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EL SITIO DE NUMANCIA (análisis documental

Roman conquest of Numantia

1 EL SITIO DE NUMANCIA (análisis documental) Juan Puelles López Pallantia Numantia Emporium Septimanca Ilerda Tarraco Segontia Toletum Segobriga Saguntum Valantia Ciudades Cordoua Cartago Nova Territorios controlados por Roma a me diados del siglo II a.C. Viriato, lusitanos Prolegómenos Según consigna Plutarco, cuando Escipión intervino en el escenario numantino allá por el año 135 a. de C., los celtiberos habían derrotado ya “... a muchos generales ...” romanos. El dominio de Hispania, en efecto, que Roma había emprendido a partir del año 197 tras su triunfo sobre Cartago1, de quien se consideraba en cierto sentido heredera en esta parte del Mediterráneo, resultó más duro de lo previsto inicialmente, y los enfrenta-mientos con los pueblos mesetarios fueron prácticamente incesantes durante los años sub-siguientes. Michel Christol y Daniel Nony describen la situación como sigue: “Tras una docena de años de operaciones, reinó una calma relativa entre 180 y 155, aunque Roma hubo de mantener allí importantes efectivos. En conjunto, ambas provincias [v.gr., ‘His-pania Citerior’ e ‘Hispania Ulterior’] conocieron una prosperidad real, que se acusó en numerosas fundaciones de ciudades y en una intensa explotación minera ; pero los indí-genas se sentían explotados y eso fue lo que incitó a los lusitanos 2 a atacar la Bética (en la Ulterior) y a los celtiberos la Citerior. Las legiones sufrieron lacinantes fracasos (154-151) antes de poder volver a hacerse con la situación y la dureza de las represiones oca-sionó una gran revuelta dirigida por Viriato ; hizo falta una docena de años para termi-nar con ella en Lusitania y, en el actual Aragón y sus aledaños, las operaciones se con-centraron en torno a Numancia, de la que los romanos no se adueñaron sino tras un largo asedio”. Los hechos, en lo que se refiere a la ciudad objeto de nuestro análisis, se sucedie-ron más o menos del modo siguiente2: 143 a. de C.: Los ‘belos’ y los ’titos’ se suman a la rebelión lusitana ; el Senado romano envía a Hispania al cónsul Quinto Cecilio Metelo con un ejército de 30.000 hombres. 142 a. de C.: Quinto Pompeyo, sucesor de Metelo, se presenta ante los muros de Numan cia y establece un campamento en el cerro del Castillejo. Sus ataques, enfrentándose a unos 8.000 indígenas, tienen un resultado indeciso, por lo que opta por abandonar el sitio. 3 140 a. de C.: Pompeyo reanuda las hostilidades contra Numancia. Su proyecto de desviar el río y dejar incomunicada la ciudad es abortado por los repetidos ataques de los numantinos. • Pompeyo inicia conversaciones de paz con los ‘arevacos’, que su sucesor, Marco Pompilio Lenas, no continuó. • Cayo Hostilio Mancino fracasa en sus ataques a la ciudad ; la noticia de que los ‘cántabros’ y los ‘vacceos’ acudían en socorro de los sitiados bastó para obligarle a retirarse, encerrándose en el campamento de Nobilior, en Renieblas, y teniendo que pactar con los indígenas. 134 a. de C.: Escipión Emiliano se hace cargo de las operaciones militares en Hispania. La ciudad de Numancia La situación geográfica de Numancia –en el Cerro de Garray, cerca de la actual Soria, formando un ángulo entre los ríos Tera y Duero- fue establecida por Saavedra en 1860, y Schulten localizó en 1905 los campamentos romanos ; comenzaron acto seguido las excavaciones en la acrópolis, hallándose restos de la ciudad indígena debajo de un estrato urbano posterior al año 133 a. de C., fecha de la conquista romana. A pesar de que el lugar estuvo sin duda habitado durante la Edad de Bronce y a comienzos del Hierro, la evidencia arqueológica demuestra que el primer establecimiento urbano no se remonta más allá del siglo III a. de C. ; ya desde entonces, y debido a su privilegiada situación, en el centro de una rica comarca cerealista, Numancia se convirtió en una de las poblaciones más importantes de los ‘arevacos’, así como en el centro neurálgico de la resistencia celtibérica frente a la conquista romana3. La ciudad originaria ocupaba alrededor de 7,6 ha en la parte más alta de la colina ; la población fue ampliada a partir del año 153 a. de C., ya en plena época de dominación romana, construyéndose a su alrededor un recinto amurallado. La urbe indígena contaba con un sistema de canalización para aguas residuales, y sus casas, construidas en piedra y adobe, no solían tener más de 40 m2 de superficie ; se calcula que la población total de la ciudad no debió de superar nunca 4 los 10.000 habitantes en época celtibérica, aunque las fuentes documentales insinúan que en alguna ocasión llegaron a concentrarse en ella hasta 20.000 hombres. Las excavaciones han sacado a la luz grandes cantidades de cerámica, a mano o a torno, liza y pintada, siendo esta última anterior al año 133 ; además, se han encontrado fíbulas, objetos de adorno personal, armas, proyectiles de honda y utillaje doméstico vario4. Los textos Escipión preparando la guerra (135 a. de C.) La génesis del Imperio Romano presenta más de un problema a la interpretación histórica desde la actualidad, sobre todo en lo que se refiere al análisis de la situación de dominio absoluto que se producía de Roma con respecto a los pueblos bárbaros que iba venciendo. Los romanos, en efecto, que no contaban, como comentan Christol & Nony5, con nuestros conocimientos acerca de la estrecha relación que se establece entre lo social, lo económico y lo político, sólo podían mostrar una actitud antes este asunto, lo cual, por otro lado, explica el hecho de que considerasen (véase, por ejemplo, el fragmento de Plutarco) la denodada resistencia de los numantinos como una afrenta ; los bárbaros no eran para ellos más que tributarios o esclavos en potencia: “Ningún acuerdo con ellos puede ser sino provisional y como, además. Ocupan vastas tierras con ricos suelos, han de ser desalojados o sometidos a servidumbre: nada de piedad, ninguna transigencia, sino conquista permanente a la medida de los intereses y posibilidades de Roma”. Y estos autores se hacen, además, la siguiente reflexión, muy a propósito de lo que aquí estamos tratando: “Muchos historiadores recientes se sorprenden por las complicidades activas que Roma encontró entre sus adversarios ; se comprueba que los romanos favorecieron con frecuencia las constituciones aristocráticas y que movimientos sociales o demagógicos agitaron el conjunto de la cuenca mediterránea ; poniendo todos estos hechos en relación, es tentador identificar el imperialismo romano con los imperialismos modernos y declarar que las clases propietarias de los pueblos vecinos hicieron prevalecer sus intereses sobre el interés nacional”. 5 Escipión acometió la campaña de Numancia con un ejército suyo particular. De hecho, como vemos en el texto de Plutarco, declaró expresamente ante el Senado “... que él no necesitaba dinero, ya que le bastaba el suyo y el de sus amigos”. Con ‘amigos’ se refiere indudablemente el autor a los clientes. Estas clientelas constituían, efectivamente, una de las bases del poder nobiliario romano ; además de las familias gentilicias (domus gentiles), las gentes patricias comprendían las ‘familias clientes’, ligadas a ellas jurídicamente en virtud del ius patronatus5: “Los clientes estaban asociados al cultu gentilicio y protegidos con el derecho religioso. El patrón (patronus) que violaba alguna de sus obligaciones con algún cliente quedaba maldito, pero los clientes no tenían derecho político y se encontraban en una situación de dependencia respecto de la ‘gens’ y de sus ‘gentiles’”. En realidad –y esto viene a cuento de lo que estamos comentando-, eran esos clientes quienes formaban el grueso de las tropas patricias, y las crecientes necesidades militares provocaron a la larga que las clientelas se acrecentasen con libertos (ligados a sus antiguos amos por un obsequium especial) y que la base jurídica de la institución acabase relajándose ; pronto se trató simplemente de individuos que se encomendaban a un patrón determinado (commendere in fidem) mediante un compromiso que éste aceptaba (suscipere in fidem) y podía disolver unilateralmente a voluntad. La estructura, bastante sólida en teoría, adolecía en la práctica de indudables resquicios, como subrayan Christol & Nony6: “Las ventajas de este sistema son evidentes: la administración de los magistrados es más humana y los vínculos de clientela son una garantía contra las arbitrariedades, puesto que siempre suponen un recurso paralelo. La administración es mucho más eficaz, ya que todo nuevo magistrado puede reunir, en seguida, en su torno a un estado mayor competente de amigos y clientes (cohors amicorum) y tiene a su disposición toda una red de corresponsales e informadores, tanto en Italia como en las provincias. Pero no pueden negarse sus peligros, el derecho político tiende a confundirse con el derecho nobiliario y la extensión del poder de las clientelas puede crear verdaderas facciones políticas (en donde el cliente como tal adquiere ventaja sobre el ciudadano), que llegan hasta la perturbación de las relaciones internacionales dependientes de las decisiones senatoriales”. Tal conflicto entre lo público y lo privado se refleja también en el texto de Plutarco, donde Escipión reprueba al Senado “... que no le diesen soldados, pues la guerra era difícil ; si era por el valor de los enemigos al que tantas veces habían sucumbido, difícil 6 por tener que luchar contra ellos ; si por cobardía de los ciudadanos, por tener que luchar contra ellos”. El caso es que este personaje fue nombrado cónsul, y este nombramiento revistió ciertas irregularidades, como consigna Tito Livio: “No siéndole permitido ser cónsul por la ley que prohibía a un cónsul des reelegido, fue en cierta manera dispensado del primer consulado por una ley”. Dicho título de ‘cónsul’ provenía de los antiguos praetores que reemplazaron a los reyes, los cuales eran elegidos por el populus y ratificados en su cargo por el Senado. En el siglo II a. de C. (apogeo de la República) el consulado se había convertido ya en la principal magistratura ‘curul’7 ordinaria, auspicata (que no podía se atribuida más que tras consultar los auspicios). Se numbraban dos cónsules8, los cuales disponían del imperium total (sobre la vida y la muerte9) y del ius auspiciorum maiorum (derecho a consultar los auspicios en cualquier lugar que se encontrasen) 10. Y, efectivamente, como pone el texto, según establecía la Lex Villia, del año 180 a. de C., los ‘cónsules’ no podían ser reelegidos hasta pasados diez años, y desde el 151 no podían serlo en absoluto ; de hecho, al terminar su cargo se les inscribía automáticamente en las listas del Senado para que pasasen eventualmente a la categoría de ‘censores’. El caso de Escipión, que fue cónsul en el 147 y volvió a serlo en el 134, es ciertamente excepcional, y posiblemente influyeron en ello las indudables virtudes militares del personaje en cuestión. Tito Livio se refiere, finalmente, a una anécdota que define, a nuestro modesto parecer, admirablemente el carácter de Escipión Emiliano, a quien se ha descrito como “... un gran señor instruido, enamorado de la cultura griega”11. Este general ofreció distribuir entre los más valerosos de entre sus hombres los ricos presentes que le había envíado Antíoco VII, rey seléucida de Siria ; en esto siguió –como nos recuerda Cicerón- el ejemplo de su abuelo adoptivo Escipión el Africano, el cual había hecho lo propio con los que le había remitido Atalo I de Pérgamo, aliado de Roma contra Filipo V de Macedonia. Escipión dio así muestras de su talante eminentemente aristocrático y prooligárquico, posición que mantuvo consecuentemente a lo largo de toda su vida política y que posiblemente le condujo a una muerte violenta ; de hecho, no se sabe con seguridad si fue asesinado o si falleció de muerte natural. El reparto de dones era, por otro lado, una práctica habitual de los patricios romanos para con sus clientelas ; generalmente los ‘patrones’, aparte de proteger a sus clientes, solían recompensarlos por los servicios prestados, casi 7 siempre atribuyéndoles ‘a precario’ alguna extensión de tierra que casi nunca volvían a reclamar (esto, precisamente, fue lo que se hizo en Hispania, según consta, con algunos pueblos celtibéricos especialmente levantiscos, como era el caso de ‘belos’ y ‘titos’, con el fin de pacificarlos ; de la clientela con que contaba Escipión en la Península Ibérica, por otra parte, da fe la referencia que se hace en los textos clásicos al reyezuelo Aludio, que, según cuentan, contribuyó con 400 combatientes a la contienda numantina), o bien haciéndoles regalos en metálico, como en el caso que aquí nos ocupa12. Escipión en España. Reorganización del ejército (primavera del 134 a. de C.) Arribado a Tarragona (Tarraco), lo primero que hizo Escipión fue ocuparse de restaurar la mermada moral de sus tropas y de administrarles el adecuado entrenamiento previo a la batalla13. Los textos abundan en detalles acerca del susodicho proceso de instrucción, y todos los autores utilizan el método expositivo heredado de los historiadores griegos, consistente en hacer que los personajes importantes se expresen en las situaciones clave con palabras pretendidamente textuales. La primera medida que adoptó Escipión para enfrentarse al “... desorden, intemperancia, superstición o molicie, ...” (Plutarco), fue expulsar del campamento a “... todos los inmundos ...”, como los llama Lucilio, testigo presencial, junto con Rutilio Rufo, de los hechos narrados14: adivinos, magos, alcahuetes y prostitutas (Plutarco, Tito Livio). Asimismo procedió a prescribir el uso dentro del recinto castrense de todos los ‘objetos de placer’ y lujo en general (Tito Livio, Valerio Máximo), reduciendo la vida en el mismo a unos estrechos límites de austeridad. Su objetivo, como subrayan Frontino, Polieno, Vegecio, etc., era restituir entre la soldadesca la disciplina perdida, “... ejercitándolos más que castigándolos”, como lo pone Eutropio: realizar largas marchas, llevar pesadas estacas de madera, ensuciarse con fango, ... ; todos los autores repiten prácticamente las mismas anécdotas, y es de suponer que los más modernos (v.gr., Plutarco, Frontino, Polieno, Eliano, Eutropio, Vegecio y Floro) se limiten a citar a sus predecesores (a saber, Lucilio, Rutilio Rufo, Tito Livio, Valerio Máximo y Cicerón). 8 Marcha de Escipión contra los ‘vacceos’ (Verano del 134 a. de C.) - Tras haber puesto su ejército razonablemente en forma, Escipión procedió a levantar el campamento e inició la marcha siguiendo el valle del Ebro, para posteriormente, adentrándose por territorio ‘vacceo’ hasta la localidad de Palencia (Pallantia) e incendiando las cosechas a su paso, acercarse a Numancia, cerca de cuya ciudad se le unió Yugurta, futuro rey de Numidia, con sus tropas15. Yugurta acabaría, una vez accedido al trono, rebelándose contra Roma e intentando hacerse con el dominio del norte de Africa (116 a. de C.) ; sería vencido sucesivamente por Metelo y Mario y hecho prisionero por Sila el año 105, tal como lo describe Salustio en su narración de la ‘Guerra Yugurtina’16. Los númidas, por otra parte, habían destacado previamente como tropas mercenarias en el bando cartaginés durante las Guerra Púnicas17. También estuvo presente en Numancia el posterior vencedor de Yugurta, Cayo Mario. Este personaje había tenido unos orígenes más bien humildes, “... de padres del todo oscuros, gente pobre y que vivía de su trabajo”, tal como lo describe Plutarco ; perteneció inicialmente a la clientela de los Metelos, lo que le llevó a participar y a distinguirse en los acontecimientos que aquí comentamos, ganándose el beneplácito de Escipión, aspecto al que se refiere Valerio Máximo en uno de los textos18. Más tarde llegaría a ser ‘tribuno de la plebe’ (116), ‘pretor’ (109) y, tras enriquecerse y ser admitido en el ‘orden ecuestre’, ‘cónsul’ ; durante su discutido mandato permitió por primera vez el alistamiento de los proletarii, hasta entonces excluidos del ejército, transformando así al ciudadano legionario en soldado profesional, lo que a la larga modificaría las estructuras militares romanas19. Escipìón (por consejo de su padre, según afirma Sempronio Aelio, combatiente en Numancia, como sabemos) no era partidario de plantear una batalla cerrada, salvo en caso de extrema necesidad, o bien en circunstancias muy favorables ; este dato es corroborado por Valerio Máximo y también por Plutarco (así dice: “La seguridad se compra con el tiempo. Ya que el buen general, como el médico, no debe recurrir al hierro más que como último remedio”). Por eso optó por rendir a Numancia por hambre. Sus fuerzas –romanos y aliados- sumaban unos efectivos totales de 60.000 hombres, que fueron distribuidos en dos campamentos unidos entre sí por un foso y un vallado que acordonaban totalmente a la ciudad formando una línea que se veía reforzada por siete reductos. A estas instalaciones añadió sendos fuertes en entrambas orillas del río 9 Duero, enlazado con sogas de las que colgaban unos rastrillos erizados de púas, lo que imposibilitaba por entero cualquier tentativa de evasión por vía fluvial de los sitiados20. Los numantinos, víctimas de la inanición21 y de agotamiento, acabaron suicidándose en masa, siguiendo el ejemplo de su jefe, Retógenes (o Rectúgenos), apodado ‘Karaunios’, quien había conseguido, al parecer, burlar el cerco romano junto con algunos compañeros, para recorrer varias ciudades arévacas (Lutia entre ellas) recabando su ayuda contra Roma, aunque sin ningún éxito en dicho extremo22. Todos los autores describen el suicidio colectivo de los numantinos con todo género de detalles, incluyendo el supuesto rito que siguieron antes de llevar a la práctica su fatídica decisión ; efectivamente, tanto Floro como Orosio (este último, posiblemente, basándose en el anterior) dicen que los sitiados ingirieron carne cruda y bebieron caelia, una bebida local confeccionada a base de jugo de trigo, para darse ánimos. También se reproducen conversaciones que supuestamente tuvieron lugar entre los sitiados23. Habría que preguntarse de dónde sacaron ambos historiadores esa información, si luego todos ellos insisten en que no hubo supervivientes (aunque, de hecho, se sabe por otras fuentes que los romanos consiguieron hacer algunos centenares de prisioneros tras la destrucción de la ciudad ; cincuenta de ellos figuraron en el desfile triunfal en Roma, y el resto fueron vendidos como esclavos24) ; tal vez lo imaginasen observando las costumbres de otros pueblos similares de la región, pero en ningún sitio se aclara esta cuestión. Así era la historiografía en tiempos clásicos: no se distinguía claramente la ficción de la realidad. El texto de Orosio, el famoso clérigo visigodo, es quizás el más interesante de este bloque, no tanto por su contenido, que repite lo dicho en otras obras históricas anteriores, sino porque, al ser el más extenso, nos permite hacer conjeturas acerca de quiénes pudieron haber sido sus modelos, algunos de los cuales cita casi literalmente, aunque sin indicar en ningún caso la fuente de información (que es, así lo pensamos, Floro en la mayoría de los casos), cosa que no es de extrañar, ya que esa práctica, tan habitual en nuestros días, no lo era tanto en tiempo antiguos. Orosio, por otro lado, se olvida en ocasiones de la sucesión cronológica de sus citas ; así, por ejemplo, refiriéndose a la salida final a la desesperación de los numantinos, dice: “Cruento y largo fue el combate, crítico para los romanos ; de nuevo los romanos hubieron dado ejemplo de luchar huyendo contra los numantinos de no pelear a las órdenes de Escipión”. Este episodio es una repetición casi exacta de otro que narra el mismo Orosio, acaecido presumiblemente algunos meses antes: “Pues 10 cuando se presentó la ocasión de luchar, el ejército romano, dominado por el ímpetu de los numantinos, volvió las espaldas ; pero, exasperado por las increpaciones y amenazas del cónsul, que con su propia mano les contenía, volviose al fin contra el enemigo y obligó a huir a aquel del que antes huía”. Triunfo del Escipión (132 a. de C.) El último bloque de textos relata de forma muy fragmentada y resumida los acontecimientos que tuvieron lugar en la Península Ibérica tras la toma de Numancia. La ciudad, que fue adjudicada a los ‘pelendones’, aliados de Roma durante la contienda, fue reconstruida y ampliada, llegando a extenderse sobre 58 ha con una forma oval de 740 m de longitud y 310 de anchura ; estaba dotada de una vía de circunvalación que discurría paralela a la muralla y de calles empedradas. Según consigna Apiano, una vez concluidas las guerras de conquista fueron enviados a Hispania diez senadores para organizar el territorio. Como recuerdan Christol & Nony25, la conquista de la Península Ibérica resultaba primordial para Roma: “... ofrecía opulentas tierras a los veteranos y a los itálicos emprendedores, que colonizaron el rico Levante y la llanura del Guadalquivir ; la explotación de las minas procuraba grandes beneficios a los hombres romanos de negocios y permitía la acuñación del denario de plata ; los indígenas pagaban tributo y suministraban excelentes tropas auxiliares. No obstante, la inmensidad del país hacía lenta su romanización y necesaria una fuerte guarnición”. Esas colonias y esos establecimientos militares fueron los núcleos a partir de los cuales fue avanzando el proceso romanizador, a un ritmo ciertamente lento, dado que durante mucho tiempo, como es sabido, coexistieron las instituciones romanas con las indígenas ; no sería hasta el siglo III d. de C., en época del Emperador Caracalla, que Hispania hubo asimilado la lengua, la cultura y las costumbres romanas en grado suficiente como para que pudiese otorgarsele la ciudadanía romana en todo su territorio. 11 APENDICE Autores que intervienen en los textos: APIANO (nacido el 95 a. de C.): Historiador griego. Su Historia Romana es de una gran objetividad26 y contiene numerosos datos sobre los pueblos vencidos por Roma y sobre las guerras civiles27 ; así, exceptuando algunas lagunas, se conservan las secciones relativas a las guerras de Hispania. CICERON (Marcus Tullius Cicero, 106-43 a. de C.): Orador romano, muy influyente en la política de su tiempo. Su familia, de origen plebeyo, poseía una gran fortuna acumulada durante generaciones. El texto que aquí se comenta forma parte del De oratore, un tratado sobre elocuencia compuesto el año 55 a. de C.28. Como buen romano que era, Cicerón no tenía ideas filosóficas originales, pero asumía de manera ecléctica las opiniones de diversos autores griegos, dando así muestra de su exquisita erudición. Su método filosófico, en efecto, consiste en la discusión de los argumentos de las diferentes escuelas, apoyándose 12 para ello en los siguientes criterios: verdad (punto de partida) y sumo bien (punto de llegada) ; para distinguir lo verdadera de lo falso, Cicerón se guía por su ‘sentido común’29. CLAUDIO CUADRIGARIO: Uno de los analistas romanos más antiguos. Vivió en tiempos de Sila y su obra fue una de las fuentes de Tito Livio32. ELIANO, el Sofista (Claudius Aelianus, 170-235 d. de C.): Escritor romano, discípulo de Pausanias. Fue maestro de retórica y escribió en griego, aunque nunca salió de Roma. Se conserva de él, entre otras obras, una Historia varia, recopilación de noticias, anécdotas y sentencias de autores tanto griegos como latinos, algunos de los cuales sólo se conservan a través suyo30. ESTRABON (58-25 a. de C.): Geógrafo griego. Visitó gran parte del Imperio Romano, En su madurez escribió unas Memorias históricas (perdidas en la actualidad) que, según las fuentes, continuaban la ‘Historia’ de Polibio desde la destrucción de Cartago y de Corinto hasta la muerte de César o la batalla de Actium. Por otro lado, el espíritu de su obra magna, la Geografía, cuya mayor parte se conserva y uno de cuyos libros está totalmente dedicado a Iberia31, está determinado por las ideas extremadamente eclécti-cas de su autor, con influencia directa de Eratóstenes, Hiparco, Eforo, Polibio y Posido-nio, entre otros. Lo que más interesa a Estrabón es descubrir las relaciones de los hom-bres, de los pueblos y de los imperios con el mundo físico32. EUTROPIO (Eutropius): Historiador latino del siglo IV d. de C. Fue secretario del Emperador Constantino, acompañó a Juliano en su expedición a Persia y dedicó a Valente su Breviarium historiae romanae, en diez libros, que tuvo un gran éxito, sobre todo durante la Edad Media, gracias a su imparcialidad y a su rigurosa precisión33. FLORO (Lucius Anneus Florus): Historiador romano del siglo II d. de C. Descendiente de la ilustra familia de los Sénecas, supo conquistar merecida fama entre los historiadores de Roma. Su obra principal, Rerum romanorum libri IV, comprende 700 años, desde la fundación de Roma hasta la paz de Octavio. Al tratar prácticamente los mismos hechos que Tito Livio, se ha acusado a Floro de haberlo plagiado ; esa suposición, según Mélida, no se sostiene, ya que en dicha obra se hace evidente la influencia de otros muchos autores clásicos, como son Polibio, Salustio, Cicerón, Plutarco, Patérculo, etc.34. FRONTINO (Sextus Julius Frontinus, 30-103 d. de C.): Funcionario romano, Hábil general, cónsul en 74, gobernador de Britania (78) e ingeniero militar y civil de primer orden, dejó una memoria, Acueductos de Roma, llena de detalles técnicos. Se conservan fragmentos de un tratado suyo de agrimensura, amén de Stratagemata, un tratado de arte militar35. FRONTON (Marcus Cornelius Fronto, 100-175 d. de C.): Retórico latino, preceptor de Marco Aurelio. Amigo de éste, ya Emperador, mantuvo con él una correspondencia familiar. Defendió las tradiciones del paganismo y se mantuvo fiel a las formas de la retórica ciceroniana. Lo que queda de sus escritos reviste poca importancia36. 13 GELIO (Aulus Gellius, 123-165 d. de C.): Gramático y crítico latino, discípulo de Herodes Atico y Frontón. Su obra Las noches áticas, en veinte libros, pone de manifiesto su espíritu inquisitivo y penetrante y contiene gran número de datos sobre escritores arcaicos37. Se trata de un diálogo donde se desarrollan cuestiones varias de gramática, filosofía, historia y arqueología ; aunque el estilo que despliega el autor adolece de afectación, oscuridad y de un tono bastante pedante, la obra resulta sin embargo valiosa por el gran número de citas y de referencias a personajes y tradiciones que presenta38. HORACIO (Quintus Horatius Flaccus, 65-8 a. de C.): Uno de los mayores poetas latinos, amigo personal de Augusto. Dotado de un temperamento de artista, muy fino y equilibrado, estaba por su cultura destinado a triunfar en la buena sociedad de Roma, pero siempre quiso conservar celosamente su libertad. Su epicureísmo, por otra parte, se traducía en una moral que buscaba el ‘justo medio’. Por la sobriedad y la severidad que demostró en lo literario y por su constante preocupación por la perfección, los humanistas del Renacimiento vieron en él el modelo de las virtudes clásicas del equilibrio y de la medida. Su filosofía, resumida en el famoso verso “carpe diem, carpe horam· (Aprovecha el día, aprovecha la hora), permite considerarlo como un adepto del ‘hedonismo’, pero la moral del placer está sometida en él en todo momento al control de la razón39. JUVENAL (Decimus Iunius Iuvenalis, 60-140 d. de C.): Poeta satírico latino. Algunos comentaristas le adjudican un origen hispánico ; según Mélida40, sin embargo, esta suposición, poco creíble, quizás ha estado fundada en el hecho de que sus padres al parecer eran iberos. Las fuentes antiguas aseguran también que su franqueza le ocasionó un destierro en Escocia o en Egipto, pero esto tampoco parece probable. Su exaltado patriotismo le hace oponer a la Roma de su tiempo, disoluta y cosmopolita, la imagen de la Roma de antaño, virtuosa y fuerte, tal como la habían idealizado Cicerón y Tito Livio. Sus ideas son pobres: moral ligeramente estoica, de buen burgués ; ausencia de visión política o social. Destaca más que nada por su poderoso realismo, llevado hasta la crudeza41. LUCILIO (Caius Lucilius, 180-102 a. de C.): Poeta satírico romano. Embebido de cultura griega, perteneció al círculo de Escipión Emiliano, a cuyas órdenes sirvió en la guerra de Numancia42. OROSIO (390-418): Historiador y teólogo visigodo, discípulo de San Agustín. Entre otras obras, es autor de Historiarum libri VI adversus pelagianos, que comienza con la creación de Adán y termina con las invasiones bárbaras contemporáneas suyas ; en el Libro V menciona la conquista de Numancia. Obra muy consultada por los cronistas medievales como fuente insustituible para el conocimiento de la Antigüedad ; su fama decayó, no obstante, durante del Renacimiento43. PLINIO (Caius Plinius Secundus, 23-79 d. de C.): Erudito y escritor latino, miembro de una familia rica del orden ecuestre. Fue ‘praefectus alae’ (oficial de caballería) en Germania ; después se dedicó al foro, y en el 67 pasó a Hispania como ‘procurator’44. Mandó la flota de Misena hasta que murió asfixiado, víctima de su curiosidad científica, durante la famosa erupción del Vesubio. Trabajador infatigable, compuso obras, actualmente perdidas o fragmentarias, sobre la táctica de la caballería, la instrucción de los abogados, la 14 historia de Germania, la gramática , escribió una biografía de Pomponio Secundo y continuó la Historia del Imperio Romano de Aufidio Basso. Pero la única obra suya que se ha conservado prácticamente íntegra es la Historia natural, comenzada el año 77 y dedicada a Tito45. PLUTARCO (46-125 d. de C.): Escritor griego natural de Queronea (Boecia). Según confesión propia, procedía de una acomodada familia de comerciantes. A los 20 años marchó a Atenas con el fin de ampliar sus estudios. Después realizó muchos viajes, por exigencias de sus negocios o bien para instruirse: estuvo comisionado en Corinto y fue procónsul en Acaya , visitó Egipto y, en varias ocasiones, Roma, donde se dedicó a impartir educación a jóvenes de familias distinguidas, entre ellos al futuro Emperador Adriano. Recorrió parte de Italia y de nuevo regresó a Queronea, donde permaneció hasta su muerte. Desempeñó los cargos de ‘arconte’ y de sacerdote de Apolo, esto último en Delphos. El Emperador Trajano le concedió, al parecer, la dignidad consular. Compuso gran cantidad de obras sobre temas diversos. Muchas de ellas se han perdido, y otras se conservan incompletas ; se le han atribuido numerosos escritos apócrifos. Su producción literaria se puede dividir en dos grupos46: • Moralia (ensayos y diálogos didácticos): Sus ideas filosóficas se inclinan decididamente hacia un platonismo de marcado sesgo religioso (‘platonismo pitagorizante’, según Rodolfo Mondolfo47), que utiliza como base racional de las creencias mitológicas de los griegos ; en ese sentido se manifiesta contrario tanto a estoicos como a epicúreos, aunque no deja de acusar la influencia de ambas escuelas, al igual que la de Aristóteles. Para él, la conversión de los dioses en fuerzas naturales, en héroes o en mitos era la consecuencia de una desconfianza que no sólo había destruido la vieja religión, sino que también había dado al traste con la vieja patria y la antigua moral. Su intento de restablecer las tradiciones conlleva un esfuerzo purificador, ya que pretendía excluir de los dioses, y especialmente del dios supremo, del ‘Bien causa de los bienes’, todo lo sensible, todo lo que pudiera convertirse en causa del mal, por mínimo que esto fuese48. • Vidas paralelas (biografías de personajes célebres griegos y romanos ; en la dedicada a Sertorio menciona la Península Ibérica): Según José Ramón Mélida49, los escritos históricos de Plutarco son poco de fiar , así dice: “Casi ninguna de las ‘Vidas’ es una biografía completa: el historiador pasa muy a menudo por alto hechos de grande importancia, o no las explana tanto como merecen. Sus preocupaciones morales o dramáticas le hacen olvidar algo los derechos imprescriptibles de la verdad, la cual debe salir toda a la luz. Plutarco escribía rápidamente y sin mucha crítica, cayendo de vez en cuando en errores materiales, particularmente respecto a Roma y sus instituciones, dando con frecuencia retorcidas interpretaciones al sentido de los autores de quienes sacaba sus documentos, prefiriendo también con frecuencia, por dejadez o por falta de criterio, autoridades sospechosas, ..., y por último poniéndose a veces consigo mismo en manifiestas contradicciones”. 15 POLIENO (Siglo II d. de C.): Nacido en Macedonia. Fue ‘retor’ y abogado en Roma durante el reinado de Marco Aurelio. Autor de Estratagemas, compilación de ocho libros dedicada a ese Emperador y a Lucio Vero, de escaso valor literario, pero que contiene numerosas anécdotas históricas50. RUTILIO RUFO (Rufus Publius Rutilius, 154-78 a. de C.): Político y jurisconsulto romano, cónsul en 105. Formado en la cultura griega como alumno que fue de Pametio, tomó parte, en tanto que tribuno militar, en el sitio de Numancia, y en tanto que legado, en la guerra de Numidia. Luchó contra Saturnino y Mario. Fue legado en Asia (94). Retirado a Esmirna, redactó sus Memorias, una Historia en griego y también tratados de jurisprudencia que le valieron en Roma la reputación de jurista eminente. Se ha conservado muy poco de su obra51. SALUSTIO (Caius Salustius Crispus, 86-55 a. de C.): Historiador romano, Triunfó en política gracias al apoyo que le prestó Cesar. Muerto éste, se retiró de la vida pública, consagrándose por entero a redactar sus obras históricas. Estas, influidas inicialmente por el partidismo inherente a su carrera política, fueron haciéndose progresivamente más objetivas a la par que pesimistas. Fue estimado por sus contemporáneos más como historiador que como político, debido a la firmeza de su estilo y a la penetración de sus análisis, que en cierto sentido recuerdan a los de Tucídides52. SEMPRONIO ASELIO (Publius Sempronius Asellio): Tribuno e historiador romano que vivió entre los dilos II y I a. de C. Tomó parte en el sitio de Numancia, del que dejó un relato que, como el resto de sus obras, se ha perdido casi en su integridad53. SÉNECA el Viejo (Marcus Annaeus Seneca, 55 a. de C.-39 d. de C.): Escritor latino de origen hispánico. Pertenecía al orden ecuestre y, algo después de la muerte de Cicerón, se trasladó a Roma, donde estuvo en contacto con los principales oradores y literatos de la época. Compuso unas Historias, obra de la que sólo se conservan escasos fragmentos y que describía los acontecimientos comprendidos entre los comienzos de la guerra civil desencadenada por César y Pompeyo y los años inmediatamente anteriores a la muerte del autor. Su hijo Lucio Anneo fue un insigne filósofo, considerado uno de los grandes maestros del estoicismo54. TITO LIVIO (64 (¿59?) a. de C.-17 d. de C.): Historiador romano, Se interesó por la retórica y también por la filosofía, pero especialmente por la historia. Su obra principal, a la que se entregó desde el 27 a. de C., el Ab urbe condita, que abarca desde la fundación supuesta de Roma hasta el 9 a. de C., y de la que sólo se conoce actualmente una parte reducida. De las ‘décadas’ (10 libros) únicamente han quedado la primera, la tercera, la cuarta y parte de la quinta. En la Antigüedad, ya en tiempos de su autor, tuvo esta obra una gran aceptación en todo el territorio del Imperio55, e incluso se hicieron resúmenes de la misma (periochae) para uso escolar. Es una historia bastante imparcial, equidistante del republicanismo a ultranza y de las desmesuradas alabanzas del régimen imperial, aunque su exaltación de la Roma primitiva y de sus virtudes favorecía, desde luego, en gran medida a la política de Augusto. Su estilo es muy vivo, pero está afectado por la formación retórica 16 de este autor ; sin embargo, la descripción de los ambientes y de las reacciones populares confieren al relato un gran interés56. VALERIO MAXIMO (Publius Valerius Maximus, siglo I a. de C.-siglo I d. de C.): Escritor romano. Dejó nueve libros de Hechos y dichos memorables, dedicados al Emperador Tiberio, que formaban una especie de manual donde filósofos y retóricos hallaban numerosas anécdotas morales clasificadas por géneros, sin valor histórico alguno, pero extraídas de los historiadores latinos y griegos57. VEGECIO (Flavius Vegetius Renatus): Escritor latino de finales del siglo IV y comienzos del V de nuestra era, que vivió en Constantinopla en medios sociales relacionados con la corte imperial. Escribió un Tratado sobre el arte militar basado en autores anteriores, obra asistemática y de valor muy desigual, en la que trata del reclutamiento, de los ejercicios de adiestramiento y de tácticas militares61. VELEYO (Caius Veleius Paterculus, 19 a. de C.-31 d. de C.): Historiador latino. Acompaño a César en su viaje a Oriente. Fue nombrado cuestor (6) y pretor (14). Su obra histórica Historiae romanae, dedicada al cónsul Vinicio, se conserva con importantes lagunas. Se trata de un compendio de historia universal en sus relaciones con la historia romana, redactada en un estilo que, a imitación de Salustio, es por lo general, claro, conciso y enérgico. Falta a la imparcialidad que por lo general le caracteriza al referirse a hechos acaecidos en tiempos del Emperador Tiberio, a quien alaba de forma desmesurada58. 17 BIBLIOGRAFIA CHRISTOL, Michel, y NONY, Daniel, 1991, De los orígenes de Roma a las invasiones bárbaras, Madrid, Akal FERRATER MORA, José, 1979, Diccionario de Filosofía, Madrid, Alianza MONDOLFO, Rodolfo, 1964, El Pensamiento Antiguo, Buenos Aires, Losada VARIOS, 1894, Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes, Barcelona, Montaner & Simón VARIOS, 1961, Everyman’s Encyclopedia, London, J.M. Dent & Sons VARIOS, 1981, Nueva Enciclopedia Larousse, Barcelona, Planeta VARIOS, 1999, Encarta-2000, CD-Rom ooooooooooooooooooooooooooooooooooo 18 NOTAS MELIDA, José Ramón, 1894, “Numancia”, en VARIOS, Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes (XIV), Barcelona, Montaner & Simón, pg. 1.051 2 CHRISTOL, Michel, y NONY, Daniel, 1991, De los orígenes de Roma a las invasiones bárbaras, Madrid, Akal, pp. 73-74 3 Floro, en la ‘Guerra Numantina’, dice: “Numancia, superior en riquezas a Cartago, Capua y Corinto, es igual a todas en su forma y reputación ; y si se quiere pesar en justa balanza a los hombres, es la mayor honra y timbre de España, porque careciendo de muros y de torres, colocada en un montecillo de no grande elevación, junto al Duero, con sólo 4.000 soldados, sin ayuda de nadie, se sostuvo por espacio de 14 años contra ejércitos de 40.000 soldados. Y no sólo se sostuvo, sino que a veces los destrozó con carnicería y les obligó a tratados vergonzosos”.[MELIDA, op. cit., XIII, pg. 1.170] 4 VARIOS, 1981, Nueva Enciclopedia Larousse, Barcelona, Planeta, pg. 7.100 5 CHRISTOL & NONY, op. cit., pp. 74-75 5 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 2.039 6 CHRISTOL & NONY, op. cit., pg. 68 7 Término referido a la silla de marfil que dichos altos funcionarios ocupaban. [Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 2.547] 8 Uno dirigía las legiones, y el otro permanecía en el Senado ; en alguna ocasión, sin embargo, como ocurrió cuando el desastre de Varrón, llegaron a verse dos ejércitos consulares al mismo tiempo. [MELIDA, op. cit., V, pg. 789] 9 Este derecho era efectivo a partir de una distancia de mil millas de las murallas de Roma, y el ‘cónsul’ podía incluso decidir el género de suplicio o de muerte que debía aplicarse. 10 La adivinación por medio del contacto indirecto o artificial con lo sobrenatural depende de la interpretación de un médium del comportamiento de animales y fenómenos naturales que podrían comunicar mensajes de lo sobrenatural. En la Antigüedad, los métodos inductivos o artificiales de adivinación más comunes fueron el sortear o echar a suertes, la aruspicina, lectura de las entrañas de los animales y la ornitomancia, estudio de la actividad de los pájaros. En la antigua Roma, los augures y sacerdotes llevaban a cabo sus adivinaciones en elaboradas ceremonias llamadas augurios, donde leían auspicios o pronósticos. Para determinar la voluntad de los dioses, empleaban la aruspicina, la ornitomancia y la interpretación de los sueños y visiones como formas de adivinación. Estos augures, miembros de una escuela que existió en Roma desde su fundación hasta finales del siglo IV a. de C., detentaban un enorme poder. Ningún romano se embarcaba en una empresa importante sin haber consultado con los arúspices si los auspicios le eran favorables. [Encarta-2000] 11 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 3.439 12 Ibid., pg. 2.039 13 Ibid., pg. 7.101 14 Lucilio llama a Escipión “nuestro pretor”, y efectivamente, éste era el nombre que recibían los cónsules cuando se ponían al frente de sus tropas, habitando el praetorium, recinto privilegiado del campamento, y ocupándose, como Escipión, del reclutamiento y la instrucción de los efectivos, una de sus obligaciones primordiales. [MELIDA, op. cit., V, pg. 789] 15 Según José Ramón Mélida, Yugurta había acudido a Numancia “... para combatir a los romanos” ; esta afirmación se contradice evidentemente con lo consignado por Salustio, según el cual los ‘númidas’ fueron allí “como auxiliares del pueblo romano”, y su jefe, “... por su incesante actividad y diligencia, por su disciplinada obediencia y su valor en salir muchas veces al pa-so de los peligros, había llegado en poco tiempo a tanta fama, que por los nuestros era querido con vehemencia, para los numantinos era causa del mayor terror”, siendo aclamado y recompensado por Escipión por tal motivo. [Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 10.493 ; [MELIDA, op. cit., XXIII, pg. 151] 16 Ibid., pg. 10.494 17 Ibid., pg. 7.104 18 CHRISTOL & NONY, op. cit., pg. 83 19 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 6.230 20 Ibid., pg. 7.101 1 19 21 Llegaron a comerse a sus propios muertos, según consigna horrorizado Valerio Máximo, testigo de los acontecimientos. [N. A.] 22 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 8.300 23 Plutarco: “Como los ancianos reprochasen a los derrotados el haber huido de aquellos a quienes tantas veces habían puesto en fuga, dícese que contestó uno de los numantinos: ‘El rebaño es el mismo, el pastor es otro’”. [N. A.] 24 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 7.101 25 CHRISTOL & NONY, op. cit., pg. 74 26 José Ramón Mélida confirma esta apreciación: “El mismo Apiano dice en su prefacio que no satisfaciéndole el método seguido por los historiadores romanos anteriores a él y encontrando incómodo no poder seguir los destinos de un mismo pueblo a través de los anales de Roma, ha querido dar a su composición un nuevo plan en que cada uno de los pueblos conquistados por los romanos tenga su historia aparte, y en que las mismas guerras civiles, caracterizadas por el nombre de algún general célebre o por un hecho notable, formen cada una un libro distinto”, [MELIDA, op. cit., pg. 391] 27 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 2.026 28 Ibid., pp. 1.934-35 29 MONDOLFO, Rodolfo, 1964, El Pensamiento Antiguo (II), Buenos Aires, Losada, pp. 113-14 32 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 2.026 30 Ibid., pg. 3.246 31 Según José Ramón Mélida, Estrabón introduce errores geográficos de bulto ; por ejemplo, “... da una falsa dirección a los Pirineos, a los cuales hace partir de Sur a Norte, lo que fuerza a inclinar la Galia mucho más hacia el Noroeste y a suprimir la Punta Armoricana . ...”. [MELIDA, op. cit., VII, pg. 1038] 32 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 3.600 33 ibid., pg. 3.748. José Ramón Mélida apostilla: “Puede, sin embargo, vituperarse a este autor por graves errores de hechos y fechas, y sobre todo por la omisión sistemática de todo aquello que podía avergonzar al pueblo romano”. [MELIDA, op. cit., VII, pg. 1.170] 34 Ibid., VIII, pg. 505 35 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 4.714 36 Ibid., pp. 4.174-75 37 Ibid., pg. 828 38 VARIOS, 1961, Everyman’s Encyclopedia (I), London, J.M. Dent & Sons, pg. 601 39 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 4.969 40 MELIDA, op. cit., XI, pg. 337 41 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 5.514 42 Ibid., pg. 5.939 43 Ibid., pg. 7.282 44 José Ramón Mélida amplia este punto como sigue: “Apartado de la política en los días de Nerón, dícese, no obstante, que este emperador le nombró procurador de la España Citerior, y que en ella vivió Plinio cuatro años, agregando que al volver a Roma visitó el mediodía de las Galias. Consta que, por nombramiento de Vespasiano, vino a España (año 79) para ejercer el cargo de cuestor y procurador del Erario en la Bética. Desempeñó con celo y exactitud las funciones que se le habían confiado ; estudió a fondo las varias regiones de España que pudo visitar ; recogió abundantes datos para su ‘Historia Natural’ ; granjeose el afecto de muchos españoles distinguidos, con los cuales mantuvo luego correspondencia desde Roma, y dejó en todos grata memoria”. [MELIDA, op. cit., XV, pg. 819] 45 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 7.866 46 Ibid., pp. 7.871-72 47 MONDOLFO, op. cit., pp. 225 ss. 48 FERRATER MORA, José, 1979, Diccionario de Filosofía (III), Madrid, Alianza, pg. 2.608 49 MELIDA, op. cit., pg. 847 50 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 7.900 51 Ibid., pg. 8.724 52 Ibid., pg. 8.821 53 Ibid., pg. 8.821 54 Ibid., pg. 9.045 20 José Ramón Mélida refiere lo siguiente a este respecto: “Refiere Plinio el Joven que un habitante de Cádiz se trasladó a Roma sólo para conocer al historiador y que, logrado su propósito, regresó a España. San Jerónimo, ampliando este hecho, dice que en Roma fueron varios nobles galos y españoles sólo para contemplar a Tito Livio”. [MELIDA, op. cit., pg. 1.023] 56 Nueva Enciclopedia Larousse, op. cit., pg. 9.705 57 Ibid., pg. 10.092 61 ibid., pg. 10.161 58 MELIDA, op. cit., XIV, pg. 1.051 55