Vol. 29 (1), 2011, ISSN 0254-9247
Lima, Perú
Leandro da Silva Almeida
Esther Arnold
Maite Beramendi
Leonora Cohen
Juan José Díaz
Amanda Helena Rodrigues Franco
Beatriz Oré
Mary Penny
Ignacio Ramos-Vidal
Néstor Roselli
Narbal Silva
Fernanda Sosa
José Alejandro Torres
Elena Zubieta
DEPARTAMENTO
DE PSICOLOGÍA
Pontificia Universidad Católica del Perú
Departamento de Psicología
REVISTA DE PSICOLOGÍA
ISSN 0254-9247
Vol. 29 (1), 2011
Editora Emérita: Cecilia Thorne
Editora:
Sheyla Blumen
Comité
Ejecutivo:
Roberto Criado, Santiago Cueto, Marcia de la Flor, Roberto Lerner,
Matilde Ráez, María Ragúz
Comité
Editorial:
Reynaldo Alarcón (Universidad Ricardo Palma, Perú), Victoria Arévalo
(Pontificia Universidad Católica del Perú), Robert Bechtel (University
of Arizona, EE.UU.), Germán Berrios (University of Cambridge, Reino
Unido), Mary Louise Claux (Pontificia Universidad Católica del Perú),
Jozef Corveleyn (Katholieke Universiteit Leuven, Bélgica), Susana
Frisancho (Pontificia Universidad Católica del Perú), Fernando Jiménez
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Ricardo Palma, Perú), María Regina Maluf (Universidade de São Paulo,
Brasil), Patricia Martínez (Pontificia Universidad Católica del Perú),
Aníbal Meza (Universidad Peruana Cayetano Heredia), Franz Mönks
(Radboud Universiteit Nijmegen, Holanda), Luis A. Oblitas (Universidad
Nacional Autónoma de México), Alfonso Orantes (Universidad Central
de Venezuela), Juana Pinzás (Pontificia Universidad Católica del Perú),
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Sánchez-López (Universidad Complutense de Madrid, España), Malva
Villalón (Pontificia Universidad Católica de Chile), Orlando Villegas
(Wayne State University, EE.UU.)
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de Edición:
Paula Moreyra
© Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2011
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ISSN 0254-9247
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 95-0869
Primera edición: junio 2011
Tiraje: 150 ejemplares
Revista de Psicología Vol. 29 (1), 2011 (ISSN 0254-9247)
Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito militar
Elena Zubieta1, Maite Beramendi2 y Fernanda Sosa3
Universidad de Buenos Aires, Argentina
José Alejandro Torres4
Colegio Militar de la Nación, Argentina
El incremento de la presencia femenina en la esfera pública ha provocado cambios culturales
que repercuten en la cognición social en términos de expectativas en función del género.
Estos cambios interpelan a las organizaciones sociales entre las que se encuentran las Fuerzas
Armadas. Desde las formas modernas del prejuicio, se desarrolló un estudio orientado a
indagar actitudes de sexismo ambivalente, valores y dominancia social en un grupo de 238
cadetes de ambos sexos del Colegio Militar de la Nación. Los resultados muestran la presencia de actitudes sexistas. En roles sexuales y tipicidad de género las participantes mujeres
muestran un estereotipo andrógino, asociado probablemente a la necesidad de presentarse
de manera contra estereotípica para funcionar como líderes.
Palabras clave: sexismo ambivalente, estereotipos, valores, dominancia, población militar.
Ambivalent sexism, stereotypes and values in military population
The increasing presence of women in the public sphere has provoked cultural changes that
affect social cognition. These changes implicate social organizations such as the Military.
Focusing the interest in approaching modern forms of prejudice in terms of gender inequalities, we studied ambivalent sexism attitudes, values and social dominance orientation in a
sample of 238 males and females from the National Military School training to become
officials. Results show the presence of sexist attitudes. In sex roles and gender typing,
female participants show an androgynous stereotype probably related to the need to present
themselves closer to men in order to assume leadership.
Keywords: Ambivalent sexism, stereotypes, values, dominance, military population.
Desde las últimas décadas del siglo pasado, ha despertado mucho
interés el análisis de los cambios culturales provocados por el incremento
de la presencia femenina en el mercado laboral y sus repercusiones en
la cognición social en términos de expectativas en función del género.
Estos cambios interpelan a las organizaciones sociales entre las que se
encuentran las Fuerzas Armadas quienes, al igual que otras instituciones, iniciaron un proceso de adaptación contextual.
En Argentina, en 1997, el Colegio Militar de la Nación (CMN)
incorporó a la mujer en su formación militar manteniendo restricciones
en cupos, ya que solo ingresa hasta un 10% de mujeres al instituto, a
excepción de las armas de caballería e infantería que no incorpora mujeres. Cabe destacar que, actualmente, estas restricciones están siendo
revisadas. Aún así, el proceso ha generado la necesidad de cambios graduales que aluden básicamente a los valores tradicionales impartidos,
entre los que aparecen como relevantes los relativos al género.
En lo que hace a la promoción de la igualdad de género es poco probable encontrar en la actualidad personas que defiendan abiertamente
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Dra. en Psicología, Lic. en Sociología. Profesora Adjunta Regular, Facultad de Psicología,
UBA. Investigadora Adjunta CONICET. Contacto: Instituto de Investigaciones, Facultad
de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Av. Independencia 3065, C1225AAM Buenos
Aires, Argentina; ezubieta@psi.uba.ar
Lic. en Psicología UBA. Docente de la Universidad Católica Argentina y de la Universidad de
Buenos Aires. Becaria Doctoral de la UBA. Contacto: Instituto de Investigaciones, Facultad
de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Av. Independencia 3065, C1225AAM Buenos
Aires, Argentina; maiteberamendi@gmail.com
Lic. en Psicología UBA. Docente de la Universidad de Buenos Aires. Becaria Doctoral del
CONICET. Contacto: Instituto de Investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de
Buenos Aires, Av. Independencia 3065, C1225AAM Buenos Aires, Argentina; fernanda
marielsosa@hotmail.com
Lic. en Educación y Especialista en Gestión de Proyectos Educativos y sus Instituciones.
Secretario de Investigación del Colegio Militar de la Nación (Unidad Académica del Instituto
de Enseñanza Superior del Ejército). Contacto: Aviador Matienzo y Ruta 201 s/n, El Palomar, Provincia de Buenos Aires 1684, Argentina; aletorres40@yahoo.com
Revista de Psicología, Vol. 29 (1), 2011, pp. 101-130 (ISSN 0254-9247)
la superioridad del hombre por sobre la mujer, sin embargo, son todavía contundentes los datos que exhiben acciones de discriminación
(Expósito, Moya & Glick, 1998). El paso progresivo de un metafórico muro a la hipótesis del techo de cristal y el laberinto que se refleja
en datos estadísticos igualitarios a la hora de medir la presencia de las
mujeres en el mercado laboral, se contrapone con datos llamativamente
desiguales cuando se evalúan las posiciones a las que acceden las mujeres (e. g. roles de liderazgo) y hace vital el análisis de la medida en que
el prejuicio actúa como una de las principales causas.
En esta perspectiva, interesa abordar la problemática de las formas
modernas del prejuicio en su vertiente de género en una institución militar. El género, como etiqueta social que las personas utilizan de manera
instantánea y sistemática sin deliberaciones, muestra su influencia de
manera más marcada en culturas masculinas y jerárquicas. La propuesta
de análisis se enmarca dentro de las principales líneas de la psicología
social del género y las creencias y valores a él asociados.
Estereotipos e identidad de género
Mientras el término sexo hace referencia a la clasificación de las
personas a partir de categorías sociodemográficas de hombres y mujeres, la categoría género se refiere a los juicios o inferencias sobre los
sexos, a las características piscosociales a ellos asociados. En el estudio
de la distinción entre los mecanismos biológicos y los aspectos sociales
de la masculinidad y la feminidad, la década del 70 del siglo pasado
resultó relevante al producirse un giro en el debate, pues ya no se trataba de analizar la existencia de diferencias entre hombres y mujeres,
sino de estudiar lo que las personas piensan acerca de los hombres y las
mujeres. La discusión ya no se focalizó en cómo son los hombres y las
mujeres, sino en cómo se tiende a percibirlos (Cuadrado, 2007).
Desde la percepción, la identidad de género estudia las creencias
de roles y responsabilidades apropiados para hombres y mujeres, y
la relación que se establece entre ellos (Moya & De Lemus, 2004).
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Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito... / Zubieta, Beramendi, Sosa y Torres
Las categorías o etiquetas para designar a uno y otro se han concebido
de diversas maneras aunque las más utilizadas son: masculinidad-feminidad o instrumentalismo-expresividad.
La masculinidad se refiere a una orientación instrumental que
implica la realización de tareas y resolución de problemas, mientras
que la feminidad alude a una orientación de expresividad que implica
la preocupación por conseguir el bienestar de los demás y la armonía
del grupo (Moya & De Lemus, 2004). La masculinidad y feminidad
fueron consideradas durante muchos años como polos de una única
dimensión hasta que Bem (1981) desarrolló el primer instrumento
que pretendió medirlas como dos dimensiones independientes. Así,
las personas podían puntuar alto en una de las escalas y bajo en otra
(personas con identidad masculina o femenina) o bien alto en ambas
(andróginas), o bajo en ambas (indiferenciadas). Según la propuesta de
Bem (1981), cuando las personas pertenecen a una de las dos primeras
categorías se consideran esquemáticas de género y cuando lo hacen en la
última son no esquemáticas. Las personas muy esquemáticas de género
perciben el mundo en términos de masculino y femenino, y tratan de
mantener una conducta consistente con las normas estereotipadas para
su sexo, lo que no ocurre con las personas no esquemáticas de género.
Deux y La France (1998) hicieron una aportación importante al
subrayar que las conductas basadas en el género son muy flexibles y
están claramente influidas por el contexto. La variabilidad en el género
sería una regla y no una excepción en donde, además del que percibe y
de quien es percibido, la situación en donde la interacción tiene lugar es
la que hace que el género sea más o menos saliente. En un contexto en
donde la proporción de hombres o mujeres es pequeña es más probable
que el género sea más o menos saliente, o un entorno de mayor rigidez
puede realzar los roles tradicionalmente masculinos o femeninos.
A los roles de género, en tanto creencias compartidas acerca de
los atributos de los hombres y las mujeres, subyacen expectativas que
son normativas y que describen cualidades y disposiciones de conductas consideradas deseables para cada sexo (Eagly, 1987). Eagly y Karau
(2002), basándose en las consideraciones de Cialdini y Trost (1998)
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Revista de Psicología, Vol. 29 (1), 2011, pp. 101-130 (ISSN 0254-9247)
sobre los roles sociales, indican que de ellos se desprenden dos tipos de
normas: a) las normas descriptivas que refieren a las expectativas consensuadas acerca de lo que cada miembro de un grupo realmente hace,
también llamado estereotipo; b) las normas injuntivas que hacen referencia a las expectativas de lo que un grupo debería hacer o idealmente
podría hacer. Ambos tipos de normas generan y reproducen ciertas conductas posibles y no otras, reduciendo las posibilidades de cada género.
Para Burguess y Borgida (1999) los componentes descriptivo y
prescriptivo cumplen diferentes funciones. El componente descriptivo
tiene una función cognitiva en tanto organiza y estructura el flujo de
información sobre hombres y mujeres al que hacemos frente diariamente. Se simplifica el procesamiento de la información mediante la
representación esquemática de la realidad. El componente prescriptivo
está relacionado con intereses motivacionales y sirve para mantener,
reforzar o justificar la estructura de poder social existente que favorece
a los hombres, recompensando a las mujeres que se conforman a roles
de género tradicionales y sancionando a las mujeres, y a los hombres,
que violan esas prescripciones.
El sexismo
Las aportaciones clásicas de los estudios de género observaron un
tipo de prejuicio hostil en la sociedad llamado sexismo que suponía
actitudes negativas hacia las mujeres y las posicionaba en un estatus
inferior al hombre. Las mujeres eran consideradas irracionales, vanidosas y capaces de ocuparse únicamente de temas relacionados con el
amor, y los roles sociales esperados para ellas eran los de ocuparse de la
organización de la casa y la familia (Allport, 1962).
En la actualidad las encuestas de opinión y las investigaciones
sobre ideología del género muestran que es políticamente incorrecto
defender la superioridad del hombre por sobre la mujer. Sin embargo,
son aún preocupantes los datos que dan cuenta de la persistencia de
grados de discriminación en relación al género (Expósito et al., 1998).
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Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito... / Zubieta, Beramendi, Sosa y Torres
El Informe sobre la Equidad de Género en Argentina de Bonder y
Rosenfeld (2004) muestra que, efectivamente, como consecuencia de la
modernización de las estructuras productivas se abrieron para las mujeres
oportunidades en ocupaciones de alto nivel de calificación (profesionales y técnicas) o en actividades nuevas. Sin embargo, la contracara de
este proceso fue la presencia mayoritaria y creciente en tareas de bajo o
nulo nivel de calificación, bajo condiciones de alta precarización y vulnerabilidad laboral. Pese al crecimiento objetivo, los modos de inserción
de hombres y mujeres en el mercado de trabajo ponen de manifiesto la
persistencia de segmentaciones horizontales y verticales que acentúan la
desigualdad entre sexos. Las mujeres se desempeñan en actividades del
sector servicios tradicionalmente consideradas femeninas tales como
la enseñanza, las actividades comerciales y los servicios sociales y de
salud. Como contrapartida, las mujeres están prácticamente ausentes
de aquellas actividades de apoyo tecnológico. En cuanto a la segmentación vertical, las posiciones directivas están ocupadas mayoritariamente
por varones, en consonancia con una brecha en el salario promedio
mensual a favor de los hombres. Asimismo, a pesar de tener mayores
niveles educativos, las mujeres registran peores indicadores laborales:
ganan menos, ocupan puestos de menor calificación y/o de mayor precariedad, a la vez que sufren más la desocupación y durante tiempos
más prolongados que los varones (Bonder & Rosenfeld, 2004).
La Encuesta de Indicadores Laborales de la Ciudad de Buenos
Aires del año 2008 muestra que la estructura del mercado de empleo
privado formal de la ciudad está compuesta en un 62.8% por varones y
que, si bien no hay diferencias en los puestos profesionales, los hombres
superan a las mujeres en las tareas operativas y las mujeres están más
representadas en puestos de tipo técnico. La proporción de mujeres con
ocupaciones no calificadas es menor que en los hombres. A la hora de
tener que ocupar un puesto y especificar el sexo de los potenciales postulantes, se requiere en un 48.1% a hombres y en un 7.6% a mujeres.
Estas diferencias, que contrastan con las opiniones y actitudes a favor
de las mujeres, reflejan la persistencia de conductas discriminatorias que
ya no condicen con el estilo del sexismo abiertamente hostil dirigido
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hacia las mujeres, sino con un sexismo nuevo o moderno que adopta en
la actualidad formas más sutiles e imperceptibles que por ello no dejan
de ser dañinas (Lameiras Fernández & Rodríguez Castro, 2003).
En un marco en el que se hace difícil comprender las contradicciones
existentes entre juzgar positivamente a las mujeres y la discriminación,
devaluación y hostilidad hacia ellas, surge un nuevo modelo para ayudar
a los psicólogos sociales a comprender y explicar esta aparente contradicción. El enfoque que intenta dar cuenta de la modalidad moderna del
prejuicio sexual es el desarrollado por Glick y Fiske (1997), denominado
sexismo ambivalente. Los autores plantean que el sexismo es fundamentalmente ambivalente porque combina antipatías con sentimientos
positivos hacia las mujeres. Específicamente sostienen que la ambivalencia se debe a que “la existencia simultánea del poder estructural de los
varones y el poder diádico de las mujeres (basado en la interdependencia
en las relaciones) crea ideologías sexistas ambivalentes, compuestas del
sexismo hostil y del sexismo benevolente” (1997, p. 121).
El sexismo ambivalente estaría conformado por dos componentes:
sexismo hostil (SH) y sexismo benevolente (SB). El primero se refiere a
las actitudes tradicionales y prejuiciosas hacia las mujeres que suponen
su inferioridad y se estructuran en tres categorías: a) un paternalismo
dominador que considera a las mujeres débiles e inferiores y por lo tanto
necesitan ser dirigidas y controladas por el hombre; b) la diferencia de
género competitiva que sostiene que las mujeres son diferentes a los
hombres porque no poseen las características para triunfar en el ámbito
público y ante lo cual deben restringirse al ámbito privado; y c) la hostilidad heterosexual que alude al poder sexual que tienen las mujeres y que
las hace peligrosas y manipuladoras para los hombres (Leiva, Palacios,
Torrico & Navarro, 2007).
Por su parte, el sexismo benevolente es mucho más sutil y está
representado por un conjunto de actitudes interrelacionadas hacia las
mujeres que son estereotipadas y se limitan a ciertos roles pero que
producen un afecto positivo y suscitan en el perceptor conductas prosociales o de búsqueda de intimidad. Sus categorías son: a) paternalismo
protector que implica el cuidado de la mujer por parte del hombre;
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Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito... / Zubieta, Beramendi, Sosa y Torres
b) diferenciación de género complementaria que enfatiza las características positivas de las mujeres que complementan a las de los hombres;
y c) intimidad heterosexual que supone la dependencia diádica de los
hombres con respecto a las mujeres para la reproducción y satisfacción
sexual (Glick & Fiske, 1996).
El sexismo hostil es una orientación subjetivamente negativa hacia
las mujeres, mientras que el sexismo benevolente es una orientación subjetivamente positiva hacia las mujeres, pero ambas formas de sexismo
tienen como finalidad última legitimar y reforzar la posición subordinada de las mujeres, es decir, la desigualdad de género. Según Glick y
Fiske (1999) hay un subtipo concreto de mujeres que generan actitudes
benevolentes, como las amas de casa y las que aceptan el estatus superior
de los hombres, y otro subtipo que generan actitudes hostiles, como las
mujeres de carrera y otras que amenazan el estatus de los hombres.
Barreto y Ellemers (2005) señalan que el sexismo benevolente
contribuye al mantenimiento de las desigualdades sociales porque pasa
desapercibido como forma de prejuicio ya que es difícil detectarlo e
intervenir sobre él por su favorabilidad. Es por eso que es menos probable que los sexistas benevolentes, en comparación con los hostiles, se
perciban como personas que mantienen actitudes sexistas. En este estudio experimental se observó que al no reconocer este tipo de sexismo
como una forma de prejuicio, el sexismo benevolente puede ser un
mecanismo central directamente relacionado con numerosos fenómenos que mediante supuestas creencias positivas sobre las mujeres
inducen y mantienen indirectamente la discriminación de género.
Moya, Páez, Glick, Fernández y Poeschl (2002) señalan al sexismo
hostil y al benevolente como ideologías legitimadoras complementarias:
cuanto más alta es la puntuación en sexismo hostil de los integrantes de
un grupo o país, más alta es también la puntuación de estos en sexismo
benevolente. Asimismo, aún cuando las mujeres se muestran menos
sexistas que los hombres, tienden también a asumir creencias sexistas apoyando una ideología justificadora del sistema. Por otra parte, cuanto más
sexistas son los hombres, mayor es la diferencia entre las puntuaciones
de mujeres y hombres en el sexismo hostil. Una explicación es el hecho
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de que probablemente las mujeres utilizan ideologías del sexismo benevolente como mecanismo de defensa de adaptación a la cultura.
Las menores correlaciones entre sexismo hostil y benevolente en los
hombres respecto de las mujeres, en naciones más sexistas respecto a las
más igualitarias, y en individuos más sexistas respecto a los menos sexistas, es consistente con la idea original de medir aspectos independientes
del sexismo: las personas sexistas pueden tener actitudes hacia las mujeres
predominantemente hostiles, benevolentes o ambivalentes. Los resultados de estudios previos muestran que las formas del sexismo se orientan
hacia diferentes tipos de mujeres: el sexismo benevolente está relacionado
con evaluaciones positivas hacia mujeres tradicionales mientras que el
sexismo hostil se asocia a evaluaciones negativas hacia mujeres que trasgreden los roles de género tradicionales (Glick & Fiske, 1997).
Masser y Abrams (2004) mostraron, mediante un estudio experimental, que para que se generen las consecuencias negativas del sexismo
hostil es crítico que las mujeres ejerzan una amenaza al estatus o posición de los hombres en la sociedad.
El sexismo aparece además asociado a otros conjuntos de creencias y
valores. Pratto y Walter (2004) plantean que para entender mejor las relaciones de género es necesario contemplar la variable poder. Este planteo lo
hacen desde la Teoría de la Dominancia Social (Pratto, Sidanius, Stallworth
& Malle, 1994) que supone que en todas las sociedades surge el conflicto
entre grupos como una dimensión inevitable de la vida social. Para reducir
el conflicto y garantizar su supervivencia, las sociedades crean mitos de
legitimación que sostienen la desigualdad resaltando la superioridad de un
grupo sobre otro como es el caso del prejuicio étnico, el nacionalismo, el
sexismo, la meritocracia y el conservadurismo económico-político (Roccato,
Gattino & Patris, 2000). Así, la presencia de altos niveles de dominancia
social en los integrantes de un grupo supone la tendencia a preferir las
relaciones jerárquicas entre grupos y la superioridad del grupo propio, y
constituye uno de los factores psicológicos que inducen a la aceptación de
los mitos de legitimación de la desigualdad (Sidanius & Peña, 2003). Las
investigaciones muestran que la tendencia a la dominancia es mayor en los
hombres en comparación con las mujeres (Pratto et al., 1994).
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Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito... / Zubieta, Beramendi, Sosa y Torres
La creencia en la dominancia y el sexismo se asocia también a ciertos
valores (Davidov, Schmidt & Schwartz, 2008). En el estudio realizado
por Struch, Schwartz y Van der Kloot (2002), los autores defienden la
equivalencia en el significado de valores como un prerrequisito para
realizar comparaciones de manera legítima en la importancia de los
valores a través del género, y demuestran que hombres y mujeres construyen sus valores básicos de forma similar en la mayoría de culturas
(Cuadrado, 2004).
Schwartz (1992) define a los valores como metas motivacionales
que indican aquello que los sujetos o grupos definen como deseable
o no deseable, significante o no significante en sus vidas. Schwartz
(2001) identificó diez tipos motivacionales que configuran relaciones
dinámicas que pueden entrar en conflicto o ser compatibles entre ellas.
Asimismo concibió dos dimensiones bipolares. La primera contrasta
los valores de Apertura al Cambio con los de Conservación, oponiendo
aquellos que enfatizan la independencia de juicio y acción y favorecen
el cambio (Autodirección y Estimulación) con los que ponen el acento
en la autorrepresión sumisa, preservación de prácticas tradicionales y la
protección de la estabilidad (Seguridad, Conformidad y Tradición). La
segunda dimensión contrasta los valores de Autopromoción con los de
Autotrascendencia, que opone los valores que enfatizan la búsqueda del
éxito personal y el dominio sobre otros (Poder y Logro) con aquellos que
destacan la aceptación de los otros como iguales y la preocupación por
su bienestar (Universalismo y Benevolencia). Hedonismo está relacionado
tanto con Apertura al Cambio como con Autopromoción.
Schwartz utilizó su teoría para analizar la congruencia de creencias
con relación al prejuicio, examinando la relación entre percepción de
similitud intergrupal de valores y la agresión hacia el exogrupo (Struch
& Schwartz, 1989). Así, el nivel de impacto del conflicto intergrupal
percibido sobre la agresión se encuentra mediado por las diferencias que
se perciben en un conjunto de valores. La mayor apertura al contacto
exogrupal correlaciona positivamente con el énfasis en el valor de universalismo y la autodirección, y negativamente con el énfasis en valores de
conservación (Sagiv & Schwartz, 1995). La falta de similitud percibida
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Revista de Psicología, Vol. 29 (1), 2011, pp. 101-130 (ISSN 0254-9247)
en ciertos valores como la benevolencia es crítica para deshumanizar al
exogrupo, a la vez que ciertos valores aparecen decisivos a la hora de
fundamentar el conflicto entre los grupos como es el caso del poder.
En términos de disposición al contacto, los valores de Conservación deberían correlacionar negativamente siendo el valor Tradición
el que reporte la mayor negatividad. Schwartz (2001) explica que el
contacto implica exponerse a tradiciones y costumbres diferentes que
pueden atemorizar a quienes dan relevancia a la tradición. La correlación negativa con Conformidad se explicaría porque el contacto con
minorías culturales pone a la persona en una situación en la que las
normas familiares no son aplicables, dificultando las relaciones ágiles
y en las que se eviten las violaciones de expectativas. La Seguridad se
ve también afectada, ya que los miembros del exogrupo que se sienten discriminados pueden ser percibidos como amenazantes para el
orden prevaleciente. De manera inversa, los valores involucrados en
la Apertura al Cambio deberían favorecer la disposición al contacto, la
Estimulación y Autodirección promueven los contactos intergrupales y
la exposición a formas de vida y oportunidades de exploración y aprendizaje. Los valores de Autotrascendencia deberían tener una relación
positiva con la disposición al contacto exogrupal y debe ser aún más
fuerte en Universalismo que expresa mayor tolerancia y atención a los
demás que la benevolencia. Esta última alude más a las relaciones con
el endogrupo. Las correlaciones deberían ser negativas con la Autopromoción y no se espera ninguna con el Hedonismo porque el contacto
intergrupal es irrelevante para este tipo de valor (Zubieta, 2008).
La investigación de Gómez y Huici (2001), en relación a la estructura de valores desde la perspectiva de Schwartz y el contacto intergrupal,
encontró que el grupo que tenía una mejor imagen del exogrupo tenía
valores más elevados en Universalismo y Tradición en comparación con
el otro. Había una jerarquía diferente de valores, mientras el primer
grupo privilegiaba el bienestar para los demás, el otro grupo priorizaba
el placer para uno mismo y disfrutar la vida.
La orientación de dominancia social puede ser vista como una actitud general de orientación hacia las relaciones intergrupales, igualitarias
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Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito... / Zubieta, Beramendi, Sosa y Torres
versus jerárquicas, ordenadas a lo largo de una dimensión superiorinferior. En un estudio con estudiantes universitarios de la Ciudad de
Buenos Aires, Zubieta, Delfino y Fernández (2007) encontraron que la
orientación de dominancia social se asocia positivamente con el Poder
y el Logro y negativamente con la Autodirección, el Universalismo
y la Benevolencia. En términos de las dimensiones subyacentes a las
metas motivacionales, la asociación es positiva con la Autopromoción
y negativa con la Autotrascendencia. Estos datos son congruentes con
lo reportado por Marques, Páez, Techio, Mendoza y Espinosa (2005)
que encuentran que quienes comparten creencias de dominación están
más de acuerdo con valores de Poder y comparten menos valores de
Benevolencia y Universalismo.
En el área de género y liderazgo, Cuadrado (2004) destaca la
importancia que los estudios previos dan a aspectos como los rasgos y
valores. La investigación tradicional del género cuenta con un amplio
cuerpo de estudios con muestras generales que ponen de manifiesto
que poseer rasgos expresivos-comunales y la preferencia de valores de
intereses colectivistas son aspectos consistentes con el tradicional rol de
género femenino. Por su parte, poseer rasgos instrumentales-agentes y dar
importancia a valores que sirven a intereses individualistas son patrones
consistentes con el tradicional rol de género masculino. A partir de sus
datos, Cuadrado (2004) encuentra que para funcionar como líderes
las mujeres presentan características contraestereotípicas, asemejándose
a los hombres que ejercen el mismo rol que ellas y distanciándose en
la dimensión masculina de los estereotipos de género de las personas
de su mismo género. Esto da fuerza a la importancia de determinadas
variables psicosociales, como los rasgos y los valores, en una proporción
importante de las explicaciones reveladoras acerca del menor acceso de
las mujeres a puestos de responsabilidad.
Los resultados del estudio sobre prototipos de liderazgo en población militar, de Lupano Perugini, Castro Solano y Casullo (2008),
concuerdan con la hipótesis que postula que una de las principales
barreras que se interpone en la carrera de las mujeres hacia puestos de
liderazgo se debe a la incongruencia entre los roles sociales de género
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Revista de Psicología, Vol. 29 (1), 2011, pp. 101-130 (ISSN 0254-9247)
y los de liderazgo. Solo la característica consecución de beneficios sociales fue saliente a favor del liderazgo femenino, demostrando que los
participantes consideraron que para que una mujer sea considerada
líder es importante que presente características comunales/expresivas
comúnmente asociadas al género femenino. En cambio, para los líderes
hombres fueron salientes en su mayor parte atributos instrumentales/
agénticos. Los autores arriesgan una explicación en el hecho de no tener
los participantes demasiados referentes femeninos en su propio ámbito
(militar), a la vez que enfatizan la necesidad de tener en cuenta para
futuros estudios las particularidades que los prototipos adquieren según
el contexto. Resaltan la importancia de indagar en el contexto castrense
las creencias y actitudes que se despliegan hacia las mujeres en una cultura organizacional donde predominan los estereotipos masculinos.
Con el fin de analizar aspectos psicosociales del proceso de integración y socialización de la mujer en el ámbito del Ejército Argentino
y desde el marco teórico conceptual propuesto, se realizó un estudio
con el objetivo de indagar en las concepciones de identidad de género,
sexismo, valores y dominancia social en un grupo de 238 cadetes de
ambos sexos del Colegio Militar de la Nación.
Metodología
Participantes
El muestreo fue no probabilístico intencional y la muestra está
compuesta por 238 cadetes en formación de 1° a 4° del Colegio Militar
de la Nación. El 76.9% son hombres y el 23.2% mujeres. El 26.5%
cursa primer año, el 35.7% segundo año, el 17.6% tercer año y el
20.2% cuarto año. La edad media es de 21.6 (DE = 2.2) (mínimo:
18, máximo: 29). Respecto al lugar de nacimiento, el 17% nació en la
Capital Federal, el 6.1% en el conurbano, el 22.6% en la Provincia de
Buenos Aires, el 52.2% en el interior del país y el 2.2% en el exterior.
El 70.6% de los sujetos no tiene personal a cargo y el 29.4% tiene personal a cargo. Todos los sujetos son solteros.
114
Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito... / Zubieta, Beramendi, Sosa y Torres
Instrumentos y procedimiento
1.
2.
3.
4.
Se realizó una aplicación colectiva de un cuestionario autoadministrado compuesto por un conjunto de escalas y preguntas sobre
datos sociodemográficos.
Escala de Valores (Schwartz, 2001): se aplicó de forma individual.
Se seleccionaron 8 ítems que corresponden cuatro a la subdimensión de Autotrascendencia (Alpha de Cronbach: 0.66) y cuatro a la
de Autopromoción (Alpha de Cronbach: 0.71). Los participantes
debían responder en un continuo de 0 (no se parece nada a mí) a
5 (se parece mucho a mí) a frases como: Es importante para él ser
leal o Para él es muy importante mostrar sus habilidades. Quiere que
la gente lo admire por lo que hace.
Inventario de Roles Sexuales (BSRI, Bem, 1974): consta de 18
atributos considerados masculinos y 18 atributos considerados
femeninos, y el sujeto debe evaluar en una escala de 1(nunca) a 7
(siempre) en qué grado los hombres, las mujeres y ellos mismos se
identifican con cada atributo típico como atlético, de personalidad
fuerte, cariñoso o comprensivo. Es un cuestionario orientado a medir
la instrumentalidad o masculinidad y la expresividad o feminidad
como dimensiones independientes. Las fiabilidades evaluadas a
través del Alpha de Cronbach para las dimensiones resultantes fueron: Masculinidad-Hombres (0.67), Feminidad-Hombres (0.77),
Masculinidad-Mujeres (0.79), Feminidad-Mujeres (0.72), Masculinidad-Participante (0.67) y Feminidad-Participante (0.75).
Inventario de Sexismo Ambivalente (ASI, Glick & Fiske, 1996):
consta de 22 ítems con un continuo de respuesta de 0 (totalmente
en desacuerdo) a 5 (totalmente de acuerdo), en el que los participantes deben responder a ítems como: Las mujeres en comparación
con los hombres tienden a tener un sentido más refinado de la cultura
y el buen gusto o Una buena mujer debería estar puesta en un pedestal
por su hombre. Permite evaluar un único factor de sexismo hostil
y tres factores de sexismo benevolente: paternalismo, diferenciación de género e intimidad. Los cálculos de fiabilidad reportan un
115
Revista de Psicología, Vol. 29 (1), 2011, pp. 101-130 (ISSN 0254-9247)
5.
Alpha de Cronbach de 0.86 para el sexismo hostil y un Alpha de
Cronbach de 0.70 para el sexismo benevolente.
Escala de Orientación de Dominancia Social (SDO, Sidanius &
Pratto, 1999): los valores culturales de distancia jerárquica se han
asociado con las creencias de dominación grupal, relevantes para el
control social. Estas creencias, evaluadas por la SDO, afirman que
es deseable y justificable que un grupo domine a otros. Muestra el
grado en que las personas adhieren a un esquema referencial basado
en la desigualdad entre los grupos a partir de 16 ítems a los que los
participantes deben responder en qué medida están totalmente en
desacuerdo (1) o totalmente de acuerdo (7) con frases como: El
valor que tienen algunos grupos de personas es mayor que el de otros
o La igualdad entre grupos de personas debería ser nuestro ideal. El
análisis de confiabilidad arrojó un Alpha de Cronbach de 0.79.
Resultados
Tabla 1
Puntuaciones medias en Sexismo y Roles Sexuales
Sexismo
Hostil
Benevolente
Benevolente paternalismo
Benevolente diferenciación de género
Benevolente intimidad
Roles sexuales
Hombre típico - masculino
Hombre típico - femenino
Mujer típica - masculina
Mujer típica - femenina
Auto-caracterización - masculino
Auto-caracterización - femenino
116
M
DE
34.44
38.01
13.55
9.75
14.66
11.73
8.75
4.08
3.35
4.77
50.04
36.95
36.56
52.78
44.06
42.56
6.57
8.26
9.92
6.41
6.74
8.15
Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito... / Zubieta, Beramendi, Sosa y Torres
Como puede observarse en la Tabla 1, la puntuación media en
sexismo hostil es de 34.44 puntos y en sexismo benevolente de 38.01
superando ambas los puntos de cortes (Moya, 2004) e indicando que
estas creencias son fuertemente compartidas por los participantes. Estas
creencias se asocian a un conjunto de actitudes interrelacionadas hacia
las mujeres que las consideran de forma estereotipada y limitada a ciertos roles, y se combinan con un tono afectivo positivo que puede ser
asociado con conductas consideradas como pro-sociales o de búsqueda
de intimidad.
En las subdimensiones del sexismo benevolente, de mayor a menor
puntuación encontramos en primer lugar intimidad que da cuenta de
la valoración de las relaciones heterosexuales como fuente de felicidad
importante. En segundo lugar se observa el paternalismo que refuerza la
idea de que las mujeres son más débiles e inferiores a los hombres y que
legitima la figura dominante masculina. Por último, la diferenciación de
género complementaria refiere al deseo de los hombres de diferenciarse
positivamente de las mujeres manteniéndolas en esferas distintas y de
menor consideración.
En relación a los roles sexuales y su tipicidad (Tabla 1), los cadetes
caracterizaron al hombre típico con atributos mayoritariamente masculinos tales como personalidad fuerte, individualista o egoísta más que
con características femeninas. Lo mismo sucedió a la hora de calificar las cualidades típicas de la mujer, pues los participantes eligieron
atributos tradicionalmente femeninos como sumisa, cariñosa y comprensiva, entre otros. La misma tendencia, aunque con diferencias entre
las medias más leves, se observa a la hora de la auto-caracterización en
términos de atributos típicos. Las cadetes mujeres se ven más cercanas
al prototipo femenino y los cadetes hombres más cercanos al prototipo
masculino.
Como puede observarse en la Tabla 2, se hallaron diferencias
estadísticamente significativas en sexismo hostil y benevolente, y sus
subdimensiones en función del sexo; en todas ellas, menos en diferenciación de género complementaria, las puntuaciones de las cadetes
mujeres son superiores a las de los cadetes hombres.
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No se hallaron diferencias estadísticamente significativas en relación al lugar de nacimiento y sí surgieron diferencias en función del año
cursado y del hecho de tener personal o no a cargo en la subdimensión
diferenciación de género del sexismo benevolente. Son los cadetes que
tienen gente a cargo (t (233) = -3.020; p = .003; 8.62 vs.10.22) y
que cursan el 4° año quienes presentan las puntuaciones más bajas
(F (3,234) = 4.427; p < .005; 10.12; 10.41; 9.43; 8.34).
Tabla 2
Puntuaciones medias en Sexismo y Roles Sexuales según género
Sexismo
Hostil
Benevolente paternismo
Benevolente diferenciación
de género
Benevolente intimidad
Roles sexuales
Hombre típico - masculino
Hombre típico - femenino
Mujer típica - masculina
Mujer típica - femenina
Auto-caracterización masculino
Auto-caracterización femenina
118
Sexo
M
DE
t
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
37.14
25.90
14.27
11.16
9.32
11.16
15.09
13.27
10.50
11.40
3.66
4.52
3.32
3.11
4.63
5.00
t (223) = 6.430
p = .000
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
49.86
50.66
38.03
33,12
34.90
41.94
52.62
53.30
44.87
41.24
41.25
47.26
6.41
7.15
8.02
8.04
9.98
7.61
6.40
6.46
6.47
6.95
7.87
7.44
t (232) = 4.605
p = .000
t (233) = -3.778
p = .000
t (232) = 2.403
p = .018
t (225) = -.72
p = .472
t (212) = 3.698
p = .000
t (214) = -5.331
p =.000
t (207) = -.647
p = .520
t (218) = 3.268
p = .002
t (209) = -4.778
p = .000
Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito... / Zubieta, Beramendi, Sosa y Torres
En roles sexuales, se hallaron diferencias estadísticamente significativas en función del sexo. Si bien tanto los cadetes hombres como
las cadetes mujeres caracterizan al hombre típico con atributos instrumentales de la masculinidad, en la dimensión feminidad se observa que
la puntuación es más alta en los hombres, lo que indica que otorgan
más atributos femeninos al hombre típico que las cadetes mujeres. Lo
mismo sucede con la mujer típica a quien, tanto los cadetes hombres
como las cadetes mujeres, coinciden en atribuir características más
expresivas; sin embargo, en la sub-dimensión masculina son las cadetes
mujeres quienes utilizan mayores cualidades masculinas. Es decir, los
hombres puntúan más en la dimensión femenina del hombre típico y
las mujeres puntúan más en la dimensión masculina de la mujer típica.
A la hora de caracterizarse a ellos mismos, los hombres se caracterizan instrumentales masculinos y las mujeres expresivas femeninas.
Según las puntuaciones de Páez y Fernández (2004), los hombres que
puntúan 34 ó más en masculinidad están en posiciones instrumentales
y por encima de la media, y si puntúan 41 ó más en feminidad están en
posiciones expresivas. Por su parte, las mujeres que obtienen en masculinidad puntuaciones de 32 ó más se sitúan en el rango de personas
instrumentales, y si puntúan en feminidad 46 ó más están en posiciones de personas expresivas. Según los datos reportados en la tabla, hay
una marcada tendencia instrumental en las cadetes femeninas de esta
muestra.
Según la tipología de roles sexuales para hombres un Bem femenino inferior a 41 y un Bem masculino superior a 35 los caracteriza
como Masculinos, aunque la puntuación es de 41.25 y está en el límite.
Para las mujeres, un Bem masculino superior a 32 y un Bem femenino
superior a 46 las caracteriza como Andróginas.
Respecto de los valores (Tabla 3), predominan los de Autotrascendencia, indicando que los participantes dan importancia a la
aceptación de otros como iguales, así como aprecian la comprensión,
la tolerancia y la protección del bienestar de todas las personas y la
naturaleza. Es el conjunto de valores que más se asocia a la expresividad
en contraposición a los de autopromoción que se relacionan con la
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Revista de Psicología, Vol. 29 (1), 2011, pp. 101-130 (ISSN 0254-9247)
instrumentalidad. Con relación a la orientación de dominancia social,
la puntuación obtenida corresponde a un valor medio indicando que
los participantes no sostienen fuertemente esta creencia.
Tabla 3
Puntuaciones medias en Valores y Orientación de Dominancia Social
M
4.87
4.57
5.18
3.25
2.94
3.55
3.50
Autotrascendencia
Universalismo
Benevolencia
Autopromoción
Poder
Logro
Dominancia social
DE
.72
.91
.75
1.03
1.06
1.27
.95
Tabla 4
Puntuaciones medias en Valores y Dominancia Social según sexo
Universalismo
Benevolencia
Poder
Logro
Autotrascendencia
Autopromoción
Dominancia social
120
Sexo
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
Masculino
Femenino
M
4.45
4.95
5.15
5.28
3.03
2.64
3.56
3.51
4.80
5.12
3.30
3.08
3.62
3.03
DE
.92
.76
.77
.65
1.09
.93
1.23
1.40
.75
.59
1.02
1.05
.96
.72
t
t (234) = -3.959
p = .000
t (235) = -1.209
p = .229
t (234) = 2.525
p = .013
t (234) = .197
p = .844
t (233) = -3.226
p = .002
t (233) = 1.354
p = .179
t (193) = 4.320
p = .000
Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito... / Zubieta, Beramendi, Sosa y Torres
Como puede observarse en la Tabla 4, se encontraron diferencias
en función del sexo de los cadetes. Las cadetes mujeres enfatizan más
valores de Autotrascendencia y Universalismo, mientras que los cadetes
hombres enfatizan más el valor Poder y muestran una mayor Orientación a la Dominancia.
Se encontró, además del sexo, que el hecho de tener o no personal a cargo y el año de cursada hacen diferencia. Quienes no tienen
personal a cargo enfatizan más el valor Universalismo en comparación
con quienes tienen gente a su cargo (t (234) = -2.010; p < .047; 4.65;
4.37), mientras que quienes sí tienen personas a su cargo muestran una
mayor Orientación a la Dominancia en comparación con quienes no
las tienen (t (193) = 2.774; p < .007; 3.81; 3.38). Asimismo, los cadetes estudiantes de 1° año en comparación con quienes cursan 2° y 3°
muestran puntuaciones más bajas en la Orientación a la Dominancia
(F (3,194) = 4.270; p < .002; 3.42; 3.24; 3.84; 3.81).
Por último, para evaluar la validez convergente se realizaron análisis de correlaciones entre las dimensiones de valores, el sexismo y la
orientación de dominancia social. Como puede verse en la Tabla 5
los valores de Autotrascendencia se asocian de manera positiva con el
Sexismo Benevolente Intimidad y negativamente con el Sexismo Hostil
y la Orientación de Dominancia Social. De manera inversa, el Sexismo
Hostil y la Orientación de Dominancia Social muestran asociaciones
positivas con los valores de Autopromoción. El Sexismo tradicional y
directo se asocia a valores más agénticos e instrumentales y a la creencia
de que unos grupos deben dominar sobre otros. El Sexismo Benevolente orientado a la intimidad se relaciona más a la importancia de
valores comunales expresivos.
121
122
Tabla 5
Correlaciones entre dimensiones de Valores, Sexismo y Orientación hacia la Dominancia Social
Autotrascendencia
Autopromoción
Sexismo hostil
Sexismo benevolente
paternalismo
Sexismo benevolente
DG
Sexismo benevolente
intimidad
Dominancia social
* p < .05; ** p < .01
Sexismo
hostil
Sexismo
benevolente
paternalismo
Sexismo
benevolente
DG
Sexismo
benevolente
intimidad
Dominancia
social
R=1
r = .030
r = -.136*
r = .082
r = .123
r = .145*
r = -.278**
R = .030
r=1
r = .139*
r = .007
r = -.034
r = .033
r = .253**
r=1
R = .289**
r = -.081
r = .248**
r = .129
R = -.136* r = .139*
R = .082
r = .007
r = .289**
r=1
r = .173*
r = .427**
r = .050
R = .123
r = -.034
r = -.081
R = .173*
r=1
r = .112
r = -.104
R = .145*
r = .033
r = .248** R = .427**
r = .112
r=1
r = -.088
r = -.104
r = -.088
r=1
R = -.278** r = .253**
r = .129
r = .050
Revista de Psicología, Vol. 29 (1), 2011, pp. 101-130 (ISSN 0254-9247)
Auto
Auto
trascendencia promoción
Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito... / Zubieta, Beramendi, Sosa y Torres
Discusión
Los resultados encontrados en este estudio muestran que los
cadetes del CMN participantes en el estudio tienen creencias sexistas
ambivalentes en las que se combinan creencias tradicionales de rigidez
y estereotipia junto con actitudes positivas de sesgo benevolente. Se
ratifica lo planteado por Moya et al. (2002) acerca del sexismo hostil
y benevolente como ideologías legitimadoras complementarias, ya que
cuánto más altas las puntuaciones en sexismo hostil en un grupo más
alta será también la puntuación en el sexismo benevolente. Este dato es
relevante en el marco de este estudio que intenta analizar aspectos psicosociales del proceso de integración de la mujer en el ejército, ya que
como señalan Glick y Fiske (1996), hay un subtipo concreto de mujeres que generan actitudes benevolentes como las que aceptan el estatus
superior de los hombres y otro subtipo que generan actitudes hostiles
como las mujeres de carrera que amenazan el estatus de los hombres.
El sexismo benevolente se asocia a evaluaciones positivas hacia mujeres
tradicionales, mientras que el sexismo hostil se asocia a evaluaciones
negativas hacia mujeres que trasgreden los roles de género tradicionales.
Se señalaba al inicio de este trabajo la importancia y variabilidad
que el género asumía según el contexto y como este se hace más o
menos saliente según la situación en la que tiene lugar la interacción.
Dada la proporción de mujeres respecto de los hombres debido al cupo
de 10% en el ingreso al CMN, era más probable que el género se hiciera
saliente o que un entorno de mayor rigidez realzara roles tradicionalmente masculinos o femeninos (Deux & La France, 1998). Asimismo,
era esperable que el género como etiqueta social mostrara su influencia
de manera más marcada en una cultura masculina y jerárquica como
la militar.
De manera coherente con lo reportado, los cadetes hombres puntúan más alto que las mujeres en sexismo hostil y benevolente, y sus
subdimensiones, salvo en el caso de diferenciación de género complementaria en el que son las mujeres cadetes.
123
Revista de Psicología, Vol. 29 (1), 2011, pp. 101-130 (ISSN 0254-9247)
La mayor diferencia entre los cadetes hombres y mujeres se
observa en el sexismo hostil, coincidiendo con estudios previos que
señalan que cuanto más sexistas son los hombres mayor es la diferencia entre las puntuaciones de mujeres y hombres en el sexismo hostil,
siendo una de las explicaciones el hecho de que probablemente las
mujeres utilizan ideologías del sexismo benevolente como mecanismo
de defensa de adaptación a la cultura (Moya et al., 2002). En esta
línea, no es inconsistente que en la subdimensión diferenciación de
género complementaria del sexismo benevolente, las mujeres sean quienes obtengan mayores puntuaciones que los hombres y quienes están
en el último año de cursada o tienen gente a cargo muestren menores
puntuaciones. La versión benevolente que plantea la complementariedad de lo instrumental con lo expresivo es más marcada, en términos
de asumir creencias sexistas que apoyan una ideología justificadora del
sistema, en quienes están buscando una posición de mando en una
cultura masculina. De la misma manera, y quizás como contracara del
mismo proceso, los que muestran mayor socialización en la institución —quienes están en cuarto año y tienen gente a cargo están más
cerca de terminar y graduarse— reducen su prejuicio benevolente en
esta esfera.
En términos de roles sexuales y tipicidad de sexo, se observa que hay
concordancia con los estereotipos tradicionales de género en general,
aunque aparecen unos matices particulares interesantes. Los cadetes
hombres obtuvieron mayor puntaje en la dimensión femenina del prototipo del hombre y las cadetes mujeres mostraron mayor puntuación
en la dimensión masculina del prototipo de la mujer. Asimismo, según
las puntuaciones de comparación que aportan Páez y Fernández (2004)
los participantes hombres incluyen cierta expresividad en su auto-evaluación en términos de tipicidad masculina y las mujeres cadetes se
auto-evalúan de manera andrógina respecto a los roles sexuales. Más
allá de que los hombres cadetes pueden mostrar una leve tendencia
que los acercaría a una línea actual que da cuenta de una feminización
del liderazgo en términos de mayores atributos asociados a las mujeres, se ratifica lo encontrado por Cuadrado (2004) acerca de que para
124
Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito... / Zubieta, Beramendi, Sosa y Torres
funcionar como líderes las mujeres presentan características contraestereotípicas, asemejándose a los hombres que ejercen el mismo rol que
ellas y distanciándose en la dimensión masculina de los estereotipos de
género de las personas de su mismo género.
En relación a los valores, los cadetes del CMN enfatizan valores
de Autotrascendencia por sobre los de Autopromoción. Asimismo, los
resultados muestran que en este grupo de cadetes no es fuerte la creencia en la dominancia social, que es deseable y justificable que un grupo
domine a otro. La formación que se imparte en el CMN prioriza el
bienestar y la protección de los demás o la Nación por sobre el bienestar
propio, a la vez que se combina con una educación de las personas en
el mando y el respeto por las jerarquías. Si embargo, esta adopción de
valores centrados en el grupo o colectivo adquieren cierto matiz cuando
se introduce el sexo de los cadetes o aspectos indicadores del tiempo de
permanencia en la institución. Mientras las mujeres se preocupan más
por el bienestar de los otros —Universalismo— los hombres enfatizan
el Poder —mayor estatus sobre personas y recursos. Esto coincide con
las diferencias de atributos y roles agénticos o instrumentales versus
expresivos según el género reportadas por investigaciones previas (Cuadrado, 2007; Lupano Perugini et al., 2008). En relación al prejuicio, el
valor de Universalismo se asocia positivamente con el contacto exogrupal mientras que el valor Poder es crítico a la hora de fundamentar el
conflicto entre los grupos (Sagiv & Schwartz, 1995).
Asimismo, la tendencia a la dominancia aumenta en los cadetes
hombres, en quienes tienen personal a cargo y en quienes se encuentran en los cursos superiores, mostrando mayor adhesión a que es
deseable y justificable que un grupo domine a otros. Así como la socialización o el contacto puede reducir los niveles de sexismo benevolente
al nivel de la diferencia de géneros complementaria, la mayor permanencia en la institución y la masculinidad pueden reforzar creencias
jerárquicas que pueden ser producto a su vez de creencias previas al
ingreso a la institución. Recordemos que los individuos que enfatizan
el status sobre las personas y recursos —Poder— y, por tanto, con una
alta orientación de dominancia social, tenderán a ser miembros de
125
Revista de Psicología, Vol. 29 (1), 2011, pp. 101-130 (ISSN 0254-9247)
instituciones y elegir roles que mantienen o incrementan la desigualdad social (Pratto et al., 1994).
Como creencias y valores complementarios, se observó que el
sexismo hostil y la dominancia se asocian negativamente con valores
de autotrascendencia que se orientan más al grupo y se preocupan por
el bienestar de los otros, pero estos a su vez pueden promover también
algunas actitudes que favorezcan el sexismo benevolente, sobre todo en
lo que hace a la intimidad que alude a la heterosexualidad como una
de las fuentes más poderosas de ambivalencia de los hombres respecto
de las mujeres.
Los datos aquí reportados contribuyen con información relevante
al estudio de las relaciones intergrupales y el sexismo desde una perspectiva que enfatiza la relación entre valores y prejuicio, y que apunta
a mejorar la eficacia de intervenciones orientadas a reducir la discriminación. Uno de los requisitos para que el contacto intergrupal tenga
efectos positivos es considerar los valores y la jerarquía de valores de los
grupos que entran en contacto (Cuadrado, 2006). Se ha continuado así
desde la psicología social del género en una línea de investigación de
estudios locales sobre liderazgo y género en población militar en donde
Lupano Perugini et al. (2008) señalaban como importante profundizar
en el contexto castrense en las creencias y actitudes que se despliegan
hacia las mujeres en una cultura organizacional donde predominan los
estereotipos masculinos.
La puesta en evidencia de los mecanismos de las formas modernas
del prejuicio desde el sexismo ambivalente permite hacer observable
el sexismo benevolente que, como señalan Barreto y Ellemers (2005),
contribuye al mantenimiento de desigualdades y pasa desapercibido
como forma de prejuicio por su difícil detección e intervención sobre
él por su favorabilidad. El sexismo benevolente puede ser un mecanismo central directamente relacionado con numerosos fenómenos
que mediante supuestas creencias positivas sobre las mujeres inducen y
mantienen indirectamente la discriminación de género.
126
Sexismo ambivalente, estereotipos y valores en el ámbito... / Zubieta, Beramendi, Sosa y Torres
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Recibido: 21 de junio, 2010
Aceptado: 15 de noviembre, 2010
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junio 2011 Lima – Perú
Proceso de construcción colaborativa a través del chat según el
tipo de tarea
Néstor Roselli
Impacto de una intervención con grupos de mamás y bebes en el
desarrollo infantil
Beatriz Oré, Juan José Díaz y Mary Penny
Identificando áreas sensibles en los contactos interculturales: un
estudio exploratorio
Ignacio Ramos-Vidal
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Elena Zubieta, Maite Beramendi, Fernanda Sosa y José Alejandro
Torres
Simplicity in complex times: Six principles for teaching the
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Perceptions of organizational communication processes in
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Esther Arnold y Narbal Silva
Critical thinking: Its relevance for education in a shifting society
Leandro da Silva Almeida y Amanda Helena Rodrigues Franco