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Gerardo Arrubla, el Museo Nacional y las antigüedades indígenas

2021, Cuadernos de Curaduría

Este artículo presenta una de las facetas de las actividades de Gerardo Arrubla durante su dirección del Museo Nacional de Colombia: aquella relacionada con la colección y protección de lo que hoy en día se denominaría patrimonio arqueológico. El texto se divide en tres secciones. En la primera parte se evocan sus solicitudes al Gobierno para incrementar la colección arqueológica y obtener los recursos para poder estudiarla científicamente, además se presenta cómo estos reclamos fueron desoídos y, en cambio, fue instaurado un nuevo museo dedicado a estas temáticas. En el segundo acápite se muestra cómo, a pesar de lo anterior, Arrubla pudo incrementar las colecciones arqueológicas del Museo Nacional, institución donde además desarrolló actividades pedagógicas sobre el tema. Por último, en la tercera sección se presentan las acciones de Arrubla encaminadas a la protección de las antigüedades indígenas en ámbitos diferentes al Museo Nacional.

c ur a dur ía de h ari st t eo ri a Gerardo Arrubla, el Museo Nacional y las antigüedades indígenas Santiago Robledo Páez Investigador de la Curaduría de Historia Resumen Este artículo presenta una de las facetas de las actividades de Gerardo Arrubla durante su dirección del Museo Nacional de Colombia: aquella relacionada con la colección y protección de lo que hoy en día se denominaría patrimonio arqueológico. El texto se divide en tres secciones. En la primera parte se evocan sus solicitudes al Gobierno para incrementar la colección arqueológica y obtener los recursos para poder estudiarla científicamente, además se presenta cómo estos reclamos fueron desoídos y, en cambio, fue instaurado un nuevo museo dedicado a estas temáticas. En el segundo acápite se muestra cómo, a pesar de lo anterior, Arrubla pudo incrementar las colecciones arqueológicas del Museo Nacional, institución donde además desarrolló actividades pedagógicas sobre el tema. Por último, en la tercera sección se presentan las acciones de Arrubla encaminadas a la protección de las antigüedades indígenas en ámbitos diferentes al Museo Nacional. Palabras clave: Gerardo Arrubla, Museo Nacional de Colombia, colecciones, arqueología, patrimonio. 47 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE Introducción Irina Podgorny y María Margaret Lopes han formulado una manera de entender la historia de los museos latinoamericanos que hace justicia a la complejidad de sus procesos históricos de creación y funcionamiento. En sus palabras, deben cuestionarse las explicaciones donde “los museos aparecen como instrumentos del poder y ojos de un Estado que, con un poco de suspicacia y de oficio historiográfico, se hubiese descubierto menos fuerte que el argumentado por la lógica de este tipo de trabajos”1. Así mismo, indican que “como en todas las instituciones, científicas o no, en los museos más que la macropolítica rige la política del poder de las relaciones urdidas en el seno de las mismas”2. Sin recaer en una tradición historiográfica previa que homologaba la historia de los museos con la biografía de sus fundadores y directores, estas autoras argumentan a favor de la consideración de las agendas políticas, profesionales y sociales de los sujetos involucrados en el devenir de dichas instituciones. Así, los museos no se percibirían como instrumentos mecánicos del Estado, sino como entidades insertas en complejas redes donde se encontraban, coligaban y enfrentaban diversos actores públicos y privados. En el presente artículo pretendo realizar un análisis inspirado en las propuestas de Lopes y Podgorny. Se estudiará la trayectoria de Gerardo Arrubla Ramos (3.3.1872-2.5.1946), político, funcionario, educador, historiador y apasionado por las antigüedades indígenas, durante su gestión como director del Museo Nacional de Colombia en el segundo cuarto del siglo xx. Ello para poder entrever los resultados de su gestión en la configuración de las colecciones del Museo3 y los efectos de su accionar en lo relacionado con el desarrollo de un sentido de valoración de los bienes arqueológicos que, anacrónicamente, podríamos denominar patrimonial. Así, se realizará una primera evocación de las dinámicas institucionales en las que Arrubla participó, los actores individuales e institucionales con los que interactuó y las lógicas disciplinares a las que se adscribió. 1 Irina Podgorny y Maria Margaret Lopes, “Trayectorias y desafíos de la historiografía de los museos de historia natural en América del Sur”, Anais do Museu Paulista 21, n.o 1 (2013): 21. 2 Podgorny y Lopes, “Trayectorias…”, 17. 3 En adelante, cuando en el artículo se haga mención del Museo Nacional se empleará la palabra Museo con mayúscula. 48 Espero distanciarme de las interpretaciones grandilocuentes, cuyos análisis inician y concluyen en un mismo punto: la consideración del museo como una herramienta del Estado para la representación de la nación. Para ello propongo un trabajo menos discursivo, producto de la revisión atenta del material de archivo. Antes de valorar e interpretar el proceso de consolidación del Museo Nacional de Colombia durante las décadas de 1920, 1930 e inicios de la de 1940, es necesario estudiar las redes de actores involucrados en su funcionamiento y las acciones no siempre exitosas que emprendieron. La información reunida y la tentativa de reconstitución de algunas acciones y procederes de Arrubla significan per se un aporte historiográfico y, además, servirán para trabajos posteriores de mayores aspiraciones interpretativas. MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE Autor desconocido Gerardo Arrubla 1939 Fotograbado Anuario de la Universidad Nacional de Colombia, 339 El artículo se divide en tres secciones. La primera revisa cómo Arrubla, mientras ejerció como director del Museo Nacional, trató de mejorar la situación de su colección arqueológica y solicitó al Estado los recursos necesarios para poder estudiarla científicamente en la institución. Sus clamores fueron desoídos y a finales de 1930 fue establecido un nuevo museo para albergar dichas colecciones. No obstante, previamente las inclinaciones particulares de Arrubla habían incidido en las prácticas de coleccionismo que desarrolló en el Museo y habían influido en la labor pedagógica no formal que allí desempeñó, temáticas que se tratarán en la segunda parte del texto. Finalmente, en la última sección se evoca el accionar de Arrubla relacionado con el manejo de las antigüedades indígenas en otros escenarios. Si bien Arrubla no parece haber sido una figura de avanzada en los estudios sobre los pueblos prehispánicos, su lugar de enunciación privilegiado en el entramado gubernamental, sus actividades en el Museo y su labor de perito estatal permitieron que contribuyese a la inclusión de aquellos antiguos pobladores en el imaginario histórico. Ello al menos hasta mediados de la década de 1930, momento en el cual comenzaron a destacarse otros actores en este proceso en instancias diferentes al Museo Nacional. 49 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE Solicitudes ignoradas y la aparición de un nuevo museo El empeño que me mueve en pro de la nueva organización y adelanto del Museo, es fruto de la conciencia que tengo de mi deber y del amor entrañable que profeso a las cosas sagradas de la Patria, cuya custodia me confió el Gobierno.4 Gerardo Arrubla dirigió en dos oportunidades el Museo Nacional, primero entre el 20 octubre 19225 y noviembre de 1924, y luego desde el 31 de julio de 19266 hasta abril de 1946. En 1922 se encargó de reorganizar el Museo Nacional en el Edificio Pedro A. López, actual sede del Ministerio de Agricultura. La disposición que dio a las colecciones refleja su particular interés por las temáticas históricas. Esta fue la primera oportunidad en la cual se organizó el Museo siguiendo un relato cronológico lineal. Dicha disposición caracterizaría por décadas las salas históricas de la institución, tanto en aquella sede como, posteriormente, en el Panóptico. En su informe de 1923, Arrubla dio cuenta del ordenamiento dado a las colecciones: De los siete salones, cinco se hallan consagrados a la historia, siguiendo un orden cronológico riguroso, en esta forma: el primero encierra los objetos pertenecientes a los Aborígenes, y tiene una sección para la época de la Conquista que abarca los años de 1499 a 1550; el segundo dedicado a la Colonia, años 1550-1810; el tercero a la Independencia, años 1810-1819, y el cuarto y cuarto bis a la República, en sus diversos periodos desde la Gran Colombia hasta hoy. Otro salón, el más amplio, guarda las colecciones de Ciencias Naturales, zoológicas, mineralógicas y paleontológicas… El salón sexto se dedicó a la Numismática y a las Variedades, nacionales y 4 Gerardo Arrubla, “Museo Nacional”, en Memoria del Ministro de Instrucción Pública al Congreso de 1923. Tomo II Anexos (Bogotá: Casa editorial de “La Cruzada”, 1923), 155. 5 Pedro Nel Ospina y Alberto Portocarrero, “Decreto número 1491 de 1922 (octubre 20) por el cual se nombra Director del Museo Nacional”, Diario Oficial, n.o 18561 a 18564, octubre 25, 1922: 165. 6 Gabriel Abadía, “Relación de los decretos de nombramientos expedidos por el Poder Ejecutivo en los días 9 a 31 de julio último, inclusive”, Diario Oficial, n.o 20355, noviembre 24, 1926: 350. 7 Gerardo Arrubla, “Museo Nacional”, 152-153. 50 extranjeras. En fin, la galería de pinturas… hubo que establecerla en un largo corredor, estrecho y sin luz suficiente, por falta de sitio.7 Sin la paciente labor de sus predecesores en la dirección del Museo Nacional, como Fidel Pombo (1837-1901) y Ernesto Restrepo Tirado (1862-1948), Arrubla no habría contado con los elementos necesarios y suficientes para poder presentar al público esta secuencia coherente de salas históricas. Sin embargo, no carece de interés constatar que el mismo sujeto que finalmente pudo organizar esta clase de relato histórico coherente en el Museo había sido también el coautor del manual histórico que por generaciones medió la aproximación de los escolares colombianos a su pasado. Junto con Jesús María Henao (1866-1944), Arrubla había escrito la Historia de Colombia para la enseñanza secundaria y el Compendio de la historia de Colombia para la enseñanza de las escuelas primarias de la República, obras publicadas por primera vez en 1911. MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Autor desconocido HISTORIA DE COLOMBIA Gerardo Arrubla en una de las salas del Museo Nacional en su sede del Edificio Pedro A. López PARA LA ENSE Ñ,ANZA SECUNDAR ! A DIPLOMA X ti cn -*D< «ncAL LAOit SE ABRnl PARA, YCPXCBVAH INNMFR CON 1IWA LAUREADA etJN MrtiALU tif ORO V S ( Cl WOWMWCXCIA LA Cuadernos curaduría DE :* \ci w » OMfSAUju 10.2.1923 ADOPCION OFICIAL Fotograbado 7 POR JESUS MARIA HENAO Y GERARDO ARRUBLA .- INIJHUM* d» NAHNV* Jr l < AaAau\t wtul it< 1 OwtmpMflfMM ,u H ti \ rnnali VA|A Cl El Gráfico, n.° 631: 490 . TOMO I EL DESCUBRIMIENTO LA CONQUISTA - ORlC PNES AMERICANOS EL RÉGIMEN COLONIAL TOMO II lA INDEPENDENCIA - LA REPUBLICA . li Scsanda Mlocf*htifa« cdlcidn , notablemente adicionada y corregida Jesús María Henao Melguizo (1870-1944) / Gerardo Arrubla Ramos (1872-1946) Historia de Colombia para la enseñanza secundaria (segunda edición) BOGOTA ESCUELA TIPOGRAFICA SALES!ANA 1910 1916 Impreso 23,1 x 15 x 2,9 cm Museo Nacional de Colombia, ing. 10497 Donado por Jorge Augusto Márquez Pabón (2020) 51 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE Las colecciones históricas y artísticas mencionadas por Arrubla en su informe de 1923 en su mayoría todavía pertenecen al Museo Nacional. Actualmente faltan solamente los objetos remitidos en las décadas de 1940 y 1960 al Museo Colonial y a la Casa del Florero-Museo de la Independencia, instituciones inauguradas, respectivamente, en 1942 y 1960. En cambio, dos acervos que por entonces eran de los principales de la institución, el arqueológico y el de ciencias naturales, ya no pertenecen a las colecciones del Museo Nacional. Fotografías del Museo impresas por las revistas Cromos y El Gráfico en 1923 y otras tomadas en la década de 1930 por Gumersindo Cuéllar (18911958) permiten constatar que el salón de ciencias naturales era un espacio sobresaliente en el Museo. Ello evidencia que las colecciones científicas continuaban desempeñando un papel destacado en la institución. El Anuario de la Universidad Nacional de Colombia incluyó un texto sobre el Museo que da cuenta de la situación de sus colecciones arqueológicas en 1939, poco antes de que fueran remitidas al Museo Arqueológico recientemente establecido. En dicho texto, estas colecciones se describen de la siguiente manera: La sección de los Aborígenes guarda los objetos arqueológicos pertenecientes a pueblos y tribus prehistóricos que vivieron en territorio colombiano. Entre las colecciones que allí se exhiben merece señalarse, en primer lugar, por su valor arqueológico y artístico, la de orfebrería de los Quimbayas compuesta de más de ochenta piezas de oro y tumbaga admirablemente trabajadas, ya las figuras que reproducen la figura humana (antropomorfas) ora las de animales (zoomorfas) y lo mismo aquellas que representan objetos rituales, adornos guerreros, etc. Esta colección proviene de hallazgos hechos en la región de la Hoya del Quindío. Hay también muchas muestras de la cerámica de los mismos quimbayas (figuras humanas, de animales, vasos, frutos, etc.) que demuestran que esa tribu sobresalió asimismo en la plástica. El pueblo Chibcha está representado por multitud de objetos, todos interesantes y dignos de estudio; momias de esos aborígenes; diademas de oro y peto de cacique; figuras de cobre, de tumbaga y de arcilla, etc. La civilización de San Agustín o del Alto Magdalena muestra varias esculturas de piedra, y existen piezas procedentes del Ecuador, de Panamá y de México.8 Arrubla consideraba que tres “civilizaciones” prehispánicas, las mejor representadas en el Museo según el pasaje previamente transcrito, ofrecían mayores posibilidades para la investigación. En sus palabras, estas eran 8 52 “Museo Nacional”, en Anuario de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá: Editorial Santa Fe, 1939), 340. la de San Agustín, centro de un misterioso pueblo escultor, desaparecido mucho antes de la época de la Conquista; la de los Quimbayas, que produjo MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE Autor desconocido Sala de los Aborígenes del Museo Nacional 10.2.1923 Fotograbado El Gráfico, n.° 631: 489 Gumersindo Cuéllar Jiménez (1891-1958) Salón V de Ciencias Naturales del Museo Nacional de Colombia en su sede del Edificio Pedro A. López Ca. 1930 Fotografía en blanco y negro brblaa 746641-3 © Banco de la RepúblicaBiblioteca Luis Ángel Arango / Mario Cuéllar 53 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curadur ía DE Autor desconocido Vista general de los salones de aborígenes, de las épocas de la Colonia y de la Independencia en el Museo Nacional 1939 Fotograbado Anuario de la Universidad Nacional de Colombia, 341 admirables orfebres, no superados en ninguna de las naciones primitivas de América; y la de los Chibchas, la más adelantada y numerosa.9 9 Gerardo Arrubla, “Ensayo sobre los aborígenes de Colombia”, Boletín de Historia y Antigüedades xxi, n.o 237-238 (1934): 68. 10 Arrubla, “Museo Nacional”, 156. 54 Si bien esta colección solo ocupaba la mayor parte de uno de los salones, el particular interés de Arrubla por los objetos prehispánicos pudo percibirse desde su primer informe de gestión, fechado el 15 de marzo de 1923. Allí indicó que dicha colección era muy escasa y debía aumentarse “para poder fundar sobre ella verdaderos estudios científicos”10. En su informe del 24 de mayo de 1927 sugirió que debía aumentarse la exigua partida anual de 3000 pesos destinada para la compra de piezas. Aquella suma era particularmente insuficiente para la expansión de la colección arqueológica, la cual, en sus palabras, “está tan pobre, exige mayor desarrollo; patriótico MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE pesar se experimenta considerando que los museos extranjeros son más ricos que el nuestro en antigüedades indígenas colombianas”11. Así mismo, Arrubla sugirió que, para que el Museo pudiese desempeñar más efectivamente su misión educativa e investigativa, debían establecerse dos secciones: una dedicada a las ciencias naturales y otra “de arqueología, encargada del estudio y la conservación de las antigüedades indígenas”12. Cinco años más tarde, en 1932, Arrubla reiteró su juicio sobre la insuficiencia de las colecciones arqueológicas del Museo para la ejecución de estudios serios. Entonces solicitó que se procurase su aumento y la contratación de expertos en la prehistoria, “para levantar planos y hacer exploraciones en los campos arqueológicos, con lo cual no solamente se abrirán nuevos horizontes a la ciencia, sino también se estimulará a quienes cultivan estas disciplinas tan descuidadas entre nosotros”13. El 6 de mayo de dicho año, José Domingo Rojas Guzmán entregó una relación donde comunicaba la situación de una parte del acervo arqueológico del Museo y evidenciaba, en parte, por qué este no podía utilizarse para la realización de análisis “científicos”. En palabras de Arrubla, Rojas era un sujeto “ya ventajosamente conocido por sus estudios arqueológicos, especializados en las regiones del Alto Magdalena, de los cuales tiene noticia la Academia Colombiana de Historia, esta Dirección y la prensa periódica”14. Al respecto de las piezas cerámicas, Rojas señaló que “actualmente solo están colocadas en orden numérico, siguiendo la numeración adoptada por el Sr. Ernesto Restrepo Tirado en 1917, sin atender a la procedencia, clase, &, pues no existen datos que permitan una clasificación exacta”15. En su reporte de 1933, Arrubla recalcó que, para el desempeño de su misión científica, el Museo debía poder contar con tres departamentos dirigidos por técnicos especialistas: uno de ciencias naturales, otro de historia y el de “arqueología y etnografía, con taller para el moldeado y fotografía de las figuras y objetos”16. Sobre la importancia del moldeado de piezas y la incapacidad del Museo Nacional para efectuarlo, puede referirse una propuesta de 1932. El 26 de julio de ese año, el Ministerio de Relaciones Exteriores remitió al Ministerio de Educación una propuesta efectuada por el canciller de la legación colombiana en México, el reconocido escultor Rómulo Rozo (1899-1964). Este había sugerido la realización de un intercambio de reproducciones de piezas arqueológicas entre Colombia y México17. El Ministerio de Educación encargó a Arrubla responder a esta proposición. El director del Museo Nacional señaló que consideraba “muy plausible la iniciativa del distinguido artista”, recordando que el Museo de Arqueología, Historia y Etnografía de México contaba con una oficina encargada de la fabricación de reproducciones, la cual disponía de un presupuesto cercano a los 10 000 pesos anuales 18. De hecho, por iniciativa del embajador colombiano en México, Carlos Cuervo Márquez (1858-1930), en 1928 el museo mexicano había donado veinticinco de 11 ahmnc, Vol. 10 1927, f. 19. 12 ahmnc, Vol. 10 1927, f. 20. 13 Gerardo Arrubla, “Informe del director del Museo Nacional”, en Memoria del Ministro de Instrucción Pública al Congreso de 1932 de Julio Carrizosa Valenzuela (Bogotá: Imprenta Nacional, 1932), 131-132. 14 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, f. 157. 15 ahmnc, Vol. 12 1932, f. 33. 16 Gerardo Arrubla, “Museo Nacional”, en Memoria del Ministro de Instrucción Pública al Congreso de 1933 de Julio Carrizosa Valenzuela (Bogotá: Editorial Cromos, 1933), 235-236. 17 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, ff. 169-170. 18 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, ff. 171. 55 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE Autor desconocido Medalla conmemorativa del primer centenario del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía de México Ca. 1925 Metal troquelado 3,9 x 0,25 cm Museo Nacional de Colombia, reg. 1379 Remitida al Museo por el director del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía de México (1925) dichas reproducciones al Museo Nacional19. En cambio, el Museo dirigido por Arrubla contaba con un presupuesto operativo general de apenas 700 pesos anuales, lo cual, sumado a la carencia de un taller de moldeado, impedía que participase en el intercambio. Para suplir este déficit, Arrubla propuso encargarles a los artistas de la Escuela de Bellas Artes la fabricación de los moldes20. 19 ahmnc, Vol. 8 Anexo 3, f. 18. 20 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, ff. 171. 56 Durante la década de 1930 e inicios de aquella de 1940, las reformas educativas de las administraciones liberales facilitaron el surgimiento de nuevos espacios para la formación y el trabajo intelectual. Estos ámbitos contribuyeron a la gradual institucionalización en el país de ciertas disciplinas y a su modernización. En ese contexto se comenzó a investigar en campos del conocimiento para cuya práctica potencial se habían reunido previamente ciertas colecciones del Museo Nacional. Sin embargo, el estudio científico de aquellas colecciones era inviable en dicha institución, ya que se requerían mayores recursos y más personal, tal como repetidamente señalaba Arrubla en sus informes. La arqueología y la etnografía fueron unas de las disciplinas cuya institucionalización en MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE Colombia inició durante la República Liberal (1930-1946). En términos prácticos, esta implicó la instauración del Servicio Arqueológico Nacional (1938) y del Instituto Etnológico Nacional (1941), instituciones reunidas en una sola en 1945, la cual fue rebautizada en 1953 como Instituto Colombiano de Antropología. Así mismo, en 1942 se había creado el Instituto Indigenista, establecimiento privado que, por su naturaleza, pudo asumir una posición política “de intervención y acción” a favor de las comunidades indígenas21. Previamente, el 13 de febrero de 1931, se había establecido un Museo Nacional de Etnología y Arqueología con dos grandes objetivos: contribuir al conocimiento de la prehistoria y de la historia patria y evitar que dichos “objetos de gran valía” fueran sustraídos del país22. El Ministerio de Educación, entidad por entonces responsable de los museos, debía fijar la sede y establecer el reglamento de la institución. En el decreto de creación se reconoció como fundador y curador vitalicio a César Uribe Piedrahita (1897-1951), médico y escritor interesado por la arqueología, quien conformaría una junta de curadores ad honorem, junto con el presidente de la Academia de Historia, el director de Extensión Cultural y Bellas Artes del Ministerio de Educación y el director del Museo Nacional 23. Estos eran, respectivamente, Laureano García Ortiz (1867-1945), Gustavo Santos Montejo (1892-1967) y Gerardo Arrubla24. Este último escribió al ministro de Educación el 14 de febrero de 1931 sugiriendo que se convocase lo antes posible a la junta de curadores, a quienes expondría “cuál es la organización que tiene hoy el instituto [se refiere al Museo] y cuál la que ha dado al ramo arqueológico”25. En el acta n.° 1 de dicha junta, fechada el 6 de marzo de 1931, se registra que Arrubla propuso la posibilidad “de establecer en el mismo Museo [se refiere al Nacional] lo referente al [ramo] de etnología y arqueología”26. En el acta n.° 3 del 27 de marzo, se consignó que Uribe Piedrahita presentó una serie de propuestas, entre las cuales se incluía “instalar las nuevas colecciones en la sala primera del Museo Nacional”, solicitar la ayuda de particulares, misiones religiosas y comisiones de colonización para el aumento de la colección y establecer “un pequeño taller de vaciados para establecer intercambios”27. Sin embargo, aquel museo dentro del Museo Nacional no pudo iniciar sus actividades. Según afirmaba Gerardo Arrubla en su informe de 1932, esto fue producto de la falta de presupuesto y de la ausencia de Uribe Piedrahita, nombrado rector de la Universidad del Cauca28. Desde 1935 el Museo Nacional, hasta entonces dependiente del Ministerio de Educación, se vio adscrito a la Universidad Nacional29 y el decreto 2148 del 3 de diciembre de ese mismo año dispuso que entregase sus colecciones artísticas al Museo de Bellas Artes y las de ciencias naturales a la universidad30. Ello explica que, en el informe presentado en 1937 al rector de dicha institución, Arrubla mencionase un plan enviado previamente 21 Aura Reyes, “Blanca Ochoa y la caracterización de la vida indígena. Problemáticas indígenas, vivencias en comunidad y sociedad nacional”, Baukara, bitácoras de antropología e historia de la antropología en América Latina, n.° 2 (2012): 42-58. 22 Enrique Olaya Herrera y Abel Carbonell, “Decreto número 300 de 1931 (febrero 13) por el cual se crea el Museo Nacional de Etnología y Arqueología”, Diario Oficial, n.o 21639, marzo 12, 1931: 525. 23 Olaya Herrera y Carbonell, “Decreto número 300…”, 525. 24 ahmnc, Vol. 11 1931, f. 50. 25 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, f. 125. 26 ahmnc, Vol. 11 1931, f. 50. 27 ahmnc, Vol. 11 1931, f. 52. 28 Arrubla, “Informe del director del Museo Nacional”, 1932, 130. 29 Martha Segura, Itinerario del Museo Nacional de Colombia 1823-1994. Tomo I (Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 1995), 295. 30 Alfonso López Pumarejo, “Decreto Número 2148 de 1935 (diciembre 3) por el cual se dictan algunas disposiciones relacionadas con el Museo Nacional”, Diario Oficial, n.o 23069, diciembre 26, 1935: 580. 57 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE donde proponía dividir el Museo en dos secciones: una de historia y otra de etnografía y arqueología31. En relación con la última sección propuesta, Arrubla repitió su habitual clamor por la necesidad de aumentar la colección de piezas arqueológicas. Además, indicó que esta sección “debía tener un taller adjunto de moldeado y fotografía para la reproducción de los ejemplares de las colecciones, con el fin de establecer un intercambio con Museos extranjeros”32. 31 ahmnc, Vol. 13 1937, f. 25. 32 ahmnc, Vol. 13 1937, f. 25. 33 Clara Isabel Botero, El redescubrimiento del pasado prehispánico de Colombia. Viajeros, arqueólogos y coleccionistas 1820-1945 (Bogotá: icanh y Universidad de los Andes, 2012), 229. 34 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 1, f. 50. 35 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 1, f. 50. 36 Aura Reyes, “Enlazar para celebrar: hacer posible la exposición arqueológica del IV centenario de Bogotá”, Credencial Historia, n.° 373 (2021): 2-6. 37 Botero, El redescubrimiento…, 235. 38 ahmnc, Vol. 13 1938, f. 33. 39 Botero, El redescubrimiento…, 240. 40 Botero, El redescubrimiento…, 248. 58 Solo hasta 1938 un museo dedicado a dichas temáticas pudo hacerse realidad gracias a la iniciativa de sujetos como Gregorio Hernández de Alba (1904-1973), director del Servicio Arqueológico Nacional y quien había propuesto su establecimiento desde 193533. Así mismo, su creación había sido sugerida en un informe suscrito el 17 de diciembre de 1936 por el arqueólogo español José Pérez de Barradas (1897-1981). En este documento, presentado al Ministerio de Educación y que trataba sobre su visita al yacimiento arqueológico de Tierradentro, Pérez proponía, entre otras cosas, que “el Ministerio [de Educación] y la Universidad [Nacional de Colombia] celebrara un contrato por el cual el primero se encargara de las secciones de Arqueología y Etnografía del Museo Nacional”34. Ello para que, con dichas colecciones, el material excavado en Tierradentro y San Agustín y vaciados de estatuas de dichos yacimientos, el mismo Pérez procediese a instalar un museo “que cumpla con los fines científicos y pedagógicos que le son propios”35. En 1938 las colecciones arqueológicas y etnográficas del Museo Nacional fueron prestadas para su exhibición durante la Exposición arqueológica y etnográfica coordinada por Hernández de Alba y Guillermo Fischer con ocasión del IV centenario de la fundación de Bogotá36. Entonces se exhibieron piezas pertenecientes al Museo Nacional, colecciones privadas y objetos excavados en Tierradentro y San Agustín por Hernández de Alba37. Cuando este último escribió a Gerardo Arrubla para solicitarle formalmente el préstamo de las piezas, le propuso aprovechar la ocasión para intentar “una clasificación y hechura de tarjetas de catálogo” de esta colección “relativamente pequeña”38. La exposición de 1938 también fue una oportunidad para que Hernández de Alba manifestase ante la opinión pública la necesidad de constituir un museo arqueológico39. A pesar de la percepción de Hernández de Alba, la colección arqueológica del Museo Nacional fue uno de los fondos originarios más importantes del nuevo Museo Arqueológico y Etnográfico. El conjunto de objetos trasladado contaba con 1854 piezas, según información reunida por Clara Isabel Botero40.El Museo Arqueológico y Etnográfico abrió al público en 1940 dispuesto en dos salas del edificio de la Biblioteca Nacional, espacio donde permaneció hasta 1946, cuando fue trasladado al primer piso del edificio del Panóptico. MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE I. Gómez G. Fotografía de una momia muisca de la colección arqueológica del Museo Nacional 10. 1923 Fotograbado Santafé y Bogotá, n.° 10, 235. Desde 1938, Hernández de Alba había registrado en aquel museo colecciones arqueológicas procedentes del Museo Nacional41. Alfonso Araújo (1902-1961), ministro de Educación, escribió una carta el 30 de septiembre de 1939 a Agustín Nieto (1889-1975), rector de la Universidad Nacional. En su misiva Araújo arguyó que, para el avance de las ciencias etnográficas e históricas, sería positivo reunir todos los objetos relacionados con cada disciplina en un museo destinado para tal función. Así, el Museo Nacional que “siempre se ha considerado al servicio de los estudios históricos, podrá descongestionar sus salones y por lo tanto hacer destacar mejor el valor de sus colecciones”42. A su vez, el Museo Arqueológico podría “completar y exhibir en un solo local toda la colección de piezas arqueológicas que actualmente son propiedad de la nación”43. Esta propuesta fue aceptada. Sin embargo, debido a lo estipulado por la Ley Orgánica de la Universidad Nacional, esta no podía ceder definitivamente los bienes de su propiedad. Por lo tanto, el Consejo Directivo de la 41 Botero, El redescubrimiento…, 247248. 42 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 4, f. 531. 43 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 4, f. 531. 59 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE universidad determinó que los objetos arqueológicos del Museo Nacional podían trasladarse al Museo Arqueológico en forma de préstamo. Así lo informó Otto de Greiff (1903-1995), secretario general de la Universidad, en una nota del 4 de octubre de 1939 al ministro Araújo44. El síndico de la Universidad Nacional, en una nota del 22 de febrero de 1940, acusó recibo del acta de entrega de los objetos arqueológicos del Museo Nacional que habían pasado “en calidad de préstamo, al Museo Arqueológico del Ministerio de Educación Nacional de acuerdo con lo dispuesto en la resolución n.° 1 de 1940 por el Consejo Directivo de la Universidad Nacional”45. Algunos funcionarios públicos y ciertos expertos empleados por las administraciones liberales juzgaron con ojos críticos la situación anterior a 1935. En la memoria del ministro de Educación de 1938, se afirmó que, en el ámbito de la arqueología y la etnografía, hasta entonces había existido únicamente el Museo Nacional, institución “al cargo únicamente de un director y dos conserjes y sin partida alguna apreciable para adquisiciones, de manera que apenas de tarde en tarde un curioso objeto venía a aumentar las colecciones”46. Sin embargo, no debe desconocerse que fueron sus antecesores en el Ministerio de Educación quienes pudieron haber invertido mayores recursos en el Museo Nacional o financiado de modo apropiado la iniciativa de 1931. 44 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 4, f. 533. 45 ahmnc, Vol. 13 1940, f. 4. 46 “Arqueología y etnología”, en Educación nacional. Informe al congreso. 1938 de José Joaquín Castro (Bogotá: Editorial ABC, 1938), 193. 47 Jimena Perry, Caminos de la antropología en Colombia: Gregorio Hernández de Alba (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2006), 36. 48 Botero, El redescubrimiento…, 248. 49 Aura Reyes, Ensamble de una colección. Trayectos de Konrad Theodor Preuss en Colombia (19131919) (Bogotá: Universidad del Norte, 2019), 409. 60 Las solicitudes de Arrubla habían sido desoídas y el locus museal para la paulatina consolidación de la arqueología moderna en Colombia fue el museo gestado por Hernández de Alba. Este último, en una carta enviada a Luis López de Mesa (1884-1967) el 3 de junio de 1939, planteaba la constitución de un museo-laboratorio novedoso, “con los servicios de fotografía, dibujo, desinfección, reparaciones y modelos, empaque y demás servicios accesorios indispensables en un establecimiento de su índole”47. Dicha aspiración coincidía parcialmente con la más modesta expresada por Arrubla dos años antes para el Museo Nacional. Si bien el establecimiento del Museo Arqueológico y Etnográfico no careció de dificultades, en la década de 1940 este tuvo una época de auge debida a las labores desempeñadas por Paul Rivet (1876-1957) y los alumnos de la Escuela Normal Superior48 –institución establecida en 1936–, particularmente Luis Duque Gómez (1916-2010), director del Servicio Arqueológico Nacional desde 194449. Gerardo Arrubla fracasó en sus intentos de establecer el Museo Nacional como el principal repositorio público de la materialidad arqueológica prehispánica. Tampoco logró convertir el Museo en un espacio activo de investigación arqueológica. Sin embargo, la consecución de dichos cometidos en los espacios institucionalizados de las incipientes arqueología y antropología colombianas fue posible, en parte, gracias al esfuerzo previo de Arrubla. Así lo reconoció en 1946 un articulista del g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE Autor desconocido Gerardo Arrubla 7. 1923 Fotograbado Santafé y Bogotá, n.° 7: 57 61 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE Boletín de Arqueología, quien, en una nota necrológica, afirmó que Arrubla había procurado “formar una serie de colecciones integradas por aquellos elementos más representativos del corpus de la cultura material propia de los pueblos indígenas colombianos, antiguos y modernos, colecciones estas que dieron origen a la formación del actual Museo Arqueológico Nacional”50. Dicha práctica de coleccionismo se tratará en la siguiente sección. Arrubla y las colecciones arqueológicas del Museo Nacional Si bien es cierto que la mayor parte de las solicitudes de Arrubla para el desarrollo de la sección arqueológica del Museo Nacional no pasaron de ser proyectos, a pesar de las dificultades presupuestales dicha sección pudo incrementarse durante su gestión. En el Archivo Histórico del Museo Nacional de Colombia se conserva un tomo manuscrito denominado Libro de Movimiento del Museo Nacional51. Allí se registraban “los objetos que entren y salgan del Museo, con explicación de su origen histórico, del título como se hayan adquirido, dimensiones y detalles particularidades, etc.”52. Su diligenciamiento inició el 10 de febrero de 1922 y finalizó el primero de julio de 1946. Este documento abarcó las administraciones de Rafael Antonio Orduz (1.1922-10.1922), Gerardo Arrubla (10.1922-11.1924 y 8.1926-16.4.1946), Ricardo Lleras Codazzi (11.1924-7.1926) y los primeros meses de la dirección de Teresa Cuervo Borda (1889-1976), quien rigió el Museo desde el 30 de abril de 1946 hasta 1974. De los más de 24 años comprendidos por este periodo, alrededor de 22 corresponden a la dirección de Arrubla. La revisión del Libro permite una primera aproximación a las prácticas de coleccionismo desarrolladas por este último. Desde la fundación del Museo Nacional en 1823, las limitaciones de su presupuesto fueron una constante y esta situación no fue diferente durante la gestión de Arrubla. Por ello, el aumento de sus colecciones dependió sobre todo de donaciones y remisiones, siendo imposible comprar muchos de los objetos que se le ofrecían en venta a la institución. El Libro registró 17 ingresos de piezas prehispánicas resultado de donaciones durante la administración de Arrubla; cabe señalar que cada uno de estos ingresos podía referirse a uno o más objetos. Salvo dos registros, “varios objetos pequeños de arcilla de procedencia azteca”53 y un “objeto de 50 “El Doctor Gerardo Arrubla”, Boletín de Arqueología 1, n.o 6 (1945): 630. 51 ahmnc, Vol. 8 Anexo 3, ff. 1-33. 52 ahmnc, Vol. 8 Anexo 3, f. 1. piedra prehistórico procedente de la tribu de los Araucanos de Chile”54, todos los demás concernieron a piezas arqueológicas halladas en territorio colombiano. El total de 72 objetos puede diferenciarse de acuerdo con sus tipologías: 3 piezas de madera, 15 de piedra y 54 de cerámica. En este 53 ahmnc, Vol. 8 Anexo 3, f. 17. periodo no se registró ninguna remisión al Museo de objetos arqueológicos 54 ahmnc, Vol. 8 Anexo 3, f. 32. por parte de ninguna otra dependencia del Estado. 62 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE I. Gómez G. Fotografía de una figura antropomorfa muisca de la colección arqueológica del Museo Nacional 7. 1923 Fotograbado Santafé y Bogotá, n.° 7: 54 Entre las propuestas de venta de piezas arqueológicas que no pudieron aceptarse, puede contarse el ofrecimiento realizado en 1929 por Deogracias González de una pieza de oro hallada en Popayán55. La demora del trámite condujo a que González, que pedía 5000 pesos por el objeto, retirase la oferta. En un telegrama indicó que había cumplido con su deber patriótico al ofrecerle al Gobierno “tan valiosa reliquia indígena”, pero que, finalmente, la había vendido a una compañía extranjera56. Entre 193157 y 193358 se intercambiaron cartas sobre la posibilidad de adquisición de la colección reunida por el sirio Salvador Sappag, quien se había instalado en Montenegro, Quindío. En noviembre de 1931 se remitió al Ministerio de Educación una nota enviada por Sappag al presidente de la república, donde indicaba que las estipulaciones de la Ley 103 de dicho año habían frustrado el proyecto de venta de su colección de 3000 objetos prehispánicos al norteamericano Charles H. Ward (1862-1943), hijo de Henry A. Ward (1834-1906)59. Sappag pedía que el Gobierno adquiriese sus objetos o que autorizase su exportación. Arrubla, en un informe del 4 de noviembre de 1931, pedía que se le recordase al apoderado 55 ahmnc, Vol. 11 1929, f. 62. 56 ahmnc, Vol. 11 1929, f. 64. 57 ahmnc, Vol. 11 1931, f. 44. 58 ahmnc, Vol. 12 1933, f. 31. 59 Henry Ward fue un proveedor de piezas para museos norteamericanos. En 1906 condujo el aerolito del Museo Nacional desde Santa Rosa de Viterbo hasta Bogotá. agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 1, f. 17. 63 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE del coleccionista que era ilegal vender esa clase de objetos en el exterior, citando el artículo 3° de la Ley 47 de 1920. Este prohibía sacar del país los objetos considerados de “importancia tradicional o histórica” por las academias o cuerpos consultivos oficiales. Al respecto, señalaba que la Academia Colombiana de Historia, que es el Cuerpo Consultivo para el caso que se contempla, tiene ya establecida la doctrina de negar todo permiso para que salgan del país las reliquias históricas, máximo en tratándose de las antigüedades indígenas.60 Posteriormente Sappag tasó en 25 000 pesos el conjunto de piezas cerámicas y de orfebrería61. Si bien dicha compra nunca se concretó, en 1934 Sappag donó al Museo Nacional un objeto de madera y cuatro de piedra de procedencia “chibcha”62. Clara Isabel Botero informa que, en 1936, Sappag también donó objetos cerámicos quimbaya al Museo Británico63. 60 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, f. 145. 61 ahmnc, Vol. 12 1932, ff. 76-79. 62 ahmnc, Vol. 8 Anexo 3, f. 27. 63 Botero, El redescubrimiento…, 285. 64 ahmnc, Vol. 12 1935, ff. 35-36. 65 ahmnc, Vol. 12 1934, f. 32. 66 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 3, f. 311. 67 Héctor García, “¿Qué hay en un nombre? La Academia Colombiana de Historia y el estudio de los objetos arqueológicos”, Memoria y sociedad, 13, n.o 27 (2009). 64 La transformación de la institucionalidad encargada de lidiar con los asuntos relacionados con los temas arqueológicos puede percibirse en el intento fallido de venta de una colección de orfebrería prehispánica. Pablo Emilio Achury Valenzuela ofreció en 1934 un conjunto de piezas pertenecientes a su esposa que incluía un “escudo” y un “cetro” que, en sus palabras, eran “los más admirables que se han hallado en el país hasta la fecha”64. Achury proponía que el Gobierno las adquiriese para el Museo Nacional y suponía que su oferta sería sometida al estudio de la Academia de Historia. Gerardo Arrubla presentó un informe sobre este ofrecimiento, el cual fue respondido por Manuel José Huertas, secretario del Ministerio de Educación, en una nota del 6 de noviembre de 1934. Allí Huertas indicó que no existía la partida presupuestal para poder realizar la adquisición. Además, sugería esperar hasta que entrara en funcionamiento la “sección especial para atender todo lo relacionado con los monumentos históricos y reliquias arqueológicas”65. En 1935, Achury escribió a Gustavo Santos, director nacional de Bellas Artes, indicando que ofrecía las piezas por el “módico precio” de 12 000 pesos. Una anotación manuscrita en dicha carta explica que se le volvió a responder con una negativa66. Este proceso infructuoso evidencia cómo a mediados de la década de 1930 la Academia de Historia y el director del Museo Nacional dejaron de ser los principales interlocutores del Estado en los asuntos relacionados con estas temáticas67. A partir de este momento contarían las decisiones de la Dirección de Bellas Artes y la experticia del Servicio Arqueológico Nacional, formalizado en 1938 y encabezado por Gregorio Hernández de Alba. La falta de presupuesto no fue el único motivo que impidió las adquisiciones. El 31 de julio de 1932 Luis Vargas Vásquez había escrito a Julio Carrizosa Valenzuela (1895-1974), ministro de Educación, informándole sobre el traslado temporal a Bogotá de unas colecciones MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE Academia Colombiana de Historia / Ricardo Moros Urbina (1865-1942) Medalla de Socio de Número de la Academia de Historia Ca. 1910 Plata fundida, soldada y esmaltada 4,2 x 4,3 x 0,5 cm Museo Nacional de Colombia, reg. 1356 Figura en el Catálogo general del museo de Bogotá (1912) de interés histórico. Se trataba del conjunto de objetos reunidos por el bogotano residente en Duitama Ignacio Borda A., miembro de la Academia de Historia, y que serían expuestos en el edificio de dicha corporación. En su misiva, Vargas Vásquez destacó las colecciones de cerámica prehispánica y de armas recogidas en el campo de la batalla del Pantano de Vargas. Además, recomendó al ministro que el Gobierno las comprara para exponerlas en el Museo Nacional68. Arrubla expresó su criterio al respecto de esta propuesta en una nota del 17 de agosto. Allí señaló que estaba de acuerdo con que el Gobierno apoyara y estimulara la colección de Ignacio Borda y, de ser posible, la comprara. Sin embargo, también indicó que sería imposible conservarla en el Museo “porque todos los salones están ocupados”69. La falta de espacio era otro factor que dificultaba el incremento de las colecciones del Museo. Las adquisiciones que sí llegaron a término evidencian la especial valoración de las antigüedades indígenas por parte de los actores involucrados en su compra. De los 234 ingresos registrados en el Libro durante las dos administraciones de Arrubla, 42 corresponden a adquisiciones. De estos, 8 fueron de objetos prehispánicos correspondientes a 167 piezas: 2 caracoles, 3 momias procedentes de Socotá (Boyacá), 6 objetos de piedra, 63 piezas cerámicas y 93 de 68 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, f. 173-174. 69 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, f. 172. 65 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curadur ía DE I. Gómez G. Fotografía de dos figuras en piedra originarias de San Agustín de la colección del Museo Nacional 6. 1923 Fotograbado Santafé y Bogotá, n.° 6: 367 orfebrería. En este mismo periodo, para las colecciones históricas del Museo se compraron 4 antigüedades coloniales y republicanas, 18 retratos y un busto tallado en mármol. La biblioteca aumentó con la compra de 9 elementos y las colecciones de ciencias naturales con dos cajas de mariposas y coleópteros, 182 especímenes zoológicos y 2 fósiles. En cantidades, las compras de antigüedades indígenas únicamente fueron superadas por las adquisiciones de objetos de historia natural. 70 José Vicente Huertas y José Manuel Manjarrés, “Contrato sobre compra de una colección de oro, de la antigua civilización quimbaya, por $ 20,000”, Diario Oficial, n.o 21094, mayo 27, 1929: 421. 66 Las sumas gastadas también son un indicio de la importancia concedida a los objetos. Lamentablemente, en el Libro no se incluyeron las cuantías desembolsadas por todas las piezas compradas. Se diligenció el precio pagado por 23 ingresos de objetos: 1 de antigüedades coloniales, 3 de libros, 4 de objetos prehispánicos, 6 de especímenes de ciencias naturales y 9 retratos. Se pagaron 35 pesos por 3 campanas coloniales, 22,6 por los libros, 485 por las piezas precolombinas, 477,5 por los especímenes zoológicos y 1178 por los retratos. Según estos montos parciales, los objetos arqueológicos prehispánicos habrían sido el segundo mayor rubro en inversión. Dicho posicionamiento relativo se transforma en un primerísimo lugar, si se considera una adquisición inscrita en el Libro, pero cuyo valor no fue registrado. El 17 de septiembre de 1928 se firmó un contrato por 20 000 pesos entre José Vicente Huertas, ministro de Educación, y José Manuel Manjarrés, para la adquisición “con destino al Museo Nacional [de] una colección de objetos de oro de la antigua civilización de los indios quimbayas”70. La importancia de esta compra MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE Autor desconocido Ocarina donada al Museo Nacional por el célebre músico Luis A. Calvo 16.6.1923 Fotograbado El Gráfico, n.° 648: 766 puede dimensionarse si se considera que, según el Anuario General de Estadística de 1928, durante ese año la Academia de Historia, la Biblioteca Nacional y el Museo gastaron en conjunto 18 264,92 pesos71. En el contrato se indica que se estaba comprando un conjunto de objetos reunido “por el arqueólogo doctor José Tomás Henao, colección que consta de ochenta y nueve piezas, de las cuales sesenta (60) son de oro y veintinueve (29) de tumbaga”72. José Tomás Henao (1854-1918), fue un médico, político, coleccionista de piezas arqueológicas73 y miembro antioqueño de la Academia de Historia, que en 1907 había publicado en el Boletín de Historia y Antigüedades un artículo sobre los quimbaya74. El Gobierno nombró como peritos para avaluar esta colección a José Manuel Marroquín Osorio (1874-1943), José María Restrepo Sáenz (1880-1949) y Gerardo Arrubla. Los tres fungían como peritos en su calidad de miembros de la Academia de Historia75, y en el caso del último, también como director del Museo Nacional76. La selección de esta terna de expertos no 71 Departamento de Contraloría, Anuario General de Estadística. 1928 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1930), 248. 72 Huertas y Manjarrés, “Contrato sobre compra de una colección de oro…”, 421. 73 Joaquín Ospina, Diccionario biográfico y bibliográfico de Colombia. Tomo II (Bogotá: Editorial Águila, 1937), 319-320. 74 García Botero, “¿Qué hay en un nombre?”, 50. 75 Huertas y Manjarrés, “Contrato sobre compra de una colección de oro…”, 423. 76 Huertas y Manjarrés, “Contrato sobre compra de una colección de oro…”, 424. 67 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE resulta sorprendente, considerando que, como aduce García Botero y ya hemos señalado, hasta la década de 1930 la Academia de Historia fue el principal ámbito de legitimación para los trabajos arqueológicos. Arrubla había sido informado por el Ministerio de Educación del ofrecimiento de venta de Manjarrés desde el 18 de marzo de 1928, por medio de una misiva donde se expresaba el claro interés de esta dependencia del Estado en la adquisición de la colección77. En el contrato de compra también se incluyó un informe presentado el 3 de abril de 1928 por Arrubla y Marco A. Pardo, donde estos señalaron que “todas [las piezas] tienen gran interés arqueológico, y en el documento citado se indican los lugares en donde fueron halladas, circunstancia esta de gran importancia para el estudio de nuestra prehistoria”78. La anterior afirmación revela una valoración de los objetos prehispánicos por parte de Arrubla y su colega que, así fuera de modo embrionario, trascendía el tipo de apreciación estética y técnica que podía configurarse independientemente de una contextualización “arqueológica” que tuviese en cuenta la situación de su hallazgo. Dicho desconocimiento del contexto de excavación, como hemos visto, afectaba a gran parte de las piezas de la colección del Museo Nacional. El Ministerio de Educación acudió a la experticia del director del Museo Nacional en otras ocasiones, como cuando se le pidió en 1928 que, junto con el hermano Apolinar María (1867-1949) –director del Museo de la Salle–, avaluara “dos cabezas humanas de los indios del oriente”79. El informe suscrito por Pardo y Arrubla, después de indicar que el Gobierno debía adquirir la colección conformada por José Tomás Henao y que vendía José Manuel Manjarrés, reportó la posición del director del Museo Nacional sobre la necesidad de proteger esta clase de reliquias. Arrubla había venido llamando la atención de los poderes públicos tanto en informes oficiales como en las conferencias que dicta en los salones del establecimiento, hacia la necesidad que hay de impedir que continúen saliendo del país las reliquias de la prehistoria para ir a enriquecer los museos extranjeros, mientras el nuestro no puede exhibir sino muy escasas muestras de lo que constituye el testimonio objetivo de la vida pretérita de la nación.80 77 ahmnc, Vol. 10 1928, f. 15. 78 Huertas y Manjarrés, “Contrato sobre compra de una colección de oro…”, 424. 79 ahmnc, Vol. 10 1928, f. 24. 80 Huertas y Manjarrés, “Contrato sobre compra de una colección de oro…”, 424. 81 Reyes, Ensamble de una colección, 329. 68 Este pasaje revela una preocupación por esta materialidad que hoy en día se considera patrimonio. Dicho cuidado, como el de sus contemporáneos interesados por la temática, estuvo enmarcado en lo que Aura Reyes ha caracterizado como “la búsqueda identitaria y la legitimación de determinados saberes especializados”81. Según Arrubla, aquellos testimonios “de la vida pretérita de la nación” debían conservarse en el Museo Nacional, institución que, como hemos visto, en su opinión debía ser el ámbito privilegiado para el estudio científico de esta materialidad. MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE La voluntad de Arrubla, encaminada a constituir el Museo Nacional como un repositorio privilegiado de la materialidad arqueológica prehispánica, se manifestó en su negativa a desagregar las colecciones de esta institución. W. Earl Hopper, director del Hall of Nations en Asbury Park (Nueva Jersey), escribió el 18 de febrero de 1931 al ministro colombiano de Hacienda y Crédito Público. En su misiva solicitó un “souvenir de Colombia” para ubicar en el museo y galería de arte del Hall of Nations82. Dicha solicitud fue referida al Ministerio de Educación, entidad que designó a Arrubla para su contestación. Este indicó que la pobreza de las colecciones del Museo y la carencia de objetos duplicados impedía que se enviase una pieza de sus acervos. No obstante, propuso que, para satisfacer la solicitud del museo estadounidense, el Gobierno podría comprar “uno o varios objetos que sean muestra de la civilización de los aborígenes colombianos”83. Además, se ponía a las órdenes del ministro para la escogencia de las piezas y la realización de su avalúo. Esta proposición evidencia que, si bien Arrubla estaba en contra de la dispersión de la colección del Museo Nacional, no necesariamente se oponía a la exportación de bienes arqueológicos. Además, resulta interesante que sugiriera la posibilidad de que el Gobierno los regalase a entidades extranjeras en febrero de 1931, cuando en noviembre del mismo año recordaría vehemente la ilegalidad de la venta en el exterior de estos bienes al apoderado de Salvador Sappag. El médico Luis F. Calderón, por entonces representante de Colombia en Francia, escribió al Ministerio de Educación el 2 de noviembre de 1934. En su carta informó que, por invitación de Paul Rivet, director del Museo Etnográfico del Trocadero en París, había visitado dicha institución y constatado la carencia de piezas colombianas. Calderón propuso que, para suplir aquella ausencia, el Ministerio enviase piezas o comprase objetos a Alfredo Ramos Urdaneta u algún otro coleccionista84. El director del Museo Nacional, encargado por el Ministerio para responder a la proposición, expresó un concepto negativo el 14 de diciembre. Arrubla señaló que “no podemos pensar siquiera en enriquecer museos extranjeros cuando el nuestro exhibe pobrísimas colecciones arqueológicas”. Entonces adujo que el canje de piezas con otras instituciones museales solo podría realizarse cuando el Museo “adquiriera nuevas y variadas colecciones prehistóricas”. Además, señaló como una necesidad inaplazable la creación de la “sección especial que proyecta crear el Ministerio para atender a todo lo relacionado con los monumentos arqueológicos e históricos”85. Arrubla estuvo de acuerdo en una oportunidad con la remisión al extranjero de piezas arqueológicas del Museo Nacional, debido a que esta se habría realizado a modo de préstamo temporal. El director del Museo Nacional apoyó la iniciativa del Comité de Sevilla del Ministerio de Industrias respecto al envío a España de la colección antiguamente perteneciente a José Tomás Henao86. Aquel comité propuso que fuese exhibida durante 82 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, f. 128. 83 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, f. 129. 84 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 3, f. 216. 85 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 3, f. 215. 86 ahmnc, Vol. 11 1929, f. 4. 69 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curadur ía DE Autor desconocido Figuras antropomorfas de la colección del Museo Nacional 5. 1924 Fotograbado Santafé y Bogotá, n.° 5: 320 Autor desconocido Figura antropomorfa muisca en madera de la colección del Museo Nacional 9. 1923 Fotograbado Santafé y Bogotá, n.° 9: 143 70 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE la Exposición Ibero Americana de Sevilla (1929-1930). Sin embargo, el préstamo nunca se efectuó, ya que, cuando el tema fue consultado con el consejo de ministros, esta instancia emitió un concepto negativo87. En el Museo Nacional, Arrubla también pudo desarrollar su vocación pedagógica. En su primer informe de gestión, fechado el 15 de marzo de 1923, señaló que el último domingo de cada mes, de una y media a tres de la tarde, el Museo abría exclusivamente para los obreros. Entonces, el director de la institución aprovechaba para dictarles “sencillas conferencias sobre historia patria”88. Así mismo, Arrubla se había propuesto realizar conferencias mensuales, destinadas principalmente a los jóvenes de colegios públicos y privados, con el fin de que el Museo fomentase “la cultura histórica, artística y científica”89. La primera de dichas disertaciones, a la que además de la juventud asistió el ministro de Instrucción Pública, estuvo dedicada al “Origen del hombre americano, comprobado con el estudio de ciertos objetos procedentes de los aborígenes que posee el Museo”90. En esta primera conferencia ya se percibía su interés por los pueblos prehispánicos y su materialidad, particularmente aquella disponible en la institución que dirigía. En su informe de 1924, Arrubla relata que el año anterior había realizado cinco disertaciones sobre la “prehistoria colombiana” y que había iniciado un nuevo ciclo con una conferencia sobre los descubrimientos arqueológicos efectuados recientemente en Sogamoso. A esta última conferencia, además de un “selecto auditorio”, asistieron el presidente de la república y los ministros de Relaciones Exteriores e Instrucción Pública 91. Es probable que estas presentaciones orales correspondan a los textos de Arrubla publicados en la revista Santafé y Bogotá. Entre 1923 y 1924, en dicha publicación aparecieron cinco artículos suyos también denominados “Prehistoria colombiana”92 y otro titulado “El templo de Suamox”93, el cual podría tratarse de la última charla mencionada. Gerardo Arrubla no fue uno de los autores interesados en las temáticas prehispánicas más innovadores. Sus trabajos, que no aspiraron a la presentación de hipótesis interpretativas novedosas, tuvieron una intención divulgativa. En sus escritos se percibe la influencia de los argumentos expuestos por Carlos Cuervo Márquez y, en menor medida, Miguel Triana (1859-1931)94. Arrubla, por ejemplo, presentó una explicación similar a la propuesta por Cuervo acerca de la “prehistoria colombiana”: en el actual territorio colombiano se habrían sucedido las “grandes migraciones étnicas” de los “pampeanos o paras, los andinos y los caribes, con la probable existencia de una raza anterior, muy anterior, de rasgos negroides”95. Ciertos textos de Arrubla fueron acompañados de ilustraciones de piezas de la colección del Museo Nacional, algunas de las cuales se incluyen en este artículo. Arrubla utilizó las imágenes como apoyo para 87 ahmnc, Vol. 11 1929, f. 3. 88 Arrubla, “Museo Nacional”, 1923, 154. 89 Arrubla, “Museo Nacional”, 1923, 154. 90 Arrubla, “Museo Nacional”, 1923, 154. 91 ahmnc, Vol. 9 1924, f. 3. 92 Gerardo Arrubla, “Algo sobre prehistoria americana”, Santafé y Bogotá, n.o 5 (1923): 318323; “Prehistoria colombiana. Las migraciones primitivas – Civilización prehispánica de San Agustín”, Santafé y Bogotá, n.o 6 (1923): 359-369; “Prehistoria Colombiana. Los Chibchas. I”, Santafé y Bogotá, n.o 7 (1923): 47-56; “Prehistoria Colombiana. Los Chibchas. II”, Santafé y Bogotá, n.o 8 (1923): 94-103; “Prehistoria Colombiana. Los Chibchas. III”, Santafé y Bogotá, n.o 9 (1923): 141149; “Prehistoria Colombiana. Los Chibchas. IV”, Santafé y Bogotá, n.o 19 (1923): 229-237 y “Prehistoria Colombiana. Los Chibchas. V (conclusión)”, Santafé y Bogotá, n.o 13 (1924): 26-36. 93 Gerardo Arrubla, “El templo de Suamox”, Santafé y Bogotá, n.o 17 (1924): 267-273. 94 Carl Langebaek, Los herederos del pasado. Indígenas y pensamiento criollo en Colombia y Venezuela. Tomo II (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2009), 6. 95 Langebaek, Los herederos del pasado…, 6. 71 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curadur ía DE Autor desconocido Cerámica muisca de la colección del Museo Nacional 1. 1924 Fotograbado Santafé y Bogotá, n.° 13: 34 96 La argumentación por medio del análisis de objetos no era un procedimiento novedoso para Arrubla, este ya lo había aplicado en la Historia que escribió con Henao. Por medio del fotograbado allí también se reprodujeron piezas del Museo Nacional y otras colecciones. 97 ahmnc, Vol. 10 1927, f. 18. 98 Langebaek, Los herederos del pasado…, 158. 99 Carl Langebaek y Natalia Robledo, Utopías ajenas. Evolucionismo, indios e indigenista. Miguel Triana y el legado de Darwin y Spencer en Colombia, Tomo I (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2014), 48. 100 “Esta noche inaugura sus sesiones el IV Congreso Internacional de Mujeres”, El Tiempo, n.o 6900, diciembre 16, 1930: 25, citado por Paola Gómez, “Régimen patrimonial del matrimonio: contexto histórico que rodeó la promulgación de la Ley 28 de 1932”, Estudios SocioJurídicos 17, n.o 1 (2015): 59. 101 Arrubla, “Informe del director del Museo Nacional”, 1932, 130. 72 su argumentación, en cuyo desarrollo recurría al análisis de las piezas arqueológicas reproducidas por medio del fotograbado. Con este recurso pedagógico Arrubla podía recrear para sus lectores la experiencia de sus auditores en el Museo, quienes habían podido observar directamente las piezas mencionadas durante las conferencias96. Además, la voluntad de hacer circular estas imágenes evoca la dimensión pública y educativa de su gestión. En el reporte de actividades fechado el 24 de mayo de 1927, Arrubla indicó que, en razón de una ordenanza de la Asamblea de Cundinamarca, desde el año anterior venía dictando conferencias semanales sobre “temas de la prehistoria e historia colombianas”97. Estos coloquios, que se prolongarían durante casi un año98, estuvieron destinados, principalmente, a las directivas de las escuelas públicas. Miguel Triana reportó que el director del Museo había incluido los resultados de sus trabajos en dicho curso99. En 1930, Arrubla dio una conferencia sobre la prehistoria nacional a los asistentes al Congreso Internacional Femenino100 y en 1932 propuso dictar, con el beneplácito del Ministerio de Educación, “un curso de conferencias sobre la prehistoria e historia del país”101. En su reporte de 1933 explicó que la función “instruccionista” del Museo se desempeñaba mediante la presentación ordenada y clasificada de los objetos, las conferencias dadas MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE por el director y, de manera más informal, las explicaciones provistas a los estudiantes que le solicitaban datos102. En 1938, Arrubla afirmó que ejercía su labor docente “dando explicaciones e informes relacionados con la prehistoria e historia del país”103. Si bien para finales de la década de 1930 claramente había disminuido su actividad educativa en el Museo –Arrubla por entonces estaba próximo a cumplir setenta años–, durante su gestión en la dirección del Museo este espacio fue uno de los ámbitos en donde pudo desarrollar sus actividades pedagógicas. Aquí, recurriendo a las piezas de la colección, instruyó a educandos, obreros y autoridades. Dicha materialidad le permitió impartir “enseñanzas objetivas”, como también pudieron hacerlo los maestros que acudían al Museo con sus alumnos104. Gerardo Arrubla logró incrementar las colecciones de piezas arqueológicas prehispánicas del Museo Nacional de Colombia, a pesar de las limitaciones presupuestales que condicionaban su gestión. Insistió en la necesidad de no desagregar este acervo, aunque no se opuso a la exportación de objetos pertenecientes a otras instituciones o individuos. Además, acercó los públicos a dicha materialidad por medio de sus acciones educativas informales en el Museo y sus publicaciones. Con estas acciones, Arrubla contribuyó a la inclusión de las culturas amerindias precolombinas en el relato histórico nacional presentado en el Museo. Así mismo, y como se vio en la primera sección, su atención a dichas colecciones también contribuyó al posterior desarrollo del Museo Arqueológico. Sin embargo, las actividades de Arrubla relacionadas con el patrimonio arqueológico no se restringieron al ámbito inmediato del Museo, como veremos en la siguiente sección. Arrubla, perito estatal para los bienes arqueológicos En nuestro país las investigaciones etnológicas y arqueológicas están en sus comienzos; solamente unos compatriotas, eruditos y abnegados, han seguido aquellos estudios en medio, triste es confesarlo, de la general indiferencia. Yo he procurado despertar interés por estas materias en la medida de mis fuerzas.105 En octubre de 1931 se expidió la Ley 103, la cual declaró utilidad pública los monumentos y objetos arqueológicos de “las regiones de San Agustín, Pitalito, del Alto Magdalena y los de cualquier otro sitio de la nación”. Además, estableció el “Monumento Nacional del Alto Magdalena y San Agustín”, prohibió la venta y exportación de dichos objetos y asignó presupuestos para excavaciones y la adquisición de piezas para un “Museo Nacional de San Agustín” 106. Previamente, el 3 de enero de 1930, el despacho del ministro de Educación había remitido a Arrubla una nota de la Alcaldía de San Agustín fechada el 13 de diciembre de 1929107. Allí, Francisco A. Cabrera, alcalde del municipio, denunciaba la destrucción de algunos 102 Arrubla, “Museo Nacional”, 1933, 235. 103 ahmnc, Vol. 13 1938, f. 63. 104 ahmnc, Vol. 13 1937, f. 26. 105 Ramón Bernal Azula “Rambla”, “El Templo del sol en Sogamoso. Entrevista con el Dr. Gerardo Arrubla, director del Museo Nacional”, El Tiempo, n.o 4485, marzo 14, 1924: 6. 106 Enrique Olaya Herrera, Jesús M. Marulanda y Julio Carrizosa, “Ley 103 de 1931 (6 de octubre) por la cual se fomenta la conservación de los monumentos arqueológicos de San Agustín (Huila)”, Diario Oficial, n.o 21812, octubre 10, 1931: 89. 107 ahmnc, Vol. 11 1929, f. 69. 73 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE “monumentos de piedra” por Eleuterio Gallardo, quien había comprado un terreno en el “sitio de Mesitas, donde existe el mayor número de esas estatuas”108. Arrubla contactó a Maximiliano Duque Gómez (1894-1983), gobernador del Huila, quien respondió por medio de un telegrama fechado el 14 de enero de 1930, informando que había ordenado al alcalde Cabrera “tomar todas las medidas posibles para evitar destrucción preciosas reliquias prehistóricas [sic]”109. Con relación a la Ley 103, Arrubla escribió un memorándum que dirigió al Ministerio de Educación. Allí sugirió que se nombrase a José Domingo Rojas como visitador ad honorem de las regiones arqueológicas, que se seleccionasen inspectores para los distritos donde se hallaban los monumentos, que se levantara un inventario de los habitantes de la región poseedores de estatuas y demás bienes arqueológicos, y que se exigiesen permisos del Ministerio de Educación para las futuras excavaciones. Además, propuso que dichas autorizaciones dependieran de los conceptos de la Academia Colombiana de Historia y de la Junta de Arqueología y Etnología, de la cual él formaba parte, órgano creado ese mismo año junto con el Museo Arqueológico y Etnográfico110. Este documento evidencia cómo el interés de Arrubla por la materialidad arqueológica prehispánica trascendía los límites físicos del Museo Nacional. Su posición privilegiada –como integrante de la Academia de Historia, reconocido educador y autor del principal manual de historia colombiana, director del Museo Nacional y, por lo tanto, funcionario del Ministerio de Educación– le permitió intervenir en el manejo estatal de los asuntos relacionados con las antigüedades indígenas. Ello al menos hasta la primera mitad de la década de 1930, es decir, antes de la consolidación de los actores e instituciones partícipes en el desarrollo de la antropología y la arqueología modernas. 108 ahmnc, Vol. 11 1929, f. 70. 109 ahmnc, Vol. 11 1930, f. 1. 110 ahmnc, Vol. 12 1931, f. 18. 111 Esta fue autorizada por la resolución 120 de 1932 del Ministerio de Educación Nacional. ahmnc, Vol. 12 1932, f. 40. 112 Arrubla, “Informe del director del Museo Nacional”, 1932, 130-131. 113 ahmnc, Vol. 12 1932, f. 31. 74 En la reseña de su gestión del Museo, fechada el 6 de junio de 1932, Arrubla informó que había sido imposible asignar la partida presupuestal decretada por la Ley 103 de 1931. En consecuencia, y buscando al menos su cumplimiento parcial, logró que el Ministerio de Educación Nacional auxiliase con 100 pesos al ya mencionado José Domingo Rojas111. Arrubla aspiraba a que Rojas, quien era miembro del Centro de Historia del Tolima, se trasladase “a las regiones arqueológicas del Huila, Cauca y Nariño, hiciera un inventario de los monumentos y procurara la adquisición de ejemplares para este Museo”112. Dicho proyecto había sido propuesto el 27 de abril de 1932 por Rojas, quien, además de las tareas de inventario y reunión de piezas, aspiraba avanzar en sus estudios sobre el origen del hombre americano, que consideraba descendiente del “tipo malayo” y procedente de migraciones a través del Pacífico113. El 17 de mayo, una semana después de haber sido autorizado su viaje, Rojas presentó un memorándum sobre el Museo Nacional, donde propuso adquirir armarios para exhibir correctamente las colecciones arqueológicas, investigar las MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE Autor desconocido Estatua de San Agustín trasladada al Parque de la Independencia en Bogotá 1911 Fotograbado Historia de Colombia para la enseñanza secundaria, 56 colecciones cerámicas y líticas, aumentar el personal y asignar “partidas suficientes para gastos de exploraciones, rescates de piezas valiosas, compra de objetos, para levantamientos de los planos de las zonas arqueológicas del país, [y] para reproducciones”114. José Domingo Rojas compartía el interés de Gerardo Arrubla por las culturas prehispánicas y, como él, tampoco fue reconocido como un actor relevante dentro de la genealogía colombiana de los estudios arqueológicos y antropológicos modernos. La preocupación de Arrubla por estas cuestiones disciplinares databa de tiempo atrás. En 1911, su Historia ya incluía un pasaje donde se enunciaba el deseo del futuro establecimiento de un museo arqueológico, el cual “impulsaría de modo poderoso los estudios sobre la prehistoria colombiana”115. Henao, su coautor, también expresó autónomamente su interés por estos temas. El 16 de julio de 1915, mientras ejercía como presidente de la Academia de Historia, Henao dirigió una carta al Ministerio de Instrucción Pública donde pedía que se evitara la salida del 114 ahmnc, Vol. 12 1930, f. 20 [sic]. El documento está fechado sin ambigüedades el 17 de mayo de 1932. 115 Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, Historia de Colombia para la enseñanza secundaria (Bogotá: Escuela Tipográfica Salesiana, 1911), 236. 75 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE país de los monumentos históricos de San Agustín. El envío de esta misiva fue una reacción al envío hacia Alemania de las colecciones reunidas por el arqueólogo y etnógrafo alemán Konrad Theodor Preuss (1869-1938)116. En la sesión de la Academia de Historia que tuvo lugar el 2 de noviembre de 1922, Miguel Triana propuso que la corporación expresase al presidente de la república y al ministro de Instrucción Pública “la conveniencia de impedir la dispersión de los tesoros arqueológicos y de adquirir algunos de ellos para el Museo Nacional”117. Ese mismo día, Arrubla dio parte a sus colegas de su nombramiento como director del Museo Nacional. En la sesión del 15 de noviembre, varios académicos discutieron sobre “la necesidad de una ley relativa a la adquisición para el museo de los objetos indígenas que se descubren en el Quindío y en otros lugares”118. Un año después, el Ministerio remitió a Arrubla una carta de Triana donde este indicaba que el director del Museo podía informar sobre sus labores etnográficas en México. Dicha experticia debía justificar la consecución de presupuesto para poder llevar a cabo “algunas guaquerías científicamente” en el Quindío, “con el fin de enriquecer con los objetos que se extraigan las infelices colecciones arqueológicas de nuestros museos” 119. Triana esperaba supervisar la excavación, la cual habría debido ejecutar “un práctico que hay allí [Luis Arango Cano], autor de un libro curiosísimo sobre la materia titulado Recuerdos de la Guaquería”120. 116 Reyes, Ensamble de una colección, 336-339. 117 “Academia Nacional de Historia. Extracto de actas”, 1922, 227. 118 “Academia Nacional de Historia. Extracto de actas”, 1922, 227. En su informe de mayo de 1924, Arrubla expresó que su trabajo en el Museo Nacional también implicaba la resolución de consultas que le hacían, tanto personajes nacionales como del exterior, sobre temas relacionados “con la historia, y especialmente con la arqueología”121. También arguyó que su investigación arqueológica en Sogamoso, tema que trataremos más adelante, había demostrado la necesidad “de una ley que ampare las preciosas antigüedades indígenas”122, acto legislativo que había promovido desde su designación como director del Museo. Además, Arrubla indicó que el Poder Ejecutivo había realizado una consulta sobre la materia a la Academia de Historia, institución que a su vez lo había designado junto con Triana para que redactara un proyecto de ley al respecto. Aparentemente, este no fue adoptado por el Congreso de la República. Si bien desde la actualidad podría dudarse de la cientificidad de una excavación tal como la proyectaba Triana, en los acontecimientos descritos se evidencia el papel de la Academia Colombiana de Historia y de sus integrantes en su calidad de asesores del Gobierno en todo lo relativo a los temas “arqueológicos”. 119 ahmnc, Vol. 8 1923, f. 84. 120 ahmnc, Vol. 8 1923, f. 84. También ver Langebaek y Robledo, Utopías ajenas…, 185. 121 ahmnc, Vol. 9 1924, f. 4. 122 ahmnc, Vol. 9 1924, f. 3. 76 Otro ejemplo lo proporciona el manejo dado a una solicitud de Manuel A. Castro, residente de Quebradanegra en Cundinamarca. Este escribió el 30 de septiembre de 1926 al superior de la Compañía de Jesús, orden religiosa en la cual consideraba que “había verdaderas potencias en geología e MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE historia”, para informarle sobre un “cementerio de indios” descubierto en un terreno a su cargo, e inquirir si era posible “el envío de una comisión científica para la investigación de la excavación”123. Los jesuitas remitieron dicha nota al Ministerio de Instrucción Pública, entidad que la refirió al presidente de la Academia de Historia y, en duplicado, al director del Museo Nacional. El proceder de los jesuitas evidencia cómo, en aquel entonces, la oficialidad ya había designado los actores encargados del manejo de estas temáticas. Esto también se manifestó en 1932, cuando José María Ortega solicitó al Ministerio de Educación, por medio del director del Museo Nacional, la autorización para excavar en Cundinamarca “dos o tres sepulturas indígenas y extraer los tesoros que contengan”124. De los hallazgos, el 75 % correspondería a Ortega y el resto a la nación, que tendría derecho de preferencia para adquirir el material arqueológico en posesión de Ortega. Arrubla, quien estudió la solicitud por comisión del Ministerio de Educación, emitió como concepto que debía aprobarse la licencia de excavación solicitada125. Esta aprobación fue concedida el 8 de septiembre de 1932126. Sin embargo, en términos prácticos, la capacidad de acción de la Academia Colombiana de Historia, sus miembros y el director del Museo no careció de limitaciones. Ello se manifestó en 1922, cuando se autorizó la salida del país de los objetos indígenas excavados en la Sierra Nevada de Santa Marta por el estadounidense John Alden Mason (1885-1967), quien trabajaba para el Field Museum of Natural History de Chicago127. El Ministerio de Relaciones Exteriores había solicitado a la Academia un dictamen sobre la posibilidad de exportación de dichos objetos arqueológicos. Si bien la institución se declaró en contra, finalmente las piezas fueron enviadas a los Estados Unidos128. El 2 de julio de 1923, Arrubla debió informar a sus colegas de la Academia sobre el envío de piezas que se proponía hacer Mason129. En 1926 Arrubla participó en un intercambio epistolar que pudo haber conducido a una situación similar. Entonces fue consultado para que expresase su criterio frente a una propuesta de José Medina, director de la Colombian Government Bureau of Information and Trade Development en Londres130. Este había sugerido que Thomas Athol Joyce (1878-1942), antropólogo vinculado al Museo Británico, viniese a Colombia a realizar algunos estudios. Para interesar al Museo Británico, Medina aconsejaba, entre otras cosas, “darle participación de los objetos que se hallen en las excavaciones”131. El 30 de marzo de 1927, Medina escribió a Arrubla agradeciéndole la buena acogida a su idea de invitar al experto del Museo Británico. Sin embargo, también mencionó que el director del Museo Nacional había señalado la necesidad de “obtener una ley del Congreso que de una vez regule la materia y ponga fin a las irregularidades”132. Joyce nunca vino a Colombia133. 123 ahmnc, Vol. 10 1926, f. 3. 124 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, f. 177. 125 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, f. 175. 126 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Correspondencia. Extensión Cultural. Arqueología a Museos, Legajo 172, Carpeta 2, f. 177v. 127 Botero, El redescubrimiento…, 213214. 128 Botero, El redescubrimiento…, 213214. 129 “Academia Nacional de Historia (extracto de actas)”, Boletín de Historia y Antigüedades Año xiv, n.o 163 (1923): 388. 130 ahmnc, Vol. 10 1926, ff. 76-78. 131 ahmnc, Vol. 10 1926, f. 78. 132 ahmnc, Vol. 10 1927, f. 8. 133 Botero, El redescubrimiento…, 213216. 77 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE 134 Gerardo Arrubla, Enrique Otero y Daniel Samper, “[Informe]”, Boletín de Historia y Antigüedades xx, n.o 227 (1933): 59. 135 Arrubla, Otero y Samper, “[Informe]”, 61. 136 Arrubla, Otero y Samper, “[Informe]”, 59. 137 agn, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Educación Nacional, Actividades Culturales: Informes Bogotá-Huila-Inzá (Cauca)Popayán… 1931-1939, Caja 4, Carpeta 3, f. 6. 138 Arrubla, Otero y Samper, “[Informe]”, 59. 139 Reyes, Ensamble de una colección, 347. 140 Herrera, Marulanda y Carrizosa, “Ley 103 de 1931…”, 89. 141 Arrubla, Otero y Samper, “[Informe]”, 60. 78 En otras ocasiones, la divergencia de opiniones respecto a la salida de objetos arqueológicos podía ocurrir en el interior de la propia la Academia Colombiana de Historia. Arrubla reportó en su informe de 1933 que, para responder a una solicitud del Ministerio de Relaciones Exteriores134, dicha corporación había designado un comité de tres integrantes para que expresase su opinión sobre una segunda propuesta del Museo Británico. Esta comisión estaba compuesta por el propio Arrubla, Enrique Otero D’Costa (1881-1964) y Daniel Samper Ortega (1895-1943)135, director de la Biblioteca Nacional. Previamente, el ministro de Educación Nacional le había encargado, en su calidad de director del Museo Nacional, “que diera cuenta de tan importante asunto a la corporación y pidiera el concepto de ella en su carácter de cuerpo consultivo del Gobierno que le asigna la ley”136. El director del Departamento de Cerámica y Etnología del Museo Británico Thomas Athol Joyce, el mismo que años antes había estado involucrado en la infructuosa propuesta de José Medina, escribió el 6 de diciembre de 1932 a Alfonso López Pumarejo (18861959), embajador colombiano en Londres. Joyce señaló que, si bien en un principio había respondido negativamente a la proposición de efectuar una expedición a Colombia, sus trabajos en Belice se habían suspendido a causa de la destrucción causada por un huracán y esta situación hacía factible137. Joyce sugería la posibilidad de enviar al capitán Edward Louis Gruning, con quien había trabajado en Belice, para que emprendiese una exploración arqueológica en San Agustín. El Museo Británico costearía el viaje de Gruning desde Europa, pero al Gobierno colombiano le habría de corresponder asumir sus traslados en el territorio nacional y las remuneraciones de sus intérpretes y colaboradores. Posteriormente, los “trabajos definitivos” se verificarían bajo la supervisión personal de Joyce. Todas las piezas encontradas deberían remitirse a Inglaterra para su estudio, donde el Real Instituto Antropológico y el Museo Británico realizarían las publicaciones científicas correspondientes. Finalmente, los objetos arqueológicos serían devueltos a Bogotá y allí se efectuaría su repartición, ya que una porción del acervo debía entregarse al Museo Británico138. La Ley 47 de 1920 prohibía sacar del país objetos considerados de importancia “tradicional o histórica” por la Academia Colombiana de Historia u otros cuerpos consultivos 139, y la 103 de 1931 también impedía la venta y exportación de dichos objetos140. En consecuencia, Arrubla y los otros dos miembros del comité propusieron que el Gobierno informara al Museo Británico al respecto de dichas disposiciones y sugirieron que el arqueólogo inglés podía “moldar sobre las piezas originales que descubra las figuras que ha de llevar a Inglaterra para su estudio”141. No obstante, contradiciendo lo sugerido previamente, en el último párrafo del informe que servía de conclusión y señalaba la propuesta efectiva puesta a consideración del cuerpo de la Academia, se manifestaba la necesidad de modificar la legislación vigente. Allí se afirmó que debía permitirse la salida MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE del país de piezas arqueológicas cuando “esa concesión fuera conveniente para el conocimiento universal de la prehistoria colombiana”142. En el acta de la sesión de la Academia, que tuvo lugar el 15 de febrero de 1933, se reporta que dicha cláusula había sido adicionada por Nicolás García Samudio (1892-1952)143, quien ejerció como presidente de la Academia entre el 12 de octubre de 1933144 y 1934, y fue autor de numerosos textos sobre la diplomacia colombiana, biografías y la independencia145. La naturaleza contradictoria del informe probablemente refleja las posiciones encontradas de los académicos. Según el acta de la sesión del 1° de febrero de 1933, cuando se encargó a Samper, Otero y Arrubla la redacción del informe, en aquella reunión “se emitieron varias opiniones sobre la importancia de la propuesta [del Museo Británico], sobre el modo de hacer el reparto y sobre lo que dispone la legislación colombiana al respecto”146. Tras dicho debate, se impuso un dictamen en el cual, parafraseando muy libremente a Reyes, podría afirmarse que predominó la “legitimación de determinados saberes especializados” sobre la “búsqueda identitaria”147. Acorde con el recuento de los trabajos sobre San Agustín realizado por José Pérez de Barradas, la expedición del Museo Británico nunca se llevó a cabo148. Durante su prolongada gestión en el Museo Nacional, que abarcó más de veinte años, Gerardo Arrubla participó en dos “comisiones arqueológicas”. La primera de ellas fue la que tuvo mayor repercusión en la esfera pública. En 1924, Cayo Leónidas Peñuela (1864-1946), sacerdote y presidente del Centro Histórico de Tunja, informó a la Academia de Historia sobre sus investigaciones en torno a la localización del Templo del Sol de Sogamoso 149. Por entonces se estaba excavando un terreno donde se creía que había estado erigida dicha edificación. Para determinar si en efecto los restos encontrados podían vincularse con el templo, se envió una comisión oficial de investigación arqueológica. Esta fue ordenada por la resolución 80 de 1924 del Ministerio de Instrucción y Salubridad Públicas, antecesor del Ministerio de Educación. La ordenanza argüía que era “un deber del Gobierno velar por la conservación de los monumentos arqueológicos que dicen de la historia de los pueblos desaparecidos”150. La comisión debía componerse del director del Museo Nacional y de un miembro de la Academia de Historia, entidad que para dicho cometido eligió a Carlos Cuervo Márquez. Arrubla y Cuervo Márquez viajaron junto con Juan Manuel Arrubla, hijo de Gerardo, quien fungía como secretario ad honorem, y llegaron a Sogamoso el 21 de marzo, donde permanecieron por unos pocos días, ya que presentaron su informe en Bogotá el 26 del mismo mes. Concluyeron que en efecto los restos encontrados se trataban del Templo del Sol, al considerar que los hallazgos de los guaqueros correspondían a lo narrado por los cronistas de la Conquista. Así mismo, procedieron a tomar medidas que les permitieron calcular la posible forma y dimensión del santuario151. 142 Arrubla, “Museo Nacional”, 1933, 234-235. 143 Roberto Cortázar, “Extracto de actas”, Boletín de Historia y Antigüedades Año xx, n.o 233-234 (1933): 575-576. 144 Roberto Cortázar, “Informe”, Boletín de Historia y Antigüedades Año xx, n.o 235 (1933): 595. 145 Fernando Restrepo, Galería de la Academia Colombiana de Historia (Bogotá: Seguros Bolívar, 2002), 90. 146 Cortázar, “Extracto de actas”, 574. 147 Reyes, Ensamble de una colección, 329. 148 José Pérez de Barradas, Arqueología Agustiniana (Bogotá: Imprenta Nacional, 1943), 4-7. 149 Botero, El redescubrimiento…, 220. 150 ahmnc, Vol. 9 1924, f. 14. 151 Gerardo Arrubla, Carlos Cuervo Márquez y Juan Manuel Arrubla, “[Informe]”, Boletín de Historia y Antigüedades xxx, n.o 346 (1943): 539-541. 79 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curadur ía DE Autor desconocido Carlos Cuervo Márquez y Gerardo Arrubla al pie de las excavaciones que sirvieron para fijar la localización del Templo del Sol 1924 Fotograbado El Gráfico, n.° 681: 1291 Arturo Tapias Reconstrucción del Templo del Sol de Sogamoso 5. 1924 Fotograbado Santafé y Bogotá, n.° 17: 273 80 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE En una misiva del 24 de abril de 1924, se informó a Cuervo Márquez y a Arrubla que el Ministerio de Instrucción Pública estaba satisfecho con su desempeño. Allí también se expresó que la institución había aceptado las conclusiones de los comisionados una vez leído su informe, el cual había sido complementado por la conferencia pública dictada en el Museo Nacional por su director y con los escritos de Peñuela152. Arrubla figuró en la prensa a causa de su participación en la comisión. Entonces apareció su artículo en la revista Santafé y Bogotá153, otro texto de su autoría se imprimió en El Gráfico154 y en El Tiempo fue publicada una entrevista que le realizó Ramón Bernal Azula155. Arrubla aprovechó estas oportunidades para sugerir la compra del terreno y la erección de un monumento que conmemorase “la civilización, las tradiciones y los infortunios del pueblo aborigen”156. Para su construcción, sugirió utilizar “las columnas de piedra labradas por los chibchas que existen en la Villa de Leyva”157. Dicho memorial nunca fue construido. Además, en sus artículos también insistió en la necesidad de una ley que velara por la conservación de las “reliquias preciosas de nuestra prehistoria”158. Su participación en la comisión le permitió procurar para la colección del Museo Nacional dos trozos de las columnas de madera quemadas, una vasija, dos caracoles y seis objetos de piedra159. La segunda comisión arqueológica en la que participó Arrubla ocurrió en julio de 1924. El director de La Société Nationale de Chemins de Fer en Colombie [Sociedad Nacional de Ferrocarriles en Colombia], firma encargada de la construcción del Ferrocarril del Nordeste, escribió el 23 de julio al Ministerio de Instrucción y Salubridad Públicas. Informó que, durante los trabajos que se estaban realizando en las rocas de Suesca, habían sido halladas “varias sepulturas de indígenas en las cuales se han encontrado además de los esqueletos humanos algunas curiosidades de épocas indígenas de este país”160. Así mismo, el director de la Société expresó que había ordenado que dicho material se extrajese con mucho cuidado, aunque eso era difícil, debido a “la calidad de los obreros”161. Los apuntes manuscritos de Arrubla en ese documento relatan que el día 25 se dirigió a Suesca una comisión compuesta por el ministro Juan Nepomuceno Corpas (1885-1944), Miguel Triana y él mismo. Allí exploraron las tumbas y “practicaron exhumaciones de esos despojos de los aborígenes”162. Posteriormente, en junio de 1925, el Ministerio entregó al Museo Nacional el material que había sido excavado en Suesca, “tres (3) bultos de alfarería y restos humanos”163. Las acciones “arqueológicas” de Arrubla no pueden considerarse como partícipes de un campo arqueológico en vías de profesionalización según su encarnación moderna, como tampoco lo fueron aquellas de sujetos como Miguel Triana o Carlos Cuervo Márquez. Estas prácticas fueron muy diferentes a las excavaciones llevadas a cabo, por ejemplo, por Preuss en San Agustín en 1913 y 1914164. Más que trabajos arqueológicos, las 152 ahmnc, Vol. 9 1924, f. 21. 153 Arrubla, “El templo de Suamox”, 267-273. 154 Gerardo Arrubla, “El Templo del Sol”, El Gráfico, n.o 681 (1924): 1290-1291. 155 Ramón Bernal Azula “Rambla”, “El Templo del sol en Sogamoso…”, 6. 156 Arrubla, “El templo de Suamox”, 273. 157 AGN, Archivo Anexo Grupo-2, Ministerio de Instrucción Pública, Colecciones: informes, Caja 1, Carpeta 5, f. 140. 158 Arrubla, “El templo de Suamox”, 273. 159 ahmnc, Vol. 8 Anexo 3, f. 8. 160 ahmnc, Vol. 9 1924, f. 46. 161 ahmnc, Vol. 9 1924, f. 46. 162 Eduardo Posada, “Informe del secretario”, Boletín de Historia y Antigüedades Año xiv, n.o 166 (1925): 627-628. 163 Esta se efectuó durante la dirección de Ricardo Lleras Codazzi. ahmnc, Vol. 9 1925, f. 44. 164 Reyes, Ensamble de una colección, 142-158. 81 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE comisiones de Arrubla implicaron la aprobación oficial de excavaciones empíricas realizadas por guaqueros y otros actores. Cuando Paul Rivet informó en el Journal de la Société des Américanistes [Revista de la Sociedad de Americanistas] sobre la comisión de Arrubla y Cuervo Márquez, expresó su opinión sobre la necesidad de la realización en el emplazamiento de “excavaciones sistemáticas y completas”165. Así mismo, propuestas como el traslado de un bien arqueológico localizado en Villa de Leyva para erigir un monumento en Sogamoso disuenan con la sensibilidad del manejo contemporáneo del patrimonio. No obstante, el interés de Arrubla por los monumentos y las antigüedades indígenas fue innegable. Trató, infructuosamente, de lograr que se promulgase una ley para su adecuada protección, buscó evitar su expatriación y difundió la necesidad de preservar estas huellas del pasado. Además, ejerció la labor de perito oficial en diversas circunstancias relacionados con estas temáticas. Conclusiones El desempeño por parte de Gerardo Arrubla de una función de experto sobre los asuntos arqueológicos dependió, en buena medida, de su labor como director del Museo Nacional de Colombia y de las prácticas de coleccionismo y estudio de la materialidad allí ejecutadas. Antes de la aparición del Servicio Arqueológico y del Museo Arqueológico y Etnográfico en la década de 1930, la institución museal fundada en 1823 servía como interlocutora en el entramado estatal para el manejo de las situaciones relacionadas con la materialidad arqueológica prehispánica. El Museo compartía dicho papel con la Academia Colombiana de Historia, sin embargo, a diferencia de aquella corporación, el Museo estaba completamente inserto en la estructura gubernamental. Los llamados de Arrubla para modernizarlo y desarrollar su función investigativa fueron desoídos, privilegiando el régimen liberal los loci de las nacientes arqueología y antropología modernas. No obstante, Arrubla pudo contribuir al incremento de la colección de piezas prehispánicas de la institución que administraba. El Salón de los aborígenes del Museo en su sede del Edificio Pedro A. López contó con nuevas piezas resultantes de donaciones y compras, entre las cuales se destacó aquella del conjunto de objetos en oro y tumbaga que había pertenecido a José Tomás Henao. Además, Arrubla se apoyó en las colecciones del Museo Nacional para dictar las numerosas conferencias sobre temáticas históricas y “prehistóricas” que presentó a públicos de obreros, estudiantes y funcionarios a lo largo de los años. 165 Paul Rivet, “Le temple du soleil a Sogamoso”, Journal de la Société des Américanistes 16, (1924): 404. 82 La obra historiográfica de Gerardo Arrubla no fue particularmente original, por ser de tipo divulgativo. Tampoco fue uno de los precursores de la arqueología nacional, disciplina que no lo cuenta entre sus pioneros. Sin embargo, tal como lo evidencia el presente artículo con la restitución de fuentes primarias hasta ahora ignoradas, Arrubla fue un importante MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE Delio Ramírez (1892-1968) Gerardo Arrubla y Jesús María Henao 1943 Óleo sobre tela 119 x 109 cm Colección de la Academia Colombiana de Historia actor en el desarrollo de la institución museal en Colombia y desempeñó un papel destacable en la institución de la preocupación estatal por las temáticas arqueológicas. Anacrónica y forzadamente, podríamos considerarlo como el mayor exponente de la historia pública de su tiempo. Durante su trayectoria profesional buscó la divulgación de la historia nacional –que desde su perspectiva incluía a los pueblos prehispánicos– y la protección de los monumentos evocativos de dicha historia. Durante las primeras décadas del siglo xx, la enorme difusión de sus manuales, sus tareas en el Museo Nacional y sus actividades para la protección del patrimonio arqueológico en el ámbito estatal hicieron de Gerardo Arrubla una figura relevante en la construcción de un relato histórico nacional que comenzaba, muy gradualmente, a incluir más actores que los hombres blancos de la élite. Actualmente es recordado sobre todo por la escritura de la Historia y el Compendio, obras que han sido analizadas como exponentes de una historiografía didáctica encaminada a la formación de cierto tipo de ciudadanos. Sin embargo, en el presente 83 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE artículo hemos podido constatar que los intereses de Arrubla trascendían la rememoración de los héroes de la independencia. Su inclinación por las temáticas prehispánicas impactó en sus labores de escritura histórica, sus acciones como funcionario gubernamental y sus prácticas de coleccionismo a la cabeza del Museo Nacional. Gerardo Arrubla fue más que simplemente el Arrubla del Henao y Arrubla, también fue el Arrubla del Museo Nacional y el Arrubla interesado por las antigüedades indígenas que comenzaban a considerarse patrimonio de los colombianos. Así mismo, la trayectoria profesional de Arrubla evidencia cómo el Estado no funcionaba como una entidad monolítica con finalidades unívocas. Diferentes actores, insertos en variadas instancias gubernamentales y privadas tuvieron aspiraciones que no siempre fueron convergentes. Si, como creen algunos analistas, el objetivo principal de todos estos sujetos e instituciones hubiese sido la representación de la nación y, de manera concomitante, la inclusión en el relato histórico oficial de los pueblos prehispánicos, es probable que las solicitudes de Arrubla referidas al aumento de las colecciones arqueológicas del Museo Nacional hubiesen sido atendidas con mayor diligencia. En cambio, estas fueron desoídas y se privilegió el establecimiento del Museo Arqueológico y Etnográfico. Es decir, primaron las aspiraciones de consolidación disciplinar de las nacientes arqueología y etnografía. La carrera de Arrubla también atestigua que la agencia de los sujetos e instancias supuestamente imbuidos del poder del Estado y las élites ideológicas estaban fuertemente condicionadas y eran contingentes. La carencia de presupuestos y la divergencia de opiniones en el seno de corporaciones como la Academia de Historia, entre otros muchos factores, potenciaron, afectaron e impidieron en ocasiones la realización de los proyectos relacionados con las antigüedades indígenas. El caso de Arrubla y su gestión en el Museo Nacional de Colombia demuestra que los procesos históricos de funcionamiento de las instituciones museales y la conformación de sus colecciones, así como aquellos de vinculación de sus actores con otras instancias oficiales, fueron mucho más complejos de lo que cierta historiografía pareciera indicar. Acervos documentales Archivo Histórico del Museo Nacional de Colombia (ahmnc) Archivo General de la Nación (agn) Fuentes impresas “Academia Nacional de Historia (extracto de actas)”. Boletín de Historia y Antigüedades Año xiv, n.o 163 (1923): 385-395. 84 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA g e r a r d o a r r u bl a , e l m u s e o n a c i o n a l y l as a n t i g ü e d a d e s i n d í g e n a s Cuadernos curaduría DE “Arqueología y etnología”. En Educación nacional. Informe al congreso. 1938 de José Joaquín Castro, 192-196, Bogotá: Editorial ABC, 1938. Arrubla, Gerardo. “Museo Nacional”, en Memoria del Ministro de Instrucción Pública al Congreso de 1923. Tomo II Anexos, 151-156. Bogotá: Casa editorial de “La Cruzada”, 1923. Arrubla, Gerardo. “Algo sobre prehistoria americana”. Santafé y Bogotá, n.o 5 (1923): 318-323. Arrubla, Gerardo. “Prehistoria colombiana. Las migraciones primitivas – Civilización prehispánica de San Agustín”. Santafé y Bogotá, n.o 6 (1923): 359-369. Arrubla, Gerardo. “Prehistoria Colombiana. Los Chibchas. I”. Santafé y Bogotá, n.o 7 (1923): 47-56. Arrubla, Gerardo. “Prehistoria Colombiana. Los Chibchas. II”. Santafé y Bogotá, n.o 8 (1923): 94-103. 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Arrubla, Gerardo, Carlos Cuervo Márquez y Juan Manuel Arrubla. “[Informe]”. Boletín de Historia y Antigüedades xxx, n.o 346 (1943): 539-541. Arrubla, Gerardo, Enrique Otero y Daniel Samper. “[Informe]”. Boletín de Historia y Antigüedades xx, n.o 227 (1933): 59-61. 85 MUSEO NACIONAL DE COLOMBIA Cuadernos curaduría DE Bernal Azula “Rambla”, Ramón. “El Templo del sol en Sogamoso. Entrevista con el Dr. Gerardo Arrubla, director del Museo Nacional”. El Tiempo, n.o 4485, marzo 14, 1924: 6. Cortázar, Roberto. “Extracto de actas”. Boletín de Historia y Antigüedades xx, n.o 233-234 (1933): 575-576. Cortázar, Roberto. “Informe”. Boletín de Historia y Antigüedades xx, n.o 235 (1933): 595. Departamento de Contraloría. Anuario General de Estadística. 1928. Bogotá: Imprenta Nacional, 1930. “El Doctor Gerardo Arrubla”. Boletín de Arqueología 1, n.o 6 (1945): 629-630. Henao, Jesús María y Gerardo Arrubla. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria. 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