Panta Rei
Revista Digital de Ciencia
y Didáctica de la Historia
2016
Revista anual
Fecha de inicio: 1995
Revista Panta Rei. pantarei@um.es
Edita:
Centro de Estudios del Próximo Oriente y la
Antigüedad Tardía – CEPOAT
Edificio Universitario Saavedra Fajardo.
Universidad de Murcia
C/ Actor Isidoro Máiquez, 9
30007 – MURCIA – ESPAÑA
Teléfono: (+34) 868883890
cepoat@um.es
Web: www.um.es/cepoat/pantarei
Edición 2016
ISSNe: 2386-8864
ISSN: 1136-2464
Depósito legal: MU-966-1995
En Portada: Taula de Torralba d’En Salort,
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Índice
Artículos
Los orígenes de la tecnología a debate: una revisión de las primeras industrias líticas.
Arturo Cueva Temprana.....................................................................................................................................9
De arqueología menorquina: Maria Lluïsa Serra Belabre y los círculos talayóticos de Sant Vicenç d’
Alcaidús (Alaior, Menorca).
Octavio Torres Gomariz....................................................................................................................................19
Nuevas cuestiones sobre el anfiteatro de Zaragoza.
José David Mendoza Álvarez...........................................................................................................................37
Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma.
Juan Antonio Montalbán Carmona...................................................................................................................63
La Historia antigua en la Biblioteca de Focio.
Juan Luis Posadas Sánchez............................................................................................................................87
Usos sociales de la historia. La estrategia de Olga Cossettini, Rosario, 1935-1943.
Paula Caldo, Micaela Pellegrini Malpiedi y Agustina Mosso............................................................................97
Contribuciones a la didáctica de la Historia a través del método de análisis del objeto: como ejemplo…
una “vasulla”.
Nayra Llonch Molina y Verónica Parisi Moreno..............................................................................................111
How are digital methods changing research in the study of the classical world? An EpiDoc case study.
Katherine Steiner y Simon Mahony................................................................................................................125
Reseñas
I Congreso Internacional “Creando ciudadanos, construyendo identidades. El uso del patrimonio
material e inmaterial en la enseñanza de la historia.”
José Díaz Serrano, Ainoa Escribano Miralles, Ana Isabel Ponce Gea y David Verdú González...................151
Beckert, S. (2014). Empire of cotton: A global history. New York: Alfred A Knopf. 640 págs.
Ricky D. Mullins Jr..........................................................................................................................................159
Coumert, M. y Dumézil, B. (2013): Los reinos bárbaros en Occidente (traducción de Peinado Santaella, R.
G.: Les royaumes barbares en Occident, Presses Universitaires de France, 2010). Editorial Universidad
de Granada. Granada. 156 págs.
José Ángel Castillo Lozano............................................................................................................................161
La prehistoria en Las tres edades de Buster Keaton.
Alberto Lombo Montañés y Esther Rodríguez Ortiz.......................................................................................163
Normas de publicación/Publishing rules
5
Los orígenes de la tecnología a debate: una revisión de
las primeras industrias líticas
The origins of technology under debate: a review of the first lithic
industries
Arturo Cueva Temprana1
Universitat Rovira i Virgili
IPHES, Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social
Recibido: 31/05/2016
Aceptado: 28/08/2016
Para citar este artículo: Cueva Temprana, A. (2016). Los orígenes de la tecnología a debate:
una revisión de las primeras industrias líticas. Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica
de la Historia, 9-18.
ISSNe: 2386-8864
DOI: 10.6018/pantarei/2016/1
Resumen
Durante muchos años, la comunidad científica ha considerado la producción de artefactos
líticos como privativa del género Homo. Sin embargo, recientes hallazgos realizados en yacimientos
africanos han aportado unos resultados que parecen poner en duda esta cuestión, retrasando la
cronología de aparición de las primeras industrias líticas hasta más allá de los 2.6 Ma. planteados
por el yacimiento de Gona. A partir de una revisión de estos yacimientos, el presente trabajo
pretende realizar una reflexión sobre la posible autoría de estas primeras tecnologías, enmarcadas
en un contexto paleoantropológico de creciente complejidad, y quizás atribuibles a miembros de
otros géneros.
Palabras clave
Antropología, Arqueología, Desarrollo Cognitivo, Prehistoria, Avance Tecnológico.
Abstract
For many years, the scientific community has considered the production of lithic artifacts as a
unique characteristic of the genus Homo. However, recent discoveries made in African sites have
provided results that seem to put this issue in doubt, delaying the appearance time of the first stone
industries to beyond the 2.6 Myr. posed by the deposits of Kada Gona. This paper aims to make a
review on these sites, trying to consider the possible authorship of that early technologies, which are
framed in a high complexity paleoanthropological context, and perhaps are attributable to members
of other genres.
Keywords
Anthropology, Archaeology, Cognitive Development, Prehistory, Technological Development.
1 Para contactar con el autor: Arturo Cueva Temprana. Universitat Rovira i Virgili. arturocuevatemprana@
gmail.com
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Los orígenes de la tecnología a debate: una revisión de las primeras industrias líticas
1. Introducción
La génesis de la investigación sobre los orígenes de la tecnología discurre de forma paralela a la
de la propia arqueología prehistórica. Ya desde principios del siglo XX, la lucha por el descubrimiento
de las cronologías más antiguas ha sido un tema recurrente y cargado de controversia (de la Torre,
2011). Considerado como uno de los principales criterios definitorios de Homo, la fabricación de
herramientas se entiende, pues, íntimamente ligada a nuestro género.
Fue, en efecto, la asignación de restos fósiles humanos al taxón Homo habilis (Leakey,
Tobias, Napier, 1964) lo que estableció dicho paradigma, claramente influenciado por el concepto
de cultura, privativa del ser humano, que era manejado en la época (White, 1959). Aceptando esta
premisa, únicamente los miembros del género Homo tendrían la capacidad de generar industria
lítica. Como consecuencia, África, pese a discrepancias iniciales, cobró protagonismo como cuna
de la humanidad y se convirtió en el continente que proporcionó la tecnología más antigua asociada
a una autoría definida. El devenir de la investigación ha generado, con los años, que el mapa
paleoantropológico de nuestro género haya tornado en una remarcable complejidad. En este trabajo,
por tanto, se utilizará el término Homo habilis en sentido genérico para referirse a la especie más
antigua del género Homo, teniendo en cuenta, sin embargo, la problemática de su denominación
y la relación de esta especie con Homo rudolfensis y la línea de los australopitecinos (Gómez
Castanedo e Yravedra, 2009; Schwartz y Tattersall, 2015).
Además, la sistematización realizada por los Leakey a raíz de los trabajos en Olduvai sirvió
para que la concepción del tecnocomplejo Olduvayense como la más arcaica manifestación cultural
cristalizase en la comunidad científica (de la Torre, 2011). El hallazgo de los conjuntos de Kada
Gona y Ounda Gona (Semaw, 2000; Semaw, Renne, Harris, Feibel, Bernor, Fesseha y Mowbray,
1997; Semaw et al. 2003) en las décadas de 1990 y 2000, aunque ya conocidos desde los años
70, supuso quizás el clímax de este planteamiento: la cronología de los 2,5-2,6 Ma. que presenta el
yacimiento encaja a la perfección con la idea de una producción industrial ligada a los estadios más
tempranos de nuestro género, al situarse Homo habilis en un marco temporal ligeramente posterior.
Por otro lado, el reciente hallazgo en Ledi-Geraru (Afar, Etiopía) retrasa la evidencia más antigua
de presencia del género Homo hasta los 2.8 Ma. (Villmoare et al., 2015). En la misma línea se
enmarcan los hallazgos, entre otros, Lokalalei 2C (West Turkana, Kenya) (Delagnes y Roche, 2005)
con industrias que presentan una cronología de 2.3-2.4 Ma. o Kanjera South (Kenya) (Plummer,
Bishop, Ditchfield y Hicks, 1999) con industrias de 2.2 Ma.
Sin embargo, la arqueología no es una disciplina inmutable y un hallazgo como el descubrimiento
de Australopithecus garhi (Asfaw, White, Lovejoy, Latimer, Simpson y Suwa, 1999), en la localidad
de Bouri (Middle Awash, Etiopía) y con una cronología de 2.5 Ma., sirvió para que una evidencia,
en este caso indirecta, a partir de la asociación territorial de los fósiles con fauna procesada (de
Heinzelin et al. 1999), sembrase la duda sobre la autoría de estas primeras industrias. Las recientes
publicaciones sobre marcas de corte encontradas en restos de fauna recuperados en Dikika (Lower
Awash, Etiopía) y el conjunto de herramientas líticas de Lomekwi (West Turkana, Kenya), ambos
descubrimientos con cronologías que podrían rondar los 3.3 Ma., han reabierto el debate sobre la
antigüedad y la autoría de la primera tecnología, permitiendo recrudecer una discusión a la que se
añaden argumentos que retrasan 800.000 años el origen hasta la fecha aceptado y planteando un
nuevo horizonte de posibilidades.
La idea de una tecnología anterior a los artefactos de piedra que conocemos no es nueva, y
ya ha sido tratada en la bibliografía (Panger, Brooks, Richmond y Wood, 2002). Es más, ya desde
el siglo XIX autores como Marcellin Boule teorizaban sobre la existencia de un hipotético estadio
previo a la fabricación de herramientas, un Eolítico (de la Torre, 2011), donde el aprovechamiento
de formas y filos naturales se habría consolidado como fase anterior a la producción de artefactos
líticos tal y como la concebimos en la actualidad. En la misma línea argumental se posicionaba
Raymond Dart cuando exponía su tesis sobre el osteodontoqueratismo (Dart, 1957; Dart y Wolberg,
1971). Sirvan estas pinceladas para comprender que esta es una noción largo tiempo arraigada en
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Arturo Cueva Temprana
la comunidad arqueológica.
Además, esta idea ha sido contemplada por los estudios primatológicos y etoarqueológicos
prácticamente desde la misma aparición de la disciplina. Como ejemplo, en 1978 Jordi Sabater Pi
publicaba El chimpancé y los orígenes de la cultura, dotando a esta argumentación de impacto y
difusión internacional. En ese sentido, a lo largo de las últimas décadas se han desarrollado trabajos
que abogan por el estudio de chimpancés (Pan troglodytes) y bonobos (Pan paniscus) desde el
punto de vista de su cultura material (Carvalho, Cunha, Sousa y Matsuzawa, 2008; Carvalho, Biro,
McGrew y Matsuzawa, 2009; Haslam et al. 2009; Inoue-Nakamura y Matsuzawa 1997; McGrew,
1992; Mercader, Panger y Boesch, 2002), particularmente focalizados en el estudio de actividades
manuales complejas tales como el nut-cracking, conscientes de que su proximidad filogenética con
la subtribu Hominina se encuentra repleta de riqueza informativa sobre los orígenes de la tecnología.
El presente trabajo pretende, por tanto, indagar en estas cuestiones mediante una revisión de
los yacimientos que se encuentran en primera línea de discusión y plantear las posibles opciones
sobre la autoría de las industrias más antiguas, a partir de inferencias debidamente apoyadas en su
correspondiente vaciado bibliográfico.
2. Yacimientos
2.1. Gona
El entorno de Gona (Afar, Etiopía) ha proporcionado yacimientos clave en lo referente a la
investigación sobre los orígenes de la tecnología. Las excavaciones realizadas en East Gona entre
los años 1992 y 1994 dieron como resultado el hallazgo de industrias datadas en 2.5-2.6 Ma. en
EG-10 y EG-12, con un conjunto compuesto por más de 3000 artefactos líticos recuperados tanto
en superficie como en excavación (Semaw, 2000; Semaw et al., 1997, 2003).
Enmarcados en el mismo proyecto se desempeñaron los trabajos en Ounda Gona, los cuales
derivaron en la recuperación de más de doscientas piezas líticas in situ y otras quinientas en
superficie, variando la naturaleza del yacimiento, en este caso, al encontrarse restos de fauna entre
las mismas. Las dataciones referidas a estos sitios, OG-6 y OG-7, corroboran las obtenidas para
EG-10 y EG-12, con cronologías de 2.6 Ma. obtenidas mediante magnetoestratigrafía y 40Ar/39Ar,
mismos procedimientos empleados que en el caso anterior (Semaw et al., 2003).
Los materiales recuperados en ambos sitios se corresponden con un modo técnico 1 que
en este caso queda bien ejemplificado a partir de la presencia de núcleos explotados unifacial
y bifacialmente, lascas simples (tanto enteras como fracturadas) y debrises. Las materias
primas predominantemente explotadas son el chert y los conglomerados volcánicos de la zona,
esencialmente traquitas, riolitas y latitas (Semaw et al. 2003). Su aprovisionamiento, sin embargo,
no se encuentra condicionado por la cercanía de su disponibilidad, sino que se ha comprobado
un proceso de selección de la materia en busca de aquella de mejor calidad, de cara a abordar el
proceso de talla (Stout, Quade, Semaw, Rogers y Levin, 2005).
El Modo 1 (Clark, 1977; Díez Martín, 2003) se caracteriza por estar orientado a la producción de
lascas a partir de cadenas operativas cortas y sistemas de talla de poca complejidad, manifestando
además una escasa presencia de objetos retocados. A pesar de mantener estas características
arcaicas, los conjuntos de Gona presentan una sofisticación fuera de lo común, si se tiene en
cuenta la cronología a la cual se encuentran adscritas. Ello ha permitido inferir la existencia de
una tecnología previa, a partir de la cual se haya evolucionado hasta adquirir el nivel de control
técnico que presentan los materiales recuperados en los yacimientos de Gona. En sitios como
Lokalalei 2C se han obtenido conclusiones similares (Delagnes y Roche, 2005) también a partir de
la identificación de una complejidad inusitada para la cronología de 2.3-2-4 Ma. del yacimiento.
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Los orígenes de la tecnología a debate: una revisión de las primeras industrias líticas
Figura 1: Dibujos de algunos de los materiales recuperados en OGS-7. Lascas completas (1,3,5,6,7) y
núcleos agotados (2,4). Fuente: Semaw et al., 2003.
2.2. Dikika
Las labores de prospección realizadas por parte del Dikika Research Project en los entornos
de Andedo y Sidi Hakoma (Lower Awash, Etiopía), tuvieron como fruto los hallazgos en superficie
de cuatro huesos con alteraciones tafonómicas interpretadas como marcas de corte. Los análisis
realizados mediante microscopía electrónica de barrido (SEM), y derivados, concluyeron que las
marcas de corte producidas en dos de los huesos, DIK-55-2 (un fragmento de costilla de un gran
ungulado) y DIK-55-3 (un fragmento de fémur de un bóvido joven), fueron producidas en una fase
previa a la fosilización (McPherron et al. 2010). La investigación determinó además que la morfología
exhibida por las marcas no encajaba con las características propias de las alteraciones por trampling
2
, sino que se correspondían con las generadas a partir de la utilización de herramientas líticas en
actividades de descarnado y acceso a la médula ósea. Es necesario precisar el hecho de que
los materiales de Dikika fueron recuperados en superficie, de forma descontextualizada, y que la
datación de los mismos se realizó en base a un marcador calcáreo situado por encima de la pendiente
donde fueron encontrados los huesos. La cronología estimada, pues, es de aproximadamente 3.39
Ma. (McPherron et al. 2010).
Las condiciones del hallazgo se encuentran rodeadas de polémica. En este sentido, las réplicas
dirigidas a la investigación del Dikika Research Project se han concentrado fundamentalmente en
discutir el contexto en el que los fósiles fueron recuperados, entendiendo que el hallazgo de un
número tan escaso de restos en superficie no ofrece la solidez suficiente como para emitir juicios
de semejante magnitud (Domínguez-Rodrigo, Pickering y Bunn, 2010, 2012). Los autores críticos
niegan con rotundidad la verosimilitud de los resultados obtenidos tras el análisis tafonómico de
DIK-55-2 y DIK-55-3, y han concluido, tras la elaboración de un programa experimental, que la
morfología de las marcas que presentan la superficie de los huesos coincide con los patrones
generados por trampling (Domínguez-Rodrigo et al., 2010, 2012).
De probarse como ciertas, las implicaciones que traen consigo los hallazgos de Dikika son
muy importantes. Los 3.39 Ma. que plantean sus investigadores nos sitúan en una cronología
prácticamente un millón de años más antigua que la datación ofrecida para Homo habilis. Durante
muchas décadas la única especie documentada en la misma localización geográfica, en esa
2 En Tafonomía, el trampling o pisoteo se define como la alteración generada sobre la superficie de los
huesos a partir de la abrasión que el sedimento genera sobre la cortical de los mismos.
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cronología concreta, fue Australopithecus afarensis, la cual no se encuentra adscrita a ningún
contexto arqueológico y de la que no se infiere ningún tipo de comportamiento que implique el
procesado de fauna. El reciente descubrimiento de Australopithecus deyiremeda (Haile-Selassie
et al. 2015) en la región de Afar, no hace sino complicar el mapa paleoantropológico del Plioceno
Medio.
Figura 2: a: Estigmas identificados tafonomicamente como marcas de corte en la superficie de DIK-55- 2. b:
Marcas A1 y A2 bajo microscopio óptico. c: Microestriaciones en las marcas A1 y A2, identificadas mediante
el empleo de ESEM. d: Marca B bajo microscopio óptico. e: Microestriaciones en la marca B, identificadas
mediante el empleo de ESEM. Fuente: McPherron et al., 2010.
2.3. Lomekwi 3
Las campañas de excavación realizadas entre 2011 y 2012 en el yacimiento de Lomekwi 3
(LOM 3, West Turkana, Kenya) han tenido como resultado el hallazgo de un número total de ciento
cuarenta y nueve herramientas líticas recuperadas tanto en superficie como in situ (Harmand et al.
2015). El conjunto está compuesto por ochenta y tres núcleos, treinta y cinco lascas, siete yunques,
siete percutores, tres cantos trabajados, dos cantos fracturados y doce piezas clasificadas como
indeterminadas al carecer de elementos diagnósticos (Harmand et al. 2015). Las materias primas
empleadas preferencialmente son basaltos, fonolitas y traquifonolitas. Los autores descartan el
origen natural de las piezas, en base al análisis de los patrones de fracturación de las mismas.
Por tanto, entienden el conjunto recuperado como el resultado de inequívocas actividades de
débitage. A partir de esta idea, el West Turkana Archaeological Project ha desarrollado un programa
experimental orientado a replicar la morfología de las herramientas de LOM 3 lo que, unido al
análisis tecnológico, ha derivado en la identificación del empleo preferencial de la talla bipolar en el
yacimiento (Harmand et al. 2015).
La datación de LOM 3 se ha obtenido a partir de muestras de paleomagnetismo procedentes
del yacimiento, en correlación con dataciones radiométricas de tobas volcánicas pertenecientes a
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Los orígenes de la tecnología a debate: una revisión de las primeras industrias líticas
la formación geológica Nachukui. La cronología ofrecida para los materiales del sitio es de 3.3 Ma.
(Harmand et al., 2015). Existe, sin embargo, un problema contextual intrínseco a la naturaleza del
yacimiento, relacionado precisamente con la recuperación de una gran mayoría de las piezas en
superficie (más de 100), así como la presencia de un depósito natural generado por la pendiente de
la zona. Los propios autores de la investigación contemplan la redistribución de los materiales desde
su posición primaria, esforzándose por relacionar los artefactos excavados con los encontrados en
superficie (Harmand et al., 2015).
Figura 3: Muestra de algunos de los artefactos líticos recuperados en LOM3. a: Núcleo unifacial recuperado
in situ, con remontaje de una lasca hallada en superficie. b: Núcleo unifacial recuperado in situ. Fuente:
Harmand et al., 2015.
Estos resultados sitúan las actividades documentadas en Lomekwi en el contexto geográfico y
cronológico de una única especie, Kenyanthropus platyops (Leakey et al., 2001), un polémico taxón
que manifiesta una extraña mezcla de características anatómicas de los géneros Australopithecus
y Homo (Cela Conde y Ayala, 2001).
3. Discusión
A partir de las conclusiones obtenidas por las investigaciones realizadas en el entorno de
Gona, los planteamientos existentes sobre este conjunto de yacimientos resultan, a mi juicio, muy
sólidos. El análisis de la industria de Modo 1 recuperada se complementa además con la presencia
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de restos de fauna asociados a la misma en OG-6 y OG-7. La proximidad geográfica y cronológica
con Bouri y la comparación con sus materiales sirve también como apoyo. La aceptación por parte
de la comunidad científica desde hace casi dos décadas convierte a Gona en la primera referencia
cuando se aborda la cuestión de los orígenes de la tecnología.
La naturaleza del hallazgo de Dikika ha suscitado demasiada polémica como para que exista
un consenso con respecto a la validez de las conclusiones que se derivan de sus resultados.
Recientemente, un nuevo programa experimental ha tratado de probar la escasa semejanza de
las alteraciones de los fósiles con las morfologías generadas a partir de trampling mencionadas
anteriormente (Thompson et al., 2015). De cualquier modo, las condiciones del descubrimiento
plantean graves problemas contextuales y de interpretación, que difícilmente permiten considerar
la viabilidad de Dikika. Por otro lado, incluso asumiendo la naturaleza antrópica de las marcas
de corte de DIK-55-2 y DIK-55-3 ¿realmente son reveladoras de una producción industrial por
primitiva que esta sea? Los propios investigadores de Dikika son conscientes de que no ha de ser
necesariamente así (McPherron et al., 2010). No es mi intención la de defender aquí la existencia
de modelos pretecnológicos no sujetos a evidencias arqueológicas, pero ciertamente este es un
debate que ha permanecido largas décadas sin cerrarse. Somos nosotros, quizás, en nuestras
deficiencias formativas, quienes permanecemos incapaces de reconocer formas previas a la
producción industrial que conocemos y, en consecuencia, valoramos.
El hallazgo del conjunto de Lomekwi 3 trae consigo unas implicaciones semejantes a las de
Dikika, apoyadas en este caso por la actual recuperación de un conjunto de herramientas líticas.
Retrasar la aparición de las industrias más antiguas hasta los más de 3.3 Ma. convertiría la producción
tecnológica en una característica anterior a nuestro género, habiéndose datado en 2.8 Ma. el más
arcaico ejemplar de Homo conocido. Por otro lado, gran parte de la propuesta del Lomekwiense
como tecnocomplejo anterior al Olduvayense está fundamentada, según parece, en un argumento
puramente cronológico. Los autores contemplan una menor complejidad técnica en los materiales
de LOM 3 que en las características propias de la industria Olduvayense. Entienden, por tanto, que
la naturaleza de la misma se relaciona con un modelo tecnológico anterior. Sin embargo, y juzgando
únicamente a partir de los resultados publicados, apenas se aprecian diferencias con cualquier otro
conjunto Olduvayense, con lo que la idea de establecer una distinción nominal y consecuentemente
cultural podría resultar equívoca.
Cabría la posibilidad de pensar que lo que ha determinado la aparición de la producción
tecnológica es el aumento de la capacidad craneal que manifiesta el género Homo con respecto a
la línea de los australopitecinos. De acuerdo a esta idea, un mayor cerebro conllevaría una mayor
encefalización, y de ella se derivaría la capacidad para generar una mayor complejidad técnica.
Y aunque recientemente se ha comprobado que, en efecto, el tamaño del cerebro importa en el
caso de determinados mamíferos (Benson-Amram, Dantzer, Stricker, Swanson y Holekamp, 2016),
al hablar de la capacidad para fabricar herramientas es necesaria la suma de más factores. No
se trata, por tanto, únicamente de un aumento del tamaño cerebral, sino de la reorganización de
sus áreas, especialmente de las cortezas premotora y motora, situadas en el lóbulo frontal, y que
coordinan la gestión de movimientos y pensamientos complejos. En esa misma zona se localiza
también el área de Broca, centro del habla que regula la producción y articulación de la misma.
No en vano se ha relacionado extensamente la aparición del lenguaje con la capacidad de fabricar
herramientas (Stout y Chaminade, 2009, 2012).
Moldes endocraneales realizados a fósiles del género Australopithecus muestran que la
mencionada reorganización podría haberse originado en estadios previos a los 2 Ma. (Carlson et
al. 2011; Falk et al., 2000) en una línea evolutiva que no posee una garantía de relación directa con
la nuestra. La producción de herramientas se plantea, por lo tanto, como posible desde momentos
anteriores y no ha de tratarse de una característica exclusiva del género Homo. Kada Gona se
encuentra íntimamente ligada a los fósiles de Australopithecus garhi. Dikika se enmarca en las
cronologías y en la geografía de Australopithecus afarensis y Australopithecus deyiremeda. Lomekwi
ha sido testigo también del hallazgo del Kenyanthropus platyops, en las mismas cronologías. La
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Los orígenes de la tecnología a debate: una revisión de las primeras industrias líticas
génesis de Homo habilis se origina poco después, en tiempo geológico, de todos estos procesos.
El horizonte paleoantropológico del momento plantea una enorme complejidad derivada de la gran
cantidad de especies definidas en los últimos años (Plummer, 2004).
Por tanto, y entendiendo la diversidad de especies que han podido coexistir en un mismo
territorio, junto a la posible capacidad para fabricar herramientas de las mismas: ¿funciona la
tecnología como un criterio de humanidad válido y aplicable a nuestro género? Personalmente,
la entiendo como si se tratase de una respuesta adaptativa al medio, una herramienta biológica
con la que los grupos de homínidos se mostrarían competitivos. Y los recientes hallazgos plantean
de forma cada vez más sólida que esa respuesta podría no ser exclusiva del género Homo. En
términos de desarrollo cognitivo, la autoría de Australopithecus se plantea como una posibilidad real
y a nivel arqueológico existen elementos suficientes como para generar una discusión, si bien los
argumentos presentados en este trabajo no están exentos de dudas y detractores.
4. Reflexiones finales
Pese a que este tema pueda resultar controvertido y difícil de abordar, queda claro que existen
dos tendencias en la investigación con respecto a los orígenes de la tecnología. La comunidad
científica ha aceptado de forma prácticamente unánime la industria de Gona como la primera y más
antigua de la que existe constancia. La autoría de la misma, aunque dudosa por la presencia de un
creciente abanico de especies, resulta atribuible al género Homo. Los hallazgos y las publicaciones
realizadas en los últimos años tienden a retrasar la aparición de la tecnología hasta los 3.3-3.4
Ma. convirtiéndola de ese modo en no exclusiva de nuestro género. Los yacimientos de Dikika y
Lomekwi 3 plantean interesantes y novedosas propuestas, de enorme relevancia de confirmarse
sus resultados. No hay que olvidar, no obstante, que ambos yacimientos están seriamente afectados
por las condiciones en las que fueron realizados los descubrimientos. Sin embargo, los resultados
generados a partir de la definición de nuevas especies y la proliferación de estudios cognitivos
y primatológicos se ubican en una línea argumental clara: la producción de herramientas puede
ser posible antes de nuestra aparición. Australopithecus, u otra especie dentro del complejo mapa
paleoantropológico que compone el oriente de África en el límite cronológico del Plio-Pleistoceno,
pudo tener esa capacidad, y ello ha de llevar necesariamente a una firme revisión de los criterios
que nos definen como género.
Bibliografía
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De arqueología menorquina: Maria Lluïsa Serra
Belabre y los círculos talayóticos de Sant Vicenç
d’Alcaidús (Alaior, Menorca)1
Menorcan archaeology: Maria Lluïsa Serra Belabre, the talayotic circles
and Sant Vicenç d’Alcaidús (Alaior, Minorca)
Octavio Torres Gomariz2
Universidad de Alicante
Recibido: 14/06/2016
Aceptado: 01/09/2016
Para citar este artículo: Torres Gomariz, O. (2016). De arqueología menorquina: Maria Luïsa
Serra Belabre y los círculos talayóticos de Sant Vicenç d’Alcaidús (Alaior, Menorca). Panta Rei.
Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la Historia, 19-36.
ISSNe: 2386-8864
DOI: 10.6018/pantarei/2016/2
Resumen
Maria Lluïsa Serra Belabre (1911 – 1967) fue una arqueóloga menorquina que dedicó su vida
al patrimonio cultural de la isla que la vio nacer. Directora de la Casa de Cultura de Maó (Menorca),
entre otros muchos cargos que desempeñó, estudió incansable la historia de Menorca a través de
sus archivos, bibliotecas y yacimientos arqueológicos. En este trabajo se abordará únicamente su
labor investigadora en el campo de la arqueología balear, especialmente en su análisis de las formas
arquitectónicas de las comunidades insulares prehistóricas, a través de sus trabajos publicados en
múltiples congresos y revistas. De entre todos los yacimientos en los que intervino para su estudio,
destaca indudablemente Sant Vicenç d’Alcaidús (Alaior, Menorca), clave interpretativa para sus
teorías sobre las viviendas talayóticas.
Palabras clave
Arqueología, historiografía, arquitectura, investigación en ciencias sociales, historia de Europa.
Abstract
Maria Lluïsa Serra Belabre (1911 – 1967) was a Minorcan archaeologist who devoted her life
to the cultural heritage of the island where she was born. Director of the Cultural Centre of Mahon
(Minorca), among many other positions she held, she studied the history of Menorca tirelessly
through their archives, libraries and archaeological sites. In this paper, her research will be addressed
only in the field of Archaeology of Balearic Islands, especially in its analysis of the architectural
forms of prehistoric island communities, through their numerous conferences and papers published
in journals. Of all the sites in which she intervened, he highlights Sant Vicenç d’Alcaidús (Alaior,
1 Este trabajo se desarrolla en el marco del Proyecto Modular. Arquitectura fenicio-púnica de la Universidad
de Alicante dirigido por F. Prados Martínez. Asimismo, y se ha escrito durante el disfrute de una Beca de
Formación en Museología y Museografía en el Museo Arqueológico de Alicante (MARQ). Finalmente, me
gustaría agradecer la excepcional ayuda recibida por parte de Joan C. de Nicolás i Mascaró y Helena Jiménez
Vialás para la realización de este artículo.
2 Para contactar con el autor: Octavio Torres Gomariz. Universidad de Alicante. Alicante. otg2@alu.ua.es.
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De arqueología menorquina: Maria Lluïsa Serra Belabre y los círculos talayóticos de Sant Vicenç d’Alcaidús (Alaior,
Menorca)
Minorca), stands out as the interpretive key to her theories on Talayotic houses.
Keywords
Archaeology, Historiography, Architecture, Social sciences research, European history.
1. M.ª Lluïsa Serra Belabre, menorquina ilustre
La figura y obra de M.ª Lluïsa Serra Belabre (Maó, 1911 – 1967) (Figura 1) son indispensables
para comprender hoy la historia de Menorca. Fue indudablemente una mujer excepcional. Nunca
abandonó la defensa e impulso constante del patrimonio cultural de la isla, superando todo tipo
de adversidades en pos de sus principales objetivos: ubicar la isla en el mapa de los estudios
históricos nacionales e internacionales, y poner en valor su patrimonio cultural para el beneficio de
toda la sociedad menorquina. Ello además en una situación cuando menos convulsa, la España
de la dictadura franquista, y en una sociedad acorde con aquellos tiempos, contexto que hace
aún más loable la labor de M.ª Lluïsa. Ingresó como alumna libre en la Universidad de Barcelona
donde adquirió los cimientos de su formación académica, conociendo a diversos profesores que
protagonizaban el panorama historiográfico del momento y con los que posteriormente colaboraría
en proyectos de investigación, como fue especialmente el caso del catedrático Lluís Pericot. Una
vez licenciada emprendió un largo camino jalonado por investigaciones de toda índole, organización
de actividades culturales en Menorca, excavaciones arqueológicas en prácticamente todos los
yacimientos conocidos de la isla y participación en numerosos congresos científicos. Actividad
frenética en definitiva que sólo cesó con su temprana muerte a los 56 años.
Figura 1: Retrato de M.ª Lluïsa Serra Belabre incluido en la contraportada de la Historia de Menorca (1977)
Fuente: Serra et al., 1977
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Octavio Torres Gomariz
Su vocación y profesionalidad en el desempeño de su labor no pasaron desapercibidas
para las instituciones políticas y sociales de su entorno. En 1951 fue nombrada directora interina
del Palacio de Archivos, Bibliotecas y Museos de Menorca (posteriormente denominado Casa de
Cultura), pasando a dirigir el Museo Provincial de Bellas Artes en 1953, así como la Biblioteca
Pública y el Archivo Histórico de Mahón en 1954. Éstas son sólo algunas de las responsabilidades
que ejerció, las más representativas, pues fueron también muchas otras, relacionadas íntimamente
con la gestión del patrimonio cultural de la isla incluso a niveles estatales, siendo el caso de su
nombramiento como Delegada Insular del Servicio Nacional de Excavaciones en 1963.
Su investigación fue tan amplia como abarca el propio concepto de Cultura. Un vistazo a su
dilatada bibliografía, compuesta por un centenar de monografías, artículos, actas de congreso y
recortes de prensa, ilustra a la perfección su enorme vocación por las Humanidades y las Artes. Ésta
incluye desde las particularidades de la geografía física menorquina hasta los protocolos de trabajo
propios de la biblioteconomía, pasando por todo tipo de análisis y debates sobre temas locales
(gastronomía, vestuario popular, festejos). Sin embargo, si hubo una temática a la que consagró
mayores esfuerzos fue sin duda a la historia y la arqueología. Orfila (2012), quien ha dedicado
una parte de su investigación a la arqueóloga menorquina, ha apuntado al respecto que estas dos
líneas de investigación fueron auspiciadas por dos de sus tutores universitarios: Vicenç Vives y
Lluís Pericot. Gran parte de su obra la dedicó a analizar la situación política y económica de la isla
en época medieval y moderna, tratando los repartos de tierra tras la Conquista catalano-aragonesa
(Serra, 1967a) o también el impacto de las guerras que azotaron el Mediterráneo occidental en
el archipiélago balear (Serra, 1967b). Por otra parte, prestó especial atención a recuperar la
historiografía propiamente insular, con la compilación de textos no publicados (Serra, 1962a) o el
análisis biográfico de diversos personajes ilustres de la isla (por ejemplo, Serra, 1963, entre otros).
No obstante, protagonista indiscutible de su bibliografía es la disciplina arqueológica. Pionera
en arqueología medieval, descubrió y excavó las basílicas paleocristianas de Es Fornàs de Torelló
y Es Molinet des Cap des Port en Fornells (Serra, 1959), destacando también sus hallazgos en
l’Illa del Rei (Serra, 1967c). Sus intervenciones en la naveta des Tudons para su restauración y
consolidación en el marco de la Ayuda March, así como las efectuadas en las navetas de Rafal Rubí
(Serra, 1961a), supusieron la puesta en valor de ambos yacimientos para asegurar su perduración
y legado a la sociedad menorquina. A raíz del proyecto de investigación dirigido por Lluís Pericot
emprendió la excavación de múltiples asentamientos prehistóricos de la isla, como son Talatí de
Dalt, Son Catlar, San Agustí, Torre d’en Galmés o, de forma exhaustiva, Sant Vicenç d’Alcaidús, al
que consagró gran parte de su investigación.
Toda esta labor puede rastrearse con un golpe de vista a su dilatada bibliografía, meritoria más
si cabe teniendo en cuenta el corto tiempo de publicación, iniciado tras su licenciatura y extendido
hasta su temprano fallecimiento. Por todo ello, abarcar la obra publicada de M.ª Lluïsa Serra excede
con creces el propósito de este artículo, en el que analizaremos únicamente sus esfuerzos por
caracterizar la arquitectura prehistórica de la isla, donde destaca de forma más específica, su labor
investigadora desarrollada en torno a los denominados círculos talayóticos, término ya existente
pero que fue acuñado definitivamente por la historiografía a raíz de sus importantes trabajos.
2. El grupo de investigación Estudio de la Edad del Bronce en las Islas Baleares y las
primeras intervenciones en Sant Vicenç d’Alcaidús (1958 – 1959)
Muy próxima a la división entre los términos municipales de Alaior y Maó, se encuentra Sant
Vicenç d’Alcaidús (Alaior, Menorca), a escasos 200 metros al norte por el denominado camino de
Alcaidusset, desde la actual carretera general (a la altura del km 6) que une la capital de la isla
con Ciutadella, la otra gran urbe insular. El yacimiento era conocido desde hacía tiempo por aquel
entonces (años 50-60 del siglo XX), pero apenas frecuentado, por lo que la vegetación lo cubría
por completo, dejando a la vista tan sólo algunas pilastras enhiestas (Serra, 1961c). Como la propia
M.ª Lluïsa relata al inicio de diversos trabajos (Serra, 1966b), el arranque de las intervenciones en
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De arqueología menorquina: Maria Lluïsa Serra Belabre y los círculos talayóticos de Sant Vicenç d’Alcaidús (Alaior,
Menorca)
Alcaidús estuvo auspiciado por el notable interés que manifestó desde su primera visita el Dr. Lluís
Pericot, antiguo profesor de M.ª Lluïsa en la Universidad de Barcelona y recientemente electo en
aquellos años Delegado de Zona de Cataluña y Baleares para asuntos arqueológicos.
El contacto académico recíproco y el interés manifestado por ambos se materializó en
la propuesta de Pericot para la creación de un grupo de trabajo que estudiase los yacimientos
prehistóricos de la isla. Ésta cristalizó en el llamado proyecto Estudio de la Edad del Bronce en
las Islas Baleares, dirigido por él mismo y en el que se encontraba M.ª Lluïsa Serra, así como
la investigadora María Petrus de Tolós, grandes amigas y compañeras de trabajo (Petrus, 1968).
El proyecto sirvió de base para solicitar la ayuda de estudios que ofertaba la Fundación March,
obteniéndola en 1958, con un período de dos años de duración, y otorgando al grupo el soporte
económico necesario que serviría para arrancar su investigación en Menorca.
Con la concesión de la denominada Ayuda March, el equipo designado bajo la dirección de
Pericot inició un amplio programa de excavaciones arqueológicas, estudio de materiales y dibujo de
planimetrías de numerosos yacimientos menorquines, con el objetivo de caracterizar las estructuras
arquitectónicas de la sociedad talayótica y su cultura material mueble. Fue Sant Vicenç d’Alcaidús
el primer objetivo de la investigación. Tras su anterior visita, M.ª Lluïsa convenció a Pericot de la
potencialidad que ofrecía aquel yacimiento. Durante un primer reconocimiento, muy parcial debido
a la gran cantidad de vegetación, pudieron identificar una gran estructura circular con seis pilastras
aún in situ (Serra, 1961b); el cierre del poblado por su vertiente septentrional, desapareciendo
ante la difícil orografía en dirección noreste; así como la detección de algunas remodelaciones
posteriores patentes en la presencia de muros de piedra seca (Serra, 1961c), muy recurrentes y
característicos del archipiélago.
La primera medida después de un primer reconocimiento fue el desbroce exhaustivo del lugar.
La limpieza consistió en la tala completa de acebuches y demás matorrales que crecían sobre las
insinuadas estructuras (Serra, 1961b; 1961c; 1962b). Con la ejecución de estas labores, la visión
de Sant Vicenç d’Alcaidús cambió radicalmente. Emergió de entre el espeso matorral una sala
hipóstila adosada al muro perimetral de la estructura circular por su vertiente suroeste, mientras
que al noreste se identificaron otras cuatro pilastras derruidas, algunos silos, y otras muchas lajas
de grandes dimensiones, unas caídas y otras halladas in situ, así como restos de construcciones
indeterminadas (Serra, 1961b). Además, se hallaron en el acantilado oriental una serie de cuevas
(1961c), comunicadas entre sí, con una finalidad ignorada en un primer momento.
Mientras estas tareas se llevaban a cabo, parte del equipo se trasladó temporalmente al
poblado de Torelló (Maó), en julio de 1958, para acometer la excavación de un recinto que, a priori,
parecía de taula (Serra, 1961b). Éste quedaba a escasos metros del gran talayot central, uno de
los mejores conservados de la isla, y se encontraba dentro de una finca privada. Al igual que en
Alcaidús, se desbrozó primero el terreno objeto de intervención, lleno de acebuches y maleza,
descubriendo una gran acumulación de piedras de origen probablemente antrópico (Serra, 1961b,
69), entre la que ya se adivinaba los trazos de una gran estructura. Fueron apareciendo entonces
restos de muros, compuestos por lajas de gran tamaño sobre bases escuadradas por su parte
exterior, mientras que el paramento interior era de piedra pequeña mampuesta con pilastras insertas
cada dos metros (1961a), un rasgo este último ya detectado en otros yacimientos, como indica la
propia M.ª Lluïsa, que interpreta como refuerzo estructural y probable indicador cronológico (Serra,
1961b, n.10). Una vez finalizada completamente la limpieza y extracción de piedra, dichos muros
concretaron, al menos superficialmente, un recinto circular de gran tamaño, interrumpido al sur por
su destrucción, en cuyo centro se hallaron lajas y pilastras caídas con sus respectivas bases in situ,
componiendo un segundo círculo interior; mientras que en la zona occidental quedaron delimitadas
tres pequeñas estancias (Serra, 1961a).
Comenzó entonces la excavación de la estructura, dirigida por M.ª Lluïsa y María Petrus,
cuya primera hipótesis, la del recinto de taula, quedó descartada tras retirar los primeros estratos
vegetales. La excavación reveló la presencia de gran cantidad de molinos de mano (amolons) y
abundante cerámica local e importada, así como diversas piedras esféricas de pequeño tamaño
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Panta Rei (2016), 19 - 36
Octavio Torres Gomariz
interpretadas como proyectiles de honda, y una ingente cantidad de gasterópodos, acumulados en
las áreas sur y central del recinto (Serra, 1961a). Las intervenciones en la parte interior revelaron
la técnica de construcción de los muros perimetrales, pero la distribución de las estructuras no
encajaba con la propia del recinto de taula, cuyo elemento principal e identificativo era el principal
ausente, es decir, en palabras de M.ª Lluïsa (1961a), “era un recinto de taula sin taula”. Se trataba
de una estructura circular con tres espacios internos y con seis pilastras (compuestas por fuste y
base cúbica) ubicadas en el centro, constituyendo un patio interior (Serra, 1961b). Sin embargo,
su función era una incógnita. Por otra parte, cabe destacar el hallazgo de un tesorillo compuesto
por 384 ases romanos republicanos, cubiertos con un fragmento de ánfora romana, datados en
torno al siglo I a. C. (Serra, 1961a), que permitieron a M.ª Lluïsa, más allá del importante valor que
implicaban las monedas, confirmar la reocupación romana del poblado de Torelló.
La dificultad de excavar el centro de la estructura por la caída de las pilastras centrales
conllevó la finalización de la excavación del recinto de Torelló en las postrimerías del verano de
1958. Sin embargo, el 29 de septiembre del mismo año se iniciaron los trabajos de excavación del
denominado a posteriori Círculo 1 (Serra, 1961b) de Sant Vicenç d’Alcaidús, tras retirar finalmente la
vegetación del área circundante, labor que llevaba meses ejecutándose. De nuevo bajo la dirección
de M.ª Lluïsa Serra y con la compañía de María Petrus (Serra, 1961c), comenzó una excavación
marcada en primer lugar, como en Torelló, por la abundante cantidad de piedra acumulada. Al
contrario que en el caso anterior, decidieron acotar la intervención a la zona central de la estructura
circular, enmarcada por siete pilastras, algunas aún enhiestas. Tras retirar los abundantes niveles
de derrumbe, empezó a vislumbrarse un espacio absidal entre dos de las pilastras septentrionales,
apareciendo al mismo tiempo gran cantidad de cerámica talayótica, púnica y romana (Serra, 1961c).
Figura 2: Fotografía de Sant Vicenç d’Alcaidús. En primer término, el Círculo 1; al fondo, el muro perimetral
del Círculo 2. Fuente: Serra, 1964a, fig. 2.
La excavación entre la zona de las pilastras y el muro externo del recinto, con el objetivo
de entender el funcionamiento arquitectónico y espacial de las estructuras aparecidas, dio como
Panta Rei (2016), 19 - 36
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De arqueología menorquina: Maria Lluïsa Serra Belabre y los círculos talayóticos de Sant Vicenç d’Alcaidús (Alaior,
Menorca)
resultado la documentación de muros radiales que unían las pilastras centrales entre sí, el ábside y
también el paramento interior perimetral (Serra, 1961a, 958), compartimentando el espacio interior
y reforzando la hipótesis de una elipse central. El muro perimetral guardaba cierta relación con el
observado en Torelló, pues se constituía de grandes lajas de piedra por el exterior, y mampostería
con relleno de pequeñas piedra al interior, jalonado además por pilastras verticales insertas en el
paño (Serra, 1961c) (Figura 2). La excavación se prolongó cerca de medio metro en profundidad,
cuya estratigrafía fue leída e interpretada por M.ª Lluïsa, que individualizó dos grandes capas
sedimentarias (Serra, 1958-1966 citado en Pons, 2015), hasta topar con unas losas (Serra, 1961a,
1961b) pertenecientes a un pavimento que atribuyó a una ocupación romana del yacimiento. A esta
fase se adscribe también un enterramiento ubicado junto a la pilastra sureste, a poca profundidad
de la superficie, y datado en torno al siglo II d.C por un disco de lucerna romana (Serra, 1961c).
En cuanto a los materiales muebles, concentrados principalmente en el sector septentrional
del recinto, la cerámica es más abundante que el resto, preferentemente talayótica, pero también
de origen púnico y romano, destacando especialmente la gran cantidad de ánforas (Serra, 19581966 citado en Pons, 2015); así como dos bordes de kalathos ibéricos (uno de ellos decorado); y
finalmente algunos molinos de mano, enteros y fragmentados (Serra, 1961a; 1961c). Es preciso
apuntar que durante la intervención se reconstruyó el paramento interior mediante la reversión
aproximada del recorrido de caída que habían sufrido los bloques (Serra, 1961b). Con todo ello, a
mediados de octubre del año 1958 se dio por finalizada la excavación, debido en parte a la aparición
del citado pavimento, pero especialmente por la problemática inherente a la excavación en mayor
profundidad de la estructura, con las pilastras completamente exentas (Serra, 1961b) sin consolidar
ni asegurar previamente, lo que hizo dudar a M.ª Lluïsa de la pertinencia en la continuidad de los
trabajos. Finalmente no se retomaría el trabajo en el Círculo 1, por lo que actualmente resta por
excavar gran parte de la potencia arqueológica (Pons, 2015), salvo la fase romana.
Un año después, durante el verano de 1959, las tareas previstas por el programa de la
Ayuda March requerían pausar las excavaciones y centrarse en la elaboración de planimetrías
de los yacimientos menorquines. Para estos trabajos, el equipo dirigido por Pericot recurrió a la
incorporación de un topógrafo, Víctor Tolós, que acompañó al grupo a lo largo de la campaña de
dibujo (Serra, 1961a). Las dificultades observadas para la excavación de los recintos de Torelló
y Alcaidús pueden extrapolarse a la elaboración de planos y dibujos: la abundante vegetación y
las ingentes acumulaciones de piedra dificultaron enormemente dicho proceso. La primera parada
fue Sant Vicenç d’Alcaidús, cuyo principal objetivo de aquel año era la observación y estudio de
la disposición de sus elementos estructurales y los de su entorno inmediato. De esta forma, con
las prospecciones exhaustivas y el dibujo planimétrico del terreno, M.ª Lluïsa descubrió que el
poblado estaba compuesto por un amplio conjunto de círculos secantes entre sí, unos en peor
estado de conservación que otros, donde el círculo excavado anteriormente había conservado todo
su perímetro, mientras que el resto se adosaban por el lado oriental (Serra, 1961b) aprovechando la
estructura lateral para amortizar parte de sus respectivos muros perimetrales (Figura 3).
Con esta hipótesis en mente, el equipo emprendió la confección de los planos de otros
yacimientos como Son Catlar (Ciutadella), Talatí de Dalt (Maó) o Torre d’en Galmés (Alaior). En
todos ellos descubrieron que el patrón, aunque con algunos matices, se repetía constantemente en
todos ellos (Serra, 1961b), siendo la estructura circular de Alcaidús, por ende, un ejemplo más de
este tipo, aunque notablemente mejor conservado que el resto (Serra, 1961a). Con el estudio de
estos poblados también halló respuesta a otros interrogantes previamente planteados. Por ejemplo,
la aparición de las salas hipóstilas adosadas por el lateral de los círculos, como en Alcaidús, también
la constató en Torre d’en Galmés; o la cubierta de los recintos, que podría ser como las que se
observan en los recintos de Talatí de Dalt, mediante grandes lajas y columnas centrales; o también
las dudas sobre la extensión real de los poblados prehistóricos menorquines, como observó en los
desconocidos círculos detectados en las inmediaciones de Talatí de Dalt y las múltiples estructuras
que quedaron extramuros en Son Catlar con la construcción de la muralla (Serra, 1961a).
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Octavio Torres Gomariz
Figura 3: Copia de la planimetría original de Sant Vicenç d’Alcaidús realizada por Víctor Tolós (facilitada por
J.C. de Nicolás i Mascaró).
Mientras se dibujaban las plantas pertinentes y se fotografiaba aquello que consideraban
necesario, M.ª Lluïsa y el equipo decidieron practicar dos pequeños sondeos en Son Catlar y Talatí
de Dalt. En el primer caso, se realizaron dos pequeñas catas de 3 x 4 metros en el interior del recinto
amurallado, una cerca de la mitad del lienzo de poniente, próximo al recinto de taula; y la otra en un
punto, hoy indeterminado, al sur. Esta última no tuvo ningún resultado, pues se halló la roca base a
escasa profundidad (Serra, 1961a). Sin embargo, la estratigrafía (Serra, 1961b) que documentó en
el sondeo de poniente fue la siguiente: a 30 cm de profundidad halló diversos bloques sin conexión
entre sí; a 50 cm dio con un muro perimetral de un círculo, identificado como tal por su doble
paramento con relleno de piedra; mientras que, finalmente, a 120 cm encontró sobre la roca madre
las cenizas de un hogar, un amoló junto a él y un cuello completo de ánfora.
Por otra parte, en Talatí de Dalt, el sondeo (de 2 m²) se practicó en el interior del recinto de
taula (1966a). La secuencia obtenida, de 1 m de profundidad, se resume en una primera capa de
tierra vegetal, una segunda de cenizas con cerámica romana, y finalmente otra de tierra amarillenta
con abundantes restos de fauna (Serra, 1961a). Sin embargo, resultó más prolijo el hallazgo de un
recinto cubierto, desconocido anteriormente por su cubierta de piedras y vegetación. Su excavación
también arrojó, según M.ª Lluïsa (1961a), una estratigrafía similar a las anteriores. Una primera
capa de tierra vegetal daba paso a otra de tono oscuro con cerámica romana, finalizando, muy cerca
de la roca base, con un pequeño estrato de apenas 10 cm de tierra oscura con cerámica talayótica
y una bala de honda.
Con el fin del verano de 1959 llegó un pequeño parón en la actividad del grupo, retomándose
en noviembre con un ambicioso proyecto, dirigido por la incombustible M.ª Lluïsa: la restauración
de la naveta des Tudons. No entraremos en las vicisitudes de estos trabajos, que se dilataron hasta
finales de año, cuando, aprovechando algunos días de Navidad, el equipo volvió a Menorca para
realizar los levantamientos planimétricos de otros yacimientos menorquines, como las navetas de
Rafal Rubí, Torre d’en Galmés y Sa Comerma de Sa Garita, Torralba d’en Salort, San Vicente de
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De arqueología menorquina: Maria Lluïsa Serra Belabre y los círculos talayóticos de Sant Vicenç d’Alcaidús (Alaior,
Menorca)
Cala’n Porter, (Serra, 1961a). Con ello se acabaron los dos años de plazo otorgados de la Ayuda
March para el Estudio de la Edad del Bronce en las Islas Baleares, cuyos resultados, además de
los publicados por M.ª Lluïsa a lo largo de los artículos ya citados, también pueden encontrarse
parcialmente en la síntesis de Ll. Pericot publicada posteriormente (1975) y en el informe inédito
entregado a la Fundación Joan March (1960).
3. Las campañas arqueológicas en los Círculos 2, 3 y 4 de Sant Vicenç d’Alcaidús
(1960, 1961 y 1966)
Acabada la Ayuda March, M.ª Lluïsa se propuso continuar con las intervenciones en Sant
Vicenç d’Alcaidús. Para ello contó con el beneplácito de las instituciones y sobre todo con un donativo
económico de un titular privado, al que hace referencia en múltiples ocasiones con gratitud (Serra,
1961a; 1961d). No obstante, decidió no volver al Círculo 1, pues la consolidación de sus pilastras
no se había llevado a cabo aún, y en su opinión ésta era una “pieza perfecta en su clase (…) creí
mejor dejarla para cuando tuviera un conocimiento más completo de este tipo de monumentos”
(1961b). Por otra parte, secante al primero y delimitado grosso modo en la campaña de 1959, el
denominado Círculo 2 aparecía adosado al 1 y presentaba peores condiciones de conservación,
con “pilastras caídas y las lajas del muro exterior desaparecidas en gran parte” (Serra, 1961a), por
lo que su excavación no supondría a priori demasiados inconvenientes.
La campaña se inició a principios del verano de 1960. Durante los meses de julio y agosto
se intervino en los denominados sectores Norte, Este y Sur, llegando a la roca madre en las tres
zonas (Serra, 1961b). La estratigrafía (Serra, 1961a) se prolongó cerca de 1,20 m hasta llegar
a la base, eliminando en primer lugar una capa de tierra vegetal de 30 cm. El resto no presentó
diferentes capas, según su directora, pero se ve alterada a 1,05 m de profundidad por el hallazgo
de un conjunto de lajas planas, interpretado como un pavimento (Serra, 1961b), que separaría
dos niveles de uso de la edificación. Ésta diferenciación sería a su vez confirmada por la cerámica
talayótica recuperada en la estructura, que presentaba determinadas condiciones de dureza según
se hallase por encima o por debajo del citado pavimento. La cerámica que apareció sobre el nivel
de lajas era extraordinariamente “blanda”, mientras que aquella recuperada a escasos 15 cm de
la base, por debajo de las lajas, era notablemente dura (Serra, 1961a). Dentro de este repertorio,
destaca el hallazgo de un vaso fragmentado con decoración de doble hacha en relieve (Pons,
2015). Por otra parte, la cerámica de importación recuperada, muy abundante en el Círculo 2,
parece no responder al patrón marcado por la separación del pavimento de lajas (Serra, 1962b).
Los abundantes amolons recuperados llaman la atención de M.ª Lluïsa considerablemente, pues se
hallan en grupo y ubicados generalmente en la zona central (Pons, 2015). Además de estos molinos
de mano, también recupera proyectiles de honda y algunos percutores líticos (Serra, 1961a), siendo
por tanto un conjunto heterogéneo de materiales muebles.
Sin embargo, será un elemento arquitectónico descubierto en esta campaña el que terminará
de darle la pista a M.ª Lluïsa para la lectura interpretativa de estos círculos. Se trata de un espacio
absidal, ubicado entre las dos pilastras orientales de la zona central del Círculo 2, es decir,
exactamente igual que en el círculo anejo. Su sorpresa ante este hallazgo, que marcaba un patrón
regularizado respecto a la estructura vecina, la hizo creer que se encontraba entonces ante una
solución arquitectónica para sostener las pilastras, preguntándose al mismo tiempo por qué se
ubicaba en uno de los laterales y no en algún extremo de la elipse del espacio central (Serra, 1961b)
(Figura 4). Estos interrogantes quedarían sin embargo pendientes para la próxima campaña. Al
llegar a la roca base en las zonas de intervención Este, Sur y Norte, M.ª Lluïsa documenta el modo
de preparación del terreno previo a la construcción de la estructura y de nivelación del mismo para
su pavimentación con el hallazgo de diversas lajas y piedras planas colocadas sobre los desniveles
de la roca madre, previamente alisada (Serra, 1961a).
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Octavio Torres Gomariz
Figura 4: Vista del espacio absidal del Círculo 2. Fuente: Serra, 1964b, fig. 22.
Durante los meses de agosto y septiembre del año 1961 tuvo lugar la segunda campaña
arqueológica en el Circulo 2. Las labores acometidas en esta campaña se dividieron en dos
fases: una de reconstrucción del muro perimetral de la estructura circular; y la otra de excavación,
finalizando los sectores Norte, Este y Oeste, así como el espacio central y otros ámbitos en la
vertiente suroeste de la estructura (Serra, 1962b). La primera consistió fundamentalmente en la
reubicación de las grandes lajas caídas del paramento exterior del muro perimetral (Serra, 1962b),
trabajo concentrado especialmente en el sector oriental. Se intentó llevar a cabo la reconstrucción
de las hiladas superiores, consiguiendo recuperar con cierta seguridad la primera de ellas con los
bloques caídos a los pies del muro, pero no la segunda ante la falta de indicios suficientes para su
reintegración.
La segunda fase, iniciada a mediados de agosto, se concentró en el espacio central de la
estructura y en la parte occidental, además de los citados sectores que restaban por finalizar. Uno
de los objetivos primordiales era la definición del ábside aparecido el año anterior. Su excavación
mostró en primer lugar una hilera de piedras dispuestas en semicírculo ante el ábside (Serra, 1961b),
ampliando el espacio y delimitándolo respecto al área central, en cuyo interior se halló un estrato
de cenizas de 5 cm de espesor, que en algunos puntos traspasaba la barrera del muro semicircular.
Entre la capa de cenizas y carbones aparecieron abundantes restos de fauna (ovicaprino, roedores
y malacofauna); mientras que adosado a la pared interior del ábside se hallaron diversas piedras
colocadas formando un banco caído, acompañado de numerosos fragmentos de cerámica púnica,
como jarras y escudillas (Serra, 1965a) y talayótica (Serra, 1962b). Todo ello sirvió a M.ª Lluïsa para
interpretar este espacio como el hogar familiar (Serra, 1961b; 1964a; 1965a), el espacio reservado
para el fuego que proporcionaba calor y luz, además de una zona de preparado de alimentos.
Por otra parte, la excavación del patio central apenas aportó material mueble, salvo la aparición
de nuevo de múltiples amolons, siguiendo la dinámica iniciada en la campaña del año anterior, y
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De arqueología menorquina: Maria Lluïsa Serra Belabre y los círculos talayóticos de Sant Vicenç d’Alcaidús (Alaior,
Menorca)
restos de cerámica autóctona e importada. Destaca, no obstante, el hallazgo de una estructura
compuesta por dos lajas verticales paralelas escuadradas que sustentan una superior de igual
factura, ubicada en el ángulo formado por los muros norte y oeste, “dando la impresión de tratarse
de una mesa” (Serra, 1962b) y en cuyo interior se encontró un vaso de fondo alto (Figura 5). De
nuevo como en el círculo anejo, la excavación del espacio central reveló la presencia de muros de
pequeña envergadura que unían las pilastras y el ábside entre sí. No obstante, en el Círculo 2 se
ha conservado mejor el sector septentrional y occidental de la estructura, permitiendo observar que
estos muros realmente configuran otros espacios.
Figura 5: Fotografía del patio del Círculo 2 de Sant Vicenç d’Alcaidús donde se observa la estructura de
lajas de piedra y el acceso a la estancia septentrional. Fuente: Serra, 1964a, fig. 14.
Al norte se delimitó una amplia zona a la que se accedería desde el patio central, cuya puerta
monumental, realizada mediante dos grandes jambas monolíticas, recordaba a M.ª Lluïsa aquellas
observadas en los recintos cubiertos de Talatí de Dalt (Serra, 1961b). Estas puertas serán parte de
un estudio monográfico realizado a posteriori (Serra, 1965b). Por otra parte, en el sector occidental,
las pilastras enmarcaban sendos vanos de accesos delimitados a su vez por jambas y umbrales
monolíticos tallados, con escotaduras alargadas para insertar probablemente piezas de cerramiento
(Serra, 1962b). Estos dan paso a dos habitaciones de planta rectangular, separados por un pequeño
muro medianero. M.ª Lluïsa excavó la suroeste, atestiguando la excavación previa de la roca del
suelo para su adaptación (Serra, 1962b), siguiendo el patrón observado en el patio central.
Con la excavación de 1961, apunta la directora de la intervención, quedaba revelada la
constitución interior de los círculos (Serra, 1961b). Del Círculo 2 restaba por esclarecer su sector
meridional, que presentaba graves problemas de conservación. Asimismo, no se había resuelto el
problema de la cubierta de estas estructuras, si el patio se encontraba a cielo abierto o tal vez toda
la estructura (Serra, 1962c). En cuanto a la cultura material mueble recuperada, contamos con los
datos proporcionados por sus diarios, a falta de la publicación de las memorias de excavación.
Predomina de nuevo la cerámica talayótica (olla, escudillas, vasos de fondo alto, etc.) y la cerámica
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Octavio Torres Gomariz
púnica (ánforas, jarras, platos), acompañados de cerámica itálica e ibérica (Pons, 2015). Sin
embargo, el material más abundante en proporción son los amolons, teniendo en cuenta que fueron
cerca de 41 los ejemplares recuperados en la misma estructura.
No sería hasta 1966 cuando M.ª Lluïsa volvería a Sant Vicenç d’Alcaidús. Toda la información
obtenida en las campañas anteriores fue suficiente para la elaboración de su hipótesis principal
sobre los círculos menorquines. Por tanto, los años siguientes a la excavación del Círculo 2, M.ª
Lluïsa se dedicó a la redacción y publicación de sus trabajos de investigación y a participar en
congresos de historia y arqueología, entre los que destaca la propia organización y celebración
del X Congreso Nacional de Arqueología en Maó. De esta forma, volvió a Alcaidús en 1966 para
acometer la excavación de los círculos observados ya durante la campaña de 1959. De estas
intervenciones sólo nos quedan sus diarios (publicados parcialmente en Pons, 2015), alguna cita
concreta en sus últimos trabajos y los informes administrativos inéditos (Serra, 1966c; 1966d). Los
Círculos 3 y 4 plantearon una problemática diferente respecto a sus estructuras vecinas, casuísticas
particulares que, por otra parte, sirvieron para cimentar sus teorías sobre los círculos y, a la sazón,
de la ocupación histórica de Menorca.
El Círculo 3, adosado al 2 por el este, mostraba desde el principio complicaciones notables
para su excavación. Gran parte de las lajas del paramento exterior del Círculo 2 estaban caídas sobre
la mitad occidental del 3, circunstancia que M.ª Lluïsa decidió aprovechar para excavar únicamente
el sector oriental del círculo, con el objetivo de obtener una sección estratigráfica N-S del círculo.
Por sus notas sabemos que se vislumbraban las pilastras del patio central y las jambas del vano
de acceso a la estancia norte. Obtenida la sección, identifica y describe tres estratos (Pons, 2015),
datados por los materiales aparecidos en cada uno de ellos: el inferior se situaría entre los siglos VIIVI a. C., por lo que se adscribiría al periodo talayótico; el intermedio datado entre los siglos II-I a. C.;
y finalmente el superior, considerado como propiamente romano, que llegaría hasta el Bajo Imperio.
Asimismo, dichos materiales que emplea para la datación relativa de la estructura se resumen en
abundante cerámica romana y púnica, alguna moneda bajoimperial y escasa cerámica talayótica.
En peores condiciones se encontraba, a priori, el Círculo 4 del que apenas podía observarse
parte del muro medianero del patio central que daba paso a la estancia septentrional, y una de las
jambas que conformarían la puerta de acceso. Diversos apuntes en sus diarios de excavación,
llevada a cabo en septiembre de 1966, apuntan la existencia de numerosos materiales romanos:
cerámica itálica, monedas, tegulae, lucernas, etc. La zona de intervención fue el patio central, único
sector que pudo delimitar, donde registró una estratigrafía similar al resto de círculos (Pons, 2015).
Consistía en un primer nivel de tierra superficial con cerámica romana sobre un pavimento romano
de opus signinum acompañado de terra sigillata, mientras que en cota inferior halló un estrato de
tierra gris con cerámica romana y greco-púnica, y finalmente una capa de tierra amarillenta donde
predominaba la cerámica talayótica y greco-púnica. Las últimas anotaciones del diario de campo de
octubre de 1966 hacen referencia al hallazgo y excavación de estructuras propiamente romanas,
las estancias cuadrangulares visibles aún hoy en Alcaidús, y una cisterna revestida de mortero
hidráulico de adscripción romana. La clave interpretativa de esta última campaña, como recoge
Pons (2015) del informe inédito de M.ª Lluïsa (1966d,1), fue su asunción como estructuras que
“(…) en época tardorromana (fueron) adaptadas a las nuevas necesidades y aún utilizados sus
materiales para la construcción de aquellas casas citadas”.
De forma paralela a todas estas campañas, antes incluso del inicio de la Ayuda March y
realmente hasta su propio fallecimiento, M.ª Lluïsa Serra dedicó sus años a analizar exhaustivamente
los datos que obtenía en las intervenciones arqueológicas que dirigía. Especialmente a partir de la
excavación del Círculo 2, supo reunir todos los indicios que había ido documentando en los diversos
yacimientos insulares (Torelló, Son Catlar, Talatí de Dalt, Torre d’en Galmés) para finalmente elaborar
una hipótesis que sería, como ella misma reconoció, “una de la mejores aportaciones realizadas
en estos últimos años” (1966d, 18) en el panorama de la prehistoria menorquina. Y es que se
encontraba ante las viviendas de la sociedad prehistórica de Menorca.
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De arqueología menorquina: Maria Lluïsa Serra Belabre y los círculos talayóticos de Sant Vicenç d’Alcaidús (Alaior,
Menorca)
4. Articulando la casa talayótica: interpretaciones, historiografía, formas y cronología
No obstante, aquella certeza fue el resultado de un largo proceso de comprensión e
interpretación de la información que fue acumulando desde el inicio de sus intervenciones
arqueológicas, especialmente en Alcaidús. A lo largo de las publicaciones y congresos en los que
participaba ya dejaba entrever aspectos fundamentales de su teoría posterior, como la organización
espacial de los asentamientos prehistóricos (Serra, 1961a; 1961c; 1962b) o la importante presencia,
y lo que ello podía significar, de un hogar central en cada círculo (Serra, 1961b). Ante la excavación
de los diversos yacimientos en los que interviene, ella misma intentar encajar el panorama de todas
estas estructuras, articulando un discurso que les diese sentido. Sin embargo, pronto observa cierta
heterogeneidad ante la recurrencia de patrones, como el círculo de Torelló y los de Sant Vicenç
d’Alcaidús, que comparten elementos constructivos, pero no la disposición de sus espacios; o el
de Son Catlar, mucho más “simple” que los otros; mientras que los de Torre d’en Galmés sí son
prácticamente iguales a los de Alcaidús (Serra, 1961b; 1964a).
Además de estos indicios, M.ª Lluïsa inició la investigación exhaustiva de estas estructuras,
más allá del trabajo de campo, con la búsqueda bibliográfica de todas las referencias historiográficas
de este tipo de estructuras (Serra, 1961b, 65-69; Serra, 1964a), base fundamental sobre la que
cimentará su teoría. La primera referencia de los círculos data de principios del siglo XIX con la
célebre obra de J. Ramis i Ramis, Antigüedades célticas de la isla de Menorca (1818). En ésta figuran
una serie estructuras circulares en las inmediaciones de las atalayas (talayots), situadas en algunos
yacimientos como Torelló o Biniaiet. Pone de manifiesto además que a corta distancia de estos se
encontraban fácilmente gran cantidad de amolons, siendo éste un detalle importante para M.ª Lluïsa
ante el hallazgo recurrente de estos objetos en sus excavaciones. Años después, É. Cartailhac
(1892) describió y analizó algunos yacimientos menorquines, como Trepucó, Torretrencada, Son
Catlar o Torralba, en su obra Monuments primitifs des îles Baleares. Entre diversas anotaciones,
apunta la recurrencia de círculos de piedra en los poblados prehistóricos de la isla. Sin embargo,
tanto Ramis como Cartailhac, incluyeron dentro de la categoría de círculos los recintos de taula,
de los que citaban principalmente su pieza central, y a los que dedicaban mayor atención, debido
probablemente su monumentalidad.
No será hasta El Arte Egeo en España (1908; 1910) de A. Vives Escudero donde se distinga
netamente entre círculos sencillos y con taula, aunque siendo de nuevo estos últimos de mayor
interés para el autor. Finalmente, una apreciación diferente, en la que M.ª Lluïsa fundamentará
parte de sus hipótesis, es la de J. Hernández Mora, en Menorca Prehistórica (1922; 1923), que
habla de “monumentos circulares de época decadente”, diferenciándolos de las taulas, y apuntando
que se construyen a expensas de las construcciones de sus alrededores. También como parte de
la historiografía sobre la que trabajaba M.ª Lluïsa, destaca la obra de M. Murray. Esta egiptóloga
inglesa llegó a Menorca en los años 30 del pasado siglo y excavó parte de los círculos de Trepucó,
ubicados en las inmediaciones de la taula (1932; 1938); así como los de Sa Torreta de Tramuntana
(1934).
Con este recorrido y todos los datos obtenidos en las sucesivas campañas arqueológicas, M.ª
Lluïsa, por vez primera, en el marco del VII y VIII Congreso Nacional de Arqueología, caracteriza los
círculos menorquines desde una perspectiva formal, basándose principalmente en Alcaidús (Serra,
1962; 1964a). Define una construcción de planta circular con un muro perimetral compuesto, por el
interior, de hileras de piedra escuadrada, superpuestas por el sistema de falsa cúpula, y jalonadas
de forma intermitente por pilastras verticales insertas en el muro. Por otra parte, en el exterior, el
muro es de grandes lajas verticales que descansan sobre una base de piedras de la misma anchura
pero más bajas, mientras que sobre las lajas se disponen de nuevo varias hileras de bloques
escuadrados. Finalmente, entre ambos paramentos, un relleno de piedra y tierra. En el interior del
círculo, destaca la presencia de seis pilastras (con basa y capitel) que forman una elipse central,
cuyo eje N-S es el más largo. En el extremo septentrional de la elipse, entre dos pilastras, se abre
un vano compuesto por dos jambas que da acceso a una gran habitación delimitada por pequeños
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Octavio Torres Gomariz
muretes radiales que unen las pilastras con el muro perimetral.
Próxima al acceso de esta habitación, entre una de las pilastras de acceso y la contigua
por el lado oriental, se halla un ábside construido mediante un muro cóncavo uniendo los citados
elementos estructurales, de bloques escuadrados con un pilar central. En este muro cóncavo, en
la parte inferior, se dispone un pequeño banco adosado formado por lajas de mediano tamaño
dispuestas en vertical y horizontal. Por otra parte, en la sección occidental del círculo, de nuevo
mediante pequeños tabiques medianeros formados por mampostería trabajada, se unen las
pilastras y se compartimenta el espacio, creando dos estancias de planta pseudo rectangular, cuyo
vano de acceso se compone de dos jambas formadas por lajas y un umbral monolítico tallado con
hendidura central. En cuanto al resto de la estructura, se compone de un gran espacio cuya única
particularidad es constituir un fondo ovalado en el extremo donde entra en contacto con el hogar
absidal.
Una vez caracterizada, grosso modo, la estructura principal de los círculos, M.ª Lluïsa afronta
diversas cuestiones que resolver, ya planteadas anteriormente a lo largo de las campañas de
excavación. La primera de ellas es el sistema de cubierta de los círculos, problemática a la que
llegó a dedicarle una publicación monográfica (1962c). A priori la respuesta le parece evidente,
imaginando una cubierta de madera y elementos vegetales típica. Pero la autora se cuestiona si no
podría tratarse de un techo completamente de piedra, atendiendo al panorama observable en otros
yacimientos menorquines. Ello la lleva a hacer un estudio exhaustivo de los sistemas de cubierta
detectados a lo largo de los asentamientos prehistóricos menorquines. En el aborda los célebres
talayots y navetas, de los que destaca los de Son Catlar y San Agustí Vell por su cierre de falsa
bóveda mediante aproximación de hiladas y cierre mediante lajas, o de columnas y lajas radiales
(Serra, 1962c). No obstante, el abismo morfológico y funcional entre estas estructuras y las que le
atañen, la hacen cambiar el objeto de comparación.
Se centra entonces en las llamadas salas hipóstilas y recintos cubiertos. De éstas pone de
relieve la similitud de los elementos técnicos que constituyen ambas tipologías: columnas y capiteles
(Serra, 1962c). Las columnas se conforman por diversos tambores trabajados de forma irregular,
o de piedras monolíticas generalmente troncocónicas invertidas o de sección rectangular. Por otra
parte, los capiteles presentan una articulación más heterogénea, documentándose bloques de
piedra de forma circular generalmente, pero también cuadrangular o incluso trapezoidal. El sistema
de cubierta se basaría por tanto en la disposición de grandes lajas de piedra dispuestas de una
columna a otra, que en muchos casos serán pilastras (por estar adosadas a un muro). Ejemplos
principales de su análisis comparativo son Talatí de Dalt, Torralba d’en Salord o Son Saura (Serra,
1962c). No obstante, más allá de recoger las distintas manifestaciones observadas, no concreta
ninguna de ellas para el caso de los círculos ante la falta de indicios suficientes para decantarse por
una u otra.
Analizando estos yacimientos para dar respuesta al problema de la techumbre, M.ª Lluïsa
atenderá otra de las particularidades de los círculos: las puertas. En los recintos cubiertos de Talatí
observa que las vanos de acceso a las diferentes estancias están constituidos por sendas jambas
y un dintel, piezas rectangulares y escuadradas. Pero la característica principal es que las piezas
aparecen en parejas, se trata realmente de cuatro jambas y dos dinteles, separados apenas 20 cm
entre sí (Serra, 1965b). Esta particularidad está presente también en los círculos de Sant Vicenç
d’Alcaidús y Biniaiet, específicamente en el acceso que da paso a la habitación septentrional. Sin
embargo, más allá de su presencia, que M.ª Lluïsa vincula con el mundo griego del Mediterráneo
oriental (como se verá más adelante con otros elementos), no avanza más en sus interpretaciones,
quedando pendiente si se trata de un elemento técnico o ritual, o sí está presente en todos los
asentamientos menorquines, o si incluso es exclusivo de la comarca situada en Maó y Alaior (Serra,
1965b).
Producto de la tradición académica del momento, caracterizada principalmente por la obra
de Vives Escudero (1910) y Martínez Santaolalla (1935) en el caso de Menorca, e imbuida también
durante su formación universitaria de estas corrientes interpretativas, M.ª Lluïsa centró su búsqueda
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De arqueología menorquina: Maria Lluïsa Serra Belabre y los círculos talayóticos de Sant Vicenç d’Alcaidús (Alaior,
Menorca)
de influencias y contextos similares de la arquitectura menorquina en el mundo prehelénico del
Mediterráneo central y oriental, concretamente en las islas de Malta, Chipre, Creta, Sicilia y parte de
Grecia. Además de su exhaustiva investigación, realizó un viaje por todos estos escenarios durante
el verano de 1963 para observar de primera mano el registro arqueológico de estos territorios,
y cuyos resultados fueron expuestos de forma monográfica en una comunicación y publicación
posterior (Serra, 1964a). Con los ojos de la historiografía que la precedía, visitó Micenas para cotejar
las comparaciones que había hecho Vives Escudero entre los círculos menorquines y las tumbas de
los Átridas, especialmente por los paramentos de grandes lajas (Serra, 1964a). Sin embargo, fue
en Malta donde halló más similitudes, concretamente en los yacimientos de Hagar Quim, Tarxien,
Mnajdra y Borg. En ellos halló estructuras circulares con paramentos de lajas, algunas con pilastras
insertas en los muros y puertas dobles, pero los malteses eran de mayores dimensiones, formaban
complejas estructuras concéntricas y los paramentos de lajas verticales también se hallaban en la
cara interior de las construcciones (Serra, 1964a). Además, M.ª Lluïsa era plenamente consciente
de que la funcionalidad de estas estructuras y sus cronologías distaban mucho de la de los círculos
menorquines, siendo su análisis puramente comparativo a nivel morfológico (Serra, 1964a).
Uno de los principales artículos de M.ª Lluïsa Serra, por su importante contribución al respecto,
que sigue vigente a día de hoy, fue su participación en la obra Arquitectura megalítica y ciclópea
catalano-balear (1965a). En ella aborda un estado de la cuestión de todas las manifestaciones
arquitectónicas de la Menorca prehistórica, caracterizando todas sus estructuras, incluyendo
navetas, murallas, círculos y talayots. Una de las partes más importantes es la definición, de forma
explícita, de dos tipos de aparejo presentes en la mayoría de yacimientos menorquines, así como la
caracterización de todos los elementos constituyentes y soluciones arquitectónicas de la prehistoria
menorquina (columnas, falsa bóveda, puertas dobles, etc.). Volviendo al primer aspecto, es en
este artículo donde define lo que denomina aparejo talayótico y aparejo de lajas verticales (Serra,
1965a). Esta división ya quedó patente en publicaciones anteriores (Serra, 1961b; 1964a), pero es
ahora cuando la hace explícita. El talayótico, llamado así por ser el empleado siempre en talayots,
se forma mediante hiladas horizontales de bloques de piedra escuadrada (de forma heterogénea),
superpuestas hasta llegar a la altura deseada; mientras que el de lajas verticales se compone de un
pequeño zócalo de bloques cuadrados sobre los que se disponen grandes lajas cuadrangulares en
posición vertical (algunos más horizontales o cuadrados) y finalmente se remata con varias hiladas
de bloques escuadradas de aparejo talayótico.
La tipificación de los aparejos encierra una cuestión pendiente en la investigación de la autora:
la cronología de los círculos. Como ya hemos mencionado anteriormente, en función de la cerámica
hallada durante las excavaciones de Alcaidús, Talatí o Son Catlar, la presencia de cerámica
talayótica acompañada de ánforas y recipientes púnicos sobre la roca madre en la que se asientan
las estructuras lleva a datar su erección en el siglo VI a.C como mínimo (Serra, 1964a; 1965a). Ante
la incapacidad de avanzar en la datación mediante cerámica, M.ª Lluïsa intenta otorgar diferentes
fases cronológicas a estos paramentos (1961b). Para ello, parte de las notas de Hernández Mora,
quien, recordemos, apunta que los círculos son de “época decadente” y se construyen a expensas
de las estructuras de sus alrededores (1924). Por otra parte, durante la campaña de 1959, se
fija en algunos indicios especialmente ilustrativos: en Talatí de Dalt observa que algunos círculos
construidos mediante aparejo de lajas verticales tienen como base los restos de una construcción
anterior; y en Son Catlar, la gran muralla que rodea el yacimiento es de aparejo de lajas verticales,
amortizando en su vertiente noreste uno de los talayots del poblado (Serra, 1964a; 1965a). Por
tanto, todo ello la lleva a proponer que el aparejo talayótico es anterior en el tiempo al de lajas
verticales. Sin embargo, también apunta que algunos círculos están construidos íntegramente con
aparejo talayótico, como en Sant Agustí Vell y Torre d’en Galmés (1961b; 1964a), por lo que no
termina de encontrar una solución satisfactoria al problema planteado.
Finalmente, hay una cuestión, la más importante a la sazón, que quedaba aún por resolver
para M.ª Lluïsa: ¿qué son exactamente los círculos talayóticos? Aunque desde muy pronto apuntó
sutilmente qué funcionalidad tendrían estos círculos, no será hasta más adelante en el tiempo
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Panta Rei (2016), 19 - 36
Octavio Torres Gomariz
cuando dé una explicación histórica y hermenéutica de estas construcciones. Con la identificación
del hogar familiar (Serra, 1961b), la estructura que lo contiene adquiere connotaciones indisociables
a la domesticidad y vida cotidiana, entendiendo que las familias talayóticas vivirían allí. Por otra
parte, ya observó que estas estructuras eran las más recurrentes en los asentamientos prehistóricos
menorquines, creando esa “trabazón de círculos, de diverso diámetro y estructura, sirviendo de fondo
y aglutinante (…)” (Serra, 1964a, 246), asumiendo que se trata del tejido urbano de cada poblado,
cuya unidad mínima es, por ende, la vivienda. La identificación de los círculos como casas ha
quedado patente en numerosas publicaciones en las que afirmaba rotundamente que estos círculos
eran las viviendas de la sociedad prehistórica de Menorca (Serra, 1965; 1966b; etc.), mientras que
en otras lo hacía de forma más velada, citando a las comunidades insulares como “los habitantes de
los círculos” (Serra, 1964a, 16). Esta afirmación es, como ya ha quedado expuesto anteriormente,
completamente novedosa hasta el momento, siendo, como ella misma predijo (Serra, 1966b), la
mayor aportación al conocimiento de la prehistoria menorquina en aquel momento. Cabe destacar
finalmente que en el libro que preparaba junto con otros especialistas sobre la historia de Menorca,
que no pudo acabar a tiempo por su temprana muerte pero que vio la luz años después gracias a
sus coautores (Serra et al., 1977), Serra profundizó en la interpretación espacial de las diferentes
estancias que componen el círculo de habitación canónico. Además del patio central y del hogar
familiar, habla de un probable uso cúltico (“santuario familiar”) situado en la estancia septentrional
apoyándose en el tipo de cultura material mueble hallada (1977). No obstante, fue una teoría que
no pudo desarrollar exhaustivamente por su inminente fallecimiento, quedado el texto inconcluso.
Además del reconocimiento de los círculos como las viviendas propias de las comunidades
prehistóricas de la isla, Serra intentó finalmente construir el discurso histórico que daría explicación
a estas estructuras. De esta forma, prácticamente en las postrimerías de su vida, propone (Serra,
1967d) que, de forma similar al panorama observado en la cultura nurágica sarda, la sociedad
talayótica erguiría estas estructuras turriformes, destinadas a soportar una vivienda notable ocupada
por la élite social. La mayor parte de la población viviría en casas mucho más modestas, agrupadas
en torno al talayot central. Sin embargo, esta situación se vería profundamente alterada entre los
siglos VII – VI a. C. con la llegada de griegos y púnicos que verían en la isla un importante mercado
para sus intereses. A su vez, la introducción de sus productos y los beneficios de su comercio con
la población insular conllevaron la progresiva elevación del nivel de vida de estas comunidades,
elevando su poder económico. Ello se vería reflejado en la transformación de sus modestas
viviendas en grandes círculos, que debían ser una simulación de las que se hallaban en la cumbre
de los talayots. Las relaciones propias de esta sociedad, a nivel estructural, fueron también una
preocupación científica para la autora. En este aspecto, planteaba (Serra, 1964b) que la población
que residía en los círculos podía estar bajo el yugo de aquella pequeña parte de la sociedad que
vivía en lo alto de los talayots, siéndoles negada la capacidad de participar en las transacciones
comerciales con los coetáneos del Mediterráneo. Este hecho sería el que jugaría en contra de esa
élite social con la intensificación de los contactos con las comunidades exógenas. No obstante, al
igual que en el caso anterior, éstas y otras muchas fueron preguntas a las que M.ª Lluïsa no pudo
dar respuesta definitiva, dejando abierta la investigación sobre aquellas gentes prehistóricas, a las
que dedicó vehementemente toda su vida, hasta el último esfuerzo.
5. Reflexiones finales: el legado de Maria Lluïsa Serra Belabre
Pericot empieza su libro con una dedicatoria: “A la memoria de María Luisa Serra Belabre,
a la que tanto debe la prehistoria balear” (1975, 1). No le falta razón, y este trabajo ha intentado
dar cuenta de ello. M.ª Lluïsa Serra dejó un gran legado a la sociedad, tanto a su querida Menorca
como al resto de la población. Éste se compone de grandes obras, como la erección de bibliotecas
municipales y centros culturales (Orfila, 2012), pero también de numerosos trabajos escritos que
materializan todo el patrimonio cultural de Menorca. Todos sus logros, en cualquier ámbito de todos
los que trabajó, constituyen hoy la base de la vida cultural menorquina. Y la arqueología, como
Panta Rei (2016), 19 - 36
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De arqueología menorquina: Maria Lluïsa Serra Belabre y los círculos talayóticos de Sant Vicenç d’Alcaidús (Alaior,
Menorca)
uno de sus campos predilectos, no es una excepción. Toda historiografía es fundamental para la
comprensión de la historia de la isla, y la obra de M.ª Lluïsa es un claro ejemplo de ello. Fruto de
su enorme pasión e inagotable espíritu, su bibliografía es hoy clave para comprender la prehistoria
menorquina, constituyendo un cimiento indispensable para cualquier investigación en nuestros días.
Muestra particular de ello es Sant Vicenç d’Alcaidús y los llamados círculos talayóticos. Su
bibliografía sigue siendo el punto de partida para cualquier aspecto relacionado con estas estructuras,
pues aunque se haya avanzado en la caracterización de estas viviendas, la estructura teórica
fundamental es la que ella formuló hace años, vigente en la actualidad. Parte de las cuestiones
que planteó a lo largo de sus trabajos son ahora líneas de estudio abiertas y articulan los ejes del
debate científico. Son paradigmáticos en este sentido tres grandes problemáticas inconclusas que
ya inició M.ª Lluïsa: la cronología de los cercles, especialmente ante las imprecisiones arrojadas
por las dataciones radiocarbónicas; los cambios en el modelo doméstico reflejados en las formas
constructivas, es decir, el empleo de las diferentes técnicas constructivas y las connotaciones
cronológicas de su uso; y otras preguntas aún problemáticas, como la cubierta de las viviendas,
las funciones de las salas hipóstilas o el mismo uso y distribución de los espacios que conforman el
ámbito doméstico de las comunidades prehistóricas menorquinas.
La identificación de los círculos con las viviendas de las comunidades prehistóricas de
Menorca fue indudablemente un gran avance para la historia insular. No obstante, la lectura social
e histórica del proceso de creación de estas estructuras ha virado desde las últimas líneas de la
autora. Su lectura, entendiendo las casas como una imitación de grandes casas ubicadas en lo
alto de los talayots, ha caído en desuso por la falta de argumentos. No obstante, actualmente se
han realizado otras lecturas sociales de los espacios domésticos que han permitido ir más allá en
la propia caracterización de estas sociedades del Postalayótico o Talayótico Final (550-123 a. C.),
identificando aquellos elementos que denotarían rasgos comunes en los grupos domésticos que
habitan estas casas (Salvà y Hernández-Gasch, 2007; Hernández-Gasch, 2011; Calvo y Guerrero,
2011; Carbonell, 2012; entre otros). Pero las causas intrínsecas que actuaron en el seno de estas
comunidades para que materializaran este tipo de viviendas, sigue siendo una problemática
pendiente. En este sentido, una línea de investigación actual aboga por continuar, aunque con
una perspectiva teórica diferente, la senda marcada por M.ª Lluïsa al inferir que fue el contacto
de la población autóctona con los agentes externos lo que provocaría un cambio trascendental en
la forma de habitar de estas comunidades (Prados et al., 2015; Torres, 2016), si bien no de forma
unilateral, sino como una conjunción de factores, marcada por la desigualdad y la lucha de poder en
el seno de la sociedad prehistórica menorquina.
En cualquier caso, M.ª Lluïsa Serra Belabre fue sin lugar a dudas una mujer excepcional que
trabajó hasta el final de sus días para conocer a esas gentes que habitaron círculos y talayots. Su
vehemencia en la consecución de los medios necesarios para iniciar y desarrollar sus trabajos fue
clave para la ejecución de sus proyectos. Para ello, desde el primer momento centró gran parte de
sus esfuerzos en involucrar a todos los agentes necesarios: el mundo académico, las instituciones
políticas y, por supuesto, a la sociedad menorquina. Y es que, como historiadora, supo desde el
principio que el valor de su profesión radicaba en eso que hoy se denomina transferencia, es decir,
en devolver a la sociedad aquello que le pertenece: su pasado.
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Nuevas cuestiones sobre el anfiteatro de Zaragoza
New questions on the amphitheater of Zaragoza
José David Mendoza Álvarez1
Universidad de Sevilla
Recibido: 17/04/2016
Aceptado: 01/08/2016
Para citar este artículo: Mendoza Álvarez, J. D. (2016). Nuevas cuestiones sobre el anfiteatro
de Zaragoza. Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la Historia, 37-61.
ISSNe: 2386-8864
DOI: 10.6018/pantarei/2016/3
Resumen
Presentamos nuestra investigación relacionada con las recientes hipótesis que se han
planteado sobre la existencia del anfiteatro de Caesar Augusta (Zaragoza), aportando pruebas y
la ausencia de datos como punto de partida para determinar su existencia y posible ubicación
correcta. Revisaremos las fuentes gráficas y tendremos en cuenta los paralelos de ciudades con
el mismo estatuto jurídico, algunas de las cuales presentaban los tres edificios lúdicos, circo,
teatro y anfiteatro, mientras que otras tan solo teatro y anfiteatro, hecho significativo a la hora de
contextualizarlo en nuestro caso en el que contemplamos la posible existencia de mártires que nos
pueda orientar a esclarecer el posible lugar de ubicación del anfiteatro caesaraugustano, bien en el
interior del pomerium como en su exterior.
Palabras clave
Arqueología, Historiografía, Yacimiento, Historia de Europa, Historia.
Abstract
We present our research related to recent hypotheses that have been raised about the
existence of the amphitheater of Caesar Augusta (Zaragoza), providing evidence and the absence of
data as a starting point to determine its existence and possible exact location. We review the graphic
fonts and take into account the parallels of cities with the same legal status, some of which had three
recreational buildings, circus, theater and amphitheater, while others just theater and amphitheater,
significant fact in order to contextualize it in our case where we contemplate the possible existence
of martyria, which can help us clarify the possible site for the caesaraugustano amphitheater, well
inside the pomerium or beyond it.
Key Words
Archaeology, Historiography, Historic sites, European History, History.
1 Para contactar con el autor: José David Mendoza Álvarez. Universidad de Sevilla. Dpto. de Prehistoria y
Arqueología. luckyman76@hotmail.com.
Panta Rei (2016), 37 - 61
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Nuevas cuestiones sobre el anfiteatro de Zaragoza
1. Introducción
En esta investigación se establecerán determinadas respuestas a la posible ubicación del
anfiteatro de Caesar Augusta que lo ubican en la Plaza de los Sitios o bajo el hotel Palafox (Galve,
2004; 2014; Beltrán Llorís, 2007-2008; Diarte et al., 2013), sin que sean hipótesis determinantes
para ello. De la misma forma se atenderá a las imágenes en las que se basan para establecer un
lugar indicado de la supuesta ubicación del edificio de espectáculos, así como otras ilustraciones. Se
tendrá en cuenta los resultados de la prospección realizada mediante georradar y se interpretarán
los resultados de las mismas. Por último, se intentará conocer los detalles del supuesto plano
anónimo que ubica unas estructuras bajo el hotel Palafox de Zaragoza, donde se aprecian unos
restos que se interpretan como un posible anfiteatro, sin más datos al respecto, aludiendo a la
supuesta confidencialidad de los resultados de las excavaciones que en su día realizaron en el lugar
para la construcción del hotel.
2. Primeras intervenciones
Fue A. Beltrán quien puso los pilares de la arqueología zaragozana, comenzando un periodo,
no sin lagunas en cuanto a intervenciones y publicaciones, que pretendían conocer el pasado de
la ciudad (Gascón, 2009; Galve, 2014). El propio Museo de Zaragoza es el encargado de realizar
parte de las excavaciones para determinar la Forma Vrbis de la ciudad romana de Caesar Augusta
(Beltrán Llorís, 2004), aunque los trabajos pioneros respecto al valle del río Huerva, se deben al
Dr. M. Pellicer en 1957 (Pérez, Fanló y Picazo, 2010). Posteriormente las excavaciones se han
centrado en el casco histórico (Galve y Blanco, 2002) de la actual Zaragoza, en la Plaza de la Seo
y en la Plaza de D. Jaime I, para delimitar la ordenación urbana en torno al foro, y la red viaria
(Hernández Vera y Núñez, 1997; Hernández Vera y Núñez, 2000). Entre 1998 y 2003 se excavó el
teatro (Beltrán Llorís, 1993; Galve, 2004; 2014) y se empezó a conocer algunos tramos de las cloacas
(Escudero y Galve, 2013). Así mismo se han realizado catas arqueológicas también en los solares
de las Tenerías nº 3-5 (Cebolla, Domínguez y Ruiz, 2004). De esta forma se ha llegado a establecer
los niveles más antiguos desde la Edad del Bronce, determinándose una ocupación prerromana
en el solar 26 de la calle Palafox (Hernández Vera y Núñez, 2000) donde se han excavado restos
de un poblado que se adapta a la orografía circundante, con casas de planta rectangular. Esta
disposición del relieve fue representada en el siglo XIX por Casañal al realizar un levantamiento
topográfico (Figura 1) de la zona, destacando los desmontes y aterrazamientos que se iniciaron
con la ocupación romana (Hernández Vera y Núñez, 2000). Se constatan acondicionamientos del
terreno para evitar inundaciones, mediante drenajes con ánforas y estructuras hidráulicas (Beltrán
Llorís, 2007-2008; Galve, 2014). Los restos iberorromanos se extienden hacia el río Huerva, llegando
a detectarse pavimentos de opus signinum en la calle Viejos (Hernández Vera y Núñez, 2000).
En la calle Mosen Pedro Dosset fueron halladas inhumaciones paleocristianas en fosa, revestidas
con tejas planas, ataúd de madera, sin ajuar, con una cronología entre los siglos IV y V (Galve y
Blanco 2001-2002). Se conocen también algunos vertederos con material cerámico (Diarte, 2014).
El patrimonio zaragozano ha sido puesto en valor, además, prácticamente desde los años noventa
del siglo XX con la realización de cuatro museos de sitios en el foro, termas, puerto fluvial y teatro
(García, Casteels y Erice, 2007).
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José David Mendoza Álvarez
Figura 1: Plano de Casañal de 1880. Fuente: extraído de http://planosymapasdearagon.blogspot.com.es/.
3. Aspectos puntuales para el conocimiento de Caesar Augusta
Gracias a todas estas intervenciones zaragozanas, y a pesar de la existencia de muchas
noticias e imprecisiones, se conocen numerosos datos para afirmar la existencia de una ciudad
indígena previa, denominada Salduie, ubicada en las orillas del Ebro y cercanías del afluente
Huerva, lo que la convertía en un lugar estratégico donde confluían las primitivas rutas (Magallón,
1990; Gómez Pantoja, 1994; Escudero y Galve, 2013), recogido por Estrabón (II, 2.15) y Plinio (Nat.
Hist. III, 24) aludiendo a una población previamente romanizada antes del asentamiento definitivo
romano (Gómez Pantoja, 1994; Galve, 2004; 2014; Beltrán Llorís y Velaza, 2013). Este hecho fue
aprovechado con dicha ocupación sobre el poblado indígena, mejorando la urbanística y controlando
las rutas de comunicaciones terrestres y fluviales (Magallón, 1990; Iuste, 1993), por tres de las ocho
legiones que habían intervenido en las guerras cántabras, siendo la IV Macedonica, VI Vitrix y X
Gemina (Gómez Pantoja, 1994; Fatas, 1998; Beltrán Llorís, 2007-2008; Ortiz y Paz, 2009).
La nueva ciudad se erigía en una planta hipodámica con el trazado peculiar que se realizaba
en la fundación de una colonia, establecida entre los años 15 y 14 a. C. (Gómez Pantoja, 1994;
Ortiz y Paz, 2009; Cebolla, Domínguez y Ruiz, 2014; Galve, 2014), realizándose previamente el
acondicionamiento del terreno y la red de cloacas sobre las que se erigían las viviendas y los
edificios públicos y privados, siendo necesario tomar medidas para evitar las inundaciones del río
(Galve, 2014). Con el tiempo, esta ciudad aumentó su perímetro hacia el este (Beltrán Llorís, 1993;
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Nuevas cuestiones sobre el anfiteatro de Zaragoza
Gómez Pantoja, 1994; Hernández Vera y Núñez, 2000; Galve 2004). La ciudad se convirtió en
capital de su Convento Jurídico (Andreu, 2003; Beltrán Llorís, Mostalac y Paz, 2009; Ortiz y Paz,
2009; Sevilla, 2009), controlando las rutas comerciales y paso de los Pirineos, Teruel, valle del
Segre y la costa cantábrica (Fatas, 1998; Beltrán Llorís, Mostalac y Paz, 2009).
Su auge perduró hasta el siglo III en el que debido a las dificultades económicas tuvo que
contraerse, lo que no implicó que fuese abandonada, sino que en época tardía, la ciudad necesitó
nuevas transformaciones urbanísticas, pues con la anulación de la red de alcantarillado que se
constata en las excavaciones arqueológicas realizadas (Galve, 2004), se incrementó el nivel
estratigráfico elevando la cota de uso y generalizándose vertederos intraurbanos (Diarte, 2014).
Esta transformación tardía pretendía mantener sus edificios y monumentos aunque, de forma
general, con la crisis del siglo III, esto resultaba muy costoso. De esta forma, se constata que el
teatro sería el primer edificio en perder su funcionalidad y el circo lo haría en último lugar, y para
el caso caesaraugustano podemos señalar que se tiene constancia de una fuente escrita del 504
que indica la celebración de juegos circenses (Beltrán Martínez, 1976). Además, junto a los circos,
los anfiteatros fueron edificios que también permanecieron durante momentos tardíos a pesar de
que el cristianismo, implantado desde el siglo IV (Beltrán Martínez, 1976), había prohibido ya estas
actividades (Diarte, 2014, pp. 99-100). Debemos preguntarnos, por tanto, si habría que buscar un
circo y un anfiteatro en Caesar Augusta, o si tan sólo presentaría esta colonia teatro y circo.
Las termas caesaraugustana de la calle Ossau fueron abandonadas en el siglo III y reocupadas
como viviendas en el IV junto al foro y al teatro, aunque a pesar de esto, se constata que sus murallas
fueron reparadas en el momento que se expoliaban otros edificios (Beltrán Martínez, 1976; Diarte,
2014). Esta crisis provocó, además, el abandono de las villas suburbanas, residencias privadas y
mansiones rurales (Beltrán Llorís, Mostalac y Paz, 2009; Hernández Vera y Núñez, 2000; Diarte et
al., 2013).
4. Análisis de hipótesis
En primer lugar hay que indicar que la investigación realizada por Diarte y su equipo en 2003
(Diarte et al., 2003) plantea una hipótesis en la que no se aportan pruebas materiales, literarias o
epigráficas, dándose por supuesto la existencia de los tres tipos de edificios de espectáculos en las
ciudades romanas por lo que recientemente ha sido descatada (Galve, 2014). De la misma forma,
se proponen paralelos no claros a día de hoy, como el anfiteatro de Córdoba, en detrimento del
anfiteatro de Italica (Santiponce, Sevilla), paradigmático edilicio de la Baetica en el que gracias a
una investigación reciente que hemos realizado sobre unos 474 edificios anfiteatrales en la órbita
romana, el propio italicense se encuentra en el cuarto puesto del ranking de los mayores anfiteatros,
superado por el Coliseo, Capua y Narbona y siendo el mayor de la Península Ibérica, pues el
anfiteatro de Corduba que se pensaba mayor, ha sido comprobado que presenta un posible error de
interpretación estructural, quedando por debajo de las dimensiones del italicense (Hidalgo, 2012;
Diarte et al., 2013).
No entraremos en detalles sobre los edificios anfiteatrales de la Bética, pero señalaremos
Italica y sobre todo Corduba a modo de referencias, en distintas ocasiones, para conocer los
pormenores que podrían acercarnos a determinar la existencia de un anfiteatro en Zaragoza. De
forma tradicional se acepta que el final de la II Guerra Púnica en la Península Ibérica tuvo lugar
en Ilipa Magna (Alcalá del Río, Sevilla), lo que aprovecharon los romanos para fundar su primera
colonia en un enclave estratégico al sur de la misma, capaz de controlar las rutas terrestres, fluviales
e incluso las marítimas2, denominándola Italica por la procedencia de los soldados acantonados en
ella y citada por Estrabón (III, 2.2) como una ciudad que consiguió gran importancia tras Corduba,
Gades e Hispalis (Rodríguez Gutiérrez y García Fernández, 2016). De esta forma, gracias a la
existencia de anfiteatros en Italica y Corduba, se pretende ver anfiteatros en las grandes capitales,
2 Gracias a la ensenada del Guadalquivir, el mar llegaba hasta la propia Spal (la Sevilla indígena).
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como Gades e Hispalis (Jiménez Hernández, 2015), pudiendo extender esta hipótesis al resto de
ciudades y colonias con cierta relevancia en la Península Ibérica, donde se incluiría el caso de
Caesar Augusta.
Sobre Córdoba existe una monografía del anfiteatro descubierto y excavado en un mínimo
sector, realizada por los doctores D. Vaquerizo y J. F. Murillo en 2011 que presenta errores de
interpretación respecto al tema en cuestión, pues determina unas dimensiones excesivas para el
anfiteatro cordobés que comprende 178 x 154 m. como medidas máximas, y 96 x 73 m. para su
arena, lo que le situaría en el ranking anfiteatral en el segundo puesto, por debajo del Coliseo,
proponiéndose en este estudio que el edificio se erigiría desde los niveles de la arena, con una
estructura maciza realizada mediante muros de sillerías y rellena de escombros (Vaquerizo y
Murillo, 2011) lo que dificultaría la construcción de los niveles superiores según la interpretación
más reciente de los restos que fueron excavados (Jiménez Hernández, 2015), por lo que debe
entenderse como una estructura de menor tamaño en el que la ima cavea y podium debían estar
excavados, presentando un diseño similar al italicense, no siendo construido como una estructura
maciza y mostrando las dimensiones máximas más apropiadas de 145 x 121,8 m. y 69,6 x 46,4 m.
de arena (Jiménez Hernández, 2015).
El tamaño del mismo también ha sido cuestionado por el Dr. Rafael Hidalgo3 al demostrar que
“nada permite descartar que el anfiteatro contara con un anillo más hacia la arena que confirmaría en
realidad el podium” (Hidalgo, 2012, p. 262). Determina contradicciones en las propias dos secciones
reconstructivas y publicadas del anfiteatro, pues en una se establecen siete anillos y en otra seis,
de la misma forma que aporta pruebas respecto a otros puntos, y paralelos conforme a los planos
publicados del anfiteatro de Córdoba, pues “el muro exterior podría formar parte de una estructura
singular vinculada a la zona delantera o bien corresponder a una construcción perimetral vinculada
al tránsito de espectadores” (Hidalgo, 2012, p. 262), añadiendo como paralelo los anfiteatros de
Capua o Catania, además de Nimes, Salona, el propio Coliseo o Luni (Garriguet, 2010).
La problemática del anfiteatro cordobés radica en que se le quiso ubicar en distintos sitios
de la ciudad, de la misma forma que se pretende para el caso caesaraugustano, hecho por el que
lo traemos a colación. D. Luis Maraver lo pretendía ubicar en la calle Correduría de Córdoba, así
como Puchal lo señalaba en la Plaza de la Almagra (Sánchez, 2006), y finalmente se le ubicó en el
sitio donde se encontraba la antigua Facultad de Veterinaria (Hidalgo, 2008; Garriguet, 2010), de
forma extraurbana al no existir espacio en el interior del recinto amurallado, de la misma forma que
en Zaragoza, y con orientación suroeste (Garriguet, 2010). Esta falta de consenso provocó que se
afirmase que la capital de la Bética debía existir más de un anfiteatro al igual que sucede en Puteoli,
Carnuntun o Vtica (Sánchez, 2006).
Fuera de la Bética nos encontramos con el caso de Barcelona que, de la misma forma que en
Córdoba, se pretende localizar un anfiteatro extraurbano, ubicado en distintos lugares como el sitio
donde se levanta la iglesia de Santa María del Pi (Conde, 2013), o el de la iglesia de Santa María
del Mar, antes denominada como Santa María de las Arenas, junto a una necrópolis tardoantigua
relacionada con el enterramiento de Santa Eulalia (Sales, 2011; Conde, 2013), queriendo ver de
esta forma una fosilización urbanística para determinar la existencia de un anfiteatro de trazado
elíptico y poniendo como paralelos los casos de Lucca, Florencia y la propia Córdoba (Sales, 2011
Conde, 2013; Escudero y Galve, 2013), además de quererlo relacionar con un espacio martirial
de la misma forma que se quiere ver en Zaragoza con el caso de Santa Engracia (Galve, 2014)
o el obispo Osio para Córdoba, en el que las pruebas arqueológicas determinan que, para este
último caso, lo que se pretendía ver como una estructura martirial compuesta por ábsides, no era
más que los contrafuertes conectados con el muro del podium desde los primeros momentos de la
3 Este artículo del Dr. Hidalgo es un ejemplo de cómo manejar las pruebas de las que dispone el investigador
para contrastar las mismas e ir descartando hipótesis, y hasta el momento en el que se demuestre la verdadera
existencia del podium del anfiteatro cordobés, no se debe desbancar al anfiteatro de Italica del ranking de los
mayores anfiteatros del Imperio, y por supuesto, del mayor y mejor conservado de la Península Ibérica.
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Nuevas cuestiones sobre el anfiteatro de Zaragoza
construcción del anfiteatro, lo que no responde a este hecho y desmonta la teoría (Hidalgo, 2012;
Jiménez Hernández, 2015).
Pero vayamos por partes respecto al anfiteatro de Zaragoza. En primer lugar hay que
destacar la ayuda que la epigrafía nos podría aportar para ello, a través de la consulta de la base
de datos especializada Clauss-Slaby. No se debe descartar esta fuente de primer orden aunque
hasta el momento no se ha encontrado ninguna alusión ni a las actividades lúdicas, gladiatorias,
ni a posibles magistrados o evergetas que aporten pistas para conducirnos hasta tal afirmación
de la existencia de un anfiteatro en Caesar Augusta. Por tanto, partimos de la no existencia de
ningún edificio arquitectónico de este tipo en la colonia caesaraugustana, aunque no podemos
descartar la construcción en materiales perecederos o provisionales. En este caso, la arqueología
tampoco aporta nada hasta el momento, y los resultados del georradar son indeterminados debido a
la existencia de infraestructuras hidráulicas para adaptar el terreno, que condicionan los resultados
(Galve, 2014). Por tanto, no existen restos materiales que aporten pistas para la ubicación del
edificio en las zonas suburbanas de la ciudad como se apuntó (Diarte et al., 2013).
4.1. Sobre edificios lúdicos y su funcionalidad
A modo de control de masas, se erigieron distintos tipos de edificios lúdicos, aunque en
primer lugar estas actividades se daban en contextos diversos, como el foro para el caso romano,
construyéndose los primeros anfiteatros en madera y posteriormente en material pétreo (García
Naranjo, 1951; Melchor, 1994). Se erigieron teatros, circos y anfiteatros, siendo para estos últimos
el anfiteatro Flavio el modelo a seguir desde su construcción, que presentaba una solución
arquitectónica para construir en altura con mayor resistencia, como lo era el uso del arco y la bóveda
que le permitía a la estructura soportar el peso, las tensiones y los empujes (Gros y Torelli, 2007;
Naselli, 2010).
No obstante, el precedente de los juegos debemos buscarlo en el mundo griego donde
aparecieron las competiciones atléticas y luchas, siendo modificadas por los etruscos para
contextos funerarios, y adoptado por Roma que lo utilizó, además, como control político y religioso
(Fabié, 1892; Blázquez, 1994; 2006; Ceballos y Ceballos, 2003; Ceballos 2007a; 2007b; Martín
Escorza, 2008; Santos Yanguas, 2008; Cabrero y Cordente, 2011; González Acuña, 2011). Estos
espectáculos se volvieron extremadamente violentos (Ceballos y Ceballos, 2009), dándose luchas
gladiatorias, cacerías de animales, combates navales en edificios preparados a tales efectos,
pantomimas, representaciones teatrales en los teatros o carreras de caballos en los circos (Cabrero
y Cordente, 2011). Para los anfiteatros se constatan combates gladiatorios, cacerías, ejecuciones,
llegándose a exhibiciones acrobáticas y carreras de caballos e incluso a representaciones teatrales
(Garrido, 2005; Ceballos y Ceballos, 2009), convirtiéndose estos edificios en un símbolo para la
sociedad romana (Gros y Torelli, 2007).
El hecho de que una ciudad fuese colonia o capital importante (Diarte et al., 2013) no
implica que en ella debiera existir los tres tipos de edificios lúdicos comentados. De hecho, existen
numerosos ejemplos donde no se da esta ecuación (González Acuña, 2011), como en Calahorra,
donde se conoce el circo, Barcino de la que hemos comentado la problemática existente sobre el
anfiteatro, Saguntum que presenta un circo y teatro pero no anfiteatro, Toletum con anfiteatro y circo
pero sin teatro y otros núcleos como Valentia, Lucentum, Cartago Noua, Acinipo, Baelo Claudia,
Carteia, Gades o Malaca (García y Bellido, 1961-1962; Gómez Pantoja, 1978; Hernández López y
Pascual, 1995; Rodríguez Gutiérrez, 2009; Gurt y Diarte, 2012; Conde, 2013).
4.2. Respecto a la supuesta ubicación bajo el Hotel Palafox
Se habla del plano del anfiteatro de Caesar Augusta bajo el Hotel Palafox (Figura 2), publicado
en el Heraldo de Aragón el 24 de abril de 2011 (Diarte et al., 2013), hechos que no han sido confirmados
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oficialmente (Galve, 2014). En la edilicia pública romana era habitual que se construyera con el
mismo espesor y profundidad los cimientos (Hidalgo, 2012), de manera que la planta del supuesto
anfiteatro bajo el hotel Palafox debe descartarse al detectar distintas alineaciones asimétricas, con
distinto grosor de cimentación y por supuesto, sin conocer nada sobre su estratigrafía que indique la
superposición de los restos conforme a un orden cronológico. No es posible determinar la existencia
de los materiales que hubo de su relleno, ni los restos cerámicos que son fundamentales para
fechar un yacimiento, por lo que ante esta carencia encadenada de errores, se debe desechar toda
teoría que quiera ver en ese plano un edificio anfiteatral de época romana para Caesar Augusta.
Figura 2: Plano del supuesto anfiteatro bajo el solar del Hotel Palafox
Fuente: http://aragonromano.blogspot.com.es/.
4.3. De la supuesta localización en la Plaza de los Sitios y sus alrededores
Ante la escasez de fuentes de primer orden, las investigaciones hasta el momento, se basan
en el plano de Casanova (Diarte et al., 2013), el cual no podemos aceptar como fuente para nuestro
caso. En primer lugar nos muestra una alineación de olivos en un sector de este plano (Figura 3),
que toma una alineación arqueada. Se plantea desde un primer momento como el lugar ideal para
la ubicación de un edificio elipsoidal con los siguientes errores.
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Nuevas cuestiones sobre el anfiteatro de Zaragoza
Figura 3: Plano de Casanova (Diarte et al., 2013) y la hipótesis de Diarte y su equipo.
Fuente: extraído de http://www.pyrenae.com.
En primer lugar, la distribución de las plantaciones se adecua a la topografía del terreno en el
que el propio curso del río Huerva hace configurar este espacio con una forma muy característica
y común en todos los ríos del mundo. En segundo lugar, se alude a una canalización en el margen
del río de dudosa existencia (Diarte et al., 2013). Hay que tener en cuenta que para corregir la
pendiente de la ciudad hacia el río, se realizó una extensa red de vertido de aguas como ya se ha
visto anteriormente (Beltrán Llorís, 1993), lo que viene a coincidir con la acción antrópica hallada
por el georradar en estas últimas investigaciones. Se debe señalar que el trazado del decumano
de la ciudad de Caesar Augusta corresponde con las actuales calles Manifestación, Espoz y Mina,
y Mayor; de la misma forma que el cardo se fosiliza en la calle Don Jaime I, por lo que gracias a
ello podemos establecer la red de cloacas interurbana (Gómez, Parruca y Ros, 2009) las cuales
enlazarían con las infraestructuras hidráulicas exteriores (Figura 4), siguiendo la pendiente adecuada
para verter los residuos en el río (Escudero y Galve, 2013; Galve, 2014).
En tercer lugar, contemplamos que en otros planos de la época (Figura 5) se aprecia el mismo
dibujo, aunque con un trazado lineal en la mencionada plantación, por lo que la teoría inicial se
desmonta también de esta forma.
Se habla de una construcción en piedra que ocuparía la Plaza de los Sitios y aledaños (Diarte
et al., 2013), que no se aprecia sobre ningún plano. Sin embargo era habitual el aterrazamiento de
las zonas en las que se establecían estructuras antrópicas, tales como las que refiere M. Beltrán con
las comentadas infraestructuras hidráulicas (Beltrán Llorís, 1993; Gómez Pantoja, 1994; Hernández
Vera y Núñez, 2000; Gómez, Parruca y Ros, 2009).
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Figura 4: Plano de Monín de 1808 donde se aprecian posibles canalizaciones en el entorno estudiado de
Caesar Augusta. Fuente: http://planosymapasdearagon.blogspot.com.es/.
En cuarto lugar, se habla de “diámetro” cuando lo correcto sería hablar de eje mayor y eje
menor para indicar un edificio de trazado oval o elíptico. Se comenta que posee un “diámetro de
110 m.” (Diarte et al., 2013, p. 123) afirmando que se trata de un anfiteatro localizado en esta zona.
En primer lugar, un diámetro refiere a una figura geométrica conocida como “circunferencia”, pues
un diámetro es un segmento de recta que pasa por el centro, uniendo dos puntos opuestos en una
circunferencia, superficie esférica o curva cerrada4. Y en segundo lugar, los anfiteatros solían ser
construidos a partir de una forma arquitectónica elipsoidal u ovalada como evolución desde los
espacios rectangulares hacia una forma funcional en la que se mejoraría la vista del espectáculo
desde cualquier sector del graderío (Wilson, 1993) (Figura 6).
Este simple pero debatido hecho sobre la planta elíptica u ovalada, tiene su fundamento
arquitectónicamente pues a la hora de construir elipses concéntricas para un edificio de grandes
magnitudes como podía ser un anfiteatro, se llegaba a errores respecto a la inclinación de las
gradas y curvatura de sus muros radiales que en cambio no ocurría si lo que se planteaba desde
su base era un óvalo como forma compuesta (Wilson, 1993). La elipse se genera desde dos puntos
focales sobre su eje más largo, lo que confiere al edificio una configuración cronológica más antigua
y básica, como en Carnuntum, Vetera, Lambaesis y Saintes (Wilson, 1993; Jiménez Hernández,
2015). En cambio, con el óvalo se puede generar dos pares de puntos focales en cada uno de los
ejes, lo que vendría a establecer una planta compleja de ocho puntos como en el Coliseo o Salona,
o de cuatro puntos como en Pola, Verona, Capua, El Djem, Nimes, Arles o Pozzuoli (Wilson, 1993).
Esta complejidad se establecía mediante dos sistemas de construcción muy similares, denominados
“plantas con triángulo pitagórico inscrito” y “plantas con triángulo equilátero” (Wilson, 1993), que no
vendremos a discutir en esta ocasión puesto que no tenemos los más mínimos vestigios para partir
con alguna propuesta constructiva.
4 Vid http://lema.rae.es/drae/?val=diametro
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Nuevas cuestiones sobre el anfiteatro de Zaragoza
Figura 5: Plano de Santiro de 1814 (parte superior) donde se observa una alineación regular y no elipsoidal
de la linde de olivos, como se pretende ver. Plano Anónimo del siglo XVIII (parte inferior) donde se aprecia
también las lindes rectas de olivos en la zona estudiada.
Fuente: http://planosymapasdearagon.blogspot.com.es/.
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Figura 6: Relación establecida por el autor sobre la hipótesis de Diarte y su equipo, que proponen una elipse
con un diámetro de 110 m (arriba), cuando lo correcto sería hablar de diámetro de circunferencia, dando
como resultado el indicado en esta figura. Propuesta del autor (abajo) sobre la hipótesis de Diarte y su
equipo, lo que se vendría a obtener un eje mayor de 109,9 m y un eje menor de 66,6 m, lo que nos vendría
a dar unos 366,3x222 pies romanos (teniéndose en cuenta que un pie romano lo hemos redondeado a 0,30
m). Fuente: Diarte et al., 2013.
4.4. Evolución urbanística de Caesar Augusta
Se conocen unas sesenta viviendas caesaraugustanas que corresponden a los momentos
cronológicos de los siglos I a. C. y V d. C., aunque no se tiene ninguna planta completa de ninguna
de ellas. En cualquier plano del núcleo urbano romano (Beltrán Llorís, Mostalac y Paz, 2009; Diarte,
2014; Galve, 2014), se puede apreciar el río Huerva el cual deja muy poco espacio material para la
ubicación de un anfiteatro conforme se quiere ver para la Plaza de los Sitios, donde también habría
de tenerse en cuenta la movilidad natural del propio río, la sedimentación que ello provocaría, y las
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Nuevas cuestiones sobre el anfiteatro de Zaragoza
obras de aterrazamiento que serían de especial importancia a la hora de ampliarse el suburbio de la
ciudad en ese sector, para el reaprovechamiento de los recursos naturales (Beltrán Llorís, Mostalac
y Paz, 2009) (Figura 7A, B y C).
Si nos detenemos a observar en un plano de Zaragoza los restos romanos de Caesar Augusta
localizados hasta el momento, se apreciará que todos los elementos conforman un núcleo muy
aglomerado, limitado por sus murallas, con espacios para edificios termales, para los templos, el
foro, teatro, ínsulas y domus, además del puente sobre el Ebro, el puerto fluvial, el entramado de
cloacas bajo las calles fundamentales hipodámicas, o las obras de drenajes del río (Gómez, Parruca
y Ros, 2009; Dirate, 2014), lo que nos indica la falta de espacio a la hora de construir un edificio
anfiteatral, por lo que sería acertada la idea de buscarlo en el exterior del núcleo urbano, en el
supuesto de su existencia.
Las referencias que se realiza respecto a una villa en cuestión, es la aparición casual de opus
teselatum y lo que determina como pavimentos de un cubiculum y un posible martyrium (Diarte
et al., 2013), y se especifica que respecto a este edificio vinculado con los mártires, A. Mostalac
realizó una intervención en el 2008 (Diarte et al., 2013). Se detecta, sin embargo, una escasez de
enterramientos de los primeros cristianos en torno a estos lugares sagrados (Galve y Blanco, 2002).
Contrastaremos los datos que tenemos y sobre todo los que están ausentes, para entender esta
situación.
Para ello, se hace referencia a un “edificio romano” (Figura 8) por la zona donde se expoliaron
sus columnas que utilizarían para la construcción de la cripta de Santa Engracia (Diarte et al., 2013),
por lo que se creía que Encratis era la patrona de la ciudad aunque esta hipótesis fue descartada
(Fatas, 2013). No obstante, esta estructura fue modificada con el tiempo, pasando de martyrium
(Galve, 2014) a basílica, iglesia baja con cripta, iglesia alta, monasterio de monjes jerónimos, con
biblioteca, claustro, huerta y pozo de las primeras reliquias martiriales, constatándose que el busto
de Santa Engracia fue regalado por Benedicto XIII que lo trajo desde Génova en 1405 (Fatas, 2013).
Esta cuestión es difícil de entender, por otra parte, si se quiere ver el anfiteatro como el “edificio
romano expoliado” pues las columnas solían estar adosadas o talladas en la propia estructura de la
fachada como los ejemplos de Pola, Verona, Coliseo, Pozzuoli, Nimes, Arles, Capua, Italica, Salona
y El Djem (Wilson, 1993)5 y para el caso de los grandes anfiteatros, existían columnas de orden
toscano en el porticus in summae cavea, las cuales si podrían estar exentas, aunque avanzado el
momento en el que se erigiría la posible cripta de Santa Engracia, y en el supuesto de que proviniesen
del anfiteatro las columnas referenciadas, nos encontraríamos bien con restos de columnas de
orden toscano6 (Wilson, 1993) o bien que ya no existiesen debido al desmonte y reutilización de
los elementos arquitectónicos, en tiempos aún bajoimperial, para la construcción de las villas que
rodeaban al propio núcleo urbano, aunque no podemos aventurarnos en afirmar tal cuestión. Sin
embargo queremos hacer un inciso sobre algunos anfiteatros en los que se construyeron en sus
arenas estructuras relacionadas con el culto cristiano, pues gracias a ello se mantuvieron los lugares
donde los mártires fueron ajusticiados para mantener su memoria (Galve y Blanco, 2001-2002),
pudiendo determinar los casos de Tarraco, San Pedro de las Arenas (Metz), San Jacobo de las
Arenas (Besançon), San Martín de las Arenas (Nimes), Santa María de las Arenas (Ancona), Santa
María de la Arena (Padua), Salona, Durres o Arles, identificándose el término arena como sinónimo
de anfiteatro (Sales, 2011; Gurt y Diarte, 2012; Hidalgo, 2012).
5 Los anfiteatros de Pompeya, Mérida y Saintes tenían un perímetro continuo sin arcada en la fachada
(Wilson, 1993, p. 440) y por tanto, no se puede incluir entre los anteriormente mencionados.
6 El orden toscano se destaca como un sello particular en la construcción de los anfiteatros (Wilson, 1993,
p. 432), mientras que los órdenes dóricos y jónicos estaban ausentes en la mayoría de ellos, excepto en
determinados casos en los que se mostraban en fachada los tres órdenes clásicos (dórico, jónico y corintio)
por lo que el toscano se utilizaba como ya se ha comentado, en el interior del edificio para el porticus in
summae cavea.
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Figura 7: Cauce del río Huerva en distintos planos. 7A.- Plano de A. Martín de 1908; 7B.- Plano de
Guillaume Dode de 1808; 7C.- Plano de Tindals de 1710.
Fuente: http://planosymapasdearagon.blogspot.com.es/.
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Figura 8: Distintas ubicaciones del supuesto anfiteatro en la Huerta de Santa Engracia, marcado con la
flecha, y en la Avenida Cesar Augusto, bajo el Hotel Palafox. Fuente: http://sitar.aragon.es/.
Se quiere relacionar el supuesto edificio anfiteatral con una estructura de culto cristiano (Diarte
et al., 2013) tal como ocurre en Tarraco. En cambio, esa ecuación no se da en la totalidad en los
edificios anfiteatrales como hemos visto. Fue el martirio del obispo Fructuoso y de sus Diáconos
Augurio y Elogio en la arena del anfiteatro de Tarraco en el 259 bajo el reinado de Valeriano (Dupré,
1994), el motivo de que muy posteriormente, en época visigoda, se construyese un martyrium para
su culto, edificio que presentaría transformaciones en basílica, iglesia, convento y penal antes de
ser abandonado en el siglo XX (Dupré, 1994).
Por un lado tenemos que no en todos los anfiteatros se erigen estos edificios. Por otro lado,
se tiene constancia que las estructuras cristianas construidas en los anfiteatros, no tienen por qué
señalar que el martirio del santo al que esté consagrado, se diese necesariamente en ese lugar,
tomando como ejemplo el propio anfiteatro cordobés al que tanto se alude, quedando demostrado
que el Obispo Osio no se encuentra enterrado en el supuesto martyrium, pues se demostró que las
estructuras con ábside relacionada con el anfiteatro eran tan sólo contrafuertes adosados al muro
del podium (Hidalgo, 2012; Jiménez Hernández, 2015), pero sí se relaciona con el entorno de la
martirización de San Acisclo, Santa Victoria y Santa Eugemia (Sánchez, 2006; Hidalgo, 2012).
Por tanto, la basílica más cercana del territorio establecido para la ubicación del supuesto
anfiteatro caesaraugustano es la consagrada a Santa Engracia, como hemos comentado, distancia
que referencia el plano realizado por los autores (Diarte et al., 2013). Es en este lugar donde se cree
que están los restos mortales de la Santa junto a los de sus dieciocho compañeros martirizados
bajo el reinado de Daciano (Barraque, 2008), lo que no demuestra en absoluto la utilización de
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la explanada del anfiteatro caesaraugustano como martyrium, ni se puede demostrar que sus
elementos arquitectónicos contribuyesen a la edificación de la basílica comentada tan sólo por
cercanía.
Se habla también que los mencionados restos podrían pertenecer al Palacio de Galiana
(Diarte et al., 2013), ubicado en las riberas del río Huerva. Habría de tenerse en cuenta la toponimia
de ello pues como referencia podemos ver Italica en la cual, su historiografía reciente habla de dos
lugares con el mismo topónimo, esto es “los Palacios”, uno ubicado en la ciudad vieja, en el lugar
de las denominadas termas menores, y otro en la ampliación adrianea, en el lugar del Traianeum
(Hidalgo, 2003).
Por tanto, los datos con los que se intentan establecer esta hipótesis se basan en el ya
comentado trazado semicircular de las plantaciones existentes, en el que se determina un arco donde
la unión de sus puntos más alejados es denominada diámetro, con lo que se referiría a un edificio
anfiteatral de planta circular, aunque teniendo en cuenta la importancia estratégica y relevancia
histórica de la propia colonia caesaraugustana, es difícil entender una forma tan primitiva para la
construccion de un anfiteatro de talla media como se presupone. Sin embargo existe contradicción
al determinar posteriormente que se trataría de un supuesto eje mayor de 110 m. (Diarte et al.,
2013), conformando un edificio de medidas similares a Tarraco con 130 m., o Augusta Emerita con
126 m., sin citar otros anfiteatros de la península como por ejemplo el caso de la propia Italica, o los
anfiteatros de Astigi, Carmo, Cartago Noua o Villavieja en Almería, entre otros, de reciente estudio
por A. Jimenez en 2015.
4.5. Acerca de la ubicación extraurbana de los anfiteatros
Ya hemos visto que se habla de canalizaciones y sistemas de evacuación de aguas y drenaje
(Galve, 2004; Beltrán Llorís, 2007-2008) por la zona en la que se intenta establecer el anfiteatro
(Diarte et al., 2013), condicionando los resultados del georradar. Se estima, de forma arriesgada, que
las cloacas “darían servicio a algunos complejos públicos como las termas de la Plaza de España,
espacios urbanos y, por qué no, también a las infraestructuras relacionadas con el posible anfiteatro”
(Diarte et al., 2013, p. 125). A pesar de conocer que los anfiteatros contaban con canalizaciones
hidráulicas, no se puede mantener esta hipótesis.
Por lo general, la ubicación de los anfiteatros se realizaba extramuros, por el tema de salubridad
y control de los animales que participaban en los espectáculos (Diarte et al., 2013) aunque no
necesariamente. Por tanto, hemos propuesto una pequeña lista sobre anfiteatros construidos tanto
dentro como fuera del pomerium.
De esta forma, encontramos los anfiteatros en el interior del recinto amurallado, en Pompeya
(Gros, 1994), el propio anfiteatro Flavio (Gros, 1994), Arlés y Carsulae (Gros, 1994) y Emerita Augusta
(Bendala y Durán, 1994) aunque éste último propone discusión sobre su exacta ubicación (Calero,
1994), de la misma forma que encontramos el anfiteatro de Carthago Noua con una ubicación aún
por determinar con respecto al núcleo urbano (Pérez, San Martín y Berrocal, 1994), aunque al igual
que en Astigi, su planta se localiza bajo la plaza de toros construida entre 1853 y 1854 (Pérez,
San Martín y Berrocal, 1994). En cambio, son mayores los ejemplos de anfiteatros construidos
en el exterior del recinto amurallado, tales como Tarraco (Dupré, 1994), Emporiae (Sanmartí et
al., 1994), Segobriga (Almagro y Almagro-Gorbea, 1994), Italica (Corzo, 1994a), Caparra (Cerrillo,
1994), Conimbriga (Hipólito, 1994), Carmo, Astigi, Gades, Ucubi, Acinipo o Corduba (Corzo, 1994b).
4.6. Comparaciones estipuladas para el supuesto anfiteatro de Caesar Augusta
Si se quiere ver Augusta Emerita como una ciudad similar en todas las características a Caesar
Augusta, señalando los mismos momentos de construcción, se tendría que valorar al menos esta
opción, y una vez se descarte, poder aventurarse en la búsqueda extraurbana de un anfiteatro, en
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Nuevas cuestiones sobre el anfiteatro de Zaragoza
el caso de existir (Bendala y Durán, 1994; Calero, 1994; Golvín, 1988; Sales, 2011; Hidalgo, 2008).
También se quiere comprobar la ubicación de los anfiteatros de la Bética, para justificar
la existencia de uno en Caesar Augusta, afirmando por ello, la ubicación de todos extramuros y
“alineados en la vía Augusta”, citando por ello a Corzo en su publicación de 1994 (Diarte et al., 2013,
p. 126), que refiere tan sólo a los estudiados en este determinado artículo, los cuales son Corduba,
Astigi, Carmo, Hispalis y Gades (Corzo, 1994b). El hecho es que la falta de documentación les
induce a errores puesto que el mayor anfiteatro de la Baetica, no citado, como lo es Italica, se
encuentra alejado, y por tanto no alineado, de la via Augusta. Su ubicación se podría establecer en
la vía de la Plata que lo conduciría hasta Augusta Emerita (Canto, 1999).
Los anfiteatros en la Península Ibérica son escasos (Carrasco y Jiménez, 2008; Hidalgo,
2008; Sales, 2011), hecho que estaría ligado al problema de su localización, aunque en nuestra
investigación hemos determinado un total de 30 anfiteatros, que distribuimos según las provincias
romanas, correspondiendo 12 a la Baetica, 8 a la Lusitania y 10 a la Tarraconensis. Vemos que el
mayor volumen de anfiteatros hispanos se centra en la Bética para los datos analizados (Jiménez
Hernández, 2015), distribuidos a lo largo de la vía Augusta principalmente, aunque no todos. De todos
ellos debemos indicar que algunos se presentan documentados en las fuentes mientras que otros
se registran de forma material, por lo que dispondremos para la Baetica de: Acinipo, Astigi, Carmo,
Carteia, Italica, Corduba, Gades, Hasta Regia, Malaca, Hispalis (según fuentes documentales),
Vcubi y Vrso; para la Lusitania: Aquae Flauia, Balsa, Bobadela, Conimbriga, Emerita Augusta,
Bracara Augusta, Ebora y Caparra; y para la Tarraconense: Carthago Noua, Barcino, Emporiom,
Segobriga, Sisapo, Lucus Augusti, Vergi, Calagurris, Toletum y Tarraco.
En Hispalis se desconoce la ubicación de su anfiteatro aunque se mantienen dos hipótesis
basadas y justificadas en fuentes literarias7, y de existir un edificio de espectáculos de este tipo en
Hispalis, sería éste el que se alinearía en la via Augusta y no el de Italica. Este ejemplo de Hispalis
demuestra que en las ciudades de cierta importancia no tiene por qué disponerse los tres edificios de
espectáculos, barajándose las posibilidades de que fuese construido con materiales perecederos,
o aprovechándose en este peculiar caso, la existencia del anfiteatro de Italica que por su cercanía
y aforo, estaría predispuesto para la acogida de las poblaciones vecinas (González Acuña, 2011).
Por tanto nos encontramos con el dilema de que en caso de existir el anfiteatro de Caesar
Augusta pudiese ubicarse intramuros al igual que el caso emeritense, o extramuros, aprovechando
el entramado viario que partiría desde la propia colonia caesaraugustana como el caso de Italica. Tal
como hemos expuesto anteriormente, podríamos descartar una ubicación interurbana por el hecho
de no localizar en ningún estudio ni planos antiguos de los más de cuarenta que hemos consultado,
espacio para disponer de un edificio de dimensiones mayores que las de un teatro y por tanto nos
inclinamos en que debe de ser buscado en sus alrededores cercanos, aunque teniendo en cuenta
que, por el momento, ningún vestigio apoya las teorías que se barajan al respecto.
4.7. Respecto a la adaptación topográfica
Si se pretende ver una ubicación extramuros, el área indicada en las proximidades del Huerva
no sería la ideal para su establecimiento. Se afirma que Casanova en su plano pudo haber dibujado
la alineación de tal forma porque viese los restos del edificio en cuestión (Diarte et al., 2013),
hecho imposible de corroborar y de ser cierto, de la misma manera que otros dibujantes vienen
realizando desde el siglo XVI, reflejarían los restos tan sólo por asegurarse una mayor antigüedad
para la ciudad en cuestión, y así, ubicarla espaciotemporalmente como heredera de la civilización
romana, por lo que se representarían los propios restos emergentes, y así podríamos interpretar la
7 Estas fuentes hablan de la atrocidad del menor de los Balbos contra un corredor de subastas en Hispalis,
aunque su lectura puede inducir a errores, mientras que la tradición Hagiográfica describe la passio de las
santas Justa y Rufina (González Acuña, 2011, pp. 478-479), donde Justa muere en la cárcel y Rufina en el
Anfiteatro.
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existencia de alguna estructura que nos induzca a pensar en ello, pero sin embargo, en los planos
más antiguos consultados, no se aprecia nada al respecto (Figura 9A-D).
El estudio de Golvín de 1988 nos acerca a las plantas de los anfiteatros que se adaptan a la
topografía, por lo que al interpretar los planos debemos tener presente estas disposiciones en las
mendidas que encontramos en Carthago Noua (Pérez, San Martín y Berrocal, 1994), Emporiae, el
cual se adapta a los desniveles del terreno en una planta alargada (Sanmartí et al., 1994), Segobriga,
con una planta tendente a la circularidad (Almagro y Almagro-Gorbea, 1994), Tarraco, excavado
en la roca (Dupré, 1994), Emerita Augusta (Bendala y Durán, 1994), o el anfiteatro de Caparra
que elige una topografía llana en este caso (Cerrillo, 1994). Al respecto de este último anfiteatro
hemos de destacar que su investigador manejó las fotografías aéreas del vuelo de los americanos
realizadas en 1956 en el cual apreció unas lindes de olivo irregularmente trazadas, las cuales fueron
contrastadas con las fotografías aéreas de 1980 y las mismas lindes de olivo se mostraban ya
alineadas correctamente, lo que indica que, de no ser porque detectó los restos del propio anfiteatro
in situ, tan sólo con una imagen de olivos alineados o no, no se puede determinar la existencia
de ninguna estructura oculta bajo los mismos, pues es evidente la variación que en poco más de
veinte años ha sufrido la parte del terreno donde se ubicaba el anfiteatro de Caparra (Cerrillo, 1994).
Esta prueba evidente viene a desmontar aún más la teoría propuesta para la localización de un
anfiteatro en Caesar Augusta en el lugar donde se pretende ver olivos adaptados a la curvatura que
provocarían los cimientos del supuesto anfiteatro.
Figura 9: Planos antiguos de Zaragoza: 9A.- Idealización de la ciudad realizada en 1592; 9B.- Plano
Topográfico de 1830; 9C.- Plano de T&W Boone realizado en 1829 que recrea los sitios que
sufrió la ciudad durante los años 1808 y 1809; 9D.- Plano de Morata de 1809 que idealiza la ciudad de
Zaragoza, representando un curso del río Huerva muy cambiado, y ningún edificio elíptico u ovalado en las
inmediaciones donde se han supuesto las determinadas hipótesis que estamos aquí refutando. Fuente:
http://planosymapasdearagon.blogspot.com.es/.
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Nuevas cuestiones sobre el anfiteatro de Zaragoza
4.8. Resultados de la prospección geofísica
Respecto a la prospección geofísica realizada, debemos indicar que se parte de varios errores.
En primer lugar, parecen aclarar uno de ellos al intentar “evitar la prospección en los sectores
donde era previsible la presencia de construcciones antrópicas recientes” (Diarte et al., 2013, p.
127). Se debe tener en cuenta la dificultad que ya de partida ofrece una ciudad superpuesta y con
continuidad histórica como lo es Zaragoza. Un segundo problema que se ha debido de tener en
cuenta es el tema de las propias canalizaciones o infraestructuras hidráulicas de las que ya hemos
hablado. En este punto, debemos poner de ejemplo el estudio de las prospecciones similares que
se realizaron en Italica donde nada condicionaba el terreno para interpretar los resultados de las
mismas (Hidalgo, 2003; Keay y Rodríguez Hidalgo, 2010).
Se habla de una estructura “que presenta una morfología elíptica alongada N-S con 100-120
m.” (Diarte et al., 2013, pp. 128-129), en la que hay que tener en cuenta distintos puntos. En primer
lugar, lo anteriormente expuesto sobre el criptopórtico subterráneo de Cercadilla en Córdoba, se
puede aplicar a lo detectado, concretándose un simple aterrazamiento del nivel de cota, en función
a la morfología dada por el propio cauce del río. En segundo lugar, en la propia figura 6 publicada en
la investigación de Diarte y su equipo en 2013 no se aprecia tal “morfología elíptica”, sino distintos
niveles de profundidad y una interpretación muy subjetiva de los restos sin tener en cuenta las otras
figuras presentadas en el propio texto (Diarte et al. 2013). Por tanto, podría corresponder a pozos
como parte de las mencionadas infraestructuras hidráulicas. En la misma línea, si se superponen
las imágenes 6A de estas investigaciones de Diarte y su equipo con el plano de Casanova y la
reconstrucción en las figuras 2 y 4, se observa un eje distinto al de la figura 6B (Diarte et al.,
2013), donde se aprecia una supuesta reconstrucción contraria a lo dibujado. Por tanto, no existen
suficientes pruebas para afirmar tal hipótesis que bien se arropa en la falta de una excavación
arqueológica necesaria (Diarte et al., 2013). En caso de existir restos antrópicos como parece ser el
caso, se desconoce la época en la que serían construidos. No se aprecian muros ni alineaciones, ni
grosores, tan sólo “anomalías” que justifican que son realizadas por la acción humana, aunque sin
ofrecer ninguna alineación de estructuras como en el ejemplo de la prospección italicense (Hidalgo,
2003). Se ha de descartar en este punto, por tanto, la hipótesis de ubicación de un edificio anfiteatral,
que en caso de existir en material duradero, dejaría huellas de su cimentación como se detectan en
otros casos.
Un paralelo a esta circunstancia es el teatro romano de Singilia Barba (Cortijo de Castillón, al
noroeste de Antequera en Málaga), donde gracias a las fuentes literarias existentes desde el siglo
XVI, se pudo localizar el teatro (Rodríguez, 2009). Es curioso este aspecto pues en una fotografía
de la zona aportada por la doctora Oliva Rodríguez, puede apreciarse que los restos conservados
de los extremos de la cavea están bajo alineaciones de olivos, los cuales toman una tendencia
lineal no arqueada, y a pesar de la existencia de la cavea o cimentaciones de la misma, no realizan
ningún “giro extraño” ni se adapta al terreno como se quiere ver en el plano de Casanova respecto
a Caesar Augusta.
5. Reflexiones finales
Por último no podemos aventurarnos en afirmar si quiera la existencia de un anfiteatro en
Caesar Augusta hasta tener alguna prueba material, epigráfica o literaria que pueda ser contrastada
con metodología científica. Con ello no se debe caer en lo estereotipado que establece la existencia
de los tres edificios de espectáculos para una ciudad romana (González Acuña, 2011). La mayoría
de los anfiteatros aquí consultados mantienen elementos comunes que permiten su determinación,
elaboración de planos e incluso su datación cronológica bien mediante restos materiales epigráficos
o cerámicos, bien por excavaciones o estratigrafías proporcionadas en las mismas, o bien por la
existencia de algunos vestigios que permitan determinar las características constructivas y así el
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periodo al que podrían pertenecer (Almagro y Almagro-Gorbea, 1994; Dupré, 1994; Corzo, 1994a;
Corzo, 1994b; Bendala y Durán, 1994; Cerrillo, 1994; Pérez, San Martín y Berrocal, 1994; Sanmartí
et al., 1994).
Respecto a la ubicación del anfiteatro caesaraugustano, no se puede aceptar ninguna de las
teorías expuestas. La que concierne a la investigación llevada en la Plaza de los Sitios también ha
quedado descartada mientras que la que habla sobre una ubicación bajo el Hotel Palafox, parece
imposible de aceptar si no se esclarece la estratigrafía realizada para llegar a la elaboración del plano
en cuestión. Sería aquí donde se desmontaría esta hipótesis sobre la ubicación bajo el hotel Palafox
(Galve 2014), pues el mero hecho de publicarse una supuesta planta de un edificio no implica la
existencia del mismo, por lo que sin más datos que especifiquen la superposición de estructuras, no
queda otra cosa que negar la ubicación del mismo. Los restos podrían corresponder a infraestructuras
hidráulicas, canalizaciones, aterrazamientos o edificios superpuestos amortizando el espacio en
época tardía. El hecho de encontrarnos con una supuesta estructura muraria de forma elíptica no
debe sorprendernos pues en el Palacio de Cercadilla (Córdoba), las estructuras se disponen en
torno a un criptopórtico semicircular con la función de aterrazar o nivelar los distintos cambios de
nivel de cota. Este nuevo ejemplo cordobés surgió al Oeste de Corduba como villa Alto Imperial,
erigida sobre una necrópolis tras su abandono (Fuerte e Hidalgo, 2005), lugar donde posteriormente
se construyó el Palacio de Cercadilla tras profundas transformaciones que consistieron en superar el
desnivel en pendiente Norte a Sur, nivelando una gran terraza semicircular (a modo de criptopórtico
subterráneo) en torno a la que se conformó el peculiar conjunto (Fuerte e Hidalgo, 2005).
En este punto, el paralelo más cercano lo tenemos nuevamente en Italica donde la estratigrafía
llevada a cabo por D. Manuel Pellicer determina una dinámica histórico-cultural que brevemente se
resume de la siguiente forma: la existencia de un yacimiento tartésico en el cerro de la Cabeza al
norte del anfiteatro en el siglo VIII a. C. se ve relacionado con el afluente del Guadalquivir denominado
Madre Vieja, el cual cambia de curso, alejándose del cerro, y el mencionado asentamiento se ve
en la obligación de trasladarse (Pellicer, 1998) al actual emplazamiento de Santiponce, donde
encontramos el cerro de los Palacios (conocido por el lugar en el que se ubicarán posteriormente
las denominadas termas menores de la ciudad vieja romana) y el cerro de San Antonio (el cual se
ha comprobado según las últimas investigaciones que parte del mismo fue de recreación artificial
(Rodríguez, 2009) por la actividad de los siglos), en el cual se emplaza en sus laderas el posterior
teatro romano de la Vetus Vrbs de Italica. En este lugar se formó el asentamiento turdetano entre los
siglos IV-III a. C. (Pellicer, 1998), lugar elegido por Escipión para establecer a su contingente itálico.
El hecho viene dado que en apenas cuatro siglos, el curso del río cambió, haciendo desaparecer el
afluente Madre Vieja y obligando al desplazamiento de la población ubicada estratégicamente en
una zona comercial (Rodríguez Gutiérrez y García Fernández, 2016).
Para el caso de Caesar Augusta, no podemos afirmar ningún desplazamiento de población
con tanto espacio de diferencia, aunque debemos recordar que la ocupación romana se realizó
sobre el núcleo indígena de Salduie (Magallón, 1990; Gómez Pantoja, 1994; Escudero y Galve,
2013; Galve, 2014) si bien habría de tenerse en cuenta el cambio de los cursos de los afluentes del
Ebro que influenciaban en los movimientos poblacionales y las alteraciones topográficas que, como
hemos visto en nuestro caso, fueron necesarias obras de infraestructuras hidráulicas para evitar
inundaciones (Beltrán Llorís, 2007-2008; Galve, 2014).
Un breve apunte para terminar, respecto a los planos consultados, debemos indicar que en su
totalidad ascienden a 45, entre los históricos y los actuales, siendo el plano más antiguo de 1592, y
los más recientes los propios de los buscadores cartográficos y visualizadores de imágenes aéreas
tales como IGN, Google Maps o Cartografía Aragonesa, por citar algunas de los recursos utilizados.
En ellos se ha podido comprobar la peculiar e inconfundible planta de Zaragoza, el curso tanto del
río Ebro como de su afluente el Huerva que contextualiza parte de esta investigación.
Sin aventurarnos en proponer una hipótesis que carezca de pruebas materiales al respecto
para afirmar la existencia de un anfiteatro en Zaragoza respecto a la interpretación de los planos,
y para no caer en los mismos errores anteriores, hemos señalado dos planos que deberían ser
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Nuevas cuestiones sobre el anfiteatro de Zaragoza
analizados para comenzar a plantearse un nuevo lugar donde buscar el anfiteatro zaragozano, que
en el caso de existir, cabe la posibilidad de haberse fosilizado en la urbanística (Escudero y Galve,
2013), reflejada en estos documentos de Francisco Coello con fecha de 1853 (Figura 10A) y de
Casañal en 1911 (Figura 10B), como se planteó para los casos de Barcelona, Lucca o Florencia
(Sales, 2011).
Figura 10: 10A.- Plano de F. Coello de 1853. 10B.- Plano basado en Casañal y parcelado enmanzanas y
casas. Fuente: http://planosymapasdearagon.blogspot.com.es/.
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Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como
símbolo de desorden social en Roma
Chastity or punishment. The failure of the chastity vow as a sign of
public disorder in Rome
Juan Antonio Montalbán Carmona1
Universitat de València
Recibido: 29/05/2016
Aceptado: 30/06/2016
Para citar este artículo: Montalbán Carmona, J. A. (2016). Castidad o castigo. El estupro de
las Vestales como símbolo de desorden social en Roma. Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y
Didáctica de la Historia, 63-86.
ISSNe: 2386-8864
DOI: 10.6018/pantarei/2016/4
Resumen
El presente artículo tiene como objetivo tratar el sacerdocio de las vestales desde la
perspectiva de la virginidad y castidad de las sacerdotisas y su relación con el bienestar de la
comunidad. La base principal del estudio es la revisión de las fuentes primarias y secundarias. Se
destacarán las consecuentes desgracias que acaecían en caso de incumplimiento de su voto de
castidad, con la imperiosa necesidad de realizar ritos expiatorios para acabar con el prodigium y
buscar nuevamente la pax deorum. El estudio de las sacerdotisas de Vesta cuenta con una larga
historiografía, remontándose los primeros trabajos con valor historiográfico a la segunda mitad del
siglo XIX. A pesar de que muchos autores han tratado este sacerdocio, ciertamente no encontramos
una gran cantidad de estudios dedicados exclusivamente a las vestales.
Palabras clave
Historia de Europa, Literatura clásica, Religión, Cuestiones de Género, Problemas sociales.
Abstract
The aim of this article is to approach the priesthood of the vestal virgins from the perspective of
the priestesses’ virginity and chastity and their connection with the community well-being. The main
aim of our study is the revision of the primary and secondary sources. Unfortunate consequences
they suffered in case of failure of their chastity vow, with the pressing need to make expiatory rites
to finish prodigies and search again the pax deorum, are going to be emphasized in the present
study. The study of Vesta’s priestesses has a considerable historiography. The earliest studies with
a significant value date back to the second half of the 19th century. Although many authors have
approached this priesthood, the truth is that we can’t find a large number of studies exclusively about
the vestals.
Keywords
European History, Classical Literature, Religion, Gender Issues, Social Problems.
1 Para contactar con el autor: Juan Antonio Montalbán Carmona. Universitat de València.
rasetoil@gmail.com.
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Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma
1. Introducción
Tradicionalmente, la historiografía ha mostrado una Historia de Roma desde la vertiente
política y militar, pero a veces no tiene en consideración otros aspectos sociales imprescindibles
para la comprensión de la sociedad y del día a día de la vida romana. Asimismo, en las fuentes
primarias no aparecen muchas referencias sobre los triclinios, los atrios y los vestidos -entre tantos
otros aspectos-, y sí describen los asientos del Senado o las fosas de los campamentos militares,
por ejemplo. De la misma manera, se olvidaron de la historia de la mujer, considerada social y
políticamente inferior al hombre, como debía ser según las raíces tradicionales patriarcales. Fijaron
el ideal de mujer en aquella matrona romana obediente y silenciosa, que aceptaba los designios del
hombre sin cuestionarlo; y así nos lo transmiten las fuentes antiguas. La mujer romana era, pues, un
ser permanentemente dependiente del hombre (padre, esposo, hermano, otro familiar, etc.). Pero, a
pesar de todo, encontramos en la sociedad romana un caso completamente contrario, prácticamente
único e inédito en la Antigüedad: el de las sacerdotisas vestales, jóvenes presumiblemente situadas
entre las mujeres más importantes de toda la historia de Roma, encargadas del mantenimiento del
fuego de la diosa Vesta, protectora de la casa y guardiana sagrada de la concordia. El sacerdocio de
Vesta era puro e incorruptible, y era tal su importancia para los romanos que su fuego nunca podía
ser apagado, pues simbolizaba el bienestar del pueblo, el orden social y divino. Por tanto, el templo
de Vesta era considerado un lugar oficial para el pueblo romano.
La castidad y la virginidad han sido consideradas en muchas sociedades como valores
esenciales en las mujeres. Las sociedades antiguas mediterráneas les otorgaron un contenido
casi mágico, situándolas en estrecha relación con la fecundidad y el bienestar de las comunidades
(Martínez López, 1988). Una relación virginidad-castidad que parece contradictoria pero aparece
vinculada a sacrificios de vírgenes por el bien de la comunidad o en su consagración como
sacerdotisas, mediadoras entre los mortales y los dioses, caso de las vestales. En dicho sacerdocio
vemos esta dualidad, unas sacerdotisas que siempre se debían mantener puras o, en caso contrario,
se debía proceder a la eliminación de la impureza que hacía peligrar las buenas relaciones con los
dioses y provocaban desastres y desgracias para la comunidad (Bloch, 1968); en otras palabras, un
horrible prodigium que necesitaba ser limpiado con el pertinente ritual para restablecer la armonía
con los dioses.
Las vestales eran más que las guardianas del fuego y del hogar romano. Era un culto femenino
exclusivo en el mundo antiguo, único por estar comprendido tan solo por mujeres, pero necesario
en el ámbito romano por ser una especie de modelo ideal de las mujeres romanas. En muchas
sociedades antiguas fue común la vinculación de la castidad de las mujeres con el bienestar de los
pueblos y de los Estados, una relación de la virginidad que no implicaba infertilidad, sino todo lo
contrario: conservaban su potencial reproductor; la magia de la virginidad y su potencial convertía
el sacerdocio de las vestales en algo necesario para salvaguardar diariamente a la comunidad
(Grimal, 1965).
2. Las sacerdotisas de Vesta
2.1. La problemática de las fuentes
Cuando tratamos de buscar en las fuentes romanas nos encontramos que los datos sobre el
sacerdocio de Vesta que han perdurado en el tiempo no consiguen ubicar la institución en un marco
cronológico concreto, sino que la información que se extrae de ella es de carácter general, sin
una perspectiva temporal. A eso cabe añadir el hecho de que aquellas que sí incluyen referencias
temporales son las que se refieren a un episodio en concreto relacionado con determinadas vestales
y no contienen datos esclarecedores sobre el sacerdocio. Por este motivo es muy difícil extraer una
visión evolutiva en la que se aprecien claramente cambios o novedades en su evolución. Ningún
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Juan Antonio Montalbán Carmona
autor antiguo hizo de las vestales un único tema de estudio.
Otro problema son las propias fuentes, las cuales han sufrido reelaboraciones, por lo tanto
es muy complicado conocer o explicar si este material fue objeto de algún tipo de cambio con el
transcurso de los siglos, o si las fuentes se reelaboraron sobre falsedades. Para North (1989), el
cambio en los usos religiosos resultaba inevitable a pesar de que se conservasen los rituales. En
resumen, no es únicamente el hecho de tener poca información sobre el sacerdocio respecto a la
evolución y los cambios que se dieron en él durante toda su existencia, sino el tipo de datos que
poseemos. En muchos casos, los autores se han basado en informaciones de otros autores, que a
su vez se han basado en otros anteriores.
2.2. El sacerdocio de Vesta
Cuando hablamos del origen del sacerdocio, es necesario mencionar a la diosa Vesta2.
Ésta era la diosa del fuego del Hogar, que se correspondía con la diosa griega Hestia. En los
pueblos antiguos era común el culto al fuego ya que nacía de la necesidad de mantener un brasero
permanentemente activo para ser utilizado por la comunidad en caso de necesidad. Para Wildfang
(2006), mientras el culto a Vesta siguiese existiendo así lo haría Roma, pues el fuego sagrado se
presenta como un elemento fundamental para la supervivencia y la prosperidad de la ciudad. Tanto
Ovidio (Fast. VI, 267-268) como Dionisio (II, 66, 3) consideran que el fuego estaba consagrado a
Vesta porqué ella se identifica con la Tierra; mientras que Cicerón (De Leg. II, 29; De Rep. II, 26; III,
17; De Nat. Deor. II, 67) sostiene que las vestales fueron creadas para custodiar el fuego sagrado
del hogar público de la ciudad y tenían una serie de privilegios concretos que las diferenciaban del
resto de mujeres, mencionando el supuesto origen griego de Vesta.
Livio (I, 20, 3), Dionisio (II, 64, 5) y Plutarco (Num. IX, 9) son los autores que vinculan el origen
del sacerdocio con Numa Pompilio, a quien le atribuyen su creación y sus primeras características.
Bouché-Leclerq (1871) y Hommel (1974) han relacionado el origen de las sacerdotisas de Vesta con
las hijas de los reyes o sus mujeres. Por un lado, el peinado, la virginidad, sus tareas domésticas y
su dependencia del pontifex maximus son argumentos a favor de la teoría del origen de las vestales
en las hijas de los reyes; por otro lado, su participación en festividades relacionadas con la fertilidad,
la captio o las relaciones con el pontifex maximus relacionarían su origen con la matrona romana.
Sin duda alguna, el supuesto teórico es evidente, pues como sugiere Pomeroy (2013) una virgen
no pertenece a ningún hombre, sino que pertenecía a todos, a la colectividad; así pues, las hijas
jóvenes de los primeros reyes romanos pudieron cuidar del hogar real, pudiendo con el tiempo
convertirse en un culto estatal a Vesta.
El sacerdocio de Vesta era un culto femenino exclusivo en el mundo antiguo, necesario
según algunos autores por ser una especie de modelo ideal de las matronas romanas3, un modelo
establecido por la comunidad masculina. La magia de la virginidad y su potencial presentaba al
sacerdocio de Vesta como algo necesario4 para salvaguardar diariamente a la comunidad (Grimal,
1965), ya fuese a través de la conservación del fuego sacro5, los rituales que como sacerdotisas
2 Sobre la evolución del concepto griego de Hestia en la romana Vesta, ver Baring y Cashford (2005).
3 La virginidad y la castidad de las vestales y su relación con la pudicitia de las matronas romanas, como
sugería Cicerón (De Leg. II, 29), no ha sido aceptada completamente por la investigación. Así, Beard (1980)
cree improbable esta teoría, aunque como ella misma admite después, la relación entre las dos es estrecha,
siendo incomprensible una valoración y actuación sobre las vestales sin una concepción global sobre la
castidad y la virginidad de la mujer como un factor de bienestar. En otras palabras, la vestal estaba libre de
todo mal que podía tener la mujer, pero conservaba su potencial fecundador (cf. Martínez López, 1988). En
contra, Giannelli (1913) y Worsfold (1997) consideran que con su ejemplo advertían a las mujeres que la
natura femenina podía soportar la castidad total.
4 Para Dumézil (1974), la virginidad de las vestal, aparte de su propia condición femenina, era la característica
principal del sacerdocio, la que lo hará diferente del resto de sacerdocios romanos.
5 Dionisio (II, 66, 2), Ovidio (Fast. VI, 291-294) y Plutarco (Num. IX, 10) relacionan virginidad y pureza, motivo
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Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma
de Roma realizaban en determinado momentos fijados por el calendario religioso romano o la
elaboración de elementos necesarios para los sacrificios (suffimen, mola salsa).
El sacerdocio de Vesta debía, sobre todo, ser puro e incorruptible, de aquí la prohibición de
tener relaciones sexuales durante la duración de su etapa sacerdotal6. Si las sorprendían yaciendo
con un hombre, o bien si había pruebas suficientes para demostrar el delito, la vestal era enterrada
viva en la Porta Collina y su cómplice podía ser azotado hasta la muerte (Fest. 227 L). Su importancia
era tal para los romanos que, como guardianas del fuego sagrado, éste nunca debía apagarse
pues simbolizaba el bienestar del pueblo, orden social y divino. La extinción del fuego sagrado se
consideraba un presagio funesto para la comunidad que comportaba su regeneración de forma
ritual y la consiguiente expiación, normalmente mediante súplicas y sacrificios (supplicationes),
como nos transmiten Livio (XXVIII, 11, 7-8), Plutarco (Num. X) y Valerio Máximo (I, 1, 7-8). En caso
de que no se apagase, debía renovarse anualmente, cada 1 de marzo, durante mucho tiempo el
Año Nuevo del antiguo calendario romano. Las fuentes nos transmiten dos formas de renovar el
fuego: Plutarco (Num. IX, 5) nos dice que se renovaba mediante el uso de un espejo ustorio o
convexo proyectándose sobre hojas secas; en cambio, Festo (94 L) afirma que el fuego se originaba
por frotación de las ramas de un arbor felix, llevando posteriormente el tizón ardiente hacia el templo
con una criba de bronce. En las dos teorías era necesaria la intervención de una virgen -tal vez una
vestal, para que se realizase correctamente el ritual-: aunque que Plutarco no concreta, Festo sí que
afirma la necesidad de una virgen para esta tarea.
Por tanto, el templo de Vesta era considerado el lugar oficial del pueblo romano, el Hogar
Romano, uno de los fundamentos del enrolamiento de la comunidad a su tierra (Dumézil, 1959);
y sus sacerdotisas, en particular, eran las representantes de la conexión entre la vida religiosa
del hogar y de la comunidad (Beard, North y Price, 1996). Como veremos, las circunstancias de
su elección las hacía diferentes a todas las demás mujeres. Así pues, la figura de la vestal y su
condición sociopolítica era muy diferente al de la matrona romana (Cantarella, 1991); un estatus
sexual ambiguo entre la matrona y la virgen (Beard, 1980). Sin duda alguna, su continuidad en la
historia de Roma es un claro ejemplo del principio firmemente establecido entre los griegos y la
creencia romana que relaciona la virtud femenina con la salud del Estado (Pomeroy, 2013).
2.3. La captio
Las vestales, escogidas entre los seis y los diez años, debían guardar castidad durante los
treinta años que duraba su sacerdocio, pudiendo después de este período abandonar el atrium
Vestae. Eran un total de seis, encabezadas por la Virgo Maxima (Suet., Caes. 83; Ovid., Fast. IV,
639; Sen., De ot. 2, 2). Su origen es muy antiguo, pudiendo remontarse a mitad del siglo VIII a. C.
Las fuentes clásicas atribuyen su fundación -o al menos su reorganización- a Numa Pompilio, quien
consagró a las cuatro primeras vestales, añadiéndose dos más con el rey Servio (Cic., De Rep. II,
27; Liv. I, 20, 2; Plut., Num. X). Parece que este número se conservó a lo largo de toda su historia7.
por el que entendían que para el cuidado y custodia del fuego sacro hacía falta un grupo de vírgenes jóvenes
y puras, como eran las vestales (Preuner, 1864).
6 Muy probablemente, el término “castidad” en las sacerdotisas tinga una connotación más amplia, como
sugiere Saquete (2000), quien siguiendo a Cicerón llega a la conclusión de que en el caso de las vestales
la virginidad no consistiría únicamente en el no mantenimiento de relaciones sexuales, sino en un completo
desconocimiento del tema. Es decir, una castidad completa u omnem castitatem, la única forma de preservar
la pureza de los rituales.
7 No obstante esto, hay dos testimonios del siglo IV d. C. que indican una cifra de siete vestales: el testimonio
de Ambrosio (Ep. XVIII, II) y la Expositio totius mundi. A favor del argumento de las siete vestales juega el
hecho de que en el siglo IV d. C. el sacerdocio está prácticamente en su final, y que una medida de los últimos
paganos para revitalizar el sacerdocio fuese el aumento de las sacerdotisas; pero esto no tiene mucho sentido
en una época en la que buena parte de la casta política, desde los senadores al emperador, eran cristianos.
Más inusual aún es que se tratase de un error. Una posibilidad más certera es que en un determinado momento
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Estas jóvenes serían tomadas (o cogidas, captae). Durante los primeros siglos republicanos
fueron “cogidas” únicamente de entre las familias patricias por elección directa del pontifex maximus,
aunque con las transformaciones desarrolladas a partir del siglo IV a. C., con las concesiones a
los plebeyos, tal vez fue cambiando progresivamente este proceso (Momigliano, 1967, p. 199).
Evidentemente, si la sociedad era controlada ya en el siglo V a. C. por la elite patricia, en sus manos
estarían prácticamente todos los cargos militares, políticos y religiosos. En tiempos monárquicos
afirma Gelio (Noc Att. I, 12, 10) que la primera vestal fue elegida personalmente por Numa; así
pues, si realmente el sacerdocio es tan antiguo como nos transmiten los textos, la elección de las
sacerdotisas en época monárquica sería por designación directa de los reyes.
Muchos han querido ver en la Lex Papia la modificación de dicha prerrogativa, pero más
allá de la problemática de su datación (se desconoce si es del siglo I a. C. o más antigua, del
III a. C.) surgen otros problemas, como por ejemplo si esta ley realmente permitía a las hijas de
los plebeyos convertirse en vestales (Allessio, 2014; Álvarez de Cienfuegos, 1994; Dumézil, 1963;
Giannelli, 1913; Guizzi, 1968; Saquete, 2000). La Lex Papia establecía la selección de las nuevas
vestales por sorteo en una asamblea o contio a partir de un listado de veinte jóvenes previamente
confeccionada por el pontifex maximus. Fuese como fuese, es evidente que durante buena parte
de la República las vestales surgirían principalmente de entre las principales familias de la nobilitas,
tanto patricias como plebeyas. El primer conato de cambio lo encontramos a principios del siglo I
d. C., concretamente en el año 5, cuando parece que hubo problemas para cubrir las vacantes del
sacerdocio (D. C. LV, 22, 5-6). Si hasta entonces más de la mitad de las vestales procedían de la
clase senatorial, a partir de ahora se estableció -supuestamente- una ley que permitía ser vestal a
la hija de un liberto. Esto fue un gran revés para los más poderosos, pues como apuntó Pomeroy
(2013) las familias de la clase alta eran pequeñas, y una hija podía significar la diferencia entre las
supervivencia y la extinción de la línea familiar. La problemática de esta información es que tan solo
la corrobora Dión Casio. Para Saquete (2000), la lex Papia y la ley mencionada por Casio sean
posiblemente la misma. Una serie de contradicciones jurídicas que no hacen más que confundir
al investigador sobre la auténtica esencia y finalidad de las mismas: que la hija de un liberto fuese
vestal era una contradicción con la ley transmitida por Labeón Aristo (Gel., Noc Att. I, 12, 5) de que
ninguna hija de padre y/o madre esclava podría ser sacerdotisa.
La sociedad romana, conservadora en sus tradiciones religiosas, seguramente no permitió
durante el reinado de Augusto que ninguna hija de libertos obtuviese el rango de vestal, como
teóricamente permitía la ley transmitida por Dión Casio. Durante los dos primeros siglos del Imperio
fue habitual la cesión de jóvenes procedentes de familias respetables de la política romana, así
como de las familias sacerdotales, una práctica que confería a la familia prestigio estatal: una forma
de promoción, un símbolo evidente de respaldo del nuevo orden imperial. Informa Gelio (Noc Att.
I, 12, 2) que si un hombre distinguido ofrecía a su hija para el sacerdocio, en el caso de que ésta
cumpliese con todos los requisitos, el pontifex maximus la tomaba sin la necesidad de ningún método
de selección (por ejemplo, la lex Papia). Dicha práctica se alargaría hasta el siglo III y la totalidad del
IV d. C., cuando la figura del emperador/pontifex maximus fue abandonando su ideología pagana en
beneficio del cristianismo, y en consecuencia abandonará todo interés en el sacerdocio de Vesta,
una época con escasa información del sacerdocio.
La nueva vestal era tomada de sus padres y conducida al atrium Vestae, una elección que
no siempre era del gusto de los padres ni necesitaba del consentimiento de las jóvenes (Gell. I,
12, 9; Prud., Contra Symm. II, 1065-75). La selección de la vestal era llevada a cabo mediante la
se eligiese una vestal más, por ejemplo, para sustituir a otra enferma o cubrir otra necesidad; o que alguna de
las seis vestales, llegado el fin de su sacerdocio, no abandonase el templo ni la casa de Vesta y se quedase
prestando otros servicios. Entendemos ambos como un caso puntual y supuestamente sin continuidad.
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Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma
ceremonia de la captio8, en la que la chica romana era elegida por el pontifex maximus9 y, previo
paso de los rituales jurídicos correspondientes, se convertía en sacerdos Vestalis. Catalano (1960)
defiende que la captio era un acto pontificio que comportaba una nueva situación jurídica que no se
podía disolver más que con el permiso divino, la exauguratio, un ritual a cargo del pontifex maximus
en el que se consultaba a la divinidad con la finalidad de saber si era lícito modificar o extinguir
el sujeto que estaba inaugurado o iniciado. La selección debía corresponder -posiblemente- a la
decisión conjunta del colegio pontifical, aunque el principal responsable y quien tendría la última
palabra sería el pontífice máximo. Para entender mejor la simbología de la fórmula, conviene citar
el fragmento de Saquete (2000, p. 66):
En la captio de la vestal como sacerdos era el ius el que establecía los sacra que
ésta debía ejecutar, del mismo modo que la capacitaba para realizar estos ritos por
la salvación de los romanos. […] con el ius las vestales se convertían en sacerdotes
públicos, no en matronas ni vírgenes estatales, y con el mismo ius salían del sacerdocio
mediante la exauguratio (sacerdos abire). […] Su virginidad las hacía especialmente
eficaces para cumplir sus tareas, pero era el derecho, el ius, el que las capacitaba
jurídicamente para poder ejecutarlas y salvar así la incapacidad que sufrían las mujeres
en materia religiosa.
La joven debía ser perfecta, tanto física como jurídicamente, motivo por el cual como defiende
Saquete (2000), más que con unas prerrogativas o privilegios recibidos en honor a su sacerdocio
(Plut., Num. X, 5; Gell., Noc. Att. VII, 7, 2; Gai., Inst. I, 145), observamos unas necesidades
indispensables para optar al sacerdocio. La elegida salía de la patria potestad del padre, no sufría
perdida alguna de derechos civiles ni se producía la emancipación (Gai., Inst. 1, 130; Ulp. 10, 5),
convirtiéndose en una ciudadana de pleno derecho y, a pesar de ser mujer, tenía la capacidad de
hacer testamento (Gil Fabregat, 2000; Sanz Martín, 2011). Gelio (I, 12, 9), basándose en Labeón
Aristo, nos transmite las principales condiciones o requisitos que debía cumplir la pretendiente a
vestal para aspirar al sacerdocio: 1) una edad comprendida entre los seis años cumplidos y los diez
por cumplir; 2) sus padres debían estar vivos; 3) no debían tener defectos físicos, ni ser tartamuda
ni sorda; 4) que sus padres no hayan vivido en esclavitud ni practicado ningún negocio sórdido; 5)
no podía ser tampoco vestal la hija de quien no tuviese su domicilio en Italia. Había tres formas de
esquivar la elección: 1) aquella que haya tenido o tenga una hermana vestal; 2) la hija de un flamen,
de un augur, de un quindecinviro para la ordenación del culto, de un septenviro epulón o de un
sacerdote saliar; 3) la hija de la esposa que un pontifex maximus o de un flautista de los sacrificios
(Guillén, 2004b).
2.4. Atributos, tareas y privilegios
Una vez finalizado el proceso de selección, la joven sacerdotisa adoptaba los elementos
distintivos de toda vestal: el peinado característico (seni crines), un vestido sencillo blanco, las
bandas del sacerdocio (infula), el velo blanco (suffibulum) para los sacrificios y una cinta de lana,
el cingulum o “nudo de Hércules”. El sacerdocio se dividía en tres fases de diez años cada una:
durante los primeros diez años se enseñaban los rituales; los siguientes diez los ejecutaban; y
en los últimos años enseñaban a las novicias. Probablemente, pocas vestales abandonarían el
8 Nuestra principal fuente para la comprensión de la ceremonia es Aulo Gelio (Noc. Att. I, 12, 13), quien
afirma que el pontifex maximus, mediante la fórmula ritual de la captio, se dirigía a la joven con las palabras
“ita te, amata, capio”.
9 Las vestales dependían del pontifex maximus, igual que otros sacerdocios (flamines, decenviros para la
atención del culto, Salios, Arvales y sodales Titii) (Guillén, 2004b). Era tal la vinculación existente entre las
vestales y el pontifex maximus que la residencia de este último se encontraba junto al templo de Vesta, en la
Regia, situación que se dio hasta principios de época imperial.
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sacerdocio después de los treinta años, pues con una edad comprendida entre los treinta-y-seis y los
cuarenta ya había pasado sus años más fértiles, en una sociedad en la cual las mujeres ya estaban
casadas antes de los veinte. En la misma línea, su posición social y sus privilegios contribuían a su
permanencia en el tempo de Vesta. A pesar de todo, la vestal que decidía abandonar el sacerdocio
debía abandonar la banda o infula y, previo paso de la exauguratio, podía reincorporarse a la vida
normal.
Entre sus principales prerrogativas estaba la limpieza diaria del templo con agua de fuente
y la elaboración de los elementos necesarios para los sacrificios, como el suffimen y la mola salsa
(Prosdocimi, 1991). Pero su tarea más importante era la de tener cuidado y proteger el fuego
sagrado. Según Dionisio (II, 6, 2), el cuidado del fuego estaba relacionado con la pureza de las
vestales, condición idónea para encargarse de un trabajo tan importante, pues el fuego solo debía
ser apagado el primer día del año, fecha de renovación del fuego. La vigilancia del fuego debía
ser constante y siempre debía de contar con la supervisión de alguna vestal, tanto de día como de
noche. Esta vigilia del fuego perenne era muy estricta, pues la posible extinción comportaba un
severo castigo para la vestal responsable, azotada con varas por el pontifex maximus. Para Dumézil
(1974), el fuego continuo es el hogar de Roma y uno de los garantes de sus raíces en la Tierra. Por
esto, el fuego del hogar estaría considerado como un elemento de mucha importancia dentro de las
creencias de la sociedad romana.
Las vestales debían ocuparse de una seria de tareas domésticas. En primer lugar, elaboraban
la mola salsa o casta mola, que como dice Festo (124 L) se trataba de una mezcla de farro tostado
y sal cocida, elementos que se utilizaban para depositarlos sobre las víctimas de los sacrificios. La
mezcla se entregaba en las Lupercalia (13-15 de febrero), las Vestalia (9 de junio) y en los idus de
setiembre (día 13) debido a su importancia en los sacrificios. Las tres vestales de más edad habían
de elaborar el farro y torrarlo, triturarlo y molerlo. Después, lo guardaban hasta el momento de
elaborar la mola. Festo (152 L) nos transmite que también elaboraban la muries, utilizada también
en los sacrificios. Las sacerdotisas también se ocupaban de recoger diariamente agua de la fuente
para la limpieza del templo, donde no podía haber agua por peligro de que se apagase el fuego
sagrado. Pero no se podía recoger de cualquier fuente, sino exclusivamente de la fuente Egeria,
situada ante la Porta Capena según Plutarco (Num. XIII, 2), quien añade que las vestales realizaban
tal tarea utilizando un recipiente especial para evitar que el agua entrase en contacto con la tierra.
Los objetos sagrados (sacra) que se guardaban en el templo de Vesta también eran otra de las
responsabilidades de las sacerdotisas. Estos objetos eran cuidadosamente custodiados por ellas
en el penus Vestae: objetos míticos e históricos como el Palladium (imagen de Palas traída a Italia
supuestamente por Eneas) y los Penates (imágenes de dioses relacionados con las despensas
traídas supuestamente por Eneas de Lavinium a Roma; vid. Radke, 1981) (Dion. Hal. II, 66, 4;
Cic., Pro Scau. 48; Val. Max. IV, 4; Plin., Nat. His. VII, 45). Plinio (Nat. Hist., XXVIII, 39) afirma que
se guardaba también un fascimus, un falo. No es extraña su presencia si tenemos en cuenta que
se consideraba un amuleto que alejaba el mal y garantizaba la prosperidad del Estado, aparte de
simbolizar fecundidad, detalle a tener en cuenta pues la esterilidad representaba un peligro para la
comunidad. También guardaban los testamentos de hombres importantes como Julio César (Suet.,
Caes. 83, 1), Marco Antonio (Plut., Ant. LVIII, 3) y Augusto (Suet., Aug. 101, 2). Tal y como nos dice
Aulo Gelio (Noct. Att. II, 9), las vestales tenían el privilegio de realizar testamento y también podía
haber guardado testamentos, todo ello debido al respeto y confianza que transmitían las vestales o
por el papel de custodia de las cosas íntimas atribuido a Vesta (Cic., De Nat. Deor. II, 7).
Respecto a sus privilegios, encontramos: 1) participar como testimonios en juicios (Gell., Noc.
Att. VII, 7, 2); 2) administrar sus bienes y realizar operaciones financieras (Plut., Num. X); 3) podían
ser conducidas en litera (Prud., Contra Symm., II, 1086-1089) y, si por el camino se encontraban
con un reo conducido a la muerte, en el caso de que la vestal jurase que el encuentro había sido
fortuito, éste quedaba libre (Plut., Num. X). También podían conducir -o ser conducida- por la ciudad
de Roma un carruaje de dos ruedas, el carpentum, que confería un alto estatus a su ocupante; 4)
iban precedidas por un lictor cuando salían a la calle (Plut., Num. X), cediéndoles los magistrados
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Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma
el paso; 5) en los juegos públicos tenían asiento reservado en la tribuna, con potestad sobre el
veredicto de vida o muerte del gladiador perdedor (Prudent., Contra Symm. II, 1090-1112); 6) en
caso de caer enfermas, dependiendo de su gravedad podían abandonar el sacerdocio, pudiendo
en este caso ser cuidadas por una matrona honorable (Plin., Nat. Hist. VII, 19, 2); y 7) recibían una
paga estatal (Liv. I, 20, 3), posiblemente en monedas. Pero, a partir del siglo IV d. C., las vestales
lo recibirían en annonae o raciones hasta mediados de siglo, cuando se concluirían los subsidios
estatales, ya en plena eclosión cristiana. De la misma forma, también podían apercibir donaciones
como tierras públicas.
3. La castidad y virginidad de las Vestales
3.1 ¿Qué entendían por virginidad en el mundo grecorromano?
La castidad y la virginidad han sido consideradas en muchas sociedades como valores
esenciales en las mujeres. Posiblemente, la idea original era que el ejercicio de la actividad sexual
debilitase a las personas y las incapacitase temporalmente para la realización de las actividades
normales, como sugirió Frazer (1919-29). Lo que parece evidente es que, dentro del ámbito religioso,
muchos cultos paganos establecieron prescripciones de pureza sexual para entrar en un templo o
participar en los ritos (Lane Fox, 1986). Así pues, las sociedades antiguas mediterráneas llegaron a
darles un significado casi mágico, situándolas en estrecha relación con la fecundidad y el bienestar
de las comunidades (Martínez López, 1988).
Una relación virginidad-castidad que a simple vista nos puede parecer contradictoria, pero en
ocasiones aparece vinculada a sacrificios de vírgenes por el bien de la comunidad o la consagración
de vírgenes como sacerdotisas, una especie de mediadoras entre los mortales y los dioses, caso de
las vestales. La naturaleza sagrada de las vestales ha sido tratada por la investigación a lo largo del
siglo pasado. Así, Brelich (1949) planteó la teoría que Vesta estaba presente en sus sacerdotisas,
pudiendo ser consideradas éstas como unas copias vivientes de la diosa. Parece evidente, pues,
que los antiguos romanos consideraban que las sacerdotisas vestales quedaban consagradas a
la divinidad, en este caso a Vesta (Guizzi, 1968; Preuner, 1864). En este sacerdocio encontramos
esta dualidad, unas sacerdotisas que siempre se debían mantener puras o, en caso contrario, se
debía proceder a la eliminación de la impureza que hacía peligrar las buenas relaciones con los
dioses y provocar desastres y desgracias para la comunidad (Bloch, 1977); en otras palabras, como
veremos a continuación, un prodigium que necesitaba ser limpiado con el correspondiente ritual
para restablecer la armonía con los dioses.
La santidad de las sacerdotisas estaba directamente relacionada con su virginidad y pureza,
una visión que asume que la castidad de la vestal era un ejemplo más extremo de un fenómeno
común en el mundo griego. Por eso, como nos transmite Beard (1980), la creencia popular creía
que la actividad sexual contaminaba el cuerpo de la joven y por tanto la descalificaba por su íntimo
contacto con la deidad. La analogía con las vestales, según Beard, es clara: ellas estaban en
constante contacto con la deidad y por eso debían siempre abstenerse del contacto sexual con
hombres. Por tanto, su estatus sagrado y virginal se estableció de esta forma. Pero la autora va más
allá, buscando una respuesta más simple: expone que para las hipótesis que sitúan el origen de las
vestales en las esposas de los primeros reyes, el tipo de virginidad representada por las vestales
no es una virginidad en el sentid total de abstinencia sexual, sino más bien la pureza de la matrona
romana, una cualidad definida por su fidelidad a un único esposo y por la sobriedad de su conducta
y vestimenta.
Según Dionisio (I, 76, 4; II, 7), era frecuente entre los latinos que unas vírgenes se encargasen
de la atención del fuego y de los rituales de la comunidad. Así, se conoce el santuario de Iuno
Sospita en Lanuvio donde anualmente una doncella debía entrar portando alimentos en la cueva
de la vetus draconis, una serpiente gigante. En el caso de que fuese casta, la doncella saldría viva,
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indicador de que el año sería fértil. Así, Gordon (1938) y Gagé (1963) aportan la teoría de que este
acto mantendría atenta a toda la comunidad, pues del resultado dependería la fecundidad anual,
tanto humana como agrícola. También está documentada la posible existencia de vestales fuera
de Roma, caso de Alba Longa/Bovillae, Tivoli o Lavinio. Esto apuntaría a un origen etrusco o latino
del sacerdocio, que aunque nos sea desconocido el origen del sacerdocio sí que nos transmite
anterioridad al período más arcaico de Roma.
Ciertamente, diversas leyes sagradas que sobrevivieron desde Grecia y Asia Menor establecen
reglas explicitas en esta área, aplicándose no solo a los sacerdotes sino también a los devotos.
Entrar dentro de un templo, por ejemplo, podía estar prohibido para una persona durante dos o tres
días después del coito. Otro ejemplo es el que nos transmite Dumézil (1954): según una tradición
gala, el legendario rey Math no podía vivir, durante las expediciones de guerra, sin tener bajo sus
pies a una joven virgen. Estos ejemplos son un claro signo de que la virginidad estaba ligada a los
cultos estatales, y como vemos se encuentran documentados en diversas civilizaciones (Saquete,
2000).
Los cultos a la fertilidad en el mundo antiguo estaban normalmente asociados con los
sacerdotes y sacerdotisas puras y virginales. Según Beard (1980), parece que la virgen no fuese
considerada como estéril, sino como un medio de almacenamiento del poder procreador, un hecho
que puede ser aducido contra la visión de que la conexión de las vestales con varios cultos antiguos
de fertilidad reafirma su estatus de matrona. Teoría semejante nos ofrece Pomeroy (2013), quien
incide en lo paradójico de su participación en ritos agrícolas y de fertilidad. Según esta autora, esto
parece significar que la virginidad no fuese sinónimo de esterilidad, y por tanto fuese compatible con
la fertilidad: “La pureza y la integridad pueden ser consideradas como una provisión de fertilidad,
aunque no puede asegurarse que los romanos tuvieran claramente formulada esta idea cuando
asignaban diversas tareas a las Vestales”.
La ceremonia de la captio y la relación de las vestales con el pontifex maximus se ha definido
como un indicador del estatus matronal de las sacerdotisas. La joven era tomada por el pontifex a sus
padres, y el título amata se encuentra lejos de ser comprendido: no es segura su traducción como
“amada”, pues hay otros significados posibles como, por ejemplo, que se trate de un nombre propio
(tomado de la primera sacerdotisa) o que represente una forma latinizada del griego “insumisa”,
virgen. Lejos de poseer una única identidad sexual, se combinan aspectos de dos categorías
separadas que eran para los romanos más diferentes que lo son para nosotros: la mujer casada y la
no casada. De esta forma Beard pone de manifiesto que algunas de sus características podían ser
vistas más cercanas a la esencia del hombre. A pesar de esto, todas las fuentes antiguas que tratan
el sacerdocio ponen énfasis en la virginidad física de la mujer y su abstinencia total de relaciones
sexuales durante los treinta años o más de sacerdocio. Este es un elemento que está integrado en
las historias mitificadoras de las primeras sacerdotisas, muchas de ellas salvadas de la condena
de impureza por los milagros atribuidos a la propia Vesta, y se repite en el período histórico cuando
vemos que una crisis seria del Estado puede aumentar la sospecha de actividad sexual entre las
vestales. El horror de tal acusación y el castigo impuesto a la sacerdotisa culpable, como veremos
detenidamente a continuación, está bien ilustrado por diversas descripciones de los hechos.
Así pues, continuando con el discurso de Beard (1980), el estatus de matrona de las vestales
es revelado por dos aspectos de su culto y privilegios: en uno acepta que por su antigüedad las
vírgenes estaban implicadas en los cultos de fertilidad agrarios y que este hecho explicaría su
rol en ciertas ceremonias como la Fordicidia. No obstante, hay ciertos ritos matrimoniales donde
las sacerdotisas están íntimamente asociadas con las matronas. Por ejemplo, ellas jugaban un
importante papel en el festival de diciembre de Bona Dea, celebración realizada por las mujeres
casadas de Roma; y es plausible sugerir que ellas eran vista así, asociadas con las matronas
de la ciudad en ciertas ceremonias dentro de los Ludi Saeculares. La asociación íntima en estas
celebraciones entre matronas y vestales no puede ser ignorado. Finalmente, Augusto en el 9 a. C.
garantizó a las vestales todos los derechos de las mujeres que tenían hijos a su cargo, asimilando
así legalmente su estatus al de la matrona romana. Su estatus como vírgenes y matronas implica la
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Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma
posibilidad de que ellas pudiesen jugar algún rol dentro de la estructura familiar.
Beard (1980) pone de manifiesto la importancia de la segunda década del sacerdocio de las
vestales, en la que se encargarían de la realización de los rituales, precisamente en un momento
en que, por su edad, estarían fisiológicamente en su etapa más fértil. Así pues, coincidiría su última
etapa con un período premenopáusico en el que su poder fértil estaría disminuyendo, coincidiendo
con una disminución de su potencia ritual, idea aceptada y seguida por Saquete (2000), motivo por
el cual presumiblemente se dedicarían durante los últimos diez años de sacerdocio, especialmente,
a enseñar a las jóvenes novicias.
Brown (2008) consideraba que la doctrina cristiana había influenciado en la concepción
actual de virginidad. Con la eclosión del cristianismo como religión predominante y oficial del
Imperio Romano, observamos una contraposición en las fuentes entre las vestales y las vírgenes
cristianas, estas últimas sin rever ningún tipo de estipendio y viviendo su castidad de forma privada
y consagrada a Dios, a diferencia de las sacerdotisas de Vesta (Saquete, 2000). Por otra parte,
siguiendo a Calame (1977), los griegos utilizaban el término parthenos como “doncella”, pero no
refiriéndose a la virginidad, sino al estatus social de la joven, aquella que aún no estaba casada.
De esta manera, la virginidad (partheneia), para los griegos, no tenía ninguna relación con la
ruptura del himen, como escribió Sissa (1987) cuando afirmó que los antiguos griegos, igual que
los romanos, no conocían la existencia del himen ni mucho menos su función. En otras palabras,
aquello considerado actualmente como “pérdida de la virginidad”, para los antiguos griegos no era
más que un estatus de la joven púber que finalizaría con el matrimonio.
De la misma forma, para los romanos de finales de la República, el término virgo se entendería
como la doncella no casada. Así pues, según estos autores, las vírgenes serían las doncellas no
casadas, haciendo referencia más que a una condición biológica al estatus social de las jóvenes.
Así lo entiende Böels-Janssen (1993), quien cree que la virginidad debía ser una iniciación al
matrimonio. En cambio, Saquete (2000), siguiendo a otros autores, opina que para los antiguos
grecorromanos la virginidad debía hacer referencia a un estatus social, pero también biológico.
3.2 Las vestales y las precationes
Una de las tareas de la vestal era realizar plegarias o precationes. Precisamente porque la
potencia de sus oraciones ya estaba aceptada desde la Antigüedad (Plin., Nat. Hist. XXVIII, 13), una
fuerza ritual fuera de duda que las calificaba como poderosas y temidas, consideradas más efectivas
que las del resto de sacerdocios. Algunos han visto en estas plegarias un claro ejemplo de magia
(Fowler, 1911), pero para otros las fórmulas de las oraciones no tenían porqué ser consideradas
magia, pues en este caso tenían un carácter propiciador (Saquete, 2000)10. Lo que es evidente es
que como señaló Cid López (2007), lo femenino está presente en algunos de los hechos que mejor
exhiben las calamidades y el caos para el orden republicano, todo ello reflejado en el ambiente
religioso.
Había diferentes tipos de plegarias, aunque las que nos interesan en este trabajo son las
llamadas supplicationes. Dichas rogativas tenían un carácter público y encontramos tres tipologías
diferentes, según la necesidad de la ocasión: gratulatorias, propiciatorias y expiatorias. Las primeras
eran bastantes frecuentes y documentadas, dirigiéndose en época republicana especialmente a
las divinidades, pese a que había casos exclusivos hacia finales de la República, en las que eran
destinadas para la salud o alguna celebración particular11. Las siguientes, las propiciatorias, también
10 Son estas mismas plegarias las que salvaron a dos vestales condenadas por incesto, Tuccia y Emilia,
salvadas por Vesta, quien las consideró inocentes de toda culpa. Sobre la fuerza de la vestal Cicerón (Pro
Font. 48), citando a Fonteya, aconseja no rehusar nunca la súplica de una vestal, por el peligro que podía
suponer.
11 Halkin (1953) apuntó que las rogativas gratulatorias, hacia finales de la República, fueron perdiendo
progresivamente su carácter religioso y público, destinadas a partir de ahora a la familia imperial. De esta
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eran utilizadas para obtener el favor de los dioses, si bien están menos documentadas por las fuentes.
Por último, destacan por su importancia las supplicationes expiatorias (pegarías, procesiones,
libaciones y sacrificios), las más conocidas pero no más habituales, destinadas a restablecer el
favor de los dioses o pax deorum. Como sacerdotisas públicas de Roma, las vestales participaban
en estos actos, seguramente junto a otros sacerdotes12. Sería hacia finales de la República cuando
dichas rogativas fueron desapareciendo (Wülker, 1903). Las vestales participaron seguramente en
ellas a lo largo de la época republicana, existiendo dudas sobre su participación en época imperial
debido a los cambios religiosos acaecidos.
Su participación en los rituales de expiación se entiende por la potencia de sus plegarias, cosa
que las diferenciaba del resto de sacerdotes y magistrados: “el estado físico de la virginidad colocaba
a la sacerdotisa seguramente en otro plano, espiritual si se quiere, situado de forma privilegiada
para la comunicación con las divinidades” (Saquete, 2000, p. 47). Sin duda, se solía involucrar a
las sacerdotisas u otras mujeres como protagonistas de los signos divinos cuando solían aparecer
los prodigios sobrenaturales o portentum (fenómeno natural inexplicable)13, produciéndose una
aproximación pública por igual de los dos sexos hacia las divinidades, sin caer en categorías de
género (Schultz, 2006; Staples, 1998). Más que estar apartadas, las mujeres quedan relegadas en
un lugar situado en los márgenes de la sociedad romana, como lo calificó Cid López (2007, p. 13),
produciéndose una inversión de roles en momentos de grave peligro comunitario:
[…] a pesar de su marginación de los asuntos cívicos, incluso de los cultos públicos,
las mujeres actúan como salvadoras de la patria, superando peligros militares, y lo hacen
recurriendo a la fuerza y protagonismo que se adjudicó a sus relaciones con unas diosas,
cuyo culto estaba bastante alejado de las actividades femeninas convencionales. […] es
en ese momento de anormalidad dentro de la propia religión, cuándo las mueres actúan.
Si la paz y el equilibrio reinan en la sociedad romana, hombres y mujeres honran a las
divinidades de forma separada.
Las oraciones expiatorias eran necesarias cuando se presenciaba en Roma una serie de
prodigios nefastos que no tenían explicación y debían ser tratados urgentemente para recuperar el
favor de las divinidades (MacBain, 1982; Scheid, 1981). Estos prodigios estaban siempre vinculados
con situaciones de amenaza para la colectividad, ya fuesen internas (enfermedades o plagas que
afectaban especialmente a las embarazadas y al ganado) o externas (guerras, etc.). Las vestales,
por tanto, participaban muy probablemente en la reparación de las ofensas a los dioses.
No obstante, también eran una de las causas de la aparición de estos peligros: en caso que
se apagase el fuego sacro del templo y, sobre todo si cometían estupro (crimina incesti) (Montero,
1994), el piaculum era necesario para recuperar la pax deorum. Para Bayet (1984), la ruptura de
la pax deorum significa el malestar divino con la comunidad ante la falta de impiedad del pueblo
romano. En el caso, especialmente, del estupro, la condena era necesaria, pues habían contaminado
su cuerpo perdiendo la virginidad, quedando los sacra contaminados e inválidos, siendo necesaria
la restauración purificadora de los ritos, pues la no reparación implicaba que el peligro podía recaer
forma, Apiano (B. C. II, 106) escribió que, cada cinco años, Julio César recibía una plegaria gratulatoria de
parte de las vestales; de la misma forma, Ovidio (Fast. III, 417-420) nos transmite que Augusto, cada de
marzo, recibía otra para conmemorar el día en que tomó el título de pontifex maximus.
12 En general, las vestales aparecen acompañadas por otros sacerdotes públicos y por el pontifex maximus
en los rituales públicos, actuando como ayudantes y raramente dirigiéndolos (Saquete, 2000). Así se entiende,
según la teoría de Scheid (1983), que si la participación femenina en los rituales debían ser mínimos (públicos
o privados), no parece que en el caso de las vestales la situación cambiase demasiado.
13 La superstición romana respecto a los asuntos que no entendían les hacía llegar a suposiciones
escéptica e empíricamente rehusadas hoy en día. En palabras de Cid López (2007, p. 15): “La mayoría
de estos extraordinarios episodios acaban teniendo explicaciones científicas en la actualidad, pero no así
en la mentalidad de los romanos, bastante ingenua en lo que afectaba a las exhibiciones del poder de sus
divinidades, lo que fácilmente podía ser objeto de manipulación desde los círculos oficiales”.
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Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma
sobre todo el grupo social. Knapp (2011) define stuprum como la relación de carácter ilegal de
índole sexual entre una chica, mujer soltera o incluso viuda, o un chico u hombre (no implicaba a
las prostitutas). La expiación era la única forma de recuperar el favor divino, pues este se había
perdido, y si el delito no era expiado, las consecuencias para la comunidad podían ser mucho
peores (Scheid, 1981).
Como bien señaló Wülker (1903), aunque estén documentadas dichas expiaciones en
diferentes momentos de la época republicana, ciertamente se multiplicaron durante el contexto de
las Guerras Púnicas, haciendo muy frecuentes. La dureza senatorial del período y los sacrificios
humanos constituyen, según Bloch (1968), uno de los vestigios de la presencia original de reglas
etruscas en la colección sagrada; a pesar de que estas medidas no tenían por qué justificar siempre
la imagen dictatorial del Senado, una clase oligárquica que no tenía las necesidades espirituales del
pueblo, unos senadores que conjuntamente con los sacerdotes extremaron las medidas expiatorias
después de la aparición de los primeros prodigios extraordinarios durante la Segunda Guerra Púnica
(Montero, 1990). Así, el delito de las vestales Opimia y Floronia en el 216 a. C. fue un caso claro del
uso por parte del Senado de los prodigios para dar salida a situaciones sociales muy complicadas
que podían excitar la sensibilidad popular (Martínez López, 1988, p. 144). En estos momentos, con
el crimen religioso de las dos vestales, tal y como señala Martínez López (1988, p. 142):
Era necesario dar explicaciones de esa calamidad y controlar las lógicas reacciones populares
de desesperación y pánico, tanto con estrictas medidas que reducían las manifestaciones públicas
de duelo, como a través de una canalización de la superstición y del sentimiento religioso. […] La
canalización de esa superstición se digirió hacia la responsabilidad de las Vestales, porque se
imaginaban que habían contribuido al desastre con su conducta.
O como bien argumenta Cid López (2007, p. 17):
[…] el prodigio se manifiesta en situaciones de desorden o desequilibrios en la
sociedad y, en este sentido, el procedimiento seguido para reconocerlo y controlarlo es
la prueba de que parece interesar la exaltación de su presencia en tales momentos: ya
que episodios similares pueden haber ocurrido en momentos de tranquilidad social y no
fueron definidos como tales rupturas de la pax deorum.
Sin duda, fue en momentos de máxima tensión política, militar, religiosa y económica, pero
especialmente de superstición, cuando los romanos requerían de una necesidad imperial para
explicar la aparición de prodigios y momentos de peligro para la comunidad, que como defiende
Fraschetti (1984), solía desencadenar en procesos y condenas de algunas vestales por estar en
relación con todo ello, pues como señala Saquete (2000, p. 93) “estos prodigios eran una señal de
que la pax deorum había sido rota, y la causa más lógica era que los ritos no se estaban realizando
correctamente. El gran delito de la vestal era […] haber consumado los sacra siendo impura”. El delito
de la vestal impura, si no era solucionado, creían que podía afectar gravemente a toda la comunidad,
y era una función irreparable no existiendo otra solución que la extirpación de la impureza: la muerte
de la vestal. Pero aquí se detecta el carácter sagrado que envolvía a la propia sacerdotisa, pues
aunque impura, los pontífices no se atrevían a asesinarla con sus propias manos14, sino que la
sepultaban viva. Plutarco (Num. X, 5) afirma que la vestal era enterrada con aquello necesario para
vivir, que Dionisio (II, 67) confirma apuntando que se depositaba en la cámara subterránea un poco
de agua, pan, aceite, leche y una lucerna.
Supuestamente, la detección del problema venía refrendada por la poca eficacia de los ritos de
las vestales, siendo junto con las confesiones de los esclavos las primeras evidencias de prodigios
nefastos, las pruebas evidentes del crimen de la vestal. Así pues, siguiendo el concepto que tenían
los romanos de “virginidad”, este no sería la ruptura del himen por incesto, sino precisamente por la
poca eficacia de las plegarias, como ya hemos visto. A pesar de todo, correspondía a la diosa Vesta,
14 Solo el pontífice máximo la castigaba en caso de faltas menores, caso de la extinción del fuego sagrado,
cuyo castigo era ser azotada.
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según la tradición, la ratificación del buen cumplimiento de los ritos y del estado puro de las vestales.
Según parece, la investigación del caso pertenecía al colegio de los pontífices, pues era un
proceso religioso, celebrándose una inquisitio en la que se presentaban las pruebas o defensas
contra la vestal15, donde el pontifex maximus le tomaba declaración y debía también dar orden,
si era necesario, de pena capital (Dion. Hal. VIII, 89, 4; IX, 40, 4); si bien parece ser que eran
los sacerdotes los encargados de la ejecución, encontramos una excepción en el año 216 a. C.,
con la ejecución de Lucio Cantilio, scriba pontificius y amante de Floronia, quien sufrió el castigo
por el propio pontífice máximo (Liv. XXII, 57, 2; Prisc., Inst. VII, 11), falleciendo entre azotes. Las
acusaciones venían frecuentemente de un esclavo, quien podía conseguir la libertad si tenía razón,
a pesar que también es cierto que en caso de no querer declarar se podía recurrir a la tortura para
conocer la verdad16. La vestal no era la única condenada en caso que se aceptase las acusaciones
de delito sexual, sino que el crimen religioso se solucionaba con la condena de los acusados: vestal/
es y cómplice/s. Este último era azotado públicamente con varas hasta la muerte en el Comicio, con
el cuello sujetado en una horca y completamente desnudo17 (Fest. 277 L).
3.3 El castigo a las vestales
Las vestales podían ser castigadas por diferentes motivos, dependiendo de la gravedad de su
falta. Los principales castigos eran por estupro, en el que la sacerdotisa era condenada a muerte.
Pero también había casos en que una vestal fue castigada por distraerse de una de sus principales
obligaciones, la del mantenimiento del fuego sagrado, motivo que le hacía ganarse unos latigazos18.
También se documenta un caso en que una vestal fue juzgada por vestirse con ropa inadecuada.
El castigo de la vestal que descuidaba su deber de vigilancia del fuego sagrado, con el
consiguiente apagamiento de éste, era la condena a ser azotada desnuda con una vara empuñada
por el pontifex maximus (Fest. 94 L), pero en ningún momento se pretendía darle muerte19. Estamos
ante una punición inédita en la antigüedad romana, pues no solo era impensable que una mujer
fuese azotada con varas, cuya acción no estaba recogida por el derecho romano republicano, sino
que la coercitio física de la mujer tampoco estaba contemplada en el derecho (Saquete, 2000). Como
hemos visto, que el fuego de Roma se apagase era un presagio funesto, y debía ser restaurado
de forma ritual y con su respectiva expiación o piaculum (súplicas, procesiones o sacrificios) por el
peligro que corría la sociedad. Plutarco (Num. X, 4) afirma que el castigo se aplicaba en un lugar
oscuro, entrando dentro de las posibilidades tanto el atrium Vestae como la Domus publica.
Este suceso está documentado en dos ocasiones en las fuentes antiguas. En primer lugar,
15 A las vestales, como a cualquier otro ciudadano, se las condenaba convicta y confessa (Guillén, 2004b).
16 Cornell (1981), siguiendo a Cicerón (Pro Mil. 59), sostiene que los esclavos no eran interrogados en
los casos contra sus amos, sin embargo parece que en casos de incestum se hacía una excepción. La
problemática radica, más bien, en saber si los esclavos pertenecían a las vestales de forma particular, o si
eran esclavos públicos, los cuales sí podían ser torturados (Saquete, 2000).
17 Solo se conoce una ocasión en que el cómplice no llegó a ser castigado, pues se suicidó, como fue el
amante de Urbinia (ca. 471 a. C.), más como había otro culpable, la expiación fue efectiva (Dion. Hal. IX, 40,
1).
18 El castigo de ser azotada pudo ser también, en tiempos arcaicos, la punición para los crímenes sexuales,
como nos transmite Dionisio (I, 78, 5), quien explica que la madre de los fundadores de Roma, Rea Silvia, por
la violación de su voto de castidad con el dios Marte se exigió que fuese azotada. A pesar de ser un pasaje
mítico que ni pertenece a la historia de Roma, puede ser un indicio de un contexto diferente en tiempos más
antiguos, bien arcaicos, en contra de la ley sagrada de enterrarlas vivas, acto que se atribuye en y a partir del
reinado de Tarquinio Prisco.
19 Dionisio (II, 6, 3) escribió que el pontifex actuaba según la ley, pero nunca de forma arbitraria. De todas
formas, surgen dudas sobre el castigo, por su contradicción: si la vestal castigada continuaba ejecutando sus
ritos de forma normal, ¿no significaba también que se había golpeado y maltratado a los representantes de
Vesta, o según Brelich (1949) y Scheid (1986), a su propia imagen?
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Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma
el episodio de Emilia (Liv. XXVIII, 11, 6; Dion. Hal. II, 66, 3; Val. Máx. I, 1, 6)20, quien fue culpada
pero posteriormente absuelta por la intervención de Vesta, muy probablemente una construcción
literaria mítica -¿con base histórica?- utilizada por los escritores antiguos para establecer alguna
característica de la historia del sacerdocio. La otra ocasión en que una vestal fue condenada por
este motivo fue en 178 a. C. (Obseq. 62; Liv., Per. XLI), cuando una sacerdotisa anónima fue
azotada por orden del pontifex M. Emilio, muriendo posiblemente por la dureza del castigo, a pesar
de que como se ha indicado, en teoría no era este el propósito del castigo.
Hay otras sacerdotisas que fueron juzgadas por diferentes motivos, caso de Postumia, quien
fue juzgada en torno al año 420 ó 419 a. C. por su lujo en el vestir, aunque finalmente fue absuelta
(Liv. IV, 44, 11). O la damnatio memoriae que sufrió el pedestal de una vestal anónima fechado en
el año 364 d. C. (CIL VI, 32422), posiblemente por motivos religiosos en torno a la lucha entre la
religión tradicional romana y el cristianismo, en auge ascendente. El mismo tema lo encontramos
en otras vestales documentadas: otra sacerdotisa anónima de mitad del siglo IV d. C. aparece
citada en Símmaco (Ep. IX, 108), pues quería abandonar el sacerdocio antes de los treinta años
reglamentarios. Uno de los casos más significativos de la lucha entre el paganismo y el cristianismo
en el atrium Vestae fue el que protagonizó, según Prudencio (Perist. II, 527-28), la vestal Claudia,
quien se convirtió al cristianismo en el siglo IV d. C., abandonando el sacerdocio.
Pero, sin duda alguna, el principal castigo que recibían las vestales -o al menos aquel que
realmente interesaba a los autores antiguos- era por incesto. Si la documentación ha conservado el
nombre o la descripción de un total de vestales que estaría en torno a les sesenta-y-seis o sesentay-ocho, de todas ellas unas veinte fueron soterradas vivas por estupro. Tan solo unas pocas fueron
juzgadas por incestum y se salvaron, como fueron Fabia, Tuccia y Licinia.
3.4 El soterramiento en vida de la vestal
El soterramiento de la vestal se producía en la Porta Collina21, como nos lo transmiten Plutarco
(Num. X, 5-7), Dionisio (II, 67) y Livio (VIII, 15, 7). Ovidio (Fast. VI, 459-460) explica el entierro en
vida de la vestal a partir de la teoría que si Vesta era asimilada a la Tierra, no había mejor lugar en
el que expiar el grave crimen cometido por la sacerdotisa. Respecto al hecho de enterrarlas en la
Porta Collina, Fraschetti (1981) y Saquete (2000) hacen una interesante propuesta, teorizando que
si la vestal era sepultada justamente en la parte de la ciudad con el sistema defensivo más débil22,
tal vez se debía al doble propósito de que la sepultura de la sacerdotisa, aparte de restablecer con
su sacrificio la pax deorum, también sirviese para enfortecer la defensa de este vulnerable sector.
La vestal culpable sería previamente apartada de los sacra; después, el día de la ejecución
de la condena, la desposeerían de la banda o ínfula y sería conducida en litera (cubierta con telas
ligadas con cintas) con un velo23, pues nadie podía ver su rostro impuro, desde el Foro en silenciosa
procesión hasta la Puerta Colina, situada en un lugar conocido como Campus Sceleratus (Liv. VIII,
15, 7; Fest. 448 L), donde se encontraba el agger de la mura serviana, dentro de la ciudad. Aquí se
supone que se encontraba la habitación subterrania donde era soterrada, después de una oración
20 Aunque Livio no menciona en ningún momento el nombre de la vestal, Valerio Máximo y Dionisio la
conocen como Emilia.
21 Sobre la significación de esta ceremonia, ver Fraschetti (1984).
22 En esta puerta se concentraron entre otros, los ataques de Lars Porsenna en 509 a. C., los galos en 390
a. C. (Riesco Álvarez, 1990) y por donde Aníbal Barca pudo haber atacado la ciudad en el 211 a. C.
23 El velo que debía llevar la vestal ese día tiene aquí un doble motivo, pues como indican Scheid (1981),
Fraschetti (1984) y Saquete (2000), el pontifex maximus no podía contemplar ningún funeral o cadáver
directamente con sus ojos para evitar ser contaminado, y en el caso de la vestal era quien la acompañaba
al habitáculo y realizaba una oración antes de que la sepultasen para siempre. Esta prohibición de ver un
cadáver, igual que otras como montar a caballo o salir de Italia, según Guillén (2004b) habrían desaparecido
ya en el siglo II a. C.
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del pontifex maximus, y en la cual se depositaba un poco de comida (pan, aceite, leche y agua) y una
lucerna; una vez dentro, cubrían la entrada con tierra. No había ningún monumento en superficie,
ya que ningún signo visible debía indicar el lugar. De la misma forma, después de la expiación no
había ninguna ceremonia. La vestal era simbólicamente olvidada, excepto por los escritores que se
hacían eco de estos sucesos.
Así describió Plutarco (Numa X, 9-13) la terrible procesión de la vestal hacia su fin:
Tras introducir en una litera a la condenada, cubriéndola desde fuera y cerrándola
totalmente con correas, de modo que no se pueda oír ninguna voz, la transportan a
través de la plaza. Todos se apartan en silencio y la acompañan calladamente, llenos de
impresionante tristeza. No existe otro espectáculo más sobrecogedor, ni la ciudad vive
ningún día más triste que aquél. Cuando llega la litera hasta el lugar, los asistentes desatan
las correas y el sacerdote oficiante, después de hacer ciertas inefables imprecaciones,
la coloca sobre una escalera que conduce hacia la morada de abajo. Entonces, se retira
él junto con los demás sacerdotes. Y, una vez que aquélla ha descendido, se destruye
la escalera y se cubre la habitación echándose por encima abundante tierra, hasta que
queda el lugar a ras con el resto del montículo. Así son castigadas las que pierden la
sagrada virginidad.
El soterramiento dentro de la ciudad es, sin duda alguna, un caso excepcional. Desde muy
antiguo, los romanos nunca permitieron que se enterrase ningún cuerpo, símbolo de impureza,
dentro del recinto sagrado del pomerium (intra pomerium); igualmente sucedía con la cremación de
cuerpos en la pira. Así nos lo transmiten las leyes de las XII Tablas: “Hominen mortuum in urbe ne
sepelito neue urito” (XII Ta. 10, 1). Otras de las excepciones que encontramos en época republicana
fueron las de Publícola (Cic., Leg. 2, 58) y Julio César (D. C. 44, 7); no parece que haya cambios al
respeto en época imperial, siendo muy posiblemente la única excepción la del emperador Trajano
(Eutrop., Breu. Hist. 8, 6). Sería a partir del siglo VI d. C. cuando empezaron a generalizarse los
soterramientos dentro de los límites sagrados de la ciudad (Guillén, 2004a).
3.5 Crimen y castigo. Juzgadas y condenadas por estupro
Fueron diversas las vestales juzgadas, de las cuales la mayoría murieron enterradas o se
suicidaron, salvándose muy pocas de la condena (excepto algunos casos como los de Tuccia,
Fabia o Licinia). Encontramos una de época monárquica, diez en la República y ocho en el Imperio;
también encontramos cinco casos de vestales que se salvaron de la condena o de dudoso castigo.
a. Pinaria (época de Tarquinio Prisco)
Pinaria, vestal de época del quinto rey de Roma, Tarquinio Prisco (ca. 616-579 a. C.), fue
condenada por estupro (Dion. Hal. III, 67, 2), siendo la única condenada en época monárquica
documentada por las fuentes. Es al rey Tarquinio Prisco a quien se le atribuye el entierro en vida de
las vestales impuras, medida que tomó porqué a través de un sueño se le sugirió esta punición para
ser aplicada a Pinaria. Por tanto, fue condenada y sepultada viva. Se pone en duda la autenticidad
del relato, así como la de Oppia y Urbinia.
b. Oppia (ca. 483 a. C.)
Oppia (también conocida como Opimia o Popilia) fue la primera vestal conocida condenada
durante la República, sobre el año 483 a. C. (Liv. II, 42, 11; Per. 11; Dion. Hal. VIII, 89, 3-5; Oros.
VIII, 13; Hieron., Chron. ad ann. 486). De la misma forma que Pinaria y Urbinia, se pone en duda
su autenticidad.
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Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma
c. Urbinia (ca. 471 a. C.)
El caso de Urbinia (Dion. Hal. IX, 40, 3), quien cometió estupro el año 472 o 471 a. C., muestra
ciertas peculiaridades. En primer lugar, Dionisio afirma que en este caso no fue el pontifex maximus
quien castigó al cómplice, sino el resto de los pontífices. Por otra parte, el amante de Urbinia se
suicidó antes de ser castigado, aunque se pudo solucionar la expiación ya que había otro culpable
(Dion. Hal. IX, 40, 1), recibiendo éste el castigo. Nos transmite Dionisio que Urbinia fue azotada
previamente con varas, siendo este el castigo primigenio que recibía la vestal impura. Igualmente
que Pinaria y Oppia, se pone en duda la veracidad de su existencia.
d. Minucia (ca. 337 a. C.)
El caso de Minucia, en principio, no parece estar relacionado con motivos religiosos, sino
que se debía al lujo de la vestimenta y a su forma de vida (Liv. IV, 44, 11). Fue apartada de la
realización de los ritos (sacris abstenere) una vez acusada, y finalmente condenada y enterrada viva
por incesto en el 337 a. C. a causa de la acusación de un esclavo que certificaba el incestum de la
vestal (Liv. VIII, 15, 7).
e. Sextilia (273 a. C.)
Sextilia (Liv., Per. XIV; Oros. IV, 2, 8; Hieron., Chron. ad ann. 276) fue una vestal condenada y
sepultada viva en el 273 a. C. Se desconoce su origen.
f. Caparronia (271 a. C.)
El caso de Caparronia (Oros. IV, 5, 9) destaca no solo por el hecho de que la sacerdotisa optó
por suicidarse antes de ser enterrada, sino porqué no había otra vestal acusada con quien realizar
la expiación. Este detalle es importante ya que el suicidio de la vestal, ahorcándose con una cuerda,
no servía como expiación del delito cometido (Grisé, 1982); por otra parte, este era un castigo propio
de las clases bajas.
g. Opimia y Floronia (216 a. C.)
Livio (XXII, 57, 2-6; XXIII, 1-6), Plutarco (Fab. 18, 3) y Dion Casio (Hem. Fr. 32) citan el estupro
de dos vestales, Opimia y Floronia. Dicho suceso tiene lugar después de la dura derrota de Cannas
(216 a. C.) ante las fuerzas del cartaginés Aníbal Barca (Segunda Guerra Púnica, 218-201 a. C.).
Fue considerado un grave presagio que se debía solucionar y comportó el soterramiento en vida de
las vestales, al menos de Opimia, pues Floronia se suicidó antes de ser conducida hacia el agger,
junto a la Porta Collina. Incluso se envió una expedición a Delfos dirigida por el senador Fabio
Píctor para consultar con el oráculo qué plegarias realizar. También se llevó a cabo por parte de los
decenviros la consulta de los Libros Sibilinos24, y entre otras expiaciones se decidió soterrar en vida
a un hombre y una mujer gala y a otro hombre y mujer griega en el foro Boario25.
24 Los Libros Sibilinos fueron consultados en diversas ocasiones, como en el 216 a. C., para saber el motivo
de la aparición de los prodigios y determinar qué expiaciones llevar a cabo para la reparación de los ritos
contaminados (Fraschetti, 1984) y restablecer la armonía con los dioses.
25 Parece evidente que el entierro en vida de la pareja de galos y griegos se produjo en el foro Boario,
como sugieren los autores antiguos. Esta idea es aceptada por Fraschetti (1981), quien también apunta que
la condena de las vestales no era la única expiación necesaria, de ahí la necesidad de la sepultación de
las parejas de galos y griegos. Por otra parte, la antigua tesis de Reid (1912) incide en que estas prácticas
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En el caso de Opimia y Floronia, la falta de eficacia de los ritos sería interpretado por las
recientes derrotas militares, una ciudad que veía cómo Aníbal se dirigía imparable hacia sus propias
puertas durante un contexto de clara tensión política en el que se entiende la decisión contra las
vestales, una decisión dura pero necesaria para conseguir nuevamente el favor divino. Uno prodigios
más que suficientes para entender el clima funesto que se respiraba en Roma. La culpabilidad de las
dos sacerdotisas se agravaría por el hecho de que Floronia cometió incesto con el propio secretario
del pontífice, Lucio Cantilio. La consulta de los Libros Sibilinos y la expedición del senador Fabio
Píctor a Delfos debieron ser suficientes para determinar la expiación necesaria: el enterramiento en
vida de las vestales junto a la Porta Collina, el azotamiento hasta la muerte de los cómplices y la
sepultación de las dos parejas de galos y griegos en el foro Boario.
La cuestión a tener en cuenta es la importancia del suicidio de Floronia antes de que se
cumpliese la sentencia de ser enterrada viva, pues como sugiere Saquete (2000), si la intención del
enterramiento en vida era precisamente completar el rito expiatorio, qué ocurría en este caso, en que
la sacerdotisa se suicidaba y no se podía cumplir completamente con el deber divino. Efectivamente,
Floronia debió ser enterrada después de suicidarse con los correspondientes rituales fúnebres26, a
pesar que su muerte tal vez no sirvió para solucionar el problema. Pero fueron dos las vestales
condenadas, así que una sí pudo ser soterrada. Ahora bien, el verdadero problema se plantea
cuando la vestal se suicidaba mediante un acto impuro, como sucedió con Caparronia (Oros. IV, 5,
9), y no había otra sacerdotisa culpable con quien realizar la expiación. Así pues, atendiendo a que
en 216 a. C. sí hubo castigo y rito -aunque parcial-, probablemente los antiguos romanos creyeron
que habían puesto fin a la impureza, restaurando los sacra contaminados y restableciendo la pax
deorum.
h. Emilia, Licinia y Marcia (114 a. C.)
Se implica a tres vestales, Emilia, Licinia y Marcia en un caso de violación de la virginidad (Liv.,
Per. LXIII; D. C. XXVI; Plut., Q. R. 83; Macr., Sat. I, 10, 5; Obseq. 97; Ascon., In Milon. 32; Acron.,
In Hor. Car. I, 6, 30; Cic. De Dom. 136; Brut. 160; Oros. V, 15, 21). Fue muy tratado por las fuentes
y es el último caso de estupro documentado en época republicana. Las acusadas provenían de
importantes familias y se realizaron dos investigaciones, una a cargo del colegio pontifical, quien
decidió condenar solo a una de las vestales, Emilia; y la segunda realizada por Sexto (o Sextilio)
Peduceo, un tribuno que decretó la culpabilidad de las otras dos sacerdotisas porqué con el castigo
de la primera no había sido suficiente. Destaca que por primera vez la jurisdicción civil intervenía
directamente en un asunto de esta categoría.
i. Las hermanas Oculata y Varronilla (ca. 83 d. C.)
Este caso es el primero acaecido durante el gobierno del emperador Domiciano (Suet., Domit.
8, 4; D. C., Epit. LXVII, 3; Phil., Apoll, VII, 6), ocurrido hacia el año 83 d. C. Domiciano no decidió
soterrar en vida a las vestales acusadas, sino que dejó que fuesen ellas quienes eligieran la forma
en que querían morir; por otra parte, envió al exilio a sus cómplices. Esta nueva forma de expiar el
delito cometido por las sacerdotisas no tenía nada que ver con las antiguas formas de proceder.
Las hermanas Oculata son un claro ejemplo del impulso durante las primeras décadas imperiales
de las nuevas familias senatoriales por conseguir tener una hija o más como sacerdotisas de Vesta,
proporcionando así cierto prestigio a la familia.
(sacrificios humanos) no eran totalmente desconocidas en Roma, aunque sí infrecuentes, como nos transmiten
testimonios como Livio (XXII, 57, 6-7) y Plinio (Nat. His. XXVIII, 12).
26 Servio (Ad. Aen. XI, 206) nos informa que, a pesar de haber cometido incestum, la vestal impura que se
suicidaba continuaba teniendo el privilegio de ser enterrada dentro del agger, cerca de la Porta Collina, a
pesar que este espacio era un lugar apartado de la urbe, un lugar marginal (Fraschetti, 1981).
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Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma
j. Cornelia (90-91 d. C.)
Cornelia (Suet., Domit., 8, 3-4; Plin., Ep., IV, 11, 6; Phil., Apoll., VII, 6; D.C., LXVII; Hier.,
Chron., 217, 3), vestal máxima, también fue acusada durante el gobierno de Domiciano pero con
ella no actuó de la misma forma que con las hermanas Oculata y Varronilla. Por el contrario, fue
condenada a morir sepultada en la Porta Collina, como se había hecho tradicionalmente, y sus
cómplices fueron azotados con varas hasta la muerte en el Comicio. Cornelia ya fue, anteriormente,
objeto de una acusación por estupro aunque fue absuelta.
k. Aurelia Severa (ca. 213 d. C.)
Aurelia Severa (D. C., Ep. LXXVIII, 16; Herod. IV, 6, 4) fue condenada por Caracalla a principios
del siglo III. Las vestales disponían de un patrimonio propio y parece ser que Aurelia Severa podría
haberse dedicado a la fabricación de cañerías de plomo (CIL XV, 7415).
l. Cannutia Crescentina, Clodia Laeta y Pomponia Rufina (ca. 213 d. C.)
Estas tres sacerdotisas (D. C., Ep. LXXVIII, 16; Herod IV, 6, 4) fueron condenadas al mismo
tiempo por haber perdido la virginidad, a pesar que el suceso de Clodia Laeta es ciertamente
conflictivo pues fue el mismo emperador Caracalla quien violó a la vestal. El hecho que fuese
el propio emperador quien hubiese contaminado los sacra y que solo Clodia Laeta obtuviese el
castigo hace que la expiación no fuese completa, si tenemos en cuenta que Cannutia Crescentina
se suicidio antes.
4. Vestales que se salvaron de la condena o de dudoso castigo
a. Tuccia (233 a. C.)
Tuccia (Liv., Per., XX; Dion. Hal., II, 69; Val. Max., VIII, 1; Plin., Nat.His.. XXVIII, 22) fue
acusada en el 233 a. C. por haber incumplido su voto de castidad. No obstante, no tuvo un trágico
final: mediante sus plegarias, así como por la acción de la sacerdotisa de recoger agua del Tíber
y llevársela al pontífice, se produjo su salvación milagrosamente por intercesión de la diosa Vesta.
Aún así, de la misma manera que con el caso de la vestal Emilia, presenta problemas sobre su
autenticidad y es posible que se pretendiese crear un mito sobre estos sucesos de intervención divina
con tal de enaltecer y establecer una mayor relación y contacto entre los dioses y los sacerdotes y
sacerdotisas (Meulder, 2006).
b. Fabia (73 a. C.)
Fabia (Sall., Catil., XV, 1; Plut., Cat. Min., 19,3; Oros, VI, 3, I; Ascon., Tog. Cand., 99; Cic.,
In Catil., III, 9; Ad. fam., 14, 2,2; Brut., 236) era la hermanastra de terencia, mujer de Cicerón.
Fue acusada de haber mantenido relaciones sexuales con Catilina en 73 a. C. (Cadoux, 2005). El
episodio parece ser una estrategia propia del siglo I a. C., cuando se utilizaba la religión en la esfera
política ya que esta vestal fue absuelta. La sacerdotisa aún vivía en el 58 a. C. cuando Terencia se
refugió en la Casa de las Vestales durante el exilio de Cicerón, probándose así la inviolabilidad y
protección del Templo de Vesta.
c. Licinia (73 a. C.)
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Juan Antonio Montalbán Carmona
Licinia (Plut., Cras. I, 2; Cic., Brut. 160), igual que Fabia, fue acusada de incestum con Craso
en el 73 a. C. pero fue absuelta. También cuenta Plutarco que la acusación de incesto era falsa,
ya que la relación de ambos era puramente económica, pues Craso frecuentaba a la vestal porque
quería comprarle una casa a Licinia a bajo precio. Tanto el caso de Fabia como el de Licinia son un
claro ejemplo de que la rivalidad política entre los hombres era seguramente la causa de muchas
acusaciones contra las vestales (Pomeroy, 2013).
d. Rubria (s. I d. C.)
Rubria (Suet., Nero., 28; Aur. Vict., De Caes., 5, 11) es otro caso de violación por parte de
un emperador, en esta ocasión de Nerón. La sacerdotisa estaba emparentada con un cónsul del
emperador, Rubrio Galo.
e. Julia Aquilia Severa (220-221 d. C.)
Julia Aquilia Severa (D.C., Ep., LXXX, 9, 3; Herod., V, 6, 2; HA., Heliog., 6, 5) fue otra vestal
violada por un emperador, Eliogabalo. Éste, no obstante, fue más lejos e incluso gozó casándose
con la sacerdotisa para engendrar así hijos dignos de un dios, idea totalmente contraria a la religión
romana y a la figura de la vestal.
5. Reflexiones finales
El sacerdocio de Vesta era, por tanto, un culto femenino exclusivo en el mundo antiguo.
Especial por estar formada solo por mujeres, pero en cierta manera necesario en el ámbito romano
por ser una especia de modelo ideal de las mujeres romanas, un modelo erigido por una comunidad
patriarcal. El ideal de mujer romana era la obediente y casta -sobre todo en época republicana-, y
las vestales fueron un modelo a seguir por la sociedad, razón por la cual sus relaciones incestuosas
eran un claro signo de desorden social, principal recurso utilizado por los autores antiguos en sus
textos. Cuando la vestal incumplía su voto de castidad, era castigada para aplacar la cólera divina,
pero simultáneamente se daba indirectamente un toque de atención al resto de matronas como
advertencia de lo que podía suceder si se dejaban llevar por la codicia del placer sexual ilícito.
De todo esto se harán escuchar los escritores cristianos, quienes siempre intentarán atacar a un
sacerdocio que ellos consideraban pagano y fuera de contexto en un momento (siglos III y IV d. C.)
en que el culto a Vesta empezaba a decaer en importancia, hasta su desaparición pocas décadas
después. De la misma forma, cuando la vestal era un buen ejemplo para el resto de mujeres romanas,
en este caso sí que encontramos un intento de exaltación por parte de los autores antiguos para
engrandecer su figura (así como la construcción de esculturas sobre una sacerdotisa) y convertirla
en un modelo para el resto de mujeres, en general, y para las futuras vestales, en particular.
La mujer romana, como en tantas otras sociedades, estuvo apartada de la política y, por tanto,
de la historia. Una excepción fueron las vestales, con una condición sociopolítica superior a la mujer
romana y en ciertos aspectos semejantes al varón. La joven elegida para ocupar el sacerdocio salía
de la patria potestad, convirtiéndose en una ciudadana con plenos derechos y que pese a ser mujer
podía hacer testamento, un hecho excepcional y que indica la gran importancia que tenía en la
sociedad romana el mantenimiento del culto a Vesta y la conservación del fuego en el templo. Esta es
la principal idea que nos aportan las fuentes primarias, las de unas jóvenes que mientras ocupaban
el sacerdocio fueron muy influyentes dentro de la sociedad romana. Pero no hay que olvidarse que
nos encontramos ante una sociedad patriarcal, y pese a su poder e influencia cabe recordar que
en todo momento estuvieron subordinadas a un hombre, el pontifex maximus, de quien tanto las
cinco vestales como la vestal máxima dependían completamente, como observamos en claro signo
de subordinación tanto en las celebraciones festivas religiosas del calendario público de Roma en
las que aparecían acompañadas o ayudando al pontífice, pero nunca encabezando la celebración
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Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma
(Scheid, 1991). Otro ejemplo es su utilización como una herramienta política o propagandística
por los políticos y escritores. O bien durante los castigos que recibían cuando incumplían sus
obligaciones, pudiendo ser azotadas o enterradas vivas, y en ambos casos el pontifex maximus
era quien tenía la última palabra -junto a la colaboración en grupo del resto de pontífices, según la
ocasión-. Es decir, pese a su condición superior respecto al resto de matronas y su equiparación en
ciertos aspectos con el hombre romano, al fin y al cabo era una sociedad patriarcal, donde el varón
era quien controlaba las principales esferas de poder público (virilia officia).
A lo largo del trabajo hemos visto esta dualidad castidad-virginidad de unas sacerdotisas
que siempre se debían mantener puras o, en caso contrario, se debía proceder a la eliminación
de la impureza que hacía peligrar las buenas relaciones con los dioses y que podía provocar
desastres y desgracias para la comunidad. La castidad y la virginidad han sido consideradas en
muchas sociedades valores esenciales en las mujeres, especialmente en unas sociedades antiguas
mediterráneas que llegaron a darles una significación casi mágica, situándolas en estrecha relación
con la fecundidad y el bienestar de las sociedades. Hemos comprobado la importancia de la segunda
década del sacerdocio de las vestales, en la que se encargarían de la realización de los ritos en un
momento en que estarían fisiológicamente en su etapa más fértil. Dicha relación virginidad-castidad
nos puede parecer contradictoria, pero en ocasiones aparece vinculada a sacrificios de vírgenes por
el bien de la comunidad o la consagración de vírgenes como sacerdotisas (caso de las vestales),
una especia de mediadoras entre los mortales y los dioses. En este sacerdocio encontramos esta
dualidad, unas sacerdotisas que siempre se debían mantener puras. Para los romanaos de finales
de la República, el término virgo se entendería como una doncella no casada, no con la ruptura del
himen. Por tanto, las vírgenes grecorromanas serían las doncellas no casadas, haciendo referencia
más que a una condición biológica al estatus social de las jóvenes; es decir, la virginidad debía ser
una iniciación al matrimonio, el estatus social, pero también un estado biológico.
Las vestales participaban en la reparación de las ofensas a los dioses, pero también eran
una de las causas de la aparición de estos peligros: en caso de que se apagase el fuego sagrado
del templo de Vesta y, sobre todo si cometían estupro, la punición era necesaria para recuperar
la concordia con las divinidades. El sacerdocio de Vesta, por tanto, debía ser puro e incorruptible.
Si las sorprendían yaciendo con un hombre la vestal era soterrada viva en la Porta Collina y su
cómplice podía ser azotado hasta la muerte. En caso de estupro la condena era necesaria, pues
habían contaminado su cuerpo quedando los sacra contaminados e inválidos, siendo necesario
la depuración y restauración de los ritos ejecutados impuramente. La no reparación implicaba
que el peligro podía recaer sobre toda la comunidad. El piaculum o expiación era la única forma
de recuperar la pax deorum, de forma que prácticamente todos los procesos contra sacerdotisas
vestales durante estos siglos tenían como base el incesto con hombres.
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La Historia antigua en la Biblioteca de Focio
Ancient History in the Bibliotheca of Photius
Juan Luis Posadas Sánchez1
Universidad Antonio de Nebrija
Recibido: 21/04/2016
Aceptado: 06/05/2016
Para citar este artículo: Posadas Sánchez, J. L. (2016). La Historia antigua en la Biblioteca de
Focio. Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la Historia, 87-95.
ISSNe: 2386-8864
DOI: 10.6018/pantarei/2016/5
Resumen
En este artículo analizamos las referencias a obras históricas en la Biblioteca de Focio, dos
veces patriarca de Constantinopla, autor polígrafo del siglo IX de nuestra era. En nuestro análisis
veremos cómo los gustos historiográficos de Focio –y por extensión de todos los estudiosos
bizantinos de la época- se decantaban por las historias escritas de manera lineal, sin demasiados
datos, con una narrativa fundamentalmente descriptiva. También conoceremos que en esa época
se podían encontrar aún copias completas de autores como Diodoro de Sicilia. Focio se presenta
así, como un autor de conocimiento inexcusable tanto para los historiadores de la Antigüedad, como
para los interesados en la historiografía antigua.
Palabras clave
Historia de Europa, Historiografía, Literatura clásica, Autores, Cristianismo, Civilización griega.
Abstract
In this paper, we study the references to historical books present in the Bibliotheca of Photius,
twice a Patriarch of Constantinople, and a prolific writer of the 9th Century. In our study, we shall see
the historiographic interests of Photius, mainly the lineal writing with not too many facts in them and a
descriptive narrative. We shall know that in his age, books already unknown for us were at disposal,
at least in Constantinople. Photius is an author to be known and read for both, historians and people
interested in writing of History.
Key words
European History, Historiography, Classical Literature, Authors, Christianity, Greek Civilization.
1 Para contactar con el autor: Juan Luis Posadas Sánchez. juanluposadas@hotmail.com.
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La Historia antigua en la Biblioteca de Focio
1. Introducción
Lo que conocemos de la Historia Antigua no se puede separar de la fortuna que corrieron las
obras de los historiadores antiguos durante la Edad Media. La pérdida de muchas obras históricas
(y de todo tipo) de la Antigüedad se debió no solo a las destrucciones e incendios de las bibliotecas
del mundo antiguo –que también- sino a la necesidad imperiosa de transcribir las obras escritas en
rollo de papiro –material muy frágil y poco duradero- a códices de pergamino –un soporte a más
largo plazo-. El problema es que un códice de pergamino (al fin y al cabo, pieles de animales) era
mucho más caro de producir que un rollo de papiro. Y la carestía de ese soporte llevó a que se
tomaran decisiones muy discutibles en los siglos II-V en cuanto a las obras que debían ser copiadas
y las que no; decisión que muchas veces se tomó basándose en la selección de unas pocas obras
y autores que canónicamente debían ser leídas y estudiadas en la escuela primaria y secundaria
(Cavallo, 1995; Sanz Morales, 2008).
El problema fundamental fue que se preservaron en las bibliotecas solo los códices transcritos,
y los originales en rollo fueron desechados, si no destruidos (Casson, 2003). No hay duda que este
primer momento de transcripción del rollo al códice ha de ponerse en relación con la fundación de
un Scriptorium o taller de copia de libros asociado a la Biblioteca Imperial de Constantinopla ya
en el año 357 por parte de Constancio II (Posadas, 2005)2, constituyendo el germen de la futura
Biblioteca de la Universidad (Wilson, 1994).
A todo ello habría que añadir otro momento de crisis (siglos VIII-IX) en el que se transliteraron
los pergaminos anteriores escritos en letras unciales (mayúsculas) a letras minúsculas, debido a
que este tipo de letra ocupaba mucho menos espacio en el caro pergamino, y permitía además
una escritura mucho más rápida. Debemos la supervivencia de casi toda la literatura antigua a las
copias en minúscula del siglo IX (Reynolds-Wilson, 1986). La mayoría de las copias en minúscula
en Bizancio fueron realizadas a petición de la Universidad de Constantinopla y conservadas en la
biblioteca de dicha institución, o en la del patriarca (Reynolds-Wilson, 1986). Ello ha sido puesto en
relación con la cada vez mayor importancia de la Universidad de Constantinopla a partir del siglo IX,
y su énfasis en textos no solo religiosos sino también profanos (Dain, 1954). Pero muchas pérdidas
se debieron al poco interés bizantino en la historia helenística o en las historias locales (Kaldellis,
2012).
Es muy interesante, por lo que está pasando actualmente con la transcripción de los libros en
papel a formatos electrónicos de futuro incierto, pararse a descubrir los diferentes momentos por
los que esta transmisión de la historiografía antigua fue pasando, para intentar descubrir la causa
de que algunos historiadores pervivieran y otros no.
En esa historia de la historiografía antigua, Bizancio desempeñó un papel crucial, al ser dicha
civilización la heredera directa y sin cesura del Imperio romano oriental. La conservación de muchas
obras del mundo antiguo quedó asegurada por varios hechos ocurridos entre finales del siglo IV
y comienzos del VI. En concreto, estos hechos (o posibles hechos) fueron: el traslado de parte
de la Biblioteca del Museo de Alejandría a Constantinopla antes de su destrucción en el año 391
(Escolar, 2001), la fundación de la Universidad Imperial de Constantinopla por parte de Teodosio II
en el año 425 (Cod. Theod. VI.21.1 y XIV.9.3) (Posadas, 2005), y el cierre y traslado de obras de las
academias y centros de estudios paganos decretado por Justiniano en el año 529 (Blumenthal, 1978;
Fernández, 1985)3. En ese siglo y medio que media entre la destrucción del Museo de Alejandría
en 391 y el cierre de la Academia de Atenas en 529, vemos cómo Constantinopla se convierte en el
mayor centro del saber antiguo, a cuya Universidad confluyeron libros –si no bibliotecas enteras- de
centros académicos paganos como Alejandría o Atenas (Casson, 2003).
En la Biblioteca de la Universidad de Constantinopla, o en la patriarcal, pudo formarse el autor
2 Aunque lo conocemos por una Constitución posterior, del año 372, debida a Valente (Cavallo, 1995, p. 127).
3 Por más que este autor, pp. 24-30, defiende que dicha institución siguió en funcionamiento al menos hasta
el siglo VII.
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Juan Luis Posadas
de la Biblioteca, el gran humanista bizantino y dos veces patriarca de Constantinopla Focio (aprox.
810-890). Focio vivió en una época en que triunfó el culto a las imágenes sobre la iconoclasia
anterior, que había llegado hasta la destrucción de los libros que contradecían esa doctrina. De
hecho, Focio consideró a su propia época como propicia para la lectura y el estudio de autores
antiguos y contemporáneos (Treatgold, 1978). Su Biblioteca figura como el primer momento de
la revalorización de la historiografía antigua o clásica, junto con el renacimiento vivido un siglo
después bajo el reinado de Constantino VII Porfirogéneto (Kaldellis, 2012).
2. El autor y la obra
No sabemos ni el año ni el lugar de nacimiento de Focio, asuntos sobre los que los eruditos
no se han puesto de acuerdo, pero podríamos resumir dicho debate en que nació en Constantinopla
en torno al año 810 (Ahrweiler, 1965). Tampoco sabemos el nombre de su padre, aunque podría
ser un profesor de la Universidad de nombre Sergio (Cf. Nogara, 1978). El nombre de su madre era
Irene. Su tío materno estaba casado con una de las hermanas de Teodora, la emperatriz esposa de
Teófilo. Además, uno de sus tíos paternos fue el patriarca Tarasio (784-806), un defensor del culto a
las imágenes4. Por todos estos vínculos, cabe considerar a Focio miembro de la aristocracia palatina
bizantina. Como miembros de esa aristocracia, el hermano mayor de Focio, Tarasio, disfrutó de la
condición de Patricio.
Durante sus primeros años, sabemos por el testimonio de Nicetas David en su Vida del Patriarca
Ignacio, que tomó la costumbre de leer todo lo que pudo de todas las facetas del conocimiento,
incluida la medicina, dedicando muchas noches sin dormir a dicha tarea (Smithies, 2013). También
leyó mucho sobre Teología, como atestigua el hecho de que el 43% de las obras descritas en su
Biblioteca sean religiosas (incluyendo obras judías y “heréticas”) frente al 57% de obras laicas o
paganas (Treatgold, 1980). Esta doble filiación temática quizá tenga que ver con las dos Bibliotecas
que pudo haber consultado Focio en la capital del Imperio: la universitaria y la patriarcal.
Entre los años 832 y 842, durante la persecución iconoclasta habida en los últimos diez años
de reinado del emperador Teófilo, y pese a ser familiares de la emperatriz, Focio y su familia fueron
enviados al exilio, en el que sus padres murieron. La muerte del emperador supuso la subida al
poder como regente de la pariente de Focio, la emperatriz Teodora, por lo que todos volvieron
a Constantinopla. Al parecer, Focio comenzó a enseñar (aunque no hay ninguna prueba de ello
según Lemerle, 1990), y también a ascender en la corte, en la que llegó a ostentar del cargo de
Protoasekrétis (jefe de la cancillería imperial, según Oikonomidès, 1972), posiblemente hacia el año
845 (Treatgold, 1980). Hay que destacar que este cargo fue el paso previo al patriarcado también
en los casos de su tío Tarasio y de Nicéforo (Lemerle, 1990).
Como alto cargo de la corte, Focio residía en Constantinopla pero también tuvo algunas
“misiones” exteriores, como la famosa embajada “a los asirios” (es decir, a Siria o a Bagdad) que
aparece citada en el Prefacio de la Biblioteca como razón para escribir dicha obra para su hermano
Tarasio (Hägg-Treatgold, 1986). Esa sería la fecha probable de la escritura de la obra, que Treatgold,
basándose en otros autores como Ziegler o Hergenröther, sitúa en el año 845 (Treatgold, 1980)5.
Ello sin descartar –por evidencias mostradas en los últimos años- que la obra fuera reescrita o al
menos aumentada durante los dos periodos en que Focio desempeñó su famosísimo patriarcado
cismático (858-867 y 877-886)6.
4 Focio le llama patrótheios o “tío del padre” en sus Cartas 3, 4 y 5.
5 Aunque Wilson (1994, p. 139), data dicha embajada durante el periodo de ausencia de Focio por su exilio,
hacia el año 838. Desde nuestro punto de vista, es muy difícil que, con 28 años de edad, Focio hubiera podido
leer ya casi 300 libros, alguno de ellos con muchos volúmenes.
6 Por ejemplo, se han señalado evidencias de obras que están en la Biblioteca pero que no fueron publicadas
hasta el año 876, por lo que debieron ser añadidas con posterioridad al envío de la Biblioteca a Tarasio en el
845 (Maraglino, 2007). Otro autor (Ronconi, 2013), cree que la referencia a la embajada a los asirios alude a
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La Historia antigua en la Biblioteca de Focio
La Biblioteca o Myriobiblion no es el título original de esta obra, sino nombres que se le dieron
a partir del siglo XVI. Su título original es muy largo: Inventario y enumeración de los libros que
he leído, o de los cuales nuestro querido hermano Tarasio me pidió un análisis general. Aquí nos
referiremos a ella como Biblioteca. En realidad, no es ni un inventario ni una Biblioteca, sino una
colección de reseñas bibliográficas, género “inventado virtualmente por el propio Focio” (Wilson,
1994). Focio dice que los libros que él ha leído son 279, pero en realidad son 280, incluyendo un
códice, el 268, que dice expresamente que no ha leído. Todas las reseñas comienzan con el verbo
Anegnósthe, seguido por el título del libro. Los comentaristas han numerado cada lectura y las han
descrito como “códices”, aunque algunos de ellos describen más de un volumen manuscrito, o
incluso contienen más de una obra (Bevegni, 1996).
Es importante aludir a una polémica existente sobre la forma de trabajar de Focio. Algunos
autores defienden que Focio escribió “de memoria” su obra, con una capacidad de retentiva increíble,
pues estamos hablando de un libro de 1600 páginas con 300 referencias bibliográficas, pero que
se ayudó de notas tomadas durante sus lecturas (Wilson, 1968, p. 454; Hägg, 1973). Otros autores
creen que algunas obras las reseñó de memoria, otras las tenía delante de sus ojos cuando las
comentó, y otras las reseñó con diccionarios biográficos como el Epítome de Hesiquio o la fuente
de la posterior Suda (Treatgold, 1980; Schamp, 1987).
En la Biblioteca hay casi de todo, leído muchas veces al azar y sin orden ni concierto (Nogara,
1975). Sin embargo, están explícitamente excluidas las obras de lectura obligatoria en la escuela,
con lo que mucha filosofía, poesía o retórica no aparecen en ella (Treatgold, 1980). Este mismo
autor describe muy acertadamente el tipo de obras que aparecen en la Biblioteca y las divide entre
obras laicas o seculares y obras religiosas, predominando las primeras. Entre ellas hay obras de
diferentes temas: historia (que es el objetivo de este artículo), oratoria, ficción en prosa, medicina,
mitología, biografía, epistolografía, paradoxografía, filosofía y ciencias. Sin embargo, de todos los
textos laicos o seculares, los históricos son los más numerosos (Reynolds-Wilson, 1986).
3. La Historia antigua en la Biblioteca
“No debe olvidarse que los textos históricos ocupan un lugar de privilegio en la Biblioteca”
(Wilson, 1994, p. 141). Este mismo autor opina que Focio fue un lector “omnívoro”, lo cual explica
tanto el interés que tiene en autores poco importantes o anecdóticos como Memnón, cuanto su
preferencia por estilos sencillos y poco complicados, con poco detalle (Wilson, 1994). Hay que
decir que la Historia normalmente es descrita con mayor extensión que otros temas. Una primera
selección hecha por Focio –aparte de la obvia de la disponibilidad de esos libros en su época- fue
su preferencia por la narrativa histórica clara y de fácil lectura.
Hay en la Biblioteca 37 títulos de Historia o Biografía, si bien entre ellos están las compilaciones
en varios volúmenes de Apiano, Dión Casio, Diodoro Sículo y Dionisio de Halicarnaso, cuyos textos
parece haber leído Focio en su totalidad (aunque con reservas en el caso de Diodoro, pues creemos
que lo que leyó Focio fue un resumen posterior). Dejando de lado los historiadores de época ya
bizantina temprana, hay veinte historiadores de la Antigüedad (hasta comienzos del siglo V) en la
Biblioteca de Focio. Son, por orden cronológico:
1. Heródoto, siglo V a. C.
2. Agatárquidas de Cnido, siglo II a. C.
3. Dionisio de Halicarnaso, siglo I a. C.
4. Diodoro Sículo, siglo I.
5. Flavio Josefo, siglo I.
6. Justo de Tiberíades, siglo I.
un pasaje bíblico y tiene relación con el primer exilio de Focio como patriarca, hacia el año 870. A ello hay que
añadir que ya hubo autores anteriores que mostraron que algunos códices no habían sido publicados sino
hasta los años setenta del siglo IX (Halkin, 1963).
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7. Memnón, siglo I.
8. Apiano, siglo II.
9. Arriano, siglo II.
10. Cefalión, siglo II.
11. Plutarco, siglo II.
12. Julio Africano, siglos II-III.
13. Dexipo, siglo III.
14. Dión Casio, siglo III.
15. Herodiano de Siria, siglo III.
16. Eusebio de Cesarea, siglos III-IV.
17. Praxágoras de Atenas, siglo IV.
18. Teopompo de Quíos, siglo V.
19. Eunapio de Sardes, siglos V.
20. Olimpiodoro de Tebas, siglo V.
Empecemos a reseñar brevemente lo que dice de estos historiadores.
De Heródoto, autor de Nueve libros de la Historia, del siglo V a. C., dice en el códice 60
que es el modelo del dialecto Jónico, de la misma manera que Tucídides lo es del Ático. De él
dice que su historia contiene muchas fábulas y digresiones, pero que no oscurecen su estilo,
sino que lo dulcifican. Sin embargo, Focio solo da noticias de lo acontecido con relación a Jerjes,
Cambises y Darío como reyes de Persia, por lo que no parece que leyera la obra completa (dado
que no proporciona detalles sobre otros hechos que aparecen en ella). Termina su reseña con
una anécdota apócrifa sobre Tucídides (que lloró cuando oyó una lectura pública de Heródoto),
recogida, al parecer, en la Vida de Tucídides de Marcelino (Wilson, 2002).
De Agatárquidas de Cnido, autor del siglo II a. C., nos deja dos códices, el 213 y el 250. En
ellos recoge noticias sobre su Mar Rojo o de Eritrea, así como de otras de sus obras perdidas
(Marcotte, 2001). De él dice que domina el estilo ático y que proporciona muchos detalles sobre la
historia y geografía de esos lugares (de interés para los bizantinos del siglo IX), con una fascinación
por los personajes fantásticos que describe, si bien critica su falta de claridad y el exceso de detalles
que la hacía aburrida. Aun así, Focio parece respetar los datos geográficos y etnográficos que
transmite Agatárquidas (Sánchez León, 1981-1985).
En los códices 83 y 84 nos da Focio noticias sobre las Antigüedades romanas (además de un
resumen de dicha obra), de Dionisio de Halicarnaso, del siglo I a. C. De Dionisio nos dice que «su
estilo y dicción están marcados por la innovación, lo cual impulsa a la narración fuera de lo trillado,
pero su interés por los detalles producen una cierta simplicidad en los sentimientos […] su interés
por las digresiones alivian al lector y le previenen del aburrimiento por la historia, le refrescan y le
reviven» (Códice 83.65a). Más interesante es lo que nos dice en el códice 84: data el resumen hacia
el siglo III d. C., y parece preferir dicha sinopsis a la obra original, lo cual es muy indicativo del poco
interés bizantino por la historia romana: «en este, su estilo es más elegante pero no más agradable;
al mismo tiempo, la obra es más útil, ya que nada se ha insertado en ella que no sea absolutamente
necesario» (Cód. 84.65a).
De Diodoro Sículo y su Biblioteca de Historia, del siglo I d. C., nos transmite noticias en dos
códices, el 70 y el 244. Las opiniones de Focio sobre este autor son elevadas, alabando su estilo
como «claro, sin adornos y admirablemente adaptado para la historia». También considera creíbles
sus datos sobre hombres con características físicas de mujer. Sin embargo, la brevedad de ambas
reseñas, comparada con el volumen de la obra (cuarenta libros), parecen indicar que Focio no se
leyó completamente todos los volúmenes, sino solo las partes dedicadas a Julio César, a quien
menciona en dos ocasiones en la breve reseña del códice 70.
Flavio Josefo, el historiador judío del siglo I d. C., está muy presente en la Biblioteca de
Focio, en tres códices: el 47, el 76 y el 238. En el códice 47, Focio reseña las Antigüedades Judías,
que considera de alto interés y buen estilo, y se para a relatar algunas anécdotas del asedio de
Jerusalén por los romanos. En el códice 76 reseña otra vez las Antigüedades y también algo sobre
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La Historia antigua en la Biblioteca de Focio
su Autobiografía. Este códice ha llamado la atención de Maas por las palabras que dedica en extenso
al cargo de Sumo Sacerdote de Jerusalén, que el autor cree tienen que ver con el patriarcado y, por
tanto, podrían servir para datar la Biblioteca en el año 870 (Maas, 1990).
De la Crónica de los reyes Judíos del casi desconocido Justo de Tiberíades, del siglo I d.C,
autor enemigo de Flavio Josefo, nos transmite noticias en el códice 33. En esta reseña encontramos
algún comentario que hoy denominaríamos “xenófobo” contra los judíos, pues dice expresamente
que Justo «sufre del fallo común de los judíos, a cuya raza pertenece, ya que no menciona ni la
venida de Cristo, ni los acontecimientos de su vida, ni los milagros realizados por Él» (Cód. 33.6b).
La Historia de Heraclea Póntica de Memnón, un autor del siglo I d. C., es el único ejemplo
de historia local del que se conserva algo; y ello a pesar del poco interés de los bizantinos por los
localismos (Kaldellis, 2012). Todo lo que sabemos de esta obra proviene del resumen realizado por
Focio, aunque este nos dice que en su época solo se conservaba ya la mitad de la obra, en concreto
los libros IX al XV. Otra vez encontramos en el texto de Focio una alabanza del estilo llano y sin
florituras ni digresiones innecesarias.
Focio nos deja un comentario también sobre una obra que conocemos parcialmente: la
Historia romana de Apiano. En la época de Focio todavía se conservaba íntegramente, por lo que la
Biblioteca se convierte en una fuente inestimable para valorar la obra completa de este autor. Aun
así, Focio parece dedicar más espacio y tiempo a la parte conservada hoy que es la de las guerras
civiles, al parecer de una manera reelaborada pues no concuerda totalmente con lo que se nos ha
conservado (Amerio, 2006). El comentario de Focio termina con una breve biografía, de las que al
parecer extrajo de un Epítome o resumen existente en su época de la obra perdida Onomatologus
de Hesiquio de Mileto (Treatgold, 1980).
Para Focio, la Historia debía ser de fácil lectura. Así se entiende la alabanza hecha a Arriano:
«Este autor no es inferior a ninguno de los mejores historiadores. Es excelente en su narrativa concisa
y nunca compromete la continuidad de su narración con digresiones o añadidos a destiempo. Innova
más en la sintaxis que en el vocabulario, pero lo hace de tal manera que su narración no podría ser
más clara y vívida utilizando otro recurso» (Cód. 92.73a). De hecho, Focio es el único autor que nos
transmite referencias completas sobre las obras perdidas de Arriano (Coppola, 1981). En el códice
58, sobre las Párticas, nos da una relación extensa de las obras de Arriano, prácticamente todas
perdidas. En ese códice, sin embargo, nos dice que «su estilo es seco y es un genuino imitador de
Jenofonte». En el códice 91 nos transmite la Historia del reino de Alejandro de Arriano, otra de sus
obras perdidas, seguida por el relato de su obra “sobre lo que sucedió tras la muerte de Alejandro”
en diez libros, en el códice 92, con importantísimas referencias históricas que, de no ser por él, se
hubieran perdido (estudiadas en profundidad en la Tesina de McGilvery, 2014). Finalizando con
este autor, el códice 93 nos transmite algunos detalles sobre sus Bitínicas («una obra de su propio
país»).
Focio en su códice 68 repasa la Historia de Asiria en nueve libros (llamados como las Musas),
del historiador romano del siglo II Cefalión. Focio parece criticar de esta obra dos cosas: que el autor
no dice nada de sí mismo salvo que la escribió durante su exilio en Sicilia, lo cual le parece algo
indicativo de su poco carácter (quizá debido a que el propio Focio estuvo exiliado sin aludir nunca a
ello); y que cita muchísimas fuentes (más de 500 para su primer libro), pero pocos autores, lo cual
le parece a Focio de poco crédito.
El siguiente autor por orden cronológico es Plutarco, de cuyas Vidas paralelas Focio solo
reseña algunas. Lo cual no significa que no leyera todas (Treatgold, 1980). Es importante decir que
Focio solo habla de Vidas que se han conservado en nuestra época, por lo que es evidente que
las que no se conservan se habían perdido ya en el siglo IX. También es interesante señalar que
algunas conjeturas y lecturas que hace Focio son muy fieles al texto original de Plutarco, como ha
demostrado el estudio de los manuscritos existentes (Schamp, 1982).
Del autor cristiano del siglo III Julio Africano y su Historia nos ha dejado Focio un breve
comentario en su códice 34. Focio alaba en Julio su estilo conciso y que no deja nada importante
por contar, algo muy del gusto del lector bizantino de la época. Es interesante constatar que las
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cronologías de Julio Africano cuadran muy bien con el interés de Focio por la sucesión de imperios
en Oriente (Mendels, 1986, p. 197). Focio es, además, la fuente que nos indica que Julio Africano
escribió otras obras, como los Celti o algunas cartas apologéticas.
En cuanto a Dexipo, autor del siglo III, Focio nos transmite noticias de tres de sus libros en
sus códices 82-83: Historia después de Alejandro, Breve Historia y sus Escíticas (realmente un libro
sobre los godos). De él dice, literalmente, que «su estilo está libre de redundancias, es masivo y
digno. Debería ser llamado un “segundo Tucídides”, aunque él escribe de forma más clara» (Cód.
82.64a). Estas opiniones distan mucho de ser ciertas, al menos según los fragmentos de Dexipo
conservados.
Focio también leyó la Historia de Dión Casio, aunque es improbable que lo hiciera en sus
ochenta libros originales, sino solo la parte correspondiente a la vida de Alejandro Severo, que es lo
único que comenta en el códice 71. Al parecer, sí que pudo leer también algún dato autobiográfico
del autor en una parte de su obra perdida para nosotros (Treatgold, 1980).
El códice 99 está dedicado a la Historia de Herodiano de Siria, un autor también del siglo III,
que se nos ha conservado prácticamente al completo. De él dice que «no se detiene en lo superfluo,
pero tampoco omite nada necesario; en una palabra, pocos hay superiores a él en las buenas
cualidades como historiador» (Cód. 99.84b).
Uno de los autores más citados por Focio, en nada más y nada menos que nueve códices,
es el cristiano Eusebio de Cesarea, del siglo IV. Sin embargo, la mayoría de las obras leídas por
Focio corresponden a su apologética o a su Historia eclesiástica, y no a sus obras más históricas.
Sin embargo, sí reseña un Encomio del emperador Constantino el Grande, autoría que algunos
discuten hoy (Wilson, 1994). Focio elogia el estilo de Eusebio, aunque critica algunos cambios en
las palabras para obtener más efecto. Sin embargo, a Focio lo que más le llama la atención es cómo
Eusebio evita pronunciarse sobre las opiniones de Arrio, lo cual le induce a pensar que este autor
podía ser herético.
Focio dedica su códice 62 a la Historia de Constantino el Grande de Praxágoras de Atenas, un
autor pagano del siglo IV. Lo primero que hay que señalar es el interés de Focio por este emperador,
sobre quien también leyó otras obras, entre ellas la anteriormente mencionada de Eusebio. Algo
natural para un constantinopolitano: de hecho, en este códice menciona que Constantino fundó
“Bizancio” (como Focio llama a su propia ciudad).
Focio también tuvo interés en leer a Teopompo de Quíos, un historiador de comienzos del siglo
V, que escribió unas Filípicas, o historia de Filipo de Macedonia. Focio detalla que ya desde hacía
tiempo se habían perdido cuatro de sus treinta y tres libros, y que él no había podido encontrarlos,
lo cual es indicativo de cuánto había perdido la literatura antigua en los menos de cuatro siglos
transcurridos entre las épocas de Teopompo y de Focio. Esta reseña es interesante porque recoge
con cierta profusión, detalles de la vida de Teopompo, alguno de ellos –como que él y Éforo fueron
pupilos de Isócrates- absolutamente ciertos y claros, tanto por el testimonio de Focio como por la
semejanza entre ambos autores (Ottone, 2013).
Eunapio de Sardes escribió una continuación de la Crónica de Dexipo en catorce libros,
comprendiendo desde la época del emperador Claudio hasta la de Arcadio, hijo de Teodosio. Focio
ataca duramente a este Eunapio por haber criticado a Constantino el Grande y alabado a Juliano
el Apóstata, lo cual es hasta cierto punto lógico en un autor cristiano que llegó a patriarca. Sin
embargo, no es excesivamente crítico con él como historiador.
Finalizamos esta relación de historiadores de la Antigüedad (hasta comienzos del siglo V) con
Olimpiodoro de Tebas, autor de una Historia del Imperio romano, de la que sabemos algo sobre
todo por Focio, pero también por Filostorgio y por Sozomeno (Wilson, 2002). Esta obra en veintidós
libros abarcaba básicamente la segunda mitad del reinado de Honorio desde el año 407 hasta su
muerte en el 423. Focio parece haber leído realmente la obra de Olimpiodoro, dada la extensión
de su resumen. La opinión que tiene de este autor no es buena, y de hecho dice que su obra «no
merece ser clasificada como Historia» (Cód. 80.56b). También critica su falta de estilo, la sequedad
del mismo, y el hecho de dividir de manera artificial su obra en libros, aumentando su extensión
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La Historia antigua en la Biblioteca de Focio
con prefacios y profusas dedicatorias al emperador Teodosio II. Esta manera de escribir Historia es
típica de una época decadente como fue el siglo V (Stickler, 2014, p. 101).
4. Reflexiones finales
La Biblioteca de Focio es uno de esos libros que todos consideran “obra cumbre de la
Bizantinística” pero que, debido a la ausencia de ediciones completas y traducciones, pocos conocen
mínimamente y, muchos menos, han leído aunque sea parcialmente. Pero es una obra fundamental
para conocer una parte importante de la cultura antigua desaparecida en nuestros días. De hecho,
de las 279 obras reseñadas por Focio, 211 no se conservan completamente hoy día (un 76%). Es
más, para 81 obras (un 29%), la Biblioteca es la única fuente de que alguna vez existieron. Solo
estos datos justificarían una edición y/o traducción completa de la gran obra de Focio.
Como historiadores de la Antigüedad, Focio es una fuente inestimable de conocimientos:
tanto para escribir una historia de la Historiografía antigua (que es nuestro mayor interés) como
para documentar numerosísimos episodios de la historia comprendida entre la época de Heródoto
y la de Olimpiodoro (unos mil años).
En concreto, hemos encontrado referencias a 20 historiadores de la Antigüedad tan conocidos
como Heródoto, Dionisio de Halicarnaso, Diodoro Sículo, Flavio Josefo, Apiano, Arriano, Plutarco,
Herodiano o Eusebio. Pero también a otros tan olvidados como Memnón, Cefalión o Dexipo. Un
estudio en mayor profundidad de estos autores y obras a través de Focio se nos antoja ineludible.
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Usos sociales de la historia. La estrategia de Olga
Cossettini, Rosario, 1935-1943
Social uses of history. The strategy of Olga Cossettini, Rosario, 19351943
Paula Caldo1
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Rosario
Micaela Pellegrini Malpiedi2
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Rosario
Agustina Mosso3
Universidad Nacional de Rosario
Recibido: 18/01/2016
Aceptado: 07/04/2016
Para citar este artículo: Caldo, P., Pellegrini Malpiedi, M., y Mosso, A. (2016). Usos sociales de
la historia. La estrategia de Olga Cossettini, Rosario, 1935-1943. Panta Rei. Revista Digital de
Ciencia y Didáctica de la Historia, 97-110.
ISSNe: 2386-8864
DOI: 10.6018/pantarei/2016/6
Resumen
Este artículo propone pensar algunos de los usos sociales de la historia. Justamente, recupera
una experiencia pedagógica que asumió el desafío de educar a los niños de cara a la vida. En el año
1935, Olga Cossettini es nombrada directora de la Escuela Carrasco, institución a la que se le asigna
carácter experimental. Ella elaboró entonces un Plan Asociado en el cual el contenido curricular
incorporó las características del contexto. La decisión estuvo fundada en elementos pedagógicos
dando como resultado un modo de enseñar y aprender historia mirado desde abajo.
Palabras Clave
Ciencias Sociales, Experiencia Educacional, Aprendizaje Histórico, Didáctica de la Historia.
Abstract
This article is focused on social uses of history. It recovers a pedagogical experience that
adopted the challenge of educating children for facing life. In 1935, Olga Cossettini was named
1 Para contactar con esta autora: Paula Caldo. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas - Universidad
Nacional de Rosario. paulacaldo@gmail.com.
2 Para contactar con esta autora: Micaela Pellegrini Malpiedi. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
- Universidad Nacional de Rosario. micaelapellegrini89@gmail.com.
3 Para contactar con esta autora: Agustina Mosso. Universidad Nacional de Rosario. agustina_mosso@
hotmail.com
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Usos sociales de la historia. La estrategia de Olga Cossettini, Rosario, 1935-1943
director of Carrasco School, an institution with an experimental character. Then, she developed an
Associated Plan in which curricular content involved several context features. The decision was
based on pedagogical elements, giving as a result a particular way of teaching and learning history
from below.
Keywords
Social Sciences, Educational Experience, History Instruction, Didacticism.
1. Introducción
El presente artículo está motivado en una preocupación que nos ha inquietado en los últimos
tiempos: los usos sociales de la historia. Esto es, más allá de los lugares específicos donde los
historiadores e historiadoras nos reunimos a debatir y reflexionar sobre las formas de construir
conocimiento sobre el pasado, existen muchos otros ámbitos donde la historia cristaliza como un
saber que ata los sentidos de las prácticas. Suponemos que, es aquí donde, al tiempo que el
saber histórico comienza a ser utilizado por la gente, se aleja de los historiadores adquiriendo una
autonomía basada en la veracidad fáctica del pasado (Caldo y Garcilazo, 2015; Guha, 2016; Pereyra,
1997). Tal autonomía lo transforma en términos no necesariamente próximos a las discusiones
epistemológicas en torno al conocimiento histórico, generando así sugerentes alteraciones que son,
justamente, las que prenden en el sentido común y ayudan a los ciudadanos y ciudadanas a tramitar
los avatares de la vida cotidiana.
Empero, esta forma de entender y pensar la historia no es ingenua, por el contrario, esta
construida generalmente sobre los principios de la historiografía tradicional. Peter Burke lo afirma:
“también podríamos darle a este paradigma el nombre de visión de sentido común de la historia,
aunque no para elogiarla, sino para recalcar que a menudo se ha supuesto que era la manera de
hacer historia y no se consideraba una forma más de abordar el pasado” (2003, p. 15). Esto es, la
historia narra los hechos del pasado “tal cual fueron”. Los documentos tamizados por la crítica son
el certificado de veracidad de ese relato convertido en certeza. Aunque para la escucha de quienes
discutimos sobre teorías de la historia estas afirmaciones parezcan obsoletas, no lo son cuando
comenzamos a transitar por fuera de los ámbitos académicos. Por lo tanto, y encaminándonos
a presentar nuestro caso, nos aventuramos a aseverar que la escuela pública tiene mucho que
ver con esos enraizamientos sociales. A los efectos de pesquisar estos últimos, quienes oficiamos
de autoras del presente artículo, elaboramos el Proyecto de Investigación y Desarrollo (PID)
“La historia en el currículum de las escuelas primarias en la provincia de Santa Fe 1880-1930”,
1HUM437 Resolución CS Nº 073/2014, Facultad de Humanidades y Artes – Universidad Nacional
de Rosario. En el mismo preguntamos por qué y qué historia se enseña en estas instituciones
de reparto masivo y obligatorio de saberes. Porque sin dudas, la escuela fue y es el espacio por
excelencia de distribución masiva del conocimiento en general y del histórico en particular. Así
que nos propusimos interrogar algunos aspectos de lo acontecido con el reparto de los saberes
históricos en este lugar tan particular de la cultura. Esta investigación, proyectada desde la historia
socio-cultural (Chartier, 1999, 2005; Eley, 2008), detiene su mirada en las cinco primeras décadas de
existencia del sistema educativo argentino con la intención de discutir un supuesto particular. Esto
es, la efectiva concreción del enfoque de corte nacional que, por entonces, tuvieron los contenidos
curriculares estipulados para la enseñanza de la Historia en las escuelas primarias, a partir del año
1884. Año en que fue sancionada la Ley de Educación Común Nº 14204. La misma poseía un texto
4 La Ley de Educación Común Nº 1420 fue sancionada durante el gobierno de Julio Argentino Roca. Este
tuvo a bien presidir una gestión abocada a legislar, en clave preferentemente liberal, diferentes aspectos del
orden social. Fue un gobierno de paz y administración, donde fueron ordenadas muchas instituciones bajo
un claro control estatal: la sistematización de las escuelas primarias y la creación de Registros Civiles, son
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Panta Rei (2016), 97 - 110
Paula Caldo, Micaela Pellegrini Malpiedi y Agustina Mosso
detallista que prescribió sobre todas las dimensiones del sistema educativo, incluidos los contenidos
curriculares. Eran los tiempos de consolidación del Estado nacional centralizado (Ansaldi, 1989) y,
en este marco, la escuela primaria, pública, obligatoria, laica y gratuita operó como un aglutinador
de masas exclusivo y, en cierto sentido, exitoso. De tal forma, las prescripciones curriculares
expusieron un relato nacional homogéneo que desconoció las particularidades regionales de la
Argentina (con sus diferencias no solo provinciales sino regionales) (Cucuzza, 2007; Finocchio,
2013; Romero, 2004). No obstante, nuestro Proyecto de Investigación y Desarrollo antes citado,
habilita a sospechar de ese supuesto porque pondera la tensión entre las prescripciones y las
prácticas. Es decir, más allá de la direccionalidad marcada por la letra escrita, entendimos que en
las prácticas situadas podían emerger diferencias que, discutiendo las directivas nacionales, dieran
lugar a experiencias educativas alternativas, novedosas y capaces de recuperar historias, relatos,
registros y expectativas de carácter regional/local (con su medio, su gente, su historia y sus formas
de apropiarse del mundo). Casualmente, la historia de la educación ha dado sugerentes balances
que permiten situar la decisión teórica y metodológica tomada en este artículo. Hoy día la historia
de la escuela y de la escolaridad está siendo también auscultada en la clave de “la cultura” tanto
en sus aspectos simbólicos como materiales. Así, tomar como objeto de estudio la escuela en tanto
lugar habitado por actores cuyas prácticas se nutren y/o generan de símbolos, rituales, léxicos pero
también elementos materiales, es una entrada para enriquecer las formas de historiar la educación
escolarizada pero también genera la necesidad de renovar las fuentes: cuadernos de clase, notas
de docentes, epistolarios, imágenes, etc. (González Delgado, 2013; Viñao Frago, 2008).
Inspiradas en las preocupaciones teóricas arriba citadas fue que descubrimos la labor
pedagógica de las hermanas Olga y Leticia Cossettini. Una tarea ubicada temporalmente entre
1930-1950. Ambas mujeres, formadas en escuelas normales, tuvieron la posibilidad de ejercer la
docencia en distintas instituciones educativas y ocupar diferentes cargos relativos a la educación
escolar. Fundamentalmente Olga se inició como maestra pero rápidamente pasó a ser directora,
primero del Departamento de Aplicación de la Escuela Normal de la ciudad de Rafaela (Santa Fe) y
luego de la escuela Dr. Gabriel Carrasco (en Rosario-Santa Fe).
Los nombres de estas maestras quedaron grabados en la historia de la educación argentina
justamente por ser impulsoras de los postulados del escolanovismo (Carli, 2003; Colotta, 2002;
Ossanna, 1993; Pelanda, 1995). Una forma de entender la enseñanza alumbrada a fines del siglo
XIX en Europa y, desde entonces, proyectada en distintas realidades geográficas a lo largo de la
primera mitad del siglo XX (Caruso, 2001). La novedad de la Escuela Nueva fue la puesta en el
centro de la escena educativa del niño, con sus modos de aprender, con las actividades y con plena
confianza en su desarrollo cognitivo. En la experiencia Cossettini esto cristalizó en una escuela
pública, estatal y periférica, por lo cual supusimos que la originalidad de la apuesta lejos de residir
en los contenidos a enseñar, lo hizo en el tratamiento didáctico de los mismos. No obstante, no fue
así. En el mundo de las prácticas de la enseñanza, muchas veces, la forma didáctica transforma
al contenido. Esto es, cuando Olga, Leticia y las maestras de la escuela Carrasco deciden trabajar
a partir de las posibilidades de aprendizaje de los niños, necesariamente fueron transformando
el contenido de la enseñanza. Es justamente este modo de enfocar el contenido a enseñar, el
hallazgo de esta investigación. Resulta útil para pensar un estilo particular de enseñar las ciencias
sociales en general y la historia en particular situando como disparador a la geografía. No obstante,
y aquí nuestra hipótesis a demostrar, al introducirnos en la descripción de la propuesta Cossettini
advertimos cómo se fue transformando el contenido a transmitir en base a la didáctica y las teorías
del aprendizaje y no así en las discusiones teóricas en torno a la producción de conocimiento
disciplinar. Por lo cual, se innova en las formas más no así en la concepción acerca del conocimiento
histórico.
Ahora bien, ingresamos a “la caja negra” (González Delgado, 2013) de las hermanas
algunos ejemplos de ello. Para ampliar información sobre el tema pueden consultarse, por ejemplo, el clásico
libro de Botana (1994) o González Bernaldo de Quirós (2014) o también Lobato (2010), entre otros.
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Cossettini, por el minucioso trabajo de resguardo que se realizó con el material. Esto es, desde
los comienzos de sus prácticas, estas maestras tuvieron el cuidado de hacer de la experiencia una
colección que cuidaron ellas primero y sus exalumnos y familiares, luego. Por lo cual, desde el año
2001 las hermanas Cossettini tienen editados sus escritos bajo el título Obras completas, con sello
editorial de AMSAFE (Asociación del Magisterio de Santa Fe) y, a su vez, desde el año 2006, la
ciudad de Rosario (Santa Fe - Argentina) cuenta con el Archivo Pedagógico Cossettini, donde están
reunidos cuadernos de alumnos, diarios de clase escritos por las maestras, epistolario, colecciones
de revistas, planes de estudio, la biblioteca personal y demás papeles elaborados en relación a la
experiencia educativa de estas hermanas. Así, las afirmaciones sostenidas a largo de este artículo
cuentan con estos respaldos heurísticos.
Finalmente y a modo de síntesis, el caso Cossettini es un pretexto para, por un lado, abrir
una línea de discusión alrededor de la construcción epistémica de los usos sociales de la historia
y, por otro, abordar la tensión historia nacional – historia local en los contenidos curriculares. Para
ello el artículo se estructura en tres partes. Una introducción seguida de un desarrollo divido en tres
apartados. El primero sitúa a las maestras, el segundo abre los lineamientos pedagógicos generales
de la propuesta y el último se detiene en la articulación de la historia dentro del Plan Asociado de las
hermanas Cossettini. Por último, cerramos con unas palabras de síntesis explicativa.
2. Aproximaciones a la experiencia Cossettini
Siguiendo el atajo biográfico recuperado por la historiografía del presente decimos (Bolufer,
2008; del Pozo Andrés, 2013): Olga y Leticia fueron dos maestras que, pese a estar formadas en el
interior del proyecto normalista de principios de siglo XX, capitalizaron los aportes del escolanovismo
en sus prácticas y en sus pensamientos en torno a la tarea de educar. Las hermanas Cossettini
nacieron en San Jorge, un municipio del centro-oeste de Santa Fe. La primera, en 1898, la segunda,
en 1904. Ambas siguieron la profesión del padre, Antonio Cossettini: el magisterio. En 1914 y con
sus 16 años, Olga, la mayor, egresó de la Escuela Normal de Maestros Rurales de Coronda. Una vez
alcanzado el título trabajó en distintas localidades de la provincia hasta llegar a Rafaela, la próspera
ciudad del oeste santafesino, paradigma de la colonización del siglo XIX. Allí comenzó a ejercer en la
misma institución en la que su hermana Leticia se graduaría de maestra. La experiencia acumulada
en el Normal “Domingo de Oro” fue central en la historia de las hermanas Cossettini. Entre los
años 1930 y 1935, Olga fue directora del Departamento de Aplicación del Normal de Rafaela. Por
aquellos días la directora general del establecimiento educativo era Amanda Arias (1894-1957), una
destacada maestra que supo orientarla por la senda del escolanovismo (Fernández y Caldo, 2013).
Abrimos un paréntesis para aclarar que el contexto político provincial permitió que germinara
el escolanovismo en tiempos donde las libertades políticas se clausuraban en el orden nacional.
Justamente, en 1930 la sociedad argentina experimentó el primer golpe de Estado que situó al
General José Félix Uriburu en la presidencia de la nación. El mandato de Uriburu (1930-1932)
al tiempo que cerraba la experiencia democrática de los gobiernos radicales (entre 1916 y 1930:
dos periodos de Hipólito Yrigoyen mediados por uno de Marcelo T. de Alvear), abría un momento
para la contracción democrática y el retorno de prácticas conservadoras declaradamente católicas.
Sin embargo, en Santa Fe, una provincia que había sido intervenida por la gestión radical, se
preparaban para los comicios que darían la victoria, en el año 1931, al candidato del Partido
Demócrata Progresista, Luciano Molinas (1931-1935). Desafiando los lineamientos políticos de
la época, Molinas esbozó como eje principal de su campaña los postulados de la Constitución
santafesina de 1921. Una Carta Magna de raigambre liberal, anticatólica y democrática. Reeditar
aquellos principios obligó a la nueva administración a emprender distintos proyectos que derivaron
en la Constitución provincial de 1933 y en la consecuente Ley de Educación Nº 2364 del año 1934.
De este modo, las políticas educativas, ahora sí operarían en clave de gratuidad, obligatoriedad,
universalidad y laicidad. En esta dirección, se dispusieron las bases de una política educativa
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Paula Caldo, Micaela Pellegrini Malpiedi y Agustina Mosso
descentralizadora donde los Consejos Escolares de Distrito serían piezas centrales, disputando
espacios de intervención, financiamiento y gestión escolar al Director General de Escuelas. Los
nuevos Consejos Escolares fueron investidos de atributos electivos y de una autonomía inédita.
En este nuevo contexto, contarían con rentas propias y con la capacidad para generar tributos
destinados a fortalecer la educación provincial, como así también para nombrar y controlar tanto a
los maestros como a los funcionarios administrativos del ámbito educacional. Pero el aire reformista
no solamente envolvía aspectos de raíz administrativa, sino también otros de carácter metodológicodidáctico. En este sentido, es clave destacar la importancia adjudicada a la aplicación de métodos
activos para la enseñanza, como también el valor asignado a las prácticas pedagógicas de matriz
estética, recreativa y deportiva. Si Santa Fe era la nota singular en medio de la trama sociopolítica y
cultural de un país donde los rasgos democráticos y participativos eran corroídos, no resulta extraño
que en esta provincia en particular, surgieran experiencias como la de Olga en la Escuela Normal
“Domingo de Oro” de Rafaela (Pérez, 2000; Videla, 2006).
Sin dudas, las intervenciones de Olga en Rafaela fueron, parafraseando el título de su libro del
año 1935, el primer ensayo de Escuela Serena en las colonias santafesinas. La expresión “Escuela
Serena” fue elegida para nominar las distintas experiencias pedagógicas implementadas por las
hermanas Cossettini. El nombre, lejos de ser azaroso, se debe a la obra de quien Olga considera
su maestro: el pedagogo italiano José Lombardo Radice. Justamente, en Italia con el título Escuela
Serena se distinguieron los establecimientos educativos que seguían los lineamientos pedagógicos
de Radice. El pedagogo es una cita obligada en los escritos de las hermanas Cossettini al momento
de definir qué entienden por educación, cómo conciben la enseñanza, cómo piensan el rol del
alumno (Cossettini y Cossettini, 2001).
En 1935 Olga y Leticia reciben el traslado a Rosario. En esta localidad, fueron designadas para
el desempeño de sus funciones docentes en la escuela de gestión pública “Dr. Gabriel Carrasco”,
situada en el barrio Alberdi, que había sido incorporado al municipio rosarino hacía poco más de dos
décadas. Al respecto Olga dirá:
Nuestra escuela está ubicada en el límite de la ciudad y el campo. El ruido que
nos envía la ciudad por su camino central, brazo de unión con el norte santafesino, ruido
incesante de motores en marcha, nos llega amortiguado, como nos llega adormecido
el paso de las dragas y lanchones que surcan el río vecino. Pero la brisa de ese río
amigo, el verdor de sus barrancas, el canto de los pájaros, nos traen armonías todas las
mañanas y los niños que bajan de los ranchos, de las casitas obreras y de las viviendas
mejores, pueblan la escuela de bullicio hasta el sol de la tarde.
(Cossettini y Cossettini, 2001)
Olga en la dirección, y Leticia, junto a otras docentes, desde las aulas, diseñaron los
lineamientos de una nueva edición de La Escuela Serena santafesina, la versión rosarina que
vendría a prolongar a la ensayada en Rafaela.
El espesor de la cultura rosarina de la época permitió que las hermanas Cossettini no solamente
continuaran su trayecto en el campo de la docencia, sino que comenzaran a crecer con vuelo propio.
Esos logros personales vinieron rápido puesto que, casi cuando finalizaba el año 1935, el Director
General de Escuelas, Dr. Pío Pandolfo, dictó un decreto mediante el cual distinguía a la escuela
dirigida por Olga con el calificativo de “experimental”. Así quedaba legalizada la autonomía didáctica
de la directora para decidir sobre qué y cómo enseñar. Al respecto, el Ministro de Instrucción Pública
y Fomento, Juan Mantovani, dirá:
Eso es lo que ocurre en la Escuela Experimental ‘Dr. Gabriel Carrasco’, instalada
en el barrio Alberdi de la ciudad de Rosario. Se realiza en ella, bajo la experta dirección
de Olga Cossettini, educadora de un don excepcional para la comprensión y tratamiento
de los niños, un ensayo del más alto interés pedagógico. Allí se cumplen los programas
de la escuela primaria común, pero se aplica una organización del trabajo escolar y
procedimientos didácticos apoyados en los más hondos resortes psicológicos del niño,
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Usos sociales de la historia. La estrategia de Olga Cossettini, Rosario, 1935-1943
particularmente en la libre expresión de su quimérico mundo interior y de su fértil y
animada fantasía.
(Cossettini y Cossettini, 2001, p. 183-184)
En estas condiciones la escuela funcionó hasta el año 1944. Desde entonces vendrían tiempos
difíciles, el cuarenta y cuatro trajo el final de la escuela experimental y el cincuenta la cesantía de
las protagonistas, Olga y Leticia. Ya separadas de sus cargos docentes, siguieron trabajando por la
educación nacional y provincial, difundiendo sus ideas en tareas de gestión y en trabajos editoriales.
Ellas cuestionaron las formas de educar tradicionales valiéndose del discurso de la pedagogía
escolanovista. El movimiento de la escuela nueva discutió las bases didácticas sobre las cuales se
había constituido el sistema educativo en general y la formación docente en particular. Asumirse
escolanovista implicaba una apuesta por el reconocimiento de los intereses y de las formas de
expresarse de los niños. En esta clave, los docentes dejaron de ser los portavoces del saber para
diseñar una compleja trama de actividades que permitía a los estudiantes aprender haciendo,
descubriendo, leyendo el mundo, exteriorizando dotes creativas de estricto orden interno. En
consecuencia, si todo atisbo de debate político en términos partidarios quedaba excluido de las
aulas, la política, el desacuerdo se instalaba en el plano de la interpretación de la tarea docente.
Ahora bien, en medio de las disputas y transformaciones sugeridas por las hermanas Cossettini
¿qué pasó con la enseñanza de la historia?, ¿fue transformada por aquella forma innovadora o se
mantuvo ligada a los contenidos tradicionales?
2.1 Pensar lo social desde el lugar, una propuesta interdisciplinaria
Si nos preguntamos qué lugar ocupó la historia en la escuela de la señorita Olga, como primera
cuestión tenemos que definir qué se entendió por educación en el marco de este proyecto. Para el
conjunto de maestras que llevaron adelante esta experiencia, educación “es la compenetración de
las almas, esto es, un estado de conciencia en el cual el maestro desaparece como individualidad
distinta a la de los alumnos y se funde en su momento espiritual, viviéndolo como suyo para impulsar
hacia aquellas posiciones más altas por él ya alcanzadas” (Cossettini y Cossettini, 2001, p. 16).
Así, el maestro conforma una amalgama con sus alumnos y juntos se proyectan hacia la
experiencia de aprender la realidad que los rodea. Una propuesta que respeta la capacidad cognitiva
del alumno y opera a partir de ella y con ellas y sobre las cosas que los chicos saben y conocen,
buscando entenderlas para luego ir por más saberes.
De este modo, cuando Olga reflexiona sobre la enseñanza de las ciencias en general y de
la historia en particular, sitúan como alma mater de la propuesta a la geografía. Lo hace porque
para ella el paisaje (el medioambiente) es lo cercano, lo que los niños y las niñas que acuden a la
escuela tienen más a mano para activar el aprendizaje. Esta disciplina será el trampolín que permita
a los pequeños lanzarse al estudio de las otras ciencias, entre las que la historia ocupa un lugar
que oscila entre planteos locales (la historia del barrio) y otros de corte nacional (el calendario de
efemérides oficiales). La historia de la humanidad es descubierta por los niños:
…en los hombres humildes que amasaron el progreso de este pueblo. Ellos saben
contar mejor que el maestro su historia. Hay honda emoción en estos simples relatos.
Los niños escuchan felices, perciben la lucha del hombre que se hace fuerte en la
adversidad, tiene la intuición de que el progreso es producto del esfuerzo y del sacrificio
diario, y cuando escriben sus impresiones respetan el lenguaje y apuntan entre comillas
sus expresiones típicas (a veces en dialecto), porque la gramática, esa gramática que
tanto preocupa a los pseudos maestros, está viva en la lengua que se enriquece cuando
su espíritu penetra en los otros por obra de amor y simpatía.
(Cossettini y Cossettini, 2001, p. 53)
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Paula Caldo, Micaela Pellegrini Malpiedi y Agustina Mosso
Así, los estudiantes se acercan a la historia a partir de los relatos de los vecinos. A estos
protagonistas directos los sitúan en el espacio (llamado geografía) y a partir de allí van tejiendo sus
saberes, su pasado, su lengua…, logrando un conocimiento integral del barrio que se proyecta,
en lo que Olga Cossettini llama, el instinto geográfico. Un instinto que si bien es adquirido en el
lugar, resulta clave para conocer, comprometerse, querer y cuidar el espacio que nos rodea y de
ahí lanzarse a conocer y sentir esos mismos valores por otras tierras y realidades desconocidas y
lejanas.
Esta invitación a conocer el pasado a partir de los relatos de los vecinos, nos recuerda a Natalie
Zemon Davis (1998) preguntándose: ¿quién es el dueño de la historia? La citada historiadora, a
los efectos de responder revisa las argumentaciones de los posibles propietarios: los historiadores,
los profesores, los pueblos (grupos, minorías, etc.), la cultura occidental. Ella ensaya en términos
reflexivos las distintas respuestas y, finalmente, concluye diciendo que la historia es una herencia
colectiva, que debemos trabajar para obtener, cada uno, desde su lugar. Asumiendo las distancias
teóricas, Cossettini establece el pasado (ella dice la historia) como herencia colectiva, y sitúa a los
niños en el lugar de la búsqueda para elaborar ese pasado. Por eso, en las clases de historia van
a conocer el barrio, lo recorren, lo observan, lo dibujan y, en simultáneo, van entrevistando a los
vecinos para aprender cómo viven y vivieron ese lugar, esas prácticas, esas instituciones, esos
servicios, ese paisaje, ese río.
Sin dudas, esta propuesta educativa particular estuvo organizada a partir de los problemas del
aprendizaje (cómo aprenden los niños) y no desde la lógica del saber disciplinar (la historia). Las
maestras, lejos de exponer teorías, cumplían funciones de apoyatura, la guía al estilo del preceptor
sugerido por Jean-Jacques Rousseau (1985), de estímulo para que el trabajo se realice en la
dirección esperada.
Al preguntarnos qué historia enseñaban estas docentes, emerge como respuesta el principio
de solidaridad humana, que primaba en las aulas de las hermanas y preparaba para la vida social. En
los escritos consultados se traslucía la necesidad constante de enseñar al individuo los problemas
del municipio, pero en la generalización del sentimiento de solidaridad. La historia, circunscrita
dentro de las ciencias sociales junto con geografía e instrucción cívica, la economía, ayudaba
a formar conciencia social a través de la educación en hábitos, capacidad, conducta, aptitud. El
hombre situado en el medio era, en la Escuela Carrasco, el punto central de la enseñanza de las
ciencias sociales, seguía además siempre el proceso de su transcurso por la vida, enmarcado en
sus descubrimientos y en sus luchas. Y para alimentar el tratamiento de ese eje, lejos de fragmentar
el conocimiento científico, se lo abordó en términos relacionales. Como en la vida misma, donde
los principios, reglas y conceptos lejos de operar en secuencias lógicas y ordenadas se mezclan
y producen así los efectos de la cadencia de la vida. La participación de los educadores estaba
delimitada; intervenían solo cuando los alumnos lo solicitaban, aunque los interesaban para ir a la
biblioteca, facilitadora de abundante material de lectura, si bien de igual forma eran aceptados los
libros traídos desde los hogares (Cossettini y Cossettini, 2001).
Los maestros promovían y guiaban a los diferentes grupos. Por ejemplo, las preguntas del
maestro estaban presentes para que la memoria de los alumnos fluyera a los efectos de recordar
experiencias, visitas, charlas vividas. Asimismo, el cuidado del orden, la prolijidad y las normas de
convivencia eran tema recurrente de trabajo cotidiano. El maestro tomaba lo que el niño ofrecía y lo
tamizaba para ofrecerlo nuevamente. En el contexto de los estudios sociales, la lectura era ejercicio
de pensamiento y de palabra, y entraba en juego en todos los momentos de la clase. Poseían la
misma importancia tanto la lectura en voz alta como la silenciosa.
Ahora bien, ya en la primera mitad del siglo XX, los beneficios de comenzar el estudio del
pasado por los aspectos más cercanos a la realidad del niño fueron enfatizados por pedagogos y
psicólogos educacionales (de Amézola, 2008). Justamente, para el caso de la propuesta Cossettini,
partir de la dimensión espacial generaba la posibilidad de reconocer y aprehender el medio ambiente,
primero en una dimensión local (con la ponderación de sus problemas en un cruce de análisis sociohistórico) y luego avanzar rumbo a una nacional y también universal. Con este método las hermanas
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lograban que sus alumnos comprendieran mejor el pasado; ya que al empezar con el contexto más
próximo el aprendizaje se proyectaba de lo simple y cercano a lo complejo y lejano.
Las docentes estimulaban la inquietud de hablar y escribir sobre algo visto e intuido al
observar. Observaciones personales, descripciones, conversaciones sostenidas con la maestra, el
compañero, el albañil, el agricultor, el pescador sobre los temas estudiados en el año. Los chicos
leían, investigaban. Campesinos, obreros, pescadores, albañiles, y vecinos en general, oficiaron de
maestros en aquellas ocasiones en que los niños de la Escuela Carrasco los visitaban con el fin de
aprender. Mientras que los primeros narraban o mostraban sus saberes en la cadencia del hacer,
los pequeños aprendices anotaban en sus cuadernos las sensaciones despertadas en la escucha y
la observación. Estudiar el pasado para comprender la configuración del presente, mediante formas
específicas de reflexión, eran tareas propuestas por la Escuela Serena. Marcas de esta labor han
quedado en los cuadernos de clase conservados en el Archivo Cossettini como así también el los
diarios de la maestras y en fotografías. El registro constante de estas docentes es lo que permite
pensar cómo se instrumentalizó la propuesta del Plan Asociado.
3. El contenido de la forma: el Plan Asociado de la Escuela Serena
El perfil del diseño curricular de la escuela Carrasco fue claramente interdisciplinario. Sin
embargo, el sentido de lo interdisciplinar no estuvo presente en el léxico de las educadoras. Ellas
propusieron un Plan Asociado de conocimientos concretos.5 En ese plan, sin perder la identidad
disciplinar, los contenidos fueron articulados en una tabla de doble entrada. El plan quedó articulado
en grados (vertical) y por contenidos, actividades y excursiones (horizontal). Los saberes específicos
identificados fueron: geografía, historia, economía, sociedad, cívica e higiene. Así, las docentes
tenían el panorama relacional de los contenidos a trabajar con los diferentes grupos de alumnos.
Asociar era integrar, combinar, compatibilizar conceptos, principios y hechos a los efectos de que los
educandos aprendieran como en la vida misma. Esto es, actuando y aplicando los distintos saberes
en función de los avatares presentados en el día a día. La originalidad de este Plan residió no solo
en el esfuerzo de articulación, sino en la prescripción de una serie de excursiones y actividades
fuera de la escuela en las cuales los niños debían aplicar o en otras situaciones construir los saberes
sugeridos en la escuela. Estas actividades fueron: visitar vecinos, conocer y respetar las señales
viales, visitar negocios del barrio, recorrer el barrio, observar y estudiar el río, entrevistar a los
vecinos, ayudar en situaciones hogareñas cotidianas, involucrarse en la vida productiva del entorno,
cultivar la huerta, cuidar el jardín, intervenir en la naturaleza, etc.
Ahora bien, la novedad con respecto a la educación tradicional de corte normalista no así para
la escolanovista, fue enunciar los contenidos en términos de Ciencias Sociales y, paso seguido,
desagregar dentro de estas, las especificidades que permiten entender lo social. Allí estuvo presente
la historia. A continuación, en la Tabla 1, transcribimos la selección de temas para trabajar en las
clases de historia.
5 Los originales de dicho plan se encuentran en el ARCHIVO COSSETTINI perteneciente al Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Tecnológicas y sito en el Instituto Rosario de Investigaciones en Ciencias de
la Educación, de la ciudad de Rosario. Los hemos consultado ahí y posteriormente en la obra de Marcela
Pelanda, quien realizó un trabajo heurístico sobre el mismo. Es decir lo transcribió, digitalizó y publicó en:
Marcela Pelanda (1995).
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Paula Caldo, Micaela Pellegrini Malpiedi y Agustina Mosso
La historia en el currículum de la Escuela Serena (1935-1942)
Año/
nivel
Jardín
1.º
inferior
1.º
superior
2.º
3.º
Contenidos
La bandera. El 25 de mayo.
Relatos históricos.
Anécdotas de Belgrano y Sarmiento.
Historia de la familia, de la escuela.
La bandera, la escarapela, Belgrano.
El himno nacional.
El 25 de mayo, el 9 de julio. San Martín, Sarmiento.
El día de las Américas.
El origen del barrio.
Historia de la escuela. Identidad del barrio. Visita a un viejo poblador. Ayer y
hoy. Casas viejas y casas nuevas.
Historia del alumbrado. Visitas al pescador, herrero, correo, policía, guardián
de la plaza.
La revolución de mayo. Moreno. costumbres de la época. El 9 de julio. San
Martín y la libertad. Sarmiento en la educación argentina.
El barrio. Su historia. Rosario. Fundación o fortín.
Aldea, villa, puerto, ciudad.
Pobladores: indios, colonos, ciudadanos.
Primeras viviendas: evolución.
Primeros transportes evolución.
Primeras industrias y cultivos.
Viajes de Colón, Solís, Magallanes y Gaboto.
La época colonial, costumbres.
Revolución de mayo. Ideas de libertad, Belgrano.
El congreso de 1816. San Martín en San Lorenzo, su ideal de libertad.
Rivadavia. Sarmiento maestro.
Importancia histórica del Paraná en la conquista colonial e independencia. El
pasaje o juramento. El Carcarañá, Fuertes del S. Spíritu. Garay abre las puertas
a las tierras.
Primitivos habitantes. Vida. Costumbres.
El indio, carácter. La lucha de los Conquistadores con el indio. Exploradores,
conquistadores y colonizadores. Vida de los primeros fundadores. Fundación de
Santa Fe de la Veracruz. Santa Fe posta y punto de enlace de Buenos Aires y
Perú. Colonizadores. La conquista gringa.
Fundación de Esperanza, Coronda, San Carlos, Rafaela.
Inmigración. Rivadavia. Sarmiento y Alberdi en la inmigración. Santa Fe
y la revolución de mayo. Santa Fe y el Congreso de Tucumán. Santa Fe y la
constitución nacional.
Estanislao López, defensor de la autonomía provincial.
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4.º
5.º
6.º
Conquista del continente americano. Fines. Los ríos, caminos de la unidad
continental. Continuidades de ideas.
Cómo desde la cabaña al pueblo se construyó la nación. Belgrano y la
libertad de comercio. Propulsor de la agricultura. Moreno. Representación de los
hacendados. El criollo y la lucha por la libertad.
Inmigración y colonización. Primeros inmigrantes. Fundación de colonias,
latifundios. Influencia de la inmigración en el progreso de Argentina y América.
Figuras típicas del campo de ayer y de hoy.
Rivadavia. Libertad individual. Su obra civilizadora.
Inmigración. Comercio. Moreno y la libertad de prensa. Artículo 26. Asamblea
del año 13. Congreso de Tucumán. Ideal de independencia. San Martín.
Rosas. Urquiza. Libre navegación de los ríos. Libertad y despotismo.
Importancia de la constitución en la vida política de los pueblos.
Historia del alumbrado, del primer ferrocarril. Hombres argentinos y
extranjeros que han continuado el progreso.
Países de mayor influencia en el mundo conocidos antes del descubrimiento.
América precolombina.
El papel, la brújula y la imprenta ensanchaban el mundo conocido.
Colón, Vasco de Gama, Magallanes. Conquista de América.
Colonización, fundaciones.
Centros políticos, económicos y culturales más importantes de América
Colonial.
Antecedentes de los movimientos emancipadores en América.
Movimiento de la conciencia nacional revolucionaria.
Revolución de mayo. Obra de Moreno. Influencia de la Revolución de América
del Sur. Asamblea del año XIII. Obras. Gobiernos que le suceden. Independencia
de las colonias hispanoamericanas.
Rivadavia y su obra de gobierno.
La dictadura 1829-1852. Dictaduras del siglo XX: 1920-1944.
Urquiza y la reorganización nacional. Alberdi, Mitre, Sarmiento, Avellaneda,
Roca: constructores de una nueva República.
Panamericanismo.
Tabla 1. Fragmento del Plan Asociado tomado de Pelanda (1995, pp: s/n)
La interpretación del listado de contenidos mostrado en la Tabla 1 abre los siguientes nudos
de discusión. Primero, en cada grado la historia a enseñar oscila entre lo local (barrio en mayor
medida, provincia en menor) y lo nacional (revolución, independencia, etc.). Se pasa de trabajar
problemas específicos del barrio a plantear cuestiones vinculadas con la historia nacional. Lo que
el proyecto no deja claro (con excepción de una nota sugerida para el 3° grado donde se plantea
Santa Fe y la Revolución) es cómo integrar esos saberes que los estudiantes construyen en el
barrio con la historia nacional de revoluciones, próceres, etc. Aquí, introducimos las notas que Elvira
Scalona (2007) destaca al reflexionar sobre el lugar de la historia local en las aulas. En esta línea,
pensamos que si bien a principios de siglo XX la historia enseñada fue la del Estado nacional
argentino con sus dos momentos claves: 25 de mayo y 9 de julio (junto a las fechas alusivas a los
grandes varones que allí intervinieron: San Martín y Belgrano fundamentalmente), la historia local
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Paula Caldo, Micaela Pellegrini Malpiedi y Agustina Mosso
estuvo presente en algunas experiencias. Lo hizo en dos sentidos: por un lado, como escenario
de la historia nacional dando cuenta de la ruta de los héroes (en tal año pasado San Martín por
este lugar, aquí se detuvo Belgrano…, etc.), por otro, se aplicó a la historia de la ciudad, pueblo o
barrio las mismas herramientas y criterios que el positivismo empleó en la historia nacional. Esto es,
una historia de los principales acontecimientos políticos, masculinos y oficiales del lugar. Pero, en
Cossettini hay un sesgo romántico (de impronta rousseauniana) que las remite a buscar una historia
del paisaje, entonces recuperan actores que van más allá de la política. En Cossettini aparecen
los oficios, los vecinos, los trabajadores. Lo que sí destaca la experiencia es que la historia como
ciencia recupera un saber que es verdad y que reside en la memoria de quienes lo vivieron. Es por
ello que los alumnos salen al encuentro de los vecinos para interrogar y construir el pasado.
En segundo lugar, advertimos una escasa enunciación de fechas. La temporalidad generalmente
está marcada con las nociones de “ayer y hoy” (en un plano comparativo). Las fechas mencionadas
se corresponden con las efemérides nacionales clásicas de la historia política: 25 de mayo de 1810
(la Revolución de Mayo), 9 de julio de 1816 (la declaración de la Independencia). Entendemos que
esta supresión de las fechas se asocia con los principios de la psicología del desarrollo que asigna
grados de construcción de la inteligencia.
En tercer lugar, se percibe la presencia abundante de nombres propios ligados todos ellos
a la historia nacional: Sarmiento, Roca, Avellaneda, San Martín, Moreno, Belgrano, Rivadavia6.
Los varones de la política, el intelecto y la guerra. Esos nombres se reiteran en los diferentes
años muchas veces puntualizando en los mismos aspectos. Aparece un nombre caro a la historia
política santafecina: Estanislao López7, pero también son mencionados con rótulos colectivos: los
inmigrantes, el indio y los actores del barrio (herrero, policía, etc.). El uso del singular para nominar
a los indios indica la lectura clásica y etnocentrista sobre el tema (como si fuesen lo mismo). Esta
idea se refuerza con el plural que nomina la inmigración (provienen de distintos países europeos).
Finalmente, las ausentes en esta historia son las mujeres. Ellas no están ni en el plano de
los nombres propios ni entre inmigrantes, indios y, ni siquiera, en los oficios del barrio. Pese a
que en la Escuela Carrasco trabajaron fundamentalmente mujeres, el rescate del paso femenino
por la historia no fue contemplado. Esta es una nota que puede fundamentarse en el enfoque
historiográfico de la época (político, acontecimental, narrativo y masculino) que no contempló a las
mujeres como sujetos de historia.
La historia propuesta hace hincapié en el barrio e incorpora la lógica nacional sugerida por el
calendario escolar. Se expresa un esfuerzo por acompañar a los alumnos en la apropiación del pasado.
Es por eso que los relatos familiares, la historia del barrio, la visita a vecinos, está permanentemente
puesta como la principal clave de apropiación de saberes. Sin dudas, el aprendizaje coordina los
contenidos y no viceversa, como solía suceder en las propuestas pedagógicas tradicionales que
marcan como eje exclusivo la historia nacional. En Cossettini hay próceres, hay historia nacional
pero también hay una preocupación porque los alumnos se apropien de la historia del barrio.
4. Reflexiones finales
A partir de las reflexiones y de la propuesta curricular de Olga Cossettini entendemos que,
ella y su equipo de trabajo, enfocaron la tarea de enseñar suponiendo que no se puede comprender
la realidad social encerrando a los educandos en el interior de las escuelas. Así, animados por los
6 Merece una nota informativa la lectura crítica que en Argentina se ha dado en torno al uso de las efemérides
y de los héroes en las escuelas. Para ello es importante consultar los trabajos de Laura Méndez (2005); Perla
Zelmanovich (1997) o Ricardo Lesser (2004), entre otros.
7 Estanislao López es uno de los nombres que resuena rápidamente cuando transitamos la historia política
de las provincias argentinas. Es un emblema de la historia política santafesina. Para recorrer una mirada
crítica sobre su perfil consultar el artículo de Griselda Tarragó y Darío Barriera “¿Quién era López?” (2006).
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Usos sociales de la historia. La estrategia de Olga Cossettini, Rosario, 1935-1943
principios del escolanovismo, los niños salieron de la escuela y se mezclaron con la gente del barrio
para conocer y poder explicar la cotidianeidad que los rodea.
El tono especial que el escolanovismo asigna a esta experiencia es lo que facilita el cruce
entre barrio, experiencias de los vecinos y construcción cognitiva por parte de los alumnos. Los
chicos recorren las calles, hablan con los vecinos y así, con esas “fuentes vivas”, van conociendo
el pasado de su terruño. El gesto se teje con elementos del positivismo que observa y objetiva pero
también con otros del romanticismo micheletiano (que sale y entrevista y así encuentra el sentido
de la historia). Empero, la historia oficial aparece: en los listados de contenidos a enseñar y en los
actos patrios. Lo que prima es la historia del Estado y sus dos acontecimientos clave: revolución e
independencia. Allí se celebra el ser argentino. Pero, las hermanas Cossettini llegan a esa historia
a partir de un diálogo entre los vecinos y los estudiantes. Aquí la historia no es un saber dado y
cerrado sino un trabajo colectivo entre los niños y la gente. No hay propiedades con sello de autor
sobre el conocimiento histórico, por el contrario es una construcción desde abajo.
Ahora bien, al estar marcada por el escolanovismo, esta experiencia puntualiza en el
aprendizaje transformando el modo de entender el saber científico. Se enseña la historia pensando
en aquellos contenidos que los niños y las niñas pueden aprender y no en las discusiones del
campo historiográfico. Entonces las fechas son reemplazadas por las nociones de “antes y
después”, aparecen los vecinos con sus memorias y relatos. De este modo, cuando la forma de
la enseñanza es modificada, también lo es el contenido. Si en el campo de la didáctica la forma
afecta al contenido, entonces el caso Cossettini es un ejemplo de ello. Si quisiéramos buscar una
lógica a la disposición de los contenidos, ella residiría en el aprendizaje y a partir de este dato se
estructurarían las matrices de contenidos. Asimismo, como en esta experiencia particular se piensa
en el niño y su capacidad de aprender haciendo en un lugar concreto, se plasman como tópicos a
enseñar: la historia del barrio y su gente (lo más cercano). Probablemente, el análisis de esa historia
se haya realizado en una clave positivista (la historia de campanario).
Esta propuesta estuvo acompañada no solamente de un cambio de estrategia pedagógica
sino de una forma particular de entender la relación entre las ciencias en general. En el caso
específico de la historia, las maestras entendieron que el disparador de las ciencias sociales y de
la historia en particular es el medio geográfico. El ambiente, ese donde está situada la escuela, la
casa, el barrio, el lugar donde trabajan los padres, la ciudad misma. Conocer el medio en términos
empíricos (observando y preguntando a la gente) pero también teóricos (regresando a la escuela
para reflexionar) fue la vía estimada para aprender.
Finalmente, la historia investigada y producida por los historiadores recibe sutiles
transformaciones al entrar en las dinámicas de transmisión que genera la sociedad. La escuela fue y
es uno de los espacios que se vale del discurso historiográfico no solo en las instancias curriculares
sino en forma transversal. Por lo cual, es importante que los historiadores miremos qué sucede en
el interior de estas instituciones, fundamentalmente porque es aquí donde, en forma masiva, los
varones y mujeres tienen su primer encuentro con los relatos del pasado. En las escuelas la forma
es contenido, el caso Cossettini da cuenta de ello. Al transformar el modo de enseñar, alteran el
contenido de la historia, la vuelven local y localizada. En tanto dan protagonismo a la voz de los
actores del barrio, los alumnos salen a buscar el saber histórico. Este gesto lejos de fundamentarse
en términos historiográficos, lo hace en los propios de la pedagogía. Esto es, se aprende de lo
cercano a lo lejano. Decisión pedagógica que altera el contenido de la historia a enseñar. Una
historia que llega a la gente en forma masiva, que crece con ellos y que contribuye a solidificar un
sentido común acerca del pasado. Así, es importante mirar qué sucede en las escuelas, cómo se
presenta el conocimiento histórico que es materia de historiadores pero también es un saber clave
para la construcción del lazo social, condición sine qua non para sostener la vida en sociedad.
108
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Paula Caldo, Micaela Pellegrini Malpiedi y Agustina Mosso
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Contribuciones a la didáctica de la Historia a través
del método de análisis del objeto: como ejemplo… una
“vasulla”
Contributions to the teaching and learning of History through objects
analysis: as an example... a “vasulla”
Nayra Llonch Molina1
Universidad de Lleida
Verónica Parisi Moreno2
Universidad de Lleida
Recibido: 18/06/2016
Aceptado: 20/07/2016
Para citar este artículo: Llonch Molina, N. y Parisi Moreno, V. (2016). Contribuciones a la
didáctica de la Historia a través del método de análisis del objeto: como ejemplo... una “vasulla”.
Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la Historia, 111-124.
ISSNe: 2386-8864
DOI: 10.6018/pantarei/2016/7
Resumen
El propósito de este trabajo de investigación es demostrar la potencialidad de la didáctica
del objeto como herramienta para la mejora de la didáctica de la Historia. Seleccionada una fuente
primaria objetual cualquiera del pasado, se ha procedido a analizarla desde diferentes perspectivas
para determinar el grado de conocimiento que su análisis permite en referencia al espacio y tiempo
con que se relaciona la fuente. Asimismo, se pretende conocer si dicho análisis objetual posibilita
obtener conclusiones generales a partir de premisas particulares, fomentando de este modo el
método inductivo de aprendizaje. El presente trabajo pretende contribuir a mejorar la calidad de la
didáctica de la Historia en particular, así como de los procesos de enseñanza-aprendizaje de las
Ciencias Sociales, en general.
Palabras clave
Didáctica del objeto, Enseñanza-aprendizaje de la Historia, Fuentes Primarias, Investigación
Didáctica, Investigación en Ciencias Sociales.
Abstract
The purpose of this research is to demonstrate the potential of object didactics as a tool to
improve the teaching and learning of History. Once having selected any objectual primary source
from the past, we proceeded to analyse it from different perspectives in order to determine the
degree of knowledge that its analysis allows, regarding both the space and time to which the source
is related. Additionally, the research seeks to know whether that object analysis enables students to
draw general conclusions from particular premises, thereby promoting the inductive learning method.
1 Para contactar con esta autora: Nayra Llonch Molina. Universitat de Lleida. nayra.llonch@didesp.udl.cat.
2 Para contactar con esta autora: Verónica Parisi Moreno. Universitat de Lleida. veronica.parisi@didesp.udl.
cat.
Panta Rei (2016), 111 - 124
111
Contribuciones a la didáctica de la Historia a través del método de análisis del objeto: como ejemplo… una “vasulla”
This paper aims to contribute to improving the quality of History teaching and learning in particular,
as well as the teaching and learning of Social Sciences in general.
Keywords
Object-based learning, History Instruction, Primary Sources, Educational Research, Social
Sciences Research.
1. Introducción
1.1 Antecedentes
Tradicionalmente en nuestro país, sin ser una característica exclusiva de éste, la enseñanza
de la Historia en la escuela se ha basado en unos contenidos con una alta carga patriótica, cuya
función era la de reforzar el sentimiento identitario y nacionalista, y una carga cultural de refuerzo a
la autoestima como miembros de la nación y, en consecuencia, de tendencia etnocentrista (LópezFacal, 1995, 2003, 2008, 2010; Valls, 1991, 2007, 2012).
Es evidente que en la situación de globalización en que nos encontramos actualmente no es
posible mantener el método tradicional de enseñanza de la Historia. Enseñar un relato cerrado y
etnocentrista del pasado choca con la realidad polimórfica de nuestra sociedad. En consecuencia,
es necesario promover otros métodos de enseñanza-aprendizaje acordes con la sociedad actual
y, por tanto, más eficaces para la transmisión del conocimiento del pasado. Teniendo en cuenta
las exigencias sociales del momento presente, una nueva didáctica de la Historia debe promover
actitudes y aptitudes tales como interpretar los hechos, contrastar las fuentes, plantearse preguntas
pertinentes, elaborar hipótesis, detectar prejuicios, extrapolar situaciones y hacer deducciones,
entre muchas otras (Prats y Santacana, 2011a, 2011b, 2011c, 2011d). Para promover estas
actitudes existen métodos y estrategias muy diversas como, por ejemplo, la enseñanza mediante el
patrimonio, mediante el juego o mediante el objeto, siendo este último el método en el que se basa
la presente investigación.
1.2 Didáctica del objeto
Todos los objetos encierran un sinfín de significados y, por tanto, son portadores de
conocimiento, pero para descubrirlos es necesario saber interrogarlos. La didáctica del objeto tiene
como finalidad primera, precisamente, relacionar el objeto con los conocimientos que contiene, para
hacerlos comprensibles, fijarlos en la memoria y para servir de elementos de anclaje de aprendizaje
de nuevos conceptos (Durbin, Morris y Wilkinson, 1996; García, 1994; Santacana y Llonch, 2012).
Puesto que el objeto es algo concreto, dotado de materialidad y de características determinadas,
este se puede observar, describir, tocar, oler, descomponer, clasificar, contextualizar, dibujar, puede
sugerirnos cosas, puede ser comparado con otros objetos, etc. En definitiva, podemos iniciar un
proceso de análisis que nos lleva a fijarnos en los detalles del objeto y nos permite conocer cómo
es, su función y funcionamiento, a quién va destinado, su proceso de fabricación, las implicaciones
económicas en dicho proceso, en la adquisición de las materias primas que lo componen y en su
comercialización, etc. Para ello, el análisis debe ser sistemático y pasa por analizar el objeto desde
el punto de vista morfológico, funcional, técnico, económico, sociológico, estético e histórico-cultural
(Santacana y Llonch, 2012). Cada una de estas perspectivas de análisis responde a diversas
preguntas, como puede verse a continuación (Tabla 1):
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TIPO DE ANÁLISIS
INTERROGANTE
Morfológico
¿Cómo es? ¿Es simple o complejo? ¿Qué partes lo componen?
Funcional
¿Cómo funciona y para qué sirve? ¿A qué necesidad responde?
Técnico
¿Cómo se ha fabricado? ¿Qué técnicas de fabricación se han
aplicado? ¿Qué nivel tecnológico tiene la sociedad que lo ha fabricado?
Económico
¿Cuál es el coste de su fabricación?
Sociológico
¿A quién va destinado?
Estético
¿Qué cánones estéticos sigue (si los sigue)?
Histórico-cultural
¿Por qué razones históricas y en qué contexto surgió?
Tabla 1. Perspectivas de análisis a las que los objetos pueden ser sometidos.
Fuente: elaboración propia.
Según lo anterior, cabe pensar que dando respuesta a estos interrogantes podremos entender
por qué el objeto es como es, podremos relacionar las características del objeto con conceptos
más generales, seguramente podremos llegar a conclusiones sobre el contexto histórico, social y
cultural que lo vio nacer y en el que se utilizó, podremos detectar incluso cambios y continuidades
vinculados al objeto y, por tanto, también las necesidades que cubría en períodos determinados
del pasado, etc. Por todo ello, creemos que construir estrategias de enseñanza-aprendizaje
basadas en las premisas de la didáctica del objeto que, a su vez, tienen como punto de partida
la potencialidad del análisis de aspectos concretos vinculados a dicho objeto y su contexto puede
contribuir favorablemente a una didáctica de la Historia. En concreto, de una historia no basada en
relatos cerrados más o menos manidos por los historiadores o los redactores de libros de texto,
sino basada en las fuentes primarias del pasado (Prats y Santacana, 2011e) y, para el caso que nos
ocupa, en los objetos del pasado.
2. Marco teórico
Bajo estas premisas, la presente investigación se realiza, como ya hemos dicho, a partir de
fuentes primarias, es decir, aquellas que se produjeron de forma simultánea a los acontecimientos
sobre los que nos informan. Estas fuentes pueden ser de naturaleza muy diversa (Prats y Santacana,
2011e), por ejemplo, fuentes materiales (objetos de todo tipo, monumentos, caminos, edificios…),
fuentes escritas (periódicos, cartas, documentos legales…), fuentes iconográficas (ilustraciones,
grabados…) y orales (relatos). De acuerdo con los autores, los objetos son fundamentales para
el conocimiento acerca de una cultura (ya sea presente o pasada), puesto que en ellos se reflejan
las formas de vida de los grupos humanos a quienes pertenecieron, su grado de desarrollo, sus
actividades productivas, sus creencias, el contexto histórico en el que dicha cultura se sitúa, entre
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otros. En definitiva, las fuentes primarias son “la voz” de los hombres y mujeres del pasado. Y de
entre los distintos tipos de fuentes, los objetos suelen ser más propicios para el aprendizaje, ya que
son más atrayentes, puesto que, tal y como afirma Fontal (2012), todo ser humano sin excepción
se relaciona con objetos; desde pequeños nos gusta tocarlos, olerlos; establecemos relaciones
de posesión, etc., y, por tanto, aprendemos por experimentación a través de ellos. Por otro lado,
la tangibilidad consustancial a la naturaleza material de los objetos los hace aptos desde el punto
de vista didáctico desde edades muy tempranas, lo que no sucede con otras fuentes como las
textuales, por ejemplo.
De acuerdo con García (1994), el valor de la información que proporcionan los objetos radica
en que se trata de productos de la actividad humana; cada objeto es el resultado de una serie de
actos intencionados que se imprimen en él de forma involuntaria. Este carácter involuntario de la
información contenida en los objetos la hace a su vez una información objetiva y veraz. Por ello, el
grado de fiabilidad de los objetos suele ser superior al de otras fuentes, puesto que habitualmente
no fueron creados en calidad de testimonios del pasado para perpetuar una determinada memoria
(MacGregor, 2012), como puede ser el caso, por ejemplo, de algunos monumentos, de muchos
documentos escritos y de algunas fuentes gráficas. Así, a diferencia de, por ejemplo, un texto
escrito, la información proporcionada por un objeto no “suele estar mediatizada por la interpretación
o por la intencionalidad del autor” (García, 1994, p. 8). Como se ha dicho, los objetos deben ser
interrogados, pues en ellos mismos está el fiel relato de la historia humana. Por ejemplo, del uso que
se le daba a un objeto podemos deducir necesidades de esa época, o del proceso de fabricación
podemos determinar el grado de desarrollo de la sociedad que lo produjo. En resumen, los
objetos nos hablan de relaciones y necesidades del ser humano, de sus costumbres, tradiciones y
creencias, de momentos históricos y de sociedades pasadas y actuales, entre muchas otras cosas.
Por ejemplo, también señala esta autora que los objetos no hablan únicamente del grupo social que
los utiliza, sino que además nos referencian a otros grupos sociales, como pueden ser aquellos que
los diseñaron, comercializaron, desarrollaron, etc.
A nivel didáctico, “el uso de objetos fomenta la observación, la comparación, la deducción y
otras habilidades” (Prats y Santacana, 2011e, p. 13). Durbin, Morris y Wilkinson (1996) afirman que
el uso de fuentes objetuales contribuye a:
1. Aprender a valorar los objetos que nos rodean.
2. Aprender acerca de otros tiempos y culturas que comparan el presente con el pasado.
3. Acceder a información de acceso que no está escrita.
4. Estimular la motivación, el interés, la curiosidad, la creatividad, la investigación y el deseo
de saber.
5. Permitir el aprendizaje activo, que proporciona una experiencia sensorial que nos ayuda en
la construcción del pensamiento abstracto y a desarrollar la memoria.
6. Permitir una experiencia sensorial y táctil (pueden ser manejadas, medidas, observadas
según su color, olor, textura, temperatura, etc.) que permite la observación en tres dimensiones.
7. Proporcionar el desarrollo de habilidades del lenguaje, a través de ejercicios de descripción
que utilizan verbos, adjetivos, vocabulario diverso en cuanto a la forma (¿cómo es?), materiales
(¿de qué está hecho?) y función (¿para qué sirve?).
8. Promover el cuestionamiento y plantear hipótesis.
9. Estimular el debate y la expresión oral, contribuir al desarrollo de la comprensión histórica
y la adquisición de los conceptos históricos.
10. Desarrollar capacidades para la resolución de problemas.
11. Promover el desarrollo de determinados conceptos relacionados con el tiempo histórico: la
cronología, el cambio, la continuidad y el progreso.
12. Promover la imaginación y la empatía histórica.
Para Santacana y Llonch (2012), los argumentos de carácter didáctico a favor de enseñar con
los objetos son los siguientes:
1. Fijan la imagen del concepto: los objetos se pueden observar desde múltiples perspectivas
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y por ello permiten relacionar la imagen del objeto con el concepto que se quiere trabajar. Además,
el objeto actúa como un elemento de referencia, permitiendo que el alumno se exprese mejor.
2. Atraen la atención del alumnado, pues se sienten atraídos por la posibilidad de trabajar
mediante un soporte material. Más aún cuando este soporte no es fácilmente reconocible por los
alumnos y permite la introducción de cuestiones enigmáticas acerca del objeto.
3. Permiten trabajar el método hipotético-deductivo que permite ir de lo general a lo particular.
4. También permiten trabajar el método inductivo, llegar de lo particular a lo general mediante
inducciones.
5. El uso de objetos provoca situaciones empáticas y fomenta la imaginación.
6. Son inclusores de la mente, por tanto, son útiles para que los alumnos vinculen la nueva
información a la ya existente en su estructura cognitiva.
7. Activan la mente de tal manera que al recurrir a un objeto se activa una cadena de
conceptos relacionados al objeto, lo cual permite establecer una secuencia entre el objeto y el
sistema conceptual.
8. Son un soporte real, lo cual es muy importante en el contexto en que nos encontramos,
donde la virtualidad empieza a sobresalir por encima de la materialidad.
Finalmente, de acuerdo con Prats y Santacana (2011e), el alumnado debe aprender a ser
competente en la lectura de las fuentes, cosa que le permitirá descubrir la información que el objeto
lleva consigo y, para ello, debemos propiciar en los alumnos una mentalidad indagatoria y también
crítica.
3. Metodología
En primer lugar, se procedió a la elección de la fuente primaria del pasado que sería materia
de análisis. En este caso, la fuente escogida fue un artefacto originario de los pueblos del Pirineo
leridano denominado vasulla (Figuras 1 y 2). Los motivos por los que se seleccionó este objeto son
(1) que en el pasado fue un objeto cotidiano imprescindible en los hogares de dicha zona y, en tanto
que cotidiano, ayuda a ponernos en la piel del otro, en su día a día, (2) que actualmente es un objeto
en desuso y sobre él surgirán un sinfín de incógnitas, (3) que en la actualidad su uso y funciones
la realizan múltiples objetos y sistemas muy distintos, lo cual permite percibir el paso del tiempo a
través de los cambios, así como trazar una línea de tiempo.
Figura 1: Vista en perspectiva de la vasulla. Fuente: Autoras.
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Figura 2: Vista cenital de la vasulla. Fuente: Autoras.
En segundo lugar, se seleccionó la pauta para el análisis del objeto. La guía de análisis
escogida fue la elaborada por Santacana y Llonch (2012, p. 61) (Tabla 2). Los motivos de elección
de esta guía son, en primer lugar, que puede ser aplicada a todo tipo de objetos, ya que se trata de
un cuestionario genérico (si bien en algunos casos puede ser necesario realizar alguna adaptación
según la naturaleza del objeto que estemos analizando). En segundo lugar, esta guía es adaptable
según el nivel cognitivo de quien realiza el ejercicio, por lo que puede ser aplicada a todas las
edades.
Identificación del objeto
• Nombre del objeto.
• Lugar donde se fabricó, donde se halló o donde está hoy.
• Autor o marca de producción, si existiera.
• Número de identificación, si lo tuviera
• Referencia bibliográfica, web, filmografía, etcétera.
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Análisis morfológico
• Descripción de la forma del objeto, intentando geometrizarla.
• Dimensiones del objeto que se analiza.
• Partes o piezas que lo componen, si ello es posible.
• Materiales que intervienen en la composición del objeto.
• Superficies, colores, etcétera.
• Conservación o estado actual (¿está roto o entero?, ¿tiene desperfectos?).
• Dibujo, croquis, esquema compositivo o fotografía.
Análisis funcional
• Qué utilidades puede tener el objeto, si es que se conocen.
• Describir cómo funciona o para qué podía utilizarse.
• Dilucidar, si es posible, la función de cada componente o parte.
• Relacionar la forma con la función.
• ¿Su forma facilita su función?
• Si utiliza energía para funcionar, decir cuál.
• ¿Presentaba riesgos su uso o funcionamiento?
Análisis técnico
• Describir, si es posible, las técnicas con las que se pudo fabricar o producir.
• Describir el proceso de producción, si es fácil deducirlo; realizar hipótesis.
• ¿Qué herramientas se pudieron haber utilizado?
• Características de los materiales utilizados en cada una de las partes.
• Ventajas o inconvenientes de los materiales usados.
Análisis económico
• Se trata de una producción propia, doméstica o foránea (manufacturada, industrial, etcétera).
• Estudiar cuánto pudo costar su fabricación (grado de especialización de los autores, dificultades
técnicas, coste de los materiales, etcétera).
• Estudiar los costes de producción, es decir, los factores que implican importación de productos,
transportes especiales, protección de rutas, intermediarios existentes en este comercio, etcétera.
• ¿El objeto se podía producir con otros materiales a más bajos costes?
• ¿Quién o quiénes lo comercializaban, si fuera el caso?
Análisis sociológico
• Estudiar qué necesidades puede satisfacer el objeto.
• ¿A qué sectores puede ir dirigido?
• ¿Se trata de un elemento de uso general y masivo o de uso muy restringido?
• ¿Es un elemento muy común, accesible y barato para la mayoría?
• ¿Está específicamente pensado para alguno de los dos sexos o para algún tramo de edad?
Análisis estético o artístico
• Se trata de un objeto que guarda simetría o carece de ella.
• Propiedades de color, si fuera el caso.
• ¿La forma responde a la función?
• ¿Simple o complejo?
• ¿Responde a criterios estéticos actuales o no?
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Análisis histórico/cultural
• Cronología absoluta o relativa del objeto.
• En qué contexto surgió.
• ¿Fue o significó el objeto o este tipo de objetos un gran cambio con respecto a lo existente
anteriormente?
• ¿El objeto representa una continuidad de algo anteriormente existente? ¿De qué?
• ¿Se puede relacionar con alguien o con algún movimiento o periodo?
• ¿Cómo evolucionó el objeto posteriormente? ¿Existe hoy algo parecido?
Tabla 2. Pauta para el análisis del objeto propuesta por Santacana y Llonch (2012, p. 61).
El análisis se llevó a cabo dentro de la asignatura Didáctica de las Ciencias Sociales –
Historia General de Europa, que se imparte en tercer curso del Grado de Educación Primaria en
la Universidad de Lleida. El proceso tuvo una duración aproximada de un mes y se dividió en
tres fases. La fase inicial consistió en una observación superficial del objeto y el planteamiento de
las primeras cuestiones e hipótesis acerca del mismo. Posteriormente, en la fase de desarrollo,
se procedió a dar respuesta a los apartados contenidos en la pauta de análisis del objeto. Para
ello se recabó información procedente de diferentes fuentes primarias y secundarias (testimonios
orales, bibliografía, otros objetos materiales relacionados con el que se estaba analizando, etc.).
Para acabar, en la fase final del estudio se redactó el informe escrito que recogía todos los datos
extraídos, las hipótesis realizadas y las deducciones e inducciones a las que se llegó mediante el
análisis del objeto.
4. Resultados
La pieza concreta que se analizó fue fabricada en Escart, un municipio de la comarca del
Pallars Sobirà, en la provincia de Lleida. Escart está situado a más de 1.200 metros de altura,
tiene un clima mediterráneo de alta montaña y actualmente cuenta con 9 habitantes empadronados
(Institut Estadístic de Catalunya, 2016).
En la identificación del objeto vemos que son varios los autores que han dejado constancia
escrita sobre el mismo, desde el clásico Jacinto Verdaguer (1845-1902) en el poema El Canigó, un
hito de la literatura catalana del período de la Renaixença, hasta autores contemporáneos como
Pep Coll (1949). En estos textos vemos que no hay acuerdo sobre cuál es la forma original de la
palabra. Según el autor se pueden leer las formas vasulla, beçulla, baçulla, bassulla, vassull, vessull
o vasull, pero mayoritariamente se encuentra escrito en las dos primeras formas.
En el análisis morfológico del objeto ponemos de manifiesto sus dimensiones, analizamos
su estructura, las diferentes texturas que presenta, colores, material de fabricación, etc. Por un
extremo, la vasulla es cilíndrica y de tacto rugoso, mientras que el extremo opuesto resulta suave
al tacto y tiene forma de prisma rectangular. Está compuesta por tres piezas: lo que parece un
mango, lo que puede hacer las funciones de recipiente y un hilo que une el conjunto, manteniendo la
estructura y la forma. Suponemos que el material del cual están fabricadas todas las piezas es algún
tipo de árbol, pues el color del objeto es el color natural de la madera, por tanto, probablemente
tampoco se haya hecho ningún tipo de tratamiento a la materia prima.
El análisis funcional descubre los principios sobre el funcionamiento del objeto, relacionando
estructura y función. Por ejemplo, el recipiente podría servir para contener substancias líquidas ya
que es impermeable, en ese caso, las funciones del mango podrían ser proporcionar comodidad
al transportar el líquido y evitar quemaduras si se usaba la vasulla como recipiente para calentarlo.
Puede ser por estos motivos que la rama que forma el mango no esté trabajada, así, al ser cilíndrica,
es ergonómica y se adapta mejor a la forma de la mano. Por otra parte, vemos que se trata de un
artefacto que no necesita ningún tipo de energía para funcionar.
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Figura 3: Los Menominee, en Wisconsin, son una tribu que aún existe, aunque actualmente la forman pocos
individuos. Eran expertos fabricantes de canoas hechas de corteza de abedul. Fuente: Revista National
Geographic, noviembre de 1937.
El análisis técnico permite conocer y explicar cómo ha sido fabricado el objeto. Como sabemos,
la vasulla que analizamos tiene su origen en una zona de alta montaña, donde generalmente el
árbol más extendido es el abedul, ya que aquí halla condiciones óptimas para su crecimiento y
expansión. El abedul es un material maleable y contiene una substancia llamada betulina que
lo hace impermeable y lo conserva del paso del tiempo, cualidades que lo hacen idóneo para la
fabricación de recipientes de todo tipo. Dentro de las ventajas del uso de este material, encontramos
que el abedul crece con rapidez y en condiciones adversas de suelo y temperatura, como es el caso
del Pallars Sobirà, donde el suelo es árido y las temperaturas a menudo llegan a extremos bajos.
También encontramos que la madera de abedul es flexible; puede ser curvada o doblada por medio
de calor, humedad o simplemente ejerciendo presión sobre ella. Otra ventaja es que el abedul, al
tener dos cortezas, no muere cuando se le extrae la corteza exterior, además, esta corteza, a pesar
de ser flexible, es muy fuerte y resistente. Por todo lo anterior, el uso del abedul para la fabricación
de vasullas podría suponer una ventaja en cuanto al aprovechamiento de los recursos naturales del
entorno.
Este apunte nos lleva a investigar si existen otros utensilios realizados a partir de la misma
materia prima, lo cual nos lleva a descubrir que efectivamente hay otros lugares del mundo donde se
realizan utensilios diversos con el mismo material. Por ejemplo, en Canadá se fabrican recipientes,
de formas y tamaños variados, con o sin tapa, etc. Asimismo, localizamos en el norte de América
una antigua tribu (Figura 3) conocida por haber sido sus miembros expertos fabricantes de canoas
hechas de corteza de abedul, igual que el recipiente que forma la vasulla. Es más, descubrimos que
en la región rusa de Novgorod se han encontrado rollos con inscripciones que datan de entre los
siglos XI y XV, hechos también con corteza de abedul (Figura 4) y entre los cuales son especialmente
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remarcables unos que contienen inscripciones y dibujos realizados según los expertos por un niño
de 6-7 años de edad llamado Onfim y que vivió en el siglo XIII (Figura 5). Estos documentos se
han conservado hasta nuestros días gracias a que la corteza de abedul es una materia altamente
resistente al paso del tiempo y la humedad.
Figura 4: Carta de Zhiznomir a Micula, siglo XV. Fuente: Wikimedia Commons.
Figura 5: Dibujo de Onfim en corteza de abedul. Fuente: Attius, 2003.
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Figura 6: Vasullas en venta en el Ecomuseo de Esterri d’Àneu. Fuente: Autoras.
Mediante el análisis económico del objeto llegamos al concepto de desarrollo local. Al ser la
materia prima el abedul que encontraban en el entorno, su coste de fabricación era cero. Así pues,
no daba lugar a la comercialización del producto. En cambio, vemos que con la llegada del agua
corriente a los hogares de la zona (durante la década de 1970), las vasullas dejaron de usarse como
utensilio doméstico y empezaron a venderse como elemento decorativo, convirtiéndose de este
modo en un elemento típico de la artesanía de la zona (Figura 6).
El análisis sociológico implica descubrir las necesidades que satisfacía la vasulla. Su
fabricación y uso significaba un aprovechamiento de los recursos naturales del entorno para
producir herramientas de consumo propio a coste muy reducido, es decir, responde a un contexto
de economía de subsistencia. Así pues, la vasulla era un utensilio común, accesible, gratis y fácil
de elaborar, en consecuencia, su uso era masivo y era un objeto muy utilizado. Otra característica
de la economía de subsistencia de la zona era la explotación ganadera a nivel familiar. En este
sentido, en todos los hogares había al menos un hombre que cuando conducía el ganado al pasto,
para no tener que cargar tanto peso, llevaba consigo una vasulla en lugar de una cacerola. Por
otro lado, vemos que la fabricación de vasullas era un entretenimiento para estos pastores en las
largas jornadas de pasto. Sin embargo, aunque la fabricación fuese a cargo de los hombres, eran
las mujeres quienes más utilizaban este utensilio, ya que eran ellas las que daban de beber a los
animales, las que cocinaban e incluso las encargadas de ir a buscar provisiones de agua a la parte
más alta del pueblo, para lo cual colocaban una vasulla dentro de cada cubo una vez lleno de agua
limpia y, de este modo, la vasulla impedía que con el vaivén de bajada el agua se saliera de los
cubos.
El punto siguiente, el del análisis estético, parte del estudio de la forma del objeto. Estamos
frente a un objeto asimétrico, claramente manufacturado y de producción artesanal. No presenta
decoraciones y, teniendo en cuenta su uso original como utensilio de cocina, las características
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de la vasulla no corresponden con los criterios estéticos actuales, ya que el menaje de cocina de
hoy en día se fabrica principalmente de vidrio, cerámica, aluminio anodizado, acero inoxidable,
teflón, esteatita, etc. A simple vista, parece que el objeto no ha recibido ningún tipo de tratamiento
antes o después de su fabricación (barnices, aceites, etc.), su complejidad es mínima y no supone
complemento alguno, sino que representa una prolongación del gesto humano de beber agua de la
palma de la mano.
Finalmente, el análisis histórico del objeto permite contextualizarlo en un espacio y tiempo
determinados, de características particulares. Aunque la cronología de la vasulla es relativa,
pues se ha fabricado para uso doméstico desde tiempos inmemoriales, puede enmarcarse en el
momento previo a la llegada de agua corriente a los hogares del Pirineo leridano, por ejemplo, en
el período que va desde la Guerra Civil hasta la ratificación de la Constitución española, pasando
por la posguerra y la dictadura. La vasulla muestra un ejemplo de cómo el conocimiento del medio
y de sus recursos permite utilizarlos para dar respuesta a las necesidades de las personas en un
momento histórico y un ámbito geográfico concretos. La vasulla surgió en un contexto de montaña,
de escasos recursos económicos, pero muchos recursos naturales renovables, donde los hogares
no tenían agua corriente, ni luz eléctrica, ni aseo; incluso los animales tenían una tarea dentro del
funcionamiento de la vida cotidiana (por ejemplo, los gatos se encargaban de eliminar las ratas). No
había conciencia medioambiental, pero se practicaban el reciclaje y la reutilización a gran escala,
pues incluso lo que ya no se podía reutilizar podía ser útil para alimentar el fuego del hogar.
5. Conclusiones
En primer lugar, a lo largo del análisis se establecieron un gran número de conexiones entre
el objeto y múltiples y variados conceptos. El análisis pautado de un objeto cualquiera nos informa
en profundidad de un lugar y época con un determinado paisaje, tipo de clima, organización social,
forma de consumo, sistema económico, incluso régimen político, etc. Así pues, no cabe duda del
valor didáctico de los objetos a fin de construir imágenes, situaciones y contextos del pasado.
En segundo lugar, el análisis permitió extraer conclusiones generales a partir de casos
particulares, del elemento concreto (el objeto) a lo abstracto (ideas, conceptos, procesos, formas
de vida).
En tercer lugar, se encontraron relaciones entre el objeto analizado y otros objetos desarrollados
por otras culturas. De este modo, la didáctica del objeto permite trasladarnos de lo local a lo global.
El análisis también fue la vía para descubrir que las culturas, aunque habiten en partes opuestas del
planeta, pueden tener las mismas necesidades y/o desarrollar soluciones similares a sus problemas,
así como establecer diferentes maneras de aprovechar los mismos recursos con fines diferentes.
Consideramos además que es imprescindible que el análisis sea sistemático y se resuelvan
todos los apartados, pues algunas perspectivas del análisis dependen directamente de otra u otras
anteriores (como es el caso del análisis estético, que parte del análisis de la forma). De no seguir
un proceso pautado de análisis, la cantidad de conocimiento e inducciones que podemos llegar a
inferir no sería la misma.
Además de los conocimientos históricos y sociales adquiridos con el análisis del objeto, hemos
comprobado que la didáctica del objeto potencia la capacidad de observación y descripción, activa
el pensamiento, obliga a relacionar conocimientos, favorece la interpretación crítica, entre muchos
otros procesos mentales. En definitiva, se trata de un proceso de enseñanza-aprendizaje que, por
una parte, es activo ya que requiere de una participación integral y, por otra parte, es metacognitivo,
pues el conocimiento adquirido es resultado del propio análisis elaborado. En este sentido, cabe
mencionar también que el método de análisis del objeto conduce al descubrimiento, siendo este un
proceso que puede darse a cualquier edad, ya que responde a la necesidad humana de aprender
y entender.
Finalmente, y a la luz de los resultados de la investigación y conclusiones, podemos afirmar
en este trabajo de investigación que la didáctica del objeto contribuye favorablemente a la mejora de
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la didáctica de la Historia, en tanto que facilita la comprensión de los hechos del pasado, así como
promueve el ejercicio de los procesos de análisis e investigación propios de la disciplina histórica.
6. Reflexiones finales
La didáctica del objeto no forma parte de las actividades que se desarrollan en los centros
educativos de nuestro país. Sin embargo, es importante rehacer el relato histórico a partir de las
fuentes primarias del pasado, pues es el modo de salvaguardar la historia de influencias políticas
y religiosas y desvincularla de nacionalismos y etnocentrismos. Los resultados positivos de la
investigación avalan que es posible repensar la forma en que se transmite el conocimiento histórico
y actuar en consecuencia.
Por otra parte, la didáctica del objeto resulta un método de enseñanza-aprendizaje inclusivo
y motivador que responde a las necesidades e intereses del alumnado. No olvidemos que el objeto
a analizar puede ser de tipología muy diversa y conviene, para aumentar su efecto didáctico, que el
alumnado tenga su protagonismo a la hora de elegirlo.
Finalmente, este modelo de enseñanza-aprendizaje permite desarrollar diversas competencias
tanto de obtención de conocimiento histórico como procedimentales, es decir, sirve tanto para el
aprendizaje de la historia como para la adquisición de metodologías de enseñanza-aprendizaje de
las ciencias sociales en general. En consecuencia, debería ser aplicado en las etapas de educación
obligatoria, pero sobre todo es necesario que desde las facultades de educación se fomenten y
pongan en práctica estos métodos en la formación inicial de maestros, pues al experimentar los
futuros maestros y maestras esta forma de aprender la historia en primera persona se está aportando
un modelo metodológico a seguir para cuando estos ejerzan su tarea profesional en las aulas.
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How are digital methods changing research in the study
of the classical world? An EpiDoc case study1
¿Cómo los métodos digitales están cambiando la investigación del
mundo clásico? El caso del EpiDoc
Katherine Steiner2
Bodleian Libraries, University of Oxford
Simon Mahony3
University College London
Recibido: 14/05/2016
Aceptado: 24/07/2016
Para citar este artículo: Steiner, K. y Mahony, S. (2016). How are digital methods changing
research in the study of the classical world? Ap EpiDoc case study. Panta Rei. Revista Digital de
Ciencia y Didáctica de la Historia, 125-148.
ISSNe: 2386-8864
DOI: 10.6018/pantarei/2016/8
Resumen
Los Estudios Clásicos como disciplina siempre se han beneficiado del uso de la tecnología
digital en la investigación, con proyectos que datan desde los años 70 e incluso de fechas
anteriores. Este artículo examina la integración de los Estudios Clásicos y las nuevas tecnologías
de la información y presenta un caso práctico en torno a EpiDoc, una lengua de marcado uso en
epigrafía. Hay constancia de la influencia positiva de la introducción de EpiDoc: no solo cuenta con
varios proyectos colaborativos en la actualidad sino que la naturaleza de su tecnología fomenta la
investigación en abierto. Las inscripciones del proyecto de Aphrodisias son una muestra significativa
del potencial de las publicaciones electrónicas basadas en este lenguaje. Aunque el efecto de
EpiDoc en la propia investigación permanece todavía inconcluso, al contar con escasos ejemplos
claros, hay una clara evidencia de las posibilidades de futuro que posee. La difusión de estas
conclusiones a la amplia comunidad de humanidades digitales clásicas muestra una tendencia
hacia la colaboración en publicaciones y proyectos recientes, así como una aceptación gradual de
publicaciones electrónicas.
Palabras clave
Bibliotecas digitales, Proyecto colaborativo, Publicación electrónica, Fuentes Clásicas,
Humanidades.
1 This article was originally written as part of a dissertation submitted in partial fulfilment of the requirements
for the Master’s degree in Information Science, University College London (UCL) in the academic session
2015.
2 Para contactar con esta autora: Katherine Steiner. Bodleian Libraries, Oxford. katherine.steiner1@gmail.
com.
3 Para contactar con este autor: Simon Mahony. University College London. s.mahony@ucl.ac.uk.
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How are digital methods changing research in the study of the classical world? An EpiDoc case study
Abstract
Classics as a discipline has always taken advantage of digital methods in research, with
projects dating back to the 1970s and earlier. This article examines the integration of classics and
computing, and presents a case study of EpiDoc, a markup language used in epigraphy. Positive
evidence can be found for EpiDoc’s influence on collaboration, with several current collaborative
projects, and the nature of the technology encouraging open, reusable scholarship. The Inscriptions
of Aphrodisias project illustrates much of the potential of electronic publishing. EpiDoc’s effect on
research questions themselves remains inconclusive, although definite possibilities for the future
are apparent. Opening up these conclusions to the wider digital classics community shows a trend
towards collaboration in recent publications and projects, as well as a gradual uptake of electronic
publication.
Keywords
Electronic Libraries, Cooperation, Electronic Publishing, Classical Literature, Humanities.
1. Introduction
Classics as a discipline has always been one of the foremost adopters of computing technologies
to support research. Roberto Busa’s work with IBM on an index verborum of Thomas Aquinas, the
Index Thomisticus, began in the 1940s and is arguably the first example of a ‘digital humanities
project’, in Latin if not of an ancient writer. In the 1960s, David Packard created a concordance of
Livy. In 1969, the American Philological Association appointed Stephen Waite as Supervisor of the
APA Repository of Classical Texts in Machine-Readable Form which at the time contained works by
approximately 22 classical authors (Brunner, 1993). This was followed by the Thesaurus Linguae
Graecae (TLG)4 in the 1970s, which is still a hugely important resource for classicists today, with
over 10,000 works by 4,000 authors (“TLG – About”, n.d.). Since then, digital projects in classics and
the humanities more generally have expanded, building on advances in personal computing in the
1980s and the introduction of the World Wide Web in the 1990s. Today, digital methods are employed
in every area of classics and much of the resulting research is being published electronically.
With technology continually improving, and a proliferation of new projects, it is necessary to
inquire into the effect these digital methods are having on research. Research is limited by what is
possible for researchers and the resources available to them. A glance at the history of computing
shows that in the last 75 years these possibilities have changed dramatically. Electronic communication
allows collaboration between geographically distant researchers, and the establishment of online
communities like the Digital Classicist5 (since 2004) affords better communication and interaction
online, including virtually ‘attending’ seminars from anywhere on the globe. There is also the
opportunity for active remote participation, such as at monthly Wiki Sprints, where contributors from
all over the world use shared documents, internet chat and Skype to collaboratively update the
Digital Classicist Wiki (Foka, 2014). Online digital libraries such as the TLG and the Perseus Digital
Library mean that students can search corpora of texts larger than they could read in a lifetime.
Collaborations between classics and computer science departments have led to extraordinary
research in ancient history and beyond, which would have been impossible without the use of current
technology (Bevan, 2013; Gaffney, Murgatroyd, Craenen & Theodoropoulos, 2013). In epigraphy,
philology and classical literature, researchers are pushing the boundaries of electronic publication,
not just online journal articles and eBooks but interactive, searchable critical editions or databases
of inscriptions, openly available for use and re-use in further research (Bodard, 2008, Monella, 2008,
Toufexis, 2010, Bodard & Garcés, 2009).
Digital projects are changing research in classics: they are affecting researchers’ material,
4 The TLG homepage http://stephanus.tlg.uci.edu
5 The Digital Classicist homepage http://www.digitalclassicist.org
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methods and content, and hence the questions that they are able to ask. This changing landscape
has led to several retrospective and forward-looking studies of digital classics in recent years,
including those by Terras (2010), Crane (2004), Babeu (2011), Bodard (2008, 2009), & Cayless
(Cayless, Roueché, Elliott & Bodard, 2009) among others. Although they have different focuses, they
highlight interoperability, infrastructure, collaboration and interdisciplinarity. Technology allows digital
projects to change research, but there is a risk that it may create deeper divides between projects
which duplicate work owing to a lack of common tools, standards, and infrastructure.
Classics is already a discipline covering an extensive variety of subjects: ancient history and
geography, archaeology, history of art and architecture, literature, linguistics, papyrology, epigraphy,
numismatics, and anthropology are just a selection. Digital methods offer the opportunity for
researchers in different areas within classics to create collaborative, inter- and multi-disciplinary
content. But the imperfect nature of technological development also means that these projects may
often be created in their own silos of custom-made tools, leaving it to traditional-style journal articles
and monographs to describe their results.
This article cannot offer a comprehensive history or assessment of digital classics projects,
past and present. Instead, its purpose is to examine the ways in which digital methods are affecting
research in classics, and the implications of this for future research. Improving researchers’
awareness of how they work will hopefully allow them to learn from and build on previous efforts and
mistakes, and present their results in ways most useful to other scholars, and most likely to survive
for posterity. There are as many ways to do digital classics as there are to do traditional classics,
but while manuscripts, papyri and print books can survive for hundreds or even thousands of years,
electronic output is often fragile and ephemeral. We have no clear understanding about the longevity
of digital artefacts. By openly examining the ways in which digital projects are changing research,
researchers should be better-informed when considering how to tackle a new project in the best way.
The methodology of this study is qualitative, consisting of a literature review and case study.
The literature review will cover historical accounts of digital projects within the field of classics and
consider views on how digital projects are changing research methods. There will then be a section
describing some of the current major digital projects in classics, highlighting some of the main
methods of research and largest digital resources. This will suggest trends over time which will help
to indicate the main ways in which research is changing.
The case study will consider how the use of EpiDoc aids research in epigraphy. EpiDoc6 is a
set of XML standards for the markup of epigraphical inscriptions and their metadata. It forms part of
a larger set of standards, the Text Encoding Initiative (TEI),7 which covers the markup of texts more
generally, and which is widely but not exclusively used in the digital humanities. There are several
current classics projects employing EpiDoc, which was started in 2000 by Tom Elliot, Hugh Cayless
and Amy Hawkins, most notably the Inscriptions of Aphrodisias (InsAph) at King’s College London,8
which aims to publish electronically several thousand inscriptions from the ancient Greek city of
Aphrodisias situated in the Carian region of Anatolia (now the south-west of modern day Turkey).
EpiDoc is an appropriate case study because it has now been part of the digital classics arsenal
for more than 15 years; InsAph, its major pilot project, has reached substantial fruition as several
electronic publications, and it is being taken up by a number of new epigraphy and papyrology
projects including Inscriptions of Roman Tripolitania (IRT),9 Vindolanda Tablets Online,10 and the
Papyrological Editor at Papyri.info.11 However, other methods of encoding and publishing exist in
epigraphy which present alternatives to the way EpiDoc is used. The case study will be used to test
6 EpiDoc Sourceforge page http://epidoc.sourceforge.net
7 The TEI homepage http://www.tei-c.org
8 Inscriptions of Aphrodisias homepage http://insaph.kcl.ac.uk
9 Inscriptions of Roman Tripolitania homepage http://inslib.kcl.ac.uk/irt2009
10 Vindolanda Tablets Online homepage http://vindolanda.csad.ox.ac.uk
11 Papyri.info homepage http://papyri.info
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How are digital methods changing research in the study of the classical world? An EpiDoc case study
hypotheses of how research methods are changing, covering collaboration, electronic publishing,
and the changing scope and content of research questions. The conclusions from the EpiDoc case
study will then be widened to the Digital Classics discipline more broadly, to see how far they may be
applicable, and what further evidence is available for or against them in the larger discipline.
2. Background to Digital Projects in Classics
2.1 History
One of the most detailed accounts of the early history of computing in classics is Brunner
(1993), which covers the subject through the lens of developments in the American Philological
Association from the 1960s to 1990. These include: the creation of their Repository of Classical Texts
in Machine-Readable Form in 1969, made available on magnetic tape, the creation of the Thesaurus
Linguae Graecae in the 1970s, and the growth in the 1980s of personal computing and the internet
(although not the World Wide Web), allowing for communication via mailing lists. Brunner notes that
in the early days, when digital projects were mostly confined to concordances of texts, most scholars
regarded the computer as a time-saving device rather than a medium on which to work:
some time would pass before most humanists were able to accept the idea that the
computer could provide direct access to literature, and that there was no longer any need
to artificially and forcibly rearrange text in order to study and understand it.
(Brunner, 1993, p. 29)
Edmunds (1995/6) is a useful snapshot of the history of computing and classics. Written as
a review of three databases/software applications, Edmunds identifies distinct phases of scholars’
use of computers in their work. The first is the predominant use of computers in the 1960s and early
1970s for creating concordances and similar databases of classical texts, also identified by Brunner
(1993). However, this use of computers soon changed as scholars moved from printing out the
results of computer programs to working on the computer itself: “The machine was to become the
site of reading and studying the machine-readable database and also the site of scholarly writing”
(Edmunds, 1995/6, p. 319).
Edmunds’ second phase is the rise of the personal computer, word-processing, and all the
associated problems with the electronic display of Greek text at that time. Edmunds also discusses
a changing way of keeping abreast of new research, with electronic aggregators like TOCS-IN:
Tables of Contents of Interest to Classicists, the Database of Classical Bibliography, and L’Année
Philologique. He refers to the possibility of presenting evidence differently in electronic form, creating
alternative displays of epigraphical inscriptions or of texts written on scrolls. His third phase comes
with the combination of hypertext and communication by computer (he was originally writing before
the World Wide Web, as he notes in a postscript added in 1995). The possibilities of communication
by email would, he argues, hugely aid the creation of collaborative works and of experts in different
areas working together, but he worries about the issues of author credit and creating a consistent
tone in the finished work.
Hardwick (2000) provides a balanced view of the effects of computers on academia and
classics specifically, arguing for its impact on publishing and communicating research but also the
possibility that new technology may change the nature of research itself. Hardwick suggests that in
order for digital classics to flourish:
The “traditional” workplace model in which technical staff provide services to
support academics is increasingly seen to be outdated and is being replaced by a more
co-operative ethos in which, for example, the importance of joint technical and academic
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input on questions of design, user-friendliness and quality assurance is recognised.
(Hardwick, 2000, p. 293)
The increase in communication and collaboration, which the quote above illustrates, is
particularly interesting in classics as it can apply both to scholars within different specialisms (for
example epigraphers and archaeologists) but equally to classicists with technical staff and computer
scientists. This is also emphasized in Terras (2010). Terras believes that good communication skills
between such disparate disciplines are crucial to the success of digital classics projects, as the
nature of technical work in academia is still complicated, even as new researchers and students gain
technical knowledge and expertise of their own.
Ruhleder’s study (1995) is important as one of only a few empirical inquiries into the changing
research methods in classics, and draws on a case study of the Thesaurus Linguae Graecae (TLG),
written just before the introduction of the game-changing World Wide Web. At that point the TLG was
only accessible via a personal CD-ROM or an institutional copy often hosted on an intranet. After
conducting 60 interviews with scholars, Ruhleder had a wealth of concrete evidence from which to
draw excellent conclusions. Like Edmunds, she argues that “The gains in breadth and search scope
alone are staggering when one compares the TLG to traditional tools,” (p. 45) which has led to
interesting results, for instance:
The graduate student writing on the word “disciple,” […] used the TLG in order to
challenge the work of a senior scholar’s book published forty years earlier and developed
with more traditional materials.
(Ruhleder, 1995, p. 49)
The use of searchable texts such as those within the TLG was therefore having an equalizing
effect on the discipline, allowing less experienced scholars and students to engage with and even
challenge more senior work.
Ruhleder also discusses the way that digital projects can affect the subject of scholars’ research
at a more basic level:
Novel forms of data encoding change the kinds of information that are available;
novel mechanisms for data manipulation change the kinds of questions that are raised.
The integration of these technologies into the work process can profoundly influence
work practices and organizational alliance.
(Ruhleder, 1995, p. 39)
The TLG allows scholars to search through huge corpora of texts. For example, one of
Ruhleder’s interviewees describes how before the TLG “You can only play out a certain number
of your hunches, so you go with the best ones.” (pp. 43-44) because consulting concordances and
indexes, which are themselves subjective (and where the texts have been the subject of editorial
interpretation), is so time-consuming. Searching an electronic database is far quicker, allowing more
research questions to be considered; it also allows for the unexpected and often serendipitous
search results.
However, as is often mentioned regarding the TLG, Ruhleder found classicists were frustrated
by the lack of commentary and apparatus criticus, as only the texts themselves were included (p.
46). In order to assess the certainty of a particular reading, scholars must consult the print versions
for the commentary, and so the TLG is not capable, therefore, of replacing the need for scholarly
editions of these texts. Nowadays, although it still does not include apparatus criticus or commentary,
the TLG provides links to translations of texts in the Perseus Digital Library (PDL),12 and provides
12 Perseus Digital Library homepage http://www.perseus.tufts.edu/hopper
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How are digital methods changing research in the study of the classical world? An EpiDoc case study
morphological analysis from lexica with some on the TLG website and others in the PDL.
Crane (2004) is an article intended to follow on from Brunner (1993). Like Brunner, Crane also
identified an early trend for producing particular concordances of works, where “standard machines
were used to produce particular projects” (par. 5), but he adds three more stages of digital projects
over time. Crane’s second phase is that of large centralised projects, beginning in the 1970s,
aiming to create infrastructure: the TLG, Bryn Mawr Classical Review13, and the Duke Databank
of Documentary Papyri14. This difference from Brunner may be due to Crane’s ongoing activism
and considerable output on the subject of digital infrastructure for classics, and the fact that he was
writing more recently than Brunner. Using computers for administrative tasks and word-processing
has become so ubiquitous that it may not have seemed such a crucial stage in the history of digital
classics at the time Crane was writing.
Crane’s third phase agrees with Brunner’s: the growth in the 1980s of personal computers
allowing scholars to access much more of the available electronic resources from their offices.
Crane adds a fourth phase: in the 1990s, the web, with its crucial impact on communication and the
dissemination of ideas. Crane also refers to the various hardware, software and conceptual stumbling
blocks of the past: computers which could display ancient Greek diacritics, bespoke hardware losing
popularity in favour of open source software installed on standard personal computers, storage space
restrictions receding, among others. In addition to these particular stages of development, Crane
argues that classics, as a discipline, has neither the unique problems nor the budget to demand
bespoke solutions, but instead classicists “must insinuate themselves within larger groups, making
allies of other disciplines and sharing infrastructure” (par. 3). Many current projects in digital classics
have taken this route, using methods, tools and standards from other humanities disciplines, and
academia and computer science as a whole, for example Linked Open Data, wikis, crowdsourcing.
From these historical surveys, written over a period of several decades, some broad brushstrokes begin to emerge. Technology has been valuable for communication between scholars
and dissemination of their research to each other and the wider world. Even in the early days of
computing, technology was being used to change not only the methods of research, but the possible
research questions scholars were able to choose to pursue, and the scope of their thinking. Arguably,
computing is the latest in a historical and teleological progression of technologies from the introduction
of writing via the codex and movable type printing to have had such an effect. The possibilities for
electronic publication are expanding all the time, and collaboration between classicists, technicians,
and computer scientists are necessary to build infrastructure for successful future projects.
2.2 Overviews
While it would be impossible to cover all of the diverse subdisciplines of classics in detail,
various reports and collections have proved invaluable in giving a sense of the current landscape;
in addition to Babeu’s comprehensive report for the Council on Library and Information Resources
(2011), there is Dunn and Mahony’s The Digital Classicist 2013, as well as Bodard and Mahony’s
2010 edited collection Digital Research in the study of Classical Antiquity, and their special issue of
the Digital Medievalist, ‘Though much is taken, much abides’: Recovering antiquity through innovative
digital methodologies (Bodard & Mahony, 2008). An important addition and update to these works is
the newly published Bodard and Romanello (2016) edited volume, Digital Classics Outside the EchoChamber: Teaching, Knowledge Exchange & Public Engagement which seeks to engage audiences
beyond that of the more usual classics and digital humanities scholars and practitioners. It should
also be noted that, unlike many edited volumes, all those listed here have been subject to a rigorous
and multiple peer review process to ensure the quality and validity of their scholarly contribution to
research in this diverse area. In addition, EAGLE, the Europeana network of Ancient Greek and
13 Bryn Mawr Classical Review http://bmcr.brynmawr.edu
14 The Duke Databank of Documentary Papyri (DDbDP) http://papyri.info/docs/ddbdp
130
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Latin Epigraphy,15 hold regular international events and conferences, which have given rise to highquality proceedings such as Orlandi et al. (2014) and Felle and Rocco (2016), providing information
on the many innovative projects combining epigraphy and digital technologies. In terms of online
resources, the Digital Classicist Wiki16 and the Stoa Consortium17 provide up to date information on
current projects and publications by digital classicists worldwide. There are seminar series on Digital
Humanities and Digital Classics currently being run in London, Göttingen, Berlin, and New England,
and abstracts, slides and video are collected on the Digital Classicist site.18 The 2015 Ancient History
seminar series in Oxford was on Digital Classics, providing talks from seven prestigious researchers
whose projects span prosopography, epigraphy, numismatics and digital geography.19
Babeu (2011) is a crucial piece of literature as it is a comprehensive and hugely informative
overview of digital classics covering every specialism in classics and associated relevant techniques
or methods in the digital humanities. Babeu identifies many themes already mentioned in the
historical articles, including the growth of collaboration and interdisciplinarity, the changing notion of
publishing a text, and the need to build infrastructure for digital projects of all kinds to work together.
This question of infrastructure is addressed more thoroughly in Crane and Terras (2009), a
special edition of the Digital Humanities Quarterly entitled Changing the center of gravity: transforming
classical studies through cyberinfrastructure. A common thread running through this special issue is
that opportunities afforded to us by technology are not being taken up as fast as they are arriving:
“Much as we may have achieved, we are still as a field in the incunabular phase of development,
more focused upon the problems of the past than the opportunities of the present.” (Crane, Seales
& Terras, 2009, p. 21). For example, digital publication allows much more than print in the way of
hyperlinks, disambiguation of people and places, text recognition in Latin and Greek, integrated
and interactive images and maps (Crane et al., 2009), but for most classicists “the format of our
publications is essentially the same as that which Gibbon used in the 18th century” (Crane et al., 2009,
p. 24). Just like Ruhleder’s interviewee, Crane et al., (2009) point out that improving technologies
such as searches and hyperlinked text “all reduce the time between when we pose a question and
when we receive an answer. It would be hard to overstate the degree to which cost-benefit decisions,
often unconscious, shape the directions that we take in our intellectual lives” (p. 59). This supports
the claim that research topics are partially shaped by the possibilities of technology, and that current
technology affords researchers more options than in previous decades.
As an example, the conclusion to the collection (Blackwell & Crane, 2009) describes how
electronic dictionaries and translation tools are enabling scholars and students to interact with texts
in languages they cannot easily read (in this case Arabic), using electronic dictionary resources. This
is confirmation of Ruhleder’s findings that access to resources like the TLG levels the playing field.
In addition, her and others’ criticisms of the TLG’s lack of apparatus criticus, commentary, scholia
and so on, are being taken up as the rallying cry of those designing ideal electronic digital editions
(Bodard & Garcés, 2009, Monella, 2008 and Toufexis, 2010 among others).
3. Current areas of research in Digital Classics
As the previous section has already covered much of the essential earlier history of computing
and classics, this section will focus on more recent developments and can only mention a small
number of current initiatives; for a comprehensive and in-depth discussion, see Babeu (2011) and
the Digital Classicist Wiki for updated information. The division of classics into subdisciplines in this
section is only a rough guide to areas of digital development; most of the projects mentioned span
15
16
17
18
19
EAGLE homepage http://www.eagle-network.eu
The Digital Classicist Wiki homepage https://wiki.digitalclassicist.org
The Stoa Consortium homepage http://www.stoa.org
The Digital Classicist: Seminars http://www.digitalclassicist.org/wip
Oxford Ancient History Seminar, Spring Term 2015 http://users.ox.ac.uk/~corp1223/DigitalClassics.htm
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How are digital methods changing research in the study of the classical world? An EpiDoc case study
several areas of classics and some are collaborations with other academic departments such as
computer science.
In archaeology, Silchester Roman Town Life20 is one of the most prominent digital projects
which have incorporated digital technology into mapping and reconstructing digs, and creating
databases of finds to make available online, sharing them with the rest of the community. It has
updated the existing Integrated Archaeological Database (IADB) from a MS Access database to a
web application using MySQL and PHP, recording images and details of the archaeological records
as well as plans of the dig. The project also experimented with digital methods of recording on site,
with digital pens and optical character recognition (OCR) in an attempt to minimise the effort of
digitising and uploading the information at a later stage of the process. The results of this project have
included vital feedback on the various tools trialled, and several high quality electronic publications
using the IADB information, including one on the Victorian Excavations of 1893 (Clarke, Fulford,
Rains, & Shaffrey, 2001). Fulford, O’Riordan, Clarke, and Rains (2010) is an overview of the project’s
history and findings.
Ancient geography and mapping has been a very fruitful area for digital projects. The bestknown is Pleiades,21 which began as an online edition of the Barrington Atlas of the Greek and
Roman World (Talbert, 2000), and has now expanded to include (at the time of writing) nearly 35,000
ancient places and 38,700 ancient locations, thanks largely to volunteer contributions. Pleiades fulfils
a crucial role in digital classics by providing stable links (uniform resource identifiers, or URIs) for
each of the places attested, which can then be used by other resources for disambiguation. These
other resources can in turn enrich Pleiades by using linked data to add content about places, for
example as InsAph does (Elliot, 2012). All the information in Pleiades is released under Creative
Commons Attribution 3.0 License (cc-by), allowing reuse and derivatives as long as appropriate credit
is given (“Creative Commons”, n.d.). Pleiades also provides visualisations in the form of interactive
maps, but arguably its greatest impact has been the stable URIs, creating infrastructure for further
interoperability and communication between projects. In this way, it fulfils a similar role for the study
of the ancient world that GeoNames22 fulfils for other projects in the digital humanities. Much of
the linked data infrastructure used to connect Pleiades to other resources is facilitated or created
by a project named Pelagios,23 which is becoming increasingly useful as more resources take on
their annotation model of marking up place names using Pleiades URIs and Pelagios ontologies. A
succinct description of their work so far is at Isaksen et al. (2014). More recently, the Pelagios project
has entered a new phase of funding to develop Pelagios Commons, which attempts to support the
growing community of scholars and technicians interested in creating Linked Open Data in classics.
This is facilitated via Special Interest Groups (SIGs), as well as Pelagios’ previously-developed tools
for semi-automatic tagging and disambiguating historical place names in texts (Recogito24) and mapbased searching of annotations (Peripleo25).
There are many other projects that to some extent incorporate mapping or visualising digital
geography. The Hestia project26 has done work on mapping places mentioned in Herodotus’
Histories, which has produced interesting findings for research. For more information on both Hestia
and Pelagios, see Barker (2015) and Dunn and Mahony (2013). Some of the researchers involved
in Hestia have also been responsible for Google Ancient Places,27 which is investigating automated
methods of tagging online resources like Google Books with annotations of Pleiades URIs for any
20
21
22
23
24
25
26
27
Silchester Roman Town homepage http://www.reading.ac.uk/silchester
Pleiades homepage http://pleiades.stoa.org
GeoNames homepage http://www.geonames.org
Pelagios homepage http://commons.pelagios.org
Recogito homepage http://pelagios.org/recogito
Peripleo homepage http://pelagios.org/peripleo/map
Hestia project homepage http://hestia.open.ac.uk
Google Ancient Places Wordpress site https://googleancientplaces.wordpress.com
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locations mentioned.
Another area of digital classics which is exploring linked data is online prosopographies. A
prosopography is a structured collection of biographical information about individuals although often
only where names are mentioned without any further details. These can be restricted to a geographical
location, a time period, or an occupation (for example library catalogue authority lists). In classics, a
few large online ones are the Lexicon of Greek Personal Names (LGPN),28 the Prosopography of the
Byzantine World (PBW),29 and the electronic edition of the Prosopographia Imperii Romani (PIR).30
These each attempt to disambiguate, as far as possible, and with their own standards, the identities
of and connections between individuals from the Classical and Byzantine worlds. In addition to
dedicated prosopographies, many other digital projects provide databases of persons, particularly
projects in epigraphy, papyrology, or manuscript studies, where researchers are dealing with texts
which include named individuals. For example, one of several aims of the Trismegistos project31 is to
disambiguate people and places in its papyrological and epigraphic resources.
With the emergence of these disparate online sources for prosopographical data, a project
has begun to provide a linked data infrastructure for linking between them and creating stable URIs
for them, much as Pleiades does for ancient places. This project is SNAP:DRGN, Standards for
Networking Ancient Prosopographies: Data and Relations in Greco-roman Names.32 Although (at the
time of writing) still in its early stages, it is currently working with Trismegistos, LGPN, PIR and the
Epigraphische Datenbank Heidelberg (EDH), among others, developing linked data ontologies for
the individuals mentioned. SNAP is also creating workflows and tools for other projects to contribute
people records, so that this open, growing, network of information can be enriched by new research.
For those studying classical literature, there are various important online sources of material.
The Thesaurus Linguae Graecae33 is one of the oldest digital libraries of classical texts, and has
been discussed in the previous section. It provides access to the texts themselves, based upon
a chosen print edition, with morphological tools and links to translations, but without commentary
or apparatus criticus. For Latin, there is the Packard Humanities Institute Latin library34 and the
Thesaurus Linguae Latinae.35 The Perseus Digital Library (PDL)36 is another vast digital library of
both literary and historical texts and images of archaeological artefacts. In addition to the texts, which
are encoded using XML, PDL provides sophisticated linguistic hyperlinking to online dictionaries,
morphological tools, and English editions of the text, allowing readers to see translations and crossreferences to other texts in the library. In 2013, the University of Leipzig’s Open Philology Project
began collaborating with the PDL, and one of its current initiatives, the Open Greek and Latin Project
37
aims to produce online version of every text in Ancient Greek or Latin, including manuscripts,
papyri, and printed texts from antiquity until the present.
There is much ongoing discussion of the best ways to put together digital critical editions, as the
expert commentary, translation, and apparatus criticus is often something missing from many large
digital libraries. Bodard and Garcés (2009) discusses some of the potential advantages of creating
critical editions online, including the possibility for greater collaboration on an equal basis between
newer and more established researchers. More recently the UCL Centre for Digital Humanities has
had a doctoral student working on creating a digital edition of Saint Augustine’s De Civitate Dei who
28 Lexicon of Greek Personal Names homepage http://www.lgpn.ox.ac.uk
29 Prosopography of the Byzantine World homepage http://blog.pbw.cch.kcl.ac.uk
30 Prosopographia Imperii Romani homepage http://pir.bbaw.de
31 Trismegistos homepage http://www.trismegistos.org
32 SNAP:DRGN homepage http://snapdrgn.net
33 TLG homepage http://stephanus.tlg.uci.edu
34 PHI Latin texts homepage http://latin.packhum.org
35 TLL homepage http://www.thesaurus.badw-muenchen.de
36 Perseus Digital Library homepage http://www.perseus.tufts.edu/hopper
37 Open Greek and Latin Project homepage http://www.dh.uni-leipzig.de/wo/projects/open-greek-and-latinproject
Panta Rei (2016), 125 - 148
133
How are digital methods changing research in the study of the classical world? An EpiDoc case study
as part of the background research for this project has created a catalogue of extant digital editions to
investigate best practice and what is needed to make a good and useful critical edition of an ancient
text (Franzini, Terras & Mahony, 2016). The Homer Multitext Project38 has conducted hugely useful
work in developing the Canonical Text Services and CITE architecture, a framework for citing digital
versions of texts effectively (Smith, 2010). Paolo Monella has written about the process of creating an
XML-encoded digital edition including “interlinear annotations, glosses, scholia, footnotes, modern
scholarly introductions and commentaries, and many others” (Monella, 2008, abstract). This involves
deciding on a complex tree of texts and ‘paratexts’ which comment upon it, and uses hyperlinks to
refer the annotations to the correct portions of the text. Of course, the challenges and advantages
of bringing manuscript studies online is one shared by the whole digital humanities community, and
many online resources of medieval manuscripts are also of interest to classicists.
Two projects treated in Dunn and Mahony (2013) are of particular interest as collaborations
between computer science and classics, and are especially innovative approaches to studying
ancient history. Bevan (2013) describes a project that uses archaeological evidence and
computational modelling to try and postulate ancient societies’ patterns of movement and travel.
This is an exciting idea for using existing computer modelling techniques to apply to ancient history
and could possibly provide theories about ancient trade routes. Gaffney, Murgatroyd, Craenen and
Theodoropoulos (2013) and Murgatroyd, Craenen, Theodoropoulos, Gaffney and Haldo (2011)
describe a collaborative project using agent-based modelling to try and simulate the large-scale
military expedition of the Byzantine army to the battle of Manzikert in AD 1071. Again, it is an example
of applying computer science methods to a historical event, creating hypotheses which can be tested
against archaeological and literary records.
In numismatics, work is being done to bring together online resources about ancient coins,
as data is often scattered across museum catalogues and commercial auction sites as well as
academic sources. Heath (2010) describes preliminary work in scoping out potential sources of data
among these commercial sites. Nomisma.org39 is a project using linked data, including that created
by Pelagios, to create useful ontologies and stable URIs for referring to coins and related concepts
online. Again, the focus is on building online infrastructure so that researchers can access as much
of the available information as possible and add to it with their own findings. Gruber, Bransbourg,
Heath and Meadows (2013) go into more technical detail in their conference paper explaining the
linked data approach of Nomisma.org.
In epigraphy and papyrology, digital projects often have to deal with the challenge of the
subject of their research being both a text (inscribed or handwritten) and a physical object. As well
as large digital libraries of inscriptions and papyri, there is now a growing number of aggregating
projects and consortia, which aim to improve cross-searching between resources. In papyrology, the
largest is Papyri.info,40 which comprises both the Papyrological Navigator for searching texts, and
the Papyrological Editor for editing them. User contributions are peer-reviewed. Currently Papyri.info
collects information from the Advanced Papyrological Information System (APIS), Duke Databank of
Documentary Papyri (DDbDP), Heidelberger Gesamtverzeichnis der griechischen Papyrusurkunden
Ägyptens (HGV) and Bibliographie Papyrologique (BP). It also works with Trismegistos, mentioned
above, which aims to provide stable URIs for disambiguating people and places mentioned in its
sources. Baumann (2013) is a source of more detailed and technical information on Papyri.info.
The Ancient Lives project hosted by Zooniverse41 is an example of crowdsourcing transcriptions
of the Oxyrhynchus papyri, allowing volunteers to create transcriptions from images of the
texts. Crowdsourcing is a technique employed throughout the digital humanities, particularly for
38
39
40
41
Homer Multitext Project homepage http://www.homermultitext.org
Nomisma.org homepage http://nomisma.org
Papyri.info homepage http://papyri.info
Ancient Lives homepage http://www.ancientlives.org
134
Panta Rei (2016), 125 - 148
Katherine Steiner y Simon Mahony
transcriptions, as well as library, museum, local history, and citizen science projects.42 The largest
and earliest crowdsourcing project in classics is the Suda On Line,43 an electronic edition of the
10th-century Byzantine Greek historical encyclopedia which anyone can help to edit, translate and
annotate.
In epigraphy, a similar consortium to Papyri.info is EAGLE, the Europeana Network of Ancient
Greek and Latin Epigraphy.44 It currently comprises the Epigraphische Datenbank Heidelberg (EDH),
the Epigraphic Database Roma (EDR), the Epigraphic Database Bari (EDB) and Hispania Epigraphica
(HE). It aims to provide cross-searching across these extensive databases of inscriptions, as well
as working with other projects like Trismegistos and Papyri.info to continue to create infrastructure
for epigraphy and papyrology. A newer project, Integrating Digital Epigraphies (IDEs),45 at Duke
University, aims to fulfil a similar purpose to Papyri.info, but with a difference: they will not own or
centrally host the data they are providing. The individual partners will continue to control their own
data, and IDEs hopes to be able to include searching of non-classical sources such as JSTOR, and
non-academic ones like Flickr. For more information, see Cayless (2015) and Löser (2014/15).
The directions taken by digital classics projects are as varied as their subject matter, and
there are many more ongoing and completed than have been mentioned here. However, there is a
relatively recent trend of building infrastructure within and between subdisciplines. Now that there
are often many independent projects on any given subject, there are growing consortia aiming to
bring these projects together, either by taking over their hosting, or providing ways of linking and
cross-searching. This is happening in papyrology, epigraphy, numismatics, manuscript studies and
elsewhere. This is often achieved through the use of sharable Linked Open Data.46 EpiDoc, the case
study dealt with in the next section, is one way in which projects can aim to be interoperable, by
adopting the same standards, and so benefit from this infrastructure.
4. Case study
4.1. Hypotheses
From the sections above, several broad trends emerge concerning how digital projects might
be affecting research methods in classics. The hypotheses that will be tested by the EpiDoc case
study that follows are limited by space and scope, and cannot cover all that is suggested by the
historical background and current areas of research. However, they are chosen to be representative
and they are:
a) That digital methods are improving opportunities for collaboration
b) That digital methods are providing new and useful means of publication for research
c) That digital methods are increasing the possible scope and content of research questions
This case study will consider how far the EpiDoc projects support these hypotheses, and
discuss other ways in which they may be changing research methods in classics.
4.2. EpiDoc
Epigraphy is a subdiscipline in classics which studies texts inscribed on stone, wood, metal,
clay, and other hard materials. These inscriptions may vary widely in content and context, some
42
43
44
45
46
See for example The Transcribe Bentham project at UCLDH http://blogs.ucl.ac.uk/transcribe-bentham
Suda On Line homepage http://www.stoa.org/sol
EAGLE homepage http://www.eagle-network.eu
IDEs homepage http://blogs.library.duke.edu/dcthree/projects
For more on Linked Open Data see http://linkeddata.org
Panta Rei (2016), 125 - 148
135
How are digital methods changing research in the study of the classical world? An EpiDoc case study
being official records or accounts of ruling families, but also labels on pots, signs, or funerary objects.
As Feraudi-Gruénais (2010, p. 2) puts it, epigraphers study “everything that is scratched, chiselled or
in any way written on a hard object […] there were inscriptions, whether small or large, scratched or
engraved, for all eventualities in life.” They are rarely, however, texts studied as literature, thus setting
epigraphers apart from literary scholars. And although the media on which they are carved may be
separately interesting to archaeologists or historians, the texts themselves are often not considered
in any depth by these researchers. Epigraphy, then, is an area of classics which has great potential to
benefit from digital methods encouraging collaboration with other scholars in archaeology, philology
or elsewhere, given that classics has, as Bodard puts it, “tended to keep inscriptions in an academic
limbo—not quite literary text and not quite archaeological object. They have rarely received the
attention they deserve either from philologists or material culture specialists.” (Bodard, 2008, §2).
By the 20th century, scholars were producing print editions of corpora of inscriptions, often
organized by geographic location, time period, or theme. These authors needed to find ways to
explain their transcriptions: where there were missing letters, or where the editor had restored what
they thought were the correct letters, or there was uncertainty over the text, and so on. Usually each
edition would have a list of epigraphic conventions at the beginning of the book, but they weren’t
yet standardised (Bodard, 2010). With changing approaches to publication, such as the Corpus
Inscriptionum Latinarum (CIL), an extensive collection of Latin inscriptions whose first volume
appeared in 1853, the need for a universal standard became more pressing (see Cayless et al.,
2009, par. 9). In 1931, a convention was held in Leiden which drew up standards for the epigraphic
community to use from then on. The main features of the Leiden conventions are: the use of square
brackets around text which is missing from the object and which has been restored by the editor,
parentheses around expansions of abbreviations, and underdots on letters which cannot be clearly
read. For more details and examples, see Cayless et al. (2009, pars. 9-11).
The earliest digital projects relating to epigraphy include Packard Humanities Institute’s Greek
Epigraphy project (PHI-GE)47 and the Epigraphische Datenbank Heidelberg (EDH),48 set up in the
1980s. These databases and many others chose to transcribe inscriptions directly from print editions,
retaining as much of the original Leiden conventions as possible. Some removed symbols like the
underdots which were difficult to encode on computers of the time, or started using different symbols
for this purpose. This decision to keep the Leiden conventions as part of the transcriptions continues
today, as EDH was one of the first three databases to make up EAGLE, the Electronic Archive
of Greek and Latin Epigraphy.49 The PHI-GE and the Thesaurus Linguae Graecae chose to use
what was a special encoding at that time called Beta Code for rendering accented Greek and also
including symbols for the Leiden conventions. But Beta Code requires special software to display
properly, whereas nowadays Unicode has been widely accepted and displays more consistently in
web browsers (see Bodard, 2010 and EpiDoc’s Digital Classicist Wiki page).50
In 1999 there was a round-table meeting by the commission on Epigraphy and Information
Technology which discussed standards for planned databases of epigraphy. It was agreed that these
databases needed to use Unicode and XML (Cayless et al., 2009, pars. 14-16). It was at this point
that Tom Elliott, working at the University of North Carolina at Chapel Hill, agreed to publish online
his work so far on using XML for epigraphy. As Cayless et al. explain (2009, pars. 16-18), the early
days of the EpiDoc guidelines were a collaboration between many researchers at Chapel Hill, and
the first draft was published via the Stoa Consortium in 2001 with the help of Ross Scaife, Anne
Mahoney, John Bodel and Charles Crowther. Charlotte Roueché at Kings College London then
became involved, receiving funding from the Leverhulme Trust to run an EpiDoc-Aphrodisias Pilot
47
48
49
50
Packard Humanities Institute – Greek Epigraphy homepage http://epigraphy.packhum.org/inscriptions
Epigraphic Database Heidelberg homepage http://edh-www.adw.uni-heidelberg.de/home
Europeana EAGLE project homepage http://www.eagle-network.eu
EpiDoc on The Digital Classicist Wiki https://wiki.digitalclassicist.org/Epidoc
136
Panta Rei (2016), 125 - 148
Katherine Steiner y Simon Mahony
Project, which became the Inscriptions of Aphrodisias (InsAph).51 This project has since led to two
online publications: a second edition of Roueché (1989) in 2004, and an edition of all the inscriptions
up to 1994 with commentary (Reynolds, Roueché & Bodard, 2007). Since InsAph, several other
projects have taken up EpiDoc, including Inscriptions of Roman Tripolitania52 and Inscriptions of
Roman Cyrenaica,53 both being developed and worked on by the same team as InsAph. Another
project currently being undertaken using EpiDoc is the US Epigraphy Project,54 which has existed
since 1995 and been hosted by Brown University since 2003. It includes approximately 2,500 Greek
and Latin inscriptions preserved in the USA, with (to date) 400 encoded using EpiDoc, as well as
1000 accompanying images.
The purpose of EpiDoc is to allow epigraphic inscriptions to be encoded in XML, Extensible
Markup Language, an open source meta-language maintained by the World Wide Web Consortium55
that is used to store and encode structured text. EpiDoc is a subset of the TEI, the Text Encoding
Initiative,56 which is a broader-purpose set of guidelines aimed at standardising the encoding of any
kind of text documents in XML, making them structured and machine readable. The TEI is widely,
although not exclusively, used in the digital humanities (Franzini et al., 2016). EpiDoc does not
replace the Leiden conventions used in print, but aims to make those conventions machine-readable
and incorporate their structure into the document. Instead of having a text file with the Leiden
conventions as written, with characters such as square brackets and underdots, EpiDoc replaces
these with elements (for example <supplied></supplied>) surrounding the affected text. This makes
it more verbose when editing (see Figure 1), but adds true structure to the digital representation of
the inscription, allowing for the inclusion of additional information, much more flexible searching, and
alternative display options rather than just including the conventions in the transcriptions as Unicode
characters.
Figure 1: The marked-up transcription of IAph2007 11.14 (left), compared with the XML source
(right).57
51
52
53
54
55
56
57
Inscriptions of Aphrodisias homepage http://insaph.kcl.ac.uk
Inscriptions of Roman Tripolitania homepage http://inslib.kcl.ac.uk/irt2009
Inscriptions of Roman Cyrenaica homepage http://www.ircyr.kcl.ac.uk
U.S. Epigraphy Project homepage http://usepigraphy.brown.edu/projects/usep/about
W3C homepage http://www.w3.org/XML
The TEI homepage http://www.tei-c.org
Inscriptions of Aphrodisias, Inscription 11.14 http://insaph.kcl.ac.uk/iaph2007/iAph110014.html
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137
How are digital methods changing research in the study of the classical world? An EpiDoc case study
For example, assuming a comprehensive markup, it is possible to search for a name and find
abbreviated versions of it as well as where it is written in full, because in EpiDoc you can include
the full name as well as the abbreviation. It is also possible to display inscriptions in different ways
without having to duplicate the information: different outputs to display the content in a variety of ways
can be generated by using XSLT (Extensible Stylesheet Language for Transformations) stylesheets.
Using an appropriate stylesheet, one could for example create a ‘diplomatic version’ of the text (see
Figure 2), where transcriptions only showed the letters the editor could read with certainty, exactly
as they are on the object as well as an edited version which would include the editor’s interpretation.
Figure 2: The marked-up transcription of IAph2007 11.15 (left), compared with the diplomatic transcription
(right).58
Or one could search for all possible abbreviations of a name like Augustus, something not
possible without some markup to indicate where an abbreviation occurs and what it is an abbreviation
of. For worked examples of translating Leiden to EpiDoc, see Bodard (2010) and Cayless et al. (2009,
pars. 9-19). Finally, although all aspects of the Leiden conventions map onto EpiDoc elements, there
is also functionality for including extensive metadata, such as archaeological details of the objects,
geographical locations and findspots, and prosopographical information to disambiguate people
mentioned. This functionality is discussed further in Tupman (2010). Not every project needs to use
all of the available elements, but there is the potential for a lot more information about the inscriptions
to be included by researchers in different areas of classics.
Some of the first aims of the Chapel Hill team were to develop tools which they would release
along with guidelines to enable scholars to use EpiDoc more effectively. These included a tool for
converting text files of transcriptions with Leiden conventions into marked-up EpiDoc inscriptions,
called CHET-C (Chapel Hill Epigraphic Text Converter), which was already developed in 2003
when Cayless gave a talk at the ALLC/ACH Joint International Conference (2003). On the EpiDoc
SourceForge page59 there are also sample stylesheets for displaying the inscriptions and various
community-developed tools. Some of these tools allow ‘crosswalking’, converting between different
standards for describing editions of texts. For example, it is possible to convert Inscriptions of Roman
Tripolitania EpiDoc inscriptions to the standards used by Epigraphische Datenbank Heidelberg.
58 Inscriptions of Aphrodisias, Inscription 11.15 http://insaph.kcl.ac.uk/iaph2007/iAph110015.html
59 EpiDoc Sourceforge page http://sourceforge.net/p/epidoc/wiki/Home
138
Panta Rei (2016), 125 - 148
Katherine Steiner y Simon Mahony
Impressively, Papyri.info converts its three contributing databases of inscriptions (DDbDP , HGV
and APIS) into EpiDoc, in a lossless and reversible process (Bodard, 2010; Elliott et al., 2007-2016).
4.3. Testing Hypotheses
a. That digital methods are improving opportunities for collaboration
The EpiDoc guidelines are, and have always been, a collaborative effort. Elliott worked with
others at Chapel Hill in developing them and they have been iteratively improved as a result of the
pilot project InsAph, and continue to be influenced by the work being undertaken by the US Epigraphy
Project and others. There have also been extensive discussions on the Markup mailing list,60 raising
issues, discussing potential improvements and working collaboratively on EpiDoc itself. The early
stages of putting together the guidelines was also helped by several AHRC funded workshops,
so that ‘Its scope has expanded beyond (though not abandoned) the original vision for a common
interchange format. EpiDoc now aims also to be a mechanism for the creation of complete digital
epigraphic editions and corpora’ (Cayless et al., 2009, par. 18). All EpiDoc resources, including
the toolkit mentioned above, customisation information and the guidelines itself are available for
anyone to download and use under the GNU General Public License.61 The creation of EpiDoc itself,
therefore, is clearly collaborative. But what of its influence on collaboration in classics research more
widely?
One of the possibilities of InsAph, as described in Bodard (2008), is that its contents can be
reused: the inscriptions are available to be downloaded freely under the Creative Commons attribution
licence. This means that the data from InsAph “may be downloaded en masse and incorporated into
a larger project; an epigraphic corpus, say, or a more general collection of Greek and Latin texts, or a
specialist corpus of texts relating to the provincial Roman economy.” (Bodard, 2008, §28). This open
scholarship approach is one shared by many other epigraphic and digital classics projects generally,
and is a move away from the restrictive owning of data encouraged by traditional print publications.
It is also enshrined in the free distribution of the EpiDoc guidelines and source code themselves.
However, although open access and open data are encouraged, the terms of the Creative Commons
licence do not prohibit researchers from choosing to use EpiDoc in creating subscription-access
resources if they wish.
Examples of collaboration between different online classics projects as a result of EpiDoc
already exist. Blanke, Hedges and Rajbhandari (2013) describe work on creating a Virtual Data
Centre for Classics, which takes the InsAph transcriptions and combines them with those of the
Heidelberg Gesamtverzeichnis der griechische Papyrusurkunden Ägyptens (HGV)62 and Projet
Volterra.63 These other projects do not use EpiDoc themselves, but EpiDoc’s openness encourages
their combination with InsAph’s.
EpiDoc has also been used by the Integrating Digital Papyrology project64 to create a common
search interface for three papyrological resources: the Duke Databank of Documentary Papyri
(DDbDP), the HGV and the Advanced Papyrological Information System. This project used tools to
convert DDbDP transcriptions to EpiDoc, for more information see Baumann (2013). Papyri.info is
now a major papyrological digital resource, and its use of EpiDoc has been crucial for designing the
editing interface and combining the data from these different sources to allow cross-searching.
As alluded to above, EpiDoc has the potential to encourage collaboration between epigraphers
60 Markup mailing list archive http://lsv.uky.edu/archives/markup.html
61 GNU Licenses http://www.gnu.org/licenses/licenses.html
62 Heidelberger Gesamtverzeichnis der griechischen Papyrusurkunden Ägyptens homepage http://www.
rzuser.uni-heidelberg.de/~gv0
63 Projet Volterra homepage https://www.ucl.ac.uk/volterra
64 IDP’s Papyri.info homepage http://papyri.info/
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How are digital methods changing research in the study of the classical world? An EpiDoc case study
and other classicists, for example archaeologists. Tupman (2010) discusses in detail the possibilities
of using EpiDoc for inscriptions on funerary items, explaining that different scholars’ expertise often
leads to inscriptions becoming divorced from information about their origins.
It is unlikely that one person would acquire sufficient knowledge of each type
of material evidence to be able to analyse and publish all of it with equal depth and
understanding […] Specialists, therefore, need to work to make their material available
to others in a way that permits their various forms of data to be combined meaningfully.
(Tupman, 2010, p. 77)
With the digital publication of inscriptions, it would be possible for each of these experts to add
to the information without having to work directly with each other, but they would have to be willing
to collaborate, sharing credit and taking decisions on future publications together. Tupman (2010)
is mildly sceptical about this proposition: “There appears still to be a scholarly possessiveness that,
upon occasion, curtails attempts to work collaboratively; and an extension of this is anxiety over
putting material online where ‘anyone can use it’.” (p. 85) Other potential pitfalls for collaboration
between scholars in different departments are discussed in Terras (2010): the need for effective
communication between classicists and computer scientists, tensions about where to publish results
of projects and how to order author names, insufficient credit being awarded to scholars who produce
digital editions rather than print monographs, difficulties in finding funding, and extra training needed
for students wanting to help but lacking in technical expertise.
A major part of EpiDoc’s appeal is that the more projects that take it up, the greater the potential
for collaboration. This is what is argued in Cayless et al. (2009), and there has been some take-up
of it in projects using EpiDoc and InsAph for new purposes, such as Papyri.info. The process of
improving and changing the EpiDoc guidelines is certainly highly collaborative, and its open-source
nature affords opportunities for new researchers to use the inscriptions for their own work. But as
Tupman and Terras point out, collaboration is a human business, and it relies on scholars and the
academic community more widely to provide suitable opportunities and recognition for collaborative
work in digital classics.
b. That digital methods are providing new and useful means of publication for research
The advantages of digital publication over print for epigraphy are discussed in detail in both
Bodard (2008) and Tupman (2010). Inscriptions have often been collected in print volumes by
geographical location (as with the Corpus Inscriptionum Latinarum), time period, language, theme,
or a combination of these. They commonly feature the text of the inscription, along with editorial
additions, some information about the object the inscription is on, details of its discovery, any editorial
commentary, and possibly a bibliography of works where the inscription is cited. What is rarer in print
volumes is the use of significant numbers of images, mainly for printing expense reasons, and also,
as Tupman suggests (2010, p. 75), “the traditional prioritization of text over image”.
This is something that digital publications frequently improve upon: due to the availability
of storage space for most universities, electronic epigraphic publications can include many more
photographs, in colour and at a high quality, of the texts than would be possible in a print publication
(for example, InsAph item ala2004 53 has multiple greyscale and one colour photo of the same
artefact).65 Further, in this example it is clear to see the object on which the text is inscribed as well
as some of the context as opposed to the simple flat image of the inscribed text that appears in
the print publication (Roueché, 1989 Aphrodisias in Late Antiquity plate xiii). This is a simple but
often-mentioned advantage of electronic publication, and is by no means restricted to epigraphy:
papyrology, archaeology, art history and other areas of classics all benefit from the affordances of
65 Roueché, 2004, inscription 53 http://insaph.kcl.ac.uk/ala2004/inscription/eAla053.html
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Katherine Steiner y Simon Mahony
digital publication. Perseus Digital Library, as well as containing over 68 million words of classical
texts, also stores images of more than 6000 art and archaeological objects (“Perseus Collections/
Texts”, n.d.).
Similar is the ability to remove the limitations of space applied to print volumes (see Bodard,
2003, §§17-19). There is no longer the need to use abbreviations when describing inscriptions. Or if
the editors want to keep standard abbreviations, there is no difficulty in including a glossary for the
uninitiated, which can be hyperlinked to the relevant terms. This could enable a new reader to hover
over a word or acronym they do not understand, and be informed what it means, while a different
researcher can read unimpeded.
This leads to the further possible uses of hyperlinks in electronic publication, prominently
featured in Edmunds (1995/6) and no less important today. Given that print epigraphic corpora often
include bibliographic information, this can continue in digital editions by linking to any openly available
online publications. Further, it would be possible in the future for epigraphers to link their inscriptions
with prosopographical online projects like SNAP:DRGN, allowing disambiguation of people, or with
online gazetteers like Pleiades, allowing disambiguation and visualization of ancient places. This
mapping is already being implemented for the Inscriptions of Roman Tripolitania. Internal hyperlinks
are also crucial for linking together commentary and the inscriptions themselves, as already illustrated
in Roueché (2004).
Projects using EpiDoc currently publish their work freely on the internet under Creative
Commons licences. This, as Bodard (2008, §§14-16) points out, allows greater accessibility to
universities than expensive print volumes, particularly as epigraphy is a small subdiscipline of wider
classics. This is especially true for less well-funded and connected academic communities as well as
researchers and students in less wealthy institutions and countries. It is not assured that all projects
using EpiDoc will publish their results openly; many electronic academic publications already take a
paid subscription route.
In terms of accessibility, EpiDoc also allows for considerably more flexibility in how material is
displayed. Once marked-up the content is separate from its appearance, unlike a print book, so it is
possible to display it differently for different purposes without having to duplicate the work.
Using a slightly different set of stylesheets, one might present the same data in PDF
for more convenient printing, or even a whole typeset volume that can be ordered and
printed on demand. The standard, interpretive Leiden transcriptions may be augmented
with parallel diplomatic versions […] Slightly different versions might also be designed
for students, with more emphasis given to the translation and historical commentary
[…] Stylesheets may also transform the same text into an audio version for the visually
impaired
(Bodard, 2010, pp. 110-11)
The possibilities are vast, and of course there is the ability to search and sort inscriptions
dynamically in a way completely impossible for a print volume. Currently, Reynolds et al. (2007)
provides each inscription page with views of the full Leiden version, a diplomatic version, and the
EpiDoc XML, as well as images and the option to download the XML and DTD. However, the full
potential of electronic publication of EpiDoc projects is yet to be realised, possibly because of the
technical expertise and time required to produce these different displays over and above the scholarly
research.
Another feature of electronic publication is the ability to update and add to the corpus without
a fixed end-point. This can be an advantage: completed research can be published while other parts
are still in progress, mistakes easily corrected, addendum and corrigendum now become part of the
document rather than requiring a re-print or corrections in a letter included with the print volume.
But this may conflict with the finite time and funding of most projects. Scholars will need to take on
new projects, and cannot indefinitely make improvements to older work: this is why InsAph’s output
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141
How are digital methods changing research in the study of the classical world? An EpiDoc case study
is divided into two static electronic publications. Of course, it is an advantage of digital publication
that the project can later be improved by further funding, or by being downloaded and used on other
projects elsewhere in a way impossible for print publications. Papyri.info have faced this challenge
by allowing volunteers to add and edit their resources with peer-review for quality control, knowing
that their publication will always therefore be ‘in progress’ to some extent (Baumann, 2013). Another
project harnessing crowdsourcing is Perseids,66 run from within the Perseus Digital Library (PDL),
which is investigating the pedagogical and scholarly potential of volunteer contributions in annotating
texts and creating digital editions of ancient texts. From Almas and Beaulieu (2016) it is possible to
conclude that the ability for teachers and students to use available tools to collaborate and create
small (or large) corpora of original work is of value, both in changing the way classical languages
and texts are often taught, and as scholarship in its own right. The fact that the high-quality work
achieved by undergraduates can be published via PDL, and made available for reuse, rather than
simply being assessed within the institution and then discarded, is another positive feature. Dee et
al. (2016) and Bodard & Stoyanova (2016) also discuss the pedagogical value and potential pitfalls
of learning to use the EpiDoc guidelines themselves. They highlight the increased longevity of work
created by teaching exercises, and the positive contributions of interpersonal support via mailing
lists and other resources, as well as the similarities between encoding texts in EpiDoc and traditional
methods of creating a digital edition.
It is clear that electronic publication has huge potential advantages over print, and EpiDoc
projects such as InsAph are a great example of some of these possibilities being put into practice:
hyperlinking, inclusion of high-quality images, diplomatic and edited versions, searching, reusing,
and accessibility. There are still further opportunities of using electronic publication for greater
accessibility using EpiDoc’s ability to display content in different ways, which haven’t yet been
realised, for example versions for the visually impaired. There is also potential for greater linking
between inscriptions and other online resources like prosopographies (through SNAP:DRGN67 or the
Lexicon of Greek Personal Names68) or gazetteers like Pleiades.69 This is already being experimented
with (see Matthews & Rahtz, 2013) and seems to be a logical next step as online infrastructure
improves. There are some drawbacks for the researcher themselves, in that they cannot hope to
continue updating projects indefinitely, but with stable and more affordable storage solutions there is
the potential to return to the data, or for others to use it in the future.
c. That digital methods are increasing the possible scope and content of research
questions
Ruhleder (1995) and others discuss the possibility that digital methods allow researchers to
ask questions that would not have been feasible without electronic resources. Are these changes
visible in EpiDoc projects? Certainly the ability for flexible and improved faceted searching of
inscriptions is a welcome affordance of electronic publications, rather than relying on subjectively
compiled indices in print editions. Projects like Papyri.info (and the recently established IDEs) which
combine different corpora allow cross-searching. This could potentially allow researchers to ask
more exhaustive questions of the historical record, and EpiDoc’s wider adoption would improve
interoperability between corpora, making these aggregating projects more feasible.
Whether this is already happening is hard to tell. There are no clear examples of research
resulting from projects like InsAph which ask questions which would not be possible using traditional
methods. Some of the inscriptions themselves have not been published before, but this in itself is
an expansion of research along traditional lines (albeit with substantially more images and different
66
67
68
69
Perseids homepage http://sites.tufts.edu/perseids
Standards for Networking Ancient Prosopographies homepage http://snapdrgn.net
Lexicon of Greek Personal Names homepage http://www.lgpn.ox.ac.uk
Pleiades homepage http://pleiades.stoa.org
142
Panta Rei (2016), 125 - 148
Katherine Steiner y Simon Mahony
versions of the output). The structured nature of EpiDoc inscriptions also allows for searching the
inscriptions for things like abbreviations or deliberate erasures, in ways which a print version or a
database simply transcribing Leiden as character strings do not. This could result in interesting
potential philological or historical research. The reuniting of archaeological and epigraphic information,
as Tupman (2010) argues, could also result in interesting studies of inscriptions by them in greater
depth. Tupman’s research into funerary monuments is a first example of this.
Bodard (2008, §34) discusses the potential of EpiDoc to encourage reproducibility of results,
something highly prized in the hard sciences. Because all of the content of InsAph is openly
available, along with the tools to manipulate it, if a scholar produces research output by searching
the corpus and drawing conclusions while making the process transparent, instead of just presenting
the findings, further scholars would be able to reproduce these searches and confirm their results.
“[The availability of source files] opens up the author of such a digital project to a new level of
scrutiny, which may on the one hand cause some to feel nervous, but can only be good news for
scholarship”(Bodard, 2008, §34).
These scholars could then improve or refine previous research to do their own research. This
refers back to Ruhleder’s claim that computing technology is equalizing scholarship in classics,
something Bodard has also discussed (2008, §§14-16), both by reducing access costs to research,
and by providing opportunities for students and early-career academics to participate in impactful
scholarship and question existing points of view. Again, evidence of this practice actually occurring
in classics is yet to be seen, but it would be an example of a change in research methods to favour
reproducibility.
Other ways in which the EpiDoc corpora could be changing research is in facilitating new
methods of interrogating the inscriptions. Text-mining can be carried out, allowing close examination
of large numbers of inscriptions, for example as Marco Büchler has been doing with automatizing
suggestions for missing or incomplete words (Büchler et al., 2012). It has also been harnessed
to examine re-use and quotation of texts, which could show which texts were popular with later
writers, and whether this varies by subject, location, or time period (Büchler et al., 2013). This kind
of research could also be facilitated by projects like Perseids, which allows volunteers to annotate
texts with the origins of quotations from other classical sources, and with infrastructure for canonical
citation of sources, like the CITE architecture of the Homer Multitext project (Smith, 2010). Another
project currently being undertaken with EpiDoc inscriptions is Sematia,70 which aims to provide a
platform for doing morphological and syntactic annotations of inscriptions, using some of the same
tools as Perseids.
5. Conclusions
This case study has endeavoured to assess the ways in which the digital projects using EpiDoc
may be changing methods of research in classics. The hypotheses, drawn from relevant themes in
the literature, focused on collaboration, electronic publishing, and the scope and content of research
questions. There is evidence that EpiDoc’s development and adoption has been highly collaborative,
and its drive towards interoperability and open scholarship in epigraphy and papyrology is a positive
move towards more collaborative work in those fields. There is also evidence of actual collaborative
work using EpiDoc, in projects like Papyri.info, and hopefully more examples will emerge in the
future.
EpiDoc-based projects such as Inscriptions of Aphrodisias are already taking advantage of
many of the positive affordances of electronic publishing, with searchable corpora, different views of
the same data, and hyperlinking. EpiDoc itself also has the advantage in epigraphy of truly capturing
the structure of inscriptions marked-up with Leiden conventions, which other methods do not. Papyri.
info allows volunteers to add data, and make public work which is in some way ‘in progress’, avoiding
70 Sematia homepage http://sematia.hum.helsinki.fi
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How are digital methods changing research in the study of the classical world? An EpiDoc case study
the problem of deciding when to finish working on a corpus, which may have to be financially and
practically driven. Although not every project uses electronic publishing to its fullest extent, there is
evidence that EpiDoc is improving access to, and quality of, epigraphic and papyrological corpora.
The final question, of whether EpiDoc is changing the scope or content of research questions,
is the most uncertain. There is substantial scope for further research on this topic, both concerning
EpiDoc and digital classics more broadly. At present there is not enough evidence to say positively
that EpiDoc projects are changing the questions scholars are asking in epigraphy, but given the
effect they are having on promoting collaboration and the electronic publishing of results, it is likely
that this question will be easier to answer in the future.
EpiDoc was chosen as a representative case study for digital classics in general. What
conclusions can be drawn for this wider community on the basis of the results? On collaboration, it
seems that this is part of a larger movement in digital classics to involve people with different expertise
on digital projects. Most of the articles published in Dunn and Mahony (2013) and Crane and Terras
(2009) were co-authored, and even those with single authors there and in Bodard and Mahony
(2008) and Bodard and Mahony (2010) generally describe projects with several collaborators. Digital
classicists frequently share ideas and work with digital humanities scholars and developers more
generally (for example, many of the speakers in the Institute for Classical Studies’ (ICS) Digital
Classicist seminar series have been from the digital humanities community).71 It has, by contrast,
been the collaboration between digital and traditional classicists which has been harder to establish,
but this seems to be improving, as evidenced by the Dunn and Mahony (2013) volume being
published by the Institute of Classical Studies, who have also been integral to the organisation of the
annual ICS Digital Classicist seminar series for the past ten years. Further, we have recently seen
the ICS appoint a Reader in Digital Classics. Hopefully, this trend will continue, and collaboration
on digital projects will continue to proliferate throughout the community, just as word processing has
become ubiquitous since Brunner’s time.
On electronic publishing, EpiDoc has been developed to meet epigraphers’ (and now
papyrologists’) particular needs, which are different from publishing in other areas of classics.
There has always been a tradition of publishing large corpora of inscriptions, with transcriptions
and commentary, and EpiDoc has been important in bringing this publishing tradition online and
extending the possibilities. In addition, the EpiDoc community promote its use with a series of
workshops and Summer Schools to disseminate skills, promote discussion and widen participation
within the community itself.72 As the case study analysis showed, it has been relatively successful,
but there is room for more experimentation and improvement, and the further adoption of EpiDoc
would be beneficial for promoting interoperability in epigraphy. In the rest of classics, there are
similar movements towards electronic publishing, particularly in the case of digital critical editions,
and much work is being done to build infrastructure there (see Franzini et al 2016). This would be
an ideal area for a case study similar to this one, assessing how these digital critical editions work
and their impact on scholars studying the texts.
Are digital projects changing the questions researchers are asking? This was a hypothesis in
the case study, and which has not been satisfactorily answered. There was insufficient evidence to
comment at this stage, but hopefully in the future more will emerge from the many EpiDoc projects
which are still being developed (Inscriptions of Roman Tripolitania, Integrating Digital Epigraphies,
the U.S. Epigraphy Project). This is also a fascinating question for digital classics more widely, and
future research could focus on entirely different kinds of digital projects, for example digital critical
editions, computer modelling, or textual analysis.
Computers have long been a part of classical research. Their uses have changed over time,
71 Digital Classicist Summer 2015 programme http://www.digitalclassicist.org/wip/wip2015.html
72 See for example the EpiDoc Workshop and Summer School announcements: https://wiki.digitalclassicist.
org/EpiDoc_Summer_School
144
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Katherine Steiner y Simon Mahony
and their potential remains huge. This study has, by examining the variety of digital projects pervading
classics at the present moment, and focusing on one representative slice of them, EpiDoc, considered
the crucial question of how computing technologies are changing research. The evidence in favour
of collaboration and electronic publishing has already been discussed, but there is still great potential
for further investigation. Equally, there were other potential hypotheses suggested by the literature
which could not be dealt with here: a growing focus on electronic infrastructure, for example. And
given the number of burgeoning projects in almost every area of classics at the present time, in
another five years, these questions may have different or more definite answers. For now, EpiDoc
gives us reasons to be optimistic about the possibilities of digital projects in epigraphy, papyrology,
and classics more widely, promoting collaboration, open scholarship, and interoperability, which are
all crucial to enable the best possible scholarship in classics in the future.
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I Congreso Internacional “Creando ciudadanos, construyendo identidades. El uso
del patrimonio material e inmaterial en la enseñanza de la historia.”
Para citar este artículo: Díaz Serrano, J., Escribano Miralles, A., Ponce Gea, A. I., y Verdú
González, D. (2016). I Congreso Internacional “Creando ciudadanos, construyendo identidades.
Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la Historia, 151-158.
ISSNe: 2386-8864
DOI: 10.6018/pantarei/2016/9
Introducción
La historia y su enseñanza debería ser considerada como una ciencia social que
sirva para educar la conciencia colectiva de los ciudadanos así como para reconocer
e identificar las raíces sociales, políticas y culturales de las diferentes naciones,
priorizando una historia común, intentando evitar manipulaciones del conocimiento
pasado y excluyendo el fomento de posiciones xenófobas. [...] Enseñar historia equivale
a enseñar a pensar, en este caso históricamente, por lo que la clase de Historia debe ser
un laboratorio que permita trabajos de simulación del trabajo del historiador.
(Prats, 2016)
Estas palabras, que forman parte del discurso que el profesor Dr. D. Joaquim Prats utilizó
como Lectio en su investidura como Doctor Honoris Causa de la Universidad de Murcia, sirvieron
de cierre al “I Congreso Internacional Creando Ciudadanos, Construyendo Identidades. El uso del
patrimonio material e inmaterial en la enseñanza de la historia”, que se desarrolló entre los días 26
y 29 de abril de 2016 en la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia. El congreso fue
organizado por el grupo de investigación DICSO, perteneciente al Departamento de Didáctica de las
Ciencias Matemáticas y Sociales de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia, y vino
avalado por la labor investigadora realizada gracias al proyecto “La formación en identidad regional
en ciencias sociales a partir del patrimonio inmaterial. Aplicaciones didácticas para Educación
Secundaria Obligatoria”, financiado por la Fundación Séneca de Murcia.
Utilizamos esta cita al comienzo de nuestra recensión como resumen de lo que los organizadores
del encuentro pretendían, que no era otra cosa que el aunar educación, patrimonio y formación de
identidades, para ofrecer a la comunidad científica y al profesorado una visión clara de la relación
que existe entre patrimonio y enseñanza de la historia.
Las actuales corrientes investigadoras y educativas huyen del uso partidario de la Historia
en el que se deseaba crear ciudadanos de una Nación, que compartían una identidad sólida y
estable. Por el contrario, y como nos decía el doctor Prats en su lección magistral, las clases de
historia se deberían convertir en laboratorios donde el alumnado pueda partir de sus intereses con
el objetivo de comenzar una exploración e investigación en el entorno, indagando diversas fuentes,
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I Congreso Internacional “Creando ciudadanos, construyendo identidades. El uso del patrimonio material e inmaterial en
la enseñanza de la historia.
para llegar a conclusiones sobre los problemas planteados inicialmente. Aunque el doctor Prats no
hacía referencia explícita a la educación patrimonial en su discurso, no es difícil entender que el
reconocimiento de sus raíces, por parte de los ciudadanos, debe incluir a aquellos elementos que
pueden ser reconocidos por ellos y que deberían ser entendidos como propios en la construcción
de su sentimiento identitario. Y entre esos elementos está todo el patrimonio, material e inmaterial,
que conforma la cultura de las sociedades, el cual puede y debe ser utilizado como fuente en esa
investigación de aula.
Según Pinto y Molina (2015), el patrimonio es una perfecta conexión del alumno con el pasado,
el cual debe ser considerado como una importante fuente primaria a utilizar en las aulas, ya que
promueve la enseñanza en valores, ayuda a construir identidades colectivas inclusivas, y permite
trabajar la conciencia crítica y la comprensión de las sociedades del pasado y el presente, para
poder establecer el origen de posicionamientos futuros.
La educación patrimonial, como nos comentan Fontal e Ibáñez (2015), es una actuación
necesaria e imprescindible que actúa como relación entre las personas y los bienes, utilizando
para ello las esencias del patrimonio que no son sino los sentimientos de propiedad, pertenencia,
cuidado, transmisión y, sobre todo, identidad.
Por todo lo dicho, no se entiende una enseñanza de la historia y la construcción del pensamiento
histórico crítico sin la utilización de los bienes que nos rodean, que son parte de nuestro acerbo
cultural y social, y que han de ayudar a que los nuevos ciudadanos puedan entender su pasado
para construir su presente y su futuro, de una manera crítica y analítica, pudiendo acceder y analizar
distintas fuentes para ese cometido.
Como nos dicen Carretero y Kriger (2004), el reto actual de la escuela y de la enseñanza
de la historia está en estrecha relación con la redefinición integral de las identidades (políticas,
históricas, sociales, culturales, etc.), para reconfigurar su función en los procesos de construcción
de imaginarios ciudadanos dentro de un mundo global de sociedades multiculturales, buscando la
conservación de los patrimonios nacionales singulares.
Este congreso pretendía servir de espacio para la comunicación de las investigaciones que
se están llevando, a nivel nacional e internacional, en el campo de la doble vertiente del desarrollo
del pensamiento histórico y el papel que la didáctica del patrimonio juega en ese desarrollo. El
patrimonio, por lo tanto, y según los organizadores, se ha de utilizar como recurso educativo que
recalque los valores identitarios y las actitudes de tolerancia hacia las diferentes culturas, así como
instrumento que sirva para la interpretación y el análisis de las sociedades históricas y presentes.
La cita, la cual se estructuró en torno a tres ámbitos temáticos, se llevó a cabo durante cuatro
jornadas, estando dedicadas las tres primeras a cada uno de esos ámbitos, y la cuarta y última al
acto de investidura como Doctor Honoris Causa del profesor Doctor D. Joaquim Prats Cuevas, de
la Universidad de Barcelona.
Ciudadanía, identidades y patrimonio
El primer día de congreso comenzó con el acto de presentación, que estuvo a cargo de
D. Sebastián Molina Puche, director del congreso; D. Pedro Miralles Martínez, Vicerrector de
Formación e Innovación; D. Antonio José Pro Bueno, Decano de la Facultad de Educación; y D.
Antonio González Valverde, Director Gerente de la Fundación Séneca.
Después del acto de presentación tuvo lugar la ponencia de la profesora Beatrice Borghi, de
la Universidad de Bolonia, quien habló sobre “La didáctica del patrimonio en Italia”. En su ponencia,
la Dra. Borghi hizo un recorrido por el plan de estudios de su país, analizando la inclusión del
patrimonio en las nuevas leyes educativas italianas, desde la educación infantil hasta la secundaria,
las cuales han pasado de la inclusión de una concatenación de datos al deseo de buscar un
currículo que incluya explícitamente la creación de una ciudadanía a partir de la enseñanza de la
historia y la utilización del patrimonio. Ese patrimonio está unido a la belleza, la cual es percibida
cuando entramos en contacto con el patrimonio, ya que nos hace sentir bien. Aunque al ponernos
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José Díaz Serrano, Ainoa Escribano Miralles, Ana Isabel Ponce Gea y David Verdú González
delante de parte del patrimonio, algunos elementos no nos resultan naturales y comunes de nuestra
vida cotidiana, este nos sirve para poder reinventar la historia y los sentimientos, promueve una
ciudadanía activa y democrática, y ha de ser utilizado para crear una historia pública, que sirva
para la creación de una ciudadanía. Ejemplo de ello son las actividades llevadas a cabo en Bolonia,
donde todos los escolares pudieron entrar en contacto con su patrimonio y que concluyeron con
los alumnos como protagonistas, ya que contaron a la ciudadanía lo que habían hecho durante un
curso completo.
La sesión continuó con la mesa redonda “Currículos, manuales y actividad docente del
profesorado: ¿Qué patrimonio y qué tipo de identidades?”, coordinada por el Dr. Alex Ibáñez
Etxeberría, de la Universidad del País Vasco. En ella, el Dr. Ramón López Facal, de la Universidad
de Santiago de Compostela nos habló del Proxecto Terra que están llevando a cabo en Galicia,
con el que se busca el estudio y la creación de materiales para trabajar el paisaje como patrimonio,
a través de una visión holística: no sólo utilizar la parte estética sino utilizar memorias, olores,
formas, etc. Ese paisaje tiene significado cuando te identificas con él y cuando lo relaciones con
elementos de la memoria, no sólo pasados sino también elementos del presente que se convierten
en patrimonio (como los grafitis). Posteriormente, la Dra. María Helena Pinto (CITCEM, Portugal),
nos habló de la perspectiva constructiva del patrimonio, el cual es cambiante, ya que de una a otra
época, los diferentes habitantes de una zona se identifican de manera distinta con el patrimonio
y, por lo tanto, su identidad es entendida de diversas formas. Por ello, no podemos hablar de un
patrimonio estático sino dinámico, por lo que tenemos que introducir en nuestras una metodología
en la que el alumnado pueda descubrir, a través de diversas fuentes, qué significan para ellos los
elementos patrimoniales, cómo se construye la historia y pueda, a través de un análisis crítico,
construir su conciencia histórica, la cual ya no estará basada en contenidos fijos y prefijados. Por
último intervino el Dr. Jesús Estepa, de la Universidad de Huelva, quien presentó los resultados
de dos investigaciones que han supuesto dos tesis doctorales, en las que se estudiaba la relación
entre la enseñanza y el patrimonio y su inclusión en los currículos, tanto nacionales como en la
comunidad andaluza. Estas investigaciones se movían bajo tres categorías principales: concepto y
tipología patrimonial; modelo de enseñanza y de inclusión del patrimonio; y patrimonio e identidad.
Entre los resultados presentados, el Dr. Estepa nos mostró que tanto en los currículos, como en los
libros de texto y la práctica docente se encuentran obstáculos epistemológicos (visión sesgada del
patrimonio y no holística), metodológicos (sólo se realizan algunas salidas escolares, pero no se
integra el patrimonio de lleno en los procesos de enseñanza-aprendizaje) y axiológicos (se parte de
una finalidad academicista y no de utilización del patrimonio como elemento para la creación de una
conciencia histórica que sirva para la formación ciudadana y de identidades inclusivas).
La mesa redonda dio lugar a un amplio debate en el que surgieron temas como el uso de la
memoria para la enseñanza de la historia, el concepto de la estética de los elementos del patrimonio
para la construcción de esa memoria, o el significado y finalidad del patrimonio en la construcción
de la identidad de los ciudadanos.
Por la tarde, la actividad del Congreso comenzaba con la ponencia de la profesora Linda
Levstik, investigadora de reconocida trayectoria en la Universidad de Kentucky (Estados Unidos),
experta en currículo y enseñanza-aprendizaje de la historia. La doctora Levstik parte de la premisa
de que somos educados en las diferencias históricas y sociales, desde ellas y para detectarlas. A
partir de aquí, apuesta por una enseñanza de la historia que se hace más significativa cuando atiende
al contexto, cuando los diseños didácticos se inician clarificando esas diferencias asimiladas que
conforman las identidades del alumnado. Este enfoque de las propuestas educativas predispone
un ambiente permeable al trabajo de contenidos conectados con aspectos como la religión, la clase
social o la raza, desde un punto de vista integrador en la comunidad. Ante este propósito, el uso
de las fuentes históricas documentales, audiovisuales, orales e, incluso, técnico-arqueológicas,
se convierte en la clave metodológica de los diseños educativos, logrando que, como concluye
la ponencia, las identidades den sentido al pasado y al presente percibidos y aprendidos por los
discentes.
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I Congreso Internacional “Creando ciudadanos, construyendo identidades. El uso del patrimonio material e inmaterial en
la enseñanza de la historia.
Los fundamentos referenciales de la doctora Levstik fueron un valioso preámbulo para las
aportaciones de los comunicantes del ámbito primero del Congreso: “Ciudadanía, identidad y
patrimonio”. Se desarrollaron en dos sesiones paralelas en torno a líneas de trabajo variadas y
complementarias: análisis de los valores ciudadanos en los que se educa o en los que se podría
educar a través de la didáctica de las ciencias sociales y del patrimonio; delimitación conceptual y
práctica del proceso de construcción de identidades individuales y compartidas como clave para la
educación ciudadana; consideraciones didácticas y curriculares acerca del contexto de enseñanzaaprendizaje óptimo para la educación ciudadana y el ejercicio del estudiante como ciudadano;
estudios sobre visión del patrimonio en los currículos, pero también en las concepciones docentes y
discentes; y, por último, análisis de los elementos patrimoniales utilizados en diferentes propuestas
didácticas y su evaluación en el aula y fuera de ella.
Museos de aula y museos para el aula: la relación entre la educación formal y no
formal
La sesión del miércoles comenzó con la ponencia “Fomentando una cultura de pensamiento
en la enseñanza de la museología”, a cargo de la profesora Alice Semedo, de la Universidad de
Oporto. La ponente partió de la idea de que los museos no se han solido utilizar en la enseñanza
como elemento de la creación de un pensamiento crítico sino como espacios que mostraban
elementos culturales de una manera estática. Esta profesora propone una metodología que aúne
los conocimientos, la pedagogía y la tecnología a favor de que el que aprende pueda analizar y
construir su conocimiento, apropiándose libremente de las ideas que le ofrece el museo y lo que
contiene. Pero, para ello, lo importante es tener claro qué conocimientos queremos enseñar, que
pedagogía queremos utilizar y qué tecnología servirá para este cometido, sin caer en distraer y evitar
que el visitante / aprendiz pueda ponerse en contra de aquello que se le ofrece. A su vez, también
nos apunta que hemos de tener en consideración quiénes son los agentes que participarán en los
procesos de enseñanza-aprendizaje en los museos. Por lo tanto, la profesora Semedo comentó
que, aunque los museos han de seguir siendo espacios donde difundir la cultura, también han de
servir como espacios inclusivos y democráticos que invoquen un sentimiento de ciudadanía, que
proporcionen a su vez oportunidades para la crítica, para la construcción de significados y para la
construcción de identidades. Con ello, y como nos dijo la ponente, los museos han de servir para la
educación, no sólo formal sino también no formal, ya que son espacios de mediación educativa con
las escuelas y con la sociedad.
La sesión matutina prosiguió con la mesa redonda titulada “Museos e interculturalidad,
¿relación fallida?”, que estuvo coordinada por el profesor D. José María Cuenca de la Universidad
de Huelva. La primera intervención corrió a cargo de la profesora Olaia Fontal, de la Universidad
de Valladolid, quien a través de distintas preguntas / reflexiones fue abordando diferentes temas
sobre la relación entre los museos, el patrimonio y la creación de identidades interculturales. Para
responder dichas cuestiones fue mostrando diversos proyectos y museos de diferentes partes del
mundo que sirvieron para ejemplificar la unión y las diferentes relaciones entre museos y patrimonio,
y la inclusión de la interculturalidad en los museos, así como en el Plan Nacional de Educación y
Patrimonio. Dña. Virginia Page, directora del Museo de Arte Ibérico “El Cigarralejo” de Mula (Murcia),
después de explicar cómo es y a qué se dedica el museo que dirige, habló de la relación de un
museo temático con el público de su población y alrededores. Nos explicó las dificultades que se
encuentran a la hora de atraer a los distintos colectivos a un museo monográfico y el poco o mucho
interés que ponen tanto las instituciones como los centros educativos en la difusión de lo que dicho
museo contiene. La ponente describió las diferentes formas que tienen en su museo, el cual no
cuenta con un gabinete pedagógico, para atraer al público (no sólo escolares sino a la sociedad
general), como son el utilizar exposiciones itinerantes o el realizar actividades no relacionadas con
la temática del museo como conciertos veraniegos, etc. Por último, Doña Gema Sala, del Gabinete
didáctico del MARQ de Alicante, nos habló del Museo Arqueológico de Alicante y lo que allí hacen.
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Primero comentó qué es y cómo funciona dicho museo, partiendo de la idea principal que les lleva
en sus actividades que es la interculturalidad que subyace en cualquier elemento patrimonial. A partir
de ahí, nos explicó qué acciones se llevan a cabo en dicho museo desde el departamento didáctico,
como son las visitas-talleres, los proyectos educativos, la elaboración de materiales didácticos, la
formación del profesorado, la creación de elementos de accesibilidad como elemento inclusivo y los
diferentes eventos que se llevan a cabo para el fomento de la cultura y el patrimonio de la zona. A la
finalización de las exposiciones, el coordinador lanzó una serie de preguntas que se extraían de la
temática de la mesa redonda, para dar pie a un interesante debate en el que se discutieron temas
relacionados con la interculturalidad y la identidad en los museos, y la importancia de poner de
relieve el patrimonio tanto en la educación formal, como en la no formal y la informal, para que toda
la ciudadanía pueda ser partícipe de lo que ofrecen los museos, sean o no monográficos, ya que
cualquier elemento patrimonial puede aportar información que podría hacer reflexionar críticamente
a cualquier persona sobre su procedencia, su grado de afinidad con dicho patrimonio y con sus
sentimientos identitarios.
En la sesión plenaria de la tarde se tuvo como ponente invitado a Mikel Asensio, director
del Laboratorio de Interpretación del Patrimonio (LIP) de la Universidad Autónoma de Madrid. La
ponencia, que versaba en torno a los Museos y la enseñanza de la Historia, expone el trabajo que
ha desarrollado su equipo en relación a la enseñanza de la historia en contextos informales. El hilo
de su exposición se centró en la inclusión de los discursos expositivos-históricos de los Museos. El
Proyecto ReçerCaixa, recoge un plan de investigación que tiene por finalidad estudiar los discursos
inclusivos en los museos. Las líneas de trabajo se centran en el análisis del concepto de inclusión
y sus dimensiones. Tras presentar algunos de los resultados incipientes de la investigación, Mikel
Asensio concluyó su exposición delimitando algunos parámetros que el museo debe modificar para
generar un discurso inclusivo: la visión de las personas; el conocimiento-problema; los contextos
de aprendizaje envolventes; el uso de narrativas sensibles; una sintaxis y formatos más diseñados
para el usuario; el aprendizaje en profundidad y un papel del patrimonio más claro.
Este día culminó con la sesión de comunicaciones “Museos de aula y museos para el aula:
la relación entre la educación formal y la no formal”. Las líneas de trabajo ponen el énfasis en la
nueva concepción de museo, un museo que sirven para el aula y se sirven del aula; el uso de
los espacios virtuales de museos como herramienta para el aprendizaje de la historia; el empleo
de dispositivos móviles para contribuir a la educación patrimonial; el desarrollo de experiencias
didácticas en centros de educación formal y no formal (museos, centros de interpretación); proyectos
de innovación escolares y museísticos y planes de investigación que se valen de técnicas de
recogida de información variadas.
Nuevos recursos para el aprendizaje formal e informal de la historia y la divulgación
del patrimonio: del cómic a las redes sociales
La sesión matinal del jueves empezó con la ponencia del profesor Dr. D. Marcelo Fronza
(Universidad Federal de Mato Grosso, Brasil). La ponencia de este profesor, cuyo título era “Nuevos
recursos para el aprendizaje formal de la historia”, giró en torno a narrativas históricas visuales
que sirven para la formación identitaria, a través de una intersubjetividad. El profesor Fronza
nos habló de las diferentes perspectivas que hemos de tener en cuenta en las narrativas de los
estudiantes para entender su relación con el pasado y el presente y sus expectativas de futuro.
Esas dimensiones serían la política, la estética, la cognitiva y la ética, las cuales sirven para conocer
la conciencia histórica del sujeto y cómo utilizan sus conocimientos históricos en su experiencia
vital. Partiendo de cuestionarse cómo los estudiantes entienden la historia y cómo la utilizan en
su vida, el ponente abordó temáticas como la forma de aprender, los contenidos que se presentan
a los discentes y la forma en la que se enseña, elementos muy importantes para entender cómo
es aprendida y aprehendida la historia, y de ahí se podrá conocer el uso que pueden hacer de
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I Congreso Internacional “Creando ciudadanos, construyendo identidades. El uso del patrimonio material e inmaterial en
la enseñanza de la historia.
ella en su vida diaria. A partir de esta introducción, el Dr. Fronza presentó diferentes ejemplos
de narrativas históricas visuales, algunas publicadas y otras realizadas por alumnos de diferentes
niveles educativos, que fueron utilizadas en sus investigaciones, y que mostraban la forma en la
que los distintos estudiantes entendían su pasado y cómo lo mostraban, así como la forma en la
que adaptaban esos aprendizajes a su vida actual. El ponente nos comentó que este recurso nos
puede servir para trabajar con cualquier nivel educativo, así como para cualquier temática, y puede
ser utilizado después de cualquier tipo de transmisión de contenidos históricos (contenidos de clase,
visionados de vídeos, experimentación con videojuegos, etc.).
A continuación se llevó a cabo la mesa redonda titulada “Cómic, cine, videojuegos... las
otras vías del aprendizaje de la historia y el patrimonio”, coordinada por la profesora Pilar Rivero
(Universidad de Zaragoza). La primera intervención fue la del profesor F. Xavier Hernández Cardona,
de la Universidad de Barcelona. Este ponente habló de la dificultad de disponer de materiales
para explicar la historia para que sea creíble y cercana a quien aprende. Este profesor recalcó la
necesidad de que el discente pueda ver lo que se le explica, ya que de esta forma se incluirá una
dimensión didáctica y cercana que haga comprender los contenidos. Como ejemplo, nos mostró
diversos vídeos de recreación histórica generados en su Universidad por los propios alumnos
y alumnas, utilizando diversas técnicas como la grabación real con cámara, las recreaciones
virtuales 3D y técnicas mixtas que combinan imagen real con infografía 2D y 3D. Estas creaciones,
además de contar con especialistas tanto en el ámbito de la grabación y edición de vídeo como
en la generación de contenidos infográficos, fueron creadas y supervisadas por historiadores y
profesorado que le dieron la veracidad y la calidad didáctica para ser utilizadas en clases de historia.
El segundo en intervenir fue el profesor de secundaria Gerardo Mora (IES José Martínez Ruiz
“Azorín”, de Yecla), quien explicó una experiencia llevada a cabo en su centro a través de las redes
sociales para la enseñanza de la historia. Su actividad consistió en la creación de una página en la
red social Facebook, donde el alumnado participaba, compartía conocimiento y comentaba lo que
se trabajaba en clase. Utilizó este medio para el estudio del patrimonio histórico local con el objetivo
de plasmar los trabajos realizados, así como para tener un lugar donde contrastar datos y donde dar
a conocer la localidad, y un medio ameno y cercano para los alumnos que sirviera de participación
y de ampliación de las clases ya que, por falta de tiempo, a veces no se puede hacer todo lo que se
quisiera en horario lectivo. Nos comentó el profesor Mora que la experiencia fue un éxito, así como
otros ejemplos similares que nos comentó, que se han llevado en otras partes del país. Por último,
la mesa redonda se completó con la intervención de D. Alfonso García, director de contenidos
de la Fundación Integra de Murcia, organismo encargado de la generación de los contenidos
digitales del portal web regional. El ponente nos comentó una plataforma que se está creando y
que está en proceso de puesta en marcha que une la educación, el patrimonio y la gamificación,
ya que, a través de un elemento tan usado como es el juego a través de aparatos tecnológicos, se
quiere llevar al público los contenidos históricos de los que dispone el portal digital de la Región
de Murcia. Esta plataforma está siendo creada por expertos en creación de contenidos digitales,
con el asesoramiento de profesorado de los diferentes niveles educativos, agentes difusores del
patrimonio, agentes culturales, etc. La plataforma dispondrá de diversas actividades que se podrán
realizar tanto de forma virtual como presencial. Se resolverán enigmas a través de la información
que se pueda obtener de vídeos, visitas, información, etc., y con ello se obtendrán puntos y, con
ellos, premios. Alfonso García nos explicó que esta unión del juego y de los contenidos históricopatrimoniales debería servir para, por un lado, ofrecer un medio ameno para cualquier ciudadano
que le sirva de entretenimiento y, por otro, que ayude en la difusión del patrimonio de la Región
de Murcia. La mesa redonda concluyó con un extenso debate en el que se abordaron algunos de
los nuevos recursos tratados en las intervenciones de los miembros de la mesa, y acabó con la
reflexión sobre el uso de dicho recursos y sobre el futuro del mismo, ya que los nuevos ordenadores
y superordenadores están permitiendo y permitirán, según el profesor Hernández Cardona, la
recreación de cualquier momento de la historia, así como las alternativas que podrían haberse dado
si algún personaje hubiera tomado otras decisiones. Algo en lo que coincidieron todos los miembros
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José Díaz Serrano, Ainoa Escribano Miralles, Ana Isabel Ponce Gea y David Verdú González
de la mesa y público participante es que los recursos tecnológicos están abriendo un campo que no
se ha de desaprovechar para la enseñanza de la historia y el patrimonio.
La jornada de tarde se abrió con la presentación de comunicaciones. En la mesa de
comunicaciones “Nuevos recursos para el aprendizaje formal e informal de la historia y la divulgación
del patrimonio: del cómic a las redes sociales” las temáticas tratadas se articularon a través de
dos líneas fundamentales. De un lado, los comunicantes realizaron aportaciones en relación a la
incorporación de nuevos recursos tanto en las prácticas de enseñanza de la historia desarrolladas
en el aula, como las que tienen lugar fuera de estas. Entre estos recursos destacaron, sin duda, los
tecnológicos; especialmente, el uso de videojuegos y de aplicaciones móviles. De otro lado, tuvieron
lugar aportaciones que rescataban recursos más tradicionales para los que, sin embargo, se ofrecían
nuevas estrategias. Entre estas, la utilización de fuentes (escritas, visuales o arquitecturales) por el
alumnado para la construcción del propio discurso histórico actuó como denominador común.
La conferencia de clausura, llevada a cabo por el profesor Joan Santacana de la Universitat de
Barcelona, abordó la temática del congreso desde el marco más general donde esta se encuadra:
la didáctica de la historia. Desde una original perspectiva, el doctor Santacana repasó las funciones
de la historia a partir de una óptica temporal y espacial, poniendo el punto de mira en los conflictos,
especialmente propensos a las diferentes interpretaciones y a las contradicciones. Utilizando textos
excelentemente escogidos que pasaban, entre otros lugares, por Rusia, Japón, Turquía, Palestina,
América del Norte o Nicaragua, el profesor llegaba a formular la pregunta que podría entenderse
como eje vertebrador de toda la conferencia: ¿para qué nos sirve la historia si hasta hoy la hemos
utilizado para todo? Concluía Santacana, a este respecto, que seguía siendo necesario el paso
desde el adoctrinamiento (necesariamente a través de una historia manipulada) hacia la explicación
histórica con un discurso no cerrado. Rescataba el profesor, para cerrar su discurso, unas palabras
de Rafael Altamira que calificaba como tristemente actuales, poniendo implícitamente en tela de
juicio los escasos avances que se han dado en el cómo enseñar la historia.
Al final de la sesión vespertina, el director del congreso, el profesor Dr. D. Sebastián Molina,
hizo un breve acto de clausura, indicando que, aunque se daban por finalizadas las sesiones
de ponencias, mesas redondas y presentación de comunicaciones, el congreso se clausuraba
oficialmente en el solemne acto de investidura de Doctor Honoris Causa del viernes.
Acto de investidura de Doctor Honoris Causa del profesor Joaquim Prats Cuevas
En la mañana del viernes 29 de abril se llevó a cabo el solemne acto de investidura de Doctor
Honoris Causa del profesor Dr. D. Joaquim Prats Cuevas, cuya Laudatio in honorem fue llevada a
cabo por los profesores doctores D. Pedro Miralles Martínez y D. Francisco Chacón Jiménez, quienes
representaron la unión entre las Facultades de Educación y la de Letras, respectivamente y, a su
vez, simbolizaron el hecho de que la Universidad de Murcia se convirtió, con este reconocimiento,
en la primera Universidad española que reconoce con su más alta distinción uno de los campos de
las humanidades con mayor repercusión social: la Historia y la Didáctica de las Ciencias Sociales,
campo al que tanto ha aportado el homenajeado.
La lección magistral del Dr. Prats, cuyo título era “Combates por la historia en educación”
hizo un recorrido por el papel que ha tenido la historia en la educación, el uso partidario que se le
ha solido dar y la necesidad de lograr que el conocimiento histórico sea reconocido como campo
científico, con un gran valor educativo e instructivo.
Conclusiones
Como ocurre en muchos eventos de este tipo, nos quedamos con un sabor agridulce después
de celebradas todas las sesiones. Por un lado, se presentaron infinidad de nuevas propuestas y
trabajos que ahondan en el no tan novedoso campo de la educación patrimonial, pero que ayudan
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I Congreso Internacional “Creando ciudadanos, construyendo identidades. El uso del patrimonio material e inmaterial en
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a entender cómo seguir mejorando en la inclusión del patrimonio en la enseñanza de la historia y
en la formación identitaria de los alumnos y alumnas de los diferentes niveles educativos y en las
diferentes modalidades de enseñanza, ya que en este congreso no sólo se habló de la educación
formal sino también de la no formal y la informal. Por otro lado, y como suele ocurrir cuando algo
nos parece interesante, se nos queda la sensación de que ha quedado mucho por debatir, muchas
cuestiones que resolver y nuevos temas sobre los que investigar. Esta sensación no sólo nos da a
ver que sería interesante seguir realizando nuevas ediciones de este congreso sino que el ámbito
de la educación patrimonial para la enseñanza de la historia es un campo que puede dar mucho de
sí, tanto para aquellos que ya se encuentran investigando en él como para nuevos investigadores
que se adentren en la indagación sobre temas relacionados con la construcción identitaria, el uso de
fuentes para la creación del pensamiento crítico histórico o, simplemente, sobre el uso del patrimonio
en las clases de ciencias sociales.
Querríamos acabar esta reseña con unas palabras extraídas de la Lectio del profesor Prats,
ya que quienes nos dedicamos a la enseñanza y estamos inmersos en la trasmisión de contenidos
de historia hemos de tener en cuenta que: “enseñar la historia con rigor es uno de los principales
caminos para la adecuada formación de una ciudadanía libre, crítica y feliz” (Prats, 2016).
Bibliografía
Carretero, M. y Kriger, M. (2004). ¿Forjar patriotas o educar cosmopolitas? El pasado y el presente
de la historia escolar en un mundo global. En M. Carretero y J. F. Voss (coord.). Aprender y
pensar la Historia (pp. 71-98). Buenos Aires: Amorrortu.
Fontal, O. e Ibañez, A. (2015). Estrategias e instrumentos para la educación patrimonial en España.
Educatio Siglo XXI, 33 (1), 15-32.
Pinto, H. y Molina, S. (2015). La educación patrimonial en los currículos de ciencias sociales en
España y Portugal. Educatio Siglo XXI, 33 (1), 103-128.
Prats, J. (2016, Abril 29). Combates por la historia de la educación, discurso de investidura como
Doctor Honoris Causa del Profesor Doctor D. Joaquim Prats Cuevas [Archivo de vídeo].
Recuperado de http://www.ub.edu/histodidactica/index.php?option=com_content&view=article&id=2
17:combates-por-la-historia-en-educacion&catid=31&Itemid=101
José Díaz Serrano
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Ainoa Escribano Miralles
Universidad de Murcia
Ana Isabel Ponce Gea
Universidad de Murcia
David Verdú González
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Beckert, S. (2014). Empire of cotton: A global history.
New York: Alfred A Knopf. 640 págs.
Para citar este artículo: Mullins Jr., R. D. (2016). [Reseña del libro Empire of cotton: A global
history, de S. Beckert]. Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la Historia, 159-160.
ISSNe: 2386-8864
DOI: 10.6018/pantarei/2016/10
Every year in Virginia, many teachers instruct students that capitalism is a system in which
government stays out of the way. The author of this review, being a former high school teacher in
Virginia, taught this very concept. Nevertheless, Sven Beckert tells a different story in his book Empire
of Cotton: A Global History. Beckert argues that not only was the state involved in the development of
capitalism, but also “the needs of nation-states were not conflicting”, meaning that in many instances
capitalism intertwined with goals of the state (p. xxi) He uses a commodity, cotton, as a centerpiece
to exemplify his point. From the onset, the reader may think they are embarking on a history of
cotton, but that is not Beckert’s goal. His goal is to tell the story of capitalism, by focusing on a topic
that everyone knows something about: cotton.
Beckert begins his book by discussing cotton’s presence in South America a “half of millennium
ago” in small villages in “what is today called Mexico” (p. 3). By starting the story this early, he not
only shows that “cotton had a long history”, but he also shows that so did capitalism (p. xx). Next,
Beckert addresses Christopher Columbus’ landing in 1492; Columbus’ landing was a major event
that “recast global connections” and made way for the global rise of capitalism (p. 31). It is after
making this point that Beckert is able to get to the meat of his story.
From the landing of Columbus, Beckert progresses, arguably quickly, through roughly four
hundred years of history. Throughout the four hundred years, he describes the different phases of
capitalism, and how different nations experienced it. Although this is a daunting task, Beckert does
well in this endeavor and describes how major events, such as the American Civil War, affected
capitalism (p. 242-273). By looking at world changing events such as wars, Beckert is able to
capitalize on exemplifying how capitalism had global connections. By emphasizing how major events
had worldwide ramifications, he is successful in the pursuit of constructing a global history.
As Beckert reaches into the nineteenth and twentieth century, he supports his argument
of state involvement in capitalism even more by discussing how when individuals from different
countries attempted to enter the global world of cotton, “they learned about the importance of strong
states to industrialization” (p. 412). Although this point is not direct, it strengthens Beckert’s argument
by showing that although many argue capitalism is a system in which government should stay out
of the way, a strong state is practically a prerequisite for entering the industrial realm. As Beckert
concludes, he reminds the reader that even into the twentieth century, “the trajectory of the empire of
cotton converged more and more with the goals of state-led development” (p. 436).
Beckert thoroughly researched this work, which is evident by examining his notes at the end
Panta Rei (2016), 159 - 160
159
Beckert, S. (2014). Empire of cotton: A global history. New York: Alfred A Knopf. 640 págs.
of the book. However, the choice of having the notes at the end can be laborious when the reader
wants to reference one of his notes, as it requires constantly flipping to the back of the book. It would
be helpful to have notes within the page for a quick reference, which would provide a smoother read.
Aside from arrangement issues, Beckert makes a statement that could have used more
clarification. While describing how America was different from the rest of the world, he discusses
that America was the only colonial ruler “which had made cotton-growing territories available by
removing the native people who had dwelled on those lands for centuries” (p. 359). Here it would
have been helpful if Beckert could have added more context to this statement. One could argue
that the precedent of taking native lands for business endeavors started with Spanish and English
colonization. Although Beckert specifies he is talking about cotton, the way in which he argues this
point makes it appear as if America set the precedent for taking native lands for business endeavors.
Sven Beckert successfully conquered the task of writing a thorough history of capitalism. His
choice to focus on a commodity, rather than on individuals, offer a unique and intriguing story to those
interested in economic history or the history of capitalism. His story is best suited for the professional
historian, but would also be something of interest to the economist or possibly even the political
philosopher due to his focus on state affairs. Beckert reminds the reader through his narrative of a
truth that is present even today; “a world that seems stable and permanent in one moment can be
radically transformed in the next” (p. 443).
Ricky D. Mullins Jr.
History and Social Studies Education at Virginia Tech (Blacksburg, VA. USA)
160
Panta Rei (2016), 159 - 160
Coumert, M. y Dumézil, B. (2013): Los reinos bárbaros en Occidente (traducción
de Peinado Santaella, R. G.: Les royaumes barbares en Occident, Presses
Universitaires de France, 2010).
Editorial Universidad de Granada. Granada. 156 págs
Para citar este artículo: Castillo Lozano, J. A. (2016). [Reseña del libro Los reinos bárbaros en
Occidente, de M. Coumert y B. Dumézil]. Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la
Historia, 161-162.
ISSNe: 2386-8864
DOI: 10.6018/pantarei/2016/11
El libro que nos proponemos reseñar es una traducción de Rafael G. Peinado Santaella del
conocido libro Les royaumes barbares en Occident (Presses Universitaires de France, 2010) y
cuya autoría recae en Magali Coumert y Bruno Dumézil. Magali Coumert es profesora titular en la
Universidad de Bretaña occidental y su campo de estudio siempre ha versado en la época conocida
como Antigüedad Tardía y/o Alta Edad Media, destacando su obra L’origine des peuples. Les récits
du Haut Moyen Áge occidental (550-850) (Institut d’Études Augustiniennes, 2007). El segundo autor
de este libro es Bruno Dumézil que es profesor titular en la Univerdad de París Oeste-Nanterre La
Défense y su campo de estudio ha estado enfocado sobre todo al mundo de la tardoantigüedad
con cierta predominancia del reino austrasiano en sus trabajos, de ahí que sea autor de grandes
publicaciones entre la que debemos destacar su obra de referencia: La Reine Brunehaut (Fayard,
2008).
El estudio de los pueblos germánicos siempre ha sido un tema que ha originado abundantes
debates desde las primeras voces que los señalaban como destructores del Imperio romano hasta
a aquellas que en el s. XIX-XX los ponían como los padres fundadores de las naciones europeas
a la luz de la génesis de los nacionalismos europeos. En definitiva, este nuevo volumen pretende
arrojar luz sobre la interesante historia de estos pueblos.
El libro está compuesto por una serie de capítulos que van acordes a las principales ideas que
surcan la mente de los historiadores de este periodo histórico y que se articulan en torno a la entrada,
el establecimiento y la consolidación de los reinos de estas gentes/nationes. De esta manera, en
el primer capítulo se nos hace un recorrido sobre aquellas fuentes a las que debemos acudir a la
hora de conocer el pasado de estos pueblos antes del contacto con el imperio de la ciudad eterna,
Roma (11-17). Estas fuentes son los etnógrafos antiguos (como es el caso de Heródoto), las fuentes
historiográficas romanas (como es la conocida obra de Tácito: Germania), los restos materiales a
través de los estudios arqueológicos y, finalmente, la Historia Gentium, es decir, la historia de los
orígenes de estos pueblos creadas (o puestas por escrito) mucho tiempo atrás en un intento de
dotar de historia y legitimidad a los reinos bárbaros como es el conocido caso de la Getica u Origen
y gestas de los Godos de Jordanes. Este capítulo se complementa con una teoría actualizada en
la que, siguiendo las últimas tesis del mundo académico, se deja de señalar una supuesta invasión
o macro-migración (pp. 17-22), un concepto que tiene claros tintes políticos, para ir dando fuerza
a una migración constante que al mismo Imperio le favorecía, sin olvidar el interesante proceso de
Panta Rei (2016), 161 - 162
161
Beckert, S. (2014). Empire of cotton: A global history. New York: Alfred A Knopf. 640 págs.
etnogénesis progresiva que se iba dando (pp. 22-25).
El segundo capítulo (“Roma y sus vecinos”, pp. 31-54) y el tercero (“Las formas del
establecimiento”, pp. 55-76) son complementarios e intentan sintetizar esos contactos que hubieron
entre Roma y los reinos bárbaros antes de la caída de la pars occidental del Imperio. Siguiendo un
modo divulgativo, no carente de un método científico totalmente pulido, el libro traza la existencia
de ese limes, de esas fronteras vivas del Imperio que eran testigos de la entrada y de la convivencia
entre esos “bárbaros” y los habitantes del Imperio. De igual manera, se muestra como Roma, dentro
de ese espíritu pragmático que siempre la caracterizó, adoptó a estas tribus para su beneficio propio.
Es decir, siempre que pudo sacar beneficio de ellas, lo sacó bien fuera a través de pactos, como los
conocidos foedus, o a través de la asimilación directa de este mundo a su organigrama estatal bien
formando parte de las tropas regulares o de la administración pública. Todas estas ideas, si bien han
sido estudiadas por grandes expertos, nosotros intentamos recogerlas y analizarlas en un reciente
artículo nuestro centrándonos en el pueblo godo.
En los siguientes capítulos, bajo los títulos “La cultura bárbara en el siglo V” (pp. 77-99) y
“La construcción de los Estados Bárbaros” (pp. 101-125) se nos muestra un momento clave en
el devenir de la historia europea ya que tras la simbólica caída de Roma en el 476, la autoridad
imperial en Occidente desaparece, se crea un vacío que estos pueblo tenderán a llenar. Si bien es
cierto, que ya en este mismo siglo, Roma no tenía la suficiente autoridad como para manejar los
hilos del destino de estos bárbaros por lo que en cierta medida este proceso de la génesis de los
reinos bárbaros lo podemos retrotraer antes de esta fecha simbólica. De este modo, los autores de
esta monografía pretenden arrojar una síntesis completa de este complejo pero apasionante arco
cronológico a través de las fuentes arqueológicas y literarias.
El último capítulo del libro (“La conversión de los reinos bárbaros”, pp. 101-126) corresponde
según los presupuestos teóricos de los autores al último momento del proceso de la consolidación
de estos reinos que ya se vienen viendo ellos mismos como los continuadores/herederos del otrora
poderoso Imperio romano.
El libro finaliza con unas breves conclusiones (pp. 147-148) y una selección de aquellas
fechas más significativas para los autores y de los trabajos más importantes para adentrarse en este
campo de estudio (el traductor del libro añade una breve selección de títulos recientes en español
sobre este tema).
En definitiva, y a modo de conclusión, nos encontramos ante una monografía que con un
tono divulgativo intenta demostrar y trazar una historia general de los pueblos bárbaros desde su
llegada y primeros contactos con el Imperio romano hasta su instalación como reinos. En definitiva,
se trata de una buena manera para aproximarse por primera vez a estos temas y que sirve como un
magnífico recurso para aquellos alumnos o personas con inquietudes que se enfrentan por primera
vez a este complejo mundo.
José Ángel Castillo Lozano
Universidad de Murcia
162
Panta Rei (2016), 161 - 162
La prehistoria en Las tres edades de Buster Keaton
Para citar este artículo: Lombo Montañés, A., y Rodríguez Ortiz, E. (2016). La prehistoria
en Las tres edades de Buster Keaton. Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la
Historia, 163-168.
ISSNe: 2386-8864
DOI: 10.6018/pantarei/2016/12
Las tres edades (The Three Ages, 1923). Dirección: Buster Keaton y Eddie Cline. Guión: Clyde
Bruckman, Jean Havez y Joseph Mitchell. Fotografía: Elgin Lessley y William McGann. Reparto:
Buster Keaton (El chico), Margaret Leahy (La chica), Wallace Beery (El rival). Producción: Buster
Keaton Productions. Productor: Joseph M. Schenck.
“Lo que me emociona tanto en este principito dormido es su
fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que resplandece
en él como la llama de una lámpara, aun cuando duerme…”
El Principito, Antoine de Saint-Euxupéry
Un tipo extraño se pasea por la Edad de Piedra, imberbe y con inmensos zapatones de piel,
se detiene para recoger unas flores en pleno desierto, no cabe duda, es un payaso y también un
romántico, es Buster Keaton.
Payaso, acróbata y equilibrista desde niño, Buster Keaton aprendió muy pronto los trucos
del escenario. Sabía cómo hacer reír a la gente y preparaba sus films con la misma meticulosidad
que una actuación circense. Es la época de los golpetazos y las persecuciones, es la época de los
grandes gagman Charles Chaplin, Laurel y Hardy, Harry Langdon, Harold Lloyd y tantos otros. Pero
si algo distingue el personaje de Keaton, además de ser el más auténtico de los payasos (Ayala,
1975, p. 51), es su serio semblante. En efecto Keaton no ríe nunca. Y la ausencia de la risa en su
rostro ha suscitado casi tanta tinta como la misteriosa sonrisa de La Mona Lisa.
Las Tres edades (The Three Ages, 1923) se inserta por tanto dentro de lo que se conoce como
films-chiste o burlescos, es decir, que están basados en la sucesión de gags visuales o chistes más
que en la elaboración narrativa. Las Tres edades es la segunda de las tres comedias mudas sobre
la Prehistoria, después del sueño de Charlot en His Prehistoric Past, Charlie Chaplin, 1914, y las
ulteriores aventuras de Laurel y Hardy en Flying Elephants, Frank Butler, 1927.
Las tres edades de Keaton presenta un mismo argumento en tres periodos históricos distintos
(Edad del Piedra, Imperio romano y época contemporánea: 1920). La trama es sencilla, pero la
puesta en escena y el montaje es magistral. Las diversas partes que dividen la película y los gags
son ensamblados con una precisión minuciosa. Entre los cuatro episodios mencionados vamos a
analizar sólo el prehistórico, que es el objeto de nuestra crítica. A pesar de ser, como veremos, el
periodo al que se le dedica menos tiempo, podemos decir que, al menos desde el punto de vista
Panta Rei (2016), 163 - 168
163
La prehistoria en Las tres edades de Buster Keaton
técnico, es la parte más atractiva del film. Por ejemplo, el famoso plano cenital de Buster Keaton
cayendo al agua mientras con las dos manos lanza un beso a los espectadores, o el plano picado de
la chica que cogida por el pelo es arrastrada por el suelo, son los más osados de toda la película. Por
lo demás, prevalecen los planos generales con el decorado rocoso siempre presente y en perfecta
simbiosis con los actores, dando la sensación de que los personajes y el paisaje forman una unidad
perfecta e indisoluble. Pero, volviendo a la organización general de la obra, se ha señalado que la
película podría ser una parodia de Intolerancia (Intolerance, 1916, D. W. Griffith) con la que presenta
evidentes concomitancias estructurales.
Las Tres edades está estructurada en cuatro grandes bloques que se subdividen a su vez,
cada uno de ellos, en tres apartados para cada periodo (Edad de Piedra, Imperio romano y época
contemporánea: 1920). La duración de cada uno de estos periodos es homogénea y nunca supera
los ocho minutos. La división en cortos espacios de tiempo permite al espectador no perder el hilo
argumental de cada una de las tres historias; aunque hay alguna pequeña descompensación. En el
tercer bloque el periodo prehistórico no llega a los cuatro minutos, mientras que las partes del imperio
romano y la contemporánea duran más de 7 minutos cada una. Esta pequeña descompensación
se resuelve al principio del bloque cuatro repitiendo la escena del elefante que arrastra a Keaton
al final del bloque tres. Además existe una pequeña predilección hacía de Edad Contemporánea,
a la que en total se le dedica alrededor de 27 minutos, y que es el periodo al que se le concede
mayor importancia (Minguet, 2008, p. 168), seguido del romano (19 minutos) y el prehistórico (16
minutos). Pero por lo general el ritmo de la película se mantiene constante y la estructura dividida
y subdividida en bloques (que responden a los temas argumentales) y apartados (que responden a
los tres distintos periodos) es perfectamente homogénea.
Además esta estructura cuenta con un prefacio, en donde se expone la tesis argumental o
hilo conductor de toda la película, y un epílogo, formado por tres gags, que ponen el punto y final a
la obra de Keaton.
Figura 1: Esquema de la estructura temática del film con la duración aproximada de cada una de sus partes.
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Panta Rei (2016), 163 - 168
Alberto Lombo Montañés y Esther Rodríguez Ortiz
El prefacio. Aparece un viejo de barba blanca sentado con una guadaña frente a una mesa
con una calavera y un reloj de arena que simbolizan el paso del tiempo. Es una alegoría del Tiempo,
que recuerda a la mujer que mece una cuna y las tres hilanderas del prólogo de Intolerancia. Se
abren las tapas de un libro titulado The Three Ages y aparecen los primeros intertítulos. El texto
expone la tesis del film de Keaton: la única cosa que no ha cambiado a lo largo del tiempo es el
amor, el amor es lo que hace girar el mundo.
En la primera parte se presentan los personajes (la chica, el rival, el chico) y se produce el
conflicto. Los dos primeros planos son dedicados al paisaje “The Stone Age” un desierto de rocas. La
primera en aparecer es la chica (el objeto/objetivo) apoyada en una roca y sin nada que hacer, mira
fuera de campo. Se presenta entonces al rival (el antagonista) subido a un elefante acompañado de
un grupo de hombres vestidos con pieles y armados con garrotes. El último en aparecer es el chico
(Buster Keaton), recostado sobre el cuerpo de un dinosaurio, ha visto a la chica y camina nervioso
por el lomo del animal mientras este se mueve. Curiosamente aquí se invierte el orden de aparición
de los intertítulos, si en la chica y en el rival aparecían después de la imagen, en la presentación de
Keaton los intertítulos aparecen antes. El chico se despide del dinosaurio y por el camino recoge
un ramo de flores para llevárselo a la chica. En el siguiente cuadro aparecen ya los tres personajes
reunidos, el fornido rival ha llegado antes e intenta llevarse a la mujer por la fuerza, al fondo Buster
con su típico rostro pétreo, como el paisaje, arroja el ramo de flores y pelea por ella. Aparecen los
padres de la chica, la madre llevando un fardo de pieles detrás del padre. El padre debe elegir el
mejor marido para su hija mediante una prueba de fuerza. El rival aguanta los garrotazos del padre,
pero el chico se desploma al primer golpe y es rechazado. Pero Buster no se resigna a la decisión
paterna, y para saber si ella le corresponde va a consultar a una adivina. Es la única escena que
se desarrolla en un interior. En la entrada de la cueva de la adivina el chico enseña una tarjeta de
piedra a un portero, es el retrato prehistórico de Buster Keaton. La adivina tiene una tortuga y en
una especie de mesa güija con dibujos a cada uno de los lados, el reptil camina hacía el dibujo del
sol y augura un final feliz para la pareja, aunque muerde el dedo del protagonista, quizás en señal
de que no va a ser fácil conseguir a la chica.
En la siguiente parte se insertan los gags del golf y de los celos. Buster juega al golf con un
garrote de madera y unas bolas de piedra. En un acantilado ve a su amada, pero cuando va hacía
ella se le adelanta otra vez el rival. Celoso, se acerca entonces a otra mujer que está tumbada en
un peñasco e intenta imitar a los hombres que cogen por el pelo a las mujeres; pero no puede, la
chica se levanta enfadada y es muy corpulenta. Buster está al borde de un acantilado, una piedra
cae al agua antes de que la chica le dé un garrotazo. Buster cae al agua mandando un beso con
ambas manos.
Un habitual plano de ubicación de las rocas nos sitúa otra vez en la prehistoria. Aparece
Buster tumbado adorando la mano de su amada, cuando se interpone el rival. Se citan para un
duelo a garrotazos al amanecer, mientras el chico hace su testamento. El combate es una parodia
de los duelos de espadas y pistolas. Buster hace trampas poniendo una piedra en un agujero del
garrote y derriba al rival, pero le descubren y le atan a la cola de un elefante.
Un intertitulo señala el retorno a la época prehistórica. Buster arrastrado por el elefante se
clava los pinchos de un cactus en el trasero. Buster sucio y dolorido discute con el elefante y se lava
vestido en una bañera natural (una oquedad pétrea). Mientras se frota los brazos con una piedra
como si fuera una esponja, puede ver como el rival y su grupo intentan llevarse a su amada. Sale
corriendo y con esos aires de acróbata y prestidigitador rescata a la chica delante de todos, sin que
al principio nadie se dé cuenta. Escapan y se inicia una persecución. Los amantes se suben a un
peñasco y desde ahí arrojan piedras a los perseguidores de abajo1. Pero el chico decide sorprender
a los de abajo y armado con un garrote sale por encima de un puente natural, mientras el rival
ha decidido al mismo tiempo subir a por la chica y pasa por debajo del mismo puente. Buster se
1 Esta escena, en la que los prehistóricos se arrojan piedras, parece inspirada en el dibujo de Bayard titulado
Primeros combates entre los hombres de la Edad de Piedra (Figuier, 1871: lámina 135).
Panta Rei (2016), 163 - 168
165
La prehistoria en Las tres edades de Buster Keaton
encuentra con uno del grupo que le arroja una piedra en forma de bola y le da con el garrote como
si fuera un partido de béisbol. Buster pilla por detrás a los de abajo a los que derriba con garrotazos
en la cabeza, pero cuando va a golpear a los que tiran piedras en improvisadas catapultas ve al rival
arriba del peñasco a punto de acometer a la chica, entonces se sube a la catapulta, vuela por los
aires y cae justo encima del rival empujándolo por el acantilado. Finalmente el chico coge del pelo
a la chica y la arrastra, un plano en picado nos enseña el rostro feliz de la chica que hace un gesto
con los brazos.
Gag de los hijos. Keaton sale de la cueva seguido de la chica y una prole de críos. Este chiste
se repite en las otras épocas, con la diferencia de que en la época romana los niños se han reducido
y en la contemporánea los niños se han sustituido por un perro.
El prefacio de Las tres edades hace alusión claramente al prólogo de Intolerancia. El subtítulo
de Intolerancia “Love’s Struggle Throughout the Ages” bien podría ser el de la película de Keaton.
Pero la película del director norteamericano no parece tanto una parodia como una versión
desdramatizada de la obra de Griffith. En el prefacio de Intolerancia se dice que todas las sociedades
han luchado contra el amor, mientras que en el de Las tres edades defiende la existencia del amor
a lo largo del tiempo.
La historia, salvo la escena de la adivina en el interior de una cueva, transcurre toda en el
exterior. Desde el primer plano Keaton nos ubica en un mundo donde no hay nada salvo grandes
bloques de rocas. Efectivamente el decorado es un desierto de piedras que establece una relación
semántica con la denominación con que se conoce popularmente este periodo y que aparece en los
intertítulos como “The Stone Age”. Este escenario que rodea a los personajes en toda esta parte, y
que es un trasunto del Oeste norteamericano, es el prototipo de paisaje prehistórico fílmico que va
a aparecer en casi todas las películas sobre la prehistoria. Keaton concede mucha importancia a
este decorado mediante planos generales y medios en los que siempre está presente un fondo de
piedra. Este entorno es crucial para ubicar la historia y envuelve a los personajes en una atmósfera
realmente pétrea. La Prehistoria se convierte así, no sin algo de ironía, en una simple metáfora
retórica de la Edad de Piedra.
Para Keaton lo importante es el espectador, esto se observa en la perfecta estructuración de
la obra y en diversos detalles que permiten entender con diáfana claridad el sentido del film: el plano
de una piedra cayendo por el acantilado al lago anticipa la caída de Buster al agua, la repetición de
la escena del elefante arrastrando a Keaton al final y al principio del bloque 3 y 4, que nos permite
recordar dónde habíamos dejado la historia del periodo prehistórico, etc.
La genialidad de Buster Keaton fue la de encarnar en sí mismo una dualidad, Keaton es un
personaje doble. Por un lado provoca risa y por otro su rostro representa la seriedad del straight
man. Es también un personaje universal, que tiene características que lo emparentan con la figura
del Tramposo (trickster) e incluso con los payasos sagrados, o sociedades de clowns, de las
culturas ágrafas (Miceli, 1984). Por ejemplo, hace trampas al poner una piedra en el garrote para
vencer al fornido rival y en general es un personaje ambiguo, un héroe ridículo, atemporal, solitario,
extravagante, casi un extraterrestre.
La Edad de Piedra se nos muestra como un mundo de fuerza al estilo de films anteriores
(Brute Force/The Primitive Man, 1914, D. W. Griffith), esta idea queda reflejada en las peleas, las
persecuciones y en las escenas en las que los hombres agarran por el pelo a las mujeres. Este
tópico cómico, que por otro lado aparece con otro sentido en la novela de Jack London2, es utilizado
con magistral ironía por Keaton, que dedica un primer plano al rostro de la chica arrastrada al final
de la parte prehistórica. Pero es que Keaton había sido a su vez arrastrado antes por un elefante en
una escala de fuerzas que se puede medir así: elefante arrastra al hombre, el hombre arrastra a la
mujer. La ironía radica en la desmitificación romántica de la premisa del prefacio.
2 En la novela Adán antes de Adán, Before Adam (1906-1907) Jack London pretendía criticar el maltrato a las
mujeres, es decir, la violencia de género de su tiempo.
166
Panta Rei (2016), 163 - 168
Alberto Lombo Montañés y Esther Rodríguez Ortiz
Figura 2: Buster Keaton cogiendo del pelo a la chica (Margaret Leahy).
En definitiva, Keaton nos ofrece un cine sin pretensiones intelectuales ni manipulaciones
sentimentales. En este sentido, aunque el estudio de las emociones es más o menos reciente en la
disciplina arqueológica, hoy sabemos que las emociones no se han mantenido estables en el tiempo
y que las películas sobre el pasado legitiman valores emocionales presentes (Tarlow, 2000, p. 719).
La mecánica fundamental de la película está basada en los anacronismos (Barrientos, 2003,
p. 203). Efectivamente, Keaton es el continuador de un humor basado en los efectos anacrónicos,
que surgió por primera vez en las tiras cómicas (Mr. Punch’s Prehistoric Peeps de Edward Tennyson
Reed 1894) y ha tenido tanto éxito después sobre todo serie Los Picapiedra (The Flintstones de
William Hanna y Joseph Barbera, 1960-1966). Esta mecánica que los clowns conocen muy bien, está
basada en el contraste entre los objetos y su función (Schopenhauer, 2010, pp. 88-89) o contexto
espacio-temporal (Jankelevitch, 1982, p. 23). Por ejemplo, el autor utiliza la cachiporra como palo de
golf y como bate de béisbol. También convierte una oquedad de la roca en una improvisada bañera,
esta broma se comprende si tenemos en cuenta la cantidad de mujeres que a principios del siglo
XX trataban de promocionar en la pantalla el cuarto de baño (Ramírez, 1993, pp. 168-288) y tiene
un curioso paralelo con los documentales de Osa Johnson.
Nunca el cine de humor prehistórico ha conocido un personaje tan poético como el de Keaton,
infatigable acróbata que habla con los dinosaurios y los elefantes, con su ridícula elasticidad en un
decorado rígido de músculos y piedras, extraño, como un visitante de otro planeta, recoge la única
flor en un paraje desolado, eterno romántico, resplandece aún hoy en las oscuras estrellas que ríen
en el celuloide, como en el cuento de Saint-Exupéry.
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La prehistoria en Las tres edades de Buster Keaton
Figura 3: A. La magnífica exploradora Osa Johnson bañándose cerca del lago Paraíso en África. B Buster
Keaton en su bañera de la Edad de Piedra.
Bibliografía
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Alberto Lombo Montañés
Universidad de Zaragoza
Esther Rodríguez Ortiz
Universidad de Oviedo
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Panta Rei (2016), 163 - 168
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Association, en su sexta edición. La extensión máxima de los trabajos será de 30 páginas. La
tipografía será Arial 11, con interlineado sencillo y sin espacio alguno entre párrafos. El texto deberá
ir justificado a ambos márgenes y sin sangría en los primeros párrafos. Los márgenes serán de
2,50 cm. En los casos en los que fuera necesario incorporar notas, éstas irán a pie de página,
enumeradas consecutivamente, con tipografía Arial 10, interlineado sencillo y justificadas a ambos
márgenes.
Una información más detallada se encuentra disponible en la página http://www.um.es/cepoat/
pantarei.
Proceso de valoración y evaluación
Una vez recibidos los trabajos, la Revista realizará una primera valoración. Si el trabajo
enviado se ajusta a las normas de presentación propuestas, la temática es coincidente con la línea
editorial de la revista y posee la calidad científica necesaria, será remitido al consejo asesor para
una primera evaluación. Si no es así en este primer paso se puede rechazar directamente los
documentos que incumplan claramente la línea editorial.
Será el Consejo Asesor quien indique a la revista la originalidad, relevancia, estructura,
redacción, aparato bibliográfico, etc. del trabajo enviado y, para ello, se designará a dos revisores
expertos externos que evaluarán cada uno de los trabajos, que pueden formar parte (o no) de
este Consejo Asesor. La selección de los revisores se ajustará a la temática y características
metodológicas del trabajo. El nombre y filiación de los autores serán eliminados del trabajo para su
revisión, así como los revisores actuarán de manera anónima y confidencial.
Los revisores deberán rellenar un informe de evaluación que centrará su atención en aspectos
tales como características formales, originalidad y novedad de los trabajos, relevancia de las
propuestas y los resultados, calidad metodológica y validez científica.
Una vez terminado el proceso se decidirá la aceptación o no de los mismos y su publicación
en el número que sea pertinente, así como las modificaciones susceptibles de ser realizadas para
su final publicación. Dicha notificación se enviará únicamente por correo electrónico, en un plazo
máximo de seis meses.
Publishing rules
The author is committed to submit original papers not having been published in other reviews
or in other languages. In this way, it is not allowed for the same paper to be presented in other
reviews during the evaluation process.
Submission and presentation of originals
The articles will be exclusively submitted by email to pantarei@um.es. The texts will be
submitted in DOC format and the images in JPEG or TIFF format, and with a minimum size of 2000
px. Images will not be integrated in the text but sent in another file and properly numbered according
to their position in the text. Attached to the paper, a document will be filled out and sent where the
author’s data will be specified following the model available on the website.
The sixth edition of the Manual of the American Psychological Association will be taken into
account for the writing of the papers. The length of the papers must not exceed 30 pages. Typography
will be Arial 11, with simple line spacing and no space between paragraphs. The text must be justified
on both margins without indentation in the first paragraphs. Margins size will be 2.50 cm. Where it
could be necessary the incorporation of notes, they will be at the bottom of the page, consecutively
numbered with typography Arial 10, simple line spacing and justified on both margins.
More detailed information is available on the website: http://www.um.es/cepoat/pantarei.
Examination and assessment process
The Journal will submit the papers to a first examination once received. If the paper follows
the presentation guidelines, the subject agrees with the editorial line of this journal, and possess
the scientific quality required, it will be sent to the advisory council for a first assessment. If not, the
documents which clearly fail to complete the editorial line may be rejected straightaway in this first
step.
The Advisory Council will indicate the originality, relevance, structure, writing, bibliography, etc.
of the text to the journal; for this purpose, two outside experts will be designated to review the papers;
these experts can be (or not) part of this Advisory Council. The selection of the experts will adjust to
the subject and methodological characteristics of the paper. Name and affiliation of the author will
be eliminated from the text for its review, in this way experts will act anonymously and confidentially.
The experts will fill out an assessment report which will focus on aspects such as formal
characteristics, originality and novelty of the papers, relevance and results of the proposal,
methodological quality and scientific validity.
Once the process is finished, the acceptance or not of the papers and its publication in the
corresponding edition will be decided, as well as the modifications that may be done for its final
publication. This notification will be sent by email within 6 months maximum.