#23
COMO EN EL
PRINCIPIO.
EL BALBUCEO
DEL LENGUAJE
POÉTICO
Eduardo Pellejero
Universidad Federal de Rio Grande do Norte (Brasil)
Ilustración || Ignacio Gómez Sales
Artículo || Recibido: 16/10/2020 | Apto Comité Científico: 23/05/2020 | Publicado: 07/2020
DOI: 10.1344/452f.2020.23.9
edupellejero@gmail.com
Licencia || Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 License
179
452ºF
Resumen || Todos los escritores buscan algo, incluso cuando no siempre sepan lo que buscan. De sus
obras siempre esperamos y retenemos algunos hallazgos, pero sobre todo estimamos la perseverancia
en el ejercicio de nombrar y renombrar el mundo, que es prerrogativa de nuestra libertad. Nacimiento
continuado, la literatura sacude o hace tartamudear la lengua, desconociendo el ascendiente de sus
orígenes y exponiendo el lenguaje al riesgo de su suspensión —y quizás también a la posibilidad del
recomienzo—. El presente trabajo pretende explorar algunas de las singularidades del lenguaje poético
en cuanto expresión creadora, a partir de un diálogo con las obras de Maurice Merleau-Ponty, Michel
Foucault y Gilles Deleuze.
Palabras clave || Lenguaje poético | Balbuceo | Expresión creadora | Merleau-Ponty
Abstract || All writers are looking for something, even though they may not always know what that something
is. From their works, we expect and keep some discoveries, but mainly we value their perseverance in
the exercise of naming and renaming the world, which is a prerogative of our freedom. Literature shakes
language, or makes it stutter, exposing its structures to the risk of suspension —and perhaps, also, to
the chance of a new beginning—. This paper aims to explore some singularities of poetic language as
creative expression, establishing a dialogue with the works of Maurice Merleau-Ponty, Michel Foucault
and Gilles Deleuze.
Keywords || Poetic Language | Babbling | Creative expression | Merleau-Ponty
Resum || Tots els escriptors busquen alguna cosa, fins i tot quan no sempre sàpiguen el que busquen.
De les seves obres sempre esperem i retenim algunes troballes, però sobretot estimem la perseverança
en l’exercici de nomenar i canviar de nom el món, que és prerrogativa de la nostra llibertat. Naixement
continuat, la literatura sacseja o fa quequejar la llengua, desconeixent l’ascendent dels seus orígens i
exposant el llenguatge al risc de la seva suspensió —i potser també a la possibilitat del recomençament—.
El present treball pretén explorar algunes de les singularitats del llenguatge poètic com a expressió
creadora, a partir d’un diàleg amb les obres de Maurice Merleau-Ponty, Michel Foucault i Gilles Deleuze.
Paraules clau || Llenguatge poètic | Balboteig | Expressió creadora | Merleau-Ponty
180
Osip Mandelshtam
Max Aub decía que el único pecado para un escritor es no sentir que
está como en el principio (incluso del lenguaje). Esto es así porque
la literatura es una búsqueda. Todos los escritores buscan algo,
incluso cuando no sepan lo que buscan1. De sus obras esperamos
y retenemos algunos descubrimientos, pero sobre todo la ambición
prometeica de renombrar el mundo, que es la prerrogativa de nuestra
libertad2.
La filosofía siempre especuló sobre el origen del lenguaje. Más
recientemente, la ciencia moderna creyó poder encontrarlo
literalmente en alguno de los rincones del cerebro y desvendar
su secreto sin sombras. Sin embargo, tal vez sea posible asistir a
su nacimiento de una forma al mismo tiempo más simple y más
directa, porque con cada frase, con cada palabra de cada frase, la
literatura es la potencia de ese gesto inaugural, donde las cosas se
desconocen a sí mismas y el mundo se asombra del mundo.
No puedo dejar de recordar que Noam Chomsky, siempre que es
interrogado sobre el lenguaje de la poesía, se excusa aludiendo a
la opacidad del lenguaje literario y su incompetencia en la materia3.
Esto siempre me pareció extraordinario: que Chomsky, que opinaba
sobre todo, no se atreviera a tejer tesis sobre la literatura.
Por su parte, Gilles Deleuze, que no despreciaba las ciencias,
se lamentaba de que los estudios sobre el lenguaje estuviesen
invariablemente enfocados en los fenómenos de comunicación
y no prestasen atención, o casi no prestasen atención, a esos
acontecimiento singulares sin los cuales ni siquiera el propio lenguaje
sería posible: las manifestaciones de la expresión creadora4,
donde el lenguaje no se comporta como un medio de codificación
y decodificación para significaciones disponibles, sino que asume
la tarea de producir significaciones a partir de una experiencia no
pautada del mundo (Merleau-Ponty, 1991: 43).
NOTAS
1 | Merleau-Ponty (2004: 138)
recuerda que Balzac coloca
en boca de Louis Lambert,
genio fracasado de La comedia
humana, estas palabras:
«Camino para algunos
descubrimientos».
2 | «Todo acto de expresión
literaria o filosófica contribuye
para cumplir el voto de
recuperación del mundo
que fue pronunciado con el
aparecimiento de una lengua,
esto es, de un sistema finito
de signos que en principio
se pretendía capaz de
captar cualquier ser que se
presentase. En lo que le
concierne, realiza una parte
de ese proyecto y prorroga el
pacto que acaba de llegar al
vencimiento abriendo un nuevo
campo de verdades» (MerleauPonty, 1991: 102).
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Hemos aprendido no a hablar, sino a balbucear, y
únicamente prestando oído al ruido creciente del mundo,
y, una vez blanqueados por la espuma de su cresta,
hemos adquirido una lengua.
3 | Ver, por ejemplo, la
entrevista de Chomsky con
Al Page en la Universidad
de Washington (1989):
<https://www.youtube.com/
watch?v=hdUbIlwHRkY>.
4 | Por su vez, MerleauPonty decía: dejar esto de
la expresión (y los secretos
del nacimiento del sentido y
del lenguaje) en manos de
los psicólogos es como dejar
dinamita en manos de niños.
5 | Estuvimos muchas
veces ahí, solos, en lo alto
de la noche, casi a oscuras,
en el secreto de nuestras
habitaciones.
Lo cierto es que cada vez que la literatura conmueve el lenguaje, esto
es, cada vez que suspende sus poderes y coloca entre paréntesis
su valor de verdad para hacerlo balbucear palabras nunca antes
pronunciadas, la mente humana vuelve a entrar en la caverna5. «La
impronta del poeta [...] retoma y reinventa a su manera el grito de los
orígenes» (Merleau-Ponty, 1974: 68 – modificado).
Evidentemente, el lenguaje no funciona ni siempre ni la mayoría
de las veces de esa forma. Moneda depositada en silencio en la
181
Cuando, por el contrario, el lenguaje es solidario de la expresión
creadora6, cuando es exploración de lo que se agita en nuestra
intimidad o asombra al mundo, esto es, cuando se impone a la
habladuría y se confronta con el silencio fascinado del que proviene,
cuando nos deja sin palabras y permite escuchar el rumor inmemorial
al que se remonta continuamente todo intento de extraer de lo real un
poco de sentido —entonces el lenguaje poético es «un nacimiento
continuado» y no admite reducción7.
Hace unos años fue encontrada en una gruta de Stadel, Alemania,
una escultura de marfil de más de 32 000 años de antigüedad.
El cuerpo es humano, la cabeza de león. Constituye uno de los
primeros ejemplos de la capacidad humana para imaginar cosas
que no existen, esto es, para traer lo nuevo al mundo y poblar de
formas inéditas el universo.
Todos los animales, al parecer, poseen alguna forma de lenguaje
(hasta los insectos). Algunos, como los monos, poseen incluso un
lenguaje vocal que en algunos aspectos se asemeja al nuestro. Los
zoólogos han identificado, por ejemplo, entre los monos-verdes,
gritos que sirven para comunicar diversos peligros. Así, un grito
significa «¡cuidado, un águila!» y otro, diferente, «¡cuidado, un
león!»8.
Un ser humano puede decir, además, que por la mañana, cerca de la
curva del río, vio un león atrás de una manada de bisontes, y describir
la localización exacta, incluyendo los caminos que conducen al lugar
(permitiendo trazar un plan para acercarse al río, espantar al león
y cazar los bisontes). También puede hablar de otros hombres y
mujeres, incluso cuando no se encuentren presentes (chisme). Pero
sobre todo es capaz de expresar, no apenas lo que es, sino también
lo que no es, lo que podría ser —esto es, lo que late en su pecho
o asombra sus sueños—9. El ser humano es, en virtud de esa rara
potencia del lenguaje que habla, un animal expresivo —o un animal
literario, como dice Rancière (2005: 59)10.
Esta singularidad, que fue propiciada por la naturaleza11, de alguna
manera nos emancipa de la naturaleza, porque es capaz de dar
lugar a naturalezas segundas (a nuevas formas y configuraciones
de lo humano). A través del lenguaje, con efecto, podemos poner
en causa nuestra constitución histórica y contribuir para lo que
Hegel llamaba el devenir de la conciencia12, rearticulando lo dado,
resignificando nuestra experiencia y expresando creativamente
NOTAS
6 | «Distinguimos el uso
empírico del lenguaje ya
elaborado y el uso creador, del
cual el primero solo puede ser
un resultado» (Merleau-Ponty,
1991: 45).
7 | Iuri Lotman (1978: 30)
decía que la literatura era
«una fabulosa generadora de
lenguaje».
8 | Sobre estas cuestiones,
ver: Robin Dunbar, Grooming,
Gossip, and the Evolution of
Language, Londres: Harvard
University Press, 1998; Arnold,
K., Pohlner, Y., & Zuberbühler,
K., «A forest monkey’s alarm
call series to predator models»,
en: Behavioral Ecology and
Sociobiology, 62(4), 2008:
549–559; Arnold, K., &
Zuberbühler, K., «Semantic
combinations in primate calls»,
en: Nature, 441(7091), 2006;
Cheney, D. L., & Seyfarth,
R. M., How monkeys see the
world, Chicago: IL: University
of Chicago Press, 1990.
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palma de nuestra mano, se encuentra ordinariamente al servicio
del comercio que tendemos a confundir con la praxis. Quizás, como
constatan actualmente los lingüistas, entonces el lenguaje se preste
al cálculo.
9 | Una introducción simple al
estado de los estudios sobre
estas cuestiones, accesible
a legos, puede encontrarse
en: Yuval Noah Harari,
Sapiens. Uma breve história
da humanidade, São Paulo:
L&PM, 2015.
10 | En un estudio de 1955
dedicado al pensamiento de
Hegel (y de Kojéve), Georges
Bataille ya afirmaba que lo
que distingue al hombre del
animal es la ficción, tejida en
la distancia que nos separa
de lo real, de la necesidad
y de la muerte. Sobre ese
singular plano expresivo somos
capaces de afirmar lo que no
es, tal como es, y construir,
más allá de las exclusiones
que define lo que se presenta
como verdadero para una
época dada, la trama de otros
mundos posibles (Bataille,
2013: 405).
11 | Sobre esto ver Henri
182
Maurice Merleau-Ponty fue sin dudas uno de los pensadores que
más profundamente indagó en los secretos del nacimiento del
sentido y del lenguaje, que eran para él los secretos del sentido y
del lenguaje nacientes tal como se manifiestan, por ejemplo, en la
literatura —«momento fecundo en que las palabras dan forma a la
experiencia, en que un sentido que era apenas latente encuentra los
emblemas que lo liberarán y lo tornarán manejable para el artista y
accesible a los otros» (Merleau-Ponty, 1974: 71 – modificado).
En un texto de 1952, Merleau-Ponty relata su asombro ante una
película que mostraba, en cámara lenta, el prodigioso trabajo de
Henri Matisse. Al parecer, el propio Matisse quedara conmovido al
ver que su pincel meditaba, «en un tiempo dilatado y solemne, en una
inminencia de comienzo del mundo, intentando diez movimientos
posibles, danzando ante la tela, rozándola varias veces, hasta por fin
abatirse como un rayo sobre el único trazado necesario» (MerleauPonty, 1974: 46-47).
La crítica, influenciada por el estructuralismo, intentó muchas veces
colocarse en la posición de esa cámara, desde donde el lenguaje
aparece como un espacio de permutación entre posibles y la
obra como una elección a ser justificada o comparada con otras
elecciones posibles13. Sucede, no obstante, que la duda de Matisse
es antes signo de la contingencia radical de todo lenguaje naciente
y que las palabras no se buscan como se busca un martillo para
clavar un clavo, ni mucho menos como una solución entre otras en
un juego sin consecuencias14. La escritura, por ejemplo, en cuanto
movimiento singular del lenguaje poético, es, antes, un tanteo, un
gesto cuya significación solo se revela a posteriori, en los textos a
los que da lugar15.
Intentando caracterizar la naturaleza impropia de esa forma de
la expresión creadora, Deleuze decía: el escritor tartamudea16;
Merleau-Ponty propone sacudir el aparato del lenguaje. En todo
caso, cuando la palabra, por fin, gana una articulación efectiva,
suena, incluso a los oídos del propio escritor, como una palabra
nunca antes oída, nueva, inaugural. «El artista […] no se contenta
con ser un animal cultivado, él asume la cultura desde su comienzo
y la funda nuevamente, habla como el primer hombre habló y pinta
como si jamás hubiesen pintado» (Merleau-Ponty, 2004: 139).
Aunque, como irónicamente recordaba Michel Foucault (2000:
163), la literatura está hecha de lenguaje y la palabra siempre tiene
lugar sobre un fondo de palabra (Merleau-Ponty, 1991: 42), su muy
NOTAS
Bergson, Les deux sources de
la morale et la religion, Paris:
Puf, 1984.
12 | Por su vez, «la literatura
habla un lenguaje particular
que se sobrepone a la
lengua natural como sistema
secundario» (Lotman, 1978:
55), pero que no por eso deja
de ser capaz de operar sobre
el lenguaje común. En el fondo,
no hay lengua originaria y la
literatura es el lugar donde
mejor se procede al olvido de
los orígenes.
13 | «Considerando el
lenguaje como hecho
consumado, residuo de actos
de significación pasados,
el científico deja escapar la
claridad propia del habla, la
fecundidad de la expresión»
(Merleau-Ponty, 1991: 91).
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nuestra relación con el mundo y con los otros —son cosas que están
en el corazón de lo que somos (de nuestra libertad).
14 | «Ningún lenguaje se
separa totalmente de la
precariedad de las formas
de expresión mudas,
no reabsorbe la propia
contingencia» (Merleau-Ponty,
1991: 83).
15 | «El propio autor no
tiene ningún texto que pueda
confrontar con su escrito,
ningún lenguaje antes del
lenguaje. Si sus palabras lo
satisfacen, es por un equilibrio
cuyas condiciones ella propia
define, por una perfección sin
modelo. […] Como el tejedor,
el escritor trabaja por el revés:
lidia apenas con el lenguaje,
y es así que de repente se
encuentra rodeado de sentido»
(Merleau-Ponty, 1991: 43 y 45).
16 | Proust decía: «las obras
maestras están escritas
en una especie de lengua
extranjera». Es lo mismo que
tartamudear, pero siendo
tartamudo del lenguaje y no
simplemente de la palabra. Ser
extranjero, pero en su propia
lengua, y no simplemente
como alguien que habla una
lengua que no es la suya. Ser
183
Para eso, la literatura transmuta el sentido disperso en la experiencia,
movilizando en su provecho instrumentos ya revestidos —por el
uso— de una significación común: palabras, formas, giros, sintaxis,
e inclusive géneros literarios, maneras de contar (Merleau-Ponty,
1974: 62). En ese expediente, no duda en cuestionar todo el orden
de la significación para alcanzar aquello que escapa al lenguaje;
«en el límite, es posible que ninguna de las palabras de la literatura
tenga exactamente el sentido que damos a las mismas palabras que
pronunciamos cotidianamente, es posible que la palabra suspenda
el código del cual fue tomada» (Foucault, 2000: 159).
La literatura conserva destruyendo e interpreta deformando. Antes
de constituirse como representación de una realidad cualquiera,
opera una «metamorfosis del mundo percibido (confuso e incierto)
en un universo significante (ficcional o lírico)» (Merleau-Ponty, 1974:
67); metamorfosis del mundo en el hombre, en cuanto cosa humana,
decía Nietzsche (2001: 15), pero también «respuesta a aquello que
el mundo, el pasado, las obras anteriores le pedían —consumación,
fraternidad» (Merleau-Ponty, 1974: 80).
NOTAS
bilingüe, multilingüe, pero en
una sola y misma lengua, sin
ni siquiera dialecto o patois.
Ser un bastardo, un mestizo,
pero por purificación de la
raza. Ahí es donde el estilo
crea lengua. Ahí es donde el
lenguaje deviene intensivo,
puro continuum de valores y
de intensidades. Ahí es donde
toda la lengua deviene secreta,
y, sin embargo, no tiene nada
que ocultar, en lugar de crear
un subsistema secreto en
la lengua. A ese resultado
solo se llega por sobriedad,
sustracción creadora. La
variación continua solo tiene
líneas ascéticas, un poco
de hierba y de agua pura»
(Deleuze-Guattari, 1980: 123125).
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particular manera de poner en juego el lenguaje hace que las palabras
funcionen menos como signos que como una forma de materia sutil
—«el mínimo de materia de que un sentido tiene necesidad para
manifestarse en las cosas» (Merleau-Ponty, 1974: 61)—17. Luego,
la literatura es de alguna forma un poder espiritual, que desdobla
un universo capaz de alojar en sí las propias cosas o establece un
lazo entre el hombre y el mundo, entre la subjetividad y los objetos18
—transposición aproximativa, indirecta, alusiva, nunca completa, en
una lengua extraña, pero capaz de tornar la experiencia significante
sin ocultar el fondo asignificante sobre el que tiene lugar.
17 | En una nota al margen
muy sugestiva, Merleau-Ponty
se pregunta: «Metensomatosis
del arte. ¿Qué es
transportado?».
18 | Lazo elusivo y precario (se
trata, apenas, de una relación
estética), pero fundamental.
Eso quiere decir que lo propio del lenguaje literario no es dar
preferencia a lo subjetivo sobre lo objetivo, a lo individual sobre
lo universal, o a lo no-significante sobre lo significante. En última
instancia, el poeta, ocupado en expresar el sentido de su experiencia,
«nada sabe de la antítesis del hombre y del mundo» (Merleau-Ponty,
1991: 55).
La literatura no es la mera exposición de fantasías noveladas, de
creencias, ilusiones o ideologías, sino un tratamiento específico del
mundo —no un tratamiento opuesto al trato de lo verdadero, sino un
trato diferencial, que complica todo el orden del discurso, a través de
transposiciones, metáforas y metonimias, «manifestando el deseo
de dar al mundo— tal como este es a los ojos del hombre despierto,
tan diverso, irregular, vano e incoherente —una forma siempre
nueva» (Nietzsche, 2001: 19).
184
La aventura que comporta la literatura, por tanto, excede largamente
los cálculos de la actividad significante. Tiene lugar en la distancia
que va de lo que vivimos o experimentamos a lo que es o ya fue
dicho y pensado, escrito o pronunciado —o es esa distancia, cavada
en el interior del propio lenguaje, exponiéndolo, dispersándolo,
trabajándolo (Foucault, 2000: 142)20.
Ningún camino regular conduce de la incandescente multiplicidad
de la experiencia al orden de la significación, pero las operaciones
poéticas parecen dotar al escritor «de nuevos órganos» (MerleauPonty, 1974: 71), de una extraña sensibilidad por la cual es capaz de
percibir el exceso de lo que hay por decir sobre los poderes ordinarios
del lenguaje21. De ahí que la temporalidad en la cual trabaja no se
adecue a la fugacidad de los actos ilocutorios cotidianos, sino que
se abra a una «eternidad siempre por rehacer» donde encuentra y
coloca en causa, abraza y transfigura «toda una serie de expresiones
anteriores sedimentadas» (Merleau-Ponty, 1974: 98).
Merleau-Ponty (1974: 76) dice que la poesía hace arder el lenguaje
ordinario, en un sentido que recuerda inevitablemente los juegos
ardientes de la ficción de los que hablaba Foucault (1994: 506). Eso
significa que sus palabras subvierten e indeterminan, impugnan y
ponen en variación el lenguaje hablado y, en general, los regímenes
del lenguaje en sus más diversas órdenes del discurso22. Colocan al
descubierto, «bajos los enunciados y su ruido sabiamente ordenados
a significaciones bien definidas, un lenguaje operante o hablante
cuyas palabras viven una vida secreta como los animales de las
grandes profundidades» (Merleau-Ponty, 1974: 98). Debajo del
desorden que producen sus excentricidades sintácticas y ortográficas,
su indocilidad semántica y su inclinación a lo asignificante, y también
su falta de respeto por los lugares de enunciación asignados y
su ignorancia programática de las relaciones instituidas entre las
palabras y las cosas, revelan siempre algo más23. Juan José Saer
acostumbraba decir que no se escribe literatura para esquivar, por
inmadurez o irresponsabilidad, los rigores que exige el tratamiento
de la «verdad», sino justamente para poner en evidencia el
empobrecimiento de la realidad que imponen los modos instituidos
de ejercer el lenguaje; escribir «multiplica las posibilidades de
tratamiento de lo real, se sumerge en su turbulencia, desdeñando la
actitud ingenua que consiste en pretender saber de antemano cómo
NOTAS
19 | «La expresión de aquello
que existe es una tarea
infinita» (Merleau-Ponty, 2004:
134).
20 | «El escritor, sin
transiciones ni preparativos,
nos transporta del mundo
ya dicho para otra cosa»
(Merleau-Ponty, 1991: 82).
21 | Para un artista, escribe
Merleau-Ponty (2004: 138),
una única emoción es
posible: «el sentimiento de
extrañeza», y un único lirismo:
«el de la existencia siempre
recomenzada».
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Al mismo tiempo, porque la percepción nunca está acabada, y
porque la articulación significante del mundo comporta un trabajo
infinito19, el lenguaje poético hace oír su ascendente bajo las formas
del lenguaje corriente —apelando a nuestra potencia de expresar
más allá de lo visto y lo pensado, de lo dicho y lo experimentado.
El lenguaje, decía Merleau-Ponty (1991: 53), es preciso que sea
poesía.
22 | La literatura no se
distingue para Foucault por
las historias que cuenta, sino
por la torsión que impone al
lenguaje y por el espacio de
variación que abre al nivel de
la enunciación. De ahí que
desde el momento en que
tiene lugar, con cada palabra
escrita o pronunciada, pueda
1) comprometer el lenguaje,
y 2) transgredir el orden del
discurso.
23 | «Otro orden, un nuevo
sistema de equivalencias [que]
exige esa subversión […] en
nombre de una relación más
verdadera entre las cosas»
(Merleau-Ponty, 1974: 76).
Un poeta tiene por tarea,
definitivamente, traducir esas
palabras, esa voz, ese acento
cuyo eco cada cosa o cada
circunstancia le envía. No hay
cambio en el lenguaje ordinario
ante el cual retroceda para
llevar a cabo su tarea, pero no
propone ningún cambio que no
sea motivado.
185
Ningún escritor ignora que, incluso cuando la lengua ofrezca más
de lo que habríamos sabido encontrar por nosotros mismos, todo
está aún por ver, por pensar y por hacer, y que es siempre preciso
reinventar el lenguaje en el interior del lenguaje. «Los bellos libros
están escritos en una especie de lengua extranjera» (Proust, 1971:
305). El lenguaje, tal como se dispone a un sujeto cualquiera en la
hora de dar forma y sentido a la experiencia, constituye apenas un
punto de partida o, mejor, un punto de inflexión en las aventuras de
la expresión. Como saben los poetas, «la existencia de una lengua
dada nos oculta más de lo que nos revela la verdadera función de
la palabra» (Merleau-Ponty: 120). La comprensión del mundo y de
los otros no se encuentra dada a priori, depositada en el tesoro de la
lengua, sino que se promete a aquellos decididos a ir hasta el final
en la selva de las cosas y de los signos —a aquellos que, superando
el silencio que parece imponernos la experiencia cuando excede
sus límites habituales, tienen el coraje de responder de manera
creativa, por metáforas prohibidas y encadenamientos conceptuales
inauditos, destruyendo las viejas barreras (Nietzsche, 2001: 20).
Ahora, «el hombre que escribe, si no se contenta con dar continuidad
al lenguaje que recibió, o en volver a decir cosas ya dichas, no quiere
tampoco substituirlas por un idioma que […] sea cerrado sobre
su propia significación» (Merleau-Ponty, 1974: 109). Ni la poesía
ni la literatura fueron nunca la fantasía de un lenguaje privado. El
recomienzo perpetuo, que es la cifra en la cual reconocemos su
intimidad con la expresión creadora, no es una hecatombe, un
holocausto, sino parte de una dialéctica sin resolución posible, donde
el lenguaje es sacrificado y consagrado al mismo tiempo, destruido
y realizado: destruido en tanto «habla lista, que no despierta más
en nosotros otra cosa que significaciones debilitadas, y no torna
presente lo que dice»; realizada en la medida en que «la lengua
dada que penetra [al escritor] de parte a parte y ya ofrece una figura
general a sus pensamientos más secretos, no está ahí como una
enemiga, sino enteramente lista para convertir en adquisición lo que
él significa de nuevo» (Merleau-Ponty, 1974: 110).
En el fondo, no basta romper el lenguaje para escribir una gran obra.
Negar por la escritura el orden de las significaciones ordinarias solo
se suma al movimiento de la literatura cuando su objeto último pasa
por el retorno de esas significaciones en nuevas configuraciones de
sentido —en una «visión sin viseras» que, sin ideas preconcebidas,
«descentra y reagrupa los objetos del mundo o de las palabras»
(Merleau-Ponty, 1974: 77)—. Por la literatura el mundo es sometido
a un principio de anamorfosis siempre singular (a una deformación
coherente) 25. Esa metamorfosis conmueve el lenguaje y lo coloca
NOTAS
24 | No un tratamiento opuesto
al trato de lo verdadero, sino
un tratamiento diferencial. Si
hay en el hombre un instinto
que lo impulsa a la creación
de metáforas, como pensaba
Nietzsche, el mismo no se
encuentra sometido a la
voluntad de verdad. Maurice
Blanchot (2011: 261), por
ejemplo, atribuye a la literatura
una forma esencial de la
autenticidad que no tendría
la forma de lo verdadero.
Merleau-Ponty (1991: 59), que
tiene presente la provocación
sartreana de que es necesario
mentir para ser verdadero,
coloca la cuestión en términos
de «una verdad que no se
asemeje a las cosas, que
no tenga modelo exterior, ni
instrumentos de expresión
predestinados, y que sea con
todo verdad». En un mismo
movimiento, la literatura se
substrae a lo verdadero y
dispersa el lenguaje. Luego,
no dice simplemente lo
falso, lo meramente errado,
lo fantástico o lo irreal. Dice
más que lo verdadero (dice la
cosa y dice la distancia que
separa y aproxima al lenguaje
de la cosa), y dice menos
que la verdad (dice la cosa
sin presuponer la posibilidad
de una adecuación entre
las palabras y las cosas).
En ese sentido, el ejercicio
de la literatura implica un
desplazamiento fundamental
en relación a los discursos
que reclaman de derecho la
propiedad de la verdad y de lo
verdadero, porque asumiendo
su diferencia no denuncia
apenas la injusticia de esos
discursos, sino que asume al
mismo tiempo el sistema de
su propia injusticia. «No es
una claudicación ante esta o
aquella ética de la verdad, sino
la búsqueda de una menos
rudimentaria» (Saer, 2004: 11).
Como en el principio. El balbuceo del lenguaje poético - Eduardo Pellejero
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está constituida esa realidad y cuáles son las formas adecuadas de
su representación» (Saer, 2004: 11)24.
25 | En última instancia,
el lenguaje poético no es
simplemente una reivindicación
del silencio, de la misma
forma que no es un mero
186
En resumen, nuestros actos expresivos tienden a superar el lenguaje
del cual nos valemos en dirección a otro lenguaje —quizá en dirección
a un lenguaje «destinado a ser por siempre un sueño de lenguaje»
(Nancy, 2015: 66), en la medida en que se trata de conducir siempre
más lejos las experiencias—26. Y, como señala Jean-Luc Nancy
(2015: 62), el naufragio de ese lenguaje está siempre garantizado:
su abertura radical27, que escapa a cualquier medida, fuera de la
medida que impone su forma, lo condena a perderse, a diluirse en
el mismo lenguaje que contorna y tuerce, que enrarece y alimenta
(solo que ese lenguaje ya no es el mismo y, balbuceante, se dirige a
aquello que no tomó todavía la palabra: al lector o al mundo).
Evidentemente, de la misma forma que no todo ser que viene al
mundo lo inaugura, no toda obra renueva el lenguaje, lo refunda,
pero comporta en sí, siempre, la potencia de hacerlo: «la palabra
literaria tiene siempre el derecho soberano de suspender el código,
y es la presencia de esa soberanía, incluso si no es ejercida, que
constituye el peligro y la grandeza de toda obra literaria» (Foucault,
2000: 159). Resta saber si ese «esfuerzo abortado para decir algo
que permanece siempre por decir» (Merleau-Ponty, 1974: 109) que
es propio de la literatura no constituye en última instancia lo propio
del lenguaje en general.
Gesto que se apoya en el mundo y que al mismo tiempo se
separa de él, conducta idiosincrática que sueña con ser objeto de
un asentimiento universal28, con la comunicación o la comunión
posible de los actos con los que damos consistencia y sentido a la
experiencia y hacemos mundo, el lenguaje de la expresión creadora
es siempre un salto del lenguaje en el vacío de las significaciones
ya dadas29.
De ahí que uno de los problemas de la literatura sea saber cómo
la intención del escritor renacerá en aquellos que leen sus textos,
esto es, desvendar lo que acontece cuando el lector, interpelado
por el texto, retoma por su cuenta el sentido del gesto que lo creó
y, saltando los intermediarios, sin otra guía a no ser el ritmo y la
sintaxis, los signos impresos sobre la página, alcanza el mundo
balbuceante del escritor, a partir de entonces proferido claramente
y accesible a todos y no importa quién (Merleau-Ponty, 1974: 64
y 68)30. Quiero decir que, a pesar de la mediación del lenguaje, la
deformación que la literatura opera en el lenguaje coloca siempre la
cuestión de «cómo puede haber ahí una comunicación antes de la
comunicación» (Merleau-Ponty, 1974: 69-70), sin modelo exterior ni
instrumentos de expresión predestinados31.
NOTAS
sistema de comunicación.
Incluso pudiendo funcionar de
ambas formas, es, de forma
más esencial, un modo de
hacer mundos, una actividad
modelizante (Lotman, 1978:
44).
26 | «El arte verbal, aunque
se funde en la lengua
natural, apenas se funda
para transformarla en su
propio lenguaje, secundario,
el lenguaje del arte. Y
este “lenguaje del arte” es
una jerarquía compleja de
lenguajes interrelacionados
pero no semejantes. A eso
está ligada la pluralidad
de principio de las lecturas
posibles de un texto artístico.
A eso también está ligada la
carga significante, inaccesible
a cualquier otro lenguaje no
artístico» (Lotman, 1978: 58).
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en peligro, pero también lo abre siempre a nuevas configuraciones
(y ese lenguaje es tanto herencia como tarea para nosotros).
27 | «En cuanto a la literatura,
en general acepta más
resueltamente nunca ser total y
darnos apenas significaciones
abiertas» (Merleau-Ponty,
1974: 119).
28 | Merleau-Ponty (1991: 90)
reconoce en la fenomenología
de Hegel un antecedente
de esa propiedad de todo
lenguaje inaugural que, más
allá de ser una manera original
de considerar los objetos,
constituye una operación por
la cual pensamientos, que sin
él permanecerían fenómenos
privados, adquieren valor
intersubjetivo. También
dice que el artista retoma
y convierte justamente en
objeto sensible lo que sin él
permanecería encerrado en
la vida separada de cada
conciencia (Merleau-Ponty,
2004: 137). «Una teoría física
nueva puede ser probada
porque la idea o sentido
están ligados por el cálculo
a medidas que son de un
dominio común a todos los
hombres. Un pintor, como
Cézanne, un artista, un
filósofo, deben no apenas
crear y expresar una idea,
187
Han pasado más de sesenta años desde que Merleau-Ponty
articulara estas cuestiones. No es fácil entender, por tanto, que
el estudio del lenguaje de la expresión creadora continúe siendo
relegado a un segundo plano en nuestras instituciones universitarias.
¿No debería constituir, para comenzar, uno de los objetos principales
de los estudios del lenguaje?34 ¿No es acaso la negligencia de ese
fenómeno una de las razones de la distancia cada vez mayor entre
la lingüística y la literatura comparada (en cuanto de un lado se
estudia la organización del lenguaje, del otro se estudia su cuerpo)?
¿No habría lugar para sondar ese cuerpo antes de (o en proceso de)
organizarse?
Si los estudios del lenguaje aceptasen ese desafío, lo que quizás
solo sea posible como ciencia potencial de una universidad
imaginaria, debería tratar el texto literario, no como objetos de
análisis, como suma de signos o repertorio de ideas, sino como
«nuevo órgano de la cultura humana que propicia, no un número
finito de movimientos, sino un tipo general de conducta, abriendo
un horizonte de investigaciones» (Merleau-Ponty, 1974: 82). Eso
significa considerar el lenguaje poético como un lenguaje inaugural,
que torna posible lo que no era posible antes de él, transfigurando
el emprendimiento literario al mismo tiempo que lo realiza, así como
destruye el lenguaje al mismo tiempo que lo expande, abriendo la
literatura, el lenguaje y el mundo a un futuro indefinido35.
Para que la literatura pueda ser considerada de esa forma, en
principio, es necesario no observar sus obras como objetos
acabados, distinguiéndolas por su estilo y atribuyéndoles un falso
prestigio, sino como gestos que se dirigen a nosotros y aguardan que
les respondamos por apropiaciones transformadoras, en las cuales
no apenas se encuentra en juego el sentido de nuestro pasado, sino
también el de su porvenir. Tratarlas, en fin, no apenas como campo
NOTAS
sino también despertar las
experiencias que la enraizarán
en las otras conciencias. […]
Entonces, la obra de arte habrá
juntado vidas separadas, no
existirá más apenas en una de
ellas como un sueño tenaz o
un delirio persistente, o en el
espacio como una tela colorida:
ella habitará indivisa en varios
espíritus, presumiblemente
en todo espíritu posible, como
una adquisición para siempre»
(Merleau-Ponty, 2004: 140).
29 | Ese salto comporta
para Merleau-Ponty (1991:
80) una especie de red de
seguridad, en la medida en
que «el novelista mantiene
con su lector, así como todos
los hombres con todos los
hombres, un lenguaje de
iniciados: iniciados en el
mundo, en el universo de los
posibles contenidos en un
cuerpo humano, en una vida
humana».
Como en el principio. El balbuceo del lenguaje poético - Eduardo Pellejero
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Lo cierto es que, incluso cuando todo en una obra literaria sea recibido
como habiendo sido elaborado ad hoc, de alguna forma aspira a
llegar a formar parte de la experiencia de la humanidad, tornándose
parte del lenguaje compartido, de tal forma que «lo que era un acaso
de contenido para un determinado texto se torne un código para
la posteridad» (Lotman, 1978: 53)32. Tal es el misterio del lenguaje
poético —y también el del origen del lenguaje a secas—. Riesgo que
hace pesar la literatura sobre la comunicación y que no es apenas un
defecto provisorio del lenguaje del cual la crítica podría liberarnos por
un trabajo de esclarecimiento, de desambiguación o fijación, sino «el
precio que se debe pagar para tener un lenguaje conquistador, que
no se limite a enunciar lo que ya sabíamos, sino que nos introduzca
a experiencias extrañas, a perspectivas que nunca serán nuestras,
y nos deshaga por fin de nuestros preconceptos » (Merleau-Ponty,
1974: 101)33.
30 | «Gesto elocuente»,
resalta Merleau-Ponty (1991:
43).
31 | «Las palabras, en el
arte de la prosa, transportan
a aquel que habla y a aquel
que escucha a un universo
común, pero solo lo hace al
arrastrarnos con ellas hacia
una significación nueva,
mediante una fuerza de
designación que sobrepasa
su definición o significación
aceptada» (Merleau-Ponty,
1974: 98). La literatura,
en ese sentido, en cuanto
manifestación privilegiada
del lenguaje poético, no
constituye una simple manera
(entre otras) de representar,
comunicar o significar lo
dado, sino la invención, la
inauguración y la expresión
de lo no dado (MerleauPonty, 1974: 69). En el fondo,
comprometiendo el poder de
expresar y de comprender
que es propio del ser humano,
ofrece una consistencia,
delicada pero crítica, a la
nervura verbal de lo que no es,
188
«El lenguaje de la crítica, que tiene la ambición de convertir en una
verdadera posesión la aprehensión resbaladiza que la literatura nos
ofrece de la experiencia» (Merleau-Ponty, 1974: 102), ejerce, en
el fondo, la misma potencia que el propio lenguaje poético y está
llamado, en esa misma medida, a sumarse a las aventuras de la
expresión. Para responder de forma productiva a ese llamado, debe
tomar en cuenta la singularidad de cualquier obra de arte, fingir nunca
antes haber leído, y considerar los textos en su extraña fecundidad,
no como mensajes a ser descifrados, sino como matrices de ideas,
esto es, como expresiones cuyo sentido jamás acabaremos de
desenvolver, porque nos abren a un mundo del cual no tenemos la
llave (Merleau-Ponty, 1974: 101).
NOTAS
tal como es (Foucault, 1994:
308).
32 | Los artistas, claro, no
siempre son conscientes de
ese trabajo permanente de
refundación, y quizá, como
dice Merleau-Ponty, es mejor
que sea de esa forma —tal vez
no sea malo que el pintor y el
escritor no sepan muy bien que
están fundando la humanidad»
(Merleau-Ponty, 1991: 65).
33 | «El artista lanza su obra
como un hombre lanzó la
primera palabra, sin saber
si ella será algo más que un
grito, si ella podrá destacarse
del flujo de vida individual
donde nace, y presentar, sea
a ella misma en su futuro, sea
a las mónadas que coexisten
con ella, sea a la comunidad
abierta de las mónadas futuras,
la existencia independiente
de un sentido identificable»
(Merleau-Ponty, 2004: 139).
Como en el principio. El balbuceo del lenguaje poético - Eduardo Pellejero
452ºF. #23 (2020) 179-190.
de permutaciones de significaciones posibles, sino como conmoción,
como desvío, que pone en peligro sus propias estructuras (con cada
palabra de cada frase, como decía Foucault), y eso sin garantías de
un objetivo o un fin a alcanzar, más allá de esa búsqueda sin objeto
ni fin «que los habitantes de las cavernas un día inauguraron sin
tradición» (Merleau-Ponty, 1974: 86 – modificado).
34 | «El arte no es ni una
imitación, ni una fabricación
según los deseos del instinto
o del buen gusto. Es una
operación de expresión»
(Merleau-Ponty, 2004: 137).
35 | Es en ese sentido que
«los primeros dibujos en las
paredes de las cavernas
definían un campo de
investigaciones, postulaban
el mundo como a ser pintado
o dibujado, y convocaban un
futuro indefinido de la pintura»
(Merleau-Ponty, 1974: 84).
189
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Bibliografía citada
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