Revista de Claseshistoria
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Publicación digital de Historia y Ciencias Sociales
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Artículo Nº 25
Claseshistoria.com
03 de agosto de 2009
ISSN 1989-4988
José Antonio Mérida Donoso
La cultura laica en la época visigoda
RESUMEN
A pesar de la realidad que transmite la cita con que
empiezo este artículo, el panorama cultural visigodo no
puede ni debe ser presentado como una sociedad
dicotómica, formada por unos pocos hombres cultos y
una muchedumbre de analfabetos. Constituiría un error
relevante considerar la sociedad que poblaba la
Península Ibérica durante la época visigoda, bajo la
forma de una masa ingente de iletrados de la que
surgieron unas pocas figuras descollantes. Una visión
reduccionista y simplista de esta índole negaría la
realidad de esta época.
PALABRAS CLAVE
Cultura, Visigodos, Laicismo, Pallatium, Isidoro
José Antonio Mérida Donoso
Licenciado en Historia y Filología
Hispánica por la Universidad de Zaragoza
(España). Profesor colaborador del
Instituto Cervantes de Bucarest
joseanmerida@hotmail.com
Claseshistoria.com
03/08/2009
José Antonio Mérida Donoso
La cultura laica en la época visigoda
La cultura laica en época visigoda
“!Qué desgraciados tiempos!, El estudio de las letras muere entre nosotros y no se
encuentra nadie capaz de escribir sobre los acontecimientos presentes”1.
A pesar de la realidad que transmite la cita con que empiezo este artículo, el
panorama cultural visigodo no puede ni debe ser presentado como una sociedad
dicotómica, formada por unos pocos hombres cultos y una muchedumbre de
analfabetos. Constituiría un error relevante considerar la sociedad que poblaba la
Península Ibérica durante la época visigoda, bajo la forma de una masa ingente de
iletrados de la que surgieron unas pocas figuras descollantes. Una visión
reduccionista y simplista de esta índole negaría la realidad de esta época, ya que,
aunque ciertamente se sabe que debieron ser sólo unos pocos los que durante los
siglos VI y VII poseyeran una instrucción superior o incluso media, existen suficientes
indicios como para poder pensar las personas de diversas condiciones, capaces de
leer y redactar textos escritos.
Cuando se pretende estudiar al hombre del pasado, bajo los parámetros
diferenciadores de nuestra cultura actual, se cae en el error de la antihistoria2, por lo
que es necesario evitar establecer distinciones entre las coordenadas políticas,
económicas y religiosas algo completamente ajeno a la mentalidad del hombre de esta
época. Sin embargo, esta realidad no debe utilizarse para crear un problema de
análisis sincrónico por parte del investigador, sino que tiene que servir para subrayar la
importante
aportación
que
supone
realizar
estudios
interdisciplinares
complementarios. Bajo este criterio, mi trabajo a pretendido situarse en este marco
1
GREGORIO DE TOURS, Histoire des Francs. Texto seleccionado por A. Duby, Unión general d’Editions,
París, 1970, pp. 19.
2
GURIÉVICH, Arón, Las categorías de la cultura medieval, Taurus Humanidades, Madrid, 1983.
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y
José Antonio Mérida Donoso
La cultura laica en la época visigoda
interdisciplinar para dar una adecuada visión de la cultura escrita que nos permita una
mejor reconstrucción del universo espiritual del laico.
Por otra parte, antes de adentrarme en el desarrollo del trabajo, creo preciso
establecer primeramente un marco conceptual adecuado del universo cultural, en
general y del visigodo en particular, así como perfilar la línea de trabajo que pretendo
seguir a lo largo del mismo.
La cultura, “ese complejo total que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, ley,
costumbre y otras aptitudes y habitudes adquiridas por el hombre como miembro de la
sociedad”3, debe ser entendida dentro del sistema de valores en que se apoyaba la
visión del mundo. En la Edad Media la cultura existía principalmente como una manera
de oposición a la minoría de iletrados, esa gran masa de illiterati. De esta manera, al
igual que ocurría en la antigüedad greco-romana, la cultura era entendida en un nivel
restringido, como la práctica de las letras y de las artes, o más precisamente, de las
ciencias o artes que constituyen el Trivium y el Quatrivium. Esta visión limita de la
cultura letrada, o más erudita, es el que pretendo aplicar en el desarrollo de mi trabajo,
generando pues el análisis de una de las categorías de la cultura medieval 4.
En el caso del concepto de educación, la definición aportada Durkheim se ha
convertido en una de las definiciones más clásicas que ha aportado la sociología,
siendo entendida como "la acción que ejercen las generaciones adultas sobre
aquellas que aún no se encuentran maduras para la vida social, suscitando y
desarrollando al niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales”5.
Por su parte, H.I. Marrou, considerado como el primer historiador en tratar esta
problemática, sitúa la educación como “la técnica colectiva por la que una sociedad
3
Se trata de una definición clásica realizada por el antropólogo Edward Burnett Tylor, Primitive culture,
1871.
4
5
De nuevo siguiendo el modelo de GURIEVICH.
E. DURKHEIM, Éducation et sociologie, citado en S. de COSTER Y F.HOTYAT, La Sociología
l’education, Bruselas, 1970, introducción.
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de
José Antonio Mérida Donoso
La cultura laica en la época visigoda
inicia a su joven generación en los valores y en las técnicas que caracterizan la vida y
su civilización”6.
Ambas definiciones encierran una mayor realidad que la que se pretende mostrar en
este trabajo. La categoría cultural que pretendo desarrollar puede inscribirse
perfectamente dentro de los varemos intelectuales y morales (todo conocimiento de
esta época queda perfilado por la visión religiosa del mundo), aunque deja atrás otras
características. A pesar de esta limitación, no creo conveniente marginar de manera
total el aspecto físico. Littré, el famoso lingüista, insiste en que la educación es una
formación completa de cuerpo y espíritu y considera la educación bajo un ángulo más
individual y subraya como en ella se prepara a la persona a la adquisición de
diferentes roles que posteriormente alcanzará7.
Desde ésta perspectiva a la hora de profundizar en la cultura de la sociedad visigoda
hay que tener en cuánta dos puntos determinantes:
-
La Transmisión de los valores reconocidos por la sociedad. La
cultura no se puede entender si se ignora el sistema de valores que
apoyaba la visión del mundo. En este sentido, la transmisión de una
visión religiosa permitía generar un modelo de conducta moral a seguir.
Religión y cultura son, en cualquier tipo de sociedad, conceptos
intrínsecamente unidos. Sin embargo, el hecho de que esta unión
cobrara una mayor fuerza en esta época, obliga al investigador a prestar
mucha más atención a este problema.
-
La preparación de los jóvenes para asimilar los roles de la
sociedad. El individuo es considerado dentro y para la sociedad, por lo
6
H.I. MARROU, Histoire de l’education dans l’Antiquité, París, Editions du Seuil, 1948, p.17
7
LITTRE, Dictionnaire de la langue française, París, 1874.
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que debe inscribirse y aprender a adoptar el papel que le ha tocado
desempeñar en ella.
Así se prescinde de lo que quizá es el fin último de la educación (aunque sea
de manera idealista) a saber, proporcionar unas bases para que el educado alcance
una madurez como individuo. La educación no pretende formar a los individuos, como
personas particulares pensantes, sino que, respondiendo a su aspecto colectivo,
aboga por instrumentalizar la formación, intentando obtener un resultado que devenga
útil a la sociedad. Partiendo de esta concepción heredada de la antigüedad, tan
característica del Renacimiento, podríamos ceñirnos a la cultura litterati prescindiendo
de otras actividades que, sin duda alguna, actualmente se entenderían como parte de
la cultura, que abarcaría otros campos y aptitudes tan amplios como los códigos
morales, estéticos o normas de educación o de comportamiento que se desarrollaban
en un determinado conjunto poblacional. La realización de una aproximación, lo más
adecuada posible, al universo cultural del laico en el contexto geográfico del ámbito
peninsular8 y en el periodo comprendido entre los siglos VI y VII, debe tener siempre
como marco referencial la religión que, en suma, iba cogida de la mano de la cultura.
En el periodo visigodo, intelectual designaba a un tipo de hombre que trabajaba con la
palabra y con el espíritu. Este tipo de hombre era por lo general un clérigo, es decir,
una persona que según señalaba San Isidoro, se consagraba a la vida religiosa y a la
búsqueda de la perfección moral9.
Contextualicemos la figura de este clérigo. Dado que toda sociedad constituye
un todo coherente por lo que debe ser estudiada en tanto que unidad estructural, se
entiende que el conjunto de la realidad económica, social y política de la época
visigoda marcará los límites en los que se desarrollarán las expresiones culturales de
la sociedad peninsular. A grandes rasgos, esta realidad coyuntural se puede concretar,
en el declive de la vida urbana en favor de la vida rural, en la gestación de un maro
inseguro que no propiciaba los intercambios culturales y en la importante regresión
8
Obviamente la Península Ibérica sirve como mero instrumento referencial, pues el sur de la
actual Francia, con Tolosa como capital, constituyó en los primeros periodos visigodos un lugar
realmente privilegiado, mientras que zonas de la actual Galicia o del País Vasco sufrieron una
germanización gótica muy relativa.
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LE GOFF, Jacques, L’homme médiéval, Introducción.
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económica que se vivió en esta época. En este marco se ubicó una sociedad desigual
y fuertemente estratificada, no tanto desde el punto de vista jurídico, como del social
(de hecho, en cierta forma se puede decir que la división que anteriormente se había
desarrollado en época romana, se estaba repitiendo ahora en la época visigoda.). La
visión de la sociedad hispano- visigoda, más allá de los aspectos jurídicoinstitucionales10, sirve para mostrar el cuadro vivo de la realidad social del Reino que a
pasos gigantescos caminaba hacia una sociedad feudal 11.
En este contexto la cultura, progresivamente, fue acusando tintes de mayor carácter
religioso y eclesiástico. La llegada de los “bárbaros” supuso que las escuelas públicas
desaparecieran, del mismo modo de que había sucedido prácticamente en todas las
regiones del imperio, mientras que las escuelas religiosas se van convirtiendo en el
único foco cultural. En general, los historiadores que se han acercado a esta
problemática, han señalado el cese extendido del pensamiento creativo y una nueva
tendencia a realizar trabajos de síntesis y recopilación. Algunos autores han atribuido
este hecho a que distintas cuestiones fundamentales en la doctrina teológica cristiana,
como el problema de la trinidad, el de la validez de los sacramentos o el de la gracia y
la salvación, habían sido ya tratadas por los padres de la Iglesia del siglo.
Si se tiene en cuenta que la cultura estuvo sujeta bajo manos o motivos
fundamentalmente católicos y que existió una fuerte tendencia a acudir al pasado para
solucionar, por mediación de las obras de los primeros Padres, cualquier duda
religiosa que pudiese surgir, es fácil comprender que se tache todo este periodo, tanto
en la Península como en toda Europa occidental, de estancamiento cultural. A partir
del siglo VI, cuando la paz renace nuevamente en la Península, tras la retirada
definitiva de los suevos a tierras gallegas y la ocupación del resto del territorio se
notará cierto cambio de tendencia y perspectiva con el resurgir de los concilios.
10
El examen de cuestiones jurídico-institucionales ha sido objeto de magistrales
11
Aunque antigua, sigue resultando muy útil la obra de España y feudalismo carolingio, en Problemi
della civiltá carolingia, vol. I (Spoletto 1954), (pp. 109-143) realizada por C. Sánchez ALBORNOZ, con el
fin de elaborar un análisis del prefeudalismo visigótico.
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Tal y como se sabe, estos comenzaron a celebrarse nuevamente en la Tarraconense
(516) Gerona (517) y Toledo (el II en 531). Posteriormente la conversión del reino
visigodo abrió un periodo caracterizado por la notable actividad conciliar, seguido de
un momento especialmente importante con la institucionalización del concilio general
hispánico. Como se verá posteriormente, la presencia del laicado en estos concilios
generales fue un hecho normalizado, debido a su carácter mixto, tanto en su
composición como en su temática En ellos, los magnates palatinos designados por el
rey que se incorporaron a estas sesiones, tratando los principales problemas políticos
y religiosos que les caracterizaba 12.
Por otra parte, en esta época también se efectuó un cambio de mentalidad en los
educadores, prácticamente en su totalidad clérigos, adoptando una nueva tendencia
cada vez más contundente opuesta a la limitación de la enseñanza al dominio de la
escritura y la palabra y a que esta, llegara sólo, a unos pocos privilegiados. La Biblia,
como forma mental que se había ido adhiriendo progresivamente a la población
europea, debía conocerse de la manera más directa que se pudiera y llegar al mayor
número de gente posible. Así, personajes como el estadista y escritor Casiodoro (468562) con su escuela de altos estudios religiosos en Roma, intentaron llevar a práctica,
la extensión de la cultura a otras capas de la sociedad. En el caso de la Península
también son numerosas las pruebas de este cambio de mentalidad, siendo numerosos
los autores que intentaron hacer que su obra tuviera una gran accesibilidad muy
accesible, escribiendo de una manera muy sencilla, aun cuando conservaran muchas
de las figuras y del colorido retórico de la poesía clásica.
En cualquier caso, prácticamente en todas las sociedades de la Edad media, la cultura
erudita y en especial la educación ha sido un lujo, siendo vetado su acceso a la
mayoría de la población. En la época visigoda este hecho no es una excepción, pues
parece ser que la mayor parte del laicado que poseyó este tipo de cultura, presentaba
un origen aristocrático. Esta afinidad entre cultura y nobleza queda recogida en las
12
El carácter mixto de la asamblea se puso claramente de manifiesto a partir del concilio VIII de Toledo,
cuando los magnates comenzaron a estampar sus firmas a pie de las actas, a continuación de los
obispos, abades y otros eclesiásticos.
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fuentes hagiográficas, donde se presentan a numerosos santos de origen noble con un
importante nivel cultural13. Del mismo modo, la epigrafía de la época, subraya el origen
de esta minoría mediante la afirmación de su cultura. En este sentido, resulta muy
reveladora la vita Eptadii14 (muerto a principios del siglo VI), en su canon morum
senatoriae dignitatis15. Como sé vera más adelante, existía por parte del monarca, una
tendencia a rodearse de elementos que sirvieran para reafirmar su figura, algo que nos
induce a pensar en la posibilidad de que en la aristocracia ocurriera lo mismo. Por otra
parte, personas con orígenes no tan nobles podrían encontrar en esta cultura letrada
una manara de acceder a esta elite, como se pone de manifiesto en la vita
13
Como muestran diversos estudios hagiográficos conviene recordar que junto a esta aristocracia laica
también existió otro estrato superior constituido por distintos miembros de la jerarquía eclesial. En
efecto, como revelan estas biografías de santos, tras la destrucción de la administración pública romana
había producido un vació que se encargaron de llenar diversos obispos, convertidos ahora en los jefes
naturales de la población católica. Las fuentes existentes hacen hincapié en que se trata de figuras que
sobresalen por su piedad y su cultura, justificando de alguna manera el poder que estaban adquiriendo.
Por otra parte, mientras estas “personalidades de la sociedad” ocupaban los “oficios episcopales” que
en ese momento eran bien vistos por el conjunto total de la población, debido al efecto de toda una
propaganda que se iba tejiendo desde las densas redes episcopales, se fue consolidando el poder de
diversas familias. Así, son célebres los casos de distintos obispos que eran miembros de una misma
familia. A modo de ejemplo se puede citar el caso de san Braulio, proveniente de una familia ilustre,
hispano-romana, en la que Gregorio, el padre de familia, ocupó el cargo de obispo en Roma, Juan, su
hermano mayor, obispo de Zaragoza durante doce años mientras que su otro hermano, Fronimiano,
sería abad del monasterio riojano que fundase san Millán.
14
Cf. Francia, t.10, 1982.
15
La obra de Eugenio de Toledo, Carmen 21 Epitaphion Ioannis Episcopi, 17.18, donde se alude a la
condición aristócrata de los padres de san Braulio: “Nobilis bunc genuit clara de matresacerdos factis
erigius nomine gregorius”
Cabe otra posibilidad que no incluye este trabajo y que creo preciso señalar, aunque sea a modo de pie
de página, a saber, la gratificación de saber. En este sentido es también interesante centrar la atención,
aunque sea de una manera muy superficial en la proliferación de la poesía que se da en esta época. Se
trata de una poesía sacra que generalmente se reduce a poetizar los evangelios. ¿Es descabellado pensar
que este hecho no sólo denotaba la fuerte impronta religiosa sino también cierto amor a lo poético?
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Patrocli, (non quindem noblitae sublimes) cuyo hermano había hecho que el ejercicio
de las letras le hiciera más noble 16.
Se sabe que la población germana que penetró en la Península, supuso una pequeña
minoría respecto al total de la población 17. Sin embargo, esta minoría, desempeñó un
papel mucho más importante del que se podría esperar dado su contingente. La
coexistencia que se dio entre ambas etnias, de origen germano e hispano-romano, ha
suscitado el interés de numerosos autores, cuyos trabajos, generalmente, se han
centrado en señalar las divergencias y los conflictos entre ambas. En este sentido mi
intención es, sin obviar estas divergencias culturales, subrayar las convergencias de
ambos grupos, derivadas de la romanización que los visigodos ya habían recibido 18.
En este contexto histórico, cabe subrayar como durante el primer periodo de la época
visigoda, comprendido entre los años 415 y 507,19 siempre que la población germana
intervino en la Península fue a favor de los intereses de la aristocracia hispanoromana20.
16
17
Gregorio TURON, BHL 6519.
Don José ORLANDIS en su obra La vida en España en tiempo de los godos, ha calculado que el
contingente germano que se asentó en la península no alcanzó el 5% del total de la población.
18
Obviamente existieron rasgos diferenciadores tanto a nivel cultural como jurídico-social, como
muestra la derogación realizada por Leovigildo de la “mal observada” ley prohibitiva de matrimonios
mixtos (LV, III, 1, 1, Ant.). En el año 654, con la confirmación oficial del monarca Recesvinto, de la
unificación del derecho por medio de la promulgación del Liber Iudiciorum, se establecía una nueva
situación que propiciaría más la fusión y consecuente hibridación de ambas etnias.
19
Este periodo que comprende cerca de 90 años se sitúa entre dos sucesos históricos relevantes, a
saber, el asesinato del rey Ataulfo, producido en el año 415, y la victoria llevada a cabo por Clodoveo en
Vouillé en el 507 con la consecuente destrucción de reino de Tolosa.
No he incluido en este trabajo un pequeño resumen de la estructuración de la historia de los Visigodos
en la Península en tres procesos más (507-586, 586-681 y 681-711), por lo que recomiendo consultar el
reciente manual de La Historia medieval realizado por J.A SESMA y J.A. CORTAZAR para obtener una
mayor visión general.
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No es difícil pensar que esto propiciase un acercamiento entre ambos grupos, o al
menos, una menor “resistencia" al elemento germano por parte de la aristocracia de
origen hispano-romano. La misma que habría ido llenando el vacío de poder dejado
por la presencia imperial21, un elemento germano que conviene recordar, había
recibido en parte también cierta aculturación romana 22. De esta manera, la nueva
aristocracia germana, con sus seniores gothorum, una estirpe de guerreros situada por
debajo de la realeza capaz de reunir en torno a ella séquitos militares de hombres 23,
pronto pudo colocarse al lado de la de origen hispano-romano. El proceso de una
tendencia a un hibridismo y una aculturación, como consecuencia de la coexistencia
de ambas etnias concluiría con la convergencia de valores, comportamientos, y
maneras de pensar, entre las que destacaría la inclinación a la cultura24.
20
Resulta muy reveladoras las descripciones realizadas por Hidacio en las que, de una manera
exagerada, se dramatiza el terror que estas poblaciones habían suscitado a esta parte de la sociedad
Hispana. HIDACIO. Chronica, ed. R. W. Burguess, The Croniche of hydatius and the Consultaria
Contantinopolitana. Two contemporany accounts of the final years of the Roman Empire, Oxford, 1993.
21
Este vació de poder llegó a su cénit con la muerte de Matorino. Tras este episodio, las fuentes sólo
recogen una muestra de relación entre la península y el declinante imperio occidental, realizada en el
año 468 y que se limitó al envío de una misiva por parte de los suevos al emperador Antemio.
22
Ya Ortega y Gasset, en España invertebrada, 3ª ed. Madrid, Espasa Calpe, 1972. Señalaba "... La
diferencia entre Francia y España se deriva, no tanto de la diferencia entre galos e iberos como la
diferente calidad de los pueblos germánicos que invadieron ambos territorios. Va de España a Francia lo
que va del Franco al visigodo"(p131), "Eran pues los visigodos germanos alcoholizados de romanismo un
pueblo decadente que venía dando tumbos por el espacio y por el tiempo cuando llega a España "(p132).
Debido a esta situación el autor justificara que en España no se diera nunca una minoría selecta lo
suficientemente poderosa para crear y mantener un sistema de organización social y político.
23
Hidacio señalaba que en la expedición llevada por Teodorico II contra los suevos, el ejército visigodo
estaba engrosado por guerreros de diversas naciones, con sus respectivos duques. (Ídem)
24
El pasado romano subsistió en la población hispano-romana, como modelo de vida y como un
sentimiento ligado a la idea de pertenecer al Imperio Romana. Son numerosas las obras que, como la
dirigida por Jacques LE GOFF y RENÉ REMOND, (París 1998) han recogido una selección de distintos
pasajes del famoso Lovande de l’Espagne, de san Isidoro, definiéndola como “la plus belle”, “la mère
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Centrándola escritura, está comenzó a constituirse en un instrumento
fundamental que servía para recoger distintas actividades de la sociedad, por lo que la
población germana debió acoger esta cultura letrada para no quedarse atrasada. Así,
más allá de la notable producción literaria encabezada por San Isidoro y de la
principalmente formaron parte los principales Padres y escritores eclesiásticos, la
escritura sirvió como instrumento ordinario de las relaciones sociales. La prueba de
este hecho la encontramos en las 46 modelos de fórmulas visigóticas existentes en los
actos jurídicos que se conservan, siendo un reflejo de la vida social25. Todos ellos
están redactados en latín, la única lengua escrita que aparece en las obras que se han
conservado. Obviamente el latín que regulaba el conjunto de estas actividades
sociales no era el mismo que en su tiempo utilizase Didone de Apollinare, pero como
se puede apreciar en el conjunto de estas fuentes, la escritura no sólo estaba bastante
generalizada, sino que servía para regular muchas de las actividades sociales de la
población en la vida cotidiana. Del mismo resulta indicativa la proliferación de poesía
de esta época, lo cual hace pensar en el gusto estético de la población. Se trata de una
poesía sacra que generalmente se reduce a poetizar los evangelios. ¿Es descabellado
pensar que este hecho no sólo denotaba la fuerte impronta religiosa sino también
cierto amor a lo poético? Ciertamente en el estudio de las obras de esta época, se
puede apreciar, al margen de la falta de originalidad, una riqueza considerable de
pensamiento y poesía26.
sacrée des chefs et des peoples”, “la reine des provinces de l’empire Roman”. Sin embargo, la tradición
no significaba sólo un mero anhelo del pasado, mostrando nostalgia por "una edad de oro perdida",
sino que también conserva su pleno sentido etimológico.
Por otra parte, cabe recordar que la utilidad, junto con el hábito, es lo que, someramente hablando,
perfila una forma de pensar, una manera de actuar y un carácter particular. Debido a esto es fácil
establecer una relación directa entre la utilidad de la cultura y el apogeo de la misma, que nos permita
entender este nuevo “renacimiento” cultural.
25
Estos actos jurídicos son atribuidos a algún notario cordobés del tiempo de Sisebuto.
26
Consultese la introducción la obra de BRUYNE, E., Études d'esthétique médiévale, Brujas, 1946.
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Pero si existía esta “cultura laica”, ¿cómo adquirió sus conocimientos si las escuelas
catedrales o monásticas estaban orientadas a la preparación de futuros miembros del
clero o del monacato? Es más, muchos fueron los clérigos que al no recibir una
formación eclesiástica en las escuelas "de nivel superior", tuvieron que conformarse
con la formación recibida en las parroquias por el propio rector, quien intentaría
inculcar los conocimientos necesarios para que el alumno pudiera ingresar como
religioso27. Sin embargo, cabe la posibilidad de que algunos candidatos se
arrepintieran de la “llamada de Dios”, engrosando el grupo de laicos que poseían una
alta formación. De hecho si como se ha visto en el capítulo anterior, ciertos sectores
de la población urbana se agruparon en torno a estos focos culturales de la época,
constituyendo una especie de núcleo cultural urbano, no resulta difícil imaginar que
algún aristócrata de familia hispano-romana, que se hallase situado en este entorno,
pudiera entrar en estas escuelas, quizá en un intento de añoranza de los viejos valores
de romanismo, sin que su objetivo final fuera vocacional sino obtener una formación
adecuada. ¿Podría entenderse en este sentido el hecho de que en la vita Niceti se
lleve al hijo al monasterio sin una intención claramente vocacional, entregándolo al
monasterio para completar su educación? Junto a esta posibilidad, más o menos
verosímil, se encuentra la realidad en el cotidiano familiar que sin duda alguna
constituye
el
eje
educacional
de
cualquier
sociedad,
para
posteriormente
complementar el ciclo educativo en la Corte de Toledo, formando parte de ese
pequeño número de aristócratas privilegiados que en ella recibieron su formación, o
por mediación de la “contratación” de maestros o pedagogos particulares, recibiendo
una formación mucho más personalizada.
En efecto, dado que los principales agentes de la socialización son los padres y en
este momento la madre, será está quién en parte cumplirá la función de trasmitir a los
niños los valores y las creencias de su mundo socio-cultural, así como los significados
otorgados en su mundo socio-cultural a las relaciones interpersonales y a los objetos,
como patrimonio o legado. Tomemos un caso particular de Leandro (530) hermano de
Isidoro (560). Como se sabe su madre era visigoda y casi con seguridad arriana. Dado
el cargo de ejercía su esposo podemos pensar que perteneció a la nobleza y se sabe
que su padre, Severiano, era un hispano de antepasados griegos que ocupaba un
27
Concilio de Toledo IV, can. X; Mérida, ca. XVIII
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puesto de importancia en la administración civil de la provincia Cartaginense. Con la
invasión bizantina, la familia se vio obligada a emigrar de su Cartagena natal a Sevilla
donde nacieron los demás hermanos: Fulgencio, Florentina e Isidoro. Lo interesantes
es que, si bien Leandro ingresó en una orden monástica, la prematura muerte de sus
padres le obligó a encargarse de la educación de sus hermanos, mostrando la
importancia que la educación tenía en la sociedad y en especial en cierta clase social.
Desde este punto de vista, se puede afirmar que, aunque las escuelas laicas habían
desaparecido, las familias de origen hispano-romano mantuvieron la transmisión de la
cultura antigua de una generación a otra como testimonia la existencia de estas
tradiciones culturales es patente en las antiguas provincias romanas, en Hipania e
Italia y de una manera más limitada en la Galia.
Es lógico pensar que esta transmisión empezara ya en la infancia, a una edad
muy temprana. Se sabe que cuando los jóvenes llegaban a la Corte de Toledo ya
poseían una formación considerable. En el tratado Institutionum disciplinae, (una obra
anónima atribuida a un autor visigodo que pretende reflejar un arquetipo de conducta
educacional), se aconsejaba comenzar la educación desde una edad muy corta, para
que el niño pudiera rápidamente entrar en contacto con las primeras letras y
posteriormente, conforme fuera creciendo, se adentrara ya en el estudio del trivium y al
quadrivium. Si tomamos por analogía la vita de Nicetii, se observa como el futuro
obispo de Lion antes de entrar en el monasterio ya había recibido de su padre una
educación eclesiástica. En el caso de la vita Desiderii, (obispo de Cahors, siglo VII) se
menciona una educación general en letras, (summa parentum cura enutritus, litterarum
studis and plenum eruditum est). Del mismo modo, sabemos que se aconsejaba a los
hombres desposarse con mujeres que fueran muy jóvenes (pues así tendrían la
garantía de su virginidad)28. Así pues, parece que fue una constante generalizada el
matrimonio a temprana edad lo cual nos permite deducir la corta edad del infante a la
hora de comenzar su educación, si esta debía estar concluida antes de que se casara.
En este sentido no es de extrañar que Gregorio de Tours se lamentaba de haber
perdido a su padre a la edad de los 8 años, sin poder haber aprendido aún de él la
gramática29.
28
Gregorio de Tours
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Otra posibilidad es que el laico recibiera una enseñanza mediante profesores
particulares. Así, existen noticias sobre la formación personal en Medicina tasada
incluso por la propia ley, o en un determinado oficio, que jóvenes aprendices
adquirirían por mediación de un maestro.
En cuanto a las instituciones a considerar, como es consabido destaca el
Institucionum
disciplinae
donde
toda
la
formación
se
complementaba
con
conocimientos rudimentarios de filosofía y de dos disciplinas que estaban comenzando
a resurgir como profesiones liberales, a saber, medicina y filosofía. En el caso de que
un alumno quisiera profundizar más en uno de estos conocimientos para poder
dedicarse de una manera profesional, el alumno debería, probablemente, recurrir a la
enseñanza de profesores privados, suponiendo una especie de último ciclo en la vida
del estudiante. Hay que tener en cuenta que, junto a estas posibles salidas
profesionales, los alumnos del pallatium recibían una formación preparativa para
desempeñar un determinado "oficio Palatino". Este organismo de carácter burocrático,
estaba dividido en las secciones del tesoro, hacienda, patrimonio, notarial y espatarios
(portadores de las espadas del rey) y todas ellas se encontraban bajo la dirección de
un conde. De esta forma, según fuera el oficio a desempeñar por el alumno y
respondiendo a la utilidad de los conocimientos que pudiera adquirir para desarrollar
mejor su trabajo, los estudios del alumno se centrarían más en un campo determinado,
ya fuera administrativo, legislativo o económico (hacienda).
Junto a esta institución estaría el Pallatium toledano, uno de los centros de
educación donde el adolescente aristócrata recibiría su formación. Mediante este
“Oficio Palatino”, o lo que es lo mismo, el organismo administrativo superior que
colaboraba con el rey y el gobierno del reino, el aristócrata, se valía de esta institución
de carácter burocrático, dividida en distintas secciones, en las que, en cada una de
ellas, un “varón ilustre” se encargaba de dirigir los distintos servicios a
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GREGORIO DE TOURS, Liber Historiae Francorum, ed. B. Krusch, W. Levison, Hannover 1951
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realizar. El poema de Venacio Fortunato dedicado a Gailswintha, la hija de Atanagildo,
presentaba a la princesa rodeada de sus compañeras de estudio. Otra fuente escrita,
la ofrecida por Ximenez Rada, un cronista de época tardía, escribió que los reyes
visigodos practicaban la costumbre de educar en la corte a nobles y doncellas. Por su
parte, un episodio de la vida de san Fructoso de Braga señalaba la relación del
monarca con una pareja de nobles "gardingos", (o personas que se encontraban
realizando el oficio previo que se tenía en la corte antes de acceder al cargo superior
de conde y duque), en la que el monarca aparecía como consejero y velador de los
intereses del noble30. Cabe hacer un paréntesis en la educación para hablar de la
figura del rey, elemento esencial en torno a quien se articulaba el conjunto de
instituciones político-administrativas, y por tanto la vida política y social del reino
visigodo, como se ha podido ver en los ejemplos señalados anteriormente. Por otra
parte, desde los tiempos en que Alarico I había comenzado su “larga marcha” hacia
Occidente, la realeza visigoda había ido acentuando sus rasgos hasta dejarlos ya
netamente definidos alrededor de la segunda mitad del siglo VI. Este carácter
carismático fue potencializado por Leovigildo, sin duda alguna, uno de los reyes que
más contribuyó a esta evolución del monarca que, inspirado en la pomposidad de la
monarquía bizantina, acentuó el perfil mayestático de esta. Todo este proceso pudo ir
cuajando en la corte cercana a él, que en el caso de que se tratase de un buen rey,
podría mitificarle y tomarle como arquetipo de hombre. Este proceso llegaría a su
punto más álgido con la atribución de un carisma sacro a la figura del monarca y que
en suma supone un arquetipo de persona a seguir. El monarca accedía al trono por
mediación de diversos cauces sucesorios, o bien por mediación de la fuerza o la
maquinación, deviniendo un poder ilegitimo que denomina a la persona que lo ejerce
tirano y a su régimen tiranía. Este hecho debió inducir a la valoración por parte de los
cronistas o de los escritores contemporáneos de la época, llegando a resaltar los
valores y la personalidad de lo que ellos entendían, habían sido reyes ejemplares.
Bajo esta perspectiva, el rey que suscito un mayor interés a los escritores fue Sisebuto
(612-621). Este monarca ocupó un lugar destacado en el campo cultural de “la era
isidoriana”. El propio Isidoro de Sevilla, quien entre sus muchas obras también cultivó
el género de la Historia, lo consideraba como a un “monarca de palabra brillante,
30
este episodio ha suscitado un especial interés a ORLANDIS, José, como se ve en la vida en España en
tiempo de los godos, en su capítulo El rey y la Corte (pp99-100)
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sabio en el conocimiento de las letras, decidido en sus juicios y el más aventajado en
la piedad, de buen corazón, magnífico en el gobierno del reino, siempre distinguido en
los hechos de guerra y en los triunfos”31. La relación que entablaron ambos hombres,
estuvo en parte motivada por el interés cultural del monarca, a quien el santo le dedicó
las Etimologias32 y para quien realizo un tratado acerca del universo, Liber de natura
rerum. Este rey impulsó la producción literaria, que el mismo pasó a engrosarla con
obras suyas, es fácil suponer que su impulso suscitó en la corte y en todo su entorno
un mayor acercamiento a la cultura. Según J. FONTAINE, toda la obra de Sisebuto
está encaminada hacia el fin de promover la ideología cristiana, algo normal dentro del
contexto en el que se movía33. Sin embargo, es que lo cierto, al entenderse en cierta
medida la figura del rey como arquetipo de comportamiento, tendríamos una
motivación cultural laica, más allá de su producción literaria, en la reafirmación de su
poder y de su estatus como persona con cierta cultura. En este sentido, dado que la
cultura es una producción colectiva y se construye como universo de significados
trasmitidos a través de las generaciones, esta impondría un contexto concreto de
comunicación en el cual los sujetos -mediante un gesto, una mirada, una manera de
comportarse y una necesidad de adquirir ciertos conocimientos- no solo dialogarían,
sino que sabrían interpretarlos y actuar en consecuencia dentro del marco cultural
referido. En este sentido, en esta amalgama de normas se incluiría la pertinencia o
impertinencia de las palabras a usarse conforme al contexto conversacional, así como
las palabras a usar en el arte de convencer o de la oratoria y de toda esa serie de
signos que permite, a los individuos que la comparten, atribuir sentido tanto a las
prácticas como a las producciones Sociales.
En suma, todos estos factores nos hacen pensar que, en esa ausencia de
ruptura con el mundo antiguo, así como en el mantenimiento de ciertas estructuras
mediterráneas en la Península, también existió una impronta cultural laica no
desdeñable en el marco de una época tan ligada a la religión.
31
ISIDORO, Historia Gothorumm, ed. Mommsen, (pp. 268-295).
32
”Como te he prometido te envío ahora la obra acerca Del origen de ciertas cosas, recopilada con el
recuerdo de antiguas lecturas. Por eso, en algunos pasajes aparece anotada de acuerdo con lo que
habían escrito nuestros antepasados”.
33
Esta intencionalidad, según F0NTAINE, anidaría incluso en el propio poema lunar.
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Tan sólo al considerar que los visigodos, al igual que los suevos, debieron mantener
dos lenguas durante un cierto periodo de tiempo, nos hablaría de la necesidad no tan
sólo de intérpretes, si no en algunos casos de traductores conocedores de los dos
idiomas, del mismo modo que se plantea la duda de cómo aprendían los niños ambos
idiomas y hasta qué punto eran realmente bilingües. Cierto es que, como evidencia el
hecho rey Eurico (466-484) quien conocía tan mal el latín que necesitó la ayuda de
intérpretes para comunicarse con los enviados de Roma 34, la mayoría de la población
nunca llego a ser bilingüe. Sin embargo, este mismo factor hace pensar que cierta
gente vinculada a la corte tenía capacidad para transmitir ciertos contenidos escritos
tan necesarios como un código de leyes. Según se ha visto centrándonos en las
posibilidades educacionales y en el contenido y la temática que, ya fuera en el seno
familiar, en diversas escuelas o por mediación de profesores particulares, se podía
alcanzar, al igual que la existencia de una literatura, podría proponer las bases de un
planteamiento más abierto con la época visigoda. Cabría estudiar todo esto con más
detenimiento, pero el problema de las fuentes se hace constatable. Sin embargo, a
pesar de la falta de las mismas lo expuesto aquí nos sirve como fundamento para
evitar cualquier enjuiciamiento reduccionista sobre la realidad cultural visigótica,
haciéndose necesario un posicionamiento aperturista.
José Antonio Mérida Donoso
Profesor colaborador del Instituto Cervantes de Bucarest
34
ENNODIO, Vita Epifani, ed. M. Cesa, Ennodio. Vita del beatisimo Epifanio, vescovo della chiesa pavese,
Como, 1988.
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BIBLIOGRAFÍA
Como se sabe San Isidoro realizó una vasta producción de obras. Como historiador se
ha usado, la Historia Gothorum, C. Rodriguez, Las historias de los godos, vandalos y
suevos de Isidoro de Sevilla. Estudio y edición crítica, Universidad de Salamanca,
1964. Atendiendo a las siete artes, Etimologias, ed. J. Oroz Reta, A. Marcos Casquero,
Etimologías, 2 vols., Madrid, 1982-83, junto a su De viris illustribus, ed. C. Cordoñer, El
de viris Illustribus de Isidoro de Sevilla. Estudio y edición crítica, Universidad de
Salamanca, 1964, constituyen unas obras imprescindibles en el estudio de cualquier
trabajo que se acerque a la cultura de la época. Otras fuentes fundamentales en la
realización de este artículo como en el de cualquier estudio que quiera acercarse a la
cultura laica en época visigoda son las siguientes:
Jornandes: De Getarum sive Gotorum origine et rebus gestis; es la obra de un
griego residente en Bizancio hacia el siglo VI. Contiene abundante información sobre
los godos antes de su establecimiento en España.
Orosio, Paulo: Historiarían adversas paganos libri VII; la obra de este presbítero
lusitano da a conocer la Historia del pueblo visigodo hasta el reinado de Valia.
Idacio: Continuatio Chronicorum Hyeronymianorum ad a CCCCLVIII; la
narración de este obispo de Chaves permite reconstruir la Historia de los visigodos
entre los años 379 y 468.
San Martín de Braga (o San Martín Dumiense): De correctione rusticorum;
gracias a esta obra, realizada por el fundador del monasterio de Dumio, se pueden
conocer muchas de las costumbres del noroeste de España en la época visigoda.
Juan de Biclara: Chronicon; la crónica de Juan de Biclara, obispo de Gerona,
cubre los años que van del 567 al 589.
San Isidoro de Sevilla: Historia de regibis Gothorum, Wandalorum et Suevorum;
es la principal fuente para reconstruir la Historia de España entre los años 256 y 624.
Anónimo: Latercuius Regun Visigothorum (también llamado «Cronicón de
Vulsa»). Esta obra, de autor desconocido, que seguramente vivió a mediados del siglo
VII, comprende desde el reinado de Amalarico hasta la consagración de Ervigio, si
bien otro autor continuó la obra, a comienzos del siglo VIII, hasta la unción de Vitiza.
San Julián de Toledo: Historia Galliae temporibus Wambae; en esta obra, el
que fue metropolitano de Toledo describe la rebelión del duque Paulo.
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Finalmente, se da una breve orientación bibliográfica que puede servir para
iniciarse en el estudio de la España visigoda y que ha soportado este artículo.
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