La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
Alexander Hamilton y Thomas Jefferson
en conflicto por Maquiavelo.
Pursuit of Happiness in modern Republic:
Alexander Hamilton and Thomas Jefferson quarrelling for Machiavelli.
Gabriela Rodríguez∗ y Eugenia Mattei∗∗
Fecha de Recepción: 21 de marzo de 2013
Fecha de Aceptación:2 de junio de 2013
Resumen:
Palabras
clave:
Tomando como punto de partida el momento maquiaveliano de J.G.A.
Pocock, este artículo explora cómo la felicidad es un concepto que
tensiona tanto las virtudes y la virtù de la filosofía política republicana
de Nicolás Maquiavelo como el republicanismo atlántico de los padres
fundadores de los Estados Unidos. Para hacerlo propone un abordaje
en dos instancias. En la primera se interpreta el momento
maquiaveliano de Maquiavelo indagando cómo su concepción de la
felicidad da cuenta de un cambio o “modernización” del summum
bonum aristótelico que incide su concepción de la república como
gobierno tan mixto como popular e introduce la cuestión pro-utilitaria
del mayor número. En la segunda se recupera el momento
maquiaveliano de la revolución estadounidense para confrontar
nuevamente a Alexander Hamilton con Thomas Jefferson pero evitando
sobredeterminar la virtù del primero por sus deslizamientos
principescos y el vivere civile del segundo por su defensa de la
democracia farmer. No es en una antinomia forzada sino en sus
respectivas concepciones de la felicidad en la comunidad política
republicana donde puede vislumbrarse no sólo el legado
maquiaveliano sino también el futuro de la igualdad y el gobierno
popular en las formas políticas democráticas modernas.
Felicidad – república – Maquiavelo – Hamilton – Jefferson.
∗
Politóloga, magíster en Sociología de la Cultura, doctora en Ciencias Sociales (UBA) y Filosofía (París
VIII). Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con
sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG). Profesora de Grado y posgrado en la
Universidad de Buenos Aires. Su último libro se titula Intelectuales, poder y política democrática
(EAE,2011) y publicará próximamente Democracia y República en la Argentina del Bicentenario
(EUDEBA, 2013). Correo electrónico: silphidis@hotmail.com; rodriguezgabriela@conicet.gov.ar
∗∗
Licenciada en Ciencia Política, doctoranda de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Becaria
CONICET. Correo electrónico: eugeniamattei@gmail.com
Anacronismo e Irrupción
Los derroteros del vínculo entre Felicidad y Política en la Teoría Política Clásica y Moderna
ISSN 2250-4982 - Vol. 3 N° 4 - Mayo 2013 a Noviembre 2013 – pp. 128-160
Gabriela Rodríguez y Eugenia Mattei
La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
Abstract:
Taking into account the Pocock’s Machiavellian moment this article
explores how happiness is a concept that puts a strain on virtues and
virtù of Niccolò Machiavelli’s republican political philosophy as well as
the Atlantic republicanism of United States founding fathers. For that
purpose, his proposal is an approach in two instances. On the first one,
our interpretation of “Machiavellian moment” to inquire how his
conception of happiness changes or modernizes the Aristotelian
“summum bonum” and impacts in his definition of republic as mixed as
popular government by introducing the pro-utilitarian matter about
majority. On the second one, we reinstall the Machiavellian moment in
the context of American Revolution to contrast again Alexander
Hamilton and Thomas Jefferson avoiding overdetermination regarding
the princely virtù of the first against the vivere civile of the second on
his defense of farmer democracy. It is not in a forced antinomy but in
their respective conceptions of happiness where we can see not only
Machiavellian legacy but also the future of equality and popular
government in modern democratic political forms.
Keywords:
Happiness – republic – Machiavelli – Hamilton – Jefferson.
We hold these truths to be self evident: that all men are created equal; that
they are endowed by their Creator with CERTAIN [inherent and] inalienable rights; that among these are life, liberty and the pursuit of happiness1.
I. Introducción: El feliz momento republicano de Maquiavelo y los padres fundadores
Tomando como punto de partida el momento maquiaveliano tal y como es teorizado y empleado como herramienta heurística por J.G.A. Pocock2, este artículo explora
1
Jefferson, Thomas. “Autobiography”. The Life and selected Writting of Thomas Jefferson. New York:
The Modern Library, 2004, p.22. Lo que figura entre corchetes es la versión final de la Declaración de la
Independencia de Estados Unidos y lo que está en mayúsculas es aquello propuesto originalmente por
Jefferson y fue modificado por Congreso Continental el 4 de Julio de 1776.
2
Pocock, John. The Machiavellian moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition. Princenton: Pricenton University Press, 2003 [1975].
Para definir al “momento conceptual” como herramienta heurística de la Historia Conceptual aplicada a la
Teoría Política se remite Gonzalo Capellán de Miguel: “un tipo ideal que nos permite comprender con
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La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
cómo la felicidad es un concepto que tensiona tanto las virtudes y la virtù de la filosofía
política republicana de Nicolás Maquiavelo como el republicanismo atlántico de los
padres fundadores de los Estados Unidos.
Para Pocock estamos frente a un momento maquiaveliano cuando la república se
enfrenta con el dilema evitar la corrupción de las virtudes de sus ciudadanos e instituciones o de priorizar la supervivencia de la comunidad política (lo stato), haciendo primar la virtù del liderazgo personal. Y esto se observa no sólo en el propio corpus maquiaveliano sino en casi toda la tradición republicana moderna, incluso en autores que
rechazan al florentino como un referente teórico y político. En este artículo suponemos
que esa lectura es insuficiente porque se sostiene en un maniqueísmo igualmente pernicioso que aquellos que oponen el Maquiavelo clásicamente republicano al maquiavelianismo bélico-decionista-personalista. Pero creemos que la noción de “momento maquiaveliano” sigue siendo valiosa para interpretar la tradición republicana y es clave a la
hora de entender qué se entiende por la felicidad de los hombres y de las comunidades
que ellos habitan. Por ello, y por su relevancia metodológica, proponemos una interpretación igualmente maquiaveliana pero mucho más heterodoxa del republicanismo atlántico, en la que el eje no pasa ya por la oposición entre las virtudes clásicas y la virtù
moderna sino por las tensiones felices y virtuosas que conviven en el proyecto filosófico
institucional de los padres fundadores de los EEUU.
Para hacerlo nos proponemos un abordaje en dos instancias. En la primera se interpreta el “momento maquiaveliano” de Maquiavelo indagando cómo su concepción de
la felicidad da cuenta de un cambio o “modernización” del summum bonum aristótelico
más claridad un material empírico complejo al que asignamos perfiles definidos en la comparación con
otras circunstancias anteriores o posteriores a la misma serie.(...) En principio, parece que el momento
conceptual define la clase de todos los momentos conceptuales que como herramientas hermenéuticas que
se utilizarán en la historia de los conceptos.”
Capellán de Miguel, Gonzalo. “Los momentos conceptuales. Una nueva herramienta para el estudio de la
semántica histórica”. Lenguaje, tiempo y modernidad. Ensayos de historia conceptual. Fernández Sebastián, Javier y Capellán de Miguel, Gonzalo (editores). Santiago de Chile: Globo Editores, 2011, p.115.
Aunque no lo caracterice exactamente como un momento conceptual, el momento maquiaveliano de
Pocock funciona exactamente como tal porque permite asociar a diferentes etapas y referentes del republicanismo una semántica predominante y un léxico relacionado y realizar comparaciones sincrónicas y
diacrónicas.
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que incide su concepción de la república como gobierno tan mixto como popular e introduce la cuestión pro-utilitaria del mayor número. Pero también esta nueva hermenéutica permite ver cómo entre las virtudes y la virtù aparece una nueva tensión conflictiva
entre los modos de ser feliz (más estoicamente antiguos o más hedonistas a la manera
renacentista) y cómo estas representaciones de la felicidad individual y colectiva afectan
aquellas cualidades personales y cívicas que pueden democratizarse y aquellas que se
resisten aristocráticamente a su popularización. En la segunda se recupera el “momento
maquiaveliano de la revolución estadounidense para confrontar nuevamente a Alexander Hamilton con Thomas Jefferson pero evitando sobredeterminar la virtù del primero
por sus deslizamientos principescos3 y el vivere civile del segundo por su defensa de la
democracia farmer. El análisis de sus respectivas concepciones de la felicidad y su relación con sus visiones de las comunidades políticas y virtudes republicanas permite ir
incluso más allá de las tensiones identificadas por Pocock4 y mostrar las contradicciones internas de dos republicanismos en pugna y cómo estas se reflejan no sólo en los
modelos institucionales y políticos que cada uno defendió sino también en sus ideas del
gobierno popular y de la igualdad.
Este artículo participa del horizonte de sentido y expectativas del debate filosófico político neorrepublicano de finales del siglo XX entre cuyos interlocutores más
destacados se encuentran Jürgen Habermas, Maurizio Viroli, Philip Pettit, Quentin
3
Además de Pocock hay una importante tradición bibliográfica que destaca el monarquismo o el personalismo hamiltoniano como una forma imperialista y principesca de maquiavelismo. Incluso en El nacimiento de la República Edmund Morgan no duda en calificar al representante de Nueva York en la Convención Constituyente de monárquico confeso, aunque luego rechaza la interpretación unilateral de sus
planteos políticos. Morgan, Edmund. The Birth of the Republic 1763-89. Chicago: University of Chicago
Press, 2013 [1956], pp. 133, 137.
Sin embargo, recientemente han surgido interpretaciones que cuestionan esta perspectiva y muestran que
en este Federalista conviven la defensa del poder central y personal fuerte con el culto de las virtudes
clásicas en un sentido por momentos antiguo.
Lamberton Harper, John. American Machiavelli. Alexander Hamilton and the Origins of U.S Foreign
Politcy. Cambridge: Cambridge University Press, 2004.
Wallin, Karl. “Was Alexander Hamilton a Machiavellian Statesman?” The Review of Politics, Vol. 57,
Núm.3, (1995): pp. 419-447.
4
Pocock, op. cit. pp.526-551.
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Skinner y el propio P.G.A Pocock5. De hecho, nuestro punto de partida y nuestro punto
de llegada son los mismos que los de estos neorrepublicanos: la república y la tradición
republicana tienen un valor histórico conceptual para comprender las formas políticas
contemporáneas y constituyen un ideal regulativo para las prácticas políticas democráticas actuales. Sin embargo, dos diferencias específicas nos separan del sensus communis
de la mayoría de estos planteos. La primera radica en que nuestra apuesta por la república no implica una concesión hacia un elitismo aristocrático que termina siendo funcional a la versión minimalista del gobierno representativo que se transformó en la quintaesencia del republicanismo moderno a partir de la innovación conceptual e institucional de la democracia madisoniana6. Por el contrario, recuperar la república en su momento maquiaveliano no debe implicar “guicciardinizarse” 7 sino apostar por el gobierno popular como una categoría y forma política que combina un pueblo y un liderazgo
activos con instituciones que no se transforman en salvaguardas frente al cambio político sino en su condición de posibilidad y en los medios para su realización. La segunda
es, que aun compartiendo la importancia que tuvo la Historia Intelectual de Cambridge
encarnada por Skinner o la de Saint Louis representada por Pocock y sus respectivos
seguidores para revalorizar la teoría política republicana maquiaveliana y su legado en
el republicanismo atlántico, cuestionamos algunos de sus pilares historiográficos y conceptuales a la hora de interpretar el proceso político y los referentes intelectuales del
momento constitucional que dio nacimiento a la república estadounidense. Básicamente,
la lectura de Pocock y su interpretación del momento maquiaveliano en el republicanismo atlántico en la revolución americana de 1776 tiende a sobredimensionar en la
contraposición entre Hamilton y Jefferson el antagonismo entre virtù expansiva y virtu-
5
Para una excelente síntesis de estas perspectivas y de sus deslizamientos valorativos hacia una versión
aristocrático formalista del republicanismo que neutraliza la dimensión popular (incluso en el plano institucional) del momento maquiaveliano, ver McCormick, John. Machiavelli against republicanism On the
Cambridge School s ‘Guicciardinian Moments”, Political Theory. Vol.31, núm. 5, (2003): 615-643.
6
McCormick, op. cit, p. 618.
7
Guicciardini representa la versión aristocrática del republicanismo florentino. Para los críticos del neorepublicanismo como McCormick, su recuperación de la tradición maquiaveliana termina obturando el
carácter popular de su planteo siendo funcional una concepción elitista y formalista de la institucionalidad
republicana que no se condice con el planteo de Maquiavelo. McCormick, John. “Machiavelli’s Political
Trials and the “The Free Way of Political Life”. Political Theory, Vol. 35, núm.4, (2007): 385-411.
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des cívicas conservadoras, siendo más fiel al planteo de de James Harrignton que al de
Maquiavelo. Desde nuestro punto de vista, de la misma manera que el Locke de Pocock8 está tan preocupado por el desarrollo capitalista que se desentiende de toda forma
de virtud, su historiografía republicana del nacimiento de los Estados Unidos es injusta
con la herencia lockeana. Por consiguiente, si en Beard se exageraba la idea de un evolucionismo progresivo de cuño liberal para interpretar la independencia y los primeros
años de autonomía política de los Estados Unidos, Pocock se equivoca al olvidar los
aspectos republicanos del pensamiento de Locke y el vínculo de su moderna teoría política (especialmente en lo que refiere al bien común y legitimidad de la autoridad) con
Maquiavelo9. Y este “olvido” afecta su interpretación del maquiavelismo de Hamilton
y Jefferson no permitiéndose ser más sutil en algunas distinciones que pueden dar cuenta de las tensiones internas pero también de las potencialidades políticas y conceptuales
de dos personalidades muy diferentes pero igualmente republicanas y preocupadas por
la felicidad presente y futura de la comunidad política que fundaron. Por consiguiente,
la pregunta acerca de la felicidad y su relación con una comunidad política que se define
como modernamente republicana pero clásicamente prudente y de alguna manera virtuosa significa un aporte al debate filosófico republicano y a la historiografía política y
conceptual de los momentos fundacionales del republicanismo.
Ahora bien, si con la modernidad el bien común es secularizado y desplazado
como principio ordenador del la comunidad política, ¿cómo puede ser feliz una república moderna y por qué los hombres modernos querrían ser republicanamente felices? El
mandato de la “Declaración de la Independencia” del 4 de Julio de 1776 no era un compromiso extemporáneo sino que mutaba, al desplazar a la propiedad, la tríada los princi-
8
Pocock, op. cit. pp. 421-2. Para Pocock, Locke es un representante del Country en su lucha contra la
Court, sin embargo, no puede participar del momento maquiaveliano porque reniega de los tópicos
harringtonianos a favor de los liberales: el problema no es ya el ejercicio del civismo sino la limitación
del poder de prerrogativa.
9
Para un análisis desde la historiografía de las diferentes corrientes interpretativas de la revolución estadounidense y el pasaje del liberalismo de Beard al republicanismo de Wood y Pocock se puede recurrir a
Rodgers, Daniel. “Republicanism: the career of a concept”. The Journal of American History. Núm.1, Vol
.79, (1992): 11-38.
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Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
pios ordenadores de la filosofía política lockenana10 pero a la vez reactivaba una serie
concepciones antiguas, que ya la temprana modernidad renacentista había recuperado.
Así pues, Maquiavelo participa de un campo intelectual, el humanismo cívico, que con
Bocaccio había reinstalado ciertas concepciones clásicas de la felicidad (especialmente
las asociadas al epicureismo) que también en el siglo XVIII reaparecerán adaptadas al
individualismo positivo del utilitarismo, que comparte Hamilton contemporáneamente
con su culto plebeyo por la prosperidad. Pero también temas más estoicos asociados a la
tradición romana que separa el negotium del otium son nociones maquiavelianas que
están en Voltaire y la decisión de Cándido de abandonar la mundanidad por el cultivo
de su jardín y en la pretensión del estadista Thomas Jefferson de que todos los hombres,
especialmente los yeomen agrarios, pudieran disfrutar de sus íntimos, y seguramente
menos versallescos, Monticellos. Entonces, esa búsqueda de la felicidad, que será con el
tiempo el Leitmotiv del American Way of Life11, es nuestro punto de partida para problematizar el momento maquiaveliano en Maquiavelo y de Hamilton y Jefferson que, a
pesar de sus diferencias, no se resignaron a ser modernamente felices.
Además de la presente introducción el artículo cuenta con tres secciones. La
primera se ocupa de la felicidad en Maquiavelo destacando su dimensión popular (vinculada al gobierno de los muchos) y el impacto que tiene en ella la desencialización del
bien común. La segunda demuestra cómo la felicidad participa de los tópicos republicanos del momento maquiaveliano del nacimiento de los Estados Unidos, ofreciendo una
interpretación alternativa de la contraposición filosófico-política entre Alexander
Hamilton y Thomas Jefferson. Y finalmente, a partir de este recorrido histórico conceptual, se propone una discusión teórico- política acerca de la relación entre la felicidad y
las formas políticas modernas.
10
Locke, John. Ensayo sobre el gobierno civil. Quilmes: Universidad Nacional de Quilmes, 2005, pp.72-
3.
11
Para las mutaciones históricas del sentido de la felicidad en la filosofía política y su impacto en la sociabilidad estadounidense pasada y contemporánea se recomienda: Darnton, Robert. “The Pursuit of Happiness”. Wilson Quaterly. Vol.19, Issue 4, (1995).
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II. Hacia la felicidad de los muchos: los conflictos de Maquiavelo con el summum
bonum y la república como forma de gobierno popular
“Y de mi fe no debiera dudarse, pues, habiéndola observado
siempre, no debo aprender ahora a romperla; y quien, como yo, ha sido
fiel y honesto durante cuarenta y tres años, no debe poder cambiar de naturaleza; y de mi fe y de mi honestidad es testigo mi pobreza. Desearía
entonces que me escribieseis aun sobre lo que os parece esta cuestión. Y
a vos me encomiendo. Sis felix”12
El concepto de república en el corpus teórico de Nicolás Maquiavelo ha recibido
innumerables exégesis. Con la noción de felicidad, por el contrario, no ocurre lo mismo:
no sólo porque Maquiavelo no la aborda específicamente sino también porque los neorrepublicanos no articulan esta noción con la república como lo hacen con los conceptos
de virtud y virtù. Avizorar la felicidad en Maquiavelo, en este sentido, es un desafío
interpretativo. Este reto implica volver al “momento maquiaveliano” del propio Maquiavelo para ver si se puede observar cómo opera en él la felicidad. Siguiendo a Pocock13, el “momento maquiaveliano” es donde se produce el conflicto entre la virtud,
entendida como aquel equilibrio institucional de la comunidad con la virtù, pensada
como la innovación y la voluntad de expansión imperial de todo orden político. Echar
luz, en este sentido, sobre el concepto de felicidad implica activar, nuevamente, la tensión entre las virtudes y la virtù dentro de la filosofía política republicana de Nicolás
Maquiavelo. O, para decirlo en otras palabras, es a través de la pregunta por la felicidad
en el corpus maquiaveliano donde podemos encontrar el resquicio que nos habilite pensar la relación, siempre compleja en la república, entre la participación popular y la estabilidad institucional, o dicho en otros términos, entre innovación y conservación.
En el segundo capítulo de los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio
es donde Maquiavelo distingue dos tipos de república: la aristocrática y la república
12
13
Maquiavelo, Nicolás. “Correspondencia”. Textos Literarios. Buenos Aires: Colihue, 2010, p. 325.
Pocock, op. cit, p. 8.
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Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
popular.14 Aquí Maquiavelo adelanta así un argumento fundamental de su pensamiento
político: las repúblicas están alejadas de la servidumbre y tienen una íntima relación
con la libertad. Pero antes de abordar dicha relación, Maquiavelo contrapone estos dos
tipos repúblicas: la espartana y la romana; una aristocrática y otra popular, una que adquirió sus ordenamientos en una instancia primigenia, y la otra, a través de las circunstancias. Ambas, sin embargo, tienen como horizonte común el no ser serviles, aunque
en ellas haya esclavos excluidos de la condición de ciudadanía. Y es a partir de aquí
donde Maquiavelo comienza a reflexionar sobre el destino de “felicidad” o “infelicidad”
de una república y sus ordenamientos cuando afirma:
“Y desde luego podemos llamar feliz a aquella república
en la que haya surgido un hombre tan prudente que le haya dado leyes ordenadas de tal manera que, sin necesidad de corregirlas, pueda vivir segura bajo ellas. Y así vemos que Esparta las
observó durante más de ochocientos años sin corromperlas y sin
ningún tumulto peligroso; y por el contrario, alcanza el mayor
grado de infelicidad aquella ciudad que, no habiéndose trazado
según ordenamiento jurídico prudente, se ve forzada a organizarse a sí misma”15
Una primera lectura parece afirmar que la felicidad se encontrará allí donde existan ordenamientos jurídicos que prevengan los “tumultos”, aquellos desordenes internos
que atentan con la tranquilidad social. Es decir, una república será más feliz si logra
alejar los conflictos. Pero luego, en el mismo capítulo II comienza a plantear que la república romana también llegó a su perfección, pero no a través de un sabio legislador —
como fue el caso de Licurgo—, sino, más bien, por el mismo acaecer; un acaecer que
estuvo mediado por la desunione, eminentemente radical, entre el populo y los grandis.
14
Maquiavelo, Nicolás. Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Madrid: Alianza, 2000, pp.3334.
15
Ibidem, p. 34. El subrayado es nuestro.
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La distancia entre la república aristocrática, donde prima la unión y la tranquilidad, y la república popular, donde reside la conflictividad y la desunión, parece salvada
bajo su condición de gobierno mixto. Esto es: la mixtura de los tres principios de gobierno, monárquico, aristocrático y popular, que se aleja de las formas puras de gobierno que Maquiavelo condena como “pestíferas”. Las formas de gobierno mixtas son más
firmes y más estables “pues así cada poder controla a los otros, y en una misma ciudad
se mezclan el principado, la aristocracia y el gobierno popular”16. Esta estabilidad tiene
que ver con mecanismos de control del poder que es, a su vez, la condición más propia
de la esta forma mixta de gobierno. Esta forma de control, en el caso romano no opera
como exclusión, sino como inclusión a través de la disunione entre los grandi y el popolo abriendo, así, un espacio negativo que hace posible el intercambio simbólico entre
ambas figuras.
La búsqueda de la felicidad en estas dos repúblicas es entendida en términos de
eficacia del logro de dos fines perseguidos: la duración y la expansión. Esparta buscará
la duración del régimen; en la república romana, en cambio, los romanos tendrán como
fin la expansión17. La libertad en la antigua Esparta y en la moderna Venecia se encontraba en mano de los nobles. Eran gobiernos que poseían rígidos controles, autoimpuestos por la misma constitución, que evitaban compartir el poder con otros grupos. En este
sentido, el logro de la duración era la felicidad del régimen. Roma, por el contrario, lo
vivió de manera diferente: su condición de perfección fue dada por una voluntad de
expansión que le quitaba tranquilidad pero que, a su vez, le brindaba la posibilidad de
engrandecimiento. Esa grandeza pudo ser lograda a través de la existencia de un pueblo
armado y, sobre todo, numeroso.
La condición para que Esparta haya sido una república durable fue su decisión
de limitar, en el sentido más profundo, la condición de crecimiento, de expansión. La
república eminentemente popular, por el contrario, revierte esta situación. La voluntad
expansionista no atenta contra la duración, sino, más bien, el crecimiento y durabilidad
16
17
Ibidem, p. 38.
Ibidem, p. 45.
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se implican de manera constante, donde el poder del pueblo es potencia de la ciudad. Y
esto es así porque el elemento característico de esta república es el conflicto y éste, aunque no se resuelve, encuentra su punto de fuga en una institucionalidad dinámica y en la
posibilidad de ampliar el acceso a los bienes materiales y simbólicos que implicaba la
expansión a través de la conquista. En efecto, esta aparente contraposición entre durabilidad y expansión se resuelve en la república romana, pues es en esta última donde se
mantiene su estabilidad no restringiendo el acceso al poder interno, como es el caso de
las aristocráticas, sino que la estabilidad se logra sólo a través de ampliar el acceso dicho poder, potenciando, así, la ampliación exterior. Esta impetuosidad de la república
popular cobra mayor radicalidad en relación al concepto de virtù maquiaveliana como el
sentido de la oportunidad que debe tener aquel hombre político que busca actuar en la
contingencia de un mundo embelesado por la fortuna que como toda mujer es cambiante
y, sobre todo, amante de los jóvenes, pues “éstos son menos cautos, más fieros y le dan
órdenes con más audacia”18. El fin expansionista de la república popular es aquella que
busca actuar e intervenir en un mundo, y es por lo tanto, menos dependiente a las circunstancias que no logra contralar.
Si la república romana logra condensar en ella la tensión entre durabilidad y expansión, entre aislamiento y crecimiento, es para exponer que el bien de la ciudad no
está separado de su crecimiento mundano; que no es otra cosa que la riqueza y el poder
que hacen feliz a la comunidad de la que participan los ciudadanos. Con este movimiento, Maquiavelo logra desembarazarse de la república aristocrática a partir del capítulo
VI, para dedicarse, finalmente, a la república romana. Esta operación no es casual: si la
república tiene que ver con el gobierno mixto, es necesario alejarse de aquellas formas
de gobierno que estén en estado puro. Maquiavelo, en consecuencia, se ve obligado a
dejar de lado a Venecia y Esparta, pues, estas formas de gobierno, efectivamente, están
alejadas de la forma mixta por dejar afuera de las instituciones al pueblo.
18
Maquiavelo, Nicolás. El Príncipe. Buenos Aires: Prometeo, 2006, p. 110.
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La república, entendida así, como una república popular tenía como horizonte el
summum bonum aristotélico, pero en un sentido nuevo y renovado que rechaza su concepción teológica. Recién cuando pudo deshacerse de sus reyes, y experimentar la libertad, Roma consiguió aumentar su dominio y su riqueza, pero, sobre todo, perseguir el
bien común de su comunidad. Sólo las repúblicas, afirma Maquiavelo, tienen como legítimo fin, el bien común, pues sólo ellas ponen todas sus herramientas para lograr ese
objetivo. Pero el summun bonum de Maquiavelo tiene un sentido distinto si lo pensamos
como una innovación conceptual para pensar la felicidad del mayor número: la búsqueda del bien común puede suponer un perjuicio para un particular, pero como “son tantos
los que se beneficiarán con ello que se puede llevar adelante el proyecto pese a la oposición de aquellos pocos que resultan dañados”.19 Este “proto-utilitarismo” maquiaveliano
se plasma más explícitamente en la república popular, pues sólo ella puede propiciar
que la mayor cantidad de ciudadanos el goce del bien común, en otras palabras, la felicidad pública. Es decir, si la república popular da cuenta de aquel bien común es porque
se orientó al bien de los muchos sacrificando el de los pocos. La felicidad cobra mayor
vitalidad en la república popular pues allí se realiza en su sentido epicúreo del placer
pero expandido hacia la multitud que es siempre un pueblo activo pero no una plebs
inorgánica. Así lo entendió Numa Pompilio que, a través de la religión, pudo instruir las
buenas costumbres para mantener el viviré civile y haciendo, así, de Roma una ciudad
feliz.
Esta manera de vislumbrar la felicidad epicúrea del mayor número recupera a la
república en un sentido más maquiaveliano —y por lo tanto menos guicciardinizado—
para dejar entrever cómo el gobierno popular puede armonizar un pueblo y su liderazgo
con las instituciones, que en otras versiones del republicanismo están allí para moderar
a los primeros. Estas últimas no resultan como murallas que frenan el cambio, o meros
canalizadores de demandas, sino, todo lo contrario, son la condición de posibilidad para
el mismo cambio. Esto no es otra cosa que decir que el gobierno mixto no pone el elemento popular en un lugar pasivo.
19
Hacemos referencia al capítulo 2 del libro II. Al respecto: Maquiavelo, Nicolás. Discursos…op.cit, p.
196.
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La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
Ahora bien, si Maquiavelo insiste en la condición de tumultuosa de Roma, no es
para exaltar la lucha, sino para mostrar, a través de ella, que libertad y poder no pueden
disociarse. De esos tumultos, de esa desunione entre los grandi y el populo, nace la libertad más feliz. Gracias a los tumultos, se crearon los tribunos de la plebe en Roma,
que institucionalizaron el conflicto entre el pueblo y el senado, poniéndolo al servicio
de la libertad. Encontramos, entonces, que la república sigue siendo, no el gobierno de
pequeños comités, sino del pueblo. Por ello, el concepto de república maquiaveliana, no
se agota en un mero formalismo institucional. A su vez, las instituciones no sólo contienen el poder popular y su voluntad innovadora, sino que en determinadas circunstancias
son su condición de posibilidad.
La felicidad del mayor número y pública no escapa de las ambivalencias maquiavelianas. Skinner20 reconoce que Maquiavelo fluctúa entre su pasión por las repúblicas, y su confianza en el carácter innovador de los príncipes. En estas tensiones no
sólo se puede encontrar el trastocamiento maquiaveliano de las virtudes cardinales de
los estoicos, sino una nueva tensión entre la felicidad pública con otro tipo de felicidad:
una más íntima, privada e individual, que por momentos recuerda a los placeres aristocráticos de los filósofos patricios. Por ello, la diferenciación de dos modos de ser felices, uno público y uno privado, se encuentra la persona misma de Maquiavelo21.
Cuando se termina la república de Soderini, en el fatídico año de 1513, Maquiavelo, vive su ostracismo político en la campiña de Sant’Andrea. Sin nunca pensar que
ese retiro sería definitivo, y buscando incluso una reconciliación parcial con sus históricos enemigos (los Medici) para poder volver a la diplomacia, encontró la manera más
íntimamente maquiaveliana de ser feliz. En un interesante intercambio epistolar con su
amigo e historiador Francesco Vettori Maquiavelo narra su existencia, alejada de la política, pero no menos activa.
20
Skinner, Quentin. Maquiavelo. Madrid: Alianza, 1998.
Hacemos referencia a la biografía de Viroli, Maurizio. La sonrisa de Maquiavelo. Buenos Aires: Tusquets, 2000.
21
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La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
“Al llegar la noche, regreso a casa y entro en mi escritorio; y en el umbral me quito ese vestido cotidiano, lleno de barro
y de lodo, y me pongo ropas reales y curiales; y nuevamente
vestido como se condice, entro en las antiguas cortes de los
hombres antiguos; recibido amorosamente por ellos, me nutro
de ese alimento que es solamente mío y para el que yo nací; por
lo que no me avergüenzo de hablarles y de preguntarles las razones de sus acciones, y de ellos, por su humanidad, me responden; y durante cuatro horas, no siento ningún aburrimiento, olvido mis afanes, no temo la pobreza, no me tuba la muerte, me
transporto enteramente a ellos”22
Este goce maquiaveliano, por más que tenga algunos deslizamientos plebeyos
como jugar a las cartas con sus amigos, los hombres de pueblo, no renuncia a la aristocrática comunidad de los sabios. De hecho, en el siglo XVI circulaba la anécdota de que
poco antes de morir Niccolò le contaba a sus amigos un sueño donde al ver aproximarse
a unos beatos camino al paraíso y a Séneca, Tácito y Platón camino al infierno, se iba
con estos últimos para debatir eternamente las cuestiones del Estado antes que aburrirse
con los bienaventurados pobres en el Edén23. Cuando fue restaurada la República en
Florencia, en 1527, era esperable que el cargo de secretario de la Cancillería sea devuelto al Il Machia. El puesto, finalmente, fue otorgado a Francesco Tarugi, un hombre de
los Medici. Esta situación malhadada hizo que Maquiavelo se diera cuenta de que su
aspiración de volver al Palazzo Vechio no se cumpliría. Aunque nunca dejó de asociar
la vida política, el viviré civile, y en algún sentido, la felicidad pública con la república,
en situaciones de adversa fortuna el único consuelo que le quedaba era la lectura de los
clásicos. Por ello, el anciano Maquiavelo se refugió en el hogar donde el hombre de
Estado o su consiglieri se reencuentran con aquellos placeres que debieron postergar
por supervivencia de lo stato24.
22
Maquiavelo. “Correspondencia”, op.cit, p.323.
Murai Pirez, Francisco. « Machiavel, la court des antiques et le (dialogue) avec Thucydide ». Dialogues
d’histoire ancienne. Vol. 1, núm. 34, (2008): 59.84.
24
Maquiavelo. Discursos …, op. cit. p. 196.
23
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La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
III. Igualmente maquiavelianos y desigualmente felices: viejas y nuevas virtudes
republicanas de los padres fundadores
Respecto de la interpretación de Pocock sobre el momento maquiaveliano de la
revolución estadounidense, no compartimos el supuesto de que mientras Alexander
Hamilton es un maquiaveliano más principesco que republicano, Thomas Jefferson es el
adalid del maquiavelianamente virtuoso republicanismo agrario. Esta contraposición
maniquea obtura no sólo las apropiaciones singulares que el federalista realiza de las
virtudes republicanas clásicas, tanto las recuperadas por Maquiavelo como las invertidas
por el florentino25, sino que tampoco visualiza el impacto del liberalismo moderno, especialmente lockeano, en las concepciones jeffersonianas de la sociedad civil y política.
A su vez, esta dicotomización del momento maquiaveliano del republicanismo atlántico
en el nacimiento de los Estados Unidos26 no permite ver cómo en estos republicanismos
en pugna no sólo hay una disputa ideal acerca del tipo de ciudadano ideal (el burgués
vs. el yeoman agrario) sino una lucha concreta respecto a qué elites van a gobernar los
Estados Unidos y en cuánto Hamilton y Jefferson están dispuestos a democratizar o al
menos diversificar el acceso al poder político y social en esta comunidad política que
los reconoce, no sin conflictos, a ambos como sus padres fundadores. Y esta disputa,
donde están en juego dos modos diferentes de concebir la prosperidad, el crecimiento
económico y política, no puede reducirse simplemente al antagonismo entre la Court y
el Country sino que es representativa de un momento conceptual y constitucional donde
las virtudes políticas son convocadas para organizar una comunidad política que por
moderna no deje de ser republicanamente feliz.
III.1 Hamilton: una república plebeyamente feliz y aristócratamente próspera
If the opinions of those who contend of the distinction which has
been mentioned, were to be received as evidence of truth, one would be led
to conclude that there was some known point in the economy of national af-
25
Para un mayor detalle sobre esta cuestión: Rodríguez, Gabriela. “La filosofía republicana de Alexander
Hamilton”, Cuadernos Filosóficos, Núm.10, (2013). En prensa.
26
Pocock, op. cit. pp- 506-551.
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La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
fairs, at which it would be safe to stop, and say, thus far the ends of public
happiness will be promoted by supplying the wants of government, and all
beyond this is unworthy of our care or anxiety. How is possible that a government half supplied and always necessitous [needy], can fulfil the purpose
of is institution-can provide for security of-advance the prosperity- or support the reputation of commonwealth? The Federalist XXX27.
Si en la Declaración de la Independencia28 la felicidad se repite dos veces en su
primer párrafo, en la versión federalista de la constitución está casi ausente. James Madison no la nombra en ninguno de sus artículos, mientras que los “republicanos” a la
Bruto sí lo hacen reiteradamente en su rechazo a la Constitución de la Unión y de los
argumentos esgrimidos por los federalistas en 1887 para favorecer su ratificación29.
Sólo dos veces es empleado el término felicidad en los 85 editoriales luego compilados
bajo el nombre de The Federalist: una muy tangencial en el Federalista II, firmado por
John Jay30, y cuando lo hace el propio Hamilton en el epígrafe que precede este apartado. Ahora bien, esta omisión podría llevar a pensar que la opción federalista de asociar
la república moderna al gobierno representativo implica el desplazamiento de la idea
clásica del bien común por su total imposibilidad y por consiguiente, la renuncia a la
felicidad como una meta del gobierno político. Pero una lectura atenta de la cita de El
Federalista XXX, la interpretación contexto textual y político del que participa y su
27
Hamilton, A. Madison, J. and Jay J. The Federalist with The Letters of Brutus. New York: Cambridge
University Press, 2010, pp. 139-40. Si las opiniones de los que apoyan la división que mencionamos
arriba se toman como verdades, llegaríamos a concluir que existe en la economía de los asuntos nacionales un punto conocido en el que sería posible detenerse sin peligro y decir: hasta aquí se favorece el bien
público [o la felicidad pública] si se satisfacen las necesidades del gobierno pero todo lo que se haga más
allá no merece nuestra solicitud ni nuestra preocupación. ¿Cómo es posible que un gobierno mal dotado y
siempre carente de lo necesario pueda cumplir con los fines de su institución, cuidar de la seguridad,
promover la prosperidad y consolidar la reputación de la comunidad? Hamilton, A., Madison, J. and Jay
J. El Federalista, México: FCE, 1994, p. 121. El agregado es nuestro
28
Sobre las versiones y el peso de la pluma jeffersoniana en la Declaración del 4 de Julio de 1776, ver
Jefferson, Thomas. “Autobiography”. Op.cit., pp.21-29.
29
Brutus, “Letters os Brutus”. The Federalist with The Letters of Brutus. Hamilton, A., Madison, J. and
Jay J.. New York: Cambridge University Press, 2010, pp. 447-50, 482, 489-90.
30
Allí se sostiene, en la línea de la Declaración de la Independencia, que la felicidad es junto con la seguridad un derecho natural, pero ambos solamente son posibles con la unidad política en un gobierno nacional. Hamilton, Madison and Jay, op.cit. p. 5.
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La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
vinculación con otros tópicos centrales del republicanismo hamiltoniano van a mostrar
cómo la anterior afirmación puede ser refutada o cuanto menos fuertemente relativizada.
El extracto citado donde se menciona la felicidad pública (aunque en algunas
traducciones se prefiera la fórmula de bien público) forma parte de un conjunto de artículos (XXX a XXXV) donde Hamilton justifica por qué el gobierno federal tiene que
ser fuerte y centralizar el control de la recaudación y las rentas públicas así como ser el
principal motor del progreso económico y social de la Unión. Para Hamilton la Constitución de los Estados Unidos no consagraba meramente un equilibrio institucional de
los poderes sino que plantaba los cimientos de un modelo de desarrollo socioeconómico. Por ende, su concepción de un gobierno central activo se sustenta en los artículos
precedentes (XX a XXX), en los que no sólo critica las deficiencias del régimen confederal establecido tras la ruptura del vínculo colonial con Gran Bretaña sino que también
postula un modelo de Estado soberano (interna y externamente hablando) y precisa qué
recursos patrimoniales y qué aparato administrativo se van requerir para poder cumplir
con sus funciones.
Pero esta idea de la prosperidad como el motor político y social de la Commonwealth republicana se comprende con toda su radicalidad cuando se relaciona lo dicho
en El Federalista con la propuesta que Hamilton eleva al Congreso de los Estados Unidos en su carácter de secretario del Tesoro del presidente Georges Washington. Conocida como “Report on manufactures”31, esta iniciativa tenía como objetivo el desarrollo
industrial con un esquema no basado exclusivamente en los subsidios sino en un paquete de medidas que incluía impuestos a la importación y una política tarifaria que fomentara el desarrollo de economías de escala a partir de productos que ya identificaban a los
Estados Unidos. El ex representante de Nueva York en el Congreso Constituyente no
pretendía trastocar del todo la base agraria del país no sólo por razones económicas sino
31
Hamilton, Alexander.“Report on manufactures”. Writings. New York: The Library of America, pp.647634. Irwin, Douglas. “The Aftermath of Hamilton’s ‘Report on manufactures’”. The Journal of Economic
History. Vol. 64, núm.3 (2004): 800-821.
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La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
por los valores políticos y sociales (entre los que estaba el republicanismo) tan fuertemente arraigados a ella. Sin embargo, entendía que no había que limitar el rol de la nueva nación en el concierto internacional a la provisión de materias primas para que otros
países las industrialicen, sino había que transformarlas en los bienes que los farmers
nativos ya consumían y que los extranjeros que se convocaran para ampliar la matriz
productiva también iban a requerir. Pero esto no sería posible sin una intervención activa del gobierno, ya que desde su punto de vista, era el fomento público el que generaba
la prosperidad individual y no a la inversa, especialmente en aquellos momentos donde
se introducía una nueva actividad económica32. La desaprobación de esta medida por
Madison y por Jefferson generó la escisión entre el partido federalista y el republicano
con el autor del Federalista X militando en este último. Sin embargo, los argumentos
esgrimidos para su rechazo, la limitación del libre comercio, no parecen muy propios de
la tradición republicana. De hecho, desde esta concepción la participación del gobierno
en la promoción del bien común es algo más que un mal necesario33. Pero tampoco fue
ajena en esta disputa, más allá de las diferencias personales, las diferentes concepciones
acerca de qué elites deberían predominar en el gobierno representativo recién fundado y
a qué grupos sociales debería beneficiarse con subsidios directos del gobierno. Por consiguiente, a pesar de sus críticas al proyecto de Hamilton, Jefferson y Madison no dudaron en otorgar durante sus presidencias beneficios económicos especiales a sus votantes
virginianos para no perder su predicamento en sus respectivos constituencies34.
Ahora bien, a partir del párrafo citado y su contextualización es factible concluir
que para Hamilton la felicidad pública se asociaba a la prosperidad, ahora es necesario
ampliar el campo semántico de referencias para comprender cómo esta concepción participa del momento maquiaveliano de la república moderna. Por un lado, es claro que la
idea de la prosperidad no puede desvincularse de la noción del progreso tan fuertemente
arraigada en la cosmovisión ilustrada. Pero también esta noción se liga al utilitarismo
32
Hamilton, Alexander. “Report…” op. cit. pp.711-33.
Pettit, Philip. Republicanism. A Theory of Freedom and Government. Oxford: Oxford University Press,
2010 [1997], pp. 163-70.
34
Irwin, Douglas. “The Aftermath...” op. cit. p. 801.
33
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La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
que desde fines del siglo XVIII se apropia y hegemoniza el debate económico del siglo
de Augusto inglés (XVII y XVIII) para terminar identificando el bien común con el
placer (o la felicidad bien epicúrea) del mayor número. Sin entrar en debate acerca de
qué planteos de la filosofía utilitaria colisionan y cuáles se condicen con el republicanismo como ideología y tradición política35, lo que se observa aquí es una articulación
similar a la de Maquiavelo cuando al rechazar una concepción esencialista y teológica
del bien común, entiende cómo felicidad de la república aquello que beneficia a la mayoría, a la mayor parte del pueblo, que tampoco confunde, porque su populismo nunca
llega ser tan excesivo, con la plebs36.
Pero no se termina de comprender esta concepción de la felicidad si no se la articula con otros tópicos republicanos hamiltonianos que no sin tensiones remiten al
momento maquiaveliano. En Hamilton aparece fuertemente instalada la importancia del
dinero para la comunidad política, algo que en principio parece un contrasentido con el
republicanismo, incluso el maquiaveliano, que lo anatemiza como un elemento corruptor.
Money is with propriety considered as the vital principle of the body
politic; as that which sustains its life and motion, and enables it to perform
its most essential functions. A complete power therefore to procure a regular
and adequate supply of it, as far as the resources of the community will
permit, may be regarded as an indispensable ingredient37.
35
Pettit es muy crítico del utilitarismo cuya concepción de la libertad absolutamente negativa acusa de
neohobbesiana. Sin embargo, no se da cuenta cuánto hay de hobbesiano en la idea republicana del gobierno activo, que en términos de prosperidad o felicidad pública, Hamilton cultiva. Pettit, op. cit. pp.4550.
36
Maquiavelo. Discursos sobre…, op.cit. pp. 86-88.
37
Hamilton, Madison and Jay, op.cit. pp. 162, 137. En castellano: El dinero está considerado, con razón,
como el principio vital del cuerpo político y como tal sostiene su vida y movimientos y lo capacita para
cumplir sus funciones esenciales. Por consiguiente, una facultad perfecta de allegarse con normalidad y
suficiencia, hasta donde los recursos de la comunidad lo permitan, debe ser considerado un elemento
componente indispensable de toda constitución”. Hamilton, Madison y Jay. El Federalista, op.cit,
p.199.
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La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
Sin embargo, a pesar de este temor el propio Maquiavelo revela una tensión entre una concepción del dinero como vicio corruptor y su necesidad de administrarlo celosamente en toda comunidad política, especialmente la republicana, para que esta pueda primero mantenerse y luego expandirse38. La diferencia esencial entre ambas economías del dinero y sus vínculos con la felicidad pública es que en la republica maquiaveliana la prosperidad de la comunidad se sustenta en la pobreza ascética del ciudadano
virtuoso mientras que en la hamiltoniana la prosperidad pública y la privada van de la
mano, como dos virtudes complementarias.
Para Hamilton como para el resto de los Federalistas y sus aliados en el momento constitucional,39 el gobierno representativo era la encarnación no sólo de la única
república posible en el contexto moderno sino su mejor forma. Sin embargo, desde su
punto de vista, el gobierno fuerte, centralizado y activo que requerían los nuevos tiempos no podía estar en manos de las antiguas aristocracias que venían ejerciendo el poder
en las treces colonias. Con excepción de la figura providencial de Georges Washington,
Hamilton no tenía demasiada confianza en los virginianos que venían liderando el proceso político previamente y durante la revolución independentista40 y aspiraba a que
tanto el gobierno político como la hegemonía de la sociedad civil estuvieran en nuevas
manos. Si bien a nivel societal, Hamilton considera que debe haber un espacio cada vez
mayor para la burguesía industrial y financiera y para un proletariado libre de origen
inmigratorio, no cree que estos deben sustituir totalmente a los yeomen ni que uno u
otro grupo tengan que tener una representación de tipo corporativa en la sociedad políti-
38
Maquiavelo. Discursos sobre…, op.cit. p. 393.
Jefferson se encontraba en París en el momento del debate y ratificación de la constitución de la Unión.
En su autobiografía se declara muy favorable a ella, sus únicas observaciones tienen que ver con la ausencia de una declaración de derechos que luego se incluyó, la habilitación de la reelección indefinida del
poder ejecutivo que Hamilton promovió y que el poder judicial no esté sujeto a control popular y que por
tornarlo independiente del poder ejecutivo se lo transforme en un poder corporativo autónomo a la soberanía del pueblo. En estas dos últimas críticas, Jefferson combina la desconfianza republicana liberal a los
liderazgos con una concepción democrático- popular que somete a su dominio al poder que controla la
constitucionalidad de los actos de los otros poderes. Jefferson, op. cit. pp.76-8.
40
Morgan, Edmund. Esclavitud y libertad en los Estados Unidos. De la colonia a la Independencia. Buenos Aires: Siglo XXI, 2009, p. 19. Allí se nos recuerda que los estadounidenses tuvieron como presidentes a virginianos durante 32 de los primeros 36 años de vida independiente.
39
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La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
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ca41. Sea por su concepción moderna de la igualdad (ver más abajo) sea por su conciencia de las dificultades técnicas de las exigencias cada vez más complejas que exigirá el
gobierno y la felicidad pública de una república de gran extensión, este federalista preferirá que la acción del gobierno federal esté en manos profesionales en el manejo de la
hacienda pública42. Sin embargo, ninguna de estas funciones necesarias para la prosperidad y expansión de la comunidad política, podrán hacerse sin la confianza de los gobernados y esta, ya desde el mismo proceso de la independencia, tendía a ser depositada, cada vez más, en los nuevos liderazgos políticos y religiosos43. Por ello, para justificar la soberanía y autoridad del poder central, Hamilton acude a la forma institucional
presidencial construida a imagen y semejanza de Washington. Es tal su confianza en las
virtudes de este moderno Cincinato que ni siquiera pone límites a la reelección del presidente, desoyendo la advertencia maquiaveliana respecto de los riesgos de que la dictadura romana se volviera perpetua44. Así pues, esta economía del liderazgo, que tiene un
cuño maquiaveliano y por momentos lockeano igualmente republicano, no pierde si no
refuerza su poder de prerrogativa al volverse más liberal e institucionalista45.
Hay un último tópico del republicanismo hamiltoniano que remite al ideal moderno de l’égalliberté que tan bien ha definido Étienne Balibar46. Para Hamilton la república es compatible con el lenguaje moderno de los derechos, razón por la cual, es
uno de los pocos padres fundadores que adopta un discurso y una militancia política
claramente abolicionista. Desde su punto de vista, la propuesta de Harrington en Oceana, por el cual las libertades y derechos políticos se otorgan a partir de la naturalización
41
Hamilton, Madison and Jay, op.cit. p. 159.
Ibidem, p. 161.
43
Morgan, Edmund. La invención del pueblo. El surgimiento de la soberanía popular en Inglaterra y los
Estados Unidos. Buenos Aires: Siglo XXI, 2006, pp. 306-326.
44
Hamilton, Madison and Jay, op.cit. p. 341.
45
Sobre la comparación de Maquiavelo y Locke a este respecto, ver: Rodríguez, Gabriela. “El republicanismo atlántico entre Maquiavelo y Locke: república y liberalismos de James Harrington a Philipe Pettit”,
X Congreso Nacional y III Internacional de Democracia, Rosario Argentina, Septiembre de 2012.
46
Balibar, Étienne. La proposition de l’égaliberté. Paris: PUF, 2012.
42
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de las diferencias sociales, es totalmente extemporánea47. Sin embargo, en su lucha por
la igualdad de derechos civiles de los esclavos, no solamente apela a la fórmula moderna de los derechos universales del hombre sino también plantea la finalización progresiva de la esclavitud a partir de una práctica republicana: aquellos que hayan participado
de los batallones de negros durante la guerra de independencia adquieren por este compromiso cívico (ciudadano soldado) con la república su libertad civil48. Este planteo
realizado casi en los orígenes de su carrera política, seguirá vigente, aunque adaptado a
las nuevas circunstancias en otras etapas de su trayectoria. De todas formas, este igualitarismo hamiltoniano no reniega de la distribución desigual de la propiedad que sostiene
y fomenta su expansionismo capitalista que tuvo como condición de posibilidad la acción homogeneizadora del gobierno central frente a los poderes preexistentes al nacimiento de la república.
En conclusión, la república hamiltoniana se sustenta en una elite, preferentemente ilustrada que debe gobernar y para garantizar su éxito se asimila con el gobierno representativo. Sin embargo, esta nueva aristocracia es mucho más plebeya por su origen
y su afán de lucro que la natural que defendían los virginianos. A la vez, para evitar el
dominio ahora corporativo de los “grandes”, se recurre a la manera maquiaveliana a la
alianza entre los líderes y el pueblo. Pero, a diferencia del florentino, Hamilton acepta,
con menos resignación que fe filantrópica, que el dinero, su generación, circulación y
regulación, hace posible la felicidad en una comunidad republicana modernamente igualitaria pero prósperamente desigual. Thomas Jefferson, por su parte, buscará también en
su momento maquiaveliano una felicidad individual aristocrática y con ciertos deslizamientos principescos que opere como la clave de bóveda de una comunidad política que
se sueña clásicamente republicana y modernamente igualitaria.
47
Davis, Collin. “La igualdad de derechos en la revolución inglesa: El republicanismo de James Harrington y el sentido de la igualdad” Derechos y libertades: Revista del Instituto Bartolomé de las Casas, 7
1999, pp.195-6. Harrington, James. The commonwealth of Oceana and A System of Politics. Cambridge:
Cambridge University Press, 2008, p.34.
48
Hamilton, Alexander. “Enlisting slaves as soldiers”. Writings. New York: The Library of America,
p.56.
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III.2 Jefferson: la felicidad como virtud cívica y placer personal del agrarian yeomen
“So
much as to my country. Now a word as to myself. I am retired
to, where, in the bosom of my family, and surrounded by my books, I enjoy
a repose to which I have been long a stranger. (…) A part of my occupation,
and by no means least pleasing, is the direction of the studies of such young
men as ask it. (…) In advising the course of their readings, I endeavour to
keep their attention fixed on the main objects of all science, the freedom and
happiness of man.49”
Mientras que en su versión de la “Declaración de Independencia” de 1776 un joven abogado de Virginia convocaba a que la organización política de las treces colonias
tuviese como fin la protección de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad por
parte de todos los hombres que fueron creados iguales por su creador, un ya anciano
político retirado encontraba la felicidad en la vida hogareña y el estudio. A simple vista
esta mutación entre la reivindicación, anclada en el derecho natural de la igualdad, de la
felicidad como fin último de la sociedad política, y la defensa del ocio creativo o del
abandono de la vida activa por la lectura parecen evidenciar una contradicción. Por un
lado, se contraponen la libertad y la igualdad moderna con los placeres aristocráticos del
filósofo antiguo. Por el otro, la política como el espacio colectivo de realización de la
felicidad comunitaria pero también individual se opone con el retiro relativamente voluntario al mundo privado para protegerse de los vaivenes de la fortuna de quienes dedicaron gran parte de su vida al gobierno de su país. Así pues, puestos en relación en primer párrafo de la “Declaración de la Independencia” de EE.UU. y la cita tomada de la
Carta que Jefferson escribe a su amigo el general Thaddeus Kosciusko el 26 de febrero
de 1810, se hacen evidentes las tensiones entre un pensamiento político claramente moderno pero fuertemente arraigado a tópicos clásicos por no decir antiguos.
49
Jefferson, op.cit. p. 552.
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Sin embargo, por más lockeana que sea la declaración de derechos que inaugura
el acto preformativo de las trece colonias al romper el vínculo colonial con Inglaterra
persiste en ella una concepción tradicionalmente republicana del fin del gobierno político. A su vez, en el retiro, la decisión de cultivar el propio jardín, implica el reencuentro
con los placeres más personalmente íntimos como la lectura y la decisión de ocuparse
del oikos dejado de lado por la polis. Sin embargo, nunca se abandona el compromiso
modernamente ilustrado de generar y difundir un conocimiento científico que tenga por
primordial objetivo la felicidad humana. De hecho, la decisión de que este tipo de conocimiento sea parte de la formación de los jóvenes políticos que se preparan para la vita
activa emparenta a Jefferson con una concepción clásica de la política, la de Jenofonte,
donde la preocupación por la vida doméstica se proyecta en las cualidades políticomilitares de los gobernantes50. Y vale recordar que este autor es uno de los exempla
antiguos que Maquiavelo critica por su tendencia a asimilar acríticamente las virtudes
cardinales con las políticas pero que también reivindica como modelo de los liderazgos
no sólo principescos sino también republicanos51.
Es justamente en las tensiones conceptualmente estructurales de ambos pasajes
que pasamos a analizar con mayor detalle a continuación que se revela un maquiavelismo jeffersoniano que fue pasado por alto por quienes sólo se detuvieron en las virtudes
idealizadas del “pequeño” productor agropecuario devenido en ciudadano soldado y en
la virtù expansionista de la conquista del oeste.
La versión de la “Declaración de la Independencia” escrita por Jefferson es publicada en su Autobiografía que data de 1821. Allí se contraponen la propuesta original
de Jefferson, asignado en esa función por el comité de redacción formado por John
Adams, Benjamin Franklin, Roger Sherman y Robert Livingston52, con el texto final-
50
Jenofonte. Económico. Madrid: Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1967. Strauss, Leo. Xenophon’s
Socratic Discourse. An Interpretation of The Oeconomicus. Indiana: St.Augustine’s Press, 1998, pp. 84,
204.
51
Newell, Waller. “Machiavelli and Xenophon on Princely Rule: A Double-Edge Encounter”. The Journal of Politics. Vol.50, núm.1 (1988): 108-130. Skinner. Op. Cit pp. 50-60.
52
Jefferson, op. cit. p.22.
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La búsqueda de la felicidad en la república moderna:
Alexander Hamilton y Thomas Jefferson en conflicto por Maquiavelo.
mente aprobado. La única cuestión a reparar en el primer párrafo donde aparece dos
veces la palabra felicidad es que la primera vez se refiere a la búsqueda de la felicidad y
la segunda la felicidad en solitario que con la seguridad constituyen el fin de la organización del gobierno político. Sin embargo, lo más notable es que, aunque las dos referencias a la felicidad se mantienen inmutables en la propuesta jeffersoniana y en la Declaración votada por el congreso, el jurista virginiano denomina a los derechos que el
Creador otorga a los hombres al crearlos iguales como “ciertos inalienables” mientras
que la fórmula aprobada es más fiel a la tradición “ius naturalista” ya que los califica
como inherentes e inalienables. En el resto de este relato autobiográfico, donde Jefferson dedica especial atención a su estancia en París como ministro plenipotenciario
(1785-89), sólo vuelve a mencionarse dos veces más la “felicidad”. La siguiente aparición del término se da cuando se describen los diez años de su matrimonio53. Y la otra
sucede cuando se narra, en el contexto de la revolución francesa, lo que sucedió en el
“Juramente del Juego de pelota paleta” (« Serment du Jeu de paume »), cuando los diputados del tercer estado se comprometen a no abandonar la actividad asamblearia hasta
que se sancione una constitución para la Nación francesa54. Entonces, Jefferson recuerda su intervención en la enunciación de derechos que quedó plasmada en la Declaración
de Derechos del Hombre y el Ciudadano (26-8-1789). Este texto, además de tener
enormes similitudes con la Bill of Rights (1789) en cuya incorporación a la Constitución
de los Estados Unidos el ex gobernador de Virginia (1779-81) tuvo activa participación55, es la síntesis más acababa de la proposición universal de l ‘égalliberté56.
Sin dudas, esta felicidad a la que aspira la “Declaración de la Independencia” al
dar nacimiento formal a la vida políticamente autónoma de las trece colonias es moderna en un sentido lockeano, ya que remite a un conjunto de derechos que corresponden a
los hombres por naturaleza. De hecho, en estas dos apariciones la felicidad parece liga-
53
Jefferson, op. cit. p. 51
Jefferson, op. cit. p. 89.
55
La Bill of Rights (10 primeras enmiendas de la Constitución de EE.UU) se inspira en la Declaración de
Derechos de la Constitución de Virginia redactada por Georges Mason en junio de 1776 que también se
tomaría de modelo para la Declaración de la Independencia.
56
Balibar, op. cit, p.55-73.
54
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da a cierto relativismo individualista porque en lugar de afirmarse en una sustancialidad
se la concibe como un deseo a perseguir que no debe ser objeto de ninguna limitación,
no ya de la divinidad, pero sí de la autoridad pública. Sin embargo, ni la libertad, ni vida
segura y plena ni mucho menos la felicidad pueden lograrse sin una sociedad política
que organice sus poderes prudentemente para que sus fundamentos no se alejen de esos
principios. Y en ese punto, la felicidad en la Declaración de la Independencia de los
EE.UU. no se puede desvincular de la concepción republicana de la libertad entendida
como no dominación57.
El fragmento de la carta a Kosciusko es representativo del epistolario político y
personal de Thomas Jefferson donde la palabra felicidad es empleada de manera frecuente58. Sin embargo, esta reivindicación del goce íntimo no significa una renuncia
absoluta a la aspiración de una felicidad común que sólo puede darse en la vida pública.
Sin duda, la mayoría del pasaje citado como el resto del último párrafo de la carta recuerda a los placeres, un poco más plebeyos en lo que el alojamiento y el tipo de compañía físicamente frecuentada se refiere, de Maquiavelo durante su exilio en San Casciano in Val di Pesa. Y mucho más se refuerza el símil cuando ambos describen su pasión por la lectura y el tipo de encuentro que priorizan con aquellos de quien declaran
tener algo que aprender. Sin embargo, este goce a la vez epicúreo y ascético tan próximo al retiro estoico59, aunque seguramente menos voluntario, de los vaivenes de la vida
activa, no implica ni en uno ni en otro caso una renuncia a la felicidad como un bien
político o al menos como un valor que debe ser inculcado a aquellos que acuden al viejo
político devenido en filósofo en búsqueda de consejo. Por ello, las paredes de Monticello, no son sólo el refugio del guerrero tras una vida entregada al civismo activo sino
también el lugar donde las nuevas generaciones políticas reciben la educación del maestro, que mientras instruye a estos selectos futuros referentes de la sociedad virginiana,
57
Pettit, op. cit. pp. 52-109.
Jefferson, op. cit. En las cartas compiladas en esa selección la palabra felicidad se emplea en promedio
25 veces.
59
Acerca de la manera estoica de recurrir a la filosofía como forma de compensar las frustraciones de la
vida política y la vida misma, ver, Arendt, Hannah. La vida del espíritu. Buenos Aires: Paidós, 2002, p
182-3.
58
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funda una Universidad laica (la de Virginia), y con ambas tareas se compromete con
una sociabilidad que por próxima y vecinal es clásicamente republicana60.
En este punto resulta significativo articular estas concepciones de la felicidad
con ciertos tópicos que caracterizan y tensionan el republicanismo jeffersoniano. La
tradición republicana posterior ha ligado a Jefferson con una de las versiones más radicalmente democráticas del republicanismo farmer en el contexto del siglo XIX. Y esto
es así no porque su liberalismo y su republicanismo se resistieran a todo forma de capitalismo61 sino por desconfianza ante la industrialización y finacierización de la economía que se proponía como acción de gobierno el partido federalista. Ahora bien, eso no
significa que la república jeffersoniana no se sustentara política y socialmente hablando
en sectores privilegiados. Su defensa del yeomen62 agrario como encarnación moderna
del uir romano y su patriotismo cívico no sólo idealiza una figura mucho menos popular
de lo que el republicanismo atlántico de cuño harringtoniano está dispuesto a admitir
sino que beneficia el modelo económico virginiano y el peso político de los grandes
propietarios (caballeros) provenientes de la colonia más rica y aristocrática. Sin duda, el
dinero, es para los republicanos jeffersonianos la condición necesaria pero no suficiente
para participar de esta aristocracia natural cuya educación y estatus legitima su primacía
política. Por consiguiente, sus diferencias con Hamilton no estriban como en el caso del
liderazgo presidencial en la necesidad de controlar un poder que pueda volverse omnímodo (salvaguardia que poco influyó en qué Jefferson se autorregulara en el uso de sus
prerrogativas en el ejercicio concreto de su presidencia, especialmente durante su segundo mandato) sino en el tipo de elite qué uno u otro prefiere para que, con el consentimiento del pueblo, guíe a los estadounidenses en la búsqueda de la su felicidad.
Una de las cuestiones que siguen generando debate historiográfico y político es
cómo los Estados Unidos, ejemplo paradigmático de la república moderna y liberal por
60
Jefferson, op. cit., p. 552.
Katz, Claudio. “Jefferson’s Liberal Anticapitalism”. American Journal of Political Science. Vol. 47,
núm.1, 2003, pp. 1-17.
62
Sobre la figura del yeomen y su importancia, idílica y real, en la legitimación de la soberanía popular
en Inglaterra y EEUU ver: Morgan Edmund. El nacimiento …, op. cit. p. 161-84.
61
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excelencia, sustentó esa forma política sobre una estructura económico y social de base
esclavista. Esta discusión remite al rol del estado de Virginia en los primeros años de
vida independiente del país no solamente por su peso en la economía nacional63 sino
también por haber provisto a casi todos los presidentes hasta el arribo del protopopulista Andrew Jackson (1829-1837). Cabe recordar que la mayoría de estos primeros
mandatarios fueron poseedores de no pocos esclavos. En el caso de Jefferson esta supuesta “hipocresía” es mucho más compleja no sólo desde el punto de vista de su trayectoria política sino también en términos filosóficos. Si bien podría adjudicarse a la
postura jeffersoniana una concepción harrigntoniana-aristotélica de la igualdad que hace
compatible al republicanismo con las diferencias naturales o sociales naturalizadas, esta
desigualdad igualadora convive en el autor de Notas sobre Virginia con la convicción
de que todos los hombres fueron creados iguales64. Esta igualdad moderna, que se encarna en el lenguaje de los derechos, tiene siempre una fisura que afecta su universalidad. Y esta fisura está presente tanto en los supuestos esclavistas que fundamentan el
republicanismo y liberalismo lockeanos como la proposición por la égalliberté que está
en los cimientos de todas las declaraciones de derechos desde fines del siglo XVIII.
Pero si Hamilton podía ser modernamente igualitario y progresivamente abolicionista
apelando a la práctica republicana que hace de la libertad civil o individual un subproducto de la libertad política, Jefferson, sin dejar de ser un esclavista, va concebir la felicidad de la comunidad a partir de una paridad económica que limite el afán de lucro
gracias a la moral ascética del pequeño propietario de tierras, que tanto reivindicó pero
nunca fue. Si no se atreve como Harrington65 a decir que la ley agraria establece la base
de social de toda forma política republicana, Jefferson cree como aquel que la homogeneización de las diferencias puede generar desigualdades más antidemocráticas que las
precapitalistas porque la prosperidad pública o personal no puede depender exclusiva-
63
Morgan, Edmund. Esclavitud …, op. cit., pp. 289.418
En su propia autobiografìa Jefferson reconoce que en los años previos a la guerra revolucionaria planteó en la legislatura de Virginia en concordancia con su credo igualitario el tema de la abolición de la
esclavitud, aunque sea de manera progresiva, pero que el tema se desestimó por su falta de oportunidad.
Jefferson, op. cit., p. 9.
65
Harrington, op. cit. pp. 100, 141, 220.
64
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mente de la mano invisible del mercado. Y esta conceptualización es tan virtuosamente
republicana y maquiaveliana, como la propuesta de Hamilton, que hacía de la virtud
cívica de los batallones de negros la condición de posibilidad de la virtù expansionista
del sueño americano. Pero el momento republicano jeffersoniano no adolece tampoco
de virtù no sólo por su deseo de avanzar lo más posible en la frontera del oeste sino por
su apego a un modo de vida felizmente principesco que sólo un propietario de más de
200 esclavos podía costear.
IV. Conclusión: La felicidad en nuevo mundo moderno: entre la filosofía política
republicana y el sueño americano
Haber colocado el concepto de felicidad en el centro del momento maquiaveliano de Nicolás Maquiavelo y de dos autores representativos del republicanismo atlántico
como Hamilton y Jefferson, nos ha permitido desplazar el acento de la antinomia entre
virtudes y virtù hacia la relación entre la comunidad política y su horizonte de expectativas. ¿Qué esperan los padres fundadores, teórica o constitucionalmente hablando, de la
república moderna como forma política? ¿Qué es el buen vivir republicano y cómo se
consigue una vez que el bien común ha dejado de ser una certeza teológica?
Frente a este dilema, Maquiavelo, sin abandonar el goce epicúreo por el placer
personal, se compromete con un ascetismo cívico que hace posible, paradójicamente, el
expansionismo desarrollista de la comunidad política. Pero, además de su virtù, la república se distingue por una virtud que reside no en las virtudes personales de los ciudadanos sino en su capacidad de promover la felicidad de su mayor y mejor parte. Por eso, la
republicana maquiaveliana es popularmente feliz.
Hamilton recupera el legado maquiaveliano desde una perspectiva que transciende su asimilación con el machiavellian Prince republicano. Para el federalista, felicidad republicana es próspera y modernamente igualitaria y para el logro de ese fin no
solamente apela al equilibrio institucional del gobierno representativo sino también a
prácticas y principios clásicamente republicanos. Sólo en ese contexto se entiende que
un liberal defienda la intervención activa del gobierno en la vida económica y que haga
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del compromiso del ciudadano soldado el medio para el acceso a los derechos civiles de
los esclavos, la parte sin parte de la naciente república estadounidense.
Jefferson es un maquiaveliano no sólo por su culto algo extemporáneo del yeoman rural como el prototipo del hombre republicano sino sobre todo su celebración del
goce de los placeres elitistamente mundanos. Su popularización de la felicidad se asocia
menos a la generalización del goce del mayor número que a la educabilidad humana de
cuño ilustrado. Sin embargo, el compromiso moderno por la búsqueda una felicidad no
sustantiva tiene una fisura en su universalidad que es republicana pero más harringtoniana que maquiaveliana: hay muchos que por naturaleza quedan excluidos de la vida
comunitaria que hace posible que todos y cada uno sean individualmente felices.
La importancia del sentido de la felicidad en la construcción de una nueva sociabilidad aparece con contundencia en el momento constitucional estadounidense de
1776-1787. Sin embargo, este impacto no se limita a la génesis a esta sociedad política
sino también está presente el imaginario social que se identificó durante el siglo XX con
el sueño americano y cuya proyección excede los límites geográficos de esta república
moderna. Repensar los sentidos de la felicidad en el republicanismo y en el momento
fundacional de los Estados Unidos es también un modo de visibilizar los cimientos inconscientes de una forma ideológica que se impone como sentido común en la cultura
occidental contemporánea.
En conclusión, el momento maquiaveliano tiene una enorme potencialidad heurística no sólo para comprender la historia del republicanismo como filosofía política
sino para problematizar el modo en que su difusor, J.G.A Pocock, lo definió. La búsqueda de la felicidad en las repúblicas y en sus momentos maquiavelianos descubre
nuevas tensiones entre lo clásico y lo moderno donde la igualdad, la libertad, las instituciones, el liderazgo, el pueblo, las elites, la autorregulación y el exceso, se articulan de
manera heterodoxa dando lugar a formas políticas complejas que el nombre de democracia liberal no alcanza a describir en toda su extensión. Por ello, la felicidad representa también en el momento maquiaveliano de todos y cada uno de estos republicanos una
manera de replantear la relación entre democracia y república en la modernidad. Y par-
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tir de allí, va a ser posible sustituir la antinomia entre institucionalismo liberal y populismo para-institucional por una tensionada convergencia de ambos en el siempre esquivo pero igualmente deseado gobierno popular. También esta es una apuesta republicana,
moderna y americana por la búsqueda de la felicidad.
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