Divorcio y género en Nuevo León
Blanca Mirthala Tamez Valdez∗
Manuel Ribeiro Ferreira∗∗
Resumen
El presente documento analiza el divorcio como fenómeno social, mostrando algunos de los
factores demográficos y sociales relacionados con aquél. El análisis ubica al divorcio como uno
de los indicadores principales de la segunda transición demográfica, así como un proceso de
ruptura y separación que impacta a sus participantes y se relaciona con transformaciones en el
interior de la familia. Para contextualizar el trabajo, se comparan las características y
dimensiones adquiridas por el divorcio en Nuevo León con las observadas a nivel nacional y en
otros países. La discusión se centra en las diferencias de género presentes entre los participantes
de un divorcio, retomando para ello elementos de la teoría de la estructuración y praxis social de
Anthony Giddens, así como del enfoque de la división sexual del trabajo como eje estructurador
en las relaciones entre hombres y mujeres.
Abstract
This paper analyzes divorce as a social phenomenon. It shows some demographic and social
factors related to this issue. Divorce is one of the main indicators of the so-called second
demographic transition. It is a rupture and separation process that impacts not only its main
participants but it transforms family itself. The article compares divorce in Nuevo Leon states
with national international trends. The discussion points to gender differences in divorce, taking
structuration and social praxis Gidden´s theory, as well the social division of labor concept as a
structuring factor among women and men relations.
Palabras clave/ Keywords
Divorcio, factores socio-demográficos, diferencias de género/ divorce, socio-demographic
factors, gender differences
Introducción
∗ Estudiante del Doctorado en Filosofía con orientación en Trabajo Social y Políticas
Comparadas de Bienestar Social, de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano
de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Correo electrónico:
blancamtamez@hotmail.es
∗∗ Profesor-investigador titular “D” de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano de la
Universidad Autónoma de Nuevo León. Correo electrónico: mribeiro@facts.uanl.mx
2
El divorcio, como fenómeno social, presenta dos dimensiones distintas pero
interrelacionadas que muestran sus dos facetas. Por un lado, la dimensión demográfica,
que evidencia un comportamiento ascendente y pronunciado en México, sobre todo a
partir del año 2000, tornando más relevante el estudio de dicho fenómeno a partir de la
última década. Por otro lado, la dimensión familiar, consistente en un proceso de ruptura
y transformación familiar que indica una creciente y compleja diversidad.Ello ha
convertido al fenómeno en diverso y heterogéneo, haciendo más importante la
necesidad de incorporar la reflexión sobre el divorcio dentro del análisis de las
transformaciones familiares, particularmente en México, en donde los estudios respecto
al tema son escasos.Con base en lo anterior, este trabajo pretende analizar el divorcio
como un fenómeno social complejo y multidimensional, centrando la discusión y
revisión de datos disponibles en sus implicaciones, tanto en el interior de la familia
como en las transformaciones sociodemográficas ocurridas en las últimas décadas.
Desde el punto de vista demográfico, el divorcio es relevante en el país no sólo
por el marcado incremento que presenta y su tendencia creciente durante los últimos
años, sino particularmente porque dicho comportamiento constituye un signo de la
presencia incipiente de una marcada transformación social y demográfica señalada por
algunos especialistas del tema como una ‘segunda transición demográfica’ (Ariza, M. y
O. Oliveira, 2001; Arriagada, I., 2005; Quilodrán, J., 2003; Ripol, A., 2001). Estos
autores, entre otros, han comentado en sus análisis sobre las transformaciones sociales y
familiares que el aspecto sociodemográfico, aunado al socioeconómico y al
sociocultural, muestra una serie de indicadores que expresan, en cierta medida, la
evolución y cambio que ocurre en una sociedad determinada, lo que a su vez coadyuva a
la presencia de otros fenómenos sociales, como la aparición e incremento de familias
reconstruidas y familias monoparentales.
Al referirse al divorcio como uno de los signos que marcan la presencia de una
segunda transición demográfica, se hace referencia particularmente a aquél como parte
constitutiva de los “cambios en la formación y disolución conyugal”, una de las
principales características que marcan la evolución señalada. Dichos cambios se
encuentran relacionados directamente con la transformación paulatina observada en el
papel social de las mujeres, quienesdisponen de más tiempo para actividades
extrafamiliares alreducirse sufecundidad —han disminuido los tiempos dedicados al
3
cuidado y a la crianza de los hijos—, contar con una mayor escolaridad yver
incrementada su participación laboral, al tiempo que han surgido nuevas imágenes
sociales femeninas y masculinas, entre otros aspectos (Ariza, M. y O. Oliveira, 2004;
García, B. y O. Oliveira, 2004; Quilodrán, J., 2003; Rendón, T., 2004; Ripol, A., 2001).
El divorcio forma parte de un proceso en el que los cambios sociales,
económicos y demográficos de la sociedad impactan en la familia, provocando
transformaciones en su interior;dichos cambios, por otra parte, repercuten en el contexto
social. Se trata entonces de un proceso dialéctico en el que familia y contexto se
influyen mutuamente, presionándose en su mutuo reacomodo1.
El divorcio en México
En México, el tema del divorcio ha adquirido mayor relevancia paulatinamente, aun
cuando no ha llegado a mostrar las altas tasas reportadas por países desarrollados como
Estados Unidos, en donde más de 50 por ciento de los matrimonios llegaron al divorcio
en 1998; España, donde se reporta una tasa de 59 por ciento desde 1991;o Austria, que
alcanzó 65 por ciento durante 2005 (Instituto Nacional de Estadística en España, 2009).
Los países más industrializados muestran diferencias en torno a este fenómeno social:
Estados Unidos, Reino Unido, Suecia y Noruega han visto estabilizarse sus tasas de
divorcio en los últimos años, luego de presenciar un pronunciado incremento en décadas
anteriores; mientras que España, Francia e Italia muestran un incremento sostenido en el
registro de divorcios. De acuerdo con estadísticas oficiales brindadas por Statistical
Office of the European Communities (Eurostat) 2, tan sólo entre los años 1998 y 2005
España presentó un incremento de 100 por ciento; Italia, a su vez, lo vio incrementarse
1 Aunque dichos cambios ocurren de manera asincrónica y diversa, puesto que la
familia tiene la posibilidad de hacer interpretaciones y ajustes de acuerdo a su situación
particular y sus propios recursos, lo anterior determina que las situaciones se tornen
diversas incluso en un mismo contexto.
2Eurostat u Oficina Estadística de la Unión Europea fue fundada en 1953 con el
cometido de reunir y analizar datos de los diferentes institutos de estadística europeos y
producir datos comparables a nivel de la Unión Europea.
4
en 40 por ciento; y Francia en 30 por ciento (Instituto Nacional de Estadística en
España, 2009).
A pesar de que en México el fenómeno del divorcio ha mostrado un
comportamiento distinto al de los países desarrollados—por aparecer más tardíamente y
porque aún no llega a los niveles mostrados por los países señalados—,en las últimas
décadas se advierte una clara tendencia ascendente. De acuerdo con las estadísticas
oficiales, México presentaba en 1971 una relación de 3.2 divorcios por cada 100
matrimonios registrados, cifra que se incrementó a 6.5 en 1998 (Instituto Nacional de
Estadística, Geografía e Informática-INEGI, 2000), y luego a 7.4en 2000 (INEGI,
2006). En el año 2005 presentó nuevamente un aumento al mostrar una relación de 11.8
divorcios por cada 100 matrimonios (INEGI, 2007); finalmente presentó una relación de
13.9 en 2007 (INEGI, 2008a). Los datos aquí referidos, aunque parciales, indican que la
relación existente entre el número de divorcios registrados por cada 100 matrimonios
prácticamente se ha cuadruplicado en el transcurso de las últimas cuatro décadas en el
país3.
En el aspecto sociodemográfico, la ruptura conyugal ha adquirido importancia al
constituir la segunda fuente de origen de la familia monoparental encabezada por mujer.
De acuerdo con los datos del Censo de Población y Vivienda del año 2000, en 35 por
ciento de estas familias la jefa de familia es viuda; se encuentra separada en 17 por
ciento de las mismas, y las mujeres divorciadas representan 7 por ciento de estas
familias, es decir, casi la cuarta parte de los hogares monoparentales con jefatura
femenina tienen como origen la ruptura del matrimonio, sea por separación o divorcio
(INEGI, 2000). Cabe señalar quees muy probable que esta proporción sea mayor en la
actualidad, en tanto el divorcio, como ya fue señalado, ha presentado un marcado
incremento en el presente siglo. Hay que señalar que la ruptura conyugal también
origina en gran medida la aparición e incremento de familias reconstruidas, aunque
lamentablemente no se cuenta con datos al respecto.
3 En algunos estados de la república el incremento en las tasas de divorcio ha sido
mucho más espectacular.
5
Otro aspecto relevante del divorcio, de acuerdo con las estadísticas oficiales
mostradas por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, es la
diversidad del fenómeno. Existe variedad en torno al tipo de divorcio, a la persona que
lo solicita, a las características de los involucrados, así como la duración de los
matrimonios que llegan a su disolución. También se presenta en los distintos niveles
socioeconómicos, educativos y ocupacionales. Todo ello indica una situación de gran
diversidad que torna aún más complejo el estudio y comprensión del fenómeno, así
como la atención a las personas que han vivido un divorcio y enfrentan efectos
negativos tras dicho proceso.
El divorcio en Nuevo León
En el estado de Nuevo León, el divorcio mostró una tendencia fluctuante durante el
siglo pasado, de acuerdo con las estadísticas oficiales (véase la tabla 1), reflejado tanto
en las tasas de divorcio como en la relación que se presentó entre los divorcios
realizados por cada 100 matrimonios registrados en el mismo periodo (INEGI, 2008b).
Sin embargo, a partir del año 2000 la tendencia es claramente ascendente y sostenida y
superior a la del promedio del país.
La tasa de divorcio —estimada por cada mil habitantes— nos indica su
representatividad en la población de la entidad, de acuerdo con la cual el divorcio creció
10 veces entre 1930 y 2004 (INEGI, 2008b). El otro indicador utilizado está
conformado por la relación presente entre los divorcios registrados durante un periodo
determinado y los matrimonios registrados en el mismo periodo (véase la gráfica 1), el
cual puede impactarse no sólo en relación con las variantes en el número de divorcios
realizados, sino también de acuerdo con las variaciones que puedan presentarse en los
matrimonios —tasa de nupcialidad—. Este indicador muestra un crecimiento
equivalente de 10 veces entre el periodo de 1930 a 2006 (véase la tabla 1).
Particularmente, llama la atención el comportamiento mostrado por este indicador
durante lo que va del siglo, en tanto que casi se cuadruplica entre los años 1999 y 2008
(INEGI, 2008b).
6
Gráfica 1. Relación de divorcios por cada cien matrimonios en Nuevo León y en
México, 1999-2008
Fuente: Elaboración propia con datos de Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (2008b).
Según las estadísticas oficiales, en 2008Nuevo León tuvo el tercer lugar en
cuanto al número absoluto de divorcios registrados en todo el país,al igual que en la
relación entre los divorcios registrados por cada 100 matrimonios —24.4—señalada por
entidad; los primeros dos lugareslos ocuparonel Estado de Méxicoy el Distrito
Federal,4con 26.9y 26.7 divorcios por cada 100 matrimonios, respectivamente (INEGI,
2008b).
Otros aspectos del fenómeno que se deben considerar son las características
particulares que presenta el proceso, dentro de las cuales se encuentran los tipos de
divorcio5 que se realizan: voluntario y necesario. Cabe decir que el primero ha ido
adquiriendo mayor relevancia al presentarse en mayor medida que el divorcio
necesario6, lo cual llama la atención, puesto que en los primeros predomina la existencia
4Es preciso recordar, en el caso del Distrito Federal, que el reciente incremento en las
cifras de divorcio se asocia, entre otras cosas, a las recientes modificaciones legislativas
que han eliminado los causales del divorcio, situación que facilita enormemente el
procedimiento y permite a más personas acceder al divorcio.
5 En México existen dos tipos de divorcio: judicial y administrativo. El primero implica
un juicio, mientras que el segundo es realizado directamente en el Registro Civil. El
divorcio judicial se divide en dos subtipos: divorcio necesario, en el que una de las
partes acusa a su pareja solicitando la disolución del matrimonio, apegándose a alguna
de las causales definidas en el Código Civil; y divorcio voluntario, que requiere del
consentimiento de ambos cónyuges y se tramita previo acuerdo por escrito en torno a
los bienes, si la sociedad es conyugal, así como respecto a la custodia de los hijos
cuando los haya (Pérez, A., 2007).
6 Las proporciones de divorcios necesarios y voluntarios se han invertido durante las
últimas décadas, disminuyendo los divorcios necesarios y repuntando los divorcios
voluntarios. En algunos casos, divorcios iniciados como necesarios terminan
concluyendo como voluntarios;son menos aquellos que inician como voluntarios y
terminan sus procesos como necesarios (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática-INEGI, 2008b).
7
de un acuerdo entre la pareja que permite omitir la causa originaria de la disolución del
vínculo, así como establecer un convenio en torno a los bienes patrimoniales y,
principalmente, la custodia de los hijos.
Tabla 1.Evolución del divorcio en Nuevo León (1930-2007)
Período
Tasa de divorcio
1930
1950
1960
1970
1980
1990
1992
1993-1996
1998-1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
0.1
0.2
0.4
-----0.8
----0.6
0.5
0.7
0.7
0.8
0.9
0.9
1.0
1.0
-------------
Relación de divorcios por
cada 100 matrimonios
1.6
2.6
4.9
3.8
3.1
9.0
9.0
5.5
7.5
7.7
9.3
11.5
12.6
14.2
15.2
16.3
21.0
24.4
Fuente: Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática(2008b).
Otro aspecto relevante es la diversidad en cuanto a los niveles socioeconómicos
a los que pertenecen los matrimonios que recurren al divorcio. De acuerdo con la
evidencia reportada por un estudio anterior realizado en Monterrey sobre el tema
(Ribeiro, M. y R. Cepeda, 1991), así como por las estadísticas oficiales, el divorcio es
una alternativa a la que recurren para su disolución las parejas, independientemente del
estrato socioeconómico al que pertenecen; es decir,se utiliza tanto por los estratos altos
como medios o bajos, incluso el marginal (INEGI, 2006), aunque datos más recientes
sugieren que los divorcios son más frecuentes en estratos medios y superiores, pues el
promedio de escolaridad de las personas divorciadas es muy superior al de la población
en su conjunto. Así, mientras que entre los jefes de hogar de la población global el
promedio de años de asistencia a la escuela es de nueve (Ribeiro, M., 2010a), entre los
divorciados dicho promedio asciende a 14.5 años (Ribeiro, M., 2010b).
8
Otro tema digno de considerar es el que refiere a la duración de los matrimonios
que culminan en divorcio.Según las estadísticas oficiales, se observa que en el periodo
2001-2006 los matrimonios que efectuaron su divorcio luego de 10 años de duración
muestran un ligero incremento respecto de años anteriores, llegando hasta 52 por
ciento;en tanto que los matrimonios con duración menor, sobre todo aquellos que
fluctuaron entre cero y cinco años, muestran una ligera disminución (INEGI, 2006).
En general, se puede señalar que conforme con los datos revisados, el fenómeno
del divorcio en Nuevo León es diverso y heterogéneo:las personas divorciadas muestran
una mayor edad en promedio a la de décadas anteriores; presentan una mayor duración
promedio del matrimonio;y acuden en mayor medida al divorcio de tipo voluntarioque
al de tipo necesario. La combinación de estos aspectos indica que tanto el fenómeno
como la población que ha vivido un proceso de divorcio son diversos y su situación
sumamente heterogénea, lo que nos sugiere que también en los efectos vividos tras el
divorcio se pueden esperar situaciones muy variadas, particularmente entre los sexos, lo
que torna el fenómeno —y por lo tanto su estudio— complejo y multidimensional.
El divorcio como proceso de ruptura y transformación familiar
A nivel microsocial, es decir, desde la familia, el divorcio consiste en un proceso
compuesto principalmente de tres momentos: cuando uno o ambos cónyuges empiezan
a sentir la necesidad de separarse; cuando se produce la separación física de la pareja; y
cuando la separación se formaliza a través del divorcio vincular (Ribeiro, M., 1994a).Es
a partir del segundo momento que comienzan a vivirse los efectos o consecuencias de la
ruptura, y a partir del tercero cuando la ruptura se formaliza, haciendodefinitiva la
separación de los cónyuges.
Si bien se reconocen principalmente estos tres momentos en el proceso de
divorcio, éste puede mostrar cierta diversidad en sus características.De acuerdo con
9
AgustínPalacios (1998), mientras que algunas veces las parejas se separan luego de un
proceso previo de desmoronamiento y ruptura afectiva entre sus miembros, en otras
ocasiones la separación y posterior divorcio ocurren de forma rápida ante la presencia
de un conflicto considerado como insalvable por alguno de los miembros de la pareja,
aun existiendo un fuerte vínculo afectivo en la relación.
Las personas consideran la posibilidad de divorciarse por diversas razones.
Pueden desear huir de una relación que se ha tornado intolerante o, por lo menos, uno de
los miembros de la pareja puede pensar que cualquier opción es preferible a sentirse
atrapado, ya sea por la culpa, la compasión, el odio, la preocupación por los efectos que
el divorcio pueda tener sobre los hijos, por las necesidades o la dependencia económica
u otros motivos que mantienen vinculadas a las parejas, aun cuando consideren su
matrimonio disfuncional. Finalmente, llegan a la conclusión de que la única solución es
el divorcio. Independientemente de la razón que motiva la decisión del divorcio,
generalmente las personas que la toman tienen la esperanza de mejorar en algún aspecto
su calidad de vida y/o la de sus hijos (Wallerstein, J. y S.Bakeslee, 1990).
En general, los estudios realizados sobre divorcio apuntan a que, en mayor
medida, son las mujeres quienes deciden la separación, tomando la iniciativa también en
torno al desarrollo del trámite (Calderoni, S., 2005; Dowling, E. y G.Gorell, 2008;
Ribeiro, M., 1994a, 2010c; Zúñiga, M., 2005). Este hecho, en combinación con las
transformaciones paulatinas que han venido ocurriendo durante las últimas décadas,
tanto en el contexto socioeconómico, demográfico, político, histórico y sociocultural,
así como en el interior de la familia, inducen al cuestionamiento de la forma y las
características que está adquiriendo el fenómeno del divorcio.
Como ya se señaló, la familia contemporánea vive una situación de enorme
complejidad. Por un lado, las profundas transformaciones del contexto ejercen presiones
sobre la institución familiar, demandándole cambios y reajustes que incrementen su
participación en la sociedad (cfr. Ribeiro, M., 2010c), a la vez que reorientan su
consumo y le permiten realizar su insustituible función de reproducción social; por otro
10
lado, la familia enfrenta como grupo una mayor demanda de sus miembros respecto a
renovadas y crecientes necesidades que cubrir.
Pero, a la vez, las familias enfrentan profundas contradicciones, enmarcadas, por
una parte, en la lucha interna entre las permanencias vigentes, sobre todo en el
imaginario social que existe en torno a los géneros y el rol de los mismos en el interior
del hogar, con los cambios que se demandan en torno a la vida cotidiana y el reacomodo
en las tareas y roles a seguir. Por otra parte, también está presente una confrontación
constante entre los viejos y nuevos valores que empujan hacia lo tradicional y lo
innovador en igual medida, impulsando un vaivén en el que muchas familias,
particularmente parejas, se encuentran en lo que implica un proceso transicional. Es
decir, enfrentan un proceso de transición entre un modelo tradicional —padre
proveedor, madre ama de casa— con el que fueron educados y que se encuentra latente
en sus expectativas respecto al matrimonio y la relación de pareja,y un modelo más
innovador y en cierta forma equitativo —la madre trabaja y el padre incrementa su
participación en la crianza de los hijos—. Dicho proceso puede ser voluntario o
impuesto por la presión del contexto, puede ser acordado o vivido de manera
espontánea, puede ser planeado o improvisado para responder a las circunstancias.
En la confrontación mencionada, es imperativo señalar que aun cuando la mujer
se incorpore al mercado laboral e inicie un proceso transicional hacia un modelo más
equitativo, esto no llega a constituirse en tal la mayoría de las veces, sobre todo porque
tanto en el imaginario social previamente mencionado, como en el eje estructural que
subyace a las relaciones entre los géneros, es decir, la “división sexual del trabajo”,
permanece la norma de la relación asimétrica entre hombres y mujeres, además de una
marcada división de tareas y de recursos, con la correspondiente distribución de poderes
7
(Bourdieu, P., 2003; Butler, J., 2000; García, B. y O. Oliveira, 1994 y 2005; Lamas,
M.. 2000; Maier, E., 1999; Serret, E., 1999). Esta marcada división del trabajo con base
7 No obstante, el hecho de que las mujeres desempeñen un empleo o actividad
económica extradoméstica está asociado con la posibilidad de divorciarse, ya que en
tales circunstancias las mujeres cuentan con mayores recursos para salirse de una
relación insatisfactoria o poco gratificante.
11
en el sexo define no sólo las tareas y recursos para cada género, sino también los
espacios y las ocupaciones, asignando una distinta valoración a lo concerniente al
espacio y tareas masculinas sobrevaloradas, en tanto que las femeninas son devaluadas.
A partir de ello, desde una perspectiva de género se explica la existencia de la
subordinación femenina que atraviesa todas las relaciones sociales.
La situación de subordinación presentada por la mujer determina que el proceso
de ajuste iniciado tras su incorporación al mercado laboral quede inconcluso, en tanto
no llega a concretarse una redistribución de tareas y recursos entre los sexos,
repercutiendo en el papel de la mujer —sobrecargada— y una reducida participación en
el control de los recursos. Por ello adquiere mayor importancia el estudio del nivel de
autonomía ligado con el acceso y control de los recursos que la mujer logra y,
principalmente, su participación en la toma de decisiones.
El nivel de autonomía de la mujer implica esencialmente la negociación y
redistribución de tareas entre los sexos: domésticas, de crianza y extradomésticas; y la
distribución de recursos económicos, de tiempo y afectivos. Estos últimos, en ocasiones,
tienen que ser modificados o redistribuidos sobre la marcha para hacer frente a las
cambiantes circunstancias que enfrentan las parejas, tanto por las presiones externas, del
contexto socioeconómico y cultural, como a las internas, etapas del ciclo de vida
familiar y las cambiantes necesidades de sus miembros.Este reacomodo y reajuste no se
realiza de forma fácil; es común que en ello estén presentes tensiones y ambivalencias
entre la pareja que pueden provocar una ruptura en su relación, con el consecuente
divorcio de manera posterior, además de enfrentar los efectos del mismo de manera
diferenciada con base en los recursos de cada sexo.
Por otra parte, no podemos considerar que la situación de las familias y los
motivos de la salida de la mujer al mercado de empleo durante su unión sean los
mismos; por el contrario, partimos de la existencia de una diversidad en ello. Tampoco
podemos comparar la posición que la mujer ocupa en el interior del hogar y el nivel de
autonomía logrado durante el matrimonio; éste es otro aspecto sumamente variable,
tanto entre los niveles socioeconómicos de la sociedad, como de acuerdo con la
12
heterogeneidad de los contextos en que se encuentra inmersa la familia. Desde la teoría
de la estructuración y praxis social de Anthony Giddens(1992) es posible analizar la
acción de las mujeres en cuanto a un proceso de transformación de objeto —o persona
dependiente— a sujeto que se apropia o responsabiliza de su propio bienestar y, por lo
tanto, decide y actúa en pro de tal bienestar.
Ello además determina distintas necesidades entre las familias, demandando la
comprensión de un abanico de situaciones entre las parejas. Por todo ello, es aún más
importante estar conscientes de la diversidad y complejidad presentes en el estudio de la
relación que existe entre el nivel de autonomía y de su contraparte —nivel de
dependencia— femenina, con los posibles efectos vividos por las mujeres de manera
posterior al proceso de divorcio conyugal y su impacto en el nivel de bienestar, tanto
personal como familiar.
Estudios que indagan sobre la relación entre el papel de la mujer y el divorcio
Los resultados arrojados por un estudio previo sobre el divorcio realizado en Monterrey
(Ribeiro, M. y R. Cepeda, 1991), el cual indagó en torno a la actitud tradicional o
igualitaria entre los sexos,muestran que entre las parejas de divorciados que se
encuestaron predominan las actitudes intermedias, corroborando que el grueso de la
población entrevistada no se ajusta ya al modelo estereotipado de roles sociales en
función del sexo, sino que se encuentra en un proceso de “transición” hacia un modelo
más igualitario de relaciones entre hombres y mujeres. Esa posición intermedia entre la
actitud tradicional y la actitud igualitaria se encontró en 72 por ciento de las mujeres y
68 por ciento de los hombres. Sin embargo, acordecon lo esperado, se advierte la
presencia de mayor proporción de hombres —26 por ciento— que de mujeres —17 por
ciento— cuya actitud es tradicionalista. Contrario a ello, la proporción de mujeres —12
por ciento— que presenta una tendencia progresista o igualitaria supera ligeramente a la
de los hombres —7 por ciento—,lo que sugiere posibles fuentes de fricción en las
parejas.
13
El mismo estudio señala que el cambio de posición de la mujer se torna la
variable más importante para interpretar el desajuste de las relaciones de pareja, en tanto
choca con los rígidos patrones de organización familiar vigentes, los cuales
fundamentan su funcionalidad en la división de tareas entre los sexos. Además, al
presentarse escasa correspondencia entre lo que esposos y esposas opinan en relación
con el rol sociofamiliar femenino, es de esperarse que surjan conflictos que afecten al
grupo familiar en todas sus dimensiones.
Otro estudio de tipo longitudinal realizado porKrisanneBursik (1991), con tres
muestras de mujeres divorciadas en el contexto estadounidense, retoma lo señalado por
varios estudios previos (Brown yManela, 1978; Granvold, Pedler ySchellie, 1979,
citados en Bursik, K., 1991) en torno a las actitudes que sobre el rol sexual del
individuo resultan ser predictores importantes de la adaptación a la separación y al
divorcio. Dichos estudios habían resaltado en sus hallazgos que las mujeres con
actitudes de un rol sexual tradicional experimentaban menor ajuste positivo y
reportaban altos niveles de trastornos psicológicos durante el proceso de separación y de
divorcio; todo ello independientemente de su edad, raza, educación o el estado de
trabajo.
La investigación de KrisanneBursik(1991) incluye, entre varias hipótesis, la
siguiente: “las mujeres con actitudes de rol sexual no tradicional presentan más altos
niveles de ajuste postseparación que aquellas con actitudes de rol sexual tradicional”.
De acuerdo con los resultados arrojados por dicho estudio, la actitud hacia el rol sexual,
junto con el aislamiento social y la actitud surgida entre los cónyuges, mostraron una
fuerte correlación con el ajuste social, de lo cual se deduce que la actitud hacia el rol
sexual —menos tradicional y más autónomo— es un fuerte predictor del ajuste social
mostrado por las mujeres tras el divorcio y, por ende, de su nivel de bienestar.
Otro estudio realizado en el contexto latinoamericano, concretamente en
Argentina, es el deMaría Constanza (2004), centrado en la búsqueda de los recursos y
estrategias de vida de las mujeres para afrontar los efectos del divorcio y conformar una
familia monoparental. Dicho estudio, de tipo cualitativo, se enfoca a las mujeres de
14
estratos medios que han enfrentado alguna vez el divorcio, independientemente de su
estado civil actual.Esta investigación llegó a la conclusión de que las mujeres con
unaautonomía más desarrollada fueron las que presentaron los mayores recursos para
conformar de manera satisfactoria una familia monoparental y presentar estrategias de
vida que las llevaron a un mayor grado de ajuste y de bienestar posterior al divorcio.
Factores relacionados con el incremento del divorcio
Entre los principales factores detonantes del divorcio —mayor participación de la mujer
en el mercado laboral, proceso transicional que enfrentan las parejas de un modelo
tradicional a otro más innovador y democrático— señalados por diversos autores
(Amato, P., 2010, Burín, M. e I.Meler, 1998; Cerruti, M., 2002; Palacios, A., 1998;
Ribeiro, M. y R. Cepeda, 1991; Wainerman, C., 2002), sobresale su relación con la
autonomía de la mujeren las últimas décadas, en tanto que ésta, en la actualidad, ha
tomado un papel más activo en el mercado laboral, producto principalmente de los
cambios económicos, sociales, políticos e ideológicos observados tanto en el exterior
como en el interior de la familia. Aunado a lo anterior, persiste una evolución paulatina,
no sólo del papel de la mujer en el interior de la familia, sino también de la
renegociación entre los cónyuges en torno a la distribución de tareas y
responsabilidades, generándose en ello tensiones y ambivalencias que van desde la
cooperaciónhasta el conflicto8.
Otro factor importante relacionado con esta cuestión es la centralidad de la
familia en la pareja conyugal, señalada por diversos autores (Ariza, M. y O. Oliveira,
2004; Giddens, A., 1999; Leñero, L., 2002; Palacios, A., 1998) como parte de las
transformaciones familiares ocurridas en las últimas décadas. Adicionalmente, Mabel
Burín e Irene Meler (1998) subrayan que el hecho de que la base de la unión conyugal
se encuentre puesta en el amor romántico—cuyo ideal ha sido ampliamente difundido
8 Según Paul R. Amato (2010), entre las evidencias encontradas en los Estados Unidos
y que relacionan la actividad laboral femenina con el riesgo de divorciarse, se encuentra
precisamente el hecho de que el trabajo de las mujeres en el exterior del hogar genera
tensiones relacionadas con la división del trabajo doméstico.
15
por los medios de comunicación, incluyendo al erotismo como fuente principal de
satisfacción en la pareja—, es lo que ha tornado vulnerable en mayor medida al
matrimonio. Nathan W. Ackerman (1986) ha subrayado que la prioridad adquirida por
las necesidades afectivas de los miembros, particularmente de la pareja, es algo
característico de los cambios familiares de las últimas décadas, lo que a su vez genera
mayores expectativas en los cónyuges en torno a la búsqueda de felicidad en el
matrimonio. Manuel Ribeiro (1994a) señala que la existencia del divorcio confirma que
la dicha y la afinidad entre los miembros de la pareja son aspectos esenciales en las
relaciones de matrimonio.
Un aspecto considerado también como factor coadyuvante del incremento en los
divorcios es la transformación —y sobre todo diferenciación entre los sexos— en
cuanto a expectativas y significados que se presentan en torno al matrimonio y la
relación de pareja, generando distintas visiones acerca del matrimonio, en ocasiones
contrapuestas, variando también de acuerdo al estrato socioeconómico y a otras
cuestiones, particularmente las culturales e ideológicos. Entre los diversos autores que
abordan las diferencias en expectativas de los géneros (Ariza, M. y O. Oliveira, 2002;
Barahona, R., 2004; Giddens, A., 1992; Quilodrán, J., 2003), se retoma brevemente lo
expuesto por Giddens (1992), quien señala que las mujeres relacionan directamente la
idea del amor romántico con el ideal de intimidad emocional, ligándolo además con la
idea de perpetuidad de la relación; mientras que los hombres relacionan el amor
romántico con la idea de amor pasional —unido al sexo y al placer—, ligándose
directamente a la idea de flechazo a primera vista y el carisma de la persona elegida, por
lo que no tiene que estar siempre relacionado con el matrimonio, ni tampoco ser
perdurable.
Las diferencias señaladas en cuanto a expectativas que tienen los hombres y
mujeres respecto al matrimonio, entre otras,son una posible causa de tensión y
ambivalencia entre los cónyuges. Por lo general, se considera al matrimonio como un
cambio central en la vida y al que no siempre es fácil adaptarse, sobre todo cuando se
tienen distintas concepciones del matrimonio entre los miembros de la pareja (Burín,
M.e I.Meler, 1998).
16
Como se indicó anteriormente, entre los factores señalados como coadyuvantes
del divorcio sobresale su relación con el cambio de papel en la mujer, en particular el
nivel de autonomía logrado por ésta. No obstante, es importante subrayar que la
situación de la mujer, de acuerdo con la literatura (Ariza, M. y O. Oliveira, 2004; Butler,
J., 2000; Casique, I., 2004; Cerruti, M., 2002; García, B. y O. Oliveira, 2004; Lamas,
M., 2000; Rendón, T.,2008; Ribeiro, M., 1994b; Wainerman, C., 2002) y las estadísticas
oficiales revisadas, es de subordinación. Ello es notorio sobre todo en sus relaciones de
pareja —durante el matrimonio—, pero aun sobrepasando la situación familiar, en tanto
se reproduce en el mundo social y laboral. Concretamente en este último ha sido
señalada la existencia de una triple segregación: de sector, ocupacional y salarial, que
coloca a la mujer en una situación de mayor precariedad laboral y social encomparación
con el hombre.
Es importante insistir en el hecho de que aun cuando la mujer trabaje, mantiene
una posición subordinada respecto al hombre, asumiendo con frecuencia una doble
carga: su responsabilidad en la actividadextradoméstica así como en la crianza y
cuidado de los hijos y en las tareas del hogar.Tiene, incluso, un papel limitado en la
administración y disposición de los recursos, sobre todo los financieros y de uso del
tiempo. Ello implica una escasa redistribución de tareas, situación confirmada por
numerosos estudios (Cacique, 2004; Ribeiro, M., 2004b y 2006; Vite San Pedro, S.,
1999) y que ha sido llamada ‘la revolución estancada’ por Arlie R. Hoschild (2008) y
retomada por Catalina Wainerman (2002).
Efectos del divorcio
En torno a los efectos presentes tras el divorcio, se pueden identificar tanto aspectos
positivos como negativos, los cuales se encuentran matizados por una serie de
elementos: percibirse como abandonado o el que abandona; los motivos del divorcio;
17
tener hijos y quedar a cargo de los mismos; incluso la edad, el tiempo de matrimonio y
el género.
Entre los efectos experimentados por los excónyugesde manera posterior al
divorcio, se podrían esperar marcadas diferencias entre los sexos si se parte de la
situación diferencial que, por lo general,hombres y mujeres tienen tanto en el interior
como en el exterior del hogar desde el matrimonio9. Ya algunos de los estudiosos sobre
el género10 (Bourdieu, P., 2003; Lamas, M., 2000; Scott, J., 2000) han señalado que las
relaciones entre hombres y mujeres se encuentran establecidas en torno a una marcada
distribución de tareas y, principalmente, en torno a la distribución de poder, que implica
un control diferencial sobre los recursos materiales y simbólicos, o el acceso a los
mismos.
Esta diferenciación entre mujeres y hombres en torno a las tareas y recursos del
hogar es señalada por varios autores (Bourdieu, P., 2003; Casique, I., 2004; Cassigoli,
R., 2008; García, B. y O. Oliveira, 2004; Lamas, M., 2000; Moreno, H., 2008; Ribeiro,
M., 2002, 2004; Sen, A., 1999), quienes subrayan la presencia de una división del
trabajo con base en el sexo, en la que está presente una relación asimétrica entre
hombres y mujeres que termina colocando a lassegundas en una situación subordinada,
donde carecen en muchos casos de la capacidad —libertad— de decidir respecto a los
recursos —económicos, materiales y de tiempos— en el interior de la familia; y ello aun
cuando participe como proveedora del ingreso familiar.
9Para BernardetteBawin-Legros (1988), las razones de lo que ella llama el
desmoronamiento matrimonial durante la segunda mitad del siglo XX refieren,
principalmente, a dos factores exógenos, uno de los cuales alude al hecho de que el
confinamiento doméstico no pudo resistir a los grandes movimientos de democratización
que tocaron a las sociedades industriales en la mitad del siglo XX. Cada miembro de la
familia buscó sus espacios de libertad y de autonomía bajo la influencia de movimientos
sociales, el más importante entre ellos, sin duda, el movimiento feminista.
10 Se retoma el concepto de género planteado por Joan Scott (2000), quien señala que
éste es definido por la conexión integral entre dos ideas: el género como elemento
constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen a los
sexos y el género como una forma de relaciones significantes de poder.
18
La posición de subordinación señalada conlleva a que la mujer se encuentre en posición
de desventaja al ser dependiente del marido, haciéndola más vulnerable ante los efectos
del divorcio una vez consumada la separación.
Fernández (1993, citado por Burín, M.e I.Meler, 1998) hace hincapié en el
impacto diferente del divorcio entre los cónyuges, dependiendo principalmente del
acuerdo matrimonial previo —tradicional o innovador—. Así, por ejemplo, las mujeres
que dependen económicamente de sus esposos y se ven a sí mismas como un “ser de
otro”, experimentan el divorcio como una versión actual de repudio bíblico, sumándose
al sentimiento de rechazo y abandono y a la desprotección social y económica,
llevándolas con frecuencia a padecer depresión. Por el contrario, aquellas esposas que
desarrollaron autonomía económica y subjetiva enfrentan menores dificultades en el
proceso de separación y divorcio, aunque ello no evita la presencia de trastornos
psicosomáticos, frecuentemente en su aparato reproductor y órganos genitales —
fibromas, quistes de ovario, nódulos mamarios y aun hemorroides y úlceras gástricas o
duodenales—, debido en ocasiones a la sobrecarga de tareas y responsabilidades. De
acuerdo con el estudio de Fernández, en el caso de los varones se advierten
principalmente ansiedad y patologías orgánicas diversas, así como un notorio
incremento de conductas adictivas al tabaco, el alcohol y las drogas ilegales.
Entre los efectos negativos sufridos por los excónyuges tras el divorcio, que han
sido señalados como determinantes del bienestar familiar en estudios previos, están los
siguientes:
a) Los económicos: por lo general, las mujeres se ven en la necesidad de trabajar para
solventar los gastos del hogar o bien incrementar el ingreso de la pensión
alimenticia, con frecuencia insuficiente para cubrir las necesidades propias y de los
hijos (Henríquez, M., 1998; Mauldin, T., 1991; Molina, O., 1999).En el caso delos
varones se ve disminuido su ingreso y, con ello, su posibilidad de sostener una
nueva familia;
b) el estrés: ocasionado por la necesidad de reajuste y adaptación a la nueva situación;
las mujeres se encuentran solas y con un fuerte sentimiento de fracaso, enfrentando
19
un proceso de ajuste que les implica el desempeño de nuevos roles como el de ser
sostén y a la vez estar a cargo del cuidado de los hijos (Bursik, K., 1991); mientras
que los hombres generalmente enfrentan el distanciamiento —al menos físico— con
los hijos y un proceso de ajuste a los cambios en las relaciones familiares;
c) los físicos: a causa del estrés; los sentimientos de culpa y de fracaso, aunados a la
sobrecarga, producen síndromes depresivos y trastornos psicosomáticos, presentes
de manera diferencial entre los sexos (Garvin, V., N.Kalter y J.Hansell, 1993;
Molina, O., 1999).
Los efectos psicológicos se caracterizan principalmente por un proceso de duelo y
depresión, a la vez que se experimenta una fuerte carga moral en tanto que la imagen de
mujer divorciada no goza de aceptación social; en algunos casos, además, se enfrenta la
pérdida de algunas fuentes de apoyo social, como parientes políticos o amigos en común
del matrimonio que se disolvió. No obstante, estos efectos sicológicos pueden variar en
gran medida, dependiendo de la situación enfrentada, tanto de manera previa como
posterior a la separación. De acuerdo con un estudio realizado por María Regina
Henríquez (1998) con mujeres de sectores mediosde la ciudad de México en torno a las
principales significaciones otorgadas al divorcio, se advierte que las de “opción de
cambio”, “liberación” y “problema” fueron las más frecuentes.En sus conclusiones, el
estudio señala que no todos los efectos son vividos de forma negativa por las mujeres,
en tanto que aquéllos dependen de la manera en que se transitó el proceso de separación
y divorcio, así como de los recursos disponibles para enfrentar el mismo y sus
principales consecuencias.
En
esta
misma
línea,
autores
como
Caplan(1974),
Bloom,
White
y
Asher(1979),Chiriboga yCutler, (1977) —citados por Bursik, K., 1991—, al igual que
estudios empíricos sobre los efectos del divorcio como los de Brown yManela(1978) y
Salts (1979)—también citados por Bursik, K., 1991—, señalan que la crisis del divorcio
puede llevar a tener posibilidades de crecimiento y adquirir habilidades para enfrentar
mejor el futuro y con mayor eficacia, lo que implica que no todos los efectos vividos
tras el divorcio serán negativos.
20
Por su parte, Emilia Dowling y Gil Gorell (2008), partiendo de un estudio
realizado en Londres con familias que acudieron a solicitar atención clínica de manera
posterior a un divorcio, muestran que los efectos varían en función del género, la
posición que guardan en torno al divorcio —abandonar o ser abandonado(a)—; el
motivo del divorcio; cambios de domicilio y otras transformaciones; la certeza sobre la
decisión de divorciarse; las preocupaciones por el efecto en los hijos y por los
problemas cotidianos, económicos y materiales.
De acuerdo con las observaciones del mismo estudio, algo complicado para las
madres era estar pendiente de las necesidades de los hijos y cubrirlas en un momento en
que ellas se encontraban en situación vulnerable.Lo anterior resulta relevante para el
bienestar propio y de los hijos, sobre todo que el mismo estudio señala cómolos efectos
del divorcio en los hijos dependen en buena medida de que el padre que se ocupa del
domicilio familiar —generalmente la madre—se desenvuelva bien, es decir, regule y
resuelva las necesidades de la vida familiar cotidiana (Dowling, E. y G. Gorell, 2008).
Un estudiode Olga Molina (2000), realizado con mujeres trabajadoras en Nueva
York, encontró entre los principales efectos del divorcio: sentimientos de malestar,
enojo, ambivalencia y culpa, lo que se combinó con un uso inadecuado de sus recursos
financieros. Todos esos efectos produjeron fuertes niveles de estrés que dificultaron la
adaptación de sus familias a la nueva situación. El estrés observado reportó efectos en
cinco áreas de la vida familiar: financiera, de empleo, educación, casa y salud.
Centrándonos en México, un estudio realizado por Cecilia Rodríguez (1997) en
la capital del país sobre el proceso en que se accede a la jefatura femenina,encontró que
al ser asumida por mujeres divorciadas éstas enfrentan, en un primer momento, una
serie de temores, entre los más frecuentes: no tener suficiente dinero, no saber cómo
educar a los hijos y el “temor al qué dirán” —al rechazo, a la crítica—; no obstante,
estos temores variaron en función de la clase social de pertenencia, lo que significó
contar o no con recursos materiales y simbólicos —trabajo, apoyo familiar, estudios,
cultura, relaciones sociales y otros—. Otros factores que mostraron tener relevancia en
los temores enfrentados fueron: la edad de las mujeres, su participación en la decisión
21
de separarse y sus características de personalidad. Para enfrentar los temores y superar
los efectos del divorcio, un factor que resultó de particular importancia fue la
experiencia laboral con la que contaban.
De manera similar, un estudio realizado en Monterrey con mujeres divorciadas
reporta en sus conclusiones que entre los principales problemas que enfrentaron las
mujeres al separarse y realizar su divorcio, estuvieron en primer plano las dificultades
económicas; luego de éstas fueron señaladas las consecuencias emocionales y sociales.
Entre las mujeres incluidas en el estudio, la lucha por encontrar un empleo resultó ser la
principal estrategia emprendida por aquéllasa fin de satisfacer sus necesidades básicas y
las de sus hijos (Zúñiga, M., 2005).
Las mujeres representan un sector de particular interés para este estudio,
principalmente porque la literatura en torno al tema señala que,por lo general, son ellas
quienes quedan a cargo de la custodia de los hijos. Además, la situación de
subordinación que presentan,tanto en el interior de la familia como en la sociedad, las
coloca en una situación particularmente vulnerable, sobre todo si se considera que la
mayor parte no trabajó durante su matrimonio, o bien lo hizo de manera intermitente,
tornándose difícil su reincorporación al mercado laboral una vez consumada la
separación del cónyuge y el divorcio.
A manera de conclusión
El divorcio como fenómeno en expansión, pero principalmente como signo de los
cambios observados en la disolución conyugal11, conforma —como se ha señalado—
uno de los principales indicadores de la segunda transición demográfica, a su vez
vinculada con una serie de transformaciones ocurridas en el interior de la familia,
mismas que han estado vinculadas, de manera directa, con un cambio en el papel de la
11 En México, la principal forma de disolución conyugal ha sido la viudez y, en menor
medida, las rupturas o separaciones entre los cónyuges. A partir de los datos señalados,
la última modalidad cobra cada vez mayor importancia en el país, aun cuando sigue
constituyendo la segunda causa en proporción.
22
mujer, del varón y de los hijos, así como de los nuevos significados adquiridos por éstos
en las relaciones familiares. Ante lo señalado, el aumento del divorcio representa un
indicador relevante de las transformaciones sociales y familiares, cuyo análisis permite
adentrarse de manera alterna en las transformaciones ocurridas a escala macrosocial, así
como en las repercusiones que éstas tienen en los cambios ocurridos en el interior de la
familia.
Se puede señalar que los efectos que las personas divorciadas enfrentan de
manera posterior al divorcio son múltiples y diversos, al observarse tanto de índole
positiva como negativa en ámbitos como el económico, de salud, emocional o laboral;
en sus relaciones tanto familiares como sociales; en los sentimientos de felicidad, entre
otros. En ello influyen algunos de los factores previamente señalados, como quién
decidió el divorcio y los motivos considerados sus causas; el género; el nivel
socioeconómico al que se pertenece y los recursos que se tienen para enfrentar el
proceso, tanto de separación como de reajuste a las nuevas condiciones, entre los que
destaca el nivel de autonomía logrado durante el matrimonio y de manera posterior al
divorcio, esto último de forma particular en el caso de las mujeres.
Asimismo, cabe subrayar que aun cuando los estudios sobre el divorcio en el
estado de Nuevo León son escasos, se advierte en la revisión de la información
disponible que se trata de un fenómeno social en expansión, cuyas dimensiones se han
multiplicado durante los primeros años del presente siglo, además de mostrar ciertos
cambios durante las últimas décadas, como el incremento de divorcios en los
matrimonios con duración mayor de 10 años; una mayor tendencia a recurrir al divorcio
voluntario; el incremento de la edad promedio en los solicitantes de divorcio; y la
notoria escolaridad mayor en las personas que se divorcian. Lo anterior, aunado al
hecho de que las mujeres que se divorcian trabajan cada vez en mayor proporción, nos
indica cambios tanto en el proceso de ruptura y separación, como en la manera en que
se enfrentan los efectos posteriores al divorcio y las repercusiones de los mismos, tanto
en los participantes de un divorcio como en su(s) hijo(s) cuando los tuvieron.
23
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