LA SOCIEDAD CIVIL EN LA CONCEPCIÓN DE ADAM FERGUSON
Francisco Vega Méndez
http://members.tripod.cl/derechoulare/Ferguson.html
Sumario:
1. Introducción.
2. Sobre la Cuestión relativa al Estado de Naturaleza.
3. La Idea de Progreso como Presupuesto.
4. La División del Trabajo en la Sociedad Civil.
5. La Idea de Conflicto en Adam Ferguson.
6. El Interés Individual como factor de Progreso.
7. Conclusiones.
1.- Introducción.-
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, se produjo en Escocia una destacada
corriente de pensamiento que mereció el nombre de "ilustración escocesa". En ella
figuran autores como David Hume, Adam Smith, Gibbon, Hutcheson, y Adam
Ferguson, entre otros. "Por su significación dentro de la historia del pensamiento, así
como por el carácter relativamente homogéneo de sus preocupaciones (...)
constituyeron la corriente de pensamiento conocida como Escuela de Escocia,
paralela a la corriente ilustrada europea, aunque menos conocida y estudiada que
ésta" (1). Por su parte, refiriéndose a Ferguson, Hutcheson y Adam Smith, entre otros,
Hegel caracteriza a la filosofía escocesa del siglo XVIII como "una filosofía popular
que, de una parte, ostenta el gran título de indagar en el hombre, en la conciencia
humana, la fuente de lo que debe tener validez general para él, la inmanencia de lo
que debe tener valor para el hombre. El contenido es, al mismo tiempo, un contenido
concreto; es, en este sentido, algo opuesto a la verdadera metafísica, al vagar en torno
a determinaciones abstractas del entendimiento" (2).
Según destaca G. Soriano "La principal característica del pensamiento escocés era su
tendencia "secularizadora", (...) (su) interés por lo auténticamente humano, por lo
mundano en el estricto sentido de la palabra, por el "aquí" y el "ahora", por la
autonomía de la personalidad humana como algo distinto y opuesto a lo ultraterreno,
sobrenatural o divino, y de no menos importancia. Tal tendencia se manifestaba,
asimismo, en un claro afán por concebir racionalmente el mundo y explicar su
existencia por causas "naturales", sustituyendo así, por ejemplo, la concepción del
gobierno de derecho divino por las teorías utilitaristas acerca del ejercicio del poder y
del Estado" (3).
Adam Ferguson en su "Ensayo sobre la historia de la sociedad civil", publicado el año
1767, indica que "el carácter del hombre, como ahora existe, las leyes de su mundo
material e intelectual, de las que depende su felicidad, serán el objeto principal de
nuestro estudio" (4). En este sentido, su obra estudia las comunidades humanas
desde las etapas primitivas hasta las colectividades civilizadas en que se constituye la
sociedad civil.
2.- Sobre la Cuestión relativa al Estado de Naturaleza.-
Adam Ferguson comienza su obra impugnando las visiones tradicionales de un
supuesto estado de naturaleza originario de la humanidad, ya sea que se presente
como una edad dorada o como una edad de hierro, pues en ambos casos aparece, a
su juicio, desvinculado con el curso de los acontecimientos humanos posteriores (5).
Para Ferguson, "el deseo de fundamentar un sistema favorito, o quizá la esperanza de
que seamos capaces de penetrar los secretos de la naturaleza hasta el mismo origen
de la existencia, han llevado en este tema a muchas pesquisas estériles y han dado
lugar a muchas suposiciones irracionales" (6).
Ferguson rechaza, asimismo, una concepción antropológica puramente optimista o
pesimista, y, en cambio, adopta un enfoque de mayor complejidad sobre la condición
humana, en el cual confluyen elementos asociativos y disociativos. En efecto, señala
que "tanto en las primeras como en las últimas relaciones recogidas en cada región de
la tierra, se representa a la humanidad como agrupada en tribus y asociaciones, y al
individuo unido siempre por simpatía a un grupo, y probablemente en oposición a otro
(...) Estos hechos deben reconocerse como la base de nuestro razonamiento sobre el
hombre. Su disposición mixta para la amistad o la enemistad, su raciocinio, su empleo
del lenguaje y de sonidos articulados, como la forma y la posición erecta de su cuerpo,
deben considerarse como uno de los tantos atributos de su naturaleza y deben tenerse
en cuenta en su descripción, como el ala y la zarpa en el águila y el león" (7). Sin
embargo, para Ferguson, el hombre posee rasgos peculiares que le permiten
distinguirse de las demás especies en todas las épocas, y esta es una nota común al
hombre primitivo y al hombre civilizado, pues "incluso en su estado más primitivo
siempre ha sido superior al resto, y (...) aún en su mayor degeneración nunca
desciende a su nivel. El, es, en resumen, un hombre en todas las etapas y no
podemos aprender nada sobre su naturaleza, por analogía con otros animales" (8).
Por otra parte, cabe apuntar que Ferguson concibe al hombre, no aislado sino
agrupado naturalmente "en tribus y asociaciones" (9). Para él "la humanidad debe
considerarse en grupos, como siempre ha existido. La historia de los individuos es
solamente una parte de los pensamientos y sentimientos que han mantenido desde el
punto de vista de su especie; y cada experimento en esta materia debe hacerse
considerando sociedades completas, no individuos aislados" (10). En suma, para el
historiador escocés "respecto al hombre, la sociedad parece ser tan antigua como el
individuo" (11).
También Ferguson se opone a la consideración del arte como algo distinto de la
naturaleza, pues considera que el arte es parte de la naturaleza humana. El hombre
"es en cierta medida el artífice de su propio ambiente, como también de su fortuna, y
está destinado, desde su más temprana edad, a inventar e idear"(12). Por ello precisa
más adelante "si nos preguntamos entonces: dónde puede encontrarse el estado de
naturaleza?, podemos contestar está aquí, y no importa si nos referimos a la isla de
Gran Bretaña, al Cabo de Buena Esperanza o el estrecho de Magallanes. Mientras
este sujeto activo está en situación de emplear sus talentos, y de manejar a todos los
seres a su alrededor, todas las situaciones son igualmente naturales" (13).
La consecuencia que Ferguson colige es de gran importancia: "Si admitimos que el
hombre es susceptible de mejora, y posee en sí mismo un principio de progreso y un
deseo de perfección, parece impropio decir que ha dejado el estado de naturaleza
cuando ha empezado a progresar, o que se encuentra en una etapa para la que no
está preparado , cuando por el contrario, como el resto de los animales, solamente
sigue la disposición y emplea los poderes que le ha dado la naturaleza" (14).
Por las mismas razones, Ferguson denuncia el absurdo de la oposición, todavía de
moda, entre lo "natural" y lo "antinatural" en el hombre. Dice al respecto, "de todos los
términos que empleamos al tratar de los asuntos humanos, los de natural y antinatural
son los menos precisos en su significado. Usado como opuesto a afectación,
arrogancia o a cualquier otro defecto del carácter o temperamento, natural es un
adjetivo elogioso, pero empleado para especificar una conducta que procede de la
naturaleza del hombre, no sirve para distinguir nada, pues todas las acciones
humanas son igualmente el resultado de su naturaleza" (15).
En suma, para Ferguson "el estado de naturaleza es un estado de guerra o de
amistad, y los hombres han sido creados para agruparse por un principio de afecto, o
por un principio de miedo, según el sistema elegido por los diferentes autores. La
historia de nuestra especie, en realidad nos da abundantes muestras de que los
hombres son unos para otros objetos al propio tiempo de amor y de miedo, y aquellos
que probaran que los hombres han nacido originariamente bien en estado de alianza o
de guerra, tienen argumentos en reserva para defender sus teorías" (16).
De este modo, Ferguson, siguiendo en este punto a David Hume, rechaza la
concepción racionalista que funda la sociedad en un contrato social, como asimismo
"la idea del estado de naturaleza como instrumento de interpretación histórica y de
análisis político" (17). Esta es, en efecto, otra de las ideas básicas en el Ensayo de
Ferguson, rasgo que ha sido destacado por Friedrich Meinecke, quien señala que
Ferguson "guiado por la doctrina sobre el instinto de Hume, se opone enérgicamente
al sentido pragmático corriente en Inglaterra, que gustaba explicar el origen y las
transformaciones de las instituciones del Estado por motivos intencionales de los
hombres. Las instituciones sociales, dice (Ferguson), tienen un origen oscuro y remoto
y dimanan, no de las especulaciones de los hombres, sino de los impulsos naturales
(...) Consecuentemente, Ferguson arroja por la borda la doctrina del origen contractual
del Estado" (18).
En suma, Ferguson rechaza la idea de un estado de naturaleza pretérito y ya
superado por el hombre precisamente en razón de su concepción del progreso y del
afán meliorativo del hombre. Al respecto indica que "si admitimos que el hombre es
susceptible de mejora y posee en sí mismo un principio de progreso y un deseo de
perfección, parece impropio decir que ha dejado el estado de naturaleza cuando ha
empezado a progresar (...) cuando por el contrario (...) solamente sigue la disposición
y emplea los poderes que le ha dado la naturaleza" (19).
Podemos concluir diciendo que para Adam Ferguson la sociedad civil no excluye el
llamado estado de naturaleza, sino que, por el contrario, se integra con él. No hay,
pues, dos etapas separadas en la evolución de las comunidades humanas - estado de
naturaleza y estado civil -, sino que se ha producido un progreso paulatino desde las
comunidades incivilizadas o primitivas hasta las colectividades modernas, civilizadas,
en las cuales surge la sociedad civil, la cual, en cuanto es una creación humana,
constituye también expresión de la naturaleza del hombre, lo que permite a Ferguson
afirmar la coexistencia de la sociedad civil con el denominado estado de naturaleza.
En suma, la sociedad civil es, para Ferguson, sociedad "civilizada" que surge con la
progresiva división del trabajo y, de este modo, se opone a las sociedades
"incivilizadas", primitivas o salvajes. Por último, cabe destacar que para el historiador
escocés lo relevante es el futuro de las sociedades humanas; y no la especulación
acerca de cuáles habrían sido sus orígenes.
3.- La Idea de Progreso como Presupuesto.-
En su estudio sobre la historia de la sociedad civil, Adam Ferguson utiliza como
premisas fundamentales la creencia en la idea de progreso, como asimismo en el
deseo de perfeccionamiento del hombre.
En efecto, otro rasgo digno de destacar en su pensamiento es el hecho de que asume
la idea, propia de la Ilustración, del progreso de las sociedades humanas. De este
modo, da inicio a su Ensayo señalando que "este progreso, en el caso del hombre,
continúa en mayor grado que en cualquier otro animal. No solamente los progresos
individuales desde la infancia hasta la virilidad, sino también las mismas especies
desde la barbarie hasta la civilización" (20). Cabe hacer presente, sin embargo, que
para el historiador de la sociedad civil no pueden equipararse simplemente los ciclos
de progreso y decadencia de los individuos con los de las sociedades, pues considera
que "resulta evidente que el caso de las naciones y el de los individuos es diferente. La
estructura humana tiene un desarrollo general (...) Pero una sociedad cuyos miembros
se renuevan cada generación, donde la raza parece gozar de una eterna juventud y
acumular beneficios, no podemos con ningún tipo de similitud, querer encontrar taras
en relación con la edad y el paso del tiempo" (21). Por ello es que dedica los últimos
capítulos de su Ensayo a singularizar las causas de la corrupción de las sociedades y
la inevitable esclavitud política a que conducen, con la esperanza de que su
conocimiento permita evitar los ciclos de decadencia, pues no se trata, a su juicio, de
ciclos inexorables (22).
4.- La División del Trabajo en la Sociedad Civil.-
Quizás uno de los mayores méritos de la obra de Adam Ferguson radique en la
importancia que atribuyó al fenómeno de la división del trabajo en las sociedades
modernas, y en su perspicacia para captar sus efectos sociales y políticos, tanto
benéficos como perjudiciales (23).
El principio de la división del trabajo es desarrollado por Ferguson en la IV parte de su
obra, donde lo vincula al progreso, otro de los presupuestos que utiliza para pensar la
sociedad civil: "Es evidente que (...) un pueblo no puede hacer grandes progresos en
su dedicación a las artes prácticas hasta que no ha dividido y encomendado a
diferentes personas las diversas actividades que exigen una atención y una habilidad
especial" (24).
En efecto, para Ferguson, la división del trabajo es causa de progreso y de riqueza
para las sociedades: "Con la separación de las artes y las profesiones, las fuentes de
riqueza se abren, cada tipo de material es trabajado con la mayor perfección y cada
género se produce con la mayor abundancia (...) Las ventajas obtenidas en las ramas
subordinadas de la industria, mediante esta especialización, parece similar a la
conseguida con métodos semejantes en las esferas superiores de la política y de la
guerra" (25). En cambio, refiere la ausencia de una separación de las artes de los
oficios y las ciencias a las sociedades incivilizadas (26).
Por otra parte, el progreso paulatino de las instituciones humanas, con la consiguiente
división del trabajo, es atribuido por Ferguson a la acción impremeditada de la
actividad del hombre; y no a una concepción deliberada y especulativa del progreso.
En efecto, señala que "esas instituciones surgen por avances sucesivos, realizados sin
ningún sentido de su efecto general, que ha llevado a los asuntos humanos a un
estado de complicación que el más alto grado de capacidad con que haya sido dotada
jamás la naturaleza humana nunca podía haber proyectado, e incluso cuando se ha
desarrollado totalmente no puede comprenderse en toda su extensión"(27). Al tratar de
las artes en general, Ferguson reitera el principio de que la realidad, con las
necesidades y exigencias que conlleva, precede a la explicación y a la especulación,
v. gr. el salvaje es un poeta natural mucho antes de que surjan la erudición y la crítica
literaria, del mismo modo que los cuerpos caen por su peso antes de que las leyes de
la gravedad hayan sido explicadas por los hombres (28).
También se ha destacado en el historiador escocés "una clara concepción del papel
ambivalente - benéfico y perjudicial a la vez- de la propiedad y de la división del
trabajo" (29). En efecto, como ha señalado Ernest Gellner, "Ferguson comprende
perfectamente lo que distingue a la sociedad que está surgiendo en la Europa de su
tiempo de las sociedades anteriores, incluyendo las de la antigüedad clásica. Su
explicación de esta diferencia se parece mucho a la que Émile Durkheim iba a ofrecer
un siglo más tarde, mediante las expresiones de solidaridad mecánica y solidaridad
orgánica. Al igual que Durkheim, Ferguson se centra en la división social del trabajo"
(30). Asimismo, como lúcidamente destaca E. Gellner, también "al igual que Durkheim,
Ferguson se da cuenta de que las consecuencias sociopolíticas de la división del
trabajo son más importantes que las económicas" (31). El historiador de la sociedad
civil expresa que "la subdivisión de las artes y profesiones, en ciertos casos tiende a
mejorar su desarrollo y hacer avanzar sus fines. Al haber separado los oficios de
sastre y zapatero, estamos mejor provistos de trajes y zapatos. Pero, el separar las
artes de la política y de la guerra, es un intento de desmembrar el carácter humano y
destruye aquellas mismas artes que se pretende mejorar. Con esta separación
privamos realmente a la gente libre de lo necesario para su seguridad, o preparamos
una defensa contra las invasiones extranjeras, que supone un proyecto de usurpación
y amenaza de las instituciones del gobierno militar interno" (32). Siguiendo el análisis
de E. Gellner, comprobamos que "éste es el núcleo de la ansiedad de Ferguson. La
sociedad civil está muy bien en sí misma, pero al separar los gobernantes/guerreros
de los civiles, las artes del ciudadano de las artes de la guerra, acaso no nos
arriesgamos a que los primeros se hagan con el poder y destruyan así el orden
benigno que había engendrado tal separación?" (33). En otras palabras, no es el
peligro externo lo que inquieta a Ferguson, "sino las consecuencias internas de la
reducida participación en la coerción por parte de los habitantes de la sociedad "culta",
cuyos ciudadanos se dedican más a la producción que a cultivar los honores marciales
y permiten que la coerción legítima termine siendo no sólo una especialidad, sino una
especialidad monopolizada por una única institución, el Estado - punto éste que un
teórico posterior, Max Weber, iba a convertir en la misma definición del Estado. Seguro
que aquí se encuentra un grave peligro, Ferguson insiste con preocupación" (34).
En efecto, para el autor escocés "al progresar las artes y la política, los miembros de
cada Estado se dividen en clases, y al principio de esta clasificación no existe
distinción más importante que la del guerrero y ciudadano pacífico, ni se exige nada
más para situar a los hombres en la relación de señor y esclavo (...) Nunca fue
ciertamente previsto el que, a medida que avanzaba la civilización, este orden de
cosas fuera a trastocarse, e incluso que se fuera a confiar el gobierno y la fuerza
militar de la nación en manos diferentes. Pero era igualmente imprevisible que el
orden anterior fuera a implantarse de nuevo y que el ciudadano pacífico, a pesar de
ser distinguido por el rango y el privilegio, debiera un día inclinarse ante la persona a
quien había confiado su espada? Si tales revoluciones se producen realmente (...)
volverán a instaurarse en el país las virtudes civiles y militares? Es difícil contestar"
(35). Como lúcidamente apunta Gellner "lo que tan perspicazmente nos está diciendo
Ferguson es que el surgimiento de la sociedad civil era un hecho sin precedentes y
que "ciertamente nunca había sido previsto por la humanidad". No hay duda de que
contradice el orden natural y normal de las cosas. Su preocupación es: se puede
invertir este orden otra vez? (...) La coerción puede volver en forma pretoriana y no en
la prístina forma cívica: he aquí el problema" (36).
Según la interpretación de E. Gellner "el modelo básico de Ferguson implica la
interacción del honor y el interés: las sociedades comerciales sustituyen a las
marciales, y a pesar de que Ferguson entiende el proceso como progreso, le preocupa
la posibilidad de su reversión, esto es, de un regreso "al dominio de los pretorianos en
lugar del autogobierno de hombres libres y ufanos" (37). En fin, la posibilidad de una
involución en que vuelva a predominar el honor marcial por sobre el interés .
Ernest Gellner destaca en su análisis esta distinción y su correspondencia con la
división entre aquellas sociedades "rudas", en que predominan como objetivos el
mantenimiento del orden interno y la defensa exterior; y por otra parte, aquellas
sociedades "cultas", en que predomina como objetivo el mantenimiento o fomento de
la producción, el comercio y el bienestar. "Ferguson nota una fuerte tendencia a
evolucionar del honor al interés en las naciones europeas modernas. De ahí que el
mundo se haga más rico y populoso, y no hay nada que objetar en ello. Pero aquí
tropezamos con una dificultad: este fomento de la producción y de las comodidades de
la vida depende de la división del trabajo. Tampoco hay nada malo en esto, cuando
únicamente implica la separación de las actividades del ropero o de las del zapatero, o
incluso de sus personas. Pero la cosa se complica cuando se separa también al
ciudadano del guerrero y del hombre de Estado: para decirlo de la manera más
sencilla, no puede llevarnos el mercado a una nueva servidumbre? Mucho antes de
que Hayek manifestara que la abolición del mercado constituiría un "camino hacia la
servidumbre", Ferguson expresaba justamente su temor a lo contrario: el mismo
mercado y no su eliminación nos llevaría por ese camino" (38). En este punto, Gellner
expresa el temor de Ferguson frente a la sociedad inestable de su tiempo "en la que
se daba un cambio muy pronunciado hacia la civilidad, y su temor era que el
desequilibrio resultante podía conducir a la subyugación" (39). Sin embargo, Gellner
concluye que "Ferguson se equivocó totalmente: lo que temía nunca llegó a suceder:
los guerreros no se han hecho con el poder en las naciones avanzadas comercial industriales (...) El poder militar caracteriza a las naciones orientadas por el interés que
han fracasado y no, las que han tenido éxito: no es la división del trabajo, sino su falta
relativa lo que conduce en esa dirección" (40).
5.- La Idea de Conflicto en Adam Ferguson.-
En cuarto lugar, se ha observado como un rasgo característico en la obra de Ferguson
"una enorme insistencia en la idea de conflicto como origen de los valores sociales,
sustentados igualmente en la naturaleza social del hombre, y una constante presencia
de la idea de perfeccionamiento (...) como factor esencial para el desarrollo de la
sociedad durante toda su existencia" (41).
Sin embargo, Ferguson no desconoce las tendencias disociadoras que también
forman parte de la condición humana. Tal es así que dedica una sección íntegra a los
principios de guerra y disensión, donde expresa que "la resistencia a la unión, las
guerras frecuentes o más bien las hostilidades perpetuas que se producen entre los
pueblos incivilizados y entre los diferentes clanes, descubren en qué grado nuestra
especie está dispuesta a la oposición tanto como al compromiso" (42). Mas, a pesar
de que las tendencias agresivas y disociadoras de la humanidad se encuentren tan
arraigadas en su naturaleza que no necesiten siquiera un conflicto de intereses para
surgir, del mismo modo que las inclinaciones a la sociabilidad (43); Adam Ferguson
considera que ambas tendencias no sólo coexisten en el hombre, sino que se
complementan de tal modo que permiten su progreso, a tal punto que "sin la rivalidad
de las naciones y el ejercicio de la guerra, la propia sociedad civil podrá apenas haber
encontrado un objeto o una estructura" (44).
Si Ferguson considera el conflicto como un elemento que ha impulsado al hombre en
su desarrollo, ello significa una ruptura con la posición iusnaturalista que precisamente
ve el conflicto como una realidad típicamente pre - social, característica del estado de
naturaleza y que, por tanto, hay que superar. En el iusnaturalismo la eliminación del
conflicto se produce precisamente con la creación de la sociedad civil y política. Para
Ferguson, por el contrario, la sociedad civil no suprime el conflicto ni el estado de
naturaleza, los cuales son parte constitutiva de la realidad social humana. Los
impulsos de amistad y de enemistad confluyen en el hombre y la sociedad civil debe
constituirse sobre este supuesto.
Por tanto, para Ferguson, el estado de naturaleza, como ya había afirmado Spinoza,
coexiste con la sociedad civil (45). En consecuencia, el conflicto está en la base de la
sociedad civil del mismo modo que los sentimientos de cooperación y amistad. De esta
forma, Ferguson se aleja de aquellas posiciones iusnaturalistas que consideran en
forma absolutamente negativa el conflicto y que el rol de la sociedad civil y política
consiste en su eliminación.
Por consiguiente, el rol que Ferguson asigna a la autoridad política, a los gobiernos, se
encuentra determinado por su concepción de una sociedad civil que actúa acuciada
por los problemas y conflictos que enfrenta libremente. La consecuencia es una
concepción de la autoridad política que se limita a funciones o roles que permitan a la
sociedad civil su libre desarrollo y progreso.
No hay, pues, un contrato en la base de la sociedad civil. Los hombres han
desarrollado sus relaciones desde las agrupaciones primitivas a través de etapas
sucesivas hasta alcanzar la sociedad civil, y este desarrollo y progreso se ha hecho
espontáneamente, sin un plan premeditado, que, por lo demás, Ferguson considera
imposible. Este progreso ha suscitado una división creciente del trabajo, lo que ha
redundado en la fragmentación de la sociedad en clases. En suma, la sociedad civil no
es el producto de una convención, de un contrato, sino que es una etapa a la cual se
llega después de un largo proceso de desarrollo que es, al mismo tiempo, un proceso
natural, porque todo lo que proviene de los poderes que la naturaleza ha dado al
hombre es natural, y no artificial.
6.- El Interés Individual como Factor de Progreso.-
Adam Ferguson en 1767 asume una concepción en que el comercio destaca como el
gran objetivo de las naciones modernas o civilizadas (46). Ahora bien, en la base de la
actividad comercial está el individuo que emplea su libertad en beneficio de su propio
interés, obteniendo, de este modo, un mejoramiento general de la sociedad civil.
La autoridad política debe, pues, respetar este espacio de autonomía del individuo y
limitar sus funciones a roles que permitan a éste perseguir sus propios intereses.
La concepción de Ferguson será profundizada por Adam Smith, y se sitúa en
oposición a otra corriente surgida también en el seno de la Ilustración, representada
principalmente por Rousseau (47) y Diderot, la cual desarrolla lo que se ha
denominado un "humanismo moralista".
Es por ello que se ha señalado que "la creación de la economía clásica fue
acompañada por una transformación considerable de los valores" (48).
Este cambio se traduce en una diferente orientación axiológica que se aprecia
nítidamente en el debate surgido entre los pensadores ilustrados en torno a la posición
ética frente al lujo, particularmente en su relación con el pensamiento tradicional que lo
consideraba una de las principales causas de la decadencia de las naciones. En
efecto, Merquior ha destacado la división que suscita la consideración del lujo como un
bien o como un mal entre las diferentes corrientes de la Ilustración. "Voltaire y Hume
justificaban el lujo por razones utilitarias (producía empleo), pero Diderot y Rousseau
lo consideraban peor que inútil: nocivo" (49). Son dos éticas que se enfrentan.
Efectivamente, según destaca María del C. Iglesias, "la polémica se ha ido inclinando
definitivamente hacia el triunfo del lujo sobre la vida frugal y, desde luego, supone
también el triunfo, sobre la moral tradicional, de una concepción de la vida "laicizada"
en la que la felicidad, riqueza - pobreza, trabajo - ocio, se organizan en un muy
diferente contexto mental y social" (50). En suma, Adam Ferguson consuma una
cesura ética que, descontando algunos excepcionales antecedentes, se desarrolla
progresivamente durante los siglos XVII y XVIII.
7.- Conclusiones.-
Podemos concluir señalando que el ensayo de Adam Ferguson sobre la historia de la
sociedad civil produce también una ruptura con la concepción tradicional representada egregiamente por Hobbes y Locke -, que, por una parte, identificaba a la
sociedad civil con la sociedad política y, por otra parte, consideraba a la sociedad civil
como la etapa posterior que suprime el estado de naturaleza entre los hombres.
En efecto, para Adam Ferguson la sociedad civil significa sociedad civilizada - y no
sociedad política -. Tal como apunta J. G. Merquior, "fue con Ferguson y con el famoso
Discurso sobre el origen de la desigualdad de Rousseau (1754) que la expresión
"sociedad civil" inició una nueva carrera semántica (51). Mientras que antes la palabra
civil,
en
la
expresión
sociedad
civil,
correspondía
a
civitas
y
significaba
tradicionalmente "política", en Rousseau y Ferguson civil estaba relacionado con
civilitas en el sentido de "civilidad" o "civilización", y por lo tanto se refería al estado de
la moral y las costumbres, sin ninguna conexión necesaria con la política" (52).
El objetivo último de la sociedad civil es el bien de los individuos. Ferguson lo expresa
en su estilo paradójico: "si el bien público es el principal objetivo de los individuos, es
también cierto que el bien de los individuos es el fin primordial de la sociedad civil"
(53). Acto seguido agrega que los intereses de la sociedad y del individuo pueden
conciliarse fácilmente (54). La razón es sencilla: el individuo adquiere su mayor
desarrollo como tal en la vida social, de modo que los intereses de ambos apuntan a
una misma dirección, y para su conservación y bienestar el individuo necesita luchar
por la conservación de la sociedad en que vive.
Una vez establecido el objetivo último de la sociedad civil, Ferguson se preocupa de
los objetivos inmediatos que todo gobierno debe realizar para lograr el bien de los
sujetos que componen la sociedad civil. "Tales fines son la defensa nacional, la
administración de justicia, la conservación y prosperidad interna del Estado. Si esos
objetivos se descuidan, debemos tener en cuenta que el mismo escenario en el que
los partidos luchan por el poder, por el privilegio o la igualdad puede desaparecer y la
sociedad misma dejará de existir" (55).
Entre los otros aspectos señalados en estas notas, la importancia del ensayo del
historiador escocés radica en su concepción de la sociedad como un espacio de
autonomía de los individuos considerando que el bien general se obtiene a partir del
interés personal de cada uno de ellos (56). En este sentido, Norberto Bobbio ha
precisado que el concepto de sociedad civil adopta un sentido negativo,
entendiéndose por ella "la esfera de las relaciones sociales que no está regulada por
el Estado, entendido restrictivamente, y casi siempre polémicamente, como el conjunto
de los aparatos que en un sistema social organizado ejercen el poder coactivo" (57).
Pero, al mismo tiempo cabe destacar que en esta concepción la sociedad civil se
configura como el ámbito de necesidades individuales en que "surgen y se desarrollan
los conflictos económicos, sociales, ideológicos, religiosos, que las instituciones
estatales tienen la misión de resolver, ya sea mediándolos, previniéndolos o
reprimiéndolos" (58).
Finalmente, aunque concordamos con N. Bobbio en que "es más difícil dar una
definición positiva de la "sociedad civil" (59), pues el intento conduce frecuentemente a
un concepto residual de las actividades concernientes al Estado; sí es posible destacar
ciertos fundamentos imprescindibles para el desarrollo de una sociedad civil que
preserve la libertad individual frente a eventuales tendencias dogmáticas, ya sea que
provengan del Estado o desde la misma sociedad civil, pues, a nuestro juicio, la
antítesis sociedad civil - Estado tiende a ocultar el hecho de que la intolerancia puede
surgir y/o desarrollarse en ambos espacios, impidiendo a los individuos el despliegue
de todas sus potencias. Para Adam Ferguson, en cambio, no sólo "la potencia de las
naciones consiste en su riqueza, en el número y el carácter de sus gentes" (60), sino
que "el buen orden en sociedad es que los hombres estén situados donde mejor
puedan actuar (...) Cuando buscamos en sociedad el orden de la mera inactividad y
tranquilidad, olvidamos la naturaleza del ser humano y nos encontramos con el orden
de los esclavos, no de los hombres libres" (61).
Pie de Página.-
(1) Soriano, Graciela, en prólogo a Ferguson, Adam: "Un Ensayo sobre la Historia de
la Sociedad Civil". Ed. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1974, trad. Francisco J.
Conde, pág. xiii.
(2) Hegel, Georg W. F.: "Lecciones sobre la Historia de la Filosofía". Ed. Fondo de
Cultura Económica, México, 1955, trad. W. Roces, Tomo III, págs. 381-382.
(3) Soriano, Graciela, ob. cit., pág. xv.
(4) Ferguson, Adam: "Ensayo sobre la Historia de la Sociedad Civil". Ed. Instituto de
Estudios Políticos. Madrid, 1974, trad. Francisco J. Conde, I Parte, Secc. I, pág. 5.
(5) Cfr. Ferguson, Adam, ob. cit., Parte I, Secc. I, pág. 3. Para una visión "dorada" del
estado de naturaleza, cfr. Rousseau: "El Contrato Social - Discurso sobre las Ciencias
y las Artes- Discurso sobre el Origen de la Desigualdad". Edit. Porrúa, México, 1992.
Para una visión del estado de naturaleza como un estado de guerra perpetua, cfr.
Hobbes, Thomas: "El Ciudadano", Edit. Debate, Madrid, 1993, trad. Joaquín Rodríguez
F.; "Leviatán", Ed. Altaya, 1997, Barcelona, trad. Carlos Mellizo, II Tomos.
(6) Ferguson, Adam, ob. cit., Parte I, Secc. I, pág. 4.
(7) Ferguson, Adam, ob. cit., Parte I, Secc. I, pág. 5.
(8) Ferguson, Adam, ob. cit., Parte I, Secc. I, pág. 8.
(9) Ferguson, Adam, ob. cit., Parte I, Secc. I, pág. 5. Esta idea de la sociabilidad
natural del hombre aparece reiterada a lo largo de toda la obra, v. gr. Parte I, Secc. IX,
pág. 72, donde declara: "El hombre es, por naturaleza, miembro de una comunidad, y
cuando se le considera desde este punto de vista, el individuo parece no haber sido
creado para sí mismo". Sin embargo, de inmediato precisa que "es también cierto que
el bien de los individuos es el fin primordial de la sociedad civil".
(10) Ferguson, Adam, ob. cit., Parte I, Secc. I, pág. 6.
(11) Ferguson, A., ob. cit., Parte I, Secc. I, pág. 8. Más adelante, cuando trata sobre
los principios de unión entre los hombres, Ferguson cita a Montesquieu en el mismo
sentido: "El hombre ha nacido en sociedad", dice Montesquieu, y "allí permanece",
reforzando de este modo su argumentación acerca de la sociabilidad humana. Ob. cit.,
Parte II, Secc. I, pág. 22.
(12) Ferguson, A., ob. cit., Parte I, Secc. I, pág. 9.
(13) Ferguson, A., ob. cit., Parte I, Secc. I, pág. 11.
(14) Ferguson, A., ob. cit., Parte I, Secc. I, págs. 11-12.
(15) Ferguson, A., ob. cit., Parte I, Secc. I, pág. 13.
(16) Ferguson, A., ob. cit., Parte I, Secc. II, pág. 21.
(17) Soriano, Graciela, ob. cit., pág. xxii.
(18) Meinecke, Friedrich: "El Historicismo y su Génesis". Ed. Fondo de Cultura
Económica, México, 1943, trad. José Mingarro y Tomás Muñoz M., pág. 226.
(19) Ferguson, Adam, ob. cit., Parte I, Secc. I, págs. 11-12.
(20) Ferguson, Adam, ob. cit., Parte I, Secc. I, pág. 3. También esta idea es
constantemente reiterada en el curso del Ensayo, v. gr. Parte II, Secc. I, pág. 95,
donde se dice que "las naciones que destacan por la riqueza de sus artes y por la
prosperidad de sus instituciones políticas, surgen de una situación original débil, y aún
conservan en su historia los indicios de un progreso lento y gradual, mediante el cual
han conseguido su situación actual".
(21) Ferguson, Adam, ob. cit., Parte V, Secc. I, págs. 264-265.
(22) Cfr. Ferguson, Adam, ob. cit., V Parte: "Sobre la Decadencia de las Naciones", y
VI Parte: "Sobre la Corrupción y la Esclavitud Política", págs. 257-344.
(23) Cfr. Soriano, G., ob. cit., pág. xxii. Asimismo, Gellner Ernest: "Condiciones de la
Libertad. La Sociedad Civil y sus Rivales". Ed. Paidós, Barcelona, 1996, trad. C.
Salazar, pág. 65, donde se destaca que "las observaciones directas de Ferguson
sobre la economía resultan efectivamente confusas e inseguras. Pero cuando trata de
las implicaciones sociales y políticas de la ciencia económica o de la sociología
económica, sus percepciones son profundas e importantes".
(24) Ferguson, A., ob. cit., Parte IV, Secc. I, pág. 227.
(25) Ferguson, A., ob. cit., Parte IV, Secc. I, pág. 228.
(26) Cfr., v. gr.: Ferguson, A., ob. cit., Parte III, Secc. VIII, pág. 218, donde expresa
que "en tiempos primitivos, los hombres no estaban separados por distinciones de
rango o profesión, vivían todos de la misma manera y hablaban un solo dialecto".
(27) Ferguson, A., ob. cit., Parte IV, Secc. I, pág. 229. Esta explicación es común a la
denominada Escuela Escocesa, y será también utilizada posteriormente por Adam
Smith, cfr. Smith, Adam: "La Riqueza de las Naciones", Edit. Alianza, Madrid, 1995,
trad. Carlos Rodríguez B., Libro I, Cap. II, pág. 44, donde dice: "Esta división del
trabajo, de que se derivan tantos beneficios, no es el efecto de ninguna sabiduría
humana, que prevea y procure la riqueza general que dicha división ocasiona. Es la
consecuencia necesaria, aunque muy lenta y gradual, de una cierta propensión de la
naturaleza humana, que no persigue tan vastos beneficios; es la propensión a trocar,
permutar y cambiar una cosa por otra".
(28) Cfr. Ferguson, A., ob. cit., Parte III, Secc. VIII, pág. 217.
(29) Soriano, Graciela, ob. cit., pág. xxii
(30) Gellner, Ernst, ob. cit., pág. 66.
(31) Gellner, Ernst, ob. cit., pág. 66.
(32) Ferguson, Adam, ob. cit., Parte V, Secc. IV, pág. 290.
(33) Gellner, Ernest, ob. cit., pág. 67.
(34) Gellner, Ernest, ob. cit., pág. 67. También cfr. Weber, Max: "El Político y el
Científico", Ed. Altaya, Barcelona, 1998, trad. Francisco Rubio Llorente, pág. 83, donde
se define el Estado como "aquella comunidad humana que, dentro de un determinado
territorio (el "territorio" es elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio
de la violencia física legítima".
(35) Ferguson, Adam, ob. cit., Parte III, Secc. V, págs. 189-190.
(36) Gellner, Ernest, ob. cit. págs. 70-71.
(37) Gellner, Ernest, ob. cit., pág. 71.
(38) Gellner, Ernest, ob. cit., pág. 73.
(39) Gellner, Ernest, ob. cit., págs. 73-74. Cfr. Ferguson, Adam, ob. cit., Parte VI, Secc.
V, pág. 341: "la política de las naciones comerciales y civilizadas, al fomentar una
distribución entre las profesiones civiles y militares y al encomendar la conservación y
disfrute de la libertad a manos diferentes han preparado el camino para una peligrosa
alianza de la minoría con la fuerza militar, en oposición a las puras formas políticas y
los derechos humanos".
(40) Gellner, Ernest, ob. cit., pág. 74.
(41) Soriano, G., ob. cit., pág. xxiii. En el mismo lugar se destaca cómo,
posteriormente, Gumplowicz, insistirá en el conflicto y en la lucha como fundamento de
la vida social, reconociendo el ensayo de Ferguson como la primera historia natural de
la sociedad.
(42) Ferguson, A., ob. cit., Parte I, Secc. IV, pág. 27.
(43) Cfr. Ferguson, A. ,ob. cit., Parte I, Secc. IV, págs. 28-29, donde dice, v. gr. que "la
separación y el alejamiento, así como la oposición crean una brecha que no tiene su
origen en ninguna ofensa, y parece que hasta que no hayamos reducido a la
humanidad a la condición de familia o encontremos algunas razones exteriores para
mantener la asociación en unidades mayores, estaremos siempre separados en
bandos y formaremos una pluralidad de naciones".
(44) Ferguson, A., ob. cit., Parte I, Secc. IV, pág. 31.
(45) Cfr. Spinoza, B.: "Epistolario". Ed. Sociedad Hebraica. Buenos Aires, 1950, Carta
L, donde escribe a Jarig Jelles: "En cuanto atañe a la política, la diferencia entre
Hobbes y yo, acerca de la cual usted me consulta, consiste en esto: que yo conservo
siempre incólume el derecho natural y afirmo que en cualquier ciudad, a la autoridad
suprema no le compete sobre los súbditos, un derecho mayor, sino en la medida en
que su poder supera al de los súbditos; lo que tiene lugar siempre en el estado
natural".
(46) Cfr., v. gr., Ferguson, Adam, ob. cit., Parte I, Secc. VIII, pág. 70, donde dice: "El
comercio, que puede suponerse que incluye todas las artes lucrativas es, por tanto,
considerado como el gran objetivo de las naciones y la ciencia principal de la
humanidad".
(47) Cfr., v. gr.: Rousseau, Jean Jacques: "Discurso sobre el Origen de la
Desigualdad" en "El Contrato Social. Discurso sobre las Ciencias y las Artes. Discurso
sobre la Desigualdad", Edit. Porrúa, pág. 159. Cabe recordar la dificultad de
caracterizar a Rousseau como un representante típico de la Ilustración, pues en
muchos sentidos escapa a ella y aún se le opone.
(48) Merquior, José Guilherme: "Liberalismo Viejo y Nuevo". Ed. Fondo de Cultura
Económico, México, 1993, trad. Stella Mastrangelo, pág. 49.
(49) Merquior, J. G., ob. cit., pág. 49. Cfr. Voltaire: "Diccionario Filosófico". Ed. Araujo,
Buenos Aires, 1944, Tomo III, págs. 128-131. También, Ferguson, Adam, ob. cit.,
Parte VI, Secc. II, "Sobre el Lujo", págs. 308 y ss.
(50) Iglesias, María del C.: "El Pensamiento de Montesquieu". Ed. Alianza, Madrid,
1984, pág. 353.
(51) Hay, por cierto, una diferencia fundamental entre la concepción de Rousseau y la
de Ferguson: para el primero la sociedad civil constituye un estadio de civilización en
un sentido axiológico negativo, sinónimo de decadencia, que, además, no excluye su
consideración como sociedad política corrupta que debe ser superada con el
advenimiento de la república a través del contrato social. En cambio, para Ferguson, la
sociedad civil se configura como expresión de progreso, y en cuanto sociedad
civilizada, posee una connotación axiológica positiva, de acuerdo a la creencia en el
progreso, tan propia de la Ilustración. En este sentido, Rousseau no adhiere a esta
idea de progreso y más bien aparece como un precursor del romanticismo.
(52) Merquior, José Guilherme, ob. cit., pág. 48. El autor destaca, asimismo, que
posteriormente Hegel y Marx establecieron la "sociedad civil" en este sentido no
político.
(53) Ferguson, A., ob. cit., Parte I, Secc. IX, pág. 72.
(54) Cfr. Ferguson, A., ob. cit., Parte I, Secc. IX, pág. 72.
(55) Ferguson, A., ob. cit., Parte III, Secc. III, pág. 171.
(56) Al respecto Ferguson expresa que "en asuntos de una profesión particular, en la
industria y en el comercio, el profesional con experiencia es el maestro, y cada teórico
general es un novicio". Ferguson, A., ob. cit., Parte III, Secc. IV, pág. 182. Cfr. también
Parte III, Secc. II, pág. 162: "el interés público se asegura, a veces, no porque los
individuos estén dispuestos a considerarlo como la meta de su conducta, sino porque
cada uno en su puesto está decidido a preocuparse por el propio".
(57) Bobbio, Norberto: "Estado Gobierno y Sociedad". Edit. Fondo de Cultura
Económica, 1 reimpresión, Colombia, 1997, trad. José F. Fernández S., pág. 39.
(58) Bobbio, N., ob. cit., pág. 43.
(59) Bobbio, N., ob. cit., pág. 42.
(60) Ferguson, Adam, ob. cit., Parte V, Secc. V, pág. 293.
(61) Ferguson, Adam, ob. cit., Parte VI, Secc. V, pág. 339.
Bibliografía.-
1.- Ferguson, Adam: "Un Ensayo sobre la Historia de la Sociedad Civil". Ed. Instituto
de Estudios Políticos, Madrid, 1974, trad. Francisco J. Conde.
2.- Hegel, Georg W. F.: "Lecciones sobre la Historia de la Filosofía". Ed. Fondo de
Cultura Económica, México, 1955, trad. W. Roces, Tomo III.
3.- Rousseau: "El Contrato Social - Discurso sobre las Ciencias y las Artes- Discurso
sobre el Origen de la Desigualdad". Edit. Porrúa, México, 1992.
4.- Hobbes, Thomas: "El Ciudadano", Edit. Debate, Madrid, 1993, trad. Joaquín
Rodríguez F.
5.- Hobbes, Thomas: "Leviatán", Ed. Altaya, 1997, Barcelona, trad. Carlos Mellizo, II
Tomos.
6.- Smith, Adam: "La Riqueza de las Naciones", Edit. Alianza, Madrid, 1995, trad.
Carlos Rodríguez B.
7.- Meinecke, Friedrich: "El Historicismo y su Génesis". Ed. Fondo de Cultura
Económica, México, 1943, trad. José Mingarro y Tomás Muñoz M.
8.- Weber, Max: "El Político y el Científico", Ed. Altaya, Barcelona, 1998, trad.
Francisco Rubio Llorente.
9.- Gellner, Ernest: "Condiciones de la Libertad. La Sociedad Civil y sus Rivales". Edit.
Paidós, Barcelona, 1996, trad. Carles Salazar.
10.- Merquior, José Guilherme: "Liberalismo Viejo y Nuevo". Ed. Fondo de Cultura
Económica. México, 1993, trad. Stella Mastrangelo.
11.- Iglesias, María del Carmen: "El Pensamiento de Montesquieu". Ed. Alianza,
Madrid, 1984.
12.- Bobbio, Norberto: "Estado Gobierno y Sociedad". Edit. Fondo de Cultura
Económica, 1 reimpresión, Colombia, 1997, trad. José F. Fernández S.
13.- Spinoza, B.: "Epistolario". Ed. Sociedad Hebraica, Buenos Aires, 1950, trad. Oscar
Cohan.
(*) Francisco Vega Méndez. Licenciado en Ciencias Jurídicas en Universidad Católica
de Valparaíso. Abogado. Magister (c) en Ciencia Política en Universidad de Chile.
Profesor de Derecho Político y de Derecho Constitucional en Universidad La
República. Algunas publicaciones de trabajos monográficos:
* "Algunas Notas acerca de la Relación entre Democracia y Estado de Derecho". Edit.
Edeval, Valparaíso, 1994, Tomo I, págs. 289-297;
* "Recurso de Amparo Económico: Selección de Jurisprudencia". En colaboración con
Francisco Zúñiga Urbina. Gaceta Jurídica N 209, noviembre, 1997.
* "Relación entre Ética y Política en el pensamiento de Maquiavelo". Ponencia
presentada en XXIX Jornadas de Derecho Público Chilenas. A publicar en Anuario de
Derecho Público N 3, Universidad La República, Santiago, 1999.