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Razón neoliberal e investigación: resistencias desde el trabajo social

2019, Cuadernos de Trabajo Social

Nos enfrentamos a una era en que la racionalidad neoliberal ha colonizado la forma de producción de conocimientos a escala global. Una serie de dispositivos que permiten medir la productividad investigativa incentivan,a partir de sus parámetros,un tipo de conocimiento que se ha vuelto hegemónico. En este artículo se analizan las maneras en que trabajo social se ha incorporado a estas dinámicas de producción de conocimiento. Se examinan las posibilidades de convertir la investigación en un acto de resistencia frente a la racionalidad neoliberal promovidas por las actuales políticas de generación de conocimiento, trayendo a la discusión las nociones de investigación colaborativa y de compromiso público (public engagement). Palabras clave:investigación, neoliberalismo, trabajo social, resistencia, compromiso público. ABSTRACT The neoliberal rationality has colonised the ways in which knowledge is produced on a global scale. A variety of devices that permit the measurement of researchers’ productivity encourage from their parameters a kind of knowledge which has become hegemonic. This article analyses the ways in which social work has been involved into these dynamics of knowledge production. The possibilities of transforming research practices in resistance acts against the neoliberal rationality is examined in this paper, through the discussion of the notions of collaborative research and public engagement. Key Words: research, neoliberalism, social work, resistance, public engagement.

TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 RAZÓN NEOLIBERAL E INVESTIGACIÓN: RESISTENCIAS DESDE EL TRABAJO SOCIAL NEOLIBERAL REASON AND RESEARCH: RESISTENCES FROM SOCIAL WORK Dr. Gianinna Muñoz Arce* Resumen Nos enfrentamos a una era en que la racionalidad neoliberal ha colonizado la forma de producción de conocimientos a escala global. Una serie de dispositivos que permiten medir la productividad investigativa incentivan, a partir de sus parámetros, un tipo de conocimiento que se ha vuelto hegemónico. En este artículo se analizan las maneras en que trabajo social se ha incorporado a estas dinámicas de producción de conocimiento. Se examinan las posibilidades de convertir la investigación en un acto de resistencia frente a la racionalidad neoliberal promovidas por las actuales políticas de generación de conocimiento, trayendo a la discusión las nociones de investigación colaborativa y de compromiso público (public engagement). Palabras clave: investigación, neoliberalismo, trabajo social, resistencia, compromiso público. Abstract The neoliberal rationality has colonised the ways in which knowledge is produced at a global scale. A variety of devices that permit the measurement of researchers’ productivity encourage from their parameters a kind of knowledge which has become hegemonic. This article analyses the ways in which social work has been involved into these dynamics of knowledge production. The possibilities of transforming research practices in resistance acts against the neoliberal rationality is examined in this paper, through the discussion of the notions of collaborative research and public engagement. Key Words: research, neoliberalism, social work, resistance, public engagement. Trabajadora Social, Académica Área de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. E-mail: giannina.munoz@uchile.cl * TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 Introducción Para nadie es desconocido hoy que las lógicas empresariales han colonizado el mundo académico – y con ello la producción de conocimientos- a escala mundial. La racionalidad neoliberal, como ha planteado David Harvey (2005), atraviesa la forma en que nos relacionamos y construimos sociedad. El neoliberalismo es más que un contexto, es más que el escenario donde nos movemos: neoliberalismo es un ethos, una forma de habitar el mundo, un nuevo sentido común (EagletonPierce, 2016). Esta racionalidad neoliberal ha colonizado la esfera de la producción de conocimientos instalando la lógica de mercado de manera transversal: estableciendo indicadores de productividad investigativa, generando bonos de incentivo a la publicación, vaciando de sentido ideas como “impacto” o “innovación” en la academia, fomentando el trabajo individual en detrimento de la colaboración, y reforzando la competencia al interior de los equipos de trabajo. Acudimos a un momento en que es evidente que “la ciencia se ha quedado sin alma” (Poch y Villanelo, 2016), la era del capitalismo cognitivo (D’Amico 2016). Trabajo social no ha estado exento de estas tensiones. La demanda por más investigación y mejores rendimientos frente al sistema de publicaciones hegemónico también se ha hecho notar en la mayoría de las escuelas de trabajo social chilenas, pues, en tanto unidades académicas en instituciones sometidas a procesos de acreditación, se han visto igualmente impactadas por las reglas de la economía del conocimiento (Espinoza, 2017). Durante las últimas dos décadas, la investigación ha cobrado especial relevancia en las discusiones disciplinares y en la formación profesional en trabajo social (Lizana, 2014), tanto en los programas de grado como de postgrado (Véliz y Andrade, 2017). La investigación ha sido identificada como una dimensión fundante de trabajo social: permite la generación de un tipo de conocimiento que es legitimado al interior de las ciencias sociales, y que habilita a la profesión a alcanzar el estatus de disciplina (Toledo, 2004). En consistencia con ello, observamos que el número de trabajadoras/es sociales que han completado estudios doctorales y/o que lideran proyectos de investigación financiados por la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT) ha aumentado exponencialmente durante la última década (Rubilar, 2018). Esto permite inferir que 33 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 trabajo social está en la carrera de la investigación: puede, como cualquier otra disciplina, generar conocimiento accediendo a financiamiento concursable y público. Se trata de avances sin duda significativos para una disciplina que ha forjado su dimensión intelectual sorteando importantes obstáculos en el camino -como la estigmatización de las pioneras y del carácter femenino de la profesión, por ejemplo- (Travi, 2011; Aylwin et al., 2004). Ahora bien, aun reconociendo y celebrando los avances de trabajo social en materia de su inclusión en las dinámicas de investigación actuales, surge la inquietud que da origen a la discusión abordada en el presente artículo: ¿cómo permanecer en la carrera de la investigación -que se rige por la racionalidad neoliberal recién descrita- sin “morir en el intento”, es decir, sin sacrificar los propósitos y sentidos de la investigación que se hace desde trabajo social en tanto disciplina comprometida con la transformación de lo social? Esta es la reflexión inicial que ha motivado el desarrollo de este trabajo, que precisamente, surge en el marco de un proyecto de investigación que pone acento en la promoción del compromiso público a partir de la generación de conocimientos que provienen de la intervención social en primera línea –conocimientos denominados residualmente como ‘no académicos’ (Barnes y Prior, 2009; Grosfoguel, 2015; D’Amico, 2016). El análisis arranca desde un marco conceptual crítico basado en el planteamiento de diversos autores y que es producto de la primera etapa del estudio que consistió en la revisión de la literatura internacional. El punto de encuentro entre los diversos planteamientos críticos, de la mano de diferentes autores, es la comprensión de la racionalidad neoliberal en tanto fuerza que conlleva, en sí misma, la posibilidad de ejercer resistencia frente a ella (Butler et al., 2016). Desde esta perspectiva, cada uno de nosotros, desde nuestras diversas posiciones, tenemos un margen de acción o de autonomía relativa que es posible activar para cambiar el curso de las cosas que parecen normales e inevitables. En este sentido, se desprenden otras interrogantes que permiten, a través de estas páginas, explorar el estado de situación del trabajo social frente a los incentivos emanados desde las políticas de fomento a la investigación en el país: ¿Podemos convertir la investigación en un acto de resistencia frente a la hegemonía neoliberal de las políticas de generación de conocimiento? ¿Cuáles son los aspectos diferenciadores de trabajo social que permiten hacer estos pequeños-grandes actos de resistencia desde la investigación? ¿Es acaso posible pensar desde trabajo social maneras alternativas de generar conocimiento que desafíen la racionalidad neoliberal? 34 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 Para abordar estas interrogantes, el presente artículo se estructura en tres apartados. En el primero, se analizan las maneras en que la racionalidad neoliberal ha colonizado la investigación en términos generales. En el segundo, se explora la trayectoria de la investigación en la construcción disciplinar de trabajo social y las controversias que surgen en el ámbito de la producción de conocimientos a raíz de los impactos del neoliberalismo. Finalmente, se desarrolla una propuesta conceptual sobre resistencia, que permite visualizar estrategias para confrontar la racionalidad neoliberal desde la investigación en trabajo social, explorando las nociones de investigación colaborativa y compromiso público. Investigación y racionalidad neoliberal en el Chile de hoy La racionalidad neoliberal es una forma específica de razón normativa, que se presenta como una fuerza histórica que produce subjetividades y, en último término, sociedad, estableciendo un estado y estatuto de ‘verdad’ a través del cual la sociedad producida es también medida y gobernada (Cornelissen, 2018). Esta lógica traspasa y carcome todos los ámbitos y dominios de la sociabilidad humana (Harvey, 2005), organizando la vida social a partir de las necesidades del mercado (Eagleton-Pierce, 2016), y, específicamente en el ámbito de la producción del saber, “poniendo el conocimiento en oferta al interior del mercado de la investigación” (Busch, 2017: 2). Así lo expresa D’Amico cuando plantea la noción de capitalismo cognitivo: “Las disputas actuales por la dominación están −sin dudas− atravesadas por una nueva fase de acumulación del capitalismo, la cual implica −a su vez− una nueva geopolítica, donde el conocimiento ocupa un lugar central. El capitalismo cognitivo pone de relieve lo que sucede en los flujos de poder que circulan en el mundo global […] la propiedad intelectual, la concentración del conocimiento y las formas de reproducción social modelan la producción del conocimiento socialmente útil” (2016: 432). Llevando esta discusión al plano de las políticas de fomento a la investigación en Chile, Fardella et al. (2017) evidencian cómo la producción de conocimientos está organizada y controlada por dispositivos de gestión que permiten cuantificar y monitorear el trabajo académico. Estos dispositivos de cuantificación, plantean, se enmarcan en una perspectiva mayor: el enfoque de la 35 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 nueva gestión pública, que instala lógicas de empresa privada bajo la promesa de enmendar los vicios de la burocracia estatal. Para ello utiliza modos y tecnologías eficientes y competitivas, donde el mercado es el organismo regulador, y por ello, la producción de conocimiento está orientada a fomentar todo aquello que pueda ser “vendido” a estudiantes, empresas y gobiernos (es el caso de las patentes, las transferencias, la publicación en revistas científicas pagadas, entre otras formas de mercantilización del conocimiento) (Torres, 2014). El segundo enfoque, que refuerza la lógica neoliberal del primero, es el de política basada en la evidencia, a partir de la cual se entiende que la mejora del desempeño de los Estados en la conducción de los asuntos públicos solo puede darse mediante el uso de información que permite identificar “qué funciona”. Estas tecnologías de la cuantificación, ciertamente se rigen por políticas a escala supranacional de medición de estándares y generación de rankings, que permiten la acreditación o no de programas académicos e instituciones de educación superior (Torres, 2014; Fardella et al., 2017; Espinoza, 2017). En esa línea, y en consistencia con el ethos neoliberal, la productividad de los/as investigadores/as se mide en función de su capacidad de publicar sus resultados de investigación en revistas de alto impacto (indexadas en Web of Science o Scopus, por los que se asignan puntajes preferenciales) y libros o capítulos de libro en editoriales con referato externo (principalmente, aunque estos indicadores de productividad pueden variar de acuerdo al área de estudio). La postulación a financiamiento para investigación considera la productividad del investigador/a en los últimos 5 años, lo cual significa que producir este tipo de publicaciones se convierte en una tarea sin fin (Torres, 2014). Además, se asigna mayor puntaje al autor/a correspondiente, lo que supone que hay una persona que trabaja más que otros en la publicación, reforzando así lógicas individualistas y competitivas de trabajo. Chile es el país latinoamericano que alcanza la más alta cantidad de publicaciones en revistas especializadas con alto nivel de impacto, plantean Poch y Villanelo (2016: 4). Lejos de enorgullecernos de ello, señalan, ello debiera ser fuente de preocupación, ya que estos logros “han sido conseguidos sobre los hombros de investigadores e investigadoras precarizadas, mediante el aislamiento académico y fomentando una competencia casi inhumana”. ¿Qué consecuencias ha traído este esquema? Que los/as investigadores/as hagan esfuerzos desmedidos por estar a la altura de los indicadores, trabajen de manera aislada, prioricen el tipo de publicaciones valoradas por este sistema y dejen de lado otras formas de producción de conocimientos (como la participación en seminarios, mesas redondas, conversatorios e 36 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 intercambios con la comunidad, u otro tipo de acciones de difusión y movilización del conocimiento). Los efectos de este nuevo ethos se manifiestan en la subjetividad de los/as investigadores/as, pues los dispositivos de cuantificación de la productividad, señalan Fardella et al. (2017) modifican las relaciones de poder en el espacio de la producción de conocimientos. Se trata de dispositivos de cuantificación basados en tecnologías de funcionamiento remoto, invisibles, que permiten la supervisión silenciosa. La ansiedad frente la propia capacidad de ser productivo/a y frente a la incertidumbre, se traducen en clave psicopolítica: no necesitamos de un amo para ser esclavos, podemos ser amos y esclavos de nosotros mismos, señala Chul-Han (2016). Así, los/as investigadores/as modifican su relación con el medio, con los otros y consigo mismos, en un escenario donde queda claro cuáles prácticas de generación de conocimiento son valoradas y cuáles no. Trabajo Social y sus controversias frente a la investigación Hemos señalado que la investigación se constituye en una de las dimensiones fundantes de trabajo social. Se espera que los/as trabajadores/as sociales cuenten con conocimientos para diseñar, conducir, solicitar y evaluar investigación, en la perspectiva de afinar la comprensión de los fenómenos sociales sobre los que intervienen. Ello se ha traducido en esfuerzos por profundizar la formación académica en materia de investigación, y también en el aumento de trabajadores/as sociales que desarrollan y lideran procesos de investigación (Rubilar, 2018). Ya en los trabajos de Mary Richmond, Jane Addams y otras pioneras, como muestran hoy los estudios de Bibiana Travi (2011) y Taly Reininger (2018), respectivamente, la investigación constituyó uno de los principios claves que permitieron fundamentar el carácter disciplinar de la acción profesional. En esta misma línea, investigaciones historiográficas realizadas en Chile en los últimos años sugieren que trabajo social fue conceptualizado desde su origen en 1925 como una profesión que requería generar conocimientos a partir de su intervención, para encontrar mejores y más efectivas formas de hacer frente a la miseria y a las condiciones de vida injusta. Esta necesidad de generar conocimientos propios desde la disciplina se enfatizó durante el periodo de la reconceptualización (Aylwin et al., 2004; González, 2016). 37 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 Ciertamente los cambios sufridos por trabajo social en el periodo de dictadura mermaron su capacidad de realizar investigación (debido a la pérdida del rango universitario y la reforma tecnocrática de la enseñanza del trabajo social), aunque se observan en dicho periodo el uso de técnicas de investigación como las entrevistas, registros y análisis de datos, que permitieron generar conocimientos en pro de la defensa de los derechos humanos (Del Villar, 2018). Tal como Rubilar ha señalado (2009), el desarrollo de estas técnicas en el quehacer cotidiano de los/as trabajadores/as sociales son expresión de la dimensión investigativa en el ejercicio de la profesión, aunque suela ser invisibilizado como producción de conocimiento incluso por los/as propios/as trabajadores/as sociales que las desarrollan (Muñoz et al., 2017). A partir del año 2000 se han registrado significativos esfuerzos por parte de las diversas orgánicas gremiales y académicas de trabajo social en Chile, para recuperar el rango universitario en 2006, reactivar el Colegio de Trabajadoras y Trabajadores Sociales y fortalecer el posicionamiento de trabajo social en la discusión de las ciencias sociales. En esta línea, y fruto de la coordinación entre escuelas de Trabajo Social, en el año 2010 trabajo social fue reconocido como categoría de investigación y ubicado en el grupo de estudios de Sociología, Ciencias de la Información de CONICYT. Adicionalmente, y producto de la creación del programa Becas Chile para Estudios de Doctorado en 2008, la cantidad de trabajadores/as sociales/as con doctorado también ha registrado un aumento en los últimos años. Se identifican en la actualidad 115 trabajadores/as sociales/as con doctorado en diversas disciplinas, de los cuales al menos diez cuentan con doctorado en Trabajo Social (Rubilar, 2018). De un total de 5 proyectos de investigación liderados por trabajadores/as sociales/as que fueron financiados por CONICYT hasta 1999 (Red de Investigadores en Trabajo Social, 2015), en 2018 se registran 32 proyectos de investigación en los que figura un/a trabajador/a social como investigador/a responsable (17 Fondecyt Regular, 10 Fondecyt de Iniciación y 5 FONDEF) (Rubilar, 2018). A estos esfuerzos por posicionar a trabajo social en el campo de la investigación, se suma la creación de la Red de Investigadores en Trabajo Social en el año 2015, bajo el lema “En los 90 años del Trabajo Social chileno, 100 investigadores para Chile”, que se propone “potenciar la producción de conocimiento disciplinar en trabajo social, contribuir al análisis de fenómenos sociales específicos y al mejoramiento de la calidad de las políticas sociales fomentando el estudio y la investigación de carácter básico y aplicado” (Red de Investigadores en Trabajo Social, 2015: 4). También se ha observado el surgimiento de nuevas revistas de trabajo 38 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 social y la consolidación de las ya existentes, contando algunas de ellas con indexación en los directorios exigidos por los grupos de estudios de CONICYT. Con todo, es posible afirmar que trabajo social ha hecho esfuerzos por estar a la altura de las exigencias de las políticas de fomento a la investigación que priman en el contexto actual. Ahora bien, estos avances no significan, de ninguna manera, que las oportunidades de investigar y que el desarrollo efectivo de la investigación esté distribuido de manera homogénea entre los/as trabajadores/as sociales chilenos/as. De hecho, aún persisten disputas históricas al interior del trabajo social sobre las formas legítimas de producción de conocimiento disciplinar. Aquí es posible distinguir al menos dos posiciones: una que ha abogado por la necesidad generar conocimientos a partir de la sistematización de la práctica profesional, desde una lógica eminentemente inductiva y que se retroalimenta a sí misma a partir de sus aprendizajes en terreno; y otra que ha hecho de la investigación la aspiración de la disciplina, en tanto se trata de un campo donde los conocimientos se producen bajo los estándares que rigen a todas las disciplinas de las ciencias sociales y afines. Esto se ha traducido en los debates sobre el valor de otras formas generación de conocimiento relevantes en la profesión como la sistematización, los diagnósticos sociales, la evaluación, entre otras (Toledo, 2004; Castañeda y Salamé, 2015), que podrían eventualmente ser tanto o más adecuadas para trabajo social, que la investigación. Se trata de una controversia histórica al interior de la disciplina, ciertamente. No desarrollaremos acá el extenso debate sobre el asunto para no perder el foco de este análisis. Lo que se quiere marcar, para efectos de esta reflexión, es que esta controversia sobre el valor de la investigación en trabajo social parece haberse exacerbado durante los últimos años gracias a la impronta neoliberal de las políticas de fomento a la investigación científica en el país. Tal como muestran algunos estudios, hacer investigación aparece ante los ojos de algunos/as trabajadores/as sociales como una práctica que se subsume a-críticamente ante los parámetros del ethos neoliberal, y que, además, estaría reservada para una elite (Muñoz et al., 2017), donde predominarían las lógicas deductivas, o derechamente positivistas, y donde el método científico sería un requisito ineludible para realizar investigación (Ortega, 2015). 39 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 Independientemente de los énfasis que adopta cada escuela de trabajo social respecto de las formas legítimas de generar conocimiento en esta disciplina, lo cierto es que a partir del año 2000 se han incrementado la cantidad de cursos de lógicas, enfoques y metodologías de investigación en pregrado en la mayoría de las escuelas del país (Rubilar, 2009; Castañeda y Salamé, 2015; Véliz y Andrade, 2017). La mayoría de los perfiles de egreso definidos por las escuelas de trabajo social en Chile declaran formar profesionales capaces de investigar la realidad social para intervenir sobre ella, exigiéndoles desarrollar una tesis, investigación o estudio para obtener el grado académico. Sin embargo, la evidencia sugiere que hasta ahora el desarrollo de investigación por parte de trabajadores/as sociales/as sigue encontrando obstáculos. De acuerdo a Castañeda y Salamé (2015) el ejercicio de investigación realizado en el pregrado no siempre genera las capacidades para el desarrollo de investigación autónoma y bajo requerimientos de mayor exigencia, y por lo tanto, la competencia investigativa se refleja débilmente en el ejercicio profesional. El estudio realizado por Muñoz et al. (2017) muestra, en esta misma línea, que la mayoría de los/as entrevistados/as (profesionales que implementan programas sociales en primera línea) declaran no realizar investigación por sentir que no cuentan con las herramientas para hacerlo o porque no se sienten lo suficientemente legitimados como investigadores dentro de sus instituciones. El estudio de Rubilar (2009) sugiere que los/as trabajadores/as sociales -no académicos- que realizan investigación trabajan como asesores de política pública y realizan estudios financiados por la misma institución donde se desempeñan -por tanto los resultados permanecen en la esfera internao bien se desempeñan implementando programas sociales, donde a pesar de generar conocimientos con un fuerte componente de participación de los usuarios, los hallazgos tienen un alcance acotado que no trasciende la práctica cotidiana. Es decir, se trataría de maneras de hacer investigación que, bajo los parámetros de la investigación hegemónica, se vuelven invisibles, no contando como conocimientos ‘legítimos’ para la economía del conocimiento neoliberal. En otras palabras: no es que trabajo social no haga investigación -muy por el contrario, siempre ha hecho investigación (Aylwin et al., 2004; Travi, 2011; González, 2016; Reininger, 2018)-, sino que sus prácticas investigativas muchas veces no son reconocidas por la institucionalidad externa, ya sea porque dichas prácticas obedecen a lógicas monodisciplinares (con poca capacidad de comunicación e intercambio con otras disciplinas que permitan la trascendencia del conocimiento generado), carecen de marcos teóricos que permitan contrastar la empiria que brota de ‘la práctica’ 40 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 para efectuar análisis críticos (‘crítico’ en el sentido de búsqueda de una articulación entre teoría y práctica), realizan descripciones de fenómenos o situaciones sin ponerlas a contraluz con lo que estudios previos en la materia han identificado, o porque sus diseños sufren de intransparencia metodológica. Por otra parte, también ha sido detectado que la investigación desarrollada por trabajadores/as sociales en el mundo académico tiene escaso impacto en la intervención de los/as trabajadores/as sociales en primera línea (Gray et al. 2015), principalmente porque los académicos están tan presionados por el sistema que incentiva la publicación de resultados en los espacios exigidos por la racionalidad neoliberal que prima en la investigación, que desestiman la posibilidad de escribir en otros formatos más accesibles y atractivos para los profesionales que están en la primera línea de intervención (Teater, 2017). La investigación queda así convertida en una práctica estéril, desapegada, desterritorializada, co-optada por la racionalidad neoliberal. A partir de este reconocimiento es que propongo realizar una reconstrucción de la idea de investigación en trabajo social, desde una lectura crítica que permita examinar el campo de la producción de conocimientos como una trinchera desde la cual -también- es posible desplegar actos de resistencia frente al neoliberalismo. Resistir la impronta neoliberal de la investigación desde trabajo social ¿Podemos convertir la investigación en un acto de resistencia frente a la hegemonía neoliberal de las políticas de generación de conocimiento? En el prólogo de su libro Vulnerabilidad en Resistencia, Judith Butler et al. (2016) defiende la idea de que es precisamente la vulnerabilidad que resulta de la violencia neoliberal la que permite la emergencia o creación de resistencias. “Resistencia” tiene su origen etimológico en el verbo en latín resistere, que indica mantenerse firme, persistir, oponerse sin perder el puesto. El vocablo está compuesto por el prefijo re, aludiendo a la intensificación o reiteración de la acción (Corominas, 1954). La noción de resistencia ha sido utilizada como clave de lectura para la comprensión de diversas dinámicas sociales a través de la historia, pudiendo rastrearse en los trabajos de Gramsci sobre las nociones de hegemonía y contra-hegemonía, y explícitamente en la producción de Foucault sobre poder y resistencia, en Bourdieu y sus propuestas sobre intelectualidad y resistencia, en Deleuze con su noción de 41 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 resistencia como acto creativo, en los relatos de emancipación de Said, en las propuestas de resistencia desde la subalternidad de Spivak, en la noción de resistencia decolonial de Walsh o Maldonado-Torres, solo por nombrar algunos. La noción de resistencia la entendemos aquí como oponerse sin perder el puesto, como la posibilidad de desafiar el orden hegemónico a partir de la identificación de espacios de acción, márgenes de maniobra o de discreción profesional, que permiten dar otro sentido -un “contrasentido”- las políticas hegemónicas del neoliberalismo (Strier y Bershtling, 2016). No estoy aludiendo con ello a una idea romántica de resistencia (Barnes and Prior, 2009) sino más bien de una comprensión de la resistencia como un comportamiento que todos desarrollamos en nuestro quehacer cotidiano: omitir información, contravenir reglas menores, añadir actividades que no nos piden realizar, para definir, desde nuestra interpretación de lo que es una “buena sociedad”, la forma de la política. Ejercer resistencia desde esta perspectiva se trata de cambiar el curso de lo establecido, ya sea sutilmente o de manera radical, a título individual y silencioso o de manera colectiva y pública. El énfasis en el tipo y forma de resistencia que podemos desarrollar dependerá del enfoque conceptual adoptado. Si entramos a la noción de resistencia desde Foucault, por ejemplo, la resistencia tendrá lugar en las fisuras de la microfísica del poder, en el dominio de las construcciones intersubjetivas, pero si la lectura de la resistencia la hacemos desde Gramsci, el foco de nuestros actos de resistencia tendría que estar puesto en los esfuerzos por construir contrahegemonía, una nueva visión de mundo, un proyecto de consenso alternativo que permita la transformación de las estructuras morales e intelectuales (Cornelissen, 2018). Proponer que la investigación en trabajo social puede constituir una posibilidad de ejercer resistencia no significa desestimar la colonización de la racionalidad neoliberal de la ésta que es objeto, más bien todo lo contrario. Requerimos asumir que los sistemas de fomento de la investigación obedecen a una racionalidad neoliberal, pero que dentro de este esquema la investigación puede ser una estrategia para desafiar la propia lógica neoliberal. Esto implicaría dejarnos seducir por la propuesta sobre el uso de la “moral subterránea” y el desarrollo de una “intelectualidad subversiva” que han planteado Harney y Moten (2013) en su texto ‘Los subcomunes: planificación fugitiva y estudio negro’ (estudio ‘negro’ que, como el ‘mercado negro’, se constituye como un espacio donde hacemos investigación guiada por intereses emancipatorios 42 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 pero que aparece a la luz pública como investigación que cumple con todos los cánones científicos legitimados académicamente). Desde aquí, argumentan que aún bajo los esquemas de financiamiento neoliberal es posible hacer investigación comprometida con la crítica y la búsqueda de la justicia. Dentro del trabajo social chileno tenemos ejemplos de esta intelectualidad subversiva, que se manifiestan en investigaciones que indagan críticamente en la memoria histórica de la profesión, que ponen el acento en las fallas estructurales de las políticas públicas descentrando el discurso de la responsabilidad individual, que observan las posibilidades de agenciamiento de los/as trabajadores/as sociales a través del uso de discreción profesional, entre muchas otras. Se trata de investigaciones que se basan en marcos teóricos críticos, que recogen reflexiones provenientes del trabajo con comunidades, organizaciones e instituciones fuera del mundo académico, que levantan una crítica explícita a la racionalidad neoliberal y que, con todo, han sido aprobadas y financiadas por el sistema -neoliberal- de fomento de la investigación chileno. Si observamos la tendencia en investigación en otros países encontramos un panorama similar. Un sinnúmero de revistas de trabajo social inscritas en los registros más exigentes de indexación de acuerdo a los parámetros neoliberales a nivel mundial, publican entre sus artículos trabajos con impronta crítica, basados en las contribuciones de los/as profesionales en primera línea y que son resultado de investigaciones colaborativas de investigación-acción con los participantes de sus intervenciones, que buscan desafiar el orden hegemónico. Lo que se quiere marcar con estas observaciones, es que el debate sobre las estrategias de generación de conocimiento en trabajo social (inductivas vs. deductivas, o sistematización vs. investigación, etcétera) se desdibuja. Hoy más que nunca requerimos reconocer y celebrar la pluralidad de formas en que trabajo social genera conocimiento y las diversas contribuciones, que desde los distintos sectores (profesionales en primera línea y en niveles medios y directivos, académicos en las universidades, investigadores en centros de estudio y estudiantes) pueden contribuir al corpus de conocimiento disciplinar. El llamado, siguiendo a Harney y Moten (2013) está dirigido más bien a imaginar otras maneras de hacer que la investigación de trabajo social cuente y pueda ser legitimada (concursada y financiada, ¿por qué no?), pero que al mismo tiempo que permita desafiar las lógicas culturales y cognitivas del neoliberalismo. 43 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 ¿Cómo podemos sortear esta encrucijada? ¿Podemos eludir los indicadores provistos por el new public managment que subyace a las políticas de fomento de la investigación predominantes en Chile? Probablemente no. Pero sí podemos idear estrategias para, como plantea Loick (2018: 242) “no convertir las metas neoliberales de investigación en nuestras propias metas”. En esta línea, es posible encontrar los intersticios por donde investigar, escribir y publicar el pensamiento crítico, colectivo y comprometido. Llevando a trabajo social estas reflexiones, subvertir la racionalidad neoliberal de la investigación implicaría, centralmente, “hacer valer lo que trabajo social hace, lo que siempre ha hecho, lo que sabe hacer por excelencia: generar conocimientos desde el trabajo con otros, desde las voces de los oprimidos, desde nuestro rol como testigos de las fisuras y estragos del capitalismo” (Davies y Leonard, 2004: 201). Quiero destacar dos ámbitos de esta especificidad de trabajo social que permitiría avanzar en la creación de resistencias frente a la racionalidad neoliberal que prima en la investigación hoy: el carácter colaborativo de la investigación que podemos y sabemos hacer los/as trabajadores/as sociales, y la reivindicación del compromiso público de la investigación en trabajo social. No se trata de conceptos nuevos en la discusión disciplinar de trabajo social, todo lo contrario. Pero dados los énfasis e incentivos de las políticas de fomento a la investigación vigentes en la actualidad, no resulta difícil que los perdamos de vista en nuestro quehacer cotidiano (Loick, 2018). La colaboración en la investigación como práctica contra-hegemónica La investigación colaborativa se opone a lógica extractiva de generación de conocimiento que prima en la racionalidad neoliberal. Detengámonos por un instante en la noción de extractivismo cognitivo que Grosfoguel nos propone desde el pensamiento decolonial latinoamericano: “El extractivismo intelectual, cognitivo o epistémico trata de una mentalidad que no busca el diálogo que conlleva la conversación horizontal de igual a igual […] El objetivo del extractivismo epistémico es el saqueo de ideas para mercadearlas y transformarlas en capital económico o para apropiárselas dentro de la maquinaria académica occidental con el fin de ganar capital simbólico” (2015: 38). 44 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 Traída desde el análisis del epistemicidio y aculturación vividos por los pueblos originarios de América, la noción de extractivismo aplica igualmente al campo de la producción de conocimientos desde las lógicas de investigación neoliberal que priman en la actualidad: el centramiento en los productos y no en los procesos culturales y políticos que produce una investigación (Fardella et al., 2017) y el foco en las motivaciones individuales de los investigadores y en la competitividad (Poch y Villanelo, 2016). Asumir una lógica de investigación basada en la colaboración implica contravenir el extractivismo epistémico. Esto significa desentrañar cómo el conocimiento es creado, construido, performado, negociado y “encuerpado” por los distintos agentes involucrados, y actuar en coherencia con ello, es decir, valorando el proceso de investigación en sí mismo y situándolo en el marco de las relaciones entre saber y poder que operan a escala individual, organizacional y estructural (Gray et al., 2015). Esto implica desplegar luchas desde las plataformas organizativas con las que el trabajo social chileno cuenta para visibilizar formas “otras” de productividad en lo que a generación de conocimiento se refiere. Es decir, hacer visible que la vinculación con el medio, el trabajo de difusión de resultados de estudios e investigaciones con la comunidad no-académica, la realización de seminarios y espacios de formación, la creación de alianzas entre gremio y academia, la profundización del vínculo entre investigación e intervención social, como indicadores que también hablan de productividad en términos de generación de conocimiento. Se trata sin duda de una forma “otra” de conocimiento, que, por estar basada en la colaboración, requiere examinar críticamente el carácter funcional de los productos que se desprenden de la investigación. En este sentido el desafío es propiciar la generación de conocimiento de manera creativa, para aportar a la comprensión de los fenómenos más allá de las estrategias inductivas, aunque sin excluirlas (Ortega, 2015). De hecho, estas estrategias inductivas de generación de conocimientos, que han sido denominadas como “alternativas” (Castañeda y Salamé, 2015), no lo son tanto en el contexto internacional, donde se asume que existen variadas maneras de generar conocimiento en trabajo social y que lo central radica más bien en el propósito que tienen estas estrategias. Este propósito, según el Marco Colaborativo para la Investigación y Educación en Trabajo Social (Lein et al., 2017) debiese orientarse a incrementar la influencia del trabajo social en la arena política y 45 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 maximizar el impacto de las organizaciones profesionales a través de la “colaboración inteligente” (Lein et al., 2017; Gehlert et al., 2017; Padilla y Fong, 2016). La noción de compromiso público en la investigación social La noción de compromiso público (public engagement), una noción que ha cobrado relevancia en el trabajo social anglosajón de la última década, considera la generación de ‘compromiso’ como un producto de investigación. No se trata únicamente de asumir un enfoque participativo en investigación. ‘Engagement’ sugiere en este contexto un compromiso ético que se orienta a involucrar y hacer parte de la investigación a todos los grupos involucrados en el fenómeno investigado, no únicamente a los sujetos que sufren en carne propia dicho fenómeno (familias empobrecidas, migrantes indocumentados, adolescentes embarazadas, etcétera) sino también a aquellos agentes que producen y/o reproducen los mecanismos que perpetúan la exclusión de estos sujetos. Si bien la propuesta del public engagement pretende “dar voz a los sin voz” en la misma línea que los enfoques participativos de investigación, incorpora además a aquellos actores que operan en el plano estructural (hacedores de políticas, autoridades locales, empresarios, grupos de interés), y a los actores que median entre ambos (profesionales de primera línea, agentes locales, organizaciones y movimientos sociales). La relación entre el equipo investigador y todos estos actores es de trabajo conjunto y colaborativo, con un fuerte énfasis estratégico, desarrollando alianzas, negociaciones y procesos de traducción de lenguajes para comunicar a unos y otros grupos las apuestas, formas y resultados de investigación (Coleman y Firmstone, 2014). Desde una perspectiva operativa, el proceso de public engagement se puede concretar compartiendo la información que da origen al estudio con públicos amplios (Lein et al., 2017), presentando la investigación ante paneles formados por los distintos grupos afectados por el tema estudiado (de manera que estos actúen como expertos/as que retroalimentan el diseño o ejecución de la investigación) (Howard, 2010; Gray et al. 2015), o entregando los resultados de investigación al público a la par que se desarrollan estrategias de asesoría o abogacía (advocacy) que permitan a los/as afectados/as identificar estrategias o caminos a seguir para revertir las situaciones que los afectan y que han sido evidenciadas por la investigación (MacKinnon, 2009). 46 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 Lo que se busca con el enfoque de public engagement es la movilización del conocimiento, o la ‘utilización del conocimiento’, donde subyace la noción de ‘investigación relevante’, que no se sirve de los grupos afectados por el fenómeno estudiado, sino que está al servicio de éstos (Maile y Griffiths, 2014). Gray et al. (2015), en esta búsqueda de investigación comprometida públicamente (public engaged research) desde trabajo social, platean que el propósito central de la investigación debe preguntarse sobre cómo es posible impactar en un plano estructural el mundo de la política. En este sentido plantean la necesidad de identificar los impactos públicos de la investigación diferenciando tres tipos de uso del conocimiento generado: uso conceptual (transformaciones en las lógicas de comprensión de un fenómeno social gracias a los resultados de investigación), uso instrumental (directa aplicación de los resultados de investigación, impacto en las estrategias de intervención desde la investigación), y uso simbólico (examen crítico del apoyo superficial a la investigación pero indiferencia frente a los resultados cuando estos contradicen la cultura, las normas dominantes o las prioridades políticas de una comunidad). Habiendo identificado los distintos planos en que podemos incidir públicamente a partir de nuestras investigaciones, se requiere crear estrategias que permitan abordar tan desafiantes tareas. En esta línea, Teater (2017) sugiere tres estrategias para llevar a cabo la investigación comprometida con el impacto público desde trabajo social: primero, haciéndonos las siguientes preguntas ¿Cuán relevante es mi investigación para las comunidades o grupos que estudio? ¿Qué aristas del problema investigado pueden sufrir cambios a partir de los hallazgos de mi investigación? ¿Cómo podría afectar mi investigación la vida o las circunstancias de las personas? Segundo, pensando la diseminación de resultados desde una perspectiva mas amplia, que integre a los diversos actores involucrados en el fenómeno estudiado, tanto a nivel individual como estructural, como ya señalamos. En tercer lugar, escribiendo para las distintas audiencias de manera diferenciada. En este sentido, para las comunidades puede ser más interesante una devolución de resultados de investigación a través de textos escritos de manera sencilla y atractiva o en modalidad de talleres, mientras que para generar impacto en la opinión pública los investigadores podrían requerir escribir una columna de opinión en los medios de comunicación o identificar otras estrategias que generen resonancia (como la creación de redes de investigación y la comunicación de resultados en medios de circulación masiva). No se trata de elegir una u otra forma de difusión de resultados, sino abordarlas todas (Howard, 2010), para así ir más allá de su publicación de resultados de investigación únicamente en revistas especializadas y de acceso restringido al público. 47 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 La investigación comprometida con el impacto público, en este sentido, requiere examinar las diferencias entre mundos de sentido de los investigadores y de las comunidades o ‘usuarios de investigación’, pensando en cómo y en qué contextos es posible que la investigación impacte, considerando los dominios individuales y estructurales de incidencia pública. Ciertamente, exige que la propia investigación sea comprendida como una estrategia de intervención, que moviliza, altera y conflictúa relaciones de poder, produciendo nuevas subjetividades capaces de desafiar el sentido común neoliberal en diversas escalas. Conclusiones El fomento de estrategias de investigación colaborativa y compromiso público no impiden a lo/as trabajadoras/es sociales continuar en la senda de la investigación científica, sino más bien dar un giro a la comprensión de la investigación en el marco de los incentivos neoliberales y de capitalismo cognitivo. Implica por cierto recobrar o actualizar el placer que conlleva el acto de investigar y volver a las preguntas fundamentales sobre el sentido de la investigación en trabajo social. Implica asumir la impronta neoliberal de las políticas de fomento de la investigación, pero al mismo tiempo hacerles frente investigando y generando “conocimiento de otro modo”. Es decir, concebir y desarrollar investigación como excusa para problematizar fenómenos invisibilizados o hacer emerger demandas que estaban silenciadas. En este sentido, se ha querido remarcar en este artículo que trabajo social requiere hacer ver lo que históricamente ha hecho: investigación y otras formas de producción de conocimientos, desde una perspectiva vinculada con el medio, que busca la incidencia pública, que busca transformación donde hay injusticia y opresión. Hacer ver estas contribuciones de trabajo social a la producción de conocimientos, implica ponerlos en un formato accesible para las comunidades, pero también en uno que sea atractivo para el sistema de financiamiento. Indudablemente la racionalidad neoliberal constriñe las posibilidades de desarrollar investigación al poner barreras de acceso a los/as investigadores/as, terminando clausurar la investigación para ciertos grupos. Por esta razón, el vínculo colaborativo con estos grupos para la generación de conocimientos es fundamental en el ejercicio de resistencia frente a los embates del neoliberalismo. No es una opción no tan lejana. Recientemente, redes de investigadores/as han sido capaces de desafiar las políticas neoliberales de fomento de la investigación precisamente gracias a las -neoliberales- políticas de fomento de la investigación. La 48 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 formación de ‘capital humano avanzado’ ha permitido la acumulación de una masa crítica que arremete contra la propia lógica del capital humano, reivindicando la posibilidad de desarticular las formas hegemónicas de investigación para dar paso a racionalidades más integradoras y públicamente comprometidas. Ejemplo de ello es la reciente apertura de la noción de “productividad científica” en el concurso Postdoctorado 2019 de CONICYT que considera actividades que los/as investigadores/as realizan en ámbitos ‘no-académicos’.* Otros ejemplos los encontramos en la Declaración de San Francisco para la Evaluación de la Investigación,† surgida a partir del trabajo de una red colaborativa de investigadores/as a nivel internacional que demanda la consideración del impacto social de la investigación como una dimensión de la productividad, o el logro alcanzado por Consejo Europeo de Investigación que ha exigido que los resultados de investigación financiados por fondos públicos sean publicados en revistas de acceso gratuito‡. Se trata de iniciativas que desafían la racionalidad neoliberal, y que permiten forjar esperanzas frente a la posibilidad de movilizar la investigación desde la resistencia y la generación de contrasentidos. Aún así, queda mucho por disputar en términos generales, y por cierto en particular para trabajo social. Preguntarnos por cómo ser intelectuales que subvierten las lógicas neoliberales, en las que estamos insertos, pero no nos sentimos cómodas/os, es un primer paso. Los desafíos, por lo pronto, radican en la búsqueda de compañeros/as -otros/as que también están incómodos/aspara buscar nuevas formas de poner en acción el conocimiento y no acumularlo como otro bien de capital más, al mismo tiempo que fortalecer nuestras orgánicas académicas y profesionales desde la participación activa y comprometida. * Para mayor detalle, ver: http://www.conicyt.cl/fondecyt/2018/09/14/fondecyt-cambia-su-forma-de-evaluar-investigadores-en-la-nueva-convocatoria-aproyectos-de-postdoctorado/ † Para mayor detalle, ver: https://sfdora.org/ ‡ Para mayor detalle, ver: https://www.scienceeurope.org/coalition-s/ 49 TS CUADERNOS DE TRABAJO SOCIAL N°17, ENERO 2018 Referencias Aylwin, N., Forttes, A., Matus, T. 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