inmenso reloj visualiza el sometimiento
total de la ciudad al nuevo tiempo del capital.
Es el caso también de la nueva plaza acristalada que en 1965 ocupa el emplazamiento
del ex-jardín de las Tullerías. En ella aparece un
gigantesco invernadero que parece llevar a su
culmen la historia tanto de los pabellones de exposiciones universales como de esos pasajes comerciales acristalados que fueron elevados por
Walter Benjamin al rango de metáfora por excelencia de la metrópolis decimonónica25. En las
cuatro esquinas de esta gran plaza vítrea se suceden los cuatro monumentos-tipo que, según
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los nuevos gestores de la ciudad, constituyen el
resumen de una gran capital: alcaldía, cuartel,
teatro y bolsa. Y, en su centro, se alza una gran
estatua -que es también calorífero y fuente- del
propio Haussmann, deinido como el “segundo
fundador de la ciudad”, el prefecto que venció
“las tinieblas y las resistencias del viejo París”:
con una mano sobre el plano de París y la otra
con un compás abierto (justo tal y como lo representaban algunas de las más críticas caricaturas
contemporáneas a su gestión).
Pero hay también una segunda vía, mucho
más original y podríamos decir que “utópica”,
de gestión de lo monumental: la que ha llevado
a trasladar y reubicar una serie de ediicios antiguos salvados de la demolición para constituir
un nuevo escaparate racional y ordenado. Dichos monumentos -antiguos stricto sensu pero
de los que igualmente se podría decir que son
nuevos como resultado de su manipulación- se
encuentran artiicialmente alineados (gracias a la
invención de una maquinaria que ha hecho posible su desplazamiento) en el perímetro de las sucesivas plazas que se abren en las intersecciones
entre los cincuenta bulevares radiales y los diez
bulevares concéntricos.
Con este gigantesco traslado de ediicios histórico se ha puesto in, así, a lo que se consideraba una arbitraria dispersión intolerable, pero
además se ha facilitado y racionalizado con ello
la actividad de una igura que también cambia
de sentido en este nuevo París: el turista o el viajero. En efecto, esta reordenación de los monumentos los sitúa en unas líneas lógicas tan claras
como las de los omnibus. El viajero de 1965 ya
no puede perderse ni “lanear”: de su andadura
están ahora ausentes la sorpresa o el descubrimiento, porque la ciudad geométrica es transparente y no precisa de operaciones de desciframiento ni de orientación (ni tampoco de guías
turísticas, inútiles en una ciudad que ha hecho
de sí misma su propia guía hasta el punto de
poder ser directamente legible sin mediaciones).
El París futuro que nos describe Fournel es,
en realidad, una exposición universal permanente, eco de las grandes exposiciones reales que
habían tenido lugar en 1851 en Londres y en
1855 en el mismo París. Pero en esta ciudad en
permanente exhibición el haussmannismo ha al-
El despertar suscita la duda de si ha sido sueño o pesadilla, y la conirmación de lo segundo
cuando, después de recibir el impacto sensorial
del estrépito de la calle y el polvo de las demoliciones, el criado le entrega un aviso (el tercero
en poco tiempo) de desalojo de su vivienda por
inminente llegada de las obras.
1867: Victor Hugo y la Paris Guide
Desde Nôtre-Dame de Paris (1832) a Les
Miserables (1862) o al texto que centrará aquí
nuestra atención, la Introduction a la Paris-Guide
editada con motivo de la exposición universal de
186726, puede airmarse que la relexión sobre
París constituye uno de los ejes primordiales de
la poética de Victor Hugo. Así, en su ya clásico y
monumental estudio sobre la “poesía de París”,
Pierre Citron deslindó detalladamente los jalones
que van marcando en la obra de Hugo un itinerario -complejo y nada lineal- que culminará en
la deinitiva consagración del París futuro como
territorio de la Utopía. Del mismo modo, más
recientemente, Karl Heinz Stierle ha destacado
cómo la mirada de Hugo compone, junto con las
novelas de Balzac, el gran binomio sobre el que
se basa la construcción literaria del mito de París
en el siglo XIX.
Esta vinculación de la poética de Hugo a su
escenario arquitectónico y urbanístico no hace
sino aumentar y diversiicarse con el tiempo,
desde sus primeras preocupaciones de orden estrictamente patrimonial27 hasta sus últimas miradas sobre París como organismo. El primer gran
monumento de ese itinerario es, por supuesto,
Nôtre-Dame de Paris y sus dos célebres capítulos
Paris à vol d’oiseau y Ceci tuera cela28, pero a él
seguirán otros muchos jalones en este continuo
ir y venir entre literatura, arquitectura y ciudad.
Así, por mencionar sólo algún ejemplo de un
61
recorrido imposible de abarcar aquí, habría que
recordar como otro de los hitos de la mirada hugoliana sobre París el poema À l’Arc de Triomphe, escrito en 1834 pero publicado en 1837 en
Les Voix intérieures29. Es igualmente en Les Voix
intérieures donde Hugo habla de la “belleza” de
la multitud de París, cuyo movimiento compara
con el lujo y el relujo de las olas en una metáfora marina a la que recurrirá repetidas veces
como imagen de la ciudad: de hecho, la metáfora “París-océano” la volveremos a hallar en
un texto que fue escrito originariamente para la
Introduction a la Paris Guide de 1867 pero que
fue descartado y reutilizado después, en 1875,
como conclusión de Ce que c’est que l’éxil.
Juan Calatrava
canzado ya los más extremos límites en cuanto a
uniformidad y geometrización. El París de Fournel, heredero directo de Haussmann, ese “Atila
de la línea recta”, cuya actuación es comparada
a la de los fautores del Terror del 93, quizás no
llegue aún a constituir una distopía en el sentido estricto del término, pero, con su carácter de
crítica directa a los procesos urbanos contemporáneos, constituye claramente un caso especial
dentro del género utópico del XIX.
El París de Haussmann como territorio de la utopía
Pero sin lugar a dudas el gran monumento
parisino de Victor Hugo es, treinta años después
de Nôtre-Dame de Paris, Les Misérables30, una
obra cuya proximidad tanto cronológica como
temática al texto de 1867 merece que nos detengamos algo más en ella. En el París de Les
Misérables hay un continuo deslizamiento temporal entre el París de ayer y el de hoy, el que
corresponde al tiempo de la escritura del relato.
A menudo el narrador hace una pausa e interviene en primera persona para cambiar de época y
recordarnos que, en el momento de la lectura,
la mayoría de los lugares que menciona ya han
desaparecido. Y es que la ciudad se ha vuelto
panóptica, como profetiza Fournel, y nada en
ella se opone ya al escrutamiento de los nuevos
Javert. La larga historia de fugas y ocultamientos de Jean Valjean era posible en la década de
1830, pero imposible en el París de Haussmann.
Por lo que respecta a nuestro tema, hay que
recordar cómo la fuerte carga utópica de Les
Misérables fue perfectamente captada desde el
mismo momento de su aparición. Baste el ejemplo de Alphonse de Lamartine, el poeta-político
que no dudó en situar al gran fresco hugoliano
como un hito del ilón utópico que iba desde
Platón a Rousseau o Fourier31, aunque destacando negativamente los efectos politicamente muy
peligrosos de una utopía que convertía al hombre en enemigo de la sociedad en que vivía.
Esta dimensión utópica, diseminada de
modo implícito pero esencial en la economía de
lo que a primera vista podría parecer un simple
fresco histórico, se hace explícita en determi-
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El París de Haussmann como territorio de la utopía
nados momentos clave de la trama, desviando
la mirada del lector desde los acontecimientos
presentes hacia el futuro. Es lo que ocurre, por
ejemplo, con el mesiánico discurso de Enjolras
en la barricada de 1832, en el que pronostica el
porvenir de una humanidad que ha desterrado
el mal y se guía unicamente por el amor y el paciismo32. Y un poco más adelante, es el propio
Enjolras, dirigiéndose de nuevo a sus compañeros de barricada, el que contrapone la lucha sangrienta del presente con el futuro esplendoroso
que esa sangre comprará, introduciendo ahora
nuevas declinaciones de esa utopía futura33. En
el nuevo París que Enjolras parece incluso poder vislumbrar desde su atalaya en “lo alto de la
barricada” se conjuga la herencia ilustrada del
paradigma de la luz que disipa las tinieblas (calles “inundadas de luz”) con el ilón mesiánicocristiano centrado en torno a la idea de hermandad, pero también con las nuevas exigencias
políticas agrupadas en torno al sintagma de la
libertad. La nueva sociedad habrá desterrado
también los mitos que atenazaban de miedo al
hombre y habrá puesto en su lugar a la ciencia,
en un proceso ya iniciado en su propia época34.
Algo más adelante, es el propio narrador el que
inserta, en el clímax del inminente ataque a la
barricada, una defensa de la utopía en su difícil
relación con la violencia necesaria para construir
un nuevo mundo: para hacer llegar la verdad del
mañana, a menudo tiene que recurrir a una herramienta que se quiere relegar al pasado, cual
es la guerra35.
Pero hay en Les Misérables un lugar que
concentra, como auténtico vórtice telúrico y
temporal, los tiempos pasado, presente y futuro
de la ciudad: las alcantarillas, el submundo que
protagoniza la huida desesperada de Jean Valjean llevando a cuestas a Marius y que da lugar
a la más larga disgresión de historia urbana de
la obra, hasta el punto de ocupar todo el libro
Segundo de la Quinta Parte. Para Hugo, que
recurre a estudios precedentes como el análisis
higienista de Parent-Duchatelet36, la historia de
las cloacas es un claro relejo de la historia de
los hombres, y la reconstruye para su lector de
1862 desde su oscuro pasado y los primeros e
incompletos intentos de racionalización hasta
el presente haussmanniano37. En el nuevo París,
después de la gran epidemia de cólera de 1832,
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la alcantarilla es limpia, fría, “respetable” y hasta
hermosa (caliicativos con los que Hugo parece
anticipar el hecho de que durante la exposición
de 1867 las cloacas de París fuesen objeto de
visitas turísticas), y ha asumido un aspecto casi
oicial y administrativo, al precio de haber desterrado cualquier rasgo de su “primitiva ferocidad” y de haberse convertido en un lugar que
Villon jamás podría ya reconocer. Y en cuanto
al futuro, Victor Hugo lo centra en el aspecto
cientíico, considerando deinitivamente desterrado todo atisbo poético: los colectores de París
se beneiciarán de perfeccionamientos técnicos
que permitirán lavar por completo los detritus,
restituir el fango al suelo parisino y reciclar como
abono los desechos humanos, poniendo in así
al despilfarro económico que marcaba a la alcantarilla tradicional.
En 1865, sólo tres años después de que la
cultura francesa se viese sacudida por la aparición de Les Misérables, se decidió la celebración
para 1867 en París de una nueva gran exposición
universal, que venía a suceder a la de 1855, primera de las cinco ferias mundiales que albergaría
París a lo largo del siglo XIX (1855, 1867, 1878,
1889 y 1900). Tras iniciar Londres en 1851, con
el Crystal Palace de Paxton, la brillante serie de
estos eventos que simbolizan a la perfección la
complejidad de la cultura urbana decimonónica,
París había tomado el relevo sólo dos años después del coup d’état que había inaugurado el
régimen del Segundo Imperio. Pero, si aquella
feria de 1855 había servido para apuntalar la popularidad del gobierno imperial naciente, doce
años más tarde, en 1867, la nueva Exposición
surgía en un contexto mucho más complejo en
el que el Segundo Imperio parecía tocar la cumbre de su gloria pero eran también ya muchas
las miradas críticas que apreciaban fallas en el
imponente armazón político y socio-económico,
al tiempo que se entreveía el inevitable enfrentamiento con la Prusia de Bismarck. De hecho, el
año antes, en 1866, las tropas prusianas habían
aplastado en Sadowa al tan brillante como anticuado ejército austriaco, dejando claro cuál era
la gran potencia centroeuropea en la segunda
mitad del XIX. Los mismos cañones Krupp que
acababan de hacer estragos entre las ilas austriacas se exhibirían en París en 1867 en las galerías elípticas concéntricas diseñadas por Krantz
El París de Haussmann como territorio de la utopía
Juan Calatrava
y Eiffel, y, al mismo tiempo que celebraban el
progreso tecnológico, no dejaban de constituir
una advertencia sobre los efectos perversos de
tales progresos. Sólo tres años después esos mismos cañones estarían disparando sobre el París
sitiado que iba a vivir la doble prueba del asedio
y de la Comuna (Fig. 5).
Fig. 6. Jean-Baptiste Krantz y Gustave Eiffel, Palacio de la Exposición Universal de París de 1867
Fig. 5. Los cañones Krupp en la Exposición universal de París,
1867
La exposición de París de 1867 representaba, en su plasmación arquitectónica, ese fuerte
carácter de utopía realizada que ya había estado
patente en el Crystal Palace de Londres. El ediicio principal, con su planta oval compuesta de
anillos concéntricos de metal y vidrio, no se parecía a ningún otro tipo de construcción previa
y representaba rodeando un jardín central con
el Pabellón de los Pesos y Medidas, ese mismo
afán uniformizador que exaltará Victor Hugo en
su texto. La proeza técnica de esa arquitectura
ingenieril se ponía al servicio del nuevo ideal burgués industrial y recuperaba, desde los esquemas del optimismo del progreso, la contraposición entre la ciudad real y esa otra ciudad a un
tiempo efímera e ideal que permitía soñar con el
advenimiento de una nueva era de abundancia y
sin conlictos sociales (Fig. 6).
Esta magna exhibición del esplendor del París
del Segundo Imperio exigía un monumento literario de similar grandeza. La Paris Guide apareció
en mayo de 1867, por iniciativa de Paul Meurice,
amigo, colaborador y habitual corresponsal de
Victor Hugo. Meurice traspasó la idea al librero
bruselés Albert Lacroix y, más tarde, fue apartado de la coordinación de la empresa en favor
del francmasón Louis Ulbach. El resultado inal
63
fue un impresionante conjunto de dos grandes
volúmenes, que se vendían al elevado precio de
10 francos con un total de más de 2.000 páginas
y un brillante elenco de autores entre los que
se encontraban, además del propio Hugo, nombres como Ernest Renan, Michelet, Gautier, Arsène Houssaye, George Sand, Alexandre Dumas,
Edgar Quinet, Viollet-le-Duc o Hyppolite Taine,
con ilustraciones que en principio se pensó que
fueran todas de Philippe Burty pero que luego
se encargaron a diversos artistas, entre ellos Felicien Rops. Esta monumental mirada colectiva
sobre París será descrita por el propio Hugo, en
su texto introductorio, recurriendo a esa misma
metáfora arquitectónica que cincuenta años
más tarde llevaría a Proust a hablar de su Recherche como una “obra-catedral”38. Hugo veía
la Paris Guide como: “Un ediicio construido por
una deslumbrante legión de ingenios: éso es lo
que es este libro”39.
Para escribir la introducción general a este
“ediicio”, un texto que, según confesaría más
tarde en Choses vues, le había costado tanto esfuerzo como una novela, Victor Hugo interrumpió la redacción de la obra que le ocupaba en ese
momento, L’Homme qui rit, y la versión inal no
llegó (a inales de 1866) hasta que tuvo ocasión
de leer las pruebas del resto de las contribuciones.
En 1867, Hugo llevaba ya 16 años en el exilio
en Guernesey, con lo que carecía de un conocimiento directo de las transformaciones de la ciudad y, aunque demuestra estar perfectamente
informado de los cambios (como se puede apreciar en Les Misérables), no es menos cierto que
con frecuencia hace una cierta ostentación de
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El París de Haussmann como territorio de la utopía
falsa ignorancia, dejando bien claro que el París
de su memoria es el inmediatamente anterior a
Haussmann. Su París es en gran medida un espejismo de exiliado, un desideratum marcado por
una fortísima carga tanto de nostalgia como de
utopía: es la crítica acerba a los grands travaux
de Haussmann la que le lleva a lanzar una doble
mirada tanto al pasado histórico de un París aún
no sometido a la tiránica geometría como a un
futuro en el que la utopía reviste, ciertamente,
formas más políticas que urbanísticas40.
Es esa mezcla entre el rechazo al París monótonamente regularizado y la inquebrantable conianza en un futuro político inmediato en el que
la ciudad asumirá el papel de faro de los pueblos
lo que explica que nos encontremos ante un texto apasionado, marcado en muchos momentos
por un tono profético. Desde luego, las palabras
de Hugo van mucho más allá de lo que cabría
esperar de un mero prefacio y no constituyen en
absoluto una celebración del presente sino una
llamada a un futuro que, en buena medida, contradice de manera paradójica la triunfalista ilosofía oicial de la exposición de 1867.
El texto se inicia con una inversión temporal
sorprendente. El itinerario del discurso no procede según una temporalidad lineal: al contrario
que en Nôtre-Dame de Paris, la visión de Hugo
en 1867 comienza por el futuro, no por el pasado. Hugo había sido, de hecho, muy explícito
sobre el papel central del tiempo en su mirada
de 1867 sobre París41. Pero en la estructuración
deinitiva el pasado viene después, y se explica
por el futuro. Y, comprimida entre ambos, la mirada crítica sobre el presente parece tan sólo el
desencadenante de una utopía presentada no
como aspiración irreal sino como conclusión lógica de la historia de la ciudad.
Como ya se ha anticipado, el futuro -no lejano- de París es contemplado a partir de una
estricta coherencia entre organización territorial
y urbana y nueva estructuración política. Para
Hugo, el París del futuro es, ante todo, la ciudad
de la paz, la ciudad que se ha vuelto indiferente
a las glorias bélicas (tanto a las ajenas, como Sadowa, como a las propias, representadas en esa
oscilación de fortuna que marca el binomio Austerlitz / Waterloo o el más reciente recuerdo de
Sebastopol y el horror que supone la inclusión
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del recuento exacto de las víctimas de la guerra
de Crimea)42.
La paz, sin embargo, no es un mero sentimiento humanitario que deje intacto todo lo demás. Bien al contrario, este nuevo paciismo es
inseparable de un triunfo de la ciencia sobre la
política, que, en la línea del pensamiento sansimoniano43, quedará “reabsorbida” en la primera. Ello conllevará la existencia de una legislación
lo más cercana posible al derecho natural, un
rasgo de clara iliación rousseauniana que constituye un rasgo atípico de la utopía de Hugo:
el principio de mínima intervención del Estado,
frente al dirigismo estatal de un buen número de
utopías. El Estado de la futura Europa hugoliana
se limitará practicamente a garantizar la circulación y la seguridad, así como la básica unidad de
moneda, pesos y medidas, y, en general, de “la
norma” frente a la especiicidad.
Lo que el autor contempla -porque, en efecto, Victor Hugo ya “ve”, vislumbra en el horizonte el surgimiento de ese nuevo París- es,
ante todo, la “visión majestuosa” de una nación
europea única, cuya indiscutible capital es París
y de la que ha desaparecido todo tipo de fronteras, peajes o trabas de cualquier tipo (ya sea
físico o iscal) a la circulación de personas, de
mercancías y de ideas.
En esta gran nación nueva, frente a la estabilidad que siempre deriva en estancamiento,
lo que predomina es la movilidad en todos los
órdenes de la vida. Es una Europa en la que los
grandes cursos luviales han dejado ya de servir
como fronteras o barreras entre los pueblos y se
han convertido en arterias que vehiculan esos
incesantes lujos. En ese futuro inmediato, la
circulación engendra riqueza y hace realidad a
escala europea la imagen bíblica de la multiplicación de los panes y los peces. Con ello París no
hace sino dar continuidad a su vocación histórica
de ciudad en perpetuo movimiento: no en vano
es una ciudad siempre odiada por todos los que
propugnan la inmovilidad de la vida, porque “...
ser París es marchar”44.
La movilidad, sin embargo, no se limita al
interior de esa nueva Europa. Para Hugo, que
escribe su texto en un momento clave de consolidación de los grandes imperios coloniales británico y francés, un aspecto esencial del inme-
Fig. 7. Albert Robida, La salida de la Ópera en el año 2000,
h. 1882
Y es que, ante todo, el París futuro ha puesto
la técnica moderna al servicio del hombre: en él,
la pólvora no servirá ya para cebar el cañón sino
como auxiliar de las gigantescas obras públicas
que contribuirán a la felicidad general. Es, sin
duda, la cara amenazadora de la moderna técnica la que pretende conjurar Victor Hugo con
su canto a un París paciista, internacionalista,
democrático, cuna de todas las fraternidades
y capaz de erigirse en capital del mundo por la
simple fuerza de atracción de su cultura humanista. Por eso, un poco más adelante, el capítulo
dedicado a “La supremacía de París” incluirá una
65
desesperada apelación al carácter “paciicador”
de todos los progresos técnicos de nuestro tiempo (telégrafo, prensa, vapor, ferrocarriles, sistema métrico uniicado...). Esa implantación de la
tecnología más moderna se revela también en
otro cambio cargado de simbolismo: el París futuro pondrá in al alcantarillado tradicional, sustituyéndolo por un sistema de drenaje que permita sacar todo ese provecho económico de los
residuos que ya se postulaba en Los Miserables.
Juan Calatrava
diato futuro lo constituye la puesta en marcha
de un nuevo modo de colonización civilizada,
que llevará paciicamente a las masas desde las
cités-mères europeas a las vastas extensiones
de América, Asia, África y Australia. Se trata de
una “dispersión fecunda” de la población por el
territorio, desde esas colmenas que son las ciudades europeas, y a la que no escapa ningún
rincón del globo que, como plasmación del ideal
faústico, deviene en su totalidad “casa del hombre”. Y el medio técnico que permite poner en
práctica la utopía de esa diseminación pacíica
de la población europea por el resto del mundo
no es otro que la navegación aérea: Victor Hugo
vislumbra un cielo poblado de aeronaves, integrando así su discurso en ese genérico mito de
la conquista del aire que constituye un elemento
esencial de las visiones utópicas del momento y
que sería algunos años más tarde objeto tanto
de las propuestas urbanas de Eugène Henard
(con sus bloques de viviendas dotados de garajes
para aeroplanos) como de las ilustraciones satíricas de Albert Robida (Fig. 7).
El París de Haussmann como territorio de la utopía
Paradójicamente, es ese futuro de París el que
nos explica el pasado de la ciudad. Si en los orígenes mismos de cada ciudad está ya inscrito, según
Hugo, su carácter futuro (en una alternativa que
oscila entre monstruo y prodigio, o entre barbarie
y civilización), es la rica historia de París la que, a
partir de unas primeras fases de indecisión, permite enseguida leer un avance hacia la condición
de prodigio (avance que, no obstante, no es lineal y admite momentos de duda o de retroceso).
Es una historia llena de antigüedad, pero no de
una antigüedad tranquilizadora y ordenada, que
pueda ser objeto de la mirada fría del anticuario,
sino de un pozo de tiempo vertiginoso: quien intente remontarse hasta sus orígenes más lejanos,
donde la historia se diluye en el mito, es rápidamente presa del vértigo. Se trata de una historia compleja, y para describir dicha complejidad
Hugo recurre a metáforas -muy habituales en su
obra literaria- ligadas a las ideas de lo profundo,
básicamente desde el paradigma geológico (acumulación de estratos, capas de aluvión...), de lo
intrincado (espirales y laberinto) o de lo abismal
(el pasado de París como un precipicio lúgubre al
que el propio Dante dudaría en descender).
El París histórico que Hugo presenta a sus
lectores de 1867 se hace eco de las relexiones
de Michelet o de los progresos de la arqueología parisina (de cuyos avances venía informando, por ejemplo, desde 1861, en su Statistique
monumentale de Paris, Albert Lenoir, antiguo
colega de Hugo en la Commission des arts et
monuments), pero no constituye ni una lección
de historia ni un informe arqueológico, sino el
fundamento para una utopía de orden político.
En esta inmensa potencia de estratos depositados por los siglos, verdadera “catacumba” de
tiempo en la que se apilan las osamentas de todas las supersticiones, los fanatismos y las iniqui-
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El París de Haussmann como territorio de la utopía
dades, las guerras, las revueltas y las hambrunas,
cualquier tentativa de simple excavación aparece
condenada al fracaso. Y a ello también contribuye la relevancia histórica que asumen hechos
aparentemente menores, hechos a menudo
enigmáticos, susceptibles de diversas interpretaciones, y que requieren del historiador no la
frialdad notarial sino una labor de desciframiento similar a la del interrogatorio de la Esinge.
El efecto de superposición, en esa ciudad
que es literalmente un palimpsesto45, asume
también la forma del ejercicio propuesto por
Hugo de superponer los planos históricos de París unos sobre otros. Ello permite comprender en
toda su medida el espectacular crecimiento de la
ciudad, en la descripción de cuyas fases vuelve el
autor a utilizar trozos literales de lo que ya había
escrito en 1832 en el famoso capítulo Paris à vol
d’oiseau de Nôtre-Dame de Paris. Sesenta años
más tarde, Walter Benjamin recogería el reto de
Hugo permitiéndose soñar con la realización de
una película basada en los planos de París46.
Esta historia parisina, por lo demás, no es,
en absoluto, un mero hecho local, sino que adquiere a lo largo de su desarrollo secular un claro
sentido universal, capaz de hacer que la ciudad
se convierta en metáfora del destino de toda la
humanidad. De ahí que desde el principio aparezca clara la idea de relevo histórico47 como fundamento del futuro papel de París.
Es, pues, la historia la que explica esa “supremacía de París” que da título al siguiente capítulo del texto de Hugo. Y esa supremacía tiene
una fecha: 1789, hito clave, pivote en el que
la historia ha girado tomando como eje París48.
Sólo en 1789 culmina esa lenta pero inexorable
salida de las tinieblas que se venía preparando
desde todas las épocas anteriores de la historia
de la ciudad. La Revolución ha llevado a cabo
una gigantesca labor de saneamiento, que ha
creado un punto de retorno en el que se hace
imposible cualquier tentativa de vuelta atrás:
incluso el París “de mascarada y bacanal” del
Segundo Imperio (un tema que había tenido
un claro precedente en 1853 con la dura crítica
de Hugo a la frivolidad de los bulevares de Les
Châtiments) no tiene, para Hugo, más importancia que la de un poco de neblina antes de la
espléndida e inevitable aurora. Es, igualmente, la
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Revolución francesa (a pesar de su componente
de violencia originaria: si Atenas ha construido el
Partenón, París ha demolido la Bastilla) la que ha
hecho que el populacho o la plebe haya devenido pueblo, y eso es lo que le diferencia de ciudades como Roma, Venecia, Nápoles, Londres o
Tréveris (cuya presencia en esa lista no deja de
ser sorprendente)49.
Algunas de las metáforas cósmicas tan caras
a Hugo se escalonan para dar forma a esta superioridad moral: París es, así, vela en la que conluyen los vientos de toda la civilización, o condensador en el que la nebulosa se hace estrella.
Además, siguiendo una tradición ya presente
con fuerza en Balzac50, la ciudad se personiica
en un ser vivo, y se pueden por tanto predicar
de ella rasgos psicológicos o morales tales como
la volición, la premeditación o la paciencia para
perseguir objetivos a largo plazo.
El progresivo engrandecimiento físico de París a lo largo de la historia es una imagen de su
engrandecimiento moral. 1789 simboliza también, en este sentido, la resistencia de la ciudad
a las sucesivas tentativas del poder de encerrarla
en murallas. En un movimiento irresistible desde
el centro hacia el exterior, que nos permite evocar las sutiles relexiones de Georges Poulet sobre las tensiones de la forma circular51, la ilosofía
irradia desde el centro de París hasta su exterior,
más fuerte que cualquier barrera física.
Este movimiento se traslada también al esencial problema político de la relación entre París y
Francia, ya que su historia es igualmente la historia
de su negativa a todos los intentos de descentralización tanto de la propia ciudad (una operación
que Hugo compara con el cortar un diamante en
trozos más pequeños) como de la nación (París
constituye el centro de una esfera que es Francia
y que le debe ante todo obediencia).
Gracias a esta historia, París reúne, para
Hugo, todos los títulos para presentarse como
condensación histórica de las tres grandes ciudades “rítmicas”: Jerusalén, Atenas y Roma, representantes respectivamente de los tres principios
básicos de la Verdad, la Belleza y la Grandeza.
Son ciudades cuya idea básica no ha muerto,
sino que ha venido de algún modo a reencarnarse en ese París que, pertrechado con las mismas,
se dispone a asumir su misión de nuevo faro de
Los argumentos en pro de la superioridad de
París y de su función mundial culminan en el último capítulo del texto de Hugo, la “Declaración
de paz”, que termina por consolidar la idea básica de la utopía paciista. El París del inmediato
futuro, en el que se aprecia por todas partes la
presión del ideal humanitario (como el pulgar de
Miguel Ángel se revela, nos dice Hugo, en el non
inito de sus bloques), respira progreso y poco a
poco ha arrojado fuera de sí todo lo que obstaculizaba dicho progreso52. Ha guardado para sí
los aspectos beneiciosos de la tecnología y ha
eliminado los perjudiciales: respeta el ferrocarril,
pero derriba las barreras y controles.
Para Hugo, este sueño paciista es no sólo
realizable sino inminente. Como ya había expuesto en Los Miserables, el sueño no es sino la
preiguración de la realidad futura y lo imposible
la primera fase de lo posible. Todas las utopías
de ayer (piénsese en la fotografía, el telégrafo,
etc.) son las realidades de hoy. Y este rasgo de
factibilidad viene volcado por Hugo en dos imágenes metáforicas, una artística y la otra de índole cósmica. El sueño utópico es comparado,
en efecto, al trabajo inicial de desbaste de un
bloque sobre el que luego se tallará la escultura53, pero también a las sucesivas fases en que
un luído cósmico va precipitándose y pasando a
un estado líquido y luego sólido: exactamente lo
que le ocurre a la utopía cuando llega a un nivel
tal de posibilidad de realización que sale de las
manos del ilósofo y pasa a las del estadista.
Y su primer episodio no es otro que la propia Exposición universal de 1867. Hugo parece
no conocer los detalles del ediicio proyectado
por Krantz y Eiffel como sede de la misma, ya
que propone añadir en cada una de sus “cua-
67
tro esquinas” (esquinas inexistentes en el pabellón oval) sendas estatuas de Homero, Dante,
Shakespeare y Beethoven, más otra de Voltaire
ante la puerta de entrada. Pero para él los problemas arquitectónicos de la feria son secundarios al lado de la cuestión principal: el año de
la exposición se contrapone al sangriento año
anterior, 1866, que ha estado marcado por el
signo de la guerra austro-prusiana. A la carnicería de Sadowa, el brillante espectáculo de París
enfrenta la “convención pacíica” de las naciones (incluidas las “embrionarias”). Victor Hugo
consideraba a los cañones prusianos exhibidos
en la misma tan sólo un accidente en un recorrido que había de ver inevitablemente el triunfo
de la locomotora sobre las máquinas de muerte.
Juan Calatrava
la humanidad: una función de diseminación de
esa idea de la Razón representada por la sucesión de la trilogía Rabelais, Molière, Voltaire, de
siembra de chispas de luz en medio de las tinieblas, de atizador del incendio del progreso y de
su extensión por todo el mundo. Y una misión
que queda simbolizada, desde el punto de vista
arquitectónico, por la comparación entre la cúpula de la basílica de San Pedro y la del Panteón
de Souflot: si la primera es, ciertamente, más
grande, la segunda es la cobertura del talento y
la utilidad social.
El París de Haussmann como territorio de la utopía
La realidad inmediata fue muy otra. Como vimos anteriormente, Hugo había evocado la igura
mítica de la Esinge para expresar la complejidad
de la historia parisina. Poco podía sospechar en
1867 que, cuatro años más tarde, esa misma Esinge simbolizaría la brusca quiebra de su utopía
paciista tras las duras pruebas del asedio prusiano y de la Comuna: en 1871 Gustave Doré volcó
en su cuadro L’Énigme la más clara expresión de
horror y de perplejidad ante el panorama de la
urbe incendiada (Fig. 8). En cuanto al propio Victor Hugo, si en 1870 sintetizaba ya en Les Années
funestes lo esencial de su crítica antihaussmanniana y, sobre todo, antinapoléonica, en 1872
nos dará, con la publicación de L’Année térrible54,
toda la medida del horror del París incendiado y
su profunda identiicación con esos nuevos miserables que son los mártires communards, pero
también su inquebrantable conianza, en medio
de la desesperación, en un futuro de paz y libertad capitaneado por un nuevo París.55
Fig. 8. Gustave Doré, L'Énigme, 1871 (París, Musée d'Orsay)
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El París de Haussmann como territorio de la utopía
NOTAS
1
Sobre el ilón utópico en la relexión urbana del siglo XIX sigue siendo insoslayable, a pesar de las numerosísimas contribuciones de las últimas
décadas, el libro seminal de F. Choay,
L’Urbanisme. Utopies et réalités, Seuil,
París, 1965 (ed. española El Urbanismo.
Utopías y realidades, Lumen, Barcelona,
traducción de Luis del Castillo, 1976.
Vid. igualmente las obras esenciales de
R. Trousson, Voyages aux pays de nulle
part. Histoire littéraire de la pensée utopique, Éditions de l’Université Libre de
Bruxelles, Bruselas, 1979 (ed. española
Historia de la literatura utópica. Viajes
a países inexistentes, Península, Barcelona, traducción de Carlos Manzano,
1995); V. Fortunati y R. Trousson, Dictionary of Literary Utopias, Honoré Champion, París, 2000; L. Tower Sargent y
R. Schaer (eds.), Utopie. La quête de la
société idéale en Occident, Bibliothèque Nationale de France / Fayard, París,
2000; M. Riot-Sarcey, T. Bouchet y A. Picon, Dictionnaire des utopies, Larousse,
Paris, Larousse, 2008.
La bibliografía sobre la imagen del
París del siglo XIX en la literatura es inabarcable y crece sin cesar al ritmo del
cada vez mayor interés por las relaciones entre literatura y ciudad. Me limitaré
por ello a citar a continuación algunas
obras que me han resultado de especial
utilidad para la elaboración de este trabajo. P. Citron, La poésie de Paris dans
la littérature française. De Rousseau à
Baudelaire, Les Éditions de Minuit, París,
1961, 2 vols; AA.VV., Paris au XIXe siècle. Aspects d’un mythe littéraire, Presses Universitaires de Lyon, Lyon, 1984;
AA.VV., Paris et le phenomène des
capitales littéraires. Carrefour ou dialogue des cultures, Université de ParisSorbonne (Paris IV), París, 1984, 2 vols.;
C. Prendergast, Paris and the Nineteenth
Century, Blackwell, Oxford (UK) y Cambridge (Mass.), 1992; P.P. Ferguson, Paris
as Revolution. Writing the nineteenthcentury City, University of California
Press, Berkeley, 1994; G. Durieux, Le
roman de Paris à travers les siècles et la
littérature, Albin Michel, París, 2000; K.
Stierle, La capitale des signes. Paris et
son discours, Éditions de la Maison des
Sciences de l’Homme, París, 2001; P. Hamon, Imageries. Littérature et image au
2
XIXe siècle, José Corti, París, 2001; J.-P.
Bernard, Les deux Paris. Les représentations de Paris dans la seconde moitié du
XIXe siècle, Champ Vallon, París, 2001;
E. Hazan, L’invention de Paris. Il n’y a
pas de pas perdus, Seuil, París, 2002;
R. Tamborrino, Parigi nell’Ottocento.
Cultura architettonica e città, Marsilio,
Venecia, 2005; D. Harvey, Paris, capital
de la Modernidad, Akal, Madrid, 2008.
Actualmente se encuentra en prensa mi
propio libro París, siglo XIX: los escritores
y la metrópolis, de próxima aparición en
Abada editores, Madrid.
3
J. Fabien, Paris en songe, E. Dentu
éditeur, 1863; edición castellana, con
estudio introductorio de Carolina del
Olmo, París en sueños, trad. de Blanca
Navarro, Círculo de Bellas Artes, Madrid,
2011.
4
La extraordinaria visión, mezcla de
utopía y distopía, del París de 1960 escrita por Jules Verne seguramente en 1862
ó 1863 y rechazada en su momento por
el editor Jules Hetzel permaneció inédita
y olvidada hasta la recuperación del manuscrito en 1986. J. Verne, Paris au XXe
siècle, Hachette, París, 1994; edición
castellana, con estudio introductorio de
Piero Gondolo della Riva, París en el siglo
XX, trad. de Julia Escobar, Planeta, Barcelona, 1995.
5
En los últimos tiempos, frente al
mito pertinaz de un Haussmann como
autor único de la modernización de París, se tiende a poner de maniiesto toda
la importancia de las reformas urbanas
emprendidas anteriormente al Segundo
Imperio. Vid. en especial F. Paul-Lévy,
La ville en croix. De la révolution de
1848 à la rénovation haussmannienne. Élements pour une problématique
générale, Librairie des Méridiens, París,
1984; P. Pinon, «Les préfets parisiens et
l’urbanisme. Chabrol et Rambuteau», en
J. Des Cars y P. Pinon, Paris-Haussmann :
le « pari d’Haussmann », Éditions du Pavillon de l’Arsenal, Paris, 1991; K. Bowie
(ed.), La modernité avant Haussmann.
Formes de l’espace urbain à Paris, 18011853, París, Éditions Recherches, 2001;
N. Papayanis, Planning Paris before
Haussmann, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2004.
6
Paris dans sa splendeur. Monuments, vues pittoresques, scènes historiques. Descriptions et histoire, Henri
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 53-71
Charpentier Imprimeur-Éditeur, París,
1857-1861, 3 vols. Entre los colaboradores de la obra se encuentran, además
de Victor Fournel, personajes de primera ila como Merimée, Sainte-Beuve,
Viollet-le-Duc, Lassus, Albert Lenoir, Edmond About o Édouard Fournier.
7
V. Fournel, La deportations des
morts. Le Prefet de la Seine et les cimetieres de Paris, Armand Le Chevalier
éditeur, París, 1870. Vid. al respecto M.
Ragon, L’espace de la mort, Albin Michel, París, 1981, pp. 277-286, así como
el cap. IV, “La mort à Paris”, de J.-P.-A.
Bernard, Les deux Paris. Les représentations de Paris dans la seconde moitié du
XIXe siècle, Champ Vallon, París, 2001,
pp. 129-175.
8
V. Fournel, Paris et ses ruines en
mai 1871, Charpentier, París, 1872.
9
V. Fournel, Les cris de Paris. Types
et physionomies d’autrefois, FirminDidot, Paris, 1887 (ed. moderna Les Éditions de Paris, París, 2003).
10
Vid. O. Balaÿ, L’espace sonore de
la ville au XIXe siècle, À la croisée, Aubenas, 2003.
11
V. Fournel, Les cris..., op. cit., p.
70. Salvo indicación en contra, todas las
traducciones del francés han sido realizadas directamente por el autor de este
artículo.
12
V. Fournel, Paris nouveau et Paris
future, Jacques Lecoffre Libraire-Éditeur,
París, 1865.
13
«Le vieux Paris n’est plus (la forme d’une ville / Change plus vite, hélas!,
que le coeur d’un mortel)» («El viejo París ya no existe (la forma de una ciudad
/ cambia más rápidamente, ¡ay!, que el
corazón de un mortal)») (Ch. Baudelaire,
«Le Cygne», Les Fleurs du Mal, Auguste
Poulet-Malassis éditeur, París, 1857). Los
estudios sobre Baudelaire y París, a partir
de las bien conocidas relexiones pioneras
de Walter Benjamin, son excesivamente
numerosos como para intentar aquí una
reseña de los mismos. Me limitaré por
ello a remitir a mi propia tentativa de síntesis de esta problemática, en J. Calatrava, «Poeta y ciudad: Baudelaire, pintor de
la vida moderna», Sileno. Variaciones de
arte y pensamiento, 1, 1996, pp. 54-62,
así como a la reciente contribución esencial de A. Pizza, Parigi e Baudelaire. Letterature, arti e critica nella città moderna,
Edizioni Unicopli, Milán, 2017.
14
Op. cit., pp. 231-257.
Se trata de un motivo habitual
tanto en la literatura de viajes (Montesquieu, por ejemplo, recomendaba, al
llegar a una ciudad, subir ante todo a
la torre más alta y contemplar la visión
panorámica de conjunto) como en las visiones poéticas urbanas. En este último
sentido, podríamos citar el ejemplo, bien
conocido en el momento en que Fournel escribe, del poema Paris de Alfred
de Vigny, escrito en 1831 y aparecido en
1837 en la segunda edición de los Poèmes antiques et modernes, en cuyo incipit el viajero-narrador contempla el panorama nocturno de París desde la cima
de una torre no identiicada que resume,
en realidad, toda la larga serie de torres
míticas. Este motivo de la visión desde
lo alto, referido al París de Haussmann,
encontrará su continuidad en la célebre
escena de La Curée de Émile Zola (1871)
en la que el personaje de Aristide Saccard contempla desde Montmartre la
ciudad que está a punto de ser sometida
a los «destripamientos» haussmannianos (para un análisis de dicha escena, J.
Calatrava, «En los orígenes de la metrópolis moderna: Émile Zola y el París de
Haussmann», en J. Calatrava y J.A. González Alcantud (eds.), La ciudad: paraíso y conlicto, Abada editores, Madrid,
2007, pp. 229-258).
15
19
E. Hénard, Études sur les transformations de Paris, publicados en París
en fascículos sueltos entre 1903 y 1909;
edición castellana Estudios sobre las
transformaciones de París y otros escritos de urbanismo, Fundación Caja de
Arquitectos, Barcelona, 2012.
20
Precisamente uno de los cambios más claramente percibidos por los
parisinos durante los grands travaux de
Haussmann fue el de los peligros que se
arrostraban ahora al querer cruzar calles
no sólo llenas de escombros, zanjas y
obras de todo tipo sino también sacudidas por un movimiento frenético que
contrastaba con la quietud de la ciudad
tradicional. El tema de estos «peligros»
que acechaban al peatón constituyó
el objeto de numerosas caricaturas
(Daumier, Crafty) y relexiones literarias
(como es el caso célebre del poema en
prosa de Baudelaire Perte d’auréole).
21
Recuérdese, por poner un solo
ejemplo, la ciudad utópica de Franceville, completamente organizada en torno
a la más rigurosa asepsia, en J. Verne,
Les Cinq-cent millions de la Bégum,
Pierre-Jules Hetzel éditeur, París, 1879.
Vid. al respecto J. Calatrava, «Casas
de papel», Sileno. Variaciones de arte y
pensamiento, 6, 1999, pp. 31-36.
22
Paris nouveau et Paris futur, op.
cit., p. 252.
16
De hecho, en el París del siglo XX
tal y como lo retrata Jules Verne, tal empresa aparece ya realizada gracias a un
gigantesco canal que ha dado origen a
la construcción de un «puerto de mar»
en Grenelle (J. Verne, op. cit., p. 111).
23
Vid. W. Schivelbusch, Lichtblicke:
zur Geschichte der Künstlichen Helligkeit im 19. Jahrundert, Carl Hanser
Verlag, Munich-Viena, 1983; S. Delattre,
Les douze heures noires. La nuit à Paris
au XIXe siècle, Albin Michel, París, 2003.
Sobre las repercusiones literarias y culturales de esta bipolaridad, A.
Djoutachkovitch e Y. Leclerc (eds)., ParisProvince. Topographie littéraire du XIXe
siècle, Publications de l’Université de
Rouen, Rouen, 2000.
24
Paris nouveau et Paris futur, op.
cit., p. 246.
17
Con ello, Fournel comparte -seguramente sin ser consciente de ellouno de los rasgos principales del prácticamente contemporáneo (1859) plan de
ensanche de Ildefons Cerdà para Barcelona: la exigencia de la sección cuadrada
de la calle (aunque en el caso del ingeniero catalán las dimensiones eran de
20 x 20 m.), que sería precisamente el
primero de los rasgos innovadores de su
plan en ser obviado debido a la presión
de los intereses inmobiliarios.
18
25
W. Benjamin, Obra de los Pasajes,
Abada editores, Madrid, 2 vols., 2013 y
2015.
V. Hugo, «Introduction», en Paris
Guide par les principaux écrivains et artistes de la France, Librairie Internationale, París, y A. Lacroix, Verboeckhoven et
Cie. Éditeurs, Bruselas-Leipzig-Livorno,
1867, 2 vols., pp. I-XLIV.
26
Plasmadas, sobre todo, en los
diferentes textos sobre las destrucciones patrimoniales escritos entre 1825 y
1834 y reunidos en ese mismo año en
Guerre aux démolisseurs!, Renduel, París, 1834 (ed. moderna V. Hugo, Guerre
aux démolisseurs!, L’Archange Mino27
taure, Montpellier, 2002). Vid. R. Recht
(dir.), Victor Hugo et le débat patrimonial, Somogy éditions d’art-Institut National du Patrimoine, París, 2003.
28
A. Delrieu y A. García, «Victor
Hugo, Notre-Dame et l’architecture»,
en Littératures. Annales de la faculté des
lettres de Toulouse 19, 2, 1972, pp. 4148; G. Rosa, «Notre-Dame de Paris. Texture d’archives en architecture», Lendemains. Etudes comparées sur la France,
3, 10, 1978, pp. 15-31; C. Bernard, «De
l’architecture à la littérature. La topographie parisienne dans «Notre-Dame de
Paris» de Victor Hugo», en M. Grimaud
(ed.), Victor Hugo 1 : Approches critiques contemporaines, Lettres modernes
Minard, Paris, 1984, pp. 103-138; J. C.
Kessler, «Babel and Bastille: architecture as metaphor in Hugo’s Notre-Dame
de Paris», French Forum, 11, 1986, pp.
183-197; B. Dieterle, «Un gothique restauré. Littérature, architecture et restauration dans Notre-Dame de Paris», en M.
Schmeling y M. Schmitz-Emans (eds.),
Das Visuelle Gedächtnis der Literatur,
Köningshausen und Neumann, Würzburg, 1999, pp. 204-214; A. C. Gaspar
Seganfredo, Ananké et le symbolisme
de l’architecture dans Nôtre-Dame de
Paris de Victor Hugo, tesis doctoral Universidade Federal do Tio Grande do Sul,
Porto Alegre, 2004.
29
À l’Arc de Triomphe, poema escrito en 1834 y publicado en 1837 en
Les Voix intérieures (George Rouillier
Libraire, Lausanne, 1837). Vid. S. Gaudon, «James Pradier, Victor Hugo et
l’Arc de Triomphe de l’Etoile», en Revue
d’histoire littéraire de la France, 68, 5,
1985, pp. 713-725. I. Rouge-Ducos,
L’Arc de Triomphe de l’Étoile: art et histoire, Faton, Dijon, 2008.
30
Les Misérables, A. Lacroix, Verboeckhoven & Ce., Bruselas, 1862 (ed.
esp. Los Miserables, traducción Aurora
Alemany, Orbis, Barcelona, 1982; las citas de esta obra en las siguientes notas
están referidas a esta edición española).
31
Lamartine, preocupado por la posible reacción de Victor Hugo, con quien
le ligaba una estrecha amistad, solicitó
de antemano su benevolencia para realizar una crítica detallada de la obra. La
respuesta positiva de Hugo, expresada
en su conocida carta a Lamartine de 24
de junio de 1862, permitió a éste redac-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 53-71
69
Juan Calatrava
El París de Haussmann como territorio de la utopía
Juan Calatrava
70
El París de Haussmann como territorio de la utopía
tar, entre noviembre de 1862 y marzo
de 1863, cinco largas Entretiens, con un
total de más 300 páginas. Vid. R. Trousson, Lamartine critique des Misérables,
Académie royale de langue et de littérature françaises de Belgique, Bruselas,
1995 (on line: http://www.arllfb.be/
ebibliotheque/communications/trousson141095.pdf).
«Muerte, me sirvo de tí pero te
odio. Ciudadanos, no habrá en el porvenir ni tinieblas, ni rayos, ni ignorancia feroz, ni talión sangriento. Como
no existirá Satanás, tampoco existirá
Miguel. En el porvenir, nadie matará a
nadie, la tierra resplandecerá, el género
humano amará. Llegará, ciudadanos, el
día en que todo será concordia, armonía, luz, alegría y vida. Y para que llegue
este día nosotros debemos morir» (op.
cit., Cuarta Parte, Libro XI, cap. VIII, p.
236). Sobre la imagen de París en Los
Miserables, vid. especialmente K. Stierle,
op. cit., pp. 322-340.
32
33
Op. cit., Quinta Parte, libro I, cap.
V, pp. 299-300.
«Hemos domado a la hidra, y le
hemos dado el nombre de vapor; hemos
domado al dragón, y le hemos dado el
nombre de locomotora; estamos a punto de domar el grifo, pues ya ha caído en
nuestras manos, y hemos cambiado su
nombre por el de globo» (ibid., p. 300).
34
Ibid., Quinta Parte, libro I, cap.
XX, p. 339.
35
36
A.-J.-B.-B. Parent-Duchatelet, Essai sur les cloaques ou egouts de la ville de Paris. envisagés sur le rapport de
l’hygiène publique et de la topographie
médicale de cette ville, Crévot, París,
1824.
37
S. Barles, La Ville délétère, Champ
Vallon, Seyssel, 1999; J. Bourgeois-Gavardin, Les Boues de Paris sous l’Ancien
Régime : Contribution à l’histoire du
nettoiement urbain au xviie et xviiie siècles, EHESS, Paris, 1985, 2 volumes;
M.S. Armstrong, «Hugo’s ‘égouts’ and
Le Ventre de Paris», The French Review,
69, 3, feb. 1996, pp. 394-408; M. Gandy, «The Paris sewers and the rationalization of urban space», Transactions of
the Institute of British Geographers, 24,
1999, pp. 23-44; K. Chatzis, La Pluie,
le métro et l’ingénieur : contribution
à l’histoire de l’assainissement et des
transports urbains, L’Harmattan, Paris,
2000; D. Reid, Égouts et égoutiers de
Paris, Presses universitaires de Rennes,
Rennes, 2014; A. Clément y G. Thomas
(eds.), Atlas du Paris souterrain, Parigramme, Paris, 2001; D.L. Pike, Subterranean cities. The world beneath Paris
and London, 1800-1945, Cornell Un.
Press, Ithaca, 2005.
38
Sobre la visión de la arquitectura
y su papel en la obra de Victor Hugo,
J. Mallion, Victor Hugo et l’art architectural, Presses Universitaires de France,
1962; T. B. Raser, «Narrative evasions
of esthetics. Victor Hugo ‘s appreciations of architecture», French Forum,
13, 1988, pp.339-350; J. C. Kessler,
«Cette Babel du monde. Visionnary architecture in the poetry of Victor Hugo»,
Nineteenth-Century French Studies,
19, 1991, pp.417-431; J. M. Losada
Goya, «Victor Hugo ou les paradoxes
de l’architecture. Du livre de pierre au
livre de papier», Travaux de littérature,
12, 1999, pp.163-171; J. Prungnaud,
«Hugo et l’imaginaire de l’architecture»,
en D. Peyrache-Leborgne y Y. Jumelais
(eds.), Victor Hugo ou les frontières
effacées, Pleins Feux, Nantes, 2002, pp.
255-268; Ch. Brière, Victor Hugo et le
roman architectural, Honoré Champion,
Paris, 2007.
39
Introduction, cit., p. XXXIV.
J. Seebacher, “L’universalité de
Paris: Victor Hugo et l’Exposition de
1867”, Revue du Musée d’Orsay, 48,
1, 1989, pp. 63-68; J. Seebacher, «Capitale de la violence: le Paris de Victor
Hugo», Cahiers de l’Association Internationale des Études Françaises, n° 42
(1990), p. 43; F. Chenet- Faugeras (ed.),
Victor Hugo et l’Europe de la pensée, Nizet, Paris, 1995; D. Fernandez, «Le Paris
de Victor Hugo: une splendide utopie»,
en Victor Hugo, Paris, Bartillat, Paris,
2001; J. Neefs, «Paris Guide, 1867», en
J.-J. Lefrère y M. Pierssens (eds.), Paris, sa
vie, son œuvre : huitième colloque des
Invalides, 19 novembre 2004, Tusson,
Du Lérot, 2005, pp. 69-74; E. Ousselin, «Victor Hugo’s European Utopia»,
Nineteenth-Century French Studies, 34,
2005-2006, pp. 32-43; C. Bouliane, Décombres de l’avenir et projets rudéraux:
les métamorphoses de Paris chez Verne,
Hugo et Zola, tesis doctoral Université
de Montréal, 2009; S. Artes, «Victor
Hugo’s Paris: Reviving Palingenesis»,
French Forum, 35, 1, 2010, pp. 1-16.
40
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 53-71
41
«Ahora bien, en mi prefacio indico, y ese es mi tema, el papel de París en
el pasado, en el presente y en el futuro»
(Victor Hugo, Correspondance (18491866), T. 2, Paris, Ollendorff, 1950, p.
568).
42
El paciismo de Victor Hugo tiene
una larga trayectoria previa, con numerosas relexiones que anticipan la utopía
de la paz mundial plasmada en el texto
de 1867. Uno de los más claros precedentes es su intervención en el Congreso de Amigos de la Paz Universal que
tuvo lugar en París en agosto de 1849
(Congrès des Amis de la Paix Universelle réuni à Paris en 1849, Librairie de
Guillaumin et Cie., París, 1850).Vid. C.
Millet (ed.), Hugo et la guerre, Editions
Maisonneuve & Larose, Paris, 2002.
43
Sobre la importancia del pensamiento sansimoniano en las visiones de
París en las décadas centrales del XIX,
A. Picon, Les saint-simoniens. Raison,
imaginaire, utopie, Éditions Belin, París,
2002.
44
Introduction, cit., p. XXXIII. Entre esos personajes que odian al París
siempre móvil, Hugo cita a Joseph De
Maistre.
45
«Bajo el París actual, el antiguo
París se distingue como el viejo texto entre las ruinas del nuevo» (Introduction,
op. cit., p. X).
46
«¿No puede hacerse un ilm apasionante a partir del plano de París, del
desarrollo en orden temporal de sus distintas coniguraciones, del condensar el
movimiento de sus calles, sus bulevares,
sus pasajes y sus plazas a lo largo de un
siglo en el espacio de una media hora?
Y ¿no es ese el trabajo del lâneur?» (W.
Benjamin, Obra de los pasajes, op. cit., C
I, 9, vol. 1, p. 169).
47
«El comienzo de París es contiguo
a la decadencia de Roma» (Introduction,
op. cit., p. VII).
48
Como es bien sabido, la mitiicación de la Revolución Francesa sería el
tema justamente de la última novela de
Victor Hugo: Quatre-vingt-treize, Michel
Lévy Frères, París, 1874.
49
Jean Mallion destaca, sin embargo, el especial interés de Hugo por
esta ciudad alemana y su pasado imperial romano en los viajes que realiza en
1862 y 1863 (J. Mallion, op. cit., pp.
309-311)
50
Por ejemplo, en Ferragus (18331834), como he estudiado en J. Calatrava, «Balzac urbanista: el espacio parisino
en Ferragus», P+C. Proyecto y ciudad.
Revista de temas de arquitectura, 2,
2011, pp. 5-22.
vimiento insensible pero irresistible y
desconocido, rechazan a su morrena
los bloques erráticos, París ha arrojado
fuera todas las inmundicias, la voirie, los
mataderos, la pena de muerte» (Introduction, op. cit., p. XXXV)
G. Poulet, Les métamorphoses du
cercle, Plon, París, 1961.
«Lo realizable es un bloque que
hay que desbastar y del que los soñadores comienzan el modelo» (Introduction,
op. cit., p. XXXVII). Esta imagen de la talla
del bloque estaba igualmente presente
en Los Miserables (ed. cast. cit., I,VI, 1).
51
52
Hugo recurre aquí una vez más
a la metáfora geológica: «Como los
glaciares, que tienen un no sé qué de
castidad grandiosa y que, con un mo-
53
54
He utilizado la edición francesa posterior que reúne ambas obras:
V. Hugo, L’Année térrible / Les Années
funestes, 1854-1870, Nelson éditeurs,
París, s.d.
55
«Où le sphinx dit: Chaos, Paris
dit: Liberté!» («Donde la esinge dice:
Caos, París dice: ¡Libertad»), V. Hugo,
L’Anné Térrible, op. cit., poema Paris incendié, p. 211.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 53-71
71
Juan Calatrava
El París de Haussmann como territorio de la utopía
ENSEÑANZA Y UTOPÍA. INICIATIVAS ASOCIADAS EN
LA ARQUITECTURA MODERNA URUGUAYA
William Rey Ashield
Universidad de la República de Uruguay
RESUMEN
La inserción de ideas utópicas en la arquitectura moderna uruguaya, durante la primera mitad
del siglo XX, resulta comprobable en programas de alto interés social, como la enseñanza y su posibilidad de desarrollo en infraestructuras edilicias diferentes, entendidas estas como ámbitos para la
formación de un hombre nuevo, en fuerte comunión con la naturaleza. Un ejemplo ilustrativo de esa
búsqueda utópica lo constituye la idea de Parques Escolares, desarrollada por el ilósofo Carlos Vaz
Ferreira y materializada a través de distintos anteproyectos arquitectónicos, a inales de la década de
1920. Algunas obras realizadas en los años de 1930, todavía recogen algunas de estas ideas, aun
cuando ya no resulten proyectos directamente asociados a los Parques Escolares: se trata de las llamadas Escuelas Experimentales, proyectadas por el arquitecto Juan Scasso.
Palabras clave: parques escolares, enseñanza, naturaleza, utopía, proyectos de arquitectura
ABSTRACT
The emergence of utopian ideas in modern Uruguayan architecture in the irst half of the 20th
century took shape in programmes of signiicant social interest, for example in education and the
possibilities of applying them in different architectural infrastructures, which were understood as
areas for the creation of a new man at one with nature. An illustrative example of this search for utopia is the Parques Escolares (school parks) concept developed by the philosopher Carlos Vaz Ferreira
and which took material form in a number of preliminary architectural plans in the late 1920s. Some
of the works carried out in the 1930s continued to put forward some of these ideas, even if they no
longer had any direct link with the Parques Escolares projects. These works included the so-called
Escuelas Experimentales (experimental schools), designed by the architect Juan Scasso.
Keywords: school parks, teaching, nature, utopia, architectural projects
La arquitectura moderna uruguaya tuvo importantes convergencias con la idea de utopía,
entre las décadas de 1920 y 1950. Sin embargo, más que en la dimensión urbana – si bien
pueden rastrearse algunos intentos a esa escala,
estos proyectos quizás estén más cercanos a lo
ideológico que a lo utópico1 – es necesario analizar dicha utopía dentro de ciertos programas de
arquitectura pública, fundamentalmente orientados a la salud y a la enseñanza.
Entre los primeros, constituye un singular
ejemplo el llamado Centro Médico, proyectado
a partir de una ley promulgada en octubre de
1926 que autorizaba la creación de la Facultad
de Odontología y otros dos ediicios2, concebidos en proximidad y conformando una suerte de
“ciudad de la salud”. Las formas que adquiere el
conjunto y su disposición planimétrica, su destino social y pedagógico así como su concepción
igualitarista de acceso a los programas sanita-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 73-83
William Rey Ashield
74
Enseñanza y utopía. Iniciativas asociadas en la arquitectura moderna uruguaya
rios, forman parte de una utopía que, aunque
controlada, resulta suiciente para poner en crisis
los discursos historiográicos que han negado el
vínculo entre esta y la producción arquitectónica de entonces3. Lo mismo podríamos decir de
ciertos programas sociales, con fuerte énfasis
en materia de sanidad, como lo fue el plan de
Centros de Barrio4, al que estuvieron vinculados
importantes arquitectos modernos como Juan
Scasso y J. H. Domato.
Más clara y contundente es, en cambio, la
relación de la arquitectura moderna uruguaya
–en particular la de la primera mitad del siglo
XX- con programas de enseñanza que cuestionan y replantean las líneas pedagógicas más
tradicionales en esta materia. Desde este punto
de vista, es necesario analizar las posibles correspondencias entre la propuesta arquitectónica y
una dimensión utópica cuyo propósito será el
alcance de un hombre nuevo, mejor preparado
para la vida y, al mismo tiempo, en mayor comunión con la naturaleza.
En realidad, Vaz Ferreira había planteado
antes esta iniciativa6, en ocasión de integrar la
Dirección de Instrucción Primaria, donde los problemas de la ediicación escolar eran, por entonces, bastante acuciantes. Pero si bien el estado
uruguayo asumía la necesidad de aportar y recibir ideas en relación a programas y a nuevas
infraestructuras escolares, veía compleja la ejecución de esta propuesta en razón de una estricta solución de transporte. Sin embargo, en 1927
– para entonces habían cambiado radicalmente
las coordenadas del transporte urbano en Montevideo – el proyecto comienza a ganar visos de
realidad con el apoyo del Ministro de Instrucción
Pública, Enrique Rodríguez Fabregat, quien toma
con agrado la propuesta y le hace ajustes para su
más eiciente materialización. Esta igura política
hace pública la idea7, al tiempo que promueve el
desarrollo de tres anteproyectos interpretativos,
que se materializarían dentro del Departamento
de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas
(Figs. 1 y 2).
Los Parques-Escolares
En una interesante conferencia dictada en
1927, Carlos Vaz Ferreira5 – igura central de la
ilosofía uruguaya en el siglo XX –, airmaba la
necesidad de una concepción alternativa de la
escuela pública a partir de un nuevo programa
edilicio y un contexto ambiental diferente. Se trataba de una organización escolar capaz de llegar
a un muy elevado número de niños, integrados
todos dentro de un gran ámbito verde, que rodearía a diferentes ediicios escolares. El autor del
proyecto especiicaba tanto las características del
terreno –una suerte de isla arcádica, deinida en
sus diferentes detalles paisajísticos y ambientales-, como las arquitecturas correspondientes
que deberían ser de extrema simplicidad formal y
material, en consonancia “con el espíritu moderno”. Las dimensiones del proyecto y la enorme
concentración de población infantil dentro de un
mismo sitio, conformaba de por sí una propuesta
asombrosa, de una escala difícil de imaginar en la
época. Aun así, una parte importante del espectro político uruguayo estuvo dispuesto a considerarla y debatirla, fenómeno interesante de apertura a lo nuevo que ayuda a explicar también el
creciente desarrollo de la arquitectura moderna
estatal, en tempranas décadas del siglo.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 73-83
Fig. 1. Publicación del Ministerio de Obras Públicas, presentada
en el III Congreso Panamericanos de Arquitectos, en Buenos
Aires. 1927
Enseñanza y utopía. Iniciativas asociadas en la arquitectura moderna uruguaya
75
Es decir que los parques-escolares se presentan
como una idea algo subversiva frente al orden
imperante de los viejos programas de enseñanza
y sus correspondientes arquitecturas, exigiendo
de manera alternativa un nuevo hábitat para su
desarrollo.
William Rey Ashield
Fig. 2. Folleto publicado a iniciativa de la Editorial Gutenberg
En 1929, cuando Le Corbusier dicta sus conferencias en Montevideo, hace especial énfasis
en la importancia de este proyecto, concebido
por Vaz Ferreira, sosteniendo al respecto:
Es magníico. Si se lleva a cabo Uds. podrán
ofrecer al mundo entero una realización soberbia
de altas proporciones humanas. Esta obra marcará una etapa pedagógica y será decisiva para
el destino de la cultura y de la raza del Uruguay.
Aunque haya adversarios encarnizados de los parques escolares y timoratos que tiemblen de miedo
ante la originalidad auténtica de ese proyecto, no
importa: ellos quedarán en una situación tan mezquina y ridícula como los adversarios de Pasteur o
de Galileo ante la ciencia actual. Repito que tengo
la certeza de que los buenos principios triunfan
después de las luchas que provocan. Esto forma el
eje del credo de mi optimismo actuante.8
La propia argumentación del arquitecto
suizo habla a las claras de esa dimensión utópica. Se trata para él de un proyecto “de altas
proporciones humanas” que se fundamenta en
“buenos principios” y, por sobre todo, que estos
“triunfan después de las luchas que provocan”.
A pesar este gran impulso y respaldo de opiniones, el proyecto fue naufragando lentamente
hasta ser abandonado. Alguna de las argumentaciones en su contra reirieron levemente a lo
utópico del mismo, bajo el entendido de que
si bien se trataba de un propósito con buenas
intenciones era, sin embargo, falto de realismo. Como es sabido, tal valoración de la utopía
como proyecto de difícil realización se instala en
una buena parte de los discursos modernos del
siglo XX – incluido Uruguay – como deriva del
uso que Carlos Marx hiciera del mismo al deinir el carácter de las propuestas socialistas anteriores a su modelo. Esta equívoca aplicación
del término, reiterada históricamente por otros
autores, llevó a que muchas ideas utópicas, verdaderamente subversivas del cuerpo ideológico
imperante, fueran entendidas como opciones
inútiles o de escaso valor práctico. En paralelo,
muchos proyectos utópicos extremaron deiniciones y detalles de materialización y operativa,
como manera de evitar caer en tal deinición, esgrimiendo argumentaciones de base cientiicista
– isiológicas, psicológicas, etc. –, que ocultaban,
muchas veces, el real deseo de construir un proyecto alternativo más ambicioso, con vocación
de metas superiores como ser la construcción
de un hombre y una sociedad nueva. Esta raíz
utópica estaba, precisamente, en el proyecto de
los Parques-Escolares propuestos por Vaz Ferreira, aunque teñido de otras explicaciones que, si
bien importantes, posiblemente no constituían
la razón última de su propuesta.
Mens sana in corpore sano
“No hay solo aquí una cuestión de ediicios:
hay la cuestión fundamental de la salud y la vida
de un pueblo”, sostiene Rodríguez Fabregat9, en
directo apoyo al proyecto del ilósofo. Luego subraya: “El ideal de una raza fuerte y sana – mens
sana in corpore sano – sólo puede conseguirse
a condición de que el niño sea sano y vigoroso
(…). Las ciudades no han sido construidas en vista de esa aspiración”10. Para esto, el ministro en-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 73-83
William Rey Ashield
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Enseñanza y utopía. Iniciativas asociadas en la arquitectura moderna uruguaya
tiende que el programa escolar podría remediar,
en parte, los problemas de la ciudad: “Instálense
las escuelas urbanas en los alrededores [de la
ciudad], o en pleno campo si es posible. Así, los
niños de las ciudades tendrán lo que en ellas falta, por lo menos a la gran mayoría: aire, luz, sol,
espacio libre, horizontes abiertos, diario e íntimo
contacto con la naturaleza”. El discurso parece
centrarse en la imposibilidad de las ciudades de
aportar ese ambiente ideal, limitado por las rígidas condiciones de localización y por padrones
de acotadas dimensiones.
El propio Vaz Ferreira hace críticas concretas
en este sentido, al referirse a las escuelas de su
proyecto en el verde: “… ya no hay más paredes próximas, ya no hay más necesidad de hacer
más de un piso. Ya no hay ese horror de salones que no pueden dar a la luz ni tener comunicación bien directa con el aire. Ya no hay que
hacer corredores, ni pozos de luz y de aire, ni
patios en condiciones que solo la costumbre nos
hace encontrar tolerables.” Tales observaciones
están en línea con lo expresado en Montevideo
por Le Corbusier: “Acabar de una vez por todas
con ese tipo de escuela inhumana que guarda
traidoramente un enjambre de niños en una sala
(...) pequeña, sombría, triste, deprimente y hasta
húmeda y malsana.”11
En las anteriores apreciaciones es posible
veriicar, además del valor inherente al contacto con la naturaleza, una crítica a la ediicación
montevideana y, de manera indirecta, a las lógicas de agrupación catastral que impone la ciudad de acuerdo al inevitable sistema de medianería. Es de recordar que en esos mismos años
– y luego de un extenso proceso de discusiones
– se aprueba la llamada Ley de Higiene de la Vivienda12, que parece recoger las mismas preocupaciones sanitarias planteadas por Vaz Ferreira
para las escuelas.
Pero si la defensa del contacto con la naturaleza encuentra argumentaciones sólidas, de
base cientiicista – no olvidar el peso que el positivismo tuvo en el Uruguay de la primera mitad
del siglo XX – en la dimensión física y sicológica
de los niños, también hay argumentos culturales de enorme importancia que forman parte de
la mirada integral, acerca de la enseñanza, que
tuvo Vaz Ferreira. Al respecto airmaba en 1927:
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 73-83
Es que no hay educación física completa, sin
la ejercitación en las actividades del trabajo. No
es forzoso ni bueno tampoco que cada hombre
sepa hacer todos los trabajos, incluso los especializados. Pero todo hombre para ser hombre tiene
que saber hacer lo más humano y lo más general
del trabajo. Tiene que saber trabajar la tierra, tiene que saber cavar, tiene que saber plantar, tiene
que ser un poco carpintero, tiene que ser un poco
albañil tiene que saber manejar una azada, manejar un hacha, un serrucho. Eso produce el hombre
completo…13
Es en este último aspecto – la búsqueda de
un “hombre completo” u hombre nuevo – donde
reside la dimensión más utópica y, posiblemente
más importante, del proyecto. Más que resolver
una cuestión de orden sanitario e higienista –
aprender sanamente en el verde - es en la capacidad de enfrentar y convivir con la naturaleza,
superando los límites que esta impone, donde se
centra su principal objetivo. Se trata de un discurso que, cuidando de no ubicarse en una retaguardia conceptual, hace alusión a los excesos de
profesionalismos y tecnicismos de la civilización
contemporánea. Los niños de los parques escolares podrían reconocer su verdadera dimensión
humana “haciéndose” en la naturaleza, como
en una verdadera arcadia de trabajo y aprendizaje, a la manera del Walden de H. D. Thoreau o
quizá -tomando un ejemplo más directo- como
en la propia quinta de Vaz Ferreira, donde sus hijos aprendieron14 en medio de un rústico jardín,
en natural movimiento15. El gran sentido de esa
utopía –el hombre completo, el hombre nuevono debía manifestarse como centro del discurso
-aunque alorara pocas y controladas veces- porque la utopía ya era vista como el lugar de lo imposible. Las razones de higiene y sanidad física y
sicológica, en cambio, estaban en el mejor momento histórico de apreciación y valoración, lo
que explica el lugar central que alcanzaron en la
trama argumental de estos “parques escolares”.
Tres anteproyectos
En la búsqueda de una posible viabilidad de
esta propuesta, durante la titularidad de Rodríguez Fabregat como Ministro de Instrucción Pública, se producen tres proyectos interpretativos
en el marco del entonces llamado Ministerio de
Obras Públicas. Los tres fueron publicados con
sus gráicos y memorias correspondientes en un
Enseñanza y utopía. Iniciativas asociadas en la arquitectura moderna uruguaya
Uno de ellos, el presentado por el arquitecto Fernando Capurro, expone una comprensión
todavía muy académica, que parece incluso establecer lazos con proyectos históricos como el
de las Salinas de Chaux, de C. N. Ledoux. Aunque se trata de un proyecto evolutivo, este se
visualiza en su totalidad a partir de una propuesta radial, bastante próxima al concepto de panóptico. Tres ediicios importantes se ubican en
el centro, tal como lo planteara Vaz Ferreira: un
ediicio museístico ubicado en el eje ordenador
del territorio, al que le sigue un ediicio de asistencia médica, también axial. A los costados del
eje se completa con dos construcciones también
importantes en tamaño y función: el ediicio de
la Escuela Normal Mixta y la Administración. En
derredor de estos se ubicaban las escuelas, ordenadas en 8 áreas verdes que completaban, cada
una de ellas, los seis años de la formación primaria; por esto contaban con 6 ediicios de aulas
y un pabellón central que incluía laboratorios,
sala de los maestros, servicio de leche, cocina y
talleres de trabajos manuales. Importa destacar
el valor asignado a los llamados “campos de experimentación”, donde se identiican grandes
espacios destinados a granja, vivero, bosques
y talleres. Es este componente de la enseñanza
un elemento fundamental en el proyecto de Vaz
Ferreira, pudiendo visualizarse en la correspondiente asignación de espacio (Figs. 3, 4 y 5).
El proyecto del arquitecto Roberto Bianchi,
en cambio, apuesta a una organización más
orgánica y menos comprometida con un orden
geométrico. No obstante, se identiica una jerarquía de localización para los ediicios más importantes: de museos y conferencias, de asistencia
médica, de administración, escuela normal mixta
y cuartel de bomberos. Si bien cuenta con una
zona llamada campo de experimentación este
pierde protagonismo en relación al proyecto de
Capurro, pero dispone de una mejor distribución
de las tareas rurales en el espacio próximo a los
William Rey Ashield
documento presentado ante el Congreso Panamericano de Arquitectos, a realizarse en Buenos
Aires en 1927, lo que da muestra del sentido
moderno que este tenía entonces. No obstante,
las propuestas serían bastante distintas, con manejos alternativos de recursos de composición y
proyectos edilicios.
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Fig. 3. Anteproyecto de parque escolar, del Arq. Fernando Capurro. Esquema General
Fig. 4. Anteproyecto de parque escolar, del Arq. Fernando Capurro. Planta general
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Fig. 7. Anteproyecto de parque escolar. Arq. Roberto Bianchi.
Pabellón de clase
Finalmente, el anteproyecto presentado por
el arquitecto Raúl Federici, constituye una propuesta más limitada en capacidad – ha sido es-
Fig. 5. Anteproyecto de parque escolar. Arq. Fernando Capurro. Plantas de ediicios centrales
ediicios escuela. Estos se agrupan en diez unidades, con cuatro ediicios cada una. Las arquitecturas, al igual que en el proyecto del arquitecto
Capurro se ven algo determinadas por un cierto
academicismo, aun cuando los lenguajes formales se inscriban dentro del camino más propio de
la modernidad (Figs. 6 y 7).
Fig. 6. Anteproyecto de parque escolar. Arq. Roberto Bianchi.
Planta General
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Fig. 8. Anteproyecto de parque escolar. Arq. Raúl Federici. Ediicios Centrales
tudiada para un número de 3000 niños, frente
a las anteriores que consideraron un número de
10.000, tal como lo planteaba Vaz Ferreira – y en
número de ediicios ya que solo alcanza a once
ediicios-escuela, además de los correspondientes ediicios centrales. Quizá esta sea una propuesta más ideológica que utópica, cercana a un
empirismo poco innovador (Figs. 8 y 9).
gunos de ellos la impronta edilicia es más moderna -como en el caso de Bianchi- mientras que
en otros – como Federici – las referencias historicistas se muestran protagónicas en la deinición
de los ediicios centrales. Son tiempos, como se
ha dicho antes, donde la matriz académica es
todavía fuerte, aun cuando distintos arquitectos
uruguayos contemporáneos estén investigando,
por entonces, nuevos y más alternativos caminos
proyectuales.
La escuela “de la vida por la vida”
En 1926, en tiempos cercanos a las discusiones sobre los parques escolares propuestos
por Vaz Ferreira, una maestra llamada Olympia
Fernández iniciaba un viaje por distintos países
europeos – Holanda, Bélgica, Suiza, España y
Francia – con el propósito de formarse en el
área de ilosofía y la psicología. En Bélgica, en
L´Ecole de L´Hermitage, Olympia se vincularía
con el Dr. Ovide Decroly, famoso pedagogo de
quien resultaría una verdadera seguidora de
sus lineamientos doctrinales. Regresada al país,
buscará contagiar las ideas del médico belga
en el ámbito local, hasta conseguir la apertura
de una pequeña escuela donde aplicar la nueva metodología de enseñanza. Era entonces el
año 1927 y había un espacio importante –especialmente durante el Ministerio de Rodríguez
Fabregat – para la innovación en materia de
enseñanza.
Fig. 9. Anteproyecto de parque escolar. Arq. Raúl Federici. Pabellón de clases
Todos los proyectos han evaluado las condiciones naturales del terreno – aun cuando se tratara de terrenos imaginarios y no reales –, como
ser la presencia del agua, las afectaciones del
clima y la generación de microclimas mediante
protecciones de bosques; también la mejor ubicación de los ediicios de acuerdo a las orientaciones y al giro helio-trópico, todos factores que
no siempre pueden resolverse satisfactoriamente
en predios urbanos. Hay en todos estos proyectos un espíritu académico que resulta propio de
los ejercicios de enseñanza desarrollados, por
entonces, en la facultad de arquitectura. En al-
Olympia Fernández haría, sin embargo, una
verdadera adaptación del método decrolyano a
la realidad de nuestro país, tal como lo expusiera
el arquitecto Juan Scasso16, autor del proyecto
para su nueva escuela, en el barrio Malvín. Se
trataba entonces de un sueño que, mediante un
fuerte pragmatismo – diferente en su escala al
ambicioso plan de Vaz Ferreira –, materializaría
lo que aquella maestra uruguaya llamó: “la escuela de la vida por la vida”. La dupla de estos
dos técnicos, Olympia Fernández y Juan Scasso17,
permitió un inteligente y ajustado maridaje entre
ejercicio docente, arquitectura y naturaleza.
Juan Scasso había iniciado antes una cierta
experiencia proyectual en ediicios escolares,
desarrollando un proyecto antecedente para la
Dirección de Escuelas, en el barrio Manga, sobre
el Camino Maldonado:
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Me planteé entonces, el dilema de cómo debería ser. La escuela, me dije, debe abrirse hacia
el exterior, en lugar de las pequeñas ventanas verticales hasta entonces; planteé las ventanas horizontales, de modo de que los niños, unos al lado
del otro, pudieran ver hacia afuera en una extensión grande, volcando la naturaleza hacia adentro.
Si el niño no pudiese salir debido al mal tiempo,
siempre estará mirando hacia afuera. Y frente a
esa naturaleza se da la clase. La escuela estaba en
contacto con el suelo.
Nuevamente aparece aquí la necesidad
de vincular al niño con la tierra, con la naturaleza, lo que expresa la impronta dejada por el
proyecto de parques-escolares de Vaz Ferreira,
aunque también de ciertas iniciativas anteriores
que habían tomado como eje las teorías de Federico Fröebel, especialmente en el ámbito de
la enseñanza prescolar18. Poco tiempo después,
en el año 1928 y ya en el marco de las futuras
escuelas experimentales, Scasso debe enfrentar
uno de los proyectos más importantes en esta
materia: la Escuela Experimental de Malvín. Sobre esta relexionaría años después:
…comenzamos a trabajar [junto a Olympia Fernández] en la escuela. La proyecté con la
particularidad de estar dividida en pabellones, en
contacto con la naturaleza. En lugar de la escuela
para el gran número de alumnos, la planteamos a
la escala del niño y del pequeño grupo. Estos pabellones se iban articulando unos con otros, previéndose un área para el ediicio de servicios generales
que se realizó posteriormente y concediéndose una
importancia extraordinaria a los espacios libres.19
Otro aspecto debe aquí tenerse en cuenta,
en relación a lo planteado por el proyecto de Vaz
Ferreira: la resolución de la arquitectura en pabellones separados, como forma de garantir un
mayor contacto con el verde y centralizar ciertas
actividades comunes en determinado ediicio
“de servicios generales”. No obstante, Scasso reiere también a lo importante de una adecuada
escala, más propia del niño y que, precisamente,
se logra mediante la tipología de pabellón; pero
también entiende necesario un número alternativo de alumnos en relación al proyecto de Vaz
Ferreira. En apoyo a la escala infantil y en concordancia con los nuevos métodos pedagógicos
establece importantes consideraciones respecto
de los espacios interiores, fundamentalmente en
materia de aulas y equipamiento:
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El salón de clases estaba constituido de la siguiente manera: no ya el salón rectangular, el salón profundo con la maestra al frente y los bancos
que se iban extendiendo hacia el fondo, como en
la escuela clásica, sino el salón cuadrado, con total
disposición de los bancos individuales. Todo lo que
tenía pared llena, eran pizarrones a la altura del
niño de modo que todos dibujaban o escribían al
mismo tiempo, pues el sistema pedagógico así lo
establecía.20
Se elimina la forma tradicional de alineación
de bancos por lo que Scasso sostiene: “como corresponde al sistema pedagógico decrolyano, no
existen bancos que conserven una disposición
inmutable y rígida, como en la escuela tradicional; solo existen las mesas de labor colectiva.”21.
Las transformaciones funcionales podían alcanzar hasta las propias circulaciones, las que llegaban a adquirir verdadero carácter lúdico. Los dos
Fig. 10. Escuela Experimental de Malvín. Arq. Juan Scasso.
Fotografía de Juan Ángel Urruzola
Fig. 11. Escuela Experimental de Malvín. Arq. Juan Scasso.
Fotografía de Juan Ángel Urruzola
niveles en que se organizaban los pabellones de
aulas podían sortearse, al bajar, mediante toboganes en carpintería que promovían la alegría y
el juego permanente de los niños (Figs. 10 y 11).
A esta escuela experimental le siguió otra
en la ciudad de Las Piedras, Canelones, aunque
de características diferentes, incluso en materia
pedagógica. También proyectada por Scasso, su
ediicación contó con menos recursos ya que
se trataba de un período de crisis, hacia el año
1931. Se trabajó asimismo con la idea de pabellones insertos en el verde, donde sus espacios
estructuradores internos serían el aula, el laboratorio y el taller. Según Scasso “el aula era la
expresión abstracta, el laboratorio la preparación
y el taller la expresión concreta, pasando el niño
de uno al otro”22. La escuela contaba con un jardín botánico y un espejo de agua recordando,
en cierta forma, las premisas de los parques escolares. Separado de los pabellones se realizaría
luego la ediicación de un comedor y una sala de
actos, también proyectada por el mismo Scasso
(Figs. 12, 13, 14 y 15).
A diferencia de la escuela de Malvín, la respuesta formal resulta – aunque indiscutiblemente moderna – algo evocativa de la tradición rural,
con un manejo de cubiertas inclinadas en pabellones y una propuesta bastante más rupturista
en el diseño del ediicio comedor, el que respondía en cambio a una planta de tipo estrellada23.
Fig. 13. Escuela Experimental de Las Piedras. Pabellón de clases.
Arq. Juan Scasso. Dibujo Testimonial
Fig. 12. Escuela Experimental de Las Piedras. Anteproyecto
del Arq. Juan Scasso. Planta general y ubicación de ediicios
Fig. 14. Escuela Experimental de Las Piedras. Pabellón de clases
Arq. Juan Scasso. Fotografía testimonial
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William Rey Ashield
Enseñanza y utopía. Iniciativas asociadas en la arquitectura moderna uruguaya
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Fig. 15. Escuela Experimental de Las Piedras. Pabellón de clases. Arq. Juan Scasso. Fotografía testimonial
La colmena social
La enseñanza fue considerada en Uruguay,
durante las primeras décadas del siglo XX, un
pivot central dentro del discurso político y social.
En una concepción alineada con el concepto de
progreso, los patrones y métodos de transformación real podían – o incluso debían – estar cercanos a la idea de lo utópico. Se trataba de una
enseñanza entendida como “humanística y universalista”, cuyas arquitecturas se abrían “hacia
el exterior” y la escuela, muy en particular, se
“integraba en sí misma y con la colectividad”.24
Este concepto de integración, precisamente,
será un eje de enorme importancia conceptual
en la arquitectura moderna uruguaya: integración al contexto, integración con las artes visuales, integración en sociedad25. En este último
sentido es que debe verse, por sobre todo, el
compromiso de la arquitectura moderna con los
programas escolares, y su dimensión más utópica. La escuela buscará ser – y de hecho lo fue
– un factor clave en esa integración, durante las
primeras décadas del siglo XX.
La idea de una “colmena social”26 ejerció de
metáfora referencial en distintos discursos acer-
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ca de la institución escolar. En su relacionamiento con la naturaleza la escuela debía ser el lugar
de una nueva polinización, desde donde surgiría
una sociedad integrada y, por tanto, un hombre individualmente mejor. La naturaleza era
entendida como lugar de búsquedas autónomas
e individuales, donde el niño – como la abeja –
se enfrentaría a ella a través de una experiencia
directa, reconociendo sus accidentes y diicultades, su supericie rústica y compleja. El aula
en cambio, sería el espacio donde reconocer y
asimilar esa experiencia; una verdadera osatura
de lógica colmenar en que los alumnos participarían de un estratégico plan funcional, de mejor acceso al conocimiento. Una deinición dada
por el arquitecto J. H. Domato – socio principal
de Juan Scasso –, en relación a las escuelas experimentales advertía ya esta metáfora apícola:
Desde la célula refugio, con su in dentro del
organismo, hasta el gran salón de actos, de alta
signiicación con el todo, comprendiendo toda
la masa ediicada, movida armónicamente con la
vinculación propia de su funcionamiento y el espacio libre distribuido de manera racional, todo debe
responder a un plan funcional.27
Lo anterior constituye una muestra de una
modernidad integral e integradora, triunfante
en el Uruguay de la primera mitad del siglo XX.
No se trató de una modernidad de epitelio, de
cáscara formal, de adopción de simples modos o
tics, sino de una arquitectura moderna con base
conceptual (en términos programáticos) y visual
(en términos formales, materiales y simbólicos),
que manifestó una adscripción irme a lo nuevo.
Una modernidad, por tanto, que nunca descartó la visión utópica ni el desafío de revertir los
órdenes hegemónicos – o al menos, más tradicionales – en programas de primera importancia
como lo fue, sin duda, la enseñanza.
Enseñanza y utopía. Iniciativas asociadas en la arquitectura moderna uruguaya
83
movimiento” del que habla el francés
Gilles Clement. Vaz Ferreira de Duruty,
Matilde, Op. cit., pág. 17.
William Rey Ashield
NOTAS
1
Tomaré como válida y acertada la
distinción conceptual entre los términos
utopía e ideología, que planteara Karl
Mannheim, en su ya clásico libro: Mannheim, K.. Ideología y Utopía. Introducción a la sociología del conocimiento,
Fondo de Cultura Económica, México,
1993.
2
Se trataba de los ediicios del
Hospital de Clínicas y del Instituto Experimental de Higiene. Se agregaría, en
forma siguiente, el ediicio del Instituto
Nacional de Traumatología. Todos ellos
se concibieron bajo la impronta de un
fuerte compromiso moderno, tanto programático como formal.
3
Ver esta negación de lo utópico
en: Arana, Mariano y Garabelli, Lorenzo,
Arquitectura renovadora en Montevideo
1915-1940, Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, 1995.
4
Scasso, J., “Un problema social:
El empleo de las horas libres en la ciudad”, Arquitectura, N° 217, Montevideo, 1947.
Vaz Ferreira, C., “Parques escolares”, en Lecciones sobre pedagogía y
cuestiones de enseñanza, Tomo XVI, vol.
3, Cámara de Representantes, Montevideo, 1957, pág. 159.
5
6
Ya en 1904, Vaz Ferreira había
planteado la necesidad de crear una
escuela-parque para 10. 000 alumnos
- o en su defecto dos de 5000 -, en la
periferia urbana de Montevideo. Tal iniciativa, aunque entonces no encontró
oposiciones irmes fue desconsiderada.
En 1913, retomó el tema de los parques escolares con una propuesta que
daba especial solución a la cuestión del
transporte en función de la aparición
del tranvía eléctrico en la escena urbana. Más tarde aun, en 1923, desarrolló
nuevamente su idea siendo publicada
en diversos medios de prensa, pero con
escaso éxito.
7
Puede leerse el cuerpo argumentativo de este proyecto en un documento impreso, presentado al Tercer
Congreso Panamericano de Arquitectos
en Buenos Aires: Capurro, Fernando,
Parques Escolares, Dirección de Arquitectura, Ministerio de Obras Públicas,
Montevideo, 1927, pág. 13.
8
Guillot Muñoz, Álvaro y Gervasio,
“Le Corbusier en Montevideo”, Revista
Cruz del Sur, N° Enero/febrero 1930,
Montevideo, pág. 14.
9
Capurro, Fernando, Op cit., pág.
10
Capurro, Fernando, Op cit., pág.
14.
14.
Guillot Muñoz, Álvaro y Gervasio,
Op cit., pág. 14.
11
12
Esta ley, aprobada en 1928, tendría una importante incidencia en la
transformación de los tipos edilicios, ya
que exigiría el contacto directo con el
aire y la luz de todos los espacios habitables de la vivienda. Sería el comienzo
del in para ciertas tipologías introvertidas, en base a patios, tal como lo era
la llamada casa estándar. Asimismo, esta
ley deiniría un crecimiento paulatino de
los tipos extrovertidos, de muy diferente
organización y características en relación
a la ocupación del padrón y en cuanto
a la morfología resultante dentro de la
manzana.
13
Conferencia dictada el 29 de abril
de 1927. Vaz Ferreira, Carlos, Parques
Escolares, Editorial Gutemberg, Montevideo, pág. 18.
En un folleto, publicado por su
hija Matilde Vaz Ferreira de Durruty, en
1981, en la introducción al mismo, Dora
Isella Russell airma: “…al igual que sus
hermanos – como antes su padre y su
hermana María Eugenia – [Matilde, hija
de Vaz Ferreira] no concurrió a ninguna
escuela, compartiendo las enseñanzas
que les impartía su madre, maestra brillante…”. Vaz Ferreira de Durruty, Matilde, Recuerdos de mi padre, Monteverde
y Cía, Montevideo, 1981, pág. 7.
14
15
Decía Matilde Vaz Ferreira: Mi padre amaba mucho la naturaleza. Admiraba sus manifestaciones a las cuales, a
veces consideraba como presagios. (…)
Conocido es el cariño que profesaba
a las plantas y cuan sincero era el que
sintió por una glicina que extendía sus
innumerables brazos frente al antiguo
escritorio de su quinta de Atahualpa,
que hizo desviar a la línea de ediicación
varios metros (…). Sentía una gran predilección por todo lo silvestre y agreste”.
Las características del jardín de la Quinta
de Vaz Ferreira encuentra amplias similitudes con el concepto de “jardín en
16
Scasso, J., “Las escuelas experimentales de Malvín y Las Piedras”, Revista de la Facultad de Arquitectura, N°
6, 1965, Montevideo, pág. 50.
17
Es necesario recordar también, en
esta iniciativa, la igura del Dr. Ghigliani, quien desde un cargo directriz, fue
también un entusiasta de la idea. Junto
a Olympia Fernández formará una comisión de escuelas experimentales, para
poner en práctica, de manera paralela
a la escuela oicial, los nuevos métodos
pedagógicos.
18
Se destaca, en este sentido, la
labor pedagógica desarrollada por Enriqueta Compte y Riqué, quien se había
compenetrado de las enseñanzas de
Fröebel en Europa. Dichas teorías fueron
introducidas por esta pedagoga en forma manera temprana – 1890 – en Uruguay. El valor del juego libre y del uso de
los sentidos en el proceso de enseñanza
resultaría un factor clave para el contacto temprano del niño con la naturaleza.
19
Scasso, J., Op. cit., pág. 50.
20
Scasso, J., Op. cit., pág. 50.
Scasso, J., “La Escuela Experimental de Malvín”, Arquitectura, MayoJunio 1932, SAU, Montevideo.
21
22
Scasso, J., Op. cit., pág. 51.
Al respecto dice Scasso: “…el comedor lo imaginé como una gran jaula
de cristales, con una forma abierta similar a una estrella. Es interesante observar
como dentro de la modestia del planteo,
cambiándolos techos de modo que tuvieran pendientes hacia lados opuestos,
se lograba una cosa muy interesante,
muy variada, muy movida y relacionada
con el lugar.”. Scasso, J., Op. cit., pág.
51.
23
24
Scasso, J., Op. cit., pág. 51.
Rey Ashield, William, Arquitectura Moderna en Montevideo. 19201960, Udelar, CSIC, 2012, pág. 91.
25
26
Rey Ashield, William, Op. cit.,
pág. 119.
27
Domato, J. H., “Los parques
escolares”, Arquitectura, Mayo-Junio
1932, SAU, Montevideo, pág. 109.
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MICROUTOPÍAS
Francisco Jarauta
Universidad de Murcia
RESUMEN
En un planeta completamente urbanizado y sometido a constantes conlictos, no sólo el debate
artístico ha dejado atrás los derroteros formalistas o autorreferenciales, sino que las cuestiones arquitectónicas y urbanísticas han vuelto a ocupar un lugar central. En ese contexto, cabe volver a plantearse el tipo de preguntas que, ya en los sesenta, se plantearon unos cuantos radicales - sean estos
los situacionistas, los miembros de Archigram, o el grupo de Andrea Branzi -, preguntas de enorme
calado que tienen que ver con la posibilidad de relacionar esa arquitectura con un ideal político a
la altura de los tiempos, así como con la recuperación de cierta idea de lo urbano como espacio de
representación social.
Palabras clave: arquitectura y urbanismo contemporáneos, situacionismo, Archigram, arquitectura radical, polis, libertad
ABSTRACT
In a world that is completely urbanised and prone to conlict on a constant basis, the artistic
debate has moved on from formalist and self-referential stances, with architectural and urban development issues occupying a central role once more. It is in this context that the type of questions
asked by radicals such as the situationists, the members of Archigram and Andrea Branzi’s group in
the 1970s should be posed once more. These are extremely important questions that centre on the
possibility of linking this architecture with a political ideal in keeping with the times and with the
revival of the idea of the urban as a space of social representation.
Keywords: contemporary architecture and town planning, situationism, Archigram, radical architecture, polis, freedom
El debate sobre la arquitectura y el arte contemporáneos ha dejado de ser hoy un debate
autorreferencial. Si en las últimas décadas la discusión había quedado limitada al círculo de tiza
de la discusión posmoderna – atenta principalmente a determinados experimentos formales
y estéticos –, a partir de los ’90 los problemas
son otros y la arquitectura y el arte hacen suyos
una serie de nuevos contextos políticos, sociales
y culturales, próximos a los grandes cambios que
deinen y caracterizan nuestra época. Estos cambios son pensados desde una dimensión globalizada que, por una parte, ha permitido superar
ciertos esquemas interpretativos y críticos, y, por
otra, ha forzado a la arquitectura a plantearse
nuevos problemas, más próximos a las condiciones derivadas de los cambios culturales del habitar humano.
El mapa que resulta de este cambio de posición es sorprendente. La arquitectura ha pasado
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Francisco Jarauta
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Microutopías
a ser en estos momentos uno de los laboratorios
de análisis y discusión más activos con relación al
debate contemporáneo sobre los grandes cambios civilizatorios que la humanidad está en proceso de realizar. Esta relación con la época atraviesa hoy en día dos frentes complementarios de
cuestiones que en su articulación posibilitan un
nuevo discurso y unas nuevas propuestas.
El primero de ellos tiene que ver con la emergencia de nuevos problemas, derivados principalmente del crecimiento de la población mundial y de su distribución urbana. Hemos asistido
a lo largo del siglo XX a un cambio cualitativo de
incalculables consecuencias. De los 1300 millones de habitantes de comienzos de siglo, se ha
pasado a 7750 hoy en día. De esta población,
en 1900 sólo el 10% vivía en ciudades; actualmente, la población urbana supera el 68%, indicando esta tendencia un proceso irreversible
que no es necesario comentar aquí, pero que
anuncia una transformación radical del mapa
urbano heredado del siglo XX. Sin entrar en más
análisis, el factor demográico ha sido uno de los
agentes más importantes de la transformación
del mundo contemporáneo. Una lectura detenida de los análisis de Paul Kennedy o del Global Urban Observatory nos permitiría situar este
problema como la matriz más dinámica respecto
a otros numerosos problemas que recorren por
igual aspectos que tienen que ver con los lujos
migratorios, la aparición de las nuevas grandes
concentraciones urbanas, la depauperización
de los sistemas de vida, la crisis de las identidades culturales. Bastaría recordar cómo de las 33
megápolis anunciadas para el 2020, 27 estarán
situadas en los países menos desarrollados y de
las cuales 19 estarán en Asia.
Este mapa humano, frente al que es difícil ser
neutral, ha planteado nuevos y acuciantes interrogantes que la arquitectura contemporánea ha
hecho suyos. En primer lugar, la ciudad ha pasado a ser uno de los problemas centrales de la
discusión, convirtiéndolo en el espacio que mejor
articula todas las variantes culturales, sociales,
antropológicas con las que la arquitectura dialoga. En él convergen procesos complementarios
que deciden la urgencia de un repensamiento.
Por una parte, en un proceso de desterritorialización progresiva de lo político, la ciudad
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pasa a ser el lugar más real políticamente hablando. La abstracción creciente que afecta a los
sistemas de representación política, inscritos en
la tendencia a una cada día más fuerte globalización, la defensa de lo local como espacio y
marco de identiicación básica adquiere una dimensión nueva que puede concretarse en todas
aquellas dimensiones que deinen social y culturalmente el proyecto de una sociedad determinada. Este espacio coincide con el territorio de lo
local, llámese ciudad, región, etc. Pero de todas
estas variantes, es la ciudad la que deine mejor
la particularidad especíica de las formas de habitar. Nace así una complejidad nueva que, en la
tensión global/local, se decanta hacia la defensa
de aquellos sistemas de representación capaces
de actuar como referentes funcionales de lo social, cultural y político. En la ciudad se proyecta,
se construye el espacio social, se intercambian
aquellos sistemas simbólicos que desde la apropiación individual hacen posible una identidad
cultural básica transitoria.
Pero, al mismo tiempo, la ciudad se ha
convertido en el espacio por excelencia de representación y expresión de las nuevas tensiones sociales, culturales, políticas del mundo
contemporáneo. Paradójicamente, a la variante
primera que la convertía en el espacio más real
políticamente hablando, le acompaña el efecto
derivado de una nueva complejidad que problematiza el aparente efecto identitario que se le
había atribuido. La ciudad es cada vez más el escenario de derivas y lujos, de encuentros y fugas
producidos en el territorio que articula los sujetos que la recorren, sus formas de vida, sus necesidades y ansiedades. Las marcas, las señales
de diferenciación e identidad o reconocimiento
constituyen una economía de lo simbólico que
Richard Sennett o Paul Virilio han identiicado en
su dimensión funcional. Son ellas las que articulan el difícil equilibrio – cada vez más frágil – de
las nuevas complejidades sociales.
Surge así un nuevo territorio urbano que
Rem Koolhaas ha deinido como la ville générique. Escenario de la nueva complejidad, se constituye en la forma urbana que transforma los
esquemas de la ciudad histórica, su memoria y
fuerza simbólica, para desplazarse hacia el lugar
neutro de coexistencia de grupos sociales, cul-
Pero, al mismo tiempo, la ville générique,
que se construye de acuerdo a la lógica de la
expansión y acumulación, representa otro modelo de concebir y mostrar la ciudad. Al debilitamiento de una identidad dominante, le sigue
la producción de una estructura urbana radial
y periférica, que Pierre Bourdieu ha analizado
detenidamente entendiéndola como el lugar de
representación negada de lo social. La ville générique produce un nuevo ser social, construido
desde la materia híbrida de las diferencias, de las
ausencias forzadas por la distancia del lugar de
origen, de su voz suspendida, de la mirada extraviada. Este nuevo ser social irrumpe en la ville
générique descentrando su sistema simbólico de
poder, aquel que nombra y legitima los nombres
y ritos de la historia hegemónica.
Habitar la ville générique conlleva situarse
en el espacio abierto de las estructuras difusas
que los lujos humanos que recorren la ciudad
generan. Este nuevo territorio constituye hoy
un desafío creciente al trabajo de proyección y
urbanización que la arquitectura tiene que resolver. Los referentes desde los que pensar las
respuestas están ahora condicionados tanto por
las complejidades nuevas como por las posibilidades de respuesta deinidas a partir de las
nuevas tecnologías. Es este nuevo lugar, en el
que de alguna forma convergen los problemas
y las disponibilidades técnicas, el que hace que
el trabajo de la arquitectura se enfrente hoy a
nuevas respuestas. Posiblemente lo que ha quedado atrás es una tradición difícil de restaurar y
que hallaba en los principios del humanismo las
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referencias programáticas para pensar el proyecto. Hoy todo ha cambiado y proyectar tiene que
ver con la necesidad de interpretación y decisión
política sobre el territorio emergente del mundo.
Francisco Jarauta
turas, géneros, lenguas, religiones… diferentes.
La ville générique pasa a ser el nuevo laboratorio
de relaciones, miradas, tolerancias, reconocimientos que confrontan directamente el modelo
heredado de la antigua ciudad, dominada por la
memoria de un tiempo sobre el que se construía
la historia de una identidad. El nuevo cuerpo
social – como escribiera Foucault – se presenta
desde las marcas de diferencias múltiples, reunidas apenas en el provisional y frágil modelo
de las nuevas relaciones sociales. No se trata de
una identidad construida desde el segmento
dominante de los tiempos comunes, sino desde
la interferencia de tiempos y voces, memorias y
narraciones diferentes.
Microutopías
Pero entre las ideas y los hechos se abre, de
nuevo, la grieta de los usos y olvidos. Cuantas
veces regresamos a una nueva lectura de los
ideales de la arquitectura del siglo XX, hasta la
crisis del movimiento moderno, llegamos a pensar que su diicultad, por no decir fracaso, fue no
haber logrado ser una eicaz herramienta para la
construcción de formas políticas democráticas o
teorías de la igualdad social, tal como Georges
Bataille señalara ya en algunos de sus escritos
del Collège de Sociologie. La ciudad, el proyecto, fueron siempre pensados desde la necesidad,
no de la forma o el canon, sino desde la propia
noción de libertad. Es acertadísima la opinión
de Jeffrey Kipnis al insistir en la pertinencia de
considerar el valor social y cultural de la libertad
como una de las metas de la arquitectura, una
meta siempre comprometida en el conlicto entre lo individual y lo colectivo; una abstracción
que se discute sin posibilidad de resolución por
teorías políticas y ilosóicas, pero que se halla
en la base de toda forma de civilización. No en
vano, habría que volver a pensar la democracia
como una forma política y su construcción como
el trabajo central de un sujeto que sume la compleja determinación de las formas de vida entendidas en su sentido más amplio.
Desde esta perspectiva, la arquitectura incide
de manera directa en el territorio culturalmente
determinado, pensando, decidiendo el posible
sistema de formas que deinen el proyecto. Pero
éste debe pensar inevitablemente la tensión de
aquel territorio para hacer posibles libertades
provisionales en situaciones concretas, libertades
como las experiencias, como las sensaciones o
como aquellos efectos que acompañan la experiencia. Esta frontera que recorre los extremos de
la libertad como principio social, fue el territorio
preferido de quienes coincidieron en la Internationale situationniste a inales de los años ’50. Su
lucha por la conquista de la libertad en el marco
privilegiado de la ciudad, pensado como el lugar
natural de los conlictos socio-políticos y de los
nuevos cambios sociales. Desde la dérive de Guy
Debord (entendida como una técnica de tránsito
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Francisco Jarauta
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Microutopías
fugaz a través de situaciones cambiantes) al proyecto New Babylon de Constant, crecieron una
amplia serie de ideas y proyectos cuya intención
principal no era otra que la de construir espacios abiertos para sujetos nómadas, cuya forma
de vida siempre transitoria iba deiniéndose de
acuerdo a la lógica de los acontecimientos, tal
como sugeriría más tarde la Walking City, proyecto realizado por Archigram en 1963.
Al igual que los componentes del movimiento Arquitectura radical, que entre 1965 y 1975
cuestionan el modelo de sociedad industrial y sus
proyectos urbanos, tal como venían desarrollándose en los años ’60 en Europa. Andrea Branzi daba de ella una primera interpretación: «La
arquitectura radical se sitúa en el interior de un
movimiento más amplio de liberación del hombre
de las tendencias de la cultura contemporánea,
liberación individual entendida como rechazo de
todos los parámetros formales y morales que, actuando como estructuras inhibitorias, diicultan la
realización plena del individuo. En este sentido, el
término “arquitectura radical” indica más que un
movimiento unitario, un lugar cultural». En efecto, este lugar cultural remitía al amplio debate de
ideas que recorre de forma plural las diferentes
disciplinas que orientaban la construcción de una
civilización industrial, base de la actual. Frente a
ella se airmaban dos dispositivos complementarios: uno, dominado por la crítica de las formas y
legitimaciones que acompañaban a la instrumentalización del movimiento moderno, prisionero
de aplicaciones y utilidades; otro, la búsqueda
de nuevos procedimientos para construir nuevos
territorios sobre los que reinventar el orden de
lo cotidiano. Tanto en un aspecto como en otro
coinciden unos y otros al hacer suya la crítica de
una ideología de la forma, de un positivismo de la
función y de la mecanización, causas principales
de un proceso creciente de abstracción y homologación que dejaba la puerta abierta al abandono
de las condiciones humanas del proyecto. Este
conlicto entre privado y público, entre individuo
y sociedad, que ya había sido planteado por los situacionistas, volvía ahora con nuevos argumentos
y proyectos, enmarcado en un contexto cultural y
político nuevo.
Se trataba de una crítica que ya a partir de
los años ’50 recorría por igual los planteamien-
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tos del arte y la arquitectura, situados entonces
en una distancia crítica que interpelará por igual
los principios del movimiento moderno y de las
vanguardias históricas, los nuevos humanismos
o las ilusiones del socialismo utópico. Era necesario ir más allá de las confrontaciones estériles y
abrir la cultura del proyecto a otros territorios, tal
como los situacionistas habían interpretado. Lo
que estaba en juego era la defensa de un nuevo
uso social de la cultura frente al proyecto global
de una nueva interpretación de lo moderno. En
1968 Archigram deinía así las ideas centrales de
su trabajo: «Para los arquitectos la cuestión es
saber si la arquitectura participa en la emancipación del hombre o si se opone a ella al ingir un
tipo de vida establecido de acuerdo a las tendencias actuales». En realidad, se trataba de planes
y proyectos nuevos, de gestos liberadores frente
a una situación deinida a partir de los principios
del movimiento moderno.
Frente a una realidad construida desde presupuestos que el movimiento moderno terminaba por legitimar, se abría un nuevo espacio
utópico en el que era pensable otra historia, otra
ciudad, otra forma de habitar. La tensión utópica que había atravesado las vanguardias volvía
ahora en el marco crítico y radical de quienes
pensaban que la arquitectura se hace con ideas
y que es el pensamiento el que deine las formas
del espacio y la experiencia. Posiblemente lo que
ellos proyectaban eran sólo sueños que, en última instancia, son la narración de un deseo que
insiste y lucha contra la fatalidad; pero eran los
sueños que animaron la idea de una sociedad
utópica más allá de las condiciones que la época
había hecho suyas.
Una mirada hacia los experimentos de los
años ’60, a los que nos hemos referido aquí,
cobra mayor actualidad si se piensa, como ya
dijimos antes, que la arquitectura contemporánea es uno de los espacios en los que de forma
más directa inciden los interrogantes acerca de
la nueva civilización. Se trata, de nuevo, de deinir los nuevos espacios, las nuevas ciudades, las
nuevas formas de habitar, sabiendo que en esta
decisión se juega una parte del destino humano,
esa pequeña y gran historia que los radicales de
los años ’60 eligieron como experimento y proyecto propio.
Apenas unos años más tarde, Le Corbusier
volvía a interrogar las condiciones del hombre
moderno, su forma de habitar: «Los hombres
están mal alojados. Y está en marcha un error
irreparable. La casa del hombre que no es cárcel
ni espejismo, la casa ediicada y la casa espiritual, ¿dónde se encuentra, dónde puede verse?
En ningún lado o casi en ningún lado. Es preciso,
por tanto, romper el juego con toda urgencia
y ponerse a construir para el hombre». La ar-
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quitectura no tiene otra razón de ser que la de
construir para el hombre, una dialéctica compleja que recorre en zig-zag la historia de las ideas y
los mapas del mundo. Una historia que se reescribe continuamente para emerger de acuerdo a
lógicas no establecidas y que ninguna respuesta
consigue inicialmente reconducir. Lo importante
es la disposición que reúne el pensar, el construir, el habitar. Construir, habitar, pensar (Bauen
Wohnen Denken) era el título de la conferencia
pronunciada por Martín Heidegger el 5 de agosto de 1951 en el marco de las Darmstädter Gespräche. La intención heideggeriana no era otra
que la de abrir una relexión sobre el proyecto de
una reconstrucción que, después de la catástrofe
de la guerra, hiciera posible “habitar el mundo”.
Él, siempre cercano a Platón, había hecho suya
la airmación de la Carta VII, que deinía como
tarea de toda ilosofía la de “salvar la polis”. Dejando a los diferentes momentos de la historia
deinir y concretar qué se entiende por “salvar”
y qué por “polis”, lo importante aquí es volver
a pensar la relación interna que rige la idea del
habitar y su construcción. Toda cultura del proyecto recorre la tensión de un afuera que la historia transforma y el lugar de un pensamiento
que imagina y construye la polis. Queda abierta
la posibilidad de qué tipo de construcción y si
ésta terminará decidiéndose en una Blurring Architecture que recorre los límites dominados por
las sombras, como sugiere Toyo Ito. Un lugar,
como el de nuestra época, que hace necesarias y
urgentes una relexión y la correspondiente decisión sobre las nuevas condiciones civilizatorias.
Francisco Jarauta
Quizá sea debido a esta ansiedad e insatisfacción o al efecto de una conciencia crítica que
se ampara en el deseo de repensar la tensión
y competencias que un cierto pensamiento moderno ha atribuido a la arquitectura, que una y
otra vez vuelve a ser citada la breve y tajante
constatación de Mies van der Rohe, escrita para
el programa de la Exposición de Construcción,
celebrada en Berlín en 1930 y publicada un año
después en el número 7 de Die Form: «La vivienda de nuestro tiempo todavía no existe. Sin
embargo, la transformación del modo de vida
exige su realización». Al inal, de una de las décadas más tensas y dramáticas del siglo, el joven
Mies establece una relación de observación sobre los hechos – “la vivienda de nuestro tiempo
no existe” –, para, contra los hechos, airmar
éticamente la exigencia de su realización. Será
“la transformación del modo de vida” quien, en
última instancia, precipite y airme su existencia.
Una transformación inexorable que viene decidida desde las condiciones de una historia sometida, comentará Walter Benjamín, a “los extraños
vientos de lo nuevo”.
Microutopías
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MÚSICA Y TEATRO COMO ARMAS BÉLICAS: PROPAGANDA
PROFERNANDINA EN VENEZUELA DURANTE LA GUERRA
DE LA INDEPENDENCIA ESPAÑOLA*
Data recepción: 2016/03/06
Data aceptación: 2016/04/08
Contacto autora: montserrat.capelan@usc.es
Montserrat Capelán
Universidade de Santiago de Compostela
RESUMEN
La Guerra de la Independencia española, desarrollada entre 1808 y 1814, fue vivida en Venezuela
con gran angustia. Las autoridades coloniales, temerosas de que los independentistas venezolanos
aprovecharan la ocasión, desarrollaron una importante propaganda a favor de Fernando VII en la que
la música y el teatro tuvieron una importancia central. En el presente artículo explicaremos cómo,
entre 1808 y 1810, las autoridades venezolanas importaron el repertorio directamente desde la Península. Mostraremos así cómo las obras interpretadas no eran de ingenios locales, como hasta ahora
se había creído, sino de autores peninsulares. Para ello estudiaremos el teatro político, la canción
patriótica y el repertorio religioso interpretado y pondremos de maniiesto cómo la canción patriótica
pasó de género conspirativo a gubernamental.
Palabras clave: Guerra de la Independencia Española, teatro patriótico, canción patriótica, música
religiosa
ABSTRACT
The Peninsular War of 1808-1814 caused much concern in Venezuela. Fearful that the Venezuelan independence movement might take advantage of the situation, the colonial authorities instigated a major propaganda campaign in support of Fernando VII and in which both music and theatre
played a signiicant role. In this paper we will explain how, between 1808 and 1810, the Venezuelan
authorities brought works across from the Iberian peninsula. We will also reveal that the works performed in Venezuela were written not by local artists, as believed up to now, but by writers from the
peninsula. To this end, we will study the political theatre, patriotic songs and religious works that
were performed, with a view to revealing how patriotic song went from being a conspiratorial genre
to a government-sponsored art form.
Keywords: Spanish War of Independence, patriotic theatre, patriotic song, religious music
La Guerra de la Independencia Española
desarrollada entre 1808 y 1814 fue vivida en
Venezuela con angustia y preocupación ante
un posible futuro colonial en manos de los
franceses. Esto – unido al temor de que los independistas venezolanos aprovecharan la ocasión – llevó a las autoridades a desarrollar una
fuerte propaganda bélica a favor de Fernando
VII, en la que la música y el teatro tuvieron una
importancia central. En el presente artículo
mostraremos el uso «profernandino» que las
autoridades venezolanas hicieron de la música
y el teatro desde el comienzo de la Guerra de la
Independencia Española en 1808, hasta el inicio de la Guerra de Independencia Venezolana
en 1810.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 93-104
Montserrat Capelán
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Música y teatro como armas bélicas
Contra las «águilas francesas»: la música
escénica como arma de guerra
Hasta el año de 1808 el teatro es visto en
Venezuela como un medio útil de persuasión política1, pero no como un arma de guerra. Muestra de esto último lo es el hecho de que, cada
vez que se daba un acontecimiento desestabilizador como el movimiento de Manuel Gual y
José María España o la invasión de Francisco de
Miranda, los recintos teatrales venezolanos eran
clausurados de inmediato2. Esto cambiará sustancialmente a partir de 1808. Si bien es cierto
que en cuanto es conocida en Caracas la invasión francesa de la España peninsular, el Coliseo
será cerrado3, no pasará mucho tiempo en que
se decida su reapertura con el in de usarlo como
arma de propaganda bélica.
Las autoridades coloniales, intentando frenar
los rumores sobre una Península4 perdida a manos de los franceses, habían decidido establecer
el primer periódico venezolano: la Gazeta de Caracas5. Fue éste un medio oicial a través del cual
los caraqueños eran informados sobre la guerra
y con el que se pretendían minimizar las noticias
derrotistas que llegaban por otros cauces. Se trataba de un vehículo de propaganda de alcance,
pero no el suiciente: no lograba llegar a la población analfabeta. El teatro, que llegaba a toda
la población de manera directa, es visto como el
remedio. Por este motivo las autoridades deciden no sólo la reapertura del Coliseo caraqueño,
sino también la imposición del repertorio que
será interpretado: teatro patriótico importado
directamente desde la Península.
De este modo se reseñaba en la prensa la
apertura que, del Coliseo, se había realizado el
25 de diciembre de 1808:
El 25 del corriente se ha abierto de nuevo
el Teatro público de esta ciudad, con general satisfacción de la numerosa concurrencia; y se dio
principio a la función con el drama alegórico, La
España restaurada, muy propio de las actuales
circunstancias de la nación, y terminado con una
Canción patriótica. A la vista de los personajes
que representaban las Provincias de España con
los trajes correspondientes, y sobre todo a la del
Retrato de nuestro amado Soberano Fernando VII
presentado repentinamente con una bella iluminación, el entusiasmo de los concurrentes se manifestó del modo más expresivo, y los alegres vivas
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y fervorosos votos de muchos centenares de almas
subieron al cielo, implorando las bendiciones de la
Divina Providencia, vengadora de los derechos de
los Reyes, sobre la persona del mejor y más querido de los Soberanos6.
A pesar de que en esta reseña no se indica cuál era el autor de la obra, el investigador
Pedro Grases terminará señalando que era de
un ingenuo local, en concreto de Andrés Bello7.
La atribución se dio por buena y, a partir de ese
momento, se incluirá en casi todos los catálogos
del escritor venezolano. Sin embargo, gracias a
nuestra investigación podemos asegurar que La
España restaurada era una loa importada directamente desde la Península8. Se trataba de una
composición del escritor burgalés Gáspar Zavala
y Zamora, con música del navarro Blas de Laserna, el compositor peninsular más interpretado
en Venezuela.
No cabe duda de que, las autoridades coloniales, deseosas de transmitir una visión triunfalista de los acontecimientos bélicos, obligaron
al asentista del coliseo, José Gabriel García, a
presentar una obra de corte patriótico. García
se verá obligado a prescindir de las obras que,
antes del cierre del teatro, ya tenía ensayadas9 y
sustituirlas por este nuevo repertorio.
La obra seleccionada, no podía ajustarse
mejor a las intenciones de las autoridades. En
La España restaurada se resumían los nuevos
acontecimientos favorables: se mostraba la nueva alianza con Inglaterra (sorprendente por tratarse de una tradicional enemiga), se exponía el
triunfo conseguido el 2 de mayo en Madrid y se
instaba a que se siguiera en la lucha por liberar
a Fernando VII. El clímax de la representación
ocurría cuando, después de haber sido España
liberada por Madrid, las provincias de Valencia,
Aragón, Andalucía, Castilla y la Mancha entraban con sus trajes cantando el himno compuesto por Laserna.
Si bien la obra comenzaba con una España que se lamentaba de su suerte, «Nada me
resta. Fui… Mísera, perseguida, abandonada
del cielo mismo, sin cesar arrastro los hierros de
una amarga servidumbre», terminaba con un
llamado a la guerra contra los franceses, que
pretendía insular el ánimo bélico de todos los
españoles:
La música de Laserna (que se interpretaba
al ser España liberada por Madrid y al inal de
la obra) consistía en un himno muy corto con la
típica estructura «abcd» y en cuya coda se retomaba el tema de la introducción. Especial atención merece la última frase, en la que el compositor se sirve de una catábasis (movimiento
melódico descendente) para simbolizar la caída
en picado de las «águilas francesas» (Fig. 1).
Fig. 1. Manuscrito del himno compuesto por Blas de Laserna
para la loa La España restaurada en el que se puede apreciar
el movimiento descendente de la melodía en el texto que hace
referencia a los franceses (BHM, Mus, 33-7)
El éxito que tuvo la obra en la Península11, es
repetido en Caracas. La obra no sólo se presentará el 25 y 26 de diciembre de 1808 sino que,
una vez comenzado el año de 1809 vuelve a ser
puesta en escena. La ocasión no es otra que la
celebración caraqueña por la instauración de la
Suprema Junta Central de España e Indias de Sevilla, en cuyo último día, se vuelve a presentar la
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España restaurada además de dos obras escénicas más de corte patriótico: La batalla de Bailén
y el Impersonal (sic) Murat.
Montserrat Capelán
Ya el rugido del León español han escuchado y al escucharle estremecidos fueron. Tiemble
pues, tiemble el pérido tirano, que esgrimiendo
su garra, despedace el águila imperial. Seguidme
hermanos, la victoria nos llama, y dos laureles
muestra en su hermosa y halagüeña mano. A cogerles; y puesto que ya el Ebro, el Turia, el Betis y
el airado Guadalquivir cantaron vuestros hechos,
llevemos hasta el Sena el iero estrago. Impaciente
la Europa, y aún el mundo espera ver vuestros heroicos rasgos. Véanlo pues, y lléneseles de asombro el patriotismo nuestro. ¿Qué esperamos? Ya el
iero catalán y el extremeño os llaman con espíritu
inlamado. Odio y venganza la divisa sea que nos
dé a conocer a los malvados, puesto que de ellos
ofendidos fuimos y aún satisfechos de placer no
estamos10.
Música y teatro como armas bélicas
Es difícil saber con certeza a qué drama se
hacía referencia con La batalla de Bailén pues,
con este título o similares, se compusieron un
buen número de obras en la Península12. Sin embargo, nos atrevemos a sostener que se trataba
del Melodrama en un acto, que en celebridad
de la victoria conseguida por las armas españolas en la Andalucía se representó en el teatro de
esta M. N. y L. ciudad de Cádiz el día 25 de julio
de 1808 del península escrita por D. C la cual, a
pesar de no incluir en el título las palabras «La
Batalla de Bailén» era este tema sobre el que trataba13. Hacemos esta atribución debido a que al
inal de esta obra, se incluía la canción patriótica
España de la guerra, composición que también
fue interpretada en Venezuela en los festejos por
la instalación de la Suprema Junta Central.
En esta obra, que había contado con cinco representaciones en la ciudad de Cádiz14, se
describe la celebración de las tropas (militares y
voluntarios) después de haber ganado la Batalla
de Bailén. En ella participan habitantes de diferentes provincias, entre los que se encontraban
un valenciano, un catalán y un gallego, hablando en su propio idioma. España también aparece
como un personaje alegórico y, al igual que ocurre en La España restaurada, al inal se presenta
la imagen del rey Fernando VII iluminado, ante
quien todos los personajes juran idelidad. En
este momento se interpretaba la canción España
de la guerra, en la que se narraban los acontecimientos que habían ocurrido hasta el momento.
Era ésta la única parte en la que se presentaba
música instrumental con coro si bien a lo largo
de la obra se interpretaba en otras ocasiones
música instrumental: la orquesta tocaba «sinfonías»15 al inicio de la obra y en el momento que
entraba España y, una marcha cuando aparecían
los generales.
El Impersonal Murat debe ser la obra de Ventura Madero y Montoliú La muerte de Murat,
escena trágica o bien sea semi-unipersonal jocoserio16. Los impresores del folleto caraqueño, británicos desconocedores del castellano, debieron
confundir «unipersonal» con «impersonal», lo
que explicaría la aplicación de este último térmi-
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Montserrat Capelán
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Música y teatro como armas bélicas
no. La obra se trata de un melólogo, género muy
común en la época, en la que, en los habituales
endecasílabos, Murat se lamenta de haber ido
a España y no poder escapar de la muerte que
le espera. La música es interpretada al inicio, a
modo de obertura, y en aquellos pasajes en que
Murat no habla, para crear una atmósfera determinada. Es representativo de este repertorio
patriótico la captatio benevolentiae con la que
comienza el impreso, en la cual se pide la indulgencia del público, dado el corto tiempo que se
tuvo para su composición:
No pretendo indemnizarme de los innumerables yerros que resultan en esta composición,
pero son dignos de indulgencia por la precipitación de ser obra de cuatro horas, que aún no es
suiciente tiempo para escribirla. Mi objeto sólo
fue divertirme un rato; pero enardecido corrí veloz
el entusiasmo, el que enseñé a mis amigos, y sin
dejarla limar, se han empeñado en darla a la luz.
El público disimulará prudente sus faltas, con cuya
generosidad quedará recompensado mi trabajo17.
Nos encontramos así ante un «apropósito»,
repertorio generalmente de baja calidad hecho
con premura para poder narrar cuanto antes los
últimos acontecimientos ocurridos.
Si bien no aparece indicado ni en el folleto
caraqueño por la celebración de la Suprema
Junta Central de España e Indias ni en la Gazeta de Caracas, en estos festejos u otros cercanos debió incluirse también el sainete El juego
de las provincias conservado actualmente en la
Biblioteca Nacional de Venezuela18. Escrito por
Julián de Parga para celebrar el cumpleaños de
Fernando VII del 14 de octubre de 180819, debió
llegar a Venezuela con las obras traídas desde la
Península por las autoridades, e interpretadas en
Caracas entre diciembre de 1808 y principios de
1810. En la partitura de este sainete conservada
en Madrid nada se dice sobre la autoría de la
música, razón por la cual José Subirá la catalogará como anónima. Sin embargo, en la versión de
Venezuela se señala que su autor es Blas de Laserna gracias a lo cual podemos añadir una obra
más al catálogo de este compositor (Figs. 2 y 3).
Esta obra gozó de gran éxito. En la Península
fue representada 33 veces en el Teatro de la Cruz
de Madrid20 y en Cádiz se puso en escena el 28
de enero de 180921. La buena aceptación llevó
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Fig. 2 y 3. Portada de la parte de Violín I conservada en Madrid
(BHM, Mus 644-4) y portada de la parte de Violín I conservada
en Venezuela (AABN, CCU 0891) del Juego de las Provincias
de Blas de Laserna
a que se hiciera una segunda parte que, según
Romero Peña, nunca llegó a representarse22.
El juego de las provincias está integrado por
los personajes alegóricos de España, Inglaterra y
las provincias españolas. España se lamenta de
que, siendo el cumpleaños de Fernando VII, no
pueda celebrarlo con sus provincias. Inglaterra –
personaje presente en casi todo el teatro musical
de la época – se ofrece a llevarla a donde están
éstas reunidas jugando a las cartas. Deciden así
conmemorar el día cantando, cada una de ellas,
canciones patrióticas de las diferentes partes de
España.
Además de las canciones patrióticas están
musicalizadas la Introducción (¿Qué es lo que te
sucede triste España e Infeliz?), una marcha que
se interpretaba mientras entraban las diferentes
provincias a la sala, un coro general (Ya que se
halla junta la nación entera), un recitativo (Oh
retrato halagüeño) y un aria interpretada cuan-
do España manifestaba su afecto a Fernando
VII (Mas que dudo que recelo). Es llamativo que
la versión venezolana no tenga ni el recitativo
ni el aria, con lo que de ésta se eliminaron los
elementos italianizantes. Tampoco se conserva
la última canción patriótica, lo que no es de extrañar, pues el material muestra que se trata de
un añadido posterior23. Era habitual que a estas obras se les añadieran canciones patrióticas
que estuvieran de moda en ese momento, por
lo que ésta debió incluirse en medio de las 33
representaciones que se hicieron en Madrid.
¿Muestra de que la obra se exportó a Venezuela
antes de que terminaran las 33 representaciones madrileñas?
Ahora bien, ¿todo el teatro patriótico interpretado en Venezuela entre 1808 y 1810 fue
importado? Parece que no. Al menos esto es lo
que se colige de una carta que, en 1827 irmada
por Th Farmer, recibe Andrés Bello en Londres,
en la cual se menciona un drama alegórico que
supuestamente habría escrito el venezolano Andrés Bello en 1808 titulado El Certamen de los
patriotas:
La modestia con que Usted habla de sus obras
realza más su mérito; y si se atiende a la terrible
severidad con que, excepto cuatro composiciones,
quería Usted condenarlas al olvido, podría aplicarse a usted los sentidos versos de Augusto a Virgilio, quejándose de que hubiese mandado quemar
la Eneida. Como yo vine a España por ocho meses,
tampoco traje papeles de ninguna clase, y por rara
casualidad, me encontré con copia de aquellos
dos sonetos, así como la tengo también del drama
alegórico El Certamen de los Patriotas compuesto
a mediados del año 1808, y cuyos interlocutores
son: España, el Castellano, el Andaluz, el Asturiano, el Gallego, el Catalán y el Aragonés. Yo he
hecho ver esta pieza a los dos mejores, o mejor
únicos poetas españoles: don Manuel José Quintana y don Juan Nicasio Gallegos, y la encontraron
admirable24.
Farmer le atribuye a Bello un drama patriótico que, a pesar de lo señalado por Pedro Grases,
no se trata de la obra la España restaurada: los
personajes con el Certamen de los patriotas no
son coincidentes, si bien hay similitudes25. ¿Se
trataría de una obra de Andrés Bello inspirada
por el repertorio de corte patriótico que se había
importado en 1808 desde la Península? (Fig. 4).
97
Montserrat Capelán
Música y teatro como armas bélicas
Fig. 4. Plano del Coliseo de Caracas de 1801, recinto en el que
se interpretó la mayor parte del teatro y canciones patrióticas
de este período
«España de la guerra» o defendiendo la
Patria: la canción patriótica a favor de Fernando VII
La canción patriótica surge en Venezuela en
1797, con la sublevación de Manuel Gual y José
María España26. Por ello no podemos decir que
la Guerra Peninsular haya sido la causante de su
aparición pero sí que produjo un cambio esencial
en ella. Si las canciones de 1797 eran compuestas y cantadas a escondidas por los sublevados27,
a partir de 1808 serán las propias autoridades
las que auspicien su interpretación pública. Esto
explica que las autoridades se adueñen de este
género – que hasta el momento había sido utilizado únicamente por los subversivos – y pasen
a utilizarlo a favor de la causa oicial. La Guerra
Peninsular trajo así a Venezuela un importante
inciso en la canción patriótica: de género conspirativo a gubernamental.
Fue así como las autoridades, deseosas de
enardecer los ánimos a favor de la causa profernandina, auspiciaron la interpretación de la
canción patriótica, importando materiales directamente de la Península. Los recintos teatrales
jugaron a este respecto, un papel central, pues
a partir de 1808 (y hasta terminar la Guerra de
Independencia Venezolana) todas las funciones
escénicas pasaron a clausurarse con una canción
patriótica. El primer caso de esta práctica lo encontramos el 25 de diciembre de 1808 cuando a
la representación concluyó con una canción a la
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 93-104
Montserrat Capelán
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Música y teatro como armas bélicas
que los espectadores «acompañaron en aquella,
y principalmente en la siguiente noche, el ritornelo o coro con que terminaba cada una de las
coplas de la Canción patriótica»28 dando cuenta
de lo rápido que se difundía este repertorio entre
la población.
En los festejos por la instalación de la Suprema Junta Central de España e Indias, sabemos
que se interpretó la canción España de la guerra29, con seguridad, al inal de las obras escénicas que se hicieron en el Coliseo el 16 de enero
de 1809. Esta canción ha sido considerada por
los investigadores venezolanos como creación
de un autor local, llegando a establecer Alberto
Calzavara la posibilidad de que se tratara de una
composición de Andrés Bello30. Sin embargo,
podemos asegurar que nos encontramos nuevamente ante repertorio importado directamente
de la Península. Esta canción había sido interpretada como parte inal del Melodrama en un
acto, que en celebridad de la victoria conseguida
por las armas españolas…, se representó en la
ciudad de Cádiz el 25 de julio de 1808. Como
ya indicamos, esta obra escénica debe tratarse
de La batalla de Bailén de la que se habla en la
relación de los festejos caraqueños, lo que explicaría que se interpretara en Caracas la obra
España de la guerra: era la canción con la que se
terminaba el melodrama y que era incluida en el
impreso del mismo.
España de la guerra, cuyo texto era de un comerciante y cantor aicionado apellidado Vallejo
y la música de un tenor de la catedral gaditana,
fue una de las canciones patrióticas de más éxito de la Guerra Peninsular31. Muestra de ello es
que fue habitual que los seises de la Catedral
de Sevilla la cantaran en las procesiones32 y que,
15 años después, todavía sea reutilizada adaptándola a las circunstancias del momento33. Otra
muestra de su importancia es que la obra cruzara el Atlántico no sólo hacia Venezuela, sino
también a California34.
Hemos de decir que, de las obras escénicas
interpretadas en Venezuela, la que representó
un mayor aporte a la canción patriótica fue el
sainete El juego de las provincias de Laserna, en
el que se incluían nada menos que siete canciones patrióticas de diferentes provincias peninsulares. En el texto se llama la atención sobre que
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son canciones ya conocidas, haciendo hincapié
en que lo que van a cantar lo oyeron hace pocos
días35. No creemos que esto se trate de un mero
recurso literario del escritor sino que realmente
debieron ser canciones independientes que el
autor decidió meter en el sainete, remitiendo a
la memoria del espectador, pero también dándole a conocer canciones de otras provincias y
contribuyendo así a su proyección. De ser así,
podemos decir que Blas de Laserna sería el autor
de la música que se hace a los inicios del sainete
pero no de las canciones patrióticas, de las que
sólo sería el orquestador.
Pero si bien el teatro fue un medio fundamental para la propagación de las canciones
pro-realistas, no fue el único. Éstas también se
interpretaban por las calles e incluso en aquellas
casas en donde se organizaban bailes y conciertos en sus salones. En la Biblioteca Nacional de
Venezuela se conserva el texto manuscrito de
la canción Vivir en cadenas36 conocida también
como Los defensores de la patria, canción peninsular compuesta hacia 1809 con letra de Juan
Bautista Arriaza y música de Fernando Sor. A Caracas debió llegar al inal de 1809 o principios
de 1810 presentándose, muy probablemente,
en las casas en las que se hacía música de salón,
dada cuenta que en un principio fue compuesta
para voz y guitarra37. Esta obra, que alcanzó un
gran éxito, había sido escrita por Juan Bautista
Arriaza y musicalizada por Fernando Sor a raíz
de la pérdida de las batallas de Tudela y Espinosa
de los Monteros, con el in de reanimar el espíritu del público, según se señala en una nota en
una de las partituras conservadas en la Biblioteca
Nacional de España38.
Pero, ¿todas las canciones patrióticas interpretadas en Venezuela entre 1808 y abril de 1810
fueron importadas? No se conserva ninguna canción profernandina venezolana de estas fechas
por lo que no podemos probar su existencia,
aunque es muy posible que sí se hayan hecho.
En todo caso, lo que sí existió fue una producción literaria, en algunos casos auspiciada incluso
a través de premios. Así encontramos, en 1809,
la siguiente propuesta en la Gazeta de Caracas:
Muy señor mío: Por el artículo 13 del Real Decreto de 9 de Marzo habrá V. visto que la Junta
Central, deseosa de eternizar la gloria de los hé-
roes Zaragozanos, convida a todos los ingenios
patrióticos a que la celebren con sus producciones en prosa y en verso. Yo no dudo que los de
Caracas aprovecharán esta bella ocasión de consagrar algunas de sus iguras a tan digno objeto
[…] quiero a lo menos dar un testimonio de mis
buenos deseos, ofreciendo […] media onza […]
destinada al que hiciere la mejor composición en
honor de la glorisísima Zaragoza […]
Creo que será del caso se sirva V. insertar mi
carta en la Gazeta por si algunos otros quisieren
subscribirse al mismo laudable objeto para completar una suma que sea más correspondiente a
lo sublime del asunto, y que pueda en parte destinarse a la impresión de la pieza a que se asigne el
primer lugar y de las otras que parezcan acreedoras a ese honor39.
No sabemos si esta propuesta de José Leal
llegó a buen puerto (no se conservan obras patrióticas venezolanas de este año, ni manuscritas ni impresas) pero lo cierto es que los acontecimientos peninsulares sí llevaron a tomar la
pluma a autores venezolanos. Tal es el caso del
conocido soneto de Andrés Bello A la victoria de
Bailén en el que alababa el triunfo de las fuerzas
españolas en esta batalla. Desconocido hasta la
fecha es, sin embargo, el poema que Sebastián
García Franco, canario aincado en Venezuela
desde 1782, escribe a Fernando VII en cuanto
se conoce la invasión de la Península. El autor,
quien era el cirujano del Hospital Militar de la
Guaira, dice haberlo escrito como demostración
de su lealtad. Se trata de un extenso poema en
donde se hacía un resumen de los acontecimientos ocurridos en la Península (abdicaciones de
Carlos IV y Fernando VII, el dos de mayo, creación de la Suprema Junta de Sevilla), se alababa
a Fernando VII a la vez que se criticaba a Carlos
IV y se hacía un llamado a los caraqueños para
que tomasen las armas y rogasen a la Virgen del
Carmen para restituir el trono al Rey:
Y vosotros leales caraqueños,
que de amor y ternura pruebas claras
habéis dado por Rey tan adorable
como Fernando Séptimo, con tantas
inas demostraciones, desde el punto
que supisteis que al trono de la España
subió este amable Príncipe. Ahora
mostrad cuánto debéis con eicacia
interesaros ieles y afectuosos
que brevemente sea restaurada
su adorable persona que oprimida
del mar tirano yugo hoy se halla;
y enardecidamente poseídos
de un entusiasmo vivo por la Patria,
la religión y el Rey todos lidiemos
sin dejar con valor y iel constancia
las armas de la mano, y hasta tanto
ocasión se presente tan bizarra,
nuestros ruegos y votos fervorosos
dirijamos rendidos a la sacra
majestad del eterno, y a María
gran Reina del Carmelo soberana40.
Este tipo de repertorio – teatro, canciones
patrióticas o composiciones literarias – tenía por
inalidad insular de patriotismo a la población,
como expresa claramente Sebastián García Franco en el preámbulo de su poema. En la Relación
que se hace de las celebraciones por la instauración de la Suprema Junta Central de España
e Indias se señala que las canciones patrióticas
interpretadas «contenían toda la expresión del
más tierno amor a nuestro Soberano, el implacable horror al jurado enemigo de todo el orbe,
y la inlamada general disposición de los ánimos
a exterminarle con la más sangrienta Guerra»41.
Podemos señalar que estas temáticas las encontramos efectivamente tanto en la canción como
en el teatro patriótico (Figs. 5 y 6).
Fig. 5. Temáticas empleadas en el teatro patriótico profernandino interpretado en Caracas entre 1808 y 1810
Fig. 6. Temáticas de las canciones patrióticas profernandinas
escuchadas en Venezuela entre 1808 y 1810
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Música y teatro como armas bélicas
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Música y teatro como armas bélicas
Tanto la canción como el teatro patriótico
coinciden en las temáticas en donde se destaca –
con mucho – la crítica o ridiculización del enemigo, así como el amor declarado a Fernando VII.
En el teatro encontramos, sin embargo, algunos
elementos ausentes en las canciones patrióticas
como es la Unión de las Provincias o la defensa
de la nueva Alianza con Inglaterra.
Desde el punto de vista musical, podemos
señalar que la mayoría de las canciones patrióticas están formadas por estribillo y coplas.
Sólo las coplas de España de la guerra y Vivir
en cadenas tienen la forma ABA que algunos
autores le atribuyen a este tipo repertorio42. Las
canciones del sainete El juego de las provincias
tienen otro formato, con la única excepción de
la Canción de España. Las canciones presentes
en este sainete, representaban a diferentes
provincias no sólo porque en ellas contaran los
acontecimientos sucedidos en estas regiones,
sino porque también incluían música típica de
la zona. La canción de Andalucía, por ejemplo,
se trata de un Zorongo, como bien se especiica en el título y cómo muestra la línea musical
(Fig. 7):
Fig. 7. Primeros compases del violín I de la canción de Andalucía (Zorongo), El juego de las provincias (BNV AABN CCU
0891)
La Canción aragonesa, por su parte, se trata
de una jota, si bien está escrita en 3/8 en vez del
habitual 6/8 (Fig. 8):
Fig. 8. Canción de Aragón de El juego de las provincias, violín 1
(BNV AABN CCU 0891)
Fuera de los elementos musicales, para simbolizar algunas provincias como Galicia o Cataluña, se emulaba el habla de la zona. En el caso
de la canción gallega, por ejemplo, se valían de
un texto en seudo-gallego además de vincular
al personaje con el campo, ambos elementos
que ya encontrábamos en los villancicos de gallegos43.
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Misas, Salves y Te Deums: la música religiosa al servicio de la causa
La recepción de la Guerra Peninsular en Venezuela también puede apreciarse en las prácticas y
música religiosa. Unas de las actividades musicales más importantes que se celebraban por estas
fechas eran las Misas solemnes y Te Deums. Éstos
podían interpretarse por diferentes causas: por
las proclamaciones de Fernando VII, para celebrar
noticias favorables sobre la guerra o por la instalación de la Suprema Junta Central de España e
Indias en Sevilla. Era habitual que, para celebrar
con la mayor pompa, en la Catedral contrataran
a diez músicos extraordinarios que reforzaban a
la Capilla de música de esta iglesia. Así ocurre
en la primera proclamación que se hace de Fernando VII en mayo de 1808 cuando todavía se
desconoce la invasión francesa de la Península44 y
también en agosto de 1808 cuando dicen tener
noticias a favor de las victorias de los españoles45.
Es realmente llamativo, el que, a pesar de que
en ambos casos se contrata al mismo número de
músicos, la segunda vez se les pague a éstos más
del doble. Da cuenta ello de la importancia que
se le dio al acto, para el cual debieron contratar a
los mejores instrumentistas.
Estos actos religiosos tenían una clara intencionalidad política, como da cuenta el hecho de
que cuando se hace Misa y Te Deum por la instalación de la Suprema Junta Central se señala que
se le encargó el sermón a Juan Vicente Echeverri
para que «con su natural energía y conocido fervor, estimulase al público a tributar a la divina
providencia, las más humildes y rendidas gracias
por una serie tan continuada de prodigios, en
medio de tanto cúmulo de males»46.
Evidentemente no todo eran festejos por victorias o instalaciones de Juntas sino que también
fueron habituales las exequias por los españoles
fallecidos. Encontramos este tipo de actos tanto
en Caracas como en Puerto Cabello o en la ciudad Maracaibo47. Más adelante, en 30 de mayo
1811, se emitirá una real cédula en la que se solicita celebrar funerales por los caídos en Madrid
el día dos de mayo de 1808. Para el momento,
Venezuela se encontraba ya en manos de los patriotas pero, aquellos años en los que vuelven a
mandar los realistas, se llevarán a cabo las exequias ordenadas48.
Pero sin duda, uno de los festejos más importantes en Venezuela durante la Guerra Peninsular, fueron los realizados en honor a la Virgen del
Carmen. A ésta se le había declarado defensora
de la monarquía. El origen de este título hemos
de buscarlo en la conspiración de Manuel Gual
y José María España de 1797, descubierta en las
vísperas de su festividad y en la invasión de Francisco de Miranda en 1806 a raíz de la cual el
arzobispo Francisco de Ibarra solicita al Papa que
la convierta en iesta clásica de segunda clase.
El hecho de que los emisarios franceses llegaran a Venezuela el 15 de julio de 1808 cuando
se estaban celebrando las vísperas de Nuestra
Señora del Carmen, contribuyó a la devoción
que le tenía la población. Suplantó así la igura
del Apóstol Santiago quien, ciertamente, nunca
tuvo demasiado arraigo entre los caraqueños.
Durante estos primeros años de Guerra Peninsular se volvió habitual sacar en procesión a la
Virgen del Carmen para celebrar el triunfo de las
armas y llevarla desde el Convento del Carmen
hasta la Catedral, en donde se dejaba expuesta
para la veneración del pueblo49. Mientras estaba
en la catedral se cantaban las misas con coro y
órgano y, después de maitines, la capilla de música interpretaba una Salve para lo que se contrataban músicos extraordinarios50.
Además de la música escénica, religiosa y
canciones patrióticas fueron habituales los conciertos de música instrumental que se presentaban en casas, como música de salón, y también
en las calles de la ciudad. Si tomamos en cuenta
que en ellas se presentaban orquestas de 30 o
incluso 40 profesores (cuando en la Catedral en
los días más solemnes nunca había más de 14
ó 15 músicos) vemos el boato con el que se hacían los festejos en los que no sólo participaban
orquestas sino también bandas51. La celebración
de bailes en las casas también fueron comunes,
incluso por el clero. Así tenemos que el eclesiástico José Joaquín de Liendo el día de la jura de
Fernando VII realizado en Caracas en julio de
1808, dio un baile en su casa al que asistieron
españoles y europeos52. También se hicieron bailes cuando, en febrero de 1809, llegó a Caracas
Jaime Cockburn, gobernador de la inglesa Curazao, en honor a la nueva y sorprendente alianza
de España con Inglaterra53.
Conclusiones
Como hemos visto, en Venezuela en los
inicios de la Guerra Peninsular, fue desarrollada toda una importante propaganda política
a favor de Fernando VII. Muestra de que ésta
fue desarrollada por las autoridades coloniales
es que la mayoría se trató de repertorio importado que llegó desde la Península en el menor
tiempo posible. En su afán no sólo de insular de
patriotismo a los ciudadanos sino también, de
minimizar los rumores de una Península perdida
a manos de los franceses, los gobernantes se sirvieron de la música y el teatro. Hemos mostrado
que, al contrario de lo que se había creído hasta
el momento, el repertorio profernandino interpretado, no eran obras compuestas por autores
locales sino por peninsulares, por lo que queda
por estudiar, hasta qué punto son ciertos los documentos en los que se le atribuye a la población
un gran amor hacia Fernando VII.
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NOTAS
*
Para la realización de este artículo
se contó con la inanciación del proyecto
de investigación HAR2015-64024-R, del
Ministerio de Economía y Competitividad español.
1
A partir del reinado de Carlos
III, en la España Peninsular se da una
corriente que pretendía una reforma
teatral bajo las ideas neoclásicas. Auspiciada por autores como el Conde de
Aranda o Santos Díaz González se desarrollará un movimiento que proponía
cambios en el tipo de obras, en su representación o en el funcionamiento de
las compañías dramáticas. La inalidad
última era lograr un control sobre un
arte que se consideraba de gran importancia política. Este proceso también se
da en Venezuela, cuando menos, desde 1784 con la inauguración del Coliseo de Caracas y, de una manera más
estricta, a partir de 1801 cuando sólo
se permite representar en este recinto
teatral las obras de corte neoclásico. A
este respecto puede consultarse: G. Jovellanos, Memoria sobre las diversiones
públicas, Aguilar, Madrid, 1994; C. E.
Kany, “Plan de reforma de los teatros
de Madrid aprobado en 1799”, Revista
de la biblioteca, archivo y museo, VI, 23,
1929, pp. 249-284; J. Rubio Jiménez, El
Conde de Aranda y el teatro, Ibercaja,
Zaragoza, 1998; M. Capelán, Las reformas borbónicas y la música venezolana
de inales de la Colonia (1760-1821): el
villancico, la tonadilla escénica y la canción patriótica, Tesis doctoral, Universidad de Santiago de Compostela, 2015,
pp. 293-339.
2
Archivo Histórico del Concejo Municipal (AHCM), Coliseo, II, ff. 159 – 160
vto., Caracas, 6/6/1806
3
AHCM, Coliseo, II, f. 215, Caracas,
24/10/1808.
4
Dado que para la época que trabajamos Hispanoamérica todavía pertenecía a la corona española, usaremos el
término de “Península” para referirnos
a lo que actualmente es España. En el
texto, también usaremos el término de
“Guerra Peninsular” para referirnos a
la contienda desarrollada entre 1808 y
1814 de España contra los franceses,
y así evitar cualquier posible confusión
con la Guerra de Independencia de las
colonias americanas de la corona española.
5
En una fecha tan tardía como
1808 Venezuela todavía no contaba
con imprenta. Sin duda, esto fue considerado un problema, por lo que las
autoridades hicieron todos los trámites
necesarios para lograr su establecimiento y poder publicar así un periódico oicialista. Si tomamos en cuenta que todo
el proceso se hace en el corto lapso de
mes y medio, podemos apreciar el gran
empeño que puso el gobierno para solventar esta situación lo antes posible.
Para la instauración de la imprenta en
Venezuela véase P. Grases, Historia de la
imprenta en Venezuela hasta el in de la
primera república (1812), Ediciones de
la Presidencia de la República, Caracas,
1967, pp. 79-82.
6
Gazeta de
30/12/1808, p. 4.
Caracas,
17,
7
C. Cacheiro Varela, “Pedro Grases
nos habla de Andrés Bello (Entrevista)”,
Hesperia. Anuario de Filología Hispánica, II, 1999, pp. 168-172.
8
Conservada actualmente en la Biblioteca Histórica de Madrid (BHM), Tea
1-187-4, Mus 33-7.
9
AHCM, Coliseo, II, ff. 215-215
vto., Caracas, 24/10/1808.
10
G. Zavala y Zamora, La España
restaurada (libreto), BHM, Tea 1-187-4
ff., 1 vto, 11 vto.-12.
11
De la buena aceptación de la
obra dan cuenta las diferentes ediciones realizadas. Además de la versión
manuscrita conservada en la Biblioteca
Histórica de Madrid se hicieron, cuando
menos, tres ediciones del libreto: por
la Imprenta de Collado de Madrid, la
Imprenta de Eusebio Álvarez también
madrileña y por la Imprenta de Burguete de Valencia. La obra se representó en
el teatro madrileño del Príncipe, según
se especiica en el ejemplar impreso en
Valencia, y estaba dedicada a Juan de
Murphy y Porro. Cotarelo y Mori asegura que la obra también se presentó el 14
de octubre de 1812 bajo el título de La
Alianza de España. Consideramos que
esta airmación es errada. Si bien en el
Diario de Madrid del 14 de octubre de
1812 se señala que se interpretará esa
tarde la obra La alianza de España con
Inglaterra, sin duda no se trataba de
La España restaurada de Gaspar Zavala
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y Zamora sino de La alianza española
con la nación inglesa que, a pesar de
ser escrita por el mismo autor y tener
una temática similar, se trataban de dos
obras distintas. Para el comentario de
Cotarelo y Mori véase su libro Isidoro
Máiquez y el teatro de su tiempo, Publicaciones de la asociación de directores
de escena de España, Madrid, 2009, p.
356 np. El libreto de La alianza española
con la nación inglesa puede consultarse en la Biblioteca Nacional de España
(BNE) R/61996. La música, de José María
Francesconi, puede consultarse en BHM,
Mus 33-3.
12
Entre los dramas escritos en esta
época sobre la Batalla de Bailén está El
regocijo militar en los campos de Bailén, presentado en Madrid en octubre
de 1808 y en Cádiz el 7 de febrero
de 1809 y El mejor triunfo de España:
la victoria de Bailén o la rendición de
Dupont (BNE, MSS/14600/19), drama
en dos actos compuesto en Madrid en
1808 con música de Manuel Quijano. La
Batalla de Bailén también fue un tema
recurrente en el repertorio instrumental
no dramático. Como ejemplo tenemos
la obra para violín, piano-forte y bajo de
Peter Welton titulada la Batalla de Bailén
y publicada en Londres en 1809 (BNE,
MP/2391/7) interpretada también en la
Habana (A. M. Freire López, El teatro
español entre la Ilustración y el Romanticismo. Madrid durante la Guerra de Independencia, Iberoamericana, Vervuert,
Madrid, 2009, p. 138; C. Díez, “Teatro,
canciones e himnos patrióticos: la música al servicio de los ideales políticos en el
Cádiz de las Cortes”, Cuadernos de música iberoamericana, 18, 2009, p. 17; M.
Gembero Ustarroz, “La música en España e Hispanoamérica durante la ocupación napoleónica (1808-1814)” en Cortes y revolución en el primer liberalismo
español (F. Acosta Ramírez, Coord.), Universidad de Jaén, Jaén, 2006, p. 197; C.
Fallarero Valdivia, “Manifestaciones musicales en torno al período de ocupación
francesa en España (1808-1814): el caso
de la Catedral de Santiago de Cuba” en
Musicología global musicología local (J.
Marín López, G. Gan Quesada, E. Torres
Clemente, P. Ramos López, Eds), Sedem,
Madrid, 2013, p. 1198.
13
Existen, cuando menos, tres ediciones de este melodrama: el realizado
en Cádiz por el impresor Nicolás Gómez
Requena (BNE, R/62217), el hecho en
Mallorca en la imprenta de Buenaventura Villalonga (BNE, R/62195) y el de
la ciudad de Málaga en la imprenta de
Francisco Martínez de Aguilar. Según
Rosalía Fernández las siglas D. C. que
aparecen en los impresos, deben hacer
referencia a que fue escrita por Diego
del Castillo, apuntador del teatro gaditano en 1808 y escritor de otra obra de
corte patriótico: Origen del patriotismo
del héroe de Somosierra, o sea el Empecinado (R. Fernández de Cabezón, “El
teatro breve al servicio de la propaganda
antifrancesa”, Cuadernos de Ilustración
y Romanticismo, 19, 2013, p. 142).
14
Ídem.
15
El término hacía referencia a que
se interpretaba música instrumental, no
a que se hiciera el género sinfónico.
16
BNE, R/62196. Existe una segunda parte de esta obra, de Timoteo de
Paz y del Rey titulada Segunda parte de
la muerte de Murat. Escena uni-personal
joco-seria para diversión de cualquiera
casa particular editada en Madrid también en 1808. Como se puede apreciar,
estaba ideada para ser interpretada
dentro de las casas en las que se hacían
representaciones, algo que facilitaba el
que fuera sólo para un personaje. Para
este teatro de salón o «un particular»
como se le llamaba en la época puede
consultarse A. M. Freire, Literatura y
sociedad: los teatros en casas particulares en el siglo XIX, Instituto de estudios
madrileños del CSIC, Madrid, 1996. Para
un estudio sobre La muerte de Murat
de Madero y Montoliú consúltese: M.
Angulo, Me río de Napoleón: teatro y
propaganda política en la España Napoleónica, Diputación Provincial de Cádiz,
Cádiz, 2010, pp. 37-40.
17
D. V. M. T. M, La muerte de Murat, escena trágica, o bien sea semi-unipersonal joco-serio, Repullés, Madrid,
1808, p. 2.
18
Archivo Audiovisual de la Biblioteca Nacional de Venezuela (AABN),
CCU 0891.
19
En el libreto [BNE, R/60239(5)]
sólo se indican las siglas P. D. J. D. P.
Sabemos que éstas hacen referencia a
Julián de Parga gracias que en otra de
sus obras (Faltas y sobras de la España)
se indica que era el autor del Juego de
las Provincias.
20
Según las referencias que, al
respecto, hemos podido localizar en el
Diario de Madrid, nº 68-73, 75-78, 189,
191-202, 269-272, 307-308, 21-25
(nueva numeración).
21
C. Díez, “Teatro, canciones e
himnos patrióticos: la música al servicio de los ideales políticos en el Cádiz
de las Cortes”, Cuadernos de música
iberoamericana, 18, 2009, p. 16. En las
partituras conservadas en Madrid, en la
parte de bajo se indica la fecha del 13 de
junio de 1815 por lo que, en este año,
debió ser repuesta en escena (BHM,
Mus, 644-4).
22
M. M. Romero Peña, El teatro en
Madrid a principios del siglo XIX (18081814), en especial el de la guerra de independencia, Tesis doctoral, Universidad
Complutense de Madrid, p. 644.
23
Esta canción patriótica debió ser
compuesta por otro autor, pues en la
partitura madrileña se indican al inicio
de ella las siglas C. P. D. A. R, que no
coinciden ni con el escritor (Julián de
Parga) ni con el compositor (Blas de Laserna) del resto del sainete (BHM, Mus
644-4).
24
M. Amunátegui, Vida de don Andrés Bello, Impreso por Pedro G. Ramírez, Santiago de Chile, 1882, pp. 63-65.
25
Más allá de que en la España restaurada todos son personajes alegóricos
(representan a las provincias y no a personas originarias de estas provincias), las
regiones no son coincidentes. En la España restaurada no están presentes Asturias, Galicia ni Cataluña que sí encontramos en el Certamen de los patriotas.
26
Se trató de una conspiración
mediante la que se pretendía establecer
una república independiente e igualitaria en Venezuela. Sus principales cabecillas fueron Manuel Gual y José María
España, pero también participaron peninsulares como Juan Bautista Picornell y
Manuel Cortés Campomanes (al cual se
le atribuye la autoría de las canciones).
Éstos habían participado en la conspiración de San Blas, motivo por el que se
hallaban presos en Venezuela, prisión
de donde logran escapar. Finalmente la
conspiración será descubierta y los principales cabecillas condenados a muerte.
27
Precisamente tres canciones
patrióticas de la sublevación de Gual
y España (Carmañola americana, Can-
ción americana y Soneto americano) se
conservan por estar transcritas en los
expedientes judiciales contra los conspiradores, por considerarse una prueba
incriminatoria contra los acusados. En el
Archivo General de Indias (AGI) y en el
de Simancas (AGS) las encontramos en
los siguientes expedientes: AGI, Estado,
58, nº 57; AGI, Estado, 59, nº 6; AGI,
Estado, 67, nº 67; AGI, Estado, 70, nº
25; AGI, Estado, 71, nº 2; AGI, Caracas,
427; AGS, Secretaría del despacho de
guerra, SGU, LEG, 7184, 74, nº 380.
28
Gazeta de
30/12/1808, p. 4.
Caracas,
17,
29
J. F. Blanco, R. Azpúrua, Documentos para la historia de la vida pública del libertador de Colombia, Perú
y Bolivia, Imprenta la Opinión Nacional,
Caracas, 1875, II, p. 197. Transcriben
estos autores sólo el estribillo y la primera de las ocho estrofas de esta canción,
versión reducida que difundirá Julio Calcaño y, con él, el resto de los investigadores venezolanos.
30
A. Calzavara, Historia de la Música en Venezuela. Período hispánico con
referencias al teatro y la danza. Fundación Pampero, Caracas, 1987, p. 156.
31
A. Alcalá Galiano, “Canciones
patrióticas desde 1808 a 1814 y desde
1820 a 1823”, La América, 12/4/1864,
p. 9.
32
“Carta del tío Tremenda. Sr. Diarista patriótico”, Diario patriótico de Sevilla, 145, 26/5/1814, p. 599.
33
Durante el Trienio Liberal será interpretada haciéndole algunas modiicaciones al texto, en el que se criticaba a la
Constitución de 1812 y a los masones.
La primera copla decía así: “España de
la guerra / tremola su pendón / contra
el poder tirano / de la constitución. /
Los crímenes oíd, / escuchad la traición,
/ con que el masón infame / la España
encadenó” (“Canción patriótica realista”, El procurador general del rey, 23,
19/7/1823, p. 115.
34
Una partitura de esta obra se
conserva en el archivo de Juan Bautista
Sancho, compositor mallorquín radicado
en California (C. H. Rusell, “Juan Bautista Sancho: en busca de los orígenes
del primer compositor de California y el
estilo musical primitivo de las misiones”
en J. B. Sancho. Compositor pionero de
California (A. Piza, Coord.), Universitat
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 93-104
103
Montserrat Capelán
Música y teatro como armas bélicas
Montserrat Capelán
104
Música y teatro como armas bélicas
de les Illes Balears, Palma, 2007, p. 147).
En el cd que acompaña al libro se puede
consultar la digitalización de la partitura
manuscrita. Se hacía una música distinta
a la interpretada en la Península. Para un
estudio detallado de la canción España
de la guerra tanto en la Península como
en California consúltese M. V. Sánchez
López, “España de la guerra (1808): la
difusión internacional del cancionero de
la Guerra de la Independencia”, Cuadernos de música iberoamericana, 23,
2012, pp. 23-43.
J. Parga, El juego de las provincias
representada en el teatro de la Cruz al
cumple años del señor Don Fernando
VII. Pieza de música en un acto, Cano,
Madrid, 1808, pp. 16, 21 y 22.
35
36
A resguardo en la Biblioteca Nacional de Venezuela, Libros raros y manuscritos, ZMV C 16.
37
En Caracas sólo se conserva el texto manuscrito, no la partitura, por lo que
es difícil saber si la obra fue interpretada
con la música de Fernando Sor o si fue
musicalizada por un compositor local. En
la Península he llegado a encontrar 11
manuscritos de esta canción patriótica:
para voz y guitarra (BNE MC/5307/17),
para piano (BNE MP/3180/14), tres versiones para voz y piano (BNE, MP/3183;
MC/4837/72; 5657978.1), para dos voces y piano (Biblioteca del Senado, FH
41289), tres versiones para voz, coro y
piano [BNE R/62506; R62539; MP/1989
(14)] para dos lautas (Biblioteca del Senado, FH 42923) y para banda militar
(BNE, MC/5307/1). Existen también una
edición de época de esta composición
realizada en la ciudad de Londres por Johanning & Cº, versión para voz y guitarra. Esta canción tuvo tal proyección que
será de nuevo interpretada durante la
Guerra civil española con nueva música
de Carlos Palacios (M. A. Ossa Martínez,
La música en la Guerra Civil Española,
Universidad de Castilla la Mancha, Sedem, Cuenca, 2011, p. 207).
38
BNE, R/62506.
39
Gazeta de Caracas, 38, 5/5/1809,
p. 3.
AGI, Caracas, 414, «Fernando
VII el amado», ff. 4 vto. – 5, La Guaira,
30/8/1808.
40
Academia Nacional de la Historia
(ANH), Colección Arístides Rojas, A 5 G
1 C 10 D 5, «Público regocijo de la Capital de Caracas, por la feliz instalación
de la Suprema Junta Central», Caracas,
23/1/1809.
41
42
B. Lolo, “La música al servicio de
la política en la guerra de la independencia”, Cuadernos dieciochistas, 8, 2007,
p. 230.
Para los villancicos de gallegos
tanto en la Península como en América
véase C. Villanueva, Los villancicos gallegos, Fundación Barrié de la Maza, La
Coruña, 1994, pp. 73-100.
43
ANH, Civiles, 17-6634-1, “Comprobantes de músicos extraordinarios”,
Caracas, 31/5/1808. En Maracaibo la
primera proclamación, ocurre entre el 4
y 5 de agosto de 1808 cuando en esta
ciudad todavía desconocían la invasión
44
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 93-104
francesa. Para el acto también se hizo
una misa y un Te Deum (AHN, Estado,
57).
45
ACM, Ace, XXIII,, f. 214, Caracas,
4/8/1808.
46
ANH, Colección Arístides Rojas,
A 5, G 1, C 10, D 5, “Público regocijo
de la Capital de Caracas, por la feliz instalación de la Suprema Junta Central”,
Caracas, 23/9/1809.
47
Gazeta de Caracas, 25/11/1808,
p. 4, 2/12/1808, p. 3 y 21/4/1809, p. 3.
48
AAC, Reales cédulas, 9, ff. 126127; 134-135, Cádiz, 30/5/1811, Caracas, 15/12/1818.
49
ACM, Manuscritos sueltos sin
catalogar, 1808, “Ocurrencias en el
reinado del Rey nuestro señor Don Fernando VII”, Caracas, 18/8/1818. En estos casos, la igura de Santiago Apóstol
que estaba en la Catedral era sacada de
ésta en procesión hasta el Convento de
Carmelitas, quien facilitaba la imagen
de Nuestra Señora del Carmen que sustituía a Santiago apóstol.
50
ANH, Civiles, 17-6634-1, “Comprobantes de músicos extraordinarios”,
Caracas, 30/8/1808.
51
Gazeta de Caracas, 3/2/1809, p.
2, 21/4/1809, p. 3, 21/7/1809, p. 4.
52
AGN, Causas de inidencia, XIX,
exp. 2, «Contra el Pbr. José Joaquín de
Liendo, natural de San Felipe y vecino
de Caracas», ff. 47-47 vto., Caracas,
7/2/1813.
53
p. 4.
Gazeta de Caracas, 17/2/1809,
UNA CASA PARA LA MEMORIA DE LAS ARTES.
LA CASA DE JUAN AGUSTÍN CEÁN BERMÚDEZ1
Daniel Crespo Delgado
Data recepción: 2016/03/10
Data aceptación: 2017/06/21
Fundación Juanelo Turriano
Contacto autores: danielcrespo@juaneloturriano.com; davidgl@um.es
David García López
Universidad de Murcia
RESUMEN
De manera habitual, Ceán Bermúdez ha sido presentado como un erudito encerrado en su casa
de Madrid durante los últimos años de su vida, una imagen sostenida en parte a través de sus propias declaraciones. En este artículo pretendemos examinar cómo el desencanto y el hastío fueron
expresiones habituales entre los ilustrados de principios del siglo XIX, y así desentrañar el trasfondo
entre apariencia y realidad del gabinete de Ceán Bermúdez, el lugar desde el que se desarrolló una
trascendental actividad de estudio y difusión de la historia del arte español.
Palabras clave: Juan Agustín Ceán Bermúdez, Jovellanos, historiografía del arte, Ilustración
ABSTRACT
Cean Bermudez has often been presented as a scholar who shut himself away in his Madrid
home in the later years of his life, an image he himself helped to create through his own words. In
this paper we examine how disappointment and weariness were emotions routinely expressed by the
intellectuals of the early 19th century, and reveal the background between appearance and reality in
Cean’s ofice, a place where he conducted vitally important study into and dissemination of Spanish
art history.
Keywords: Juan Agustín Ceán Bermúdez, Jovellanos, art historiography, Enlightenment
Durante su último periodo de vida en Madrid,
Juan Agustín Ceán Bermúdez residió en la antigua calle del Estudio, en la llamada Vicaría vieja,
en la actual Pretil de los Consejos, tras el Palacio
de Uceda2. Ceán llegó a Madrid a primeros de junio de 1808 procedente de Sevilla, desde donde
había salido el 20 de mayo3. El 9 de junio ya acudía a la Junta ordinaria de la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando4, y ese mismo año
se instaló en la vivienda de la calle del Estudio,
pues allí irmó, el 20 de diciembre, como padre
de familia el juramento al rey José Bonaparte5.
Hasta su muerte en 1829, fueron años prolíicos para Ceán, decisivos en su trayectoria ya que
emprendió algunos de sus trabajos historiográi-
cos más notables centrados en el pasado de las
artes en España. En esta residencia matritense inalizó la primera historia moderna de la arquitectura; escribió una enciclopédica recopilación de
las antigüedades romanas para la Academia de
la Historia; aunque permanecieron manuscritas,
elaboró una historia de la escultura, una del grabado y otra, en once tomos, de la pintura6. Nos
dejamos muchas obras, pero bastan las citadas
para mostrar la vasta tarea llevada a cabo por
Ceán en este periodo y su precisa orientación.
Fueron obras renovadoras, que versaban sobre
materias todavía indeinidas puesto que perseguían en gran medida conigurar el pasado de
unas disciplinas que todavía no eran historia. Su
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 105-115
Daniel Crespo Delgado e David García López
106
Una casa para la memoria de las artes. La casa de Juan Agustín Ceán Bermúdez
carácter es heterogéneo, pero la mayor parte de
estos escritos compartieron el principal horizonte en la trayectoria intelectual de Ceán: trazar
una hasta la fecha no acometida historia de las
bellas artes españolas7. Desde su vivienda de la
calle del Estudio, Ceán dio el primer paso de una
naciente disciplina dando forma, al menos en su
deinición moderna, a la memoria de las artes.
Contamos con bastantes noticias sobre la actividad doméstica de Ceán, y sobresale un rasgo
que no por lógico y necesario dada su producción, resulta menos reseñable: su capacidad de
trabajo. En la correspondencia personal, detalló
las extensas jornadas de estudio en casa. Ya en
1803, desde Sevilla, explicaba su asistencia a la
temprana misa de las 5 de la mañana puesto
que madrugaba “siempre mucho”8. Esto le permitía dedicar largo tiempo a sus obras; según
le confesó a Tomás González, archivero de Simancas, desde las 6.30 de la mañana hasta las
5 de la tarde9. Las muchas horas de estudio le
habían hecho incluso idear ingeniosos sistemas
para trabajar más cómodamente. Así, en verano,
matizaba mediante un curioso medio la intensa
luz que bañaba la capital: “contra el relejo del
sol, yo uso una pantalla ligerísima de tafetán verde, unida a un círculo de alambre que encajo a
la cabeza, cayendo la pantalla sobre los ojos”10.
Resulta imposible no imaginarlo concentrado en
el trabajo con tan peculiar artilugio ornando su
cabeza; pintoresco laurel de un erudito. A veces,
las jornadas resultaban tan extenuantes que su
salud se resentía. Como cierto día que tras pasarse escribiendo siete horas sin pausa, sufrió un
mareo11. No parece que su amigo y colaborador
en sus últimos años, el poeta José Musso, errase
al caliicar a Ceán de infatigable y laborioso12. Él
mismo subrayó que su destino no era otro que
“andar entre papeles viejos”13. Y fue un destino
querido al airmar que no imaginaba vida mejor
que darse a sus estudios con libertad, sin someterse a disciplinas ajenas y obediencias externas.
Sólo echaba de menos una cosa: “¡qué buena
vida si pagaran!”14. En todo caso, no hay que
olvidar el carácter representativo que todos estos mensajes conllevaban. Durante el siglo XVIII
fue frecuente entre los literatos la construcción
de un personaje propio, en el que a menudo se
mostraba a partes iguales la constancia en el
trabajo y las enfermedades que esta dedicación
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 105-115
conllevaba: los literatos malgastaban la salud
para apenas recibir recompensas, y estos padecimientos eran utilizados para hablar de sí mismos como una forma de autorrepresentación,
demostrando en deinitiva el orgullo de trabajar
a pesar de todo tipo de obstáculos15.
Ceán era de origen relativamente modesto y
tuvo que trabajar para vivir16. Los altos contactos
y el creciente prestigio cultural que fue adquiriendo por su labor en las artes le permitieron acceder a puestos bien situados de la administración estatal. Tales desempeños nunca fueron un
obstáculo para continuar con unos intereses artísticos que ya detectamos en su juventud. Incluso aprovechó dichos puestos en el Banco de San
Carlos, el Archivo General de Indias, la Secretaría
de Gracia y Justicia o el Ministerio de Negocios
Eclesiásticos, para continuar sus trabajos eruditos. Es más, durante su tercera estancia en Sevilla (1801-1808), se le permitió ausentarse del archivo indiano para que pudiese concentrarse en
la inalización de las Noticias de los arquitectos
y arquitectura en España (1829)17. En enero de
1815, contando ya con 65 años, se le concedió
la jubilación y una pensión vitalicia de 15.000
reales18. Le restaban prácticamente 15 años de
vida que aprovechó a fondo. Las fechas aparecidas en los once volúmenes de su Historia del
Arte de la Pintura (1822-1828) permiten calcular
el tiempo destinado a cada uno de ellos y los
guarismos sorprenden19. Aunque lógicamente
no siempre dispuso del mismo, Ceán contó con
tiempo para dedicarse a su “aición”, no parece
que tan falta de recompensa como se podría deducir de algunas de sus declaraciones. Sólo sus
ambiciosos y numerosos proyectos hicieron que
se quejase de que “siempre ando alcanzado de
tiempo”. Tras la lectura de parte de los manuscritos para la publicación del Diccionario histórico
de los más ilustres profesores de las Bellas Artes
en España (1800), el erudito José Vargas Ponce
juzgó que más parecía una obra “hecha por una
sociedad de laboriosos individuos, que por uno
sólo”20. No hay duda de que la casa y la vida de
Ceán estuvieron marcadas por el estudio.
Por fortuna, también podemos rehacer ciertos elementos de su gabinete de trabajo. Conservamos una relación, redactada por él mismo
hacia 1820, de los libros y manuscritos de arte
que poseía21. Aunque seguramente dicha lista
incluía solo una parte de su colección, contaba
con unos 130 títulos impresos, preferentemente,
en España, Francia e Italia. Si nos atenemos a lo
que sabemos de otras bibliotecas del periodo,
la que atesoraba Ceán en su casa era bastante
rica en obras sobre bellas artes22. Por supuesto,
tendría acceso a las bibliotecas de amigos, protectores e incluso de instituciones con las que
colaboró estrechamente como la Academia de la
Historia o la de Bellas Artes de San Fernando. En
cuanto a los manuscritos, destacan sus apuntes
y los enviados por sus colaboradores con noticias
de monumentos y artistas que habían recogido
para facilitárselos. Sobresalen por encima de los
demás por su importancia para el estudio de las
bellas artes, recopilaciones como las “Memorias
de algunos hombres excelentes” de Lázaro Díaz
del Valle que le proporcionó Jovellanos23 o, junto a su calidad y por haberse localizado recientemente, las memorias de los ediicios góticos
de Palma de Mallorca enviadas igualmente por
Jovellanos durante su prisión en el castillo de Bellver, o las relativas a la catedral de Salamanca
que le mandó el secretario capitular Domingo
González Valle24.
Su colección de grabados y dibujos era excepcional por la cantidad y, sobre todo, por la
calidad y amplitud de miras, incluyendo dibujos
pero sobre todo estampas de numerosos autores de diferentes escuelas, estilos y épocas25. De
nuevo contamos con inventarios realizados por
el propio Ceán y con un ramillete de noticias que
nos permiten reconstruir su gabinete, determinar los materiales que ocupaban los anaqueles
y la mesa de quien puede considerarse el primer historiador moderno del arte español. En el
Ensayo para el arreglo por escuelas o reinos de
una colección de estampas escogidas… (1791)26,
Ceán ordenó con precisión su colección, que
por aquel entonces ascendía a 756 estampas,
prácticamente todas sueltas, estando ausentes
las populares o de devoción. Esta cifra no puede equipararse a las de las grandes colecciones
europeas o algunas españolas contemporáneas,
pero la de Ceán destacaba por su riqueza, con
ejemplos de los principales grabadores del continente. En los años venideros no haría sino crecer.
Prueba de ello es que en el Catálogo raciocinado de las Estampas que posee D. Juan Agustín
Ceán Bermúdez formado por él mismo... (18191820)27 se llegaría a una cifra cercana a los
12.700 grabados, de los cuales 2.000 eran estampas sueltas y el resto ilustraciones de libros.
En ambos trabajos, nuestro protagonista dividió
su colección por escuelas y artistas, prueba de
la voluntad sistemática que siguió a la hora de
conformarla y organizarla. De hecho, reiteró
en diversos escritos la importancia del grabado
en sí, como especíica disciplina artística, pero
también como medio para comprender mejor la
pintura, es decir, no sólo era una ventana para
conocer cuadros que no podían verse directamente, sino que permitía entender más adecuadamente el proceso creativo. Por ello recomendó
a los aicionados hacerse primero con grabados
y dibujos antes de formar una colección pictórica, ya que “conducen ininito para conocer
el mérito de las pinturas”28. No por casualidad,
al recibir noticias de que su amigo Bernardo de
Iriarte había regalado una pintura al duque del
Infantado, le pidió que pensase en él si quería
continuar haciendo regalos, “no para lienzos
y tablas, sino para dibujos y estampas y libros
de arte”29. Su colección, por tanto, no pudo ser
fruto del azar o la casualidad. Confesó que durante los años que vivió en Sevilla no faltó ningún jueves a las ferias denominadas del baratillo
y a las almonedas de los artistas que fallecían,
donde podían adquirirse numerosas estampas,
muchas de ellas - así lo revelaban sus marcas y
señales – procedentes de los talleres de los antiguos maestros hispalenses. En ellas se inspirarían, aprenderían y perfeccionarían los Pacheco,
Velázquez, Roelas, Zurbarán, Herreras, Cano o
Murillo30. Valga como ejemplo que dijo tener la
“apreciable estampa” de Rembrandt de donde
Murillo “tomó todo el pensamiento” para su
cuadro el Regreso del hijo pródigo del Hospital
de la Caridad31. Fueron varias las ocasiones en
las que en su enciclopédica Historia del Arte de
la Pintura (1822-1828), Ceán subrayó el inlujo
que lienzos y grabados lamencos y holandeses
tuvieron en los novedosos caminos tomados por
los pintores de la escuela sevillana a principios
del siglo XVII32.
Si libros, manuscritos, estampas y dibujos
formaron parte de la compañía permanente y
deseada de Ceán en su casa, no cabría olvidar
las pinturas, aunque sobre ellas tengamos me-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 105-115
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Daniel Crespo Delgado e David García López
Una casa para la memoria de las artes. La casa de Juan Agustín Ceán Bermúdez
Daniel Crespo Delgado e David García López
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Una casa para la memoria de las artes. La casa de Juan Agustín Ceán Bermúdez
nos y más imprecisas noticias. Deducimos que
no serían pocas ni de baja calidad, siempre teniendo en cuenta que en un mercado que alcanzaba altos precios como era el de la pintura,
tenía posibilidades más limitadas. Las más valiosas debieron ser las legadas por Jovellanos en
su testamento, el posible Autorretrato de Juan
Carreño de Miranda y el velazqueño Retrato del
cardenal Borja del Städelsches Kunstinstitut de
Fránckfort33. Sabemos que por su formación y
prestigio en materias artísticas, fue requerido
en calidad de experto para examinar pinturas,
y que actuó como intermediario y compró para
algunos de sus amigos como Tomás Verí o Jovellanos34. Recientemente hemos localizado una
tabla del Ecce Homo atribuida al icticio Francisco Frutet que compró en Sevilla para Jovellanos
y a la que dedicó uno de sus primeros escritos35.
Si bien sus intereses y posibilidades pudieron ir
por otros derroteros, centrándose en estampas
y dibujos, Ceán no renunció a adquirir pinturas,
informando con satisfacción al clérigo liberal
Manuel López Cepero de la compra de un “excelente original del Tintoretto, que no cambio
por la gloria del mismo, que compró este cabildo
[de Sevilla] en 4000 reales”36. Coniaba sobradamente en su ojo, pero anotemos que podemos
documentar no sólo que visitó junto a Goya los
cuadros más famosos de Sevilla cuando coincidieron en la capital andaluza37, sino que le pedía
consejo en Madrid “sobre el nombre o mano de
algunas pinturas y dibujos que quería comprar”.
Eso sí, Goya le confesaba que él sabía poco de
autorías, pudiendo sólo valorar si una pintura
era buena o no38.
La de Ceán fue una casa destacada por la
particular actividad que en ella se llevó a cabo y
por lo que contuvo, esto es, los más diversos materiales para entender y trazar la evolución de las
bellas artes. Fue una casa para la historia de las
artes y su memoria. Y desde esa perspectiva también devino una suerte de autorretrato, como
ciertas casas de artistas39, puesto que Ceán se
deinió y se situó desde su habitar. Efectivamente, en diversas ocasiones se reirió a su vivienda
como un refugio, un espacio donde alejarse de
los sinsabores del mundo y poder desarrollar su
anhelada actividad intelectual, encontrando un
sentido que el exterior parecía negar. En las múltiples ocasiones que desde sus escritos trazó su
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 105-115
retrato y se presentó ante los demás o ante sí
mismo, fue habitual que Ceán hiciese referencia
a su habitar, siendo un rasgo recurrente en su
autorrepresentación.
En la correspondencia privada de su tercer
periodo sevillano (1801-1808), una vez se le
obligó a abandonar Madrid y volver a vivir a orillas del Guadalquivir siguiendo el exilio impuesto
a su mentor Jovellanos, Ceán reiteró una amarga
visión del estado del país y de su época. Al menos lo hizo con los amigos que también habían
sufrido en sus propias carnes los caprichosos vaivenes de la política contemporánea. En las cartas
a Bernardo de Iriarte se repitieron hasta la saciedad quejas sobre la depravación de los tiempos
y muy especialmente de la Corte. Describió un
mundo que iba de mal en peor, deiniéndolo
como chapucero, donde se acumulaban las pésimas noticias del entorno más inmediato, de Madrid, aquella “odiosa Babilonia”40, o de la propia
Europa41, sin ninguna autoridad preocupada por
enderezar tan vacilante rumbo; donde no había
lugar para la honestidad u otros nobles valores, y
la verdad y la justicia sólo eran palabras vacías. A
tal situación habían llegado las cosas que, según
Ceán, el favor resultaba sospechoso de iniquidad y por el contrario, “la desgracia es el mayor timbre que puede tener ahora el hombre de
bien”42.
Frente a todo ello, ante una nación “que
corre precipitadamente a la barbarie” como escribió a Vargas Ponce43, Ceán airmó que nada
cabía hacer puesto que nada podía solucionarse,
sólo observar con incredulidad y buscar refugio
en el espacio privado e íntimo de la casa propia,
que es donde podía hallarse cierta serenidad y
sentido. A Bernardo de Iriarte le confesó que su
máxima aspiración ante tan “fatal época” era
recostarse tranquilo en su canapé, recomendándole olvidarse de la política o la industria
del país; poco se podía hacer excepto “comer
y cagar”44. Si acaso le instaba, una vez se había
trasladado deinitivamente a Valencia, a que se
centrase en sus libros y en su extraordinaria colección de pinturas, proponiéndole redactar su
descripción45. Él mismo declaró que sólo hallaba
consuelo encerrándose en su casa y ocupándose
en sus pesquisas sobre las bellas artes. De ahí
que las deiniese muy signiicativamente como
los “quitapesares de tantas cosas como la triste
imaginación nos presenta a todas horas”46.
La trayectoria posterior de Ceán en un país
convulso como pocas veces se había encontrado
no haría sino conirmar tan amarga percepción.
A causa de su participación en el gobierno joseino, fue detenido en septiembre de 1812 y
recluido en el Buen Retiro durante la breve ocupación de Madrid por parte del ejército anglo
español al mando de Arthur Wellesley, el futuro
duque de Wellington. Tras la recuperación del
control francés de la capital en noviembre de ese
año, Ceán continuó en su puesto del Ministerio
de Negocios Eclesiásticos hasta inales de mayo
de 1813, cuando el ejército francés evacuaría
Madrid deinitivamente. El control patriota de la
capital precipitó que Ceán, como tantos otros,
muchos de ellos algunos de sus más cercanos
amigos, fuese depurado por su afrancesamiento. Su causa se reabrió el 27 de agosto de 1813
y se le impuso un arresto domiciliario, no siendo
rehabilitado completamente hasta el 30 de abril
de 181447. Un afrancesado e ilustrado como él
no vería con demasiados buenos ojos al gobierno fernandino y sólo la dura oposición entre partidos y la llegada al poder de los liberales radicales en 1822 hizo que, como otros moderados,
saludase positivamente la vuelta al poder de El
Deseado. No deja de ser revelador que airmase
haber comenzado la Historia del Arte de la Pintura (1822-1828) para abstraerse de la dramática situación de la nación, con el in de “apartar
mi negra imaginación de las convulsiones en que
estaba envuelta España con la variedad de opiniones políticas”48.
La situación de las bellas artes no le parecía
mejor. Nadie se preocupaba por ellas, yaciendo
en un oprobioso olvido. En la misma Historia de
la Pintura trazó un triste panorama de su estado
actual, relejo del país, sin aicionados, comitentes e instituciones que la apoyasen convenientemente. En su más animado diálogo, el que recreó entre el cardenal Gaspar de Borja y el pintor
Juan Carreño de Miranda, publicado en 1820 en
el inluyente y afrancesado periódico El Censor,
Ceán se deinió como alguien que recogía noticias y escribía obras “relativas a la historia de
estas mismas artes en España, y al mérito y estilo
de sus antiguos profesores”; sin embargo, sólo
él parecía considerar importantes tales tareas49.
Lo cierto es que las cifras de venta de sus libros
no fueron abultadas. En su correspondencia fue
habitual que expresase sus dudas a la hora de
abordar alguna publicación al saber de su difícil despacho50. En su opinión, en España no se
encontraba un público culto e interesado en las
bellas artes, ávido de lecturas o de amparar a los
artistas; tanto era así que en su crítica sobre la
exposición celebrada en 1821 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando arremetió
con dureza contra la generalizada ignorancia de
los asistentes. Según Ceán, algunos esperaban
ver más obras expuestas, pero él se sorprendió
de las presentadas, pareciéndole que no eran
pocas dado que ni a los artistas ni a sus discípulos se les ocupaba. Subrayó que las bellas artes
no podían desarrollarse “sin protección decidida
y pecunaria”51. Muchos años antes ya se había
quejado con amargura de la falta de verdaderos
aicionados y coleccionistas52; las cosas no parecían haber mejorado.
Estas declaraciones contrastan con las aparecidas en algunos de sus grandes tratados impresos, por ejemplo en las Noticias de los arquitectos y arquitectura (1829) o en el Sumario de
las antigüedades romanas que hay en España,
en especial las pertenecientes a las Bellas Artes
(1832), donde Ceán incluyó los habituales panegíricos al rey y al gobierno, prometiendo de
su modélica tutela un horizonte luminoso para
las artes. Eran una mera convención, un lugar
común para obtener el favor del poder o, cuanto menos, para no perderlo. Advirtamos que algunos de los juicios más críticos que hemos ido
desgranando aparecieron en obras manuscritas
o privadas.
Desde esta mirada pudiera no extrañarnos la
recomendación a su amigo y colaborador José
Vargas Ponce de tomarse las cosas con tranquilidad – “despacio hermano Pepe…” – de no
correr en demasía y darse sin mesura al trabajo. Era absurdo dejarse la vida para amontonar
más y más papeles destinados “a una generación bárbara e idiota”53. Esta recomendación
resulta bastante irónica cuando Ceán presionó
constantemente a Vargas para que le consiguiese noticias de artistas durante sus periplos, pero
sobre todo cuando él mismo la incumplió. De
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Daniel Crespo Delgado e David García López
Una casa para la memoria de las artes. La casa de Juan Agustín Ceán Bermúdez
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Una casa para la memoria de las artes. La casa de Juan Agustín Ceán Bermúdez
hecho, Ceán dijo no encontrar mayor alivio a los
reveses de la existencia que concentrarse en sus
estudios e investigaciones sobre las bellas artes.
En su correspondencia escribió que entre tantas
amenazas, desengaños y acusaciones por las
que había tenido que pasar, lograba hallar sentido y entretenimiento cuando trataba con los
“artistas difuntos”, rehaciendo su memoria en el
gabinete de su casa, al margen de la sociedad54.
Su existencia se tornaba más tolerable – tal fue
su expresión – cuando podía centrarse en las
artes, en sus bellezas y su pasado, separándose
así de los hombres, “donde cada encuentro es
un tropiezo”55. En varias ocasiones airmó que
los artistas muertos eran mejores que los vivos,
pues al menos callaban y no delataban. Lo hizo
por ejemplo en un prólogo manuscrito que redactó para las Noticias de los arquitectos, donde señaló que tras la concesión de su jubilación
en 1815, sus condiciones para la inalización
de esta obra no podían ser más ventajosas: se
encontraba sin obligaciones y, sobre todo, sin
ningún interés por saber o participar de las novedades mundanas, al margen de su vano ruido,
“tranquilo en su cuarto” y rodeado de “preciosos planos de ediicios”, libros escogidos, manuscritos, “dibujos originales y de muchas antiguas y apreciables estampas”, dueño de todo
el tiempo que se extendía desde que el sol salía
hasta que se precipitaba en el ocaso56. No podía
imaginar una mejor situación. Las mezquindades
de los hombres no lograban traspasar los muros
de su vivienda. El estudio solitario de las artes
en su gabinete recomponía y resituaba la propia
existencia. La casa devenía un espacio querido y
necesario, tal vez el único posible al margen del
sinsentido del mundo: si en 1803, exiliado en Sevilla, ya había declarado “metido en mi concha,
me divierto solo”57, tras la dura experiencia de
la Guerra, el encarcelamiento y la reclusión, las
denuncias que habían propiciado el proceso de
inidencia y la depuración, el refugio en el hogar
y el estudio no podían ser más convenientes.
El poeta Musso recordó que la frase favorita de su amigo Ceán era “todo es mentira; no
quedan sino los nombres de las cosas”58. En alguna de sus cartas encontramos tal expresión59.
A Bernardo de Iriarte, que lo conocía bien, le
confesaba las severas máximas que le guiaban,
la austeridad de sus costumbres y, subrayémos-
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lo, su “genio triste”60. Melancólico por naturaleza, desengañado por la vida que le tocó vivir,
sea como fuere, lo cierto es que la expresión del
desencanto y la amargura se generalizó a inales de siglo entre los ilustrados españoles61. La
Ilustración, en su expresión más paradigmática,
era un movimiento solar, de mediodía, de conianza y optimismo, que apelaba y reclamaba lo
público, el espacio común y compartido para
validarse. Pero su incapacidad para dirigirlo – o
al menos para que sus defensores prevaleciesen
o cumpliesen con sus expectativas – generó un
sentimiento de frustración. Los protagonistas de
la novela El Siglo de las Luces (1962) de Alejo
Carpentier, tras acumular desengaños, también
acabaron refugiándose en su casa madrileña;
sólo una nueva esperanza, o más bien un impulso moral indomable, los hizo salir a la calle. Ya
contemporáneamente, desde la prensa periódica, el hastío de la sociedad se consideró un rasgo
propio del ilustrado, predicándose del “hombre
de las luces cuando está en compañía”62. En la
fábula El canario y otros animales, Tomás de
Iriarte, hermano de Bernardo, se representó
como un canario cuyo dulce y solitario canto
era incomprendido por el resto de animales63. La
ciudad de las Luces parecía tan ajena al mundo
como la ciudad de Dios. En Ceán, además, tuvo
un gran impacto el exilio y el encarcelamiento
de su admirado Jovellanos, referente ineludible de la Ilustración pero también su protector.
Anotamos que él mismo se vio afectado por la
persecución desatada contra Jovellanos y que
tuvo que dejar Madrid y volver, desterrado, a Sevilla. Un amigo común, Moratín, quien también
manifestó en algunas cartas su malestar en la
capital, caliicándola de “Babel adúltera”, lo resumió en su Diario de manera rotunda: “Ceán,
expulsus”64.
Tras el fallecimiento de Jovellanos, Ceán emprendió su biografía, impresa en 1814 pero no
puesta a la venta hasta 1820. Lo presentó como
un héroe perseguido, un acérrimo defensor de
las luces golpeado por las sombras, defenestrado injustamente por una Corte corrupta, donde
sus rectos y patrióticos principios no tenían cabida, soportando, al inal de su vida, un reguero de
“calumnias y amarguras”65. No hay que olvidar
que Ceán escribió dichas Memorias durante su
propia reclusión domiciliaria en la segunda parte
del año 1813 – las inalizaría en enero del año
siguiente y ya anunciaba su suscripción el 10 de
febrero –. En el relato no pocas veces la igura y
los sufrimientos de Jovellanos se confunden con
las del propio narrador, que aparece igualmente
como resignado objeto de injusticias. Tras citar el
encierro de Jovellanos en el castillo del Bellver y
de las obras que allí fue capaz de escribir, se compara a sí mismo como redactor de las Memorias:
“Y dichoso también el retiro en que yo ahora me
hallo, pues me proporciona tiempo y lugar para
poder extender a mi sabor estas noticias”66. Sin
embargo, el Jovellanos de Ceán no lamentó el
alejamiento en sí de la capital. Todo lo contrario.
“Desengañado de la corrupción e injusticia de la
Corte”, acabó adaptándose de buen grado a su
destierro en Asturias. Estableciendo un riguroso
régimen de vida, que incluía la ordenación de su
vivienda y el estudio y la lectura diaria, se concentró en proyectos de fomento para la región
que, según Ceán, le proporcionaron sosiego y
felicidad. No queriendo “salir de su rincón”,
aceptó de mala gana la reincorporación a Palacio y su nombramiento como ministro a sabiendas que suponía el inal de una “vida dulce y
tranquila”67. En el soberbio retrato que le hizo
Goya durante su fugaz paso por el Ministerio de
Gracia y Justicia recordemos que lo presentó con
un gesto característico de la melancolía68. Más
adelante, durante su prisión mallorquina, sometido a una reclusión que ahora sí reducía bastante su movilidad, Jovellanos hizo del estudio un
preservativo contra la privación y el abatimiento
a los que había sido aherrojado. De este modo
Ceán caracterizó las conocidas como Memorias
histórico-artísticas de arquitectura (1806-1808),
unos soberbios artículos sobre el paisaje, la historia y los monumentos que Jovellanos podía
divisar desde su cárcel en el castillo de Bellver y
que envió a su amigo para ayudarle en sus investigaciones sobre la historia de la arquitectura69. El
propio Jovellanos justiicó su redacción – como
las otras empresas intelectuales emprendidas en
Bellver – como recreo, consuelo y bálsamo frente
a los embates de un mundo que, injustamente,
le había privado de la libertad70.
Los escritos e incluso la trayectoria de un
buen amigo común, el poeta Juan Meléndez Valdés, podría ofrecernos paralelismos sugestivos.
En su oda De los empleos (1814), su protago-
nista acababa preiriendo las letras, su honesto
cultivo, a los altos cargos y honores, a “las viles
fantasías/ que la Corte alimenta”71. Pero el inlujo de Jovellanos sobre Ceán es indudable. Recordemos que Ceán decidió colocar en el estudio
de su casa una copia del busto de Jovellanos que
realizara Ángel Monasterio por encargo de Lord
Holland y que éste le enviara en 181472, nada
más y nada menos que entre el retrato del cardenal Borja y el de Carreño – ambos legados de
Jovellanos como ya apuntamos – conformando
una suerte de altar laico, de monumento conmemorativo levantado en la intimidad de una
casa, cual imagine maiorum que velase sobre el
progreso de su trabajo. El mismo Ceán, al autorretratarse como un perseguido, desencantado
de la sociedad y refugiado en el gabinete de su
vivienda, el único lugar donde parecía posible el
sueño de la razón, no dejaba de seguir de cerca
las trazas y los trazos de Jovellanos.
En el prólogo del Sumario de las antigüedades romanas que hay en España (1832), Ceán
airmó que para realizar tan vasta obra estuvo
ocho años privado absolutamente de “toda sociedad”. Esta y otras declaraciones de este tipo,
algunas de las cuales han ido apareciendo en las
anteriores líneas, han llevado a los estudiosos
modernos a ponderar, creemos que en exceso,
la soledad de Ceán en sus últimos años, describiéndolo apartado del mundo y en un encierro
casi eremítico. Recordemos que la expresión del
desengaño fue una actitud propia de ciertos
sectores ilustrados en esa época. Tampoco podemos olvidar que en el último periodo de su
vida, en especial tras ser rehabilitado en 1814,
Ceán mostró estar muy bien relacionado con la
élite cultural y social madrileña, ampliando su
ya considerable abanico de contactos entre los
pujantes liberales, sobre todo entre los moderados. Participó activamente en las dos principales
instituciones vinculadas con sus afanes, la Real
Academia de la Historia y la de Bellas Artes de
San Fernando, siendo nombrado tesorero, revisor general y censor de la primera, así como
consiliario de la segunda73. Le llovieron encargos,
reconocimientos y consultas. Cuando el fastuoso Museo del Prado se consagró a las bellas artes, abriendo sus puertas al público, se acudió
a Ceán para redactar los comentarios de los
cuadros que iban a litograiarse y, tal vez más
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Daniel Crespo Delgado e David García López
Una casa para la memoria de las artes. La casa de Juan Agustín Ceán Bermúdez
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Una casa para la memoria de las artes. La casa de Juan Agustín Ceán Bermúdez
signiicativo para nosotros, para que proporcionase una lista de los artistas cuyas eigies debían
ornar el exterior del ediicio. Aunque luego se
escogiesen a otros consultores y a otros artistas,
nos parece revelador que la fachada del ediicio
más admirado de la época, frente al concurrido
Paseo del Prado, acabase siendo decorada con
retratos de artistas74. Las bellas artes no estaban
condenadas a su reclusión en el ámbito privado.
El retiro y el hastío desde los que Ceán se
retrató, la presentación de su casa como único
espacio de sentido y hasta de digna existencia,
no fueron por supuesto un mero invento, pero
sí tuvo algo de construcción, de discurso para
mostrar el desencanto frente a la sociedad; un
rasgo que se había convertido ya en signo de
pertenencia a las Luces. En la nueva era abierta
con el siglo, se leería con nostalgia la crítica que
José Cadalso hiciese en sus Cartas Marruecas
(1772) a cierto modélico hacendado que, con
medidas adecuadas y rectitud, había conseguido
la felicidad de sus labradores y el lorecimiento
de sus tierras; aun a costa de su propia tranquilidad, Cadalso instaba a que todo hombre contribuyese al bien de la nación desde su mismo
epicentro, por ser en el mundo y no rehuirlo75.
En la revolucionaria obra de nuestro protagonista no estuvo ausente la amargura, real
y literaria. Desde ella justiicó su dedicación y
llegó a mirar al pasado. En este sentido, en la
producción de Ceán pocos textos creemos que
puedan igualarse a los diálogos entre Juan de
Herrera y el ingeniero Bautisa Antonelli (1822)76.
En estos tres diálogos se expresaron duras críticas a la cicatería de Felipe II, a su absoluta falta
de recompensa a quienes hacían progresar las
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luces en su reinado. Ante el total abandono en
que las autoridades dejaban a los hombres útiles
del país, Herrera y Antonelli se preguntaban si
habría alguno que todavía se esforzase en adelantar en las bellas artes o las ciencias. Contestaron que sí, puesto que quienes las amaban no se
retraían de continuar cultivándolas, “tal es el poder que tienen sus atractivos sobre los virtuosos
españoles”. Era obvio que Ceán no sólo soñaba
un diálogo imposible entre dos iguras del pasado; hablaba de su momento como suele hacer el
mejor relato historiográico. En los diálogos entre Herrera y Antonelli desplegó la bandera del
patriotismo como móvil del estudio, pero parecía
claro que los resortes y las motivaciones de la
Ilustración también debían ser internas, resolverse en la propia airmación del sujeto, en su hacer
y, por extensión para el erudito, en su habitar.
Ceán escribió que, en ocasiones, perdido el
sosiego que le impedía continuar sus trabajos,
durante el difícil año de 1815, pasaba a la habitación de su joven hija Beatriz y la escuchaba tocar una o dos sonatas de Mozart, Pleyel o Haydn
en el pianoforte. A la vez, citaba la Oda a la Vida
retirada: “A solas, sin testigo / Libre de amor,
de celo / De odio, de esperanzas, de recelo”, de
fray Luis de León77, precisamente el autor al que
poetas como Menéndez Valdés y el propio Jovellanos habían establecido como modelo para
restablecer el buen gusto en las lírica española78.
Se desvanecía con ello el malestar, los sinsabores
parecían diluirse y se reencontraba el sentido.
Creemos que esas notas y esos versos disfrutados en el espacio privado de una casa – como
otras armonías – también fueron importantes en
el nacer de la moderna historia del arte español.
NOTAS
1
Este trabajo se ha desarrollado en
el seno del Proyecto de Investigación I+D
del Ministerio de Economía, Industria y
Competitividad titulado “Juan Agustín
Ceán Bermúdez (1749-1829) y los inicios de los estudios histórico artísticos
en España: Historia del Arte y coleccionismo” HAR2016-76366-P y del Grupo
de Investigación “Figuración, representación e imágenes de la arquitectura” de
la Universidad Complutense de Madrid y
del Grupo de Investigación de Excelencia “Estudios Visuales: imágenes, textos,
contextos” de la Universidad de Murcia
- Fundación Séneca (19905/GERM715).
J. Clisson Aldama, Juan Agustín
Ceán-Bermúdez escritor y crítico de
Bellas Artes, Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo, 1982, p. 90; J. González
Santos, “Juan Agustín Ceán Bermúdez,
una biografía intelectual”, en E. Santiago Páez (coord.), Ceán Bermúdez, historiador del arte y coleccionista ilustrado,
Biblioteca Nacional de España, Madrid,
2016, pp. 41-69. Es un ediicio desaparecido que ahora está ocupado por un
bloque moderno en el actual Pretil de
los Consejos, nº 7-9. Allí vivía todavía
su hija Beatriz Ceán de Arana en 1864
en calidad de “propietaria”, tal y como
se indica en F. Domingo López, El indicador de Madrid para el año de 1858,
ó sea Índice General de los principales
habitantes, con las señas de sus habitaciones, así como de los contribuyentes,
etc., Madrid, Imprenta Nacional, 1857,
p. 29. Debemos estas noticias a nuestro
querido amigo, el profesor Javier González Santos, que próximamente publicará
más datos sobre esta temática. Gracias
a la iniciativa de Elena Santiago Páez, el
Ayuntamiento de Madrid ubicará una
placa conmemorativa de Ceán Bermúdez en dicho ediicio.
2
3
J. A. Ceán Bermúdez, “Noticias
de los Arquitectos y Arquitectura de España…” BNE, Mss. 21458/6; transcrito
en J. Martín Abad, “Obras manuscritas
y papeles de Ceán Bermúdez en la Biblioteca Nacional”, en Cuadernos de
Estudios del Siglo XVIII, nº 1, 1991, pp.
3-42 (p. 30).
4
“Secretario General. Libro de
actas de Juntas ordinarias, generales y
públicas (1803-1818)”, en Archivo de
la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando (en adelante ARABASF), Sig.
3-87, fol. 374v.
Dicho juramento había sido una
exigencia de Napoleón tras la capitulación de la capital el día 4 de diciembre
de 1808. “D[ic]ha casa [vicaría vieja].
D[o]n Juan Cean [Firmado: Juan Cean
Bermudez]”, en “Matricula de los Vecinos Cabezas de familia del Barrio de
la Puerta de Segovia perteneciente al
Cuartel de Palacio que ofrecen prestar el
Juramento de idelidad y obediencia al
Rey de España e Indias, D[o]n Josef Napoleon primero, en la que irmarán los
que sepan y por los que no certiicará al
in el infrascripto Secretario de la Diputación de la Caridad de dicho barrio”,
Archivo de la Villa, Secretaría, 2-36413 s.f.; sobre estos registros municipales véase G.Demerson, “Les registres
d’habitants de Madrid sous Joseph Ier
(décembre 1808)”, en Bulletin Hispanique, 59, 2, 1957, pp. 199-205.
5
Señalamos solamente las tres
principales: Noticias de los arquitectos y arquitectura en España desde su
restauración, por el Exmo Sr. D. Eugenio Llaguno y Amirola, ilustradas y
acrecentadas con Notas, Adiciones y
Documentos por D. Juan Agustín CeánBermúdez, Imprenta Real, Madrid,
1829; Sumario de las antigüedades
romanas que hay en España en especial las pertenecientes a las Bellas Artes
por D. Juan Agustín Ceán-Bermúdez,
Imprenta de Miguel de Burgos, Madrid,
1932; Historia del Arte de la Pintura,
ARABASF, 11 vols. Sig. 3-377/3-384.
Véase J.A. Ceán Bermúdez, Historia del
Arte de la Pintura en España, edición
de David García López y Daniel Crespo
Delgado, KRK, Oviedo, 2016.
6
7
D. Crespo Delgado, “Sin título”,
en E. Santiago Páez (coord.), Ceán Bermúdez, historiador… op. cit., pp. 71-88.
8
Carta a Bernardo de Iriarte,
17/8/1803, Biblioteca Bartolomé March,
Palma de Mallorca (en adelante BBM),
Sig. B 101-A-15, p. 77.
9
Carta a Tomás González,
7/11/1818, en M. Serrano y Sanz, “Cartas de D. Martín Fernández de Navarrete
D. Agustín Ceán Bermúdez y D. Diego
Clemencín, a D. Tomás González, archivero de Simancas”, Revue Hispanique,
nº Sixième année, 1899, pp. 111-114.
10
Carta a Tomás González,
8/8/1818, en Ibid. pp. 107-109.
11
Carta a Bernardo de Iriarte,
29/4/1807, BBM, Sig. B 101-A-13, p. 85.
12
J. Musso y Valiente, Obras, edición de J. L. Molina Martínez, Ayuntamiento de Lorca – Universidad de Murcia, Murcia, 2004, 3 vols, I, p. 218.
13
Carta a Bernardo de Iriarte,
18/3/1807, en BBM, Sig. B 101-A-13,
p. 39.
14
Carta a Tomás González,
15/7/1815, en F. J. Sánchez Cantón,
“Cartas inéditas de Ceán Bermúdez”,
Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, 1919, vol. 27, pp. 198-201.
15
J. Álvarez Barrientos, Los hombres de letras en la España del siglo XVIII.
Apóstoles y arribistas, Madrid, Castalia,
2006, pp. 146-155.
16
J. Clisson Aldama, op.cit. pp. 3738; J. González Santos, “Juan Agustín
Ceán Bermúdez… op. cit.
17
Carta a José de Vargas, entre inales de 1802 y principios de 1803, en
C. Fernández Duro, Correspondencia
epistolar de D. José de Vargas y Ponce y
otros en materias de Arte, colegida por
D. Cesáreo Fernández Duro y publicada
por la Real Academia de Bellas Artes de
San Fernando, Viuda e Hijos de Manuel
Tello, Impresor de Cámara de S.M., Madrid, 1900, p. 210; Carta a Bernardo de
Iriarte, 10/3/1802, en F. J. Sánchez Cantón, “En el centenario de Ceán Bermúdez”, Academia, nº 2, 1951, pp. 121148 (p. 135). Él mismo lo relata en uno
de los manuscritos escritos para servir de
Prólogo a las Noticias de los arquitectos,
Biblioteca Nacional de España (en adelanta BNE), Mss. 21458/6, trascrito en el
artículo de J. Martín Abad, “Obras manuscritas y papeles de Ceán Bermúdez
en la Biblioteca Nacional”, Cuadernos
de Estudios del Siglo XVIII, n.º 1, 1991,
pp. 3-42.
18
Quizá incluso se le redujera
esa asignación. Ceán indica la cifra de
15.000 reales en J. A. Ceán Bermúdez,
“Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España…” BNE, Mss. 21458/6,
transcrito en J. Martín Abad: “Obras
manuscritas…” o. cit. p. 40; sin embargo en su expediente de jubilación se
indica que “Disfrutaba antes de ser clasiicado 12500 rs… Resultas de Ahorro
2500 rs.”, Archivo Histórico Nacional,
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 105-115
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Daniel Crespo Delgado e David García López
Una casa para la memoria de las artes. La casa de Juan Agustín Ceán Bermúdez
Daniel Crespo Delgado e David García López
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Una casa para la memoria de las artes. La casa de Juan Agustín Ceán Bermúdez
Hacienda, leg. 1498, Exp. 44: “Expediente de jubilación de Juan Agustín
Ceán Bermúdez. Oicial de la Secretaría
de Gracia y Justicia de Indias”.
19
D. Crespo Delgado y D. García
López, “Ceán Bermúdez y la Historia del
Arte de la Pintura”, Introducción a J. A.
Ceán Bermúdez, Historia del Arte de la
Pintura en España... op. cit. pp. 11-208.
D. García López, “Más parece
hecha por una sociedad de lavoriosos
Yndividuos, que por uno solo. El método de trabajo de Ceán Bermúdez”, en
E. Santiago Páez (coord.), Ceán Bermúdez historiador del arte… op. cit. pp.
89-107.
20
21
BNE, Mss. 22729/173; M. Cera
Brea, “La Biblioteca de Ceán Bermúdez”, Academia, nº 116, 2014, pp.
201-211.
22
D. Crespo Delgado, “Lectura y
lectores en la España de la Ilustración. El
caso de la literatura artística”, Cuadernos de Historia Moderna, nº 32, 2007,
pp. 31-60.
D. García López, Lázaro Díaz del
Valle y las vidas de pintores de España,
Madrid, FUE, 2008, pp. 113-115; Idem,
“El Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en
España”, en E. Santiago Páez (coord.),
Ceán Bermúdez historiador del arte…
op. cit. pp. 225-245.
23
24
D. Crespo Delgado y J. Domenge
i Mesquida, “Jovellanos: la Ilustración,
las artes y Mallorca”, prólogo a G. M. de
Jovellanos, Memorias histórico-artísticas
de arquitectura, Akal, Madrid, 2013, pp.
13-142; D. Crespo Delgado, “Noticias
desde Salamanca”, en E. Santiago Páez
(coord.), Ceán Bermúdez historiador del
arte… op. cit. pp. 265-266.
25
Para su colección de estampas seguimos a E. Santiago Páez, “El gabinete
de Ceán Bermúdez. Un capítulo en la
historia de las colecciones de la Biblioteca Nacional”, en E. Santiago Páez – J.
Wilson-Bareau (eds.), Ydioma universal.
Goya en la Biblioteca Nacional, Biblioteca Nacional, Madrid, 1996, pp. 53-67;
Ibid, El Gabinete de Ceán Bermúdez.
Dibujos, estampas y manuscritos de la
Biblioteca Nacional, Museo-Casa Natal
de Jovellanos, Gijón, 1997; Ibid, “Ceán
Bermúdez, historiador del arte del grabado y coleccionista de estampas”, en E.
Santiago Páez (coord.), Ceán Bermúdez,
historiador del arte… op.cit. pp. 137154; para su colección de dibujos a B.
Hidalgo, “Juan Agustín Ceán Bermúdez,
verdadero aicionado y coleccionista de
dibujos”, en E. Santiago Páez (coord.),
Ceán Bermúdez, historiador del arte…
op.cit. pp. 109-135.
26
BNE, Mss. 21457.
BNE, Mss, 21458/1 fols.167-169.
En una nota al pie dice que la introducción al Catálogo raciocinado se escribió
en Madrid hacia enero de 1820. El manuscrito es una copia del original hecha
por Joaquín, hijo de Ceán, en 1839.
Otra copia anónima, posterior, de la introducción al Catálogo, se encuentra en
la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander y fue publicada por Carlos Carrete Parrondo, “Personajes de la biblioilia
española: Juan Agustín Ceán Bermúdez,
historiador del arte del grabado y coleccionista de estampas”, en Cuadernos de
Arte y Biblioilia, n.º 3, 1980, pp. 57-68
(pp. 61-68).
27
28
Carta sobre el discernimiento de
las pinturas originales de las copias, BNE,
Mss. 21454/1, p. 19.
29
Carta a Bernardo de Iriarte
22/12/1802, BBM, Sig. B 101-A-15, p.
12.
Catálogo raciocinado de las Estampas que posee D. Juan Agustín Ceán
Bermúdez formado por él mismo...,
BNE. Mss. 21458/1 fol. 33v.
30
31
Discurso sobre el discernimiento
de las pinturas, dibuxos y estampas originales de las copias, BNE. Mss. 21458/5
fol. 3v.
32
D. Crespo Delgado y D. García
López, “Ceán Bermúdez y la Historia....”, op.cit., pp. 125-126.
J. González Santos, Jovellanos
aicionado y coleccionista, Ayuntamiento de Gijón, Gijón, 1994, pp. 126-127 y
113-115, respectivamente.
33
Sobre su labor de intermediación
con Tomás de Verí, véase Cuadros Notables de Mallorca. Principales colecciones
de pinturas que existen en la isla de Mallorca. Colección de Don Tomás de Veri,
Sanz Calleja, Madrid, 1920.
34
35
D. Crespo Delgado y D. García
López, “El Ecce Homo que Ceán Bermúdez compró para Jovellanos y atribuyó
a Francisco Frutet”, Archivo Español de
Arte, XC, nº 358, 2017, pp. 141-154.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 105-115
36
Carta a Manuel López Cepero
3/9/1803, en R. Merchán Cantisan, El
deán López-Cepero y su colección pictórica, Diputación Provincial de Sevilla,
Sevilla, 1979, lám. 3.
37
Copia de la Obra de Cean en lo
concerniente à Bellas artes y sus profesores en Sevilla, Archivo de la Real Academia de la Historia, 9-4176, fol. 300r.
Goya y Ceán coincidirían en Sevilla hacia
inales de 1792 o principios de 1793,
volviéndolo a hacer en 1796.
38
Discurso sobre el discernimiento
de las pinturas, dibuxos y estampas originales de las copias, BNE. Mss. 21458/5
fols.12v-13r.
39
D. Rodríguez Ruiz, La casa de las
metáforas. Ensayos sobre la periferia de
las artes y la arquitectura, Abada, Madrid, 2014, especialmente “Casas de
artistas y de arquitectos: retratos y metáforas del habitar”, pp. 133-143.
40
Cartas a Bernardo de Irirarte 19/1/1803, 6/7/1803, y 21/1/1804
(BBM, Sig. B 101-A-15, pp. 13, 59 y 95).
41
“considero a toda la Europa en
el estado más crítico que ha estado jamás”, (BBM, Sig. B 101-A-15, pp. 7374).
42
Ibid. p. 90
Carta a Vargas Ponce, 26/9/1804,
en Marqués de Seoane, “Correspondencia epistolar entre don José de Vargas y
Ponce y Don Juan Agustín Ceán Bermúdez durante los años de 1803 á 1805,
existente en los Archivos de la Dirección
de Hidrografía y de la Real Academia de
la Historia”, Boletín de la Real Academia
de la Historia, t. XLVII, 1905, pp. 5-60
(p. 44).
43
44
Cartas a Bernardo de Iriarte,
11/1/1804 y inales de 1804, BBM, Sig.
B 101-A-15, pp. 85 y 175 respectivamente.
45
Ibid. pp. 142, 147 y 174. Para la
colección de Iriarte véase J. Jordán de
Urríes y de la Colina, “El coleccionismo
del ilustrado Bernardo de Iriarte”, Goya,
nº 319-320, 2007, pp. 259-280.
46
Carta a Bernardo de Iriarte,
11/4/1804, BBM, Sig. B 101-A-15, p.
121.
47
Así lo relata él mismo en J. A.
Ceán Bermúdez, Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España… BNE,
Mss. 21458/6 f. 19v.; transcrito en J.
Martín Abad, “Obras manuscritas y papeles de Ceán Bermúdez…”, op.cit. pp.
34-37. Próximamente pretendemos publicar un estudio más detenido sobre el
período de Ceán Bermúdez al servicio de
José I Bonaparte, como Jefe de División
en el Ministerio de Negocios Eclesiásticos (1809-1813).
J. A. Ceán Bermúdez, Historia del
Arte de la Pintura… op.cit. III, p. 317.
48
Diálogo entre el cardenal D. Gaspar de Borja y Velasco, embajador de
Felipe IV en Roma, arzobispo de Sevilla
y después de Toledo, y D. Juan Carreño
de Miranda, sobre el aprecio, suerte y
paradero que tuvieron sus retratos desde que se pintaron hasta ahora, BNE,
Mss. 21450. Publicado por vez primera
en El Censor, nº. 8, 23 de septiembre de
1820 y luego en Ocios de D. Juan Agustin Cean-Bermudez sobre Bellas Artes,
Imprenta de D. León Amarita, Madrid,
1822.
49
D. Crespo Delgado, “Sin título”… op.cit.
50
51
Manifestación en la Academia
de San Fernando de las obras pertenecientes a las Bellas Artes, ejecutadas en
este año de 1821, BNE, Mss. 21458/1,
fol. 10v.
52
Carta sobre el discernimiento
de las pinturas originales de las copias
(1805), BNE, Mss. 21454/1
Carta a Vargas Ponce, 1/2/1803,
en C. Fernández Duro, Correspondencia
epistolar… op.cit. p. 211.
53
54
Carta a Bernardo de Iriarte en
1808, en F. J. Sánchez Cantón, “En el
centenario de Ceán-Bermúdez…”,
op.cit. p. 142. También en la carta a
Tomás González del 17/6/1815, en F. J.
Sánchez Cantón, “Una carta de Ceán
Bermúdez”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, 1915, vol. 23, segundo trimestre, pp. 164-165 (p. 164).
55
Carta a Tomás González,
3/5/1815, en C. Fernández Duro, Correspondencia epistolar… op.cit. p. 274.
J. A. Ceán Bermúdez, “Noticias
de los Arquitectos y Arquitectura de
España…” BNE, Mss. 21458/6, fols.
56
20r-20v., ya trascrito en J. Martín Abad,
“Obras manuscritas y papeles de Ceán
Bermúdez…”, op.cit. p. 41.
57
Carta a José Vargas Ponce de
septiembre de 1803, en Marqués de
Seoane, “Correspondencia epistolar…”
op.cit. p. 23.
58
José Musso y Valiente, Obras…
op.cit. I p. 218.
59
Carta a Tomás González,
19/12/1818, en M. Serrano y Sanz,
“Cartas de D. Martín Fernández…”
op.cit. p. 116.
60
Carta a Bernardo de Iriarte,
23/2/1803, BBM, Sig. B 101-A-15, p. 25
En el sugestivo Cuando manden
los que obedecen. La clase política e intelectual de la España preliberal (17801808), Antonio Calvo Maturana se reiere a la “angustia ilustrada” (Marcial
Pons, Madrid, 2013, p. 253 y ss.).
61
62
“Relexiones sobre la soledad por
Zimmerman”, El Regañón General, nº
50, 19/11/1803. Citado en Antonio Calvo Maturana, Cuando.. op.cit., p. 253.
63
Ibid. p. 256.
L. Fernández de Moratín, Diario
(Mayo de 1780-marzo de 1808), edición
anotada por R. y M. Andioc, Castalia,
Madrid, 1968, p. 194.
64
65
J. A. Ceán Bermúdez, Memorias
para la vida del Excmo. Señor D. Gaspar
Melchor de Jovellanos y noticias analíticas de sus obras, Imprenta que fue de
Fuentenebro, Madrid, 1814, dedicatoria, s.p.
66
Ibid. p. 326; véase el próximo
D. García López y D. Crespo Delgado,
“Ceán Bermúdez, Lord Holland y Jovellanos: amistad y Memorias”, en Goya,
revista de arte, 2018 (en prensa).
67
Ibid. pp. 48-60.
68
Se analiza este cuadro y se incluye abundante bibliografía en J. González
Santos, Jovellanos aicionado… op.cit.
69
Ibid. p. 88 y ss.
70
D. Crespo Delgado y J. Domenge
Mesquida, “Jovellanos…”, op.cit.
72
J. González Santos, Jovellanos
aicionado… op.cit., p. 159. Ahora
sabemos que el envío de Lord Holland
se produjo en 1814 a través de una iniciativa de Ceán para la publicación de
las Memorias para la vida del Excmo.
Señor D. Gaspar Melchor de Jovellanos, véase también D. García López y D.
Crespo Delgado, “Ceán Bermúdez, Lord
Holland y Jovellanos: amistad y Memorias”… op. cit.
73
J. González Santos, “Juan Agustín Ceán Bermúdez, una biografía…”,
op.cit.
74
P. Beroqui: “Apuntes para la historia del Museo del Prado”, Boletín de
la Sociedad Española de Excursiones,
[1]: 38, 1930, pp. 33-48, 112-127,
189-203 y 252-266; [2]: 39, 1931, pp.
20-34, 94-108, 190-204 y 261-274; [3]
40, 1932, pp. 7-21, 85-97 y 213-220; P.
Géal, La naissance des musées d´art en
Espagne (XVIIIe – XIXe siècles), Casa de
Velázquez, Madrid, 2005; J. M. Matilla y
J. Portús, “Ni una pulgada sin cubrir. La
ordenación de las colecciones en el Museo del Prado, 1819-1920”, en El grafoscopio. Un siglo de miradas al Museo
del Prado (1819-1920), Museo Nacional
del Prado, Madrid, 2004, pp. 15-125;
D. Crespo Delgado y D. García López,
“Ceán Bermúdez y la Historia…”, op.cit.
75
J. Cadalso, Cartas Marruecas.
Noches lúgubres, edición de J. Marco,
Barcelona, Planeta, 1992, p. 147.
76
Tres diálogos entre Juan de Herrera, arquitecto de Felipe II, y Battista
Antonelli, su ingeniero, sobre las grandes obras que ejecutaron y lo mal premiados que por ellas fueron. Escritos en
Madrid en 1822, en Ocios… op.cit.
77
J. A. Ceán Bermúdez, “Noticias
de los Arquitectos y Arquitectura de
España”, BNE, Mss. 21458/6 fol. 20,
transcrito en J. Martín Abad, “Obras
manuscritas…”, op. cit. p. 41.
78
J.A. Memorias para la vida del
Excmo. Señor D. Gaspar Melchor de Jovellanos… op. cit. pp. 22 y 289.
71
J. Meléndez Valdés, Obras completas, Cátedra, Madrid, 2004, p. 142.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 105-115
115
Daniel Crespo Delgado e David García López
Una casa para la memoria de las artes. La casa de Juan Agustín Ceán Bermúdez
INTERTEXTUALIDAD Y METACINE EN
LA SIRENA DEL MISSISSIPPI, DE FRANÇOIS TRUFFAUT
Data recepción: 2016/02/23
Data aceptación: 2016/06/03
Angélica García-Manso
Universidad de Extremadura
Contacto autora: angmanso@unex.es
RESUMEN
El presente artículo analiza las concomitancias de carácter temático e iconográico que existen
entre La sirena del Mississippi (La sirène du Mississippi), película dirigida por François Truffaut, y dos
ilmes de Alfred Hitchcock: Vértigo (Vertigo, 1958) y Marnie, la ladrona (Marnie, 1964). Y es que el
ambiente cinéilo que imperó en los “nuevos cines” de los años sesenta, especialmente en la Nouvelle Vague, dio como resultado ejemplos de metacine e intertextualidad fílmica tan logrados como
este largometraje rodado en 1969.
Palabras clave: historia del cine, intertextualidad fílmica, Truffaut, Hitchcock, Nouvelle Vague
ABSTRACT
This paper analyses the thematic and iconographic parallels between François Truffaut’s Mississippi Mermaid (La sirène du Mississippi) and two ilms by Alfred Hitchcock: Vertigo (1958) and Marnie
(1964). The connoisseurial ambience that characterised the new cinema of the 1960s, and which
was particularly evident in the French Nouvelle Vague, produced examples of metacinema and ilmic
intertextuality of the stature of Truffaut’s 1969 masterpiece.
Keywords: history of cinema, ilmic intertextuality, Truffaut, Hitchcock, French Nouvelle Vague
1. La cineilia en los “nuevos cines” de
los años sesenta
En una visión retrospectiva de la Historia del
Cine, hay un momento de su evolución en el que
la cuestión del cine dentro del cine – en lo relativo al Séptimo Arte como tema fílmico y, sobre
todo, a los intertextos cinematográicos –1 cobra
un especial relieve: nos referimos a los “nuevos
cines” surgidos en la década de 1960, y, fundamentalmente, a la Nouvelle Vague.
Los realizadores que se formaron y debutaron en esta época compartían una intensa cineilia2 que manifestaban a través de un consumo cinematográico compulsivo: así, frecuentaban las
salas de cine hasta el punto de llegar a ver una o
más películas por día, al tiempo que visionaban
de forma reiterada sus ilmes favoritos. Con las
retinas impregnadas por los millones de fotogramas que habían contemplado en la oscuridad de
las salas del Barrio Latino, los representantes de
la “Nueva Ola” francesa fueron pioneros en relexionar sobre el medio en el que estaban trabajando y, de hecho, sus ilmes no pueden desligarse de la fecunda autoconciencia cinematográica
que los sustenta.
Tras los ataques al cine academicista francés
que ellos mismos habían efectuado desde las páginas de Cahiers du Cinéma3, defendieron a ultranza a una serie de cineastas norteamericanos
(Howard Hawks, Nicholas Ray y Samuel Fuller,
entre otros) y europeos (Jean Renoir, Jean Coc-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 117-129
Angélica García-Manso
118
Intertextualidad y Metacine en La Sirena del Mississippi, de François Truffaut
teau, Robert Bresson y Jacques Tati iguran entre
los escasos compatriotas, por así decir, “amnistiados”) para argumentar la urgencia de una renovación cinematográica así como el novedoso
lenguaje que ellos proponían.
Cultivadores de géneros clásicos (primordialmente el cine negro4, pero también el fantástico
y el musical)5 y fervientes admiradores del cine
americano6, los nuevos cineastas convirtieron su
máximo objeto de culto – el cine – en material
argumental o inserción narrativa de sus películas, las cuales, de una forma u otra, siempre hablan de cine: las historias centradas en un rodaje, las escenas que transcurren en el interior de
una sala cinematográica, los diálogos en los que
se introducen títulos o nombres de los personajes de otras películas, la presencia en la pantalla
de directores ilustres (caso de Fritz Lang o el ya
citado Fuller, por ejemplo), etcétera, no son en
absoluto elementos gratuitos.
Y es que, como bien recapitula Xavier Pérez,
“(...) El propio cine, el cine como herramienta
rosselliniana de conocimiento y transformación
de lo visible, acabó convirtiéndose en sujeto y
objeto de la Nouvelle Vague, en su auténtico
tema preeminente. Este movimiento estético
hizo del cine y sus procedimientos el espacio
temático central de su aventura colectiva (...).
Podemos inalmente convenir que el tema central de la Nouvelle Vague es la existencia de sus
propios ilmes: su especular y desacomplejado
encuentro con la Historia del Cine”7.
Esta condición metacinematográica de los
nuevos cines de los sesenta es, ante todo, de
carácter intertextual: abundan películas que incluyen citas o referencias a ilmes previos, generalmente presentadas como una forma de homenaje a los maestros venerados. El muestrario
de esta intertextualidad fílmica es prolijo. Probablemente sea el de Jean-Luc Godard el caso más
paradigmático en lo que se reiere a la inserción
de citas cinematográicas en el propio celuloide:
los intertextos de Forty Guns (Sam Fuller, 1957)
en Al inal de la escapada (À bout de soufle,
1959) y de Muriel (Muriel ou Le temps d’un retour, Alain Resnais, 1963) en Deux ou trois choses que je sais d’elle (1967), así como los personajes denominados “Verónica Dreyer”, “Alfred
Lubitsch” o “Profesor Leonard Nosferatu” que
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 117-129
pululan por su ilmografía pueden servir de botón de muestra a este respecto.
Aunque de un modo más solapado que Godard, también Claude Chabrol cita Boudu salvado de las aguas (Boudu sauvé des eaux, Jean
Renoir, 1932) en Los primos (Les cousins, 1959);
Monsieur Verdoux (Charles Chaplin, 1946)
constituye un obvio e inmediato referente para
Landru (1962), mientras que la devoción hitchcockiana de este cineasta recorre todo su corpus
fílmico. Algo similar ocurre con Jacques Rivette y
su admiración por Fritz Lang.
En Italia, y al margen ya de la Nouvelle Vague, Bernardo Bertolucci siguió los pasos de su
admirado Godard insertando citas a Howard
Hawks, la pareja formada por Humphrey Bogart y Lauren Bacall, y el dúo cómico de Laurel
y Hardy en Antes de la revolución (Prima della
rivoluzione, 1964). En esta película, además,
uno de los personajes airma que Une femme
est une femme es un ilme más comprometido
que los irmados por Carlo Lizzani y De Santis,
para después proclamar que “¡No se puede vivir
sin Rossellini!”.
En el resto de ilmografías nacionales se localizan ejemplos igualmente signiicativos: el protagonista de If... (Lindsay Anderson, 1968) aparece embozado con sombrero y bufanda igual que
Ivor Novello en El vengador (The Lodger, Maurice Elvey, 1932); Karel Reisz incluye secuencias
del King Kong de 1933 para subrayar la correspondencia con el personaje de Morgan, un caso
clínico (Morgan, a suitable Case for Treatment,
1966). Fassbinder bautiza como “Madeleine Fuller” a un personaje de Los dioses de la peste
(Götter der Pest, 1969), que reaparecerá en El
soldado americano (Der Americanische Soldat,
1970), película en la que cita explícitamente Manos peligrosas (Pickup on South Street, Samuel
Fuller, 1953), como homenaje a este realizador
norteamericano8.
Sin lugar a dudas, la actividad crítica ejercida por muchos de estos nuevos cineastas de los
años sesenta con carácter previo a su incursión
en el terreno de la realización fue un factor decisivo para la gestación de su cineilia9 y la consiguiente dimensión metacinematográica que
aplicaron a sus respectivas ilmografías.
En consonancia con estas premisas, el presente estudio se propone analizar el sobresaliente inlujo de la ilmografía de Alfred Hitchcock
que destila La sirena del Mississippi (La sirène du
Mississippi, 1969), película dirigida por uno de
los cineastas más emblemáticos de la Nouvelle
Vague: François Truffaut.
2. Truffaut y la cineilia hitchcockiana
En La noche americana (La nuit américaine,
1973), François Truffaut homenajea a sus autores
favoritos cuando el personaje por él interpretado
recibe un paquete con libros sobre Buñuel, Dreyer, Lubitsch, Bergman, Godard, Hitchcock, Rossellini, Hawks y Bresson, al tiempo que se evoca
a André Bazin mediante la pregunta “¿Qué es
el cine?”, formulada por otro de los personajes.
Como se sabe, los trabajos del realizador
francés establecieron pertinentes vasos comunicantes con el neorrealismo italiano –principalmente a través de Roberto Rossellini–, con el
cine de Jean Renoir y de Ingmar Bergman y, sobre todo, con la ilmografía de Alfred Hitchcock.
A este último dedicó un espléndido libro
de entrevistas titulado El cine según Hitchcock,
el cual vería la luz, tras cinco años de trabajo,
en noviembre de 1967. Fue entonces cuando
Truffaut se decidió a aplicar de forma práctica
las enseñanzas adquiridas de Alfred Hitchcock,
y el resultado fue el díptico constituido por La
novia vestía de negro y La sirena del Mississippi,
rodadas en los dos años siguientes a la publicación del libro.
El guión de La novia vestía de negro (La mariée était en noir, 1968) se inspira en la novela policíaca homónima (The Bride Wore Black,
1940) del escritor norteamericano William Irish10,
otro de cuyos relatos había servido ya de base
a La ventana indiscreta (Rear Window, 1954)11.
Toda la película se encuentra imbuida por la
sombra del cine de Hitchcock: así, en primer lugar, la banda sonora fue encargada a Bernard
Herrmann –el músico predilecto del director de
origen londinense–, que compuso una música
penetrante en la que se entremezclaban notas de otras partituras creadas para el cineasta
británico12. En el plano formal, la caída al vacío
de la primera víctima (Bliss) constituye una referencia inequívoca a Vértigo (Vertigo, 1958), en
tanto que las distintas escenas en las que Julie
Kohler, la protagonista, prepara su maleta antes de abandonar el hogar materno, acude a la
estación, tiñe su pelo de otro color y se cubre
las piernas, remilgadamente, ante la insistencia
de una mirada masculina representan guiños
deliberados a Marnie, la ladrona (Marnie, 1964).
Desde el punto de vista de la narración, Truffaut
emplea el mismo recurso aplicado por el cineasta inglés primero en De entre los muertos y más
tarde en Psicosis (Psycho, 1960) al revelar antes
del ecuador del metraje el motivo que impulsa
a Julie a perpetrar sus crímenes, con lo que el
misterio y el suspense que experimenta el espectador quedan focalizados en saber cómo,
de qué manera se llevarán a cabo los asesinatos
restantes. Asimismo, el personaje encarnado por
Jeanne Moreau recibe un tratamiento de femme
fatale al más puro estilo hitchcockiano13.
Esta impronta del cine de Hitchcock que se
percibe por doquier en La novia vestía de negro
motivaba las palabras que el crítico Jean-Louis
Bory escribía en Le Nouvel Observateur pocas
semanas después del estreno del ilme: “Profesor Hitchcock, alumno Truffaut, enhorabuena. El
alumno ha estudiado las lecciones de su maestro y las ha asimilado. Ahora él también es un
maestro. Y decirlo es sólo un acto de justicia”14.
No obstante, el comentario más halagador que
recibió el cineasta francés a este respecto vino
del propio Alfred Hitchcock, quien manifestó
que “Me he deleitado particularmente con esa
escena en la que Moreau observa cómo muere
lentamente el hombre al que acaba de envenenar. Con mi particular sentido del humor, yo creo
que hubiera alargado ese placer: ¡Moreau habría puesto un cojín bajo su cabeza de manera
que muriese más cómodamente todavía!”15.
3. Consideraciones generales sobre La
sirena del Mississippi
Dirigida por François Truffaut en el año 1969,
La sirena del Mississippi constituye la adaptación fílmica de Vals en la oscuridad (Waltz into
Darkness, 1947), otra novela negra de William
Irish. Podría decirse que el guión que construye
Truffaut es bastante idedigno a la narración de
Irish, si bien el cineasta francés traslada la acción
del Nueva Orleans de mediados del siglo XIX a
la Francia continental e insular (en concreto, a
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 117-129
119
Angélica García-Manso
Intertextualidad y Metacine en La Sirena del Mississippi, de François Truffaut
Angélica García-Manso
120
Intertextualidad y Metacine en La Sirena del Mississippi, de François Truffaut
la Isla de La Reunión, departamento francés de
ultramar) de los años sesenta16.
Boicoteada por su apariencia de “superproducción”, La sirena del Mississippi fue una película incomprendida en el momento de su estreno: decepcionó a la crítica, pasó desapercibida
para el público y apenas mereció atención por
parte de la prensa especializada17. Sin embargo,
transcurridas cuatro décadas desde su rodaje,
este relato intimista se percibe en la actualidad
como uno de los tesoros de la ilmografía de
François Truffaut, a tenor de su lirismo, de su calidad técnica y de otros aspectos como el que se
pretende analizar en el presente estudio.
La sirena del Mississippi está dedicada al director de cine francés Jean Renoir, como bien
indica uno de los fotogramas iniciales de la película. Y, ciertamente, Truffaut incluye en su largometraje varias citas de la ilmografía de dicho
cineasta, uno de sus preferidos y con el que mantenía una gran amistad18: por ejemplo, el ilme se
abre con una secuencia tomada de La Marsellesa
(La Marsellaise, 1938); el llamado “árbol de los
deseos”, situado en el jardín de la mansión del
protagonista, remite al árbol sagrado que tanta
importancia adquiere en El Río (The River, 1950);
asimismo, en un determinado momento del metraje, Louis maniiesta su intención de ir al cine
para ver la película Arizona Jim, título escogido
por Truffaut para crear una referencia a Le crime
de Monsieur Lange (1936), cuyo protagonista es
el autor de un personaje de icción llamado, precisamente, “Arizona Jim” (una especie de héroe
del Oeste); el desenlace de la cinta constituye
toda una evocación de La gran ilusión (La grande
illusion, 1937), con Catherine Deneuve19 y Jean
Paul Belmondo serpenteando por la nieve en su
huida hacia la frontera suiza, tal y como hacen
Jean Gabin y Marcel Dalio –sólo que desde tierras alemanas– en el citado clásico de Renoir. Por
lo demás, en toda la película subyace la trama de
La golfa (La chienne, 1931), uno de los trabajos
más tempranos del director galo20.
Sin embargo, a pesar de esta presencia tan
explícita de Jean Renoir en La sirena del Mississippi, en este ilme de Truffaut hay un inlujo cinematográico bastante más sutil pero, al mismo
tiempo, mucho más sobresaliente: y es que La
sirena del Mississippi está concebida como ho-
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menaje al cine de Alfred Hitchcock, en concreto
a dos de sus largometrajes, según se pretende
exponer a continuación.
4. El díptico Vértigo / Marnie, la ladrona
Desde el punto de vista de la Historia del
Cine, La sirena del Mississippi desvela un dato
crucial: se trata de que Truffaut, desde su profundo conocimiento y admiración por el cine de
Hitchcock, se percata de que Marnie, la ladrona,
película dirigida por el realizador inglés en 1964,
está concebida como la continuación, como la
segunda parte de Vértigo. Es decir, dentro del
corpus fílmico de Alfred Hitchcock, Vértigo y
Marnie constituyen un díptico, y es precisamente esto lo que Truffaut pone de maniiesto en
su ilme: en efecto, en La sirena del Mississippi
aparecen fusionados estos dos largometrajes del
llamado “mago del suspense”.
Hitchcock había conseguido plasmar en Vértigo esa seductora relación entre el erotismo y la
muerte que lo obsesionaba desde su juventud.
Pero esta obsesión habría de acompañarlo hasta
el inal de su carrera cinematográica: por ello, y
a pesar del prestigio y del éxito cosechados con
Psicosis y Los pájaros (The Birds, 1963), que se
convirtieron desde su estreno en clásicos del género fantástico y de terror, el director británico
sentía una necesidad imperiosa de volver sobre
los temas planteados en Vértigo. Así, seis años
después de haber alumbrado su obra maestra,
Hitchcock estrenaba Marnie, la ladrona, una
película que ciertamente guardaba numerosos
parecidos con la de 1958.
Por qué Marnie constituye una especie de
segunda parte de Vértigo es un tema complejo,
y, como tal, requiere ser abordado con profundidad en un estudio independiente. Por tanto,
a continuación se esbozan tan sólo unas breves
pinceladas al respecto:
En primer lugar, en ambos ilmes se produce una interrelación Cine/Literatura21 bastante
parecida: así, tanto Vértigo como Marnie son el
resultado de una personalísima adaptación por
parte del director inglés de dos novelas negras
(la irmada por Pierre Boileau y Thomas Narcejac,
en el primer caso, y la de Winston Graham en el
segundo) en las que imprime una serie de afortunadas modiicaciones en lo relativo al contex-
to espacio-temporal y, sobre todo, en lo que se
reiere a la estructura narrativa, simpliicando y
enriqueciendo a un tiempo el relato, en cuyo desarrollo implica de una forma activa al espectador. Tanto es así que el receptor no es consciente
de la maestría de Hitchcock como cineasta hasta
que lee las novelas que inspiraron Vértigo y Marnie, respectivamente.
Una segunda cuestión capital que comparten estos dos largometrajes es la importancia
que en ellos cobra el tema del deseo sexual: de
tal forma, como el propio Hitchcock reconoció
en la entrevista concedida a Truffaut, Vértigo
gira en torno a la pulsión que experimenta un
hombre por acostarse con una muerta22, en tanto que Marnie tiene su epicentro en el deseo de
otro varón por acostarse con una ladrona que,
para más énfasis, es virgen23.
Por su parte, los juegos de identidad, los desórdenes psicológicos y el proceso de “hallazgo
g pérdida g recuperación” de la mujer amada
actúan como otros tantos puntos de contacto entre Vértigo y Marnie, la ladrona. Nos limitamos
simplemente a enumerarlos, dado que enseguida
se volverá sobre ellos con un mayor detenimiento.
Como se desprende de estos datos, Vértigo y
Marnie se encuentran estrechamente relacionadas y, por tanto, ambas ejercen un inlujo simultáneo sobre La sirena del Mississippi.
5. El inlujo cinematográico de Vértigo y
Marnie en La sirena del Mississippi
La nítida presencia hitchcockiana en este ilme de Truffaut se percibe en dos niveles: a través
de paralelismos temáticos, por una parte, y mediante motivos iconográicos, por otra.
5.1. Aspectos temáticos
En La sirena del Mississippi conluyen al menos cuatro temas que, aunque latentes en el relato de Irish, por su formulación y planteamiento
están heredados directamente de Vértigo y de
Marnie, la ladrona:
a) El primero de ellos es el de la falsa identidad de la protagonista femenina, en la que se
superponen diversas personalidades.
En Vértigo, Judy Barton es contratada para
hacerse pasar por la esposa de Gavin Elster. Así,
con el pelo teñido de rubio platino, soisticados
ademanes y un exquisito vestuario, la vulgar
Judy se transforma en la misteriosa y feérica
Madeleine, quien llega a asumir icticiamente
la identidad de su supuesta bisabuela, Carlota
Valdés. Avanzado el metraje, Judy recobra su auténtica identidad, la de una joven dependienta
que se aloja en una habitación de hotel, y vuelve
a lucir su melena castaña, su maquillaje ostentoso y ropa barata. Sin embargo, tras su reencuentro con el protagonista masculino, Judy volverá a
experimentar una nueva e inversa metamorfosis
física con el in de que la falsa y desaparecida
Madeleine regrese “de entre los muertos”.
En la película de 1964, Marnie es una cleptómana que cambia constantemente de identidad
para evitar que sus robos sean descubiertos: con
tal propósito, modiica sucesivamente el color
de su cabello y utiliza pasaportes con distintos
nombres. Mark Rutland, protagonista masculino
del ilme, contrata a Marnie como secretaria y se
enamora de ella. Sólo después se dará cuenta de
que la mujer a la que pretende convertir en su
esposa es una ladrona compulsiva con un pasado traumático.
Pues bien, Truffaut diseña a la protagonista
de La sirena del Mississippi inspirándose en el
binomio Madeleine/Judy y en las distintas personalidades que asume Marnie. Louis Mahé, propietario de una plantación de tabaco en la Isla
de La Reunión, contrae matrimonio con la bella
y encantadora Julie Roussel, una joven a la que
ha conocido por correspondencia. La dicha que
Julie reporta a su vida hace que Louis no conceda
demasiada importancia a una serie de detalles un
tanto desconcertantes: por ejemplo, el físico de
su esposa en nada coincide con la fotografía que
ésta supuestamente le había remitido durante su
noviazgo; asimismo, la alianza encargada para
el enlace no es del tamaño del dedo de Julie, a
pesar de haber sido confeccionada tomándose
como medida un pequeño cordelito que ella
misma había enviado para indicar el diámetro;
pide café para beber cuando en sus cartas había
manifestado una clara preferencia por el té; no
demuestra ni el más mínimo pesar por la muerte
de su jilguero – algo sospechoso ya de por sí –,
animal de compañía con el que había arribado
a la isla; inalmente, Berthe Roussel dirige una
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Intertextualidad y Metacine en La Sirena del Mississippi, de François Truffaut
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agria carta a Louis pidiéndole explicaciones sobre la ausencia de noticias de su hermana, de la
que nada ha vuelto a saber desde que la dejara a bordo del barco que debía llevarla hasta La
Reunión. A todas estas incongruencias consigue
dar Julie una explicación coherente y verosímil,
manteniendo intacta la fascinación que su marido siente por ella. Tanto es así que Louis la autoriza para disponer a su antojo del dinero que
tiene depositado en el banco. Pero una noche,
al regresar de la fábrica, el protagonista no encuentra a Julie en casa; desconcertado, decide
abrir el baúl de equipaje con el que había viajado
su esposa y que ésta no ha utilizado ni una sola
vez bajo el pretexto de que la cerradura estaba
estropeada. Cuando consigue abrirlo, comprueba atónito que ninguno de los enseres allí contenidos podría haber pertenecido nunca a Julie.
Este descubrimiento y una frenética visita al banco conirman sus peores sospechas: la mujer con
la que se ha casado es una impostora que, tras
robarle prácticamente toda su fortuna, ha huido.
La decepción ilimitada que sufre Louis Mahé
al enfrentarse con la realidad guarda una gran
similitud con la que experimenta el personaje de
James Stewart en Vértigo al observar cómo una
Judy convertida de nuevo en Madeleine coloca
sobre su cuello el colgante que, en teoría, había
pertenecido a Carlota Valdés: la fantasía, la mujer idealizada y soñada, se desvanece entonces
para ambos y su lugar lo ocupa el vil engaño
del que han sido víctimas. Y al igual que sucede
con la protagonista de Marnie, Julie Roussel es
una ladrona profesional que se escuda en una
falsa identidad para estafar al hombre del que
se supone enamorada y al que a continuación
abandona.
b) En segundo lugar, la estructura narrativa
de los dos largometrajes de Hitchcock y la del de
Truffaut está construida de acuerdo al siguiente
esquema: “hallazgo g pérdida g recuperación”
de la mujer amada.
El protagonista de Vértigo se enamora perdidamente de la icticia Madeleine, que muere en
un supuesto suicidio. La posterior aparición de
Judy y su transformación física hacen que John
“Scottie” Ferguson recupere a Madeleine, aunque sea para volver a perderla, esta vez de forma
deinitiva.
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En Marnie, la ladrona, Mark también experimenta una atracción desmedida hacia la joven
y bella secretaria que acaba de contratar su empresa. Pero Marnie, una vez que ha logrado su
objetivo, es decir, vaciar la caja fuerte de la editorial Rutland’s, abandona su empleo y huye de
la ciudad. Mark, que no está dispuesto a perder
a la mujer que ama, consigue no sólo localizarla
sino que la ayuda a superar el trauma sufrido en
su infancia, con lo que la recupera para siempre.
En lo que se reiere a La sirena del Mississippi, Louis Mahé contrae matrimonio con una
mujer tan misteriosa y turbadora como lo es
Madeleine en De entre los muertos y que posteriormente lo abandona de forma semejante al
proceder de Marnie con respecto a Mark. El proceso de recuperación de Julie que emprende el
personaje interpretado por Jean-Paul Belmondo
se inicia con la contratación por parte de éste
de un detective, Comolli, al que encomienda la
localización de la delincuente a in de que sea
arrestada y juzgada. Una vez realizada esta gestión, el protagonista toma un avión con destino
a Francia. Pero durante el vuelo sufre una crisis
nerviosa que lo obliga a ser internado en una clínica a su llegada al continente24. Este detalle (que
no procede de la novela Vals en la oscuridad)
vincula de forma inexorable el ilme de Truffaut
con Vértigo, pues se trata de una reelaboración
por parte del cineasta francés de la estancia de
“Scottie” en un hospital psiquiátrico, sumido en
una especie de catatonía provocada por la traumática desaparición de Madeleine. De hecho,
el desasosegante y recurrente sueño que sufre
Louis durante su ingreso se encuentra inspirado
en el febril episodio onírico de “Scottie”, que es
la causa desencadenante de su trastorno psíquico. Asimismo, el modo absolutamente fortuito
en el que Louis reconoce a Julie en las imágenes
de un programa televisivo supone una evidente
reinterpretación de la casualidad que rige que el
protagonista de Vértigo coincida con Judy mientras pasea por una calle de San Francisco.
Las consecuencias que la recuperación de Julie implican para Louis Mahé constituyen la parte
central del relato fílmico y serán abordadas con
detenimiento en líneas sucesivas.
c) Un tercer tema que la película de François
Truffaut hereda de Vértigo y de Marnie es el del
desequilibrio psicológico de la protagonista femenina.
La irreal Madeleine hace creer a John que el
espíritu de su bisabuela, Carlota Valdés, se apodera de su ánimo, provocando en ella un extraño
comportamiento que la empuja hacia el suicidio.
Por su parte, el hecho de que Marnie asesinara siendo una niña al marinero que intentaba
abusar de su madre, que ejercía la prostitución,
es la causa de los desequilibrios que sufre en la
edad adulta: pavor irracional a las tormentas,
desapacibles pesadillas nocturnas, cleptomanía
compulsiva e inactividad sexual.
En el ilme de François Truffaut, una vez
descubierto el paradero de su todavía esposa,
Louis acude al hotel donde ésta se aloja con la
intención de asesinarla. Sin embargo, cuando la
tiene ante sí, comprende que aún está enamorado de ella y que es incapaz de matarla. El relato
de las poco halagüeñas circunstancias de su infancia y juventud que Julie expone entonces a
Louis para intentar justiicar su conducta desvela
hasta qué punto el personaje de Marnie subyace
en la protagonista de La sirena del Mississippi:
su verdadero nombre es Marion (antropónimo
que, curiosamente, coincide con uno de los
pseudónimos utilizados por Marnie, el de “Marion Holland”), pues así la bautizaron las monjas del orfanato en el que transcurrió su niñez.
Los sucesivos y reincidentes robos cometidos a
sus patronos (hasta cinco son los empresarios
estafados por la protagonista de Hitchcock) la
condujeron más tarde a distintos correccionales, en los que se la obligaba a dormir con la
luz encendida. Esta traumática adolescencia le
dejó como secuela las angustiosas pesadillas que
sufre durante la noche, aspecto del que nada se
dice en la novela que inspira la película y que,
a todas luces, Truffaut trasvasa directamente de
Marnie al personaje de Catherine Deneuve. Pero
el dato que establece de forma deinitiva la conexión que existe entre la heroína hitchcockiana
y Julie/Marion –la simultaneidad de identidades
recuerda en mucho a la de Madeleine/Judy en
Vértigo– alora algo más avanzado el metraje: y
es que sólo a través del inlujo cinematográico
de Marnie, la ladrona puede comprenderse que
la protagonista de La sirena del Mississippi, otrora dedicada a la prostitución, sufra esporádicos
episodios de frigidez, tal y como le explica a su
marido cuando en una ocasión rechaza los reclamos sexuales de éste25.
d) Por último, la impronta temática que De
entre los muertos y Marnie ejercen sobre el largometraje de Truffaut se maniiesta a través de
una cuarta vía: el mito de la femme fatale.
La protagonista de Vértigo es una “mujer
fatal” en tanto en cuanto arruina la vida de
“Scottie” y lo conduce a la desgracia. No obstante, debe matizarse que aunque el trastorno
que ésta provoca en la existencia del personaje masculino es bastante acusado, el hecho de
que Madeleine/Judy se enamore realmente de
él atenúa esa fatalidad implícita al doble papel
interpretado por Kim Novak26.
También Marnie aparece diseñada cual femme fatale, pues es portadora de una belleza
engatusadora que utiliza como arma para ser
contratada y ganarse la conianza de sus distintos jefes, a los que acabará dejando en la ruina.
En este sentido, la minuciosa descripción que el
Señor Strutt traza de la protagonista cuando denuncia el robo ante la policía pone de maniiesto
el hondo calado que los encantos físicos de ésta
han provocado en él.
François Truffaut traspone esta condición
de “mujer fatal” que deine tanto a Madeleine
como a Marnie a la protagonista de La sirena del
Mississippi, pero acentuándola. Que Julie es una
femme fatale nos lo anuncia el realizador francés
desde el propio título de su película, al introducir
en él la igura mitológica grecolatina de la sirena,
asociada literaria e iconográicamente a la mujer
que arrastra al hombre a la perdición27: así, Julie
Roussel es presentada como la sirena que, embarcada en el navío “Mississippi”28, arriba a la
Isla de La Reunión para someter a Louis Mahé
a un proceso de degradación y envilecimiento
progresivo del que, debido a la fascinación que
Julie provoca en él, se verá incapaz de salir.
Tras su reconciliación, los protagonistas abandonan Niza y se dirigen hacia Aix-en-Provence.
Pero la casualidad quiere que Comolli, el detective contratado por Louis, recale en esta misma localidad guiado por sus investigaciones. Para evitar que éste descubra y detenga a su esposa, el
protagonista se verá obligado a asesinarlo. Una
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vez perpetrado el homicidio, el matrimonio huye
en dirección a Lyon. Los cuantiosos gastos de la
manirrota Julie (ahora Marion) merman vertiginosamente el dinero que aún le quedaba a Louis,
quien tiene que desplazarse a La Reunión para
malvender sus acciones de la fábrica de tabaco y
desahogar así su asixiante situación económica.
Dado que las pesquisas policiales por la muerte de Comolli se cierran en torno a ellos, deben
huir nuevamente. Ante este cúmulo de adversidades, Julie reacciona estableciendo humillantes
comparaciones entre Louis y Richard, un antiguo
amante suyo (éste último fue quien urdió la trama de que Marion suplantara a la auténtica Julie
Roussel –a la que arrojó por la borda– para apoderarse de la fortuna de Louis Mahé). De camino
hacia la frontera suiza, se detienen a pernoctar
en una cabaña del bosque. Allí, el personaje encarnado por Catherine Deneuve intenta envenenar con matarratas a Louis, que a punto está de
morir. Arrepentida por su crueldad, su marido la
perdona de nuevo y la pareja prosigue a pie el
camino hacia Suiza. En mitad de la nieve, Julie se
detiene para decirle a Louis “Te amo”, a lo que
él responde “Te creo”. Este breve diálogo, que ya
había tenido lugar durante la primera reconciliación en el hotel de Niza, coniere al desenlace del
ilme una clave de “eterno retorno”, pues permite comprender que, a pesar de las benévolas
promesas de Julie, Louis está condenado a seguir
siendo su víctima29.
5.2. Motivos iconográicos
Fig. 1. Pesadillas de Julie
Fig. 2. Pesadillas de Marnie
c) El realizador francés también se hace eco
del famoso letrero de neón del hotel donde se
aloja Judy en Vértigo31 y sitúa otro similar en la
fachada de la pensión en la que vive el personaje
de Catherine Deneuve en Niza.
d) El reencuentro entre los protagonistas de
La sirena del Mississippi se produce en la habitación de un hotel, al igual que sucede con “Scottie” y Judy en la película de Hitchcock (Figs. 3,
4 y 5).
A su vez, en el visionado de La sirena del Mississippi es posible descubrir una serie de motivos
iconográicos que corroboran la relación que
Truffaut establece deliberadamente entre su ilme y el díptico Vértigo/Marnie:
a) En primer lugar, la puesta en escena del
desplazamiento del vehículo de Jardine (el socio
de Louis Mahé) por La Reunión en los primeros
minutos del metraje está claramente inspirada
en aquellas secuencias de De entre los muertos
en las que “Scottie” recorre San Francisco persiguiendo a Madeleine30.
b) Los planos que recogen las pesadillas nocturnas de Julie guardan una notable semejanza
con las distintas escenas en las que se ve a Marnie sumida en sus recurrentes sueños tormentosos (Figs. 1 y 2).
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Figs. 3 y 4. Rencuentro de Louis y Julie en una habitación de
hotel
escena de Vértigo en la que una Madeleine recién salvada de las aguas coniesa al protagonista masculino los sentimientos que la habían
impulsado a arrojarse a la bahía (Figs. 8 y 9).
Fig. 5. Rencuentro de “Scotty” y Madeleine/Judy en una habitación de hotel
e) El plano de Julie ante el espejo de la habitación del hotel mientras Louis le recrimina
sus actos es una cita consciente por parte de
Truffaut, que no tiene necesidad alguna de plagiar, de aquel otro en el que Marnie se releja
en el espejo de la habitación en la que se aloja
mientras Mark le reprocha el modo en el que ha
procedido con él (Figs. 6 y 7).
Fig. 6. Fotograma de La sirena del Mississippi
Fig. 7. Fotograma de Marnie
f) La conversación que los personajes del
largometraje de François Truffaut comparten
a la luz de la chimenea de la casa que han alquilado en Aix-en-Provence, en cuyo transcurso
intercambian conidencias e intimidades de sus
respectivos pasados32, recuerda en mucho a la
Fig. 8. Fotograma de La sirena del Mississippi
Fig. 9. Fotograma de Vértigo
Asimismo, en la película gala pueden localizarse más detalles que remiten iconográicamente a otros tantos títulos del corpus fílmico
hitchcockiano: por ejemplo, la manera en la que
Louis Mahé trepa por la fachada del hotel de
Niza y penetra en la habitación de Julie constituye una reminiscencia del proceder que se le
atribuye al personaje de John Robbie “El Gato”
en Atrapa a un ladrón (To Catch a Thief, 1955)33;
de otro lado, tras ser asesinado por el protagonista, el detective Comolli cae escaleras abajo
igual que lo hace el apuñalado Milton Arbogast
en Psicosis; por último, el hecho de que Catherine Deneuve interprete a una joven cuya apariencia gélida esconde una apasionada sexualidad se
halla en plena consonancia con el canon de las
rubias y soisticadas heroínas de la ilmografía de
Alfred Hitchcock34.
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Intertextualidad y Metacine en La Sirena del Mississippi, de François Truffaut
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6. Coda
En el año 2001 el director estadounidense
Michael Cristofer dirigía Pecado original (Original Sin), un remake de La sirena del Mississippi.
A pesar de que ambas se inspiran en la misma
novela de William Irish, La sirena del Mississippi
y Pecado original son películas diametralmente
distintas. En efecto, Cristofer sólo recurre a Vals
en la oscuridad como punto de partida desde
el que construir una rocambolesca historia muy
del gusto del Hollywood posmoderno. Ambientada en la Cuba decimonónica, toda la película
constituye un lash-back en el que la protagonista, mientras aguarda ser ejecutada, relata a
un sacerdote su turbulenta relación amorosa con
Luis Vargas. El guión diseñado por el realizador
norteamericano presenta dos diferencias básicas
con respecto a la narración de Irish y al largometraje de Truffaut: en primer lugar, el detective contratado para perseguir e investigar a Julie
Roussel resulta ser el amante de ésta, el cual,
en su calidad de actor teatral, inge su propio
asesinato a manos de Vargas. No obstante, la
auténtica “vuelta de tuerca” de la historia la
constituye el desenlace del ilme: tras seducir a
su confesor, Julie consigue escapar de la prisión
disfrazada con el atuendo clerical y desplazarse
a Marruecos. Allí se reúne con Luis, que ha sobrevivido al envenenamiento que ésta le había
provocado.
La sirena del Mississippi, sin embargo, está
concebida desde los parámetros de la relación
del Cine con las demás Artes, un concepto clave
para la Nouvelle Vague. En este orden de cosas, el recurso de Truffaut al relato de William
Irish responde a la tendencia generalizada de
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la “Nueva Ola” francesa a un tipo de Literatura
muy concreto: las tramas policíacas de novelistas norteamericanos. En efecto, los nuevos cineastas galos no sólo se sentían atraídos por las
grandes películas “negras” del cine americano,
sino que, al mismo tiempo, supieron apreciar
la importancia del bagaje literario que existía
detrás de ellas. Los integrantes de la Nouvelle
Vague se aproximaron al cine estadounidense
a través de la cita, adaptando las historias y arquetipos de escritores que se hallaban lejos de
alcanzar el grado de legitimación de los llamados “clásicos”, un panteón de nombres ilustres
– de Stendhal a Victor Hugo – llevados a la gran
pantalla en los años cuarenta y cincuenta. En el
caso de François Truffaut, a Cornell Woolrich se
añaden David Goodis35, Henry Farrell36 y Charles
Williams37.
Asimismo, esta voluntad intertextual que
caracteriza los nuevos cines de los años sesenta se deja sentir en La sirena del Mississippi a
través del homenaje cinéilo que, según se ha
pretendido argumentar a lo largo de las presentes páginas, su director rinde a Alfred Hitchcock,
maestro venerado por la generación cahierista
en su conjunto e idolatrado de forma particular
por Truffaut38. De hecho, tal tributo parte de la
circunstancia de que el ilme adapte a William
Irish, escritor tan grato al realizador británico.
Y es que La sirena del Mississippi, con su elaborada imbricación del Séptimo Arte con la Literatura y con el propio Cine, constituye un testimonio tangible de que para François Truffaut
hacer cine era un acto “panartístico”, un proceso integrador de todas las Artes.
NOTAS
1
Desde nuestro punto de vista, la
clasiicación del metacine o Cine dentro
del Cine contempla tres grandes categorías:
1) El cine como tema de un ilme,
con distintas variantes.
2) El cine como discurso relexivo
sobre sus propios mecanismos de expresión.
3) La intertextualidad en la gran
pantalla.
José Antonio Pérez Bowie se decanta por una taxonomía semejante a
ésta, organizada también en tres apartados [Vid. J. A. Pérez Bowie, “El cine
en, desde y sobre el cine: metaicción,
relexividad e intertextualidad en la pantalla”, Anthropos, 208, 2005, pp. 122137]. Sin embargo, José Luis Navarrete
Cardero distingue cuatro acepciones
a la hora de hablar de cine dentro del
cine: 1) el cine como muestra de construcción espectacular y artiiciosa; 2) el
cine como relación intertextual de unos
discursos con otros; 3) el cine como
discurso “relexivo” sobre su propia
condición relatora; 4) el cine como decorado o trasfondo argumental [Cf. J.
L. Navarrete Cardero, “Cine y Cine” en
Cine, Arte y Artilugios en el panorama
español (R. Utrera Macías, Ed.), Padilla
Libros Editores & Libreros, Sevilla, 2002,
pp. 189-223]. Diferimos de esta opinión,
pues consideramos que los apartados
primero y cuarto establecidos por Navarrete Cardero pueden fusionarse en uno
solo: el tipo de metacine que presenta el
Séptimo Arte como elemento temático
de una película.
2
Indispensable a este respecto
resulta A. de Baecque, La Cinéphilie.
Invention d’un regard, histoire d’une
culture, Fayard, Paris, 2003.
En efecto, uno de los principales
objetivos de los componentes de la Nouvelle Vague fue distanciarse de la tradición cinematográica gala, a la que con
sorna denominaban le cinéma de papa
(“el cine de papá”).
3
4
Sobre la expansión alcanzada por
el cine negro dentro de la Nueva Ola
francesa, vid. J. M. Latorre, “Negro sobre negro. Sombras y huellas de la novela criminal” en En torno a la Nouvelle
Vague. Rupturas y horizontes de la mo-
dernidad (C. F. Heredero, J. E. Monterde,
Edd.), Institut Valencià de Cinematograia Ricardo Muñoz Suay, Valencia, 2002,
pp. 187-198.
5
Una nómina de ejemplos que ilustran esta revisitación de los géneros clásicos dentro de los “nuevos cines” es la
que ofrecen J. E. Monterde, E. Riambau
(Coords.), Historia General del Cine. Volumen XI: Nuevos Cines (Años 60), Cátedra, Madrid, 1995, pp. 186-187.
6
José Enrique Monterde, Esteve
Riambau y Casimiro Torreiro señalan que
“Frente a la realidad ambiental europea,
los nuevos cineastas oponen América
como ilusión, como mito o, incluso,
como verdadero objeto del deseo (...)
Europa vive en los años cincuenta una
desaforada admiración por el cine americano (...) América era el cine”. Cf. J. E.
Monterde, E. Riambau, C. Torreiro, Los
“nuevos cines” europeos (1955/1970),
Lerna, Barcelona, 1987, pp. 255-256.
Para un tratamiento detallado de esta
cuestión, resulta fundamental la consulta de A. de Baecque, Ch. Tesson, Una
cineilia a contracorriente: la Nouvelle
Vague y el gusto por el cine americano,
Paidós, Barcelona, 2004.
7
Vid. X. Pérez, “Reinventar la icción fílmica. La revolución temática” en
En torno a la Nouvelle Vague. Rupturas
y horizontes de la modernidad (C. F.
Heredero, J. E. Monterde, Edd.), Institut
Valencià de Cinematograia Ricardo Muñoz Suay, Valencia, 2002, pp. 177-186.
8
Noël Carroll, en sus relexiones
acerca de la tendencia a la alusión que
caracteriza al cine de Hollywood en los
años setenta, señala que ésta también es
una práctica frecuente en el Nuevo Cine
Alemán. En este sentido airma que “(...)
Fassbinder’s periodic exhumation of Douglas Sirk is the most publicized example”.
Cf. N. Carroll, “The Future of Allusion:
Hollywood in the Seventies (and Beyond)” en Interpreting the movie image
(N. Carroll), Cambridge University Press,
Cambridge/New York, pp. 240-264 [253].
9
Vid. J. L. Fecé, “De la caméra stylo
a la política de los autores. Los orígenes
de una nueva cineilia” en En torno a la
Nouvelle Vague. Rupturas y horizontes
de la modernidad (C. F. Heredero, J. E.
Monterde, Edd.), Institut Valencià de
Cinematograia Ricardo Muñoz Suay,
Valencia, 2002, pp. 45-55 y 111-146.
10
Bajo el pseudónimo de William
Irish se oculta un autor neoyorquino de
novela negra cuyo auténtico nombre es
Cornell George Hopley-Woolrich (19031968). Escritor célebre a principios de
los años treinta, varias de sus narraciones fueron el origen de películas extrañas y fascinantes rodadas en las dos
décadas siguientes, como The Leopard
Man (Jacques Tourneur, 1943); La dama
desconocida (The Phantom Lady, Robert
Siodmak, 1944); Ángel Negro (The Black
Angel, Roy William Neill,1946); Mil ojos
tiene la noche (Night as a Thousand
Eyes, John Farrow, 1948); La ventana
(The Window, Ted Tetzlaff, 1949), y La
ventana indiscreta (Rear Window, Alfred Hitchcock, 1954). Durante años,
Irish vivió recluido con su madre en una
habitación de hotel en Nueva York. Diabético y alcohólico, a Irish le cuesta mucho superar la muerte de ésta en 1957,
sobreviviendo durante once años inmerso en una angustiosa soledad. En 1968
François Truffaut viajaba precisamente
a Nueva York para la presentación estadounidense de La novia vestía de negro, y le emocionaba la idea de poder
conocer inalmente al autor de la novela
que había inspirado su película. Pero en
el aeropuerto Kennedy el cineasta recibe
la noticia de que William Irish, a quien
meses atrás habían amputado una pierna a causa de una gangrena, acababa
de caerse en la ducha y no podría asistir
a la proyección del ilme. Dos semanas
más tarde, el 25 de septiembre de 1968,
Cornell Woolrich moría en su ciudad
natal. Muy emotivo resulta el texto “Las
alpargatas de William Irish”, en el que
Truffaut habla sobre la interrelación entre la obra de este literato y su propia
ilmografía, el cual puede consultarse en
F. Truffaut, El placer de la mirada, Paidós, Barcelona, 2002 (edición original
en francés de 1987), pp. 152-157.
11
Acerca de la inluencia de las
obras de Cornell Woolrich en los ilmes
de suspense de Hitchcock y de Truffaut,
cf. M. Cristofer, “Lost Hollywood: Noir
kinda guy. The man behind original sin”,
Premiere U.S., 171, 2001, pp. 58-59.
12
Bernard Herrmann había sido
también el responsable, dos años antes,
de la banda sonora de Fahrenheit 451
(1966).
13
Entre las referencias bibliográicas
primordiales sobre esta película iguran
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 117-129
127
Angélica García-Manso
Intertextualidad y Metacine en La Sirena del Mississippi, de François Truffaut
Angélica García-Manso
128
Intertextualidad y Metacine en La Sirena del Mississippi, de François Truffaut
las siguientes: A. de Baecque, S. Toubiana, François Truffaut, Plot Ediciones,
Madrid, 2005, pp. 320-328; C. Balagué,
François Truffaut, Ediciones JC, Madrid,
1988 y G. Vincendeau, “Entre Renoir e
Hitchcock. O paradoxo das mulheres de
Truffaut” en François Truffaut. A vida era
o écran (A. Rodrigues, Ed.), Cinemateca
Portuguesa-Museu do Cinema, Lisboa,
2005, pp. 126-139.
14
Vid. A. y S. Toubiana, François
Truffaut, p. 328.
15
Ibidem, p. 328.
Sobre las circunstancias de producción, derechos de autor, reparto de
actores, adaptación del guión, vestuario,
localizaciones, rodaje, montaje y estreno
de La sirena del Mississippi, ibid., pp.
360-370.
16
17
Caben destacar, no obstante,
los siguientes estudios: C. Bèghin, “Les
sirènes du récit”, Cahiers du Cinéma,
592, 2004, p. 30; G. Bozza, “François
Truffaut: Baci rubati, Domicilio coniugale, La mia droga si chiama Julie”, Cineforum, 107, 1971, pp. 69-83; F. Duarte,
“Uma história de amor”, Celuloide, 149,
1970, pp. 16-18; D. Elley, “Mississippi
mermaid”, Films & Filming, 9, 1974, pp.
43-44; H. Fillières, “Hélène et la sirène”,
Cahiers du Cinéma, 581, 2003, pp. 4647; J. M. Latorre, “Anuncios por palabras”, Dirigido por, 129, 1985, p. 12; E.
Maraone, “La mia droga si chiama Julie”, Cineforum, 94, 1994, pp. 259-260;
J.-P. Oudart, “Rêverie bouclée”, Cahiers
du Cinéma, 216, 1969, pp. 50-52; E.
Sinkler, “Mississippi mermaid”, Films in
Review, 5, 1970, p. 309; C. Tiso, “W
Truffaut”, Filmcritica, 206, 1970, p. 146,
y “Finzione/ricerca/inzione in Truffaut”,
Filmcritica, 207, 1970, pp. 215-227; G.
Turroni, S. Arecco, A. Ferendeles, “La
mia droga si chiama Julie”, Filmcritica,
206, 1970, pp. 186-191.
18
Truffaut visitó a Jean Renoir durante el rodaje de French can-can en
1954 y a partir de este encuentro entablaron una estrecha relación.
19
Cf. el texto de François Truffaut
“Trabajando con Catherine Deneuve”
en F. Truffaut, El placer de la mirada, Paidós, Barcelona, 2002 (edición original
en francés de 1987), pp. 204-209.
20
Sin lugar a dudas, el largometraje
de Truffaut rezuma multitud de referencias fílmicas: de obligada mención resul-
ta el dato de que, durante su estancia en
Lyon, los protagonistas acuden al cine
para ver Johnny Guitar (Nicholas Ray,
1954), una de las películas fetiche para
los integrantes de la Nouvelle Vague.
21
En España, la monografía de referencia sobre la interrelación de estas dos
artes es la de C. Peña-Ardid, Literatura
y Cine, Cátedra, Madrid, 1996. También
resulta imprescindible el estudio de A.
Monegal Brancós, Luis Buñuel de la literatura al cine. Una poética del objeto,
Anthropos, Barcelona, 1993, en el que
el autor examina las correspondencias,
interferencias y diferencias entre el cine
y la literatura a partir de la obra de Luis
Buñuel, quien, en sus propias palabras,
“ha aportado a la Historia del Cine una
concepción original de los vínculos de
éste con la Literatura y un conjunto de
películas con valor artístico propio”.
Pueden añadirse, en in, los sugerentes capítulos que conforman vv. aa.,
Encuentros sobre Literatura y Cine, Instituto de Estudios Turolenses/Caja de
Ahorros de la Inmaculada, Teruel, 1999.
22
Vid. F. Truffaut, El cine según
Hitchcock, Alianza, Madrid 1997 (1ª
edición original en francés de 1966), p.
230.
23
Ibidem, pp. 283-284.
24
El nombre de esta clínica, “Heurtebise”, constituye un guiño metacinematográico a la ilmografía de Jean
Cocteau: Heurtebise, personaje de un
poema del propio Cocteau publicado
en 1926, se convierte en compañero de
viaje de Orfeo en la película homónima
rodada en 1950.
25
En realidad, esta cuestión es bastante más compleja, pues, curiosamente, tres de las películas interpretadas por
Catherine Deneuve en la década de los
sesenta acusan el inlujo cinematográico de Marnie: así, en lo que se reiere
a Repulsión (Repulsion, Roman Polanski,1965), los desórdenes psicológicos de
la protagonista derivan de un trauma
infantil de índole sexual, siguiendo el
modelo del personaje interpretado por
“Tippi” Hedren (de ahí que los distintos
planos que muestran a los niños jugando en el colegio de monjas que Carol
observa desde la ventana no sean en
absoluto gratuitos, sino que cumplen
una función anticipatoria con respecto
al desenlace de la cinta). De hecho, el
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relejo de la frigidez de Marnie en la
protagonista de Repulsión haría que dos
años más tarde el propio Luis Buñuel
recurriera a la actriz Catherine Deneuve
para uno de sus largometrajes más signiicativos sobre el tema del deseo, Belle
de Jour (1967), en el que el lash-back
del abuso de la niña Séverine por parte
de un fontanero está inspirado, sin duda
alguna, en aquel otro de la pequeña
Marnie siendo besada por el marinero
cliente de su madre. Por tanto, en La
sirena del Mississippi Truffaut es el tercer cineasta en proyectar sobre la actriz
francesa esta temática del trauma sexual
infantil derivado de Marnie, la ladrona.
26
A la hora de abordar el tema de la
femme fatale hay que tener muy presente que en dicho sintagma el adjetivo “fatal” tiene dos acepciones simultáneas:
por una parte, su signiicado de “aciago, nefasto, funesto”, que alude a las
pésimas consecuencias sufridas por los
hombres a quienes estas mujeres convierten en sus víctimas. Por otra parte, lo
“fatal” remite al ámbito de lo inevitable;
de hecho, los sustantivos “fatalidad” y
“destino” podrían considerarse sinónimos, dado que ambos guardan relación
con la voz latina fatum.
27
Según la Mitología Clásica, las
sirenas atraían con la maravillosa voz
de la que estaban dotadas a los navegantes que pasaban por sus parajes. Los
barcos se acercaban peligrosamente a
la costa rocosa de la isla mediterránea
en la que se creía que éstas habitaban
y zozobraban, y las sirenas devoraban
entonces a los imprudentes tripulantes
[Cf. P. Grimal, Diccionario de la mitología griega y romana, Paidós, Barcelona,
1984 (1ª edición original en francés de
1951), pp. 483b-484a]. En la Pintura de
la segunda mitad del siglo XIX la igura
de la sirena quedó fuertemente vinculada a la iconografía de la “mujer fatal”.
En efecto, diversos pintores adscritos al
Prerrafaelismo, al Simbolismo y al Modernismo, de cuyos pinceles surgieron
las primeras imágenes de la femme fatale, trataron con frecuencia el tema de la
sirena, al ver en estas criaturas marinas
que pretendieron malograr el regreso
de Ulises a Ítaca así como la expedición
de los Argonautasun ente abstracto de
esa malignidad femenina que impregnaba el ambiente de las últimas décadas
del Ochocientos. Por ejemplo, Edward
Burne-Jones pinta en el año 1885 En
las profundidades del mar. El también
inglés John William Waterhouse dedica
varios lienzos a este personaje mitológico: Ulises y las sirenas (1891), La sirena
–Estudio– (1892), La sirena (1900) y Una
sirena (1901). En 1895 Gustave Moreau
irmaba El poeta y la sirena, en tanto
que Herbert Draper también desarrollaba por estos años su Ulises y las sirenas.
Sobre el sincretismo iconográico de la
sirena como “mujer fatal”, vid. E. Bornay, Las hijas de Lilith, Cátedra, Madrid,
2004 (1ª edición de 1990), pp. 275-282.
28
El hecho de que el barco se llame
“Mississippi” constituye un intertexto de
la novela de William Irish, pues se trata
del hidrónimo del río que atraviesa Nueva Orleans, lugar donde transcurre buena parte de la acción del relato literario.
29
Ginette Vincendeau no duda en
caliicar al personaje interpretado por
Catherine Deneuve como “mujer fatal” (cf. G. Vincendeau, “Entre Renoir e
Hitchcock…”, p. 136). El propio cineasta se expresó con una claridad incontestable a este respecto: «(…) Lo que me
motivó fue la circunstancia de que William Irish tratara un tema tradicional del
cine anterior a la guerra. El tema de la
“vamp”, de la “femme fatale”, que degrada a un hombre honorable al punto
de transformarlo en su títere, interesó a
todos los cineastas que yo aprecio. Por
eso me dije: tú también lo tienes que hacer». Palabras del realizador francés en
U. Gregor, P. M. Ladiges, H. Fischer, H.
Prinzler, Truffaut, Kyrios, Buenos Aires,
1977, y citadas a través de Carlos Balagué en François Truffaut., p. 79.
Cahiers du Cinéma. Sobre las anécdotas que rodearon este encuentro, vid.
François Truffaut, El cine según…, pp.
11-12.
30
Carole Le Berre habla del comienzo de La sirena del Mississippi en los siguientes términos: “(…) Las innegables
alusiones a Hitchcock (el arranque del
vehículo que circula misteriosamente al
borde del acantilado)”. Cf. C. Le Berre,
François Truffaut en acción, Akal, Madrid, 2005, p. 118.
34
En la detallada entrevista que
años más tarde concedería a Truffaut,
Hitchcock explica –a propósito del personaje de Grace Kelly en Atrapa a un
ladrón– su predilección por mujeres de
aspecto frío, impasible, glacial, “verdaderas damas que se transformarán en
prostitutas en el dormitorio”, según sus
propias palabras. Cf. F. Truffaut, El cine
según…, pp. 213-215.
31
Este letrero de neón que tan
importante papel desempeña en la “resurrección” de Madeleine encuentra
un claro precedente en La Soga (Rope,
1948): en la secuencia en la que uno de
los protagonistas explica al profesor Rupert Cadell el crimen que ha perpetrado,
los personajes aparecen iluminados por
los destellos rojos y verdes del letrero colocado en el ediicio de enfrente.
Tal secuencia fue mutilada por la
censura franquista en la versión estrenada en España, muy probablemente debido a los datos que aporta Julie/Marion
acerca de los abortos a los que hubo
de someterse durante su ejercicio de la
prostitución.
32
33
Fue precisamente durante el rodaje de esta película en la Costa Azul
cuando tuvo lugar el primer encuentro personal entre Alfred Hitchcock y
François Truffaut, quien, acompañado
de su amigo Claude Chabrol, realizó
una entrevista al célebre cineasta para
35
Disparen sobre el pianista (Tirez
sur le pianiste, 1960) adapta el relato
Down There.
36
La narración Such a Gorgeous Kid
Like Me es el punto de partida de Una
chica tan decente como yo (Une belle
ille comme moi, 1972).
37
El guión de Por in el domingo
(Vivament le dimanche, 1983) está construido a partir de la novela The Long Saturday Night.
38
Desde un punto de vista crítico
y teórico, la devoción del cineasta francés por Hitchcock queda de maniiesto
en cinco de los artículos que conforman
su libro Las películas de mi vida, en
concreto los dedicados a los ilmes La
ventana indiscreta, Atrapa a un ladrón,
Falso culpable, Los pájaros y Frenesí.
Vid. F. Truffaut, Las películas de mi vida,
Ediciones Mensajero, Bilbao, 1976, pp.
100-113.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 117-129
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Angélica García-Manso
Intertextualidad y Metacine en La Sirena del Mississippi, de François Truffaut
LA CASILLA EN BLANCO
SOBRE ARTISTAS-COLECCIONISTAS Y OBSESIONES
Francesco Giaveri
Data recepción: 2016/01/29
Data aceptación: 2016/12/13
Universidad Complutense de Madrid
Contacto autor: francescogiaveri@gmail.com
RESUMEN
La casa-refugio de los hermanos Collyer es un interior laberíntico que dispone un organizado
sistema de defensa contra lo impredecible e irreversible del mundo exterior. Las acumulaciones en
general, y las colecciones en particular, siempre responden a una dualidad compleja y metafórica entre interior y exterior, personal y social. ¿Es posible derrotar el aislamiento estéril en pos de un relato
compartido? Me centraré en algunos casos de artistas que acumulan y en cómo sus aportaciones
ofrecen estrategias narrativas. Se trata de ofrecer ejemplos de microcosmos cuya valentía imaginativa se relaciona con el saber y tiendan puentes con la otredad. Conjuntos abiertos, cambiantes y en
continuo proceso de renovación.
Palabras clave: coleccionismo, acumulación, artista-coleccionista, Collyer, obsesiones
ABSTRACT
The Collyer brothers’ bunker is an internal labyrinth with an organized system of self defence
against the unpredictable and irreversible chaos of the outside world. Accumulations in general and
collections in particular invariably respond to a complex and metaphorical duality between the internal
and the external, the personal and the social. Can sterile isolation be overcome in the pursuit of a
shared story? I will focus on certain artists who accumulate and on how their strategies provide an intriguing means of approaching both the known and the real. I will attempt to offer examples of microcosms whose imaginative courage connects with knowledge and builds bridges with otherness. I will
look into both open and changing sets of things that are engaged in an ongoing process of renewal.
Keywords: collecting, accumulating, artist as collector, Collyer, obsessions
Pero eso es el paso del tiempo, y yo hablo de otra cosa.
Algo que avanza por mediación de nosotros a medida
que nos reemplazamos para rellenar las casillas1.
Obertura
En un momento de gran tensión, Avner (Eric
Bana) trata de poner orden en sus contradictorios
pensamientos y mantener, en la medida de lo posible, el control de la situación. Para lograrlo se dedica a cocinar; el encuadre muestra, en plano detalle, cómo corta los alimentos en trozos pequeños
que, poco a poco, se van acumulando en la mesa.
Un dramatismo palpable atraviesa toda la película Munich (Steven Spielberg, 2005) y, por este
motivo, no sorprende que el protagonista acabe
produciendo cúmulos de verduras tan abundantes
como inútiles ya que lo preparado excede lo necesario para abastecer a sus comensales.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 131-147
Francesco Giaveri
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La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
La repetición obsesiva del gesto de Avner
es síntoma del trauma que está viviendo. Su
misión consiste en eliminar, uno por uno, a los
supuestos responsables del atentado en los Juegos Olímpicos de 1972; sin embargo a lo largo
de la película aloran dudas y preguntas que le
mueven a cuestionar tanto la utilidad como la
ética de su misión. Una situación extrema que él
traduce, sin casi darse cuenta, en acumulaciones
pantagruélicas. Avner se abandona a un proceso de repetición, una especie de mantra que le
alivia y que funciona como estrategia para mantener cierto orden sobre el abismo, algo que le
ampare de lo desconocido e irreversible.
La American Psychological Association (APA)
deine las compulsiones como actos repetitivos
que se realizan para disminuir la ansiedad generada por una obsesión, pueden ir desde hacer la
misma tarea varias veces (rituales de repetición)
hasta guardar objetos (rituales de acumulación)2.
Acumular es efecto de repetir.
Homer y Langley Collyer
El 21 de marzo de 1947 la policía de Nueva
York, alertada por una llamada anónima, hace
irrupción en la casa de los hermanos Collyer. El
domicilio de cuatro plantas se encuentra tan lleno que los objetos bloquean puertas y ventanas
impidiendo el acceso. Finalmente, los agentes
consiguen entrar en la casa por la azotea. Homer y Langley acumularon a lo largo de su vida
más de cien toneladas de cosas de todo tipo.
De familia acomodada y ambos licenciados por
la Columbia University, pueden permitirse vivir
sin necesidad de trabajar en su mansión de la
Quinta Avenida. El mayor de ellos, Homer padece primero la perdida de la visión y luego
también de la audición. Langley se ocupa de él
y es también quién sale a la calle a comprar alimentos pero sobre todo a recolectar un sin in
de objetos. Poco a poco, los hermanos se aíslan
del mundo exterior hasta cerrarse literalmente
en casa en la que construyen trampas mortales
para defenderse de curiosos y malintencionados.
Los objetos ocupan la gran mayoría del espacio
habitable: “la mansión se convirtió en una especie de fortín de la que apenas salían y en la que
fueron acumulando a lo largo de décadas todo
tipo de enseres y desechos, entre ellos todos los
periódicos publicados en Nueva York durante
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 131-147
más de 30 años, lo cual, teniendo en cuenta que
eran nada menos que quince cabeceras diarias,
supone cerca de 200.000 ejemplares”3. A lo largo de décadas han amasado: latas de alimentos, rastrillos, paraguas, bicicletas, cajas, cofres,
lámparas, juegos de bolos, maniquíes, postales,
bustos de escayola, una estufa de queroseno,
25.000 libros, retratos de familia, candelabros,
tapices, alfombras, dos órganos, media docena
de trenes de juguete, una máquina de rayos X,
dos riles, tres revólveres, municiones, un diploma escolar de Langley por buena conducta, frascos con vísceras humanas, cientos de metros de
sedas, brocados y damascos, relojes, una quijada de caballo, banjos, cornetas, acordeones, un
clavicordio, cinco violines, catorce pianos, partituras en Braille, cajas de música, instrumental clínico y quirúrgico, aviones de juguete, un coche
Ford modelo T, etc. etc. A lo que hay que añadir
los periódicos como ya señalamos, que Langley
conserva para cuando Homer recuperara la vista,
gracias a una estricta dieta a base de naranjas.
Una descomunal acumulación que convierte
la casa en un laberinto, transforma su arquitectura y organiza el tránsito a través de pasillos angos-
Fig. 1. Casa Collyer, interior 1. Foto Ed Jackson/New York Daily
News/ Published: 01/08/2016 (Fuente: nydailynews.com)
tos formados por altas columnas de periódicos y
demás trastos. Los bomberos necesitarán varias
semanas para sacar todo aquello a la calle. Las
autoridades encontrarán el cuerpo de Langley
aplastado bajo periódicos y objetos, víctima de su
mismo sistema defensivo. Faltando su hermano,
Homer muere al poco tiempo de inanición.
La historia legendaria de los hermanos Collyer se asocia al fenómeno de la silogomanía
o acumulación compulsiva. Para describir casos
similares se utiliza a veces la expresión Síndrome de Collyer. En su forma más sucia se denomina Síndrome de Diógenes. “La silogomanía,
además de a patologías psicogeriátricas con
acusado descuido personal, se ha asociado
al trastorno obsesivo compulsivo (TOC), en el
que la teoría freudiana de la retención anal da
mucho juego para establecer analogías con la
acumulación de objetos y el rechazo a desprenderse de ellos”4. En el Síndrome de Diógenes,
la acumulación se asocia con un acentuado
descuido personal y graves carencias higiénicas
del entorno doméstico. Aunque el descuido,
en buena medida, depende de la cantidad de
espacio que posee quien acumula y de otro factor no secundario: su disponibilidad económica. Nadie se atrevería a tachar la acumulación
de Charles Foster Kane, inspirado en William
Randolph Hearst, en la película de Orson Wells,
de Síndrome de Diógenes. Pocas veces, y se
entienden de sobra los motivos, se establecen
estas diferencias a partir del qué se agrupa bajo
un techo. Se tacha de ‘basura’ aquellos mismos
objetos que en otras circunstancias se denominan vintage o ‘de colección’. Este cambio de
estatus depende entonces del contexto socioeconómico en que los objetos se hallan. Se ha
abordado este asunto, quizá simpliicando un
poco, pero creo sin trivializar su envergadura,
en estos términos:
otro país, escribe E. L. Doctorow, en una novela
estremecedora que le dedica en 2009. Entre los
muchos aspectos de la vida de los hermanos
Collyer que el escritor americano ilumina con
su prosa, encontramos el abastecimiento de
máscaras antigás. Durante la guerra, Langley
compra una caja entera que distribuye entre las
habitaciones. Son objetos vinculados a un periodo concreto, pero funcionan también como
símbolos de interiores, como veremos pronto.
Antes quiero destacar que Doctorow interpreta
la decisión de los hermanos como una forma
de ausentarse del mundo para refugiarse en
otro que ellos mismos construyen a su imagen,
con su personal idiosincrasia que sólo ellos
pueden comprender del todo. La pasión por
poseer, a través de la narración de Homer, se
describe así:
Cuando Langley trae a casa algo con lo que
se ha encaprichado -un piano, una tostadora, un
caballo de bronce chino, una enciclopedia-, no es
más que el comienzo. Sea lo que sea, lo adquirirá
en varias versiones, porque hasta que pierda el
interés y se centre en otra cosa, buscará su máxima expresión. Es posible que haya en este algo
genético. Nuestro padre también coleccionaba
objetos6.
a no mucha distancia [de la mansión de los
Collyer], en un lujoso barrio de Long Island, unos
veinte años después, Jackie Kennedy-Onassis se
enfrentaba a un fenómeno parecido en el caserón
de su tía Edith Bouvier y de su prima hermana del
mismo nombre. […] Si usted es pobre y padece,
Dios no lo quiera, esta forma extrema de desorden
obsesivo-compulsivo (OCD), será etiquetado como
portador de un Síndrome de Diógenes, pero si es
rico y dispone del tiempo y el dinero suicientes
para adquirir toneladas y toneladas de basura, entonces padecerá de un Síndrome de Collyer5.
Sea como fuere, en aquella primavera de
1947 el mundo parecía salir de la mansión de
Homer y Langley. Y ciertamente era un caparazón construido trozo a trozo día tras día el
que salía a la calle. Es como si su casa fuera
Fig. 2. Casa Collyer, azotea (Fuente: socks-studio.com)
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Francesco Giaveri
La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
Francesco Giaveri
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La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
En su domicilio familiar, esta heredada obsesión por las cosas es llevada al extremo. Si
evitamos caer en la oposición binaria positivo/
negativo, las ideas de ‘pasión’ y ‘obsesión’ vienen a indicar una actitud similar. La búsqueda
de la ‘máxima expresión’ puede darse solamente
en un marco bien determinado. No existe posibilidad de exceso sin la presencia de límites. Un
auténtico deseo de compresión y defensa frente
a lo desconocido, impulsa al sujeto a reducir la
complejidad del mundo a un microcosmos controlado. Entonces experimenta una cierta satisfacción, hasta que reaparezca la necesidad de lo
que falta.
En Home Sweet Home (1960), Arman reúne y expone en una caja de madera una acumulación de máscaras antigás. Instrumentos
de defensa frente a los ataques exógenos,
se guardan en interiores. Esta obra funciona
como metáfora de la casa como un refugio que
protege y aísla. La casa-refugio de los hermanos Collyer es un interior laberíntico que dispone un organizado sistema de defensa contra lo
impredecible e irreversible del mundo exterior.
Las acumulaciones en general, y las colecciones en particular, siempre responden a una
dualidad compleja y metafórica entre interior y
exterior, personal y social. ¿Es posible derrotar
el aislamiento estéril en pos de un relato compartido?
Fig. 3. Casa Collyer, interior 2 (Fuente: socks-studio.com)
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 131-147
Un relato para sí mismo
El nivel inferior es el de la acumulación de
materias: amontonamiento de papeles viejos,
almacenamiento de alimentos -a mitad de camino entre la introyección oral y la retención anal-,
después acumulación serial de objetos idénticos. La colección, por su parte, emerge hacia la
cultura: tiene como mira objetos diferenciados,
que a menudo tienen valor de cambio, que son
también ‘objetos’ de conservación, de tráico, de
ritual social, de exhibición, y quizá, incluso, fuente de ganancias. Estos objetos están abastecidos
de proyectos. Sin dejar de remitir los unos a los
otros, incluyen en este juego una exterioridad
social, relaciones humanas7.
La propuesta de Jean Baudrillard indica que
la colección nace por un anhelo narrativo, las
asociaciones y disposiciones que propone nacen
de la interpretación del coleccionista, su verdadero ‘término inal’. ¿Acaso no es el propio
coleccionista quien abastece de nuevas posibilidades asociativas a sus objetos? ‘El juego de la
exterioridad social’ a menudo se circunscribe al
papel de testigo mudo y complaciente de la colección pensada para satisfacer en primer lugar a
su dueño. Sin embargo, el coleccionista encarna
un proyecto de clasiicación, ordena y dispone
sus trofeos, los diferencia; comparte con el historiador la voluntad de recuperar e iluminar fragmentos del pasado, mientras que el acumulador
reúne indiscriminadamente para llenar espacio y
así aplacar su horror al vacío.
La actividad clasiicadora del coleccionista
encarna su deseo de poner orden, a través de
un relato cargado de idiosincrasia, en el caos del
mundo. Por otro lado, la argumentación del alto
‘valor de cambio’ que los objetos pueden alcanzar y la consiguiente posibilidad de ganancias es
más opinable. Excluido el caso de coleccionistas especulativos que son minoría y donde no
se halla ningún relato, creo que estas actitudes
tienen que vincularse propiamente con los marchantes, sin esforzarnos en individuar una igura híbrida entre el coleccionista (quién compra)
y el marchante (quién vende). Además el valor
de cambio depende de la ley de la demanda y
de la oferta que rige el mercado y como tal es
extremadamente luctuante. Lo que me interesa
es el valor simbólico, el que sólo el coleccionista
reconoce en su objeto de deseo, como conirma
este ejemplo que Benjamin propone: “de él se
cuenta que un día, yendo por Stachu, se agachó
para recoger algo: allí estaba lo que había perseguido durante semanas: la impresión defectuosa
de un billete de tranvía que sólo se había vendido
durante un par de horas”8. Lo que importa parece ser entonces el relato articulado por el coleccionista, un proyecto que despliega y organiza a
través de un sistema de clasiicación y diferenciación. Susan Stewart apunta que la forma ‘insana’
de acumulación, impulso a tener y poseer, es
like anal retentiveness, an urge toward incorporation for its own sake, an attempt to erase the
limits of the body that is at the same time an attempt, marked by desperation, to ‘keep body and
soul together’. Although it is clear that there is a
correspondence between the productions of art
and the productions of insanity in these cases, it
is equally clear that the miser’s collection depends
upon a refusal of differentiation while the hobbyist’s collection depends upon an acceptance of
differentiation as its very basis of existence. Thus
the ‘proper’ collection will always take part in an
anticipation of redemption9.
La posibilidad de diferenciar los objetos que
entran en su colección de los que no caben, es
el aspecto clave que separa las colecciones-ensambles (de las que aquí se hablará) de las acumulaciones irracionales. Lo que se les atribuye a
los artistas es algo parecido al toque de Midas,
una facultad casi mesiánica de anticipar el futuro. Al incluir el objeto en una colección ‘adecuada’, su estatus cambia automáticamente, al
verse ‘redimido’ por ella. Por ende, su redención
incluye aquel valor de cambio al que Baudrillard
apuntaba, aunque se trata de una consecuencia secundaria y no de una inalidad. Afortunadamente hay algo más. Tanto el ilósofo francés
como Stewart no tardan en introducir un reconfortante ‘valor estético’. Este depende y es fruto
de la motivación serial, gracias a este empuje (el
deseo de completitud) el interés formal toma el
relevo del interés real por el objeto. Por ejemplo,
la persona que quiere poseer todas y cada una
de las entregas de ‘los grandes ilósofos del siglo
XX’ compra más por tener la serie completa que
por un interés auténtico por la lectura de todos
los escritos. Por el mismo motivo, el coleccionista
arriba mencionado por Benjamin está interesado
en el billete del tranvía no tanto por su unicidad
sino porque ya posee o quiere poseer todos los bi-
lletes defectuosos que se han impreso del tranvía
de su ciudad. Lo que viene a decir que es el afán
de completitud del sistema escogido, el relato cultural empleado por el coleccionista, que marca el
ritmo de su búsqueda. El reconocimiento de su
valor estético-cultural dependerá de su mayor o
menor capacidad de involucrar el mundo exterior,
dejando espacio suiciente para que otros participen. Baudrillard demuestra escasa conianza en
que esta situación óptima pueda darse con frecuencia. Y esto porque en toda colección hay un
irreductible elemento de no-relación con el mundo. “Porque se siente alienado y volatilizado en
el discurso social cuyas reglas se les escapan, el
coleccionista trata de reconstruir un discurso que
sea para él transparente, puesto que posee los
signiicantes y puesto que el signiicado último,
en el fondo es él mismo. Pero está condenado al
fracaso”10. El discurso social aparece mucho más
en ausencia (la falta) del objeto que en su presencia. Es entonces cuando el coleccionista tiene
que salir otra vez de su receptáculo en búsqueda
de un nuevo objeto de deseo. Lo que me interesa
es pensar, a través de una serie de obras, el espacio dejado en blanco como posible apertura al
mundo. Apertura que puede concretarse con una
ausencia, un relato inconcluso en el que su autor aguarda, y hasta aspira, a ser remplazado. Es
como si el espectador fuera invitado, o más aún:
¡exhortado!, a completar la narración dejada en
suspenso. Para lograrlo es necesario que el espectador no venga relegado a mero testimonio de la
colección, completamente excluido de la relación
sujeto-objeto que originó el conjunto, sino que
desde la ‘casilla en blanco’ se involucre y aporte
su propio relato.
Fig. 4. Danh Vo, The Hugo Boss Price 2012: Danh Vo,
“IMUUR2”. Foto: David Heald/Solomon R. Guggenheim Museum via Bloomberg (Fuente: bloomberg.com)
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Francesco Giaveri
La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
Francesco Giaveri
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La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
El momento expositivo, el display, se convierte así en un convite a experimentar, reconocer o
adivinar el sistema planteado por el artista y proseguir activamente su narración. De este modo,
al espectador hereda de manera conceptual
y a través de su experiencia, lo que el artistacoleccionista propone en el espacio expositivo.
Se estructura así un ciclo, en forma de espiral
generativa, de la vida de los objetos: objetos en
el mercado – anhelo a narrar del artista/coleccionista – el objeto entra en la colección – se expone al público la colección como ensamblaje – el
público hereda el relato y inalmente lo completa/interpreta ‘a gusto’. El ciclo funciona cuando
el sistema cultural de referencia tiene una base
común compartida aunque no tan rígida que impida sucesivos desplazamientos semánticos.
Un recorrido ideal que diiere sustancialmente del ciclo sujeto-objeto que es cerrado, ritual y
separado del mundo. Se trata aquí de algo distinto, algo que adopte una estructura dialéctica
abierta. La colección da lugar a una estructura
dialéctica cuando logra, a través de su discurso
que sobrepase la materialidad de los objetos, pasar el testigo al público que haya podido acceder
al relato a través del espacio de la colección que
se ha dejado en blanco adrede.
Si no se logra dar el salto del uróboros a la
espiral, se padece una muerte por indigestión.
La otra cara del exceso propio del círculo cerrado
y estéril la hemos encontrado en la muerte por
inanición de Homer. De la muerte por indigestión habla La gran comilona (1973) donde Marco Ferreri alcanza el zenit de su visión nihilista
de la existencia, espejo de la verdad como exceso11, así se ha justamente deinido esta película,
donde cuatro amigos llevan a cabo su proyecto:
comer hasta morir. El ritual del banquete se convierte en exceso, los protagonistas consumen
cantidades pantagruélicas de comida hasta reventar. Camiones llenos de selectos alimentos
llegan a la casa donde los amigos se refugian
para realizar su sombrío acometido; la comida
primero se acumula en la cocina y luego en sus
estómagos hasta, literalmente, destrozarlos. Entonces, lo que me interesa es la eicaz metáfora de la comida como índice del absurdo de la
acumulación que no prevé otra inalidad que su
propio relato. Y es justamente la gran cantidad
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de comida lo que revela algo inherente a todas
las acumulaciones: su única salida es compartir.
Una trasmisión, como propone la fórmula de la
herencia, que permita continuar y enriquecer el
relato. En el caso de La Gran Comilona donar lo
que excede en favor de otras formas de elaborar
los platos, sin echar a perder la materia prima.
La validez de la película de Ferreri se debe a que
implica activamente el cuerpo, su pura materialidad y sus límites isiológicos. Estos convierten en
dolorosa y siniestra toda tipología de acumulación insana. La acumulación nihilista maniiesta
abiertamente su anhelo de muerte. Escribe Pier
Paolo Pasolini:
Los personajes se descubren, después de la
decisión tomada, como sacerdotes irónicos de un
ritual en el que se esconden detrás de una mueca
de humorismo y de grave corporeidad, no sin una
cierta vulgaridad burguesa y un oscuro fanatismo,
adquirido quién sabe a través de qué caminos y ijado en ellos para siempre. […] Hay que deducir que
el principio metafísico y metafórico de Ferreri no es
articulado, sino arbitrario y no dialéctico, al punto
de reproducir repeticiones y no evoluciones12.
En sentido opuesto, la organización a través
de un sistema dialéctico, que logre escaparse
tanto de la lógica nihilista o peor narcisista, permite articular un discurso que, una vez expuesto,
sea recogido y transformado por el espectador.
IMUUR2
Martin Wong (1946-1999) junto con su
madre Florence Wong Fie, fue amasando a lo
largo de cuarenta años una colección de unas
4.000 piezas, entre obras de arte, objetos kitsch
o simplemente raros, entre los cuales se hace
evidente una cierta fascinación por todo lo relacionado con las hamburguesas. En 2009-10,
Danh Vo compra una pintura de Martin Wong y
al poco tiempo visita la casa de Florence Wong
Fie en San Francisco y descubre la envergadura
de aquella colección, ordenadamente dispuesta
en estanterías de madera o guardada en cajas
de cartón pintadas a mano. Martin Wong vivió
la mayor parte de su vida en Nueva York desde
donde enviaba sus hallazgos a su madre en California dentro de cajas de cartón que él mismo
decoraba. Al entrar en el domicilio de Florence
Wong Fie, en aquel caparazón que ella y su hijo
fueron organizando durante años, Vo cae rendi-
do frente a la maravilla de esta colección y percibe su relación con la pintura de Martin Wong,
algo que quizá le lleva a descubrir su sistema de
narración entre este amaso de objetos. Preocupado por la mayor edad de la señora Wong Fie
y por la consiguiente incertidumbre sobre el destino de aquel cúmulo de ‘un poco de todo’, Vo
se empeña en darla a conocer a las instituciones
norteamericanas para que estas se hagan cargo
de su conservación y exposición. Sin embargo,
pese al interés que los museos dicen sentir por
la obra de Wong, nadie se quiere comprometer
(y según parece, aún menos pagar). Vo recuerda las negociaciones frustradas en estos términos: “They said that although they all are very
much into Martin Wong’s work, he didn’t have
the right name to have a museum taking care
of these kinds of things – at the time at least,
I think things have changed a bit now. It was
actually not even my idea, It was Doryun Chong
who worked at MoMA at the time. He thought
it will be more possible to have it acquisitioned
if it became an artwork”13. Y así fue. Danh Vo,
después de comprar toda la colección de Martin
Wong, presenta en 2013, la instalación IMUUR2
en el Museo Guggenheim de Nueva York. Su
instalación consta de una parte de la colección
de Wong dispuesta en estanterías neutras o de
la casa de Wong Fie, una selección de sus pinturas y, inalmente, una obra del mismo Danh
Vo, Vodka Tonic (2012) una caja de cartón cuyo
texto ha sido pintado con pan de oro14. Entonces
es cuando el Walker Art Center decide comprar
IMUUR2. El artista declara que lo que le movió
a realizar este ensamblaje fue el deseo de preservar la colección de Wong. En el Guggenheim, presenta la colección de Martin Wong junto
a sus propias aportaciones plásticas (la caja de
cartón) y a otras decisiones externas a la forma/
relato de Wong (las pinturas del artista y la manera en la que se presenta). La instalación de
Vo modiica e incrementa la colección original,
transforma su relato a través de un gesto apropiacionístico.
La colección de Martin Wong, idiosincrásica
e incompleta, permitió que otro artista aportase
su experiencia y, sobreponiendo sus decisiones y
modiicando la narración, transformase lo heredado (aunque fuera a través de una adquisición)
en otra cosa. Además, la presencia de las cajas
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Francesco Giaveri
La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
Fig. 5. Hans-Peter Feldmann, Laden 1975 - 2015, Ausschnitt.
Foto: Lenbachhaus VG Bild (Fuente: aufkunst.com)
para el transporte decoradas por Wong y el fetichismo personal de Vo por las cajas de cartón, se
juntan en una celebración del contenedor, lugar
donde se disponen los objetos en el desván para
dejar espacio, para que las cosas respiren y sobre
todo para que el espectador activo e implicado
pueda a su vez aportar su experiencia, su relato y
su visión de un sistema cultural compartido. Hay
razonables motivos para considerar que se haya
logrado establecer una cierta relación dialéctica
entre la colección de Martin Wong, la instalación
de Vo y los usuarios del Guggenheim.
Al margen de IMUUR2, Vo admite ser un
comprador compulsivo, una actitud parecida a
la de Warhol, como veremos más adelante. El
artista adquiere habitualmente objetos, particularmente durante sus viajes; estos le sirven para
estudiar y experimentar o, simplemente, para vivir con ellos antes de introducirlos eventualmente en sus instalaciones. Al mismo tiempo, Danh
Vo reconoce que poseer cosas genera una cierta
forma de responsabilidad hacia ellas, lo que no
me parece insólito, sino que este apego a las cosas es lo que impide desprenderse de ellas. Es
una de las tensiones que surgen de la colección y
alimentan su relato. Un primer contacto se transforma en convivencia desde donde brotará aquel
natural “sentimiento de obligación que le crea
su posesión. Es, por lo tanto, la actitud del heredero en el sentido más elevado”15, como bien
apunta Benjamin. Una responsabilidad que ata
los objetos a su propietario de manera irracional,
un instinto táctil donde lo infantil y lo senil se
confunden, “basta observar a un coleccionista
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La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
manipulando los objetos de su vitrina. Apenas
los tiene en las manos, parece atravesarlos con
la mirada para, en un acto de inspiración, mirar
a través de ellos hacia su lejano pasado”16. Cuando el coleccionista se entrega, como un mago,
a su proyecto, articulando su narración a través
de sus bienes, adquirir se convierte en una obsesión como si le faltasen las palabras que necesita
para reanudar continuamente su relato, que bien
podría ser la historia de su salvación. No existen
colecciones sin obsesiones. Walter Benjamin
describió eicazmente el apego del ser humano
hacia los objetos, no solamente para verlos o
usarlos, sino para tenerlos entre manos; la posesión, para el pensador alemán, es “la relación
más profunda que se pueda mantener con las
cosas”17. El coleccionista habita los objetos, alrededor y en medio de ellos es donde sueña con
su personal relato. En este laberinto se siente a
salvo del indescifrable mundo que no le pertenece. Sus posesiones predisponen una ambiente
de icción que él articula y alimenta. Este mundo
en miniatura le describe y tendrá siempre tiempo
para añadir lo que se le antoje, aunque él jamás
lo consideraría un antojo sino pura necesidad.
La posibilidad de que este relato supere los
términos de un discurso para sí mismo, una
“huida apasionada”18, y ofrezca nuevos escenarios de relaciones dialécticas, se ve incrementada
cuando la colección pasa del espacio doméstico
al espacio expositivo. Relación dialéctica que el
artista-coleccionista organiza desde el comienzo por el simple hecho de que su función social
consiste en compartir con el espectador su idiosincrasia y su peculiar visión del mundo.
inconcluso”19, escribe Helena Tatay a propósito
de la práctica de Feldmann. Los proyectos que
el artista presenta están organizados como un
trabajo colectivo que requiere de un espectador
activo, dispuesto a involucrarse, a re-elaborar
estas obras proyectando en ellas su propia experiencia. Los elementos que componen las Wunderkammer, sacados de su contexto original y
relacionados sin una clara estrategia semántica,
adquieren un nuevo estatus, una nueva lógica
que el espectador es invitado a adivinar, disfrutar
y, a su vez, a narrar. Una descripción que Ángel
González hace de Villa Borghese, viene al caso
para acotar estas vitrinas de Feldmann: “es precisamente su acumulación y su combinación,
unas veces caprichosa y otras estrafalaria, o en
efecto bizzare, lo que lo transforma todo en un
empalagoso torbellino de bibelots”20. Se trata de
ver, leer y experimentar los objetos (imágenes,
textos, materiales) en sus relaciones, observar la
semejanza, la diferencia y aquellas relaciones ‘íntimas y secretas’ que su relato desprende. Antes
de estas series recientes, Feldmann ya en 1975
expuso en la galería Paul Maenz de Colonia su
personal colección de juguetes antiguos21. Lo
que acumulamos, coleccionamos o en general
guardamos en nuestras casas, revelan muchos
de nosotros, nuestras ideas, experiencias, sueños o fantasmas. A través de estas posesiones
elaboramos una estructura narrativa que las
mantiene juntas a la vez que pide añadir otra
pieza. Evidentemente se trata de estrategias utópicas pero necesarias para poner algo de orden
en el caos irreducible de la existencia.
Gabinete de curiosidades
En sus Wunderkammer, Feldmann presenta
objetos cotidianos del mundo occidental. Cargando de ironía el gesto, el artista hace lo que
más le gusta, yuxtaponer objetos banales, en
este caso, en vitrinas. Propone nuevos mundos
al espectador, una extraña acumulación con un
orden más bien aparente. El artista alemán deja
voluntariamente abierto el signiicado narrativo
de sus obras, enfatizando su carácter fragmentario a la vez que compartido. “Sus narrativas
están elaboradas con fragmentos no jerarquizados y no proporcionan al espectador una lectura
o un sentido único, sino un signiicado abierto e
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Fig. 6. Hanne Darboven, Kulturgeschichte, 1880-1983. Installation view, 548 West 22nd Street, New York City. Foto: Cathy
Carver. Courtesy Dia Art Foundation, New York © Hanne Darboven Stiftung, Hamburg / VG Bild-Kunst, Bonn 2015 (Fuente:
domusweb.it)
Las colecciones más frecuentes del artista
alemán son las imágenes fotográicas, organizadas en series en formato libro o presentadas
enmarcadas. La serialidad, la forma en que
agrupa las imágenes, es una manera de proponer narraciones. A propósito de su relación
con la fotografía, y concretamente sobre la
diferencia entre mostrar una única o muchas
fotos, escribe: “creo que las fotos individuales no son adecuadas para mí. Me parece que
están demasiado cargadas de signiicado, que
son demasiado elitistas. El clima de toda una
serie es más importante que una foto concreta. Cuando se repiten las cosas, hay un valor
de media que es más correcto de lo que puede
llegar a ser una foto suelta”22. El artista alemán
plantea así escaparse de la excesiva materialidad de una imagen y servirse de una agrupación en cuyos espacios, entre una cosa y otra,
se dé una apertura que permita al espectador
entrar en juego, tomar cartas en el asunto y
ampliar el relato del artista. Ya hemos hablado
de la estrecha relación que se establece entre
la serie y la colección, sin embargo me parece
oportuno citar ahora las palabras de Stewart
sobre este asunto:
To play with series is to play with the ire of
ininity. In the collection the threat of ininity is always met with the articulation of boundary. Simultaneous sets are worked against each other in the
same way that attention to the whole are worked
against each other. The collection thus appears as
a mode of control and containment insofar as it
is a mode of generation and series. […] In other
cases, categorization allows the collection to be
inite - indeed, this initude becomes the collector’s obsession23.
El ‘fuego de lo ininito’ genera relatos abiertos y la serialidad permite el intercambio dialéctico con otras agrupaciones, en deinitiva
con otros sistemas de entender y organizar la
cultura.
De compras
El momento de la compra, el escalofrío de
la adquisición, cautivaba a Warhol. Una insaciable voracidad le instigaba a comprar a más no
poder, rendido frente al “placer voluptuoso de
comprar cosas que no se necesitan”24. Sin embargo, a diferencia de muchos coleccionistas,
a Warhol no le preocupa en absoluto disponer
estos bienes en su casa, sino todo lo contrario.
Su mansión se transforma en una especie de almacén donde muchas habitaciones acogen las
compras diarias, dejadas en el suelo o apoyadas
donde fuera posible, la mayoría sin desembalar
y en completo desorden. Las fotos de su piso de
Manhattan pocos días tras su muerte muestran
una acumulación descomunal de bolsas, cajas y
objetos de varias proveniencias. Se trata de fotografías en blanco y negro, nada que ver con las
que hizo Mapplethorpe en color para el catálogo de la subasta del legado de Warhol. En estas
últimas se nota que la disposición está pensada
para enseñarlo todo y mostrar las cosas divididas
por tipologías.
Es curioso saber que en esta gran casa-almacén donde Warhol vivía únicamente entre la
cocina y el dormitorio, casi nadie podía entrar.
Poquísimos de sus más ieles amigos conocían
esta acumulación ininita, mientras que la Factory no tenía ni siquiera puertas e imperaba una
open-door policy25. Evidentemente, la radical serialidad de las obras de Warhol y su asombrosa
producción ya eran lo suicientemente amplias
como para establecer un sistema de relaciones
dialécticas con su público; es más que comprensible entonces que su receptáculo desordenado
de su acumulación febril no necesitase ni testimonios ni espectadores.
Andy Warhol “was excited by the acquisition and possession of things, rather than their
use or appreciation”26. Coleccionaba prácticamente de todo, comprando continuamente. “I
think that when a person buy something there’s
an obligation he takes on to take care of it. But
once Andy bought something, he was on to
the next thing – his buying was a conquest, not
an adoption”27, escribe Aronson. Este deseo
de conquistar lo ininito es coherente con sus
series, desde la cajas de cartón hasta los retratos28. El arte pop fue excesivo, lirteando con
la abundancia de productos hechos en series
para el consumo masivo. Su campo de acción,
al que añadía sendas icciones y diferencias, era
la tipología que Baudrillard, como hemos visto, deine como ‘acumulación serial de objetos
idénticos’. Como glosa Barbara Kruger, I shop
therefore I am29.
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Francesco Giaveri
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Huida sin in o como alejar lo irreversible
En series y colecciones, la repetición hace
que ambas establezcan una continuidad fundamental en sus agrupaciones, los elementos individuales que las componen entran en un “círculo
embrujado”30. Por el mero hecho de acumular,
la percepción de los elementos se altera. Dicho
de otra forma, un sustancial aumento de la cantidad genera un cambio en la calidad de lo que
vemos. Los elementos “through their accumulation and arrangement they might present an
aesthetic tableau which no single element could
sustain”31. La pasión que los reúne es alimentada por la “prioridad por inercia”32, la repetición
serial anhela a guardarlo todo en el mismo saco.
Tanto si los objetos funcionan como ‘elementos reguladores’ o si su acumulación organiza
una ‘huida apasionada’ lejos de las malogradas
relaciones humanas, indudablemente constituye
una ilusoria barrera que ampara el sujeto de su
terror a lo irreversible. Entre lo más irreversible
y por ende inevitable, está la muerte. Su éxito
en apartar esta pesadilla se debe justamente a
su naturaleza serial y a su narración cerrada: un
ciclo ordenado o círculo mágico. Según Baudrillard: “lo que el hombre encuentra en los objetos no es la seguridad de sobrevivir, sino la de
vivir en lo sucesivo, continuamente, conforme
a un modo cíclico y controlado, el proceso de
su existencia y rebasar así, simbólicamente, esta
existencia real en la que el acontecimiento irreversible se le escapa”33. Se trata de establecer un
utópico control sobre lo irreversible por medio
de un microcosmos organizado, donde “la colección sustituye el tiempo”34. Toda acumulación
congela el transcurso del tiempo por medio de
una icción que vive en un eterno presente, o
mejor dicho, en una dimensión atemporal mítica,
donde tanto el pasado (la historia de los objetos)
como un futuro programado (los objetos que
faltan) conviven en un continuum ilusorio dentro
una especie de uróboros. Se trata de contener el
caos por medio de límites y reconstrucciones en
miniatura del mundo. La casa-refugio responde
a un miedo real, aquel terror a la muerte irreversible que, en la novela de Doctorow, se describía
como “esa sensación que uno experimenta en
el recorrido a un cementerio tras los pasos de
un cadáver en un ataúd: cierta impaciencia con
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el muerto, el deseo de estar de vuelta en casa
donde uno podía mantener la ilusión de que la
condición permanente no es la muerte sino la
vida cotidiana”35, la ritualidad de lo previsible,
amparados por las propias pertenencias.
Cruzar el umbral
Formulo ahora la hipótesis de que los ensamblajes de colecciones (Danh Vo y Hans-Peter
Feldmann) constituyen operaciones estéticoculturales en las que el artista acepta lo irreversible porque desplaza su caparazón embrujado
desde un entorno doméstico hasta un espacio
expositivo36. La exposición es un lugar ontológicamente compartido, evidentemente dispuesto
(y, cabe esperar, predispuesto) a aceptar la ruptura del discurso unitario y dogmático, donde
se aguarda el encuentro entre el público y las
obras expuestas. Se trata de orquestar estrategias eicaces para que la acumulación no se
eche a perder en un ciclo estéril como el de
sujeto-objeto37, sino todo lo contrario, que su
herencia quede a disposición de otros para que
la recojan y la enriquezcan. Es urgente hacer
delagrar la unidad discursiva en favor de una
continua re-deinición, a partir del espacio que
aún queda en blanco. Esta ‘casilla en blanco’
pertenece de hecho y por derecho a cada individuo que acuda a disfrutar en su tiempo de
ocio de las propuestas de Otros. Estas circunstancias, favorables a un intercambio dialéctico,
se dan cuando las acumulaciones se presentan
como incompletas, con una falta que aguarde
la llegada de aquel espectador que comparta
un cierta ainidad (¿interés, sensibilidad, inquietud, miedos?) con respecto al sistema cultural
empleado en la producción del relato que se
presenta en el espacio expositivo.
Por este motivo me he centrado y lo seguiré
haciendo en lo que me queda de espacio, en algunos casos de artistas que acumulan y en cómo
sus aportaciones ofrecen estrategias narrativas
del saber y de lo real. Se trata de ofrecer ejemplos de microcosmos cuya valentía imaginativa
se relacionan con el saber y tienden puentes con
la otredad. Conjuntos abiertos, cambiantes y
en continuo proceso de renovación. “The point
of the collection is forgetting - starting again
in such a way that a inite number of elements
create, by virtue of their combination, an ininite
reverie”38. De manera análoga al deseo que la
mueve, la colección tiene que alimentarse continuamente para renovarse y sólo así puede sobrevivir. Su círculo limitado reclama ser excesivo,
un anhelo ininito a narrar y ordenar el mundo:
hay que saber que para el coleccionista el
mundo está presente, y ciertamente ordenado, en
cada uno de sus objetos. Pero está ordenado según un criterio sorprendente, incomprensible sin
duda para el profano. Se sitúa respecto de la ordenación corriente de las cosas y de su esquematización, más o menos como el orden de las cosas en
una enciclopedia respecto de un orden natural39.
El esfuerzo que se requiere por parte del
espectador es tratar de entender, con igual pasión, este criterio de ordenación y recoger así su
testigo y llevarlo a otra parte. En todo proyecto
empreñado de idiosincrasia se hallan sueños y
fantasmas de carácter universal. “Todo orden,
precisamente en estos ámbitos, no es sino un
estadio de inestabilidad sobre el abismo”40, así
Benjamin y a saber, cada acumulación consciente se sitúa en el umbral entre cosmos y caos.
“The space of the collection is a complex interplay of exposure and hiding, organization and
the chaos of ininity. The collection relies upon
the box, the cabinet, the cupboard, the seriality
of shelves. It is determined by these boundaries”41. Los objetos acuden en masa para llenar
un vacío. La colección llena este vacío, aunque
no del todo. La disposición de las cosas en un
espacio lo determinan las narrativas que el instigador de la colección establece y cuyo deseo de
seguir tejiendo historias alimenta. Presentar una
colección, someterla al juicio o mejor a nuevas
posibilidades narrativas del anónimo usuario del
espacio expositivo, consiste en dejarla en herencia al otro. De este modo, se cruza el umbral
cerrado al mundo y se abre la puerta a la diferencia.
Hanne Darboven
La colección de Darboven ha ido adueñándose de su casa, moviéndose por sus espacios
hasta llenarlos por completo42. Alcanzó tal magnitud que la artista alemana tuvo que mudarse a
otra casa alquilada en frente de su residencia en
Am Burgberg. La colección habita la casa y también la ocupa. En este caso, se apodera de ella,
de la casa de la vida como diría el profesor Praz.
El estudio de Am Burgberg es tanto el punto de partida de la obra de Darboven como el de
llegada en un sentido material y conceptual: a la
vez casa familiar y lugar de referencia, scriptorium
y estudio, archivo y almacén, cofre de tesoro y
gabinete de curiosidades. Es el núcleo donde se
desarrolló su vida y toda su actividad. Como tal,
la casa-taller es un aspecto esencial de su obra y
parte fundamental de su legado: se inscribe en las
estrategias de la modernidad clásica y de la vanguardia, al tiempo que remite a las formas artísticas y expositivas de la actualidad43.
Antes de construir su método, su sistema
narrativo, Darboven se hace construir una mesa,
“una sencilla mesa de dibujo”44. Didi-Huberman
propone una deinición de mesa que me sirve
para introducir la práctica ‘adivinatoria’ de la historia humana que propone la artista alemana:
Se trata de una ‘mesa’ donde decidimos reunir algunas cosas dispares, cuyas múltiples ‘relaciones íntimas y secretas’ tratamos de establecer,
un área que posea sus propias reglas de disposición y transformación para vincular cosas cuyos
vínculos no resultan evidentes. Y para convertir dichos vínculos, una vez exhumados, en paradigmas
de una relectura del mundo45.
El ilósofo francés está hablando de pensamiento mágico, de las prácticas adivinatorias de
los antiguos. Y recuerda como Stefan Czarnowski estudió “la noción de templum adivinatorio,
desde el punto de vista del ‘troceamiento de la
extensión’ y de su limitación en un marco preciso,
donde todo se transigura según un nuevo ‘sistema de cualidades concretas’ cuya interpretación se organiza con el in de orientar los gestos
humanos, las prácticas, las decisiones”46. En este
sentido, la colección que Darboven va organizando en su espacio doméstico, un ‘marco preciso’,
lleva la impronta de su existencia. Un lugar donde
todo se ‘transigura’ de acuerdo a su relato. Tanto
en su colección como en su obra que a menudo
se mezclan, la artista moldea su impronta, su interés, sus amistases y, inalmente, sus obsesiones.
La instalación de su casa desborda los límites autobiográicos47 y de construcción de su identidad,
aguarda la experiencia del otro: “reescribo cosas
a mano para ‘transmitirme’ a través de la mediación de una experiencia”48. Tanto en la rescritura
como en su colección existe una voluntad explícita, aunque un primer vistazo no lo identiique así,
de transmitir una narración.
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Francesco Giaveri
La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
jetos por dinero. Por medio de la herencia, la
colección desafía la muerte, este pasaje le permite continuar gracias a otras identidades que
modiicarán el relato original, desviándolo e indudablemente enriqueciéndolo (por lo menos
con otra pieza o lectura). Además, la herencia
permite desaiar lo inagotable, enfrentarse sin
miedo a las limitaciones físicas del coleccionista
ya que otro perseguirá su tarea. En esta transmisión el espectador hereda la colección y la
experimenta en el espacio expositivo, entonces
es cuando el conjunto alcanza el ciclo en espiral donde crece, se enriquece y continúa. Pero
volvemos, una vez más, a Benjamin a propósito
de la herencia: “una colección tiene como título
más hermoso el poder ser legada”51.
Francesco Giaveri
142
Fig. 7. Inside view of Hanne Darboven’s studio. Courtesy: Hanne Darboven Foundation, Hamburgo. Foto: © Bernd Perlbach
(Fuente: museoreinasoia.es)
Lo inagotable
La dialéctica que se establece entre propietario y sus pertenencias es alimentada por
lo que falta: el imperativo a proseguir la tarea
acumulatoria. Benjamin evidencia este aspecto
que si bien es obvio, no es secundario: “el fenómeno de la colección, al perder el sujeto que
es su artíice, pierde su sentido”49, no obstante
esto no quiere decir que pueda remplazarse con
‘otro’ sentido, y Benjamin deja entrever una posibilidad post-mortem, la posibilidad de dejarla
en herencia, situación que nombra “el medio
más sólido de formar una colección”50. No extraña descubrir que el coleccionismo en casa de
Hanne Darboven fuese práctica asimilada desde generaciones, siendo su abuelo un reinado
coleccionista. Una vez que un objeto atraviesa
el umbral del círculo embrujado no solamente
se salva de sus peregrinaciones en el mercado,
sino que se asegura una existencia junto a los
herederos del coleccionista. Sólo cabe esperar
que estos no sean tan codiciosos como para
impugnar su valor de cambio, y cambiar los ob-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 131-147
Escritos sin palabras, cálculos indescifrables,
imágenes sin contexto. Si desconoces el sistema
de clasiicación o la lógica que se ha impuesto
al conjunto, quieras o no, acabas perdiéndote.
O por lo menos, tienes que recomenzar la lectura. La obra serial de Darboven, normalmente se
deine como overwhelming y no sin razón. Prácticamente imposible de describir si nos cernimos
a sus elementos individuales, como la casa de
Homer y Langley es inabarcable. La artista incluye objetos que provienen de su colección, los
que han ido testándose en su domicilio durante
años. El espectador va formulando preguntas,
hilando conexiones no determinadas por una
lógica de causa-efecto sino por procesos imaginativos y dialécticos.
La imaginación acepta lo múltiple y lo renueva sin cesar a in de detectar nuevas ‘relaciones
íntimas y secretas’, nuevas ‘correspondencias y
analogías’ que serán a su vez inagotables, como
inagotable es todo pensamiento de las relaciones
que cada montaje inédito será siempre susceptible
de manifestar52.
Las instalaciones seriales de Darboven, como
Kulturgeschichte 1880-1983 (1983), desprenden una locuacidad compulsiva, un mar de piezas enmarcadas dispuestas en retícula, para leer,
interpretar y perderse. “The sheer amount of
material and representational diversity it display
contributes to the work’s overwhelming feeling
of inconclusiveness – as does the by turns the
orderly and seemingly arbitrary way in which
the work is arranged”53, la artista se centra en
la representación del tiempo empleado para su
realización. Un sistema incompleto por inacabable, inconcluso hasta que el espectador lo active
con su experiencia, su identidad y re-escriba una
historia cultural compartida y no dogmática. Su
trabajo se realiza con método, hábito54 y mucha
obsesión. Una estética del trabajo donde podemos entrever, en los espacios dejados en blanco por la retícula, algo más. En una carta a su
amigo Sol LeWitt, Darboven coniesa: “Escribir
me gusta, no me gusta leer”55. Hablando de la
serialidad del artista americano, Krauss indica:
“It has the loquaciousness of the speech of children or of the very old, in that its refusal to summarize, to use the single example that would
imply the whole, is like those feverish accounts
of events composed of almost identical details,
connected by “and””56. La obra de Darboven
comparte esta locuacidad compulsiva (otra vez,
nos topamos con aquella mezcla de infantil y
senil que Benjamin atribuía a los coleccionistas),
donde no hay posibilidad de avanzar una síntesis reconciliadora, sino que reclama para sí todo
lo excesivo de lo inagotable. La retícula que
forman los 1.500 detalles de Kulturgeschichte
1880-1983 se relaciona en el espacio expositivo
con objetos provenientes de la colección de la
artista57. En las disposiciones de esta agrupación
compleja58, inevitablemente se introducen asociaciones, sin embargo es fundamental identiicar y “conocer las reglas del juego: quien no
las conoce, nunca verá el orden que reina en
las cosas, de la misma manera, frente a un cielo estrellado, quien no reconoce la disposición
de las estrellas, sólo percibirá una confusión,
ahí donde el astrónomo tendrá un visión muy
clara del conjunto”59, así lo atestigua Alighiero
e Boetti, quien a partir de la dualidad entre orden y desorden ha organizado la casi totalidad
de sus series. Se trata de encontrar la salida del
laberinto, aunque el espectador primero tiene
que encontrar la entrada, su ‘casilla en blanco’
para rellenar con su cosecha.
Si la serialidad construye secuencias, la colección dispone un laberinto:
Darboven’s sequence and series go on ad
ininitum. […] and as one tries to igure out the
sequences, the viewer/reader tends to get lost in
labyrinth. The work of viewing Darboven’s work is
as incomplete as her project necessarily is. To continue seems the powerful drift of the work. ‘After
143
Francesco Giaveri
La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
Fig. 8. Arman, Home Sweet Home, 1960, Accumulation de
masques à gaz dans une boîte fermée par un plexiglas, 160 x
140,5 x 20 cm, Centre Pompidou Paris (Fuente: profartspla.info)
all’ she has said ‘day in, day out, we deal out, we
deal with the sense and nonsense of thing’60.
Su laberinto no quiere ni puede completarse
por sí solo. Se mueve a través de los intersticios
dejados abiertos por la retícula, pretende proyectarse más allá de los límites de su misma totalidad, rechaza posturas autocomplacientes para
seguir produciendo fragmentos que quietamente
se acumulan. Escribir sin describir y correr detrás
de lo inagotable es el ritual que re-activa continuamente el proceso de un trabajo asociativo.
¿El inal del ciclo?
¿El calendario, el diario, la agenda pueden
considerarse un acto creativo. Pero más allá del
uso práctico de objetivar el tiempo o el uso de
nuestro tiempo, como si fuese una especie de
extensión de la memoria por qué hacerlo? ¿Por
qué coleccionar? ¿Por qué computar? ¿En beneicio de quién? He coleccionado colecciones de
bolsitas de azúcar, librillos de cerillas, álbumes de
recuerdos, de fotos..., que sus creadores tardaron
años en hacer y al inal se vendieron por muy
poco dinero o incluso se regalaron61.
Así Matt Mullican, artista y coleccionista, relexiona tanto sobre su práctica como la
de Hanne Darboven. La colección establece
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 131-147
Francesco Giaveri
144
La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
una fuerte vinculación con el paso del tiempo
y, como hemos visto, con lo irreversible de la
muerte. Este aspecto funerario está presente en
cualquier acumulación de objetos o artefactos
que, agrupados en el curso de toda una vida,
inalmente articulan un desile de momentos de
una existencia que va pasando. Cada elemento
representa, para el sujeto, un cruce entre una
fecha, un lugar y una circunstancia del pasado.
Para quien los descubre son documentos a descifrar, un sismógrafo que ha registrado los movimientos de un lugar que desconocemos. Los
primeros ejemplos que tenemos de colecciones
corroboran, literalmente, esta condición funeraria. En el asentamiento de Çatal Höyük, en el
periodo neolítico, en las tumbas se han hallado
verdaderas colecciones de objetos y artefactos,
muy diferenciadas dependiendo del estatus social y del género de la persona ahí enterrada.
En el siglo XIX, “un tal M. Damaze de Raymond
tenía en la repisa de la chimenea, junto a sus
bibelots, una calavera”62, quizá para tener en
cuenta que cualquier fuego individual que no
logre compartirse está destinado a apagarse, y
más antes que después. En otro lado, cerca de
Milán, el conde Panza di Biumo parece haber
emprendido su colección por preocupaciones
similares, al airmar que “el miedo a la muerte,
aceptar la idea de que un día no existiremos, de
que no veremos nunca más o deinitivamente la
luz del sol, era un motivo que me inducía a buscar otros artistas”63; así primero fue a buscarlos,
luego a conocerlos y inalmente a comprar sus
obras para instalarlas en su casa. Y además de
ser un gran coleccionista de arte, lo fue también
de calaveras tanto occidentales como orientales.
Las calaveras, las más exitosas representaciones
del memento mori de la Historia de Arte, reinan
también en la obra y en la extensa colección de
Damien Hirst. Su colección, titulada signiicativamente Murderme, incluye sendas obras de arte
contemporáneo, taxidermias, curiosidades de la
Historia Natural, herramientas médicas y modelos anatómicos del siglo XIX. Las piezas de esta
impresionante colección acaban a menudo en
sus obras, y son una parte fundamental de su
proceso de trabajo. En todos los artistas-coleccionistas el paso de la colección a la obra tiene
su aspecto decisivo en el display. Por medio de
una determinada manera de presentar los ele-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 131-147
mentos se busca la complicidad del espectador.
Hirst recurre abundantemente a los gabinetes
o vitrinas. Realizados en materiales fríos como
aluminio y espejos, su aspecto inal es impoluto,
esterilizado. En Entomología (2012-13) cientos
de insectos y arañas están dispuestos en ilas ordenadas. El impacto es parecido al de los laboratorios victorianos del siglo XIX, entre la sed de
conocimiento y la ausencia de vida encontramos
insectos dispuestos en hileras paralelas.
Al inal del arco iris
La ausencia es un vacío cargado de tensiones y esperas, necesitamos un espacio en blanco para entender, distinguir, entrar. En una sala
donde hay espacio, donde lo que vemos respira, existe una llamada intrínseca a participar, a
formar parte del relato. Esta ‘casilla en blanco’
es la puerta de entrada, la invitación y el reto
lanzado al espectador a recoger la herencia dejada por los artistas que presentan sus obsesiones. Y quiero concluir este texto retomando un
pasaje de la novela de Doctorow que se permite
la libertad poética de estirar la vida de Homer y
Langley más allá de aquel 21 de marzo de 1947
en el que la policía revela al mundo su casa. El
escritor imagina un encuentro con un grupo de
hippies, unos jóvenes que parecen compartir el
relato estrafalario de los dos hermanos y parecen predispuestos a recoger el testigo. Doctorow
pone en boca del narrador, Homer, el hermano
ciego, una sugestiva descripción de esta epifanía, cargada de anhelos y esperanzas:
O bien oía risas o parloteo en otra habitación y
me sentía como un invitado en casa ajena. Langley
me había sorprendido acogiendo a estas personas
y mostrándoles una generosidad impropia de él.
Y ellos respondieron adoptando su forma de vida
cotidiana, acólitos de su Ministerio. Incluso al dibujante con gafas de culo de botella, Connor, le
gustaba traer de la calle objetos que, según pensaba, gustarían a Langley. Todos parecían entender
su afán adquisitivo como un sistema de valores. Yo
tenía la relativa certeza de que no se había enredado con ninguna chica; dirigir a esos jóvenes parecía su manera de relacionarse con ellos; podrían
haber sido niños carteristas en Londres, y él Fagin.
Durante muchos años su único público había sido
yo. Ahora era un gurú adoptivo. ¡Cómo lo jalearon cuando arrancó de una patada el contador del
agua del sótano!64
NOTAS
1
E. L. Doctorow, Homer y Langley,
traducción de Isabel Ferrer y Carlos Milla, Miscelánea, Barcelona, 2010, p. 20
Véase “¿De dónde proviene la
conducta de acumulación de objetos?”, [Consulta 10/01/2016] en http://
mexico.cnn.com/salud/2014/04/08/
de-donde-proviene-la-conducta-de-acumulacion-de-objetos, y también “Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC)”,
[Consulta 11/01/2016] en http://www.
cop.es/colegiados/MU00024/TOC.htm
2
Juan Medrano, “Reseña de ‘Homer y Langley’ de EDGAR LAWRENCE
DOCTOROW”, en Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, vol.
110, núm. 31, junio, 2011, p. 377
3
4
Juan Medrano, “Reseña de ‘Homer y Langley’ de EDGAR LAWRENCE
DOCTOROW”, en Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, vol.
110, núm. 31, junio, 2011, p. 378
5
Félix Fojo, “La torre de maril:
Obsesiones extremas: Los hermanos Collyer”, en GALENUS, Revista para los médicos de Puerto Rico, Volumen 20, Año
3, Número 6, Noviembre 2010, [Cosulta
10/01/2016], en http://www.galenusrevista.com/Obsesiones-extremas-Los-hermanos.html
6
E. L. Doctorow, Homer y Langley,
traducción de Isabel Ferrer y Carlos Milla, Miscelánea, Barcelona, 2010, p. 41
7
Jean Baudrillard, El sistema de los
objetos, Traducción de Francisco González Aramburu, Siglo XXI, México, 1969,
p. 118
8
Benjamin, Walter, El Libro de los
pasajes, Akal, Madrid, 2004, [H 2 a, 2],
p. 226
9
[Como la retención anal, la necesidad de acumular es una tentativa de
eludir los límites del cuerpo, al mismo
tiempo es una tentativa, marcada por
la desesperación, de ‘mantener juntos
cuerpo y alma’. Aunque es evidente
que hay una cierta ainidad entre las
producciones de arte y las producciones
de la insensatez en estos casos, resulta
igualmente evidente que mientras la
colección del avaro rechaza diferenciar
las cosas, la del aicionado hace del acto
de diferenciar su razón de ser. Así la colección ‘correcta’ siempre participará en
anticipar la redención.] Susan Stewart,
On Longing. Narratives of the Miniature,
the Gigantic, the Souvenir, the Collection, Duke University Press, Durham y
Londres, 1993, p. 154
10
Jean Baudrillard, El sistema de los
objetos, Traducción de Francisco González Aramburu, Siglo XXI, México, 1969,
pp. 120-121
11
Maite Carpio, Matrimonio a la
italiana. Marco Ferreri & Rafael Azcona,
53 Semana Internacional de Cine de Valladolid, 2008, p. 86
12
Pier Paolo Pasolini, citado en
Maite Carpio, Matrimonio a la italiana.
Marco Ferreri & Rafael Azcona, 53 Semana Internacional de Cine de Valladolid, 2008, p. 88. En su ensayo Pasolini se
centra en las formas de ritualidad narrativas y analiza la película de Ferreri junto
a La nuit américaine de Truffaut. Esta
última es una película organizada por
montaje, mientras que la de Ferreri parece incapaz de proponer cualquier tipo
de narrativa que no sea su iteración ad
ininitum: “La simbologia dell’assunto
‘suicidio comune per indigestione’ resta
però come inerte, è incapace di sviluppi,
cioé di proliferare metafore. Essa pare
non avere altra possibilitá che iterare
l’affermazione di sé all’ininito”. [Lo simbólico del proyecto ‘suicidio colectivo
por indigestión’ queda estancado, incapaz de desarrollarse, es decir, de proponer metáforas. Parece no tener otra
posibilidad que la de iterar la airmación
de sí mismo continuamente]. en Pier
Paolo Pasolini, “Le ambigue forme della
ritualitá narrativa”, Saggi sulla letteratura e sull’arte, Vol. II, Mondadori, Milán,
2008, p. 2660
13
[Dijeron que, pese a estar muy al
tanto de la obra de Martin Wong, no
tenía el nombre correcto para que un
museo se hiciera cargo de este tipo de
cosas – por lo menos en aquel momento, ahora me parece que la situación ha
cambiado un poco. En realidad tampoco fue idea mía, sino de Doryun Chong
que por aquel entonces trabajaba en el
MoMA. Él pensaba que la colección de
Wong tenía más posibilidades de ser
adquirida si se convertía en una obra].
Danh Vo citado en Lydia Yee “Interview
with Danh Vo”, en VVAA, Magniicent
Obsession. The Artist as Collector, [Cat.
Expo.] Barbican Art Gallery, Prestel, Munich, Londres y Nueva York, 2015, p. 243
14
La fascinación que desemboca en
el fetichismo de Danh Vo por las cajas de
cartón de bebidas alcohólicas es anterior
al hallazgo en casa de la madre de Wong
de las cajas que Martin le enviaba, aunque, como se suele decir en estos casos,
‘todo suma’.
15
Walter Benjamin, Desembalo mi
biblioteca, José J. de Olañeta editor, Barcelona, 2015, pp. 52-53
16
Walter Benjamin, Desembalo mi
biblioteca, José J. de Olañeta editor, Barcelona, 2015, p. 35
17
Walter Benjamin, Desembalo mi
biblioteca, José J. de Olañeta editor, Barcelona, 2015, p. 56
18
Jean Baudrillard, El sistema de los
objetos, Traducción de Francisco González Aramburu, Siglo XXI, México, 1969,
p. 102
19
Hélena Tatay (editado por), HansPeter Feldmann 272 pages, [Cat.Expo.],
Fundació Toni Tàpies, Barcelona, 2002,
p. 309
20
Ángel González García, Roma en
cuatro pasos seguido de Algunos Avisos
Urgentes sobre decoración de interiores
y coleccionismo, Ediciones Asimétricas,
Madrid, 2011, p. 65
21
Tatay reiriéndose a la obra de
Hans-Peter Feldmann escribe: “Coleccionamos lo que nos atrae, lo que nos
repele, o quizás ambas cosas a la vez,
para dar forma y encauzar las obsesiones. Juntamos objetos para conocer el
mundo y también para construir mundos propios”. Helena Tatay en Hélena
Tatay (editado por), Hans-Peter Feldmann 272 pages, [Cat.Expo.], Fundació
Toni Tàpies, Barcelona, 2002, p. 307
22
Hans-Peter Feldmann, “Conversación entre Hans-Peter Feldmann y Kasper Köning” en Helena TATAY (a cura
de), [Cat. Expo.] Hans-Peter Feldmann.
Another Book, Koenig Books, Londres,
2010, s.n.
23
[Jugar con series es jugar con el
fuego de lo ininito. En una colección, el
miedo a la ininitud va siempre a la par
con la articulación de unos límites. Se organizan al mismo tiempo agrupaciones
contrapuestas de la misma manera que
la atención a la totalidad se contrapone a las agrupaciones individuales. De
este modo la colección es una manera
de mantener el control y la contención a
la vez que es una manera de producir y
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 131-147
145
Francesco Giaveri
La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
Francesco Giaveri
146
La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
articular. […] En otras circunstancias, la
clasiicación permite a la colección completarse – de echo acabarla se convierte
entonces en la obsesión del coleccionista]. Susan Stewart, On Longing. Narratives of the Miniature, the Gigantic, the
Souvenir, the Collection, Duke University
Press, Durham y Londres, 1993, p. 159
Ángel González García, Roma en
cuatro pasos seguido de Algunos Avisos
Urgentes sobre decoración de interiores
y coleccionismo, Ediciones Asimétricas,
Madrid, 2011, p. 147
24
25
Steven M. L. Aronson, “Possession Obsession”, VVAA, Magniicent
Obsession. The Artist as Collector, [Cat.
Expo.] Barbican Art Gallery, Prestel, Munich, Londres y Nueva York, 2015, p.
211
[A Warhol le excitaba mucho más
el acto de comprar y poseer que la utilidad o enfoque del objeto]. Luke Naessens, VVAA, Magniicent Obsession. The
Artist as Collector, [Cat. Expo.] Barbican
Art Gallery, Prestel, Munich, Londres y
Nueva York, 2015, p. 209
26
27
[Creo que cuando alguien compra algo, está obligado a hacerse cargo
de lo que compra. Sin embargo, cuando
Andy compraba algo, ya estaba en lo siguiente – sus compras eran conquistas
no adopciones]. Steven M. L. Aronson,
“Possession Obsession”, en VVAA,
Magniicent Obsession. The Artist as Collector, [Cat. Expo.] Barbican Art Gallery,
Prestel, Munich, Londres y Nueva York,
2015, p. 213
28
“One way of describing the shift
that occurred in the late 1950s is a shift
from collage aesthetic to a serial one”,
[Una manera de describir el desplazamiento que se veriicó a inales de los 50
es el paso de la estética del collage a la
de la serie]. Briony Fer, The ininite line,
Yale Press, New Haven y Londres, 2004,
p. 2. Este desplazamiento encuentra en
Andy Warhol, como es bien sabido, uno
de sus más notables artíices.
29
[Compro, luego existo].
30
Walter Benjamin, Desembalo mi
biblioteca, José J. de Olañeta editor, Barcelona, 2015, p. 34
31
[Por medio de su acumulación y
disposición, los objetos pueden ofrecer
un conjunto que ningún elemento suelto podrá sostener]. Susan Stewart, On
Longing. Narratives of the Miniature,
the Gigantic, the Souvenir, the Collection, Duke University Press, Durham y
Londres, 1993, p. 167
Jean Baudrillard, El sistema de los
objetos, Traducción de Francisco González Aramburu, Siglo XXI, México, 1969,
p. 119
32
33
Jean Baudrillard, El sistema de los
objetos, Traducción de Francisco González Aramburu, Siglo XXI, México, 1969,
p. 110
34
Jean Baudrillard, El sistema de los
objetos, Traducción de Francisco González Aramburu, Siglo XXI, México, 1969,
p. 109
35
E. L. Doctorow, Homer y Langley,
traducción de Isabel Ferrer y Carlos Milla, Miscelánea, Barcelona, 2010, p. 70
36
Tratándose de ensamblajes, el
artista procede por montajes sucesivos. Las propiedades fundamentales
del montaje, según Giorgio Agamben,
son la repetición y la detención. La repetición, en este caso, se estructura en
el hábito (alcanzando un cierto grado
de familiaridad con los objetos recolectados para desdibujar su funcionalidad
primaria), mientras que la detención
emplea el espacio en blanco de los dispositivos de presentación (para sugerir
que la recolección está siempre a punto
de continuar y enfatizar así la pausa, el
vacío, lo que falta y todo aquel potencial
que espera al espectador). Ver Giorgio
Agamben, “Il cinema di Guy Debord”,
en Enrico Ghezzi y Roberto Tugliatto,
Guy Debord (contro) il cinema, Il Castoro, Milán, 2001, pp. 103-107
37
Baudrillard indica en su sombrío
juicio sobre el coleccionista que “creyendo superar el discurso social incoherente por un discurso apropiado sobre
los objetos, no ve que traspone pura y
simplemente la discontinuidad objetiva
abierta en una discontinuidad subjetiva
cerrada, donde el lenguaje mismo que
emplea pierde todo valor general”. Jean
Baudrillard, El sistema de los objetos,
Traducción de Francisco González Aramburu, Siglo XXI, México, 1969, p. 121
38
[El punto de una colección es
olvidar – volver a empezar de tal forma
que un numero limitado de elementos
articulen, gracias a su combinación, una
ensoñación ininita]. Susan Stewart, On
Longing. Narratives of the Miniature,
the Gigantic, the Souvenir, the Collec-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 131-147
tion, Duke University Press, Durham y
Londres, 1993, p. 152
39
Walter, Benjamin, El Libro de los
pasajes, Akal, Madrid, 2006, [H 2, 7; H
2 a, 1], p. 225
40
Walter Benjamin, Desembalo mi
biblioteca, José J. de Olañeta editor, Barcelona, 2015, p. 33
41
[El campo de la colección es una
compleja mezcla de mostrar y ocultar,
organización y caos ininito. Una colección se apoya en las cajas, los gabinetes,
el armario, en la serialidad de los anaqueles. Se determina dentro de estos
marcos]. Susan Stewart, On Longing.
Narratives of the Miniature, the Gigantic, the Souvenir, the Collection, Duke
University Press, Durham y Londres,
1993, p. 157
42
“La nutrida colección de materiales que poco a poco fue adueñándose
de todos los ediicios es, hasta cierto
punto, relativamente reciente. No fue
hasta 1999, tras la muerte de la madre, cuando la acumulación de objetos
se extendió también a las antiguas dependencias familiares, y la artista llenó
la casa de obras, objetos fabricados por
ella, cosas que se encontraba y toda
clase de trastos viejos que le regalaban
o adquiría a amigos, en tiendas de antigüedades o en liquidaciones de viviendas”, en Miriam Schoofs, “‘Mi estudio
de Am Burgberg’. La casa-estudio de
Hanne Darboven como núcleo de su
obra y cosmos individual”, en El Tiempo
y las cosas. La Casa-Estudio de Hanne
Darboven, [Cat.Expo.] Museo Nacional
Centro de Arte Reina Sofía, Madrid,
2014, p. 28
43
Miriam Schoofs, “‘Mi estudio de
Am Burgber’. La casa-estudio de Hanne
Darboven como núcleo de su obra y cosmos individual”, en VVAA, El tiempo y
las cosas. La casa-estudio de Hanne Darboven, Museo Nacional Centro de Arte
Reína Soia, Madrid, 2014, p. 32
44
Miriam Schoofs, “‘Mi estudio de
Am Burgberg’. La casa-estudio de Hanne Darboven como núcleo de su obra y
cosmos individual”, en El Tiempo y las
cosas. La Casa-Estudio de Hanne Darboven, [Cat. Expo.] Museo Nacional Centro
de Arte Reina Sofía, Madrid, 2014, p. 20
45
Georges Didi-Huberman, Atlas
¿Cómo llevar el mundo a cuestas?, [Cat.
Expo] MNCARS, Madrid, 2010 p. 40
46
Georges Didi-Huberman, Atlas
¿Cómo llevar el mundo a cuestas?, [Cat.
Expo] MNCARS, Madrid, 2010 p. 36
47
“Todos estos objetos -con independencia de su valor objetivo y de su
contexto original- fueron añadiéndose a
una enorme estructura global de signiicados sin distinciones jerárquicas, e integrándose, al tiempo, dentro del cosmos
individual de la artista como fragmentos
de la realidad y evidencia de una única
y gran historia de la cultura”. Miriam
Schoofs, “‘Mi estudio de Am Burgberg’.
La casa-estudio de Hanne Darboven
como núcleo de su obra y cosmos individual”, en El Tiempo y las cosas. La
Casa-Estudio de Hanne Darboven, [Cat.
Expo.] Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía, Madrid, 2014, p. 31
48
Hanne Darboven cintada en Miriam Schoofs, “‘Mi estudio de Am Burgberg’. La casa-estudio de Hanne Darboven como núcleo de su obra y cosmos
individual”, en El Tiempo y las cosas. La
Casa-Estudio de Hanne Darboven, [Cat.
Expo.] Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía, Madrid, 2014, p.23
Walter Benjamin, Desembalo mi
biblioteca, José J. de Olañeta editor, Barcelona, 2015, p. 53
49
50
Walter Benjamin, Desembalo mi
biblioteca, José J. de Olañeta editor, Barcelona, 2015, p. 52
51
Walter Benjamin, Desembalo mi
biblioteca, José J. de Olañeta editor, Barcelona, 2015, p. 53
Georges Didi-Huberman, Atlas
¿Cómo llevar el mundo a cuestas?, [CatExpo] MNCARS, Madrid, 2010 p. 16
52
53
[La gran cantidad y la gran diversidad de los materiales e imágenes que
despliega, contribuye a una sobrecogedora sensación de algo inagotable – a la
que contribuye además la disposición y
apariencia arbitraria con la que se instala]. Dan Adler, Hanne Darboven Cultural
History 1880-1983, Afterall Books, Londres, 2009, p. 5
54
“Con una disciplina y constancia
monacales, y siguiendo un meticuloso
método de trabajo, Darboven escribía
página tras página. Al igual que en sus
cálculos matemáticos, lo que buscaba
era documentar el proceso basado en
el tiempo, es decir, la duración y el acto
mismo de la escritura”. Miriam Schoofs, “‘Mi estudio de Am Burgberg’. La
casa-estudio de Hanne Darboven como
núcleo de su obra y cosmos individual”,
en El Tiempo y las cosas. La Casa-Estudio
de Hanne Darboven, [Cat.Expo.] Museo
Nacional Centro de Arte Reina Sofía,
Madrid, 2014, p. 23
55
Briony Fer, The ininite line, Yale
Press, New Haven y Londres, 2004, p. 62
56
[Tiene la locuacidad del discurso
de los niños y de los viejos, en su rechazo a la síntesis, al ejemplo suelto que
implique el todo, es como una crónica
apasionada de detalles casi idénticos,
conectado por una “y”]. Rosalind E.
Krauss, “LeWitt in Progress”, The Originality of the Avant-Garde and Other
Modernist Myths, Cambridge y Londres,
MIT Press, 1985, p. 244. Esta cita forma
parte de un asombroso y fecundo proyecto que se presenta en la página web
del DIA Art Foundation y que desarrolló
en ocasión de la exposición Kulturgeschichte 1880-1983 de Hanne Darboven,
[Consulta 20/12/2015], http://www.
diaart.org/exhibs/darboven/project/thirty.html
57
“Las integración de objetos cotidianos y artefactos culmina en la pieza
Kulturgeschichte 1880-1983 (19801983), en la que se introducen miles de
postales, portadas de Der Spiegel y otro
material gráico, así como diecinueve
objetos, entre los que iguran la escultura de un arquero, una estatua de Bismarck, un busto de Konrad Adenauer,
un cisne, la igura de un robot, la Biblia,
una cruz, una media luna, una columna
publicitaria y una pareja de maniquíes
en chándal. Para la presentación de las
obras en la exposición, los objetos se colocaron sobre un pedestal o directamente sobre el suelo”. Miriam Schoofs, “‘Mi
estudio de Am Burgberg’. La casa-estudio de Hanne Darboven como núcleo de
su obra y cosmos individual”, en VVAA,
El Tiempo y las cosas. La Casa-Estudio
de Hanne Darboven, [Cat. Expo.] Museo
Nacional Centro de Arte Reina Sofía,
Madrid, 2014, p. 24
Los principios tan idiosincrásicos
como vinculantes de organización y
categorización son, como hemos visto,
los que soportan una colección. Cultural History ha sido descrito como “a
survey of the different means to convey
‘history’ in particular and ‘information’
more broadly; her project functions as
58
a collection of posting, afixing, displaying, exchanging or presenting information, with vary degrees of social eficacy,
eficiency, fantasy, transparency, deception, worth, age, seduction and so on”.
[Un estudio de las diferentes maneras de
transmitir la “historia” en particular y la
“información” en general; su proyecto
funciona como una colección de información publicada, pegada, dispuesta,
intercambiada o presentada, con diversos grados de eicacia social, eiciencia,
fantasía, transparencia, engaño, pena,
edad, seducción, etc.]. Dan Adler, Hanne
Darboven Cultural History 1880-1983,
Afterall Books, Londres, 2009, p. 84
59
Alighiero Boetti citado en VVAA,
Alighiero Boetti. Mettere al mondo il
mondo, Museum für Moderne Kunst,
Frankfurt, 1998, p. 311
60
[La secuencias y las series de Darboven proceden ad ininitum […] y si
uno trata de entender su orden, el lector/espectador tiende a perderse en su
laberinto. La tarea de mirar la obra de
Darboven es un acto incompleto como
su propio proyecto necesariamente es.
El cautivador rumbo de la obra parece
llevarnos a seguir. “Después de todo”
dijo “ día sí y día no, nos enfrentamos
al sentido y al sinsentido de las cosas”].
Briony Fer, The ininite line, Yale Press,
New Haven y Londres, 2004, pp. 205206
61
Matt Mullican en VVAA, El tiempo y las cosas. La casa-estudio de Hanne
Darboven, [Cat. Expo] Museo Nacional,
Centro de Arte Reina Sofía, Madrid,
2014, p. 114
62
Lo recuerda Chateaubriand en
sus memorias. Citado en Ángel GONZÁLEZ GARCÍA, Roma en cuatro pasos
seguido de Algunos Avisos Urgentes sobre decoración de interiores y coleccionismo, Ediciones Asimétricas, Madrid,
2011, Nota 5 p. 165
63
Giuseppe Panza di Biumo, “Las
motivaciones del coleccionismo”, en
Francisco Calvo Serraller (a cura de), Los
espectaculos del arte, Tusquets, Barcelona, 1993, p.79
64
E. L. Doctorow, Homer y Langley,
traducción de Isabel Ferrer y Carlos Milla, Miscelánea, Barcelona, 2010, p. 151
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 131-147
147
Francesco Giaveri
La casilla en blanco. Sobre artistas-coleccionistas y obsesiones
O CASO VIÉITEZ
Data recepción: 2015/07/30
Enrique J. Lista Romay
Data aceptación: 2016/07/17
Universidade de Vigo
Contacto autor: enrique.lista@yahoo.es
RESUMEN
Virxilio Viéitez (Soutelo de Montes, 1930 – 2008) fue un fotógrafo profesional rural que, tras un
período emigrado en Aragón y Cataluña, regresa a su pueblo natal y ejerce el oicio en su comarca,
con mayor actividad entre los últimos años cincuenta y los sesenta, aunque seguirá trabajando hasta
los años ochenta.
Si este peril biográico puede ser semejante al de muchos otros fotógrafos profesionales de la
época, lo que acontece con Viéitez desde el inal de los años noventa resulta un caso poco frecuente,
aunque con precedentes en el contexto internacional: su trabajo será descubierto como “obra” (de
arte) y el fotógrafo será valorado como “autor” (artista), siguiendo un proceso de legitimación que
puede caliicarse de vertiginoso, tanto en lo que se reiere a su presencia en exposiciones relevantes
como en el mercado del arte.
Palabras clave: fotografía, legitimación, autoría, revisión histórica
ABSTRACT
Virxilio Viéitez (Soutelo de Montes, 1930-2008) was a professional rural-based photographer
who, after a period in Aragon and Catalonia, returned to his home village and worked locally.
Though he was at his most active between the late 1950s and the 1960s, he continued working
through to the 1980s.
While his biographical proile may be similar to that of other professional photographers of the
time, Viéitez presents a somewhat unique case in that his work was reappraised in the 1990s, though
such reappraisal was not an unknown occurrence in the international arena. It was then that his work
was discovered as “art” and that the photographer came to be regarded as an “author” (artist). The
process of legitimisation that followed can be described as dramatic, both in terms of his presence at
major exhibitions and in the art market.
Keywords: photography, legitimisation, authorship, historical reappraisal
Coa coartada etnográica ou antropolóxica,
a mirada occidental puido reavaliar como arte
obxectos ou produtos de culturas ou tempos
lonxanos, que non estaban orixinalmente destinados a cumprir unha función estética (e moito
menos pretendían encaixar no canon eurocéntrico da arte1). A distancia sempre pode favorecer
este tipo de manipulacións do signiicado e do
valor, pero a cercanía tampouco foi nunca un
obstáculo, e a Historia da Arte occidental tamén
está chea de relecturas e reavaliacións.
Referíndonos xa ó ámbito da fotografía, un
caso concreto deuse na New York Public Library,
onde Julia van Haaften, directora do proxecto
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 149-165
O caso Viéitez
Enrique J. Lista Romay
150
Fig. 1. Eugène Atget: Cour du Dragon, Rue du Dragon, distrito 6º, 1913 (Fonte: atgetphotography.com); Karl Blossfeldt: Adiantum pedatum, 1928 (Fonte: michaelhoppengallery.com); Virxilio Viéitez: Familia, Ventoxo, 1958-1959 (Fonte: Virxilio Viéitez:
catálogo de exposición, Fundación Telefónica, MARCO, Madrid, 2011, p. 217).
de documentación das coleccións fotográicas,
foi responsable, segundo Douglas Crimp2, de
que o que antes era “Exipto” igure hoxe como
“Beato”, “du Camp”, ou “Frith”. As imaxes e
os seus produtores non mudaron, pero sí o ixo
a función e o valor que se lles asigna dentro da
institución que os acolle. Un estudo rigoroso da
obra destes autores debería non só analizala en
relación ao contexto histórico no que se realizou,
senón tamén en relación ao contexto no que o
traballo de cada un deles deveu obra (de arte).
Casos similares non só son frecuentes dentro da Historia da Fotografía, senón que moitos implicaron procesos de construción dalgúns
dos autores clave sobre os que se sustenta esa
mesma Historia: Eugène Atget e Karl Blossfeldt
poden ser os exemplos máis paradigmáticos no
que se reire ao contexto internacional, mentres
que Virxilio Viéitez é o caso máis claro para a Historia da Fotografía galega. Ningún deles realizou
o seu traballo fotográico pensando que estaba
a facer arte, e todos foron (re)descubertos, outorgándoselle, de xeito retrospectivo, unha posición nesa Historia (ou historia) que para a fotografía se ten construido. En todos os casos hai,
daquela, un desprazamento do espazo social e
discursivo3 no que se ubican as fotografías destes autores, é dicir, un cambio nas institucións,
axentes e relatos que lles dan lexitimidade: o que
eran postais comerciais do vello París que estaba a desaparecer (Atget), modelos visuais para
o traballo ornamental en forxa (Blossfeldt) ou
documentos para o relato familiar ou social que
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 149-165
albergan os álbumes privados (Virxilio Viéitez),
deveñen imaxes plásticas que, aínda no caso de
manter referencia aos seus contextos de orixe,
farano dende o distanciamento da mirada estética. O que eran obxectos de uso deveñen obras
de arte. Certo é que isto non só aconteceu coa
fotografía, pero dada a súa ampla diversidade de
usos (cientíicos, informativos, domésticos, artísticos, administrativos, etc.), os desprazamentos e
as ambigüidades son a norma respecto da ubicación da mesma nun campo determinado, se ben
é certo que nunca coma na actualidade se tiñan
realizado unhas operacións tan fulminantes e tan
claramente vencelladas a axentes que designan
como arte (e logran que sexan aceptados como
tal) produtos que, sen dúbida, non tiveron na súa
orixe intención de situarse nese campo (Fig. 1).
Os desprazamentos (non só no que se reire
á fotografía) afectan con frecuencia a produtores con pouca capacidade de intervención no
proceso da súa designación como autores recén
descubertos. Se, ademais, estes autores proveñen do terceiro ou cuarto mundo, engádese un
compoñente do exotismo que pode apreciarse,
por exemplo, no caso de Arthur Bispo do Rosario, que Mar Caldas analiza con profundidade e
agudeza na súa tese de doutoramento, na sección que leva o signiicativo título de “Del manicomio a la Bienal de Venecia”4. Emparentado
co caso de Bispo do Rosario, pero aínda máis co
que nos ocupa de Virxilio Viéitez, está o do maliense Seydou Keïta (Fig. 2), que traballa no seu
país como fotógrafo profesional (sen aspiracións
artísticas) dende o inal dos anos 40, e que nos
anos 90 é descuberto para a Arte, sendo a súa
obra exposta nos Encontros de Arles e na Fundación Cartier (en ambos casos no ano 1994).
Como no caso histótico de Berenice Abbot, descubridora de Eugène Atget, Bispo do Rosario e
Keïta foron descubertos, respectivamente, por
Federico Morais e Françoise Huguier. Podemos
ver aquí unha das consecuencias das grandes
mostras de arte internacional (e multicultural)
que proliferan dende as últimas décadas do século pasado e do poder que a partir delas teñen
gañado os comisarios, algúns deles convertidos
en auténticas estrelas, ao lado ou mesmo por
enriba do protagonismo dos artistas (Fig. 2).
Fig. 2. Seydou Keïta: Sen título, 1949-1952 (Fonte: zonezero.
com); Virxilio Viéitez: Dorotea do Cará, Soutelo de Montes,
1960-1961 (Fonte: Virxilio Viéitez..., p. 203).
Alén da acción duns axentes lexitimadores,
temos que facer notar tamén que para o desprazamento dun produtor cara o campo da arte ou,
podería dicirse, a máxica conversión en artista
natural dun produtor inxénuo, tamén é preciso que no campo de acollida (o campo da arte,
especializado ou non) se den unhas condicións
que posibiliten estes procesos.
No plano máis discursivo, podemos dicir que
o relato co que se acompaña (e constrúe) ao
novo autor terá que axustarse ou, a lo menos,
ser compatible cos valores vixentes dentro do
campo cara o que se produce o desprazamento,
pois este proceso non se limita á ubicación dun
autor nas institucións axeitadas. Como lembra
Rosalind Krauss5, “Hacer operativa una legitimación requiere ir más allá de la simple exposición
de la pertenencia aparente a la misma familia:
exige, por el contrario, la demostración de la necesidad interna y genética de tal pertenencia”.
Aínda que poidamos ser bastante escépticos
respecto daquela morte do autor que decretaran Barthes e Foucault, e sospeitemos que a
posmodernidade nos ten devolto aquel mito tras
un lavado de cara que o presenta agora como
marca comercial, tamén é certo que nos resulta
revelador entender a obra de arte contemporánea como unha rede intertextual, sendo a posibilidade de establecer conexións signiicativas
con autores xa lexitimados (Fig. 3) o que a valida
dentro do campo da arte, non sendo suiciente
(e nen sequera necesaria) a vontade de autoría
do produtor.
De calquera xeito, non é só esta pertinencia discursiva do produto designado como obra
o que fai posibles os desprazamentos senón,
sobre todo, e como analiza a citada Mar Caldas6, un cambio na estrutura do campo da arte,
onde a autonomía dos artistas (a capacidade de
lexitimarse a sí mesmos e de lexitimar aos seus
produtos) cede terreo en favor doutros axentes
(heteronomía). Lonxe xa do período vangardista onde os propios artistas eran os axentes con
máis capacidade para designar o valor artístico
da súa produción, uns sistemas da arte cada vez
mais complexos e profesionalizados, pero tamén
a ampla rede de intereses non artísticos asociados á arte (ou ao modelo da industria cultural ao
que a propia arte se acaba asimilando), serán as
instancias máis determinantes á hora de designar hoxe ese valor.
A non ser que certo formalismo tome como
conclusión as súas propias ferramentas de análise, semella que o círculo da arte pola arte nunca
acaba de pecharse. Con todo, os axentes lexitimadores dos produtores desprazados, como hábiles contadores de historias, tenderán a permanecer invisibles, contribuíndo a xerar ilusión de
obxectividade da súa narración, a crenza de que
a mesma responde a unha realidade preexistente da que se limitan a dar conta. Así, centrándonos xa no caso de Virxilio Viéitez, parécenos
máis relevante que anecdótico o feito de que na
biografía incluida no voluminoso catálogo coeditado polo MARCO e a Fundación Telefónica
para a súa última grande exposición antolóxica7,
só se recolle a traxectoria vital e profesional de
Viéitez e apenas se esbozan os itos que supuxeron a súa entrada no campo da arte8. Sen eses
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Enrique J. Lista Romay
O caso Viéitez
O caso Viéitez
Enrique J. Lista Romay
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Fig. 3. Walker Evans: Allie Mae Burroughs, Alabama, 1936 (Fonte: umma.umich.edu); Virxilio Viéitez: María de Adolfo, Soutelo de
Montes, c.1958 (Fonte: M. Sendón e X.L. Suárez Canal, eds., Virxilio Viéitez, colección Álbum, CEF, Vigo, 1998, p. 167); Richard
Avedon: Jacob Israel Avedon, Sarasota, Florida, 1969 (Fonte: thejewishmuseum.org); Virxilio Viéitez: Sen título, 1965 (Fonte: Virxilio Viéitez..., p.417); Virxilio Viéitez: Pardesoa, 1959-1960 (Fonte: M. Sendón e X.L. Suárez Canal, eds., Virxilio Viéitez..., p. 52);
August Sander: Rapazas de campo, c.1928 (Fonte: americansuburbx.com); Virxilio Viéitez: Julito, Cerdedo, 1962-1963 (Fonte:
Virxilio Viéitez..., p. 81); Diane Arbus: Rapaz cunha granada de man de xoguete, 1962 (Fonte: metmuseum.org).
itos e ese proceso de desprazamento, se a traxectoria de Viéitez rematara co seu abandono
da fotografía dúas décadas antes do seu falecemento, non estariamos falando aquí del como
do único caso, non xa a nivel galego senón no
marco de todo o Estado, no que un fotógrafo
profesional histórico foi introducido con éxito
no campo da arte (podería mesmo engadirse
contemporánea).
Trátase sen dúbida dun caso moi complexo,
e o seu tratamento en profundidade requeriría
un extenso estudo especíico, pero expoñemos
aquí algúns dos seus aspectos máis determinantes: Comezaremos separando as traxectorias
profesional e vital de Viéitez (mentres tratamos
deinir os rasgos máis relevantes da súa produción) do proceso posterior da súa entrada na
arte da man doutros axentes e remataremos co
apuntamento dalgunhas liñas do debate aínda
aberto sobre o seu caso apoiándonos, entre outras fontes, nas entrevistas realizadas polo autor
deste artigo como parte da investigacion para a
súa tese de doutoramento9 (Fig. 4).
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 149-165
Fig. 4. Virxilio Viéitez: Autorretrato de Virxilio Viéitez para DNI,
1964-1965 (Fonte: Virxilio Viéitez..., p. 285).
O Viéitez fotógrafo
Virxilio Viéitez nace en Soutelo de Montes
(Pontevedra) en 1930. Despois dun período en
Santiago de Compostela, aos 18 anos viaxa ao
O caso Viéitez
Enrique J. Lista Romay
Pirineo Aragonés, onde traballa como mecánico e onde compra a súa primeira cámara fotográica. Posteriormente trasládase a Cataluña
e empeza a traballar na localidade de Palamós
como axudante do fotógrafo Juli Pallí, con quen
aprende o oicio. Traballará tamén como fotógrafo na Costa Brava, ata que en 1955 ten que
volver a Soutelo por mor da enfermidade da súa
nai. Viéitez casará e establecerase na súa vila natal, abrindo un estudo fotográico e traballando para clientes de toda a bisbarra de Terra de
Montes. A maior parte deste traballo profesional
é en branco e negro, aínda que a partir de inais
dos anos sesenta realiza tamén fotografía en cor.
Se ben a súa etapa máis prolíica se desenvolve
nas décadas anteriores, Virxilio Viéitez continúa
exercendo como fotógrafo ata inais dos anos
oitenta, compaxinándoo con outros traballos.
Esta esquemática biografía non parece revelar nada extraordinario ou que diferencie claramente a Viéitez doutros fotógrafos profesionais
galegos da mesma época, pero tal vez sexa preciso ler entre liñas ou reparar nos detalles10.
Os coñecementos técnicos de fotografía que
Virxilio Viéitez puido adquirir no seu período
como emigrado non deberon ser moi exhaustivos - nos seus retratos de estudo poden atoparse
erros técnicos como as dobres sombras (Fig. 5) e tampouco tivo contacto coa obra dos referentes da Historia da Fotografía cos que acostuma
a asociarse o seu traballo (August Sander, Paul
Strand, Walker Evans, Diane Arbus...). Aínda que
non adquira coñecementos especíicos neste terreo, sí terá polo menos a experiencia doutro
contexto (xeográico e social). O feito de que o
seu regreso a Galicia non sexa por vontade senón pola enfermidade da súa nai e, polo tanto,
que non leve implícita a compoñente da tópica
morriña, pode facernos pensar que o contexto
co que aquí se atopa puido resultarlle ben pouco susceptible de idealización: Aínda que a vida
na Costa Brava dos 50 non tivera sido luxosa, a
do interior de Galicia no mesmo período debería
resultar, a bo seguro, moito máis dura. Isto non
quere dicir que Viéitez sinta desprezo polo seu
contexto natal, pois o feito de que se instalase
alí e a dignidade coa que representa aos seus
veciños fan evidente o vínculo que mantén con
Soutelo, a Terra de Montes e as súas xentes.
153
Fig. 5. Virxilio Viéitez: Retrato de estudo, 1950-1960 (Fonte:
Virxilio Viéitez..., p. 115).
Neste equilibrio entre certo distanciamento
e a pertenza á comunidade que retrata é onde
pode residir unha das especiicidades de Viéitez. É certo que outros fotógrafos profesionais
galegos retrataron aos seus veciños (pensemos
por exemplo no fotógrafo da Costa da Morte
Ramón Caamaño), pero a ausencia de idealización (que non a falta de respecto) confírelle ás
imaxes de Viéitez unha capacidade comunicativa
moi directa, non exenta de artiicios pero sí de
adornos.
Cómpre facer aquí, dentro dos fotógrafos profesionais históricos, a dististinción entre
os que traballaban no contexto rural e os que
traballaban en contextos urbanos. Tanto Viéitez como Caamaño pertencerían ao primeiro
grupo, que terá entre as súas características un
achegamento moito máis estreito e sobrio aos
retratados, mentres que os profesionalizados fotógrafos urbanos mantiñan unha relación máis
supericial cos seus clientes, aos que habitual-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 149-165
Enrique J. Lista Romay
154
O caso Viéitez
mente retrataban e actitudes menos serias e/ou
con menor hieratismo. Sirva como exemplo o
contraste entre as tres fotografías de comuñón
da ig. 6. A primeira delas, procedente do arquivo Pacheco e realizada na cidade de Vigo pode
caracterizarse por un menor hieratismo e unha
maior soisticación respecto das outras dúas,
realizadas respectivamente en Muxía e Soutelo
de Montes (Fig. 6).
Fig. 6. Fotografías de comuñón: Arquivo Pacheco, c.1920 (Fonte: P. López Mondejar, ed., Pacheco : A memoria dun tempo e
dun país, Lunwerg e Concello de Vigo, 2002, p. 46); Ramón
Caamaño, s.d. (Fonte: M. Sendón e X.L. Suárez Canal, eds., Ramón Caamaño : Retratos da Costa da Morte, CEF, Vigo, 2002,
p. 61); Virxilio Viéitez, sen título, 1955-1965 (Fonte: M. Sendón
e X.L. Suárez Canal, eds., Virxilio Viéitez..., p. 64).
No que se reire a análise da fotografía histórica en Galicia cómpre lembrar tamén que, no
período (pero tamén no contexto) no que Viéitez
realiza as súas fotografías máis valoradas, a autoridade do fotógrafo e a solemnidade do acto
fotograico tiñan aínda un grande peso. A pesar
de que esta autoridade era propia de calquera
fotógrafo profesional daquela época (especialmente no contexto rural), en Viéitez había un
plus de autoritarismo11: Dispoñía as escenas e
controlaba as poses ata un punto que lle facía
case innecesario repetir os disparos (nos seus negativos é raro atopar máis dunha toma do mesmo modelo). Tamén é certo que esta ausencia de
probas ou gasto innecesario de material tiña que
ver cunha grande escaseza, pero é característico de Viéitez o non demorarse nin deleitarse no
traballo. Dos testimonios da súa illa Enriqueta
(Keta) conclúese que o que movía ao seu pai non
era tanto o traballo técnico coa fotografía como
o trato que daquela se lle prestaba ao fotógrafo12. Deste xeito, podemos entender que Viéitez
escollera, de entre os traballos que podía realizar
(lembremos que tiña traballado na construción e
que, no contexto de Soutelo, podía ter optado
por esa adicación ou seguramente tamén pola
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 149-165
actividade agraria), escolle o máis libre13, elegante e menos físico traballo de fotógrafo. Gustoso
de aparecer onde eran reclamados os seus servizos na súa moto14 ou no seu coche15 (nos últimos
tempos ía acompañado de Keta), podía demorarse na acollida que se dispensaba ao fotógrafo
(con ágape e conversa), pero non acostumaba a
facelo na propia toma das fotografías.
Se as ocasións e os temas eran os demandados polos clientes, habituais para calquera fotógrafo profesional da época: carnés, fotografías
familiares e retratos (alguns para enviar á emigración16), velorios e enterros, bodas, bautizos e
comuñóns (aínda que as celebracións non son
tan habituais naquelas imaxes), Viéitez trátaos
con pouco ornamento, ata o punto de que, cando se inclúe algún elemento adicional no retrato,
acostuma a ter unha función simbólica moi explícita (aínda que dende a lectura contemporánea se nos escapen algúns dos códigos precisos
para a súa interpretación): Os haigas, os animais,
os xoguetes, pode dicirse, son exhibidos como
patrimonio familiar e, no caso dos animais, mesmo como familiares (Fig. 7).
Fig. 7. Virxilio Viéitez: San Marcos, 1962 (Fonte: Virxilio Viéitez..., p. 207).
De igual maneira que estes obxectos materiais e animais domésticos coniren valor ao retratado, os elementos que poden restarllo son
disimulados sen moita soisticación (algunhas
fotografías de nenos de comuñón entre as ber-
zas agochan pantalóns xa demasiado curtos ou
zapatos demasiado gastados). Tanto os suxeitos
retratados como os obxectos adxacentes amósanse, en xeral, cun marcado hieratismo, aínda
que algunhas imaxes da época tardía de Virxilio Viéitez están máis próximas á instantánea, o
que pode deberse a un cambio de actitude nas
persoas fotografadas e non na do propio Viéitez
(Fig. 8).
do fotógrafo, condicionan o aspecto das imaxes.
Viéitez alónxase dos suxeitos para evitar as deformacións ópticas ás que era totalmente contrario,
reencadrando despois os negativos segundo as
esixencias técnicas da fotografía de identidade
ou do que os clientes agardaban, mentres que a
posición relativamente baixa da cámara (co visor
na parte superior) e o conseguinte leve contrapicado contribúe en ocasións a dar certa presenza
épica aos retratados, como tamén sucede na máis
icónica das fotografías de Manuel Ferrol (tomada
tamén unha Rolleilex) (Fig. 9).
Fig. 8. Virxilio Viéitez: Bar Os Carteiros, Soutelo de Montes,
1966 (Fonte: Virxilio Viéitez..., p. 226).
Fig. 9. Manuel Ferrol: fotografía da serie Emigración, 1957 (Fonte: M. Sendón e X.L. Suárez Canal, eds., VIII Fotobienal de Vigo
98: catálogo de exposición, Concello de Vigo, 1998, p. 70);
Virxilio Viéitez: O Ginio, 1959 (Fonte: Virxilio Viéitez..., p. 418).
En calquera caso, a descrición que Viéitez fai
do seu contexto mantén sempre un distanciamento que non chega a implicar a denuncia das
condicións de vida, pero que se manifesta na dignidade do xeito en que é retratada a súa comunidade, ofrecéndolles unha imaxe aceptable de sí
mesmos. Podemos intuir que ese distanciamento,
aínda que tivera unhas motivacións ben diferentes
(en Viéitez, un xeito de posicionarse fronte á realidade que se está a vivir), pode enlazar con aquel
distanciamento que se mantén como escolla estética nos autores cos que se relaciona a Viéitez.
Observemos aquí que se, como apunta Vilém Flusser17, as posibilidades de representación
están xa inscritas na tecnoloxía (o programa do
aparato), Viéitez non precisaba coñecer aqueles
referentes para que o seu distanciamento tivese como resultado unhas imaxes que poden ter
claros paralelismos estéticos cos mesmos. Sendo
máis especíicos nesta cuestión, resulta moi relevante que, no período do seu traballo máis signiicativo (estendémonos máis adiante neste punto),
Virxilio Viéitez empregase unha cámara Rolleilex:
o formato cadrado e a posición de manexo da cámara (a altura do peito), orientados polos criterios
Descoñecemos se Viéitez compoñía as imaxes segundo o que podía encadrar polo visor da
súa cámara ou se o facía visualizando xa o resultado reencadrado, pero está claro que a elección
(posterior e allea) de amosar a totalidade das
imaxes cando comezan a exhibirse en contextos
artísticos responde a unha mirada contemporánea que ten por relevante o que no emprego orixinal daquelas fotografías se consideraba anecdótico. Non é casual que o formato cadrado da
Rollei deixase un maior resto ao recortar a imaxe
segundo os formatos da fotografía de identidade. Ese resto, recuperado nas copias recentes
para exposición, pero desbotado por Viéitez, é
parte do que máis nos fascina nas súas imaxes:
as beiras daquela saba raída que fai de telón improvisado, etc (Fig. 10).
Non podemos avaliar con exactitude en qué
grao, pero está claro que o aparato tivo moita
importancia neses aspectos das fotografías de
Virxilio Viéitez que hoxe valoramos. Tampouco
é casual que poidan sernos familiares algúns dos
rasgos das súas fotografías que na actualidade
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Enrique J. Lista Romay
O caso Viéitez
O caso Viéitez
xeración posterior, que xa tivera contacto cunha
inconosfera que podía ser global pero que non
penetra en Galicia ata hai ben poucas décadas.
Enrique J. Lista Romay
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Fig. 10. Virxilio Viéitez: Familia de Luísa Iglesias e Sara de Arnelas, 1962 (Fonte: Virxilio Viéitez..., p. 169).
lemos cunha inluencia que xa ven de volta: Referímonos ao que Olivier Lugon18 ten analizado
como estilo documental, aquel situado dentro
da Historia da Fotografía entendida como medio
autónomo no que se adoptaran con inalidade
estética rasgos de diversas prácticas fotográicas
de uso documental, incluida a fotografía popular. Se en Viéitez vemos a August Sander ou a
Walker Evans é porque estes, á sua vez, xa tiñan adoptado un xeito de fotografar propio de
profesionais que (alén da distancia temporal) podían ubicarse en ámbitos de práctica fotográica
moi similares ao do fotógrafo de Soutelo.
De calquera xeito, aínda que exista unha
potencialidade estética no traballo de Viéitez
(marcada en maior ou menor grao pola técnica),
o relevante é a mirada posterior, a que aplica a
lectura intertextual, a que fai dese traballo obra
e constrúe ao seu produtor como autor.
O Viéitez artista
Se as potencialidades da obra de Viéitez se
actualizan coa súa lectura intertextual, poñendo (de xeito explícito) as súas imaxes en relación
con autores concretos da Historia da Fotografía,
ou vencellándoas (de xeito implícito) cunha memoria colectiva de imaxes que a fotografía contribuiu a construír, podemos dicir que o primeiro
momento desta segunda lectura comeza cando
Keta Viéitez revisa os vellos negativos do seu
pai. Keta puido ter coñecemento de moitos daqueles referentes que sobre a obra de Viéitez se
proxectarían pero, sobre todo, pertence a unha
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Co interese desta segunda mirada e co convencemento deste segundo valor (estético) do
traballo de Viéitez (que xa tivera o seu valor
comercial e social no seu contexto restrinxido),
Keta comeza a positivar os negativos do seu
pai, non sen certas diicultades19, e realiza a primeira exposición de Virxilio Viéitez en Soutelo
de Montes no verán de 1997. Manuel Sendón,
de viaxe pola zona, vé un cartel que anunciaba
a exposición, visitaa e, de novo cunha lectura
intertextual (á que neste caso, pola súa longa
experiencia de xestión, se suma o coñecemento
das posibilidades dun traballo fotográico nos
circuítos expositivos), faise consciente da grande potencialidade daquelas fotografías. Sendón
entra en contacto con Keta e (xunto con X.L.
Suárez Canal), revisan o arquivo de Viéitez. Se
ben atopan moitas imaxes de calidade, para a
exposición de Virxilio Viéitez que incluirán na Fotobienal do 1998 e para a primeira monografía
adicada a este autor20 escollerán só fotografías
en branco en negro do período 1955-196521. As
imaxes expostas na Fotobienal, principalmente
retratos, non só pasan pola escolma dos comisarios, senón que son ampliadas a formatos que
Viéitez nunca empregara22, positivando todo o
encadre cando, como dixemos, as copias orixinais eran reencadradas segundo o uso ao que se
destinaban. O sentido orixinal das imaxes, que
tiña xa mudado dende o inicio desta segunda
lectura intertextual e estética, transformase dende o que tiñan como obxectos de uso (aínda que
uso simbólico) ao duns obxectos de contemplación (tampouco exentos de contido simbólico).
Podemos dicir que o uso orixinal quedou incluído dentro do contido simbólico desta segunda
vida artística das imaxes, ao lado dos contidos
históricos e sociolóxicos que as novas miradas
informadas poden apreciar nestas fotografías.
Alén de cuestións interpretativas, é de importancia capital a necesidade de que axentes
con capacidade de lexitimación sitúen a obra
no espazo axeitado para que, coas claves que o
contexto marca, se poidan realizar esas segundas lecturas. Sendón e Suárez Canal deron ese
primeiro paso de lexitimación, pero eles mesmos
eran conscientes de ata onde podían chegar coa
obra de Viéitez e deseñaron unha estratexia para
a proxección deste recén designado autor acudindo a outros axentes. Conscientes tamén de
que sería máis doado acadar a valoración dende
o estranxeiro que acudindo a puntos de maior
visibilidade dentro do Estado, convidan para
as actividades paralelas da Fotobienal do 98 a
Christian Caujolle, fundador da axencia VU, daquela director artístico da mesma, e tamén director da galería homónima en París. O contacto
presencial coa obra que deste xeito se buscaba
considerábase importante porque as imaxes que
se lle tiñan enviado previamente ao propio Caujolle, a través de Internet ou en copias impresas
de dimensións reducidas, non despertaran nel
grande interese. A estratexia deu resultado e
Viéitez expón individualmente na galería VU de
París en 1999 (para o que incluso foi desprazada
do calendario outra exposición prevista para as
mesmas datas).
A repercusión daquela mostra na prensa francesa e posteriormente na española parece conirmar a pertinencia de realizar o lanzamento de
Virxilio Viéitez a través de París: Le monde adicoulle unha páxina (13/01/1999) e Liberation dúas
(25/01/1999), artigos que tiveron eco inmediato
en España, onde El País adica a Viéitez en principio unha páxina (31/01/1999) e máis tarde sete
páxinas no suplemento dominical (14/02/1999)23.
Ó voltar de Francia, a exposición da Fotobienal ten unha longa itinerancia entre 1999 e
200124 e, máis adiante, Viéitez terá outras importantes exposicións individuais entre as que
poden destacarse a da Galería Juana de Aizpuru
(Madrid, 2009, galería coa que Viéitez será presentado en ARCO) e a grande antolóxica coproducida polo MARCO e a Fundación Telefónica,
exposta en Vigo (2010) e en Madrid (2013).
Virxilio Viéitez tamén participará en numerosas colectivas relevantes25 e a súa obra entrará en
importantes coleccións de arte e/ou fotografía26
pero, pola pertinencia para a análise que aquí
estamos a facer, afondamos de seguido na súa
vinculación ca galería Juana de Aizpuru e na exposición antolóxica que temos destacado.
O caso da relación de Virxilo Viéitez con Juana de Aizpuru supón a súa entrada pola porta
grande no mercado da arte en España (se ben a
galería VU xa era comercial, e Viéitez tiña vendido
obra a importantes coleccións francesas). Igual
que nos casos de Alberto García Alix ou Cristina
García Rodero, Juana de Aizpuru aposta por un
tipo de fotografía ata facía ben pouco rexeitada
polo mercado da arte contemporánea pero, na
medida en que este tipo de fotografía xa comezaba a ser acollida e lexitimada polas institucións
artísticas, unha grande oportunidade comercial,
cun corpus de imaxes virxes para o mercado (máis
no caso de Viéitez, un autor descuberto, que no
dos outros dous citados, autores xa consolidados como tales). Aínda que esta fase comercial
da carreira do novo autor non comeza con Juana
de Aizpuru (aparte da galería VU, houbo tamén,
entre outros, interese por parte da compostelá
galería Trinta), e aínda que algúns destes axentes
con intereses comerciais se dirixen a Suárez Canal
e Sendón, ambos desvincúlanse de todo o que
suporía a venda da obra de Viéitez27.
En canto á exposición antolóxica que se celebra en primiero lugar no MARCO de Vigo en
2010, resulta pertinente contrastala coa exposición que se lle ixera a Virxilio Viéitez na Fotobienal do 98. Dixeramos que a exposición da
Fotobienal amosaba unha escolma moi deinida
da obra de Viéitez (tanto temporal como tematicamente), centrada no período que se consideraba o de produción máis interesante, segundo
precisa Manuel Sendón: “Na exposición de 1998
centrámonos no período 1955-65 por considerarmos que era o máis interesante”28. Para a
primeira publicación co traballo de Viéitez foron
aínda máis selectivos: “No libro que publicamos
naquel momento sobre a súa obra, na colección
Álbum do Centro de Estudos Fotográicos, subliñabamos a importancia das imaxes realizadas
coa cámara Rollei de 1958 a 1960.”29
Tentábase así destacar aquel conxunto de
imaxes que respondían á estética hexemónica
dentro da produción de Viéitez, considerándoas
tamén como as máis potentes dentro da totalidade da mesma. Acertado ou non, ese criterio dota
de solidez e unidade ao conxunto da exposición,
composta basicamente por retratos, individuáis
e colectivos, pero sempre coa característica frontalidade e hieratismo que lles conire a mesma
rotundidade. Na exposición do MARCO, comisariada por Enrica Viganò, hai vontade de amosar
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O caso Viéitez
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O caso Viéitez
unha escolma moito máis ampla do traballo de
Viéitez30, incluídas as súas imaxes a cor da última
época, pero tamén aquelas dos últimos períodos
nas que a relación do fotógrafo cos retratados xa
mudara completamente: coa fotografía xa popularizada (pero tamén co certo aire de aperturismo
que comezaba a darse en España), a solemnidade
do acto fotográico e a autoridade do fotógrafo ían sendo esquecidas e as persoas amosanse
máis desenfadadas ante a cámara, dando como
resultado imaxes que poden estar máis próximas
á instantánea, mentres as primeiras do mesmo
autor podían estar cerca do estilo documental
(aínda que, obviamente, non para o propio Viéitez). Algunhas destas imaxes máis distendidas poden lembrar a fotogramas de ilmes neorrealistas
(coetáneos daquelas tomas), e non sería casual
daquela que a comisaria da mostra do MARCO
fose italiana e tivese un importante coñecemento
do Neorrealismo do seu país31 (Fig. 11).
Fig. 11. Virxilio Viéitez: Fermín, Avelino, Bautista e Pepiño,
Soutelo de Montes, 1957 (Fonte: Virxilio Viéitez..., p. 139).
Non cremos que esta nova transformación
do traballo de Viéitez supoña maior falsiicación
que calquera das exposicións anteriores, simplemente se está a construir unha versión diferente
do relato de Viéitez como autor. O que sí pode
resultar máis ou menos evidente é que a dispersión que se da na exposición antolóxica fai que
o conxunto da mesma perda rotundidade con
respecto a escolma máis centrada da exposición
amosada na Fotobienal32.
Non pretendemos tampouco establecer
unha prioridade entre os axentes que determinan o signiicado e valor da obra de Viéitez. Na
cadea de acontecementos do seu descubrimen-
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to e entrada na arte, cada peza foi relevante: é
probable que Juana de Aizpuru non se interesase por Viéitez se este non tivese pasado por
París, para o que foi imprescindible a estratexia
de Sendón e Suárez Canal, pero, antes diso, a
decisión de Keta de facer a exposición co traballo do seu pai que puido ver Sendón. O que sí
pode airmarse é que Viéitez foi algo así como
un espectador-protagonista de todo este proceso, pero non un axente activo no mesmo. Se
co seu traballo fotográico profesional nunca
pretendera facer arte, nos últimos anos da súa
vida (falece en Soutelo en 2008) pode ver como
o campo da arte (e, por extensión, o contexto
social que acepta o que nese campo se designa como Arte) o acolle como autor e incluso se
tenta darlle un lugar na Historia da Fotografía
ou da Arte (relatos sempre reescritos). Claro que,
cos tintes aínda románticos que arrastra a noción de autoría, á cuestión da ubicación histórica
sempre se engadirá a da “natureza do creador”,
natureza “pura” que en casos como o de Viéitez
non viría contaminada por compoñentes culturais artiiciosas ou moi elaboradas33. O “xenio
natural” sempre será un valor nun contexto tan
pouco natural como é o campo da arte, de xeito
que pode ser empregado como lugar argumental nos discursos de lexitimación que dende ese
campo se elaboren. Véxase como mostra o texto
de Antonio Lucas no citado catálogo da exposición antolóxica, onde chega a referirse a Viéitez
como “un home que ven do fondo do bosque”
ou “un ser estepario que é todo o que nós non
fomos”34. Tamén resultará signiicativo ver como
Chirstian Caujolle35 menciona que a realizada
para desplazarse ata a galería VU de París sería a
primeira viaxe en avión do fotógrafo de Soutelo.
Pode que nesta suposta pureza e raigame
natural dos artistas (que, paradoxicamente, só se
converten en tales tralo designio doutros axentes) se manifeste esa tendencia a heteronomía
do campo da arte da que falaba Mar Caldas36.
A historia do campo, a Historia da Arte, seguiría sendo construida a base de nomes, pero non
sería construída por eses mesmos nomes. A capacidade para designar aos artistas e situalos
na Historia non residiría máis neles mesmos, e a
menor autonomía dos produtores que se da nestes casos de desprazamento revelaríase idónea
para esa dinámica.
Debate sobre o caso
Se queremos valorar o caso de Viéitez,
deixando que o debate que se ten suscitado sobre o mesmo permaneza aberto, resulta oportuno acudir ás entrevistas realizadas polo autor
deste artigo como parte da investigacion para a
súa tese de doutoramento, en tanto que nelas
se relicten diversos posicionamentos e opinións
ao respecto, manifestadas por axentes relevantes no contexto da fotografía e/ou da arte contemporánea en Galicia (todos os entrevistados
foron preguntados por esta cuestión, pero só
faremos referencia ás respostas máis signiicativas no marco deste artigo). Podemos comezar
apuntando como unha das liñas do debate a
cuestión da inclusión de Virxilio Viéitez na Historia da Fotografía ou da Arte, acudindo ao manifestado por Severino Penelas37, quen considerará
esaxerada a pretensión de situar a Viéitez nesa
Historia con maiúsculas:
Unha cousa é Alemaña ou Estados Unidos e
outra cousa é España, Galicia ou Vigo. Escoitar
daquela mostra aquelo de ter que reescribir a
Historia da Fotografía para facerlle un oco a este
nome, paréceme un pouco excesivo. (aínda que
tamén considerará que) O bo dos grandes autores
ou das cousas que van quedando no tempo é que
resisten todas as interpretacións, todos os discursos curatoriais.
Manuel Olveira38 poñerá o caso nun contexto
máis amplo, para facer notar que a relectura é a
norma na Historia da Arte, vendo as operacións
de posta en valor dun autor como algo lexítimo, pero que só pode sosterse cunha axeitada
potencialidade da obra, á que tamén apuntaba
Penelas dalgún xeito:
Creo que ten que haber un potencial de
base. Sen ese potencial non vas a ningún lado,
non se sostén a operación. Por outra banda, ademais de haber un potencial, ten que haber unha
conexión entre o material de base e o presente
no que se actualiza ese material. Se esa conexión existe, perfecto. Despois, hai que ser sabio á
hora de facer todas esas operacións para asignar
valor, pero na arte sempre ocorreu isto, non é
un procedemento de agora. (...) creo que a nosa
maneira de mirar as esculturas gregas é grazas ás
fotografías de Horst P. Horst (...). A arte é como
unha perla, que vai medrando con capas. É así,
non me parece mellor nin peor, creo que é algo
inherente á propia arte.
Alberto Ruiz de Samaniego39 será moi crítico
coa posición e o sentido dende o que considera
que se fan estas relecturas para o caso de Viéitez, xa non tanto referindose á Historia da Arte
senón a cando se toma a obra deste autor como
símbolo dunha época e contexto:
En el caso de Virxilio Viéitez, entiendo que no
hay esa voluntad de relectura fecundativa o de
una hermenéutica que amplíe el campo de lectura, lo que hay es una lectura entre la ironía y la displicencia con respecto al espacio-tiempo de Virxilio Viéitez, una aproximación desde una distancia
insalvable, tanto desde el punto de vista temporal,
como simbólico o estético, hacia un universo que
se observa con cierto paternalismo y, además,
con el escamoteo de una visión antropológica, lo
cual ya bordea el insulto intelectual, tanto hacia
el mundo de Virxilio como a lo que él intentó o
a lo que representa ese mundo. Es un escamoteo
burdo y paternalista de una época que no se desea
comprender ni releer, sino que se desea observar
como una forma de turismo cultural, un viaje de
una “visualidad otra”, en cierta manera indigente
y, por tanto, salvable desde nosotros que ahora
somos “otra cosa que eso”. Hay una carga muy
sospechosa en ese trabajo de escamoteo de los
signos, más allá del replanteamiento de los formatos. (…) ¿Qué se está homenajeando en el caso de
Virxilio, la Galicia de Balbino?, ¿Es esa Galicia la
que se está releyendo? Ni siquiera hay un trabajo
nostálgico o de rememoración melancólica, porque quien lo realiza no conocía aquello ni desea
hacer ese trabajo del duelo. Lo que hay es un trabajo de turismo antropológico.
Aínda que non queda do todo claro nesta extensa cita, a aceirada crítica non se dirixe a toda
a traxectoria seguida pola obra de Vixilio, pois
podería dicirse que a mesma tivo varias fases e,
claramente, as primeiras non se caracterizaron
polo control dos axentes alleos ao noso contexto aos que implicitamente se reire Samaniego.
David Barro40 establecerá con maior claridade a
separación destas fases diversas (e dos axentes
implicados), mantendo tamén unha valoración
bastante crítica dalgunhas delas, aínda que os
motivos varíen respecto dos de Samaniego:
Estoy en desacuerdo desde el momento en
que se vende a Harald Szeeman41. Una persona
que tiene una mínima relación con Harald Szeeman llega a Vigo y le convence de que Virxilio podría ser un fenómeno de ventas (porque estaba
todo sin vender). A través de Juana de Aizpuru, se
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amplían las fotografías y, de repente… Estoy de
acuerdo con que se recupere a Virxilio Viéitez de
la manera en que se le recuperó, a través de estas
ediciones. Sobre esa etapa estoy completamente
a favor.
Aínda que tanto Barro como Samaniego
teñan en mente a axentes e accións concretas,
podería apreciarse certa suspicacia respecto dos
circuítos comerciais da arte, mentres que Asunta
Rodríguez42, dende a súa condición de galerista,
correxirá a tendencia a imputar todos os males ao
mercado da arte para lembrar que, sexan cales foran as operacións, a clave reside no potencial da
obra de Viéitez, capaz de soportar a subversión
que supón a súa entrada en espazos expositivos:
No le podemos echar la culpa de todo al mercado. Virxilio no tuvo decisión sobre eso, la tuvo la
persona a la que él destino como heredera, albacea o responsable. Si Keta no quisiese, eso no se
habría hecho, pero el trabajo de Virxilio puede con
eso. Da lo mismo el encuadre porque la fotografía
sigue siendo maravillosa. (…) Virxilio usa la fotografía como utilizaría superpoderes si los tuviese,
tiene una mirada especial y eso es lo que hace que
su fotografía se pueda convertir en una obra de
arte, pero él no era un artista. Colgar su trabajo en
un museo es ya subvertirlo.
Xoan Piñón43 fará incapé nesta cuestión do
potencial de base pero, como é habitual no seu
discurso (e no doutros compañeiros de xeración
e modelo de práctica fotográica), vencellará
este potencial á autoría, que pasaría por encima
da capacidade de lexitimación do contexto:
As obras serán digniicadas mentres haxa sitios que se encarguen de facelo, mentres existan
cousas e teñan un valor intrínseco, porque o que
vale é a persoa e o que quere comunicar, iso é
o máis importante. Mentes haxa iso, o resto non
importa.
Antón Patiño44 pode manter tamén certa fe
no concepto de autoría, pero alude á “proba do
tempo” en termos concretos e evidentes:
Dentro dalgúns anos non saberemos quen era
Juana de Aizpuru, pero Virxilio vai quedar aí. O
mercado pode ser decisivo de cara o éxito conxuntural, pero un fenómeno desa magnitude non hai
quen poida agochalo, só a destrución física do
material. Que tarde máis ou menos pode ser, pero
aparece cunha verdade antropolóxica que sobrepasa a verdade do fotógrafo.
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Tamén hai certa conianza na valía do autor e
do seu traballo nas palabras de Rosario Sarmiento45 cando alude ao momento no que a Fundación Caixa Galicia aposta por apoiar á produción
e itinerancia da exposición individual de Viéitez
que fora presentada na Fotobienal de 1998:
Colaboramos en el proyecto de Virxilio, por
un interés personal que compartí con Xosé Luís
Suárez Canal y Manuel Sendón: Vinieron a plantearnos esta exposición, que fue un éxito total,
pero que en aquel momento no era algo fácil de
vender en la Fundación. Se apoyó ese proyecto
en un momento en que las instituciones tampoco
se estaban implicando en ámbitos de fotografía
y eso releja la posición que teníamos respecto
a la misma. Para nosotros no había pintores, escultores y fotógrafos; había artistas que hacían
proyectos.
Seguindo cos diferentes xeitos de valorar o
tipo de autoría que se pode adxudicar a Viéitez,
Suso Fandiño46 verá con naturalidade o feito de
que se lea a Virxilio Viéitez dende a arte contemporánea e que, na liña do que tiña apuntado
Olveira, estes cambios de sentido dos obxectos
artísticos son normais (entendendo “normal”
como non extraordinario e/ou como habitual)
dentro da Historia da Arte:
En cualquier caso, la mirada de Virxilio es la
mirada de un artista, aunque él no lo sepa. Él ve
como un artista, aunque haya un reencuadre o un
querer potenciar partes de la obra que queremos
asociar con fotografía clásica de los 40 y 50 (sobre todo americana), ese tipo de fotografía social
etnográica o incluso sociológica. Independientemente de lo que él creyese, estaba haciendo una
fotografía que podemos leer hoy desde el arte. Es
un debate muy largo. Podría eliminarse todo el
arte anterior al s.XIX, porque antes no se tenía la
percepción de hacer arte sino una serie de objetos
con un tipo de función muy determinada, ya fuese
religiosa, política, etc.
Susana Cendán47 tamén verá con normalidade a proxección dos intereses do lector sobre a
obra:
(…) proyecto la idea de posmodernidad en
determinados artistas clásicos que me interesan y
no eran posmodernos en absoluto (me estoy reiriendo a otro tipo de artistas). Es mi mirada la que
está condicionando la lectura de Virxilio Viéitez,
pero no tiene por que ser de ninguna manera, es
maravilloso.
Rubén Ramos Balsa48 verá aínda a Viéitez
como fotógrafo (máis que como artista), pero
considerará que é necesaria a existencia e coexistencia de ambos, como aportadores do sentido completo da tecnoloxía que empregan (a tecnoloxía ten unha grande presenza no discurso
deste autor):
Para mí, aquellos que trabajan de manera ontológica con la fotografía (por así decirlo), o que
no se consideran artistas, son parte del calado de
esa herramienta y de su signiicado. Sin ellos no se
podría deinir a los otros.
Xosé Lois Vázquez49 tamén verá en certa medida a Viéitez como fotógrafo (dende os seus
propios posicionamentos como fotógrafo-autor)
e considerará que a alteración dunha obra fotográica seguindo parámetros do campo da arte
implica unha distorsión:
(…) someter a un fotógrafo que, cos seus medios técnicos, non podía producir ampliacións dun
metro e medio a unha posta en escena dese calibre paréceme que é impoñer unha metalinguaxe
(algo que existe a outro nivel que o da fotografía)
a un produto que eu creo que distorsiona. Estiven
vendo a exposición no MARCO e pareceume que
Virxilio non fotografaba para eses tamaños.
Margarita Ledo50 volverá sobre a importancia
do contexto (social, político, cultural e institucional) para analizar como os intereses externos
inlúen na lexitimación da fotografía e/ou como
a mesma ten que adaptase aos criterios de lexitimidade vixentes:
Efectivamente, agora a fotografía volve, pasadas décadas longas, pero teñen que ocorrer
casos como o de Cristina García Rodero (que xa
entrara en VU e despois en Magnum) e ten que
aparecer tamén o fenómeno de Virxilio Viéitez.
Teñen que pasar unha serie de fenómenos para
que os galeristas vexan oportuno vender esas fotografías, pero estamos no mesmo: nun xogo de
oportunidades. (...) Para entrar nos espazos da
arte, o medio modiica e pon en valor as súas
compoñentes estruturais, o grao a dimensión,
borrar o referente, etc. Iso faise nos 70. A parir dos 80 é cando (non nos enganemos) entra o
neoliberalismo do que agora estamos vendo as
consecuencias.
Nesta escolma de comentarios sobre o caso
de Virxilio Viéitez, feitos dende a diversadade
das ubicacións respecto do campo da arte dos
axentes citados, vemos que os posicionamentos xiran en torno a dous lugares argumentais
básicos: o potencial do traballo de Viéitez e a
valoración das operacións de lexitimación que
se ixeron sobre o mesmo. Respecto do potencial, parece haber consenso en que sen el non
se sostería calquera operación de posta en valor do traballo de quen pasa a ser considerado
un autor. Un dos puntos de diverxencia darase
precisamente na tipoloxía de autor na que se
considera lexítimo encadrar a Viéitez, pero esta
diverxencia parece froito da posición dende
a que se emite a valoración. A consideración
de Virxilio Viéitez como fotógrafo (antes que
como artista) parece darse dende dous posicionamentos diverxentes: Penelas, Samaniego, Barro, Rodríguez ou Ledo fan incapé no proceso
contextual, entendido como o desprazamento
dun fotógrafo cara a arte (e non do descubrimento dun artista/autor), mentres que Piñón
ou Vázquez (axentes que teñen unha produción
dentro do modelo da fotografía de autor) entenderán que a condición de fotógrafo xa levaría implícito un modelo lexítimo de autoría. Por
outra banda, a posibilidade da consideración
como artista irá asociada ao entender con normalidade os procesos de relectura estética dos
obxectos culturais, fosen ou non concebidos
como arte (consideración que parece darse nos
comentarios de Olveira, Fandiño ou Cendán),
mentres que aqueles que asociaban a autoría
á consideración de fotógrafo valorarán máis
negativamente os cambios formais nas imaxes
exhibidas (no caso de Vázquez é claro). Sen
embargo, o aspecto que concitou valoracións
máis negativas foi o carácter oportunista que
tiveron algunhas das operacións vencelladas a
esta relectura da obra de Viéitez (Samaniego
ou Barro), aínda que esta crítica se dirixirá a
momentos concretos da traxectoria de Virxilio
Viéitez como autor e non á súa totalidade.
Unha última liña de debate sobre ao modelo
de autoría que lle podería ser adxudicado a Virxilio
Viéitez, que fora xa introducida dalgún xeito en
sendos textos de Joan Fontcuberta51 e Marta Gili52,
foi retomada recentemente por Manuel Sendón,
quen propón a idea dunha autoría de arquivo,
propia dun produtor que non pode ser considerado autor ou artista no sentido moderno deses termos, pero que sí terá outro tipo de singularidade:
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Se aceptamos que a un autor o deine a especiicidade da súa obra, non podemos ser insensíbeis a “especiicidade” de determinados arquivos.
Dalgunha forma cómpre polo tanto falar dunha
“autoría de arquivo”, diferente da autoría da modernidade. Esta autoría de arquivo basearíase na
singularidade que globalmente teñen as imaxes,
realizadas para cumprir diferentes encomendas
comerciais e nunca pensadas para a realización
dunha proposta formulada a través dunha escolma. A pesar de tratarse dun amoreamento de
imaxes, sen outra estruturación que a que esixe a
súa comercialización, son produto dunha concepción fotográica intuitiva que deine claramente
unha forma particular de construír as imaxes que
transcenden o grande interese documental que
poidan ter. Dende esta óptica valoramos o arquivo
de Atget.53
Como balance xeral do exposto ata agora,
se a efectos de clasiicación (sen facermos ontoloxía), sería o marco no que se sitúa un traballo
fotográico (institucións, axentes, discursos, etc.)
o que lle outorga o seu signiicado e valor (neste caso, como obra), cremos que non ten moito
sentido entrar a valorar unha posible “autoría
orixinal”, sexa froito da intuición, dunha mirada
especial ou de calquera outra capacidade “natural”, para volver sobre a idea de que Virxilio Viéitez comeza a ser autor no momento en que as
súas fotografías se insertan no campo axeitado,
demárquese como se queira: tentando restrinxilo a un ámbito especiicamente fotográico ou a
un contexto da arte entendido de xeito máis amplo. Da mesma maneira que non contemplamos
unha capacidade “máxica” do autor, tampouco
cremos que sexa “máxica” a potencialidade da
súa obra, senón froito do fondo asentamento
duns modos culturais de interpretación da imaxe
que se teñen convertido xa en segunda nature-
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za. Sen as experiencias previas do espectador,
ben sexan de primeiro grao (a experiencia vital,
por ter vivido nun período ou contexto similar a
aquel no que foron tomadas as fotografías) ou
de segundo grao (polo coñecemento da Historia
da Fotografía), non habería maxia posible.
Non estariamos daquela ante o máxico retorno do pasado (o “Foi-isto” barthesiano54), senon
ante o “érase unha vez” que nos da pé ao relato dunha historia fabulosa, segundo o material
narrativo de que cada espectador dispoña para
completala. Isto non nega sen embargo a existencia dunha certa maxia na fotografía de Virxilio Viéitez: o coñecemento de que na prestidixitación hai artiicio (trucos varios) non fai senón
aumentar a admiración pola naturalidade coa
que o efecto de asombro se produce (Fig. 12).
Fig. 12. Virxilio Viéitez: Barro de Arén, 1958-1959 (Fonte: Virxilio Viéitez..., p. 30).
NOTAS
1
No que se reiere aos obxectos de
outras culturas que deveñen arte, e segundo Lourdes Méndez (en L. Méndez,
La antropología ante las artes plásticas.
Aportaciones, omisiones, controversias,
coeditan CIS e Siglo XXI, Madrid, 2003),
a súa orixe estaría na ancestral tradición
occidental dos botíns de guerra. Coa
modernidade, estes tesouros acumúlanse nos museos, que os “ofrecerían” ao
pobo para a súa mellor educación. No
caso particular dos museos etnográicos,
construirían a imaxe do outro, mitiicando o distante e sometendo aos obxectos
que albergan á mirada cientíica occidental, ao mesmo tempo que os artistas
occidentais comezaban a sometelos tamén a unha mirada estética que os desiga como “arte primitivo” (en paralelo
ao xurdimento dun mercado próspero
para este tipo de “arte”). A partir de
entón, algúns daqueles obxectos albergados nos museos son efectivamente
designados como “arte” e pasan a ser
presentados como tal, descontextualizados e separados dos outros, conforme
ao seu estatus artístico recén adquirido.
2
No artigo “Del museo a la biblioteca” recollido en G. Picazo e J. Ribalta
(eds.), Indiferencia y singularidad. La fotografía en el pensamiento artístico contemporáneo, Consorci del Museu d´Art
Contemporani de Barcelona (MACBA),
Barcelona, 1997, p. 52.
3
Un texto referencial sobre estes
procesos de cambio de ubicación da
fotografía é o de Rosalind Krauss “Los
espacios discursivos de la fotografía”,
en R. Krauss, Lo fotográico. Por una
teoría de los desplazamientos, Gustavo
Gili, Barcelona, 2002 (ed. orix. 1990),
pp. 40-59.
M. Caldas, El valor y el signiicado
de los productos culturales. Desplazamientos y fricciones en las transacciones
artísticas contemporáneas, tese de doutoramento, Universidade de Vigo, inédita, 2006, pp. 450-531.
4
5
R. Krauss, op. cit., p. 43.
6
M. Caldas, op. cit.
Co sinxelo título de Virxilio Viéitez,
esta exposición puido verse no MARCO
(Vigo, 22/X/2010 – 24/IV/2011) e na
Fundación Telefónica (Madrid, 7/II/2013
– 19/V/2013). A obra que se amosaba
7
puido verse con posterioridade na Biblioteca Pública do Estado de Zamora
(14/XI/2014 – 11/I/2015) e máis recentemente Viéitez tivo outra exposición individual no Centro de Arte Alcobendas
(22/I/2015 – 31/VII/2015).
8
L. Orsi, “Biografía de Virxilio Viéitez” en Virxilio Viéitez : catálogo de exposición, coeditan Fundación Telefónica
e MARCO, Madrid, 2011, pp. 285-292.
Nesta biografía só se fai mención moi
breve á exposición de Viéitez en Soutelo
organizada pola súa illa (1997) e á exposición de Virxilio Viéitez na Fotobienal
de Vigo (1998).
9
E.J. Lista, Introdución da fotografía na arte galega (dende 1980), tese de
doutoramento, Universidade de Vigo,
inédita, 2015. No proceso da investigación para esta tese realizáronse 57
entrevistas persoais e 6 cuestionarios vía
mail (nos casos nos que as entrevistas
non foron posibles), recabando información e opinións dun número considerable de autores, tanto fotógrafos
galegos da xeración dos 80 (como Vari
Caramés, Xurxo Lobato, Xulio Correa
ou Xoan Piñón) como artistas novos que
empregan a fotografía (como Salvador
Cidrás, Rubén Ramos Balsa, Fran Herbello ou Victoria Diehl) e algúns autores
que podemos caliicar de precursores
das prácticas das últimas xeracións
(como Jorge Barbi, Xoán Anleo ou Mar
Caldas). Tamén se entrevistou a outros
axentes da arte contemporánea galega,
con maior ou menor implicación na fotografía, pero sempre con relevancia no
noso contexto pola súa actividade na
crítica, comisariado, escritura teórica,
xestión cultural ou no mercado da arte
(como Antón Castro, Albero R Samaniego, Miguel Fernández-Cid, David Barro
ou Asunta Rodríguez). Se a selección e
número de entrevistados para a tese respondeu a criterios de representatividade
dentro dos diversos planos da fotografía
galega, as citas desas entrevistas que
acompañan a este artigo foron escollidas pola relevancia das aportacións que
fan respecto do caso de Virxilio Viéitez
(todos os entrevistados foron consultados pola súa posición sobre o mesmo).
10
Para a valoración do traballo
orixinal de Viéitez témonos apoiado no
texto de Manuel Sendón “La fotografía
de Virxilio Viéitez en el período 19551965” na revista Photovision, Nº29
(monográico adicado a Virxilio Viéitez),
2000, pp. 7-17 e, tanto para a revisión
dese traballo no seu contexto orixinal
como para a avaliación da recente ubicación de Viéitez no campo da arte,
temos revisado tamén as conferencias
e mesas redondas que tiveron lugar
no Espacio Fundación Telefónica con
motivo da citada exposición antolóxica
amosada nesta sede en 2013: G. Escrigas e M. Sendón, “Virxilio Viéitez y su
época”, 20/II/2013; M. Fernández-Cid
e S. de Toro, “Modos de ser, modos de
ver”, 21/II/2013; A. García Alix, M. Trillo e V. Caramés, “Virxilio Viéitez y los
fotógrafos”, 27/II/2013 e A. López, E.
Arroyo e L. Gordillo, “Virxilio Viéitez,
visto por los pintores”, 28/II/2013. Rexistros audiovisuais dispoñibles en Internet:
http://espacio.fundaciontelefonica.com/
virxilio-vieitez/ consulta: 11/VII/2015.
11
Aínda facendo fotografías por
encargo, Viéitez impuxo (mentres puido)
os seus criterios de pose e composición.
En palabras de Marcial Gondar no seu
artigo “Virxilio Viéitez ou a realidade en
traxe de domingo. Unha lectura antropolóxica” en J. Fontcuberta, M. Gondar,
M. Sendón e X.L. Suárez Canal, Virxilio
Viéitez. O retrato, Universidade de Vigo,
Grupo de Investigacións Fotográicas,
Vigo, 2000, p. 34: “Virxilio fotografa
o que lle encargan, pero faino como el
quere”. A referencia citada recolle as
ponencias do curso que tivo lugar en
1999 no Museo do Pobo Galego, organizado pola Fundación Caixa Galicia en
colaboración coa Facultade de Ciencias
da Información da USC e coincidindo
coa exhibición en Santiago de Compostela da exposición itinerante de Viéitez
coas imaxes xa amosadas na Fotobienal
de 1998.
12
Os comentarios de Keta Viéitez neste sentido son habituais e foron
especialmente claros na presentación
informal dunha monografía adicada ao
seu pai no establecemento Fnac da Coruña (15/IX/2012), onde ixo referencia
a algunhas vantaxes que daquela tiña
a profesión de fotógrafo e que tiñan
inclinado ao su pai a exercela: íase ben
vestido, non era un traballo moi físico,
comíase ben (os clientes recibíano cun
convite) e, en deinitiva, era tratado en
certa medida como unha autoridade.
Aínda que esta enumeración se aproxima ás palabras exactas, non é unha
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 149-165
163
Enrique J. Lista Romay
O caso Viéitez
Enrique J. Lista Romay
164
O caso Viéitez
cita literal, mentres que sí son textuais
as expresións “de manos suaves y porte elegante” ou “amable y seductor
en el trato” que a propia Keta emprega en Virxilio Viéitez. Un archivo rural,
La Fábrica, Madrid, 2008, p. 15. Nesta
mesma referencia, Marta Gili fai notar
que o esforzo físico e a suor non ían coa
maneira de ser de Viéitez (ibid., p. 8).
Na peza documental audiovisual
“Virxilio Viéitez. Más allá del oicio”
(J.L. López Linares, 2005, Capítulo da
serie “Una mirada fotográica” para o
Canal Internacional de TVE, dispoñible
en Internet: http://www.lavozdelaimagen.com/#1 consulta: 12/VII/2015),
Viéitez fai referencia á autonomía e
liberdade das que gozaba sendo o xestor do seu propio negocio, e mesmo fai
referencia a que rexeitou ofertas para
traballar con algún fotógrafo de cidade. Na liña do que temos comentado, o
control non se limitaba ás poses senon
que abarcaba todas as fases do proceso
fotográico, polo que pode dicirse que,
dentro das limitacións materiais e das
deinidas nos encargos, Viéitez traballa
á súa maneira.
13
14
Tivo unha Vespa (PO-33988) e
unha Lambretta (PO-11497). v. “Virxilio Viéitez, el fotógrafo de Soutelo”, en
http://www.miabueloteniaunaigual.es/
magazine/item/278-virxilio-vieitez-fotografo-soutelo.htmll, consulta: 8/VII/2015.
15
Virxilio Viéitez “tiña o único SEAT
1.500 con llantas brancas de toda Terra
de Montes”, segundo airma Margarita
Ledo na entrevista realizada para a tese
de doutoramento do autor deste artigo,
xa citada (tomo 2, p. 316, entrevista
realizada 19/XII/2012), ao tempo que
fai un debuxo da actitude de Véitez moi
próximo ao que se desprende dos comentarios da súa illa aos que nos temos
referido.
16
Se ven o vínculo entre a emigración galega e a fotografía foi sempre
moi estreito, con luxo de imaxes nas
dúas direccións, o feito é complexo e
non pode reducirse a un intercambio de
“boas novas”, pero pode verse no seu
conxunto como un mercado activo para
os fotógrafos. Tales observacións son
oportunamente apuntadas por Ramón
Villares no artigo “Un cronista social
dunha Galicia en transición: o fotógrafo
Virxilio Viéitez” en Virxilio Viéitez, op.
cit., pp. 193-215.
17
v. Flusser, Hacia una Filosofía de la
fotografía, Trillas, Sigma, México, 1990
(ed. orix. 1983).
18
O. Lugon, 2010, El estilo documental. De august Sander a Walker
Evans 1920-1945, Universidad de Salamanca, Salamanca, 2010.
19
Fixera positivados no CGAI, pero
o daquela director, Xosé Luís Cabo, parecía non amosar moito interese polo
traballo de Viéitez (v. Suárez Canal, entrevista 4/VII/2012 en E.J. Lista, op. cit.,
tomo 2, p. 533).
20
M. Sendón e X.L. Suárez Canal
(eds.), Virxilio Viéitez, colección Álbum,
CEF, Vigo, 1998. Outros libros a destacar
sobre o traballo fotográico deste autor
son os xa citados de La Fábrica (2008)
e o catálogo da súa exposición antolóxica no MARCO e Fundación Telefónica
(2011).
21
Para unha maior extensión na
análise da fotografía de Virxilio Viéitez
neste período e para unha maior profundización nos aspectos formais das
súas imaxes poden consultarse a monografía do CEF (1998) ou o texto de Manuel Sendón (2000) incuído no Nº29 da
revista Photovision, ambas referencias xa
citadas.
22
A maioría das fotografías desta
exposición eran de 50x50 cm, pero tamén había algunhas de 80x80 e un políptico con retratos de 20x30. Cómpre
advertir que, aínda que estes non fosen
os formatos orixinais (usualmente entre
os 4x3 cm das fotografías de identidade
e os 18x24, aínda que hai copias de ata
50x60 cando se trataba de fotografías
para enmarcar), estaban máis cerca dos
formatos das exposicións fotográicas
clásicas que dos das exposicións de arte
(ou da fotografía que parece querer asimilarse á apariencia da pintura).
23
Estes datos, así como a valoración
dos mesmos por Manuel Sendón, poden
atoparse no seu artigo “Virxilio Viéitez,
un desprazamento de espazo discursivo” en A Trabe de Ouro, Nº 96, Tomo
IV, Ano XXIV, 2013, pp. 75-86, tamén
dispoñible en Internet: https://manuelsendon.wordpress.com/2013-virxiliovieitez-un-desprazamento-de-espazodiscursivo/ consulta: 8/VII/2015.
24
Museo do Pobo Galego, Santiago
de Compostela; Encontros da Imagen de
Braga; Fundação Cupertino de Miranda,
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 149-165
Famalicão, Portugal; Canal de Isabel II,
Madrid; Pazo da Cultura, Pontevedra;
Museo del Bierzo, Ponferrada; Fundación Caixa Galicia, A Coruña; Centro Torrente Ballester, Ferrol; Convento de San
Francisco, Ourense; Instituto Jovellanos,
Gijón e Explorafoto, Patio de Escuelas de
la Universidad, Salamanca.
25
De entre as exposicións colectivas
nas que se ten amosado o traballo de
Virxilio Viéitez podemos destacar 150
Años de Fotografía en España, Círculo de Bellas Artes, Madrid e itinerante,
1999; PHotoEspaña 2000. España ayer
y hoy: escenarios, costumbres y protagonistas de un siglo, MNCARS, Madrid
e itinerante; Diarios Íntimos, Centre Cultural Fundació “La Caixa”, Granollers
e itinerante, 2000; The Spirit of Family,
Photographic Centre, Skopelos, Grecia,
2002; Alter Ego. Antropologies involuntaires, itinerante internacional, 20022004; Les Choix d’Henri Cartier-Bresson,
Fondation Henri Cartier-Bresson, París,
Francia, 2003 e CaixaForum, Barcelona, 2004; Le pire est à venir. Images
contemporaines du monde, Musée
Nicéphore Niépce, Chalon-sur-Saone,
Francia, 2003; Fotografía y arte. Variaciones en España 1900-1980, itinerante
España, 2004; The Ecstasy of Things,
Fotomuseum, Winterthur, Suiza e Spazio Oberdan, Milán, Italia, 2004-2005;
I Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla, Monasterio de Santa
María de las Cuevas, Isla de La Cartuja,
Sevilla, 2004; IV Bienal de Fotografía
Xavier Miserachs, Teatro Municipal, Palafrugell, 2006; Historia de la fotografía
en España, Fundación Caixa Galicia,
Santiago de Compostela, 2006; Rencontres d’Arles 2007, Arles, Francia;
Pequena historia da fotografía, CGAC,
Santiago de Compostela, 2009 ou Resiliences, Galerie VU’, París, Francia, 2010.
26
Poden resaltarse a do Centro Arte
Reina Sofía de Madrid, a da Fondatión
Cartier pour l´Art Contemporain de París ou a do Museo Nicéphore Niépce en
Chalon-sur-Saône (Francia). Cómpre facer notar que, tanto as fotografías que
se atopan na colección do Reina Sofía
(v.
http://www.museoreinasoia.es/coleccion/autor/vieitez-virxilio consulta: 8/
VII/2015) como as dispoñibles para a venda na galería Juana de Aizpuru (v. http://
juanadeaizpuru.es/stock/vieitez-virxilio/
consulta: 8/VII/2015) pertencen ao pe-
ríodo 1955-1965, ao que xa nos temos
referido, e que as copias que se manexan
están datadas no ano 1998, o da exposición de Viéitez na Fotobienal de Vigo
(anteriores polo tanto á mostra da galería VU). No que se reire ás coleccións de
arte galegas, é necesario observar aquí
un caso que afecta tamén a Viéitez aínda
que non só a este autor: as coleccións do
CGAC, Caixanova e o MAC (antes MACUF) posúen cadanseu exemplar do Cartafol Álbum que o CEF edita en 1999 con
imaxes de Rainiero Fernández, José Suárez, Virxilio Viéitez, Vari Caramés, Manuel Sendón e Xosé Luís Suárez Canal. O
Cartafol non igurará como unidade nos
rexistros das tres coleccións mencionadas, senón que en todas elas se ichará
por separado a cada un destes autores.
Atopar a Fernández ou Suárez como autores máis antigos dalgunha destas coleccións de arte contemporánea acaba producindo unha maior distorsión que o que
suporía á referencia a un cartafol editado
no 1999, e pode inducir tamén a certos
erros metodolóxicos na catalogación ou
na revisión das coleccións dende o pundo
de vista dunha análise histórica.
X.L. Suárez Canal, entrevista 4/
VII/2012 en E.J. Lista, op. cit., tomo 2,
p. 533.
27
28
M. Sendón, op. cit., 2013.
29
ibid.
As fotografías desta exposición
abranguen o período 1953 – 1980.
30
Comisariou unha exposición
sobre o tema: NeoRealismo. La nueva
imagen en Italia, 1932-1960, incuída na
edición de 2007 de PHotoEspaña.
31
32
Eduardo Arrollo manifestou unha
valoración similar na mesa redonda,
“Virxilio Viéitez, visto por los pintores”,
á que xa ixemos referencia. Rexistro
audiovisual dispoñible en http://espacio.
fundaciontelefonica.com/exposiciones/
virxilio-vieitez/ consulta: 1/IV/2014.
33
Habería moitos paralelismos entre o acontecido co caso de Arthur Bispo
do Rosario, segundo a análise de Mar
Caldas que xa temos citado.
34
A. Lucas, “A revelación do inmóbil. Formas de orbitar arredor de Virxilio
Viéitez” en Virxilio Viéitez, op. cit., p. 39.
No seu artigo “Una sorpresa, un
encuentro”, para o xa citado Nº29 da
revista Photovision, pp. 71-78.
35
36
M. Caldas, op. cit.
S. Penelas, entrevista 13/II/2012
en E.J. Lista, op. cit., tomo 2, p. 424.
37
38
M. Olveira, entrevista 25/IV/2012,
ibid., p. 392.
39
A.R. Samaniego, entrevista
10/V/2012, ibid., pp. 454-455.
40
D. Barro, entrevista 30/V/2012,
ibid., p. 65.
41
Szeeman coñece persoalmente
a Virxilio e a Keta Viéitez a través de
Carlota Álvarez Basso, quen o convida
a impartir unha conferencia no MARCO.
Despois deste contacto, Szeeman incluirá o fotógrafo de Soutelo na I Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de
Sevilla de 2004.
42
A.
Rodríguez,
entrevista
14/V/2013 en E.J. Lista, op. cit., tomo
2, p. 475.
43
X. Piñón, entrevista 5/III/2012,
ibid., pp. 439-440.
44
A. Patiño, entrevista conxunta
con Menchu Lamas 3/I/2013, ibid., p.
409.
45
R. Sarmiento, entrevista 27/
VI/201, ibid., pp. 497-498.
46
S. Fandiño, entrevista 17/VI/2013,
ibid., pp. 230-231.
47
S. Cendán, entrevista 8/V/2012,
ibid., p. 145.
48
R. Ramos Balsa, entrevista 29/
XI/2012, ibid., p. 470.
49
X.L. Vázquez, entrevista 21/
XII/2012, ibid., p. 563.
50
M. Ledo, entrevista 19/XII/2012,
ibid., p. 314.
51
J. Fontcuberta, “Haigas e meigas.
Fotografía de identidade, identidade da
fotografía” en J. Fontcuberta, M. Gondar, M. Sendón e X.L. Suárez Canal, op.
cit., 2000, pp. 75-83.
52
No texto “Virxilio Viéitez. Un
archivo rural”, introducción da xa citada referencia de La Fábrica (2008, pp.
7-14).
53
M. Sendón, op. cit., 2013, p. 82.
R. Barthes, A cámara clara. Relexión sobre a fotografía, Edicións Laiovento, Santiago de Compostela, 2003
(ed. orix. 1980). Citamos aquí a edición
en galego deste texto clásico, traducido
directamente dende o orixinal francés
por María Azucena Vázquez e François
Gauthier.
54
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 149-165
165
Enrique J. Lista Romay
O caso Viéitez
REALIDAD, ARTIFICIO Y FICCIÓN: LA REPRESENTACIÓN DE
LA CIUDAD MEDITERRÁNEA1
Data recepción: 2015/11/25
Data aceptación: 2016/11/14
Valeria Manfrè
Universidad de Valladolid
Contacto autora: valeriamanfre@gmail.com
RESUMEN
A lo largo del Renacimiento asistimos a una renovada exaltación de la vista como uno de los
sentidos más certeros y a la creciente importancia del papel del pintor respecto al narrador y de la
imagen respecto a la palabra. El mismo acto de mirar parece ejercer una fascinación extraordinaria,
convirtiéndose en el objeto de una iconografía especíica. En virtud de esta nueva cultura, el retrato
de ciudad debe acreditarse a través de una experiencia visual directa, que provocó el deseo de diferentes artistas europeos, – principalmente pintores y arquitectos – de viajar por el Mediterráneo.
Entre los testimonios del arte occidental se ha elegido el caso de las urbes sicilianas, mediante el
testimonio gráico o pictórico de algunos de los autores más emblemáticos. Así pues, las vistas y los
mapas se convirtieron en una temática de gran impacto, instrumentalizada por las monarquías, los
príncipes y los virreyes.
Palabras clave: cultura visual, edad moderna, Sicilia, Monarquía Hispánica, imágenes urbanas
ABSTRACT
Throughout the Renaissance we witness a renewed exaltation of sight as one of the most acute
senses, as well as the increasingly important role of the painter in relation to the narrator and the
image in relation to the word. The very act of looking seems to exert an extraordinary fascination
and becomes the subject of a speciic iconography. In keeping with this new culture, the view of the
city had to be accredited through a direct visual experience, which led many European artists, mainly
painters and architects, to travel around the Mediterranean. The case of the cities of Sicily has been
chosen from among the many examples of Western art and will be studied through the graphic or
pictorial accounts provided by some of the most important authors, who helped make views and
maps of cities a highly impactful ield, one exploited by monarchies, princes and viceroys.
Keywords: visual culture, Early Modern Age, Sicily, Spanish monarchy, urban images
A partir de la invención de la perspectiva
moderna como un método de construcción de
imágenes que se basaba en la predisposición a
la búsqueda de la verosimilitud, se inauguró un
periodo de gran relexión sobre la ciudad en términos iconográicos y descriptivos. La fortuna del
retrato urbano llevará a la difusión del mismo
en diferentes sectores de los ámbitos públicos
y privados que fueron reproducidos a partir de
distintas modalidades a través de láminas, pinturas, frescos, tapices, muebles, biombos, mosaicos
y relieves de mármol, bronce o madera2, representaciones que relejan también los diferentes
contextos culturales a la hora de concebir una
ciudad. Los testimonios gráicos renacentistas
respondían a una nueva demanda que satisfacía
las exigencias de una naciente clase burguesa
que se basó en una información topográica más
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 167-181
Valeria Manfrè
168
Realidad, artiicio y icción: la representación de la ciudad mediterránea
exhaustiva3, y las vistas con elementos “reales”
empezaron a relejar algunos hitos identiicativos
de una ciudad concreta con una evidente intencionalidad propagandística. Durante el siglo XVI,
los artistas desarrollaron una técnica diferente
para representar el microcosmo urbano reclamando un retrato verosímil4. Las vistas icónicas
reproducidas desde el Mundo Antiguo fueron
sustituidas por imágenes corográicas creadas
desde un punto de vista real5. Uno de los primeros retratos urbanos en perspectiva del Renacimiento, donde la forma de la ciudad se ofrecía
en toda su dimensión a los ojos del espectador,
es La lota aragonesa regresa al puerto de Nápoles, también denominada Tavola Strozzi (ca.
1472-1473), una cabecera de cama regalada por
Filippo Strozzi para Ferrante I6. La representación
verídica, global, realista y de una gran calidad
pictórica se realizó desde el mar adoptando un
punto de vista elevado de la ciudad de Nápoles
y su ejecución se atribuye actualmente al pintor,
miniaturista y cartógrafo lorentino Francesco Rosselli7. La ciudad de Nápoles se identiica
completamente y se representa en su globalidad,
aplicando los recursos de la perspectiva y de la
verosimilitud topográica (Fig. 1 a y b).
La reorganización humanística de los ámbitos del saber, las nuevas estrategias y tecnologías adoptadas para la representación urbana
que había forzado el imago mundi medieval,
supusieron para Italia y en particular modo para
Venecia, el desarrollo de una industria editorial
cartográica capaz de adoptar soluciones descriptivas del territorio, tanto textuales como visuales, sin precedentes y que tendrán una gran
importancia en el poder de la cultura visual capaz de recrear y poner antes los ojos el mundo8.
Además, el ansia de saber, el interés de unos
países por otros, produjeron las primeras compilaciones sistemáticas, los denominados como
atlas, que consagraron sus páginas a analizar
el sistema urbano conocido por entonces. Al
contrario de Venecia en Sicilia la disolución de
la unidad epistemológica medieval no se realizó a través de un próspera editorial impresa9 .
Hemos aludido a Sicilia puesto que, dentro del
panorama europeo, este trabajo analizará especialmente la producción iconográica de la isla,
Fig. 1 a y b. Francesco Rosselli, atribuido, Tavola Strozzi, detalle de Castel Nuovo y muelle de San Leonardo y detalle del centro
urbano, Nápoles, Certosa y Museo di San Martino, 1472-1473.
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su vinculación con la Monarquía Hispánica y el
sistema de comunicación gráica elegido por entonces que, como veremos, no recayó sobre un
único peril profesional.
Volver a mirar
Hacia 1450 circulaba por el Mediterráneo
el verso de un poema “Aggio visto lo mappamondo e le carte di navigazione. Ma la Sicilia
mi sembra la più bella del mondo. Ho visto tutte
le isole del mondo, ma per me l’isola più bella
-Cecilia- non si trova su nessuna carta. È venuta
dall’altro mondo”10. El verso es muy esclarecedor
porque sugiere la familiaridad del público con los
mapas del mundo, los portulanos y con el género literario de los isolari11. El humanista italiano
docto conocía las láminas del texto geográico
de Tolomeo, y las inalidades didácticas de los
mapas para aprender la geografía clásica y el uso
estratégico para las campañas bélicas. Al desaparecer los mappaemundi medievales caracterizados por un mundo tripartido conocidos como
los mapas T-O12, las cartas náuticas y los isolari
ligados al mundo mediterráneo fueron sustituidos o empezaron a convivir con otras fuentes
iconográicas. La cultura del Renacimiento tardío
presionó para que la ciudad ganase protagonismo a través de propuestas innovadoras y radicales, de este modo la vista corográica adquirió
rasgos distintivos también en Sicilia. La importante relación entre el retrato urbano, en todas
sus facetas y fórmulas “pictóricas”, y la experiencia concreta y sensible -primando el sentido
de la vista frente a otros- se pone de relieve al
percibir cómo la observación directa fue uno de
los principales parámetros con los que debieron
cumplir los artistas13, a menudo pintores, de las
primeras representaciones de la ciudad y de las
infraestructuras portuarias de la isla. Un fenómeno muy generalizado y que por aquel entonces
se extendía también al mundo de la ciencia moderna14. La necesidad de reproducir ielmente la
panorámica de una ciudad requería de una igura que combinase la ingeniería y la pintura, que
supiese manejar las técnicas del arte igurativo
pero desde el conocimiento del relieve militar,
para poder así reproducir tanto las vistas de los
lugares como las plantas de las fortiicaciones.
El caso del pintor Riccardo Quartararo (14431506) sirve para ilustrar este sugestivo intercam-
bio de oicio. Remunerado en el mes de enero
de 1496, Quartararo dibujó durante tres días la
fortaleza del Castellammare de Palermo (Fig. 2),
incluyendo proyectos para nuevas fortiicaciones, aunque no tenemos constancia de donde
se encuentran estos dibujos15. El recorrido por las
vistas de Sicilia vinculadas al interés por la representación al natural de las ciudades nos lleva al
pintor Polidoro da Caravaggio (ca. 1499-1543),
discípulo aventajado de Rafael Sanzio (14831520). Tras el saqueo de Roma, Polidoro estuvo durante un breve periodo en Nápoles y en
1528 se encontraba en Messina. La estancia en
Fig. 2. Anónimo, Castel amar de Palermo, Ms. 3, Madrid, Biblioteca del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, 1686.
la ciudad del Estrecho estuvo marcada por unos
encargos de carácter privado por los que estuvo
involucrado no solamente en obras de pintura,
sino también en proyectos para sepulcros, altares y creaciones arquitectónicas, tanto efímeras
como permanentes16. El 5 de mayo de 1534 Polidoro recibió una orden de pago para un encargo
del virrey Ettore Pignatelli, duque de Monteleone, que consistió en una serie de dibujos y pinturas de la “cità di Siragusa et suo porto la cità di
Augusta con suo porto et la terra de Milazzo”17.
Con toda seguridad el pintor entregó a su mecenas las tres vistas portuarias, tal y como testimonian los documentos de archivo: “detti disegni
innati fatti e li havi consegnati a nui”. Desgraciadamente desconocemos el paradero de estos
dibujos, si bien se han puesto en relación con las
primeras intervenciones sobre las fortiicaciones
sicilianas y con las obras encargadas al ingeniero
Antonio Ferramolino que trabajó por encargo
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del virrey Pignatelli en la supervisión de las fábricas y a la realización de plantas y proyectos18.
En 1533 Ferramolino fue enviado a inspeccionar
las ciudades de Siracusa, Augusta y Milazzo, un
encargo precedente al que correspondía una exigencia precisa, la voluntad por parte del virrey
de conocer el territorio para poder tomar, desde
lejos, decisiones adecuadas. Cuando las obras
de fortiicación concluyeron, se volvió a recurrir
a la práctica pictórica, tanto que a los pintores
les encargaron, nuevamente, los periles de las
ciudades. Este es el caso del pintor de Trapani
Francesco Soprano que, en 1536, fue el encargado de realizar los dibujos de las fortiicaciones de Palermo que había realizado previamente
Ferramolino19. También en España encontramos
noticias de dibujos de fortiicaciones encargados
a pintores. El conde de Tendilla, en 1549, encargó a un pintor anónimo los proyectos para
Gibraltar y Cádiz. Además, incluso en los Países
Bajos, es probable que el primero en introducir
el sistema italiano de fortiicación en la época
de Carlos V, fuese el pintor y arquitecto boloñés
Tommaso Vincidor (1493-1536) que, en 1520,
había viajado a los Países Bajos para encargar en
nombre de León X la ejecución de los tapices
de la Capilla Sixtina, obra de Rafael. Estos primeros ejemplos de vistas de ciudades otorgan
gran importancia a la visión directa del lugar, a
la correcta percepción del espacio donde habían
intervenido los técnicos de la Corona con nuevos proyectos defensivos. Son encargos que responden a exigencias militares, a la necesidad de
recrear la experiencia del testimonio directo de
las ciudades y fabricar el conocimiento o lo que
se esperaba que este ofreciese y que explicaría la
herramienta para explorar el espacio y de darle
forma. La creciente importancia de esta experiencia directa constituyó en Sicilia un episodio
signiicativo, tal y como lo demuestra una amplia
red de correspondencias seguidas por encargos
de vistas y mapas ligados a los mecanismos de
generación del conocimiento del territorio recorrido. Para la imagen verídica del territorio, el
virrey Ferrante Gonzaga pidió a Niccolò Sernini,
agente Gonzaga en Roma, el envió de un artista que trabajase a su servicio. Domenico Giunti
(Giuntalochi, Giuntalodi) fue elegido por su calidad como retratista y copista. Durante su estancia en Roma su labor estaba alejada del arte de
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la fortiicación por ello, para hacer frente a las
demandas del Gonzaga y antes de su traslado
en la isla, Giunti empezó a familiarizarse con el
lenguaje militar estudiando las obras proyectadas por Antonio da Sangallo el Joven20. Durante su estancia en Sicilia el artista trabajó en la
restructuración del Castellammare de Palermo,
en aquellos años era la residencia virreinal21, y en
1541 estuvo trabajando en la realización de las
vistas urbanas a color de las ciudades de Palermo, Messina, Trapani y Siracusa22. Por último, en
1548 retribuyó a Calcerano Orobello por haber
pintado sobre pergamino el castillo Maniaci de
Siracusa (Fig. 3)23.
Fig. 3. Gabriele Merelli, Castello di Siracusa, Ms. militari 39,
Túrin, Biblioteca Reale, 1677.
Esta tensión que marca desde la época de
Polidoro la cultura visual de la isla, se acentuó
en los años siguientes. El encargo de un mapa
de Sicilia al pintor lamenco Simone de Wobreck,
originario de Harlem se ofrece como ejemplo ulterior24. Wobreck llegó a Palermo en la segunda mitad del Cinquecento trabajando en Sicilia
desde 1558 hasta 1587 y su estancia estuvo
marcada por un elevado número de encargos25.
El 31 de agosto de 1560 al pintor se le pagaba
por “haviri designatu e coloritu li sola di questo
regno di Sicilia per ordini di li Spettabili Illustrissimi e Reverendissimi Visitatori”26, una petición
concreta, un mapa dibujado y coloreado y no
impreso27. En 1569 la realización de un mapa de
Sicilia seguía siendo una prioridad, un encargo
regio por mediación del virrey Francesco Ferdinando Avalos d’Aquino, marqués de Pescara. El
mapa debía responder a necesidades estrictas:
representar las tierras, los montes, promontorios,
ríos y “designarla et colorirla con la pintura e
miniatura necessaria”28, para primero conocer el
espacio, luego dibujarlo y por último gobernarlo.
En 1572 la Corona había encargado una revisión de las estructuras defensivas de la isla seguida de la elaboración de una memoria técnica
y de un corpus cartográico con vistas a la construcción de nuevas obras de defensa, solicitadas
al ingeniero mayor del Reino, Giovan Antonio
del Nobile. En el mismo año el Presidente del
Reino don Carlos d’Aragona Tagliavia, marqués
de Terranova, proporcionaba algunas indicaciones al ingeniero Nobile para visitar las fortalezas
del Reino:
cercherete in quella parte persone suficienti per pingere di buoni colori, in tela, con giusti
lineamenti delle piante, in prospettiva, i luoghi
sodetti dove si fanno o sono disegnati le fortiicazioni et insieme il paese della comarca et retrovando maestri atti, ci ni darrete avviso et del prezo et
tempo che domanderanno per fare l’opra la quale
doverà essere di alteza di quattro palmi et di larghezza di sei palmi29.
Además, de los lienzos se indicaban las dimensiones exactas (cm 100 x 150 ca.) que debían
permitir una eicaz y completa representación de
las vistas, y por último resultaba indispensable
poseer rollos fácilmente manejables para el envío a España. El sistema de comunicación gráica no se ajustaba únicamente a un único peril
profesional. Entre las líneas del marqués de Terranova se iniltraron las inquietudes culturales y
la cultura de la representación cartográica de la
época. El color y la pintura sobre lienzo de una
vista de pájaro “in prospettiva”, eran elementos
indispensables para alcanzar el emplazamiento
de sus arquitecturas y perímetros urbanos. La
intención fundamental era reproducir ielmente
para el espectador la extensa panorámica de la
ciudad. Se requería una igura que combinase
las características de un ingeniero y de un pintor,
que supiese manejar la técnica del arte igurativa
con el requisito de conocer el relieve militar para
reproducir las vistas de los lugares y las plantas
de las fortiicaciones sicilianas.
Según se desprende de la documentación los
mapas o las vistas de las ciudades costeras del
reino de Sicilia fueron instrumentalizados por la
monarquía y destinados, a menudo, al soberano.
No obstante hay algunas excepciones dado que,
en 1577, Wobreck fue elegido para representar
sobre lienzo algunas ciudades “lassando spacio
sotto ciascheduna città, terra, casale per sottoscriverci il numero di animi, de fuoghi e di cavalli e
fanti della militia […] con la vera e proporzionata
distanza e misura delle miglia […]”30 y un mapa
sobre lienzo encargo por el virrey Marcantonio
Colonna, que lo eligió entre el círculos de artistas
que gravitaban alrededor de la fábrica del Palacio Real de Palermo31. El mapa de Sicilia, miniado
en oro con la distinción de los tres valles de la
isla, Val Demone, Val de Noto (Sicilia occidental)
y Val de Mazara (Sicilia oriental) y la transcripción
de los datos de cada ciudad, según el contrato
estipulado, debió entregarse en dos meses. Estas
iniciativas señalan la gran destreza del pintor lamenco por las representaciones cartográicas y
un encargo directo del virrey Colonna para adornar el Palacio Real. El rey Felipe IV ordenaba al
virrey en Sicilia, incluso en 1633, la realización
de algunos retratos urbanos sobre lienzos a pintores que tuviesen la capacidad de representar la
orografía, el lugar de la ciudad amurallada y las
fortiicaciones acabadas o en curso32.
El triunfo del retrato urbano en las residencias palaciegas
Vale la pena, antes de seguir profundizando
en la cultura visual de la isla, tener en cuenta
estas primeras experiencias que contribuyeron a
un cambio radical, caracterizado por una actitud de síntesis más que de ruptura, con formas
de representación emergentes en otras áreas
de producción cultural. Instrumentos de propaganda política y cultural, las vistas y los mapas
empezaron a ser exhibidos de manera sistemática en un entorno doméstico, convirtiéndose en
iconos que relejan el estatus social del propietario33. La costumbre de adornar las paredes de
los ediicios con representaciones cartográicas
se remontaba a la edad clásica y se puede citar
como ejemplo la tabla de todo el mundo, conocida con el nombre de Pictus Orbis, grabada por
Agripa bajo el reinado de Augusto, y expuesta
al público en el porticus Polla en Roma. Durante
el Medioevo se solían pintar representaciones de
todo el mundo conocido en las paredes de los
ediicios públicos e iglesias, especialmente asociados con episodios de la creación del mundo o
de otros acontecimientos bíblicos34. Académicos
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Realidad, artiicio y icción: la representación de la ciudad mediterránea
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y profesionales agregaron un álbum de mapas
impresos y grabados a las crecientes bibliotecas
de sus studioli para el aprendizaje y la discusión
académica. Los mapas, por lo tanto, aunque podrían ser el resultado de una elaboración cientíica, se convirtieron en un producto cultural de
amplia circulación hasta ser colgados en las paredes de oicinas mercantiles o en los talleres de
artesanos y mercantes35.
Cabe señalar cómo en Italia y España encontramos numerosos ejemplos de decoraciones al fresco. Según Giorgio Vasari, fue el papa
Inocencio VIII el primero en inaugurar el género, comisionando a Bernardo Pinturicchio una
serie de vistas de ciudades italianas realizadas
entre 1484 y 1487 para la Loggia de la Villa
Belvedere del Vaticano y pintadas “alla maniera
de’ Fiamminghi”36. Roma podía presumir de tener un precedente mucho más antiguo. A este
respecto, Carlomagno poseía tres tablas con la
representación de Roma, Constantinopla y el
Mundo. El caso más destacado es, sin duda, la
Galería de los Mapas Geográicos del Vaticano
realizadas por encargo del papa Gregorio XIII y
bajo la dirección de Egnazio Danti (1536-1586)
cosmógrafo, arquitecto y matemático de Perugia que había sido responsable y director de la
decoración de los mapas pintados en el Guardaroba Nuova del Palazzo Vecchio de Florencia37.
La decoración del ciclo geográico fue realizada
entre 1580 y 1581 por un amplio grupo de artistas, entre ellos los lamencos Mathias y Paul
Brill y los italianos Gerolamo Muziano y Cesare
Nebbia38. Ya en 1575 el Papa había mandado
realizar un fresco con la imagen de Bolonia en
sus estancias privadas39. Es signiicativo que en
el mismo periodo en Nápoles en el refectorio de
San Lorenzo Maggiore donde se reunía el parlamento, fue realizado un programa pictórico del
todo parecido a la galería del Palacio Vaticano40.
El pintor Luis Rodríguez, discípulo del Cavalier
d’Arpino pintó en las paredes del refectorio los
mapas geográicos de las provincias del reino de
Nápoles y los Presidios de Toscana, mientras que
los lunetos y las bóvedas se cubrieron con decoraciones con grutescos. Podemos citar también
los mapas del Palazzo Ducale de Venecia41, la
sala de los mapas del Palazzo Farnese en Caprarola durante la década de 157042, el Palazzo del
Governatore en Perugia, los palacios genoveses,
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como el Palazzo Grimaldi de Mari, los Palazzi
Gonzaga, Marmirolo y de San Sebastiano encargados por Francesco II Gonzaga, IV marqués de
Mantua, la Galleria delle città del Palazzo Grande de la Sabbioneta farnesina43, o la Sala de stati
en el castillo de Spezzano44.
Siguiendo la moda de Italia, en España serán
los palacios reales quienes abran sus puertas a
estas vistas: las paredes del Pardo, el Alcázar Real
de Madrid y de Valsaín contenían mapas grandes y pequeños, dibujados o grabados, montados en lienzo y enmarcados para ser expuestos.
Las vistas del pintor Anton Van den Wyngaerde
(1525 ca.- 1571), natural de Amberes según el
testimonio de Diego de Cuelbis y Gil González
Dávila, debían decorar el Salón Grande del Alcázar de Madrid, -una especie de galería corográica y de representación regia- después de haber
sido pintadas a temple45. La Casa de Campo, el
Alcázar de Toledo y el Buen Retiro fueron, incluso, decorados con pinturas topográicas. De
este modo, los monarcas Carlos V y Felipe II
contrataron a artistas italianos para realizar estas decoraciones al fresco. Las batallas navales
y militares constituyeron la ocasión idónea para
la representación de estas vistas. En las paredes
de la antesala del Peinador o Tocador de la Reina
de la Alhambra de Granada, los pintores Julio
Aquiles y Alejandro Maigner -llegados a España
a instancias de Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V, para la decoración de su palacio
en Valladolid y Úbeda- realizaron escenas de la
batalla de Túnez de 1535 de Carlos V contra el
pirata Barbarroja, el lugar en donde pasó la lota
desde Cagliari hasta Trapani46. La obra arquitectónica del palacio del Viso realizada a instancias
del Marqués de Santa Cruz, Álvaro de Bazán y
Guzmán (1526-1588), con las decoraciones de
los corredores de Juan Bautista Castello, llamado el Bergamasco (1509-1569) y otros pintores
italianos, es otro ejemplo de palacio renacentista
en España de representaciones urbanas, marinas, paisajísticas y alegóricas de naciones y ciudades relacionadas con algunas de sus victorias
navales47.
La costumbre de adornar las paredes con
mapas pintados sobre lienzo, en lugar de realizar
frescos para poder así ser fácilmente actualizados en las nuevas obras defensivas que se iban
desarrollando en las ciudades del reino caracterizó también el ambiente cortesano de la isla.
Recordamos el caso del mapa de Sicilia comisionado a Wobreck elegido por el virrey Colonna
entre los numerosos artistas que gravitaban en
la corte palermitana, aun cuando no constituyó
su único encargo. Otros lienzos, supuestamente de temática geográica, debían adornar el
aposento Sala dei Quattro venti o della Vetrata del virrey Avalos dentro del Palacio Real de
Palermo48. De este modo, las vistas y los mapas
se convirtieron en un tema de gran impacto, instrumentalizado por las monarquías, príncipes y
virreyes. La presencia de pinturas de paisajes se
reveló, a estas alturas, como una elección que
cumplía plenamente la consolidación del género
durante el siglo XVII también en Sicilia, donde
virreyes, nobles y coleccionistas se adaptaron a
las nuevas tendencias. A este propósito, y aunque sea brevemente, recordamos la decoración
aprontada en el palacio regio por el virrey catalán Diego Enríquez de Guzmán, conde de Alba
de Liste, entre 1585 y 1592, que para la decoración de sus aposentos hizo llegar a la isla una
serie de obras lamencas y un número impreciso
de “dipinti di diversi paese”49. Antonio Moncada
poseía ochenta y tres cuadros entre paisajes y
vistas y otras pinturas con escenas de naufragios
realizadas por el pintor Pietro D’Asaro en la segunda década del siglo XVII50. Conviene recordar
también los treinta y ocho cuadros ovales que
representaban paisajes con ermitaños colgados
en la parte superior de las paredes de la galería
genealógica de la Loggia de la Porta Nuova de
Palermo, uno de los ambientes más representativos de la quadreria encargada por el virrey Emanuele Filiberto de Savoia51. Así mismo debemos
mencionar también los dos mapas de Malta y
Sicilia (Fig. 4) que adornaban un gran espacio de
representación, la Galería de los retratos de los
virreyes del ya citado palacio virreinal de 168252,
que relejaron el interés por la pintura de paisaje
que, a partir de Felipe II hasta las instalaciones
del Buen Retiro de Felipe IV, caracterizó las colecciones españolas53. El poder de las monarquías,
como ha sido señalado por Felipe Pereda y Fernando Marías, se relejó no solo en los retratos
dinásticos, la representación de sus territorios y
ciudades pronto compartió ese mismo papel54.
La adopción de los frescos o lienzos de ciudades
nos conduce a pensar en la relevancia de la frase
de Enrico Guidoni, es decir, “nos encontramos
frente a la instrumentalización de la imagen con
ines de gloriicación del príncipe o del Estado”55,
una colección de retratos urbanos que van a
crear un patrimonio de imágenes oiciales.
Fig. 4. Anónimo, Mapas de Sicilia y Malta, detalle, Ms. 3, Madrid, Biblioteca del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, 1686.
Sicilia: más allá de sus fronteras
La importante relación entre retrato urbano y realización ad vivum se pone de relieve al
observar cómo la verosimilitud fue uno de los
principales parámetros que debieron cumplir los
autores de las primeras representaciones cartográicas de los territorios bajo el dominio de
la Monarquía Hispánica. Así como declaraba el
mismo Wyngaerde, uno de los artistas más prolíicos y célebres del siglo XVI dedicados a la representación de la ciudad56, sus imágenes corográicas eran supuestamente según sus palabras
“fecit ad vivum” (Figs. 5 a-g) es decir realizadas
delante de las ciudades representadas57. No obstante la imagen inal de la ciudad, de hecho, fue
modiicada y dibujada desde diferentes puntos
de vista y enriquecida con pequeños detalles de
cada toma para mejorar el aspecto de la misma58. Aunque el propio artista era un testigo
presencial, el término ad vivum, a menudo, sólo
implicaba que el autor hacía un esfuerzo por
reproducir la realidad lo más ielmente posible,
inspirándose en una estampa o un dibujo de
gran conianza. Nos referimos al encargo de las
vistas de ciudades de la península ibérica a Wyngaerde que relejan los intereses cientíicos59,
las preocupaciones humanísticas de Felipe II y
la voluntad de obtener un “retrato verdadero”
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Figs. 5 a-g. Anton van de Wyngaerde detalles de las ciudades de: Toledo, Viena 19, Viena, National-Bibliotjek, 1563;
Zaragoza, Viena 10, Viena, National-Bibliotjek, 1563; Barcelona, Viena 3, Viena, National-Bibliotjek,1563; Játiva, Viena
70, Viena, National-Bibliotjek, 1563; Cádiz, Viena 75, Viena,
National-Bibliotjek, 1567 (ejemplares de la National-Bibliotjek
de Viena); Tarragona, Oxford Large IV 105, 1563; Segovia,
Oxford, Large IV 100bottom, 1562 (ejemplares del Ashmolean
Museum de Oxford).
del mundo según la corriente cultural del resto
de Europa del siglo XVI, que se releja en la creciente demanda de las colecciones cartográicas
de Sebastian Münster Cosmographia universalis
(1550), Abraham Ortelius Theatrum orbis terrarum (1570), de Georg Braun y Franz Hogenberg
Civitates Orbis Terrarum (1572-1618)60.
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Los monarcas Habsburgo, como hemos visto, utilizaron frecuentemente el recurso visual
para conocer y controlar sus propios territorios.
Carlos V llegó a encargar al cartógrafo neerlandés Jacob van Deventer (1500/1505 ca.-1575)
viajar por los Países Bajos con el in de realizar
las mediaciones necesarias para el trazado de los
mapas61. Felipe II encargó las ya citadas vistas de
las ciudades de la península ibérica a Wyngaerde
y también Felipe IV tenía un gran interés en el
estudio de la geografía, y así lo manifestó con
distintos encargos de carácter cartográico. Su
política de defensa se releja en el estudio de las
costas del reino encargada al portugués Pedro
Texeira (1595 ca.-1662)62.
La necesidad y los encargos cartográicos por
parte de la Corona incluyeron también sus dominios. En el caso de Sicilia la realización ad vivum,
el nivel de verosimilitud parece ser uno de los
principales parámetros con los que deben cumplir
también los autores de los primeros atlas urbanos de Sicilia63. El primer atlas completo que nos
ha llegado fue realizado por el ingeniero Tiburzio
Spannocchi (1541-1606)64, recibió el encargo del
virrey Colonna, en 1577, de realizar un minucioso
examen del litoral siciliano y proyectar una red de
estructuras defensivas65. Nuevamente una de las
características imprescindibles para realizar mapas
o vistas corográicas debía ser la visión directa del
territorio. Quizá se encuentre explicación a partir
de la dedicatoria, en donde Spannocchi insiste sobre la importancia de la observación directa, con
el in de realizar un álbum para que la Monarquía
poseyera informaciones seguras:
conocí lo mucho que importava para un príncipe tan grande como es V.ra Alteça, tener de cada
Reino semejante relación para poder según las ocasiones, ver las particularidades que yo en esta tengo
apuntadas, y conforme a ellas manda prover a los
inconvenientes y molestias que las malas vencidades
suelen causar [...]. Estas materias de geograia, por
ordinario, solamente los que en esta profesión se
ocupan, se reieren a relaciones agenas, lo cual no
he querido yo hazer, porque he visto a vista de ojos y
passeado con mis pies lo que aquí descrivo, como se
puede conocer cotejando esta mi descrición, con las
demás de aquel Reino que andan impresas66.
El atlas parece resumir dos méritos, el de la
belleza pictórica y el de la verosimilitud a través
de detalles pintorescos y topográicos (Fig. 6). No
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Realidad, artiicio y icción: la representación de la ciudad mediterránea
Fig. 6. Tiburzio Spannocchi, Catania, Ms. 788, Madrid, Biblioteca Nacional de España.
obstante, la colección de Spannocchi no parecía
satisfacer la necesidad por parte del Monarca
de conocer y escrutar a través del medio visual
la isla. De hecho son muy escasos los estudios
para ediicios concretos, solamente nos han llegado pequeños bocetos de las torres, castillos y
almadrabas que ilustran el margen de la redacción literaria del proyecto. Hacía falta, por tanto,
un estudio más exhaustivo y en 1583 se encargó
una segunda inspección al arquitecto Camillo
Camilliani, elegido por su talento y habilidades
como dibujante en el campo de la edilicia hasta
ser involucrado en la febril actividad ediicatoria de la ciudad. Después de su recorrido por la
isla en 1584, Camilliani realizó una Descrittione
dell’isola di Sicilia67. La Descrittione permitió a la
Corona elaborar estrategias de defensa para la
isla de Sicilia desde la distancia, basándose en el
sistema de representación cartográica adoptada, con anterioridad, por Spannocchi y después
por Camilliani como instrumento de conocimiento y control del territorio. En cualquier caso, la
imagen es el resultado de una elección meditada
y la misma plasma, en innumerables variantes, el
recorrido del ingeniero-arquitecto, ya sea Spannocchi o Camilliani. Para ambos, la visión directa
del territorio fue una característica indispensable
a la hora de realizar los respectivos atlas. Los dibujos fueron realizados para relejar la realidad
física de la ciudad y de las principales fortalezas
de la isla.
Paralelamente a la producción de imágenes
encargadas por la corte a ingenieros, arquitectos
o pintores, circularon también retratos de ciudades por artistas europeos. Estos se beneiciaron
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de distintas fuentes o prototipos para sus realizaciones, y las vistas realizadas mediante la observación directa de la ciudad fueron creciendo
cada vez más. Sin embargo, junto a éstos, circulaban retratos que fueron reciclados, como en el
caso del Liber chronicarum (1493) de Hartmann
Schedel (1440-1514), otorgando a la imagen
un sentido más simbolista que descriptivo. Un
gran número de retratos urbanos de la crónica
son láminas que muestran ciudades basadas
en patrones arquitectónicos y urbanísticos de
Italia68. La cúpula de Brunelleschi, por ejemplo,
fue extrapolada de su contexto y reinterpretada
perfectamente en un contexto alemán, la ciudad
de Tréveris69. La imagen representa determinados
ediicios asociados a su imaginario previamente seleccionado por los pintores que colaboraron en la realización de la obra. De este modo,
los elementos convencionales se mezclaron con
otros más realísticos. A causa de estas representaciones convencionales, donde posiblemente la
composición se basaba en notas de viajes por
parte de un artista que tenía unos conocimientos
de la ciudad representada, se podía identiicar
solamente la mitad de las vistas representadas
por Schedel70. Los retratos urbanos se impusieron y se vincularon a temas enlazados con las
necesidades de su tiempo y revelaron una densa
trayectoria cientíica, social y cultural. De este
modo el texto literario y no solamente la visión
directa del lugar, podían guiar hacia una lectura de la urbe ligada a la percepción colectiva,
subjetiva y social. La palabra, a diferencia de la
Edad Media, tuvo que ajustarse al lenguaje iconográico, de modo que en el mundo moderno
la relación entre la imagen y la palabra se vio
alterada71.
En el caso de Sicilia, para la vista de Catania
encargada en 1592 por Antonio Stizza al comerciante, editor y grabador de origen lamenco Nicola Van Aelst (1526 ca.-post 1613) aincado en
Roma72, fue posible recuperar las descripciones
corográicas de Pietro Bembo, De Aetna (Venecia 1496) o de Tommaso Fazello, De Rebus Siculis decades duae (Palermo 1558), que subrayaban el mito de la fertilidad de la tierra gracias
al volcán Etna, marcando la relación entre la
ciudad y el volcán. La representación del volcán
expresaba el deseo de cumplir con las expectativas de la comunidad culta europea en compara-
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ción a un fenómeno que, desde siempre, había
despertado un gran interés y curiosidad, incluso
en la literatura cientíica y geográica así como
en la mitológica y en la religión. Las descripciones detalladas de las ciudades sicilianas de Pietro
Ranzano, Claudio M. Arezzo, Fazello, llamado
el padre de los historiadores de Sicilia, de Giulio Filoteo degli Omodei y el Lexicum siculum
del historiador regio Vito Amico, entre otros, se
emplearon con frecuencia durante varios siglos
y pueden valer como clave de lectura para comprender y contextualizar las representaciones,
no solo de Catania sino también de Messina y
Palermo73.
Sin embargo, las imágenes que tuvieron más
difusión no siempre son las más precisas a nivel
cientíico. Uno de los casos más emblemáticos se
reiere a la iconografía urbana de Messina, de la
que reprodujeron numerosas ediciones a partir
de una única vista, con seguridad revisada y actualizada gracias a la ayuda prestada por un corrector de la ciudad, cuya identidad se desconoce a día de hoy. Esta vista parece ser el prototipo
para la vista grabada por Gaspare Argaria (Fig. 7)
y editada por Antoine Lafréry (Roma 1567) y que
siguió utilizándose por los editores vénetos a
partir de Ferrando Bertelli (Venecia 1568), hasta
conluir entre las páginas del primer volumen del
atlas de ciudades de Braun y Hogenberg (Colonia 1572)74. No obstante, y respecto a los artistas
de la escuela Italiana, que gozaban de una posible triple fuente de modelos, el contacto directo
con los propios ediicios o a través de grabados
y descripciones corográicas, en el caso de los
Fig. 7. Antoine Lafréry, La nobile città di Messina, 1567 (grabado de Gaspare Argaria).
artistas del norte de Europa, la situación fue muy
distinta. La realidad urbana de Messina reproducida por Lafréry que se caracteriza por los cobertizos del arsenal nuevo construido en la península falciforme de San Raineri en 1565, la alusión a
la costa de Calabria y los techos de las viviendas
al estilo mediterráneo, se verá deformada noventa años después por artistas del norte de Europa
que, en la mayoría de los casos, se encaraban
viajes por la península rápidos y puntuales75. Esto
explicaría la ausencia del arsenal, la presencia
de los techos inclinados para la nieve, que no
tienen ninguna relación con la tradición mediterránea costera, la representación de la linterna,
que no corresponde con la que fue proyectada
por el lorentino Giovanni Angelo Montorsoli, y
que fue ielmente representada por Lafréry y los
sucesivos italianos.
Las representaciones encargadas por la Monarquía Hispánica coexistieron con retratos urbanos propagados por la técnica del grabado y
pensados para las masas76. La producción mecánica, alejada de quien dibujó el original, y por ello
contraria a la noción del retrato ad vivum, navegó
por el mundo del conocimiento. Así, nos encontramos ante lo que podríamos designar como el
triunfo de la reproducibilidad técnica de la época
moderna77. Al lenguaje verbal más convencional,
como podrían ser las descripciones corográicas
de las ciudades sicilianas, le siguió una uniformidad de miradas que conluyeron hacia unas
representaciones visuales casi idénticas y manipuladas. En cualquier caso, el efecto multiplicador no implicó la renuncia a las preocupaciones
pictóricas ni a la fascinación estética de la vista
de pájaro, que perduraron hasta el siglo XIX. Esta
circunstancia es evidente, a modo de ejemplo, a
partir de las imágenes de Palermo, de Messina y
Catania realizadas por el pintor y arquitecto Alfred Guesdon (1808-1876) en la obra, Italie à vol
d’oiseau (Paris 1849)78. El valor de una colección
cartográica, de un mapa o de una vista varió según la época, el contexto o el patrono79. Conocer el objetivo de estos testimonios iconográicos
puede ayudar a comprender las deformaciones y
omisiones y entender el in de los mismos.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 167-181
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Valeria Manfrè
Realidad, artiicio y icción: la representación de la ciudad mediterránea
Valeria Manfrè
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Realidad, artiicio y icción: la representación de la ciudad mediterránea
NOTAS
1
Una versión preliminar de algunas
ideas aquí expuestas fue presentada en
el Seminario Internacional Miradas especulares sobre la Ciencia y el arte en
la Corte celebrado en la Universidad
Autónoma de Madrid y en el Consejo
Superior de Investigaciones Cientíicas
en abril de 2015. El presente trabajo se
ha desarrollado gracias a la inanciación
del Ministerio de Economía y Competitividad (Programa Juan de la Cierva)
formación en el marco del proyecto I+D,
El Greco y la pintura religiosa hispánica
(HAR2012-34099).
2
Sobre este último aspecto véase
M. Visone, “Rafigurazioni scolpite di
città sotto assedio tra Napoli e Venezia”,
en L’iconograia delle città svizzere e
tedesche nel contesto europeo. Dai
prototipi alla fotograia (C. de Seta y D.
Stroffolino, Ed.), Edizioni Scientiiche Italiane, Nápoles, 2012, pp. 319-342.
3
El mismo Vasari (Le vite de’ più
eccellenti pittori, scultori e architetti,
in Le Opere (G. Milanesi, Ed.) Sansoni,
Florencia, 1906, Vol. III, pp. 173-174) se
orgullece de utilizar unos instrumentos
para la realización de la vista de Florencia bajo asedio de 1530, pintada en el
Palazzo Vecchio. Durante el Cinquecento, de hecho, asistimos a la producción
de distintos tratados relativos a instrumentos cientíicos utilizados para el
levantamiento topográico. Sobre este
tema véase el estudio de D. Stroffolino,
La città misurata. Tecniche e strumenti
di rilevamento nei trattati a stampa del
Cinquecento, Salerno, Roma, 1999;
íd., “Trattati e strumenti di rilevamento fra il Cinquecento e il Settecento”,
en L’immagine della città europea dal
Rinascimento al secolo dei Lumi (C. de
Seta, Ed.), Skira, Venecia, 2014, pp.
109-123, y relativa bibliografía.
4
Sobre la clasiicación y terminología especiica de las distintas vistas
de ciudades ha prevalecido la clasiicación de Raleigh Skelton (Introducción
en G. Braun, Civitates Orbis Terrarum,
1572-1618, Theatrvm Orbis Terrarum,
Amsterdam, 1965). Más recientemente Fernando Marías ha propuesto otro
esquema válido F. Marías, “Tipologia
delle immagini delle città spagnole”, en
Città d’Europa iconograia e vedutismo
dal XV al XVIII secolo (C. de Seta, Ed.),
Electa Napoli, Nápoles, 1996, pp. 109117. Otra clasiicación ha sido propuesta
por Lucia Nuti que en lugar de vista la
vista a vuelo de pájaro utiliza la expresión pianta prospettica y la dota de un
soporte cientíico. Véase L. Nuti, “The
Perspective Plan in the Sixteenth Century: the Invention of a Representational
Language”, Art Bulletin, vol. 76, 1994,
pp. 105-128.
5
Esta tipología de vista se caracterizaba por ser imágenes esquemáticas y
ausentes de rasgos que permitiesen su
identiicación, de hecho representaban
el concepto de ciudad. Cf. Marías, “Tipologia”, p. 101.
6
G. Pane, La Tavola Strozzi tra Napoli e Firenze. Un’immagine della città
nel Quattrocento, Grimaldi, Nápoles,
2009.
7
Para una síntesis véase C. de Seta,
Ritratti di città, dal Rinascimento al secolo XVIII, Einaudi, Turín, 2011, pp. 13-25.
Para la atribución de la pintura a Francesco Rosselli véase íd., “La fortuna del
“ritratto di prospectiva” e l’immagine
delle città italiane nel Rinascimento”, en
A volo d’Uccello, Jacopo de’ Barbari e le
rappresentazioni di città nell’Europa del
Rinascimento, Arsenale, Venecia, 1999,
pp. 28-36.
Véase, D. Woodward, Cartograia
a stampa nell’Italia del Rinascimento,
Sylvestre Bonnard, Milán, 2002, p. 18.
8
En Sicilia solamente la ciudad de
Messina presumía de una lorida actividad tipográica basada en la producción
de cartas náuticas. A este respecto véase
A. Ioli Gigante, “Le oficine di carte nautiche a Messina nei secoli XVI e XVII”,
Archivio Storico Messinese, vol. XXX,
1979, pp. 101-113.
9
10
A. W. Atlas, “Aggio visto lo
mappamondo a new reconstruction”,
en Studies in Musical Sources and Style:
essays in Honor of Jan LaRue (E. Wolf,
y otros, eds.), A-R Editions, Madison,
Winsconsin, 1990, pp. 109-117.
11
Entre el siglo XV y XVII nació el
género literario de los isolari, género que intentó representar el espacio
combinando el simbolismo de las cartas
náuticas con la descripción corográica e
histórica de los lugares visitados. Sobre
los isolari véase G. Tolias, “Isolarii, Fifteenth to Seventeenth Century”, en The
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 167-181
History of Cartography. Cartography in
the European Renaissance (D. Woodward, Ed.), vol. III, parte I, The University
of Chicago Press, Chicago, 2007, pp.
263-284.
12
Para este tipo de mapas véase L.
S. Chekin, Northern Eurasia in Medieval
Cartography: Inventory, Texts, Translation, and Commentary, Brepols, Turnout, 2006, pp. 27-74. D. Woodward,
“Medieval Mappaemundi”, en History
of cartography. Cartography in Prehistoric, Ancient, and Medieval Europe
and the Mediterranean (J. B. Harley, D.
Woodward, Eds.), vol. I, parte III, The
University of Chicago Press, Chicago,
1987, pp. 286-370.
13
Sobre la estrategia retórica utilizada para autentiicar la imagen urbana
véase las relexiones de H. Ballon y D.
Friedman, “Portraying the City in Early
Modern Europe: Measurement, Representation, and Planning”, en The History of Cartography, vol. 3. Cartography
in the European Renaissance (D. Woodward, Ed.), vol. 3, Part. I, The University
of Chicago Press, Chicago, 2007, pp.
680-704.
14
J. Pimentel, El Rinoceronte y el
Megaterio. Un ensayo de morfología histórica, Abada, Madrid, 2010, pp. 80-81.
15
Cf. G. Di Marzo, La pittura in Palermo nel Rinascimento, Reber, Palermo,
1899, p. 195.
16
Sobre los dibujos y la actividad de
Polidoro a Messina, véase P. Leone de
Castris, Polidoro da Caravaggio. L’opera
completa, Electa Napoli, Nápoles, 2001.
Véase también M. R. Nobile, “Alle origini del ‘barocco meridionale’: Archi
efimeri a Napoli e Messina tra la ine
del VI e primo XVII”, en Fiestas y mecenazgo en las relaciones culturales del
Mediterráneo en la Edad Moderna (R.
Camacho Martínez, Coord.), Ministerio
de Economía y Competitividad, Madrid,
2012, pp. 115-122. Recientemente se
han encontrado dos dibujos de Polidoro
durante su etapa siciliana que, sin embargo, no se relacionan con las vistas
aquí citadas. Véase a este respecto, D.
Franklin, “Some new drawings by Polidoro da Caravaggio from his Sicilian period”, Master drawings, vol. 48, núm. 2,
2010, pp. 155-162.
17
Archivio di Stato, Palermo (ASPa),
Tribunale del Real Patrimonio, Lettere
Viceregie, vol. 295, c. 261v, citado por
T. Viscuso, “Carlo V e Ferrante Gonzaga in Sicilia”, en Vincenzo degli Azani
da Pavia e la cultura igurativa in Sicilia
nell’età di Carlo V (T. Viscuso, Ed.), Ediprint, Siracusa, 1999, p. 28.
18
Ibíd., pp. 25-37.
Cf. A. Palazzolo, Le torri di Deputazione nel regno di Sicilia (1579-1813),
ISSPE, Palermo, 2007, p. 86, nota 96.
19
20
S. Deswarte-Rosa, “Domenico
Giuntalodi, peintre de D. Martinho de
Portugal à Rome”, Revue de l’Art, vol.
80, 1988, pp. 52-60: 57. Sobre Giunti
véase la monografía de N. Soldini, Nec
spe nec metu. La Gonzaga: architetturas
e carte nella Milano di Carlo V, L. S. Olschki, Florencia, 2007.
21
Tenemos constancia de algunas
misivas de 1541 y 1542 entre Giunti y
Gonzaga mientras este último se encontraba en Messina con la que el pintor,
desde Palermo, informaba de las obras
llevadas a cabo en el Castellammare. Cf.
G. Di Marzo, La pittura a Palermo nel Rinascimento, storia e documenti, Reber,
Palermo 1899, pp. 195 y 278 y G. Campori, Lettere artistiche inedite, tipograia
dell’erede Soliani, Modena, 1866, p.
248. Sobre las obras arquitectónicas de
Giunti véase M.S. di Fede, “La gestione
dell’architettura civile e militare a Palermo tra XVI e XVII secolo: gli ingegneri
del regno”, Espacio, Tiempo y Forma,
serie VII, núm. 11, 1998, pp. 135-153:
137, nota 5.
“Pittori iamminghi nella Sicilia occidentale al tempo di Pietro Novelli, nuove
acquisizioni documentarie”, en Pietro
Novelli e il suo ambiente (M. P. Demma, Ed.), Flaccovio, Palermo, 1990, pp.
101-114; G. Mendola, “Un approdo
sicuro. Nuovi documenti per Van Dyck
e Gerardi a Palermo”, en Porto di mare
1570-1670, pittori e pittura a Palermo
tra memoria e recupero (V. Abbate, Ed.),
Electa Napoli, Nápoles, 1999, pp. 88-93.
25
Sobre el pintor lamenco véase
T. Viscuso, Simone de Wobreck, en L.
Sarullo, Dizionario degli artisti siciliani,
Pittura, vol. II, Palermo, 1993, pp. 572573; A. G. Marchese, B. de Marco Spata,
“Albina, Navarrete, Novello, Potenzano,
Wobreck & co. Nuovi documenti sui
pittori siciliani della Manera”, en Manierismo siciliano. Antonino Ferraro da
Giuliana e l’età di Filippo II di Spagna
(A.G. Marchese, Ed.), Actas del congreso de estudios de Giuliana, Castello
Federiciano, 18-20 de octubre de 2009,
Ila Palma, Palermo, 2010, pp. 345-372.
26
ASPa, Secrezia di Palermo, vol.
444, f.122, publicado por F. Meli, “Simone de Wobreck pittore olandese”,
Archivio Storico Siciliano, n.s., a. III, fasc.
2, 1878, pp. 202-207.
27
Sobre los mapas impresos de Sicilia (1477-1861) véase el estudio exhaustivo en Sicilia 1477-1861. La collezione
Spagnolo-Patermo in quattro secoli di
cartograia (V. Valerio, Ed.), 2 vols., Edizioni Paparo S.r.L, Nápoles, 2014.
Sobre la actividad siciliana de
Domenico Giunti véase: G. Grosso Cacopardi, Memorie storiche di Antonino
Paolo Pilaja, Domenico Giuntalocchi e
Giacomo del Duca, Stamp. di T. Capra,
Messina, 1842; A. Giuliana Alajmo, Architetti regi in Sicilia dal sec. XIII al sec.
XIX, S. Pezzino e F., Palermo, 1952, pp.
12-13.
28
ASPa, Real Cancelleria di Sicilia, vol. 425, ff. 485-486, publicado
por L. Gazzè, “Le carte cinquecentesche per il governo del territorio”, en
L’insediamento nella Sicilia d’età moderna e contemporanea (E. Iachello, P. Militello, Eds.), Actas del Congresso Internacional, Catania 20 septiembre de 2007,
Edipuglia, Bari 2008, p. 79.
Cf. Palazzolo, Le torri, p. 86, nota
29
Archivo General de Simancas
(AGS), Estado, 1137, f. 107, 2 de julio
de 1572, publicado por L. Dufour, Atlante storico della Sicilia: le città costiere nella cartograia manoscritta 1500-1823,
A. Lombardi, Palermo, 1992, p. 45.
22
23
96.
24
ASPa, Real Cancelleria di Sicilia,
vol. 425, ff. 485-486v, Carta del virrey
Avalos, marqués de Pescara, 20 de marzo de 1560, publicada por R. Giuffrida,
Il De’ Medici e il progetto del Piazzi per
una carta geograica dell’isola, Accademia nazionale di scienze lettere e arti di
Palermo, Palermo, 2002, p. 14. Sobre el
panorama igurativo y el amplio grupo
de pintores lamencos véase T. Viscuso,
ASPa, Tribunale del Real Patrimonio, Lettere Viceregie, vol. 653, f.
462r, 20 de agosto de 1577, publicado por C.A. Garui, Fatti e personaggi
dell’Inquisizione in Sicilia, Sellerio, Palermo, 1978, p. 209.
30
31
ASPa, Tribunal del Real Patrimonio, Lettere Viceregie, vol. 653, f. 462v,
publicado por Gazzè, “Le carte”, p. 80.
32
Cf. F. Negro, C. M. Ventimiglia,
Atlante di città e fortezze del Regno di
Sicilia 1640 (N. Aricò, Ed.), Sicania, Messina, 1992, pp. XIII-XIV.
33
Cf. J. Schulz, “Maps as Metaphors: Mural Map Cycles of the Italian
Renaissance”, en Art and Cartography
(D. Woodward, Ed.), University of Chicago Press, Chicago, Londres, 1987, pp.
97-122. Sobre el uso de los mapas en los
espacios domésticos venecianos véase
C. Genevieve, “Making an Impression:
The Display of Maps in Sixteenth-Century Venetian Homes”, Imago Mundi,
vol. 64, 2012, pp. 28-40.
34
Estas representaciones cartográicas, sin embargo, reproducen modelos
arcaicos que se alejan de las consideradas por el presente estudio. Véase sobre
este asunto Le pitture murali della Galleria delle carte geograiche (R. Almagià,
Ed.), vol. III, Biblioteca Apostolica Vaticana, Città del Vaticano, 1952, p. 11.
35
Sobre el uso de los mapas en ámbito lamenco véase S. Alpers, Arte del
descrivere. Scienza e pittura nel Seicento olandese, Bollati Boringhieri, Turín,
2011, 195-275.
36
G. Vasari, Le vite, p. 498.
Le pitture murali; F. Fiorani, Carte
dipinte, arte, cartograia e politica nel Rinascimento, Panini, Modena, 2010, pp.
31-55; íd., “Post-Tridentine ‘Geographia
Sacra’. The Galleria delle Carte Geograiche in the Vatican Palace”, Imago
Mundi, vol. 48, 1996, pp. 124-148.
37
38
La Galleria delle Carte Geograiche in Vaticano (L. Gambi, A. Pinelli,
Coord.), 3 vols., Panini, Modena, 1994.
39
Sobre la imagen de Bolonia véanse las observaciones de G. Ricci, “Ciudad amurallada e ilusión olográica.
Bolonia y otros lugares (siglos XVI-XVIII),
en La ciudad y las murallas (C. de Seta,
J. Le Goff, Eds.), Cátedra, Madrid, 1991,
pp. 261-285.
40
Cf. V. Valerio, Società, uomini e
istituzioni cartograiche nel mezzogiorno d’Italia, Istituto geograico militare,
Florencia, 1993, p. 54.
41
Cf. R. Gallo, Le mappe geograiche del Palazzo Ducale di Venezia, a spese della R. Deputazione, Venecia, 1943;
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 167-181
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Valeria Manfrè
Realidad, artiicio y icción: la representación de la ciudad mediterránea
Valeria Manfrè
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Realidad, artiicio y icción: la representación de la ciudad mediterránea
W. Hermann, “Un ritratto sconosciuto
della ‘Signora Clara’ in Palazzo Ducale
di Venezia: nota sulle mappe geograiche di Giambattista Ramusio e Giacomo
Gastaldi”, Studi umanistici piceni, vol.
14, 1994, pp. 207-228.
42
Il Palazzo Farnese a Caprarola (I.
Faldi, Ed.), SEAT, Túrin, 1981.
43
Cf. M. Bourne, “Francesco II Gonzaga and Maps as Palace Decoration in
Renaissance Mantua”, Imago Mundi,
vol. 51, 1999, pp. 51-82; R. Berzaghi,
“La ‘Galleria delle città’ nel Palazzo
Grande di Sabbioneta”, Civiltà Mantovana, vols. 61/62, 1977, pp. 377-388.
44
Lo Stato dipinto. La Sala delle
Vedute nel Castello di Spezzano (F. Ceccarelli, M. T. Sambin De Norcen, Eds.),
Marsilio, Venecia, 2011.
Otras vistas de Wyngaerde decoraban la Sala de retratos del Pardo. F. Pereda, “Immagini di Madrid, fra scienza
e arte”, en L’Europa moderna: cartograia urbana e vedutismo (C. de Seta, D.
Stroffolino, Eds.), Electa Napoli, Nápoles,
2001, pp. 130-132.
45
46
A.R. Navarrete Orcera, La mitología en los palacios españoles, Universidad Nacional de Educación a Distancia,
Centro asociado Andrés de Vandelvira,
Jaén, 2005, p. 33.
Sobre el palacio y los frescos véase el estudio de R. López Torrijos, “Poder, relato y territorio en la pintura del
siglo XVI”, en Arte, poder y sociedad en
la España de los siglos XV a XX, Departamento de Historia del Arte, Instituto
de Historia, Consejo Superior de Investigaciones Cientíicas, Madrid, 2008, pp.
179-192; I. Rodríguez Moya, “La ciudad
en los frescos del Palacio de El Viso del
Marqués”, en El sueño de Eneas: imágenes utópicas de la ciudad (V. Mínguez,
Ed.), Universitat Jaume I, Castellón,
2009, pp. 89-120.
47
48
Sobre la interpretación iconográica de los lienzos véase C. Guastella,
“Ricerche su Giuseppe Alvino detto il
Sozzo e la pittura a Palermo alla ine
del Cinquecento”, en Contributi alla
storia della cultura igurativa nella Sicilia occidentale tra la ine del XVI e gli
inizi del XVII secolo, Atti della giornata
di studio, Recalmuto 15 de febrero de
1985, Arti graiche siciliane, Palermo,
1985, p. 52.
49
Ibíd., pp. 57-58.
50
Pietro D’Asaro. Il “Monocolo di
Racalmuto” 1579-1647 (M. P. Demma,
Ed.), Arti Graiche Siciliane, Palermo,
1984, pp. 82-83.
51
M. B. Failla, Committenti d’età
barocca: le collezioni del principe Emanuele Filiberto di Savoia a Palermo e la
decorazione di Palazzo Tafini d’Acceglio
a Savigliano, U. Allemandi, Turín, 2003,
p. 47 y p. 58.
52
Sobre la comisión de esta galería
de Palermo véase V. Manfrè, I. Mauro,
“Rievocazione dell’immaginario asburgico: le serie dei ritratti dei vicerè e governatori nelle capitali dell’Italia spagnola”,
en Ricerche sul ’600 napoletano. Saggi e
documenti 2010-2011 (G. De Vito, Ed.),
Arte’m, Nápoles, 2011, pp. 122-127.
53
También el III conde de Pastrana
poseía una rica colección de paisajes
ermitaños. Cf., J. M. Morán Turina, F.
Checa, El coleccionismo en España: de
la cámara de maravillas a la galería de
pinturas, Cátedra, Madrid, 1985, p.
236; E. Galera Mendoza, “Herman van
Swanevelt y la pintura de Paisaje en la
colección real español del siglo XVII”,
Goya, núm. 280, 2001, pp. 21-29. Por
último recordamos que también los espacios religiosos, como las salas del Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, acogían esta tipología de pintura.
Véase M.T. Ruiz Alcón, Monasterio de
las Descalzas Reales, Editorial Patrimonio
Nacional, Madrid, 1987, p. 68.
F. Pereda, F. Marías, “Pedro Texeira nella Spagna del Seicento: tra corograia e cartograia”, en Tra oriente e
occidente. Città e iconograia dal XV al
XIX secolo (C. de Seta, Ed.), Electa Napoli, Nápoles, 2004, pp. 143-157: 143.
54
55
E. Guidoni, “La revolución de
las imágenes”, en E. Guidoni, A. Marino, Historia del urbanismo. El siglo XVI,
Instituto de estudios de administración,
Madrid, 1985, pp. 116-187: 144.
56
Véase el análisis y la catalogación
de su producción en M. Galera i Monegal, Antoon van den Wijngaerde, pintor
de ciudades y de hechos de armas en la
Europa del Quinientos, Generalitat de
Catalunya, Barcelona, 1998.
En algunas vistas como la de Zaragoza, Monzón, Lérida, Montserrat, Barcelona, Tarragona, Tortosa, Murviedro,
Valencia, Játiva, el autor recita “Anto
van den Wyngaerde f. ad vivum 1563”,
57
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 167-181
lo mismo sucede con las ciudades de
Alcalá de Henares, Guadalajara, Cuenca, pero con fecha 1565. Sobre el término ad vivum, aunque haciendo más
hincapié en el mundo natural, véase C.
Swan, “Ad vivum, naer het leven, from
the life: deining a mode of representation”, Word & Image, vol. 11, núm. 4,
1995, pp. 353-372. Más allá de la terminología holandesa descrita por Swan,
conviene ver también la contribución de
P. Parshall, “Imago Contrafacta: Images
and facts in the Northern Renaissance”,
Art History, vol. 16, núm. 4, 1993, pp.
554-579.
58
Sobre el método de trabajo de
Wyngaerde véase E. Haverkamp-Begemann, “The Spanish Views of Anton
van den Wyngaerde”, Master Drawings,
vol. 7, núm. 4, 1969, pp. 375-399 y la
versión revisitada “Las vistas de España
de Anton van den Wyngaerde”, en Ciudades del Siglo de oro. Las Vistas Españolas de Anton Van den Wyngaerde (R.
L. Kagan, Ed.), El Viso, Madrid, 1986,
pp. 57-58 y 66. Por último véase el estudio de R. E. Gregg, “Further insights
into Anton van den Wyngaerde’s working methods”, Master drawings , vol.
51, núm. 3, 2013, pp. 323-342 y relativa
bibliografía sobre el tema.
59
Sobre el atlas de ciudades de España véase Ciudades del Siglo de oro, y
su edición ampliada de 2008.
60
Sobre estos atlas véase L. Nuti,
Ritratti di città: visione e memoria tra
Medioevo e Settecento, Marsilio, Venecia, 1996.
61
A este proyecto le siguió el atlas
de ciudades de Felipe II que debía llevar
a cabo la representación de las provincias de los Países Bajos iniciado por su
padre. W. Bracke, “Jacob van Deventer
e l’atlante di città dei Paesi Bassi”, en Le
città dei cartograi: studi e ricerche di
storia urbana (C. de Seta, B. Marin, Eds.),
Electa Napoli, Nápoles, 2008, pp. 38-48;
C. Koeman, M. van Egmond, “Surveying and Oficial Mapping in the Low
Countries, 1500-ca. 1670”, en History
of Cartography, pp. 1246-1295.
62
F. Pereda, F. Marías, El Atlas del
Rey Planeta. La “Descripción de España
y de las costas y puertos de sus reinos
de Pedro Texeira (1634), Nerea, Madrid,
2002 y sobre todo la edición ampliada
de 2009.
63
Sobre los atlas manuscritos de Sicilia véase V. Manfrè, “La Sicilia de los
cartógrafos: vistas, mapas y corografías
en la Edad Moderna”, Anales de Historia
del Arte, vol. 23, 2013, pp. 79-94.
64
Sobre la carrera profesional de
Spannocchi véase A. Cámara Muñoz,
“El ingeniero cortesano. Tiburzio Spannocchi, de Siena a Madrid”, en “Libros,
caminos y días” El viaje del ingeniero (A.
Cámara Muñoz, B. Revuelto Pol, Eds.),
Fundación Juanelo Turriano, Madrid,
2016, pp.11-41.
65
El primer atlas que nos ha llegado
es el de Tiburzio Spannocchi conservado en la Biblioteca Nacional de España
(BNE), Ms. 788, Descripción de las marinas de todo el reino de Sicilia…, dirigido
al Príncipe Don Felipe Nuestro Señor,
en el año de MDXCVI. Del manuscrito
existen dos reproducciones facsímil: Tiburzio Spannocchi, Marine del Regno di
Sicilia (R. Trovato, Ed.), Ordine degli Architetti della Provincia di Catania, Catania, 1993; La Sicilia di Tiburzio Spannocchi: una cartograia per la conoscenza e
il dominio del territorio nel secolo 16 (C.
Polto, Ed.), Istituto geograico militare,
Florencia, 2001.
66
Spannocchi, Descripción, f. 2r.
67
El códice de Camillo Camilliani
se compone de una descripción literaria
y un álbum gráico. Este último, compuesto por 218 diseños, se custodia en
la Biblioteca Nazionale Universitaria de
Túrin (BNUT), Ms. N.I.3. Véase la edición
crítica: L’opera di Camillo Camiliani (M.
Scarlata, Ed.), Istituto poligraico e Zecca
dello Stato, Roma, 1993 y para la descripción literaria se reenvía al reciente
estudio de L. Gazzè, “Descrivere e governare il territorio nel Cinquecento. La
ricognizione della Sicilia di Giovan Battista Fiesco e Camillo Camilliani”, Archivio
Storico per la Sicilia Orientale, CIII, III,
2007, pp. 51-103. Camilliani, después
de su etapa siciliana se trasladó a trabajar en España. J. Bosch Ballbona, “La
fortaleza que quiso ser palacio. Noticia
de Camillo Camiliani en España (1604)”,
Locus Amoenus, vol. 12, 2013-2014,
pp. 79-106.
68
Ernst Gombrich expresó su parecer en 1960 acerca de este libro: “A
meno di non voler credere che queste città fossero indistinguibili l’una
dall’altra, come possono esserlo attualmente le loro periferie, dobbiamo concludere che né l’editore, né il pubblico si
preoccupavano di sapere se le didascalie
dicevano o meno il vero. Tutto quello
che ci si aspettava da esse era di convincere il lettore che questi erano nomi
di città”. E. Gombrich, Arte e illusione,
Einaudi, Turín, 1965, p. 84.
69
Nuti, Ritratti, p. 64.
Entre éstas, algunas ciudades italianas, como Florencia, Roma, Venecia
y Génova, y por supuesto Núremberg,
la ciudad de nacimiento del autor, así
como unas cuantas ciudades alemanas,
bien conocidas por Schedel, y que necesitaron de un relieve topográico.
70
71
Lo mismo sucedía en el mundo de
la ciencia, tal y como reiere K. Pomian,
“Vision and Cognition”, en Picturing
Science, Producing Art (C.A. Jones, P.
Galison, Eds.), Routledge, Nueva York,
Londres, 1998, pp. 211-232.
72
La planta ha sido reproducida en
L. Benevolo, La città italiana nel Rinascimento, Milano, 1969, tabla IV. Sobre la
vista de Catania incluida en el Civitates
véase E. Iachello, “La pianta/veduta di
Catania nelle “Civitates” di Braun e Hogenberg: il modello “locale”, en Le città
dei cartograi, pp. 122-127.
73
Sobre la relación entre el texto
y las representaciones cartográicas de
Sicilia me permito remitir a V. Manfrè,
“The perception of the spaces in the
Mediterranean chorographic literature
of the Seventeenth century”, en Literature and Geography: the writing of space throughout History (E. Peraldo, Ed.),
Cambridge Scholars Publishing, Newcastle upon Tyne, 2016, pp. 168-188.
74
De Messina y otras ciudades de la
raccolta Lafréry (Milán, Génova, Roma y
Nápoles), se ha intentado reconstruir un
hipotético método de realización. Véase
D. Stroffolino, “L’immagine urbana nel
XVI secolo. Gli Atlanti di Antoine Lafréry”, en Città d’Europa, pp. 199-200.
75
Las ediciones lamencas son la
de Jan Jansson (Ámsterdam 1657),
Matthäus Merian (Frankfurt 1688), Frederick De Wit (Ámsterdam 1702) que
reutilizó la de Jansson y Gerard van
Keulen (dibujo, Ámsterdam 1726) y han
sido debidamente comentadas en N.
Aricò, “Segni di Gea, graie di Atlante.
Immagini della Falce dal VI secolo a.c.
all’epifania della Cittadella”, en La penisola di San Raineri, diaspora dell’origine
(N. Aricó, Ed.), Sicania, Messina, 2002,
pp. 35-45.
76
Sobre la imprenta y la comunicación visual véase W.M. Ivins, Prints and
Visual Communication, The Mit press,
Cambridge, 1996.
77
Cf., W. Benjamin, La obra de
arte en la época de su reproductibilidad
técnica, en Obras, libro I, vol. 2, Abada,
Madrid, 2008, pp. 7-87.
78
Cf., D. Stroffolino, L’Europa “a
volo d’uccello”: dal Cinquecento ad
Alfred Guesdon, Edizioni scientiiche
italiane, Nápoles, 2012, pp. 77-113. El
género seguirá teniendo gran fortuna
también en España. Guesdon dibujaría
un conjunto de veinte y cuatro láminas
agrupadas bajo el título de L’Espagne a
vol d’oiseau (ca. 1853). Véase A. Gámiz
Gordo, “Paisajes urbanos visto desde
globo: dibujos de Guesdon sobre fotos
de Clifford hacia 1853-55), EGA: revista
de expresión gráica arquitectónica, vol.
9, 2004, pp. 110-117.
79
Sobre la función del objeto utilizado o poseído véase las relexiones de
J. Baudrillard, El sistema de los objetos,
Siglo XXI, Madrid, 2010 (1º ed. 1968),
p. 92.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 167-181
181
Valeria Manfrè
Realidad, artiicio y icción: la representación de la ciudad mediterránea
GÉNERO E VOYEURISMO DESMONTADO: QUEM OLHA PARA
QUEM NO CINEMA EXPERIMENTAL DE ANDY WARHOL,
YOKO ONO E JULIÃO SARMENTO?*
Bruno Marques
Data recepción: 2016/01/31
Data aceptación: 2016/11/16
Universidade Nova de Lisboa
Contacto autores: brunosousamarques@gmail.com; miguelfukotomi@gmail.com
Miguel Mesquita Duarte
Universidade Nova de Lisboa
RESUMO
Como o cinema experimental desmonta o voyeurismo? E quais as implicações políticas envolvidas
nesta estratégia a partir de diferentes posições de género?
Fly (1970), de Yoko Ono, questiona o papel da mulher enquanto objecto passivo mediante um intruso ‘masculino’ simulado por uma mosca; Blowjob (1964), de Andy Warhol, explorando a vulnerabilidade de um homem sexualmente excitado, responsabiliza o espectador pela compulsão do olhar;
e em Cópias (1975), de Julião Sarmento, o realizador-voyeur surge no inal do ilme, abandonando o
seu espaço-sombra para se assumir como exibicionista.
Não obstante tratar-se de uma crítica associada à perspectiva feminista, o presente artigo argumenta que a desmontagem do voyeurismo feita pelo cinema experimental dos anos 1960-1970 tem
importantes contra-exemplos do lado masculino, tanto na vertente queer como na heterossexual.
Warhol e Sarmento permitem rever uma teoria feminista ortodoxa presa a posições binárias (masculino/feminino, actividade/passividade, olhar/ser olhado, voyeur/exibicionista, sujeito/objecto), mostrando que a questão do voyeurismo é bem mais ambivalente, heterodoxa e complexa.
Palavras chave: voyeurismo, cinema experimental, Andy Warhol, Yoko Ono, Julião Sarmento
ABSTRACT
How does experimental cinema disassemble voyeurism? And what are its political implications
when viewed from different gender positions? Yoko Ono’s Fly (1970) questions the role of women as
passive objects by means of a ‘masculine’ intruder in the form of a ly. Andy Warhol’s Blowjob (1964)
explores the vulnerability of a sexually aroused man and holds the viewer accountable for watching
him. In Copies (1975), by Julião Sarmento, the director/voyeur reveals himself at the end, thus abandoning his space-shadow and showing himself to be an exhibitionist.
This paper argues that though the dismantling of voyeurism by the experimental cinema of the
1960 and 70s is often associated with a feminist perspective, there are signiicant male counter
examples, from both queer and heterosexual viewpoints. Warhol and Sarmento question an orthodox feminist theory bound to a binary analysis (male/female, activity/passivity, watching/being
watched, voyeur/exhibitionist, subject/object) and show that the subject of voyeurism is far more
ambivalent, heterodox and complex.
Keywords: voyeurism, experimental cinema, Andy Warhol, Yoko Ono, Julião Sarmento
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Bruno Marques e Miguel Mesquita Duarte
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Género e voyeurismo desmontado
Género e voyeurismo desmontado:
quem olha para quem no cinema experimental de Andy Warhol, Yoko Ono e Julião
Sarmento?
Imaginemos um mundo feito apenas de
voyeurs. Em vez de ver uma cena secreta – um
desvelamento íntimo, um desnudar-se –, o voyeur
descobriria através do buraco da fechadura um
outro voyeur com o olho numa outra fechadura; o qual estaria a ver um terceiro, também à
espreita, colado a uma porta, e assim de seguida,
indeinidamente. Um estrangeiro que penetrasse
neste mundo e tivesse, para ver, que esconder-se,
e que só visse voyeurs a verem outros voyeurs, seria rapidamente assaltado por uma ideia: que ele
próprio estaria a ser visto, alvo de qualquer olhar
escondido que o visse e se não mostrasse. O que
prova, paradoxalmente, a reversibilidade da visão:
a cena que vê o voyeur relui sobre o seu próprio
espaço, abrindo-o.
José Gil
Muitos ilmes fazem do voyeurismo o seu
tema central. Tal deve-se ao forte apelo ao prazer visual intrinsecamente implicado no cinema.
Rear Window (1954) de Alfred Hitchcock, Peeping Tom (1960) de Michael Powell e The Conversation (1974) de Francis Ford Coppola são
apenas algumas das célebres películas que exploram a falsa impressão de estarmos a invadir o
universo privado.
Considerando o efeito imersivo produzido
pelo dispositivo cinematográico - no cinema
somos todos olhos e ouvidos1 -, a abordagem
psicanalítica sobre o cinema confere ao espectador o estatuto de voyeur e reconhece, por conseguinte, uma estreita correlação entre cinema e
escopoilia2. Do ponto de vista lacaniano, Christian Metz airma que uma sensação de prazer,
enquanto fenómeno libidinal, ocorre dentro da
sala de cinema uma vez que, para o espectador,
a personagem para a qual dirigimos o olhar “não
sabe que está a ser observada”3.
No seu inluente texto “Visual Pleasure and
Narrative Cinema”, escrito em 1973 e publicado
em 19754, Laura Mulvey airma que o prazer visual da cultura de massas é, antes de tudo, concebido para se adequar à estrutura psíquica do
homem heterossexual, permitindo o seu deleite
da imagem feminina enquanto objecto erótico.
Para autora, aqui só há lugar para duas posições:
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 183-201
a mulher como imagem e o homem como portador do olhar; sendo que Mulvey sugere, neste
contexto, dois modos distinto do olhar masculino
na era das personagens femininas de Hollywood
entre os anos 1930 e 1960: o voyeuristico (vendo a mulher enquanto imagem para a qual se
olha) e o fetichista (vendo a mulher enquanto
substituta de uma “ausência” apensa ao complexo de castração). Para a crítica de cinema e
feminista britânica, a única maneira de desconstruir o sistema “patriarcal” de Hollywood passaria por desaiá-lo radicalmente, reformando
as suas estratégias fílmicas clássicas através de
métodos alternativos.
Entre os exemplos privilegiados do chamado “counter-cinema” realizado por cineastas
feministas dessa época, iguram à cabeça ilmes
como Jeanne Dielman 23, Quai du Commerce,
1080 (1975) de Chantal Akeman, Riddles of
Sphinx (1977) de Laura Mulvey e Peter Wollen
ou Thriller (1979) de Sally Potter. Mas no âmbito
mais estrito das artes plásticas, artistas mulheres
como Carolee Schneemann (com Fuses, 1964-7)
ou Saint Phalle (com Daddy, 1972) foram igualmente responsáveis por verdadeiros actos criativos de resistência, tidos como práticas libertárias
no que ao uso da câmara cinematográica diz
respeito, ao pôr em cheque a opressão erótica
da estrutura cinematográica convencional em
nome de uma abordagem fílmica mais emancipada na qual a mulher se torna agora simultaneamente objecto (imagem) e sujeito (autor).
É neste contexto que um signiicativo ilme
de Yoko Ono, Fly (1970), propõe uma poderosa
denúncia sobre o lugar e papel da mulher tanto
no cinema como na vida privada. Passiva, constrangida, imageticamente possuída, desapossada de si própria, mortiicada na sua condição
objectual, no ilme de Ono a mulher é vítima
do olhar de um intruso masculino, signiicativamente simulado pelo voo de uma mosca que
desemboca na presença de várias moscas sobre
um corpo feminino despido e inerte. Num texto
intitulado “Modernity and the Spaces of Femininity”, Griselda Pollock escreve que, “as políticas
sexuais do olhar operam em torno de um regime
que se divide em posições binárias, actividade/
passividade, ver/ser visto, voyeur/exibicionista,
sujeito/objeto”5. Porém, assumindo uma dimen-
são dúplice, quando a mosca é ilmada pousando em partes desnudadas, é como se Ono explorasse igualmente o seu próprio corpo, fruindo-o
eroticamente sem preconceitos. Ou seja, a mosca é aqui também metáfora de liberdade, em virtude de Ono ser agora, também, portadora da
câmara, e, assim, de um olhar emancipado. Se
tradicionalmente a pulsão escópica visa a satisfação do desejo erótico do voyeur, o certo é que
essa pulsão do ver e do ser visto pode, como demonstrado por Ono, absorver a imagem ao nível
de uma forma de erotismo que excede a satisfação do prazer sexual pelo olhar. Uma forma de
erotismo implicado na experiência de uma mais-além de si próprio, pressupondo um regime de
continuidade e de contacto com o outro.
Também Andy Warhol e Julião Sarmento,
com o seu cinema experimental, colocam em
cheque a hegemonia e controlo no qual o voyeurismo masculino e heterossexual assenta. Complicando as posições binárias acima aloradas
por Griselda Pollock, ambos mostram, tal como
Ono, que o regime que estrutura a política do
olhar é muito mais complexo, heterodoxo e ambivalente. Não obstante, tratando-se de uma crítica (ou sabotagem) eminentemente feminista,
o presente artigo defende que a desmontagem
do voyeurismo levado a cabo pelo cinema experimental dos anos 1960-1970 tem importantes
contra-exemplos do lado masculino, tanto na
vertente camp (ou queer) como na heterossexual. Postos em diálogo com uma das maiores
representantes da arte feminista, - numa época
em que cinema underground e “revolução sexual” se confundem e são perspetivados à luz da
recente teoria cinematográica feminista, queer
e men’s studies, - ilmes como Blowjob (1963) e
Cópias (1976) impõem a revisão dos limites afectos às estritas dicotomias onde estava encerrada
a ortodoxa teoria cinematográica psicanalítica
e feminista.
Desse modo, duas questões estritamente correlacionadas motivam este ensaio: a primeira, saber como o cinema experimental dos anos 19601970 desmonta o voyeurismo; e a segunda, quais
as implicações políticas envolvidas nesta estratégia a partir de diferentes posições de género?
Uma outra motivação subentendida prende-se com a hipótese, ainda que esboçada a traços
largos, de se postular, a partir dos três exemplos
escolhidos, uma alternativa ao ponto de vista do
cinema narrativo clássico. O que move o espectador já não é a satisfação visual providenciada
pelos primeiros ilmes de atracção, frequentemente suportados em gags nos quais o voyeur,
entretanto surpreendido e castigado, espreitava
pelo buraco da fechadura, gerando esse acto a
justiicação do acesso pelo espectador à intimidade da cena ilícita. Mas tão pouco o espectador procura a compensação moral atingida pela
resolução do conlito diegético e subsequente
constituição de um signiicado totalizador e
universal. Se, como viu Arlindo Machado, por
relação com o ilme voyeurista dos primórdios,
a fase de maturidade do cinema narrativo (inaugurada por D.W.Grifith) aponta para uma cisão
irreconciliável entre o olhar interno da personagem, e esse outro olhar externo e ilocalizável,
implicado na “instância narradora do ilme” 6,
agora essa cisão estende-se a uma incoincidência entre o olhar do próprio espectador e o olhar
narrativo que dirigia quer os afectos dos espectadores, quer as personagens e os seus destinos,
invariavelmente orientados para a catarse inal.
O esquema narrativo clássico, suportado numa
complexa coreograia de intenções e angulações
do olhar, - cuja verdade e signiicado últimos
seriam extraídos pelo espectador, que ocupava
um lugar ideal e omnisciente no esquema escópico, - dá agora lugar a um campo biface no
qual os comportamentos e as expectativas habituais do espectador são questionados. O plano
torna-se o fragmento de um mundo iccional
que é denunciado como tal, como construção,
incorporando um espectador que já não sabe
muito bem o que vê e para que vê. Em suma, a
expectativa que o olhar do cinema constrói e à
qual dá resposta, interiorizando a câmara como
dispositivo de revelação e acomodação do mundo, é frustrada, desviando-a para um jogo de
expectativas outro que recai sobre o sentido da
imagem, provocando o espectador e desaiando
o lugar da sua posição estável e passiva.
Os três exemplos analisados mostram que a
janela aberta para o mundo do cinema equivale
sempre a uma perspectiva de alguém, e de nós
próprios, sobre a imagem que nos é apresentada. A função do plano como registo de natureza iccional ou documental é voluntariamente
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Género e voyeurismo desmontado
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Género e voyeurismo desmontado
exausta, dando a lugar a novas relações, relações
inesperadas que nos levam a questionar aquilo
que estamos a ver, por que vemos e como vemos. Os ilmes em questão propõem uma nova
formulação de voyeurismo, distinta da promessa
erótica garantida pelo acesso à cena íntima antes
vedada. O espectador é orientado no sentido da
assimilação crítica dos processos inerentes à escopoilia, dado que o prazer da visão causado pela
cena ampliada não lhe é simplesmente negado,
mas problematizado. Nos casos de Yoko Ono,
Andy Warhol e Julião Sarmento, o ilme joga com
essa possibilidade de forma lúdica e provocadora. A imagem cria um desconforto, sendo esse
desconforto que origina o questionamento sobre
o acto de ver, as suas implicações sensoriais, intelectuais e éticas. As obras partilham, na sua variedade formal e autoral, a preocupação comum
em questionar paradigmas do cinema narrativo
clássico, mas avançando novas possibilidades
para a compreensão do fenómeno da escopoilia.
Pertencendo ao universo das artes plásticas, estes
três autores designam novas possibilidades para o
cinema, assinalando um outro lugar para a questão do olhar e do espectador, dado a ver como
elemento inserido num complexo jogo de contingências, inversões e variações permitidas pelo
funcionamento escópico, envolvendo as ininitas
possibilidades combinatórias do sujeito que vê,
que vê sem ser visto, que é visto, que vê a ser-se
visto, e que, no inal, se vê a si próprio.
Fly – mosca e voo, insecto e acto de errância
aérea. A circunstância destas duas acepções estarem, em inglês, reunidas numa só palavra fornece-nos uma ferramenta para ler a dimensão
dúplice deste ilme.
Numa apresentação que fez aquando de uma
exibição dos seus ilmes no Whitney Museum of
American Art em 2000, Ono referiu que tanto
a mosca como a mulher são auto-biográicos8.
Depois deste depoimento, volto a visionar outra
vez o ilme no YouTube9, e imagino o olhar convertendo-se em mosca, a vítima convertendo-se
em voyeur e vice-versa, numa reversibilidade de
papéis ou de lugares. Nesse sentido, uma simultaneidade de posições diametralmente opostas
entrevê-se enquanto questionamento da natureza do olhar dado pela câmara de cinema.
Podemos dizer que o olhar que encarnamos
no cinema é como o de uma mosca. Passamos
despercebidos diante dos personagens, vemo-nos nos espaços onde eles se encontram, vemo-los sem sermos vistos. E, por isso, a condição voyeur é trazida aqui de imediato à colação.
Fazendo jus à vulgar expressão de “como eu
gostaria de ser mosca”, invadimos um espaço
privado, sentimo-nos intocáveis, deambulamos
livremente; neste ilme, até podemos pousar no
corpo feminino e ele não se mexe sequer (Fig. 1).
Fly de Yoko Ono
Let a ly walk on a woman’s body from toe to
head and ly out of the window.
Yoko Ono
O ilme Fly, com a duração de 25 minutos,
que Yoko Ono realiza em 1970 em colaboração
com John Lenon, levou dois dias a ser produzido
num sótão de Nova Iorque. Lenon e Yoko pediram à actriz Virgínia Lust para se deitar despida
enquanto eles ilmavam uma mosca explorando
o seu corpo. Foram usadas aproximadamente
duzentas moscas e todas elas tiveram que ser
atordoadas com recurso a um gás especial.
O ilme começa com uma simples ideia registada num apontamento, de Ono, com data de
1968: “Let a ly walk on a woman’s body from
toe to head and ly out of the window”7.
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Fig. 1. Yoko Ono, Fly, 1970. Filme de 16mm, cor, som, 25 minutos. Primeira exibição: Dezembro de 1970, 7 ¾ New York
Film Festival, Elgin Theater, New York
(Créditos fotográicos: cortesia LENONO PHOTO ARQUIVE)
Uma mosca num mamilo ou dirigindo-se
para uma vagina em grande plano fornece-nos
partes de um corpo fragmentado, fetichizado,
objectualizado, aparentando ser já matéria inerte. Por esta via, um olhar liberto de pudores e
censuras assume aqui livremente a duplicidade
do voyeur e do necróilo. (Não é nos cadáveres,
nos corpos em decomposição, onde as moscas
costumam mais poisar?). Esta estranha situação
de recorte mórbido convida, ou impõe mesmo,
respostas, reacções que, por conseguinte, podem ser de tipos ou ordens diferentes. Por um
lado, a proximidade extrema da câmara de Ono
revela um prazer errante, como se fosse um movimento musical evocador das coreograias de
Merce Cunningham. Somos um olhar atópico,
sem lugar e sem corpo. Uma entidade virtual
que deambula e se deleita ao sabor de uma visão pairante e omnisciente. Mas a enorme tensão envolvida neste ilme - que as vocalizações
insistentes, estridentes e perturbadoras que
a homónima banda sonora de Ono potencia faz colocar-nos, psicologicamente, no papel da
mulher, vista como objecto sexual: nua, deitada
de barriga para cima, absolutamente passiva e
silenciosa. Ou seja, pronta para ser (imaginariamente) possuída, em plena concordância com os
esquemas de representação da mulher que nos
habituámos a ver no cinema clássico. Tal parece
de pronto invocar as teses de Mulvey supramencionadas - de que o espectador é masculino e
retira prazer visual de uma perspectiva dominante e de controlo.
Depois de performances como a célebre
Cut Piece (1964) e ilmes como No. 4 (Bottoms)
(1967) ou Rape (1969), com Fly, Yoko Ono põe
em cheque a opressão erótica da estrutura cinematográica convencional e expressa a sua
busca pessoal por libertação, questionando o
papel da mulher enquanto objecto passivo. Não
arriscamos muito se aiançamos que a mulher,
do ponto de vista social, relacional e imagético,
é retratada por Ono como uma boneca funcional, um ser desapossado e alienado.
A objectiva segue, em extremos close-ups, o
voo de uma mosca em torno do corpo desnudado de uma mulher imóvel. Este corpo estático é
descrito por Ono como uma representação do
que ela própria sentia relativamente ao modo
como tinha de se comportar para ser aceite. O
estado da mulher aparentemente drogada sugere o controlo social.
Neste ponto regressa, mais uma vez, a dimensão dúplice que nos vem acompanhando: o
ilme é um convite público e um ambiente privado. Somos intrusos num espaço de intimidade. Mas esse estado de solidão, aparentemente
não vigiado, é também lugar de reclusão, porque logo à partida minado. Pois, mesmo só, ela
carrega consigo o peso da pressão social. Referimo-nos a algo que só muito recentemente
foi sendo desmantelado: a estigmatização do
prazer feminino. Podemos falar aqui de um Self
fendido, dividido - “split”10 é o termo usado por
Crissie Iles para caracterizar, neste contexto, um
sujeito que vive na tensão entre as solicitações
do corpo e os bloqueios de ordem moral e social.
Por contraste, quando a mosca é ilmada
pousando em partes do corpo desnudadas, é
como se Ono explorasse o seu próprio corpo,
fruindo a sua dimensão erótica e sexual sem preconceitos. Nesse sentido, nós que a olhamos, do
lado da plateia, somos moscas, incomodativos e
impertinentes. Cabe-nos então sair pela janela
para o exterior, deixando-a a sós consigo própria.
Blow Job de Andy Warhol
Like the newcomes to the factory, I was
screen-tested: I was escorted through a
makesshift cubicle and positioned on a stool;
Warhol looked through the lens, adjusted the
framing, instructed me to sit still and try not to
blink, turned on the camera and walked away.
Amy Taubin
Propomos o seguinte exercício: imagine que
era, no início dos anos 1960, um espectador
prestes a visualizar em Nova Iorque um ilme
undergound que leva o sugestivo título de Blow
Job. Como descreveria a sua expectativa em relação ao que estaria prestes a assistir?
O ilme começa a rolar e, em vez de assistirmos ao acto descrito no título, não vemos senão
um retrato anónimo de um sujeito. Isso mesmo:
nada mais nada menos que um plano ixado no
rosto de alguém a quem presumidamente lhe é
feito sexo oral durante 36 minutos. Ao contrário
de Empire ou de Sleep11 – este último com a duração de 8 horas de um homem a dormir –, Blow
Job acaba por prometer algo que, na realidade,
não nos dá: uma felação. Daqui emerge o primeiro dos eixos de indagação que pretendemos
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Género e voyeurismo desmontado
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Género e voyeurismo desmontado
explorar: uma estética deceptiva engendrada no
quadro do ilme erótico. Esta é tida por alguns
autores como uma estratégia inteligente usada
por Warhol para ironizar, de modo travesso e
provocatório, tanto o consumidor de pornograia como a apertada vigilância policial e censória
que então recaía sobre o cinema underground
nova-iorquino de inícios da década de 196012.
Com este gesto dadaísta e esta conotação
conceptual icará o conteúdo do ilme irremediavelmente circunscrito à esfera da sabotagem
deceptiva? Estará o efeito erótico minado pela
paródia? Na opinião de Douglas Crimp este ilme é “demasiado sexy para ser visto principalmente como cómico”13, dando-nos o autor até
conta do relato de alguém que não só icou sexualmente excitado, como atingiu mesmo o orgasmo passado apenas 10 minutos de exibição
do ilme.
Atendendo à acção explicitada no título,
depois de uma fase inicial de relativa impassibilidade, o rosto de um jovem começa a reagir.
Os sinais da estimulação sexual são evidentes: a
acentuada oscilação da cabeça, a alternância entre tensão e relaxamento dos músculos da face,
a alternância entre olhos abertos e olhos cerrados, as vezes em que se morde nos lábios. O
contacto de foro sexual, que acreditamos estar
a ocorrer, desloca-se para fora de campo. Desse modo, num primeiro momento, poderíamos
pensar que Warhol faz migrar, perversamente,
a explicitação de um acto para a sua afecção,
plenamente patente no rosto de quem recebe
o estímulo sexual. A actividade sexual indicada
pelo título, se ocorre mesmo, acontece fora da
tela e é inteiramente deixada para a imaginação
do espectador, que procura encontrar nas convulsões involuntárias de um rosto um índex da
relação sexual.
Porém, aqui Warhol imprime uma segunda
decepção, o que faz desta felação um duplo
desapontamento. A efectiva comunicação da
excitação sexual é posta em causa pela forma
como Warhol manipula a luz. Um foco ilumina a
face do protagonista, não a partir do ponto em
que estamos, mas de cima. Desse modo, quando o sujeito olha directamente para a câmara
os seus olhos icam inacessíveis, escondidos na
penumbra. A sua face apenas é totalmente ilu-
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minada quando ele inclina a cabeça para trás.
Daí Douglas Crimp airmar que, se existe algum
“sentido de frustração em Blow Job”, tal deriva
não do facto de não vermos o acto sexual – realmente deixamos de ter essa expectativa após o
primeiro minuto –, mas “porque não conseguimos ver verdadeiramente o rosto do homem”14.
Em bom rigor, nós até vislumbramos o seu rosto,
mas apenas nos fugazes momentos em que o
homem não nos devolve o olhar (oscilando a cabeça para trás e para a frente ou para um dos lados enquanto se contorce de prazer). Mas quando este enfrenta a câmara, perdemos o contacto
visual (simulado).
Tal implica – continuando com Crimp – que
não “podemos olhar para os olhos deste homem e detectar a vulnerabilidade apensa à sua
submissão de estar a receber prazer. Não somos capazes de possuí-lo sexualmente”15. Em
última análise, neste caso o impulso voyeurístico atribuído por diferentes autores ao cinema
de Warhol cai por terra: aqui Warhol não só o
complica, como ainda, nas palavras de Crimp, o
“cancela” (Fig. 2).
Fig. 2. Andy Warhol, Blow Job, 1964 . Filme 16 mm, P&B, sem
som, aproximadamente 41 minutos (Créditos fotográicos:
cortesia The Andy Warhol Museum. © 2012 The Andy Warhol
Museum, Pittsburgh, PA, a museum of the Carnegie Institute.
All rights reserved)
O protagonista de Blow Job foi identiicado
como sendo DaVene Bookwalter, um anónimo
actor, trazido por alguém até à Factory, e que
estava naquele dia a representar Shakespeare no
[Central] Park. Segundo o depoimento de John
Giorno – o protagonista de Sleep, que à época
fora amante de Warhol –, a pessoa ilmada era
“um jovem inocente e bem parecido que ninguém conhecia e que ninguém voltou a ver. O
Andy fez o Blow Job com ele, o rosto de um
homem a receber sexo oral e a vir-se”16.
Entre 1964 e 1965 Warhol vai experimentar retratos ilmados numa série de aproximadamente quinhentos ilmes a preto e branco e
mudos que intitulou Screen Tests. Testava a presença cinematográica de um indivíduo, submetendo-o a um teste de cinema a im de avaliar o
potencial visual da pessoa que retratava. Warhol
punha-a diante da objectiva e ilmava-a durante três minutos. Se a câmara a adorava, então
Andy também a adorava.
Podemos airmar que Blow Job é, em certo
sentido, um longo screen test. E, neste âmbito,
uma das razões que torna este ilme tão interessante é o seu conlito dramático: a tensão entre
as (presumíveis) instruções dadas por Warhol
antes do screen test – permanecer imóvel e não
pestanejar17 – e a reacção, neste caso, (in)voluntária a um fellatio. No fundo, trata-se de pôr em
cena um psicodrama em pequena escala, contrastando com os grandes dramas e dilemas humanos representados à época por Hollywood. O
que importava a Warhol não era o argumento,
mas o que transpirava do processo da ilmagem.
A vulnerabilidade, o embaraço, o desconforto18,
a tentativa vã de controlar as emoções, a escalada da intensidade sexual, o clímax, o relaxamento pós-orgasmo, são algumas das dimensões (e
contradições) da afecção e do sentir a que aqui
assistimos diante de um ilme como Blow Job.
Se é recorrente nos ilmes de Warhol várias
pessoas serem colocadas numa situação de clara
vulnerabilidade, porque não raras vezes alcoolizadas ou sob o efeito de drogas19, com base
no depoimento aqui supracitado de John Giorno, podemos entrever a exploração deliberada
de uma fraqueza20 inerente ao protagonista
de Blow Job: a beleza inocente submetida à
curiosidade perversa de Warhol. Como reagirá
esta inocência a um estímulo sexual diante da
objectiva? – terá Andy perguntado a si mesmo. E enquanto psico-drama posto em cena, a
luta interior entre tensão sexual e vergonha (ou
compostura moral) nessa radical exposição de si
mesmo diante da objectiva e da equipa de pro-
dução, dá-nos um elevado sentido de realidade. Ora, enquanto “sentido de realidade” – na
acepção que Murphy lhe dá quando aborda o cinema de Warhol21 –, o resultado continua hoje a
ser profundamente intrigante e perturbador, endereçando-nos para o questionamento do nosso
papel enquanto espectadores de cinema, mais
precisamente, enquanto voyeurs (simulados) de
uma cena erótica.
O intenso escrutínio levado a cabo pela câmara (que partilhamos ao ocupar o lugar da
curiosidade de Warhol), passados pouco mais
de alguns minutos é-nos devolvido, como um ricochete: não atravessamos os olhos para invadir
uma ‘alma’, o seu íntimo, incapazes de medir o
estado de fragilidade da “cobaia”. A penumbra
que cobre as órbitas do sujeito (como se escondesse o olhar atrás de óculos de sol), acaba, em
última análise, por fazer de nós o alvo e vítima
da experiência. Ainal, é a nossa reacção que
importa: o que pensamos e como nos comportamos durante o visionamento de alguém que
se submeteu a este teste? G. Malanga, o principal assistente de Warhol, refere que “Empire era
um ilme de sete horas [sic.] onde nada acontece
excepto o modo como a audiência reage”22. Se
Sleep e Empire são autênticos testes de resistência ou de paciência, Blow Job desaia, por seu
turno, a nossa capacidade de autoconsciência,
de nos vermos a nós mesmos vendo na condição
de espectadores de pessoas que protagonizam
ilmes eróticos.
Escondido por dois círculos de sombra, o
rosto de um homem bem-parecido e presumivelmente excitado opera como um espelho relector: ele projecta a imagem do voyeur que,
enquanto alguém que vê sem ser visto, ocupa
um espaço-sombra que o oculta, e, assim, o protege da troca pública de olhares, a im de evitar
a censura decorrente da posição ilícita de ocupa.
Cópias de Julião Sarmento
À semelhança do episódio que o ilósofo
francês Jean Paul Sartre narra num dos capítulos
do livro O Ser e o Nada, em que um personagem
é apanhado a espreitar num buraco de fechadura, cobrindo-se de vergonha porque toma
consciência de como a sua atitude é aviltante,
também Julião Sarmento faz com que os espectadores das suas obras sintam um certo embaraço
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que decorre do facto de, quando olhamos para
as suas obras, estamos a entrar numa privacidade
que não é nossa.
Delim Sardo
Discorrendo sobre a forma como se manifesta
a presença do corpo feminino na obra de Julião
Sarmento, Delim Sardo advoga que o artista “cria
um dispositivo, no qual a mulher performa um
gesto para um ausente. Este ausente é substituído
pelo espectador, que (literalmente) vive o espaço
dessa ausência como substituto, como intruso”23.
Em Cópias, ilme Super 8 de 1976, o espectador assume-se, mais do que em qualquer outra obra deste artista, inelutavelmente como intruso. Duas mulheres desnudadas encontram-se
frente a frente replicando gestos e carícias feitos
a si próprias, fruindo assim tanto o próprio corpo
ao nível do tacto (auto-erotismo), como o corpo
alheio ao nível da visão (homoerotismo). Chega-se a este paradoxo: é o próprio observador que,
nesta tripla relação, está a mais.
Compreendemos a homologia. Uma longa
cadeia de equivalência liga-me ao lugar do artista. Mas, subitamente, sofro um estremecimento. O processo de substituição é abruptamente
golpeado quando, no im do ilme, o artista se
transfere da situação de “ausente” (encoberto)
para a publicidade “descarada” da sua presença
enquanto gloriosa assunção de uma condição
voyeurista-exibicionista (Fig. 3).
Primeiro. O corpo que espreito é alvo de uma
posse partilhada, como uma situação de um
amigo que me convida a ver o que ele também
viu (ou está a ver): aquela situação totalmente
aberta, exposta ao deleite, de experimentar também a sensação de possuir mágica e sub-repticiamente aqueles dois corpos pela via da visão.
Segundo. O que o artista na sua condição de
(primeiro) voyeur está a ver e a mostrar é, por
im, a sua nudez exibida. Transforma-se em exibicionista, ao aparecer para um olhar que ele desejaria totalmente desinibido, desconstrangido.
Sobre esta ambivalência entre impulso voyeurista e impulso exibicionista diz-nos José Gil que,
[…] o voyeurista transforma-se em exibicionista (como disse Freud, fazendo do segundo o resultado de uma deslocação pulsional do primeiro:
de um objecto exterior - ver -, para o corpo próprio - ser visto; e curiosamente, Freud funda esta
conivência entre voyeurismo e o exibicionismo no
auto-erotismo relexivo da criança que tem prazer
em ver os seus órgãos genitais, e estes retiram prazer em serem vistos...24.
Em Cópias, Sarmento parte, assim, da intersecção de duas referências eruditas – o mito de
narciso e a fase do espelho de Lacan. Confundindo o relexo do espelho (dois corpos muito
similares, ambos esbeltos e delgados) com a sugestiva relação (erótica, lésbica) entre duas mulheres, o artista transplanta o auto-erotismo narcísico (daquele que se apaixona pela sua imagem
julgando-a ser de outro), para a situação em que
alguém se confronta com a imagem efectiva de
outrem, tomando-a como exercício de redescoberta do seu corpo (agora profundamente sexuado, libidinoso) feito diante do espelho.
É caso para dizer-se que, mediante um processo de identiicação/transitividade, a relexividade especular da visão se materializa na reversibilidade sensível do corpo – que ao ver-se e
tocar-se é visto e tocado –, como se o olhar do
outro o transportasse para fora de si. Circuito
inindável que gera reverberações que se sobrepõem: é o olhar transferido para o corpo do outro a partir do relexo da pele do outro.
Fig. 3. Julião Sarmento, Cópias, 1976. Filme Super 8, cor, sem som, 14’ 23”; 12 imagens por segundo. Stedelijk Van Abbemuseum, Eindhoven (Créditos fotográicos: cortesia Estúdio Julião Sarmento)
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Esta “mise-en-scène” diz-nos, por im, que
a condição de voyeurismo se resume a um jogo
de espelhos, a uma inclusão em abismo de
imagens. Assim nasce este singular sistema de
trocas, permutas e reversibilidades. Estou preso num espelho que se desloca e que me capta
onde há uma estrutura dual. Imagem que atrai e
relecte o olhar que a olha.
aventura que a instalação Etant Donnés (194666) de Marcel Duchamp prepara na galeria: enquanto observamos a cena podemos ser vistos
por detrás, ser surpreendidos e, assim, sofrer o
peso do olhar censório por estarmos lá já há demasiado tempo (Fig. 4)
Num belo texto intitulado “Imagem com
Olhos”, dedicado a um outro ilme de Sarmento
do mesmo ano, Faces – película que dispõe, durante 44 minutos e 22 segundos, duas mulheres
num beijo interminável, registado através de um
plano extremamente fechado e centrado nas bocas e movimentos das línguas que se tocam de
modo lascivo -, João Lopes começa por referir “a
consciência súbita e, dir-se-ia, assustadora, que
o espectador não pode deixar de experimentar
de que são aquelas imagens que o olham, e não
o contrário”25.
Tal como refere Chrissie Iles, os ilmes que
Ono realiza em colaboração com Lennon, dos
quais Fly é talvez o mais signiicativo, desenvolvem preocupações anteriores da artista no
que diz respeito a tópicos cruciais, à época em
aceso debate, como os do “corpo, os direitos
das mulheres, a liberdade pessoal e o activismo
político”27.
Podemos dizer que, diante de Faces, continuamos de um modo irreprimível a ver, sem
indiferença possível, os luxuriantes beijos mutuamente trocados pelas iguras femininas, introduzindo lenta e suavemente as suas línguas
em boca alheia, como se estas fossem “ferramentas libidinosas” que substituem o phallus, o
que, para Chrissie Iles, reacende as conhecidas
implicações psicanalíticas que desembocam no
medo associado à castração – correlato da impotência do olhar masculino26.
Diante deste “espectáculo erótico”, que estes ilmes corporalizam, experienciamos a mesma
Fig. 4. Julião Sarmento, Faces, 1976. Filme super 8, cor, sem
som. 44’ 22”. Colecção Van Abbemuseum, Eindhoven (Créditos fotográicos: cortesia Estúdio Julião Sarmento)
Três dimensões políticas do prazer visual
Tal como vimos, a mosca (ly) que acompanhamos no ilme de Ono é, segundo um depoimento da artista, uma metáfora do seu “split
self”28. Assumindo um fundo “biográico”, Ono
participa inteiramente num momento feminista
cujo slogan advoga que o privado é político29.
Pois se, por um lado, a dada altura uma simpática mosca dá lugar a várias moscas, convertendo-se subitamente numa entidade cada vez
mais “desagradável”, identiicada com o “inimigo”, com um “opressor masculino invisivel”30
que reforça uma condição passiva e objectual
(desembocando na mortiicação simbólica do
corpo da mulher); por outro lado, fazendo juz
à semântica dual do termo ly – mosca e voo
– Ono também se imagina ela própria como
mosca. Representando na sua livre errância a
imaginação feminina sem corpo, a mulher (Ono)
agora converteu-se num agente portador do
olhar sobre si mesma; olhar esse que, na esfera
do cinema mainstream de Hollywood, era, como
a teoria crítica feminista deu tão bem conta, privilégio exclusivo da posição masculina. Metáfora
de Self “activo”, de “alter-ego liberto”31 e de
“espirito livre”32, a mosca acaba afastando-se do
corpo em direcção ao céu que se encontra para
lá da janela, o que metaforicamente sugere uma
libertação.
A teoria cinematográica feminista refere-se
recorrentemente a um sujeito feminino como
um não-sujeito33, e à condição da ‘mulher’ como
sendo “fundamentalmente irrepresentável enquanto sujeito de desejo”34. A dimensão voyeu-
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rista em Ono ante a ixação deste binarismo é,
pois, dúplice, porque a identiicação activa com
o olhar e a identiicação passiva com a imagem,
ao invés de se relacionarem de forma dicotómica, apresentam-se agora de forma concomitante. Desse modo, o tratamento que Ono faz
do voyeurismo cinematográico consiste agora
numa identiicação dupla em razão de ela ocupar simultaneamente os dois lugares ou posições: aquele que vê e aquele que é visto, ou seja,
ocupa ao mesmo tempo a posição activa e a posição passiva do desejo que Teresa de Lauretis
sintetiza nos seguintes termos: “O desejo pelo
outro, e o desejo de ser desejado pelo outro”35.
A teoria feminista ortodoxa, ao providenciar
uma sustentada critica aos estereótipos de género, designadamente sobre a forma como o cinema clássico constrói a imagem da mulher (e que,
antes do cinema, a arte ocidental já havia canonizado), acaba por ideologicamente estereotipar
a relação voyeurística em forma de denúncia. À
luz do seu discurso excessivamente preso à dicotomia psicanalítica (masculino vs. feminino), o
voyeurismo acaba por ser um dispositivo estruturado, codiicado pela convenção do binarismo
da diferença sexual, em que a mulher é vista negativamente como “não-homem”, implicando
que na relação consigo mesma ela nada signiica
senão em função do (olhar do) homem36. Ono
revela que a escopoilia (o prazer em ver) pode
ter lugar também do lado do feminino. Olhando para uma outra situação, igura, personagem
(encarnada aqui por Virginia Love) mostra que o
prazer visual narcísico, na óptica feminina, pode
muito bem derivar (ou redundar) da sua auto-identiicação com a (igura na) imagem.
Em contraste com um “contra-cinema”
exortado por Mulvey, levado a cabo mediante
práticas experimentais e pretensamente “liberto do olhar da câmara” visando destruir o prazer visual do espectador, Ono não abre mão do
(seu) prazer visual enquanto espectador, neste
caso, enquanto espectador de si mesma. Não se
conina, assim, enquanto espectador, à identiicação com a condição passiva da personagem
feminina para a qual foi socialmente programada e deleita-se adoptando o (convencional)
ponto de vista masculino; rouba-lhe o lugar,
retira-o da sua posição exclusiva e privilegiada.
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Complicando a masculinização da condição do
espectador, ela sai de si própria enquanto mero
corpo - o seu lugar físico é tomado pela modelo
que a representa - criando uma distância entre
sujeito (olhar) e igura (corpo), que é a condição
mesma do voyeurismo enquanto acto de participação e envolvimento erótico que não se limita
à exibição do corpo como objecto de satisfação
e distracção.
Ono não des-erotiza o prazer visual, antes
‘desmascara’ o nexo voyeurismo/ente masculino
no sentido da sua desconstrução, isto é, de o expor e de o criticar. A artista mostra que essa posição pode ser não só oscilatória, transitiva e lexível, como ainda concomitante. Mas cabe aqui
perguntar se acaso as estruturas de domínio e
de submissão são atingidas e questionadas, ou
se, pelo contrário, não permanecerão antes intactas? Porque, por um lado, parece que para a
mulher poder ser sujeito, agente activo e emancipado, tem que irremediavelmente ocupar uma
(anterior) posição masculina – aquele que é portador do olhar e portador da câmara que agencia esse olhar; por outro lado, ela pode muito
bem apreciar e fruir a beleza feminina através
da objectiva e no ecrã, gerando uma imagem
positiva da autonomia da mulher enquanto celebração do corpo. Neste ponto, podemos falar
também aqui de uma ambivalência sexual do
lado feminino, que outorga um prazer feminino
de tipo homoerótico (um olhar feminino fruindo um corpo feminino). Poderíamos airmar que
este é um olhar fálico, masculinizado, que cria
um espaço para o prazer e desejo do sujeito-espectador feminino de ordem narcísico e homossexual, pois a estrutura patriarcal parece intacta,
ainda que ocupada subversivamente pelo outro.
Mas se levarmos em linha de conta que a subjectividade (feminina) não é uma instância ixa
mas auto-construtiva37, a mulher poderá muito
bem metamorfosear-se ao adoptar o dispositivo
voyeur como sendo seu de pleno direito, deslocando papéis e diferenças, e, assim, posições e
hierarquias de poder.
Antes de nos sentarmos para assistir ao ilme, a expectativa criada pelo título Blow Job é
enorme. Trata-se efectivamente de um “título
provocatório”, e o tema é claramente um delicioso “tabu”38, sobretudo porque, à época,
Warhol já tinha uma certa reputação enquanto
realizador de ilmes que expunham a literalidade
das acções envolvidas, sem qualquer aparente
conotação simbólica. À partida, esta seria uma
película que deveria estar na prateleira dos ilmes para adultos, mas nada de explícito nos oferece em matéria de sexo. Porquê este paradoxo?
Quais os propósitos e efeitos desta “partida”
que o autor do ilme nos prega? Sobre Blow Job,
escreve então Klaus Biesenbach que:
Muitas vezes o poder da beleza e da sexualidade é encontrado na diferença entre o que
imaginamos e o que realmente vemos ou experimentamos. Esta diferença libidinosa é uma das
forças motrizes do voyeurismo e de outras buscas
da emoção da realização.39
No inal de contas, Warhol parece demonstrar que nada será mais poderoso, em matéria
de agenciamento do desejo, do que a própria
imaginação. E travesso, provocatório, Warhol
belisca-a de forma magistral. Poderemos não ser
fãs, nem censores, de ilmes pornográicos, mas
não conseguimos deixar de partilhar com ambos
o mesmo desejo ilícito de ver o que não é – pelo
enquadramento – permitido. Não podemos ver,
mas podemos imaginar. E, desse modo, o título
acaba por ser não propriamente sobre o efeito
de uma acção física, sexual, sobre um homem,
mas, antes, sobre o poder do não-visto.
Levando por diante uma “estética da sedução”40, em Blow Job Warhol recorre a uma
completa adaptação do retratar ao registo da
fragilidade do sujeito, a im de obter uma imagem que intriga, que choca, que provoca a nossa curiosidade, e que, por isso mesmo, a todos
seduz. Actuando nos seus screen tests como
um presumível “caçador de talentos”, Warhol
acaba por se oferecer como “ecrã e espelho absorvente, passivo e inerte da realidade”41. Auto-proclama-se uma “máquina”42 de registo visual,
assumindo uma declarada indiferença contemplativa. Esta plena identiicação de Warhol com
a câmara cinematográica é consubstanciada na
coincidência entre “máxima passividade criativa” com “máxima amoralidade acrítica”43. Mas
o que acontece, em última análise, é que tal
identiicação se torna numa arma apontada, já
não apenas para o sujeito que ilma, mas agora
para nós, espectadores, que o assistimos.44.
Fazendo da humilhação, da sujeição apensa
à exposição da intimidade, não uma ruína do sujeito, mas um estranho sucesso com um travo de
perturbação, de degradação, compreendemos
que a responsabilidade desse sucesso (e dessa
degradação do humano) deve-se não propriamente ao produtor da imagem, muito menos à
pessoa que se sentou diante da objectiva, mas
a nós mesmos. O que alimenta a importância que ainda hoje é dada ao ilme em análise
vem, em última instância, da nossa curiosidade
de espectadores: deleitarmo-nos, satisfazermos
sub-repticiamente o nosso apetite de intrusos
para imaginar, fantasiar, à custa de uma situação
ilícita que revela a fragilidade, a batalha interior,
a intimidade, o desapossamento do outro, pois
ele, ao im e ao cabo, deixa de ser sujeito para se
tornar simples objecto do nosso olhar.
O afastamento, levado a cabo nas últimas
décadas, ante as estritas dicotomias da teoria
cinematográica psicanalítica e feminista abriu
campo para teóricos e críticos vindos dos círculos
gay e lésbicos. Tal outorga uma releitura do cinema experimental de vanguarda dos anos 1960 e
1970. A estrita identiicação entre questões de
prazer e de diferença anatómica é redutora porque deixa de fora uma miríade de possibilidades
e matizes, inconcebíveis dentro da lógica estrita
do binarismo. A substituição do termo diferença sexual pela distinção de género baseia-se no
claro contraste entre anatomia (sexo) e construção social (género)45, e igualmente entre prática
sexual e identidade de género. Outra limitação
apensa ao enfoque exclusivo na diferença sexual
da parte da teoria cinematográica psicanalítica
ortodoxa é a sua ausência de escopo para com
outras diferenças, entre as quais está, em conjunto com as das de classe, raça e idade, a de
preferência sexual. Daí a teoria cinematográica
ortodoxa ter diiculdade em sair da esfera heterossexual: os prazeres homossexuais do espectador serão largamente ignorados tanto da parte
da produção cinematográica46 como da teoria
crítica.
A partir de Steve Neale, refere Smelik que,
[…] o elemento erótico associado ao olhar do
corpo masculino teve que ser reprimido e repudiado para evitar qualquer associação à homossexualidade masculina. Porém, a homossexualidade
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masculina está sempre presente a contracorrente; é o sintoma de Hollywood. […] A imagem do
corpo masculino como objecto de um olhar está
carregado de ambivalências, repressões e negações.47
If the ilm is really about a blow job, who is or
are the fellators? Is this a gay sex act, a strait one,
or bisexual one, which would suggest the kind
of polymorphous sexuality often associated with
Greenwich Village bohemia during the 1960?53.
Em Andy Warhol, a exploração da sexualidade pelo lado irregular da homossexualidade
não acontece por acaso. Ela relaciona-se decisivamente com o intuito de escandalizar, de denunciar o taboo mantido pela sociedade e pelas manifestações culturais institucionalizadas,
como é o caso mais evidente do cinema popular
e mainstream. Em Kiss, por exemplo, questiona-se de modo abrupto a estética glamourosa
do beijo instituída por Hollywood, assim como
a conotação catártica de um momento moralizador, consumado num happy ending que une
o espectador, a narrativa e o mundo num todo
coerente e profundo. Warhol relaciona intencionalmente o beijo com uma dimensão quase
grotesca e abjecta. Sublinha-se a animalidade, a
corporalidade, a sexualidade explícita e a sensibilidade gay e inter-racial que desfaz classiicações
apoiadas na distinção de géneros e identidades.
O que se procura criticar e subverter são pois,
de um modo mais geral, as normativas que pretendem adequar os comportamentos sexuais e o
erotismo ao estabelecimento de uma legalidade
assente na punição, no controlo, na interiorização das regras de higiene e de boa conduta que
limitam a dimensão do erotismo às instâncias
moralmente ordenadas da família, da sociedade
e da nação.48
Ainal quem olha para quem em Blow Job?
Quem o pode fruir do ponto de vista erótico?
Compreendemos que este ilme de Warhol abre,
entre outros, o problema da impossibilidade de
se saber ao certo quem retira prazer visual a partir do rosto de um homem bem parecido a receber sexo oral. Com este paradoxo e esta dúvida
à partida insolúvel, ica bem atestado o poder
da ironia54, da provocação e da paródia como
estratégias que, no âmbito do universo camp,
são usadas para transgredir entendimentos convencionais de género no que ao prazer visual diz
respeito.
A área dos gay studies sobre a masculinidade aborda com recorrência as leituras do
universo camp.49 A esfera camp é tida por Medhurst50 e Simpson51 como um entendimento a
contracorrente da cultura dominante que oferece identiicações e prazeres que essa mesma
cultura dominante nega aos homossexuais. Daí
por vezes a sua verve subversiva em desocultar
ambiguidades culturais e contradições que normalmente permanecem encobertas pela ideologia dominante. Tal como nota Smelik, “esta
característica transporta o camp para o domínio
do pós-modernismo, o qual também celebra a
ambivalência e a heterogeneidade”52. Diríamos
que é justamente esta contradição e ambivalência recorrentemente explorada por Warhol aquilo que leva Roy Grundmann a perguntar:
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Historicamente devemos considerar o carácter revolucionário das explícitas imagens eróticas
produzidas pelo jovem Julião Sarmento no contexto saído da ditadura salazarista que permaneceu activa em Portugal até à Revolução de 1974.
A repressão política do regime havia decretado
uma asixiante moralidade ao serviço dos pólos
mais conservadores da sociedade portuguesa.
Os ilmes experimentais de Sarmento opõem-se
claramente à repressão do Estado e ao profundo
conservadorismo cultural no que diz respeito a
tudo o que era explicitamente erótico. Por esta
razão, no momento em que são produzidos,
muitos dos trabalhos de Sarmento podem ser
tidos como dissidentes, na medida em que articulam o prazer sexual com a revolução de costumes e de mentalidades. “Para mim, licenciosidade é um exercício intelectual e político” – diz
o artista55.
Num Portugal “acabado de sair da ditadura
e mergulhado num animado carnaval de lutas
ideológicas anacrónicas”56, a força contestatária
do seu erotismo teria sido capaz de “cumprir
funções de transgressão estética e moral em relação à repressão clerical-fascista”57 se acaso o
trabalho de Sarmento tivesse, em Portugal, sido
entendido em ‘tempo real’. Com a publicação
do livro Cinemacchine del desiderio (1998) de
Tereza Macrì, a densa nebulosa que cobria a produção fílmica de Sarmento é levantada ao ponto
de esta se encontrar desde então bem identiica-
da (incluindo a destruída). Entre esse inventário
apologético avulta desde logo a dimensão “política”. Pois é a primeira proposta de abordagem
não só sistemática, mas contextual desse tipo de
produção. Entre as particularidades da sua pesquisa que o situam na tendência de vanguarda
da época, as questões levantadas em torno da
contracultura e do sentido libertário não são de
todo ignoradas, quando se aloram as “formas
difusas de desejo”58 que consubstanciam o início de uma investigação que, “pecaminosa e
voyeuristicamente”, era feita numa Lisboa salazarista que ainda não a poderia conceber. Macrì
destaca, nas incursões de Sarmento pelo Super
8, um “léxico anti-diegético” feito pelo “dilatação da sequência”, directamente subsidiário do
anti-cinema reivindicado por Andy Warhol. Sob
esta óptica, Sarmento parece ter retido das suas
leituras dissidentes (Sade, Bataille…) e deambulações cinematográicas underground (Warhol,
Brakhage, Snow, Mekas, Smith…), um verdadeiro fascínio pela licenciosidade que informará os
modos alternativos como este usará o cinema,
participando assim num amplo movimento coevo que explora programaticamente a estrita correlação entre cinema undergroung e revolução
sexual.
Vimos como Cópias simula a captação cinematográica sub-reptícia de um jogo libidinoso
entre dois corpos femininos que se provocam
mutuamente como se estivessem diante do espelho. Mas após o seu súbito desocultamento, o
artista português desvela que o sentido furtivo e
clandestino desse jogo erótico, engendrado entre realizador e modelos (ou personagens), é da
ordem iccional e relexiva, e que desmontando
o aparato voyeurístico desmascara ao mesmo
tempo a implícita reversibilidade entre prazer em
ver e prazer em ser visto.
Tal como alguns autores dão conta, o erotismo associado a cenas lésbicas na grande tela
alimenta tanto o voyeurismo masculino tradicional59 como potencialmente todos aqueles que
são orientados pelo amor bissexual e sáico.
Com efeito, alguns espectadores femininos podem apropriá-la como uma ‘cena lésbica’, fruindo-o como imagens que emancipam a mulher
em razão de esta escapar à Lei, no sentido em
que Tasker60 e Graham61 lhes dão.
Richard Dyer defende que um renovado
interesse político pelas sexualidades perversas
outorga uma leitura foucaultiana do erotismo cinematográico a partir da histórica relação entre
sexualidade e poder62. Ora é, como vimos, sobre
esse exacto nexo perversão/sexualidade/poder
que Iles lê o ilme Faces de Sarmento:
A língua também representa a linguagem, o
discurso e a comunicação, todos eles associadas
negativamente à mulher, frequentemente suprimida. Desde os tempos medievais, a língua era
vista como um fetiche colectivo: um órgão rebelde, descontrolado, potencialmente pecador e
[…] ligada a distúrbios da ordem política e social
– características também imputadas à sexualidade feminina […]. A ansiedade masculina sugerida pela violência que atenta silenciar a mulher é
abrandada pelas possibilidades fílmicas da fantasia
erótica realizada. A língua tradicionalmente associada ao phallus, outro órgão rebelde, assume-se
ela mesma como ferramenta libidinosa, que, tal
como o phallus, estende o corpo para lá das suas
fronteiras físicas fundindo-se com outro, o corpo
feminino. A ameaça da impotência provocada por
esta exclusão do homem de toda a troca erótica
feminina é inversa ao controlo masculino da câmara e que tem lugar no interior do enquadramento63.
Ao contrário do olhar do cinema clássico de
Hollywood, em que possessão e poder masculinos não são questionados, antes reproduzidos e
reiicados, em Julião Sarmento habita a assunção da fragilidade do olhar masculino heterossexual tingindo pela ansiedade afecta ao complexo de castração. É justamente esta perturbação
imprimida no voyeur que Pedro Lapa trás à luz
através de obras como Cópias:
[…] o facto de nestes ilmes [de Julião Sarmento] o seu papel consistir na assunção de um prazer,
para o caso homossexual, que exclui o domínio
masculino (o phallus como objecto imaginário) e
se tornar produtora de sentido (assumindo o phallus como signiicado, símbolo de desejo) devolve
ironicamente ao voyeur a ausência e a privação,
envolvendo-o na sua própria ansiedade64.
Com o ensaio de Pam Cook, “Masculinity in
crisis?”, publicado num número especial da revista Screen, em 198265, abriu-se uma nova área
de investigação dedicada à sensível questão da
masculinidade na era do feminismo. Tal como
Anneke Smelik dá conta,
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Bruno Marques e Miguel Mesquita Duarte
Género e voyeurismo desmontado
Bruno Marques e Miguel Mesquita Duarte
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Género e voyeurismo desmontado
[...] a maior parte dos estudos sobre a masculinidade apontam para uma crise na qual o homem
branco heterossexual se apresenta fragmentado
(Easthope 1986; Kirkham e Thumim, 1993; Tasker, 1993; Jeffords, 1994). […] Porém, a crise na
masculinidade é bem-vinda na perspectiva dos críticos gay enquanto momento libertário. […] Mark
Simpson (1994) regozija-se ao celebrar a desconstrução da masculinidade enquanto autêntica, natural e dominante.66
A esta crise na masculinidade deve corresponder uma acepção mais ampla da crise e da
desconstrução do esquema escópico da visão.
Os três exemplos analisados remetem, nas suas
singularidades e preocupações autorais especíicas, para este aspecto em comum. Esta questão
é afectada pelo feminismo pois os mecanismos
sociais e culturais determinam que a mulher
deve ser atraente para ser olhada e apropriada
pelo olhar erótico masculino, assim convertido
numa espécie de lente dominante do mundo.
Esta falta de envolvimento do olhar, que assume aquilo que é visto como mera distracção e
espectáculo, levanta problemas de violência,
de separação e de objectualização do humano, que o espectador começa a consciencializar
por via do ilme. Como no exemplo de Fly, de
Yoko Ono, é gerado um desconforto evidente
que leva o espectador a inspeccionar detalhes de
uma imagem que perde a sua característica de
transparência, tornando-se cada vez mais opaca, meta-relexiva e, ao mesmo tempo, intelectualmente estimulante. O espectador sente-se a
mais pois é gerada uma sensação de desconforto relativamente à posição que este se vê ocupar,
exposta enquanto lugar separado do olhar que
se intromete pelo buraco da fechadura. O espectador percebe que a sua visão, tal como a visão
da câmara, é o dispositivo pelo qual a cena nos
aparece, e não somente um meio de satisfação
da curiosidade escópica, implicando, por essa
via, a emergência de um sentido ético e político
que havia sido silenciado pela lógica do cinema
espectáculo.
Considerações inais
Jean-Paul Sartre […] faz girar toda a sua
demonstração em torno do fenómeno fundamental que ele chama o olhar. O objecto humano
distingue-se originalmente, ab initio, no campo
da minha experiência, não é assimilável a nen-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 183-201
hum outro objecto perceptível, na medida em
que é um objecto que me olha. […] Posso sentirme olhado por alguém de que nem sequer vejo
os olhos ou até mesmo a aparência. Basta que
qualquer coisa me signiique que o outro pode
estar lá. Esta janela, se está um pouco escuro, e
se tenho razões para pensar que há alguém atrás,
é desde logo um olhar. A partir do momento em
que este olhar existe, eu já sou outra coisa, porque me sinto tornar-me eu próprio um objecto
para o olhar do outro. Mas nesta posição, que é
recíproca, o outro também sabe que eu sou um
objecto que se sabe ser visto.
Toda a fenomenologia da vergonha, do pudor, do prestígio, do medo particular provocado
pelo olhar, está lá admiravelmente descrita […].
Jacques Lacan
Como o cinema experimental desmonta o
voyeurismo? E quais as implicações políticas envolvidas nesta estratégia a partir de diferentes
posições de género? Estas foram as questões
das quais partimos e que nos levaram a percorrer
três ilmes experimentais dos anos 1960-1970.
Vimos como no ilme Fly, Yoko Ono questiona o papel da mulher enquanto objecto passivo, desapossada de si própria sob o peso do
olhar voyeur cinematográico que o voo de uma
mosca simula. Por outro lado, partindo de um
depoimento de Ono, a mosca é o agente omnipresente e intruso que simboliza o olhar masculino e a repressão social sobre a mulher; mas, por
outro, é também metáfora da liberdade, porque
ao adoptar o lugar da mosca ela pode ser também um agente portador do olhar.
Também Warhol e Sarmento, de forma diversa, colocam em cheque o que ao voyeurismo
masculino cinematográico diz respeito: complicando as históricas posições binárias ambos
mostram que esse regime é muito mais complexo, heterodoxo e ambivalente. Não obstante tratar-se de um fenómeno associado à perspectiva
feminista, a desmontagem do voyeurismo levada a cabo pelo cinema experimental nos anos
1960-1970 tem, como vimos, importantes contra-exemplos do lado masculino, tanto na vertente queer (ou camp) como na heterossexual.
Pondo em acto uma provocação de índole
homoerótica, Blow Job promete uma felação que
nunca chegamos efectivamente a ver, porque
ocorre “fora-de-campo”. No ilme de Warhol, o
rosto de um homem bem-parecido é vítima do
olhar da objectiva que explora a vulnerabilidade
de quem está excitado sexualmente diante da
câmara; ao partilhar a crueldade da compulsão
do realizador pela invasão da intimidade do outro, o espectador converte-se num alvo onde todos os olhares podem recair (incluindo o da nossa consciência), responsabilizando assim aquele
que olha e não apenas aquele que ilma.
Também Cópias (1975), de Julião Sarmento,
representa a autoconsciência da fragilidade do
olhar masculino, mas agora heterossexual. Enquanto o olhar da câmara de Ono literalmente
abandona o quarto, deixando a mulher consigo mesma na esfera do privado, em Sarmento
a ilusão – afecta ao cinema – de encarnarmos
um olhar sem corpo é desfeita inesperadamente quando a objectiva se desloca de dois corpos
femininos libidinosos para a pessoa do próprio
artista. Desocultando-se no inal do ilme, o
voyeur abandona assim o seu espaço-sombra
para se assumir inalmente como exibicionista,
olhando nos olhos o espectador.
Estes dois contra-exemplos, vindos do lado
do masculino, impõem a revisão de discursos,
já históricos, que generalizam excessivamente
dicotomias hoje em debate, porque já não tão
demarcadas.
Partindo de Henry Krips67, o desconforto que
podemos sentir ao assistir a estes ilmes tem
a ver não apenas com uma origem de ordem
psicanalítica (complexo de castração), mas com
um sentimento de culpa política, consequente
de uma programática responsabilização daquele que olha, levada a cabo por estes ilmes no
sentido do julgamento e da censura; tal acontece em razão da posição privilegiada que o espectador ocupa ser desmontada, corrompida,
sabotada e invertida, em suma, transformada
inesperadamente em objecto de indagação pela
peça fílmica. Uma palpável e excessiva ansiedade é gerada no espectador a respeito daquilo
que ele é e do que está a fazer; essa ansiedade
é, por uma vez, transformada em objecto de escrutínio externo, que ocorre no espaço público e
social a partir do momento em que o olhar vago,
anónimo e potencial, é signiicado por todos os
possíveis outros que verão ou vêem assistindo a
estes ilmes na sala de projecção...
Nos três exemplos analisados, a questão do
tempo revela-se fundamental, uma vez que é a
sua dilatação, o seu continuar-se, transformando
a percepção como duração, que incita e permite
atingir um estado de relexão sobre a imagem.
O plano demora-se mais do que era esperado,
e é sobre esse jogo de atrasos e de expectativas
muitas vezes frustradas que recai o próprio ilme. Ao tempo distendido corresponde uma visão
distendida como promessa do pensamento, mas
também um sujeito distendido e, dessa forma,
deslocado, decomposto entre o sujeito da representação, que antes ocupava confortavelmente o
vórtice da projecção triangular, e a sua passagem
para o espaço que está sob o olhar do outro, sendo nesta troca que reside o sentido mais profundo
do funcionamento do registo escópico em Lacan.
O que interessa a Lacan é a passagem do
olhar para o lado de fora. Interessa-lhe a instauração da fractura que acompanha a instituição
do sujeito no visível, fazendo do sujeito que percebe simultaneamente objecto percebido68. No
campo do escópico, tudo é articulado entre o
que eu vejo e aquilo que me olha, do lado das
coisas, num processo que tem intimamente que
ver com o sujeito enquanto ser desejante. Neste
sentido, o escópico funda o espaço do quadro,
indo mais além daquilo que, na sua vacuidade
representativa, se oferece como mero espectáculo e distracção ao olho: “É por isso [diz Lacan]
que o quadro não joga no campo da representação. Seu im, e seu efeito, estão alhures”69.
Como no exemplo de Parrasios e Zêuxis, em que
a pintura mostra uma cortina que, por efeito do
trompe-l’oeil, suscita ao observador que a abra
para ver o que está por detrás, também o desejo
do sujeito exige mais do que aquilo que lhe é
dado a ver como representação, apontando para
algo que está sempre ausente e que não se limita ao olho, podendo ser habitado pelo desejo
como gesto do olhar, construído e re-sensibilizado fora dos esquemas de controlo e usufruto
voyeurista70. Isto implica furar a representação,
virar a imagem do avesso, airmando um relevo
da imagem e do próprio olhar que não se compraz com a exibição do privado.
Neste sentido, a desmontagem do escópico levada a cabo pelos artistas analisados
corresponde a uma profanação dos esquemas
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Bruno Marques e Miguel Mesquita Duarte
Género e voyeurismo desmontado
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Género e voyeurismo desmontado
tradicionais perceptivos; acção que deve ser
apreendida em função da conceptualização desenvolvida por Giorgio Agamben no seu livro
Profanações, e à qual os ilmes analisadas parecem adequar-se exemplarmente. Para Agamben, profanar implica uma acção subversiva que
visa desregular os dispositivos do poder, assentes
num conjunto de práticas e de normativas que
controlam os comportamentos dos sujeitos em
função de esquemas pré-deinidos. Por outro
lado, a profanação surge como operação, - privilegiadamente vinculada ao jogo, ao humor e à
criação, - que não só desactiva os mecanismos
do poder, como também devolve ao uso comum
os espaços e os processos que foram coniscados pelas instituições do poder, apresentando-se
o sistema capitalista e reiicante das sociedades
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ocidentais modernas como um dos seus máximos representantes.71 Profanar implica devolver,
restituir ao uso comum aquilo que foi separado
e absorvido, entre outros, pelo espectáculo, cuja
lógica é a da mercantilização e exibição do sujeito e dos corpos num lugar separado do contacto
e da interacção genuína (sentido do pornográico), aprisionando o olhar como potencialidade
e acto desejante. Neste sentido, a profanação
colocada em prática pelos artistas comentados
constitui não apenas um acto de subversão dos
cânones que presidem à construção e percepção
do ilme, mas, sobretudo, um esforço de resensibilização do olhar por via da experiência da
imagem, capaz de reclamar um princípio ético
e político do ver e do ser-se visto que garanta a
potencialidade dos corpos e a expressão da vida.
NOTAS
* Investigação desenvolvida no âmbito do projecto de pós-doutoramento
“Tabu e transgressão: género e políticas
da sexualidade na arte contemporânea”, inanciado pela FCT – Fundação
para a Ciência e Tecnologia [RH / BPD /
93234/2013].
1
“[...] na escuridão da sala de cinema, o espectador é um voyeur que
pode ilimitadamente olhar para a grande tela (silver screen). O acto de assistir
ilmes tem e sempre teve assim algo
de erótico, em contraste com o teatro
onde o voyeurismo é interrompido e
perturbado porque os actores podem
devolver o olhar. A televisão e o computador não têm a mesma coniguração voyeurista da película, porque na
sala de estar as luzes estão acesas, as
pessoas falam, a tela é muito menor, e
há todos o tipo de distrações.” Anneke Smelik, “Lara Croft, Kill Bill, and the
battle for theory in feminist ilm studies”, in Doing Gender in Media, Art
and Culture (eds. R. Buikema & I. van
der Tuin), Routledge, Londres, 2009,
p.180 [a tradução é nossa].
“De acordo com Freud (1905),
o erotismo começa com o olhar: escopoilia. Tocar e o ato sexual surgem na
sequência do olhar desejante”. Anneke
Smelik, “Lara Croft, Kill Bill, and the
battle for theory in feminist ilm studies”, in Doing Gender in Media, Art
and Culture (eds. R. Buikema & I. van der
Tuin), Routledge, Londres, 2009, p.180
[a tradução é nossa].
2
3
Christian Metz, The imaginary signiier: psychoanalysis and the cinema,
Indiana University Press, Bloomington,
1982, p. 95 [a tradução é nossa].
4
Laura Mulvey, “Visual Pleasure
and Narrative Cinema”, Screen 16, no.
3 (Fall 1975), pp. 6-18. Reeditado em
Feminism and ilm theory (ed. C. Penley), Routledge, Nova Iorque, 1988a ,
pp. 57-68.
Griselda Pollock, “Modernity and
the Spaces of Femininity,” in Vision and
Difference: Femininity, Feminism and
the Histories of Art, Routledge, London,
1988, pp. 50-90.
5
Arlindo Machado, Pré-Cinema e
Pós-Cinemas, Papirus Editora, São Paulo, 2007, p.137.
6
7
O documento citado encontra-se reproduzido on-line - https://
www.flickr.com/photos/yokoonoofficial/7850159758/ - e é tema de um
interessante ensaio inteiramente dedicado aos escritos e apontamentos de
Yoko Ono, publicado no blog VerySmallKitchen com o título “Fly/Fly: Yoko
Ono´s Sky Cinema and Propositions for
a score based Art Pratice”. [Consultado:
12-12-2015]
http://verysmallkitchen.
com/2012/06/14/flyfly-yoko-onos-skycinema-and-propositions-for-a-scorebased-art-practice/. Sobre este assunto
ver ainda Scott MacDonald, “Yoko
Ono: Ideas on Film. Interview/Scripts”,
Quartely, Vol. 43, nº. 1 (Autumn 1989).
[Consulta: 12-10-2015] http://otherilm.
org/wp-content/uploads/2013/08/YokoOno-Ideas-on-Films-Interview-Scripts.
pdf
8
Este depoimento é citado por
Chrissie Iles, “Fly”, in Yes Yoko Ono
(eds. Reiko Alexandra Munroe com Jon
Hendricks), Japan Society Gallery, Nova
Iorque, 2000, p. 46.
https://www.youtube.com/
watch?v=l2cUz1f1atA
9
10
Chrissie Iles, “Erotic Conceptualism: the Film of Yoko Ono”, in Yes Yoko
Ono (eds. Alexandra Munroe com Jon
Hendricks), Japan Society Gallery, Nova
Iorque, 2000, p. 205.
11
“A imagem onírica de John Giorno adormecido recria uma intimidade
que é somente compartilhada em outras
circunstâncias por um amante que acorda ao lado do seu parceiro, e poderia icar acordado a noite inteira observado o
objecto do seu amor – aquele momento
mais íntimo, exposto e impotente, antes
ou depois de fazer amor – enquanto o
outro descansa e sonha, sem defesas”.
Klaus Biesenbach, “Imagem Corpo Máquina”, in Andy Warhol Motion Pictures
[cat. exp.], Museu de Arte Moderna de
São Paulo, São Paulo, 2005, [s/n.p].
12
A este respeito, escreve Angell
que, “Warhol parodia e subverte as expectativas tanto do fã do porno como
do censor de ilmes, deixando ambos
com uma experiência partilhada de frustração e desapontamento, implicandoos no mesmo desejo ilícito” (Algell, cit.
p. Douglas Crimp, “Our Kind of Movie”:
The Films of Andy Warhol, MIT Press,
2012, introdução, pp. 5-6, nota 4).
13
Douglas Crimp, “Our Kind of
Movie”: The Films of Andy Warhol, MIT
Press, 2012. p. 4.
14
Douglas Crimp, “Our Kind of
Movie”: The Films of Andy Warhol, MIT
Press, 2012. pp. 6-7.
15
Douglas Crimp, “Our Kind of
Movie”: The Films of Andy Warhol, MIT
Press, 2012. p. 7.
16
John Giorno cit. p. J.J. Murphy,
The Black Hole of the Camera: The Films
of Andy Warhol, University of California
Press, Berkeley/ Los Angeles / London,
2012, p. 4, nota 28.
17
Ver o testemunho de Amy Taubin,
citado por J.J. Murphy, The Black Hole of
the Camera: The Films of Andy Warhol,
University of California Press, Berkeley/
Los Angeles / London, 2012, p. 4, p. 2,
nota 2.
18
J.J. Murphy, The Black Hole of the
Camera: The Films of Andy Warhol, University of California Press, Berkeley/ Los
Angeles / London, 2012, p. 27.
19
J.J. Murphy, The Black Hole of the
Camera: The Films of Andy Warhol, University of California Press, Berkeley/ Los
Angeles / London, 2012, p. 4.
20
Pois era esse um dos requisitos
da preparação das ilmagens delegada a
Ronald Tavel: entrevistar os performers
no sentido de determinar previamente
as suas fraquezas para que tal pudesse
ser explorado na escrita do argumento e
na ilmagem. Cf. J.J. Murphy, The Black
Hole of the Camera: The Films of Andy
Warhol, University of California Press,
Berkeley/ Los Angeles / London, 2012,
p. 4, p. 7.
21
J.J. Murphy, The Black Hole of the
Camera: The Films of Andy Warhol, University of California Press, Berkeley/ Los
Angeles / London, 2012, p. 4.
22
Cf. J.J. Murphy, The Black Hole of
the Camera: The Films of Andy Warhol,
University of California Press, Berkeley/
Los Angeles/London, 2012, p. 17, nota 6.
23
Delim Sardo, “Augenblick”,
in Tage der Dunkelheit und des Lichts:
zeitgennossische Kunst aus Portugal
(cat. exp.), Kunstmuseum Bonn, Bona,
p. 126.
24
José Gil, “Auto-representação”,
in O rosto da máscara: auto-representação na arte portuguesa, Centro Cultural de Belém, Lisboa, 1994, p. 48.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 183-201
199
Bruno Marques e Miguel Mesquita Duarte
Género e voyeurismo desmontado
Bruno Marques e Miguel Mesquita Duarte
200
Género e voyeurismo desmontado
25
João Lopes, “O desejo é uma coisa política”, Diário de Notícias, Lisboa, 1
de Fevereiro de 2003, p. 2.
26
Chrissie Iles, “Julião Sarmento’s
Secret Cinema”, in Julião Sarmento (ed.
Louise Neri) Ed. Polígrafa, Barcelona,
2003, p. 82.
27
Chrissie Iles, “Erotic Conceptualism: the Film of Yoko Ono”, in Yes Yoko
Ono (eds. Alexandra Munroe com Jon
Hendricks), Japan Society Gallery, Nova
Iorque, 2000, p. 205.
28
Chrissie Iles, “Erotic Conceptualism: the Film of Yoko Ono”, in Yes Yoko
Ono (eds. Alexandra Munroe com Jon
Hendricks), Japan Society Gallery, Nova
Iorque, 2000, p. 205.
Emergente do clima de “revolução de costumes” que se viveu na década de 1960 um pouco por o mundo
ocidental, o slogan feminista “o pessoal
é político”, cunhado por Carol HANISCH
em 1967, icou famoso precisamente
pela enorme carga simbólica de luta
contra a opressão que, na altura, desaiantemente representava.
29
30
Chrissie Iles, “Erotic Conceptualism: the Film of Yoko Ono”, in Yes Yoko
Ono (eds. Alexandra Munroe com Jon
Hendricks), Japan Society Gallery, Nova
Iorque, 2000, p. 205.
31
Chrissie Iles, “Erotic Conceptualism: the Film of Yoko Ono”, in Yes Yoko
Ono (eds. Alexandra Munroe com Jon
Hendricks), Japan Society Gallery, Nova
Iorque, 2000, p. 205.
Chrissie Iles, “Fly”, in Yes Yoko
Ono (eds. Reiko Alexandra Munroe com
Jon Hendricks), Japan Society Gallery,
Nova Iorque, 2000, p. 218.
32
Teresa de Lauretis, Alice Doesn’t :
Feminism, Semiotics, Cinema, Bloomington, Indiana University Press, 1984.
p. 36.
33
Teresa de Lauretis, Technologies of Gender : Essays om Theory,
Film and Fiction, Bloomington, Indiana
University Press, 1987, p. 20. Sobre a
irrepresentabilidade da mulher como
sujeito desejante ou do desejo, Anneke
Smelik refere que, “A teoria feminista é
construída sobre o próprio paradoxo da
irrepresentabilidade das mulheres como
sujeito de desejo, e das mulheres históricas que se sabem ser sujeitos. Para de
Lauretis, a experiência consciente de ser
tanto “mulher” (woman) e “mulheres”
34
(women) é a contradição produtiva do
feminismo.” Anneke Smelik, “Feminist
ilm theory”, in The Cinema Book (ed.
P. Cook), British Film Institute, Londres,
2007, 3rd rev. edition, p. 496.
mas antes como dramatização de um
conjunto de performances descontínuas
senão mesmo paródicas, o que permite
desnaturalizar a feminidade e a masculinidade.
35
Teresa de Lauretis, Alice Doesn’t :
Feminism, Semiotics, Cinema, Bloomington, Indiana University Press, 1984,
143.
46
Anneke Smelik, “Feminist ilm
theory”, in The Cinema Book (ed. P.
Cook), British Film Institute, Londres,
2007, 3rd rev. edition, p. 500.
36
Claire Johnston, “Women’s cinema as counter-cinema”, in Notes on
Women’s Cinema, SEFT, Londres, 1974.
Republicada na Sreen em 1991, pp. 2526.
47
Anneke Smelik, “Feminist ilm
theory”, in The Cinema Book (ed. P.
Cook), British Film Institute, Londres,
2007, 3rd rev. edition, p. 500.
Cf. Teresa de Lauretis, Alice
Doesn’t : Feminism, Semiotics, Cinema,
Bloomington, Indiana University Press,
1984.
37
38
J.J. Murphy, The Black Hole of the
Camera: The Films of Andy Warhol, University of California Press, Berkeley/ Los
Angeles / London, 2012, p. 26.
39
Klaus Biesenbach, “Imagem Corpo Máquina”, in Andy Warhol Motion
Pictures [cat. exp.], Museu de Arte Moderna de São Paulo, São Paulo, 2005,
[s/n.p].
40
Germano Celant, “Andy Warhol:
A Factory”, in Andy Warhol: A Factory
[cat. exp.], Museu de Serralves, Porto,
2000, [s/n.p].
41
Germano Celant, “Andy Warhol:
A Factory”, in Andy Warhol: A Factory
[cat. exp.], Museu de Serralves, Porto,
2000, [s/n.p].
Diz Andy Warhol que, “sinto que
tudo o que faço, e o que faço como uma
máquina, é o que devo fazer” (Warol
1975, 148).
42
Germano Celant, “Andy Warhol:
A Factory”, in Andy Warhol: A Factory
[cat. exp.], Museu de Serralves, Porto,
2000, [s/n.p].
43
44
Segundo Germano Celant,
Warhol converte-se numa “máquina de gravação vazia que, qualquer
um pode preencher com aquilo que
quiser.”.Germano Celant, “Andy Warhol: A Factory”, in Andy Warhol: A
Factory [cat. exp.], Museu de Serralves,
Porto, 2000, [s/n.p].
45
Judith Butler, Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity,
Routledge, New York e London, 1990.
A noção de Judith Butler, que vê o género não como identidade somática ixa
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48
Roy Grundmann, Andy Warhol’s
Blow Job, Temple University Press, 2003,
9-10.
49
Hoje, lésbicas e gays, identiicam
as suas estratégias libertárias e políticas
de auto-representação identitária enquanto ‘queer’. Nos anos 1990, a noção
‘camp’ começa a ser recorrentemente
substituída pelo termo ‘queer’. Porquanto, Camp é historicamente mais associado à homossexualidade encoberta dos
anos 1950, a qual só vem à superfície
apenas nas décadas de 1960 e 1970.
50
Andy Medhurst, “Batman, deviance and camp’, in The Many Lives
of the Batman: Critical Approaches to a
Superhero and His Media (eds. Pearson
and Uricchio), BFI Publishing, Londres,
1991.
51
Mark Simpson, Male Impersonators: Men Performing Maculinity, Cassell, Londres, 1994.
52
Anneke Smelik, “Feminist ilm
theory”, in The Cinema Book (ed. P.
Cook), British Film Institute, Londres,
2007, 3rd rev. edition, p. 501.
53
Roy Grundmann, Andy Warhol’s
Blow Job, Temple University Press, 2003,
7.
54
“Ironia é a matéria prima do
camp, fazendo referência a quaisquer
contrastes incongruentes entre coisas
ou indivíduos e seu contexto. A incongruência mais comum é a do masculino/feminino (...) [mas também entre]
novo/velho, sagrado/profano, alta/baixa
cultura. Na base desta atração pelo incongruente está a ideia da homossexualidade como desvio moral. Dois homens
ou duas mulheres apaixonados são
geralmente vistos pela sociedade como
incongruentes”. Jack Babuscio, “Camp
and the Gay Sensibility”. In: Queer Cinema – The Film Reader. Editado por BEN-
SHOFF, Harry; GRIFFIN, Sean. Nova York:
Routledge, 2004, p. 122.
Cinema, Routledge, Londres e Nova Iorque, 1993.
Cook), British Film Institute, Londres,
2007, 3rd rev. edition, p. 500.
55
Julião Sarmento cit. p. Paulo Herkenhoff, “Julião Sarmento: On Forests”,
in Julião Sarmento: Echo (cat. exp.). Van
Abbemuseum / Richter Verlag, Eindhoven, 2004, pp. 101-114.
61
Paula Graham, “Girl’s camp?
The politics of parody”, in Imortal, Invisible; Lesbians and the Moving Image
(ed. Wilton), Londres e Nova Iorque,
1995.
56
Alexandre Melo, “Um beijo ininito”, Expresso (“Actual”), Lisboa, 1 de
Fevereiro 2003, p. 40.
62
Richard Dyer, “White”, in Now
You See It: Studies on Lesbian and Gay
Film, Routledge, Londres, 1990.
67
Henry Krips, “The Politics of
the Gaze: Foucault, Lacan and Žižek”,
Culture Unbound, Volume 2, 2010:
91–102. Hosted by Linköping University
Electronic Press: http://www.cultureunbound.ep.liu.se/v2/a06/cu10v2a6.pdf
[consulta: 11-11-2015]
Alexandre Melo, “Um beijo ininito”, Expresso (“Actual”), Lisboa, 1 de
Fevereiro 2003, p. 40.
Chrissie Iles, “Julião Sarmento’s
Secret Cinema”, in Julião Sarmento (ed.
Louise Neri) Ed. Polígrafa, Barcelona,
2003, p. 82.
57
58
Teresa Macrì, “La Macchina del
Desiderio: Julião Sarmento” in Teresa
Macrì, Cinemacchine del desiderio, Costa & Nolan, Genova-Milano, 1998, pp.
90-91.
63
68
Jacques Lacan, Seminário. Livro
11: Os Quatro Conceitos Fundamentais
da Psicanálise, Jorge Zahar, Rio de Janeiro, 1988, p.104.
69
Jacques Lacan, Seminário. Livro
11: Os Quatro Conceitos Fundamentais
da Psicanálise, Jorge Zahar, Rio de Janeiro, 1988, p.106.
Cf. Linda Williams, “Personal
Best: women in love”, in Filmes for
Women (ed. Brunsdon), BFI Publishing,
Londres, 1986; Tania Merck, Perversions: Deviant Readings, Virago, London, 1993.
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o desejo aponta: os trabalhos de Julião
Sarmento da década de 1970”, in Julião
Sarmento: Trabalhos dos anos 70 [cat.
exp.], Museu do Chiado – Museu Nacional de Arte Contemporânea, Lisboa,
2002, p. 25.
70
Jacques Lacan, Seminário. Livro
11: Os Quatro Conceitos Fundamentais
da Psicanálise, Jorge Zahar, Rio de Janeiro, 1988, p.105-111.
65
Pam Cook, ‘Masculinity in Crisis?’, Screen, Autumn 1982, vol. 23, no.
3-4, pp. 39-46.
71
Giorgio Agamben, Profanações,
Boitempo, São Paulo, 2007, p.68 e seguintes.
60
Yvonne Tasker, Spectacular Bodies : Gender, Genre and the Action
66
Anneke Smelik, “Feminist ilm
theory”, in The Cinema Book (ed. P.
59
64
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201
Bruno Marques e Miguel Mesquita Duarte
Género e voyeurismo desmontado
MUSEO DE ARTE MODERNO DE BOGOTÁ:
PRIMERA PINCELADA, 1963–1965
Data recepción: 2016/04/23
Data aceptación: 2017/03/26
Alexandra Mesa Mendieta
Universidad Autónoma de Madrid
Contacto autora: arrasana@hotmail.com
RESUMEN
En1963 se abre el Museo de Arte Moderno de Bogotá y con el respaldo de una red institucional
panamericanista, propone lineamientos para el arte local. Siguiendo las actividades y criterios de coleccionismo de este museo entre 1963 y 1965, se hace una lectura de cómo se concreta este espacio
como efecto del reordenamiento global tras la Segunda Guerra Mundial, tiempo en que la circulación
de arte moderno se estructura a partir de instituciones que adaptan el modelo del Museo de Arte
Moderno de Nueva York, y respaldan paradigmas de modernidad enfocados en la universalización
de los lenguajes plásticos.
Palabras clave: historia del arte, museos, arte latinoamericano, coleccionismo, arte moderno,
Colombia
ABSTRACT
When it opened in 1963, the Bogota Museum of Modern Art – with the support of a Pan-American network of institutions – proposed guidelines for local art. In tracing the museum’s activities
and collecting criteria between 1963 and 1965, this paper assesses how the space is formulated as a
result of global reorganisation in the wake of World War II, a time when the circulation of modern art
was shaped by institutions that adapted the model provided by New York’s Museum of Modern Art
and supported paradigms of modernity focused on the universalisation of visual languages.
Keywords: history of art, museums, Latin American art, collecting, modern art, Colombia
Introducción
Al estudiar eventos relacionados a los procesos del arte durante el siglo XX, es inevitable
referirnos al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) teniendo en cuenta la gran
inluencia que ejerció en el desarrollo del arte
mundial. Este Museo fundado en 1929 bajo la
dirección de Alfred Barr Jr., dictó lineamientos
para el arte moderno global y respaldó una historia del arte que ponía en el centro el poder del
lenguaje plástico como un elemento autónomo
frente a la narrativa historicista. En este sentido,
luchas culturales para occidente se libraron allí y
el arte abstracto junto a las alternativas plásticas
que transgredían el poder simbólico del arte igurativo, encontraron su lugar de legitimación.1
La estructura del MoMA se convirtió en un
modelo, que favorecido por el respaldo de las
políticas de expansión cultural estadounidenses
durante los periodos de posguerra, se replicó
alrededor del mundo.2 Se fundaron espacios de
arte moderno que conservaron relación directa o
indirecta con el museo neoyorquino. En el caso
de los países latinoamericanos, este vínculo estu-
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Alexandra Mesa Mendieta
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Museo de arte moderno de Bogotá: primera pincelada, 1963-1965
vo mediado por la Sección de Artes Visuales de
la Organización de Estados Americanos (OEA),
dirigida entre 1948 y 1976 por el crítico de arte
cubano José Gómez Sicre.
Tal como sucedió en otros países, en Colombia hubo varios intentos para consolidar un espacio de arte que se ajustara a las condiciones
globales que se proponían desde los Estados
Unidos y se centraban en el MoMA. Mientras
esto sucedía, desde 1948, instituciones como el
Museo Nacional, la Biblioteca Luis Ángel Arango y un pequeño circuito de galerías privadas,
bajo sus propios criterios e intereses, recibían
exposiciones, adquirían obras de arte actual y
contribuían en la formación de un público. En la
segunda mitad de la década de los 1950, con un
sentido un poco más localista, se fundó en Cali la
Corporación La Tertulia para la enseñanza popular, museos y extensión cultural. Bajo la asesoría
de José Gómez Sicre, también se proyectaron los
museos de arte moderno de Cartagena (1959) y
Barranquilla (1960), tal como anota Alessandro
Armato, estas dos últimas iniciativas no se desarrollaron para el momento, más allá de un gesto
fundacional que trajo consigo el origen de sus
colecciones.3 Fue en 1963 cuando se concretó
en el país un proyecto que logró continuidad,
y con una dinámica aparentemente autónoma,
consiguió conectarse con los circuitos internacionales: el Museo de Arte Moderno de Bogotá.
En este artículo se relatan los antecedentes y la
primera etapa de este museo bogotano, comprendida entre la inauguración de su primera sede en
octubre de 1963, y el traslado de sus actividades
y colección a la Ciudad Universitaria a mediados
de 1965. Durante este tiempo el Museo de Arte
Moderno de Bogotá se concreta como espacio de
exhibición, como coleccionista de arte moderno, y
a través de su programación contribuye a la internacionalización del arte colombiano implícita en la
modernidad para occidente. Aunque hasta ahora
no ha sido investigado en detalle, este proceso ha
sido reconocido como fundamental en el desarrollo de los lenguajes plásticos en Colombia durante
la segunda mitad del siglo XX, y es reseñado en
los trabajos de historiadores del arte como Ruth
Acuña, Carmen María Jaramillo y William López, y
en algunos de los libros publicados por el Museo
para celebrar sus aniversarios.4
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La investigación para este texto se respalda
en una serie de fuentes primarias consignadas
en el Archivo de la Biblioteca del Museo de Arte
Moderno de Bogotá: catálogos, informes de
actividades, invitaciones, notas, etc., y en información y textos críticos publicados en la prensa local y revistas culturales entre 1963 y 1965.
La mayoría de estos documentos son inéditos,
otros se han hecho públicos recientemente a través del archivo digital de fuentes sobre arte latinoamericano publicado por el Museo de Bellas
Artes de Houston.5
El texto está dividido en cuatro partes, en
las que se piensa al Museo de Arte Moderno
de Bogotá como gestor de exposiciones y coleccionista, con el in de comprender la incidencia
de estas prácticas de circulación en la escena local, y en el proceso de anclaje a las dinámicas
globales. En la primera parte, Museo de Arte
Moderno de Bogotá, una necesidad latente, se
reconstruyen los antecedentes y las condiciones
que posibilitaron la apertura del Museo. La segunda, 1963, El año nómada, se centra en el
primer impulso de actividades, entre el acuerdo
para su fundación deinitiva en noviembre de
1962 y los meses que antecedieron a la apertura
de la primera sede patrocinada por la petrolera
Intercol, en octubre de 1963. En el tercer apartado, la primera sede, se ofrece el panorama de un
museo en actividad, que concreta su programa
de cara a las dinámicas internacionales y acorde
su adscripción a una red panamericana de arte
moderno. Finalmente se hace una síntesis de la
colección como huella latente de la actividad del
Museo hasta junio de 1965, momento en que se
traslada a la Cuidad Universitaria.
1. Museo de Arte Moderno, una necesidad latente
Nadie pone en duda la necesidad de que
exista un Museo de Arte Moderno en Bogotá.
Cuando una ciudad pasa del millón de habitantes
esta institución se vuelve tan obligatoria como el
Teatro Colón o la Biblioteca Nacional6
Es 1962, la capital colombiana cuenta con
una actividad cultural ágil, en la que el campo de
las artes plásticas ocupa un lugar visible. A pesar
de las limitaciones económicas del país, existe
una pequeña pero importante actividad de exhibición. Además del Salón de Artistas Nacionales
en su versión XIV, semana a semana se anuncian
eventos en diferentes lugares. El Museo Nacional, la Biblioteca Luis Ángel Arango, la Biblioteca
Nacional, el Centro Colombo Americano; las galerías El Callejón, la del Automático, y la de Arte
Moderno, exponen con presteza la producción
de consagrados pintores y escultores locales.
Artistas colombianos de talla internacional
se cotizan en el mercado europeo y norteamericano, y ofrecen ritmo a la escena bogotana.
Para 1962 la ya mencionada Galería de Arte Moderno realiza un importante evento, el público
capitalino se congrega en torno a La Exposición
de los Grandes en la cual se muestran las obras
recientes de Alejandro Obregón, Fernando Botero, Enrique Grau, Eduardo Ramírez Villamizar
y Guillermo Wiedemann. Exposición que ratiica la nominación, dada por Marta Traba a estos
artistas como “monstruos” del arte moderno.
La reputación del arte colombiano de talla internacional pesa sobre sus cabezas, y sus trabajos
circulan en los focos centrales del arte moderno
occidental localizados en Nueva York y París.
Periodistas, escritores y críticos también hacen su parte. Es común ver notas en revistas y
periódicos locales, que van desde el simple anuncio de una exposición, hasta complejos ensayos
sobre historia y crítica de arte. Los principales
voceros para la época son: Casimiro Eiger, Jorge
Zalamea, Walter Engel, Fernando Gaitán Durán,
Gloria Valencia Diago, Francisco Gil Tovar, Carlos
Correa, Dicken Castro, Rosa Margarita Puccini,
Álvaro Monroy Caicedo, Jorge Eliecer Ruíz y la
argentina Marta Traba, quien desde su llegada
a Colombia en 1954, asume un liderazgo en el
medio artístico. El Tiempo y El Espectador; las revistas Mito, Estampa, Cromos, Lámpara, Semana
y La Nueva Prensa, se convierten en escenarios
de papel para los discursos del arte nacional, latinoamericano y universal.
La televisión que, no cuenta con una década
de haber llegado al país, tiene para este momento un record histórico importante dentro de su
programación sobre artes plásticas. Marta Traba
también es protagonista en este proceso. Entre
1954 y 1966 es presentadora en los programas
sobre arte televisados en Colombia. A su llegada al país, en 1954, la argentina es elegida para
presentar El Museo Imaginario, en 1955 es la
imagen de Una visita a los museos y El ABC del
arte moderno.7
Después de una suspensión a estas primeras iniciativas televisivas, causada por la difícil
situación política durante la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, la crítica argentina retorna a
la televisión en 1957 con, Curso de historia del
arte. La conciencia del nuevo medio por difundir
espacios culturales relativos a las artes plásticas
universales está latente durante la época. Este
medio contribuye a la captación de un público
interesado en los procesos del arte. “hay un
quince por ciento a quienes llaman la atención
los cursos y las conferencias de tipo intelectual”8
Por otra parte, la difusión de los trabajos
de los artistas jóvenes de academia y amateurs,
capitalinos y de provincia, es uno de los intereses de los críticos, artistas consolidados, e instituciones educativas. Iniciativas como el Salón
Francisco A. Cano organizado por la Universidad
Nacional y el Salón de Artes Plásticas de la Universidad Piloto de Colombia, son acciones que
promueven los nuevos talentos.9 Para 1962 algunos jóvenes se procuran un lugar junto a “Los
Grandes”, nombres como; Luciano Jaramillo,
David Manzur, Beatriz González y Feliza Bursztyn
empiezan a sonar en la escena capitalina.
En una escena artística local que empieza a
luir por sí misma, y que se perila a nivel internacional, la labor de recuperación gestión y preservación patrimonial de arte moderno, está representada para 1962, en un incipiente museo,
que existe de manera elemental en la mente y
las buenas intenciones de artistas e intelectuales.
“un museo imaginado” sin sede ni colección.
1.1 El Museo imaginado: Primeras iniciativas
La “Operación Museo” sobre todo, es sencillamente vergonzosa. Fue necesario que un ministro de educación de la dictadura rojaspinillista
diera la idea del museo, así como bastó la llegada
luminosa de la democracia para que nadie más la
tuviera en cuenta.10
El título de este apartado hace referencia al
primer programa de televisión presentado por
Marta Traba y a su libro El Museo Vacío, publicado por la Editorial Mito en 1958. En el momento
en el que el Museo es un proyecto sin colección
y sin sede, Marta Traba escribe este ensayo, allí
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Alexandra Mesa Mendieta
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recopila una serie de ideas en torno al arte moderno, selecciona y expone de manera crítica 20
obras del arte mundial que se ajustan al concepto de arte moderno que allí construye. Un
arte que se soporta a si mismo desde el ejercicio
creativo e individual del artista quien inventa un
mundo autónomo utilizando elementos plásticos formales.11
En simultánea con “El Museo Vacio” que la
crítica argentina construye en su libro, a pocos
años de su llegada al país, en Bogotá algunos
ciudadanos interesados en los proyectos de arte
de Colombia para el mundo, desde 1955 han
empezado a construir en su imaginación un museo de arte moderno, y trabajan por su materialización.
La historia del “Museo Imaginado” empieza
en 1955 cuando el Ministro de Educación Nacional en el gobierno de Rojas Pinilla, Aurelio Caicedo Ayerbe reúne a una serie de personas en
el Hotel Tequendama con el irme propósito de
fundar un Museo de Arte Moderno para Bogotá.
La iniciativa se hace efectiva y queda registrada en un documento legal, que irman los asistentes, dentro de los que se puede identiicar a
prestigiosas personalidades de diferentes esferas
de la vida Pública.12
Eduardo Serrano en su Libro El Museo de
Arte Moderno de Bogotá: Recuento de un Esfuerzo Conjunto, identiica en el acta de fundación del veintisiete de julio de 1955 los nombres
de: Luz Marina Caicedo Ayerbe, Luis Eduardo
Nieto Caballero, Teresa Cuervo Borda, Luis López
de Mesa, Casimiro Eiger, Olav Roots, Lucio Pabón Núñez, Castor Jaramillo Arrubla, Carlos López Narváez, Alejandro Obregón, Enrique Grau,
Luis Alberto Acuña, Dolcey Vergara, Jorge Elías
Triana, Hena Rodríguez, y Marco Ospina.13
Teniendo en cuenta las condiciones de su
fundación en 1955, el Museo es asumido como
una entidad de tipo oicial. En 1958 este carácter se revoca a petición de los miembros de la
junta directiva, y el aún “Museo Imaginado”, es
asimilado como una entidad autónoma.
Según cuenta Gloria Zea: “Durante los primeros años de su existencia como entidad sin
sede, el Museo funciona en la oicina de su primer director, el arquitecto Gabriel Serrano Ca-
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margo, la cuál estaba situada en la calle 13 Nº
9-33, en pleno corazón de Bogotá.”14 En éste lugar, se redactan los primeros estatutos de la institución, y los miembros del comité, conformado en el acto de fundación, con su nuevo líder,
elaboran y reciben correspondencia, y empiezan
a hacer los primeros contactos hacia el exterior,
fundamentalmente buscando eco en los museos
de ciudades como Nueva York, Río de Janeiro y
París.15
La imposibilidad de albergar las obras posterga día a día el inicio de una colección permanente. En 1961 el Director de Artes Plásticas de
la Unión Panamericana, Secretaría General de la
OEA, José Gómez Sicre, visita el país y se contacta con el comité encargado del Proyecto Museo.
Para ese entonces el liderazgo de Marta Traba
como autoridad nacional en cuestiones de arte
ya es evidente, así que ella y el comité se entrevistan con el emisario de la OEA quién es un
estudioso del arte del continente, y está muy interesado en apoyar iniciativas en pro del desarrollo de los lenguajes plásticos latinoamericanos,
a través de la creación y el contacto entre instituciones y museos, asunto en el que ha venido
trabajando desde la década de los 1940, y que
en nuestro país se hizo explícito en exposiciones
como 32 Artistas de las Américas celebrada en
1948 en la sala temporal del Museo Nacional y
con el apoyo del MoMA.
Estas acciones de colaboración cultural estadounidenses gestionadas a través de la OEA en
los primeros años de la segunda posguerra, son
hoy de interés para los historiadores. Tal como
Frances Stonor Saunders en su libro “La CIA y
la Guerra Fría Cultural” estudia la intervención
de la CIA en contextos culturales alrededor del
Mundo, en Colombia investigadores como María Clara Bernal, Ivonne Pini y Cristian Padilla, se
interesan en entender la participación de la OEA
y polemizan respecto a la mediación de iguras
como José Gómez Sicre en estos procesos.16
1.2 Con los pies en la tierra: se concretan los
primeros proyectos….
Es obvio que en circunstancias tan sui
generis, también el museo debe ser sui generis.
Hay que eliminar de plano la ambición de tener
a priori un terreno, un local adecuado, y grandes
colecciones.17
La conciencia de la necesidad de un museo
de arte moderno operando en Bogotá se hace
cada vez más latente. Después de un preámbulo
de siete años, el “Museo Imaginado” empieza a
quedar realmente plasmado en su propio lienzo.
Una reunión en foyer del Teatro Colón el 20 de
noviembre de 1962, congrega a las directivas y
socios fundadores del proyecto original, y convoca a inversionistas y colaboradores potenciales.
Ésta iniciativa desencadena en acciones contundentes y del todo favorables. Se asume la refundación del proyecto, y los antiguos y nuevos socios eligen a Marta Traba como directora.
Con la crítica argentina al frente, el Museo consigue asociados de todo tipo. Artistas
y miembros fundadores, empiezan a ser protagonistas. Todos los seguidores de antes y los
nuevos hacen aportes al proyecto. Se generan
diferentes tipos de socios y colaboradores, que
junto a los artistas donantes y la junta directiva
serán el motor del naciente museo.
El grupo del Colón decidió darle a la idea del
Museo una vida real y dinámica, por medio de reuniones semanales, conferencias, exposiciones y
diversas formas de actividad cultural. Gracias a la
generosidad del SENA, dispuso a lo largo del año
de su auditorio todos los miércoles y allí reunió
semanalmente a sus socios en los ciclos de educación visual, presentándose alternativamente películas de arte, exposiciones directas, conferencistas
de cine, música y artes plásticas, teatro, etc., para
tratar de demostrar al público la convergencia de
todas las formas creativas del siglo XX. En dichas
reuniones se fueron ailiando más y más personas
atraídas por los programas.18
aportes monetarios de sus socios. 2. La colaboración camaradería con instituciones como
la Biblioteca Luis Ángel Arango, el Banco de la
República y el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA). 3. El compromiso de intelectuales y
artistas para potenciar las actividades de exhibición, educación y difusión en torno a todos los
ámbitos relativos al arte moderno 4. Y La gestión nacional e internacional encabezada por los
miembros de la Junta Directiva.
2. 1963: El año nómada
2.1 El Museo como mediador: Los dos primeros experimentos
El Museo de Arte Moderno de Bogotá es una
empresa de cultura que le hacia falta a Colombia
y que la acreditará ante los demás países
latinoamericanos19
Una vez consolidado el proyecto para el Museo, la gestión hacia el exterior, empieza a dar frutos. La actividad internacional comienza con la selección y el envío de cinco obras de pintura joven
a la III Bienal de París, proceso que inicia en abril
de 1963 y que es reseñado en el Primer Informe
Anual de Actividades de la siguiente manera:
El Museo se ha propuesto representar a Colombia en forma de comisario en los eventos internacionales de artes gráicas, para que los envíos tengan una irme calidad artística. En abril la
III Bienal de París nombró de Comisario al Museo
para que Colombia realizara su envío de pintura
joven. El comité de selección del Museo escogió
cinco obras de Alberto Gutiérrez, Teresa Cuellar y
Leandro Velazco, entre los trabajos de veintitrés
artistas menores de 30 años, y las envió por su
cuenta a París.20
Por otra parte, las ideas de José Gómez Sicre,
centradas en fortalecer los lazos institucionales a
nivel continental, con el in de perilar el latinoamericano como un arte universal y competitivo
en la esfera de occidente, queriendo acercarlo
a los parámetros de la modernidad “abstracta”
estadounidense, en contraposición a las estéticas comunistas encarnadas en los realismos,
calan en los planes de la nueva directora del Museo. La gestión internacional se hace evidente a
través del contacto y apoyo de instituciones museísticas de toda América, se empieza a armar
un itinerario de exposiciones internacionales.
Una notable transformación en los ejercicios
de legitimación se empieza a gestar, el rol que
solía atribuirse la División Cultural del Ministerio
de Educación y en ciertas ocasiones al Museo
Nacional, ahora es asumido por el naciente Museo de Arte Moderno, un organismo con vocación privada, desde donde se empezó a mediar
entre el ámbito local y la escena internacional en
asuntos de artes plásticas. Es así como comienza
una larga serie de exposiciones y proyectos, sobretodo de índole continental.
Para los primeros meses de 1963 el museo
imaginado empieza a dibujarse gracias a 1. Los
En simultánea con la gestión del Museo respecto a la III la Bienal de París, la prensa nacional
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anuncia otro gran evento: la exposición, Pintura
Venezolana Contemporánea. “Con la Exposición de Pintores Venezolanos Inicia Actividades
el Museo de Arte Moderno”21. La pregonada
muestra realizada en colaboración con el Museo
de Bellas Artes de Caracas, planeada inicialmente para abril, se realiza en el mes de junio en las
instalaciones de la Biblioteca Luis Ángel Arango,
a falta de sede.22 El evento es todo un éxito y genera credibilidad. “Se trajo de Venezuela la más
grande muestra conocida hasta el momento. 63
obras que representaban las piezas más valiosas
de la plástica venezolana.”23
internacional. Son ellos: Alberto Brandt, Jacobo
Borges, Carlos Cruz Diez, Gerd Leutert, Gabriel
Morera, Alejandro Otero, Mercedes Pardo, Manuel Quintana, Luisa Ritcher, Jesús Soto, Ángel
Hurtado y Oswaldo Vigas. Además de los anteriores también exponen 12 artistas más, quienes
conceden cada uno una de sus obras a la nueva
Colección Permanente del Museo de Arte Moderno de Bogotá, estos son: Teresa Casanova,
Cruxent, Humberto Jaimes, Milloc Ionic, Ángel
Luque, Elsa Grameko, Mateo Manaure, Boguen,
Maruja Rolando, Gori, Felipe Luis de Vallejo y
Héctor Poleo (Fig. 1).25
Pintura Venezolana Contemporánea se inaugura el 20 de junio y permanece por un mes
en la Biblioteca. Es realmente un suceso de talla
internacional, se presentan al público capitalino
obras caracterizadas como las más valiosas de la
plástica venezolana del momento. Como soporte
del importante acto, se publica un lujoso catálogo
que es distribuido entre los socios, y enviado a
los museos latinoamericanos y estadounidenses.24
Con ésta exposición se empieza a cubrir uno
de los frentes que ocupan al Museo, la idea de
construir un arte fortalecido por la identidad latinoamericana, con el objeto de ampliar mercados
para los artistas de la región, e incursionar de
manera contundente en la escena de la plástica
occidental.
Intervienen en esta muestra inaugural artistas tanto igurativos como abstractos de talla
2.2 ¿Cómo funciona? y ¿Qué le espera al
nuevo museo?
Es agosto de 1963, el Museo de Arte Moderno de Bogotá continúa vivo, gracias al apoyo de
sus miembros, una comunidad imaginada que
tiene en común su interés y preocupación por
el arte moderno. En este mes el Museo publica su Primer Informe Anual de Actividades, en
él despliega todo su aparataje, ofrece crédito a
todos sus socios y colaboradores, da cuenta de
la base de su colección e informa acerca de sus
planes futuros, dentro de los que se encuentra
el irme propósito de adquirir urgentemente una
sede propia.26
La Junta Directiva encabezada por Marta Traba y secundada por Luis Antonio Escobar, Ana
Vejarano de Uribe, Inés Torres de Quin, Aurelio
Caicedo Ayerbe, Mireya Zawadsky, Gabriel Serrano, Gódula Buchholz y Carlos Dupuy, se encargará de gestionar toda la programación y de
enganchar patrocinadores para lograr su ejecución.
Fig.1. Héctor Poleo (Venezuela, 1918-1989) • Medio rostro en
rosas, 1962. Témpera sobre papel • 32 x 26 cm. Reg. 25. Ingresó a la colección del Museo de Arte Moderno de Bogotá en
1963 (Cortesía MAMBO)
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Por otra parte, los socios son parte fundamental del proyecto, pues para este momento
constituyen la principal fuente de ingresos, además de garantizar regularidad y control sobre
la asistencia a los eventos. La igura de “socio”
tuvo categorías diferentes, según la participa-
ción monetaria en el proyecto. En el Informe de
Actividades de agosto del 63, a estos actores se
los ubica dentro de la sección “ingresos”:
Los ingresos del museo dependen de los aportes de sus socios, que son de diferentes tipos:
Socios benefactores: 1000 pesos a cambio, los
nombres impresos en todas las publicaciones del
museo. (En esta categoría encontramos 27 socios,
La Emisora HJCK y 26 personas naturales)
Socios Regulares: 10 pesos mensuales, abonados a los delegados estudiantiles en los ciclos
organizados por el museo.
Socios estudiantes: 1 peso, abonados en los
ciclos o a los delegados estudiantiles en las universidades.
Todos los socios tienen las mismas prerrogativas reciben su carnet e invitaciones semanales
para asistencia a los ciclos de educación visual.
El boletín semanal les informa sobre donaciones,
noticias del extranjero etc. La plata entra a una
cuenta en el Banco Popular. Tesorera Inés Gómez
de Quintero.
El dinero es usado para programas culturales,
gastos de exposiciones, letes, participaciones en
el extranjero, catálogos, gastos de los ciclos de
educación, papelería y relaciones públicas.27
El beneicio mutuo y la cooperación guían
las relaciones del Museo, todos los socios ven
retribuida su inversión de manera proporcional
a su aporte y cada uno goza de las actividades
que ha posibilitado su contribución. Desde estos
principios de beneicio mutuo y cooperación, el
Museo busca apoyo en el resto del mundo recurriendo a artistas, críticos y gestores, muchos de
ellos adscritos a institutos de arte.
El Museo de Arte Moderno de Bogotá se sostiene como el proyecto de una comunidad hacia
el interior del país, y al mismo tiempo hace parte
de una cadena de actores del arte, la mayoría
provenientes de América. Es explícito en la programación de exposiciones y en el listado el colaboradores del informe anual el contacto con: el
Museo de Bellas Artes de Caracas, el Museo de
Arte Moderno de Buenos Aires y varias galerías
en Argentina, como la Bonino, la Rubbers y la
Nueva. En Chile hay relación con el Museo de
Arte Contemporáneo de Santiago, en Perú con
el Instituto de Arte Contemporáneo de Lima, en
Ecuador con las casas de la cultura de Quito y
Guayaquil, en Estados Unidos con el Secretariado General de la OEA - División de Artes Visua-
les de la Unión Panamericana-, y en París con la
Organización para la III Bienal de pintura joven.28
Para los últimos meses de 1963 la gestión
internacional, y el apoyo de artistas locales y extranjeros, hacen posible el desarrollo de un programa de exposiciones y conferencias, y el inicio
de una Colección Permanente.29
A pocos meses de la fundación de su primera
sede permanente, El Museo de Arte Moderno de
Bogotá tiene un itinerario planeado para cerca
de un año, en el que se incluye: ciclos de educación audiovisual, recitales, teatro, y exposiciones
de artistas nacionales y de otros países latinoamericanos.
2.3 Un Museo “Para enseñar a ver”: Un Arte
Moderno Para un público Moderno
El arte contemporáneo es un auxiliar importantísimo para alcanzar el mundo ininitamente
vasto de los valores imaginativos. Al desprenderse
progresivamente de su esclavitud a lo real, al derrotar la realidad limitada en aras de una fantasía
ilimitada, al superponer el sentimiento individual
a la noción rigurosa de conocimiento, el arte del
siglo XX va abriendo las dimensiones del escenario en el cual se mueve el hombre.30
El Museo propone a su público, participar activamente de la vida del arte. Desde el principio
del proyecto se presenta un plan paralelo a las
exposiciones, para que los espectadores puedan
aprender sobre historia y lenguajes plásticos. “El
objeto es que tanto los artistas como el público
tengan una ubicación real en la cultura plástica
de nuestro continente”31
El proyecto Museo busca enseñar a conocer
un lenguaje que no es evidente, el idioma de las
imágenes, para que inalmente el espectador
logre tener “un juicio crítico, independiente y
acertado”32 en lo que se reiere al arte contemporáneo, que no habla más que del hombre de
hoy. Un museo de arte moderno requiere un público moderno.33
No es suiciente que existan buenos artistas si lo que se expresa no es comprendido. Es
necesario que el arte cumpla con su función de
difusor de ideas, pensamientos y sentimientos,
desde su propia autonomía, para ello el público
debe ser tan culto y sensible como el artista, por
esta razón la misión educativa es fundamental
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Museo de arte moderno de Bogotá: primera pincelada, 1963-1965
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en el proyecto. En una entrevista ofrecida por
la directora del Museo a Gloria Valencia Diago
y publicada el 3 de noviembre de 1963, Marta
Traba anota:
El objetivo primordial del museo de arte Moderno. Educar al público y acostumbrarlo a ver las
formas del arte, para que dejen de ser ante sus
ojos horribles, inverosímiles. Ello signiica tan solo
falta de información y la práctica nos ha demostrado que cuando se enseñan los motivos y razones
del arte moderno, desaparecen los prejuicios y la
pereza de penetrar en ese mundo nuevo.34
El arte moderno se concibe entonces, como
un fenómeno de interacción social, y el Museo
sirve como mediador entre el artista y el espectador, “mostrándole y enseñándole a ver”, desde
sus programas de exhibición y educación.
La comunidad es receptiva a esta iniciativa, la
prueba: por lo menos ochocientos espectadores
constantes en un año,35 y el reconocimiento de
artistas y críticos. Juan Antonio Roda dice:
Y a propósito de los esfuerzos que se realizan
en el país por el arte, quiero referirme a la trascendencia que supone el Museo de Arte Moderno
en la educación cultural de los públicos, debido al
tesonero empeño de Marta Traba. Por el tipo de
funciones que adelanta, debe aplicársele el nombre de “Museo Universidad”36
El Museo está presto a tener un espacio propio, una sede permanente. Meses antes de este
acontecimiento, cuatro objetivos darán razón a
sus actividades de educación, promoción, gestión, y exposición: El desarrollo constante de una
actividad pedagógica relacionada con todas las
expresiones artísticas. El apoyo reciproco con los
artistas locales (para 1965 se habrán expuesto
los trabajos de Antonio Roda, Fernando Botero,
Guillermo Wiedemann, Beatriz González, Alberto Gutiérrez, Leonel Góngora, Nereo, Eduardo
Ramírez, Feliza Burztyn, Edgar Negret, Hernando Tejada (Fig. 2) entre otros.).37 El propósito
de generar un proceso coherente para el arte
moderno latinoamericano, relejado en la gestión y difusión de artistas de diferentes países y
expresado en exposiciones internacionales. Y El
plan de difundir y apoyar la creación de nuevos
lenguajes plásticos, relejados en el trabajo de
los artistas jóvenes, dos proyectos se planean a
este respecto. Un Salón de Pintura y Escultura
Joven y uno de Nueva Realidad.
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Fig. 2. Hernando Tejada (Colombia, 1924-1998) • Negros y el
mar, 1960. Óleo sobre tela • 50 x 60 cm. Reg. 946. Ingresó a
la colección del Museo de Arte Moderno de Bogotá en 1965
(Cortesía MAMBO)
3. La primera Sede
Las actividades de gestión y promoción continúan adquiriendo fuerza y credibilidad. En
octubre, gracias a una donación de Intercol, ilial de la ESSO en Colombia, El Museo de Arte
Moderno de Bogotá inaugura su sala propia en
la carrera 7ª números 23 - 55,61, un lugar para
desplegar su programa de exposiciones, presentar ciclos audiovisuales y alojar la colección permanente que ha venido acrecentándose durante
todo el año, una colección con piezas de importantes artistas latinoamericanos y que según la
prensa incluiría “los mejores artistas colombianos de tres generaciones (Pedro Nel Gómez,
Obregón, Nirma Zarate)”38.
La noticia de la activación de un espacio
físico entusiasma a los ochocientos cuarenta y
dos socios del Museo, “que consideran que mediante la sede propia se harán muchas nuevas
ailiaciones y el público recibirá beneicios más
públicos y directos”.39 (Fig. 3)
Con este suceso se completa un ciclo, El 31
de octubre de 1963, no solo se inaugura la sede,
es cuando los aportes monetarios del sector
privado entran a jugar un papel determinante.
Desde este momento, la mayoría los salones y
exposiciones presentados por el Museo de Arte
Moderno de Bogotá tienen el mecenazgo de alguna entidad privada. El beneicio mutuo y la
cooperación continúan siendo una constante.
gel Arango, y presenta la posibilidad de un modelo con vocación privada, a través del que se
gestiona arte en función de un público amplio,
cercano a la manera como se estaba haciendo
en otros lugares del mundo.
3.1 Tumbas de Juan Antonio Roda: El Museo
inaugura su primera sede
Fig. 3. Acto mediante el cual se inaugura el Museo de Arte
Moderno de Bogotá (Cortesía MAMBO)
Los patrocinadores reciben todo el crédito por
sus aportes a través de anuncios publicitarios en
los catálogos de exposición y en las publicaciones del Museo. En el caso de los salones, además
de llevar el nombre de la entidad benefactora,
tal como el Salón de Artistas Jóvenes Intercol,
ésta tiene el privilegio de obtener las piezas ganadoras a través de premios de adquisición.
La nueva sede se inaugura con la exposición
Tumbas de Juan Antonio Roda (Fig. 4), un artista
español radicado en el país poco menos de una
década atrás, y quien acaba de descolgar uno de
sus cuadros del XIV Salón Nacional. La de Juan
Antonio Roda es la primera obra desarrollada
en Colombia que se legitima desde la institucionalidad museística del arte moderno capitalino.
Tumbas simboliza precisamente lo que el Museo
espera del arte moderno, en el texto del plegable de Tumbas Marta Traba anota:
Los principales diarios capitalinos anuncian la
apertura de la sede, El Tiempo ofrecen una breve
reseña de la historia del Museo y reconocen la
importancia del aporte privado en este proceso.
En El Espectador del 30 de octubre de 1963, se
comenta respecto a la reciente inauguración y
sus condiciones de posibilidad:
Lo más importante de todo fue conseguir la
simpatía de las empresas para que colaboraran y
apoyaran en esta obra: sin ellas no seria posible la
existencia de la sede propia. INTERCOL, en primer
término, para conseguir la sede, enseguida varias
empresas que aceptaron contribuir mensualmente
al mantenimiento de la sede –entre ellas, aunque
la lista es aún incompleta, Shell, Colmotores, Flota
Mercante Gran Colombiana, Panauto. etc., sostendrán esta empresa con su espíritu de cooperación40
La directora del Museo declara en entrevista
dada al diario El Tiempo: “Con la apertura de
este local, damos por terminado nuestro primer
año, el año nómada, y comenzamos un nuevo
periodo más intenso y productivo aún que el anterior.”41. El proyecto se concibe como una obra
colectiva entre los artistas, la empresa privada, el
público y los organizadores. De esta manera este
proyecto de museo se diferencia de espacios con
vocación pública donde circulaba arte moderno
como el Museo Nacional y la Biblioteca Luis Án-
Fig. 4. Tumbas (plegable de exposición), Museo de Arte Moderno de Bogotá. Octubre de 1963 (Cortesía MAMBO)
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(Juan Antonio Roda) Confía aún en la pintura
y los elementos que la sostienen desde siempre:
color, espacio, movimiento, composición, línea.
Lleva a cada uno a su estilo emotivo y en el fondo
romántico, los convierte en lenguaje particular. Las
Tumbas expresan este lenguaje con entusiasmo y
energía. Los dos riesgos que corrieron los anteriores Escoriales42; la presencia de Obregón espiando
tras arabescos amarillos y espacios profundos; el
peligro de “adornar” una supericie con gestos frívolos, han sido eliminados de las Tumbas. Roda es
Roda por primera vez, sin tanteos, ni recortes, ni
timideces.43
Una vez se desmonta la exposición inaugural, Juan Antonio Roda dona una obra, Felipe II
(Tumba II) óleo que entra a ser parte de la naciente Colección del Museo de Arte Moderno de
Bogotá. (Fig. 5)
consolidados una década atrás, dentro de los
cuales Alejandro Obregón es destacable.
Tras las Tumbas el Museo funciona con regularidad teniendo en cuenta el respaldo que le
ofrecen los últimos eventos: el asentamiento en
una sede propia, el comienzo de una colección
permanente y la inanciación de la empresa privada. Así, exposiciones nacionales y extranjeras,
y conferencias se realizan cada mes. El proyecto
irme por educar al público capitalino tiene gran
receptividad sobre todo a nivel universitario, y
las relaciones hacia el exterior continúan generando importantes proyectos. Esta dinámica se
conserva hasta el traslado del Museo a la Ciudad
Universitaria en Junio de 1965.
3.2 Pintura Latinoamericana en el MAM,
1963-1965
Pocos escépticos osarían hoy negar que Latinoamérica posee, como realidad patente y briosa,
un arte conformado con elementos heterogéneos, disímiles, opuestos, pero que se integra y
emite como una de las más sustanciales verdades
culturales que nuestro continente haya gestado.
En su poder y en su alcance, en su viabilidad,
somos algunos los que creemos sin un asomo
de duda desde hace años, más de veinte, quizás
hasta treinta. La disimilitud de ese conglomerado
que llamamos arte latinoamericano actual es el
resultado de actitudes irrelacionadas en el tiempo
y en el espacio.44
Fig. 5. Juan Antonio Roda (España,1921-Colombia, 2003) •
Tumba N.° 11 (Felipe II), 1963 • Óleo sobre tela. 95 x 120 cm •
Colección Juan Antonio Roda • Reg. 7. Ingresó a la colección del
Museo de Arte Moderno de Bogotá en 1963 (Cortesía MAMBO)
En este momento y bajo la mediación del
Museo de Arte Moderno de Bogotá, se ratiican
valores artísticos para la pintura moderna colombiana, sustentados sobre un postulado simple:
independiente del tipo de técnica o estilo, el
valor de la obra de arte moderno radica en, el
lenguaje autónomo y particular que usa el artista
para lograr con su trabajo una composición creativa y original. El arte colombiano indaga sobre
si mismo, en busca de salidas expresivas que le
permiten liberar nuevos lenguajes, nuevas obras
e individualidades, desligadas de la originalidad
y la fama de los prestigiosos artistas modernos
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El debate frente a la identidad del arte latinoamericano está latente. Artistas, críticos y
museos de todo el continente están al tanto de
los procesos del arte que se desarrollan en las
principales metrópolis de Norteamérica y Europa. Los artistas se concentran en “crear” acordes
a su tiempo y lugar. Los críticos se preocupan por
desentrañar la esencia de los lenguajes artísticos
latinoamericanos. Y los institutos encargados de
la difusión y la conservación del patrimonio de la
plástica contemporánea se congregan y trabajan
en mutua colaboración.
Las expresiones particulares son apoyadas
desde un concierto continental, que tal como
anota en su momento el artista y miembro directivo del Instituto de Arte Contemporáneo de
Lima, Fernando de Szyszlo, se cimienta a partir
tres lecciones: Uno, “mirar hacia el pasado como
grupo humano de tradiciones e historia. Dos,
Museo de arte moderno de Bogotá: primera pincelada, 1963-1965
El discurso del arte moderno latinoamericano pregonado por el Museo de Arte Moderno
de Bogotá, está directamente ligado a la originalidad del lenguaje pictórico. No se requiere
que el artista se empeñe en un rigor formal,
esto llega por añadidura, se le valora por la
capacidad creativa en torno a sus condiciones,
dentro de las cuales es imposible aislarse del
acontecer europeo y norteamericano en cuanto a técnica. En este sentido, tal como ocurrió
con la exposición de pintura venezolana meses
atrás la junta directiva selecciona y expone los
trabajos que se consideran acordes a este lineamiento trayendo consigo una oleada de “Nueva Pintura”.
Es paradójico que a pesar de la pretensión
de enmarcar la modernidad que se desarrollaba
en los países latinoamericanos dentro de un formalismo cercano a los lineamientos del expresionismo abstracto estadounidense, las realidades
locales impulsaron los ejercicios estéticos hacia
nuevas vías de expresión, que fueron comprendidas y asimiladas por los nuevos contextos institucionales. Poco a poco se insertaron dinámicas
propias respondiendo a eventos que impactaban
la región y debían ser asumidos por el arte como
dispositivo de comprensión. Asumiendo los requerimientos formales de registro internacional
derivados de la inluencia estadounidense, temas como la identidad local, la violencia generada por tensiones políticas, la desigualdad social,
fueron motivo de relexión estética. En este sentido, una de las obras más logradas para la época, ganadora del Salón Nacional de 1962, y que
continúa emitiendo un fuerte eco, es Violencia,
de Alejandro Obregón. Su impacto en la escena
local ha sido tal, que se le considera el Guernica
Colombiano. (Fig. 6)
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abrir los ojos hacia las realidades del presente. Y
por último, adquirir herramientas que esta época ha puesto al alcance de nuestras manos hacia
un fututo mejor” 45. Así como desde otros lugares para el arte en Latinoamérica, las actividades
de exposición del Museo de Arte Moderno de
Bogotá, tanto de artistas locales como internacionales, buscan cubrir estos tres frentes, con el
objeto de ampliar mercados para los artistas de
la región, e incursionar de manera contundente
en la escena de la plástica occidental.
213
Fig. 6. Alejandro Obregón (España, 1920 – Colombia, 1992). •
Violencia,1962 • Óleo sobre lienzo. 155 x 188 cm. Museo de
Arte Banco de la República (Cortesía Banco de la República)
3.2.1 Tres Artistas Argentinos en el MAM:
Antonio Berni, Carlos Alonso y Carlos Uria
Se trajo la exposición de tres artistas argentinos con la presentación en absoluta primacía
en Latinoamérica de los grabados de Berni que
obtuvieron el gran premio internacional de
grabado en la última Bienal de Venecia, y que
serán expuestos a mediados de mes, al inalizar la
muestra de Roda.46
Las obras de los argentinos Antonio Berni,
Carlos Alonso y Carlos Uria, permanecen almacenadas por algunos días, a la espera de ser
reveladas al público Bogotano. A su llegada, la
pequeña sala del Museo está comprometida, allí
se muestra la exposición inaugural. Tan pronto
se desmonta Tumbas de Juan Antonio Roda, la
sala se llena de “nueva pintura”, expresión que
Marta Traba utiliza para referirse a la pintura de
los tres visitantes extranjeros, “el arte otro el
denostado y alabado informalismo, la chatarra,
los desperdicios, las deformaciones, la irrisión la
fealdad agresiva, el despropósito.” La infatigable
humanidad y el ánimo inconforme, “resuelto a
denunciar haciendo pintura en cambio de caer
en la trampa mortal de olvidar el arte denunciando.”47
Esta exposición es secundada por el Museo
de Arte Moderno de Argentina. Y al igual que la
elegida para la inauguración, enfatiza los valores creativos del arte moderno latinoamericano.
En el catálogo de esta exposición para el Museo
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de Arte Moderno de Bogotá, la Directora exalta
las dotes modernas del trabajo de los artistas en
cuanto a formas y contenidos.
cional de la Bienal de Venecia. De esta muestra
quedará en la colección un grabado, Ramona
vive su vida. (Fig. 7)
El trabajo de Antonio Berni es reconocido
desde una doble perspectiva, un arte comprometido con su entorno y a su vez riguroso y creativo desde lo formal. Para esta exhibición del 63,
llega al Museo la serie Ramona Montiel la misma
con que Berni gana en 1962 el premio interna-
Carlos Alonso, también es caracterizado
como un artista comprometido y creativo “alcanza a dar en su esplendida obra de tintas y
collages, la visión plena de un mundo dominado
por lo irracional, la injusticia y el pánico.”48 Finalmente el más joven de todos, Carlos Uria trae
una serie de dibujos caracterizados dentro de un
virtuosismo expresionista. Al igual que sus compañeros de exposición, en sus dibujos formula
un lenguaje plástico auténtico que transgrede
las normas convencionales: “irracionalismo, desorden, libertinaje de las formas lamean en una
obra que desacata la tranquilidad tradicional del
arte argentino. (…) La consigna de esta muestra es la inconformidad, único motor realmente
formidable para renovar cualquier lenguaje nacional.”49
Además de su lugar de procedencia una característica común une a estos tres artistas, su
capacidad de trasgresión y su originalidad respecto a la criticada escena rioplatense de las primeras décadas del siglo, juzgada por su excesiva
occidentalización representada en el carácter netamente formalista. La de estos tres argentinos
es una propuesta que responde a la nueva perspectiva de un arte para Latinoamérica, caracterizada por la alternativa de lo no homogéneo,
el reconocimiento de si misma y la narrativa de
lo propio.
¿Por qué Berni, Alonso y Uria? Porque ante sus
obras pueden plantearse los problemas más interesantes de la pintura argentina contemporánea que
son, en parte, nuestros propios problemas.50
3.2.2 Fernando de Szyszlo: gestor y artista
Fig. 7. Antonio Berni (Argentina, 1905-1981) • Ramona vive
su vida,1962 • Aguafuerte e intaglio, 7/10. 142 x 63 cm •
Reg. 29. Ingresó a la colección del Museo de Arte Moderno
de Bogotá en 1963 (Cortesía MAMBO)
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La visita de Szyszlo a Colombia en mayo de
1964, deja evidencias importantes en relación
a la escena plástica latinoamericana y su relejo en Colombia. Este peruano es un artista con
reconocido por su trabajo frente a la realidad de
su entorno, a partir de un abstraccionismo lírico fundado en las tradiciones precolombinas. La
muerte de Atahualpa es la serie que se expone
en esta visita a la capital colombiana.
La exhibición de Szyszlo en Bogotá, reposa
en una serie de elementos interesantes para el
De Colombia han participado en esta serie de
muestras Obregón y Villegas.51
Desde la institucionalidad del museo limeño,
y con su obra, Fernando de Szyszlo se adscribe a
los circuitos del arte moderno latinoamericano.
La serie de obras inspirada en el poema La muerte de Atahualpa, ofrece al público bogotano una
de las mejores muestras de abstraccionismo lírico, y lega al Museo una importante pieza. “Mi
Corazón Presentía”. (Fig. 8)
3.2.3 Oscar Pantoja en Colombia
Fig. 8. Fernando de Szyszlo (Perú, 1925) • Mi corazón presentía, 1964 • Óleo sobre tela 162,5 x 130 cm • Reg. 40. Ingresó
a la colección del Museo de Arte Moderno de Bogotá en 1964
(Cortesía MAMBO)
estudio del campo del arte en Colombia y en
Latinoamérica. En ella se conjugan la institucionalidad museística latinoamericana en plena
cooperación, la intervención consolidada de la
empresa privada en los procesos del arte colombiano del siglo XX, y la voluntad de los artistas
por lograr reconocimiento internacional a partir
de una propuesta plástica que se hace llamar latinoamericana. La exposición Sobre el poema de
Atahualpa es inanciada por la empresa Gaseosas Lux y montada en conjunto con el Instituto
de Arte Contemporáneo de Lima del que Fernando de Szyszlo es miembro directivo.
El Instituto de Arte Contemporáneo de Lima,
creado 10 años atrás resulta ser en la capital peruana, el homologo del Museo de arte Moderno.
Esta institución se ha ocupado en fomentar el
intercambio cultural en América Latina. Szyszlo
comenta en una entrevista:
Todos los años (en el Instituto de Arte Contemporáneo de Lima) invitamos a cuatro pintores
de diversos países de Latinoamérica para que expongan allí, En estos 10 años hemos logrado crear
un mercado.
De esta vida extraña, solitaria, revolucionaria,
perdida en el gran bosque latinoamericano, ha
salido una pintura bella, hipersensible, apoyada
en los más puros valores del espíritu ante la cual
fallan todas las interpretaciones sociológicas. La
única explicación que se siente viable es la de que
parafraseando a Oscar Wilde “detrás de todo lo
maravillosos está el individuo y no es el momento
el que hará al hombre, sino el hombre quien crea
la época”52
El martes 30 de junio de 1964, se inaugura
la muestra de Oscar Pantoja, uno de los artistas
más importantes de la plástica contemporánea
en Bolivia. Muchas peripecias suceden en torno
a esta exposición. Primero, el artista cancela su
visita, pero no la exposición. En cumplimiento
envía las obras por barco, los lienzos se extravían
en los trámites postales, por lo que la programación se aplaza. Finalmente las obras llegan a
la capital colombiana, para ser mostradas en la
sede del Museo de Arte Moderno.
La serie de temperas titulada Variaciones sobre el aire en Tarija muestra con sutileza la preocupación de Pantoja por Latinoamérica y Bolivia.
En artículos de prensa publicados en la época y
en el catálogo de exposición, se caracteriza al
boliviano como solitario y lejano y a su pintura
como un verdadero milagro, teniendo en cuenta
sus condiciones de producción.
Oscar Pantoja vive en un pueblo recóndito en
Bolivia, Tarija, a donde siempre retorna, y que se
vuelve fuente inspiradora para una pintura, a la
que se puede catalogar como “espiritual”. Pantoja viaja por todo el mundo y expone en las principales plazas del arte occidental. Antes de venir
a Bogotá Variaciones sobre el aire en Tarija ha
visitado La Unión Panamericana en Washington.
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Presentando a Pantoja, el Museo de Arte Moderno sigue su línea de trabajo orientada a subrayar los valores de la plástica latinoamericana y a
analizarlos sin cesar para el público, tratando de
que éste adquiera una conciencia continental53
3.2.4 La nueva gente del Museo y los salones
ESSO
Los artistas latinoamericanos que protagonizan las primeras exhibiciones del Museo de Arte
Moderno de Bogotá, que en su misión de ilustrar
al público en asuntos de arte expone sus creaciones, expresan lenguajes propios y heterogéneos,
que de alguna manera caracterizan a cada uno
de sus países, y se comprometen con la misión
de un arte latinoamericano de cara a occidente.
Haciendo empalme con ellos, llega una nueva generación de artistas, que retoma muchos de los
elementos de sus predecesores, y propone nuevas
vías utilizando los recursos de su entorno y dando
respuesta a la escena internacional. Esta generación crece al lado del Museo y es apoyada por él.
El evento que ofrece más visibilidad y catapulta
este grupo de artistas hacia escenarios internacionales es el Salón de Artistas Jóvenes Intercol.
Fig. 9. Álvaro Herrán (Colombia,1937-1999) • Collage N.° 23,
1963 • Óleo y collage sobre tela.98 x 112 cm • Reg. 11. Ingresó
a la colección del Museo de Arte Moderno de Bogotá en 1964
(Cortesía MAMBO)
Un reto complejo se impone a los jóvenes
creadores, superar a sus antecesores y un nuevo
momento se abre para el arte nacional, los jóvenes se apropian de nuevos recursos plásticos y
los utilizan para mediar entre su pensamiento y
la realidad. El Salón Intercol es en espacio en que
se junta un arte renovado, que trasciende de la
sombra del pasado. Una pintura valorada desde los nacientes circuitos de arte por su actitud
creadora y trasgresora, empezará a legitimarse
en toda Latinoamérica.54
La neo-iguración, el pop-art y el informalismo serán privilegiados. Materiales poco convencionales como la chatarra son utilizados tanto por pintores como por escultores, tal como
sucede en los trabajos de Feliza Burztyn Carlos
Rojas y Álvaro Herrán (Fig. 9). El recurso de la deformación se utiliza en la neo-iguración como
velo para pensar la realidad, el caso más evidente es el de las obras de Fernando Botero, uno de
los artistas que traza el vínculo entre los grandes
de los 50 y la Nueva Gente de Museo (Fig.10).
Botero para 1964 no supera los 35 años, limite
de edad para concursar en salones de arte joven.
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Fig. 10. Fernando Botero (Colombia, 1932) • Nuestra Señora
de Fátima, 1963 • Óleo sobre tela • 182 x 177 cm. • Reg. 17.
Ingresó a la colección del Museo de Arte Moderno de Bogotá
en 1963 (Cortesía MAMBO)
(El Salón de Artistas Jóvenes Intercol) Consagró la obra de artistas nuevos que en los salones
generales se resentían de la difícil competencia
con artistas ya enteramente seguros de si mismos
y lanzó nombres y obras inéditos que se lanzaron
sin temor al ruedo porque se sentían protegidos
por su propia juventud.
Permitió por in, analizar y discutir acerca de
cuáles son las tendencias de los jóvenes; deinir
si se limitan a seguir los pasos de quienes les pre-
ceden o si se rebelan contra ellos y se mueven en
direcciones originales.55
El Salón de Artistas Jóvenes se realiza en Colombia en marzo de 1964, en él participan 238
pinturas y esculturas de artistas procedentes de
diferentes zonas del país. (Fig.11) Los jurados del
evento representan cada una de las entidades
organizadoras, asunto que deja ver el entramado de la circulación que se patenta en el país en
este momento (Multinacional privada inanciando, Entidad internacional vinculando el evento
al concierto mundial, Museo de Arte Moderno
Local no oicial, legitimando las tendencias creativas de los artistas. Por la petrolera Intercol el jurado delegado fue el pintor Alejandro Obregón,
por La Unión Panamericana el señor José Gómez
Sicre y por el Museo de Arte Moderno de Bogotá su Directora Marta Traba. La prensa celebra
el evento, el 15 de marzo de 1964 el diario El
Espectador, en su “Magazín Dominical”, publica
en primacía los resultados del concurso:
Este salón fue un importante espacio de relexión frente a lo que ofrecía el arte latinoamericano al arte mundial, el concurso de Bogotá fue
un evento piloto que desencadenó una serie de
salones similares en el resto de capitales latinoamericanas a través de sus museos
Esta ola de arte joven sucedida en Latinoamérica durante 1964, fue patrocinada por las iliales
de la ESSO en la mayoría de los países y gestionada por la Unión Panamericana, los ganadores
de cada uno de los concursos se encontraron en
una importante exposición sucedida en Washington durante 1965, a este salón acudieron los más
prestigiosos gestores de arte de Latinoamérica y
los grandes de la escena del arte moderno estadounidense. El jurado estuvo compuesto por Alfred H. Barr, JR. Fundador del Museo de Arte Moderno de Nueva York, su primer Director General
y para 1963, director de de Colecciones. Junto a
Alfred H. Barr, Gustave Von Groschwitz Director
del Museo de arte del Instituto Carnegie, Y Thomas M. Messer, Director del Museo Solomon R.
Guggenheim de Nueva York (Fig.12).57
Fig. 12. Jurado del Salón de Artistas Jóvenes Latinoamericanos
ESSO. En, Salón Esso de Artistas Jóvenes: Patrocinado por la
Unión Panamericana y Esso. Washington (catálogo). [ s.n. ],
1965
Fig.11. Primera sede del MAM. En Catálogo Primer Salón Intercol. Museo de Arte moderno de Bogotá. 1964
El primer premio correspondió a Fernando
Botero y el segundo a Nirma Zarate. Los cuatro
premios de adquisición fueron adjudicados de la
siguiente forma: los dos primeros a David Manzur
y Alberto Gutiérrez; el segundo a Carlos Rojas y
el tercero a Delina Bernal. Las tres menciones de
honor corresponden a Beatriz González, Gaston
Betelli y Leonel Góngora. Premios de escultura, Feliza Burztyn, y primero y segundo fueron divididos
entre francisco Cardona y Álvaro Herrán.56
Cincuenta y nueve obras de catorce países
de sur América y el Caribe fueron expuestas en
esta ocasión. Se presentaron allí trabajos de artistas peruanos, brasileros, colombianos, nicaragüenses, dominicanos, mexicanos, argentinos,
chilenos, panameños, guatemaltecos, uruguayos, portorriqueños, costarricenses y venezolanos. Por Colombia concursaron los ganadores
de los dos primeros lugares del salón local en
pintura y escultura. Fernando Botero y Nirma Zarate y, Feliza Burztyn y Álvaro Herrán.
Esta exposición daba cuenta de la dinámica
del arte moderno latinoamericano, en toda su
complejidad, un arte que lograba movilizarse
gracias a todos los actores necesarios: Finan-
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ciación proveniente de una multinacional interesada en conocer y tener control sobre las
actividades de la región, críticos y gestores comprometidos con el arte, instituciones museísticas
de tipo nacional que individualmente y en cadena ofrecían respaldo a sus artistas, y la expresión
de una generación que experimentaba y creaba
lenguajes con posibilidad de competir en circuitos internacionales.
to Gutiérrez, Antonio Roda, Augusto Rivera Enrique Grau, Teresa Cuellar, de Colombia. De Venezuela. Los doce artistas citados cuyas donaciones
se consiguieron mediante el entusiasta trabajo del
arquitecto Carlos Celis Cenero y del escritor Jaime
Tello. Delegados del museo en Caracas. De Estados Unidos, la escultora Louise Nevelson (donación
conseguida por Edgar Negret), Lawrence Calcagno
(donación conseguida por Alberto Gutiérrez). De
México, Luis Cuevas y Alberto Gironella.58
En este momento, el arte moderno latinoamericano impulsado desde la Sección de Artes
Visuales de la OEA, se evidencia como un movimiento uniicado en sus propósitos de reconocimiento y en correspondencia a la geopolítica
del arte occidental. Este proceso ha sido estudiado de manera crítica, cuestionando su legitimidad y autonomía, al vincularse con la política
de expansión cultural estadounidense durante
la Guerra Fria. Sin embargo, es necesario ofrecer matices a estas críticas que a pesar de ser
importantes para comprender los procesos de
intervención cultural, muchas profundizan poco
en las transformaciones en los circuitos para el
arte y en las implicaciones estéticas del lenguaje
plástico en sí mismo, al asumir perspectivas politizadas en términos centro – periferia, posición
que de plano margina el aporte de los artistas
latinoamericanos de la época a la historia del
arte occidental.
Además de este informe de adquisiciones,
como ya habíamos anotado, a través de éste
periódico solicita los artistas de las tres generaciones activas en el momento, que donen sus
trabajos, y así sucede. En la colección que se
traslada al Campus de la Universidad Nacional
en 1965 se encuentra presente incluso la primera generación representada por obras de Pedro
Nel Gómez y Luis Alberto Acuña. Es interesante
ver que a pesar de las polémicas en el campo
de la crítica del momento, en relación a la discutible modernidad que representan estos dos
artistas, en este `primer momento, la historia del
arte que se cuenta desde el Museo, se reclama
su participación.
4. La colección
Para marzo de 1963, el MAM ha recibido las
primeras obras de arte a manera de donación,
estas son exhibidas en la Biblioteca Luis Ángel
Arango junto a la primera exposición de arte
venezolano en junio. Existe una débil evidencia
de lo que se debió mostrar en esa ocasión, y es
un artículo publicado en el periódico El Tiempo,
con motivo de la reinauguración del “Museo sin
sede”. El artículo en mención enumera los artistas donantes, veintitrés hasta ese momento.
Y habla de la donación de la obra Violencia de
Alejandro Obregón (Fig. 6). En El Tiempo del 17
de marzo de 1963 podemos leer:
Simultáneamente con esta exposición (la de
artistas venezolanos), se presentará al público la
colección estable del museo, conformada hasta el
presente por donaciones de artistas colombianos y
extranjeros. Esta parte está integrada por obras de
Alejandro Obregón, Guillermo Wiedemann, Alber-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 203-222
Algunos meses después de la primera petición pública de donaciones, tenemos la segunda
noticia de la Colección Permanente, divulgada
en el Primer Informe Anual del Museo publicado
en agosto de 1963:
Colección Permanente:
En los seis meses de existencia del museo: fue
refundado en febrero de 1963, se ha conseguido
formar gracias a donaciones de los artistas, una
importantísima colección de pintura colombiana
(23 obras), venezolana (14 obras), mexicana (2
obras) y americana (2 obras)59
El informe en este caso, da cuenta de cuarenta y un obras en total, correspondientes a
treinta y tres artistas donantes. Un año después
el informe correspondiente referencia cincuenta
y dos artistas donantes, y no habla en especíico
de las obras entrantes.
Al comparar los datos incluidos en el artículo publicado en El Tiempo en marzo del 63, el
Informe de Actividades de este mismo año, y el
del 64 podemos ver que el número de artistas
donantes colombianos aumentó. También que
están referidos como artistas donantes todos
los que han hecho exposiciones alojadas por el
Museo desde la inauguración, acrecentando el
acervo de arte Latinoamericano, teniendo en
cuenta la intensa actividad y la gestión de cara a
las instituciones homónimas del continente.
Enigmáticamente los dos artistas referenciados en el 63, como “americanos” (es decir
norteamericanos) y sus respectivas obras, no
aparecen en el informe del 64. Se trata de Louise Nevelson y Lawrence Calcagno. Del mismo
modo Violencia de Obregón, tampoco hace
parte del repertorio. Por alguna razón desconocida, la donación de estas piezas, no pasó
del compromiso inicial, pues no se vuelven a
mencionar en los documentos, y en la Colección del Museo hoy no hay rastro de ellas. Sin
embargo la mención de estas negociaciones,
aunque fallidas, da cuenta de las maneras en
que tanto gestores como artistas se ocuparon
en conseguir piezas nacionales y extranjeras de
considerable valor.
La totalidad de las obras que ingresan al Museo para quedarse allí como patrimonio artístico
durante el periodo 1963-1965, son conferidas
por los artistas, teniendo en cuenta que para
este momento, no se cuenta con un fondo para
adquisiciones. Estas acciones hacen evidente la
importancia de la voluntad de cooperación para
que este espacio de arte tuviera posibilidad de
existir, fortalecerse como mediador entre artistas y público, y funcionar como vinculo frente
a dinámicas internacionales. Esto nos permite
pensar el origen de éste acervo como resultado de una voluntad colectiva, en un momento
puntual.
Un año después, al terminarse la contribución
de La ESSO, el Museo, que ya contaba con una
excelente colección permanente de más de cincuenta obras, se vio nuevamente abocado a su disolución. Fue ese momento en el cual se gestionó
el traslado del Museo a la Ciudad Universitaria.60
En el momento de la mudanza a la Universidad Nacional, la colección estuvo compuesta por
cerca 63 piezas, referenciadas en un informe general hecho desde la sede del campus a inales
de 1965. Hasta este momento, salvo contadas
excepciones, los artistas que expusieron en el
Museo estuvieron representados en la colección.
Conclusión
El estudio del caso de la fundación del Museo de Arte Moderno de Bogotá y sus primeros años de funcionamiento abre puertas hacia
varios temas que merecen ser trabajados para
comprender las dinámicas artísticas desde ópticas diferentes. La escena de la plástica colombiana de los años sesenta ha sido bastante estudiada desde la transformación de los lenguajes y
la crítica, sin embargo prácticas inherentes a su
desarrollo como la exhibición y el coleccionismo
apenas están sugeridas. El análisis de las dinámicas relacionadas al origen de la colección del
Museo de Arte Moderno en sus primeros años,
posibilita comprender cómo desde Colombia, se
asumen las lógicas de circulación de arte moderno en un momento de reescritura de la historia
del arte mundial como fue la Guerra Fría.
El impacto de la globalización liderada por
los Estados Unidos en asuntos de arte llegaría a
Colombia y en general a Latinoamérica, mediado por la OEA. Este proceso a nivel continental,
tal como lo estudian historiadores como Alessandro Armato, Michell Wallen, Claire Fox y Shifra Goldman, da cuenta de un cuestionable plan
de colonización desde la cultura. Pero también
hace evidente el potencial creativo que existía en
los países Latinoamericanos asunto que posibilitó su inserción a la dinámica global. Si lo pensamos desde el otro lado lo que en principio fue un
plan “adoctrinador” se convirtió, al menos por
un tiempo, en la oportunidad de participar en
la construcción simbólica de occidente a través
de la plástica.
El acercamiento que se propone en este texto
va más allá de caracterizar estos procesos como
estrategias maniqueas resultado de las políticas internacionales de las potencias mundiales,
el asunto está más bien enfocado en entender
cómo funcionan las dinámicas de reorganización
de la geografía del arte en un momento puntual,
generando espacios de visibilidad a nuevos actores, asunto evidente en la reconiguración de
prácticas como el coleccionismo y la exhibición.
Claramente durante la segunda mitad del siglo
XX el arte latinoamericano entro a ser partícipe activo en los escenarios de circulación, su rol
cambió en las colecciones de arte moderno del
mundo, y se concretaron acervos propios que
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 203-222
219
Alexandra Mesa Mendieta
Museo de arte moderno de Bogotá: primera pincelada, 1963-1965
Alexandra Mesa Mendieta
220
Museo de arte moderno de Bogotá: primera pincelada, 1963-1965
respaldaron los movimientos artísticos locales y
continentales.
El Museo se inserta al concierto del arte
mundial, difundiendo los discursos de la plástica
colombiana y latinoamericana, desde la adopción de un modelo internacional –MoMA- fenómeno que en un país con una economía dependiente, impulsó espacios con vocación pública
e inversión privada tanto local como extranjera,
encargados de coleccionar apoyar, difundir y
educar público en asuntos de arte, misión que
solía atribuirse a entes oiciales, desde intereses
educativos o de diplomacia.
NOTAS
1
El asunto de como Nueva York,
con su museo de arte moderno a la cabeza, se apropia del potencial simbólico
del arte es estudiado por Serge Gilbaut
en su libro, De cómo Nueva York robó la
idea de arte moderno, Valencia, Tirant lo
Blanch, 2007.
Este tema tratado por J. Pedro
Lorente en su libro Los museos de arte
contemporáneo: noción y desarrollo histórico, Gijon, Trea ed, 2008.
2
3
Alessandro Armato. “La “primera
piedra”: José Gómez Sicre y la fundación
de los museos interamericanos de arte
moderno de Cartagena y Barranquilla”,
Revista Brasileira do Caribe Universidade
Federal de Goiás Goiânia, Brasil, vol. XII,
núm. 24, enero-junio, 2012, pp. 381-404
4
C.M. Jaramillo Jiménez. Fisuras
del arte moderno en Colombia, Bogotá,
Alcaldía Mayor, 2012. R. Acuña, “Arte,
crítica y sociedad en Colombia: 1 9471970”. Tesis de Pregrado en Sociología
Universidad Nacional de Colombia,
1991. E. Serrano El Museo de Arte Moderno de Bogotá: Recuento de un Esfuerzo Conjunto. Bogotá, Litotechnion,
[196-]. G. Zea, El Museo de Arte Moderno de Bogotá, Una experiencia singular.
Bogotá, Editorial El Sello - Museo de
Arte Moderno, 1994.
5
El archivo digital de Documentos
del Arte Latinoamericano y Latino de
Si bien es cierto que el Museo de Arte Moderno de Bogotá ofreció legitimidad a lenguajes
modernos dentro de la lógica institucional inspirada en el MoMA, otras modernidades subyacen
en el contexto capitalino y se ven relejadas en
otros espacios y colecciones con vocación pública como por ejemplo las del Museo Nacional y
Banco de la República, que desde esta perspectiva merecen ser estudiadas para complejizar el
panorama de la institucionalización arte moderno en Colombia durante la Guerra Fría.
Siglo XX, ofrece acceso a las fuentes
primarias y a la documentación fundamental que analiza el desarrollo del arte
del siglo veinte de Latinoamérica y de los
latinos residentes en los Estados Unidos.
Se encuentra disponible de forma gratuita en: http://icaadocs.mfah.org/icaadocs/es-mx/portada.aspx
6
Marta Traba, “Sí, Habrá Museo
de Arte Moderno en Bogotá” en Marta
Traba: Selección de textos, Ema Araujo
ed., Bogotá, Museo de Arte Moderno,
Editorial Planeta,1984, p. 123.
7
Nicolás Gómez, En blanco y negro. Marta Traba en la televisión colombiana, 1954-1958 (Bogotá: Ediciones
Uniandes,2008), 12-14.
8
N. Gómez, En blanco. 12-14.
Engel, Walter, “Trimestre Promisorio”, Magazín Dominical del Espectador,
20 octubre de 1963.
9
M.Traba, “Las artes plásticas invaden el país”, Revista Estampa, 1961, en
Marta Traba Selección de textos, Emma
Araujo ed. .. p.123.
10
11
Aunque este artículo no está
enfocado de manera directa en el pensamiento trabista, sin lugar a dudas
Marta Traba desde su ejercicio crítico
ejerce una inluencia fundamental en
el proceso de institucionalización del
arte moderno en el país. Es importante
anotar que no se puede estereotipar a
Marta Traba dentro de una manera única de asumir el arte, teniendo en cuenta
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 203-222
que su pensamiento y su crítica varió
pasando por una perspectiva formalista
del arte en los años 1950 y una estética
del arte como resistencia en los 1970.
La estrategia para comprender su pensamiento en perspectiva histórica es el
análisis de sus escritos. Durante los últimos años se ha hecho una revisión de
su pensamiento, este respecto se puede consultar: Beatriz González, “Marta
Traba” en Pensamiento colombiano del
siglo XX, ed. Santiago Castro-Gómez et
alt, Bogotá, Instituto Pensar - Editorial
Pontiicia Universidad Javeriana, 2007.
Alvaro Tirado Mejía, Los años sesenta.
Una revolución en la cultura, Bogotá,
Editorial Debate, 2014. Gustavo Zalamea (ed.), El programa cultural y político de Marta Traba. Relecturas, Bogotá,
Facultad de Artes - Universidad Nacional
de Colombia, 2008.
12
A continuación, texto impreso en
la Primer Acta de Fundación del Museo
de Arte Moderno de Bogotá, en 1955,
extraído de una copia del documento
original publicada por E. Serrano en, El
Museo
“En la ciudad de Bogotá, a los veintisiete días del mes de julio del año mil
novecientos cincuenta y cinco. Convocados por el Ministro de Educación Nacional, Aurelio Caicedo Ayerbe, nos reunimos con el objeto de fundar el Museo
de Arte Moderno.
Nosotros, Autoridades civiles, militares y eclesiásticas, arquitectos, pinto-
res y escultores, escritores y periodistas,
rectores universitarios, representantes
de la industria de la banca y del comercio. En presencia de los excelentísimos
señores embajadores y ministros plenipotenciarios de los países amigos, y de
sus agregados culturales irmamos esta
carta de fundación.”
13
E. Serrano, El Museo
14
G. Zea, El Museo p.15.
15
G. Zea, El Museo
El proyecto Redes Intelectuales:
arte y política en América Latina 19201970, coordinado por María Clara
Bernal y patrocinado por la Fundación
Getty, ha profundizado en la trama oscura detrás del arte panamericanista
avalado desde la OEA, poniendo el tela
de juicio la intervención de José Gomez
Sicre entre otros asuntos. El resultado de
estas investigaciones fue presentado en
eventos de encuentro y exposición celebrados entre 2012 y 2013 en Bogotá,
los Ángeles y Buenos Aires. Información
en, http://redesintelectuales.net/pages/
publicacion.html. [Consulta: 01-032016].
16
17
Marta Traba, “Sí, Habrá Museo
de Arte Moderno en Bogotá”
18
“El Museo de Arte Moderno de
Bogotá: Para” enseñar a ver“, El Espectador, Bogotá, 30 de octubre de 1963.
Este andamiaje de colaboración es mucho más explícito en, el Primer Informe
Anual de Actividades 1963, Archivo
Biblioteca Museo de Arte Moderno de
Bogotá (ABMAMB), en este documento
se da reconocimiento y se agradece a las
personas y entidades que han posibilitado el lujo de actividades del proyecto.
Primer Informe Anual de Actividades 1963
19
20
Primer Informe Anual de Actividades 1963
“Con la exposición de Pintores
Venezolanos Inicia Actividades el Museo
de Arte Moderno”, El Tiempo, Marzo 17
de 1963.
21
22
Para este momento la Biblioteca
Luis Ángel Arango es un importante
centro de cultura en Bogotá y las artes
plásticas hacen parte de su repertorio.
Desde 1957 funciona en la Biblioteca
una Sala de Exposiciones por la que han
pasado importantes artistas locales y
extranjeros y para 1963 posee una im-
portante colección con vocación pública
y con obras de arte del momento. En
1960 Francisco Gil Tovar anota:
“Porque, que nosotros sepamos,
no existe en Colombia una entidad, aunque sea especíicamente cultural y artística, que posea igual suma de cuadros
de artistas nacionales de nuestro tiempo, cultivadores de tendencias actuales.
Sea cual sea la calidad y la intención estética de estos cuadros, [ellos] constituyen un núcleo real para un futuro museo
de arte moderno, museo que está en la
mente de muchos”
“La colección de pinturas de la
Biblioteca Luis Ángel Arango, núcleo
inicial para un posible museo de arte
moderno”, en: Boletín cultural y bibliográico 1960 Vol. 3 Nº 12, oct-dic, Bogotá. pp. 852- 854.
23
Primer Informe Anual de Actividades 1963
24
Primer Informe Anual de Actividades 1963
25
Las donaciones de arte venezolano fueron gestionadas por “el arquitecto Carlos Celis y el escritor Jaime
Tello, delegados del Museo en Caracas
Primer” tal como consta en Informe
Anual de Actividades1963. y en el artículo publicado en la prensa nacional,
“Con la exposición de Pintores Venezolanos Inicia Actividades el Museo de Arte
Moderno”
“El Museo posee una opción
renovada por un Acuerdo del Consejo
del Distrito aprobado el 28 de agosto
del presente año, un terreno situado
en frente de la Editorial Antares, con
obligación de construir el ediicio correspondiente antes de cinco años. La
Junta Directiva del Museo convocará un
concurso nacional para escoger el mejor
proyecto del Museo, que será enviado
al Departamento Cultural de la OEA, a
cargo de Rafael Squirru quien lo hará a
su vez seguir a fundaciones Norteamericanas que puedan interesarse por este
proyecto y apoyarlo económicamente.
El Museo llevará el nombre de una entidad, si ella sola provee los gastos de
su construcción, estimada básicamente
en $ 500.000 pesos colombianos; o de
varias en el caso de que sean más de una
las instituciones fundaciones o empresas
contribuyentes”. Primer Informe Anual
de Actividades 1963.
26
27
Primer Informe Anual de Actividades 1963.
28
Primer Informe Anual de Actividades 1963.
29
En los seis meses de existencia
del museo (Fue refundado en febrero de 1963), se ha conseguido formar
gracias a donaciones de los artistas, una
importantísima colección de pintura
colombiana (23 obras), venezolana (14
obras), mexicana (2 obras) y americana
(2 obras). Primer Informe Anual de Actividades 1963.
30
Marta Traba, “Museo de Arte
Moderno”, Revista Lámpara, vol. 10 Nº
47, 1964
31
“Museo de Arte Moderno de Bogotá, Para Enseñar a ver”
32
Marta Traba. “Museo de Arte
Moderno”.
33
Si bien es cierto que la iniciativa
del Museo de Arte Moderno consiguió
congregar a un público interesado en
entender lo lenguajes artísticos, este
tipo de acciones pueden rastrearse desde 1948 en iniciativas de exposición
como los primeros salones de arte moderno en las galerías de arte y el Museo
Nacional, en las que Alejandro Obregón
además de participar como artista, desde su puesto como director de la Escuela
de Bellas Artes de la Universidad Nacional, lo haría como gestor.
34
Gloria Valencia Diago, “Un año
en la Vida del Museo de Arte Moderno
de Bogotá”, El Tiempo, Bogotá, 3 nov,
1963.
35
“El Museo de Arte Moderno de
Bogotá: Para enseñar a ver”
36
Gloria Valencia Diago, ”Dentro
de lo abstracto, lo mío es lo menos abstracto” dice Roda” El Tiempo, Bogotá,
3 nov,1963.
37
El Museo de Arte Moderno y la
Universidad Nacional, Museo de Art Moderno-Universidad Nacional, [Bogotá],[
1965], Archivo Histórico Museo Nacional de Colombia, AHMNC, vol36-pza8.
38
“El Museo de Arte Moderno de
Bogotá: Para enseñar a ver”. las tensiones al interior de la escena y las críticas
de Marta Traba en relación a la dudosa
modernidad de esta primera generación
(la de Pedro Nel Gómez), por su cercanía al realismo socialista, harían suponer
que estos artistas no se contemplarían a
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Museo de arte moderno de Bogotá: primera pincelada, 1963-1965
la hora de conigurar la colección, paradójicamente se les contempló desde el
principio, asunto que hace interesante
historiar prácticas diferentes a los lenguajes plásticos en sí mismos o la crítica,
como el coleccionismo, para entender
los procesos del arte desde nuevas perspectivas.
“El Museo de Arte Moderno de
Bogotá: Para enseñar a ver”
39
40
“El Museo de Arte Moderno de
Bogotá: Para enseñar a ver”
“Numeroso Público en el Museo
de “Arte Moderno” El Espectador, Bogotá, 1 nov.1963.
41
Los Escoriales es la serie previa
a Tumbas. Para Roda son trabajos que
guardan continuidad dentro de su proceso y su muestra artística. Según Marta
Traba la segunda es la plena superación
de la anterior, y la evidencia de un artista
consolidado.
42
Marta Traba. Catálogo de exposición, Tumbas de Juan Antonio Roda.
Bogotá, 1963, ABMAMB.
43
44
José Gómez Sicre, “Introducción”
en, Salón Esso de Artistas Jóvenes: Pa-
trocinado por la Unión Panamericana y
Esso. Washington, [ s.n. ], 1965.
45
Gloria Valencia Diago,“Los artistas latinoamericanos debemos mirar
hacia el pasado” Entrevista a Szyszlo, El
Tiempo –vida social-, 22 mayo,1964.
46
“El Museo de Arte Moderno de
Bogotá: Para” enseñar a ver”
Marta Traba, Tres pintores argentinos, Museo de Arte Moderno de Bogotá, octubre de 1963, ABMAMB
47
48
Marta Traba, Tres pintores
49
Marta Traba, Tres pintores
50
Marta Traba, Tres pintores
“Pintor peruano expone mañana en la capital una parte se sus obras”
mayo, 1964, ABMAMB, Szyszlo. Carpeta de prensa
51
52
Pantoja Oscar, ABMAMB, Carpeta de prensa.
53
Pantoja Oscar,
Para profundizar el tema de este
salón y la importancia de la igura del
artista joven en este momento de la
historia del arte colombiano se puede
consultar: Nadia Moreno, Arte y juven54
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 203-222
tud: El Salón Esso de Artistas Jóvenes en
Colombia, Instituto Distrital de las Artes
La Silueta Ediciones, Bogotá, 2013.
55
Marta Traba “Conclusiones Salón
de Artistas Jóvenes Intercol” Museo de
Arte Moderno de Bogotá 1964. Pantoja
Oscar, ABMAMB.
56
“Fernando Botero ganó el primer
premio del Salón de Artistas Jóvenes
Intercol” El Día, Bogotá, marzo, 1964.
ABMAMB, Botero Fernando, carpeta de
prensa.
57
José Gómez Sicre, Salón Esso, Introducción y notas.
58
“Con la exposición de Pintores
Venezolanos Inicia Actividades el Museo
de Arte Moderno.
59
Primer Informe Anual de Actividades 1963
60
Marta Traba, “La Nueva Gente
del Museo” en Marta Traba: Selección
de textos, Ema Araujo ed., Bogotá, Museo de Arte Moderno, Editorial Planeta,1984, p. 124
LA MODERNIDAD PROMETEICA:
DE LA “OBRA DE ARTE TOTAL” A LOS TOTALITARISMOS
Data recepción: 2016/01/30
Data aceptación: 2016/08/27
Constanza Nieto Yusta
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Contacto autora: nietoyustaconstanza@gmail.com
RESUMEN
En los versos de los primeros románticos alemanes, el poeta se perila como la igura responsable
de guiar a la humanidad hacia un mundo renovado artística y políticamente. En este sentido ha de
comprenderse la formulación de «Gesamtkunstwerk» realizada por Richard Wagner: la «obra de arte
total» sería la síntesis deinitiva de todas las artes y, más aún, de la naturaleza y la cultura, de la política y la creación, de la vida y el arte. Esta misión prometeica de generar un nuevo credo y un nuevo
horizonte redentor adecuado para la modernidad desbordó el contexto del Romanticismo alemán
para resonar con fuerza en el siglo XX: algunas de las principales vanguardias históricas y, principalmente, los totalitarismos que inundaron la Europa de entreguerras no fueron sino continuaciones de
la necesidad totalizadora nacida en el Romanticismo.
Palabras clave: Modernidad, Romanticismo, Goethe, Richard Wagner, Gesamkunstwerk, Totalitarismo
ABSTRACT
The verses of the early German Romantics deine the poet as a igure responsible for guiding
humanity towards the artistic and political renewal of the world. It is in this sense that we should
understand Richard Wagner’s concept of Gesamtkunstwerk, the “total work of art” a deinitive
synthesis of the arts as a whole, and, in an even broader sense, of nature and culture, politics and
creation, and life and art. This Promethean mission to create a new credo for the modern world and
a new redemptive outlook fully suited to modernity took hold in German Romanticism and achieved
full resonance in the 20th century. Some of history’s leading avant-garde movements and the totalitarian regimes so prevalent in Europe between the wars were continuations of the totalitarian need
that emerged from Romanticism.
Keywords: Modernism, Romanticism, Goethe, Richard Wagner, Gesamtkunstwerk, Totalitarianism
Tal y como relata Hesíodo, Prometeo, hijo de
Jápeto, el hermano de Cronos, y de la Oceánida
Climene, desaió en varias ocasiones a los dioses. No quedando contento con haber engañado
una primera vez a Zeus –a quien ofreció las peores partes de un buey sacriicado en su honor,
los huesos, para quedarse con todo lo que co-
rrespondía a los dioses (la carne y las vísceras)–,
Prometeo volvió a arremeter contra Zeus, desaiando el castigo que éste había impuesto a toda
la humanidad a raíz del engaño sufrido con el
buey: la supresión del fuego en el mundo de los
hombres. Prometeo, que en este segundo desacato trajo de vuelta el fuego a los mortales, fue
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 223-233
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La modernidad prometeica: de la “obra de arte total” a los totalitarismos
castigado deinitivamente por Zeus: «al astuto
Prometeo el dios lo ató al centro de una columna con penosos e indisolubles lazos, y le envió
un águila de anchas alas que le royera el hígado
inmortal, recreciendo por la noche la parte del
hígado que el ave aliabierta devorara en todo
el día.»1 Pero los desafíos que Prometeo llevó a
cabo contra la autoridad de los dioses tuvieron
consecuencias que fueron más allá del castigo individual impuesto al Titán: Zeus decidió también
castigar a la humanidad modelando a la primera
mujer, Pandora, origen de todas las enfermedades y desgracias que a partir de entonces serían
las compañeras infatigables de los hombres. Prometeo, por tanto, desencadenó que el mundo
cambiase de régimen: sus actos pusieron in a la
Edad de Oro y dieron paso a una nueva historia
del mundo expulsada de los beneicios idílicos
de los tiempos originarios. «Por consiguiente»,
nos relata Hesíodo, «desde aquel día innumerables desdichas reinan entre los hombres y están
llenos de males la Tierra y el mar.»2
Pero, mientras Pandora pasó a la memoria
de los hombres como la gran responsable de los
males que poblaron el mundo, Prometeo fue,
en cambio, recordado como uno de los grandes
benefactores de la Humanidad: su (re)conquista
del fuego fue el paso deinitivo en la conquista de la tekné y, en consecuencia, de la técnica
que, ligada a la luz del conocimiento, conduce
irremediablemente al progreso. Esta visión del
Titán como el padre de las ciencias y de las artes
es la que aparece en el Prometeo encadenado
de Esquilo, donde el mismo Prometeo reivindica
orgulloso ante el Océano su papel determinante
en el progreso de los hombres:
En un principio, [los hombres] aunque tenían
visión, nada veían, y, a pesar de que oían, no oían
nada, sino que, igual que fantasmas de un sueño,
durante su vida dilatada, todo lo iban amasando
al azar.
No conocían las casas de adobes cocidos al
sol, ni tampoco el trabajo de la madera, sino que
habitaban bajo la tierra, como las ágiles hormigas,
en el fondo de grutas sin sol.
No tenían ninguna señal para saber que era el
invierno, ni de la lorida primavera, ni para poner
en seguro los frutos del fértil estío. Todo lo hacían
sin conocimiento, hasta que yo les enseñé los ortos y ocasos de las estrellas, cosa difícil de conocer.
También el número, destacada invención, descubrí
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para ellos, y la unión de las letras en la escritura,
donde se encierra la memoria de todo, artesana
que es madre de las Musas. Uncí el primero en el
yugo a las bestias que se someten a la collera y a
las personas, con el in de que substituyeran a los
mortales en los trabajos más fatigosos y enganché
al carro el caballo obediente a la brida, lujoso ornato de la opulencia. Y los carros de los navegantes que, dotados con alas de lino, surcan errantes
el mar, ningún otro que yo los inventó.3
De modo que Prometeo robó el fuego para
iluminar y despertar al mundo: proporcionó al
hombre la capacidad de ver y de oír, el conocimiento con el que dar forma a sus vidas. Nació
así la arquitectura, la comprensión del fulgor de
los astros, la astronomía, las matemáticas, la escritura, la ganadería, la navegación y otros tantos saberes como la medicina, la metalurgia y la
adivinación: gracias al fuego, Prometeo emancipó a la Humanidad, poniendo en sus manos
conocimiento, la ciencia, la técnica y las artes.
*
Fue esta visión de Prometeo la que resurgió
con fuerza durante el Romanticismo. De nada le
sirvió a Esquilo dejar claro que, pese a todos los
beneicios que el robo del fuego había traído a los
hombres, este robo no era sino un acto reprobable en tanto resultado de esa desmesura furiosa
o hybris que llevaba a los hombres a querer sobrepasar los límites que les habían impuesto los
dioses. La recuperación romántica de Prometeo
encajaba a la perfección en un tiempo que, como
bien ha señalado Václav Cerny, mostró desde
sus orígenes una clara propensión al titanismo.4
Puesto que los titanes antiguos se habían caracterizado por sus constantes desafíos a los designios celestes —y no sólo hemos de pensar en
Prometeo pues la lista de insurrecciones titánicas
es amplia o más bien congénita: Cronos expulsó
del trono a su padre Urano y lo mismo hicieron
con Cronos sus hijos, Zeus, Hades y Poseidón—,
¿cómo no iba a sentirse el Romanticismo, un movimiento hijo de la Revolución Francesa, marcado
por el individualismo y la revuelta, la encarnación
del titanismo moderno? Si el Paraíso perdido de
John Milton ya había sentado el gran precedente
al transformar a Satán en el primer gran rebelde ante la normativa divina, los nuevos tiempos
tendrían que contar con un héroe análogo aunque más adecuado al espíritu moderno. Bajo el
prisma romántico, el orgullo y la desmesura del
Prometeo retratado por los antiguos quedaron
justiicados por el excelso in que motivó sus actos: la rebelión contra los designios divinos y su
consecuente puesta en marcha de la conciencia
de emancipación y de civilización del hombre.
*
Aunque dos de las paradas obligatorias en
la construcción romántica de Prometeo suelen
ser el Prometeo liberado de Shelley (1818) y el
Prometeo de Edgar Quinet (1838)5, nosotros
centraremos nuestras relexiones en el movimiento Sturm und Drang: fue en su seno donde
se gestaron algunas de la ideas más tempranas
del mito prometeico que más adelante recogió
y llevó al paroxismo el concepto wagneriano de
«obra de arte total».
En esta «tormenta e ímpetu», donde nacieron algunos de los pilares del posterior Romanticismo –los conceptos de naturaleza y de genio,
y la reivindicación de una nueva mitología adecuada para el hombre moderno–, estuvo inmerso un joven Goethe que ya desde sus primeros
escritos formuló los términos en los que debía
producirse el amanecer de la modernidad que
había nacido con la llegada del siglo XVIII. Así se
observa en una de sus Misceláneas que, lejos de
su apariencia de refrán popular, puede considerarse el germen de los postulados estéticos que
el poeta alemán puso poco después en marcha
con otros escritos: «Quien prevé es dueño del
día».6 Si recordamos que etimológicamente
Prometeo procede de la unión de pro (antes), y
mitis (pensamiento, sabiduría, invención) y, por
tanto, comprendemos que Prometeo es aquel
que piensa, conoce e inventa con anticipación
–el que predice, el que prevé–, adivinamos entonces las razones por las que Goethe encontró
en el Titán la encarnación misma del día hacia el
que aspiraba elevarse el hombre moderno. De
ahí que en sólo dos años, entre 1773 y 1774, el
poeta alemán dedicase a Prometeo una pequeña pieza dramática y una oda, obras que desde
el mismo instante de su publicación se convirtieron no sólo en el prolegómeno de su posterior
posicionamiento estético sino en el punto de
partida de buena parte de las creencias románticas sobre la necesaria y sagrada unión entre el
arte y la vida.
Los Prometeos de Goethe causaron una profunda impresión sobre sus contemporáneos e
inauguraron el peril moderno que obtendría el
Titán a partir de ese momento. Goethe decidió
remodelar el mito de Prometeo partiendo de
una de las interpretaciones del mito más controvertidas, aquella que ya había sido desarrollada plenamente por escritores del siglo II d.C.
como el sirio Luciano de Samósata pero que
habían quedado ensombrecidas ante el poder
trágico de los relatos de Hesíodo y Esquilo: la
versión que relataba cómo Prometeo modeló, a
partir del barro, a la raza de los hombres, hasta
entonces inexistente en un mundo gobernado
única y exclusivamente por el linaje celestial.7
Claro está: para alguien como Goethe, convencido de que «quien empieza a arrancarle sus secretos a la Naturaleza siente un ansia invencible
de su más digno intérprete, el arte»8, el mito
de Prometeo debía sustentarse casi de forma
exclusiva en este episodio que desvelaba su talante creador. No obstante, Goethe quiso darle
una vuelta de tuerca a las lecturas que, como las
de Luciano de Samósata, habían dejado entrever que el acto de creación de los hombres por
parte de Prometeo acabó por beneiciar a los
dioses al ser estos hombres inalmente los responsables del levantamiento de altares y templos y de la ofrenda de sacriicios en su honor.
Lejos de ser culpable por haber desaiado a los
dioses y por haber puesto in a los idílicos tiempos en la que no existía conlicto alguno entre
el cielo y la tierra; y lejos, también de haber beneiciado a los dioses con la creación de la raza
humana, el Prometeo de Goethe se concibió
precisamente como el comienzo de una nueva
Edad de Oro para el hombre. Desaiando al cielo, Prometeo decidió ser el artíice de su propio
destino poblando la tierra con una nueva raza
hecha a su imagen y semejanza.9 De este modo,
Prometeo, identiicado con el hombre, se hacía
portavoz de su autonomía creadora y asumía la
eternidad que le concedía su rol como Creador;
pero también, su estirpe, los hombres, heredarían las pulsiones de su padre: la conciencia y
voluntad prometeicas. «¡Realizadas veo aquí en
igura corpórea mis anhelos todos! ¡Mi espíritu
repartido en miles de porciones e íntegramente
al par en mis directos hijos!»10, clama el Prometeo de Goethe. Rodeado por las igurillas de
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La modernidad prometeica: de la “obra de arte total” a los totalitarismos
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La modernidad prometeica: de la “obra de arte total” a los totalitarismos
barro que acaba de modelar y que constituyen
no sólo una nueva raza contrapuesta a la raza
divina sino, ante todo, la prueba irrefutable de
que no sólo los dioses poseen en sus manos
la eternidad inherente a la Creación, Prometeo
sentencia: «Yo soy tan perdurable como ellos.
¡Eternos somos todos!»11
Pero el Prometeo de Goethe no sólo puso
en circulación la identiicación de la Creación,
del Artista, con el Titán: tal y como ha señalado
Raymond Trousson, Goethe retrató a un Prometeo que, además de Creador, era Legislador e,
incluso, Trabajador. Fue en la primera obra que
el poeta alemán dedicó al Titán, la pieza teatral
de 1773, donde Prometeo alternaba su rol de
Creador de los hombres con el papel de Legislador de la vida de la nueva raza traída al mundo.12 En cambio, la identiicación de Prometeo
con la igura del Trabajador no fue desarrollada
por Goethe hasta 1807, año en el que, tras ser
invitado a participar en la recién fundada revista
vienesa de nombre Prometeo, publicó la pieza
teatral La vuelta de Pandora. En ella, Prometeo
aparecía retratado en contraposición a su hermano Epimeteo. Frente a Epimeteo, cuyo nombre signiica «el que piensa tarde», un hombre
ocioso y soñador, Prometeo refulgía por su carácter laborioso e incansable, por la iniciativa y
diligencia emprendedora propia del trabajador.
Este Prometeo Trabajador, tal y como nos muestra las palabras que Goethe puso en sus labios,
también tenía en sus manos la capacidad de
acabar con la noche e instalar el amanecer, el
nuevo día:
¡Oh llama de esta antorcha, anticipándote
madrugadora a la estrella matinal, erguida en las
manos paternales, anuncias el día antes de que
amanezca! Culto te sea rendido como a un dios.
Pues toda aplicación, lo más digno de varonil estima es matinal, y solo ese esfuerzo nos concede
sustento y bienestar por toda la jornada y pleno
goce de las cansadas horas. Por eso yo, removiendo el sagrado tesoro del vespertino rescoldo, y
reanimándolo en nuevo ardiente impulso, vierto
una luz anticipada sobre mi esforzado e industrioso pueblo. Así, a voces os llamo ya, a vosotros, ¡oh
domeñadores del bronce! Alzad ligeros vuestros
recios brazos, a in de que marcando la cadencia
de un danzante coro a sonoro golpe de martillo,
pronto tengamos dispuesto para múltiples usos el
fundido metal.13
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Así arengaba Prometeo a los herreros, y del
mismo modo se dirigiría a los labradores y a
los pastores y, principalmente, a los guerreros,
aquellos que en su canto van proclamando su
eterno impulso hacia adelante y su capacidad de
limpiar todo a su paso y a los que Prometeo considera el «prieto enjambre de seres que siempre
está dispuesto tanto para hacer daño como para
prestar ayuda» a la raza de los hombres que,
bajo su amparo, van labrando su vida.14
El Prometeo de Goethe, por tanto, se convertía en la antorcha que la humanidad debía
seguir en el camino hacia su regeneración:
bajo la luz de la creación, de la capacidad de
legislar y de la fuerza del trabajo, el hombre
estaba preparado para labrar su propio destino.
De este modo se sentó el gran precedente que
seguirían los poetas, escritores y ilósofos que,
pocos años después, consolidaron de forma
deinitiva el Romanticismo alemán. El mismo
Herder, miembro fundacional junto con Goethe
del Sturm und Drang, continuó la lectura de
Goethe en su Prometeo encadenado de 1802,
aunque aplicando en él todos los postulados
que ya había vertido en Del nuevo uso de la
mitología (1767): a sus ojos, Prometeo encarnaba la promesa del progreso histórico y de su
perfeccionamiento orgánico bajo las pulsiones
creadoras inherentes a todos y cada uno de los
pueblos, unas pulsiones que, como no podía
ser de otro modo, se encontraban latentes y esperando a ser reactivadas de cara a los nuevos
tiempos, en los mitos.15
Con esta reivindicación del poder prometeico encerrado en la nueva mitología que requería
el cosmos moderno, Herder materializaba toda
una serie de cuestiones puestas en marcha por
sus contemporáneos unos años antes. El fracaso de la Revolución Francesa bajo el Terror llevó
al Romanticismo alemán a buscar nuevas soluciones para los aires de cambio que recorrían
Europa. Y fue en la poiesis y en el mito donde se encontraron las claves para la renovación
política: la revolución, tal y como la concibió el
Romanticismo alemán, debía de ser, ante todo,
estética. Los poetas pasaron, así, al primer plano
de la historia: «Estamos encargados de una misión: la de formar la tierra»16 sentenció Novalis,
pseudónimo de Friedrich von Hardenberg que,
precisamente, signiicaba «el que construye el
nuevo país». La fuerza poética del hombre, imbuida de la luz creadora, pasaba a ser el mecanismo con el que desvelar la potencia de la
Naturaleza y con el que generar una nueva mitología que, por su carácter tanto racional como
poético, pudiese erigirse en una maestra para la
Humanidad más adecuada que la Filosofía o la
Historia. 17 Así lo proclamaron Schiller, Hölderlin
y Hegel en 1795 en el escrito que conocemos
como «El más antiguo programa sistemático del
idealismo alemán»:
… la verdad y la bondad sólo están hermanadas en la belleza. […] la poesía obtiene con ello
una dignidad superior, vuelve a ser lo que fue al
comienzo: maestra de la humanidad, pues no
queda ya ilosofía ni historia, únicamente el aire
poético sobrevivirá a todas las demás ciencias y artes. Al mismo tiempo escuchamos muy a menudo
que la gran multitud tiene que tener una religión
accesible a los sentidos. No sólo la gran multitud:
también el ilósofo la necesita. Monoteísmo de la
razón y del corazón, politeísmo de la imaginación
y del arte: eso es lo que necesitamos. […] tenemos
que tener una nueva mitología, pero esa mitología tiene que estar al servicio de las ideas, tiene
que hacerse una mitología de la razón. Mientras
las ideas no las hagamos estéticas, es decir, mitológicas, no tendrán interés para el pueblo; y a la
inversa, el ilósofo tendrá que avergonzarse de la
mitología mientras ésta no sea racional.18
*
Guiado por la luz de la poesía, fue Richard
Wagner quien puso en marcha sus pulsiones
prometeicas autoproclamándose el único creador de su raza, de su tierra y de su destino. Gran
admirador de Goethe —no en vano dedicó uno
de sus conciertos, aunque inalmente quedó inconcluso, al Fausto—, Wagner parecía materializar el potencial redentor que el poeta alemán
había señalado tanto en la poesía como en la
música. Aunque Goethe intuía que el mundo
moderno se encontraba en una situación de desencantamiento casi irreversible —«Es el mundo
una campana cascada; hace ruido, pero no
suena»19, dejó sentenciado en una de sus máximas—, la música, considerada la arte más digna
de todas por ser pura forma y sustancia, poseía
la capacidad de volver a ennoblecer la vida de
forma mucho más efectiva que cualquier otra
manifestación artística.20
Hijo de un policía y de una panadera, Wagner formó parte activa en las revoluciones de
1848 y 1849. Amigo de Bakunin, el compositor se involucró de lleno en los acontecimientos
escribiendo panletos revolucionarios, animando
con sus discursos a las masas e, incluso, participando directamente en la organización de una
de las rebeliones aportando granadas… La política aparecía, por entonces, a Wagner, al igual
que apareció a sus contemporáneos románticos,
como el modo exclusivo con el que transformar
el horizonte alemán. Pero pronto, con el fracaso de la revolución, Wagner comprendió lo que
Schiller y Novalis ya habían detectado tiempo
antes: el arte debía encargarse de realizar lo que
no había podido cumplir la política revolucionaria. La redención sería artística o no sería. Y fue
justo en este contexto, en 1849, cuando Richard
Wagner se decide a escribir toda una serie de
textos en los que quedó formulado el concepto de «Gesamtkunstwerk»: La obra de arte del
futuro y El arte del futuro. Sobre el principio del
comunismo. En ellos es donde el compositor formuló sus teorías acerca del poder prometeico de
la música , poder que él mismo se iba a encargar
de arrebatar a los dioses para traerlo de vuelta a
los hombres, considerados ahora bajo su condición de pueblo.
Para Wagner, el Estado y el arte modernos
eran el resultado nefasto de dos dominios: el
dominio de la ciencia y el dominio de la moda.
Sometidos a sus imperativos, política y creación
habían discurrido por los caminos del racionalismo y de la arbitrariedad, empantanando y limitando la comprensión y comunión del hombre
con la naturaleza y, en consecuencia, con la vida.
El pueblo había quedado de este modo, y a pesar de haber estado en boca de todos a lo largo
del siglo, depauperado, alienado, separado de
las fuerzas que le son propias, atomizado en un
individualismo que anunciaba su aniquilación.
Con los ojos puestos en el modelo ateniense,
donde Religión, Arte y Estado sonaban al unísono, Wagner buscó recuperar la salud del pueblo,
su potencial creador y universal, mediante la reinstauración del sentido comunitario.
El pueblo es la quintaesencia de todos los
que sienten una urgencia comunitaria […] los que
puedan sentir que sólo en la satisfacción común
alcanzarán la propia y por consiguiente empeñen
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su fuerza vital mancomunada para satisfacer esa
urgencia que han reconocido como común; pues
sólo la urgencia que lleva al extremo es la verdadera […] y sólo el pueblo actúa por necesidad, y
por ende de un modo irresistible, triunfante, únicamente verdadero.21
Según Wagner, el pueblo era la comunidad
movida por una urgencia común: la pulsión por
realizar su condición mítica de colectividad indisociable. Con el imperio de la razón, señala
Wagner, el pueblo se ha visto despojado de sus
fuerzas vitales necesarias, más aún: de la mano
de los hombres racionales, de los «inteligentes»,
se ha dicho actuar en nombre del pueblo y para
el pueblo cuando, en realidad, todas estas acciones han usurpado su verdadero papel protagonista en el nacimiento, desarrollo y construcción
de todas las instituciones gloriosas de la humanidad, el lenguaje, la religión, el Estado.
Vosotros, los inteligentes, no sois por tanto
los inventores, sino el pueblo, pues la necesidad
lo impulsa a la invención; todas las grandes invenciones son logros del pueblo; por el contrario, las
invenciones de la inteligencia son sólo explotaciones, derivaciones o bien fragmentaciones, mutilaciones, de las grandes invenciones del pueblo. No
sois vosotros sino el pueblo quien ha inventado el
lenguaje; vosotros no habéis hecho sino corromper su belleza sensible, quebrantar su fuerza, perder su sentido interno, para poder investigar otra
vez, trabajosamente, lo ya perdido. No sois vosotros los inventores de la religión, sino el pueblo;
vosotros habéis desvirtuado su expresión interna,
transformando el cielo en un inierno, que hizo de
la verdad revelada una mentira. No sois vosotros
los inventores del Estado, sino el pueblo; vosotros
lo habéis llevado de unión natural entre indigentes
iguales a unión antinatural bajo coacción de indigentes desiguales; de contrato para el bienestar
y protección del conjunto, a un malvado medio
de preservación de los privilegiados; de suave y
lexible tejido que cubría el dichoso movimiento
del cuerpo humano, a ser sólo rígida armadura de
hierro, convertido en adorno de una armería de
museo. No dais vosotros al pueblo de vivir, sino
por el contrario, él a ustedes; no dais vosotros al
pueblo sus pensamientos, sino él a ustedes; por
lo tanto no queráis enseñar al pueblo, sino dejaos
enseñar por él.22
De modo que para Wagner, el pueblo se había visto despojado de todos los poderes que le
correspondían: la religión, el Estado, incluso el
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lenguaje, habían pasado a descansar en las manos de unos pocos hombres privilegiados que,
como nuevos dioses, se atribuían de forma exclusiva todas las invenciones y logros de la humanidad. El pueblo, por tanto, debía reclamar
lo que era suyo por derecho y sería gracias a la
urgencia comunitaria, una especie de impulso
prometeico colectivo, como los hombres recuperarían las armas con las que transformar el
mundo para retornarlo, en el futuro, al estado
originario donde naturaleza y artiicio, acción y
contemplación, razón e instinto descansaban en
una vida sin isuras, en la Vida entendida con
mayúsculas. Y el modo de poner en marcha este
proceso, ya lo intuimos, se encontraba en lo
que Wagner denominó «Gesamtkunstwerk», la
«obra de arte total»:
Debemos hacer pues del arte helénico el arte
humano en general; revocar las condiciones bajo
las que fue sólo helénico y no arte de todos los
hombres […] debemos ensanchar este ropaje de
la particular religión helénica, convertirlo en lazo
de unión con las religión del futuro, la de la universalidad, para poder formarnos ya ahora una
representación adecuada de la obra de arte del futuro. […] La obra de arte es la religión vivamente
representada; pero las religiones no las inventan
los artistas, sólo nacen de los pueblos.23
Remitiéndose a la autoridad eterna del mundo clásico, el concepto de «obra de arte total»
se proyectaba hacia adelante en el tiempo, siendo el producto de la religión del futuro creada
por el movimiento del pueblo hacia su urgencia
comunitaria, a saber, lo que Wagner denomina
«la obra de arte del futuro»: la obra representante de la mitología colectiva, de la totalidad
del pueblo y de la universalidad de la naturaleza
humana; la obra en la que no palpitarían las pulsiones creadoras individuales sino las pulsiones
de un único y titánico creador, legislador y trabajador, el pueblo. La obra de arte del futuro era,
pues, al igual que el pueblo, condición y destino
de la realización humana, el lazo sagrado con el
que orquestar la gran sinfonía del mundo y donde todos los rasgos de individualidad quedarían
subyugados bajo el imperativo del todo. Así lo
dejó claro Wagner: «La gran obra de arte total,
la que deberá abarcar todos los géneros del arte,
a los que en cierta medida, en tanto medios, utilizará, aniquilará, en favor de alcanzar la meta
común a todos ellos, esto es la representación
incondicionada e inmediata de la completa naturaleza humana, esta gran obra de arte total
no la reconoce como la posible acción de un individuo, sino pensable necesariamente como la
obra conjunta de los hombres del futuro.»24 La
«obra de arte total», entendida como la máxima
expresión de la colectividad convertida en sentir religioso, difuminaba los límites entre naturaleza y creación: tal y como ha señalado Éric
Michaud, en ella, en la «Gesamtkunstwerk»¸«es
la vida misma del pueblo la que se confunde enteramente con la obra de arte de la que es origen, instrumento y in.»25 He ahí lo que Wagner
entendía por comunismo: el pueblo era la única
obra de arte verdadera y, a la vez, su propio modelador y demiurgo.26
Y puesto que el pueblo se encontraba esperando a ser modelado para alcanzar su estatus
de comunidad sagrada y poder, así, esculpir su
futuro, alguien debía ponerse manos a la obra.
Para elaborar la obra de arte total, todas las artes
debían reunirse y cantar al unísono en un sólo
cuerpo palpitante. Las tres artes originarias, el
arte de la danza, el arte del sonido y el arte de la
poesía, debían hermanarse tal y como se hermanaba el género humano. Y si bien el panorama
creador de su siglo era, a sus ojos, desalentador,
Wagner contaba con un gran precedente de la
tarea prometeica que se había propuesto continuar y llevar a su máxima realización: Beethoven. Beethoven, que en 1801 había creado
precisamente una obra titulada Las criaturas de
Prometeo, había comprendido «la inmensa capacidad de la música instrumental para expresar
los poderosos impulsos y exigencias primordiales»27, otorgando a los sonidos de sus sinfonías
el poder de la danza y de la poesía, logrando
así generar un lenguaje universal con el que dar
nueva forma a sus oyentes, los hombres del futuro. Así lo señala Wagner al analizar la Sexta
Sinfonía o la Pastoral:
¡Sin embargo esos dichosos bailarines no eran
otra cosa que sonidos, sonidos que representaban
e imitaban a seres humanos! Como un segundo
Prometeo, que con arcilla diera forma a hombres,
Beethoven intentó darles forma con sonidos. Pero
el ser humano, imagen viva de Zeus, dador de
vida, debe ser creado no con arcilla o sonidos, sino
con ambas materias por igual. Si las creaciones
de Prometeo se presentaban sólo a la vista, las de
Beethoven sólo al oído. Más sólo donde la vista y
el oído se aseguran recíprocamente su aparición
está presente por entero el ser humano artístico.
¿Pero dónde encontró Beethoven esos seres
humanos a los que más allá del elemento de la
música hubiera querido tender la mano? […] ¡Ay,
de ninguna parte llegó un Prometeo en su ayuda,
que le mostrase tales seres humanos! Debió ponerse él mismo en marcha para recién entonces
descubrir los seres humanos del futuro.28
Beethoven, por tanto, no quiso esperar la llegada de un Prometeo que modelase a los hombres adecuados para recibir su nuevo evangelio
redentor del arte del futuro: él mismo decidió
asumir la tarea anteriormente reservada al Titán
haciendo de su música las herramientas con las
que desbastar y pulir la materia artística latente, pero aún no aprovechada, de sus oyentes, el
público, los hombres modernos. El arrojo y valor
del individuo creador —el genio romántico que
decide acometer su misión heroica pese a los inconvenientes sociales, culturales y artísticos de
su tiempo—, había sido preigurado por Beethoven29 y grande era por ello a los ojos de Wagner:
Beethoven, encarnación de la naturaleza del artista individual, fue capaz de «aportar materia a
la masa artística por conigurar»30. Pero su tarea
había quedado imperfecta al apelar únicamente
al oído: «Más sólo donde la vista y el oído se
aseguran recíprocamente su aparición está presente por entero el ser humano artístico». Wagner tomó, por tanto el relevo: su «obra de arte
total» labraría no sólo el oído de los hombres
del futuro sino que, también, esculpiría ante sus
ojos las imágenes de los nuevos mitos, su poesía,
su lenguaje, su armonía total.
Así lo expuso Wagner en El arte del futuro, donde una de las ideas fundamentales era
la comprensión del hombre como escultor de sí
mismo, es decir como un ser que se consideraba
su «propio objeto y materia artística»: «sólo ese
ser humano que ya desde sí y para sí ha creado la obra de arte inmediatamente humana […]
está por ende en condiciones de comprenderse
y transmitirse a sí mismo artísticamente» siendo
«también […] capaz por lo tanto de representarse a la naturaleza de modo artístico».31 Un hombre que, por tanto, podemos tildar de prometeico pues al comprenderse como materia artística
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concibe la naturaleza, en todas sus vertientes,
como una realidad susceptible de devenir una
obra de arte, la más grande de todas. Esa era la
gran tarea de la poiesis moderna para Wagner:
el hombre escultor de sí mismo debía insular de
vida a las artes y convertirlas en el gran drama,
en la gran ópera con la que volver a hacer sonar
al mundo, devenido, así, una obra de arte viva,
lo que Wagner designaba como la «verdadera
plástica».32
*
El teatro que Wagner construyó en Bayreuth en 1876 como receptáculo de sus teorías y
como nuevo templo en el que poder esceniicar
los poderes redentores de los dramas constitutivos del ciclo de El anillo del Nibelungo fue la
culminación arquitectónica de todo su proyecto, el nuevo lugar de peregrinaje para todos los
ieles que coniasen en la conversión dramática
que prometían las quince horas de representación de la tetralogía. No obstante, la orientación
de las teorías, tanto políticas como musicales,
del compositor había cambiado drásticamente
ya tiempo antes. La publicación en 1850 de su
ensayo El judaísmo y la música desveló el agresivo antisemitismo del compositor, para el que
los judíos se presentaban como los parásitos,
como los gusanos responsables de la enfermedad alemana. Y a lo largo de los años en los que
se vio inmerso en el faraónico proyecto de Bayreuth —unos años que no fueron otros que los de
Bismarck, para quien la política era «el arte de
lo posible»33— este germanismo exacerbado supuso la modiicación de su primera concepción
de la obra de arte del futuro. Las pretensiones
anteriores de alcanzar una «Gesamtkunstwerk»
universal, para todos los pueblos del mundo
considerados como un solo pueblo, dio paso a la
construcción de este arte del futuro de un modo
más realista, en una parcela más manejable en
tanto reducida, esto es, no con miras al espíritu
universal sino en base al espíritu alemán y, por
ende, como una manifestación exclusiva para la
nación alemana. De ahí que la fuente de inspiración del ciclo El anillo fuese el pasado medieval alemán y las leyendas nórdicas: del modelo
de Rienzi Wagner pasó a la épica de Sigfrido y
las Walkirias, un modelo con el que Alemania
podría reconectar con su pasado para lanzarse
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deinitivamente a la conquista del futuro, inaugurando así un nuevo comienzo.
No obstante, y a pesar de los proyectos wagnerianos, el nuevo comienzo soñado tuvo que
esperar hasta el siglo XX para poder ser constatado no sólo como una realidad imparable sino,
ante todo, como una de las condiciones básicas
de la misma modernidad. 34 La Primera Guerra
Mundial supuso un antes y un después en la historia de Europa: algunos como Maurice Barrès
declararon el mismo día del estallido de la guerra, el 3 de agosto de 1914, que el mundo moderno se encontraba ante «un día sagrado» al
asistirse al «nacimiento de un nuevo mundo»35;
otros como Ernst Jünger, con la experiencia de
haber vivido las «tempestades de acero» de la
guerra desde sus líneas de batalla, analizó cómo
la Primera Guerra Mundial instauró la «movilización total»: el estado de alianza deinitiva entre
la guerra y el progreso, un estado en el que la
existencia quedaba sometida a la energía y la
aceleración propias no sólo de un mundo industrializado sino, ante todo, de un mundo poblado por nuevos talleres de Vulcano. Un mundo
moderno habitado por una nueva igura prometeica, portavoz del fuego y de la industria: el
trabajador.36
La situación de Alemania tras perder la Primera Guerra Mundial supuso que la modernidad
prometeica gestada desde el primer Romanticismo encontrase el contexto más propicio para su
realización: la igura de Prometeo así como la
«Gesamtkunstwerk» wagneriana como síntesis
deinitiva de las pulsiones prometeicas románticas resultaron dos de los pilares perfectos para
un Tercer Reich dirigido a la reconstrucción total de la nación y de la raza alemana. Si recordamos una de las secuencias más impactantes
de El triunfo de la voluntad de Leni Riefenstahl,
constatamos cómo en 1933, año de los Congresos de Nüremberg que motivaron el rodaje del
ilme, Hitler ya había erigido en el maestro constructor de una Alemania que renacería como la
más grande y deinitiva «Gesamtkunstwerk»37:
el pueblo alemán al que se dirigían las palabras
del Führer quedaba encarnado por un ejército
de trabajadores que, como soñara Novalis, estaba encargado de reconstruir la tierra alemana
y que, como analizó Jünger, respondía al estado
de «movilización total» de un mundo sumido
en los nuevos talleres de Vulcano nacidos de la
comunión entre guerra, técnica e industria. Si
pensamos, a su vez, en algunas de las imágenes
más representativas del Tercer Reich, de nuevo
alora la igura de Prometeo como símbolo de la
misión redentora en la que Hitler había embarcado a Alemania: el Portador de antorcha de Willy Meyer (1936) o el Prometeo de Arno Breker
(1938), por citar sólo las dos más conocidas, no
fueron sino la materialización de las relexiones
del propio Hitler en Mein Kampf (1925) donde el
hombre ario quedó deinido como «el Prometeo
de la Humanidad»38
Hitler se encargaría de hacer realidad la misión prometeica que se asignaron los poetas
románticos y que Wagner materializó en su ambicioso proyecto de «obra de arte total» prometeica: robar el fuego a los dioses para moldear
en barro nuevas criaturas, una nueva raza de
hombres, la raza de los hombres nuevos con los
que soñaba Hitler, en consonancia con la idea de
«hombre nuevo» que pobló toda la Europa de
entreguerras. Así lo declaró, con contundencia,
en su discurso del 14 de septiembre de 1935:
No deseamos otra cosa de nuestra juventud
alemana que aquello que hizo de ella el pasado. A
nuestros ojos, el joven alemán del futuro debe ser
vital y hábil, rápido como el galgo, resistente como
el cuero y duro como el acero de Krupp. Para que
nuestro pueblo no desaparezca bajo los síntomas
de la degeneración de nuestro tiempo, debemos
generar un hombre nuevo.39
En eso consistió el Tercer Reich, tal y como
lo dejó claro Rudolf Hess: «el nacionalsocialismo no es otra cosa que la biología aplicada»40.
Adolf Hitler se autoproclamó el gran arquitecto
del mundo alemán, el chamán capaz de extirpar
la enfermedad y la degeneración del cuerpo del
Estado, el creador poiético que pondría a bailar
al cosmos bajo sus implacables órdenes: sus discursos, tal y como se aprecia en la serie de fotografías tomadas por Heinrich Hoffman a inales
de los años veinte, no fueron meras puestas en
escena en las que el tono vehemente, el gesto
y el saludo operaban como meros instrumentos
retóricos sino la comunión extática, delirante,
pavorosa, con el poder sagrado de los dioses,
con su fuego creador, ahora extirpado del cielo para imponer su potencial en el mundo de
los hombres en las manos del nuevo Prometeo.
Hitler, tal y como quedó retratado en las viñetas de Garvens de 1933, se había propuesto ser
el «escultor de Alemania», aquel que superase
el carácter pusilánime del Romanticismo e instaurase un Romanticismo capaz de mirar a los
problemas sin compasión y directamente a los
ojos; aquel que, dando el golpe deinitivo sobre
la mesa, lograse poner orden a la masa caótica y enredada del pueblo y la convirtiese en un
solo cuerpo, el cuerpo del Leviatán, el organismo
único y total, aunque en este caso, sometidos
a los dictados del cuerpo bello, el cuerpo de la
raza aria.
El Tercer Reich se erigió, por tanto, en el
gran representante de las teorías wagnerianas
de la «obra de arte total», en la corporación de
esos hombres con los que soñaba Wagner, «los
hombres como modeladores artísticos a partir
de los materiales naturales»41. Más soisticada
fue, en cambio, la «obra de arte total» que se
llevó a cabo con Stalin. La maquinaria rusa, su
«movilización total», tuvo un desarrollo que, en
sintonía con esa omnipresencia de la burocracia con la que escritores como Dostoievski nos
caracterizaron a la Rusia de los años precedentes, terminó por instaurar la realidad de la gran
«Gesamtkunstwerk» que fue el bolchevismo
staliniano. Tal y como ha mostrado Boris Groys,
Stalin también estuvo imbuido por el mal prometeico propio de la modernidad: la «obra de
arte total Stalin» se construyó sobre la consagración de Stalin como un nuevo demiurgo y la reivindicación de la urgente llegada de un hombre
nuevo, vigoroso, atlético pero también trabajador, proletario, al servicio de la construcción de
la nueva tierra rusa.42
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Constanza Nieto Yusta
La modernidad prometeica: de la “obra de arte total” a los totalitarismos
Constanza Nieto Yusta
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La modernidad prometeica: de la “obra de arte total” a los totalitarismos
NOTAS
1
Hesíodo, Teogonía, en Hesíodo,
Los trabajos y los días. La Teogonía. El
escudo de Heracles, Barcelona, Editorial
Iberia, 1972, p. 113.
Op. cit., p. 47. El mito de Pandora
está relatado en Los trabajos y los días,
véase Op. cit., pp. 45-47.
2
Esquilo, Prometeo encadenado,
Madrid, Gredos, 2010, p. 59, versos
447-469.
3
La idea del titanismo romántico
fue desarrollada de forma temprana
en el estudio de Václav Cerny Essai sur
le titanisme dans la poésie romantique
occidentale entre 1815 et 1850, Praga,
Editions Orbis, 1935.
4
En lo que respecta al Prometeo de Shelley, véase Jean Perrin, «Le
Prométhée shelleyen en perspective»,
XVII-XVIII. Bulletin de la société d’études
anglo-americaines des XVIIe et XVIIIe
siécles, núm. 35, 1992, pp. 129-134.
Para la génesis y evolución de Prometeo
durante el Romanticismo, véase Antoine
Thivel, «Prométhée, personnage romantique», Le Romantisme et la Grèce. Actes du 4ème colloque de la Villa Kérylos,
Cahiers de la Villa Kérylos, 4, 1994, pp.
14-27.
5
6
Se trata de la relexión número 910 de su Miscelánea. Máximas y
relexiones en Johann Wolfgang von
Goethe, Obras Completas, Madrid,
Aguilar, 1987, vol. I, p. 425.
7
Luciano de Samósata escribió en
el siglo II d. C. un Prometeo que, para
muchos estudiosos, debe considerarse
próximo, dado su género, tema y periodo de publicación, a los Diálogos de los
dioses por los que el poeta sirio es conocido. Este Prometeo muestra al Titán
explicando detalladamente cómo fue
su acto de creación de la raza humana
y cómo este acto fue más beneicioso
que perjudicial para los dioses: véase
Luciano, Obras I. Prometeo, Madrid,
Editorial Gredos, 1996, pp. 7, 8 y 9, 11,
12 y 14.
8
Se trata de la miscelánea 201.
Johann Wolfgang von Goethe. Op. cit.,
p. 353.
9
Véase Johann Wolfgang von
Goethe, Op. cit., vol. III, 1987, p. 1905;
y para comparar con la oda, véase el
volumen I de las Obras completas, pp.
1006-1007. No obstante, aunque existan similitudes entre la pieza dramática y
la oda, autores como Hans Blumemberg
han señalado que fue en la oda donde
Goethe alcanzó un mayor radicalismo
en sus planteamientos sobre Prometeo
como Creador: al hacer desaparecer a
Minerva en la oda, Prometeo ya no requiere de nada ajeno a él para insular
de vida las igurillas de los hombres que
ha modelado. Véase Hans Blumemberg,
Trabajo sobre el mito, Barcelona, Paidós,
2003, pp. 487-488.
Son palabras pertenecientes a
la pieza dramática. Véase Johann Wolfgang von Goethe, Obras completas,
Madrid, Aguilar, vol. III, 1987, p. 1900.
10
11
Op. cit., p. 1901.
Véase Johann Wolfgang von
Goethe, Op. cit, vol. III, 1987, pp. 19021903. Para un análisis del paso del Prometeo Creador-Artista del primer acto
al Prometeo Legislador del segundo,
véase Raymond Trousson, Op. cit., pp.
326-327.
12
Johann Wolfgang Goethe, Op.
cit., pp. 904-905.
13
14
Las palabras de Prometeo en relación con los guerreros se encuentran
en Op. cit., p. 917 y 919. Para ver los
cantos de los guerreros, véase Op. cit.,
pp. 918-919
15
Hans Blumenberg, Op. cit., p.
416 y ss. Véase también Lluís Duch «La
interpretación del mito en Johann Gottfried Herder (1744-1803) en Ll. Duch, M.
Lavaniegos, G. Muzzio, A. Ortiz-Osés, B.
Solares, M. Steenbock y A. Yáñez, Mito y
Romanticismo, México, U.N.A.M., 2012,
pp. 144-150.
16
Novalis (Friedrich von Hardenberg), Gérmenes o fragmentos, México, El Clavo ardiendo-Editorial Séneca,
2006, p. 56.
17
Véase Friedrich Schiller, Cartas
sobre la educación estética del hombre,
Madrid, Aguilar, 1969, pp. 58-59.
Citado en Günther Pöltner, «La
idea de Richard Wagner de la obra de
arte total. Comentarios sobre el programa de una superación de la religión en
el arte», Thémata. Revista de Filosofía,
núm. 30, 2003, p. 171.
18
19
Se trata de la máxima número
193: Johann Wolfgang von Goethe, Op.
cit., vol. I, p. 353.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 223-233
20
Estas ideas de Goethe se observan en las máximas 486 y 487: Op. cit.,
p. 384. En lo que se reiere al carácter
redentor de la poesía, véanse las máximas 383, 385, 507, 510.
21
Richard Wagner, «La obra de arte
del futuro» en El arte del futuro, Buenos
Aires, Prometeo Libros, 2011, p. 24.
22
Op. cit., pp. 28-29.
23
Op. cit., p. 38.
24
Op. cit., p. 36.
Éric Michaud, «Œuvre d’art totale et totalitarisme» en VV. AA., L’Œuvre
d’art totale, París, Gallimard, 2003, p.
37.
25
26
Es en el apartado quinto de La
obra de arte del futuro, «El artista del futuro», donde aparecen estas relexiones.
Véase Richard Wagner, Op. cit., p. 143.
27
Op. cit., p. 66.
28
Op. cit., pp. 69-70.
29
Op. cit., p. 72.
30
Op. cit., p. 75.
«El ser humano, es su propio objeto y materia artística» es el título de
uno de los apartados de El arte del futuro. La cita se encuentra en este mismo
escrito, en un apartado posterior titulado «El ser humano como modelador artístico a partir de materiales naturales»:
Op. cit., p. 99.
31
32
Op. cit., p. 115.
Se trata de una frase de Ernst
Jünger, citada en «The Total mobilisation» en WOLIN, Richard, The Heidegger Controversy: A Critical Reader, MIT
Press, 1993, p. 126.
33
34
Para esta «reconexión hacia adelante» en relación con el fascismo, véase
Roger Grifin, Modernismo y fascismo.
La sensación de comienzo bajo Mussolini y Hitler, Madrid, Akal, 2010, pp.
356-360.
35
Citado en Roger Grifin, Op. cit.,
p. 221.
36
Para la idea de «movilización
total», véase Ernst Jünger, « The Total
mobilisation» en Richard Wolin, The Heidegger Controversy: A Critical Reader,
MIT Press, 1993, p. 119-139, y para el
análisis de la igura del trabajador, Ernst
Jünger, El trabajador. Dominio y igura,
Barcelona, Tusquets, 1990.
37
Para profundizar en las ideas de
Hitler como artíice de la gran «Gesa-
mtkunstwerk» alemana véase Frederic
Spotts, Hitler y el poder de la estética,
Madrid, Machado Libros, 2011, concretamente los capítulos «El wagnerita perfecto» y «El maestro constructor», pp.
279-329 y 383-492, respectivamente.
38
Citado en Éric Michaud, La estética nazi. Un arte de la eternidad, Buenos
Aires, Adriana Hidalgo, 2009, p. 126.
En el libro de Michaud aparecen otros
ejemplos signiicativos de los ecos de
Prometeo en las artes visuales nazis: el
proyecto de cartel diseñado por Hitler en
1919 con una mano portando una antorcha y titulado «¡Hágase la luz!», o el
cartel para el Día del arte alemán (1938),
ilustrado con un atleta, de nuevo, portando una antorcha.
39
Citado en Jean Clair, «La masse
et la puissance. L’âge des dictatures. De
l’homme sans qualités au travailleur»
en Jean Clair (dir.), Les années 1930. La
fabrique de «l’homme nouveau», París,
Éditions Gallimard, 2008, p. 47. Traducción propia.
40
Ibidem.
Esta idea se desarrolla en uno de
los apartados de El arte del futuro. Véase
Richard Wagner, Op. cit., p. 99 y ss.
41
42
Boris Groys, Obra de arte total
Stalin, Madrid, Pre-Textos, 2008.
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Constanza Nieto Yusta
La modernidad prometeica: de la “obra de arte total” a los totalitarismos
DEL MARQUÉS DE VILLA-ALCÁZAR A RAFAEL GIL:
TIERRA, PATRIA Y NACIONALCATOLICISMO EN LOS
DOCUMENTALES AGRARIOS ESPAÑOLES DE LOS CUARENTA1
Pedro Poyato Sánchez
Data recepción: 2016/02/08
Data aceptación: 2016/06/16
Universidad de Córdoba
Contacto autor: pedro.poyato@uco.es
RESUMEN
La reciente recuperación, digitalización y catalogación de la obra cinematográica documental del
Marqués de Villa-Alcázar ha permitido descubrir un cine caracterizado, además de por sus enseñanzas sobre temas agropecuarios, por inculcar valores propios de la ideología del primer franquismo.
Cristalizó así, en los años cuarenta del pasado siglo, un modelo de documental al que se adscribían
no sólo las películas oiciales, como las del Marqués, producidas por el Ministerio de Agricultura, sino
también otras no oiciales como, por ejemplo, el ciclo de cuatro cortometrajes realizados por Rafael
Gil en las islas Canarias. El presente trabajo se ocupa, a partir de un estudio analítico de los ilmes,
de deinir y caracterizar este modelo doctrinario y propagandístico del documental agrario español.
Palabras clave: cine, documental, agricultura, ideología, franquismo
ABSTRACT
The recent recovery, digitisation and cataloguing of the cinema documentaries of Marqués de
Villa-Alcázar revealed a type of ilmmaking characterised not only by its teachings on agricultural
issues, but also by its inculcation of the ideological values of the early years of the Franco regime.
As result, there emerged in the 1940’s a form of documentary making that took as its cue oficially
sanctioned ilms, such as those shot by the Marqués de Villa-Alcázar and produced by the Ministry
of Agriculture, as well as non-oficial ilms, such as the four shorts made by Rafael Gil in the Canary
Islands. Taking an analytical study of these ilms as its starting point, this paper focuses on the deinition and characterisation of the propaganda- and doctrine-based model of the Spanish agriculturethemed documentary.
Keywords: ilm, documentary, agriculture, ideology, the Franco regime
Introducción
Desde 1933, como Jefe de Sección de Publicidad y Publicaciones del Instituto de Reforma
Agraria de la Segunda República, y posteriormente, desde 1940, como Director del Servicio de Cinematografía adscrito a la Sección de
Publicidad, Prensa y Propaganda del Ministerio
de Agricultura, Francisco González de la Riva y
Vidiella, Marqués de Villa-Alcázar, dirige, hasta
1966, sesenta y nueve documentales destinados
a la divulgación de conocimientos agrícolas, forestales y ganaderos. La reciente recuperación,
digitalización y catalogación de esta ingente
obra por parte del Ministerio de Agricultura,
Alimentación y Medio Ambiente ha permitido
descubrir una obra documental cinematográica
caracterizada, además de por sus enseñanzas so-
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Pedro Poyato Sánchez
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Del Marqués de Villa-Alcázar a Rafael Gil
bre temas agropecuarios, por un subtexto construido en torno a valores que, como la patria y la
religión y moral católicas, entre otros, anidan en
el corazón mismo de la ideología de la dictadura
franquista.
En carta dirigida al Presidente de la Comisión de Agricultura y Trabajo Agrícola, el 16
de julio de 1937, el Marqués de Villa-Alcázar,
avalado por una serie de personalidades, entre
ellas el Conde de la Florida, el Marqués de Pozalejo o el Conde de la Granja, deja bien clara
su identiicación con el «Movimiento Salvador»
dirigido por el Generalísimo Franco, con el que
está identiicado «en alma y vida desde muchos
meses antes del 18 de julio»2. Como no podía
ser de otro modo, esta adhesión inquebrantable
del Marqués al Movimiento se maniiesta en sus
películas, en especial las de los años cuarenta,
convertidas así en interesantes espacios discursivos donde la pedagogía rural y la estética se
conjugan con la ideología; espacios que encierran, por ello, una buena parte de la historia
social, política y cultural de España. Pero, como
los realizados por el Marqués de Villa-Alcázar,
otros documentales agrarios españoles de los
años cuarenta del pasado siglo, aun cuando no
producidos por el Servicio de Cinematografía del
Ministerio de Agricultura, se interesaron también
por proclamar, al hilo del tratamiento de determinados temas campestres, las excelencias del
catecismo franquista, desde la justiicación del
Alzamiento Nacional hasta el engrandecimiento
consecuente de la patria, y pasando por la religión católica, auténtico pilar del entramado del
nuevo régimen. Una película muy interesante en
este sentido es Tierra canaria, cortometraje que,
integrado en el políptico canario dirigido por Rafael Gil en 1941, acaba de ser recuperado tras su
restauración por Filmoteca Española.
El presente artículo, apoyándose en una metodología interesada tanto por el contexto de
emisión como de recepción de la obra, pretende un acercamiento analítico a algunas de las
películas más representativas realizadas por el
Marqués de Villas-Alcázar en esos años de la década de los cuarenta, entre ellas Trigo en España
(1943), Tabaco en España (1944) y Naranjas, limones y pomelos (1945), películas distribuidas,
todas ellas, por el Ministerio de Agricultura y que
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en los años de su producción llegaron a alcanzar
una difusión notable sobre todo entre el campesinado español3, así como a la antes nombrada Tierra canaria, ilme proyectado en su día a
los visitantes de la Exposición que sobre las Islas
Canarias tuvo lugar en Madrid el año 1941. Se
trata, así, de sacar a la luz los puntos comunes
de estos ilmes, en especial los referidos a determinados comentarios del narrador en relación con la tierra, la patria o la religión católica
al hilo del cultivo y obtención de frutos como los
tomates, los plátanos, el trigo, el tabaco o las
naranjas, con el in de caracterizar un tipo de
documental claramente afín al «cine oicial»4 de
la época. Pero junto a estas similitudes, que demuestran que la carga ideológica no era algo exclusivamente trabajado por la producción marquesiana –la ideología franquista irrigaba cuanto
celuloide, fuera o no de temática agraria, se impresionaba en España-, hay también diferencias
entre los ilmes, así la resolución de sus planteamientos por caminos estructurales dispares. Nos
ocupamos en lo que sigue de estos modelos de
documental doctrinario y propagandístico, pero
prestando también atención, al hilo de la metodología de análisis desplegada, a determinadas imágenes de las películas tratadas, bien por
sus calidades estéticas y diálogos inter-artísticos,
bien por su interés discursivo, en un trabajo que
quiere contribuir así al estudio del documental
cinematográico de los años cuarenta, que tan
escasa atención ha recibido y sobre el que existe
un vacío crítico e historiográico notable.
Elementos para un modelo de documental: Trigo en España
En el guión de Trigo en España presentado a
la Censura se hacía constar, como era preceptivo, un resumen del argumento del ilme:
En tiempos normales, produce España el 95%
del trigo que consume. Un pequeño esfuerzo, y
perfeccionar métodos de cultivo es lo único que
hace falta para conseguir la autarquía. La película trata de inducir al mejor cultivo y a utilizar los
servicios del Servicio Nacional del Trigo para conseguir, para cada terreno, la semilla más indicada y
que dé más rendimiento.5
He aquí la descripción del objetivo primero
del documental, que no es otro que el de aumentar el rendimiento productivo de trigo con
vistas a la consecución de la autarquía; rendimiento al que por lo demás iba a contribuir,
con su ayuda, el Estado, a través del Servicio
Nacional del Trigo. Y así lo proclama, en el arranque mismo del ilme, la voz narradora en unas
hermosas imágenes de espigas de trigo que se
agitan mecidas por el viento (Fig. 1). De manera que la palabra del narrador, invitándonos a
los españoles a hacernos independientes, a autoabastecernos y no depender así de los países
extranjeros, tal cual proclamaba la utopía predicada por el franquismo en los años de autarquía, se ve acompañada, en el plano visual, de
la belleza plástica de las imágenes del paisaje de
espigas, conjugándose de este modo la ideología con la estética. Mas la película va a cultivar
también una vertiente pedagógica interesada
por explicar el proceso de hibridación del trigo
con vistas a aumentar su rendimiento productivo, al abrigo de unas imágenes que detallan el
proceso hasta acabar vinculando, por medio de
los comentarios del narrador, la buena cosecha
a la suprema voluntad de Dios, según esa misma
conceptualización de la religión que desde sus
inicios había hecho suya el franquismo. Pero al
igual que en este caso se introduce a Dios, en
otros segmentos el ilme hace lo propio con la
patria, o más exactamente con el Imperio, por
ejemplo a propósito de la recolección del trigo,
en unos planos donde a la belleza plástica de los
cuerpos de los segadores alineados recortándose
sobre un fondo de cielo nublado, se añade el
fondo sonoro de las canciones de Castilla, precisamente la tierra que fuera caracterizada por el
franquismo como simiente del Imperio.
Fig. 1. Extensión de espigas mecidas por el viento (Trigo en
España, Marqués de Villa-Alcázar, 1943)
Estética e ideología franquista se abrochan
así en los distintos segmentos del documental,
en lo que sin duda se constituye en uno de sus
rasgos fundamentales. Un ejemplo más lo ofrece el pasaje protagonizado por las imágenes de
las carretas repletas de gavillas tiradas por los
bueyes, como una buena muestra de la espléndida cosecha, y sobre las que irrumpe la palabra
del narrador para aludir de nuevo al régimen,
en este caso por lo que el Instituto Nacional del
Trigo supone de ayuda para los agricultores. El
ilme no pasa, pues, por alto lo señalado en el
guión, esto es, la intervención del Estado, del
Instituto Nacional del Trigo, destinada a la transformación positiva de las condiciones de vida de
los campesinos, a quienes facilita los mejores
cultivos y trabajos de la tierra.
La tierra española como humus idóneo para
una buena siembra –con las mejores semillas
facilitadas con la ayuda del Estado- destinada a
la obtención, siempre por obra de la voluntad
suprema de Dios, de las mejores y más productivas cosechas con el in de hacer así independiente a la patria: tal es la matriz que estructura
Trigo en España, un documental cuyas imágenes
conjugan, junto a la componente directamente
emanada de la ideología franquista, las vertientes pedagógica y sobre todo estética, como así
es especialmente subrayado en el segmento que
arranca con planos de los carros mientras estos
son descargados por los campesinos, y a los que
siguen otros de la era donde los trillos primitivos y modernos recogen la mies de la parva y la
sueltan trillada (Fig. 2). Imágenes estas a las que,
como las posteriores del aventamiento de la
mies, el cine español había sido sensible6 en, por
ejemplo, el arranque de Nobleza baturra (Florián
Rey, 1935), igualmente protagonizado por las
tareas campesinas de la siega en tierras aragonesas. Digno de mención resulta por lo demás
el cambio de registro acusado en el discurso del
narrador, quien abandona, en el cierre del ilme,
la descripción de las imágenes para aludir al cultivador de trigo, en primer lugar a cómo “hace
patria”, signiicando así que, con su trabajo, el
cultivador ensancha la fecundidad de la tierra y
por ello contribuye a conseguir la autarquía reivindicada al principio. En segundo lugar, a cómo
ese cultivador “ayuda a sus hermanos”, en tanto
en cuanto, tal como predica la religión católica,
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Pedro Poyato Sánchez
Del Marqués de Villa-Alcázar a Rafael Gil
Del Marqués de Villa-Alcázar a Rafael Gil
Pedro Poyato Sánchez
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Fig. 2. El trillo (Trigo en España, Marqués de Villa-Alcázar, 1943)
les proporciona “el pan de cada día”. Y inalmente, a cómo “tiene la grandeza” de producir
el único fruto que, tras su conversión en pan y
posterior transubstanciación, puede devenir en
el cuerpo de Cristo, a quien, siguiendo una de
las máximas de la fe católica, el narrador nombra
ahora como nuestro Salvador, esto es, como el
Cristo que muere para redimir a los hombres. Y
así, en torno a encuadres que, relacionados con
la cosecha, el trigo, el pan y la hostia consagrada, encierran en su interior una notable belleza
plástica, el inal del ilme reúne de nuevo los términos patria, oración –“el pan de cada día”- y
Dios, nombrado como Cristo Salvador, en esta
suerte de apología del nacionalcatolicismo, uno
de los cimientos de la dictadura franquista, que
deinitivamente sanciona como dominante la
corriente ideológica que el documental ha venido trabajando en sus imágenes.
El modelo propagandístico: Tabaco en
España
En el expediente del guión de Tabaco en España presentado a la Censura, se explicaba así el
argumento del ilme:
España gasta muchas divisas para traer tabaco. Buena parte de este tabaco se puede producir
en España. Enseña algo de la sencillez del cultivo,
de los adelantos realizados en España, etc. Su objeto es animar a aumentar la zona tabaquera en
España.7
Por su parte la solicitud presentada a la Comisión Nacional de Censura Cinematográica
para la obtención del correspondiente permiso
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de exhibición de la película en los cines de España recogía la siguiente sinopsis del argumento:
«El tabaco se produce económicamente en España, evitando salida de divisas, y es cultivo fácil,
cómodo, que da jornales cuando otros cultivos
sufren temporada de menos necesidad de mano
de obra».8 Desde la confección del guión estaba,
pues, claro, como sucedía en Trigo en España,
cuáles eran las pretensiones del documental:
cultivar tabaco en España con vistas al ahorro de
divisas y al aumento de jornales que ello supone.
Análogamente a cómo el ilme anterior animaba
a aumentar la producción de trigo, Tabaco en
España anima a producir tabaco, no tanto para
autoabastecernos, cuanto como para, al menos,
ahorrar algo de divisas. De ahí que la película se
viera obligada a construir antes de nada un discurso propagandístico sobre las excelencias del
tabaco con vistas a fomentar su consumo y por
consiguiente potenciar su cultivo.
Y así, el documental se abre con un interesante discurso que, aun cuando estructurado en
torno a la voz del narrador, no se limita esta «a
apoyar la imagen con explicaciones técnicas sobre lo que se ve en la pantalla»9, como se recoge
en el expediente del guión, sino que, bien por el
contrario, es su comentario lo que determina el
rumbo a seguir por las imágenes. Así, el humo
del tabaco es deinido como el mejor acompañante del hombre en sus relaciones con la mujer:
la soñada, la amada, la hija recordada, y la novia que aguarda; cuatro iguras a las que, en el
plano visual, ponen rostro otras tantas mujeres
fotograiadas en primer plano, alguna girándose
para mirar a cámara, otras mirando ya directamente (Fig. 3), pero todas ellas cortadas por ese
mismo patrón que, confeccionado en torno al
vestuario, sobre todo, caracterizaba visualmente la igura de la mujer española de los años
cuarenta y primeros cincuenta10. El discurso del
narrador prosigue argumentando que el tabaco
ayuda al hombre a combatir el sueño y a una
mejor comprensión de las matemáticas, además
de contribuir a saborear un buen coñac y al relajo en momentos complicados. Nos encontramos, pues, así con un canto a los beneicios proporcionados por el consumo del tabaco; canto
que encuentra su justiicación inmediatamente
después, cuando el narrador añade que el cultivo del tabaco en nuestra tierra proporciona tra-
objetivos franquistas – y religiosa: no por casualidad la palabra del narrador es ilustrada en la
escena por la imagen de una mujer enlutada y
prosternada en un reclinatorio (Fig. 4) como representante de un cine que incide, como bien
dice José Ángel Ascunce, en temas centrales de
la doctrina del nacionalcatolicismo en su variante ética y doctrinal11.
Fig. 3. Interpelando al espectador (Tabaco en España, Marqués
de Villa-Alcázar, 1944)
bajo – y como consecuencia jornales – a mujeres
y mozuelos, contribuyendo así a generar riqueza
en nuestra patria. Tierra, patria y riqueza: tales
son los términos ahora barajados por este discurso propagandístico que, sobre el consumo
del tabaco, abre el ilme. Pero es que, además, el
tabaco dota de belleza al campo español, según
se desprende de las imágenes mostrando grandes extensiones de su cultivo, y de las palabras
de un narrador que, al igual que pasaba con el
trigo, no olvida aludir a la alegría del campesinado mientras hace su tarea, en este caso las
jóvenes tratando las hojas, ni tampoco apuntar
que el Estado, con su intervención regalando secaderos, ayuda a la mejora de las condiciones
de los trabajadores. Constatamos de este modo
cómo los elementos barajados por Tabaco en España apenas diieren de los de Trigo en España,
pues a su contribución a fomentar la belleza del
paisaje, se aúnan, también aquí, la fertilidad del
suelo, la intervención del Estado, la alegría del
trabajador y la riqueza de la patria.
Precisamente a este último tema de la riqueza de la patria retorna el ilme para indicar que
con el dinero ahorrado mediante el cultivo del
tabaco, España puede comprar material cinematográico. Esta inversión da buena cuenta de
la importancia que el régimen de Franco concedía al cine por cuanto era este un medio de
expresión a su servicio. Las películas realizadas
entonces por el cine español eran, sobre todo,
de temática histórica – se trataba de una visión
tergiversada de la historia, siempre acorde a los
Fig. 4. Cine en el cine: mujer prosternada en reclinatorio (Tabaco en España, Marqués de Villa-Alcázar, 1944)
En deinitiva, todo cuanto conlleva el cultivo de tabaco no son, pues, sino ventajas, tanto
para los consumidores, como se encarga de proclamar el discurso del arranque del ilme, como
para la patria, que ve así embellecidos sus campos y además ahorra divisas, y también para los
cultivadores, quienes, además de felices cuando
practican su trabajo, hacen posible todo lo anterior. Cultivar tabaco, es, pues, hacer patria. Trigo
en España y Tabaco en España presentan de este
modo una serie de puntos comunes por cuanto
ambas películas no dudan en relacionar sus imágenes de manera directa o indirecta con la idea
de patria12; abogan por la no dependencia exterior – si no total, como en el caso del trigo, sí al
menos en parte -, tal cual proclamaba el modelo
económico entonces vigente, la autarquía; introducen comentarios aines a los proclamados por
la religión católica, ya sea a través de Dios y su
voluntad suprema, de Cristo Salvador, o de las
películas religiosas; y inalmente, insisten en la
intervención del Estado, sea a través del Instituto Nacional del Trigo o del mismo Ministerio de
Agricultura, en beneicio de las condiciones de
vida de los trabajadores. Pero hay todavía otro
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elemento que podríamos añadir a este modelo
de documental marquesiano de los años cuarenta, constatable en películas como, por ejemplo,
Naranjas, limones y pomelos (1945), a la que
nos referiremos brevemente más delante, y que
tendría que ver con la proclamación de las excelencias de la patria española a partir de la calidad
simpar de determinados productos destinados a
la exportación; dimensión propagandística que
no aparece lógicamente en los documentales
anteriores por cuanto trigo y tabaco no son productos dedicados a la exportación.
En el cierre, la voz narradora de Tabaco en
España apunta que el tabaco ayuda también a
soñar, mas los sueños, como sueños que son, se
desvanecen al igual que el humo generado por
el mismo tabaco al consumirse. Sin embargo, es
lo cierto que ese humo, antes de desvanecerse,
deja su huella, por mucho que el narrador no lo
diga, en el cuerpo del fumador; huella que sabemos extremadamente dañina para la salud. Por
eso, visionado hoy, donde las ligas anti-tabaco
han impuesto deinitivamente su ley a todos los
niveles, este documental propagandístico del tabaco no deja de resultar sorprendente, no ya por
alentar al consumo del tabaco, sino también y
sobre todo por anteponer los intereses de la nación, o más exactamente de la patria, a la salud
del fumador. Tal es lo que media entre aquello
que el ilme dice en relación a su propio contexto
histórico y cultural de origen, y lo que ese mismo
ilme nos dice hoy, esto es, en relación a un contexto, el contemporáneo nuestro, tan diferente
del anterior.
Otro modelo de documental: Cuidado
y fermentación del tabaco y Obtención de
nuevas variedades de tabaco
A la caracterización de este modelo de documental marquesiano de los años cuarenta
que acabamos de perilar contribuye también su
comparación y puesta en diálogo con películas
realizadas en la década siguiente, concretamente el año 1956, en el que el Marqués de VillaAlcázar vuelve sobre el mismo tema del tabaco
– lo que sin duda facilita la comparación – para
dirigir un par de nuevos documentales, Cuidado y fermentación del tabaco y Obtención de
nuevas variedades de tabaco. Se trata de dos
películas muy diferentes a la referida de la dé-
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cada anterior: en primer lugar, porque no hay
en ellas la menor alusión a la autarquía. Algo
que se explica si tenemos en cuenta que, a raíz
de que este sistema económico llevara a España, mediada la década de los años cincuenta, al
borde de la bancarrota, el caudillo no tuvo otra
opción que aceptar lo que, atendiendo a las opiniones del Fondo Monetario Internacional y del
Banco Mundial, le propuso el entonces ministro
de Hacienda, Mariano Navarro Rubio, de abandonar la autarquía y abrir la economía española
al contexto internacional13. Tal es la inluencia
ejercida por el contexto histórico de origen en
la elaboración de la obra fílmica; contexto cuyo
conocimiento ajustado resulta, pues, decisivo
para desbrozar cuestiones que, como la anterior,
resultan muy importantes para la caracterización
de la obra fílmica.
Por lo demás, Cuidado y fermentación del
tabaco se ocupa en su primera parte de pasar
revista a los secaderos, a su arquitectura y modelos, pudiendo inferirse de las imágenes correspondientes la modernización experimentada por
la España de los cincuenta con respecto a la de
la década anterior. Por otra parte, a propósito de
determinadas temáticas, así el envío de las hojas prensadas a los centros de fermentación, la
voz narradora habla de España pero sin referirse
ya a ella en términos de patria, lo que redunda
en una rebaja notable de la carga ideológica del
documental. Si a ello añadimos la desaparición
de la componente propagandística, al darse ya
por sentado la necesidad del cultivo del tabaco
en España, nos encontramos con un modelo de
documental muy diferente al de la década anterior. En su recorrido por la historia del cine del
nacionalcatolicismo, Ascunce observa un punto
de inlexión el año 1952:
Si hasta este año el cine funciona como medio
de combate para la ideologización del pueblo, a
partir de 1952 lo va a ser en mucha menor medida, dado que por entonces el régimen franquista,
con su ideología nacional-católica, se ha impuesto
ya de manera categórica. Se observa así la evolución desde un dirigismo doctrinal a un evasionismo moralista.14
Y eso es lo que se advierte en Cuidado y fermentación del tabaco en relación a Tabaco en
España, una rebaja de la carga ideológica, lo que
conlleva por lo demás un menor protagonismo
de la dimensión propagandística que redunda
en una potenciación de la componente meramente didáctica. Y lo mismo sucede en el otro
documental, Obtención de nuevas variedades
de tabaco, cuyas imágenes hablan del Centro
de Investigación del Tabaco, de sus modernas
instalaciones, donde se lleva a cabo un buen número de investigaciones sobre las hibridaciones
entre distintas variedades de hoja con vistas a la
obtención de un tabaco de mayor calidad. En la
línea trabajada por el documental anterior, este
prosigue dando cuenta de la modernización de
España, en este caso en el campo de la investigación. Todo ello por obra de un Estado que,
además de mejorar las condiciones de vida de
los trabajadores, instala escuelas donde los hijos
de aquellos tienen la oportunidad de aprender
y formarse, en unas imágenes destinadas a potenciar, en las palabras anteriores de Ascunce,
la componente moralista del ilme. Obsérvese
en todo caso que aun cuando se trata de documentales muy diferentes a Tabaco en España,
presentan sin embargo un punto común al remachar ambos cómo el Estado, a través del Ministerio de Agricultura, facilita las condiciones de
vida de los trabajadores del tabaco.
Nos encontramos, en suma, con un modelo
de documental marquesiano bien distinto al de
la década anterior, por cuanto encierra una carga ideológica mucho menor – no aluden ya sus
imágenes a la idea de patria, ni a la de religión
católica, ni tampoco a Dios, ni, lógicamente, a la
autarquía – que es consecuencia del nuevo contexto histórico, en concreto los intereses del régimen en ese momento. El resultado es un modelo de documental discursivamente más liso,
sin relieves, lo que obviamente rebaja también
su hojaldrado textual, al estar encaminadas sus
imágenes básicamente a ilustrar las enseñanzas,
a veces teñidas de moralina, acerca de un determinado tema agrícola; enseñanzas sobre las
que, por otro lado, puede apreciarse una cierta
modernización del país con respecto a la década
anterior.
El políptico canario de Rafael Gil
Volviendo al modelo de documental agrario
doctrinario y propagandístico de los años cuarenta, de su vigencia darían buena cuenta no
sólo las películas del Marqués de Villa-Alcázar,
sino también otras ajenas a la producción del
Ministerio de Agricultura, entre ellas las que conforman el políptico ilmado en 1941 por Rafael
Gil en las Islas Canarias. Se trata de cuatro cortometrajes documentales, Islas de Tenerife, Islas
de Gran Canaria, Fiesta canaria y Tierra canaria,
producidos por la Delegación Nacional de Prensa
y Propaganda de Falange Española y de las JONS,
la Comisión de la Exposición de las Islas Canarias
y el Departamento de Cinematografía de la Vicesecretaría de Educación Popular, que fueron
realizados para la Exposición que sobre las Islas
Canarias tuvo lugar en Madrid, en abril de 1942.
Gil, que contó con la colaboración de Cecilio Paniagua (fotografía), José Ruiz de Azagra (música,
a partir del arreglo de diversos temas del folklore
canario) y Lily Woves (montaje), seguiría en ellos
la estela iniciada por documentales anteriores,
en especial los que realizó José González Rivero
destinados a fomentar el turismo como base segura de riqueza y de bienestar general15, y entre
los que descolló Tenerife (1923), ilme muy bien
acogido por el público desde que, en enero de
1923, pudieron verse, a modo de adelanto, algunas de sus escenas. Cuando el estreno, el 10
de marzo, la prensa destacaría «el desile por la
pantalla de la costa de Tenerife, hasta perderse
el conjunto, alumbrado por el sol de la tarde,
en un precioso contraluz, color azul pálido»16,
color existente sólo en la mente del autor de la
reseña anterior, no en el blanco y negro de las
imágenes, y que sin duda redundaba en el valor
propagandístico del documental. Pues bien, Gil
se propone continuar en su políptico esta misma
línea, si bien introduciendo en cada uno de los
ilmes – es lo que media del cine mudo al sonoro – una voz narradora que, en sintonía con la
que aparece en los documentales del Marqués
de Villa-Alcázar, no va a dudar en referir, venga
o no del todo a colación por las imágenes, el
engrandecimiento de la patria promovido por el
franquismo.
El trabajo colaborativo de los habitantes
canarios para la explotación de los abundantes
recursos de la tierra con vistas a la obtención de
los mejores frutos, y contribuir así al engrandecimiento de la patria, es la línea motriz que guía a
la voz narradora en sus comentarios. Comentarios que, como acabamos de señalar, no dudan
en relacionar de manera directa o indirecta las
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Del Marqués de Villa-Alcázar a Rafael Gil
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imágenes con la idea de patria, o en su defecto
con la de Castilla como simiente del Imperio –el
Marqués de Villa-Alcázar, recordémoslo, había
introducido esta Castilla valiéndose de las canciones de los segadores en Trigo en España-, así
como con el pasado glorioso de España y su legado histórico. Veamos a modo de ejemplo dos
comentarios, entresacados ambos del ilme Islas
de Tenerife: “La iglesia de la Concepción […] un
ediicio en apariencia vulgar donde se levanta el
mayor monumento histórico de Canarias, la Capitanía Militar, donde Franco alzó su espada para
guiar con ella a España en su destino eterno”,
por un lado; y “La Laguna es un pueblo patriarcal de gran abolengo cultural y religioso, algo
así como la equivalencia a las viejas ciudades de
la vieja Castilla”, por otro. He aquí, pues, una
justiicación del Alzamiento franquista, a propósito de la descripción de la Capitanía Militar,
no como ediicio arquitectónico, sino histórico,
por cuanto en él Franco se convirtió en guía de
los destinos de España. Y he aquí, también, el
subrayado del abolengo religioso de La Laguna,
comparado al de la vieja Castilla.
La vigencia de un modelo: Tierra canaria
Sin embargo, el documental más interesante
del políptico, al decir de los cronistas de la época17, es Tierra canaria18, un velado homenaje al
trabajo manual de los habitantes canarios, a su
esfuerzo físico en pos de la consecución del fruto. En el arranque del ilme, las imágenes muestran una cadena de hombres cavando la tierra,
primero, y pasándose las piedras unos a otros,
después, unos bellos contrapicados realzan sus
iguras (Fig. 5), para la construcción de cercados… Nuevos contrapicados muestran luego a
los hombres en ila, acarreando tierra en serones,
que vuelcan en los distintos compartimentos del
cercado de piedra. La voz narradora que acompaña las imágenes apunta que “hacer tierra es
hacer patria”, vinculando así la fecundidad de la
patria con el cultivo de la tierra, en un comentario idéntico al del narrador de Trigo en España,
recordémoslo, allí donde apuntaba cómo el cultivador de trigo hace labor patriótica, tachando
en este caso de héroes, como allí era subrayada
su grandeza, a quienes operan el milagro de la
transformación del pedregal en tierra de cultivo. Un grueso chorro de agua desbordando las
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Fig. 5. Contrapicado realzando la igura de los trabajadores
(Tierra canaria, Rafael Gil, 1941)
acequias protagoniza las imágenes siguientes,
narradas de esta guisa: “Y en esta lucha, aún
más tremendo es su combate por el acuífero: un
chorro de agua en Canarias es un chorro de oro,
y cuando la tierra y el agua las junta el hombre
en sacro matrimonio surgen como hijos de Dios
los frutos famosos de las islas cuyo proceso agrícola vamos a seguir levemente”. Tierra, patria, y
ahora Dios, introducido por medio de la metáfora – el agua y la tierra como matrimonio del que
surgen los frutos, tachados de hijos de Dios – resultan así abrochados en torno a unas imágenes
que vienen a reforzar aún más la vinculación del
documental con el modelo marquesiano.
Por lo que se reiere a la escritura visual del
segmento, la misma presenta en este caso patentes concomitancias con la trabajada en Our
Daily Bread (El pan nuestro de cada día, King
Vidor, 1934). El propio Gil contaba a Antonio
Castro esta inluencia en su visión de la tierra
canaria:
Aquellos hombres que [en Our Daily Bread]
llevaban el agua a través de un carril muy pequeño, con un gran esfuerzo, inluyó tanto sobre mi,
que hice en mi corto una escena equivalente, en
la que los habitantes de Canarias transportaban la
tierra a zonas donde solamente había roca. La llevaban a lo mejor desde 30 kilómetros, en burros,
en cestas, en cualquier cosa19.
Dada su importancia, detengámonos un
momento en el análisis de estas inluencias comenzando por contextualizar históricamente la
película de Vidor. Our Daily Bread fue realizada
en el contexto estricto del New Deal, del Nuevo
Trato del presidente Roosevelt destinado a movilizar toda la capacidad del gobierno de la nación para sacar al país americano del estado de
postración en el que, a raíz de la crisis emanada
del hundimiento de la Bolsa de Nueva York, en
1929, se encontraba sumido. Como ha señalado
Santos Zunzunegui:
En el fondo, la película responde a un impulso populista en el que convergen el retorno a la
tierra, el canto al pionerismo que hizo grande a
América y un cierto renacimiento vinculado con la
aceptación de formas de vida simples y comunidades de dimensión humana.20
Tal es el mismo impulso populista que protagoniza Tierra canaria. Our Daily Bread cuenta
la historia de la pareja formada por John y Mary
Sims, quienes, sin trabajo por la crisis, pierden
su hogar en la ciudad. Pero merced al pedazo
de tierra que les ofrece su tío, se instalarán en el
campo de maíz intentando volverlo productivo.
La llegada de desocupados diversos les permitirá formar una cooperativa que deberá afrontar,
como mayor problema, la sequía que amenaza
con acabar con la cosecha de maíz de la que
depende su futuro. John y su gente construirán
entonces un canal de irrigación que inalmente salvará el maíz. Pues bien, las imágenes de la
excavación del canal que va a conducir el agua
hasta los sedientos campos de maíz, son el antecedente, como señalaba el propio Gil, de Tierra
canaria, tanto por su concepción de gran movimiento colectivo, como por su construcción a
partir de un modelo rítmico que, basado en el
montaje, sobre todo, dota al segmento de un
poderoso movimiento visual.
Finalizada esta introducción de tintes vidorianos, Tierra canaria prosigue con un segmento
en el que las imágenes panorámicas de los tomatales son comentadas por el narrador, quien,
con el pretexto de los colores, alude a la bandera
bicolor española enarbolada por los frutos canarios, alusión que abre paso a palabras referidas
a cómo la España de Franco va liberando el consumo del tomate canario para un mercado nacional y autárquico. Si inmediatamente antes era
la bandera como símbolo de la patria, ahora es
la España de Franco, su autarquía y autoabastecimiento, lo referido por el narrador para cerrar
esta primera parte de su discurso, de patentes
concomitancias por lo demás con los documentales del Marqués del Villa-Alcázar de los años
cuarenta. Mientras tanto, las imágenes muestran a las mujeres, tocadas todas ellas de grandes sombreros de paja y enguantadas sus manos
con las manoplas de recolección, arrancando los
tomates de las matas, “recogiendo los esfuerzos
del hombre canario” matiza el narrador. Interesantes palabras estas por cuanto diferencian el
trabajo del hombre, del que se destaca el esfuerzo, y el de la mujer allí donde la recolección del
tomate parece no requerir de esfuerzo alguno.
Nos encontramos, pues, aquí con una discriminación de género a la que hoy, como se sabe,
presentan fuerte oposición –tal es lo que media
del contexto de origen al contexto de recepción
actual del ilme- las teorías feministas.
Un producto como la cochinilla, “vieja anilina animal que aportó nuestro imperio africano”
es el pretexto para que una serie de imágenes
muestren un bello paisaje de chumberas con el
mar al fondo. Y la obtención de la seda, devanada con maestría por expertas manos femeninas,
así como su tejido en el telar, sirven para que
el narrador hable de las telas de seda españolas como competidoras con las de las mejores
sederías de Europa y con las más vaporosas de
Oriente, en un subrayado ciertamente hiperbólico de las calidades de las telas españolas. Y ello
porque, caracterizada ya España como la patria
de Franco, el narrador introduce así sus excelencias, metonímicamente nombradas a través de
las telas de seda, en relación con otros países
tanto de Oriente como de Occidente.
Al cultivo y recolección del plátano se dedica
el segmento más extenso del documental, exhibiendo sus imágenes un bello paisaje, en este
caso ubicado a los pies del Teide (Fig. 6). Mientras
vemos cómo los hombres cortan las piñas repletas
de plátanos, el narrador prosigue: “Son los plátanos de tal sabrosidad y alimento, que constituyen
un manjar de Dios, conirmándose así la leyenda
de ser la tierra canaria el paraíso de Dios, como
creyeron los navegantes antiguos”. Al igual que
pasaba con las extensiones de tabaco en Tabaco
en España, el narrador destaca, haciendo ahora
uso de la hipérbole, la belleza de las plantaciones
de plátano. Pero además de embellecer el paisaje,
el plátano es en esta ocasión descrito, no como
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Fig. 6. Extensión de plátanos al pie del Teide (Tierra canaria,
Rafael Gil, 1941)
Fig. 7. Naranjas mapa-mundi (Naranjas, limones y pomelos,
Marqués de Villa-Alcázar, 1945)
hijo de Dios, como al comienzo, sino como manjar de Dios, al hilo de una leyenda que facilita la
puesta en relación de este fruto con el trigo protagonista de Trigo en España: si en este documental era el fruto, el trigo, lo que devenía en cuerpo
de Cristo, ahora es el fruto, el plátano, lo que
deviene en alimento de Dios. Sea como sea, el
hecho es que ambos documentales apuestan por
conjugar la belleza aportada al paisaje patrio por
el cultivo y el fruto de este vinculándolo a Dios,
en una muestra más del nacionalcatolicismo que
preside sus imágenes.
pa del mundo (Fig. 7), como si la naranja misma
llevara inscrito en su piel su destino, el mundo
entero. Y en esto mismo redundará el narrador
al inal del ilme, cuando proclame que, a través
de la limonada, España se hace universal, situándose, por lo que a la calidad de los agrios se reiere, a la cabeza de los países del mundo. Pero
Naranjas, limones y pomelos es también interesante por presentar, concluidos los títulos de crédito, un segmento de temática semejante al que
abría Tierra canaria por cuanto reiere cómo el
hombre, con su trabajo, amontonando piedras
y llevando tierra y agua, convierte el pedregal
en terreno cultivable… Sin embargo, y esto es
importante anotarlo, las imágenes que ilustran
el discurso del narrador no aparecen ahora protagonizadas por el hombre, ni uno solo aparece
en ellas, sólo los terrenos baldíos y su progresiva
Las excelencias de la patria: Naranjas, limones y pomelos
Tierra canaria prosigue todavía con el proceso del plátano para dar cuenta ahora de su
exportación: las imágenes de las piñas de plátanos, preparadas y empaquetadas, aparecen así
dispuestas para “ser repartidas por el mundo
como símbolos áureos de una tierra excepcional”, apunta un narrador que, valiéndose del
plátano, quiere dar a conocer así al mundo a
España como tierra excepcional. Al principio de
este trabajo apuntábamos que, análogamente,
los documentales del Marqués de Villa-Alcázar,
así Naranjas, limones y pomelos (1945), publicitaban también España, en este caso a propósito
de las calidades de los citados agrios. Ya en el
arranque de este documental, en las imágenes
que sirven de fondo a los títulos de crédito, pueden verse unas naranjas convertidas, por medio
de las pequeñas manchas blancas que presenta
su cubierta envolvente, en pequeñas bolas-ma-
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Fig. 8. Terrenos baldíos destinados a convertirse en cultivables
(Naranjas, limones y pomelos, Marqués de Villa-Alcázar, 1945)
conversión en terrenos cultivables. Puede que
ello tenga que ver con la escasez de medios,
pero en todo caso tal es lo que media de las imágenes vacías del elemento humano de este documental del Marqués de Villa-Alcázar (Fig. 8) a
las imágenes de Tierra canaria, donde, siguiendo
la estética de Vidor, eran las hileras de hombres
solidarios las que las protagonizaban (Fig. 5).
Cierre de Tierra canaria: su relación con
el modelo marquesiano
En el cierre de Tierra canaria, una embarcación cargada de plátanos parte hacia su destino.
Sobre el plano del agua que el barco, en su navegar, va dejando atrás, aparecen sobreimpresionadas las principales imágenes que han protagonizado el documental, desde las de los hombres
transformando con sus picos y palas el pedregal
en jardín, hasta las de los diferentes cultivos y
las tareas que conlleva la recolección. Aprovecha
entonces el narrador este resumen visual para
cerrar su glosa con estas palabras: “La tierra canaria es un paraíso de Dios, pero donde Adán y
Eva no han sido expulsados, porque el hombre y
la mujer de esta tierra bendita que riegan con su
sudor, alegre y fuerte, trabajan por la grandeza
de Dios y la gloria de España”. Se retorna así a
Dios, al paraíso de Dios, pero un paraíso, necesario es matizarlo, en el que el hombre, por mucho
que no haya sido de él expulsado, ha de trabajar, regar la tierra con su sudor para potenciar la
fecundidad de la misma, contribuyendo así – y
en este punto habría que enmendar la plana al
narrador – a la grandeza de España – pues es España la que se hace grande – y la gloria de Dios.
Sea como sea, el hecho es que la voz narradora
contradice incluso el Génesis21 para conseguir
sus ines: enunciar, como en el caso de los documentales marquesianos, recordemos el caso
de Trigo en España, un discurso patriótico bien
adobado con postulados de la religión católica,
tal era el nacionalcatolicismo preconizado por el
franquismo en el cine de aquel tiempo.
Final
En los años cuarenta del pasado siglo irrumpió en el cine español un modelo de documental
agrario que, al hilo de enseñanzas relacionadas
con determinados cultivos como el trigo, el tabaco, las naranjas o los plátanos, entre otros,
hizo suya las ideas de patria, proclamando tanto sus excelencias como su no dependencia del
exterior, y de nacionalcatolicismo, introduciendo
comentarios aines a los proclamados por la religión católica, todo ello en sintonía con el intento
del régimen franquista de construir por aquellos
años una nación utópica que tuviera como cimiento la fe católica. Fue sin duda el Marqués de
Villa-Alcázar quien, con sus películas realizadas
para el Ministerio de Agricultura, forjó este modelo a cuya ijación y delimitación en el tiempo
contribuirían nuevos documentales del Marqués
de Villa-Alcázar realizados tan sólo unos cuantos
años después, la década de los cincuenta, y ello
por que se trataba en este caso de documentales que, al hilo del tratamiento de los mismos
cultivos de los anteriores, como el del tabaco,
eliminaban ya toda alusión a la autarquía para
centrarse sobre todo en referir la modernización
de España, recurso este que conllevaba, las más
de las veces, una acentuación de la componente
moralista del ilme.
De la importancia que la implantación del
modelo marquesiano tuvo en el primer franquismo dan buena cuenta otros documentales de
aquellos mismos años, como Tierra canaria, realizado por Rafael Gil para una Exposición sobre
las Islas Canarias, un ilme que hace igualmente
suya la idea de patria, con lo que esta conlleva
de autarquía y propaganda, y de nacionalcatolicismo, como se hace evidente en un epílogo
que, como se ha visto con detalle en el epígrafe
anterior, aúna patria y Dios a propósito del sudor
derramado en la tierra por el hombre. Todo ello
por mucho que, tanto en ciertos aspectos formales, como, sobre todo, en lo que se reiere a
su desarrollo y objetivos, el ilme de Gil se aleje
del modelo marquesiano de los años cuarenta para acercarse a King Vidor, dado que si en
aquel el resultado inal iba encaminado, como
hemos tenido ocasión de ver en la totalidad de
las películas referidas, a la transformación positiva de las condiciones de vida de los trabajadores
a partir de la intervención del Estado, en el de
Gil es en el impulso pionero, sancionado por el
retorno a los valores sagrados de la tierra, donde
reside el punto de apoyo fundamental para la
regeneración social de la patria.
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NOTAS
Este trabajo ha sido elaborado en
el marco del Proyecto de I+D del Programa Estatal de Fomento de la Investigación Cientíica y Técnica de Excelencia
“La obra del Marqués de Villa-Alcázar
(1934-1966): un eslabón necesario en
la historia del documental cinematográico en España”, referencia: HAR201344310-P.
1
Expediente personal del Marqués
de Villa-Alcázar. En Archivo del Instituto
de Reforma Agraria, Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Madrid.
2
3
Según datos que obran en el
Archivo del Ministerio de Agricultura,
Madrid, el número de copias realizadas
para cada uno de estos ilmes sobrepasaba las veinticinco. El hecho de que
algunas de estas copias fueran subtituladas en inglés y francés demuestra que
estas películas encontraban difusión en
el exterior, donde por lo general concurrían a certámenes internacionales de
agricultura.
4
Manuel García Viñolas deinió
como «cine oicial» aquel que, subordinándose a la razón de Estado, devenía
en vehículo doctrinal del mismo. En Primer Plano n. 4, 1941, p. 10.
5
Expediente de censura del guión
de Trigo en España, Archivo de la Administración General del Estado, Alcalá de
Henares (AGA), caja 36/04660.
6
Imágenes, también, que se convirtieron en referente iconográico de
las más representativas fotografías
sobre el tema, así, entre otras, Cribando. Mijares (Ávila), de Santiago Blanco
Puente (1948); Agavillando. La Garriga (Barcelona), de José Ruaix Ventura
(1954); y Siega. Manresa (Barcelona),
de Felipe Borrás Simó (1956), todas
ellas premiadas en los Concursos de
Fotografía Agrícola convocados por el
Ministerio de Agricultura, y en cuyos
archivos se conservan.
7
Expediente de censura del guión
de Tabaco en España, Archivo de la Administración General del Estado, Alcalá
de Henares (AGA), caja 36/04660.
8
Expediente de censura del ilme
Tabaco en España, Archivo de la Administración General del Estado, Alcalá
de Henares (AGA), caja 36/03209, exp.
4559.
9
Expediente de censura del guión
de Tabaco en España, Archivo de la Administración General del Estado, Alcalá
de Henares (AGA), caja 36/04660.
yecto-cinematografico-19211930--=/
html/ff8c2a02-82b1-11df-acc7002185ce6064_2.html].
[Consulta:
20/04/2015].
16
Estos comentarios sobre el ilme
fueron publicados en la revista La Prensa. Citado por G. Cabrera, Op. cit.
17
Véase al respecto la revista Primer
Plano, n. 78, abril, 1942.
18
Por demás, el único documental
del políptico que en la actualidad puede
ser visionado: desparecidos Isla de Tenerife e Islas de Gran Canaria, Fiesta canaria se encuentra en fase de restauración
por Filmoteca Española.
10
A ello contribuiría la recomendación de los obispos, quienes, en su
ataque al “desenfreno deshonesto”,
recomendaban a las mujeres una “expresión de lo español” en el vestir. En
J. Casanova, “La dictadura que salió de
la guerra”, en Julián Casanova (ed.),
40 años con Franco, Crítica, Barcelona,
2015, p. 75.
19
A. Castro, El cine español en el
banquillo, Fernando Torres Editor, Valencia, 1974, p. 191.
11
J.A. Ascunce, Sociología cultural
del franquismo (1936-1975), Biblioteca
Nueva, Madrid, 2015, p. 338.
21
Por cuanto la expulsión del paraíso conllevó la condena del hombre
a trabajar y regar la tierra con su sudor,
según recoge el siguiente relato fílmico:
«A Adán le dijo [el Señor Dios]: ‘Por
haber escuchado la voz de tu mujer,
comiendo del árbol del que te prohibí
comer, por ti será maldita la tierra; con
trabajo sacarás de ella el alimento todo
el tiempo de tu vida; te dará espinas y
abrojos y comerás las hierbas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás
el pan, hasta que vuelvas a la tierra de la
que has sido tomado; ya que polvo eres
tú y al polvo volverás […]’ Y le arrojó el
Señor Dios del jardín de Edén, a labrar
la tierra de la que había sido tomado.
Expulsó a Adán […] Se unió Adán a Eva,
su mujer […]». En Sagrada Biblia. Traducción española de los textos originales
dirigida por el P. Félix Puzo, Editors S.A.,
Barcelona, 1990, pp. 15-16.
12
Naturalmente, nos referimos a la
apropiación política de la idea de patria
por parte del franquismo, y que todavía hoy, cuarenta años después de la
muerte de Franco, aún perdura. Véase
en este sentido: J. Mª Marco, Sueño y
destrucción de España, Planeta, Barcelona, 2015, en especial el epígrafe “La
dictadura. El pragmatismo autoritario de
Francisco Franco”, pp. 257-267.
13
P. Preston, “Franco: mitos, mentiras y manipulaciones”, en Julián Casanova (ed.), Op. Cit., pp. 39-40.
14
J.A. Ascunce, Op. Cit., p. 333.
Cabrera, Gregorio J.: Canarias:
“La frustración del proyecto cinematográico (1921-1930)”. Disponible en:
[http://www.cervantesvirtual.com/obravisor/canarias-la-frustracion-del-pro15
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 235-246
20
S. Zunzunegui, “Alabemos ahora a cineastas famosos. En torno al cine
del New Deal”, en Pedro Poyato, El cine
rural y sus vínculos con la ciudad, la literatura y la pintura, Diputación de Córdoba, Córdoba, 2010, p. 32.
ESTRATEGIAS ARTÍSTICAS EN LOS PROCESOS DE
SIGNIFICACIÓN DE LAS ENFERMEDADES MEDÍATICAS Y
PERIFÉRICAS Y EN SU EXPULSIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO
Data recepción: 2016/01/14
Alfonso del Río Almagro
Data aceptación: 2017/01/30
Universidad de Granada
Contacto autores: delrio@ugr.es; martaricocuesta@gmail.com
Marta Rico Cuesta
Universidad de Granada
RESUMEN
En primer lugar estudiaremos cómo las prácticas artísticas interieren en el proceso de signiicación de enfermedades mediáticas y en la visibilización de las enfermedades periféricas, para favorecer
una mayor presencia e inclusión de las mismas en nuestros espacios públicos. Posteriormente, articularemos una sistematización de las estrategias artísticas desarrolladas al respecto, desde la segunda
mitad del siglo XX en Occidente, como parte de los resultados alcanzados.
Palabras clave: prácticas artísticas, enfermedades, procesos de signiicación, espacio público
ABSTRACT
Firstly, we will study how artistic practices impact on the signiication process of headline-making
diseases and on the visibilisation of more peripheral diseases, encouraging their increased presence
and inclusion in our public spaces. We will then, as part of the results obtained, provide a systemised
account of the artistic strategies developed in the western world in this respect from the second half
of the 20th century.
Keywords: artistic practices, diseases, signiication processes, public space
Introducción
A comienzos de la década de los noventa
del pasado siglo, el artista Félix González Torres
nos sorprendería con una de sus obras más emblemáticas, Untitled (1991). En ella, el vacío y el
rastro dejado en la cama por la persona a quien
amaba eran exhibidos en las calles desde la serenidad del duelo y la pérdida. Casi paralelamente,
Alberto Mira airmaba: “El dolor es privado, el
sida es un problema público, las opiniones en
torno al sida se generan en el ámbito público, y
es aquí donde pueden alterarse”1.
En plena crisis de la pandemia del sida, ambas
expresiones planteaban una reacción similar ante
las políticas de representación visual elaboradas
por los medios de comunicación2 que conducían a
un proceso de signiicación3 y a la elaboración de
unos imaginarios tremendamente estereotipados
y fácilmente reconocibles. Las imágenes que se
nos mostraban de los afectados/as por el VHI y los
enfermos/as de sida correspondían a moribundos
recluidos en hospitales, en silencio y sin voz. La
enfermedad era desterrada a lo privado, silenciada en el ámbito doméstico, permanentemente excluida del espacio público, concebido desde una
intencionada homogeneidad y neutralidad4 que
fácilmente expulsaba cualquier nota diferencial
de nuestros asépticos entornos urbanos.
Estos dos posicionamientos también reaccionaban ante la intencionada separación entre el
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Alfonso del Río Almagro e Marta Rico Cuesta
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Estrategias artísticas en los procesos de signiicación de las enfermedades
sufrimiento individual y la comprensión de la enfermedad como problema colectivo y señalaban
cómo los componentes culturales5, que en toda
enfermedad se dan, condicionan su presencia y
visibilidad en el espacio público y el modo en el
que llegamos a padecerla y vivirla, sufriendo más
por la elaboración social que por la enfermedad
misma. “Calmar la imaginación del inválido, de
manera que al menos no deba, como hasta ahora, sufrir más por pensar en su enfermedad que
por la enfermedad misma (eso creo sería algo).
Eso sería mucho”6.
Curiosamente, al mismo tiempo que alguna
enfermedad era construida bajo unos sistemas
de representación7 que le confería un determinado proceso de signiicación, otras dolencias
quedaban relegadas a la más absoluta invisibilidad sin poder llegar a ser nombradas ni encontrar los canales oportunos para su inclusión en
nuestros espacios de representación colectivos.
No todas las enfermedades son signiicadas,
representadas y visibilizadas de igual manera y
esto conlleva una asimilación e integración social
desigual, generando enfermedades mediáticas y
periféricas8. Este doble proceso de estereotipación o invisibilización, que favorece la maniobra
de expulsión de las enfermedades de los espacios públicos, forman parte de las consecuencias
de lo que llamamos el proceso de construcción
cultural, pues toda enfermedad es también cultural y cada cultura construye las suyas propias9.
El estudio de las enfermedades ha generado
tal cantidad de narrativas y de discursos en torno
a ellas que ha hecho que aquello que se dice mediatice y construya la representación visual de las
mismas y condicione su aceptación social. Pero si
desde determinados campos de conocimiento se
aborda la investigación de las causas, sintomatologías, tratamientos, etc. de las enfermedades,
también desde el discurso artístico se han planteado distintos modos de adentrarse en su estudio. Una diversidad de perspectivas de análisis
que fácilmente reconoceremos al examinar la bibliografía existente sobre Arte y enfermedades:
desde la asociación entre el proceso de expresión artística y los trastornos mentales10, las enfermedades como motor del proceso creativo11,
la utilización del discurso del arte como vehículo
testimonial12 y de expresión de las vivencias per-
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sonales de la enfermedad, como plataforma de
visibilidad y normalización de las mismas13, como
proceso terapéutico enfocado hacia la búsqueda de efectos paliativos y terapéuticos14, hasta el
arte como herramienta de denuncia de las políticas preventivas y sanitarias o como estrategia
para interferir en los procesos de signiicación y
de inclusión en nuestras realidades15.
Es esta última perspectiva la que se convierte
en la línea de investigación que venimos trabajando desde el Grupo de Investigación HUM-425
(Universidad de Granada). Un estudio sobre la
capacidad de los lenguajes artísticos contemporáneos de cuestionar las políticas culturales de
representación de las enfermedades que favorecen la inmediata expulsión de las mismas del
espacio público. Una investigación que quedará
enmarcada en el análisis de las prácticas artísticas desarrolladas a partir de la segunda mitad
del siglo XX en Occidente, debido a una serie de
hitos de vital importancia, no sólo médica, como
fueron la creación de la Organización Mundial
de la Salud en 1948 o la crisis de la pandemia
sida a inales de siglo, entre otros muchos, que
nos han permitido replantear los modelos de enfermedad en nuestra cultura.
Dentro de esta línea de investigación, el presente texto tiene un doble objetivo: por un lado,
estudiar cómo las prácticas artísticas interieren
en el proceso de signiicación de enfermedades
mediáticas y analizar los desarrollos artísticos
que posibilitan la visibilización de las enfermedades periféricas. En ambos casos, con la intención, por un lado, de favorecer una mayor inclusión y presencia en nuestros espacios públicos.
Y, por otro, presentar una sistematización de las
distintas estrategias y metodologías utilizadas,
como parte de los resultados alcanzados.
Para ello hemos trabajado en las siguientes
fases: en primer lugar señalaremos los procesos
de signiicación cultural de las enfermedades16 en
Occidente desde mediados del siglo XX, generados a través de los medios de comunicación y la
cultura visual17. Éstos favorecen la aparición de
unos imaginarios sobre las enfermedades18 que
permiten una fácil localización y expulsión de los
espacios públicos19, ideados desde la homogeneidad. A la vez que ubicamos las enfermedades
más mediáticas, iremos indicando la carencia
de referencia hacia enfermedades periféricas,
como consecuencia del desinterés informativo y
visual. Tras una selección y análisis de propuestas artísticas que han abordado algunos de los
aspectos de este doble proceso de expulsión e
invisibilización de las enfermedades, expondremos una sistematización de las mismas. Para ello
atenderemos a las similitudes y diferencias en los
posicionamientos artísticos adoptados que nos
permitirán comprender la necesidad de abordar
esta problemática desde el arte y la capacidad
del discurso artístico de generar otros modos de
relación y representación de las enfermedades
más plurales e inclusivos.
Las enfermedades como construcciones
culturales y epidemias de signiicación
Las enfermedades son unas realidades complejas no sólo desde el campo médico y cientíico, sino también desde el punto de vista discursivo y visual. Éstas se han convertido en el eje
de uno de los principales debates sociales contemporáneos, denominado Health Communication20. Intentar precisar el concepto de enfermedad desde una deinición única es sumamente
diicultoso, no sólo por la diversidad de concepciones que existen y según la disciplina desde
donde se analice, sino también por la multiplicidad de perspectivas teóricas y culturales desde
donde investigarla.
La OMS las deinirá como: “Alteración o desviación del estado isiológico”21, pero su deinición ha sido revisada desde mediados del siglo
XX, desplazando la búsqueda de sus causas centradas en lo biológico a la aparición de los determinantes sociales. Desde la perspectiva sociológica o de la antropología médica22 también se
destaca la importancia de los factores culturales
y sociales a la hora de abordar su análisis, pues
éstas son construidas y moduladas por el contexto cultural, de tal forma que las creencias acerca
de las mismas, son expresión y parte de la cultura de esa sociedad y no pueden estudiarse de
manera aislada. Desde estas premisas, no sólo se
nos indica que existen diferencias en las formas
de comprender y convivir con las enfermedades
a lo largo de la historia, sino que éstas son un
hecho cultural y cada sociedad crea sus propias
patologías23. Pero además, las enfermedades son
atravesadas en su construcción por diferentes
ejes estructurales de opresión y desigualdad que
se interrelacionan en cada sociedad. La raza,
el género, el sexo, la religión, la nacionalidad, la
orientación sexual, la clase, la edad, la situación
laboral, familiar o afectiva, etc. cruzan también
la experiencia de padecerlas24. Las enfermedades
no son interpretaciones abstractas que lotan en
el aire, son realidades que recaen sobre cuerpos
con biografías y singularidades arraigadas en
contextos sociales, culturales, religiosos, económicos, etc. concretos, que terminarán dotándolas de unas signiicaciones especíicas. Esto conlleva que ante una misma dolencia se generen
multitud de formas de sufrimiento con posicionamientos vitales muy distintos. De hecho, no se
enfrentará a la enfermedad de la misma manera
Ron Athey en Four scenes in a harsh life (1994),
en plena pandemia del sida con el pánico que se
estaba viviendo al contagio y la estigmatización
a determinados sectores de la población, que
Ariana Page Rusell a la dermatografía en Index
(2005), dolencia menos conocida por la sociedad y, por lo tanto, menos condicionada por
otras cargas que se adhieren a la enfermedad.
Cada cultura expresa las enfermedades según sus propios valores que condicionarán sus
deiniciones y sus políticas de representación,
generando unos determinados procesos de signiicación que harán devenir a las enfermedades
en metáforas, hasta construir unos imaginarios
que inluirán sobre la vivencia de la enfermedad
en cada uno/a. Laplantine25 entiende que el proceso metafórico es una característica esencial e
inseparable de la vivencia de las enfermedades.
Aunque un estudio en profundidad nos desvelaría diversidad de metáforas relacionadas con el
mal y con la muerte, hay una elaboración que
en nuestra cultura ha arraigado con mayor fuerza: las enfermedades son interpretadas como
un extraño hostil que viene de fuera, un ente
ajeno que nos contamina26, una amenaza y una
agresión, un ataque en el interior, un otro dentro de mí, que derivará en la forma metafórica
del “enfermo como otro”27. Las enfermedades
se convertirán, en términos simbólicos, en enemigos contra los que hay que defenderse y en
unos procesos bélicos completamente militarizados. Enfermedades que agreden y atacan nuestro cuerpo, cuyas consecuencias nos muestra
con valentía Jo Spence en Property of Jo Spence
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Estrategias artísticas en los procesos de signiicación de las enfermedades
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Estrategias artísticas en los procesos de signiicación de las enfermedades
(1982), dejando al descubierto el daño producido por un cáncer en su pecho o los carteles
Visualize This (1991) que realiza Nancy Burson
con el desarrollo molecular del VIH, en la que los
virus se convierten en nuestros enemigos.
Bajo esta perspectiva metafórica, existen tres
tipos de enfermedades que ejempliican el grado
de signiicación al que podemos llegar a someterlas:
1. Las enfermedades mentales y su asociación con el proceso de creación artística28, bajo
la creencia de que éstas potencian una serie de
cualidades expresivas reprimidas. Un punto de
vista que podemos reconocer, entre otros muchos ejemplos, en la trayectoria de David Nebreda y en las lecturas que de sus obras se han
realizado por parte de la crítica.
2. Las patologías cancerígenas se han convertido en unas de las enfermedades más polisémicas de nuestra cultura29, en un intento por
encontrar las causas que las justiiquen. Múltiples alianzas de signiicados que, por ejemplo,
intenta alterar Patty Chang en Melons (1998),
al sustituir sus pechos por melones maduros y
realizarse una peculiar mastectomía.
3. La pandemia del sida ha sido el gran
paradigma del proceso de signiicación de las
enfermedades30. Éste trasciende el marco sintomatológico asociado a la contingencia corporal,
convirtiéndose en una crisis de la signiicación.
Muestra de ello podría ser la obra de Robert Gober en Untitled (1991) donde nos presenta un
cuerpo masculino horadado y penetrado por
numerosos desagües, tendido en el suelo y fragmentado por los muros.
La construcción cultural de las enfermedades desde los discurso mediáticos y visuales
Si existen en nuestra cultura unos agentes encargados de delimitar, aianzar y difundir
estos imaginarios, éstos son gran parte de los
medios de comunicación y de la cultura visual.
Es indiscutible su poder para condicionar nuestras bases del conocimiento, nuestras formas de
pensar y actuar31, hasta los procesos de socialización e identitarios32, llegando a transformar,
incluso, la percepción de nuestros entornos y
vidas. Ambos dispositivos33 tienen la capacidad
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para saturar nuestros sistemas de representación
e información transformando un problema sanitario en crisis social y de impregnarles cuanta
signiicación consideren. Ello dependerá del seguimiento informativo, la alarma social que genere, la rareza del hecho, los intereses empresariales, la percepción de proximidad o lejanía del
riesgo de padecerla, etc. La construcción mediática y visual de las enfermedades favorece que
unas lleguen a alcanzar niveles de aceptación y
visibilidad, convirtiéndolas en mediáticas34, y que
otras queden en el olvido de la periferia o fuera
de todo plano. Esto conlleva una asimilación e
integración social desigual, construyendo unos
sistemas de representaciones narrativas y visuales dispares.
Las enfermedades periféricas son las no mediáticas, con un seguimiento informativo puntual, escaso o nulo. Enfermedades olvidadas,
raras, fuera de campo, no rentables, convirtiéndose el silencio y la negación en otra forma
de agresión. Unos ataques a los que se contraponen, para romper con ese mutismo, Jean y
Katherine McEwan en Proyecto Nosotras (20102011) al realizar un recorrido fotográico por la
enfermedad de la fatiga crónica, o el caso de
Pepe Espaliú con las acciones Carrying (1992),
que logró, por aquel entonces, poner el foco de
atención en un invisibilizado sida.
Las enfermedades mediáticas están presentes y son representadas en la cultura visual.
Poseen un poder de atracción y repercusión
mediática muy elevado, con un seguimiento informativo continuado y constante. El sida y el
cáncer son unas de las enfermedades más mediáticas de nuestra historia. Éstas cobran una
gran presencia en numerosos canales, llegando
a mostrarse hasta en la publicidad. Muestra de
ello fueron las campañas de Benetton realizadas
por Oliverio Toscani (1990), donde aparecen las
muertes de los enfermos/as de sida.
De este modo, interferir en las narrativas elaboradas por los medios de comunicación y sistemas de representación visual, se convertirá en una
de las estrategias indispensables para provocar
pequeñas alteraciones y fracturas que evidencien
bajo qué tipo de valores se coniguran las enfermedades, señalando los mecanismos de localización de los que disponen los espacios públicos
para su expulsión. Es en “el espacio público donde se negocia lo que está y no está legitimado,
donde se desafían y confrontan las jerarquías y
las desigualdades, donde se negocian los encuentros, los pactos y las interacciones”35. Medios de
los que se sirve la artista Matuschka para presentar la cicatriz, tras ser intervenida de un cáncer de
mama, en la portada del New York Times Magazine. Su obra Belleza fuera de peligro (1993) es un
intento por subvertir los estereotipos normativos
sobre la belleza, la feminidad y la enfermedad,
utilizando los medios de comunicación.
Los espacios públicos como dispositivos
de expulsión de las enfermedades
No debemos olvidar que el discurso espacial
es “una realidad histórica construida de manera
diferente por determinadas sociedades”36 y bajo
determinados intereses ideológicos que no sólo
lo coniguran, destinándolo a unos usos y modos concretos de ocuparlo, sino que lo hacen
legible y urbanizado, hasta el punto que habitarlo implica amoldarse a sus leyes. Y es que “el
espacio es político e ideológico. Es un producto
literalmente lleno de ideologías”37 y éstas ejercen una violencia material y física sobre nuestros
cuerpos y nuestras vidas, pues “las reglas y las
expectativas sociales se interiorizan en hábitos
para asegurar la conformidad social”38.
Aunque en realidad son espacios jerarquizados, asépticos y homogenizados que esconden
el discurso de la segregación, estos dispositivos
tecnológicos convencen a los dominados de su
neutralidad, mediante la supuesta concreción física39. La homogeneidad del espacio queda de
este modo garantizada a la espera de un cuerpo
malsonante, negando cualquier tipo de disidencia, vigilando la deserción40 y desterrando las manifestaciones no normativas de la corporeidad al
ámbito de lo privado, al recinto del silencio y el
anonimato. Espacios trampa preparados para localizar, señalar, neutralizar o eliminar las diferencias, en los que las normativas y narrativas que lo
regulan, repelen y expulsan cualquier manifestación que no se adecue a la norma. “Los espacios
surgen de las relaciones de poder; las relaciones
de poder establecen las normas; y las normas
deinen los límites, que son tanto sociales como
espaciales, porque determinan quién pertenece
a un lugar y quién queda excluido”41. Destierros
cotidianos que nos forzarán a disimular y ocultar los síntomas de determinadas enfermedades
que no encuentran modos de representación ni
visibilización en estos territorios deinidos desde
una uniformidad y neutralidad saludables. Y estar enfermo/a puede ser todo menos un estado neutro. Sin embargo, desde las prácticas de
resistencia se genera la búsqueda de espacios
de diferenciación que permitan dejar constancia de nuestras realidades. Este es el caso de las
diversas acciones del Proyecto 1 de Diciembre
(1991), que intervinieron con pancartas ediicios
oiciales, o los entierros políticos (1992) llevados
a cabo por miembros de Act Up, que apostaron
por ubicar los funerales privados en las calles,
convirtiéndolos en rituales sociales y colectivos.
Las prácticas artísticas desde las enfermedades
Las prácticas artísticas se convierten, desde
este punto de vista, en unas de las más valiosas
herramientas con capacidad de interferir en los
discursos mediáticos y visuales, en los procesos
de signiicación y en las estrategias de expulsión
del espacio público, pues “no vemos el arte
como un simple relejo de la sociedad. Vemos
el arte como vehículo para hacer sociedad, para
crear futuro, para activar a las personas”42. Estrategias con capacidad de desarrollar una crítica a los sistemas de representación social y
de generar nuevos referentes visuales43 de las
enfermedades, en los que fomentar la relexión
en torno a esta problemática, de mostrar aspectos informativos y preventivos, o de lograr una
aceptación social de las mismas e intentar una
transformación social.
Tras un profundo estudio de las diversas
propuestas desarrolladas en este sentido, planteamos a continuación una sistematización de
los distintos posicionamientos y metodologías
utilizadas desde mediados del siglo XX en la
cultura occidental. Para ello partiremos de la
combinación y síntesis de las aportaciones de
S. Lacy44, que nos propone distintos grados de
aproximación e implicación de los/as artistas y
su capacidad de incidencia social y de A. Remesar45, que relexiona sobre la posibilidad de generar propuestas que faciliten el desarrollo de
procesos de transformación sociales. De P. Julian
Smith46 tomaremos las diferencias en los modos
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Estrategias artísticas en los procesos de signiicación de las enfermedades
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Estrategias artísticas en los procesos de signiicación de las enfermedades
de abordar la representación de la enfermedad y
de Guardiola Román47, utilizaremos los distintos
modos de afrontar la representación de la enfermedad y de materializar las respuestas.
1. Estrategias mediadoras: según Guardiola
Román consistirían en aquellas prácticas que
buscan la recolección de fondos que sufraguen
investigaciones cientíicas relativas a la enfermedad, crear una red de servicios de información
y asistencia y concienciar al espectador/a de la
situación de los/as enfermos/as. Estrategias mediadoras que potencian las habilidades de negociación para conseguir recursos económicos
para poner en marcha determinados proyectos,
según Remesar. Una de las principales consecuencias de estas estrategias es que se consigue
una concienciación de los/as espectadores/es sobre la situación de exclusión de los/as enfermos/
as en los sistemas de representación y en los debates públicos. Diversos proyectos dan muestra
de ello, desde los realizados por Art Agains AIDS,
Visual AIDS hasta Art Rage Us (1998), creada por
The Breast Cancer Foundation para ayudar a la
investigación, la visibilización y remover la conciencia social.
2. Estrategias experimentales: Estarían conformadas por aquellas prácticas en las que se
parte de la experiencia subjetiva de los/as artistas, mostrando sus vivencias en primera persona, según S. Lacy. Creaciones individuales,
siguiendo a Guardiola Román, encaminadas a
expresar el sufrimiento, el dolor y la transformación a través de la enfermedad y bajo la amenaza de la muerte. Por lo general, el resultado
de estas propuestas plantea una visión subjetiva
de las dolencias que favorecen la aparición de
una multiplicidad de metáforas personales que
quiebran con el rígido proceso de signiicación y
estereotipación culturalmente elaborados. Tópicos que pretenden romper a través de la imagen
Deena Metzger con Tree (1983), Duane Michals
en El sueño de las lores (1986) e Ivonne Thein
con Thirty-two kilos (2006-2007), que manipula
las imágenes para evidenciar el extremo al que
llegan los cuerpos que padecen anorexia. Su
trabajo busca hacernos conscientes de la problemática que acarrea los cánones de belleza e
intenta que se admitan otros cuerpos no normativos en nuestros espacios públicos.
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3. Estrategias Analíticas: En este caso se
combinarán las prácticas informadoras y analíticas indicadas por Lacy, en las que los artistas
reelaboran la experiencia para persuadir a los
demás. Estrategias que indagan en las consecuencias de estos procesos mediante unas metodologías relexivas y reconciliadoras con la enfermedad, el cuerpo y la muerte, según Smith.
Éstas se caracterizarían por unas posiciones más
teóricas y abstractas, donde el texto surge en
la obra junto a la imagen, como apunta Lacy.
Estrategias híbridas, en palabras de Guardiola Román, abordadas tanto en primera como
tercera persona, que utilizarán la relexión y el
análisis para un cuestionamiento consciente de
las metáforas construidas y de las consecuencias
de destierro o invisibilización que conllevan. Este
tipo de propuestas harán que nos planteemos
las enfermedades de otro modo al ponernos en
la piel del enfermo/a. Trabajos como Breast Cancer Project (2005) de Anne Sprinkle, Sanatorium
(2011) de Pedro Reyes o Ressonancia Manressa
(2007) del Colectivo Sinapsis, donde se cuestiona y visibiliza la importancia del sistema sanitario
mediante entrevistas en forma de audioguía, recordándonos que la enfermedad forma parte de
la sociedad.
4. Estrategias generativas: Siguiendo a Lacy,
son propuestas que persiguen generar cambios
utilizando cuantas disciplinas sean oportunas
para conseguirlos y en las que el arte no parece
ser suiciente. Son prácticas más interesadas en
hacer que efectivamente las cosas sucedan, en
dinamizar y hacer emerger procesos que ayuden a la transformación social, según Remesar.
Unas metodologías marcadas por el compromiso, el pragmatismo y la urgencia, según Smith,
que se caracterizan por la utilización de medios
más directos y literales, que intentan obtener en
sus participantes cierto positivismo y vitalismo.
En ellas se promueve la participación ciudadana,
se favorecen los consensos o se da la palabra
a los/as enfermos/as e implicados/as. Propuestas activistas, como indica Guardiola Román,
que inciden directamente en la problemática,
centrándose en ofrecer otras políticas de representación y nuevas formas de relación con las
enfermedades. Enfermos/as que en un acto de
desesperación se lanzan a la calle para reivindicar su ciudad, apropiándose del espacio público
y empapándolo de todo aquello que es eliminado. Modos que han desarrollado el colectivo
Act Up, Group Material o The Carring Society en
Prospecciones Urbanas S.A (1997). Una obra documental en la que, a través del diálogo, se nos
plantea el sida como problema que nos afecta
a todos/as.
Conclusiones
La obra de Félix González Torres, con la que
iniciábamos este trabajo, se apropiaba de los
soportes de la cultura visual para generar una
interferencia en el proceso de signiicación de la
pandemia y proponer los canales para cuestionar la invisibilidad de otras muchas enfermedades periféricas y silenciadas. De este modo, se
establecía la posibilidad de incluir las vivencias
de la enfermedad en nuestros entornos más inmediatos, devolviendo al debate público aquello que sus dispositivos tecnológicos se habían
encargado de construir y expulsar. Además, “la
función del arte no es sólo expresar las experiencias del amor y afecto, la pérdida y el duelo, el
miedo y la desesperación, el enfado y la ira, sino
también informar, educar y unirse a la lucha”48.
A lo largo de este texto hemos podido comprobar cómo, curiosamente, el resultado de la
intensidad mediática sobre unas enfermedades
es el objetivo de la mayor parte de las prácticas
artísticas que, más que adentrarse en la enfermedad misma, se enfrenta a las representaciones politizadas de determinados trastornos. La
intención es cuestionar los sistemas de representación visual y las narrativas que terminan
por condicionarlas, modiicando los modos de
relación y convivencia con las mismas así como
su expulsión del espacio público. Pero, como he-
NOTAS
1
A. Mira, “Esta noche…SIDA” en
J.V. Aliaga y J. M. G. Cortés, De amor y
de Rabia: Acerca del arte y el sida, Servicio de Publicaciones de la Universidad
mos comprobado, el arte no sólo se posiciona
ante esta situación, sino que adopta las estrategias pertinentes para situar en el terreno de
representación las dolencias olvidadas. En ambos casos, una de las principales intenciones es
alterar el proceso de signiicación y la construcción de metáforas que proporcionan unos imaginarios tremendamente disonantes a los ideales
que normativizan la ocupación y visibilidad en
los espacio públicos. Pero como indica Sontag
“no se ahuyenta a las metáforas con sólo abstenerse de usarlas. Hay que ponerlas en evidencia,
criticarlas, castigarlas, desgastarlas”49.
Es en este sentido en el que la sistematización aportada pretende servir de herramienta
para comprender los distintos posicionamientos
y estrategias usadas desde el lenguaje del arte.
Una clasiicación que nos ha ayudado a organizar y establecer patrones, aunque no deben de
entenderse de una manera rígida e impermeable. En el discurso artístico las fronteras siempre
son difusas y muchas de las prácticas se moverán
entre las distintas sistematizaciones generando
nuevas vías de interferencia que seguiremos estudiando.
Mientras, el discurso artístico seguirá intentado alterar las políticas culturales de representación de las enfermedades, generar un debate público sobre los procesos de construcción,
creando nuevas formas representativas que produzcan unos imaginarios más diversos y plurales.
Imaginarios disidentes que tomen postura ante
las narrativas que luyen de forma intencionada,
que desencadenen nuevas formas de relación
con las enfermedades y que inciten a la relexión
sobre las causas que llevan a su exclusión.
Politécnica de Valencia, Valencia, 1993,
p. 154.
2
R. Llamas (Comp.), Construyendo
sidentidades: Estudios desde el corazón de la pandemia, Siglo XXI, Madrid,
1995.
3
P. Treichler, How to have a theory
in an epidemic: Cultural chronicles of
AIDS, Duke University Press, London,
1999.
4
H. Lefebvre, Espacio y Política, Ediciones Península, Barcelona, 1976.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 247-254
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Estrategias artísticas en los procesos de signiicación de las enfermedades
5
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BAUKUNST: EL PENSAMIENTO ARQUITECTÓNICO DE
GOETHE
Data recepción: 2015/10/05
Alberto Rubio Garrido
Data aceptación: 2016/09/30
Universitat de València
Contacto autores: alberto.rubio@uv.es; joan.calduch@ua.es
Juan Calduch Cervera
Universitat d’Alacant
RESUMEN
En Italia se incrementó el interés de Goethe por la arquitectura. De vuelta, siguiendo a Winckelmann (Anmerkungen über die Baukunst der Alten, 1762), inició un pequeño tratado de arquitectura.
Está fechado en 1795 y se titula “Baukunst”. Es una carpeta de trece folios numerados, con hojas en
blanco y algunos dibujos apenas esbozados a lápiz que evidencian su carácter inacabado.
En cada hoja el texto ocupa medio folio a la derecha dejando libre la izquierda para los dibujos
correspondientes. La comparación entre texto y dibujos puede aportarnos una visión más completa
de la teoría arquitectónica de Goethe como contrapunto a sus críticas y comentarios analíticos o
descriptivos de los ediicios.
Palabras clave: Goethe, tratado, arquitectura
ABSTRACT
Goethe’s interest in architecture increased in Italy. On his return, and in following Winckelmann
(Anmerkungen über die Baukunst der Alten, 1762), he began a small treatise on architecture. Dated
1795 and entitled Baukunst, it comprises a folder of 13 numbered pages, some of them blank and
some of them containing very lightly sketched pencil drawings, which point out its uninished nature.
The text on each page occupies the right half, with the left side being left free for the corresponding drawings. Comparison of the text and drawings should provide us with a more complete
vision of Goethe’s architectural theory as a counterpoint to his criticism and analytical and descriptive
comments on the buildings he drew.
Keywords: Goethe, treatise, architecture
El interés de “aicionado culto”1 de Goethe
por la arquitectura se decantó deinitivamente por
el clasicismo de raíz palladiana tras su viaje a Italia
(1786-1788), superando su entusiasmo juvenil por
el gótico. Aunque en el texto del viaje publicado2
dejó entrever que ya entonces había asumido sus
limitaciones para la práctica de las artes plásticas,
lo cierto es que pudo interiorizar con plena conciencia esta carencia cuando preparaba su edición
treinta años después.3 La realidad parece conirmar esta hipótesis puesto que, en el transcurso de
su estancia en Italia y durante los años inmediatamente posteriores a su regreso, se despertó en él
un gran interés por el conocimiento y estudio de la
arquitectura yendo más allá de una mera curiosidad diletante.4 Sus ideas arquitectónicas, maduradas en esos años, las recogió en un escrito titulado
Baukunst que dejó inconcluso en 1795.5
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Alberto Rubio Garrido e Juan Calduch Cervera
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Baukunst: el pensamiento arquitectónico de Goethe
Este texto, con una estructura que recuerda
la de un pequeño tratado donde se combinan y
refuerzan mutuamente texto y dibujos,6 releja
las inluencias que tuvo durante su formación
arquitectónica. Junto a la visita, estudio y disfrute de las grandes obras antiguas y renacentistas
conocidas durante su viaje, se fueron perilando
y consolidando tres vías paralelas que conformaron su bagaje en estas cuestiones y que, inalmente, quedaron relejadas de alguna manera
en el escrito mencionado: en primer lugar, el
ejercicio del dibujo arquitectónico; en segundo
lugar, el conocimiento y dominio de las bases
teóricas de la arquitectura mediante el estudio
de textos, escritos y tratados; por último, el intercambio de ideas y el trato con arquitectos,
estudiosos, arqueólogos y otros teóricos y profesionales.
Profundizar, por una parte, en las inluencias
que Goethe fue incorporando a lo largo de su
formación en materia arquitectónica y, por otra,
en el contenido y referencias del texto –insistiendo en la comparación entre texto y dibujos–
puede aportarnos una visión más completa de
la teoría arquitectónica de Goethe como contrapunto a sus críticas y comentarios analíticos o
descriptivos de los ediicios.
La formación arquitectónica de Goethe.
Las bases de su aprendizaje
Como primera tarea, Goethe trató de conseguir el dominio del dibujo arquitectónico, lo
que implicaba el ejercicio de la perspectiva y el
aprendizaje de los sistemas gráicos especíicos.
Durante su estancia en Roma asistió a unas clases de dibujo dadas por el arquitecto Maximilian
von Vershaffelt7 de las que, el 11.08.1787, dice:
“He aprendido mucho, sobre todo en perspectiva.”8 Se conocen algunos ejercicios hechos en
esos momentos (III: 110; III: 111; III: 112; III: 113;
III: 115; III: 116; III: 117; III: 118)9 (Fig. 1) y otros
fechados en los años sucesivos mientras cavilaba
en torno a la idea del Baukunst (IVb: 33; Va: 114).
En algunos casos son evidentes cuáles fueron los modelos de los que se sirvió Goethe para
sus ejercicios en perspectiva y es posible evaluar
su nivel adquirido si comparamos, por ejemplo,
las láminas de Serlio con los dibujos correspondientes realizados por él (Figs. 2 y 3).
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Fig. 1. Johann W. Goethe, Zweipunktperspektive, junio 1787
(264x357 mm; lápiz, tiralíneas con tinta china y tinta roja). En
Femmel [1958] 1972, III: 113
Fig. 2. Johann W. Goethe, Portal in schwerer Rustika wie in:
S. Serlio, verano 1787 o ¿tras el viaje a Italia? (174x210 mm,
lápiz y tinta a pluma y pincel). En Femmel [1958] 1972, III: 105
Fig. 3. Sebastiano Serlio (1537-1551, IV: 9 anv.)
Además de los ejercicios de perspectivas,
Goethe realizó dibujos arquitectónicos hechos
generalmente a mano alzada, utilizando el sistema diédrico (plantas, alzados, secciones y detalles). De este modo, estas imágenes ponen de
maniiesto su carácter exclusivamente técnico.
Se conservan dibujos de este tipo hechos durante el viaje italiano y en los años posteriores representando basas, capiteles y detalles de columnas,
cornisas, molduras y otros elementos, frecuentemente extraídos de los tratados de Palladio, Scamozzi, Serlio, Galiani, etc.10 (II: 177 rs.; III: 66; III:
93; III: 94; III: 104; III: 105; IVb: 106; IVb: 112;
IVb: 118; IVb: 204; VIa: 158 rs.) (Fig. 4).
Fig. 4. Johann W. Goethe, Fensterrahmen in dorischer und
Compositordnung, 1795 (227x191 mm; lápiz, tinta y lavado).
En Femmel [1958] 1972, IVb: 108. Detalles de ventanas de la
Villa Valmarana de Palladio según el tratado de Scamozzi, donde Goethe indica (y en este orden): Comp. / Dor. Valmarana in
Villa / Dor. Chiericati
Paralelamente a estos dibujos especíicamente arquitectónicos en perspectiva o diédrico, hizo
también otros dibujos de panoramas y vistas con
temas arquitectónicos y ruinas (IVa: 2; IVa: 8; IVa:
9; IVa,:139; IVa: 140; IVb: 187), siguiendo, en
este caso, la tradición de los vedutisti como Giovanni Battista Piranesi (Goethe 1991, III: 1342),
Charles-Louis Clérisseau (Goethe 1991, III: 1149)
o Aart van der Neer (Goethe 1991, III: 1266) a
quienes menciona, entre otros (Fig. 5).
Sin embargo, no hay ejemplos de este tipo
de dibujos artísticos en el Baukunst. Todos son
dibujos arquitectónicos hechos con el sistema
diédrico, lo que demuestra que Goethe asignaba
a este escrito un incuestionable carácter teórico.
El conocimiento y estudio de los tratados
clásicos es el segundo cometido al que se apli-
Fig. 5. Johann W. Goethe, Dorischer Tempel an Meeresbucht,
c. 1790 (121x389 mm; cera y tinta acuarelada). En Femmel
[1958] 1972, IVa: 9
có Goethe en aquellos años. A principios de su
viaje, compró en Padua una edición entonces reciente del tratado de Palladio11 y, poco después
en Venecia, el Vitruvio de Galiani12 que era en
aquellos momentos la última versión, editada en
1758, del tratadista romano. Las láminas de este
tratado, cuidadosamente grabadas, rezuman un
tono palladiano abiertamente reconocido por su
autor, si bien pecan de una grandilocuencia deudora de las corrientes académicas del momento
alejada de la arquitectura del maestro vicentino.
También durante su estancia en Vicenza tuvo
ocasión de visitar “al anciano arquitecto [Ottavio
Bertotti] Scamozzi, que ha editado los ediicios
de Palladio”.13 Además, en la narración del viaje
son muchas las referencias a la obra, los escritos
y la arquitectura de Palladio mostrando su admiración y dejando constancia de su inluencia.14
Incluso el estudio del Vitruvio de Galiani lo canalizó a través de la interpretación de Palladio,
pues escribe: “Palladio, con sus palabras y obras,
con su manera de pensar y crear, me ha acercado a mí más el Vitruvio y me ha servido con él
de intérprete mejor de como pudiera hacerlo su
traducción italiana”.15 En deinitiva, el aprendizaje de Goethe a través de los principales tratados que utilizó, especialmente durante su viaje a
Italia, estaba fuertemente impregnado de palladianismo. En el Baukunst Goethe no sólo utilizó
ejemplos extraídos del tratado de Palladio, sino
que, como él y a diferencia de otros tratadistas
como Serlio, tampoco empleó nunca la perspectiva en los dibujos incluidos en el documento.
Pero a inales del siglo XVIII la teoría arquitectónica plasmada en los tratados de la tradición
renacentista había agotado su ciclo. Frente a la
voluntad totalizadora de estos libros que uniicaban la teoría y la práctica arquitectónicas, en ese
siglo se produce una escisión entre diferentes
disciplinas que conforman un pensamiento ar-
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Baukunst: el pensamiento arquitectónico de Goethe
quitectónico plural y disperso, troceado en facetas diversas, autónomas y no siempre coherentes
ni complementarias entre sí. Los levantamientos
de las ruinas con precisión cientíica, la reformulación de la historia del arte grecorromano,
el planteamiento estético del clasicismo desde
nuevas bases y la búsqueda de una teoría de las
artes ajena a cualquier vertiente pragmática, son
algunas de ellas. Se consolidaron, así, distintas
disciplinas como la historia, la arqueología y los
ensayos teóricos o ilosóicos abriendo la vía al
pensamiento arquitectónico moderno.16 Algunos autores y especialistas en estas materias tuvieron una inluencia relevante en la formación
del gusto por la arquitectura de Goethe tanto
durante su viaje a Italia como en los siguientes
años. Los más relevantes son: Johann Gottfried
Herder teólogo, ilósofo y crítico, que había entusiasmado al joven Goethe por el gótico y de
quien se distanció, sin embargo, años después;17
Aloys Hirt18 arqueólogo; grabadores, anticuarios,
teóricos del arte y dibujantes como Antonio Lafreri, Giovanni Paolo Lomazzo y Giovanni Pietro
Bellori;19 Johann Heinrich Meyer20 historiador;
pensadores y ilósofos como Immanuel Kant21 o
Gotthold Ephraim Lessing22 pero, sobre todo, el
gran teórico e historiador Johann Joachim Winckelmann,23 cuyas ideas fueron esenciales en su
interpretación del clasicismo y en su entusiasmo por la arquitectura griega. El contenido del
Baukunst de Goethe es, en gran medida, deudor
del escrito de Winckelmann Observaciones sobre la arquitectura de los antiguos (Anmerkungen über die Baukunst der Alten, 1762).
La vertiente complementaria al estudio de
tratados y escritos era el trato directo, las charlas
y los debates con arquitectos, artistas y pensadores que, durante su estancia en Italia, fueron casi
exclusivamente alemanes.24 En 1787 en Roma se
encontró con el arquitecto Johann August Arens.
Posteriormente, Goethe lo llamó a Weimar para
que interviniera en las obras de reconstrucción
del Schloss y en el proyecto y ejecución de la
Römische Haus coincidiendo con el momento
en que él mismo estaba redactando los primeros
borradores del Baukunst.25 También en Roma conoció al arquitecto Louis François Cassas cuyas
láminas despertaron en Goethe el interés por las
antigüedades de Palmira y Egipto.26 Así mismo
estuvo relacionado de manera directa y habitual
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con otros estudiosos como Karl Philipp Moritz27
y con pintores y dibujantes como Jacob Philipp
Hackert,28 Cristoph Heinrich Kniep29 y Johann
Heinrich Wilhelm Tischbein.30 Estos dos últimos
le acompañaron en varias etapas de su viaje ejecutando dibujos y levantamientos de ruinas y
ediicios. Si estas relaciones situaron a Goethe en
el ámbito del ejercicio artístico y los debates teóricos, sin embargo, para el conocimiento del trabajo profesional en el terreno de la construcción
y para el trato con los arquitectos y maestros volcados en la ejecución de las obras, jugaron una
especial relevancia los cargos desempeñados por
Goethe al servicio del Duque de Weimar31 en la
medida que le enfrentaban directamente con
los problemas cotidianos, tanto técnicos como
económicos y de gestión, que la ejecución de las
obras y las fábricas oiciales plantean.
Encontramos así un Goethe desdoblado en
dos intereses paralelos. Por un lado, los debates
y relexiones teóricas sobre las bellas artes y, en
concreto, la arquitectura. Y, por otro, las cuestiones habituales que surgen durante la construcción y la realización de las obras públicas y
los ediicios.32 Seguramente este conocimiento
práctico es lo que le hizo subrayar la diferencia
entre la construcción como proceso técnico sujeto a las vicisitudes propias de toda actividad
productiva, y la arquitectura entendida como
una práctica artística canalizada por las normas
y las reglas pertinentes. Una cuestión que queda relejada en su Baukunst. Esta disociación,
que nunca se la habría planteado un arquitecto
profesional como Palladio para quien la teoría
sólo se entiende como soporte y justiicación de
la práctica, es, quizás, una de las muestras más
elocuentes del carácter diletante que adoptó
Goethe en relación con la arquitectura y de la
orientación de su pensamiento y sus teorías.
Baukunst33
El documento es una carpeta de quince folios escritos y dibujados, en su caso, por ambas
caras. En cada página, el texto ocupa en vertical
la mitad derecha, dejando en blanco para los dibujos la parte vertical izquierda. En el documento hay columnas de texto interrumpidas, quedan páginas en blanco intercaladas y algunos
dibujos están apenas insinuados, lo que pone
en evidencia que, por una parte, es un trabajo
inacabado y que, por otra, tenía una extensión
y estructura ya concebida al quedar en blanco
las partes que, estando previstas y acotadas, no
fueron inalmente redactadas o dibujadas. Tanto
el escrito como los dibujos están hechos a tinta,
aunque algunos de ellos parecen esbozados a
lápiz previamente. Este aspecto es constatable
en aquellos que dejó sin repasar a tinta. Algunas iguras están sombreadas a la aguada. No se
aprecia en ningún caso el uso de instrumental de
apoyo: compás, regla, etc. Hay en total diecisiete
dibujos todos ellos ajustados a las convenciones
gráicas del sistema diédrico, al igual que en sus
dibujos arquitectónicos preparatorios que se conocen.
Tal y como nos ha llegado, el ensayo consta
de dos partes claramente diferenciadas.34 En la
primera, Goethe deduce una teoría de la arquitectura con un despliegue conceptual que, en la
segunda parte, quedará ilustrado con diferentes
ejemplos de la historia de la arquitectura acompañados de dibujos. Así como la primera –atendiendo a la manera en la que ocupa el espacio
del legajo– está concluida en su formulación
escrita, la segunda sólo nos ha llegado fragmentariamente. En ambos casos han quedado
espacios libres para nuevos dibujos, lo que no
implica necesariamente que esa fuera la intención de Goethe. Sólo en la segunda parte, dadas
las referencias escritas, puede aventurarse con
bastante verosimilitud que faltan dibujos de los
que, en algunos casos, se conocen borradores
previos (Fig. 6):
Fig. 6. Johann W. Goethe, Dorische Ordnung, c. 1795
(181x114 mm; lápiz, tinta con pluma y pincel). En Femmel
[1958] 1972, IVb: 104
En la línea de las relexiones modernas en torno a la estética del gusto, Goethe asume desde
el comienzo mismo de su ensayo que toda teoría
de las artes ha de “determinar en cada una de las
artes qué es digno de alabanza o de reproche”
con arreglo a “una norma de nuestros juicios”.35
Puede, en este sentido, establecerse ya una primera ruptura respecto de la tratadística clásica,
ocupada en el desarrollo de un corpus objetivo
del conocimiento arquitectónico, en tanto que
Goethe establece los criterios con arreglo a los
cuales se pueden juzgar las artes desde los paradigmas de la estética de la recepción.36
Si bien es cierto, como así apunta, que muchas de sus observaciones en el Baukunst son
extrapolables al conjunto de las artes, la singularidad de este texto radica en centrar la discusión en torno a las condiciones especíicas de
la arquitectura. De hecho, para Goethe, esta
especiicidad de la arquitectura recae en la imposición de un material previo37 y su ineludible
orientación hacia ines. La dialéctica entre ambos atraviesa todo el tratado y condiciona la forma arquitectónica. En concreto, la inalidad en la
arquitectura consta de tres niveles jerarquizados:
el in inmediato (la necesidad o lo útil), el in elevado (la harmonía sensual, de los sentidos) y el
in más elevado (la icción poética).38 Esta formulación teórica debe interpretarse en paralelo a
los ejemplos que le siguen en la segunda parte
del tratado, de suerte que no puede ser entendido lo uno sin lo otro. Conviene, pues, vincular
cada una de las inalidades de la arquitectura al
ejemplo o ejemplos correspondientes, saltando
alternativamente de la primera a la segunda parte del Baukunst y siguiendo la secuencia establecida por Goethe, desde los casos más toscos
hasta los más desarrollados.
La primera de las inalidades de la arquitectura, “la inmediata” [der nächste], atiende a lo
meramente necesario cuando se limita a cumplir
con las exigencias del material, o a lo útil cuando
con la asistencia de la técnica permite disponer
de un mayor número de soluciones posibles. Los
etruscos serían, en este sentido, un pueblo que
sólo alcanzaron a plasmar en sus construcciones
el in inmediato. Ello implica para Goethe que,
en rigor, sus obras no puedan considerarse arte.
Esboza para ilustrarlo una historia del desarrollo
de la fábrica desde el muro ciclópeo (opus incertum) al aparejo de sillares regulares (del opus
pseudisodomum al opus isodomum) con el apoyo de una serie de cuatro dibujos (Fig. 7 a y b).
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Baukunst: el pensamiento arquitectónico de Goethe
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quitectura. Al aumentar sus capacidades, el artista alcanza un nuevo grado de dominio sobre
el material.
Fig. 7 a y b. Johann W. Goethe, Antiker Steinverband, 1795
(folio: 342x211 mm, dibujo: 135x111 mm; lápiz, tinta con
pluma y folio: 342x211 mm, dibujo: 50x95 mm; lápiz, tinta
con pluma). En Femmel [1958] 1972, VIa: 153 y VIa 153 rs.,
respectivamente
El dibujo del opus incertum está rehecho a
partir del dibujo Zyklopenmauerwerk (149x201
mm, lápiz, lavado a sepia, Femmel [1958] 1972,
III: 025) fechado en 24.02.1787. Es de suponer
que se trata de los muros que tuvo ocasión de ver
de camino a Nápoles, entre Fondi y Sessa, última
estación de postas antes de llegar a la ciudad.39
Hay un segundo dibujo, Zyklopenmauerwerk
(opus reticulatum) (119x193 mm, lápiz, tinta
con pluma), del verano de 1787 (Femmel [1958]
1972, III: 099) que remite al mismo motivo.
Pero para que la arquitectura adquiera el
rango de arte, junto con la funcionalidad ha de
incorporar la “harmonía sensible”. A partir de
la forma original, fruto de la satisfacción del in
inmediato, la asunción de la belleza como criterio de valoración otorga un papel central a la
doctrina de la proporción. La síntesis entre la necesidad y la belleza permite dotar de carácter al
ediicio y alumbra la idea del tipo arquitectónico. Pero, ahora bien, dado que el carácter no es
mensurable, no puede ser reducido a relaciones
numéricas concretas pese a que las leyes de la
proporción intervengan. De ahí que la idea de
tipo arquitectónico, fundamento del carácter,
no se corresponda con una equiparación de las
proporciones entre diferentes ediicios concretos. Luego, si el in inmediato sirve, el in elevado [der höhere] puede considerarse como la
forma devenida idea o el símbolo estético de la
necesidad funcional. Por lo tanto, va más allá de
las exigencias materiales características de la ar-
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Un claro ejemplo de esta progresión hacia
el tipo lo constituye para Goethe la evolución
del crepidoma de los templos griegos antiguos.
Un aspecto que ya le había interesado durante
su visita a Segesta en Sicilia.40 A esta responde,
de hecho, el conjunto de la segunda parte del
Baukunst que lleva por título “Bases de los ediicios al completo”. La funcionalidad del acceso al
interior del templo condujo al desarrollo de peldaños continuos por todo su perímetro. Pero, al
proporcionarlos según las dimensiones totales del
ediicio, buscando la belleza, adquirían una altura
impracticable, lo que obligó, en consecuencia, a
añadir escalones intermedios en el frente principal
(Figs. 8 y 9).41
Este ejemplo demuestra para Goethe cómo
la harmonía de los sentidos en la proporción de
un ediicio está siempre unida a su originaria funcionalidad y, por tanto, no depende de añadidos
ornamentales. Por otra parte, a eso responde la
aparición de la moldura en voladizo de los escalones en época de Augusto. Según Goethe,
este ejemplo anticipa el podio romano in antis al
jerarquizar los lados del crepidoma, al potenciar
Fig. 9. Johann W. Goethe, Tempel
zu Segesta, 20.4.1787 (240x192
mm; tinta con pluma). En Femmel
[1958] 1972, VIa: 140 y GSA/w
2447
Fig. 8. Johann W. Goethe, Entwicklung des Krepidoma des antiken
Tempels, 1795 (folio: 342x211
mm, dibujo arriba: 100x95 mm,
abajo: 75x100 mm; lápiz, tinta con
pluma, lavado a sepia). En Femmel
[1958] 1972, VIa: 154
el frontal y eliminar los laterales. Se consolida,
así, por exigencias funcionales un nuevo tipo
arquitectónico que conlleva, a su vez, nuevos
desajustes que han de ser resueltos y que tiene
como horizonte la aparición de “las columnas
sobre pedestales totalmente independientes”.42
Con arreglo a su planteamiento progresivo,
el in más elevado [der höchste] sigue al elevado. Así como la belleza sensible se desarrolla a
partir de la funcionalidad, desde el in elevado
surgirá el in más elevado a través de pasos morfológicos intermedios. En este sentido, el caso
del templo de Asís, que Goethe estudió en su
primer viaje a Italia con gran entusiasmo, es sólo
un ejemplo transicional en apariencia (Figs. 10
y 11).43
Por necesidad (puesto que no se dispone
de apenas espacio para su desarrollo), la escalera penetra más allá de la línea de columnas. El
efecto es así semejante al de las columnas sobre
pedestales, cuando en realidad “están sobre el
suelo del pórtico, que tan sólo está quebrado
por la escalera”.44 Se dan, en cambio, ejemplos
en los que los pedestales aparecen aislados aun
cuando no hay escaleras, es decir, cuando no
están sometidos a la necesidad (contrariamente al caso de Asís). Para ilustrarlo, Goethe hace
Fig. 11. Andrea Palladio, Alzado
del templo de Minerva en Asís
(1570, IV: 105)
Fig. 10. Johann W. Goethe, Krepis
an der Frontseite des Antentempels, 1795 (folio: 342x211 mm,
dibujo: 160x80 mm; lápiz, tinta
con pluma, lavado a sepia). En
Femmel [1958] 1972, VIa: 154 rs.
mención de dos casos recogidos en los Quattro
libri dell’architettura. Si en la “Mazon Quaree” –
como lo llama Palladio–,45 los pedestales se componen como “proyecciones de las bases”, en el
Templete que recuerda al de Clitumno, por el
contrario, están las “bases maniiestamente divididas”.46 De este último ediicio, Goethe incluye
en su tratado una reproducción parcial (Figs. 12
y 13).47
Fig. 13. Johann W. Goethe,
Piedestalen, 1795 (folio:
342x211 mm, dibujo: 102x50
mm; lápiz, tinta con pluma,
Fig. 12. Andrea Palladio, Tem- lavado a sepia). En Femmel
plo de Clitumno (1570, IV: 100) [1958] 1972, VIa: 155
En la metamorfosis de la basa, el punto de
partida hacia la progresión del in más elevado
lo constituye el intento de establecer un tipo de
pedestal independiente con las basas divididas
partiendo del zócalo continuo. Tras estas diversas fases transicionales en época clásica, fue Palladio quien pudo potenciar el carácter de sus
construcciones y aumentar la diversiicación de
las soluciones, alcanzando así su forma más evolucionada. Si bien es cierto que en la mayoría de
sus ediicios Palladio apenas superó la concepción de los pedestales como proyecciones de las
bases (tal y como recoge en el primero de los
siguientes dibujos), hay un ejemplo de pedestal
independiente para Goethe, aunque sólo sea
“como prolongación ideal de la basa” (Fig. 14).48
No en vano, la segunda imagen representa
la columnata de una villa –posiblemente la Villa Thiene (Palladio 1570, II: 64)–, donde “tuvo
mayor libertad” en comparación a sus ediicios
urbanos. Este matiz es de crucial importancia a
la hora de evaluar el in más elevado. El arquitecto deja de lado las exigencias de la necesidad
y se eleva a un estatus de libertad que puede
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Alberto Rubio Garrido e Juan Calduch Cervera
Baukunst: el pensamiento arquitectónico de Goethe
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Baukunst: el pensamiento arquitectónico de Goethe
Fig. 14. Johann W. Goethe,
freistehende
Piedestale,
1795 (folio: 342x211 mm,
dibujo: 60x105 mm; lápiz,
tinta con pluma, lavado a
sepia). En Femmel [1958]
1972, VIa: 155 rs.
alumbrar la “icción poética” en la arquitectura,
aspiración última de este arte.49 “En este punto
nadie ha superado a Palladio, se ha movido en
esta profesión con plena libertad”,50 reconoce
Goethe.
Así como el artesano cumple con el in inmediato de la utilidad y es necesario un artista
para hacer de un ediicio una obra de arte para
los sentidos, es necesario un genio para que esta
alcance valores poéticos. Pero surgen así mismo
sus límites, como hemos podido comprobar, y
como ilustra (aunque eso sea sólo una hipótesis) en los siguientes ejemplos gráicos que, al
dejarse inacabado el documento, quedaron sin
comentarios explicativos (Fig. 15 a y b).
Son: un pórtico de columnas con una escalera frontal que recuerda al tipo in antis, un
pedestal y columna sin basa, un alzado de fachada con columnas frontales sobre un zócalo
continuo (sólo interrumpido por la puerta de acceso, que remite, de nuevo, a modelos palladianos), una balaustrada y un zócalo perilado con
abertura para ventana. Todos ellos son ejemplos
para Goethe de la multiplicidad de maneras de
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Fig. 15 a y b. Johann W. Goethe, a) Säulenportikus mit vorgelegter Treppe (70x104 mm), b) Piedestale und basisloser Säule
(40x15 mm), c) Fassadenaufriß mit Säulenfront, die Säulen auf
durchlaufendem Sockel (60x55 mm), d) Balautradeund zwei
Fensterumrahmungen (50x70 mm) (folio: 342x211 mm, lápiz,
tinta con pluma, lavado a sepia); Niederer proilierter Sockel
mit Fensteröffnung (folio: 342x211 mm, dibujo: 15x55 mm;
lápiz, tinta con pluma, lavado a sepia), 1795. En Femmel
[1958] 1972, VIa: 156 y 156 rs. respectivamente
abordar la exigencia de la “icción poética”. Se
trata, en deinitiva, del surgimiento de nuevas
formas de lenguaje arquitectónico mediante la
transferencia de un tipo a otro, a través de la
imitación. Aquí, los sentidos son meros intermediarios entre el objeto y el intelecto del espectador. Sólo en un nivel espiritual alcanzado gracias
a una determinada formación puede tener lugar
un juicio estético mejorado, alcanzándose así la
“sobresatisfacción del sentido” gracias a la “icción poética” en la arquitectura.51
Conclusiones
Este escrito de Goethe sobre la arquitectura
se hace eco de dos cuestiones que centraron de
un modo especial, en aquellas mismas fechas,
su interés y sus investigaciones. Por un lado, la
búsqueda de la planta original [Urplanze] que
sería el origen de toda la lora y que es sustancial en su pensamiento cientíico.52 Por otro, y en
sintonía con esa búsqueda, la tesis de la morfología, entendida como la formación y modiicación de las plantas mediante metamorfosis
por causas diversas. Una idea aplicable también
por extensión a la forma y transformación de
cualquier organismo.53 Dos conceptos teóricos,
con proyección a otras esferas de conocimiento
muy diversas, surgen de estas investigaciones. El
primero, la convicción de que existe un tipo original a partir del cual, en segundo lugar, por procesos de metamorfosis vinculados a cuestiones
morfológicas surgen todas las demás variantes
posteriores.
de Goethe, bajo el inlujo de los escritos históricos y teóricos de los que se nutre, sufre una
deriva que le aleja de esos objetivos didácticos y
pragmáticos propios de los tratados, sin posibilidad de convertirse en una herramienta de formación para el ejercicio de la arquitectura. Aunque, por otro lado, sigue remitiéndose a aquellos
modelos en la medida que su desarrollo implica
la interrelación entre los dibujos y los textos que
los acompañan. Goethe tiene como referencia
en la estructura y ordenación de su obra los
tratados que le habían servido para estudiar la
arquitectura, pero su in ya no es didáctico sino
que estaba a otro nivel: se trataba de justiicar
la trascendencia del clasicismo como origen de
la arquitectura.
El relejo de estas ideas en el campo de la
teoría arquitectónica alora en el Baukunst,
tanto en el borrador inal como en los esbozos
anteriores. Por un lado, el orden dórico griego
o antiguo [Altes] como lo denomina Goethe,
surgido en su opinión de las primitivas construcciones de madera54 que remitirían directamente
a la naturaleza, sería el origen indiscutible de la
arquitectura. Pero ese orden evolucionó por diversas circunstancias dando origen a un proceso
de metamorfosis del que surgieron los otros órdenes griegos.
En resumen, distintos intereses se bifurcan en la concreción del contenido del escrito
Baukunst de Goethe. Por un lado el documento
asume de manera implícita el modelo de los tratados de tradición renacentista pero, a diferencia
de ellos no está orientado a la práctica profesional aportando modelos y soluciones proyectuales, sino que busca, de manera prioritaria, una
explicación racional al origen de la arquitectura
clásica y la transformación de los órdenes. En
este sistema teórico los dibujos arquitectónicos
juegan un papel central, hasta el punto que pueden entenderse como medio de conocimiento y
no sólo como meras ilustraciones. En este sentido, texto y dibujos tienen un valor similar al que
desempeñaron en los tratados arquitectónicos
renacentistas.
Frente a la redacción de un tratado convencional, destinado al conocimiento y aprendizaje
de la arquitectura, donde los textos remiten y
explican los dibujos, los cuales son modelos susceptibles de ser utilizados en las obras, el escrito
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Baukunst: el pensamiento arquitectónico de Goethe
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NOTAS
Según Kristeller (1986) fue l’Abbé
Batteux (Rélexions critiques sur la poésie
et sur la peinture, 1719) quien se reirió
por primera vez al aicionado culto [connaisseur] como germen del crítico de arte.
Goethe era consciente de las diferentes
posturas entre lo que llama el aicionado vulgar, el aicionado culto y el artista
profesional. Escribe que el aicionado
vulgar “trata a la obra de arte como un
objeto con el que se topa en la plaza del
mercado.” (J. W. Goethe, Escritos de arte,
Miguel Salmerón (trad., int. y n.), Síntesis,
Madrid, 1999, p. 126) y sólo le exige que
“parezca natural para así poder disfrutar
de ella de una forma natural y a menudo
tosca y vulgar” (ibíd., p. 125). Frente a esa
postura “el auténtico aicionado [wahre
Liebhaber] no sólo ve la verdad de la imitación, sino la excelencia de la selección
y lo ingenioso de la composición” (ibíd.,
p. 126). Es, pues, el conocimiento de las
normas y leyes del arte que el artista ha
sabido imprimir en su obra, lo que puede
elevar “al llamado aicionado, el único
auténtico público del artista, hasta el espíritu del artista” (ibíd., p. 47). Sobre su
aversión por el simple aicionado escribió:
“¡Oh, y qué felices me parecen los mirones! Se imaginan muy cucos y encuentran
lo que quieren. Otro tanto les ocurre a los
aicionados, a los entendidos. No puedes
creer lo desahogados que son, en tanto el
buen artista apenas si se atreve a opinar.
Pero yo he acabado también, desde hace
poco por sentir tal empacho de los juicios
de aquellos individuos que no practican
el arte, que no sabría expresarlo.” J. W.
Goethe, Obras completas (IV vols.), Rafael
Cansinos Assens (trad.), Aguilar, México
D.F., 1991, vol. III, p. 1383.
1
2
El texto vio la luz en 1816 y 1817
pero su versión deinitiva que incluye la
segunda estancia en Roma con el título
Italienische Reise. Auch ich in Arkadien!
(Viajes italianos. ¡Yo también en Arcadia!) es de 1829.
Es posible rastrear esa deriva en
sus escritos. El 8.10.1786 escribe: “Sólo
deploro lo retrasado que estoy en estos
conocimientos, aunque ya adelantaré, pues, cuando menos, conozco el
camino. Palladio hámelo abierto” (J.
W. Goethe, Obras completas (IV vols.),
Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar,
México D.F., 1991, vol. III, p. 1093) y
más adelante dice con cierta satisfac3
ción: “he empezado a cultivar más seriamente la arquitectura, y todo se me
hace sorprendentemente fácil (es decir,
la idea, pues la práctica requiere toda la
vida).” (ibíd., vol. III, p. 1282). Sin embargo, posteriormente, en una carta
fechada en Roma (6.2.1788) escribe:
“Para el arte plástico soy ya harto viejo, siendo igual que chapucee más o
menos.”(ibíd., vol. III, p. 1383).
4
Desde el Renacimiento el conocimiento y la práctica diletante de alguna
de las artes, por puro disfrute, era una
cualidad que debían poseer las personas
cultas, como indica Castiglione (El Cortesano, caps. X-XI, Venecia, 1528). A diferencia del aicionado [amateur] que sólo
disfruta del arte contemplándolo, el diletante lo ejercita aunque sin voluntad de
dedicarse a él profesionalmente como el
artista. El diletantismo es posible cuando
la práctica artística no implica una técnica
compleja ni el manejo de herramientas
especiales que reclaman maestría y habilidad. Por eso, la música, la literatura o el
dibujo son las artes más cultivadas por los
diletantes. Por el contrario resulta inviable
cuando, como en la arquitectura, la construcción de un ediicio supone el dominio
de técnicas especíicas, grandes entramados y la coordinación, colaboración y
control de muchos oicios y obreros distintos. Un arquitecto diletante no pasa de
ser, a lo sumo, un proyectista aicionado
culto y se tiene que apoyar en profesionales cuando quiere levantar sus proyectos
o ideas. Goethe mantuvo al respecto una
postura ambigua. Por una parte, criticó el
diletantismo, por ejemplo, en un texto redactado con Schiller (“Über den Dilettantismus”, 1799) o cuando escribe: “Causa
del «diletantismo»: huida de la manera,
desconocimiento del método, empeño
loco por querer producir siempre precisamente lo imposible, que requiere la más
alta escuela para poder siquiera aproximársele” (J. W. Goethe, Obras completas
(IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.),
Aguilar, México D.F., 1991, vol. I, p. 442).
Pero, por otra, se muestra comprensivo
para quien lo practica, como cuando escribe: “Ocuparse de lo que sólo se sabe a
medias es una sensación tan placentera,
que nadie debería reprender al diletante
por aplicarse a un arte que nunca llegará a aprender” (J. Arnaldo (ed.), Johann
Wolfgang von Goethe. Paisajes, Círculo
de Bellas Artes, Madrid, 2008, p. 23). Y
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en este mismo sentido, durante su viaje a Italia, el 17.2.1787 reiriéndose a sí
mismo dice: “entender las cosas rápidamente es de por sí cualidad del espíritu;
pero para hacer bien algo es menester
la práctica de toda la vida. / Y, sin embargo, no debe el aicionado arredrarse,
por poco que se esfuerce. [ ] Solo que no
debemos equipararnos a los artistas, sino
proceder a nuestro modo.” J. W. Goethe,
Obras completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar, México D.F.,
1991, vol.III: 1152.
5
Weimar, Goethe- und SchillerArchiv, GSA 25/W 3606.
6
Según Choay (La regola e il modelo. Sulla teoria dell’architettura e
dell’urbanistica, Oficina Edizioni, Roma,
[1980] 1986: 248) lo especíico de los
tratados de arquitectura desde el Renacimiento es que el texto remite siempre
a la imagen a la que está subordinado.
7
Escribe: “Inauguró Verschaffelt
un curso de Perspectiva, y allí nos reuníamos por las tardes numerosa concurrencia, que escuchaba sus lecciones y
en seguida las llevaba a la práctica. Lo
mejor de todo aquello era que aprendíamos allí lo preciso, pero no demasiado.”
J. W. Goethe, Obras completas (IV vols.),
Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar,
México D.F., 1991, vol. III, p. 1301.
8
J. W. Goethe, Obras completas
(IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.),
Aguilar, México D.F., 1991, vol. III, p.
1294.
9
Las referencias a estos dibujos corresponden con la clasiicación y numeración establecida en G. Femmel (ed.),
Corpus der Goethezeichnungen (10
Tomos), Veb. E. A. Seemann, Buch und
Kunstverlag, Leipzig, [1958] 1972.
10
Años después Goethe tuvo conocimiento del trabajo de Durand y es posible que tuviera noticias de la geometría
descriptiva sistematizada por Gaspard
Monge.
11
El ejemplar adquirido no era de
la edición original que había visto en
Vicenza sino “un facsímil en cobre debido a un hombre excelente, Smith, el
antiguo cónsul inglés en Venecia” (J.
W. Goethe, Obras completas (IV vols.),
Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar,
México D.F., 1991, vol. III, p. 1074).
12
Escribe: “Como Palladio todo
lo reiere a Vitruvio, me he procurado
también la edición de Galiani” (J. W.
Goethe, Obras completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar,
México D.F., 1991, vol. III, p. 1100). El
texto es bilingüe latín/italiano y está profusamente ilustrado.
13
J. W. Goethe, Obras completas
(IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.),
Aguilar, México D.F., 1991, vol. III, p.
1071.
14
Goethe cita a Palladio veinte veces en su Viajes… y en sus escritos posteriores vuelve a él con asiduidad. Para
la relación entre ambos véase: D. Lowe y
S. Sharp, Goethe & Palladio, Lindisfarne
Books, Great Barrington, 2005.
15
J. W. Goethe, Obras completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens
(trad.), Aguilar, México D.F., 1991, vol.
III, p. 1100. Sorprende, por otra parte,
que Goethe no mencione el Vitruvio de
Barbaro, ilustrado por Palladio, en ninguna de sus ediciones (1556 y 1567).
Tampoco habla del tratado de Vignola
del que tenía un ejemplar, pese a ser el
tratado más publicado de toda la historia. Es cierto que, a inales del s. XVIII,
era menospreciado por los estudiosos
y académicos al ser fundamentalmente
un catálogo de soluciones formales sin
apoyo discursivo o teórico. Sí que conocía el Cours d’Architecture de François
Blondel (1675), que citó en 1823 en el
texto “Sobre la arquitectura alemana” (J.
W. Goethe, Obras completas (IV vols.),
Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar,
México D.F., 1991, vol. III, pp. 10001003).
16
Véase: S. Marchán Fiz, La disolución del clasicismo y la construcción de
lo moderno, Ediciones Universidad de
Salamanca, Salamanca, [2010] 2012 y R.
Assunto, La antigüedad como futuro. Estudios sobre la estética del neoclasicismo
europeo, Visor, Madrid, [1973] 1990.
17
Durante su viaje a Italia, Goethe
mantuvo con él una frecuente correspondencia. En una carta que le envió
desde Nápoles (15.5.1787) le dice: “Te
doy mil gracias por cuanto de grato y
bueno hallas en mis escritos; siempre
desee hacer algo mejor por darte gusto.
De igual manera, todo cuanto de tu pluma viene a mis manos, sea donde fuere,
tiene que serme muy grato, pues somos
tan aines en nuestras respectivas maneras de pensar cómo es posible serlo sin
ser una misma persona” (J. W. Goethe,
Obras completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar, México D.F.,
1991, vol. III, p. 1253).
Goethe lo trató en Roma donde el arqueólogo le sirvió de cicerone.
Reiriéndose a él escribe: “Su principal
estudio era la arquitectura. También
tocante a lo bello solía discrepar con
frecuencia nuestro amigo de los demás
artistas, pues cifraba el fundamento de
la belleza, tesis a la que otros asentían
en cuanto estaban convencidos de que
realmente debía estar lo característico
en la raíz de toda obra artística, pero
sostenían que el modo de tratarlo había de iarse al sentido de la belleza y
al buen gusto, en que son los llamados a representar todo carácter, así en
su proporción como en su gracia.” (J.
W. Goethe, Obras completas (IV vols.),
Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar,
México D.F., 1991, vol. III, p. 1335).
18
19
Goethe cita: “el Speculum romanæ magniicentiæ [de Antonio Lafreri, Roma, 1575], las Arquitecturas de
Lomazzo [Trattato dell’arte della Pittura,
Scultura ed Architettura, Milán 1585],
así como también las más modernas
Admiranda Romanæ [Admiranda Romæ
antiquæ vestigia, de Bellori, Roma
1693] y demás obras por el estilo.” (J.
W. Goethe, Obras completas (IV vols.),
Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar,
México D.F., 1991, vol. III, p. 1332).
20
Según Goethe, Meyer, “Seguía
él tranquilamente el camino abierto por
Winckelmann y Mengs” (J. W. Goethe,
Obras completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar, México D.F.,
1991, vol. III, p. 1332). Coincidió con él
en Roma donde entablaron una profunda amistad. Y reiriéndose a sus primeros encuentros escribe el día 15.12.1787
en Roma: “Él ha sido el primero en abrirme los ojos para el detalle y las peculiaridades de las formas aisladas e iniciándome en el verdadero oicio” (ibíd., vol.
III, p. 1338).
21
El día 12.5.1827 Eckermann escribió: “Le pregunté a Goethe cuál de
los ilósofos modernos le parecía mejor. / - Kant –respondióme–, sin la menor duda. Kant es también el ilósofo
cuya doctrina se ha acreditado de más
fecunda y la que más hondo ha arraigado en nuestra cultura alemana.” (J.
W. Goethe, Obras completas (IV vols.),
Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar,
México D.F., 1991, vol. III, p. 129).
22
Años más tarde, el 12.5.1825
Eckermann comentaba: “Goethe coniesa agradecido lo que les debe a Lessing, Winckelmann, Kant y Schiller, los
hermanos Humboldt y los Schlegel” (J.
W. Goethe, Obras completas (IV vols.),
Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar,
México D.F., 1991, vol. III, p. 339).
23
Ya durante el viaje a Italia,
Goethe hace continuas referencias a
Winckelmann, a sus obras y cartas desde Italia, etc. y señala el papel relevante
que tuvo en la educación de su pensamiento y gusto. Escribe, por ejemplo, el
28.1.1787, hablando de Roma: “En primer lugar, ante la enorme y, sin embargo, ruinosa riqueza de esta ciudad, vese
uno obligado, a vista de cada objeto artístico, a preguntar de qué época data,
Winckelmann nos exhorta apremiantemente a distinguir las épocas, reconocer
los diversos estilos” (J. W. Goethe, Obras
completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar, México D.F., 1991,
vol. III, p. 1148). En 1805 promovió una
publicación en homenaje suyo titulada
Winckelmann y su siglo.
24
El 2.1.1787 Goethe escribe en
Roma: “pues ahora consagro mi atención a arquitectos, escultores y pintores
y aprenderé también a orientarme en
ese terreno.” (J. W. Goethe, Obras completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens
(trad.), Aguilar, México D.F., 1991, vol.
III, p. 1139).
25
La redacción del Baukunst se dilató a lo largo de varios meses. Se tiene
constancia documental de dos borradores previos: el primero del 29.10.1795
y el segundo del 5.11.1795. Goethe
trabajó en el Baukunst al menos hasta
el 25.01.1796, cuando irónicamente le
dice a Meyer que renuncia a terminarlo
(J. W. Goethe, Briefe, Tagebücher, Gespräche, Digitale Bibliothek, Berlín, 2004,
vol. 10, p. 5442). Además, un ensayo
previo titulado “Baukunst” se publicó
en Der Teutsche Merkur en octubre de
1788.
26
Tras ponderar los dibujos de
Cassas y dar una relación de los vistos,
Goethe concluye: “Dibujando y pintando con el mismo buen gusto de Cassas,
habría suscitado dondequiera entusias-
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Baukunst: el pensamiento arquitectónico de Goethe
Alberto Rubio Garrido e Juan Calduch Cervera
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Baukunst: el pensamiento arquitectónico de Goethe
mo.” (J. W. Goethe, Obras completas
(IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.),
Aguilar, México D.F., 1991, vol. III, p.
1308).
27
Durante su viaje a Italia Moritz
conoció a Goethe y, a partir de este encuentro, desarrolló su ilosofía artística.
El 18.8.1787 en Roma, Goethe escribe:
“Moritz estudia ahora las antigüedades
y piensa humanizarlas y limpiarlas de
toda la polilla libresca y polvo escolar
para uso de los jóvenes y de cuantos
piensan“ (J. W. Goethe, Obras completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens
(trad.), Aguilar, México D.F., 1991, vol.
III, p. 1295). Goethe incluye en su libro
parte del escrito de Moritz “Sobre la
imitación plástica de lo bello” de 1788
diciendo que el referido folleto “había
surgido como fruto de nuestros diálogos, que Moritz luego aprovechara y
moldeara a su manera.” (J. W. Goethe,
Obras completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar, México D.F.,
1991, vol. III, pp. 1395-1400).
28
Conoció a este pintor paisajista
en Nápoles. Estando en Caserta, Goethe
cuenta que Hackert: “Con su habitual y
rotunda franqueza díjome: «Usted tiene
disposiciones, pero no puede sacar partido de ellas. Quédese conmigo dieciocho meses y producirá algo que le llenará de alegría a usted y a los demás» ¿No
es este un tema sobre el que a todos
los aicionados se les debería estar predicando eternamente?” (J. W. Goethe,
Obras completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar, México D.F.,
1991, vol. III, p. 1175).
29
Reiriéndose a Kniep el 23.3.1787
en Nápoles anota Goethe: “Estuvimos
juntos en Pestum, donde tanto al ir
como al venir mostróse sumamente activo con el lápiz. […] De hoy en adelante
viviremos y viajaremos juntos, sin que
tenga él que preocuparse de otra cosa
sino de dibujar” (J. W. Goethe, Obras
completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar, México D.F., 1991,
vol. III, p. 1183).
30
Goethe el 20.11.1786 en Roma
escribe: “es muy digna de aplauso la
idea de Tischbein de que poeta y pintor deberían laborar al consuno, a in de
formar desde el principio una unidad”.
Y más adelante dice: “Hacer este viaje
con Tischbein, que tiene una visión tan
magníica así de la Naturaleza como
del Arte, es para mí de suma importancia” (J. W. Goethe, Obras completas (IV
vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.),
Aguilar, México D.F., 1991, vol. III, pp.
1128, 1154).
31
Según Rafael Cansinos al poco
de incorporarse Goethe a la corte de
Weimar, en 1776 el Duque lo nombró
director del teatro de la Corte; en 1777,
presidente de la Comisión de Arquitectura para la reconstrucción del castillo ducal que se había incendiado el 6.5.1774;
en 1779, director de los departamentos
de la Guerra y de Puentes y Caminos; y,
inalmente, en 1782, director de la Hacienda. Cansinos, “Biografía de Goethe”
(J. W. Goethe, Obras completas (IV vols.),
Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar,
México D.F., 1991, vol. I, p. 93).
32
En este aspecto resulta elocuente
la anécdota que el 15.3.1830 le cuenta
Goethe a Eckermann sobre los problemas de humedades en la biblioteca de
Jena, su enfrentamiento con el ayuntamiento y el modo en que lo afrontó (J.
W. Goethe, Obras completas (IV vols.),
Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar,
México D.F., 1991, vol. III, p. 367).
33
En lo que sigue, al citar el
Baukunst utilizaremos una traducción al
español inédita de Alberto Rubio Garrido a partir del original del Goethe- und
Schiller-Archiv (GSA 25/W 3606) respetando su paginación.
34
El texto se divide en varios apartados o capítulos aunque sólo se desarrollan los dos primeros: “Baukunst” (del
folio 2 anverso al 7 anverso) y “Basen
ganzer Gebäude” (del folio 8 al 10 anverso donde se interrumpe el texto y los
dibujos a lápiz están inacabados). En el
folio 12 anverso se recoge un listado con
varios apartados y subapartados de capiteles, fustes y basas, según los órdenes
(dórico, jónico y corintio) diferenciando
entre antiguos y nuevos.
35
J. W. Goethe, Baukunst, 1795.
Goethe- und Schiller-Archiv (GSA 25/W
3606), p. 3.
36
La diferenciación entre una estética de la producción con una de recepción sintoniza con las teorías de Karl
Phillipp Moritz de Sobre la imitación
plástica de lo bello antes citada.
37
Con “material” Goethe apunta
fundamentalmente a los requerimientos
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físico-mecánicos de las diferentes materias primas de la arquitectura. Se reiere,
por tanto, a la resistencia, la durabilidad,
el comportamiento mecánico de la madera, de la piedra... Recae en el material
un postulado negativo, según el cual
este se resiste a dar pie a nuevas formas
arquitectónicas si no es por medio de
“los conocimientos técnicos y la perspicacia” (J. W. Goethe, Baukunst, 1795.
Goethe- und Schiller-Archiv (GSA 25/W
3606), p. 4).
38
Esta triada recuerda inevitablemente a aquella establecida por Vitruvio. La irmitas podría así entenderse
como el in inmediato de la arquitectura, la utilitas como el elevado y, por último, la venustas como el más elevado.
En ello coinciden diversos especialistas.
Véase: J. Cage, Goethe on Art, Scolar
Press, Londres, 1980, p. 199, Salmerón
en J. W. Goethe, Escritos de arte, Miguel Salmerón (trad., int. y n.), Síntesis,
Madrid, 1999, p. 77, J. Bisky, Poesie
der Baukunst. Architekturästhetik von
Winckelmann bis Boisserèe, Hermann
Böhlaus Nachfolger, Weimar, 2000,
p. 72 y E. Forssman, „Von deutscher
Baukunst. Goethe und Schinkel“ en R.
Wegner (ed.), Deutsche Baukunst um
1800, Böhlau Verlag, Colonia, 2000,
pp. 7-25. No obstante, como se verá en
adelante, pese a la herencia de la tríada
vitruviana, el contenido de la teoría de
la arquitectura de Goethe se aleja de
la tradición y se situaría en la órbita de
la “sinnlichen Harmonie”, la armonía
de los sentidos (H. von Einem, Goethe.
Studien, Wilhelm Fink Verlag, Múnich,
1972, p. 103).
39
Así se reiere en la correspondiente entrada de sus Viajes…: “Algunos
muros de antiguos ediicios, de una labor en forma de red, hubieron de causar
nuestro asombro” (J. W. Goethe, Obras
completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar, México D.F., 1991,
vol. III, p. 1158).
40
En relación con esta cuestión
Goethe, durante su visita a Segesta realizó un dibujo en su cuaderno (Goetheund Schiller-Archiv, GSA/w 2447) y escribió en su Viajes…: “Hasta qué punto
habían de tener zócalo las columnas
resulta difícil de precisarlo ni darlo a
entender con claridad sin un diseño.
Tan pronto parece que las columnas se
alzasen sobre la cuarta grada, debiendo
entonces haber otra que descendiese
hacia el interior del templo, tan pronto
aparece dividida la grada superior, pareciendo como si las columnas tuvieran
basamento, o vuelven a estar colmados
estos espacios intermedios, encontrándonos entonces en el primer caso.” (J.
W. Goethe, Obras completas (IV vols.),
Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar,
México D.F., 1991, vol. III, p. 1217).
Este mismo ejemplo lo aporta
Winckelmann que, al hablar de las gradas de los templos de Paestum dice:
“Tienen tres palmos romanos de altura
por dos palmos y tres cuartos de anchura, de manera que son bastante incómodas para subir por ellas, cosa que no se
puede hacer sino con gran diicultad” y,
a continuación, generaliza esta opinión
a todo tipo de gradas: “Las gradas que
rodean el templo de Júpiter Olímpico de
Agrigento tienen también esta altura, y
las del templo de Teseo, en Atenas, no
parece que fueran más bajas. Estas gradas alrededor de los templos eran difíciles de subir” (J. J. Winckelmann, Historia
del arte en la antigüedad seguida de Observaciones sobre la arquitectura de los
antiguos, Manuel Tamayo Benito (intr.
y trad.), Aguilar, Madrid, [1764, 1762]
1989, p. 552).
41
42
J. W. Goethe, Baukunst, 1795.
Goethe- und Schiller-Archiv (GSA 25/W
3606), p. 17.
Escribe en la entrada del 25 de
octubre de sus Viajes…: “Los pies de
las columnas y las planchas que llevan
debajo parecen descansar sobre pedestales, pero sólo lo parecen, [pues los pedestales son en realidad zócalos cortados], y en cada uno de esos cortes suben
cinco peldaños por entre las columnas.
[...] No es posible precisar el número de
peldaños que aún quedarán por debajo
[del actual pavimento], pues, salvo unos
pocos, todos los demás están soterrados
y enlosados.” Y comenta: “Palladio, en
quien tenía yo conianza ciega, da, es
cierto, la imagen de este templo, pero
no es posible que lo hubiera visto con
sus propios ojos, ya que pone pedestales
encima de las supericies, con lo que las
columnas resultan desmedidamente altas, engendrándose de ahí un feo monstruo palmiriano, siendo así que en realidad ofrece a la vista un aspecto sereno,
simpático, que por igual satisface a los
ojos y al intelecto.” (J. W. Goethe, Obras
43
completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar, México D.F., 1991,
vol. III, pp. 1113-1114). Entre corchetes
se resalta aquello modiicado de la traducción original de Salmerón.
44
J. W. Goethe, Baukunst, 1795.
Goethe- und Schiller-Archiv (GSA 25/W
3606), p. 17. Esta interpretación se aleja
de la propuesta por Palladio (1570, IV:
103-105) hasta el punto que Goethe
llega a acusarle de “haber dibujado el
templo sólo de oídas, como puede convencer la comparación de su Lib. IV, Cap.
26. y los Monumenti antiqui inediti del
1786 Fol. 20” (J. W. Goethe, Baukunst,
1795. Goethe- und Schiller-Archiv (GSA
25/W 3606), p. 17). Además del tratado palladiano nombrado, según Ugo,
Goethe ”conocía bien el texto, Le fabbriche e i disegni di Andrea Palladio
raccolti ed illustrati da Ottavio Bertotti
Scamozzi, con la traducción francesa,
Vicenza, F.Modena, 1176-1784, en cuatro volúmenes.” Y se está reiriendo, así
mismo, al libro ”I monumenti antichi
ineditii ovvero Notizie sulle anctichità
e belli arti di Roma per l’Anno 1786,
que había aparecido a cargo del Abate Giuseppe Guattani” (J. W. Goethe
Baukunst. Dal Gotico al Classico negli
scritti sull’architettura, Vittorio Ugo
(ed.), Medina Mediterranea Editrice in
Architettura, Palermo, 1994, p. 60, nota
33).
Se trata de la Maison Carrée, Palladio (1570, IV: 111-114). El número del
capítulo es el XXVIII y no el 29 como dice
Goethe.
45
46
J. W. Goethe, Baukunst, 1795.
Goethe- und Schiller-Archiv (GSA 25/W
3606), p. 17.
47
En relación con el templo de Asís
y el templete de Clitumno véase: A. Ghisetti Giavarina, “Palladio e le antichità
dell’Umbria”, Annali di architettura. Rivista del Centro Internazionale di Studi
di Architettura Andrea Palladio di Vicenza, 2006-2007.
48
J. W. Goethe, Baukunst, 1795.
Goethe- und Schiller-Archiv (GSA 25/W
3606), p. 18.
49
Goethe está inluido en este punto por la concepción de Schiller de la
“libertad en la apariencia”. De hecho,
es importante reseñar aquí que Schiller
constituyó, junto con Meyer, un interlocutor privilegiado en la gestación del
Baukunst (J. W. Goethe, Briefe, Tagebücher, Gespräche, Digitale Bibliothek,
Berlín, 2004, vol. 10, pp. 2808 y ss.).
50
J. W. Goethe, Baukunst, 1795.
Goethe- und Schiller-Archiv (GSA 25/W
3606), p. 12.
51
En el folio 23 se da una relación
que parece el índice de los apartados por
desarrollar que quedaron pendientes.
52
El 17.4.1787 en el jardín botánico de Palermo Goethe intuyó esta teoría. Escribe: “si no podría yo descubrir
entre aquel tropel de plantas la planta
primitiva ¡Porque tiene que haber una
planta así!” (J. W. Goethe, Obras completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens
(trad.), Aguilar, México D.F., 1991, vol.
III, p. 1215).
53
Por entonces Goethe publicó La
metamorfosis de las plantas [Versuch
die Metamorphose der Planzen zu
erklären] donde exponía estas ideas. En
este texto dice: “El Ensayo para explicar
la metamorfosis de las plantas, es decir,
los diversísimos extraños fenómenos del
espléndido jardín del mundo, reiriéndolos a un sencillo principio general, quedó terminado por aquella época [hacia
1790]” (J. W. Goethe, Obras completas
(IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.),
Aguilar, México D.F., 1991, vol. III, p.
972).
54
Esta teoría era muy general en su
época y Goethe la toma de Hirt cuando
comenta: “La teoría de nuestro Hirt hacía derivar la arquitectura grecorromana
de las más antiguas y necesarias construcciones de madera” (J. W. Goethe,
Obras completas (IV vols.), Rafael Cansinos Assens (trad.), Aguilar, México D.F.,
1991, vol. III, p. 1335), de Winckelmann
que escribe: “En los siglos más remotos, las columnas eran de madera” (J.
J. Winckelmann, Historia del arte en la
antigüedad seguida de Observaciones
sobre la arquitectura de los antiguos,
Manuel Tamayo Benito (intr. y trad.),
Aguilar, Madrid, [1764, 1762] 1989, p.
540) y de Galiani (B. Galiani, M. Vitruvii Pollioni de Architectura libri decem.
L’Architettura di M. Vitruvio Pollione
colla traduzione italiana e comento del
Marchese..., Stamperia Simoniana, Nápoles, 1758, tavola IV, igura III: Struttura di tetti, cpa. 2 lib. IV).
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Alberto Rubio Garrido e Juan Calduch Cervera
Baukunst: el pensamiento arquitectónico de Goethe
INSTITUCIONALIDAD Y BELLAS ARTES EN CHILE: EL ROL
TUTELAR DEL ESTADO EN EL SISTEMA DE GESTION DE LA
ENSEÑANZA, LA DIFUSIÓN Y EL PATRIMONIO*
Data recepción: 2015/07/14
Data aceptación: 2016/09/30
Pedro Emilio Zamorano
Universidad de Talca
Contacto autores: pzamoper@utalca.cl; patyhest@yahoo.com
Patricia Herrera
Universidad de Playa Ancha
RESUMEN
Las actividades y procesos artísticos en Chile durante la segunda mitad del siglo XIX y primeras
décadas del XX estuvieron direccionadas por el Estado, institución que ejerció, a través de distintas
entidades corporativas, un claro rol tutelar sobre este campo. La orientación oicial tomó cuerpo en
muchas de las decisiones que se adoptaron, entre ellas las relativas a inanciamiento, adquisiciones,
becas, contrato de artistas y profesores, y en la integración de las comisiones y jurados de los salones.
En todo ello el Estado (Gobierno) expresó una ideología y una sensibilidad coincidente con la oligarquía social que detentaba el poder. Este segmento político y social (Gobierno y elite ilustrada) ejerció
voluntarismo y autoridad en este campo. En otras palabras, su percepción del fenómeno estético, en
lo que respecta a su concepción ideológica y formas de expresión, estuvo mediatizada por necesidades e intereses funcionales a sus proyectos y visiones de sociedad y Estado.
Palabras clave: Bellas Artes, Chile, siglos XIX e inicios del XX, institucionalidad, modelos
ABSTRACT
Artistic activities and processes in Chile in the second half of the 19th century and the irst decades of the 20th were led by the state, which exercised, through a number of corporate entities, a
clear, tutelary role in this ield. The oficial line took shape through many of the decisions that were
adopted, among them decisions relating to inance, purchases, scholarships, the hiring of artists
and teachers, and the composition of the committees and juries of the art salons. In all of this, the
state (government) expressed an ideology and sensibility that coincided with the social oligarchy that
exercised power. This political and social class (the government and enlightened elite) displayed their
voluntarism and authority in this area; in other words, their perception of the aesthetic phenomenon
in relation to their ideological concepts and forms of expression was obstructed by functional needs
and interests pertaining to their projects and visions of society and state.
Keywords: ine arts, Chile, 19th century and early 20th century, institutional system, models
Introducción
El escenario artístico chileno, desde mediados del siglo XIX a las primeras décadas del XX,
se caracterizó por ser un espacio hegemonizado
por la institucionalidad académica y por el rol tutelar que el Estado y la sociedad más inluyente
ejercieron sobre este contexto. Como señala Patricio Lizama, el campo cultural chileno de ese
entonces era estrecho y excluyente y se hallaba
“…dominado por un circuito de élites surgido
de la clase dirigente o que se reiere a ella, y su
acceso está en directa relación con la posición
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Pedro Emilio Zamorano e Patricia Herrera
270
Institucionalidad y bellas artes en Chile
social de los individuos, pues participan plenamente los que poseen capital económico, social
y cultural”1.
Estas elites ilustradas que, a decir de Bernardo Subercaseaux2, se auto percibían como europeas, tuvieron una voz preponderante no solo
en la deinición ideológica del modelo estético
que se adoptó con motivo de la fundación de la
Academia de Pintura en 1849 sino que, además,
en la conformación de las distintas entidades
tutelares (consejos y comisiones) que estuvieron
detrás de los procesos relacionados con la enseñanza, la difusión y exhibición del patrimonio
artístico nacional.
Las elites ilustradas, que constituyeron lo
que Pierre Bourdieu3 señala como el “campo del
poder”, ejercieron un papel deinitorio en las
decisiones que se tomaban en este ámbito. En
un escenario como el señalado, desarticulado en
su institucionalidad, el Estado delegaba su prerrogativa ideológica al concurso de instituciones
asesoras y a algunos artistas e intelectuales que
ejercían un claro ascendiente. Entre ellos destacan las iguras de los artistas José Miguel Blanco (1839-1897) y Pedro Lira (1845-1912) y del
crítico Vicente Grez (1847-1909), por nombrar
solo a algunos. Como señalara Jorge Huneeus
Gana, de este “ambiente social favorable” 4, del
aporte y sensibilidad de estos notables, surgen
las condiciones necesarias para el desarrollo artístico nacional.
Las características de la institucionalidad del
país y de las políticas artísticas y culturales emanadas de ella, fueron sensibles respecto de un
paradigma estético eurocentrista. La base de ello
está en algunas ideas liberales y positivistas de
civilización, progreso y educación, que buscaban
transformar a Chile en una civilización moderna y en una de las naciones, como señalara el
escultor José Miguel Blanco, “más artísticas del
continente”5. Las Bellas Artes, pintura, escultura
y arquitectura, se entendían como los logros más
altos del progreso material e intelectual de la patria, junto a los avances en la industria y las ciencias. El Estado, apoyado por la elite social, debía
lograr estos objetivos a través de la creación de
una red de instituciones educacionales dentro de
las cuales destaca la Academia de Pintura, fundada en 1849. En este mismo orden de ideas
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se crearon varias iniciativas para favorecer los
procesos artísticos. Entre ellas la instauración de
un sistema de becas para enviar a Europa a los
alumnos más aventajados; la organización de salones y exposiciones, además de la organización
de una galería histórica, en 1875, y un Museo
de Bellas Artes a partir de 1880. Paralelamente
se crean agrupaciones, sociedades y comisiones,
algunas de naturaleza privada y otras estatales,
para la administración, vigilancia y supervisión
de estas instituciones y sus patrimonios.
Aportaciones historiográicas y contexto
La instauración de un “sistema” de las artes
en Chile a partir de la medianía del siglo XIX tuvo
un correlato teórico a cargo, en la mayor parte
de los casos, de voces que procedían del espacio
oligarca local, y que adherían, grosso modo, a
un modelo tradicional europeo. En este contexto se hace necesario comentar algunos de los
textos más conocidos e inluyentes. Entre ellos
la obra del cronista y político liberal chileno Miguel Luis Amunátegui Aldunate6 (1828-1888),
“Apuntes de lo que han sido las Bellas Artes en
Chile”, publicado en la Revista de Santiago en
abril de 1849, pocos meses después de la inauguración de la Academia de Pintura. Se trata de
un primer escrito que aborda la temática del arte
en Chile desde una perspectiva histórica. Plantea
la idea de acercar al arte nacional a los conceptos y tradiciones del arte europeo. No resultan
extrañas, entonces, algunas de sus alusiones que
cuestionan la herencia artística colonial, en especial la imaginería quiteña. “Nos llegan de cuando en cuando pacotillas bien surtidas de cuadros
quiteños de todos tamaños, que atraen numerosos compradores”7. Según Fernando Guzmán8,
el rechazo por el arte quiteño y por la tradición
virreinal se sustenta en raíces ideológicas: “Algunos elementos del pensamiento ilustrado y del
liberalismo, inicialmente propugnados por unos
pocos, permearon la forma de pensar de toda
la clase gobernante chilena. Una de las consecuencias fue, precisamente, la visión de que el
pasado virreinal era una rémora para el progreso
de la nación”.
Otro texto interesante de la época, con similares planteamientos respecto de la cultura
virreinal, es el del abogado y pintor Pedro Lira.
Se trata del artículo “Las Bellas Artes en Chile”9.
Al referirse a la abundancia de pintura quiteña
en las iglesias y claustros de Santiago de Chile señala: “…la vista cotidiana de tanto cuadro
debía hacernos perder todo sentimiento e idea
artística, acostumbrando el ojo a ver toda clase
de defectos y ninguna belleza”.
En 1872 se publicó en Chile el libro Tesoro de
Bellas Artes, del pedagogo José Bernardo Suárez
(1822-1919), bajo la denominación de “Plutarco
del joven artista”. Se trata de un texto voluminoso en información, en cuya portada se lee: “Contiene un resumen histórico de las Bellas Artes en
los países de Europa i América que más la han
cultivado, i apuntes biográicos de los músicos,
pintores, escultores grabadores i arquitectos célebres de esos mismos países”10. Por la amplitud
conceptual y cronológica de la publicación, en
donde se abordan además aspectos relacionados con la música y la arquitectura, los tópicos vinculados a la pintura y escultura chilena
quedan acotados a antecedentes e información
fragmentaria. Con todo, esta publicación de
512 páginas representa, probablemente, el esfuerzo editorial de mayor envergadura realizado
en Chile en esa época. Suárez, “ex–visitador de
escuelas”, como se autodenomina en los títulos
de la obra, tenía un conocimiento enciclopédico
sobre obras y autores europeos y americanos.
Sobre el arte nacional aporta importantes antecedentes que han servido, en tanto información
proporcionada de fuente directa, para la construcción de textos posteriores.
Otro documento importante para entender el desenvolvimiento artístico del país de
ese entonces fue escrito por Pedro Balmaceda
Toro (1868-1889) y publicado póstumamente
en 1889. Se trata del libro Estudios y ensayos
literarios, editado bajo el pseudónimo de A. de
Gilbert, con un prólogo del periodista Manuel
Rodríguez Mendoza. En la parte segunda de la
publicación este joven intelectual, hijo del presidente José Manuel Balmaceda, hace quizá la
examinación más acuciosa realizada hasta ese
momento acerca del desarrollo de las artes visuales en el país. Revisa los salones de 1886 y
1888, habla de pintores y escultores, comenta
obras y emite juicios, siempre con fundamentos
y con sentido crítico. También, vincula la información con los procesos sociales y culturales que
vive la nación entonces. Se trata de una pluma
audaz y bastante menos inclinada a la tendencia
que caracterizó a sus congéneres nacionales de
esa época; el elogio. En los escritos de Balmaceda Toro encontramos no sólo un conocimiento
directo de contextos y autores. Sino, además,
citas y referencias de muchos teóricos e intelectuales que dan cierta densidad a su discurso histórico y crítico11.
Varios otros autores escribieron textos que
se situaban en la contingencia, entre ellos el
catálogo de Vicente Grez “Las Bellas Artes en
Chile” (“Les beaux arts au Chili”), realizado para
la presentación de Chile en la Exposición Universal de París de 1889, además de algunos textos
publicados por Benjamín Vicuña Mackenna y los
hermanos Emilio y Manuel Rodríguez Mendoza,
así como los trabajos de Manuel Blanco Cuartín,
entre otros.
Pedro Lira publica, en los albores del siglo
XX, su libro Diccionario biográico de pintores12,
un texto construido a partir de biografías de artistas nacionales y universales, que recuerda el
libro Vida de los mejores arquitectos, pintores y
escultores italianos, de Giorgio Vasari (1550).
Las primeras agrupaciones y sociedades
artísticas
A diferencia de las cofradías y agrupaciones
de artesanos existentes en la Colonia, a partir
de la segunda mitad del siglo XIX comienzan a
generarse en Chile algunos conglomerados de
artistas e intelectuales que actuaron inicialmente
desde la esfera privada y que se involucraron en
los procesos artísticos relacionados con la educación, la difusión y el patrimonio. Estos grupos
no solo buscaban promover el “buen gusto” en
la sociedad sino que, además, proteger y fortalecer a los artistas. En este contexto, en 1867,
se crea por iniciativa de Pedro Lira la que sería
la primera sociedad privada de arte existente en
el país, denominada “Sociedad artística”13. Esta
agrupación surgía, en cierta medida, dado que
Lira consideraba que la labor del Estado en materia artística había sido deiciente, tal como lo
expresara en su ya mencionado artículo “Las Bellas Artes en Chile”, publicado un año antes en
los Anales de la Universidad de Chile. En el referido texto, el joven pintor, que para ese entonces
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Pedro Emilio Zamorano e Patricia Herrera
Institucionalidad y bellas artes en Chile
Pedro Emilio Zamorano e Patricia Herrera
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Institucionalidad y bellas artes en Chile
estudiaba derecho, realiza una fuerte crítica a la
estructura y funcionamiento de la denominada
Sección Universitaria de Bellas Artes, en donde
había estudiado desde los catorce años como
“alumno libre”. Es por ello que, junto a Luis Dávila Larraín, uno de sus compañeros de estudios
y el pintor y profesor de dibujo del Instituto Nacional Juan Bianchi (1817-1875), decidieron fundar la entidad; la primera de su tipo en el país. La
agrupación, cuyos estatutos redactara el mismo
Lira y Bianchi, nació como un conglomerado de
artistas, aicionados y coleccionistas, cuyo objetivo consistió en promover la protección mutua
entre ellos, la difusión del arte en el país y la
realización de exposiciones14.
Según relatara años más tarde Vicente Grez,
esta “Sociedad Artística” tenía una clara ligazón con la elite, pues estaba compuesta por los
“compañeros más acaudalados y algunos aicionados”15. De acuerdo al espíritu de unión que esperaba fomentar entre sus pares, Lira pretendía
además que los artistas chilenos residentes en
Europa, becados por el gobierno, tales como el
pintor Miguel Campos (1844-1889) o el escultor
Nicanor Plaza (1841-1918), también formaran
parte de la entidad, por lo que los nombró “socios honorarios”, según consta en carta que el
pintor envió al escultor José Miguel Blanco en
1869. En ella expresaba el deseo de que “cada
uno de los pensionistas mandara alguna cosa
para las exposiciones anuales que dicha sociedad celebrará durante el mes de Setiembre”16.
Según Vicente Grez en su texto “Las Bellas
Artes en Chile”, esta sociedad alcanzó grandes
logros para la época, pues organizo tres exposiciones sucesivas, “…sin duda las mejores que
se hayan visto en Chile hasta hoy”17, agregando que con el producto resultante de ellas, se
pudo adquirir nuevos lienzos para la Academia
y fundar una pequeña biblioteca artística, en la
Sección Universitaria de Bellas Artes. Estas exhibiciones, a las que se reiere Grez, fueron, respectivamente, la Exposición de Arte e Industria
de 187218, la Exposición Internacional de 1875,
realizada en la Quinta Normal, y otra especial de
arte extranjero llevada a cabo en 187819. Según
relata Vicuña Mackenna en su memoria Un año
en la Intendencia de Santiago, de 1873, en la
gran exhibición del año anterior se expusieron
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 269-280
“más de 500 valiosos cuadros i muchos millares
de objetos sueltos”20, sin que nada se extraviara gracias “al celo con que todos los empleados
desempeñaron sus puestos”21. Entre estas obras
se encontraban, por una parte, varias del mismo
Lira, entre pinturas de historia, paisajes y dibujos, además de obras de otros artistas de su colección particular, así como varias pinturas que
formaban parte de la colección de Manuel Rengifo Vial, entre ellas cuatro paisajes de Antonio
Smith (1832-1877) y otro de Thomas Somerscales (1842-1927)22.
Posteriormente, en 1885, se fundó la “Sociedad Anónima Unión Artística”, más conocida
como “Unión Artística”, nuevamente organizada por Pedro Lira y Luis Dávila Larraín, agrupación que puede considerarse como heredera
de la entidad que ellos mismos habían creado
dieciocho años antes. En esta sociedad participaban además Manuel Rengifo Vial, Gregorio
Mira, Arturo Edwards, Francisco Undurraga y,
como señaló la prensa de la época, “varios otros
caballeros que se han puesto al lado de los artistas formando con ellos causa común”23, así
como algunos artistas pertenecientes al círculo
social de Lira, tales como el diplomático y pintor
Ramón Subercaseaux (1854-1937), su discípulo
Rafael Correa (1872-1959) y su amigo Onofre
Jarpa (1849-1940)24.
Uno de los mayores logros de la Unión Artística sería la construcción en 1885, de un ediicio
para realizar exposiciones de arte separadas de
las de la industria, el que fue conocido como El
Partenón de la Quinta Normal de Agricultura25. A
decir del connotado arquitecto de la época Fermín Vivaceta, la construcción era “una hermosa
miniatura del Partenón Griego, que cierra artísticamente el paisaje de la Quinta Normal por su
costado norte”26. El ediicio -un relicto ateniense
desprendido de los discursos clasicistas que imperaban en el país - fue inaugurado a mediados de noviembre de ese año. Según el diario La
Unión, en un artículo publicado a propósito de
esta inauguración señalaba:
Esta sociedad, que no tiene más in que dar
estímulo a los artistas tantas veces olvidados o
desconocidos, ha reunido un capital no despreciable, con el cual ha dado comienzo a su obra por
la construcción de un elegante templo griego con
grandes salas donde se podrá colocar y mostrar
muy favorablemente los objetos de arte presentados. Una vez más la iniciativa privada puesta al
servicio de una nueva idea está probando que ella
puede más que la administración rentada y que la
acción empeñosa de los que reúnen sus esfuerzos,
consigue lo que no puede esperarse de los gobiernos ni del interés oicial, bastante apartado por lo
común, de ines semejantes27.
La primera exposición en El Partenón, organizada para su inauguración en noviembre de
1885, fue una convocatoria abierta a “todos los
artistas que trabajan en Chile, pintores al óleo,
acuarelistas, dibujantes, escultores y arquitectos”28. En ella expusieron además del mismo Lira,
Onofre Jarpa, las hermanas Aurora Mira (18631939) y Magdalena Mira (1859-1930) y Celia
Castro (1860-1930), entre otros.
De otra parte, según el decreto que cedía los
terrenos de la Sociedad Nacional de Agricultura
en beneicio de la Unión Artística, el ediicio de
El Partenón “no podrá ser destinado a otro in
que a esposiciones (sic) periódicas”29. Finalmente, y en un ambiente tensionado por polémicas,
la Sociedad se disuelve en 1887, vendiendo el
ediicio al gobierno por un total de 16.000 pesos30. Desde entonces la ediicación se convertiría en la sede del Museo de Bellas Artes hasta
1910, año en que la entidad comienza su funcionamiento en un nuevo recinto en el Parque
Forestal, construido en el marco del Centenario
de la nación.
La regulación desde el Estado: La Comisión Directiva y el Consejo de Bellas Artes
Con ocasión del traslado del Museo de Pinturas –luego Museo de Bellas Artes- al ediicio
de El Partenón de la Quinta Normal, se crea para
su administración, el 11 de abril de 188731, la
denominada Comisión Directiva de Bellas Artes,
entidad que funcionó hasta 1903. Entre sus integrantes estuvieron personalidades del mundo
político y social, aicionados y coleccionistas de
arte, casi todos relacionados a lo que había sido
la Unión Artística, entre ellos Manuel Rengifo
Vial y Luis Dávila Larraín, así como el General
Marcos Segundo Maturana y el político y empresario Arturo Edwards Ross, estos últimos,
iguras que paralelamente establecieron –como
veremos más adelante- certámenes anuales de
arte privados, pero estrechamente ligados a la
institucionalidad oicial32. El General Maturana,
además de coleccionista de arte, poseía una larga trayectoria como colaborador en el mundo
cultural, pues había sido parte de la comisión
organizadora de la Exposición del Coloniaje en
187333, de la comisión encargada de formar la
Galería Histórica de Chile impulsada por Miguel
Luis Amunategui en 187634 y organizador del
Museo de Pinturas junto a José Miguel Blanco en
188035. Arturo Edwards Ross, por su parte, era
un conocido empresario, ilántropo y coleccionista de arte. Pedro Lira se integró a la Comisión
en 1889, rechazando en varias oportunidades su
incorporación, pues consideraba que se contraponía a su participación en las exhibiciones como
pintor36. El escritor Vicente Grez, otro importante
miembro de la comisión, también poseía una colección pictórica y ejercía como crítico de arte en
varias publicaciones nacionales en esos años37.
La Comisión tenía distintas funciones y prerrogativas, entre ellas elaborar los Reglamentos
del Museo y de las Exposiciones Nacionales que
se realizaban en él. En este orden de ideas existió un Reglamento para la Exposición Nacional
de Bellas Artes, publicado en el Boletín de las
leyes i Decretos del Gobierno en septiembre de
1887, irmado por el Presidente Balmaceda y el
Ministro P.L. Cuadra38. En este documento se establecían las fechas, frecuencia y naturaleza de la
denominada Exposición Nacional que se realizaba de manera anual: “Art. 1. El 15 de noviembre
de cada año se abrirá en el salón del Museo de
Bellas Artes una Esposicion Nacional Artística”39.
Las obras admitidas podían ser exclusivamente
esculturas, pinturas y dibujos a lápiz o a la pluma,
con la condición de ser ejecutadas en Chile por
artistas nacionales o extranjeros y fuera de Chile
por artistas chilenos, que no hubieran sido antes
exhibidas en otra Exposición Nacional y admitidas
por el jurado respectivo. Otra de las funciones de
la Comisión era seleccionar el jurado de estos certámenes. Existían dos tipos de jurados, uno denominado de “admisión i colocación” y otro de
“recompensas”, existiendo la posibilidad que los
artistas expositores pudieran proponer nombres
para estos jurados40. Según establece el artículo
11 de este reglamento, el jurado de “admisión i
colocación”, compuesto por cinco miembros, era
nombrado por la Comisión Directiva del Museo
el día 8 de noviembre, es decir una semana antes
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Pedro Emilio Zamorano e Patricia Herrera
Institucionalidad y bellas artes en Chile
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de la Exposición41. Dos de estos jurados eran parte
de la misma Comisión, mientras que los otros tres
eran elegidos entre los propuestos por los artistas
expositores. En el caso que los nombres propuestos no fueran aceptados por tener demasiada cercanía con los artistas (pariente, maestro, alumno),
la Comisión elegiría entre otros artistas que hubieran obtenido medallas de primera y segunda
clase en otras exposiciones.
Este jurado, organizado con un presidente y
un secretario, tenía además la facultad de declarar la condición de obras “indignas de igurar
en la Esposicion (sic), por su asunto o mala ejecución42, así como la absoluta potestad sobre la
forma como las obras serían exhibidas, ya que
“desde el momento de la entrega de las obras,
queda absolutamente prohibida a los esponentes (sic) la entrada al salón hasta el día de la
apertura oicial”43. El jurado de recompensas estaba compuesto por siete miembros nombrados
por la Comisión Directiva del Museo de Bellas
Artes, siendo tres de ellos elegidos de entre sus
miembros y los cuatro restantes de entre los propuestos por los expositores.
Los premios consistían en medallas de oro,
plata, cobre o bronce según fueren respectivamente de honor, de primera, de segunda y de
tercera clase. También se consideraban diplomas
de mención honrosa. En todo esto resultaba fundamental que la obra fuera original y las copias
solo podían recibir menciones honrosas. Para la
designación de los premios los expositores se dividían en tres categorías, la primera era de “artistas nacionales o estranjeros (sic) que, residiendo al presente en el país, hubiesen hecho sus
estudios en Europa; el segundo, de los artistas
chilenos actualmente residentes en Europa; i el
tercero de los artistas nacionales o estranjeros
(sic) residentes en Chile i que hubieren hecho
aquí sus estudios”44. Había un premio de honor
que podía asignarse “a la obra más sobresaliente i de mayor importancia” de pintura y escultura, que hubiera sido ejecutada en Chile y por
artista chileno. Los premios se entregaban el día
de la clausura de la Exposición y además eran
publicados en el Diario Oicial.
La Comisión de Bellas Artes tenía además la
responsabilidad de determinar la duración del
certamen, el precio de las entradas y la asignación
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de gratuidad para algunas personas, entre ellos
los expositores; así como designar los empleados
y guardias en ella45. Otra de sus funciones relevantes era la adquisición de obras para el Museo.
En 1889 parte de los miembros de esta
agrupación participaron además en la comisión
encargada de organizar el Pabellón de Chile en
la Exposición Universal de París de 1889, organismo que funcionó por mandato del Presidente
Balmaceda desde 1887. Entre ellos estaban Vicente Grez, quien –previo concurso- escribió el
catálogo para la exposición de París, así como el
pintor Pedro Lira.
Consejo Directivo de Enseñanza Artística
En 1888 José Miguel Blanco, en El Taller
Ilustrado46, informa de la presentación a las Cámaras de un proyecto de ley para establecer un
Consejo Directivo de Enseñanza Artística, el que
tendría a su cargo la “… supervigilancia de todos los establecimientos públicos destinados a la
enseñanza i fomento de las bellas artes”. En su
articulado –reproducido íntegramente en el periódico- se deinen las orientaciones para la gestión de la Escuelas de Bellas Artes, en lo relativo,
entre otros aspectos, a su administración y desarrollo curricular, exigencias de trabajos y pruebas
y pensionados al extranjero. También explicita la
facultad del Estado para intervenir directamente
en la institución, tal como se expresa en el Art.
2°, numerales 2, 3 y 5, a saber:
“Proponer a la autoridad competente la creación y supresión de los establecimientos de bellas
artes” (2); “Proponer la creación i supresión de
clases de los establecimientos de bellas artes” (3);
“Proponer el nombramiento, destitución i suspensión de los empleados en la enseñanza artística, e
indicar las condiciones en que deben ser contratados los profesores nacionales o extranjeros” (5).
Este Consejo también tenía algunas atribuciones relativas al patrimonio. Entre ellas proponer
la creación de museos y exposiciones, velar por la
conservación de los museos artísticos y elegir las
obras de adquisición para estas colecciones.
El Consejo de Bellas Artes de 1891
Durante el gobierno de José Manuel Balmaceda y según Decreto Oicial, fue creado este
Consejo, el 8 de enero de 1891, con el objeti-
vo de “estimular el fomento de las bellas artes
por todos los medios que estén al alcance del
Gobierno”47, por ello se consideró necesario reorganizar la Dirección de Bellas Artes concentrando en ella diversos servicios. Este decreto
derogaba los anteriores existentes sobre la materia.
El organismo, formado por once miembros,
era presidido por el Ministro de Instrucción Pública y estaba constituido, además, por un profesor
de pintura, uno de escultura, uno de dibujo y
uno de grabado en madera de la Universidad,
tres personas designadas por el Presidente de la
República y siete artistas elegidos por los anteriores miembros. La duración en sus funciones
era de dos años para los designados por el Presidente y tres para los designados por el Consejo
(Art.2).
Las funciones del Consejo eran, según lo indicado en el artículo tercero, dirigir y conservar
el Museo Nacional de Bellas Artes; organizar
el Salón Anual; acordar certámenes anuales;
informar sobre las adquisiciones de obras de
arte nacionales y extranjeras; dirigir la Revista
de Bellas Artes; dirigir los otros certámenes en
que tenga intervención el Supremo Gobierno;
proponer los reglamentos necesarios para la
organización de los diversos servicios entregados a su dirección y cuidado; expedir los
informes que el Supremo Gobierno solicitara
concernientes a las Bellas Artes; y presentar los
proyectos y reformas conducentes a mejorar el
cultivo y la enseñanza de las Bellas Artes nacionales.
Una comisión de tres de sus integrantes estaba a cargo de la revista y la conservación del
Museo, debiendo hacer un inventario de todas
las obras contenidas en éste, el que debía ser
entregado al Ministerio de Instrucción Pública.
En este contexto en mayo de 1893, Luis Dávila
Larraín como presidente y Vicente Grez como
secretario, envían al referido Ministerio un catálogo de los cuadros y esculturas existentes en el
Museo para entonces. Bajo esta mismo requerimiento se publica en 1896, un catálogo impreso
con la totalidad de las obras pertenecientes a la
institución, la que asciende a 158 piezas entre
pinturas, esculturas y grabados48.
La Comisión Permanente de Bellas Artes
(1904-1908)
Creada por Decreto del 20 de noviembre
de 1903, a sus sesiones asistía el Ministro de
Instrucción Pública, quien la presidía49. Durante sus años de vigencia formaron parte de esta
comisión iguras del mundo cultural ya conocidas como Luis Dávila Larraín y Vicente Grez, así
como otros miembros de la aristocracia local, tales como Alberto Mackenna Subercaseaux, Domingo Amunátegui, Manuel Rodríguez Mendoza, y como representante de los artistas, el pintor
Nicanor González Méndez, entre otros, quienes
eran nombrados como miembros mediante Decreto Supremo50, y se reunían más o menos de
manera mensual51.
Este organismo tenía como funciones evaluar y solicitar al gobierno la adquisición de
obras para el Museo, el pago de los premios de
los certámenes, y la adquisición de medallas y
diplomas, así como la supervisión del mantenimiento del antiguo ediicio del Museo situado
en la Quinta Normal52. Entre sus obligaciones se
encontraban, además, la de informar de sus actividades al Ministerio de Instrucción Pública por
medio de una memoria anual53. El conservador
del Museo se hallaba bajo su tutela y el secretario de la Comisión ejercía el rol de Comisario
en las Exposiciones Anuales54. La entidad organizó su funcionamiento en sub-comisiones que
velaban por los diferentes requerimientos de la
institución.
El Consejo Superior de Letras y Bellas Artes de 1909
Ad portas a la celebración del Centenario de
la Independencia –a celebrarse en 1910- y con
fecha 31 de mayo de 1909 se publicó el Decreto Orgánico de creación de este nuevo Consejo cuyos objetivos, entre otros, consideraban
“que la enseñanza artística del país carece en
general de una organización sistemática en armonía con el progreso alcanzado por las Letras
y las Artes en todas sus manifestaciones”55, así
como la necesidad de coordinar y promover la
actividad artística a través de un cuerpo consultivo, que también regulara la relación entre el
Estado y el desarrollo de las artes en el país56.
Con tal propósito el documento, que reedita en
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buena parte los conceptos del Consejo Directivo
de Enseñanza Artística, precisaba en su artículo
1° que este Consejo, -que, además, incorporaba las secciones de Bellas Artes, Artes Gráicas,
Música y Declamación- tendría a su cargo la “vigilancia general de todos los establecimientos
públicos de Enseñanza Artística, Fomento de las
Letras, del Arte nacional y el Arte aplicado a las
industrias, y la supervigilancia y dirección de la
Escuela de Bellas Artes que corresponde por la
ley especialmente al Consejo de Instrucción Pública”57.
En relación con la enseñanza las prerrogativas de la entidad eran casi ilimitadas pudiendo
para ejercer sus funciones, como se expresa en
Art. 8 en sus diferentes numerales, proponer la
creación o supresión de establecimientos, pronunciarse sobre los planes de estudios, proponer
el nombramiento o remoción de los directores
de los planteles; el nombramiento, promoción o
separación de los profesores y demás empleados y, hasta “determinar las pruebas que deban
exigirse á los alumnos de Establecimientos Artísticos que aspiren al título de idoneidad profesional y expedir los mismos títulos”58.
En relación al fomento de las Letras y las
Artes el decreto precisaba la realización de certámenes, concursos, museos, exposiciones, bibliotecas, representaciones, etc. La conservación
y el “fomento del buen gusto general en las
construcciones y monumentos públicos, y en la
disposición y ornamentos de las ciudades”59, fue
una de las atribuciones del Consejo que no dejan de llamar la atención. Atendida la composición “oicial” de la entidad60, la expresión “buen
gusto” se relacionaba indudablemente con la
valoración de un modelo estético conservador,
vinculado con las academias europeas más tradicionales. Hay varios elementos que fundamentan lo señalado precedentemente. Entre ellos
los criterios estéticos y los actores institucionales
que estuvieron presentes en la organización de
la Exposición del Centenario61, certamen cuya
preparación y gestión fue encomendada expresamente a este Consejo62. A decir de Bernardo
Subercaseaux63, esta muestra marcó una cierta
consolidación del ideal decimonónico y de la
pintura académica.
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Certámenes; el apoyo de los mecenas
locales
A las exposiciones oiciales de Bellas Artes
que se realizaban con regularidad en Chile se suman algunos certámenes instituidos por mecenas locales. En primer lugar, el Certamen General Maturana, detrás de cuya realización estuvo
la igura del General Marcos Segundo Maturana
(1830-1892), un militar que, como ya hemos
visto, tuvo un rol signiicativo en el campo de la
cultura local. El Concurso comenzó a realizarse
en 1884, gracias al aporte de este uniformado,
quien “donó seis cuadros originales al Fisco para
que, con el producto de su venta e intereses, se
estableciera una recompensa anual a la mejor
obra de pintura y escultura de artistas chilenos
que participase en el evento”64. El premio de 500
pesos, era discernido por un Jurado65. Este certamen se realizaba todos los años en el mes de
septiembre y podían participar obras de pintura
y escultura de artistas chilenos realizadas en el
país66. La contribución de este militar fue reconocida en El Taller Ilustrado, en donde se hizo un
homenaje a este benefactor con la publicación
en portada de un hermoso retrato suyo, realizado por el ilustrador Luis Fernando Rojas, complementado con la siguiente leyenda: “Jeneral Maturana, Fundador del Primer Certamen Artístico
en 1884, Homenaje de El Taller Ilustrado”67.
Otro certamen importante fue creado en
1888, por el empresario Arturo Edwards Ross
(1861-1889) quien, como hemos mencionado,
fue un ilántropo chileno que destacó, además,
en temas políticos y que fuera miembro de la
Comisión Directiva del Museo de Bellas Artes
desde su creación en abril de 1887. El Certamen
Artístico anual Edwards68, tuvo lugar conjuntamente con la Exposición anual de Bellas Artes,
al igual que el Certamen Maturana que, a partir
de 1891, también se celebró en el contexto de la
gran exposición oicial69. Las obras que participaban en el Certamen Edwards podían concursar
paralelamente en la Exposición Nacional y optar
a los premios de ésta70. Con los dineros no entregados en estos dos certámenes, la Comisión
Directiva del Museo de Bellas Artes estaba facultada para adquirir pinturas y esculturas para
el Museo, tanto nacionales como extranjeras.
A este respecto se señala en el Reglamento del
concurso Maturana: Art. 2ª: “Si ninguna de las
obras expuestas fuere considerada de suiciente
mérito, la suma de quinientos pesos en qué consiste el premio se destinará a la adquisición de
obras para el Museo de Bellas Artes”71.
En el Certamen Edwards los artistas debían
cumplir las mismas normas del Reglamento de
la Exposiciones Nacionales, con el mismo jurado
de admisión y colocación72, aun cuando el jurado de premios fue en un comienzo designado
por el mismo Arturo Edwards y luego, después
de su temprano fallecimiento en 1889, por la
Comisión Directiva del Museo de Bellas Artes73.
En este torneo se entregaban cuatro galardones
de acuerdo a la temática de las obras, un Premio único para paisaje o naturaleza muerta con
un reconocimiento de 300 pesos; un segundo
Premio único a cuadros de costumbres, retratos,
animales o un busto de escultura por un valor de
400; un Premio único a una pintura o escultura
de historia nacional por la suma de 800 y por
último un Premio de Honor al mejor trabajo sin
distinción alguna de género por un monto de
100074.
El periódico local El Taller Ilustrado prodigó
un especial reconocimiento a la labor de este
mecenas. Fue así como en la portada del número 111, del 19 de diciembre de 1887, y bajo
un dibujo de Luis Fernando Rojas se ponía la siguiente frase: “El señor don Arturo M. Edwards
protector del arte nacional, Homenaje del Taller
Ilustrado”. En la portada del número 181, de 24
de junio de 1889, se tributa un nuevo homenaje
al benefactor Edwards, que había fallecido un
mes antes. Se publica un bajorrelieve de Blanco
con dos iguras femeninas que representa, una,
a la pintura y la otra a la escultura, obra que
llevará por título In Memoriam.
A estos concursos artísticos debemos agregar el certamen literario organizado por el
también empresario y político Federico Varela
(1826-1908), el que fue destacado también en
el El Taller Ilustrado (Nº 96): “La obra del señor
Varela merece todo aplauso, i aun sería de desear que otros capitalistas u otras instituciones la
imitasen”75. En el número 129, del 30 de abril
de 1888 de esta misma publicación, se convoca
a un certamen poético cuyo tema fue realizar
“una oda a nuestros mecenas”, los benefactores
Varela, Maturana y Edwards, por el apoyo que
brindaban a la actividad artística y literaria. La
recompensa para el ganador sería una reproducción, de un metro de alto, del Moisés de Miguel
Ángel. “El Taller Ilustrado confía en que el amor
al arte que desborda en todo corazón chileno,
no sólo inspirará a los poetas jóvenes, sino que
también hará descolgar más de una abandonada lira para cantar a los Mecenas que proponen
hacer de Chile la Atenas del continente americano”. Fueron jurados de este singular concurso
los poetas Jacinto Chacón y Armando Márquez.
Se presentaron a concurso siete composiciones,
siendo favorecidos los poemas de Ricardo Montaner Bello y Julio Vicuña Cifuentes.
Conclusiones
Como se ve, el Estado y la sociedad oligarca chilena de la época tuvieron una fuerte injerencia en todos los procesos relativos con la
enseñanza, la difusión y el patrimonio artístico.
Llama la atención tanto la conformación de las
entidades tutelares señaladas precedentemente, como las atribuciones y decisiones que ellas
ejercieron. La elite dominante, que administraba
los contenidos del discurso público, estaba allí
representada mayoritariamente por personas inluyentes, diletantes y actores del mundo oicial
y diplomático. Los artistas, que también iguraban, constituían una minoría. Lo común a todos ellos: su procedencia y abolengo social. Las
atribuciones que tenían estas agrupaciones eran
de carácter plenipotenciario. Se podían pronunciar, con carácter vinculante, respecto de la casi
totalidad de procesos y alcances de la actividad
artística nacional, abarcando por cierto aspectos
ideológicos, normativos y de administración.
La inluencia del sector oicial –por cierto sobre representado en los cuerpos asesores y consultivos antes mencionados- tuvo un elemento
de presión todavía más fuerte y deinitorio: la
facultad privativa del Estado en relación al inanciamiento de los planteles de enseñanza, de las
colecciones públicas y del sistema de becas. En
las asignaciones presupuestarias el Estado estableció sus prelaciones e hizo explícita una sensibilidad y una política sobre esta materia.
Estos cuerpos se empoderaron en este escenario debido a la ausencia de una política desde
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la cual se orientara y regulara la actividad artística en Chile, quedando meridianamente claro
que el desarrollo de las distintas instituciones y
actividades de la vida nacional en este ámbito
carecieron de una normativa regulatoria oicial.
Al respecto –y mirado el campo artístico- hubo
más convicción que planiicación, más voluntad
que estrategia, más personalismo que democracia. Frente a la inexistencia de una política, las
decisiones quedaron expuestas al voluntarismo y
a los personalismos que actuaban tanto al interior como fuera del campo estético y cultural. En
un escenario como el comentado, desregulado
y expuesto a caudillismos, las desavenencias y
los favoritismos no resultaron extraños, exponiéndose, muchas veces, los procesos estéticos
a lógicas de confrontación. De este modo el de-
NOTAS
* El presente trabajo forma parte de dos proyectos de investigación.
En primer lugar el proyecto “Ausencia
de una política o política de la ausencia. Institucionalidad y desarrollo de las
artes visuales en Chile 1849-1973”,
Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología de Chile, Fondecyt N° 1140370.
Investigador Responsable, Pedro Emilio
Zamorano. Coinvestigadores Claudio
Cortés y Alberto Madrid, 2014-2016. En
segundo lugar, el proyecto “Modelos de
fomento y apreciación de las artes. Del
reformismo liberal al in de la autarquía
(1925-1957)”. Ministerio de Economía
bate y el conlicto fueron frecuente tanto en la
institucionalidad académica como en el campo
escritural.
En ausencia de un marco ideológico y regulatorio, la política se hizo explícita a partir de
acciones formales y administrativas. A modo de
ejemplo, en las asignaciones presupuestarias, en
las obras que se adquirieron, en las becas que se
concedían, en los artistas que se contrataron, en
el nombramiento de profesores y directivos, en
la integración de las comisiones y jurados de los
salones, entre otros aspectos.
Se trató de una política que tomó cuerpo en
la praxis, y que operó en un marco ideológico
difuso, marcado por criterios y valoraciones exógenas y por demandas coyunturales.
y Competitividad, Gobierno de España.
Proyectos de I+D del Subprograma de
Generación de Conocimiento (Programa
estatal de fomento de la Investigación
Cientíica y Técnica de Excelencia). Pedro
Emilio Zamorano participa como Investigador Asociado en equipo de la Universidad de Granada, España. Proyecto
dirigido por Lola Caparrós e Ignacio
Henares.
1
P. Lizama, Jean Emar. Escritos de
arte (1923-1925), Ed. Universitaria, Santiago, 1992, p. 9.
2
B. Subercaseaux,, Historia de las
Ideas y de la Cultura en Chile, Tomo III,
“El centenario y las vanguardias”, Editorial Universitaria, Santiago, 2004, p. 20.
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3
P. Bourdieu. Las reglas del arte,
génesis y estructura del campo literario,
Anagrama, Colección Argumentos, Barcelona, 2002, p. 319.
4
J. Huneeus Gana, Cuadro Histórico de la producción intelectual de Chile,
Biblioteca de Escritores de Chile, Tomo I,
Santiago, 1910, p. 805.
5
J.M. Blanco, “Proyecto de un Museo de Bellas Artes”, Revista Chilena,
Tomo XV, Santiago, 1879, p. 233.
6
Miguel Luis Amunátegui Aldunate, quien para ese entonces contaba con
la edad de 21 años, era profesor de Humanidades en el Instituto Nacional.
7
M.L. Amunátegui. “Apuntes de lo
que han sido las Bellas Artes en Chile”.
Revista de Santiago, Tomo Tercero, Imprenta Chilena, Santiago, 1849, p. 45.
F. Guzmán Schiappacasse, Esculturas y retablos en Chile; la zona central
y las regiones extremas 1740-1860, Facultad de Geografía e Historia, Departamento de Historia del Arte, Universidad
de Sevilla, 2007, p. 392.
8
9
P. Lira, “Las Bellas Artes en Chile”,
Anales de la Universidad de Chile, Tomo
XXVIII, Imprenta Nacional, Santiago,
1866, sin indicación de página.
10
J.B. Suárez, (Plutarco el Joven),
Tesoro de Bellas Artes, Imprenta chilena,
Santiago, 1872, texto en portadilla.
11
En un recorrido por su obra se nos
aparecen nombres tales como Sully Prudhomme, ilósofo francés que llegaría a
obtener el Premio Nobel de Literatura,
en 1901; literatos como Víctor Hugo;
ilósofos y teóricos del arte como Hipólito Taine; Johann Winckelmann, igura
central para entender la estética clásica,
entre muchos otros.
12
La obra de 1902 fue realizada en
los talleres de la Imprenta, Encuadernación y Litografía Esmeralda, bajo la irma
de Lira, como “Profesor de Estado en
Santiago de Chile”.
13
La Sociedad abrió sus puertas el
21 de mayo de 1867 y contó con la siguiente Juna Directiva: Manuel Renjifo
Vial, Presidente, Eusebio Chelli, Vicepresidente y Luis Dávila Larráin, Secretario
– Tesorero.
14
“Noticias diversas”, Las Bellas Artes, año 1, N° 8, Santiago, mayo 24 de
1869, p. 67
15
V. Grez, “Las Bellas Artes en Chile”, (Manuscrito), Santiago, 1888, p. 16.
16
“Cartas de don Pedro Lira al escultor don José Miguel Blanco, en París”, Revista de Bellas Artes, Año I, Núm.
I, octubre de 1928, p. 11.
17
V. Grez, “Las Bellas Artes en Chile”, (Manuscrito), Santiago, 1888, p.16.
18
Cuando la Sociedad ya contaba con cinco años de vida, en 1872, el
gobierno le encargó la dirección de una
de las exposiciones más importantes
realizadas en la época, la de “Artes e
Industrias”, más conocida como la “Exposición del Mercado” que organizó el
entonces Intendente Benjamín Vicuña
Mackenna y que coincidió con la inauguración del ediicio construido para el
Mercado Central de Santiago de Chile.
28
Ibíd.
P. Zamorano et al, “Pintura chilena durante la primera mitad del siglo
XIX: Inlujos y tendencias”, Revista Atenea, Nº 491, I sem. 2005, p. 163.
J. M. Blanco, “El Salón de la
Unión Artística en la Quinta Normal de
Agricultura”, El Taller Ilustrado, nº73,
Santiago, 28 de febrero de 1887.
20
B. Vicuña Mackenna, Un año en
la Intendencia de Santiago: lo que es la
capital i lo que debiera ser, Imprenta Tornero y Garias, Santiago, 1873, p. 157.
30
Según consta en Decreto irmado
por el Presidente Balmaceda, el 17 de
febrero de 1887.
19
21
Ibíd.
22
Según el catálogo de la Exposición se exhibieron los óleos Claro de
Luna, La Tarde, Una cascada del Salto
y El lago de Smith y Un bosque del Sur
de Sommerscales, pertenecientes a la
colección de Rengifo Vial. Ver C. Valdés,
Cuadros de la naturaleza en Chile, Edic.
Universidad Alberto Hurtado, 1º Edic.,
Santiago, 2014, p. 74, 79.
23
“Exposición libre de Bellas Artes
en Santiago”, Diario La Unión, Año I, nº
225, Santiago, 16 octubre 1885.
24
P. Schell, “High Art and High
Ideals: The Museo Nacional de Pintura
and the Development of Art in Chile,
1870-1890”, Universidad de Manchester, 2010, p. 6.
La Quinta Normal de Agricultura
había sido fundada en 1842 teniendo
como modelo las escuelas normales
de Francia, lugares destinados a la enseñanza, experimentación y estudio de
temas agrícolas. Muy en boga en la época, además había sido diseñado como el
primer parque público del país. En 1875
se había construido en sus terrenos el
Palacio de la Exposición donde había tenido lugar la Exposición Internacional de
Santiago y desde 1876 el ediicio se convertiría en el Museo Nacional de Historia
Natural. Para 1885, cuando se construye
El Partenón, contaba además con Jardín
Botánico, Invernadero y el Zoológico Nacional. En 1886 se instala también aquí
la Escuela de Artes y Oicios. Es por ello
que Lira solicita en concesión a la Sociedad Nacional de Agricultura una parte
del terreno, según consta en Decreto del
Presidente Santa María, publicado el 11
de julio de 1885.
25
26
R. Bindis, “Historia del Museo
Nacional de Bellas Artes”, Calendario
Philips, Santiago, 1998, p. 3.
27
“Exposición libre de Bellas Artes
en Santiago”, Diario La Unión, Año I, nº
225, Santiago, 16 octubre 1885.
29
31
A. Blanco, “Fundación del Museo de Bellas Artes, el Taller Ilustrado y
el escultor Blanco”, Revista Chilena de
Historia y Geografía, nº 52, Santiago,
1923, p. 141.
32
Entre los primeros miembros de
la entidad estuvieron también Manuel
Amunátegui, Enrique De Putron, Juan
Antonio González y Vicente Grez que
ejercía las funciones de secretario. Posteriormente, se integraron personalidades
como el ex senador Marcial González, el
compositor Eusebio Lillo y el político y
escritor Fanor Velasco.
33
C. Acuña, “La Exposición del Coloniaje. Carta familiar”, Perspectivas sobre el Coloniaje, Ed. Universidad Alberto
Hurtado, Santiago, 2013, p. 36.
34
Según consta en el Decreto dictado por el Presidente Aníbal Pinto el 21
de diciembre de 1876.
35
Este Museo se inauguró en el
recinto del Congreso Nacional, con un
patrimonio de más de 140 obras entre
pinturas y esculturas.
36
A este respecto sostiene Lira en
una de sus misivas: “Sr. Ministro: Tengo
el honor de comunicar a Ud. que me es
imposible aceptar el nombramiento de
miembro de la Comisión Directiva de
Bellas Artes, porque la situación que ese
puesto me crearía sería incompatible
con mi participación en los concursos
que puedan sobrevenir i en que tengo la
intención de presentarme como artista”.
P. Lira, Carta al Ministro de Instrucción
Pública, Santiago, 20 abril 1887, Archivo
Nacional, Fondo Ministerio de Educación, vol. 685.
37
Entre ellas la Revista de Santiago
en 1872, la Revista El Salón en 1885, El
Ferrocarril en 1884 y 1885, Los debates
en 1886 y La Época en 1887.
38
Este reglamento fue aprobado
vía decreto el 7 de septiembre de 1887.
Reglamento para la Esposición Nacional
de Bellas Artes, Imprenta Nacional, Santiago, 1887, p. 1.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 269-280
279
Pedro Emilio Zamorano e Patricia Herrera
Institucionalidad y bellas artes en Chile
Pedro Emilio Zamorano e Patricia Herrera
280
Institucionalidad y bellas artes en Chile
39
Ibíd.
58
Ibíd. Art. 8, numeral 6°.
40
Art. 10º, Op.cit, p. 3.
59
Ibíd. Art. 7, letra C y Art. 10, 1°
41
Art. 11º, Ibid.
y 2°.
42
Art. 12º, Ibid.
43
Art. 13º, Op. cit, p. 4.
44
Art. 19º, Op. cit. p. 5.
45
Art. 28º, Op.cit. p. 7.
60
Sus integrantes eran principalmente personalidades de la vida política y la diplomacia y escasamente artistas. Presidía este Consejo en calidad
de Presidente honorario el Ministro de
Instrucción Pública; el presidente designado por el Consejo fue Francisco Gana
Huneeus y el secretario Miguel Luis Rocuant. De la sección Artes Gráicas fue
presidente Enrique Cousiño y Hernán
Castillo, secretario. Dentro de los miembros estuvieron la escultora Rebeca
Matte, Paulino Alfonso, Ernesto Courtois Bonnencontre, Álvaro Casanova
Zenteno, Rafael Correa, Luis Dávila Larraín, Joaquín Fabres, el escultor Simón
González, el arquitecto Emilio Jecquier,
Raimundo Larraín, Alberto Mackenna
Subercaseaux, Fernando Álvarez de Sotomayor y Máximo del Campo.
J.M. Blanco, “Consejo Directivo
de Bellas Artes”, El taller Ilustrado, Santiago, 12 de noviembre de 1888, p. 3.
46
47
Decreto de fundación del Consejo
de Bellas Artes, Santiago, 8 enero 1891,
Fondo Ministerio de Educación, Archivo
Nacional, vol. 857.
48
L. Dávila Larraín y V. Grez, Catálogo de los cuadros i esculturas adquiridas para el Museo de Bellas Artes,
con posterioridad al 16 de setiembre de
1888, 31 de mayo de 1893, Fondo del
Ministerio de Educación, (Ministerio de
Instrucción pública), Vol. 857, Archivo
Nacional: Catálogo Museo Nacional de
Bellas Artes de Santiago de Chile, Imprenta i Librería Ercilla, Santiago, 1896.
Según consta por ejemplo, en
Acta del 8 de abril de 1908, a la que
asistió el entonces Ministro Domingo
Amunátegui Solar, Archivo Documental
Biblioteca Museo Nacional de Bellas Artes, vol. 10.
49
50
Ibíd.
Esto consta en las memorias
anuales enviadas al Ministerio, por este
Consejo, Fondo Archivo Documental Biblioteca MNBA, vol. 10.
51
52
Ibíd.
53
Ibíd.
54
Ibíd.
Decreto Orgánico de creación del
Consejo Superior de Letras y Bellas Artes, citado por J. Huneeus Gana, Cuadro
Histórico de la producción intelectual de
Chile, Santiago, 1910, p. 810.
55
56
Ibíd.
57
Ibíd, Art.1º.
61
La organización de la exposición
fue encomendada al Consejo Superior
de Bellas Artes, quien procedió a organizar los servicios internos de la muestra, a
través del nombramiento de varias subcomisiones y de un Secretario General,
cargo que recayó en el pintor y crítico de
arte francés, residente en el país, Ricardo Richon Brunet. Una igura conocida,
Alberto Mackenna Subercaseaux, fue el
encargado de organizar la exposición en
el extranjero. El periplo europeo que hizo
en busca de artistas para la exposición
está consignado en la conferencia “Una
visita a los talleres de artistas europeos”.
Ver las bases generales del certamen, Art. III, IV, V, VIII, IX, documento
de fecha 27 de septiembre de 1909, N°
3786, publicado en el Catálogo Oicial
Ilustrado de la Exposición, Imprenta Barcelona, Santiago, pp. 9-11.
62
63
B. Subercaseaux,, Historia de las
Ideas y de la Cultura en Chile, Tomo III,
“El centenario y las vanguardias”, Editorial Universitaria, Santiago, 2004, p. 13.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 269-280
64
P. Berríos et. al. Del taller a las
aulas. La institución moderna del arte
en Chile (1797-1910). Serie Estudios
de Arte, Gráica LOM, Santiago, 2009,
p. 355.
65
De acuerdo al Art. 5 del Reglamento del Certamen, este jurado estaba
compuesto por los directores de las clases de pintura y escultura de la Sección
Universitaria de Bellas Artes, por tres
académicos nombrados en agosto de
cada año por el Consejo de Instrucción
Pública y por dos personas relevantes
de la esfera social, designados por los
artistas participantes (Art. 6 del Reglamento). Desde 1910 se integraban los
profesores de pintura de la Escuela de
Bellas Artes (De acuerdo al Decreto nº
34 del 5 de enero de 1910).
66
Reglamento Certamen General
Maturana, art. 2.
67
El Taller Ilustrado, N° 112, Santiago, 2 de enero de 1888.
68
Decreto del 11 de enero de 1888.
Reglamento Certamen Edwards,
art. 1º. Reglamento Certamen Maturana, reforma del 20 de noviembre de
1891.
69
70
Reglamento para la Esposición
Nacional de Bellas Artes, Art. 4º, Imprenta Nacional, Santiago, 1887, p. 2. Reglamento Certamen “Arturo M. Edwards”,
Art. 5º.
71
Reglamento Certamen General
Maturana. Lo mismo sostiene el Art.10º
del Reglamento del Certamen Edwards.
72
Reglamento Certamen Edwards,
art. 4.
73
Reglamento Certamen Edwards,
art. 5. Edwards fallece a la edad de 28
años.
74
Reglamento Certamen Edwards,
art. 7.
75
El Taller Ilustrado, nº 96, Santiago,
22 de agosto de 1887.
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ANTONIO PALACIOS NO ESPERTAR DA CONCIENCIA DE
CONSERVACIÓN DO PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO GALEGO
José Ramón Iglesias Veiga
Instituto de Estudios Vigueses
Antonio Palacios Ramilo (1874-1945) foi o arquitecto galego que con maior frecuencia acudiu
ás páxinas da prensa nas primeiras décadas do
século XX. Os seus artigos publicados1 fundamentalmente en Vida Gallega, Faro de Vigo, El Pueblo
Gallego, Galicia (Diario de Vigo) e Céltiga son de
temática variada, se ben priman os ligados aos
seus proxectos, en especial ao Plan de Extensión
e Reforma Interior de Vigo (1932), do que realiza
unha auténtica campaña propagandística2. O artigo “La conservación de nuestro tesoro artístico
regional” encádrase noutro grupo de escritos nos
que alude ao patrimonio arquitectónico galego e
a algunhas das súas pezas máis destacadas, como
o Pórtico da Gloria, Hospital Real da compostelá
praza do Obradoiro, Pórtico do Paraíso e catedral
de Ourense, mosteiros de Armenteira e Oseira,
etc. Nun terceiro grupo de textos xornalísticos incorpora contidos diversos: arqueoloxía, enxeñería
aeronáutica, teorías xeolóxicas, viaxes, descrición
de paisaxes, historia, costumes, etc.
Os artigos relacionados co patrimonio non
forman parte dunha rigorosa investigación histórica, como no contexto español facía o seu
compañeiro Leopoldo Torres Balbás e no galego
Ángel del Castillo. A aproximación de Palacios
á historia é emotiva, nostálxica e fragmentada,
polo que nos textos aparecen resaltados aqueles
detalles que lle producen un peculiar impacto.
Nese sentido, serven para entender a relación
que estableceu co pasado de Galicia e como este
incidiu na súa creación. No artigo que dedica ao
mosteiro de Armenteira3 expresa a súa admiración ao contemplar unha cúpula con inluencias
musulmás. Dedícalle a súa descrición e posibles
inluencias a maior parte do texto
Estes artigos non van dirixidos a eruditos ou
expertos, senón a un público xenérico ao que
intenta cativar cunha nova valoración de certos
elementos da arquitectura do pasado, nun paso
complementario e paralelo a súa propia proposta de estética rexionalista. A opinión de Antonio
Palacios non pasou desapercibida, tras ser mitiicado polo seguimento que a prensa ixo da súa
obra, especialmente dos ediicios singulares de
Madrid do Palacio de Comunicacións, Hospital
de Maudes, Banco Español do Río da Prata e Círculo de Belas Artes. Sorprende a extensión e o
espazo preferente que ocupan moitos dos seus
escritos, para os que a prensa da época reservou,
ás veces, toda a primeira páxina. Os relacionados co patrimonio arquitectónico derivan dunha
serie de percorridos que Palacios efectúa pola
xeografía galega e do norte de Portugal, visitando os principais monumentos. Con preferencia
polo románico, os seus cadernos de campo están cheos de bosquexos, anotacións, debuxos de
detalles decorativos, etc. A través deles é posible
documentar a visita a obras románicas de toda
Galicia, dende as catedrais aos mosteiros, sen
deixar de lado ás pequenas igrexas do rural, das
que apreciou a expresión ruda que achegaba o
emprego do granito.
Neses percorridos pola xeografía galega non
se distanciaba dos que ixeron Rucabado pola
Montaña santanderina ou Domènech i Montaner
e Puig i Cadafalch por Cataluña. Estes dous últimos contribuíron notablemente á valoración do
románico e ao seu inventariado, realizando numerosos estudos sobre o terreo4. Se ben no caso
de Antonio Palacios non existe a investigación
sistemática dos arquitectos cataláns, si está interesado no descubrimento das súas peculiaridades
na súa terra. Con todo, danse coincidencias na
aproximación ao monumento, xa que mentres
Puig e Domènech tentaban conirmar a existencia dun románico catalán, Palacios interésase por
amosar a galeguidade dalgúns elementos, en es-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 285-292
José Ramón Iglesias Veiga
286
Antonio Palacios no espertar da conservación do patrimonio arquitectónico galego
pecial na particularidade que adoptan co emprego do granito. No artigo dedicado ao Pórtico da
Gloria, ademais de considerar que era tan notable pola súa estereotomía como pola súa riqueza
iconográica e escultórica, resaltaba os valores do
propio en relación con este material: Su genuino
galleguismo, queda identiicado también, una
vez más, por la sabiduría que resalta en el manejo del corte de piedras -habilidad que perdura en
nuestros maestros canteros hasta nuestros propios días- y las sagaces precauciones adoptadas
en los más menudos detalles constructivos. Palacios investigou sobre as posibilidades expresivas
do granito para exhibilo nunha gran variedade
de acabados, dende a máis perfecta labra ao
rudo expresionismo das pedras sen traballar, pasando pola novidade das presentacións puídas.
En 1931 publica un artigo sobre a igrexa románica de Moradillo de Sedano (Burgos), no que se
preocupa por xustiicar aqueles elementos que
considera de inluenza galega5.
O texto deste artigo de Palacios é signiicativo de cómo se producira unha nova valoración
do patrimonio arquitectónico galego e como ese
feito espertou a conciencia da súa conservación.
Mostra tamén a implicación do arquitecto no
estudio, divulgación e defensa da riqueza monumental de Galicia e a súa atención ao labor de
historiadores galegos. Tralas primeiras alusións
evocadoras e literarias aos monumentos galegos
de eruditos románticos como Neira de Mosquera
o Vesteiro Torres, foron arquiveiros profesionais
como José Villa-Amil Castro, Manuel Martínez
Murguía e Antonio López Ferreiro os que por primeira vez se acercaron aos monumentos galegos
cunha actitude cientíica baseada na consulta da
documentación histórica. Palacios denomínaos
“precursores” e dentro deles destaca a Antonio
López Ferrerio, ao que noutro texto considera o
máis concienzudo crítico e historiador que ha tenido Galicia, tan abandonada antaño en estos
como en tantos otros importantísimos aspectos
merecedores de atento estudio6. Na revalorización do románico pesou a atención que, con
prontitude, lle prestou a erudición inglesa. En
1865 George Street publicaba Some Account of
Gothic architecture in Spain que incluía un capítulo dedicado á catedral de Santiago. No verán
de 1866, por encargo do museo de South Kensington (hoxe Victoria & Albert ) Doménico Bruc-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 285-292
ciani dirixe o baleirado en escaiola do Pórtico da
Gloria e o fotógrafo Charles Thurston Thompson
realiza a documentación gráica7. Esta atención
foránea debeu reforzar a incipiente valoración
dos estilos medievais en Galicia8, especialmente
a do románico que non deixou de medrar.
A esa revalorización contribuíron tamén a
Comisión de Monumentos Históricos e Artísticos
de Ourense, que dirixiu Marcelo Macías e a Sociedade Arqueolóxica de Pontevedra, que funda
en 1894 Casto Sampedro Folgar. Con eles e con
destacados membros da Real Academia Galega
estableceu Antonio Palacios contactos. Tamén o
ixo con personalidades do Centro de Estudios
Históricos como Gómez Moreno e Sánchez Cantón. Con este último colaborou no deseño da
organización do museo de Castrelos de Vigo,
que nun momento de efervescencia da plástica
rexionalista se orientaba á exposición permanente da “Arte Galega”. Na solemne presentación
en 1928 do seu proxecto de renovación dos
accesos á catedral de Ourense volve a comentar publicamente as achegas de López Ferreiro,
Marcelo Macías, Otero Pedrayo e Sánchez Arteaga, ao que consideraba o investigador principal
deste templo.
O primeiro achegamento á arquitectura histórica galega intensiicouse trala constitución en
1916 das Irmandades da Fala e culminou coa
creación do Seminario de Estudios Galegos en
1923. Desta etapa menciona Palacios neste artigo a Ángel del Castillo, ao que destaca como
paladín do estudo e divulgación dos valores da
riqueza monumental da súa terra. Este investigador e arquiveiro do Concello da Coruña, solicitará nalgunha das súas intervencións publicas
que non se demorara por máis tempo a deinición dunha arquitectura xenuinamente galega9.
O arquitecto tamén estivo atento a estudios que
se levaban a cabo nese momento como o realizado por Kenneth John Connat sobre a parte
medieval da catedral de Santiago, á que cita
na memoria do templo de Panxón como fonte
de inspiración. Nalgúns escritos amosa coñecer
obras de carácter internacional relacionadas coa
arquitectura ou coa escultura medieval, como
sucede no citado artigo da igrexa de Moradillo,
no que alude á obra alemá Romanische Plastik in
Spanien (1928).
A preferencia de Antonio Palacios polo mundo medieval á hora de buscar referencias para
deinir unha proposta de intención rexionalista
atopaba argumentos válidos a nivel internacional
ao constatar como o gótico en Francia, Alemaña
e Inglaterra fora valorado como unha expresión
propia de cada país. Viollet-le-Duc, arquitecto de
gran inluencia en España, o consideraba como
un estilo nacional francés, ademais de apreciar o
seu racional sistema construtivo. Nos textos de
Palacios aparecen diversas alusións a este teórico e á consulta do seu Dictionnaire raisonné
de l’architecture française du XIe au XVIe siècle.
Nunha conferencia que pronuncia en maio de
1922 en Madrid a proposta da “Asociación de
alumnos de enxeñeiros e arquitectos”, resaltaba a gran inluencia de Viollet-le-Duc e de John
Ruskin a inais do século XIX. Relacionaba ao
primeiro coa racionalidade e ao segundo coa
mística e a poesía na arquitectura10.
O rescate do barroco e o descubrimento das
peculiaridades da súa variante de placas compostelá foi posterior, ao ser profundo o estigma
xerado sobre este estilo trala creación da Academia de San Fernando e a implantación do gusto
neoclásico. Se ben Manuel Murguía en El Arte en
Santiago durante el siglo XVIII e noutras monografías mostra unha actitude comprensiva cara
ao barroco, a súa recuperación tardou máis consolidarse. A ese aianzamento contribuíu Otto
Schubert que valora a súa presenza en Galicia
en Historia del barroco en España (1908), editada en castelá en 1924. Sintomático dunha nova
apreciación foi a publicación en 1920 dun número da revista Arquitectura dedicada ao barroco. A
parte relacionada con Galicia abordouna Leopoldo Torres Balbás, que tamén se ocupa da opción
neobarroca que amosaba a obra José Yarnoz.
A diferente evolución da recuperación destes estilos debeu incidir nos dous camiños que
tomou en Galicia o rexionalismo arquitectónico.
Palacios, ao ser o primeiro que introduce este
tipo de linguaxe, adoptou unha vía que atende
a un mitiicado pasado medieval e á milenaria
cantería, mentres Manuel Gómez Román, sen
perder o contacto co granito, inclínase por un
recuperado barroco de placas con presenza no
ambiente rural na tipoloxía de pazo11. A atención ao campo non era allea ao galeguismo, que
o consideraba como depositario das esencias
da galeguidade fronte ao mundo urbano. Un
situación similar prodúcese en Euskadi, onde o
casarío foi elevado a representativo do propio na
deinición dun estilo neovasco12.
Polo estudio do patrimonio interesáronse nesa
época Constantino Candeira e Miguel Durán-Loriga Salgado. Este último, mencionado por Palacios
neste artigo, implicouse ademais en labores de
divulgación a través de conferencias e artigos. En
1925 publica un texto sobre o mosteiro de Ribas
de Sil, do que xa se ocupara nunha disertación no
Centro Galego de Madrid. Na posguerra focalizou
as súas investigacións nos pazos, dos que recolleu unha ampla información13. O seu proxecto do
Pavillón de Galicia na Exposición Iberoamericana
de Sevilla de 1929 pon de manifesto a recuperación do barroco, xa que, como representativo do
galego, exhibía referencias dos pazos e das casas
compostelás do Cabido e do Deán.
O interese de Palacios polos monumentos
históricos reforzouse coa intensa mirada que
o galeguismo dirixía ao pasado na procura de
referentes cos que airmar a personalidade diferenciada de Galicia. O arquitecto aproximouse
a este movemento dende un plano cultural, sen
asumir un compromiso ideolóxico ou político.
Algúns intelectuais galeguistas asociaron un elemento arquitectónico a períodos de esplendor
nos que o “espírito do pobo” ou volksgeist se
manifestara con forza. Otero Pedrayo os resaltaba relectidos no dolmen da gándara, no poema
ou no pórtico románico, na torre barroca, no
verso dos Precursores14. Pola súa parte Castealo
consideraba ao románico e ao barroco como os
estilos peculiares de Galicia15. En dúas conferencias pronunciadas en Vigo e na Coruña en 1919,
baixo o epígrafe “Arte e Galeguismo”, recomendaba a mirada aos pazos na deinición dun
estilo de casa galega. Nese momento Palacios xa
trazara os dous primeiros proxectos de intención
rexionalista: o templo da Encarnación (non construído) e a casa consistorial do Porriño (1918).
A atención de Palacios á historia debeu nacer
na propia Escola de Arquitectura de Madrid, ao
entrar en contactos con profesores que interviñeran na restauración de monumentos, como
Vicente Lampérez, Ricardo Velázquez Bosco
ou Manuel Aníbal Álvarez. A este último o cita
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José Ramón Iglesias Veiga
Antonio Palacios no espertar da conservación do patrimonio arquitectónico galego
José Ramón Iglesias Veiga
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Antonio Palacios no espertar da conservación do patrimonio arquitectónico galego
como o seu mestre neste texto e noutras intervencións públicas, en especial no acto de ingreso
na Academia de Belas Artes de San Fernando.
As actuacións en rehabilitacións dos profesores
citados, representaban en España o procedemento de “restauración en estilo”, propiciado
polas teorías de Viollet-le-Duc. Parte deste método está presente nalgún proxecto de Palacios,
como sucede no intento de repoñer no seu estado orixinal o Pórtico do Paraíso da catedral de
Ourense. Ante o mal estado das cubertas apunta
a posibilidade de empregar neste e outros templos terrazas de formigón armado con aplacados
de pedra. Noutras casos, amósase máis próximo
ás propostas de J. Ruskin e inclínase pola conservación e no momento no que descubre o arco
visigótico da antiga igrexa de Panxón (Nigrán)
recomenda soamente a consolidación da ruína.
A súa preocupación polo patrimonio centrouse
nos grandes monumentos, mostrando un menor
interese por conxuntos de arquitectura popular,
como o barrio mariñeiro do Berbés que sería derrubado ao aplicarse o seu proxecto urbanístico
de Vigo. Se ben publicamente recoñecía o seu
valor, consideraba que debería desaparecer ao
ser a súa proposta unha mellora substancial. A
prensa informa dalgunhas actuacións do arquitecto en relación coa defensa do patrimonio.
En 1917 a súas xestións co director xeral de Belas Artes favoreceu a suspensión dos agresivos
traballos de limpeza da fachada do templo de
Santa María de Pontevedra16. O escritor Valle Inclán destacaba en 1924 a decisiva intervención
de Palacios na conservación do pazo-torre de
Bermúdez da Pobra do Caramiñal (hoxe “Museo
Valle Inclán”), que correra o risco de desaparecer17. En 1931 remite unha carta a Casto Sampedro na que informa que realizaría xestións en
Madrid para remediar o mal estado das fábricas
do mosteiro do Carboeiro a causa da maleza e
das iltracións de auga.
A mirada a Cataluña, que neste artigo relicte
a mención aos mosteiros de Poblet e Santa Creus,
aparece noutros momentos e percíbese tamén
na metodoloxía dalgunha das súas propostas
rexionalistas ao pretender enlazar cun pasado
mitiicado da súa terra18. Na obra de Domènech
i Montaner e Puig i Cadafalch, comprobaba que
esa conexión se podía establecer dende unha
posición creativa, distanciándose daqueles que
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a entenderon como fonte de aprovisionamento
de citas para incorporalas a un produto historicista de fácil lectura. O contacto de Palacios coa
historia foi un pretexto para realizar unha obra
creativa e diferenciada. Soamente en momentos
moi puntais establece un lazo directo co pasado, como se percibe no tratamento do espazo
do altar maior e deambulatorio da Veracruz do
Carballiño que recorda ao da igrexa de mosteiro
de Oseira. O habitual foi optar por unha interpretación orixinal, libre e fragmentada da historia
que Palacios acumula sobre outras referencias,
como a mirada á obra doutros creadores como
Antonio Gaudí o Henry R. Richardson, lecturas
fragmentadas de Ruskin ou interese pola poética
pintoresca coa atención que lle presta á paisaxe
e ás tradicións construtivas propias19.
Na obra de Gaudí o arquitecto galego veriicaba a posibilidade de deinir unha creación
persoal e orixinal, sen desprenderse do contacto
coa tradición. En 1926, nunha entrevista concedida trala morte accidental do mestre catalán,
Palacios airmaba que era a gran igura da arquitectura española da súa época20. Unha opinión
signiicativa nun momento no que Gaudí non
gozaba dun predicamento como o actual. Ao
destacar á Sagrada Familia valoraba a orixinalidade, o simbolismo e un “selo especial de arte”,
atributos que tamén desexaría para a súa obra.
Anteriormente, Villar Ponte dera testemuño da
admiración que Palacios sentía por Gaudí, á vez
que recomendaba mirar aos esforzos que se facían en Cataluña por recobrar unha personalidade artística diferenciada21.
É posible que a mirada que Palacios dirixiu
ao modernismo catalán se efectuase dende un
prisma rexionalista. Nunha entrevista concedida
en Lisboa en xuño de 1927, ao aludir aos focos cántabro, vasco e sevillano desa estética,
indicaba que en Cataluña se ixeran notables
progresos22. Villar Movellán sinala que dentro
do rexionalismo sevillano se entendeu a citada
proposta modernista como un “estilo catalán”
que toma referentes do propio23. En Cataluña tamén atopaba Palacios referencias válidas á hora
de dotar dunha ambientación galega a singulares espazos urbanos. A deinición da fachada
neogótica da catedral de Barcelona levou aparellada a intervención tamén en estilo noutras
construcións medievais da súa contorna, co que
se xerou a imaxe do actual “barrio gótico”, nun
intento, como indica Cócola Gant24, de dotar a
esta cidade dunha imaxe de marca identiicable
e de prestixio histórico. Palacios adopta unha
solución rexionalista para imprimirlle carácter
galego á nova praza de San Martiño de Ourense
ligada á intervención que propuña na catedral.
A praza quedaría delimitada por ediicacións
que exhibirían unha linguaxe próxima á da casa
consistorial do Porriño e á do templo Votivo do
Mar de Panxón. Na proposta de “Rúa Galicia”
de Santiago, entre a porta Faxeira e a praza do
Obradoiro, a ambientación sería similar, incorporando ademais algunhas alusións ao barroco
compostelá. Na iniciativa de creación do “Burgo
Arqueolóxico de Castrelos” intúese unha mirada
ao proxecto de “Iberona” (posteriormente “El
Pueblo Español”), que con motivo da Exposición
Internacional de Barcelona de 1929 impulsou
Puig i Cadafalch. Baixo a dirección dos arquitectos Folguera e Reventós, do enxeñeiro Utrillo e
do pintor Nogués recreáronse máis dun cento
de ediicacións peculiares de diversos puntos da
xeografía española. No proxecto de Palacios serían trasladas á contorna da igrexa románica de
Castrelos as construcións do casco histórico de
Vigo e do barrio do Berbés que se perderían coa
execución do seu plan de urbanismo.
Para que a sociedade recoñecera como propios os contidos tomados da historia para ser recreados nunha arquitectura rexionalista galaica,
foi necesario unha intensa divulgación das peculiaridades dalgúns estilos. Palacios recoñece neste
artigo o labor da prensa, ao ser consciente de que
as revistas eruditas tiñan un público reducido ao
campo académico e a algúns diletantes interesados pola arte. A principios do século XX a mellora
das técnicas de fotogravado permitiu popularizar
os monumentos a través de imaxes inseridas na
prensa, revistas ilustradas, álbums, coleccións de
postais, etc. Ás primeiras contribucións de fotógrafos como Zagala, Chicharro Bisi ou Mendía,
sumáronse as de novos profesionais como Sarabia, Pacheco, Gil, Sáenz Mon e Casado. A través
da consulta hemerográica compróbase a progresiva importancia que alcanzan algunhas tipoloxías
como imaxe iconográica do galego. Nese sentido
é signiicativo que no mesmo ano que Palacios
publica este artigo, o xornal Faro de Vigo, dentro
dos primeiros fotogravados que incorpora, insira
unha colección de imaxes dos principais pazos
galegos recollidas por Javier Ozores.25.
Nun contexto de rescate do propio con crecente estima da paisaxe, xeografía e arquitectura do pasado, Palacios, apunta a posibilidade de
crear unha “Sociedade Galega de Excursións”
e alude á existencia deste tipo de institucións
en Madrid dende inais do século XIX, como
a “Sociedad para el estudio del Guadarrama”
que garda relacións con experiencias ligadas á
Institución Libre de Ensinanza. En Cataluña ese
afán excursionista estaba tamén consolidado.
En 1876 constituíuse a “Associació Catalanista
d’Excursions Cientíiques” e dous anos despois
a “Associació d’Excursions Catalana”, as primeiras agrupacións españolas deste tipo que
en 1890 se fusionan para crear o “Centre Excursionista de Catalunya”. Entre os seus obxectivos contemplábase o estudio e protección do
patrimonio arquitectónico26, como propuña Palacios para a galega. A atención á divulgación da
riqueza paisaxística está presente no artigo que
Palacios escribe en 1930 co título “La ciudad
encantada de Montefaro”, no que describe as
formas caprichosas das formacións graníticas ou
“penedos” dos montes da contorna do Porriño.
Antonio Palacios presentou a través da prensa
outras iniciativas ligadas á revitalización de actividades ligadas á cultura e ao propio patrimonio.
Entre elas destaca a de creación dunha grande
revista que coa cabeceira “Galicia”, fora a alta
tribuna de nuestros artistas, pintores, arquitectos,
escultores, músicos; de nuestros poetas, nuestros
novelistas; arqueólogos e historiadores; de nuestros hombres representativos de la hacienda, de la
industria y de las ciencias todas… Como noutras
ocasións, a idea de Palacios non pasou desapercibida e o xornal Faro de Vigo reservoulle en exclusiva toda unha primeira páxina. Na concepción da
revista estaba presente a difusión da nova valoración de elementos do patrimonio arquitectónico:
El conocimiento de nuestra vieja, magníica arquitectura nos trae cada día una nueva sorprendente
revelación. En aquellos otros tiempos, un historiador o un arqueólogo eran considerados como
extraños bichos raros. Allí tenéis, como contraste,
el plantel del Seminario de Estudios Gallegos, en
el que sabios maestros y animosos rapaces, es-
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José Ramón Iglesias Veiga
Antonio Palacios no espertar da conservación do patrimonio arquitectónico galego
José Ramón Iglesias Veiga
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Antonio Palacios no espertar da conservación do patrimonio arquitectónico galego
cudriñan ansiosamente en los viejos papeles. Hoy
se estudia con profusión la Prehistoria, en la que
Galicia es plenamente rica y de cuya ciencia apenas se tenían noticias entonces27. Palacios non foi
alleo a ese fervor arqueolóxico e sobre esta cuestión redactou dous artigos. Nun deles, ilustrado
cos seus propios bosquexos, dá noticia do descubrimento dunha necrópole dolménica en San
Colmado (Cela, Mos) e no segundo comenta a
importancia do emprego da fotografía aérea na
arqueoloxía aérea28.
No momento de queixarse da escasa inversión do Estado na conservación do patrimonio
e na promoción das ensinanzas artísticas na súa
terra, detalla con orgullo a súa contribución á
potenciación da plástica rexionalista. Palacios
amosou interese pola pintura, actividade que
practicou privadamente, como pon de manifesto dous cadros depositados no Museo de
Pontevedra e outros en coleccións privadas. A
súa atención ao mundo da pintura compróbase tamén nos seus artigos, xa que o primeiro da
longa serie que publica está dedicado á obra do
seu amigo Fernando Álvarez de Sotomayor. O
arquitecto integrouse no grupo de artistas que
impulsaban unha “plástica peculiarmente galega” e colaborou na organización dalgunhas exposicións colectivas de “Arte Gallego” que entre
1912 e 1929 se celebraron nas principais cidades
galegas, Madrid, Bos Aires e Montevideo. Palacios asume a dirección dos traballos de instalación da primeira desas mostras en Madrid no
ano 1912. Despois participou co seu compañeiro
Rafael González Villar e cos pintores Llorens e
Sotomayor na organización da realizada na Coruña en 1917, unha das máis importantes desta
serie. Nun momento álxido do galeguismo trala
constitución das Irmandades da Fala en 1916 e
despois de comprobar persoalmente na Coruña
a compracencia que suscitaba a plástica rexionalista, Palacios deine en 1918 os dous primeiros
proxectos de intención rexionalista para O Porriño e Celanova. De novo volve a estar presente na
organización do certame de 1923 en Santiago e
no de Madrid de 1928 presenta, como parte desta estética, os planos do templo da Encarnación
de Celanova.O seu compañeiro Rafael González
Villar participou tamén en varias destas exposicións con proxectos de arquitectura.
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Ademais da incorporación de proxectos a
estes certames, a arquitectura entrou tamén a
formar parte da temática da plástica rexionalista.
Palacios menciona o labor do pintor Carlos Sobrino que incorporou ao seus lenzos estampas
das ediicacións tradicionais e de elementos de
estilos de peculiar presenza en Galicia. Sobrino
resultou vencedor do concurso sobre a “casa
galega” convocado pola revista Mondariz en
1921. A revista pedía unha monografía sobre
unha ediicación do pasado acompañada de planos, debuxos de detalles exteriores e interiores,
fotografías, etc. A iniciativa levaba aparellada a
promoción dunha estética rexionalista na arquitectura, posto que o material recollido serviría
para editar un álbum e celebrar unha exposición
de obras arquitectónicas característicamente gallegas, la mayor parte ignoradas aún en la misma
región y cuyo conocimiento completo, cimentará
sólidamente los estudios previos absolutamente
indispensables a los arquitectos gallegos del presente, para elevar sobre ellos la creación de la
arquitectura regional de un próximo porvenir.
Puntualmente algunha exposición de “Arte
Gallego” asociouse tamén a defensa do patrimonio. Na de 1928, Rafael Maquina, xornalista
do Heraldo de Madrid que patrocinaba o evento, propuxo a edición dun libro con reproducións
das obras presentadas, acompañadas de textos
de Otero Pedrayo, José Francés e Ramón María
Tenreiro. Cos beneicios pretendíase iniciar una
subscrición para colaborar na restauración do
mosteiro de Oseira. En outubro de 1929, baixo o
impulso de Florencio Cerviño, bispo de Ourense,
os monxes bernardos da abadía de Nosa Señora
das Neves (Francia) retornaron ao cenobio e iniciaron os traballos de recuperación do inmoble.
A actividade xornalística e publicista de Antonio Palacios, ademais de contribuír á concienciar
da importancia da conservación do patrimonio,
serve para entender os referentes da súa proposta
rexionalista, se ben, como se comentou, é preciso
subliñar que a relación coa historia foi unha escusa para deinir unha expresiva e orixinal “obra de
autor”, recoñecida como tal por algúns dos seus
coetáneos. En 1934, Jaime Sola ao comentar sobre posibles compoñentes románicos, góticos ou
dun estilo de transición no templo Votivo do Mar
de Panxón, concluía: Pero mejor será decir que la
iglesia de Panjón es de estilo… de Palacios29.
NOTAS
1
Un completo listado dos artigos de
Antonio Palacios pode consultarse no catálogo da exposición do Círculo de Belas
Arte de Madrid do ano 2001: ARMERO
CHAUTÓN, J., e ARMERO ALCÁNTARA,
G. (Coord.), Antonio Palacios, constructor de Madrid, (Catalogo da exposición),
Madrid, Ed. La Librería, 2001.
Esta campaña iniciouse en 1920,
cunha serie de artigos nos que anticipa
a súas propostas urbanísticas. En 1924
retoma a promoción que se incrementa a principios da década de 1930 co
encargo do citado plan. Vid. PEREIRO
ALONSO, J. L., Desarrollo y deterioro
urbano de la ciudad de Vigo, Santiago,
COAG, 1981; IGLESIAS VEIGA, J. R., “O
Plan Comarcal no Proxecto de Extensión
e Reforma Interior de Vigo de Antonio
Palacios (1932)” en Grial, nº 155, Tomo
XL, xullo, agosto, setembro, 2002, pp.
413-433. ARMERO CHAUTÓN J. e IGLESIAS VEIGA, J. R. Antonio Palacios. Plan
de extensión e reforma interior da cidade de Vigo, Madrid-Vigo, AEE ediciones
– Concello de Vigo, 2002.
2
3
PALACIOS RAMILO, A., “Armenteira” en Galicia. Diario de Vigo,
1-I-1926, pp. 4-5; “El Monasterio de
Armenteira” en Vida Gallega, nº 295,
10-II-1926.
4
Puig i Cadafalch publicou entre 1909 e 1918, conxuntamente con
A. Falguera e J. Goday, L’arquitectura
romànica a Catalunya, obra en tres
volumes que foi básica para coñecer o
románico catalán. Domènech percorreu
Cataluña entre 1896 e 1906 para documentar un libro sobre o románico que
non chegou a concluír.
5
PALACIOS RAMILO, A., “Expansión de la arquitectura románica gallega: La iglesia de Moradillo de Sedano”
en Faro de Vigo, 12-II-1931, p. 8; Tamén
en La Construcción Moderna, nº 5, 15III-1931.
6
PALACIOS RAMILO, Antonio “Del
Pórtico de la Gloria. Notas para su estudio estereotómico” en Faro de Vigo, 21VIII-1927, pp. 1-2; Vida Gallega, núm.
354, 10-XI- 1927. Destaca da produción
de Ferrerio o libro El Pórtico de la Gloria,
“joyel de la historiografía gallega” que
leu “repetida e amorosamente”.
7
Véxase sobre este proceso e sobre
a valoración do Pórtico da Gloria en Inglaterra: MATEO SEVILLA, M., El Pórtico
de la Gloria en la Inglaterra victoriana. La
invención de una obra maestra, Santiago
de Compostela, Museo Nacional de las
Peregrinaciones, 1991.FONTANELLA, L.,
Charles Thurston Thompson e o proxecto fotográico ibérico, A Coruña, CGAI,
1997.
8
Manuel Murguía recoñecía ese
peso ao comentar en 1879 que fue ayer
un arquitecto inglés quien enseñó a muchos a mirar con respeto el famoso Pórtico de la Gloria. MARTINEZ MURGUÍA,
Manuel., “Sillería de coro de la catedral
de Santiago” en La Ilustración Gallega y
Asturiana, 30-IV-1879, pp. 3-4.
9
CASTILLO LÓPEZ, Á., El patrimonio artístico de Galicia, A Coruña, Tip. El
Ideal Gallego, 1926, pp. 33-34.
10
Consideraba que o libro As sete
lámpadas da arquitectura de J. Ruskin
era unha fonte inesgotable de inspiración. Vid. “Conferencia del Sr.Palacios”
en La Construcción Moderna, 30-V1922, nº 10, pp. 13-14. Tamén en Faro
de Vigo, 24-V-1922, p. 1 e no xornal El
Sol (Madrid), 21-V-1922, p. 4.
11
Sobre a recuperación da imaxe
do pazo como referente da arquitectura
rexionalista de Gómez Román e de todos os que o seguen, véxase: IGLESIAS
VEIGA, J. R. y SÁNCHEZ GARCÍA, J.,
“Bases ideológicas para la recuperación
del pazo gallego en los años 30” en
Actas del Congreso Internacional: Arquitectura, ciudad e ideología antiurbana,
ETSA, Universidade de Navarra, 2002,
pp. 123-133.
12
O neovasco tivo manifestacións
importantes na arquitectura doméstica
e nas barriadas obreiras. Vid. GÓMEZ
GÓMEZ, A. J. y RUIZ SAN MIGUEL, J.,
Las casas baratas de Bilbao, Bilbao, Polidori, 2004.
13
Esa información foi recollida recentemente en: DURÁN –LORIGA SALGADO, M., Pazos Gallegos. Materiales
para su estudio, Pontevedra, Deputación de Pontevedra, 2014.
OTERO PEDRAYO, R., Morte e resurrección, Ourense, 1932 (Recollido en
BALIÑAS, C. Pensamento galego I, Vigo,
Galaxia, 1977, pp. 99-132.
14
15
CASTELAO, A. R., Sempre en Galiza (Buenos Aires, 1944), Vigo, Galaxia,
1986, pp. 46-47. Nese sentido indica-
ba:” As artes da construcción callaron
en Galiza no estilo románico, que perdurou por riba do gótico, deica enlazarse co barroco. O gótico, por ser un arte
lóxico, non pudo aclimatarse no noso
país, pero do barroco ixemos un “estilo
nacional”. Porque tendes que saber que
hai un “barroco galego”, e que, neste
estilo, creamos exemplares que son itos
da historia do arte.
16
El templo de Santa María” en Faro
de Vigo, 16-IX-1917, p. 1 e Diario de
Pontevedra, 17-IX-1917, p. 1.
17
O escritor consideraba que o
pazo desaparecería se Antonio Palacios
non lle descubre os seus valores. Vid.
“Nuestras visitas. En el Sanatorio del
Doctor Villar Iglesias. Palabras de Valle
Inclán” en El Pueblo Gallego, 26-III1924, p.12.
18
Os contactos políticos e culturais
entre Galicia e Cataluña establecéronse
trala creación das Irmandades da Fala en
1917. En decembro dese ano Francisco
Cambó preside unha delegación catalá
que visita Galicia en apoio do emerxente nacionalismo. Entre os visitantes
atopábase o arquitecto Joseph Puig i
Cadafalch, que diserta no paraninfo da
Universidade de Santiago sobre o labor
da Mancomunidade Catalá nos campos
da cultura e da arte. Vid. “Propaganda
regionalista. Los catalanes en Santiago” en Faro de Vigo, 10-XII-1917, p. 1;
“Cambó en Galicia” en Faro de Vigo,
19-XII-1917, p. 1
19
Sinala a facilidade de Palacios
para fragmentar referencias e acumulalas sobre unha obra persoal, nunha
capacidade que Fullaondo denominaba
de heterotopía e isión semántica. Vid.
GONZÁLEZ AMEZQUETA, A., “Unha
nova ollada á obra de Antonio Palacios”
en Arquitecto Antonio Palacios (18741945), Santiago de Compostela, Xunta
de Galicia, 1998, pp. 14-23.
20
“El arquitecto catalán Gaudí y su
obra” en El Pueblo Gallego, 12-VI-1926,
p. 1.
21
VILLAR PONTE, A., “Galerías. Una
lección práctica” en El Pueblo Gallego,
17-VI-1916, p. 1. Nese sentido indicaba:
“Hay un sello especial, que no se confunde con ningún otro, en los trabajos
de los artíices, de los arquitectos, de los
editores, de los literatos, de los poetas, de
los artistas de Cataluña. Ciego ha de ser
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José Ramón Iglesias Veiga
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quien no pueda observarlo. Y ese sello
que por lo especial resalta a todas luces,
cabrá discutirlo desde el punto de vista
del buen gusto, pero será forzoso elogiarlo siempre como “tendencia”. Y será noble y oportuno también mostrarlo a ojos
de los buenos gallegos de nuestra Galicia renaciente que aspiran a infundir de
modo patriótico la galleguidad en todo…
Ese ejemplo luminoso que nos brinda Cataluña estamos obligados a seguirlo…”
22
“Viajero ilustre. Arquitectura em
Portugal e em Espanha” en El Pueblo
Gallego, 15-VI-1927, p.1. Recolle parte da entrevista publicada polo xornal
português Imparcial: Pienso que debe
continuarse en aquella tendencia tradicionalista que hoy es corriente en España
donde se tienen hecho grandes progresos en la orientación de la arquitectura
popular, principalmente en Andalucía,
en el País Vasco y en la Montaña de Santander. Los principales de esta orientación, que ya constituye una escuela, son
los arquitectos Aníbal González, autor
del plano de construcciones de la Exposición de Sevilla y Rucabado que la estudió
en el norte de España. En Cataluña también se tienen hecho notables progresos
en este sentido.
e das publicacións en fascículos de Los
Pazos Gallegos e Relicario Monumental
de Galicia.
23
Vid. VILLAR MOVELLÁN, A., Arquitectura del regionalismo en Sevilla
(1900-1935), Sevilla, Deputación Provincial, 1979, p. 193.
26
En xaneiro de 1910 visita Galicia
un dos seus membros Francisco Blanch,
que despois pronunciará dúas conferencias en Barcelona sobre o seu percorrido.
Nese mesmo mes constituírase en Vigo
a Sociedade de Fomento do Turismo en
Galicia. Vid. “El Turismo en Galicia” en
Diario de Galicia, 26-I-1910, p. 2. Una
conferencia sobre Galicia, en Vida Gallega, 15-II-1910, p.11
24
CÓCOLA GANT, Agustín, El Barrio Gótico de Barcelona. Planiicación
del pasado e imagen de marca. Tese de
Doutoramento. Departamento de Historia da Arte. Universidade de Barcelona.
2010.
Estas imaxes cun texto explicativo comezaron a publicarse, ás veces
en primeira páxina, o 29 de xaneiro de
1925, baixo título de “Los Pazos Gallegos”. Esta sección permaneceu activa ao
longo dese ano e de parte do seguinte.
Vida Gallega, dirixida por Jaime Solá,
publicou de forma repetitiva a imaxe dos
principais monumentos galegos. Tamén
foi importante o labor do editor vigués
José Cao Moure (PPKO) a través dos “Libros de Oro” de Lugo, A Coruña e Pontevedra, “Catálogos” da Coruña e Vigo
25
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27
PALACIOS RAMILO, Antonio
“Galicia” en Faro de Vigo, 6-XI-1928,
p. 1.
28
PALACIOS RAMILO, A., “Por la
Galicia Céltica. Una ciudad de hace tres
mil años a media hora de Vigo” en El
Pueblo Gallego, 15-XI-1931, p. 8; “La
Arqueología de Galicia. Bajo la mirada
de las águilas las “ en Faro de Vigo, 30XI-1932, p. 12;
29
SOLÁ, J., “ El templo votivo a
la Virgen del Mar” en Vida Gallega, nº
697, 10-X-1934.
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La conservación de nuestro tesoro artístico regional
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LA CONSERVACIÓN DE NUESTRO TESORO ARTÍSTICO
REGIONAL1
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Puede airmarse rotundamente que la más pura esencia del arte gallego de todos los
tiempos está contenido en su Arquitectura. El nativo de nuestra región nace arquitecto,
todo gallego desea ediicar, como el andaluz nace poeta, orador, o... cantaor, que es una
forma más rimada de la oratoria y de la poesía; como el vasco-navarro nace músico; como
el valenciano nace pintor y como el madrileño (el hombre de más noble corazón de la
tierra) viene al mundo entre otras altas aptitudes con la más perfecta posesión del también
más bello arte del baile. Por consiguiente, hablar de nuestro tesoro artístico regional, es,
en suma, inventariar nuestra riqueza del pasado y la conservación de nuestra arquitectura,
es la conservación de todo nuestro arte tradicional.
Deseo hacer ahora un aparte. Cuando rara vez escribo no se separa de mi cerebro un
solo momento la idea de que estoy dialogando con mi lector. Pensar que fuera yo el que
hablase, me resultaría insoportable. Por eso le escucho ahora mismo que me advierte,
que él, preferiría a una pesada revisión de antiguallas, oírme hablar de arte gallego del
presente, o mejor aún, del arte regional del porvenir. Quiero replicar y me ataja diciéndome, que mi papel de “actor de la vida real” debe atenerse a aquello y no a esto otro de
la arqueología y de la erudición y añade: Los estudios arqueológicos e históricos tienen
ya muchos y muy buenos cultivadores. En cambio, nadie se aplica en España, a analizar
nuestra arquitectura actual.
-¡Muy bien! – contesto -, Queda prometido, desde ahora, que otro día hablaré de
nuestra arquitectura gallega contemporánea. Pero precisamente tengo que declarar que
al ser abordada tal cuestión, forzosamente habré de comenzar estableciendo que, para la
buena cimentación de los posibles éxitos actuales, hemos de mirar amorosamente a ese
nuestro pasado artístico. ¿Conformes? Y al contemplar ese glorioso pasado de arte ¿qué
vemos? ¡Desolación inmensa!
Bien o mal, están protegidos o salvaguardados los monumentos arquitectónicos de las
ciudades y aún los de la mayoría de los pueblos de la región. Pero ¿y los que quedaron
fuera de las vías de la moderna circulación? A esos los hemos olvidado (...) Cuando visité
por primera vez en septiembre último el maravilloso monasterio de Oseira, situado en uno
de los lugares más hermosamente bravíos del corazón de Galicia y cuando mis ojos asombrados, que restregaba, para dar mejor crédito a lo que veía, giraban inquietos, ambicionando abarcarlo todo con avidez, las formidables columnatas del imafronte, los increíbles
almohadillazos de todas las fachadas, la sucesión inacabable de patios renacimiento, barrocos, neoclásicos, grandes todos ellos, como amplias plazas porticadas; al penetrar en la
solemnidad románica de la iglesia, tan extensa como las más grandes catedrales españolas
1
Publicado en: El Pueblo Gallego, 1-I-1925, pág. 2, y Vida Gallega, núm. 268, 25-I-1925.
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Antonio Palacios Ramilo
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La conservación de nuestro tesoro artístico regional
y tan bella que su ábside de columnata monocilíndrica y rasgados ventanales, me recordó
el de Notre Dame de París y si queréis el de la iglesita de Cambre, en La Coruña, que, a
su vez preludia el trazado de la Catedral de Reims, y el refectorio magníico y la cocina
opulenta – por sí sola joya interesantísima - y los variadísimos cimborrios en competencia
de hermosura extremada, cobijando las múltiples escabras, y el placer casi sensual que
produce la exquisita elegancia, la suprema gracia vibrátil de la pequeña sala destinada un
tiempo a Capítulo de la Orden.
¡He aquí, me decía, un inmenso y sonoro órgano de belleza, en el que las notas más
graves están armoniosamente acordadas con los lautados más suaves y sutiles! Y en un
momento de esos en que el alma se desborda sin posible contención, yo dije a Salgado y
Joselín, mis gratos compañeros de excursión:
-Siento en este momento una emoción profunda al encontrarme aquí, de modo inesperado, con las raíces todas de mi arte. Me miraron ellos un poco asombrados, porque
saben con toda certeza que la vanidad no es cosa mía.
Y rectiiqué un poco avergonzado:
-Raíces mal aprovechadas, es cierto, pero aquí están. Yo las siento como la voz de la
sangre nos grita la autenticidad de hermano desconocido, que de repente se nos aparece.
¡Y allí, como en Sobrado, Ribas de Sil, Lorenzana, en Celanova, en Caaveiro, en Armenteira, en Poyo, en Carboeiro, en Monfero, en Samos, en Meira, en Melón, en Oya, en Acibeiro, en Moraime, Eiré, Ramirás y otros tantos monasterios y pazos y castillos abandonados,
están las raíces todas de nuestra raza, la demostración más patente de que Galicia fue
muy grande en el pasado y el más sólido fundamento de nuestro arte venidero. Y nosotros hijos sin entraña de Galicia, dejamos -en un abandono e indiferencia, que nos hace
indignos de ostentar la gloria que otros siglos nos legaron- que esas raíces se sequen, que
esas maravillosas obras de arte se desmoronen y que los vestigios de nuestra grandeza se
borren estúpidamente!
Aún para aquellos que estimen que el Arte es cosa de andróminas he de hablarles
en un lenguaje más a su alcance y de mayor convencimiento. Le hablaré en números y
pesetas. Ya que comencé reiriéndome a la Ursuaria tasaré, a manera de ejemplo, lo que
costaría construirla de nueva planta en nuestros días. Prescindo ahora, como he dicho, de
su valor estético. Ocupa la parte ediicada del monasterio una supericie aproximada de
230 por 200, o sea 46.000 metros cuadrados, y teniendo en cuenta la reciedumbre de su
construcción, el espesor de sus muros, la complicada traza de sus bóvedas y reinada labor
de todos sus detalles, el coste de sus retablos, pavimentos y cubiertas, su ediicación no
podría hoy abordarse con un presupuesto menor de pesetas 30.000.000. Yo bien sé que
su valor actual en venta será tan inferior a esa cifra que sólo alcanzaría a unos pocos miles
de pesetas. Alguien habría que acaso no lo admitiese ni regalado; pero ello no obsta para
establecer como innegable todo lo que tengo airmado sobre su valor material.
Tase, si quiere, el hombre de números lo que, deducido del ejemplo señalado, signiicaría el valor total de nuestros monumentos gallegos abandonados – no hablo de los que
están en mejor estado de conservación - y llegaría a cifras superiores a trescientos millones
de pesetas en riqueza que se destruye. Y no creáis que esto sólo debe lamentarse con relación a Galicia; en menor escala, sucede lo mismo en el resto de las regiones españolas. La
diferencia está en que otras regiones tratan con más cariño a sus monumentos que mues-
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tran al extranjero con orgullo. Al visitar por ejemplo los famosos monasterios catalanes
de Poblet y Santa Creus – con los que Osera puede parangonarse -, no sufrí esa dolorosa
impresión que produce todo monumento que ante nuestros ojos se desgarra para morir.
Allí como aquí, la total restauración es imposible, pero las naves, los claustros, los patios
están desescombrados; los fragmentos caídos se disponen en artístico orden desordenado
de museo; las techumbres están perfectamente atendidas, evitando el mayor enemigo de
estos monumentos que son las humedades; la custodia es perfecta. Ese dolor que ante la
contemplación de los nuestros se produce, se torna en estos en impresión de dulce melancolía, invitadora al descanso, a la relexión y acogedora de toda emoción artística. Sin
llegar en todo ello al aspecto de cromo almibarado que presentan las ruinas de Inglaterra.
Visité, en cambio, hace unos pocos días el Monasterio de Sta. María de la Huerta, en
el alto Jalón, acompañando a mi maestro, el más notable restaurador de monumentos de
España, D. M. Aníbal Álvarez y lo encontré en tal estado, que considero el bellísimo monumento actualmente como una desdicha. Ansío, después de conocerlo y admirarlo, verle
resucitado por la mano sabia del artista, que devolvió a la vida a la Colegiata de Cervatos,
a la iglesia de S. Juan de Frómista, a San Juan de Baños y a Santa Cruz de Toledo. Pero por
ahora los millones irán por otros derroteros, mientras Dios y Alá no se apiadan de nosotros
y Aníbal Álvarez no dispondrá más que de unas miserables pesetas para retejar el monumento. Si yo fuese rico le diría:
-¡Maestro; no se moleste en hacer un expediente para eso de las tejas! ¡Las pago yo
y expediente concluido!
Porque habéis de saber algo que os llenará de asombro. ¡Preparaos y no os desmayéis!
Mientras el estado destina la cifra de dos millones y medio de pesetas a pagar los sueldos
de los archiveros, bibliotecarios que son los encargados de custodiar los papeles que hablan de esos monumentos, los monumentos que hablan mucho más alto que los papeles,
se callan en la mudez deinitiva de la muerte, pues el Estado, no puede dedicar más que
la irrisoria cantidad de 240.000 pesetas para todos los monumentos nacionales artísticos
e históricos de España, aparte de las 135.000 pesetas que invierte en la Alhambra y las
80.000 que destina a los monumentos de Toledo. Y no es que lo de los archiveros me
parezca mal. Lo malo es lo otro.
¿Qué hacer? ¡protestar y gritar! Sí; se debe protestar y yo lo haré en momento solemne
y oportuno. Pero entretanto y por si no nos hicieran caso, sería prudente pensar en resolver
nuestros problemas por nosotros mismos. Cuanto más se ahonda en ellos más patente
se verá el abandono en que se encuentra pese a la ya ridícula airmación que, en otros
tiempos pasó como artículo de fe de que Galicia era la protegida del Estado, merced a la
endémica permanencia de los gallegos en las poltronas de la alta gobernación del país.
Ciñéndonos a nuestro tema de arte. ¿Sabéis cuanto se destina a Galicia en los presupuestos del Estado para todas sus enseñanzas e instituciones de arte? Pues... ¡19.000 pesetas
distribuidas entre la Academia Gallega, el Boletín Arqueológico de Orense y las Escuelas de
La Coruña y Santiago, aparte, supongo, de los sueldos de los profesores de término. Y esto
es todo el fomento de Arte del Estado en Galicia. Compárese solamente con la ciudad de
Valencia, en donde sostiene la Escuela de Bellas Artes con 51.000 pesetas, Conservatorio
de Música con 78.000, Escuela de Cerámica, Academias, Museos, etc., por sumas superiores a 200.000 pesetas y pongamos en esa comparación también a Andalucía, en que
existen numerosas Escuelas de Artes en todas sus capitales y hasta una Escuela de Música
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en Córdoba con 60.000 pesetas y a Barcelona, cuya Escuela de Arquitectura está subvencionada con pesetas 12.000 y Toledo en que para ampliación de los talleres de Escuela
de Artes, está consignada la cantidad de 187.000 pesetas. Y así ha sucedido en todos los
presupuestos anteriores. Véase ahora si el indudable resurgimiento artístico de Galicia ha
sido otra cosa que una labor espontánea y personal. Acaso valga más que sea así.
Y es tan cierto esto, que sin organización de enseñanza artística en Galicia los gallegos van a buscarla donde ella esté y su preeminencia está demostrada con observar que
es gallego el director del Museo Nacional del Prado, Fernando Sotomayor y es gallego
el subdirector Sánchez Cantón, y gallego el rector de la Universidad Central, Carracido,
y el director del Conservatorio Nacional de Música, Fernández Bordas y el director de la
Filarmónica, Rabos, y el director de la Escuela Superior de Arquitectura López Otero y en
Madrid es gallego hasta el obispo.
Yo por mi parte no tengo porque ocultar, al contrario lo digo con orgullo, que he
contribuido en todo lo que me ha sido posible a ese resurgimiento, organizando, solo, la
primera Exposición de Arte Gallego en Madrid y con la inapreciable colaboración de Sotomayor y Llorens, la memorable Exposición de la Coruña y otras en América. Ahora con ellos
también trabajo en la interesantísima exposición del Traje Regional, próxima a celebrarse
en la Corte y que esperamos que sea un éxito para nuestra tierra. Para el fomento de nuestra arquitectura pronuncié también una conferencia en el Ayuntamiento de La Coruña y
preparé otras para las que he sido amablemente invitado en los Centros Gallegos de Barcelona y Madrid. Pero afortunadamente, esta labor tiene otros más constantes campeones;
para no citar más que dos nombres basta señalar los de Ángel del Castillo y Jaime Solá.
Aquél desde un punto de vista de técnica arqueológica y éste con la magia de su estilo
brillantemente literario, popularizan día tras día, los tesoros de nuestra arquitectura, realizando un inapreciable bien a nuestra cultura regional. ¿Olvidaremos la labor paralela del
pintor Sobrino, anotando amorosamente con el lápiz y el pincel toda la sabrosa fogosidad
de lo pintoresco en la arquitectura rural de nuestros eidos y nuestras iglesitas campesinas?
El arquitecto Durán Loriga recoge también importantes datos para sucesivas conferencias
de propaganda. Otros muchos les secundan acertadamente.
¿Y no nos cuidaremos de los precursores? López Ferreiro cuya igura se agiganta más
cuanto más se le estudia. Murguía, menos documentado, pero más tenaz. Villamil, Balsa
de la Vega, Marcelo Macías y tantos otros cuya labor se nos presenta como verdaderamente admirable cuando se considera que ellos destrozaban en la oscuridad lo inexplorable y
que sus propagandas caían en el vacío de una desconsoladora incultura del pueblo y en
el de un romanticismo absolutamente ineicaz por los verdaderos intereses regionales.
¡Cuántos daños irreparables se habrían evitado de habérseles escuchado y comprendido
a su tiempo!
Ahora esto va variando muy rápidamente por fortuna. Las semillas comienzan a germinar. Las revistas Nós, Céltiga, Vida Gallega, Alfar, los diarios, especialmente los de Vigo
y La Coruña, publicando con frecuencia fotografías de nuestra riqueza monumental, los
Ateneos, Universidad compostelana, Estudios Gallegos y otros centros y publicaciones son
leídos o atendidos con despierta aición por la falange cada vez más numerosa de los entusiastas de nuestro arte regional.
Falta ahora al lado de la curiosidad despertada por el estudio y la propaganda, fomentar la contemplación directa de los monumentos, ya iniciada felizmente por alguna entidad
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coruñesa. Y ahí va una idea que brindo a mis vigueses ¿Por qué no constituir una Sociedad
Gallega de Excursiones análoga a las que en número de veinte o treinta de este género
funcionan en Madrid? Puede ser un entidad con vida autónoma o acaso, simplemente una
sección de alguna de las sociedades de recreo o culturales ya establecidas. Se comenzará
por organizar como ensayo, un circuito de dos o tres días de duración, con un número limitado de inscripciones. Una comisión formada por tres personas, estudiará detalladamente
el recorrido. Fijará los trayectos, la lista de monumentos que han de ser visitados, tiempo
que habrá de invertirse en unos y otros, lugares en que habrá de pernoctarse y hacer las
diversas comidas y inalmente ijará el precio total del billete de excursión incluidos todos
los gastos de automóviles, comidas, hospedajes, propinas, etc. Todo ello con una sucinta
explicación de los monumentos que han de ser visitados y horarios se imprimirá en una
hoja unida al billete. Época: meses de julio y agosto. Las admirables empresas automovilísticas que tenemos en Galicia, complementarían el intento. ¿Hace?
En estas excursiones, bien acopladas y organizadas, se expansionaría el ánimo, se desbordaría la alegría, se cantaría y se contemplarían los paisajes todos de nuestra tierra; nos
acostumbraríamos de la grandeza de nuestros monumentos; pero también sentiríais la
nostálgica pena de su abandono y en ella os sumaríais a la santa cruzada de su resurrección triunfal. Acaso las nuevas normas del Estatuto provincial... Al menos procuraremos
atender a lo más urgente ¡Balones de oxígeno! Retener, apuntalar, apear, desescombrar,
desviar humedades.
Hace algún tiempo propuse yo con motivo de la organización de uno de esos Juegos
Florales, que se celebran por ahí, se crease el tema De la utilización moderna de los grandes Monasterios gallegos abandonados ¿Granjas avícolas de experimentación? ¿Fábricas
de quesos, vinos? ¿Colegios laboratorios? ¿Cerámicas? ¿Correccionales? ¿Nuevas Comunidades? ¿Industrias artísticas, talla, metalistería, muebles? Durán y Loriga propone se
utilice alguno para Sanatorio de niños. Solá, dice que el Sanatorio deberá ser de adultos y
se acuerda para su realización como nos acordamos siempre para todo lo preciso que no
somos capaces de hacer, de los americanos. Yo me acordé de ellos también ¡Cómo no,
si son los que guardan más puro el enxebrismo patriótico, y puesto también, que, como
consecuencia de ello poseen organizaciones poderosas de que aquí carecemos? Propongo
concretamente esto. Que cada una de las grandes agrupaciones gallegas de mundo, ejerza
el patronato de uno esos monumentos; considerándolo como su Residencia oicial en la
Madre Tierra. Los de la República Argentina, Oseira. Los de Cuba y Puerto Rico, Ribas de
Sil. Los de Brasil, Sobrado. Los de Estados Unidos, Armenteira. Los de Portugal, Oya. Y así
iríamos completando la lista.
¡Y que residencias más espléndidas! Situadas todas en lugares hermosísimos, rodeadas
de campos fértiles, arboledas frondosas, aguas abundantes, buenas vías de comunicación. ¡Los monjes sabían elegir bien! Una completa administración y esmerada explotación
asegurarían la propia economía de la Residencia sin representar gastos importantes para
las Sociedades patrocinadoras. Las obras se realizarían paulatinamente a medida que la
extensión de necesidades y medios lo aconsejase y permitiese. Nada tendrían que envidiar
estas Residencias u Hospitales de montaña o del mar a los renombrados hoteles de altura
de Suiza a donde concurren turistas del mundo entero deseosos del descanso y de la paz
de los campos y de las montañas y sirviendo al propio tiempo de centro de excursiones
alegres y variadas por todo el País. ¡Ah, pero allí no encuentran los turistas universales lo
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que encontrarán nuestros gallegos de Terras de fora; en estas residencias suyas, la saudosa
bienvenida de la Patria amada! ¿No tendrán también gran aceptación por veraneantes de
toda España?
¡Bellos ideales! ¿Los veremos realizados? Yo lo encuentro llano y fácil. ¡A preparar
presupuestos! ¿Será preciso añadir escrito a todo lo anterior que en la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando y en mi estudio particular yo aguardo impaciente la alegría
de prestar mi desinteresado concurso a todo lo que se haga en prestigio de nuestra riqueza
artística regional? Estoy seguro que idéntico ofrecimiento será hecho por todos los arquitectos de Galicia, porque en él encuentran entrelazados sus dos amores. ¡Arte y Tierra!
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MAESTRO MATEO EN EL MUSEO DEL PRADO
Ramón Yzquierdo Peiró
Museo de la Catedral de Santiago
Exposición Salas 51 y 51 b del Ediicio Villanueva
29 de noviembre de 2016 – 24 de abril de 2017
Comisario: Ramón Yzquierdo Peiró (Museo Catedral de Santiago)
Organizada por: Museo Nacional del Prado, Real Academia Gallega de Bellas Artes y Fundación
Catedral de Santiago
Con la colaboración de: Xunta de Galicia, Sociedad Anónima de Xestión del Plan Xacobeo, Consorcio
de Santiago, Diputación de A Coruña
Con el apoyo de Samsung como Colaborador Tecnológico del Museo del Prado
La exposición sobre el Maestro Mateo1 ha
sido la primera monográica dedicada a este
enigmático artista, clave en la historia y el arte
de la Catedral de Santiago de Compostela, así
como en la introducción en la península Ibérica
de nuevas formas artísticas. También ha sido la
primera vez que la escultura medieval y el arte de
Galicia han tenido espacio en la programación
expositiva del Museo Nacional del Prado.
Maestro Mateo en el Museo del Prado ha
sido fruto de la colaboración establecida entre
el Museo Nacional del Prado, la Real Academia
Galega de Belas Artes y la Fundación Catedral
de Santiago. El proyecto tuvo su origen en la
celebración, en 2015, del I Día das artes galegas, dedicado a Mateo y que supuso la puesta
en marcha de un proyecto de investigación y
puesta en valor de su obra, que ha tenido su culminación en la citada exposición. Precisamente,
desde 2015, el Día das artes galegas2 se celebra,
impulsado por la Real Academia Galega de Belas
Artes, cada 1 de abril, la fecha grabada en los
dinteles del Pórtico de la Gloria conmemorando
su colocación, en 1188, por el Maestro Mateo
-“que dirigió este portal desde sus cimientos”3 -.
Ello da una idea de la signiicación que la igura
del Maestro tiene en el arte gallego transcurridos
más de ochocientos años.
El Maestro Mateo llevó a cabo en Compostela, entre los años 1168 y 1211, un proyecto4 que
supuso el inal de las obras de construcción de
la catedral románica, iniciada hacia el año 1075;
introduciendo nuevas soluciones arquitectónicas
y escultóricas y, al tiempo, desarrollando un complejo programa iconográico que transformó los
usos y espacios de la basílica del apóstol Santiago. De este modo, el 21 de abril de 1211, el arzobispo Pedro Muñiz, en presencia del rey Alfonso IX de León y su corte, presidió la ceremonia de
consagración de la Catedral, efeméride que sirve
para establecer la conclusión del proyecto del
Maestro Mateo, si bien su taller y continuadores
habrían de seguir trabajando en el templo en las
décadas venideras5.
Apenas se tienen datos acerca de la igura
del Maestro Mateo, lo que ha dado lugar a la
creación de todo un mito popular que ha llegado a la santiicación del personaje6. La primera
referencia cierta que se tiene de Mateo es el do-
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Maestro Mateo en el Museo del Prado
cumento, irmado en Compostela el 23 febrero
de 1168, por el cual el rey Fernando II de León le
concedía una generosa pensión vitalicia por “la
dirección de la obra del mencionado apóstol”7.
Este documento8, conservado en el Archivo catedralicio de Santiago, supuso el punto de partida
de la exposición, que ha ocupado las salas 51 y
51B del Ediicio Villanueva, próximas a aquellas
dedicadas a las colecciones de arte medieval del
Museo, con las que las piezas mateanas han tenido ocasión de dialogar, de forma excepcional,
durante unos meses.
A partir del referido privilegio de Fernando
II, la exposición ha abordado, mediante una selección muy especial de piezas procedentes de
los fondos de la Catedral compostelana, de su
Museo y de otras instituciones y particulares –algunas de ellas inéditas y otras que se han reunido nuevamente, de forma excepcional, tras casi
quinientos años separadas- los principales hitos
del proyecto del Maestro Mateo: la inalización
de las naves y la tribuna, el Pórtico de la Gloria,
su cripta y fachada exterior; y el coro pétreo que,
hasta los primeros años del siglo XVII, ocupó los
primeros tramos de la nave central.
Se ha tratado, conceptualmente, de una
exposición de cámara, en la que ha primado la
selección irrepetible de un número limitado de
piezas, catorce en total, muy escogidas y especialmente signiicativas. Además del referido
documento de 1168, se han expuesto todas las
esculturas conocidas atribuidas, por los investigadores, a la desaparecida fachada exterior del
Pórtico de la Gloria9, nueve en total; entre las
que se encontraba la Figura masculina con cartela10, probable representación de un profeta por
identiicar11, recuperada, en octubre de 2016, en
las obras de rehabilitación que se llevan a cabo
en las torres de la fachada del Obradoiro; o,
también, las monumentales esculturas de David
y Salomón12 que, desde el siglo XVII, han ocupado el remate de la escalinata de dicha fachada
catedralicia, que por su ubicación presentaban
un delicado estado de conservación y han sido
restauradas con ocasión de su primera salida de
la Catedral de Santiago13.
A las mencionadas piezas, se sumaron aquellas obras pertenecientes al patrimonio mateano
disperso, localizadas en la actualidad en museos
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y colecciones particulares14, completándose,
como se ha comentado, el conjunto escultórico de la fachada del Pórtico de la Gloria que ha
llegado a nuestros días. Así, el Museo de Pontevedra, aportó sus magníicos altorrelieves de
profetas procedentes de las jambas de la referida
fachada15, identiicadas hipotéticamente como
representaciones de Enoc y Elías16.
Por su parte, varios prestadores particulares
cedieron, respectivamente, las dos imágenes
de profetas17, probables representaciones, en
opinión de la mayoría de los investigadores, de
Abraham e Isaac18; la magníica Cabeza de igura masculina barbada19, o la enigmática igura
masculina sedente20 en la que algunos autores
han visto una representación de Fernando II21,
otros un Rey Bíblico22 que completaría el conjunto real de la fachada e incluso, un posible Santiago caballero23.
Junto a estas esculturas, se exhibieron importantes elementos arquitectónicos de la fachada exterior mateana, como el gran Rosetón24
que coronaba su parte central –el “espejo grande” que, con un sentido funcional y, al tiempo,
simbólico, bañaba de luz el interior de la nave
central del templo- o las Dovelas con la representación del castigo a los lujuriosos que lanqueaban una de las puertas laterales de esa portada.
El Pórtico de la Gloria25, obra cumbre del arte
de su tiempo, actualmente en proceso de restauración26, ha estado presente en la exposición
de forma virtual a través de los materiales audiovisuales incluidos en las tabletas aportadas por
Samsung, que también han permitido ampliar la
información sobre el proyecto de Mateo en su
conjunto y la propia historia de la catedral compostelana.
Finalmente, el Coro pétreo27, última de las
grandes intervenciones del Maestro Mateo y su
taller de colaboradores más estrechos, ha completado el discurso expositivo a través de dos
importantes piezas, el San Mateo28 procedente
de la cerca exterior y el relieve con Caballos del
cortejo de los magos29 que formaba parte de la
fachada del trascoro.
La exposición ha contado con un cuidado
catálogo30 en el que han participado destacados especialistas en la materia: Ramón Yzquierdo Perrín, catedrático de Historia del arte de la
Universidad de A Coruña y director del proyecto
de reconstrucción del Coro pétreo del Maestro
Mateo, que ha supuesto la recuperación de una
verdadera obra maestra; José Carlos Valle Pérez,
Director del Museo de Pontevedra y comisario,
en 1988, de la exposición conmemorativa del
ochocientos aniversario del Pórtico de la Gloria;
Manuel Castiñeiras González, profesor titular de
Historia del Arte de la Universidad Autónoma de
Barcelona; y Ramón Yzquierdo Peiró, Director
técnico – conservador del Museo Catedral de
Santiago y comisario de la muestra.
El catálogo cuenta con un texto introductorio sobre el Maestro Mateo31, dos ensayos, uno
sobre el proyecto de Mateo en la catedral32 y
otro sobre el Pórtico de la Gloria33; y con estudios especíicos de cada una de las piezas que
han formado parte de la exposición34, acompañadas de fotografías realizadas expresamente
para esta publicación; completándose con un
apéndice de planos y una amplia bibliografía
monográica.
Así mismo, con motivo de la exposición, que
ha tenido amplia repercusión en medios de comunicación y redes sociales, se ha llevado a cabo
un programa complementario de actividades
que ha incluido un ciclo de conferencias, otro de
itinerarios comentados a la exposición y un concierto sobre la música en el Pórtico de la Gloria.
El ciclo de conferencias ha sido organizado
por el Museo Nacional del Prado y su Fundación
de amigos; y ha contado con la participación del
comisario de la exposición, Ramón Yzquierdo
Peiró35; de Manuel Castiñeiras36, de la Universidad Autónoma de Barcelona; de José Luis Senra
Gabriel y Galán37, de la Universidad Complutense de Madrid; y de Fernando Pérez Suescun38, del
Área de educación del Museo Nacional del Prado; abordando temas relacionados con el Maestro Mateo, la catedral románica de Santiago y la
iconografía del apóstol Santiago.
Por su parte, el concierto, celebrado en el
auditorio del Museo Nacional del Prado el 24 de
marzo de 201739, se ha centrado en la música de
la Catedral de Santiago en la época del Pórtico
de la Gloria40 y ha sido interpretado por el grupo
de música antigua Martín Codax, contando para
el mismo con reproducciones de los instrumentos pétreos que portan los veinticuatro ancianos
de la arquivolta que enmarca el tímpano central
del Pórtico.
La exposición ha cumplido el objetivo marcado por sus organizadores cuando se plantearon
el proyecto: profundizar en el estudio de la igura y obra del Maestro Mateo y darla a conocer
al gran público, colocando a nuestro artista a la
altura de los grandes maestros de la historia universal del arte. Ello redundará, sin duda, a partir
de ahora, en la valoración de su obra y en la
investigación y conservación de la misma.
En el período de apertura de la exposición,
pasaron por las salas del Museo Nacional del
Prado más de un millón cien mil personas41, que
tuvieron la oportunidad de acercarse al Maestro
Mateo, a su proyecto para la catedral compostelana y a su signiicación, principalmente para
la historia del arte de Galicia. Prueba del éxito y
repercusión de la exposición es que, de común
acuerdo, las tres entidades organizadoras decidieron prorrogar su duración en un mes, hasta el
24 de abril de 201742.
Finalmente, tras su clausura en Madrid, gracias al empeño de las tres entidades organizadoras y al apoyo de la Xunta de Galicia, la exposición itinerará a Compostela entre los meses de
julio a febrero de 201843, permitiendo al público
gallego y a los miles de turistas y peregrinos que
visiten la ciudad en ese período, aproximarse al
proyecto del Maestro Mateo y disfrutar de una
ocasión única para ver reunida una selección
irrepetible de piezas que dan testimonio de la
grandeza de su autor y de su obra.
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Maestro Mateo en el Museo del Prado
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NOTAS
1
Se celebró en el Museo Nacional
del Prado entre el 28 de noviembre de
2016 y el 24 de abril de 2017.
2
En 2016, se dedicó a Castelao –en
su vertiente artística- y en 2017 a Maruja
Mallo.
3
La transcripción de la inscripción
es la siguiente: “+ ANNO: AB INCARNACIONE: DNI: MCLXXXVIII; ERA ICCXXVI; DIE KL: APRILIS: SVPER: LIMINARIA:
PRINCIPALIUM: PORTALIUM / ECCLESIE:
BEATI: JACOBI: SUNT: COLLOCATA:
PER: MAGISTRVM MATHEVM / QUI: A
FUNDAMENTIS: IPSORUM: PORTALIUM:
GESSIT: MAGISTERIVM”. Y su traducción: “En el año de la encarnación del
señor de 1188, Era 1226, en el día de las
kalendas de abril, los dinteles del pórtico
principal de la iglesia del Bienaventurado
Santiago fueron colocados por el Maestro Mateo, que dirigió este portal desde
sus cimientos”
4
Ver una panorámica general sobre
el proyecto mateano en: Yzquierdo Peiró, R.: “El Maestro Mateo en la Catedral
de Santiago”, en Maestro Mateo en el
Museo del Prado, catálogo de exposición. Madrid, 2016, pp. 18-51.
5
Yzquierdo Perrín, R.: “Los artistas
del taller del Maestro Mateo”, en García
Iglesias, J. M. (Coord.) Galicia románica
y gótica. Galicia terra única. Catálogo
de exposición, Ourense, 1997. Pp. 246253.
6
Bouza Brey recogió en “El Maestro Mateo en la tradición popular de
Galicia” (Compostellanum, 1959), la
anécdota que le contó respecto a la
imagen pétrea arrodillada en la base
del parteluz, hacia el interior de la Catedral y conocida popularmente como
Santo dos croques, el sacerdote e historiador Jesús Carro, que resulta especialmente gráica para ilustrar este caso:
“una mañana del mes de noviembre de
1932 observó que una mujer enlutada
se hallaba arrodillada ante la igura del
maestro Mateo que, en actitud orante,
permanece al respaldo del Pórtico y que
con sus manos tenía tomadas las pétreas
del genial artista. Intrigado por ello acercóse a la mujer, y después de saber por
ella misma que se hallaba enferma y que
rezaba pidiendo salud, le preguntó: Pero
¿usted sabe de quién es esta imagen? Sí,
señor. Iste santiño é San Mateu, o que
ixo todo isto. Y señalaba el Pórtico de
la Gloria”.
7
La parte central del documento
recoge la donación del monarca: “dono
et concedo tibi magistri Matheo, qui
operis prefati apostoli primatum obtines
et magisterium, in unoquoque anno,
in meditate mea moneta sancti Jacobi,
refectionem duarum marcharum singulis ebdomadibus, et quo defuerit in una
ebdomada suppleatur in alia, ita quod
hec refectio valeat tibi centum morabitinos per unumquemque annum. Hoc
munus, hoc donum do tibi omni tempore vite tue Semper habendum, quatinus
et operi sancti Jacobi ettue inde persone melius sit, et qui viderint prefato
operi studiosius invigilent et insistant”
(“Como obsequio, dono y concedo a
ti, Maestro Mateo, que tienes el primer
puesto y la dirección de la obra del mencionado Apóstol, cada año y en la mitad
mía de la moneda de Santiago, la pensión de dos marcos cada semana, y lo
que faltare en una semana que se supla
en la otra, de modo que esta pensión
te valga cien maravedises cada año. Este
obsequio y don te lo concedo por todo
el tiempo de tu vida, para que redunde
en mejoría de la obra de Santiago y de
tu propia persona, y los que esto vean,
cuiden y trabajen con más afán en dicha
obra”).
Yzquierdo Peiró, R.: “El Maestro
Mateo al frente de las obras de la Catedral: la concesión de una pensión vitalicia por Fernando II”, en Maestro Mateo
en el Museo del Prado, catálogo de exposición. Madrid, 2016, pp. 88-91.
8
Sobre la fachada exterior del Pórtico de la Gloria, ver Yzquierdo Perrín,
R.: “La Fachada exterior del Pórtico de la
Gloria: Nuevos hallazgos y relexiones”.
En Abrente, Revista de la Real Academia
Gallega de Bellas Artes de Nuestra Señora del Rosario. A Coruña. 1987-1988.
Pp. 7-42; e Yzquierdo Perrín, R.: “La
desaparecida fachada del Pórtico de la
Gloria”, en Ferrol Análisis, nº 27, 2012.
Pp. 11-23.
9
Yzquierdo Peiró, R.: “Una nueva
estatua-columna procedente de la desaparecida fachada exterior del Pórtico de
la Gloria”, en Maestro Mateo en el Museo del Prado, catálogo de exposición.
Madrid, 2016, pp. 124-126.
10
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11
Por sus características y posible
ubicación en la fachada, podría tratarse
del profeta Malaquías, el “Mensajero de
Dios”, conectando el inal del Antiguo
Testamento y el comienzo del Nuevo.
12
Yzquierdo Perrín, R.: “Las estatuas-columna de los reyes David y Salomón de la desaparecida fachada exterior
del Pórtico de la Gloria”, en Maestro
Mateo en el Museo del Prado, catálogo
de exposición. Madrid, 2016, pp. 92-97.
13
Trabajos desarrollados, por encargo de la Fundación Catedral de Santiago, por Parteluz Estudio S. L. U.
14
Mi agradecimiento a todas aquellas instituciones y particulares que, con
su colaboración hicieron posible el sueño de llevar al Maestro Mateo al Museo
Nacional del Prado.
15
Valle Pérez, J. C.: “Las esculturas
de Elías y Enoc procedentes de la desaparecida fachada exterior del Pórtico de
la Gloria”, en Maestro Mateo en el Museo del Prado, catálogo de exposición.
Madrid, 2016, pp. 106-111.
16
Prado-Vilar, F.: “La culminación
de la catedral románica: el Maestro Mateo y la escenografía del Pórtico de la
Gloria”, en Pérez González, J. M. (Dir.).:
Enciclopedia del Románico en Galicia,
vol. II. Aguilar de Campoo, 2013. Pp.
989-1018.
17
Yzquierdo Peiró, R.: “Estatuascolumna de dos profetas procedentes
de la desaparecida fachada exterior del
Pórtico de la Gloria”, en Maestro Mateo
en el Museo del Prado, catálogo de exposición. Madrid, 2016, pp. 98-101.
18
Moralejo Álvarez, S.: “El 1 de
abril de 1188. Marco histórico y contexto litúrgico en la obra del Pórtico de
la Gloria”, en VV. AA. El Pórtico de la
Gloria. Música, arte y pensamiento. Santiago, 1988. Pp. 19-36.
19
Yzquierdo Perrín, R.: “Cabeza
procedente de la fachada del Pórtico de
la Gloria”, en Maestro Mateo en el Museo del Prado, catálogo de exposición.
Madrid, 2016, pp. 122-123.
20
Yzquierdo Peiró, R.: “Los reyes
de León y su impulso al proyecto del
Maestro Mateo en la catedral: ¿Estatua
de Fernando II, un rey bíblico o Santiago
Miles Christi”, en Maestro Mateo en el
Museo del Prado, catálogo de exposición. Madrid, 2016, pp. 102-105.
21
Vidal Rodríguez, M.: El Pórtico
de la Gloria de la catedral de Santiago.
Santiago, 1926; y Otero Túñez, R.: “Sugerencias sobre la fachada exterior del
Pórtico de la Gloria”, en Abrente, Revista de la Real Academia Gallega de Bellas
Artes de Nuestra Señora del Rosario nº
31, 1999, pp. 9-35.
22
Moralejo Álvarez, S.: “El 1 de
abril de 1188. Marco histórico y contexto litúrgico en la obra del Pórtico de
la Gloria”, en Villanueva Abelairas, C.
(Dir.). El Pórtico de la Gloria. Música,
arte y pensamiento. Santiago, 1989. Pp.
19-36; y Valle Pérez, J. C.: “Sobre el Rey
Bíblico, Pontemaceira”, en Galicia no
tempo. Conferencias / Otros estudios.
Santiago, 1992. Pp. 435-437.
Prado-Vilar, F.: “La culminación
de la catedral románica: el Maestro Mateo y la escenografía del Pórtico de la
Gloria”, en Pérez González, J. M. (Dir.).:
Enciclopedia del Románico en Galicia,
vol. II. Aguilar de Campoo, 2013. Pp.
989-1018.
23
24
Yzquierdo Peiró, R.: “Rosetón y
dovelas procedentes de la desaparecida
fachada exterior del Pórtico de la Gloria”, en Maestro Mateo en el Museo del
Prado, catálogo de exposición. Madrid,
2016, pp. 112-115.
Sobre el Pórtico de la Gloria, ver
el estudio de Castiñeiras González, M.
A.: “La iglesia del Paraíso: el Pórtico de
la Gloria como puerta del Cielo”, en
Maestro Mateo en el Museo del Prado,
catálogo de exposición. Madrid, 2016,
pp. 52-86.
25
Proyecto patrocinado por la Fundación Barrié.
26
Sobre el coro pétreo y su reconstrucción: Otero Túñez, R. e Yzquierdo
Perrín, R.: El coro del Maestro Mateo.
27
A Coruña, 1990; e Yzquierdo Perrín,
R.: Reconstrucción del coro del Maestro
Mateo, A Coruña, 1990.
28
Yzquierdo Peiró, R.: “La estatua
de san Mateo procedente del coro pétreo”, en Maestro Mateo en el Museo
del Prado, catálogo de exposición. Madrid, 2016, pp. 116-119.
29
Yzquierdo Peiró, R.: “Relieve con
caballos del cortejo de los Reyes Magos
procedente de la fachada del trascoro”, en Maestro Mateo en el Museo del
Prado, catálogo de exposición. Madrid,
2016, pp. 120-121.
Yzquierdo Peiró, R. (Ed.): Maestro
Mateo en el Museo del Prado. Catálogo
de exposición. Madrid, 2016.
30
31
Valle Pérez, C.: “Relexiones
sobre el Maestro Mateo”, en Maestro
Mateo en el Museo del Prado, catálogo
de exposición. Madrid, 2016, pp. 12-17
(reproduce el discurso del autor en el
transcurso del acto institucional del I Día
das artes galegas, promovido por la Real
Academia Galega de Belas Artes, que
tuvo lugar el 31 de marzo de 2015 en la
capilla del Hostal de los Reyes Católicos).
32
Yzquierdo Peiró, R.: “El Maestro
Mateo en la Catedral de Santiago”, en
Maestro Mateo en el Museo del Prado,
catálogo de exposición. Madrid, 2016,
pp. 18-51.
33
Castiñeiras González, M. A.: “La
iglesia del Paraíso: el Pórtico de la Gloria como puerta del Cielo”, en Maestro
Mateo en el Museo del Prado, catálogo
de exposición. Madrid, 2016, pp. 52-86.
34
Ver citas realizadas en las menciones a cada una de las piezas expuestas.
35
Auditorio del Museo Nacional del
Prado, 14 de diciembre de 2016: La catedral del Maestro Mateo.
36
Auditorio del Museo Nacional del
Prado, 18 de febrero de 2017: Meta,
voz y visión. Pórtico de la Gloria como
escenario.
37
Auditorio del Museo Nacional
del Prado, 25 de febrero de 2017: ¿Y
antes del Pórtico? Génesis, imagen y
escenografía de la catedral románica de
Santiago de Compostela.
38
Auditorio del Museo Nacional del
Prado, 11 de marzo de 2017: Misit me
Dominus. Apuntes sobre iconografía jacobea en la Edad Media.
39
Auditorio del Museo Nacional del
Prado, 24 de marzo de 2017: Ad sepulcrum Beati Iacobi. Músicas para los instrumentos del Pórtico de la Gloria.
40
Sobre la música del Pórtico de
la Gloria y su tiempo, ver: López Calo,
J. (Coord.): Los instrumentos del Pórtico de la Gloria. Su reconstrucción y la
música de su tiempo, 2 vols. A Coruña,
1993; y Villanueva Abelairas, C. (Dir.): El
Pórtico de la Gloria. Música, arte y pensamiento. Santiago, 1989.
41
En total se registraron, entre el 29
de noviembre de 2016 y el 24 de abril
de 2017, 1.133.071 personas. (Fuente: Museo Nacional del Prado. Área de
atención al visitante).
42
Inicialmente, su clausura estaba prevista para el día 26 de marzo de
2017.
43
En estos momentos, se trabaja
en el montaje de esta exposición, que
tendrá lugar en el Salón de ceremonias
del Pazo de Xelmírez y cuya clausura
está prevista para el 23 de febrero de
2018, fecha en que se celebrarán el 850
aniversario de la concesión a Mateo de
una pensión vitalicia por parte de Fernando II.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 307-311
311
Ramón Yzquierdo Peiró
Maestro Mateo en el Museo del Prado
TEJIDOS, VESTIDOS E IMÁGENES:
LA EXPOSICIÓN CON-FÍO EN GALICIA
Fátima Díez Platas
Universidade de Santiago de Compostela
Entre marzo y septiembre de 2016, el Museo Centro Gaiás de la Cidade da Cultura de
Galicia se convirtió en el escenario de una
muestra de moda, arte y textil, a través de la
exposición Con-io en Galicia. Vestir Galicia,
vestir o mundo, comisariada por el historiador
Miguel Anxo Seixas y diseñada por Pepe Barro.
La exposición, cuyo título jugaba con la realidad
material del hilado y la prominencia de la industria del vestido en Galicia en el momento actual,
no fue una simple muestra de moda, ni una exposición etnográica sobre la realidad de la producción textil y su historia. Con el concurso de
más de trescientas piezas de diversos tipos e interesantes procedencias, se buscó construir un
discurso que, sobre todo, pretendía dar cuenta
de la historia de una industria que, en el tiempo presente y en Galicia, mueve millones, tanto en el sector económico como en el creativo.
Partiendo de la aguja paleolítica hallada en la
cueva Eirós (Triacastela, Lugo), la primera pieza
que representa el inicio de la actividad textil en
el horizonte arqueológico gallego, se iniciaba
el recorrido expositivo que desembocaba en la
actualidad del diseño y en el impacto internacional del imperio Inditex.
Con más de treinta mil visitantes en los seis
meses que estuvo abierta, la muestra se convirtió en un evento singular, que aglutinó una serie
de actividades de distinta índole, desde eventos
sociales y talleres de creación a unas jornadas
académicas que congregaron a importantes especialistas en todos los campos de la moda, el
arte y el textil; eventos que intentaron establecer
relaciones entre la labor artesanal y manual, la
creación, el arte y el impacto económico y social
de un fenómeno como es la moda en el momento presente.
Fotografía: Manuel G. Vicente. Cortesía de Cidade da Cultura
de Galicia
El discurso expositivo y el diseño, hasta cierto
punto conservador, que tuvieron que lidiar con
el siempre difícil espacio del museo de la Cidade
da Cultura, con los retos del tamaño y la gestión
de la luz y la visualización, se articuló en un recorrido complejo y heterogéneo con algunos aspectos muy vistosos e interesantes. La estructura
contemplaba cuatro grandes ámbitos donde se
encontraban la actividad artesanal del hilado y el
tejido, la realidad del vestido desde el punto de
vista histórico y social en la Galicia de distintas
épocas, la conversión y el desarrollo económico
de la industria textil, el despegue del diseño y la
imagen en los años 80 y la vibrante creación que
se está produciendo en el momento actual.
En el primer ámbito de la muestra, y a través de una selección de piezas históricas, artísticas, fotografías, vídeos, documentos y objetos
artesanales, se mostraba la historia, tanto de
la actividad del tejido como de la vestimenta.
Las piezas arqueológicas que mostraban petriicada la realidad del vestido en la época romana o medieval dialogaban en este espacio
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 313-315
Fátima Díez Platas
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Tejidos, vestidos e imágenes: la exposición Con-fío en Galicia
de manera sugerente con la recreación de la
indumentaria de personajes especialmente
representativos de la historia de Galicia y de
Compostela, como Alfonso IX o la reina Berenguela, vestidos por Arantxa Vilas, responsable
de ayudar a crear fantasías medievales con su
colaboración en la realización del vestuario de
la conocida serie Juego de Tronos. Un aspecto especialmente atractivo de este ámbito lo
constituía, además, la exposición de vestidos
y atuendos con la magníica colección de las
hermanas González-Moro, que mostraba cien
años de indumentaria burguesa –de 1850 a
1950- por medio de auténticas joyas en perfecto estado de conservación, que provocaron
la admiración y la envidia de visitantes e instituciones de moda.
Los tres ámbitos restantes ofrecían un giro
en el sentido del discurso volviéndose hacia los
aspectos económicos e industriales y entrelazándolos con la imagen de la moda gallega y el
boom que experimentó en los dorados años 80
-bajo la máxima del diseñador Adolfo Domínguez “la arruga es bella”-, para, al inal, conducir la mirada a una pequeña pasarela de moda,
resumen de la historia de más de trescientas empresas y diseñadores hasta el momento actual.
Además del deseo de mostrar la evidente
realidad de que el textil gallego es un sector estratégico que da empleo a más de diez mil personas y constituye una importante parte de la
riqueza de Galicia, merece una reseña el intento realizado por Con-fío en Galicia de mostrar
cómo esta realidad se ha fraguado a lo largo de
décadas y gracias a aspectos y iguras clave, representadas por empresas como la camisería Regojo que implicó a Dalí en la imagen publicitaria
de sus camisas que no necesitaban planchado, o
por entidades como la Sociedad Textil Lonia, de
Ourense, Adolfo Domínguez o Inditex, que gestionan importantes marcas y llevan el nombre de
Galicia por el mundo, asociándolo indisolublemente a la moda y el diseño.
En otro orden de cosas, la imagen y la fotografía estrechamente vinculadas a la creación
de moda y al diseño resultan especialmente relevantes en una muestra como la que nos ocupa.
El ámbito dedicado a recordar el gran despegue
de la moda gallega en la década de los años
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 313-315
80 se resolvió con la reunión de los numerosos
nombres y marcas que se consolidaron y consagraron en el momento, expuestos al mundo
a través de las imágenes de Galicia Moda y de
los objetivos de los grandes fotógrafos de moda
como Outumuro, Xoán Piñón, Luis Carré o Eloy
Lozano.
Por último, la muestra transformaba este
desile de nombres e imágenes en una pasarela,
algo exigua y constreñida en el espacio, en la
que se materializaban creaciones de las marcas
que han sido y son industria, diseño y moda,
como Selmark, Bimba y Lola o Kina Fernández,
por citar solamente unos “botones”. El inal
del recorrido desembocaba en la presentación
de una “nueva colección”, en palabras de los
organizadores, de creaciones contemporáneas
de los nuevos talentos que descuellan en el irmamento de la moda española e internacional.
Junto a la elegancia de Jorge Vázquez y María
Barros, se exponían la interesante propuesta trufada de experimentación artística de Sara Coleman, la minuciosa precisión de los plegados de
Eva Soto o el vestido “Fátima” de José Castro,
entre otros. La evidente propuesta estética y
visual se completaba con la presentación de la
labor de Latitude y otras empresas, que están
en la tarea tan actual de conjugar la moda, el
diseño y la producción textil con la sostenibilidad
y la preocupación medioambiental, ofreciendo
como contrapunto la experiencia táctil de tejidos
nuevos, de inusitadas procedencias que, sobre
todo, contribuían a ampliar el conocimiento y la
cultura textil.
Fotografía: Manuel G. Vicente. Cortesía de Cidade da Cultura
de Galicia
Con-fío en Galicia no puede considerarse,
como ya hemos adelantado, ni una exposición
documento sobre la historia y la industria del
vestido y del tejido y el textil, ni una exposición
de moda al uso, en la que se busca el diálogo
con el arte o se explora la producción creativa
de una época o de uno o varios diseñadores. La
muestra constituyó más bien un intento algo heterogéneo de mostrar bajo muchos aspectos, y
una vez más, la realidad gallega, al amparo del
poderío económico y creativo de una industria
en la que es innegable que Galicia destaca.
En este momento y desde hace tiempo, Galicia es moda, es industria textil y es fuerza creativa en los diseñadores que ya han conseguido un
lugar y un reconocimiento, y en los que se están
formando en instituciones como la Escuela de
Estudios Superiores en Diseño Textil y Moda de
Galicia (ESDEMGA) o la EASD Mestre Mateo . Y
la moda gallega también atraviesa fronteras con
el impacto que provocan en las redes sociales fe-
nómenos como las “bloggeras” o las “inluencers”, o con los profesores universitarios que
postulan a través de publicaciones académicas
elevar la moda a otro nivel, y considerarla como
“el octavo arte”.
Por todo ello, se agradece el intento, que
ha dejado sembrada una semilla, materializada
en un fantástico catálogo, y nos hace abrigar la
esperanza de que la iniciativa cuaje y en el futuro se produzcan nuevas propuestas expositivas,
que se embarquen de una manera más creativa
y rompedora, desde el punto de vista estético,
en la aventura de presentar la moda -y la moda
concebida en Galicia- desde nuevos puntos de
vista. Se ha dado, pues, el primer paso para iniciar la tarea de explorar y presentar el punto de
vista de la creación, la apuesta por la calidad,
unas propuestas estéticas únicas, y una industria
económica y formativa, que todavía promete y
que se está convirtiendo en una gran realidad.
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Fátima Díez Platas
Tejidos, vestidos e imágenes: la exposición Con-fío en Galicia
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Maestro Mateo en el Museo del Prado
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Ramón Yzquierdo Peiró
Maestro Mateo en el Museo del Prado
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LUZ, COR E OURO:
ESTUDOS SOBRE MANUSCRITOS ILUMINADOS
Catarina Fernandes Barreira (Coord.), Lisboa, Biblioteca Nacional de
Portugal, Instituto de Estudos Medievais, 2016. 338 págs.
ISBN 978-97-256-5600-6
A lo largo de los últimos años la comunidad
cientíica portuguesa ha realizado un importante
esfuerzo encaminado a poner en valor, analizar
y difundir el patrimonio bibliográico medieval y
renacentista conservado en sus archivos y bibliotecas. Una de las principales actuaciones ha sido
el estudio de la miniatura y los manuscritos iluminados, tradicionalmente considerados un “arte
menor” y, en consecuencia, postergados en la
historiografía del conjunto peninsular –frente a
la atención recibida en universidades y centros
de investigación europeos y norteamericanos–.
En este sentido, la publicación en 1994 de la
obra Inventário dos códices iluminados até 1500
supuso un punto de inlexión al ofrecer un primer estado de la cuestión1.
Desde entonces, buena parte de las iniciativas llevadas a cabo han sido capitalizadas por
el Instituto de Estudos Medievais (IEM), fundado en 2002 en vinculación con la Facultade de
Ciências Sociais e Humanas de la Universidade
Nova de Lisboa, y, más concretamente, por uno
de sus grupos de investigación, el GI Imagens,
Textos e Representações, actualmente coordinado por Catarina Fernandes Barreira. Entre otras
acciones, dicho grupo ha impulsado o participado en los proyectos de investigación “Colour
in medieval illuminated manuscripts: between
beauty and meaning”, dirigido por Maria Adelaide Miranda entre 2009 y 2011, y “Hebrew
illumination in Portugal during the 15th century”, dirigido por Luís Urbano Afonso entre
2012 y 20152; ha organizado encuentros, como
la Medieval Europe in Motion International Conference, que comenzó en 2013 y alcanzará su
cuarta edición en 2017; y ha promovido numerosas publicaciones cientíicas, como el volumen
Portuguese Studies on Medieval Illuminated Manuscripts. New approaches and methodologies3
o el reciente número monográico del Journal
of Medieval Iberian Studies, “Looking Ahead:
Interdisciplinary Approaches to Medieval Iberian
Heritage”, en el que son numerosos los artículos
dedicados al análisis de los manuscritos iluminados portugueses4.
La obra Luz, cor e ouro: estudos sobre manuscritos iluminados es otro feliz resultado de
esta ambiciosa trayectoria desplegada desde el
IEM. Su origen se halla en las sesiones del seminario mensual que, bajo el título “Um mês,
un códice iluminado”, se celebró entre marzo de
2013 y octubre de 2014 en la Biblioteca Nacional
de Portugal (BNP), organizado por esta misma
biblioteca y el IEM bajo la iniciativa de Catarina
Fernandes Barreira, también responsable de la
coordinación cientíica de esta publicación. Los
objetivos de dicho seminario eran dar a conocer el rico patrimonio bibliográico y cultural de
la BNP y de la Biblioteca de Ajuda, fomentar la
relexión sobre la importancia histórica y cultural
de los libros y dar a conocer las últimas investigaciones sobre el legado bibliográico que se
están llevando a cabo en Portugal desde diversas perspectivas disciplinares. Y todo ello, con
una clara vocación didáctica, la de favorecer la
difusión del conocimiento sobre los manuscritos
medievales y el modo en que se investigan a un
público amplio.
La culminación de dichos objetivos y de ese
empeño en alcanzar la transferencia y divulgación del saber más allá de los límites del mundo
académico –fundamental, aunque con frecuencia desatendida, razón última de la investigación
cientíica– es esta publicación, integrada por diecisiete trabajos que combinan, en perfecto equilibrio, la investigación sólida en la que se basan
con un estilo ágil y accesible. El resultado es una
obra de alta divulgación y, al mismo tiempo, de
referencia para los especialistas interesados en el
patrimonio bibliográico medieval y renacentista.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
320
Focalizados en la realidad lusa y en sus contactos con el resto del Occidente europeo, los
estudios que componen esta publicación abordan un marco cronológico amplio, desde el siglo
XII hasta inales del XVI. Igualmente amplio es
el enfoque temático, puesto que, a lo largo de
sus páginas, se analizan diversos tipos de obras,
desde códices bíblicos y exegéticos hasta libros
cientíicos, pasando por manuscritos litúrgicos,
universitarios, literarios, devocionales, etc. e incluso impresos, tanto del ámbito cristiano, prioritariamente tratado, como de otros ámbitos culturales, igualmente fundamentales en la Historia
del medioevo, como el judío. En in, esa misma
amplitud caracteriza al enfoque metodológico
con que son analizados los códices en cada contribución, tomando siempre en consideración no
solo la decoración, sino también el texto, la materialidad, el contexto de origen, la trayectoria
posterior, etc. De esta forma, esta obra ofrece un
amplio panorama, integral y actualizado, sobre
la producción, uso y circulación de los manuscritos y primeros impresos en los diversos ámbitos (monástico, universitario, cortesano…) del
territorio portugués desde la plena Edad Media
hasta la primera modernidad.
Los diecisiete trabajos que la componen son
debidos a un total de veintidós autores y autoras,
detalladamente presentados en un apéndice inal,
que incluye sus currícula vitae abreviados, junto a
un resumen en portugués e inglés de cada contribución: Luís Urbano Afonso, Rita Araújo, Helena
Avelar de Carvalho, Luís Campos Ribeiro, Paula
Cardoso, Maria da Conceiçao Casanova, Rita
Castro, Inês Correia, Luís Correia de Sousa, Maria
Coutinho, António-José de Almeida, Delmire Espada Custódio, Catarina Fernandes Barreira, Manuel Pedro Ferreira, Ana Lemos, Maria João Melo,
Alicia Miguélez Cavero, Maria Adelaide Miranda,
Tiago Moita, José Augusto Ramos, Rosário Santana Paixao y Graça Videira Lopes. En su conjunto,
se trata de destacados investigadores –algunos
eméritos o consolidados profesionales, otros jóvenes doctores e, incluso, doctorandos–, todos ellos
especialistas en diversas áreas de conocimiento
relacionadas con el estudio de los manuscritos
(Historia del Arte, Historia, Literatura, Música o
Conservación y Restauración) y pertenecientes a
diferentes instituciones académicas y culturales,
tales como, entre otras, la Universidade Nova
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
de Lisboa, la Universidade de Lisboa, el Arquivo
Nacional da Torre do Tombo, la Direção-Geral do
Livro, la Escola Superior de Educação e Ciências
Sociais do Instituto Politécnico de Leiria, el Centro
Interuniversitario de História das Ciências e Tecnologia o la Academia Portuguesa da História. Entre
todas ellas, destaca especialmente el IEM, del que
la mayoría de los autores son miembros integrados o colaboradores, reforzando la posición de
este centro como vanguardia portuguesa en el
estudio del patrimonio librario.
Desde el punto de vista de su estructura, la
obra comienza con una breve presentación, escrita por Amélia Aguiar Andrade, directora del
IEM cuando tuvieron lugar los seminarios mensuales que dieron origen a la publicación, y un
prefacio debido a la coordinadora cientíica de la
obra, Catarina Fernandes Barreira. A continuación, las diecisiete contribuciones se distribuyen
en siete bloques, el primero de los cuales, “Introdução ao manuscrito iluminado: uma leitura
interdisciplinar”, posee un carácter introductorio
sobre las características materiales y la más adecuada metodología, esencialmente interdisciplinar, que se debe aplicar al análisis de los manuscritos iluminados. Se integran en este apartado
los artículos “O manuscrito iluminado medieval.
Materialidade, arte e cultura”, de Maria Adelaide Miranda y Maria João Melo, y “O manuscrito
medieval enquanto códice”, de Inês Correia.
Los seis restantes bloques del volumen tienen un carácter temático y se presentan, además, dispuestos en orden cronológico. El primero de ellos, “Manuscritos iluminados de
produção monástica do século XII aos inícios
do século XIII”, comprende tres trabajos que se
centran en desentreñar las condiciones de origen y el signiicado de la decoración de algunos
de los manuscritos portugueses más antiguos y
más complejos que se conservan, originados en
la poderosa abadía de Alcobaça, prolíica en la
producción libraria a lo largo del medioevo: “O
Apocalipse em Portugal na Idade Média”, de
Alicia Miguélez Cavero, “Dispositivos visuais, ordenação e memorização. Comentário às iniciais,
diagramas e ao loquela digitorum dos Alc. 424
a 426”, de Maria Coutinho, y “O De Avibus de
Alcobaça: uma cópia de Claraval?”, de Rita Castro, Maria João Melo y Maria Adelaide Miranda.
321
El segundo bloque temático, “A circulação
de manuscritos e a universidade no século XIII”,
aborda el análisis de la movilidad de los libros, un
fenómeno esencial para comprender su historia
en el medioevo, a través de dos tipos de creaciones emblemáticas de la producción parisina del
periodo gótico y sus conexiones con el ámbito
luso: las Biblias portátiles (Luís Correia de Sousa,
“Uma Bíblia de bolso na livraria de Alcobaça”) y
los manuscritos universitarios realizados a pecia
(Catarina Fernandes Barreira, “A importância de
um manual universitário na abadia de Alcobaça:
os quatro livros das Sentenças de Pedro Lombardo, Alc. 417”).
Siguen dos apartados más breves que enriquecen la visión del mundo manuscrito en Portugal en el siglo XIII desde dos puntos de vista.
Por un lado, la producción de ejemplares miniados en la comunidad sefardí, a través del artículo
de José A. Ramos, Luís U. Afonso y Tiago Moita,
“A Bíblia de Cervera: um manuscrito sefardita
iluminado?” sobre uno de los más ricos testimonios del arte medieval sefardita, carente hasta
la fecha de un estudio monográico detallado.
Por otro lado, la producción de manuscritos literarios, por medio del trabajo de Graça Videira
Lopes, “A letra e o canto trovadoresco: o Cancioneiro da Biblioteca Nacional [Cod. 10991]”,
que traza un sintético panorama sobre los tres
únicos códices que han transmitido la lírica gallego-portuguesa hasta la actualidad.
Un quinto bloque temático, más amplio, nos
introduce, bajo el título “Manuscritos iluminados no século XV: temas e leituras” y a través de
algunos de los ejemplares más destacados que
conservan la BNP y la Biblioteca de Ajuda, en el
análisis de la iconografía y el signiicado de las
imágenes en los libros devocionales, en la producción de suntuosos manuscritos de carácter
cientíico o en el protagonismo fundamental de
los promotores que encargaron las obras, entre
otros temas centrales en la miniatura del Cuatrocientos. Componen este apartado los artículos
de Rita Araújo, Conceição Casanova y Ana Lemos, “Estudo das encadernações de dois livros
de horas da BNP: IL. 15; IL. 19”, Delmira Espada
Custódio, “As Perfeitíssimas Horas da rainha D.
Leonor. Leitura iconográica e sua repercussão
na deinição do percurso do manuscrito”, He-
lena Avelar de Carvalho y Luís Campos Ribeiro,
“Fisionomia e astrologia: o manuscrito de Rolando de Lisboa”, y Luís Campos Ribeiro, “Medicina
e dietética medieval: o Le régime du corps de
Aldobrandino de Siena”.
Por último, el apartado “O século XVI e a
coexistência da produção de manuscritos e impressos” aborda una cuestión fundamental en la
Historia del libro, no siempre convenientemente
tratada desde el punto de vista de los ejemplares decorados: la prolongación de la producción
amanuense más allá de la difusión de la imprenta
en los inicios del Quinientos. Se incluyen en este
apartado los artículos “Os livros de coro quinhentistas de Soror Antónia: o Antifonário L.C.
131”, de Paula Cardoso, “Trindades trivúlcicas
em livros da BNP”, de António-José de Almeida,
y “Chronica do emperador Clarimundo, donde
os reys de Portugal descendem (1522): factos e
fantasia na construção de uma identidade”, de
Rosário Santana Paixão.
Cierran el volumen unas “Notas de investigação” de Manuel Pedro Ferreira sobre el manuscrito Iluminado 115 de la BNP, un antifonario-himnario, suntuosamente decorado, copiado
por el scriptorium de Alcobaça en el primer cuarto del siglo XIII pero ampliado y actualizado en
los siglos sucesivos.
A lo largo de todos estos trabajos, encontramos, en suma, un gran cantidad de nuevas
aportaciones al conocimiento del patrimonio
bibliográico portugués y peninsular de la Edad
Media, así como un compendio de los saberes
y prinicipales líneas de estudio planteados con
anterioridad gracias a los ricos aparatos críticos
que los acompañan y que, en conjunto, ofrecen
un panorama historiográico muy completo y
actualizado sobre los estudios dedicados a los
manuscritos medievales, especialmente desde
el punto de vista de su decoración. Ello, unido
al rigor metodológico de todas las contribuciones, a su estilo ágil y a su cuidada maquetación,
con abundantes ilustraciones a color, hacen de
esta publicación una iniciativa modélica de alta
divulgación que transciende con mucho el objetivo primordial de difusión del conocimiento
cientíico a un público amplio para convertirse
en una obra de referencia para los especialistas
en los diversos campos implicados en el estudio
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
322
del libro medieval y renacentista. En este sentido, sería deseable la presencia de un índice de
manuscritos citados, que facilitaría el manejo de
un volumen tan rico en informaciones y matices.
No obstante, el formato de publicación elegido,
electrónico –aunque con posibilidad de adquirir también una versión en papel–, garantiza la
agilidad de consulta y convierte a esta obra en
testimonio de otra vanguardia, la digital, que
ha adquirido una relevancia fundamental en
la investigación en Humanidades; no en vano,
buena parte de los manuscritos aquí estudiados
NOTAS
1
Inventário dos códices iluminados até 1500 (I. Vilares Cepeda, T. A. S.
Duarte Ferreira, coords.), Lisboa: Secretaria de Estado da Cultura, Instituto da
Biblioteca Nacional e do Livro, 1994.
Para más información sobre este
proyecto, véase: <http://hebrewilluminationinportugal.weebly.com/>.
2
se encuentran íntegramente digitalizados en la
Biblioteca Digital de la BNP5. Desde este presente digital la obra Luz, cor e ouro: estudos sobre
manuscritos iluminados contribuye a rescatar,
analizar, poner en valor y difundir una parte del
patrimonio bibliográico portugués y, a través de
su sólido elenco de autores y autoras, augura los
prometedores resultados que se alcanzarán, sin
duda, en este campo en los próximos años.
3
Portuguese Studies on Medieval Illuminated Manuscripts. New approaches and methodologies (M. A. Miranda/A. Miguélez Cavero, eds.) (‘Textes
et Études du Moyen Âge. TEMA’, 76),
Madrid-Barcelona, Brepols, 2014.
4
“Looking Ahead: Interdisciplinary Approaches to Medieval Iberian
Heritage” (A. Miguélez Cavero, ed.),
special issue, Journal of Medieval Ibe-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
Mercedes López-Mayán
Universidade da Coruña
rian Studies 8/2 (2016), disponible en:
<http://www.tandfonline.com/toc/
ribs20/8/2?nav=tocList>.
5
Disponible en: <http://purl.pt/index/geral/PT/index.html>.
323
DE BRUSELAS A TOLEDO. ESTUDIO INTRODUCTORIO,
TRANSCRIPCIÓN Y TRADUCCIÓN
María Concepción Porras Gil, Ediciones Doce Calles, Fundación
Carlos de Amberes, Ediciones Universidad de Valladolid, Fundación
Cultural de la Nobleza, Madrid, 2015. 511 págs., 1 mapa, 34 ilustraciones.
ISBN 978-84-9744-186-5 (Ediciones Doce Calles)
ISBN 978-84-87369-81-0 (Fundación Carlos de Amberes)
ISBN 978-84-8448-852-1 (Ediciones Universidad de Valladolid)
La autora es profesora titular de Historia del
Arte en la Universidad de Valladolid, a la que
está vinculada, en su Departamento de Historia
del Arte, desde 1989. Forma parte del Grupo de
Investigación Reconocido (GIR), de la Universidad
de Valladolid, “Arte, Poder y sociedad en la Edad
Moderna” y contextualiza este estudio en el marco del “Proyecto de Investigación del Ministerio de
Educación y Ciencia de España I+D+I HAR/201341053-P Arte y lujo. Valoración y presencia de los
Tapices Flamencos en España en los siglos XV y
XVI y su fortuna posterior”. Su primera línea de
investigación relevante le llevó a tratar sobre las
construcciones de carácter defensivo, lo que dio
lugar a una serie de publicaciones datadas entre
1995 y el año 2008, fundamentalmente1.
También -y en paralelo- ha acometido estudios, en un periodo que lleva desde el tiempo
inal de la Edad Media al Renacimiento, fundamentalmente, en los que se ocupa desde cuestiones relativas al simbolismo, a la restauración
y, en alguna ocasión, al arte efímero, vinculado
a la iesta2, en un tipo de trabajo cercano al libro
que aquí se considera. Además ha desarrollado
estudios relacionados con la estética3; ocasionalmente sobre artistas contemporáneos4 y una monografía relativa al Arte islámico en donde nos
aproxima a cuestiones tales como el modo de
entender la luz en el interior de sus ediicios o
el signiicado de la geometría y la escritura5 . Su
interés por el papel de la mujer en el mundo del
arte6 y las incursiones que ha hecho, últimamente, en el rico territorio de la poesía7 son igualmente dignas de mención.
El libro se divide en dos partes, tras el Prólogo, que irma Miguel Ángel Zalama, catedrático
de Historia del Arte en la Universidad de Valladolid, y una Nota de Autor. La primera, que discurre
entre las páginas 21 y 246; se denomina “Estudio Introductorio” y bien pudiera denominarse
tal como se titula el libro porque, de lo que se
trata, en esta parte, es sobre el viaje de los archiduques Felipe y Juana, de Bruselas a Toledo, y
sobre las peculiaridades de la llamada Crónica de
Viena; es decir, el Codex Vindobonensis Palatinos
3410, que se conserva en la Öesterreichische Nationalbilbliothek de Viena.
La segunda parte de este volumen, páginas
247 a 503, recoge los contenidos de la citada
crónica, presentando la transcripción del texto,
en el francés de la época (1501), así como su
traducción al castellano.
Cuenta con una muy selecta bibliografía, en
la primera de las partes citadas, que se desglosa
en dos apartados: “Fuentes escritas consultadas” y “Bibliografía de Consulta”.
Entre las fuentes, además del códice protagonista de esta edición, no solo tiene relevancia
el contenido del relato de A. de Lalaing -Primer
Viaje de Felipe el Hermoso a España en 1501sino también los otros doce, aquí contenidos a
modo de fuentes, desde las que construir los basamentos de un texto enriquecido por las lectura
de una bibliografía de un buen conjunto de autores entre los que destacan, por la aproximación
y número de publicaciones relacionados con este
asunto, los nombres de R. Domínguez Casas ,
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
324
con seis aportaciones, y del ya citado M. Zalama,
responsable de diez de los títulos aquí enumerados.
La primera parte se divide en siete capítulos. El primero responde a la condición de ser
el introductorio y aborda la cuestión de la sucesión castellana y sus posibles consecuencias; la
memoria del viaje, reiriéndose a sus crónicas y
narradores; y el interés de la Crónica de Viena, lo
que justiica, en deinitiva, el trabajo presentado.
El segundo capítulo se ocupa del viaje y sus
diicultades. Es aquí en donde se trata de los
peligros del mar, de los inconvenientes del clima, de los pasatiempos en el camino, además
del cansancio, la enfermedad y la muerte como
circunstancias previsibles al emprender y llevar a
cabo un viaje.
Los pueblos y las ciudades festejando a los
archiduques es el objeto propio del capítulo tercero; se considera el modo en que se representa
la concordia entre el pueblo y las instituciones
urbanas con el príncipe; cómo es el protocolo
del recibimiento; la imagen festiva que adquiere,
en cada caso la ciudad; las peculiaridades propias del territorio francés y del castellano; y, por
último, el papel que desempeñaba la música en
estas actividades.
El cuarto capítulo se titula “Poder espiritual y
poder temporal”. Se trata sobre la imagen de la
iglesia, el valor de las reliquias; el sentido de los
enterramientos y, particularmente, de aquellos
que suponen una condición de realeza; el papel
que desempeñan las iglesias y los monasterios,
engrandeciendo las ciudades; y la relevancia que
tiene, en cualquier caso, el ritual.
“Señores y nobles. Escenarios y representaciones de poder”; así se titula el quinto capítulo.
La presencia y la imagen de la nobleza, el modo
en que se aposentaron los archiduques a lo largo del viaje y una serie de cuestiones relativas
al dinero, plata y vajillas, a relacionar con tales
espacios, son las cuestiones consideradas.
El capítulo sexto se dedica a las “Diversiones
y iestas”. Se enumeran al respecto la caza, los
toros, el juego de cañas, las justas, el juego de
la palma y los naipes, los bailes y banquetes, la
música y, inalmente, las comidas, tratando sobre viandas, manjares, vinos y especias.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
El último capítulo se titula “La crónica de
Viena y la anónima pluma”, en donde se consideran el manuscrito y sus peculiaridades formales, la consideración de que está escrita por
“un hombre próximo a monseñor don Felipe”;
lo que dicho relato supone de propaganda política, en relación con quien será conocido como
Felipe el Hermoso, la forma en que Castilla es
vista con ojos de Flandes Se termina esta parte
planteando una sopesada hipótesis sobre la autoría proponiendo, en este sentido, el nombre
de Antonio de Vaulx, “mariscal de alojamientos
de monseñor”, como el autor de este relato, inacabado, ya que se concluye el 9 de mayo, en
Toledo. El supuesto autor se muere el 1 de junio;
de ser así, ha de ser la enfermedad lo que le impide seguir narrando el curso de un viaje que
sí puede seguirse en que relata Antonio de Lalaing, el otro autor de una crónica escrita desde
el séquito de los archiduques.
Complementan esta parte primera la presencia, de forma consecutiva, de treinta y cuatro ilustraciones, a color- entre las páginas 224
y 225-, a las que acompañan, en algunos casos,
explicaciones que van mucho más allá de lo que
supone aportar los datos precisos, a la hora de
enunciarlas.
No es menor el empeño con que se hace la
transcripción y la traducción de la Crónica de Viena, presentada a continuación. Previamente la autora señala la diicultad que supone trabajar con
el original y las deudas contraídas con una transcripción realizada en 1841, titulada Die Handschrigten der K.K. Hofbibliotehek in Wien, Tomo
II, pp. 554-655, depositada, también, en la Biblioteca Nacional de Viena, así como lo que, en esta
parte del libro, debe a Adelaida Porras Medrano,
Javier Vega y, sobre todo, Roberto Ruiz Capellán,
especialista en literatura medieval francesa.
La Crónica de Viena describe un viaje que lleva a los archiduques, con su séquito, por Mons,
Valenciennes, San Quintin, Ham, Compiègne, San
Denís, París, Monthéry, Gerville, Orleans, Blois,
Escure, Amboise, Tours, Saint Maure, Poitiers,
Melle, Cognac, Barbezieux, Ghystres, Chastillon,
Cadillac, Langon, Mont Marsant, Tartas, Das, Bayona, Fuenterrabía, Amaya, Segura, Salvatierra,
Vitoria, Miranda, Grisaleña, Burgos, Valladolid,
Medina del Campo, Segovia, Olías, Toledo.
325
Cuenta, además, este volumen con un índice onomástico y otro toponímico (páginas 505
a 511), lo que facilita, enormemente, la consulta de unos contenidos, relativos a un viaje que
se presenta a través de un mapa (página 17), y
que se valora en un texto, muy bien elaborado,
y unas citas que sí, en casos, hacen referencias
a publicaciones concretas, en otros aportan una
información complementaria, a través de un texto, más o menos breve.
NOTAS
1
La Organización Defensiva Española en los Siglos XVI-XVII; Desde el Río
Eo hasta eI Valle de Arán, Universidad de
Valladolid, Valladolid, 1995; “Contratación y mano de obra en las defensas de
la frontera francesa, siglos XVI y XVII”,
Boletín del Seminario de Arte y Arqueología (Arte), 62 (1996), pp. 331-336;
“El Archivo General de Simancas como
base al estudio de la fortiicación en los
siglos XVI-XVII”, en Fuentes para la Historia Militar en los Archivos Españoles.
VI Jornadas Nacionales de Historia Militar, Sevilla 6-10 de mayo de 1996, Deimos, Madrid, 2000, pp. 357-367; “La
Defensa de los Territorios Hispanos”, en
Carlos V y las artes. Promoción artística
y familia imperial (M. J. Redondo Cantera, M. A. Zalama, Coords.), Universidad
de Valladolid – Junta de Castilla y León,
Valladolid, 2000, pp. 165-201; “La fortiicación de la Goleta y los ingenieros Ferramolín y Micer Benedicto”, en El Emperador Carlos y su tiempo. IX Jornadas
Nacionales de Historia Militar, Sevilla 2428 de mayo de 1999, Deimos, Madrid,
2000, pp. 701-722; Carlos V y la fortiicación de las fronteras peninsulares,
Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes, Alicante, 2001, 32 págs; “La
Intervención de A. Ferramolín y Micer
Benedicto de Rávena en las Fortiicaciones de la costa Nororiental africana: La
Goleta, Bona y Bugía”, en Actas de las II
Jornadas sobre Fortiicaciones Modernas
Estamos, pues, ante la puesta en valor de
una crónica, no demasiado conocida, de un importante viaje a través de una presentación de su
propio contenido, por una parte, y de una valoración del acontecimiento al que se reiere que
va mucho más allá de lo que dicha fuente aporta
ya que tiene en cuenta no solo otras fuentes sino
también una profundización en el conocimiento
de determinados hechos, objeto del relato.
José Manuel García Iglesias
Universidade de Santiago de Compostela
y Contemporáneas (Mediterráneo Occidental 1500-1936) (A Gómez, Vicaíno,
Coord), AFORCA-Editorial Áglaya, Cartagena, 2001, pp. 153-161; “Castillos y
fortalezas en la segunda mitad del siglo
XV: de la guerra al emblema”, en Biblioteca: estudio e investigación, 17 (2002),
pp. 129-143; “La Fortaleza de Melilla,
trazado y obras en la época de Carlos
V”, Boletín del Seminario de Arte y Arqueología, LXVIII (2002), pp. 149-167;
“Francisco de Holanda; propuestas para
la defensa de Portugal en el siglo XVI”,
en População e Sociedade. II Encontro
Internacional Relações Portugal-Espanha (F. de Sousa, Dir,), CEPESE/ Fundação
Rei Afonso Henriques , Oporto, 2002,
pp. 161-178; “La transformación del
sistema defensivo en la frontera occidental francesa”, en Arquitectura, Defensa y Patrimonio. Coruña 2003 (J. R.
Soraluce Blond, Coord.), Universidade
da Coruña, A Coruña, 2003, pp. 129165; “Propuestas y ejecuciones para la
defensa del Virreinato del Perú y otras
tierras americanas”, en Primo convegno
internazionale sull´architettura militare
degli Antonelli da Gatteo, Forum, Udine,
2004, pp. 113-161; “Battista Antonelli.
Las defensas de Cartagena de Indias”,
en Actas del Congreso Patrimonio cultural en los Países Andinos: Perspectivas
a nivel regional y de cooperación. Cartagena de Indias, Cuadernos IILA. Serie
Cooperación, 26 (2005), pp. 483-511;
“La arquitectura militar como imagen
simbólica del poder”, en El arte del re-
nacimiento en el territorio burgalés (E. J.
Rodríguez Pajares, M. I. Bringas López,
Coords.), Universidad Popular para la
Educación y Cultura de Burgos , Burgos,
2008, pp. 97-116; “Battista Antonelli.
Las defensas de Cartagena de Indias”,
en Alma ars. Estudios de Arte e Historia en homenaje al Dr. Salvador Andrés
Ordax (M. A. Zalama, P. Mogollón CanoCortés, Coords.), Universidad de Valladolid, Valladolid, 2013, pp. 391-400;
“Conquistar y defender. Imágenes del
poder y de la guerra”, en O largo tempo
do Renascimento. Arte, Propaganda e
Poder (M. J. Redondo Cantera , V. Serrão, Coords.), Caleidoscopio, Lisboa,
2008, pp. 153-192.
2
“El colegio de San Nicolás en Burgos: Relexiones a su estudio”, Boletín
del Seminario de Arte y Arqueología
(Arte), 63 (1997), pp. 349-358; “Estética y humanismo en la familia ZúñigaAvellaneda”, Biblioteca: estudio e investigación, 18 (2003), pp. 117-141; “La
capilla de la Puriicación en la Catedral
de Burgos: “Mirar el Humanismo. Ver
la Antigüedad desde la forma””, Boletín del Seminario de Arte y Arqueología
(Arte), 74 (2008), pp. 67-88; “La iglesia
de Nuestra Señora de la Asunción de Almenara de Adaja: Estudio de datos históricos e indicios para facilitar su restauración”, en VI Congreso Internacional
“Restaurar la Memoria”: La gestión del
patrimonio: hacia un planteamiento sostenible, 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre de 2008 (J. Rivera Blanco, Coord.),
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
326
II, pp. 209-216; “Construyendo la Jerusalén Celeste. La espiritualidad medieval
y su representación en el arte”, Biblioteca: estudio e investigación, 24 (2009),
pp. 63-76; “Lo que quedó detrás de las
guerras: el arabismo en la arquitectura
cristiana”, Biblioteca: estudio e investigación, 23 (2008), pp. 75-102; “ “Castilla sin fronteras”. El movimiento de las
ideas y las artes en la baja Edad media”,
Biblioteca: estudio e investigación, 25
(2010), pp. 89-108; “El Arte de recibir.
Fiestas y faustos por una princesa”, en
Juana I en Tordesillas: su mundo, su entorno (M. A. Zalama, Dir.), Ayuntamiento de Tordesilla,Valladolid, 2010, pp.
259-286; “El poder estilizado. Entradas,
iestas y ademanes en la Castilla del siglo
XVI”, Biblioteca: estudio e investigación,
26 (2011), pp. 113-135.
3
“Pensamiento estético y su relejo en las formas”, Biblioteca: estudio
e investigación, 19, 2004, pp. 47-68;
“Estética y pensamiento Neoclásico”,
en Biblioteca: estudio e investigación,
20 (2005), pp. 131-152.
“José Vela Zanetti (Milagros
1913-Burgos 1999)”, Biblioteca: estudio
e investigación, 22 (2007), pp. 203-221.
4
5
Arte islámico, Creaciones Vincent
Gabrielle, Madrid, 2010
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
6
“Las mujeres y el patronato de
obras de arte”, en Homenaje al profesor
Martín González, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1995, pp. 735-740.
La profesora Porras es, también, quien
coordina. La vanguardia en femenino:
artistas revolucionarias, mujeres transgresoras, Creaciones Vincent Gabrielle,
Madrid, 2014.
7
Trébol, Vivelibro, Madrid, 2016;
Savia. Manuscrito I, Vivelibro, Madrid,
2016; Pluma ágiL. Manuscrito II, Solingraf S.L. Ediciones Letra Clara, Madrid;
Luna Ininita. Manuscrito III, Solingraf
S.L. Ediciones Letra Clara, Madrid.
327
LA ACTIVIDAD ESCULTÓRICA EN OURENSE,
DEL RENACIMIENTO AL BARROCO
Yolanda Barriocanal López, Consejo Superior de Investigaciones
Cientíicas (CSIC). Grupo Marcelo Macías, Ourense, 2016. 606 págs.
ISBN (CSIC) 978-84-00-10108-4
ISBM (GMM) 978-84-88522-35-1
Estamos ante un completo trabajo de investigación escrito por quien es profesora titular de
Universidad de Historia del Arte en la Facultad de
Historia (Campus de Ourense), de la Universidad
de Vigo desde el año 1990. Su actividad en la
investigación se desglosa en dos ámbitos: Patrimonio Mueble (Pintura, Escultura, Retablística,
Orfebrería, Arte Efímero...); e Inmueble (Arquitectura, Caminos Históricos).
El estudio del grabado del siglo XVIII, en relación con Galicia1, fue el punto de partida en
su trayectoria como investigadora contando con
otros estudios en este mismo sentido2. Igualmente se ocupó de trabajar sobre pintura3 y platería4 ,
además de irmar textos en los que se ocupa del
denominado arte efímero5.
En lo concerniente al patrimonio inmueble
abordó determinados aspectos de la arquitectura de la catedral auriense6; ha estudiado el
monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil 7 y,
también, se ha ocupado de poner en valor las armaduras de madera mudéjares de la provincia de
Ourense8, territorio al que, además, ha estudiado
en alguno de sus lugares9, en su arte popular10 y
en sus caminos111.
Por lo que se reiere al libro que nos ocupa
decir que, en su exhaustiva bibliografía, iguran
diecisiete publicaciones de la propia autora, más
o menos vinculadas con esta materia, presentadas entre los años 1990 y el año 2014. También
han sido particularmente relevantes, como punto de partida, en este mismo sentido, los treinta
y cuatro títulos debidos a M. A. González García,
las veinticuatro de M. D. Vila Jato y los catorce
que pertenecen a J. Hervella Vázquez.
El quehacer en archivos es, en este caso,
sumamente importante ya que ha hecho un
trabajo muy sistemático a la hora de recopilar
información en los archivos de la Catedral de
Ourense, Histórico Nacional, Histórico Diocesano
de Ourense, Histórico Provincial de Ourense, Histórico Provincial de Lugo, y Real Chancillería de
Valladolid. Como resultado de los muchos datos
recopilados cabe subrayar que estamos ante una
publicación que suma mil ochocientas noventa
citas.
Son dos las partes en las que se estructura el
correspondiente índice. En la primera se ocupa
del ejercicio de la profesión y en la segunda, de
los artistas, aportando, también, el catálogo de
su obra. A su vez, la primera parte cuenta con
siete apartados y, así, titula un capítulo inicial
como “Los artistas y su ambiente”; cuestiones
tales como su inserción en el espacio urbano, las
relaciones familiares y personales, su economía,
el tipo de trabajo a desarrollar, su nivel cultural,
movilidad y comportamiento ante la muerte son
asuntos considerados.
El segundo capítulo se ocupa del marco profesional. Es aquí donde se trata sobre la corporación de entalladores, ensambladores y escultores, y, también, del funcionamiento del taller, con
sus oiciales y aprendices.
La contratación de los retablos es lo considerado en el capítulo tercero. Aquí nos aproxima
a cuestiones tales como el contrato notarial, las
trazas y modelos, los sistemas de contratación,
la presencia de iadores como medida de precaución, los plazos de ejecución y entrega de la
obra, la tasación y asentamiento, y las formas de
retribución.
El retablo y sus elementos también tienen un
tratamiento especíico; aquí se tratan, de forma
especíica, la madera y el análisis formal, desglosando la diferente tipología de los retablos. Ya
en el quinto capitulo se aborda la iconografía;
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
328
se desglosa analizando los ciclos del nacimiento,
infancia y Pasión de Cristo; las advocaciones marianas; y el santoral.
Si el sexto apartado trata sobre la policromía,
el séptimo, y último, se ocupa de los promotores diferenciando un estamento eclesiástico -que
desglosa en clero catedralicio, órdenes y comunidades religiosas, parroquias, ermitas y capillas
y cofradías- y particulares, distinguiendo la relativa a las capillas funerarias y aquella otra, a
vincular a la esfera privada.
Ya en la segunda parte de este libro – la relativa a los artistas y su obra- la autora divide la materia en tres capítulos. El primero se lo dedica a lo
que denomina “El Primer Renacimiento”, identiicando los comienzos del arte “a !a la romana” con Cornielles de Holanda, por una parte, y
desglosando, en otra, de forma muy minuciosa,
a aquellos maestros que se entienden como los
vinculables a al círculo del citado Cornielles: Pedro Framengo, Juan Francés, Pedro Francés, Juan
Beze Flamenco, Gaspar Salgado Sobrelo, Jerónimo Flamenco y Mendo Fernández.
El segundo capítulo de esta parte se titula
“La difusión del Manierismo”, vinculando aquí lo
que denomina “la herencia de Juan de Juni” con
Jaques de París, a quien identiica con el llamado hasta ahora “Maestro de Sobrado”, tal como
había sido reconocido por J. J. Martín González
en su día, con la colaboración de J. González
Paz. Se ocupa, también aquí, de maestros que
se entienden como coetáneos de Jaques de Paris: Francisco Francés, Michel Frances, Maestre
Pedro; Andrés Pérez, Pedro de Valiña, Bastián de
la Puerta, Gullén Rogés, Adrián de Niveles, Juan
Anxe. Cierra este apartado ocupándose de las
obras de Juan de Juni sitas en Ourense.
El último capítulo se dedica a aquellos maestros que aglutina bajo el epígrafe de “La renovación Romanista”. La autora distingue, en un
primer apartado , al Foco romanista ubicado en
la zona oriental del territorio ourensano tratando, inicialmente, la inluencia de Gaspar Becerra
en el foco de Valdeorras y signiicando la obra de
Pedro de Arbulo Marguete y de Nicolas de Brujas
y Lucas Formente. El hecho de que este territorio pertenezca a la diócesis de Astorga resulta
determinante a la hora de valorar esta actividad
artística en la que la autora distingue un segun-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
do momento que titula “Del Romanismo Asturicense al Barroco” y que personaliza, por una
parte, en la igura de Gregorio Español y, por
otra, en una serie de maestros que explica como
propios de su círculo: Diego Hernández, Luis de
la Baena, Antonio Pereira de Lanzós, Claudio de
Xampión, Juan Martínez Baraona.
El segundo apartado de esta última parte se
dedica a lo que se llama “El Manierismo PostJuniano procedente de los núcleos castellanos”.
Distingue aquí los que provienen de León, Valladolid y Zamora. A los primeros los vincula, en
principio, con Diego Solís y la obra del coro de
la catedral de Ourense, aludiendo a un taller en
el que están Pedro García; Juan Gil, Juan de Salinas, Cristóbal de la Fuente y Juán de Angés el
Mozo, autor que, a su vez, cuenta con un taller
propio constituido por Andrés Angés, Francisco
de Angés, Pedro de Robles, Juan de Mieres y
Paulo de Salamanca. A relacionar, en tanto, con
el núcleo de Valladolid, iguran en esta obra: Isaac de Juni, Juan de Muniátegui; y con Zamora:
Gaspar de Acosta y Juan González, por una parte, y Juan de Acosta, por otra.
Un tercer apartado, titulado “Maestros llegados de Santiago de Compostela”, se ocupa
de la obra auriense de Juan Bautista Celma. Y,
ya en el cuarto – “La Vía Manierista del Norte
de Portugal-“ Alonso Martínez de Montánchez
tiene un especial protagonismo. Se especiica,
además, aquí, un repertorio de nombres que
forman parte de su taller: Pedro Díaz de Aguilar;
Domingo Manuel, Baltasar Enríquez, Pedro da
Silva y Domingos Pereira, Andrés del Río, Bartolomé Pérez, Jácome Fernández de Prado y Jacinto González.
Se dedica un cuarto apartado a “La Obra de
Juan Martínez y Alonso Martínez en los monasterios del Cister”; se trata de los radicados en
Montederramo, Oseira y Clodio desglosando,
en este caso, los nombres de los oiciales que
trabajaron en el primero de ellos: Rosendo de
Tamayo, Bernardo Cabrera, Jácome de Rigueira,
Pedro Rodríguez y Andrés González de Amoeiro.
Tratamiento aparte, en un siguiente apartado, tiene la denominada “Escuela Escultórica de
Alonso Martínez” . Son aquí contextualizados
dos autores que se formaron en su taller: Francisco de Moure y Antonio de Neira.
329
Con el título “Los Talleres Locales. Del Manierismo Tardío al Barroco” se denomina el siguiente apartado que aglutina a una serie de
irmas que trabajan en las dos últimas décadas
del siglo XVI y en las primeras del XVII . Se trata
de Antonio de la Reina, Roque Salgado, Francisco Rodríguez Guzmán, Alonso López, Joan de
Espinosa, Antonio Hurtán, Pedro Gómez, Juan
Bautista de Tordesillas Alerte, Pedro Gutiérrez
Fernández, Pedro de Villa, Damián Fernández,
Juan López, Manuel Rodríguez, Juan de la Sierra,
Francisco Gómez, Antonio López y Roque Ruiz.
Se cierra esta segunda parte con un último
apartado, el octavo, dedicado a “Los últimos
entalladores del norte de Europa”: Aymon Pourchelet, Pedro de Brunes, Juan de Gronlot, Gedeon Culcol&Ambrosio de Carnet, y Cornelio
Guillemo.
Conclusiones, relación de archivos citados,
notas y bibliografía completan el minucioso índice aportado en un volumen que contiene precisa información de multitud de retablos y de la
correspondiente imaginería.
Al trabajo en archivos y en relación con la
valoración de la bibliografía utilizada se suma un
conocimiento directo de la obra documentada
o previamente estudiada, por ella misma o por
otros estudiosos. El resultado tiene como fruto
este libro, tras el cual hay que reconocer una
capacidad de trabajo, y de buen hacer profesional, digno de elogio, en una obra en la que, sin
duda, se condensa mucho esfuerzo, en una línea de investigación que quien escribe este libro
abrió hace más de veinticinco años concretando
aquí uno de sus más ambiciosos y brillantes logros en la investigación histórico-artística.
José Manuel García Iglesias
Universidade de Santiago de Compostela
NOTAS
1
El grabado impreso en Galicia en
el siglo XVIII , Secretariado de Publicaciones e Intercambio Cientíico, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1995; El
grabado compostelano del siglo XVIII,
Fundación Pedro Barrié de la Maza, A
Coruña, 1996
2
“Participación de grabadores
madrileños en la estampa de devoción
gallega, del Barroco al Neoclásico”, Academia: Boletín de la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando, 78 (1994),
pp. 111-130; “La estampa al servicio de
la difusión de la ciencia en la Galicia de
la Ilustración”, Ciencias, educación e
historia: actas do V Simposio de Historia
e Ensino das Ciencias : Vigo, setembro
1995 (X. A. Fraga Vázquez, Coord,),
Ediciós do Castro, Sada, 1997, pp. 517523; “La imagen multiplicada al servicio
de la historia. Usos del grabado en la
sociedad gallega del Barroco”, en Las
edades de la mirada (M. P. Díaz Barrado,
Coord,), Universidad de Extremadura,
Instituto de Ciencias de la Educación,
Cáceres, 1996, pp. 109-116; “La imagen militar del Cardenal Cisneros: La
conquista de Orán y su eco artístico en el
grabado”, Congreso internacional sobre
Humanismo y Renacimiento (M. Pérez
González, Coord.), Universidad de León,
León, 1998, II, pp. 179-194.
plata de la ciudad de Orense en el siglo
XVIII”, Boletín auriense, 24 (1994), pp.
337-342; “Acercamiento del arte de
la platería desde el marco profesional:
exámenes de los plateros en Ourense (1783-1853)”, Boletín auriense, 26
(1996), pp. 81-96.
3
“Serie de lienzos procedentes del
convento de San Francisco de Orense
del pintor Juan Antonio García de Bouzas”, Cuadernos de estudios gallegos,
104 (1991), pp. 209-225; “Pintura monástica e imágenes de san Rosendo en
el monasterio de Celanova, del Barroco al Neoclásico: Historia de una triste
pérdida patrimonial”, en Rudesindus:
el legado del santo : [exposición] Iglesia del Monasterio de San Salvador de
Celanova, 1 de octubre-2 de diciembre,
2007 (Fernández-Refoxo González, C.
Coord.), Xunta de Galicia, Santiago de
Compostela, 2007, pp. 334-351.
5
“Cultura simbólica y artiicio en
las festivas demostraciones con que Galicia celebró la aclamación de Fernando
VI”, Minius: Revista do Departamento
de Historia, Arte e Xeografía, 4 (1995),
pp. 131-140; “Exequias celebradas en el
Convento de Santo Domingo de Santiago en memoria de Benedicto XIII. Ceremonia fúnebre y arte efímero”, Minius:
Revista do Departamento de Historia,
Arte e Xeografía, 5 (1996), pp. 167-176;
“La metáfora de la nave: un tópico religioso-político en la decoración fúnebre
de las exequias regias”, en Encuentro
de civilizaciones (1500-1750) : informar, narrar, celebrar : actas del tercer
Coloquio Internacional sobre relaciones
de sucesos, Cagliari, 5-8 de septiembre
de 2001 (A. Paba, G. Andrés, Coords.),
Universidad de Alcalá, Servicio de Publi-
4
“Las ordenanzas de los plateros
compostelanos del año 1786”, Minius:
Revista do Departamento de Historia,
Arte e Xeografía , 2-3 (1993-1994),
pp. 149-156; “El iel contraste de oro y
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
330
caciones, Alcalá de Henares, 2003, pp.
39-48; “La permanencia dinástica en la
literatura e iconografía fúnebre de las
exequias reales celebradas en la Galicia del Antiguo Régimen”, en La iesta
: actas del II Seminario de Relaciones
de Sucesos (A Coruña, 1998) (S. López
Poza, N. Pena Sueiro Coords.), Sociedad
de Cultura Valle-Inclán, A Coruña, 1999,
pp. 19-28; Exequias reales en la Galicia
del Antiguo Régimen: poder ritual y arte
efímero, Universidade de Vigo, Vigo,
1997; “Exequias reales y arte efímero en
la ciudad de Santiago de Compostela”,
en (catálogo de exposición) Santiago y
la Monarquía de España (1504-1788),
Sociedad Estatal de Conmemoraciones
Culturales, Madrid, 2004, pp. 191-206.
“La torre de las campanas de la
catedral de Ourense”, en El comportamiento de las catedrales españolas : del
Barroco a los Historicismos (G. A. Ramallo Asensio, Coord.), pp. 65-74; “Torres
y campanas de la catedral de Ourense.
6
datos histórico artísticos”, en Homenaxe
á profesora Lola F. Ferro : estudios de
historia, arte e xeografía (S. Reboreda
Morillo, Coord.), Servizo de Publicacións
da Universidade de Vigo, Vigo, 2005,
pp. 65-103.
7
El Monasterio de Santa Cristina
de Ribas de Sil, Grupo Marcelo Macías,
1990; Un mosteiro da Ribeira Sacra:
Santa Cristina de Ribas de Sil, Grupo
Marcelo Macías, Ourense, 2004
8
“Restos mudéjares en la provincia
de Orense. Armaduras de madera”, Boletín auriense, 16 (1986), pp. 295-31.
9
Pazos de Arenteiro , Museo Arqueolóxico Provincial de Ourense, Ourense, 1988
10
Arte popular. Los petos de ánimas , Museo Arqueolóxico Provincial,
Ourense, 1985
11
“Innovación e tradición na arte
do camiño do sueste galego, desviación
da via da prata”, Diversarum rerum: re-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
vista de los Archivos Catedralicio y Diocesano de Ourense , 1 (2006), pp. 2960.; “Infraestructuras lineales históricas:
trazado y composición del Camino Real
de Castilla a Santiago, por Ourense”, en
Estudios en homenaje al profesor José
M. Pérez García (M. López Díaz, Coord.),
Servizo de Publicacións da Universidade
de Vigo, Vigo, 2009, pp. 285-302; O
camiño real de Castela a Santiago por
Ourense, base do camiño de pregrinación: Vía da Prata, Grupo Marcelo Macías, Ourense, 2011; “Documentación
y protección de los caminos históricos
de Galicia”, Minius: Revista do Departamento de Historia, Arte e Xeografía,
22 (2014), pp. 33-51; Una variable de
su interés por el estudio de los caminos
lo encontramos en la importancia que le
otorga a quien viaja; véase al respecto,
Xornadas galegas de Xoana I de Castela e Filipe o Fermoso: segunda viaxe a
España : quinto centenario 1506-2006,
Grupo Marcelo Macías. Ourense, 2007.
331
CIUDADES ENTREABIERTAS
Miguel Cortés Arrese, Nausícaä editorial, Colección La rosa profunda,
Murcia, 2016. 92 páginas y 4 ilustraciones.
ISBN 978-84-944683-6-0
Quien irma este libro es catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Castilla-La
Mancha y está adscrito al Campus de Ciudad
Real. La docencia y la investigación se complementan en la actividad de este profesor acostumbrado a responsabilizarse, como comisario,
de importantes exposiciones -entre otras, De
Creta a Toledo: Iconos griegos de la Colección
Velimezis, Museo de Santa Cruz, 1999; Bizancio
en España: De la Antigüedad tardía a El Greco,
Museo Arqueológico Nacional, 2003-. Su labor,
también, coordinando estudios es resaltable, así
como la de conferenciante.
anteriormente por este autor1 pero que, en este
caso, aborda incidiendo en el peso que han tenido diversos personajes en su devenir – Mehemed II, Selim II, Solimán el Magníico… -, y en
el modo en que ha sida reconocida por artistas
tales como Gentile Bellini y Pisanello; la forma en
que se nos presenta en un manuscrito del Museo
del Topkapi, el Surname; o en un friso grabado
que guarda el Metropolitan Museum, debido a
Pieter Coecke van Aelst; la manera en que la percibieron Lady Montagu, esposa de un embajador
(1717), el capitán de fragata Federico Gravina
(1788), el novelista Edmong About (1883)…
Cuenta con una amplia y muy diversa producción como autor. Tanto el arte bizantino
como el ruso son objeto de trabajos suyos, como
también son abundantes los dedicados al arte
español ocupándose de temas tan varios como
el Románico, el Camino de Santiago, las Ordenes Militares, el Cardenal Cisneros, la pintura del
siglo XIX…, entre otros, siendo la ciudad de Toledo y El Greco temas que le interesan de un modo
muy especial.
Con el titulo “La primera impresión de Toledo” se abre el siguiente capítulo2. La presencia
de Rainer María Rilke (1875-1926) en esta ciudad, con todas las circunstancias que le llevaron
a llegar hasta aquí, es una cuestión particularmente abordada. Personalidades extranjeras – es
el caso de Edward Hawke Locker (1777-1849),
Alexandre Dumas (1802-1870), Antoine Fontaney (1803-1837), Charles Didier (1805-1864),
Théophile Gautier (1811-1872), Eugène Piot
(1812-1890), el barón Davillier (1823-1883), Richard Ford (1944)…- y otras, españolas – Benito
Pérez Galdós (1843-1920), Ricardo Arrendondo
(1850-1911), Emilia Pardo Bazán (1851-1921),
Azorín (1873-1967), Félix Urabayen (18831943), …-, dejaron constancia del impacto que,
en ellos, produjo esta ciudad de la que El Greco
hizo su morada y a la que le otorgó inolvidables
imágenes en algunas de sus pinturas.
Pues bien, en el libro que nos ocupa, se ensamblan varias de sus temáticas preferidas. Se
parte, en todo caso, de un primer capítulo, titulado “Ciudades a la altura de su leyenda”; por
sus páginas nos acercamos a lugares tan varios
como Turín, Londres, Venecia, Nueva York que
ya, desde aquí, se entremezclan, en el texto, con
apuntes sobre Toledo, San Petersburgo, Moscú
y Constantinopla. Y, al tiempo que recorremos
ciudades, nos acompañan personajes de la talla
de Pío Baroja (1872-1956) Robert Byron (19051941), Italo Calvino (1923-1985) y Enrique VilaMatas (1948) , entre otros.
El segundo capítulo se dedica a la antigua
Constantinopla recorriendo los distintos momentos de su historia hasta su realidad actual;
se titula “Vista de Estambul desde el Bósforo”.
Estamos, pues, ante una temática ya abordada
El cuarto capítulo nos adentra, ya, en territorios rusos3. Se denomina “Noches Blancas en
San Petersburgo”, aludiendo al titulo -Las Noches Blancas (1848)- de uno de los más bellos
relatos escritos por Dostoievki (1821-1881),
habitante de esta ciudad y que convirtió, según
Steiner (1861-1925), en el escenario de la citada obra. Aquí, una vez más, nos encontramos,
como había sucedido en Toledo, con el poeta
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
332
Rainer María Rilke, que visita esta ciudad en
1899, y, también, con Nikolái Gógol (18091852), Andrei Biely (1880-1934) - autor de la
novela Petersburgo (1906)-, y con Joseph Brodsky (1940-1996), que había nacido, precisamente, en esta ciudad cuando se la conocía como
Leningrado; en cada uno de estos autores hay
una manera propia de ver y vivir esta ciudad;
es el caso, igualmente, de Vladimir Nabokov
(1899-1977), también natural de esta urbe a la
que tanto quiso y de la que se recogen, además,
miradas españolas; concretamente las de los ingenieros José María López de Ecala, en 1858, y
Ricardo Martínez de Unciti, en 1902.
propia; la nuestra, en este caso, con la ayuda de
Cortés Arrese quien no solo entreabre espacios
sino que, también, los entrelaza. Y así cuando
está en Estambul, la vieja Constantinopla, nos
lleva a Toledo y cuando se encuentra en San Petersburgo no ha dejado, aún, Toledo. Y lo mismo
le sucede al tratar sobre Moscú que la considera,
antes de abandonar las calles de la que fue, por
un tiempo, Leningrado. Son, en cierta medida,
los viajes, con su ir y venir, el medio que se utiliza
para ensamblar urbes, para valorarlas, aludiendo, en ocasiones, a cómo el devenir de las estaciones les otorga matices dignos de ser tenidos
en cuenta.
“El Kremlin de la tercera Roma”, es el título
del quinto, y último, capítulo; se hace, así, mención a aquella parte de la ciudad que se considera de una manera principal y, también, a esa
profecía, escrita en 1453 por Tomás de Tver – La
eulogía del Grande y Pío Príncipe Borís Alexándrovich- , denominando como tal a Moscú, equiparándola, de tal modo, con la propia Roma y
con Constantinopla. Una vez más hallamos en
este lugar a Rainer María Rilke; está en compañía
de Lou Andreas-Salomé (1861-1937); allí se encuentra con Tolstói, Leonid Pasternak, Ilia Repin,
Serguei Ivanovich Shajonovskoi…; de este modo
su conocimiento de la ciudad será más profundo
e intenso. La imagen se completa, en este caso,
con las percepciones de personalidades tan diferentes como Luis Morote (1864-1913), Stefan
Zweig (1881-1942), Théophile Gautier, Charles
Saint-Julien (1819-1874)…
Y, como es usual en este autor, estamos ante
un libro muy bien escrito, con una claridad, un
cuidado y una medida en lo que se dice digna de elogio. Es la obra de un historiador del
arte que sabe ver y exponer de una manera muy
particular. Su propio interés por el arte bizantino y por el arte ruso, así como por los viajeros,
fundamentalmente del siglo XIX, resultan sumamente atractivos como líneas de investigación
a desarrollar, y la conjunción que hace de las
mismas, en un trabajo como éste, lo hace mucho más.
No estamos, ante un libro que haga, únicamente, la importante labor de recapitular impresiones de viajeros. Se escribe, en palabras de su
autor, desde el criterio de que “las ciudades son
el resultado de un acuerdo entre su emplazamiento, dimensiones e historia”. Quienes transitan por sus espacios, en tiempos y circunstancias
diversas, son, simplemente, el recurso del que
se parte para incidir en determinadas cuestiones,
siempre muy bien elegidas y magistralmente
entrelazadas para conseguir, de tal modo, presentarnos “ciudades entreabiertas”, con todo
lo que de sugerente encierra tal denominación.
Otros ojos, otras sensibilidades, otras formaciones culturales nos pueden ayudar a ver pero, al
inal, de lo que se trata es de forjar una mirada
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También cabe aludir al tono en que está escrito. No se trata, en este caso, de desarrollar,
desde una posición más o menos dogmática,
una determinada investigación, o lección, desde
el estricto prisma de la historia del arte. Se mueve el autor, más bien, en el campo del ensayo,
algo que le hace sentirse más libre al relexionar
sobre una determinada materia, que considera importante - algo que comparte con otras
sensibilidades y miradas- y a la que nos aproxima sin pontiicar sobre nada pero haciendo,
en cambio, patente la relevancia que tienen los
temas que trata, observados, tantas veces, desde esa mirada fugaz del experimentado viajero
que, por serlo, nos aproxima, sin pretenderlo,
a cuestiones que tienen que ver con el fondo,
con la esencia, de aquello que le conmueve, sin
adentrarse en cuestiones que pudieran ser más
bien anecdóticas.
El propio título de la colección en la que se
incluye el libro – La rosa profunda- nos dice algo
sobre este texto; con esa denominación tituló
José Luis Borges uno libro suyo que contiene 36
333
poemas y, en cierto modo, Cortés Arrese escribe
esta nueva obra desde un cierto talante que evoca la denominada prosa poética, un camino que
nos parece, por cierto, muy idóneo para acercarnos a cualquier exponente relacionado con la
actividad artística. No es la primera vez que este
autor publica una obra en esta colección. Con el
NOTAS
1
Son de su autoría: Lo mejor del
arte bizantino, Información e Historia,
Madrid, 1997; El arte bizantino, Historia
Viva, Madrid, 1999; “Testimonios de la
Constantinopla de antaño”, en Elogio
de Constantinopla (M. Cortés Arrese, Coord.), Universidad de Castilla-La
Mancha, Cuenca, 2004, pp. 111-150;
“Cautivos, embajadores y mercenarios
en los conines del Imperio”, en Caminos de Bizancio (M. Cortés Arrese,
Coord.), Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2007, pp. 267-284; Estilos
de vida en Bizancio, Nausícaä editorial,
Murcia, 2011; “Roma y Constantinopla.
La gran escisión cristiana”, La Aventura
de la historia, 167 (2012), pp. 36-40;
Escenarios del arte bizantino, Nausícaä,
Murcia, 2016
título de “El riesgo de acertar” se ha editado lo
que, en principio, fue la lección inaugural que,
como catedrático, impartió en su Universidad de
Castilla-La Mancha en el curso 2012-2013.
José Manuel García Iglesias
Universidade de Santiago de Compostela
2
El profesor M. Cortés Arrese ha
tratado sobre esta temática en: “Ciudades patrimonio de la humanidad.
Toledo”, Descubrir el arte, 70 (2004),
pp. 22-28; “La primera impresión de Toledo”, en La Biblioteca de la Universidad
de Castilla-La Mancha: 25 años: Homenaje a Marta Navascués Palacio ( A. L.
Galán Gall, Coord.), Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla-La
Mancha, Cuenca , 2010, pp. 129-136;
El fuego griego: memoria de El Greco
en Castilla-La Mancha, Editorial Cuarto
Centenario, Toledo, 2014; Nostalgia del
porvenir navegando hacia Bizancio con
El Greco de Toledo , Biblioteca Nueva,
Madrid, 2015.
3
Se deben a M. Cortes Arrese:
“Apuntes sobre los viajeros españoles
y el arte ruso antiguo”, en Estudios de
historia y arte: homenaje al profesor
Alberto C. Ibáñez Pérez (L. S. Iglesias
Rouco, R Payo, Hernanz, M. P. Alonso
Abad, Coords.), Universidad de Burgos,
Servicio de Publicaciones, Burgos, 2005,
pp. 425-432; Estampas rusas, Institución “Fernando el Católico”, Zaragoza,
2006; “El viaje en el país de los soviets.
Impresiones artísticas”, en El país de octubre (M. Cortés Arrese, Coord.), Nausícaä editorial, Murcia, 2007, pp. 78-104;
“Una cierta imagen de la Rusia NEP”, en
El viaje a Rusia (M. Cortés Arrese, J. A.
Mancebo Roca, Coords.), Nausícaä editorial, Murcia, 2008, pp. 195-220; “¿Es
Moscú la Toledo de Rusia?”, en De Toledo a Moscú: viajes alrededor del Quijote
(M. Cortés Arrese, J. A. Mancebo Roca,
I, López Cirugeda, Coords.), Almud, Ediciones de Castilla-La Mancha, Toledo,
2010, pp. 13-38.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
334
EL ARTE ESPAÑOL ENTRE ROMA Y PARÍS
(SIGLOS XVIII Y XIX). INTERCAMBIOS ARTÍSTICOS Y
CIRCULACIÓN DE MODELOS
Luis Sazatornil Ruiz, Fréderic Jiméno (Eds.), Casa de Velázquez,
Madrid, 2014. 586 págs.
ISBN 978-84-156366-94
Durante el in del siglo XVIII y el desarrollo de
la centuria decimonónica, tres territorios europeos ostentaron el tráico principal de inluencias
artísticas: Francia, Italia y España, siendo Roma y
París focos de aprendizaje indispensable para los
artistas del viejo continente. La ciudad italiana recogía la herencia más antigua con el arte clásico
y enarbolaba el virtuosismo renacentista mientras que la capital francesa aún refulgía con los
últimos vestigios del periodo barroco. En medio
de estos gigantes, España inició un potente intercambio de inluencias con la movilidad de sus artistas y modelos artísticos conigurando un triángulo que orquestaría las bases de la renovación
del arte europeo en aquel momento. Articulado
en tres bloques, “La circulación de artistas”, “La
circulación de obras y modelos artísticos y “La
circulación de ideas”, El arte español entre Roma
y París (siglos XVIII y XIX) Intercambios artísticos
y circulación de modelos, pretende quebrar las
barreras de las disciplinas artísticas enmarcadas y
limitadas por las fronteras nacionales para construir una visión de la Europa de las artes a través
del lujo cultural que articuló a los tres países.
Luis Sazatornil Ruiz y Frédéric Jiméno, inauguran este viaje con España y las capitales del
arte europeo, donde plantean la percepción y
las tendencias de pensamiento que asaltaron a
la cultura española en pleno siglo XIX acerca de
las urbes que concentraban el arte que ocupan
el presente libro: Roma y París, además de la introducción de España como espacio donde se
percibe la inluencia artística de ambos centros.
Jesús Urrea, nos introduce en el tráico de
artistas con Balance sobre el estudio de los pintores y escultores españoles en la Roma del Setecientos, donde elabora un exhaustivo un estado
de la cuestión acerca de los artistas que partieron
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a la capital italiana durante el siglo XVIII, sus mecenas, protectores e intercesores, basado en los
estudios de investigadores como Amada López
de Meneses, Claude Bédat, Leticia Azcue Brea,
Stefania Caltabiano, Caterina Querubini, Jordán
de Urríes u Olivier Michel. Sin salir del ámbito
italiano, Anna Reuter realiza su aportación con el
estudio de Los Cuadernos italianos de los artistas
españoles del siglo XVIII. «Libros de memoria» en
formato bolsillo, populares teccuini de pequeño
formato que empleó la promoción de pensionados enviados a Roma por la Academia de San
Fernando como Goya, José del Castillo o LouisPierre Deseine. Asimismo, Yolanda Gil plantea el
tráico de inluencias italianas-españolas con El
deán Martí y el conde de Cervellón. De la Academia de la Arcadia de Roma al exilio austracista en
Viena, en base a la aparición de una publicación
de obras del poeta burgalés Fernando Ruiz de
Villegas (1734), y que sirve como punto de partida para articular un discurso sobre las maneras
romanas importadas desde la Academia de la Arcadia a Valencia por el deán Martí.
Con el in de ampliar este viaje por el devenir de los artistas, Sophie Descat analiza con
Nouveaux programmes d’architecture. Le rôle
du Grand Tour dans l’élaboration des premiers
musées européens, los programas de renovación
arquitectónica pública surgidos a inales del siglo
XVIII, especialmente en las construcciones museísticas y a través de las innovaciones adquiridas
por los arquitectos en el discurrir de su Grand
Tour. En Regolamenti delle pensioni per Roma
dell’Accademia di San Fernando (1758-1830), Carolina Brook plantea el panorama de la regulación
de las pensiones durante los siglos XVII y XVIII con
el in de indagar en el debate planteado en España sobre el papel de la academia y la importancia
de los centros romano y parisino. Igualmente, Luis
335
Sazatornil Ruiz, aborda el tratamiento de la igura
del arquitecto en Arte o técnica. Arquitectos españoles entre Roma y París (1830-1851), analizando
las reformas de los planes docentes, la creación
de la Escuela Especial de Arquitectura (1848), el
sistema de adjudicación y funcionamiento de las
becas de 1830 a 1851. En la vertiente de las artes
igurativas, Carlos Reyero presenta en Ideología
e imagen del artista español del siglo XIX entre
París y Roma, aquello que Luis Sazatornil Ruiz y
Frédéric Jiméno anuncian al comienzo de la obra,
el bautismo del artista español en Roma y su subsiguiente maduración en París. A través del peril
político de los artíices, su sujeción al academicismo, los géneros que acometen o las instituciones a las que se someten, el autor conigura la
construcción de la imagen del artista español en
los centros culturales del momento. Finalmente,
María Soto Cano, repasa detenidamente en La
Academia de España en Roma y la renovación escultórica española (1873-1900) la fundación de
la academia de España, el rol que desempeñó la
ciudad en el desarrollo de la escultura española y
la institucionalización de las pensiones en Roma.
Benito Navarrete Prieto inaugura el bloque
correspondiente a la circulación de obras y modelos artísticos con Italia como modelo. Disimulación y plagio en la pintura barroca de inales
del siglo XVII, estudio que analiza la llegada de
artistas italianos, la circulación de estampas o
los viajes formativos con el in de comprender
la absorción de los lujos foráneos italianos en el
artista español. A esta misma línea centrada en
los modelos se adscribe a Des modèles français
dans l’Espagne de Charles II (1665-1700). Origines et émergence d’un nouveau goût en peinture, donde Frédéric Jiméno se centra en los prototipos pictóricos franceses, especialmente de
Simon Vouet y de Nicolas Pussin, y su interpretación por el grabado con el in de comprender
su asimilación en el arte español. Persistiendo en
el ámbito de la estampa, Véronique Meyer focaliza su investigación en Les modèles italiens du
XVIIIe siècle interprétés par les graveurs français
(1700-1800) a través de la revisión de los artistas
franceses en Italia, los grabados italianos en el
país francés o el coleccionismo. Esta moda coleccionista, pero de sello español, es igualmente
abordada por Diana Urriagli Serrano en Coleccionismo de pintura en España en la segunda
mitad del siglo XVIII. La autora expone cómo
tapices o pinturas adquirieron las connotaciones
de riqueza e intelectualidad debido al tratamiento que les conirió la clase burguesa mediante
el ansia por el coleccionismo, englobando desde
las galerías de particulares a la colección personal de Carlos IV. Trasladándose de la opulenta
burguesía a las clases nobles, Antonio Urquízar
Herrera y José Antonia Vigara Zafra plantean en
La nobleza española y Francia en el cambio de
sistema artístico, 1700-1850, las políticas artísticas de legitimación españolas, los resultados de
las transformaciones del sistema, su repercusión
en el territorio así como los cambios introducidos en la academia francesa y la institucionalización de la doctrina artística. Sin abandonar el
dualismo Francia-España, Geneviève Lacambre
se adentra en las copias francesas encargadas
por la administración en Notes sur les copistes
français au musée du Prado, donde expone claramente el recorrido de sus pintores y el espacio
que las albergaba.
Prolongando la línea investigadora enfocada
hacia el coleccionismo, Mónica Vázquez Astorga
se aproxima en El papel de Francia en la formación de las colecciones de pintura española en
Italia durante el siglo XIX a las piezas pictóricas
españolas del siglo XVII conservadas en la Galleria di Palazzo Bianco de Génova adquiridas en
XIX en París. En una vía muy similar, Véronique
Gérard Powell presenta en Les collectionneurs
espagnols et la vente d’oeuvres d’art à Paris au
XIXe siècle (1826-1880) la venta de obras españolas durante mediados del siglo XIX abordando
las tentativas de venta de piezas por parte de casas como las de Chinchón, o personalidades que
aglutinaron una buena colección como Aguado,
Gama-Chico, entre otros o las colecciones de
afrancesados como Urquijo e Iriarte, la aparición
de los marchantes en la década de 1870, o el
caso de venta durante el exilio de María Cristina de Borbón. Finalmente, María Egea García
rubrica el apartado presentando en su estudio a
Ignacio León y Escosura, un pintor cosmopolita
en la segunda mitad del siglo XIX, artista realista español residente en París del que analiza el
peril artístico, la proyección social que llegó a
tener, su oicio de anticuario y su faceta como
falsiicador de pinturas.
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336
El último bloque, dedicado a la circulación de
ideas, se abre con Entre Madrid y Versalles. Los
sitios reales españoles en la correspondencia de
la familia de Felipe V (1744-1746), donde José
Luis Sancho establece la oposición que el monarca Borbón maniiesta hacia el estilo de vida en
Versalles como rechazo expreso al país español
mediante sus saltos constantes por los palacios
de El Pardo, Aranjuez, La Granja, El Escorial o
Madrid. Sin abandonar esta vertiente palaciega, Francisco Javier Girón trata en Nueva savia
para el Viejo Continente. El Jardín del Príncipe en
Aranjuez, Rambouillet y la quimera de Norteamérica el que será el primer jardín de inspiración
paisajista creado en España con árboles importados de América y con un claro paralelismo en
el caso del jardín de Rambouillet para Luis XVI.
Con un giro hacia las artes igurativas y las
iguras de poder, Philippe Bordes elabora su discurso en Ferdinand Guillemardet par Francisco
Goya et le portrait oficiel autour de 1800 en
torno al enigmático lienzo y con el exhaustivo
análisis de su iconografía, deteniéndose en los
pormenores de un retrato repleto de detalles
particulares y su interpretación como la encarnación como espíritu de la revolución. De igual
lectura política presenta Ester Alba Pagán La actitud política de los pintores españoles durante
la guerra de la Independencia (1808-1814), estudio que considera las inluencias contextuales
que marcaron a los artistas españoles en pleno
proceso bélico, su producción y las relaciones de
la misma con los órganos de poder y la reacción
de los artíices ante la construcción de una igura mítica sobre Fernando VII a su regreso al
territorio.
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El trabajo de Esteban Castañer Muñoz regresa al ámbito arquitectónico con L’architecture
métallique espagnole et les relations francoespagnoles. Contexte culturel et perspectives
historiographiques, donde plantea la dicotomía entre arquitectura y sociedad, la corriente
española y su desarrollo historiográico hasta la
creación de una huella propia en la década de
1990. Seguidamente, María de los Santos García
Felguera acomete los estudios fotográicos con
El papel de París y los fotógrafos franceses en
la fotografía española del siglo XIX, investigación centrada en la relación entre fotografía y
pintura, la llegada de fotógrafos franceses a una
España ya conigurada como un destino exótico,
el interesante caso del duque de Montpensier o
la colaboración entre operadores de sello francés
y español.
El colofón del libro lo ofrece Luis Méndez
Rodríguez con Un paraíso al sur de Europa. La
construcción de la imagen turística de España,
artículo que pone el broche a la obra mediante
la visión foránea del país como un territorio exótico, próximo al lenguaje oriental, con una estética muy particular y su inlujo en el vecino país
francés. Sin duda, una rúbrica perfecta para un
libro que ha manejado a lo largo de sus páginas
a España, pivotante entre las dos potencias culturales de Europa y que termina por ser observado con un prisma único desde estos mismos
territorios de hegemonía artística.
Teresa Llácer Viel
Universitat Jaume I
337
LA HISTORIA DEL ARTE EN ESPAÑA. DEVENIR,
DISCURSOS Y PROPUESTAS
Álvaro Molina (Ed.), ediciones Polifemo, Madrid, 2016. 557 págs.
ISBN 978-84-16335-24-4
El reiterado tópico sobre la oportunidad de
ciertos libros se queda corto ante la necesidad
de que la Historia del Arte en España contara
con un ensayo de relexión disciplinar como el
que ahora se reseña. Transcurrida más de una
década después de la que se conoció como “crisis del grado” - torpe intento institucional para
hacer desaparecer en 2005 la Historia del Arte
como titulación -, era llamativa la carencia de investigaciones sobre el recorrido histórico y bases
epistemológicas que pueden deinir el presente
y futuro de la Historia del Arte en ámbitos como
la investigación o la docencia. La urgencia de
esta relexión se había agudizado más si cabe en
los últimos años, en el contexto de los nocivos y
miopes recortes educativos y la tendencia al sometimiento de los saberes de Humanidades a la
lógica más reduccionista de los beneicios empresariales, tal como ha denunciado con valentía
y brillantez Nuccio Ordine en su maniiesto La
utilidad de lo inútil (2013).
Algunas valiosas aportaciones, en especial las
de Miguel Morán1 y Fernando Checa2, Gonzalo
Borrás3, Fernando Marías4, Carlos Reyero5 o Juan
Antonio Ramírez6, a las que cabe sumar una sintética visión sobre los antecedentes, desarrollo y
principales polos de la investigación en Historia
del Arte en España escrita en 1986 por Germain
Bazin7, fueron mostrando durante las últimas décadas las grandes posibilidades de este terreno
de relexión metodológica y disciplinar. Sin embargo, las discontinuidades y carencias en esta
serie de aproximaciones evidencian la herencia
de falta de pensamiento crítico arrastrada desde
la peculiar situación de la universidad española
durante el franquismo, dominada por un clima
intelectual provinciano y un tono de investigaciones localistas, sin apenas ambición por las visiones de síntesis ni curiosidad por profundizar
en los entronques que trascendieran el arte no
español. Ya instaurada la democracia, otros posibles factores como la diversiicación y continua
reordenación de las actividades docentes, junto
a la prioridad de una dedicación a los temas de
investigación que podían dar respuesta a las exigencias de los nuevos controles y agencias de
evaluación, han propiciado este desinterés general por la relexión y el debate disciplinar.
El libro coordinado por Álvaro Molina Martín,
profesor en la UNED, se integra en el proyecto
de I+D+i “La historia del arte en España. Devenir, discursos y propuestas de futuro” (Código
HAR2012-32609), inanciado por el Ministerio
de Economía y Competitividad desde año 2012.
Dirigido por la catedrática de Arte Moderno y
Contemporáneo Jesusa Vega como Investigadora
Principal, problemas de salud motivaron que Álvaro Molina tomara su testigo para presentar un
primer avance de conclusiones en el curso “La historia del arte en España: discursos y propuestas de
futuro”, patrocinado por la Universidad Autónoma de Madrid y desarrollado en el Centro Cultural
La Corrala en febrero de 2014. Otros seminarios
y mesas redondas posteriores, como los coordinados por Iñaki Estella y Juan Carlos Ruiz Souza en
2015, ayudaron a concretar los hilos argumentales y contenidos de lo que inalmente se presenta
como libro editado por Polifemo en colaboración
con la Universidad Autónoma de Madrid.
Tomando como punto de partida los discursos, organización y trayectoria de la Historia del
Arte en España, las indagaciones a cargo de los
diferentes autores se plantean como un apoyo
fundamental para esbozar futuras estrategias metodológicas, revisar las relaciones entre la Academia y el Museo, o preparar los retos a los que se
enfrentan los historiadores a la hora de visibilizar
sus aportaciones, ya sea en el contexto de foros
internacionales como ante campos en expansión
como el patrimonio o el turismo cultural. La variedad de vertientes y problemáticas reunidas en
el libro se concreta en diez capítulos por los que
desilan los relatos dominantes y sus protagonis-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
338
tas pero también los cada vez más numerosos
debates historiográicos y nuevos enfoques. Entre los múltiples intereses para el lector, y no sólo
para los especialistas en Historia del Arte, el recorrido por las temáticas abordadas depara sorpresas como encontrar que las referencias a la crisis
del grado en 2005, ya desde la introducción de
Álvaro Molina, conectan con uno de los desencadenantes del proyecto Desacuerdos, iniciativa
promovida desde museos y centros de arte como
alternativa al continuismo dominante en los ámbitos académicos que analiza Iñaki Estella en el
último capítulo. Esta estructura circular revela el
cuidado trabajo aplicado a la planiicación y organización de contenidos, así como la coordinación entre los diferentes autores que integran el
volumen.
En la introducción el editor presenta el objetivo general de buscar respuestas ante el panorama de una disciplina constantemente sometida a discusión, con debates sobre su autonomía
y especiicidad que pueden remontarse al mismo
año 1904 en que se estableció por vez primera en una universidad española una cátedra de
Historia del Arte, la que ocupó Elías Tormo en la
Universidad Central de Madrid, hoy Universidad
Complutense. Ese cuestionamiento latente hasta hoy es uno de los temas recurrentes en muchos capítulos, y ello pese a las evidencias que
demuestran el papel clave de los historiadores
del arte a la hora de valorar y difundir aquellas
parcelas de nuestra cultura que han suscitado interés universal, por no hablar de la contribución
al estudio de la inmensa riqueza patrimonial atesorada por nuestro país.
La primera parte de libro presenta los Fundamentos de la disciplina a través de tres aportaciones, siendo la de mayor extensión y ambición la
que corre a cargo de Jesusa Vega, en tanto que
las otras se pueden entender como piedras de
toque sobre temas fundamentales para la apreciación, sobre todo desde el exterior, del arte español – la escuela española de pintura por Javier
Portús – , o para los debates donde lo estilístico se
problematiza con una fuerte carga identitaria – el
estilo mudéjar por Juan Carlos Ruiz Souza.
“La historia del arte y su devenir en España. Circunstancias y relexiones desde la práctica subjetiva”, es el título escogido por Jesusa
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Vega para un denso texto de 150 páginas, que
se presenta como marco y enlace con el resto de
relexiones del volumen. En el arranque de este
capítulo son las cuestiones referidas a la coniguración de la disciplina y evolución de sus intereses las que sirven de hilo conductor para incidir
en ciertos parámetros que ayudan a entender
las especiicidades de la Historia del Arte en España: retraso en las traducciones de autores de
referencia extranjeros, desinterés por la relexión
metodológica, peso decisivo de las colecciones
del Prado como pinacoteca articuladora del relato de una “escuela española”, escasa atención
a la historia de la crítica de arte o los estudios
sobre el mercado artístico, minusvaloración de
producciones no consideradas como “Bellas Artes”, como ocurrió con los tapices, entre otras.
La constante reivindicación y estudio de lo español, desde la escuela nacional de pintura al
mudéjar, se presentan así como expresiones de
una Historia del Arte “diferente”, marcada primero por la reacción frente a la crisis del 98, en
los años de establecimiento y profesionalización
de la disciplina, y más tarde, a partir de 1939,
por la exaltación de genios del arte nacional que
podían contrarrestar o disimular el aislamiento
político internacional.
Sin abandonar los parámetros más generales, la práctica institucional de la Historia del Arte
muestra un panorama dominado por academias
de bellas artes, museos y especialmente la universidad desde el año 1904. La Institución Libre
de Enseñanza8, la Dirección General de Bellas Artes desde 1915, el CSIC desde la posguerra o el
CEHA desde 1975, son otras referencias para un
escenario institucional que claramente volvió a
acusar la cesura marcada por la Guerra Civil. Iniciativas en auge desde los primeros años del siglo
como el Catálogo Monumental de España o la
creación de la Comisaría Regia del Turismo fueron un estímulo para renovar las investigaciones y
visiones sobre un arte español objeto igualmente
de creciente interés por hispanistas extranjeros.
Junto a las exposiciones y sus catálogos, la producción investigadora canalizada en las primeras
revistas especializadas merece un juicio global
positivo, aunque anotando que la multiplicación
de publicaciones departamentales no ha evitado
en las últimas décadas una excesiva dispersión o
el limitado impacto internacional9.
339
Los últimos apartados en este capítulo de
Jesusa Vega repasan el aianzamiento de la Historia del Arte desde el primer tercio del siglo XX
al franquismo, ahora con el protagonismo de
realidades como el impulso legislativo a la protección patrimonio durante la II República, el
exilio de investigadores como José López Rey y
José Moreno Villa, los primeros compendios de
historia del arte español, singularmente las obras
del marqués de Lozoya y de José Pijoan, o la publicación de la Historia del Arte de Gombrich,
esta vez sí con una rápida traducción aparecida
en 1951. Acertadamente se hace énfasis en la
correlación entre la descomposición del franquismo y las novedades del panorama editorial,
gracias a la penetración de interpretaciones marxistas como los textos de Hauser, Antal o Lukàcs.
El año 1972 se lee retrospectivamente como una
fecha clave gracias a la publicación de Visión y
símbolos en la pintura española del siglo de Oro
de Julián Gállego, pero también por la incorporación de Antonio Bonet Correa a la Universidad
Complutense, la publicación Del arte objetual
al arte de concepto de Simón Marchán, la aparición de nuevas revistas y las rupturas con las
interpretaciones formalistas que fueron claves
en la formación de nuevos historiadores como
Javer Maderuelo, Francisco Calvo Serraller, Ángel González García o Juan Antonio Ramírez10,
entre otros.
La edición de nuevos manuales, entre otras
iniciativas editoriales, se acompasó a los cambios
políticos con la llegada de la democracia, en este
caso para ampliar los límites y nociones de lo
considerado hasta entonces por la Historia del
Arte. El valor de la materialidad, refrendado por
los reformados planes de estudios, o el acercamiento a los medios audiovisuales, son enlazados por Jesusa Vega con la introducción de nuevos relatos y metodologías que inciden en los
diálogos interdisciplinares o enfoques como los
estudios visuales. Persistencias del pasado frente
a renovaciones y crisis cíclicas presiden este certero y comprometido análisis en la evolución de
un panorama de la Historia del Arte que ahora
debe afrontar todo un cambio de época.
Completan este primer bloque las aportaciones de Javier Portús y Juan Carlos Ruiz Souza.
La primera, “Deiniciones y redeiniciones de la
“escuela española” de pintura”, repasa los antecedentes en el camino que condujo a establecer la identiicación de esa “escuela española”,
desde el tratado de Palomino, todavía con un
enfoque biográico, a los escritos de Jovellanos y
Ceán que introdujeron los primeros intentos de
sistematización histórica y connotación cultural.
Fue a lo largo del siglo XX cuando se produjeron
las lecturas más abiertas a las problemáticas estilística e histórica, como las de Lafuente Ferrari,
Diego Angulo o Julián Gállego, cuya valoración
permite a Portús entrelazar otras cuestiones
como los debates sobre realismo y naturalismo,
el impacto provocado por las obras de maestros
españoles salidas al extranjero, las primeras exposiciones o la progresiva revalorización de Goya
y El Greco. En cambio, el capítulo “Los estilos
nacionales y sus discursos identitarios: el denominado estilo mudéjar”, sirve a Ruiz Souza para
presentar la evolución historiográica de uno de
los conceptos más debatidos para el arte español, tanto por su indeinición estilística como por
las adherencias ideológicas y políticas presentes
desde su misma acuñación a mediados del siglo
XIX. En esta oportuna revisión entran en juego
consideraciones que pueden centrar problemas
sobre los materiales constructivos originales
y su presentación, la técnica arquitectónica, la
inluencia de la mano de obra, o una personal
valoración sobre los signiicados incorporados a
las formas y su evolución a la luz de comparaciones ilológicas. Las cuestiones de fondo sobre la consideración de unas formas culturales
como propias o asimiladas se enmarcan así en la
necesidad de una revisión de más calado sobre
aspectos de la cultura peninsular en la transición
de la Edad Media a la Moderna.
La segunda parte del libro, Más allá de las
Bellas Artes y de Occidente, presenta tres temas
a través de los cuales es posible percibir la ampliación del campo de la Historia del Arte en su
devenir hasta la actualidad. En el capítulo “Historia del arte contemporáneo y materialidad” Carmen Bernárdez Sanchís constata la desatención
e ignorancia hacia la materialidad en la historia
del arte contemporáneo de los últimos años, sometida a una evidente prioridad en el análisis de
las obras como imagen. Unas visiones posiblemente heredadas de los años sesenta, cuando se
rebajó a un papel secundario lo formal y mate-
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340
rial, reclaman hoy otras metodologías analíticas
que integren lo técnico y los procedimientos del
artista para una comprensión más completa del
arte contemporáneo. Este recorrido por diferentes enfoques de la materialidad en la obra de
arte encuentra apoyos en los estudios de cultura
material o en los hallazgos de la neurociencia,
pero sobre todo plantea nuevas posibilidades
gracias al acceso a las obras de museos vía web,
en especial mediante el Art Project de Google
que permite una mirada a corta distancia como
nueva opción para el trabajo del historiador.
Isabel Cervera aborda en el capítulo “Del
arte del Extremo oriente al arte en Asia Oriental” un caso bien caracterizado entre las diicultades para romper fronteras heredadas de una
historia del arte local o eurocéntrica que invisibilizaba otras posibles narraciones geoculturales.
La apertura docente a las artes entonces llamadas del Extremo oriente tuvo como pionero al
francés Jean Roger Rivière, quien además de las
clases impartidas desde el curso 1966-67 en la
Universidad Complutense de Madrid fue el autor
de dos volúmenes para la enciclopedia Summa
Artis, sobre arte de la India y China11. A partir
de esas primeras semillas se reseñan otros hitos
ya pertenecientes al terreno de la investigación
como la tesis doctoral de García-Ormaechea sobre porcelana china en España, el estudio de los
mariles y piezas lacadas por Aguiló y Kawamura, o la recepción de inluencias asiáticas en el
arte contemporáneo, con especial protagonismo
en el arte inisecular del japonismo promovido
por coleccionistas y artistas del que se ha ocupado Ricard Bru. El estado actual de estas cuestiones ofrece uno de los terrenos mejor preparados
para superar la restricción de los estudios locales
y promover discursos más amplios y globales,
con un incuestionable estímulo en los nuevos
marcos teóricos postcoloniales.
En la otra línea de reivindicación de “territorios” ajenos a la historia del arte hasta fechas
recientes, en el capítulo “Líneas y problemáticas de la historia de la fotografía en España”
María Rosón establece un claro hito para la
recuperación y estudio del patrimonio fotográico en la exposición “150 años de fotografía
en la Biblioteca Nacional”, celebrada en 1989.
La organización de secciones de fotografía en
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museos, la creación de fototecas especializadas
o las ediciones del festival PHotoEspaña han
ido colaborando en la recuperación de un patrimonio en origen muy disperso entre colecciones institucionales y particulares. Por lo que
se reiere a la investigación, la extensión a la
fotografía de los discursos de las bellas artes se
rastrea desde el pionero trabajo de la condesa
de Campo Alange, publicado en 195312, siendo
perceptible la posterior apertura de enfoque a
las relaciones entre fotografía y sociedad por
Publio López Mondéjar13, o las visiones de la
fotografía más allá de lo artístico que se integraron en el volumen del Summa Artis coordinado por Sánchez Vigil14. Las tendencias de los
últimos años han reforzado la toma en consideración de otros materiales fotográicos ajenos
a lo artístico, en paralelo a construcción de archivos fotográicos colectivos, recuperación de
archivos de fotógrafos profesionales, estables
o itinerantes, obra de fotógrafos aicionados…
Como en otros aspectos de la historia del arte,
la investigación sobre la fotografía y el trabajo
de los fotógrafos, apoyada por editoriales con
series especíicas como Gustavo Gili, reclama
criterios que combinen cultura visual, materialidad y objetualidad para así incardinar esta
producción en las prácticas sociales y culturales
de cada tiempo.
La tercera parte del libro, Discursos, contextos, escenarios, se abre con el texto de Álvaro
Molina dedicado a las “Problemáticas del dieciocho en la Historia del Arte español. De siglo
extranjerizante a siglo interdisciplinar”. En pocas
ocasiones la valoración de toda una centuria de
producción artística ha conocido un juicio crítico
tan negativo, compartido además por los estudiosos españoles y los primeros hispanistas extranjeros, entre los que sobresale el francés Louis
Viardot. La descaliicación artística de una época
por los nuevos gustos e imitación del arte de la
corte de Versailles puso las bases para una idea
de decadencia de las artes tras el esplendor del
Siglo de Oro que encontró continuidad en estudiosos españoles como Caveda, Pedro de Madrazo o Menéndez Pelayo. La revisión de estas
críticas en correlación con la revalorización de la
escuela española de pintura ayuda a comprender el telón de fondo de una confrontación entre
la Ilustración vista como movimiento racionalista
341
e insensible y la pervivencia de una tradición propiamente española cuya culminación encarnará
Goya. Los primeros cuestionamientos a este discurso, apoyados en voces como Ortega y Gasset
o Gregorio Marañón, se vieron cortados por la
Guerra Civil, de manera que la politización de la
historiografía en la posguerra renovó las visiones
negativas hasta la recuperación crítica asentada gracias a las publicaciones de Jean Sarrailh15,
Yves Bottineau16 y Claude Bédat17. Entre las aportaciones de las últimas décadas, García Melero,
José Luis Morales y Marín, Rogelio Buendía o
Miguel Morán Turina han coincidido en sus visiones revalorizadoras, en un contexto más favorable para por la coincidencia con decisivas exposiciones y congresos como los dedicados a la
conmemoración de Carlos III y la Ilustración en el
bienio 1987-1989, en los que la madurez de las
investigaciones se vio impulsada por la promoción institucional, en aquel momento con toda
intención política desde el gobierno socialista en
el poder.
Precisamente una temática referida al compromiso político en los discursos más recientes
de la Historia del Arte, con destacada presencia
durante los años del Tardofranquismo a la Transición, es la que centra el capítulo preparado por
Noemi de Haro García, titulado “José María Moreno Galván y Valeriano Bozal. Historia del arte,
compromiso y control estatal”. Las semblanzas
biográicas de estos dos intelectuales pormenorizan sus posiciones antifranquistas y concordancias políticas en los tiempos en que la militancia
o ainidad con el PCE constituía la punta de lanza contra la moribunda dictadura. Repartiendo
sus actividades entre la crítica y la historia del
arte, ambos intelectuales estuvieron implicados
a la hora de organizar la participación española en la Bienal de Venecia de 1976, si bien en
este caso desde posiciones enfrentadas. Como
textos de referencia para pulsar sus aportaciones
y cuestionamientos de los relatos hegemónicos,
de Galván se analizan textos como Introducción
a la pintura española actual (1960) y Autocrítica
del arte (1965), en tanto que a Valeriano Bozal se le rinde justicia con el punto de inlexión
historiográico que supuso su Historia del Arte
en España (1972) o la posterior, junto a Tomás
Llorens, España. Vanguardia artística y realidad
social (1936-1976).
Retomando el registro de los debates historiográicos, Isabel Tejeda Martín analiza otra
problemática centrada en la pintura con el capítulo “El regreso del arte español del siglo XIX
al Museo del Prado. Un ejercicio de retórica en
dos asaltos y un preámbulo: Musée d’Orsay”. La
cuestión central de esta contribución reside en la
identiicación de un doble relato repartido entre
“buenos” y “malos” artistas para la pintura del
XIX, con sus derivaciones hacia la presentación
de la producción de esta época en los museos,
bajo la premisa de buscar interpretaciones genealógicas de la modernidad que ha conducido
a escamotear generaciones enteras en beneicio
de otras. En su consideración de lo ocurrido en
España, la identiicación y exaltación de los rasgos de la escuela de pintura española ha debido
confrontarse con una lectura en clave modernista para explicar los setenta años transcurridos
entre la muerte de Goya y las primeras obras de
Picasso. La evolución de las obras expuestas en
el Prado es clariicadora para entender cómo la
inicial convivencia entre autores de los siglos XVI
y XVII con los artistas contemporáneos se fue
quebrando con las reorganizaciones que desde
1872 a principios del siglo XX expulsaron los
autores del XIX, excepto Goya, para establecer
primero un Museo de Arte Moderno y posteriormente las obras de creadores del XX que pasaron al Museo Español de Arte Contemporáneo.
Con la decisión tomada en 1971 de colgar en el
Casón del Buen Retiro los fondos del siglo XIX se
planteó una reuniicación agudizada diez años
más tarde con la instalación provisional del Guernica. Las paralelas reivindicaciones del arte del
siglo XIX, con arranque en Gaya Nuño y su tomo
del Ars Hispaniae publicado en 196618, no tuvieron en su momento efectos como los logrados
en Francia con la creación del Musée d’Orsay de
París para revitalizar el arte del XIX. Tras analizar
los discursos museológicos y recursos expositivos
de este referencial museo parisino, el capítulo se
cierra con lo ocurrido en los últimos años, a raíz
del traslado del Guernica al MNCARS en 1992,
en especial con la decisión de retornar la pintura
del XIX al seno original del Prado tras la inauguración de su ampliación en 2007. Las claves del
contexto político que rodearon ese retorno o la
problemática defensa de una continuidad de la
tradición pictórica española durante el siglo XIX,
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342
que serviría de conexión con Picasso, se contemplan desde las últimas reordenaciones de la colección permanente y la relectura de Goya como
eslabón entre el arte de los siglos XVIII y XIX.
Por último, cierra el volumen Iñaki Estella Noriega con el capítulo “Dispositivos historiográicos entre la universidad y el museo: el proyecto
Desacuerdos y la revisión de los discursos hegemónicos”. La génesis de Desacuerdos, proyecto
sobre arte, políticas y esfera pública en España,
iniciado en el año 2003, se planteó como una
colaboración en red para investigar sobre el arte
producido desde inales del franquismo. Sus extensiones hacia exposiciones, y sobre todo los
catálogos, seminarios y talleres contaron con colaboradores como el MACBA, Arteleku o la sección arteypensamiento de la Universidad Internacional de Andalucía. El cambio buscado en la
dinámica de los discursos sobre el arte contemporáneo se vio en este caso favorecido por un
contexto de redeinición disciplinar a través del
vínculo con los museos, las dinámicas sociales y
politización de estrategias, la apertura a nuevas
tecnologías, o la implicación de otros públicos. El
marcado énfasis en el protagonismo del museo
como nuevo actor en la narración y divulgación
del arte contemporáneo, con inserción en el giro
pedagógico encumbrado a partir del año 2008,
sitúa a Desacuerdos como una referencia para
el modelo de exposición que combina tanto la
investigación como la revisión historiográica.
Al margen de estos discursos expositivos, la trayectoria de sus cuadernos entre los años 2004
a 2014 proporciona suicientes pistas para identiicar temas como la crítica de las estructuras
institucionales, el análisis de los parámetros que
rodearon el boom del mercado artístico, o la
despolitización, incluyendo la reevaluación de la
movida de los ochenta, hasta derivar en la visión
más heroica del arte los noventa por la conexión entre arte y movimientos sociales, con un
renovado activismo y visibilización de colectivos
marginales.
Valoradas en conjunto, las aportaciones de
este volumen representan un gran paso para
superar el problema de la falta de una visión
disciplinar sobre la construcción de la Historia
del Arte en España19. Además, en el CD complementario se incluyen una serie de lecturas
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seleccionadas por los investigadores en paralelo a la preparación de sus ensayos para el libro:
desde Jovellanos a Santos Zunzunegui, pasando
por Elías Tormo, Gaya Nuño, José Luis Brea, Juan
Antonio Ramírez o Estrella de Diego son algunos de los nombres que irman estos 28 textos.
Más allá de una simple revisión historiográica,
es innegable que la mayoría de cuestiones abordadas en el libro se reieren a los temas y relatos
que han presidido la investigación en Historia del
Arte. Las consideraciones relativas a la docencia
asoman en el capítulo de Isabel Cervera, y sobre
todo en el texto marco de Jesusa Vega, si bien
esta última reconoce que quedan pendientes de
abordar muchas circunstancias en torno al trabajo más cotidiano de los historiadores del arte,
siendo la problemática derivada de las reorganizaciones de los planes de estudio o la innovación
en las metodologías de enseñanza algunos de
los terrenos menos explorados. En suma, esta sólida y en ocasiones punzante contribución puede
servir de estímulo para suscitar otros debates y
abrir la puerta a relexiones metodológicas que
conozcan mayor continuidad, en un momento
de nuevo clave por la veriicación y revisión de
los títulos de grado y con el reto añadido que
representan corrientes tan potentes como las
Humanidades Digitales.
Jesús Ángel Sánchez García
Universidade de Santiago de Compostela
343
NOTAS
à nos jours, Albin Michel, Paris, 1986,
pp. 439-447.
1
Checa Cremades, F., Morán Turina, M. y García Felguera, M.S., Guía
para el estudio de la Historia del Arte,
Cátedra, Madrid, 1980.
8
Caballero, M.R., Inicios de la Historia del Arte en España: la Institución
Libre de Enseñanza (1876-1936), CSIC,
Madrid, 2002.
2
Checa Cremades, F., “Historia del
Arte y universidad. Relexiones actuales
sobre el caso español”, en La universidad cercada. Testimonios de un naufragio, J. Hernández, A. Delgado-Gal y
X. Pericay, eds., Anagrama, Barcelona,
2013, pp. 107-128.
9
Entre la selección de publicaciones especializadas citadas en la p. 89 se
encuentra la revista Quintana que acoge
esta reseña, si bien es necesario discrepar con su presentación como revista
“dedicada particularmente al entorno
cultural de Galicia”, puesto que no hay
tal indicación de peril temático o territorial en la presentación de objetivos manifestada en su política editorial. Una ojeada a los contenidos y autores reunidos
en los últimos números de Quintana es
la mejor prueba de la apertura nacional
e internacional de una revista reconocida
en índices como Scopus, SJR, Erih Plus o
la más reciente evaluación para Emerging Source Citation Index de Thomson.
3
Borrás Gualis, G., “La historia del
arte, hoy”, Artigrama, 2, 1985, pp. 213237; Cómo y qué investigar en Historia
del Arte, Ediciones del Serbal, Barcelona,
2001; Historia del Arte y patrimonio cultural: una revisión crítica, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2012.
Marías, F., “L’histoire de l’art en
Espagne”, Revue de l’Art, 134, 2001,
pp. 5-7.
4
Reyero, C., “La investigación en
Historia del Arte en España desde 1975
a nuestros días”, en Historiografía española 1975-2005, Instituto Mora, México, 2008, pp. 105-146.
5
6
Ramírez, J.A., “La Historia del
Arte entre las ciencias sociales: estatuto epistemológico y sugerencias
didácticas para Enseñanza Media”,
Boletín de Arte, 4-5, 1987, pp. 37-50;
“La Historia del Arte en el bachillerato.
Problemática epistemológica y núcleos
conceptuales básicos”, en La enseñanza de las ciencias sociales, M. Carretero, J.I. Pozo y M. Asensio, coords.,
Visor, Madrid, 1989, pp. 63-74; “La
Historia del Arte, en la encrucijada”,
Política cientíica, 43, 1995, pp. 33-35;
El sistema del arte en España, Cátedra,
Madrid, 2010.
7
Bazin, G., “Territoires. Espagne”,
en Histoire de l’histoire de l’art de Vasari
Entre los renovadores del discurso
de la Historia del Arte es oportuno destacar, en este caso por su común oriundez gallega, a los profesores Joaquín
Yarza Luaces y Serafín Moralejo Álvarez.
Con respecto a Moralejo, a los estudios
sobre el románico citados por Jesusa
Vega conviene aquí añadir el volumen
de homenaje con recopilación de todos
sus artículos: Patrimonio artístico de Galicia y otros estudios. Homenaje al Prof.
Dr. Serafín Moralejo Álvarez, A. Franco
Mata, dir. y coord., 3 vols, Xunta de Galicia, Santiago de Compostela, 2004.
10
11
Rivière, J., El Arte de la India. Summa Artis, vol. XIX, Espasa-Calpe, Madrid,
1964; y El Arte de China. Summa Artis,
vol. XX, Espasa-Calpe, Madrid, 1968.
12
Lafitte de Salamanca, M. de los
Reyes, De Altamira a Hollywood. Metamorfosis del arte, Revista de Occidente,
Madrid, 1953.
13
López Mondéjar, P., Las fuentes
de la memoria: fotografía y sociedad en
la España del siglo XIX, Lunwerg, Barcelona, 1989; Las fuentes de la memoria II:
fotografía y sociedad en España (19001939), Lunwerg, Barcelona, 1992; Las
fuentes de la memoria III: fotografía y
sociedad en la España de Franco, Lunwerg, Barcelona, 1996. Y más recientemente La fotografía como fuente de
memoria, Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando, Madrid, 2008.
14
Sánchez Vigil, J.M., Coord., La
fotografía en España. De los orígenes al
siglo XXI. Summa Artis, vol. XLVII, Espasa-Calpe, Madrid, 2001.
15
Sarrailh, J., La España ilustrada de
la segunda mitad del siglo XVIII, Fondo
de Cultura Económica, México, 1974.
16
Bottineau, Y., El arte cortesano en
la España de Felipe V (1700-1746), FUE,
Madrid, 1986.
17
Bédat, C., La Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando (17441808), FUE, Madrid, 1989.
18
Gaya Nuño, J.A., Arte del siglo
XIX. Ars Hispaniae. Historia universal del
Arte Hispánico, vol. XIX, Editorial Plus
Ultra, Madrid, 1966.
19
La publicación se inserta en una
dinámica de estudios recientes como
los de Biel Ibáñez, M.-P. y Hernández
Martínez, A., coords, Lecciones de los
maestros. Aproximación histórico-crítica
a los grandes historiadores de la arquitectura española, Institución Fernando
el Católico, Zaragoza, 2011; Cañameras
Vall, G., La trajectòria de Josep Gudiol
Ricart entre 1930 i 1940. Contribucions
i aportacions al seu estudi, Repositorio
UB, 2013; o Arciniega García, L., Elías
Tormo y Monzó (1869-1957) y los inicios
de la Historia del Arte en España, Atrio,
Granada, 2014.
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344
LA CULTURA Y LA CIUDAD
Juan Calatrava, Francisco García Pérez, David Arredondo Garrido (Eds.)
Editorial Universidad de Granada, 2016. 1105 págs.
ISBN 978-84-338-5939-6
No, no me he leído las mil ciento cinco páginas que componen este volumen —fruto de
las 137 contribuciones al Congreso Internacional
homónimo que tuvo lugar en Granada en abril
de 2015—, pero en mi defensa debo apuntar
que tampoco conozco ningún economista que
se haya leído al completo El Capital. Ahora bien,
ni los que han manejado este último, ni yo en
particular, hemos dejado de saborear las esencias de tan magnas empresas. Y digo esencias
porque —aunque a poco que uno empieza a leer
y meditar comprende con facilidad lo atinado
del asunto en el mundo en que nos ha tocado
estar—, en principio, decantarse por un título
como este de La cultura y la ciudad que nos remonta a los tiempos de Caro Baroja o Maravall
tiene algo de primera apuesta.
Tan es así que un economista norteamericano, Richard Florida, ha llegado a promover en Estados Unidos un modelo económico basado en
la gran ciudad y, concretamente, en los barrios
creativos. Pues bien, al margen de lo que pensemos sobre las ideas políticas de este señor, de lo
que no cabe duda es de que la ciudad contemporánea ha sido terreno abonado para la imaginación. En relación con la misma, esa cultura
que, ya en lo etimológico, remite a un proceso
de crecimiento y desarrollo vital, y a una formación siempre singular, plagada de matices y de
complejidad que, aplicada a la ciudad, desborda
con mucho la mera ediicación o el problema legal —véase, al respecto, la notable aportación
de González Alcantud.
Ante la misma solo diré que, si bien mis ilias
personales me llevan a lidiar con entornos plagados de especialistas en lo actual y aunque uno
de los focos de atención del libro se dirija hacia
la deshilvanada urbe contemporánea de la que
habla García Vázquez, cada vez veo más clara
la necesidad de recuperar un término —cultura— que los estudios post-coloniales y los que
se oponen a todo canon nunca han dejado de
cuestionar.
Efectivamente, hablar de cultura y ciudad
es remitir a una especie de bildung urbana y, al
igual que toda formación humana se despliega
en acciones, ensoñaciones y palabras, así toda
realidad urbana construye una cultura que no es
solo tema de alturas y murallas. Llegamos así a
la segunda apuesta de la obra. Y es que, al igual
que una cosa son los hechos y otra la percepción
de los mismos, una cosa es la urbe y otra su percepción y su representación.
Hace ya muchos años que Giulio Carlo Argan
publicó aquella Historia del arte como historia de
la ciudad en la que sugería, no solo que la ciudad
era el arte mismo, sino una idea parecida a la del
título que nos ocupa, es decir, que en tiempos
modernos será en la ciudad donde buena parte
del arte y la cultura tenga lugar, y que es a esa
ciudad a la que el arte y la arquitectura dirigirán
casi todo su mirar. Con esa Historia aprendimos
que, si para cultivar vino hacen falta unas condiciones de clima y suelo, la ciudad se ha convertido en el clima y suelo natural donde, por
diversidad, germinan las nuevas formas de soñar
la humanidad.
Al respecto, es evidente que el libro no se
abre con una lección inaugural de Cesare de Seta
por casualidad. Comienza con la lección del gran
especialista en la imagen de la ciudad porque,
en parte, se debe a él y a otros como él que la
historia del urbanismo dejase de ser solo historia
de ediicios y de proyectos de construcciones.
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
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Lo cierto es que, si la historia del urbanismo
es larga, la historia de las representaciones y las
culturas de la urbe no lo es tanto. Por eso son de
celebrar las investigaciones que aquí se adjuntan, especialmente en la primera parte titulada
«La imagen codiicada: representaciones de lo
urbano», sobre los modos y soportes de repre-
345
sentación de la misma —de la cartografía a la
literatura, el cine o la fotografía, pasando por la
novela gráica— así como lo implicado en ellos.
Investigaciones muy diversas sobre convenciones culturales, tópicos sobre las ciudades y prácticas sociales que codiican o fueron codiicando
una imagen que, no lo olvidemos, nunca es de
la totalidad urbana, sino solo de una parte, una
parte que se destaca por ciertas razones y por
ciertos motivos —promocionar, oscurecer, subrayar— del mismo modo que se ocultan otras
por otras razones.
Al fondo de estas relexiones, los estudios
franceses sobre las mentalidades y las amplias
miras de historiadores británicos como Peter
Burke, que hace tiempo lograron que muchos
investigadores cayésemos en la cuenta de todo
aquello, dedicándole parte de sus esfuerzos al
estudio de las culturas urbanas modernas desde
la perspectiva de los imaginarios. Ni que decir
tiene que los especialistas en paisaje también llevan décadas insistiendo en ello. No solo en que
el paisaje remite a una vida y una cultura antes
que a un objeto, sino en que una cosa es el territorio y otra la imagen o su representación. De
ahí que no resulte casual que otro de los epígrafes del libro se reiera a «La imagen integradora.
Patrimonio y paisaje cultural urbano».
Aunque no las escribiesen expertos en ese
campo, los que nos dedicamos al paisaje consideramos las obras de Walter Benjamin o autores
más recientes como David Frisby buenos ejemplos de estudios sobre el tema. No solo la ciudad
puede ser contemplada como cultura, es que el
paisaje urbano hace años que es vislumbrado
como representación y palimpsesto —lo que,
visto desde cierta perspectiva, viene a ser exactamente lo mismo. Por supuesto, junto a ellos, la
mirada de los especialistas en patrimonio, especialistas que, con Camillo Sitte o François Choay
como referentes, hace décadas que se dieron
cuenta de que, junto a la defensa y rescate de
monumentos concretos, también cabía estudiar,
fomentar e historiar la defensa de amplios conjuntos urbanos e históricos.
¡Claro que muchos de estos clásicos aloran
en las notas al pie de los diferentes trabajos!
Ahora bien, con esas referencias de distintas
procedencias lo que trato de apuntar es que,
llamemos al asunto como lo llamemos, siempre
es una buena noticia que se dediquen nuevas
páginas a un imaginario como el de la ciudad
capaz de convocar saberes de origen tan dispar.
Al respecto, el tercer mérito del volumen, a
saber, el de adoptar una perspectiva francamente transdisciplinar —véase la «Introducción» general— que enriquece enormemente lo que se
puede decir sobre la ciudad. Esta abarca estudios
de historiadores, historiadores del arte, politólogos, arquitectos, sociólogos, urbanistas, antropólogos…, que componen un fresco tan amplio
como el de la propia ciudad.
Todo ello se pone de nuevo de maniiesto
en el tercer apartado, de título un tanto incierto —«La cultura y la ciudad / La cultura en la
ciudad»—, pero que en general tampoco se dedica a la ciudad como núcleo cerrado o perímetro ediicado, sino como espacio de promoción
de la imagen de ciertos enclaves en el mundo
contemporáneo. Abriendo ese tercer apartado,
un artículo de Juan Calatrava que, además de
resumir las ideas del proyecto que dieron origen
a este libro1, apunta hacia esta última gran cuestión: la que aúna la ciudad contemporánea con
esa economía cultural —de eventos, musealizaciones y patrimonializaciones— capaz de consolidar algunas imágenes en un entorno globalizado, así como de separar tales representaciones
de la ciudad misma, siempre en favor de ciertos
discursos elaborados.
Larga es la tradición erudita que planteó
que la aparición de la ciudad, en términos de
desarrollo general, pudo suponer la transición
hacia estadios político-culturales y economías
de mercado cada vez más abiertos y evolucionados, inicio de transacciones a larga distancia
y preludio de la globalización. Sin necesidad de
retrotraernos tanto o de preguntarnos si esto es
verdad —pues algunas páginas del libro se dedican a discutirlo—, no cabe duda que en el mundo contemporáneo metrópoli, economía global
y promoción cultural, sí han ido de la mano.
Así las cosas, no puede extrañarnos que en
general en toda la publicación —vinculada, no lo
olvidemos, a un Congreso Internacional de gran
repercusión— se encuentren estudios referidos,
no solo a ciudades peninsulares de patrimonio
abrumador —de Lisboa, Santiago de Composte-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
346
la y Ferrol a Toledo, Barcelona o Granada—, sino
a metrópolis fundamentales para el despliegue
de la economía post-industrial.
Entre tantas investigaciones —sobre capitales como París, Nueva York, Seul, Atenas, Argel,
Venecia, Los Angeles, Viena, Santiago de Chile,
Roma, Lima, Estocolmo, Estambul o Berlín— no
cabe duda que existen irregularidades. Pero las
más interesantes del tercer apartado son aquellas que adoptan la postura del editor, intentando mostrar, no sin razón, hasta qué punto los
festivales y la musealización se han convertido
no solo en fuentes de dinamización económica
y hasta artística sino en la arena cultural en la
que se lidian soterradas batallas discursivas de
grupos que intentan acaparar la imagen que de
cada ciudad se quiere proyectar —pues no es lo
mismo apostar por invertir un potosí en la promoción internacional de la Semana Santa local
que decantarse por ciertos eventos de arte sonoro de vanguardia.
En este sentido, a la hora de acercarse a
estas páginas —trufadas también de ensayos
sobre los comunes, sobre el urbanismo unitario
o sobre las alternativas ciudadanas a la banalización—, quizás no esté de más recordar que
fue tras un estudio anterior, dedicado a la visibilización de los conlictos en la imagen oscilante
de las ciudades2, que los editores se embarcaron en este nuevo proyecto y en este apartado
concreto.
***
Tales debates despiertan suiciente interés
como para atraer a propios y extraños. Y es
que, cuando hablamos de la polis, no hablamos
de otros sino de nosotros. Ahora bien, dicho
esto, cabe hacer algunos comentarios sobre
la taxonomía general aplicada a los resultados
abarcados.
Dando por sentado que un despliegue de
este calibre es siempre difícil de ordenar, no
queremos abundar en la posibilidad de haber
separado los artículos por periodos o en la opción de que el mentado despliegue geográico
diese para una organización regional. Pero sí nos
gustaría hacer notar que algunas investigaciones
que, más que urbanísticas, se reieren a ediicios
o propuestas puntuales, podrían haberse trasla-
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
dado a otro lugar. Al respecto, es evidente que la
ciudad Granada —que cuenta con una veintena
de artículos— daba para crear una sección propia o un libro especial.
También llama la atención que el conjunto
de relexiones más abstractas o metodológicas
—tanto cartográicas e ingenieriles, como sociológicas, políticas o antropológicas, o en las líneas
más ilosóico-humanística de Benjamin, Jay o
Crary— no se reuniese en un primer apartado
propio porque, sin duda, sus implicaciones teóricas en relación con la complejidad del problema urbano o con el exponencial crecimiento de
las técnicas de representación de la ciudad en el
mundo actual, dan mucho que pensar pero ofrecen un conjunto irregular si se disponen junto a
textos que analizan imágenes de urbes concretas en momentos concretos del pasado. En este
sentido, resulta curioso que algún que otro texto
panorámico sobre el problema de la cultura y la
ciudad —que serviría como introducción general
al libro—, no aparezca hasta ochocientas páginas después de haber empezado a avanzar; que
algunas páginas sobre los conlictos entre ciudadanía y banalización se encuentren en el segundo apartado pero muy alejados de la sección
especíica sobre ciudad, eventos y promoción
cultural, o que otros en cuyos títulos encontramos las palabras paisaje y patrimonio —y cuyos
contenidos tratan de esos temas—, se publiquen
en secciones distintas a la titulada «Patrimonio y
paisaje cultural urbano».
Por in, se echa en falta alguna referencia a la
autoría, funcionando el enorme conjunto como
lo hace internet, en el sentido de que aporta
una ingente cantidad de material aplanándolo
y dando por supuesto que todo lo que se ofrece
vale igual. Piénsese que, si la universidad quiere
seguir jugando algún papel en la sociedad, este
será el de marcar los distingos de calidad. De ahí
que, al margen de que solo quepa aplaudir a los
héroes que deciden enfrentarse a una tarea tan
enorme como esta y de la que todos sacamos beneicio, y al margen de que el trabajo de edición
haya sido ingente y por ello digno de apreciar, sí
parezca necesario reclamar algo de espacio para
discernir —o por lo menos nombrar— quien es
cada cual, recordando cosas tan sencillas como
que Antonio Pizza no es un pizzero de Montreal,
347
sino uno de los más interesantes especialistas en
el fenómeno urbano contemporáneo que está
dando la ETSAB.
Dicho esto, solo resta recordar que el resultado general es de tal envergadura y abarca
tantas épocas, problemas y geografías que los
conocimientos e ideas que uno va archivando a
medida que lo va catando acaban siendo sen-
cillamente enciclopédicos. Es por ello que solo
nos quede recomendar a todos los interesados
en la renovación de los estudios sobre la ciudad,
si no su lectura completa —tarea hercúlea solo
apta para editores—, al menos sí su posesión o
su frecuente manejo.
Federico L. Silvestre
Universidade de Santiago de Compostela
NOTAS
1
Proyecto de Investigación Ciudades históricas y eventos culturales
(HAR2012-31133).
2
V. Juan Calatrava y José A. González Alcantud: La ciudad: paraíso y conlicto, Madrid, Abada, 2007.
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PRAXIS DE LA RESTAURACION MONUMENTAL DURANTE
EL DESARROLLISMO EN EXTREMADURA (1959-1975)
Pilar Mogollón Cano-Cortés, Colección Extremadura Artística 7,
Editorial Universidad de Extremadura, Cáceres, 2017. 201 págs.
ISBN 978-84-9127-014-0
Quizás no sea acertado comenzar una reseña como esta con un comentario sobre la
fecha límite a la que hace referencia el trabajo
de investigación referenciado; sin embargo, en
este caso, no sólo es necesario sino que parece
también obligado. El año de 1975, en el contexto de la historia de España, tiene el valor de un
punto inal, de cierre de un período de nuestra
historia marcado por la dictadura franquista y el
inicio de una nueva conciencia democrática que
se iría abriendo paso con diicultades, pero también con irmeza. Con todo, este año tiene otras
implicaciones relevantes en el ámbito nacional
e internacional, si trasladamos nuestra atención
al campo del patrimonio cultural. La declaración
por parte del Consejo de Europa como Año Europeo del Patrimonio Arquitectónico irá acompañada de documentos tan signiicativos como la
Carta Europea del Patrimonio Construido, dictada el 26 de septiembre, o la Declaración de Amsterdam de 21-25 octubre de ese año. El reconocimiento del patrimonio arquitectónico como
un contenedor de valores espirituales, culturales,
económicos y sociales, todos ellos irremplazables y susceptibles de ser entendidos como una
fuente de ingresos, supone un cambio drástico
en una concepción del patrimonio que venía pergeñándose desde los años sesenta del siglo XX,
con comisiones como la Franceschini, Papaldo o
la propia Carta de Venecia de 1964. Por lo tanto 1975 nos habla de un futuro que, en aquel
momento, todavía estaba por venir; el mismo en
el que ahora se asientan como presente muchos
estudios vinculados con el patrimonio cultural y
las dimensiones histórico-artísticas del mismo.
En este sentido, el trabajo propuesto por Pilar
Mogollón Cano-Cortés nos habla indirectamente
de esos logros y, con sentido histórico, vuelve su
mirada hacia aquellos que, en unas circunstancias muy concretas, hicieron posible que nuestro
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patrimonio construido se mantuviese vivo y que,
con sus luces y sombras, llegase hasta nosotros.
Si en 1968 González Valcárcel reconoce con orgullo la evolución experimentada desde la atención prestada a los “monumentos declarados
oicialmente” hasta la “declaración monumental
de la ciudad”, es evidente que es factible reconstruir esa memoria patrimonial que se reiere a
esos años del desarrollismo económico, marcado
por el Plan de Estabilización de 1959, auspiciado
por Laureano López Rodó.
Por otra parte, antes de comenzar a detallar
el contenido de este libro, es necesario recordar
que éste se instala en una suerte de continuidad cronológica con otro volumen publicado por
la misma autora en 2011, dedicado en aquella
ocasión a la labor desarrollada por la Dirección
General de Bellas Artes entre 1940 y 1958. Además de esta circunstancia, este trabajo también
se debe encuadrar en el contexto de otras publicaciones de esta misma colección y temática
similar como las realizadas por María Antonia
Pardo Fernández, José Manuel González González o María Cruz Villalón. Por último, en una
enumeración apresurada, no podemos olvidar
que la línea de investigación presentada en este
ejemplar se inserta en una corriente investigadora que ha abordado desde ámbitos geográicos
muy diversos el estudio de esas intervenciones
que, como se señala en la Comisaría General del
Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, “todos estamos de acuerdo en la forma
en que deben ser restaurados los ediicios de interés artístico y arqueológico intrínseco”.
No es casualidad que esta frase esté recogida en las primeras páginas del texto, dentro de
una introducción que pone en manos del lector
las claves para entender el contexto histórico a
través del cual éste deambulará a lo largo de las
doscientas páginas del volumen. Cada uno de
349
los cuatro capítulos que componen el trabajo tomarán como piedra angular de su construcción
un elemento signiicativo que, a su vez, permitirá
abordar temas de mayor trascendencia metodológica y conceptual. Es esta capacidad de extrapolación de lo local a lo global, desde lo concreto
a lo general, lo que los convierte en una unidad
cerrada en sí misma, articulada con una lógica
férrea y precisa, en la que la autora no renuncia a unas conclusiones inales para cada uno de
ellos. Un esquema claro, equilibrado y organizado, didáctico y, a la vez, enriquecedor por las
posibilidades que permite a la hora de plantear
segundas lecturas parciales del texto.
De este modo el primero de los capítulos centra su atención en la relectura de un monumento
fundamental para la identidad extremeña como
es la Iglesia del Monasterio de Guadalupe. La
nueva imagen proyectada se plantea como una
relexión profunda sobre el valor del monumento
y el valor de su autenticidad. Las intervenciones
de Luis Menéndez-Pidal, aquellas otras realizadas
a lo largo de más de quince años, se convierten
en el lugar en el que relexionar sobre el modo
de alcanzar una “perfecta restauración”, la separación entre la “autenticidad histórica” y la
“autenticidad formal”, la diicultad de conseguir
que el monumento no sea “desnaturalizado”
con intervenciones que, de primera intención,
tienen por objeto su salvación.
Si Guadalupe es el emblema monumental
de Extremadura, Cáceres es la ciudad por excelencia; lógicamente sin restar méritos a otros
enclaves extremeños como Badajoz, Plasencia
o Mérida. Sin embargo, Cáceres es una ciudad
abierta, pensada en estos años como un verdadero itinerario turístico. Un ejercicio semejante al
de otras muchas ciudades históricas como Sos
del Rey Católico o Santiago de Compostela, donde “se ha procurado destacar los detalles más
evocadores” para renovar el casco histórico de
la ciudad vieja y poner en valor su conjunto. Tal
como nos recuerda Mogollón Cano-Cortés, son
conceptos como éste en los que se asentará la
futura declaración de la ciudad como Patrimonio
de la Humanidad en 1986.
mención a los problemas derivados de los nuevos usos de ediicios históricos. Esto es lo que
ocurre en el caso del actual Museo Arqueológico de Badajoz, un antiguo palacio señorial, en
el que José Menéndez-Pidal estuvo trabajando
durante una década. Una obra que no llegó a
ver inalizada puesto que falleció ocho años antes de su inauguración. Un proyecto que, con el
paso del tiempo y con sucesivas intervenciones,
ha servido como piedra angular en el proceso de
recuperación de la alcazaba y la Plaza Alta de la
ciudad.
Por último, el cuarto capítulo aborda un
tema de investigación que ha ido adquiriendo
presencia en los estudios patrimoniales de los
últimos años. La construcción del embalse de
Valdecañas en el río Tajo supuso el traslado de
las ruinas romanas de Talavera la Vieja, la antigua
Augustobriga. Se trata de una circunstancia que
se repitió a lo largo de estos años en muchos
lugares de la Península y que terminó teniendo
alcance mundial cuando se levantó la presa de
Abu Simbel. Ahora será un trabajo conjunto de
arquitectos y arqueólogos, junto a MenéndezPidal o José Manuel González Valcárcel encontraremos a Antonio García Bellido. Se trata de
un proceso de toma de decisiones en el que las
empresas encargadas de construir las presas costeaban el desmonte, traslado y nuevo montaje
de los monumentos; un proceso en el que a las
técnicas modernas que había introducido García
Bellido se le sumaban las prisas y las urgencias de
los promotores del proyecto.
En deinitiva estamos ante un libro que nos
traslada a un momento histórico fundamental para entender el estado de conservación de
nuestro patrimonio construido. Si las intervenciones sobre estos monumentos son el relato de
encuentros más o menos afortunados, la aproximación cientíica a las circunstancias en que se
produjeron y a los criterios que las alentaron son
un nuevo encuentro con nuestro pasado más
cercano.
Juan M. Monterroso Montero
Universidade de Santiago de Compostela
No podía omitirse dentro de esta relexión
conjunta sobre los posibles conlictos en la intervención e interpretación del patrimonio, una
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350
LISTA DE REVISORES EXTERNOS EMPREGADOS NOS ÚLTIMOS CINCO NÚMEROS
Números 11 ao 15
Agrasar Quiroga, Fernando (Universidade da Coruña)
Alcoy Pedrós, Rosa (Universitat de Barcelona)
Almeida Matos, Lucía (Universidade do Porto)
Alonso Pereira, José Ramón (Universidade da Coruña)
Álvarez Martínez, Soledad (Universidad de Oviedo)
Antich, Xavier (Universitat de Girona)
Antigüedad del Castillo Olivares, Mª Dolores (UNED)
Aramburu-Zabala, Miguel Ángel (Universidad de Cantabria)
Aranzubía, Asier (Universidad Carlos III)
Arocena, Carmen (Universidad del País Vasco)
Ayala Herrera, Isabel (Universidad de Jaén)
Azanza, Javier (Universidad de Navarra)
Babino, Malena (Universidad de Buenos Aires)
Bellido Gant, María Luisa (Universidad de Granada)
Bernárdez Sanchís, Carmen (Universidad Complutense de Madrid)
Blas, Felisa de (Universidad Politécnica de Madrid)
Blasco Castiñeira, Selina (Universidad Complutense de Madrid)
Blasco Esquivias, Beatriz (Universidad Complutense de Madrid)
Bonet Correa, Antonio (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando)
Bustamante García, Agustín (Universidad Autónoma de Madrid)
Calatrava Escobar, Juan (Universidad de Granada)
Camacho Martínez, Rosario (Universidad de Málaga)
Camarero, Gloria (Universidad Carlos III)
Cánovas Belchí, Joaquín (Universidad de Murcia)
Carballo-Calero Ramos, Mª Victoria (Universidade de Vigo)
Casares Rodicio, Emilio (Universidad Complutense de Madrid)
Castro Borrego, Fernando (Universidad de La Laguna)
Castro Fernández, Belén (CESUGA, A Coruña)
Castro Fernández, Xosé Antón (Universidade de Vigo)
Castro Flórez, Fernando (Universidad Autónoma de Madrid)
Castro de Paz, José Luis (Universidade de Santiago de Compostela)
Cera Brea, Miriam (Universidad Autónoma de Madrid)
Cirujano, Concha (Instituto del Patrimonio Cultural de España)
Combalía, Victoria (Universitat de Barcelona)
Costa Vázquez, Luis (Universidade de Vigo)
Crespo Delgado, Daniel (Centro de Estudios Históricos de Madrid)
Cureses, Marta (Universidad de Oviedo)
Daydi-Tolson, Santiago (University of Texas, San Antonio)
351
Díaz Cuyás, José (Universidad de La Laguna)
Díaz Moreno, Félix (Universidad Complutense de Madrid)
Diego Otero, Estrella de (Universidad Complutense de Madrid)
Escalera Pérez, Reyes (Universidad de Málaga)
Espinosa Spinola, Gloria (Universidad de Almería)
Farriel, Roberto (Museo de Bellas Artes, Chile)
Fernández González, Mª Rosario (Museo Provincial de Lugo)
Fernández Polanco, Aurora (Universidad Complutense de Madrid)
García Cuetos, Pilar (Universidad de Oviedo)
García Guatas, Manuel (Universidad de Zaragoza)
García Laborda, María (Universidad de Salamanca)
García Mahiques, Rafael (Universitat de València)
García-Alén, María (Consello da Cultura Galega)
Garrido Rodríguez, Jaime (Instituto de Estudios Vigueses)
Giménez Navarro, Cristina (Universidad de Zaragoza)
Gómez Muntané, Carmen (Universitat Autònoma de Barcelona)
González Flores, Laura (Universidad Nacional Autónoma de México)
Guasch, Anna María (Universitat de Barcelona)
Gubern, Román (Universitat Autònoma de Barcelona)
Guerra, Carles (Fundació Tapiès)
Gutiérrez Baños, Fernando (Universidad de Valladolid)
Gutiérrez Viñuales, Rodrigo (Universidad de Granada)
Henares Cuéllar, Ignacio (Universidad de Granada)
Henriques da Silva, Raquel (Universidade Nova de Lisboa)
Hernández Barbosa, Sonsoles (Universitat llles Balears)
Hernández Martínez, Ascensión (Universidad de Zaragoza)
Herráez Ortega, María Victoria (Universidad de León)
Iglesias Veiga, Xosé Ramón (Instituto de Estudios Vigueses)
Izquierdo Expósito, Violeta (Universidad Complutense de Madrid)
Jiménez-Blanco, Dolores (Universidad Complutense de Madrid)
Laborde, Ana (Universidad Complutense de Madrid)
Lahoz, Lucía (Universidad de Salamanca)
Lasso de la Vega Zamora, Miguel (Universidad Europea de Madrid)
Ledo Arias, Agar (MARCO, Vigo)
Lens Leiva, Jorge (Universidade de Vigo)
Lleó Cañal, Vicente (Universidad de Sevilla)
López Guzmán, Rafael (Universidad de Granada)
Lorente Lorente, Jesús Pedro (Universidad de Zaragoza)
Lorenzo Durán, Margarita (Universidade da Coruña)
Lozano Bartolozzi, María del Mar (Universidad de Extremadura)
352
Maderuelo, Javier (Universidad de Alcalá de Henares)
Manso Porto, Carmen (Real Academia de la Historia)
Marín Tovar, Cristóbal (Universidad Complutense de Madrid)
Martín Martín, Fernando (Universidad de Sevilla)
Martín Moreno, Antonio (Universidad de Granada)
Martínez Barragán, Carlos (Universitat Politécnica de València)
Medina Álvarez, Ángel (Universidad de Oviedo)
Mínguez Cornelles, Víctor (Universitat Jaume I)
Molinuevo, José Luis (Universidad de Salamanca)
Monterde, José Enrique (Universitat de Barcelona)
Moral Andrés, Fernando (Escuela Universitaria de Diseño e Innovación de Madrid)
Morales Martínez, Alfredo J. (Universidad de Sevilla)
Mosquera Camba, Xosé Luis (Educación, Xunta de Galicia)
Moya Gutiérrez, Arnaldo (Universidad de Costa Rica)
Muñoz Campos, Paloma (Museo Nacional de Artes Decorativas)
Nárdiz Ortiz, Carlos (Universidade da Coruña)
Ocampo Siquier, Estela (Universitat Pompeu Fabra)
Pagán, Alberte (Educación, Xunta de Galicia)
Pavés Borges, Gonzalo (Universidad de La Laguna)
Peiró López, Juan Bautista (Universitat Politécnica de València)
Pena López, Carmen (Universidad Complutense de Madrid)
Pena Pérez, Jaime (CGAI, A Coruña)
Penas Truque, Ángeles (Museo de Bellas Artes, A Coruña)
Pérez Rojas, Francisco Javier (Universitat de València)
Pericot Canaleta, Jordi (Universitat Pompeu Fabra)
Perla de las Parras, Antonio (UNED)
Pizarro Gómez, Francisco Javier (Universidad de Extremadura)
Polo Sánchez, Julio Juan (Universidad de Cantabria)
Puerta Vílchez, José Miguel (Universidad de Granada)
Quiroga Ferreira, María (Museo Provincial de Lugo)
Ramallo Asensio, Germán (Universidad de Murcia)
Ramírez Pérez, Pablo (Universitat Politécnica de València)
Raquejo Grado, Tonia (Universidad Complutense de Madrid)
Redondo Neira, Fernando (Universidade de Santiago de Compostela)
Reyero Hermosilla, Carlos (Universidad Autónoma de Madrid)
Río Vázquez, Antonio S. (Universidade da Coruña)
Rodríguez Dacal, Carlos (Xardín Botánico-Artístico de Padrón)
Rodríguez Gutiérrez de Ceballos, Alfonso (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando)
Rodríguez Moya, Inmaculada (Universitat Jaume I)
Rodríguez Romero, Eva J. (Universidad San Pablo CEU)
353
Rodríguez Ruiz, Delfín (Universidad Complutense de Madrid)
Rosales Mateos, Emilio (Universidad de Sevilla)
Rubio Lapaz, Jesús (Universidad de Granada)
Ruiz de Arcaute, Emilio (Artium, Vitoria-Gasteiz)
Ruiz de Samaniego, Alberto (Universidade de Vigo)
San Martín Martínez, Francisco Javier (Universidad del País Vasco)
Sánchez Meca, Diego (UNED)
Sánchez Noriega, José Luis (Universidad Complutense de Madrid)
Sauret Guerrero, Teresa (Universidad de Málaga)
Senra Gabriel y Galán, José Luis (Universidad Complutense de Madrid)
Sobrino Manzanares, María Luisa (Consello da Cultura Galega)
Soraluce Blond, José Ramón (Universidade da Coruña)
Souvirón López, Begoña (Universidad de Málaga)
Urrea Fernández, Jesús (Universidad de Valladolid)
Val Cubero, Alejandra (Universidad Carlos III)
Valle Pérez, Carlos (Museo de Pontevedra)
Visone, Massimo (Università di Napoli Federico II)
Vives-Ferrándiz Sánchez, Luis (Universitat Jaume I)
Zalama Rodríguez, Miguel Ángel (Universidad de Valladolid)
Taxa de aceptación de traballos orixinais
Nos últimos 5 números da revista (números 11 ao 15) foron enviados para a sección de Colaboracións de tema
libre 100 artigos.
O número inal de artigos aceptados, despois de sometelos ao proceso de revisión por pares, e descontados 7 traballos
retirados polos autores, foi de 55.
Taxa de aceptación de orixinais: 59,13 %
Taxas por números:
Número 11: 17 recibidos, 3 retirados, 3 non aceptados. Total: 11 aceptados
Número 12: 15 recibidos, 0 retirados, 6 non aceptados. Total: 9 aceptados
Número 13: 18 recibidos, 1 retirado, 4 non aceptados. Total: 13 aceptados
Número 14: 25 recibidos, 2 retirados, 14 non aceptados. Total: 9 aceptados
Número 15: 25 recibidos, 1 retirado, 11 non aceptados. Total: 13 aceptados
354
POLÍTICA EDITORIAL
QUINTANA é unha revista de Historia da Arte, cunha periodicidade anual, que publica traballos orixinais de investigación sobre
calquera das especialidades relativas ao campo das Artes, sen desbotar as aproximacións interdisciplinarias que enriquezan o seu
estudio.
A publicación dos traballos de investigación se estructura en dúas seccións: a primeira – TEMA - ten un carácter monográico e o
seu contido é planiicado de antemán polo Comité de Redacción, invitando a destacados especialistas no tema escollido, mentras
que a segunda - COLABORACIÓNS - está aberta a aportacións de temática libre.
Os traballos presentados á sección de COLABORACIÓNS someteránse a avaliación empregando un sistema de revisión externa
baseado no doble anonimato. A revista empregará dous revisores, membros do Comité Cientíico ou outros especialistas, para
avaliar cada artigo recibido, acudindo a un tercer revisor en caso de discrepancia. Os artigos inalmente publicados incluirán as
datas de recepción e aceptación. A responsabilidade inal do proceso de selección e aceptación de traballos recaerá na Dirección
da revista e no seu Comité de Redacción, comunicando aos autores as decisións editoriais adoitadas.
Os autores aceptan que a revista QUINTANA poida difundir os textos publicados nela, soamente con ines cientíicos e sen proveito
comercial, por calquera medio, incluido Internet, e asemade incorporalos nas bases de datos electrónicas nas que QUINTANA vaia
integrándose cos devanditos ines. Esta difusión entenderase como unha cesión de forma non exclusiva e só para esta inalidade,
sen límite temporal nen territorial, dos dereitos que lles correspondan como autores.
NORMAS PARA A PRESENTACIÓN DE ORIXINAIS
Os traballos presentados deben ser inéditos e poderán ser escritos en galego, castelán, catalán, portugués, italiano, francés ou
inglés. A extensión máxima será de 15 a 20 páxinas para o texto principal, a espacio e medio e por unha soa cara, en papel de
formato DIN-A4. O título do traballo, o texto, as notas ao inal e a bibliografía escribiranse cunha letra TNR de corpo 12; as citas
longas escribiranse cunha letra de corpo 10 nun parágrafo á parte.
Os traballos deberán ir encabezados do seguinte modo:
- título do artigo: centrado, con maiúscula negra de corpo 12.
- nome e apelidos do autor: debaixo do título, centrado, con minúscula cursiva de corpo 10.
- universidade (ou centro) ao que pertence o autor: debaixo do nome, centrado, con minúscula de corpo 10.
- breve resumo do artigo: de extensión non superior a 150 palabras.
- palabras clave do artigo, cinco como máximo.
- traducción do resumo ao inglés (abstract) non superior ás 150 palabras.
- traducción das cinco palabras clave ao inglés (keywords).
As notas presentaranse sempre ao inal do texto, numeradas correlativamente e dentro do mesmo arquivo electrónico do texto
principal. As chamadas das notas dentro do texto principal realizaranse en superíndice.
As referencias bibliográicas dos traballos empregados na investigación incluiranse sempre nas notas, coa mesma referenciación
numérica e secuencial. Como norma xeral de presentación se aconsella seguir o sistema de cita bibliográica en nota segundo ISO
690, cos seguintes exemplos:
Libro:
P. Pérez Costanti, Diccionario de artistas que lorecieron en Galicia durante los siglos XVI y XVII, Imprenta, Librería y Enc. del
Seminario Central, Santiago, 1930, pp. 91-100.
Capítulo de libro:
X. Filgueira Valverde, “Artistas portugueses na arquitectura pontevedresa do século XVI” en Do tardogótico ao manierismo:
Galicia e Portugal (X.C. Valle Pérez, Coord.), Fundación Pedro Barrié de la Maza, A Coruña, 1995, pp. 177-185.
Artigo de revista:
S. Moralejo Álvarez, “Esculturas compostelanas del último tercio del siglo XII”, Cuadernos de Estudios Gallegos, t. 28, fasc. 86,
1973, pp. 294-310.
Comunicación nun congreso:
D. Vila Jato, “El inlujo de fuentes textuales en la Capilla de la Virgen de los Ojos Grandes de la Catedral de Lugo” en VI Congreso
Español de Historia del Arte. El Arte en los caminos, Santiago de Compostela, 16-20 de xuño de 1986. Universidade de Santiago
de Compostela, 1989, t. II, pp. 361-368.
Artigo en internet:
J.M. Duart, F. Lupiáñez, “E-strategias en la introducción y uso de las TIC en la Universidad”, RUSC. Revista de Universidad y Sociedad
del Conocimiento, vol. 2, nº 1, mayo de 2005, UOC [Consulta: 09/09/2008]. http:www.uoc.edu/rusc/dt/esp/duart0405.pdf
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A sangría da primeira liña dos parágrafos, tanto no texto como nas notas, farase coa opción especíica do menú formato ou
deseño de parágrafo.
Os mapas, gráicos, debuxos, planos (sen enmarcar) e fotografías irán numerados consecutivamente en caracteres arábigos (Fig. 1,
Fig. 2, etc.). Os pés correspondentes deben ser o máis completos posible (autor, obra, cronoloxía, localización e copyright se fora
necesario). Os debuxos realizaranse sobre papel branco de boa calidade. As fotografías presentaranse en formato TIFF ou JPEG
cunha resolución mínima de 300 ppp. En cada artigo poderán incluírse ata 15 iguras.
ENVÍOS
A integración da revista QUINTANA na plataforma Open Journal Systems, xestionada dentro do Portal Dixital de Revistas da
Universidade de Santiago de Compostela –http://www.usc.es/revistas/index.php/quintana– fai posible o envío directo dos artigos
para a sección de COLABORACIÓNS. Para iso é necesario rexistrarse como autor na sección “Autores” do menú superior, e a
continuación seguir as indicacións para cargar texto e imaxes.
Como orientación xeral, os traballos rexistrados antes do 31 de xaneiro de cada ano terán preferencia para ser admitidos no
número dese mesmo ano.
Os artigos, con título, resumo e palabras clave, deben incluir os seguintes datos e arquivos:
- Título, nome e ailiación do autor, xunto co resumo e palabras clave
- Arquivo de texto principal gardado como Word, coas notas ao inal (non se admiten notas ao pé)
- Lista de ilustracións numeradas como Fig. 1, Fig. 2, etc…
- Imaxes numeradas e en formato JPEG ou TIFF
Os editores resérvanse o dereito de facer leves alteracións nos traballos recibidos coa única inalidade de corrixir erros mecánicos
ou lingüísticos. Se as modiicacións necesarias fosen considerables, consultarase ao autor para pedirlle a súa aprobación para tal
efecto. Os editores tamén se reservan a non publicación das iguras que carezan da calidade suiciente.
As probas de imprenta serán revisadas polos autores, os cales efectuarán os cambios mínimos necesarios, corrixirán os erros de
impresión e devolveranas nun prazo dunha semana a partir da data de recepción. O atraso na devolución das probas implicará a
súa publicación sen as correccións do autor.
NORMAS PARA O ENVÍO DE RESEÑAS DE LIBROS
QUINTANA acepta publicar reseñas de libros baixo a condición de que o autor da reseña non comparta a mesma ailiación
académica ou institucional co autor do libro. As reseñas serán aprobadas e aceptadas polo Comité de Redacción.
As reseñas terán un máximo de 2.500 palabras (incluindo título, autor, editor e datos de publicación, ISBN e número de páxinas)
Para calquera dúbida ou consulta, contactar coa revista: revistaquintana@gmail.com
Páxina Web: www.usc.es/revistas/index.php/quintana
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EDITORIAL POLICY
QUINTANA is a journal on History of Art, issued annually, which publishes original research papers about any of the specialities
related to the Arts, including interdisciplinary approaches that enrich their study.
The publication of research papers is structured in two sections: the irst one – SUBJECT - is of a monographic character, and its
content is planned beforehand by the Editorial Board, who invites well-known specialists in the chosen theme, whilst the second
one – ARTICLES - is open to contributions about any theme.
The papers which are presented in the ARTICLES section will be subjected to assessment using a double-blind review process with
anonymity for both authors and reviewers (peer-review process). The journal will use two reviewers, members of the Scientiic
Committee or academic experts, to assess each article received, and will resort to a third reviewer in the case of discrepancy. The
articles which are inally published will include reception and acceptance dates. The journal’s Director and the Editorial Board will
have ultimate responsibility for the selection process, and will communicate the editorial decisions to the authors.
The authors accept that QUINTANA could diffuse the texts which are published therein, only to serve a scientiic purpose, and
without commercial proit, for any media, including Internet, and to incorporate these contents in the electronic databases of
scientiic journals. This diffusion must be understood as an assignment for the use of, “non-exclusive” cession, and only for this
purpose, with temporally and territorially unlimited cession of the rights that correspond to the authors.
NORMS FOR THE PRESENTATION OF ORIGINAL PAPERS
The papers must be unpublished and may be written in Galician, Spanish, Catalonian, Portuguese, Italian, French or English. The
maximum length will be 15-20 pages for the main text, using one and a half spaces and written only on one side of DIN- A4
sheets. The paper’s heading, the text, the endnotes and bibliography will be written in TNR size 12 type; long quotes will be
written in size 10 type in a separate paragraph.
The papers must be headed in the following way:
- title of the article: centered, block capitals in bold, size 12
- name and surnames of the author: below the title, centered, with small letters in italics of size 10
- university (or centre) to which the author belongs: below the name, centered with small letters of size 10
- abstract of the article: not longer than 150 words
- keywords from the article, maximum ive
- translation of the summary in English (abstract)
- translation of the keywords in English (keywords)
The notes will be presented always at the end of the text, numbered consecutively and within a sole electronic ile. The indications
to the notes within the text itself will be done in superscript. Independently of the notes system used, this should always be clear,
coherent and systematic.
Bibliographic references to works consulted must be included in endnotes and numbered consecutively. As a general standard of
presentation, the ISO 690 system of bibliographic citation for notes should be followed, as in the examples below:
Book:
P. Pérez Costanti, Diccionario de artistas que lorecieron en Galicia durante los siglos XVI y XVII, Librería y Enc. del Seminario
Central, Santiago, 1930, pp. 91-100.
Book chapter:
X. Filgueira Valverde, “Artistas portugueses na arquitectura pontevedresa do século XVI” en Do tardogótico ao manierismo:
Galicia e Portugal (X.C. Valle Pérez, Coord.), Fundación Pedro Barrié de la Maza, A Coruña, 1995, pp. 177-185.
Journal article:
S. Moralejo Álvarez, “Esculturas compostelanas del último tercio del siglo XII”, Cuadernos de Estudios Gallegos, t. 28, fasc. 86,
1973, pp. 294-310.
Conference proceedings:
D. Vila Jato, “El inlujo de fuentes textuales en la Capilla de la Virgen de los Ojos Grandes de la Catedral de Lugo” en VI Congreso
Español de Historia del Arte. El Arte en los caminos, Santiago de Compostela, 16-20 de xuño de 1986. Universidade de Santiago
de Compostela, 1989, t. II, pp. 361-368.
Internet article:
J.M. Duart, F. Lupiáñez, “E-strategias en la introducción y uso de las TIC en la Universidad”, RUSC. Revista de Universidad y
Sociedad del Conocimiento, vol. 2, nº 1, mayo 2005, UOC [Accessed: 09/09/2008]. http:www.uoc.edu/rusc/dt/esp/duart0405.pdf
QUINTANA Nº15 2016. ISSN 1579-7414. pp. 319-349
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The indentation of the irst line of the paragraphs, both in the text and in the endnotes will be done with the “format” or
“paragraph design” speciic options from the toolbar. The maps, graphs, drawings, plans (without framing) and photographs
will be numbered consecutively with Arabic numerals (e.g. Fig. 1, Fig. 2, etc.). The corresponding list of illustrations must be as
complete as possible (author, work, chronology, location and copyright if need be). The drawings will be done on good quality
white paper. The photographs will be presented on format TIFF or JPEG with a minimum resolution of 300 dots per inch. Up to
15 igures may be included in each paper.
SUBMISSION GUIDELINES
QUINTANA is integrated in the Open Journal Systems, managed within the Portal Dixital de Revistas da Universidade de Santiago
de Compostela - http://www.usc.es/revistas/index.php/quintana -. Each paper for the ARTICLES section must be presented by
means of this OJS access. The authors need sign in –“Autores” in the main bar menu - and proceed with the indications to upload
texts and illustrations.
The papers, with title, abstract and keywords, should be registered before January 31th of every year.
Submissions must include:
- Title, name, and author’s institutional afiliation, with abstract and keywords
- Manuscript, saved as Word document with endnotes (not footnotes)
- List of captions, numbered Fig. 1, Fig. 2, …
- Image iles, JPEG or TIFF numbered iles
The editors reserve the right to make slight alterations to the papers received, with the sole objective of correcting mechanical or
linguistic mistakes. If the modiications needed were signiicant, the author would be consulted to request his/her approval. The
editors also reserve the right to not publish any igures which they consider to be of poor quality
The printer’s copy will be reviewed by the authors, who will make the pertinent changes, correct printing errors and send them
back within a week of reception. Any delay in sending back the copy will mean that the article will be published without the
author’s corrections
NORMS FOR THE SUBMISSION OF BOOK REVIEWS
QUINTANA accepts reviews of books on condition that reviewers do not share the same academic or institutional afiliation that
the authors of the books. Reviews will be accepted by Editorial Board.
Reviews are limited to a maximum of 2.500 words (includes book title, author, editor or publisher data, ISBN and number of pages)
Contact E-mail: revistaquintana@gmail.com
Journal Website: www.usc.es/revistas/index.php/quintana
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