MARZO
MODELO MES
DEL
2010
MUSEO DEL TRAJE. CIPE
Avda. Juan de Herrera, 2. Madrid, 28040
Teléfono: 915504700. Fax: 915504704
Departamento de difusión: difusion.mt.@mcu.es
http://museodeltraje.mcu.es
Los modelos más representativos de la exposición
Nº INVENTARIO:MT005205-09
El traje pasiego
Por Ana Guerrero y Américo López
SALA: Traje Regional
Domingos a las 12:30 horas
Duración 30 minutos
Asistencia libre y gratuita
EL TRAJE PASIEGO
La pieza objeto de este pequeño estudio es
un traje de pasiego, procedente de Vega del
Pas (comarca Pas-Iguña, Cantabria) y confeccionado en 1935, copiando otro de 1908,
que a su vez reproducía uno más antiguo.
Forma parte de la colección del Museo del
Traje. CIPE desde 1935, cuando era el Museo
del Pueblo Español, y se puede contemplar
en la sala de “El traje regional”, en la vitrina
denominada Memoria del Pasado
proceso de colonización) y al sur, ya en
Castilla y León; es pasiega la zona más norteña de la provincia de Burgos. De este modo
en el hábitat pasiego se incluirían las tres villas
pasiegas (La Vega de Pas, San Pedro de
Romeral y San Roque de Riomiera), Las
Machorras, perteneciente a Espinosa de los
Monteros (Burgos) y zonas de Ruesga,
Cayón, Valdeporres, Soba, Carriedo y Luena.
Pero empecemos por el principio. El
poblamiento de los valles pasiegos se produce a partir del inicio del siglo XI, época en la
que el Conde Don Sancho y su esposa Doña
Urraca deciden que los que viviesen bajo la
dependencia del monasterio de San Salvador
de Oña y fuesen a poblar el territorio situado
al norte de los Montes de Burgos (la zona de
los valles pasiegos entre otros) se verían
beneficiados de la exención del tributo de
montazgo que gravitaba sobre el aprovechamiento de los pastos. Los pastores que
comenzaron a aprovechar los montes del
CONTEXTO
El grupo humano de los pasiegos se asienta
en la zona centro-sur de la Comunidad
Autónoma de Cantabria, en los llamados
valles pasiegos: Pas, Pisueña y Miera. Bien es
verdad que el mundo pasiego no se circunscribe exclusivamente a estos valles y sólo a
Cantabria, pues existe “pasieguería” en los
territorios próximos (por efecto de un viejo
Lamasalcarro, Valle del Pas. Colección de C. Valles pasiegos.
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MODELO DEL MES DE MARZO
Cabaña pasiega. Colección de C. Valles pasiegos.
norte lo hicieron con los ganados del mencionado monasterio y posteriormente con los
pertenecientes a la nobleza, que fue la que
utilizó el espacio desde el punto de vista pastoril, quedando a cargo del monasterio de
Oña el derecho de recaudación de los diezmos. En esta etapa histórica primaba el uso
extensivo del territorio con rebaños que aprovechaban desde los pastos de los fondos de
valle, pasando por las zonas boscosas de las
medias laderas, para terminar en los agostaderos de altura; es decir los puertos.
En el siglo XIV, Enrique III concedió a
Espinosa de los Monteros el “derecho de herbaje”, que lo único que hacía era legalizar una
situación de hecho, pues desde el XIII eran los
habitantes de Espinosa y de sus pedanías los
que usaban el territorio al norte de la divisoria.
Paulatinamente, los ganaderos de este municipio fueron ocupando este espacio de modo
permanente, con rebaños propios, y crearon
los primeros asentamientos estables. El uso
pastoril del medio implicaba la necesaria dispersión del poblamiento como obvia estrate-
gia de aprovechamiento de los pastos de
forma más o menos individualizada, evitando
en lo posible densidades altas de animales
que agotasen los pastos y pusiesen en peligro los diferentes rebaños allí instaladas.
En 1561 se publica una ejecutoria que
garantiza la legalidad del cercado (los “cierros” de fincas) para uso particular; normalizan así una realidad que venía de tiempos
atrás. Esta práctica va a transformar el paisaje de las tierras pasiegas, pues cada prado
cerrado acoge, andando el tiempo, su correspondiente cabaña, con su zona destinada al
ensilado (‘payo’) y a la estabulación y otra a
vivienda. Las implicaciones de esta variedad
de uso del suelo obliga a los propietarios
ganaderos a buscar soluciones para alimentar durante todo el año a su ganado, y el
pasiego resuelve el problema con pequeñas
fincas escalonadas desde el fondo de valle
hasta los pastos de verano en los puertos; de
esta manera, él y su ganado pasan las invernadas en el fondo de los valles y los veranos
en los pastos de altura.
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EL TRAJE PASIEGO
¿Quiénes son los pasiegos?
Estamos frente a un grupo humano fundamentalmente de pastores y, en menor medida, de trajineros, sobre el que cayeron las
sospechas, por “diferentes”, de oscuro e
impuro linaje, como ocurrió con otros grupos
humanos en diferentes ámbitos geográficos,
también diferenciados de sus vecinos, como
los maragatos y los vaqueiros asturianos.
Lasaga Larreta, a mediados del siglo XIX,
hablando del hecho diferencial de los pasiegos, nos dice que es morador de las montañas, ostenta entre nosotros las costumbres
de un pueblo pastoril, traficante y nómada
como el árabe. Por si este guiño fuera poco,
y para abundar en la creencia de la peculiaridad y oscuros orígenes de este colectivo,
añade que España (…) apenas ofrece hoy
más que pequeñas diferencias entre sus
pobladores; el tiempo ha obrado completa
fusión entre las razas que la ocuparon en distintas épocas; en nuestro concepto sólo
queda el Pasiego; y esa otra familia de origen
Bohemio, que habita siempre los arrabales de
las poblaciones (…). Figúrese el lector al
árabe del desierto, o de la campiña, que
acude a los zocos, u éste será el Pasiego: de
las encrespadas montañas que habita baja a
los valles, siempre agobiado con el cuévano
(…); planta su cabaña en las laderas o en los
cerros más elevados, libre y aislado; puede
decirse que no conoce más sociedad que la
familia; cambia los productos de su ganado
en los mercados de los valles cántabros y con
el valor de ellos sube el alimento a la prole.
Esta opinión y otras muchas de semejante
cariz nos acercan a un grupo humano claramente diferenciado del resto de los habitantes
de los valles próximos, que ha sabido explotar el medio en el que vive creando un sistema ganadero muy sofisticado y de probada
rentabilidad; que generó un sistema de producción basado en las posibilidades que le
brindaba el medio natural, el cual le permitió,
además, desarrollar una artesanía en madera
y subproductos animales (desde aperos
hasta instrumentos musicales) de alto valor
utilitario y estético; que ha dotado al medio
físico en el que vive de una fisonomía inconfundible; y que sigue despertando un gran
interés entre los que visitamos los valles
pasiegos.
Vida cotidiana
Una actividad, en especial, se haya unida al
mundo pasiego: la ganadería. Históricamente
el pasiego ha tenido una fuerte inclinación
hacia la cría y manejo de ganado.
El sistema de explotación ganadera que
adoptaron los pasiegos se caracteriza por
ciertas particularidades que desde muy antiguo lo han diferenciado de los usos habituales del resto de los ganaderos de Cantabria.
La norma general ha sido, y aún lo es hoy
Tarjeta postal. Grupo pasiego en Sevilla,
2 de mayo de 1908. Museo del Traje. CIPE
(MTDF012824)
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MODELO DEL MES DE MARZO
aunque en menor medida, la suelta del ganado a los prados y montes donde pastan en
libertad, con una gestión de la cabaña muy
relativa y puntual. El pasiego, por el contrario,
desde tiempos muy tempranos ha hecho una
gestión muy productiva de sus animales,
encaminada a lograr la más adecuada optimización de todos los recursos que entran en
juego en una explotación ganadera.
Se debe recordar que la propiedad en
estos valles es típicamente minifundista, por
lo que una explotación óptima es de absoluta
necesidad si se quiere mantener este medio
de vida. Para ello crea una estrategia basada
en los prados a diferentes alturas (hierba todo
el año), en una “carga” ganadera adecuada a
la tasa productiva de sus parcelas y, por último, en la mejora de su cabaña ganadera;
opta por animales de mayor rentabilidad productiva, lo que le lleva a la temprana (finales
del XIX) sustitución de la vaca autóctona (la
hoy desgraciadamente desaparecida pasiega), que daba leche de gran calidad –aunque
en pequeña cantidad- para su transformación
en derivados lácteos, por las vacas más productivas traídas de fuera: y la suiza (‘ratina’) y
la holandesa (‘pinta’). Hay que subrayar que
los pasiegos fueron los primeros que prestaron especial interés a la selección ganadera y
que, a lo largo de toda su historia reciente,
han ido adaptándose a los mercados cambiantes, sacando de ellos el partido que sus
pequeñas explotaciones les permitían obtener. Fueron asimismo los primeros en colocar
vaquerías en las proximidades de los centros
urbanos para así aprovechar el mercado del
abastecimiento de leche.
Para llevar a cabo su propósito de alimentar al ganado, el pasiego ‘muda’ varias veces
a lo largo del año. La ‘muda’ consiste en trasladarse con la familia y el ganado, en el
momento en que despunta la primavera,
Partiendo leña. Colección de C. Valles pasiegos.
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EL TRAJE PASIEGO
desde la cabaña donde pasa la invernada
(‘cabañas vivideras’, mejor acondicionadas
que las otras) a la cabaña inmediata que se
encuentra a mayor altitud. Así, a medida que
avanza el año, los ganados y la familia van
ascendiendo de cabaña en cabaña hasta
alcanzar los pastos de altura (‘branizas’) ya en
el estío, para -con los primeros fríos- iniciar la
‘muda’ final, que cierra la temporada, con el
descenso a la cabaña del fondo del valle,
donde su ganado pasa el invierno estabulado
y donde aprovecha así el heno que a finales
de la primavera o principios del verano se ha
segado y guardado en el ‘payo’.
La muda se realiza con la ayuda de caballos o burros a los que se coloca, a modo de
alforjas, dos cuévanos (‘covanías’), en los que
se transporta todo lo necesario para su vida
cotidiana; casi siempre él y ella cargan en su
cuévano los objetos que no se pueden llevar a
lomos de la caballería. La mujer, cuando tenía
un lactante, lo llevaba cómodamente instalado
en el cuévano niñero.
El cuévano es un importantísimo útil para
el pasiego, pues en la comarca no se utiliza el
carro debido a las grandes pendientes de su
orografía; es el eje central del modo de transporte pasiego. Pero el cuévano no es exclusivo de la “pasieguería”, pues en todas las
zonas vitivinícolas se ha utilizado y se utiliza
para el acarreo de la uva. Covarrubias dice en
su diccionario que es el cesto grande y hondo
para vendimiar...
En general, para hacer un cuévano se utilizan varas de avellano, y es creencia generalizada que hay que cortar esas varas en luna
menguante, y mejor si es la de enero (la primera del año), pues se cree que esta es “la
luna buena”. Una vez seleccionadas y cortadas las ramas se hacen las tiras o ‘varizas’
que pasan antes a remojo unos días para que
se flexibilicen. Con ellas se teje el cuévano a
partir de un armazón inicial que define el
fondo (un marco con una cruz) desde el que
se proyectan costillas o ‘costones’ hasta
alcanzar la altura requerida que coronará en la
boca del cuévano; todo este armazón se teje
con las ‘varizas’ hasta el completo cierre del
mismo. Para finalizar se colocan unas tiras de
cuero, de cuerda o de ‘varizas’ de avellano
(‘brazales’ los llaman en la región) que se
‘cosen’ a la base del cuévano y a la parte alta,
de modo que se pueda llevar a la espalda
como si fuera una mochila.
Existen muchos tipos de cuévano, lo que
apunta a un uso particular de cada uno de
ellos. El más habitual es el llamado de ‘trescolar’, que es de pequeño tamaño y se utiliza
para el transporte de pequeños volúmenes.
Pero el más cuidado es el “cuévano niñero” o
‘cuévana’, que se forra con bonitos tejidos y
se cubre con el ‘mantío’ -tela que se apoya
sobre el arco que lo culmina y que protege a
Fotografía. Pasiega con cuévano a la espalda.
Marqués de Santa María del Villar.
Museo del Traje. CIPE (MTDF021253)
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MODELO DEL MES DE MARZO
la criatura lactante, acunada por el rítmico
andar-. El ‘romeralo’ (o ‘bombo’) es el de
mayor capacidad y se utiliza para el acarreo
de grandes volúmenes (hierba, etc.). Además
existen el adaptado al transporte en caballerías, llamado ‘covanía’, y el destinado a las
mercancías para la venta, y conocido como
‘cobertero’ o ‘de traficar’, encima del cual se
colocaba una ‘cestaña’ en la que se ponían
los quesucos por ellos elaborados.
Los cuévanos, junto con otros útiles y elementos necesarios para la casa y la familia o
destinados a la venta a terceros, eran realizados durante el tiempo que no se empleaba
con el ganado. Entre los objetos que fabricaban estos artesanos temporales estaban los
relacionados con la explotación de praderías
(colodras, rastrillas, cuévanos, velortos...);
con los animales y sus productos (cebillas,
zapitas, coladores, cinchos o moldes de quesos, artesas de desuerado, bancos para
amasar el queso...); con la matanza (morteros
con sus correspondientes manos, maseras
para los picadillos...); con el vestir (las almadreñas, barajones, chátaras, complementadas por los escarpines...); etc.
Además, hay que señalar que en Pas, íntimamente relacionados con la ganadería,
hubo campaneros que fabricaron una amplia
gama -en tamaño y afinado- de esquilas,
zumbas y campanos. Incluso tuvieron una
producción diferencial con respecto a los
modelos que se hacían en el resto del territorio cántabro; nos referimos al “campano
pasiego”, que, siguiendo a Manuel García
Alonso, es de forma más cuadrada que los
habituales y lleva majuelo o badajo de madera, cuerno o hueso.
Esta economía familiar ponía en el mercado los excedentes que generaba, tanto los
objetos de uso cotidiano como los productos
derivados de su explotación ganadera. Era
esta una fórmula adecuada para completar la
economía doméstica y en muchas ocasiones
una ventajosa fuente de ingresos. Tal era el
caso de muchos ganaderos en Pas que consiguieron reconocimiento por su buen hacer
en la producción artesanal de almadreñas,
cuévanos, chátaras o tejidos.
Generalmente no son solo objetos funcionales sino también de bella factura y que además se hacían con la ayuda de pobres
medios técnicos; en la mayoría de los casos
una navaja y una gubia. Con frecuencia se
realizaban en madera o cuerno y los hacían
los hombres, mientras que la labor relativa a
los tejidos era ejecutada por las mujeres. Para
esta última actividad se solían reunir, una vez
acabado el trabajo con el ganado, varias
mujeres y hombres: mientras estas hilaban o
tejían, todos comentaban sobre diversos
temas, al modo de las ‘filanderas’ o ‘filandones’ de otras regiones.
Fotografía. Pasiega con cuévano niñero en
Villacarriedo. Marqués de Santa María del Villar.
Museo del Traje. CIPE (MTFD021249)
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EL TRAJE PASIEGO
De la aldea a la urbe: las amas de cría
La figura de la nodriza, que por antonomasia
está referida a la mujer pasiega, ha gravitado
sobre el imaginario nacional durante algo más
de dos centurias, despertando apoyos sin
reservas y, en el otro extremo, ácidas críticas
(véase, por ejemplo, la dureza con que las
trata Benito Pérez Galdós o Mesonero
Romanos). Presente en las columnas de los
periódicos, en la fotografía, en la pintura, en la
zarzuela y en la literatura, fue una figura que no
dejó indiferente a nadie.
Desde que la Casa Real dispusiera de sus
servicios y que, paulatinamente, éstos se fueran extendiendo a las pudientes clases de la
burguesía, la nodriza se fue convirtiendo en un
icono que subrayaba la bonanza económica
de las casas donde servía; fue a la postre un
Otro de los aspectos característicos de la
vida material pasiega es el tipo de construcción que han generalizado estos ganaderospastores; nos referimos a la cabaña.
Inicialmente fue una construcción precaria y
poco acondicionada para vivir largo tiempo
en ella: es la conocida por el nombre de ‘chuzón’ (no existen ejemplares de estas antiguas
construcciones), normalmente ubicada en los
altos y usada como refugio temporal.
Después se pasó a las cabañas de una sola
planta rectangular, con la cuadra debajo y la
troje bajo el tejado, habilitada para el heno y
para habitación del pastor, y separada de la
cuadra por un liviano envigado sobre el que
se colocan planchas de madera, lo que ya
indica una fórmula de pastoreo local más
estable; la cubierta solía ser de lancha de piedra. El siguiente paso en la evolución ocurre
con la aparición de la cabaña de dos alturas,
también de planta rectangular: en su piso
bajo se encuentra el establo y en el superior,
al que se accede por la cara estrecha de la
construcción -la zona correspondiente al hastial-, orientada al mediodía, una pequeña
solana da entrada a la vivienda y al payo; es
el modelo de “cabaña vividera”. También en
este caso la cubierta suele ser de lanchas de
piedra.
Al margen de sus valores estéticos hay
que resaltar su perfecta adaptación al medio
natural de estos valles, el uso de materiales
en armonía con el entorno y abundantes en la
zona (piedra y madera) y, por último, el hecho
de que hayan sido construidas para cumplir
una función específica, la de la alimentación
del ganado, cuestión esta que ha influido
poderosamente en su diseño. Valga como
ejemplo de lo dicho lo siguiente: la puerta de
la cuadra se había pensado para acoger una
vaca de pequeño porte como era la “pasiega”; al introducirse reses suizas y holandesas,
de mayor volumen, los ganaderos hubieron
de tocar las puertas para que estos animales
cupieran por ella.
Fotografía. Ama de cría con pendientes
y collares de monedas. Kâulak (ca. 1900).
Museo del Traje. CIPE (MTDF012889)
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MODELO DEL MES DE MARZO
elemento más de ostentación tan típico de las
clases burguesas acomodadas de la España
del siglo XIX y principios del XX.
Lógicamente esto implicaba una llamativa
puesta en escena a la que contribuía la orgullosa y arrogante figura de estas bravas amas,
el enriquecimiento del bello traje de la pasiega
-que llegó a ser el uniforme de las amas de
cría, sin importar su origen- y los adornos
(‘atavales’) que estas llevaban: grandes pendientes de bolas o monedas, preciosos ‘anfilerones’ para sujetar el tocado, llamativas
collaradas de coral y collares con profusión de
monedas. A este respecto cabe recordar que
el uso de mucho ornato en este país tiene
relación con las capacidades que se les imputaron para evitar ciertos males; es decir, han
sido tenidos como amuletos; y los valles
pasiegos, en esto, no eran diferentes al resto
de España. De este modo, el coral se consideraba como un buen remedio contra el mal
de ojo y las piedras blancas (piedras de leche)
o las perlas, que según nos cuenta Gustavo
Cotera llevaban las pasiegas entre sus collaradas, servían para facilitar la lactancia.
Esta situación oculta en alguna medida el
aspecto más trágico de estas mujeres que,
debido a la precariedad en que vivían, habían
de dejar la “tierruca” y a su bebé para criar el
de otra mujer, que o bien no podía alimentar a
su hijo o bien no deseaba “estropearse” con
una larga lactancia.
una cuadrilla de contrabandistas armados de
sus enormes palos con que cruzan los barrancos, ríos y despeñaderos, ni más ni menos
que pudieran hacerlo los corzos, te da a
entender de una manera bastante eficaz, que
no todo es paz y sencillez....
Por una parte todo el abandono de la vida
de los campos, por otra toda la vigilancia y
astucia de las ciudades; el fardo de mercancías prohibidas y las armas del contrabandista
junto al dornajo de leche y el haz de heno; he
aquí en dos palabras la vida y el carácter de
los montañeses de Pas.
La visión muy típica del romántico nos da
un cliché de estos pasiegos que parecen estar
listos para el combate. Dejando al margen los
aspectos caricaturescos, es verdad que algunos habitantes (ellos y ellas) de estas tierras
aprovecharon las ventajas que ofrecía el régimen fiscal vasco para contrabandear con productos comprados allí a un precio muy ventajoso, y luego vendidos en las diferentes
comarcas de Cantabria.
En relación a esto, el ya citado Enrique Gil
y Carrasco nos indica que también ellas hacen
sus expediciones al contrabando, y por cierto
que no ceden en robustez, aguante y sufrimiento a los hombres más recios y determinados del país. Y a continuación subraya que
estas mujeres son una especie de Lucrecias
de nabaja al cinto que no hay medio de avenirse con ellas.
Lo cierto es que la imagen del contrabandista no fue suficiente, por atractiva que fuera,
para ocultar la del trajineo legal al que muchos
pasiegos se dedicaron, desde los vendedores
de objetos artesanos de madera, los que se
dedicaron a la venta de queso y mantequillas,
aquellos otros que hicieron fortuna con los
helados o los barquillos, hasta los castañeros.
Encontramos pasiegos dedicados a estos oficios en toda la geografía española y en
Francia, donde vendieron helados y castañas,
mostrando un espíritu emprendedor y una
capacidad de adaptación envidiable.
No solo ganado, también comercio
y contrabando
Enrique Gil y Carrasco, en un artículo publicado en 1839, en El Semanario Pintoresco
Español, a resultas de un viaje al valle de Pas,
nos dice que esta ...tierra es áspera y quebrada por el lado de la montaña. ...por todas partes dividida en frondosas praderías y bosques,
sembrada de habitaciones rústicas, y poblada
de ganados, sólo ofrece imágenes de vida
sencilla y campestre; pero cuando más distraído te hallas en semejantes imaginaciones,
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EL TRAJE PASIEGO
TRAJE PASIEGO
siglo XVIII, y, por imágenes que se conservan
del XIX, se sabe que los hombres vestían ya
trajes similares al que vamos a comentar del
Museo.
Junto con sus accesorios, es un traje muy
funcional y está especialmente adaptado para
las actividades cotidianas que desarrollaban
sus portadores. No obstante, es menos austero que los del resto de la zona norte de la
Península (de oscuros colores, sobriedad en
el adorno...), quizá debido a las actividades
de contrabando y mercaderías en tejidos y
guarniciones, a las que se dedicaron durante
mucho tiempo los pasiegos.
Introducción
Tradicionalmente, se entiende por trajes
populares, o regionales, aquellos especialmente ricos, bien por los materiales bien por
su decoración, que en épocas pasadas solo
se usaban en determinadas ocasiones de
especial importancia, por lo que se ha conservado mejor que los de uso cotidiano.
Muchos de ellos mantienen elementos
cuyo origen se data a finales del siglo XVIII o
en la primera mitad del XIX. Así, por ejemplo,
gran parte de los masculinos llevan -como
este- entre otras prendas, calzones, que
todavía se han podido rastrear en los años 40
en algunos pueblos de Aragón, Guadalajara,
etc., y cuyo uso estuvo generalizado durante
todo el XVIII y primer tercio del XIX en la denominada indumentaria culta. A partir de principios del siglo XX la indumentaria tendió a la
uniformización y la popular se conviertió en un
conjunto de “trajes típicos”.
Descripción de las prendas del traje del
Museo
Se compone de:
Camisa: de algodón blanco con cuello camisero a la caja y con dos ojales (pues se abrochan con dos botones-moneda de plata unidos en forma de gemelos). Va abierta por
delante, con tapilla que termina en punta, con
cinco botones de nácar y sus correspondientes ojales, y parcialmente en los costados. La
espalda tiene un pequeño canesú con frunces recogidos. La manga es larga, termina en
puño con un botón de nácar y en la parte inferior lleva una nesga o cuña para darle más
amplitud.
El traje popular pasiego
Con el traje de pasiego, también sucedió así,
a pesar de que, por haber sido considerado el
más característico de Cantabria, se publicó
en numerosas revistas y fue protagonista en
gran cantidad de fotografías, grabados, dibujos…; incluso ya desde los siglos XVI y XVII,
pues el hecho de que Cantabria fuera paso
obligado entre Castilla y Francia hizo que quedasen -por por parte de autores extranjerosabundantes imágenes y descripciones de los
trajes que se usaban entonces (muy originales con respecto a los del resto del país, chocantes y extraños, especialmente los sorprendentes tocados femeninos). Lo que sí ha perdurado con muy pocas modificaciones, y que
quizá se remonte a la época prehistórica, es
el calzado, las denominadas chátaras.
Así pues, el traje pasiego ha ido evolucionando en el tiempo; el modelo que hoy se
conserva arranca, como tantos otros, del
Calzones: o ‘bragas’, de terciopelo de algodón marrón claro, con alzapón, que se cierra
en el interior con cuatro botones de pasta
marrón y en el exterior, en cada lado, con dos
botones-moneda de plata, de mediados del
siglo XIX con la inscripción: “Isabel II por la
Gracia de Dios y de la Constitución 1859”. Se
ajustan por debajo de las rodillas por medio
de un cordón de algodón negro que termina
en unos pequeños tubos de metal, denominados ‘hierros’ por los del lugar. En el lateral,
las perneras llevan, de adorno, ocho botones
dorados y un galón de pasamanería negro.
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MODELO DEL MES DE MARZO
La reutilización de monedas de plata como
botones es relativamente frecuente en la indumentaria popular masculina festiva. Son habituales las de Isabel II, aunque también se
emplean por ejemplo de Fernando VII o de
Carlos III. En ocasiones, los botones no están
realizados con monedas reales sino que las
imitan; pero en este caso se trata de auténticas
monedas de Isabel II, de diferentes momentos
del siglo XIX.
En Pas, los calzones interiores (‘cancíus’ o
‘canciyu’) del hombre, de lino, algodón, bayeta…, eran de la misma largura que el exterior,
o incluso más largos para que asomaran por
aquellos. Quizá la explicación de ello sea que,
debido al alto precio, no era prenda muy usual
-algunos la vestían por primera en su vida el día
de su boda- y había que lucirla cuando se
tenía.
Chaleco: de terciopelo labrado naranja y
marrón, con botones-moneda de plata isabelinas a juego con los calzones y la chaqueta. La
espalda, de lana, a cuadros negros, amarillos y
azules, tiene dos anchas trabillas y seis ojetes
con una cinta de algodón negro para ajustarlo.
El delantero lleva tres filas de seis botonesmonedas isabelinas con sus correspondientes
ojales y dos pequeños bolsillos. El forro es de
algodón listado de fondo blanco y rayas en
negro.
En invierno solían llevarse dos chalecos entre los cuales escondían la camisola- y
ambos cerrados (en otras zonas el exterior se
lleva abierto): el interior, blanco de lino o bayeta, ceñido con una pequeña faja; el exterior, en
terciopelo labrado con arabescos, o en lanilla a
cuadros, con rica botonadura de plata y, pocas
veces, de oro, siendo raros los que se amarraban con cordón.
Calzón, copia de uno de 1908.
Museo del Traje. CIPE (MT005206)
Chaleco, copia de uno de 1908.
Museo del Traje. CIPE (MT005207)
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EL TRAJE PASIEGO
Chaqueta, copia de una de 1908.
Museo del Traje. CIPE (MT00509)
Chaqueta: a juego con los calzones, es corta,
recta, con solapa y de cuello vuelto redondo de
caja baja y rematado con trencilla negra (como
toda la prenda). Lleva en el delantero dos bolsillos oblicuos y tres botones (también monedas de plata de Isabel II) y otros tantos ojales a
cada lado, para poder abrocharla a derechas o
izquierdas, aunque en realidad la chaqueta se
llevaba siempre abierta. La manga es larga,
recta y con cinco botones-moneda. El forro es
de lana a cuadros negros y azules.
García Lomas cree que debió de ser producto de la intrusión de trajinantes o andariegos
pasiegos por tierras extrañas.
Montera: de perfil triangular, confeccionada
en terciopelo negro, forrada en tafetán de
seda marrón y adornada con cordón metálico
dorado. La copa está realizada con cuatro
piezas triangulares y el ala –pespunteada en
el borde-, con dos trapezoidales que se vuelven sobre la copa. El cordón es un tapacosturas, que en el centro de la copa se enrolla
en espiral.
Es un gorro puntiagudo muy usado, al
menos en toda la zona norte de España,
sobre todo en la primera mitad del XIX. Las
cántabras todas son diferentes, pues varían la
forma y los adornos (vueltas de terciopelo,
gruesas borlas, cordoncillo de seda...) según
las zonas. La pasiega, generalmente de paño
negro o pardo y de forma cónica puntiaguda
(su altura fue disminuyendo a lo largo del XIX),
pero menos amitrada que la de Campoo,
solía ir rellena debajo del forro con levadura o
engrudo para que se mantuviera inhiesta.
Habitualmente iba guarnecida con alas de
terciopelo y adornada con grandes borlas de
seda.
Faja: ceñidor o‘ceñidar’, de tafetán de lana
azul amoratado, con rayas horizontales, en
sentido de la urdimbre y con una franja negra
rayada por trama en un extremo. Es visible el
orillo en uno lado mayor, que remata en vuelta o dobladillo, y los otros tres bordes están
cortados y carecen de remate.
Con ella el hombre se ceñía la cintura y
entre sus vueltas guardaba múltiples objetos
como el tabaco, el mechero de yesca o el
dinero (éste aparte, a buen recaudo, en una
bolsa formada con la misma faja al hacerla
pasar por una anilla).
Es una prenda de introducción tardía en
Cantabria. Según Cotera, legada por los árabes (algunos majos ya la usaban en el XVIII).
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MODELO DEL MES DE MARZO
Medias: o ‘calzas de estribera` -así denominadas
antiguamente-; también calzas o calcillas. No tienen pie, por lo que van atadas a este con una
trabilla para evitar que se suban. Son de punto
de algodón en color crudo y azul claro (las habituales entre los pasiegos).
Funcionaban como peales y se ponían sobre
el escarpín, calzado de lana blanca. Podían completarse con otras cortas de lana blanca enrolladas al tobillo.
Los pasiegos usaban también una especie
de polainas o zaleas de piel sin curtir –las ‘jostras’-, que solían utilizar cuando andaban sobre
la nieve.
con dos grandes lengüetas en los laterales llamadas orejas. Por lo general se lleva con albarcas de madera (estas parece que no forman
parte del “traje regional pasiego”) o con chátaras.
Corizas: o ‘cuerizas’, de pellejo, muy escotadas,
trenzadas en el borde y con trabillas en el centro de la puntera, por las que pasan las cintas
ataderas.
Las corizas son un calzado de cuero sin curtir, bastante abierto, que se ataba con correas
también de cuero sin curtir, denominadas
‘estuérdigas’ (túrdigas), por encima del tobillo, y
que se usaba en toda Cantabria; mientras que
las chátaras (de probable etimología arábiga,
‘xahtara’, barca, por su forma) son propias de
Pas (a sus habitantes a veces se les apoda
“chátaros”) y otras zonas orientales, y difieren de
las corizas en que la pieza de cuero apenas
remonta la planta del pie, por lo que el atado es
de mayor complejidad y se llevan con escarpines. Además, las chátaras conservan originalmente el pelo de la piel (muy apreciada la del
pescuezo del toro) hacia fuera y está semicurti-
Escarpines: o ‘chapín’, de tafetán de lana abatanada de color marrón, de una pieza, y con costura desde el talón hasta la puntera. Tiene el
talón alto y la pala prolongada con corte frontal
curvilíneo. El borde es un vivo a modo de cordoncito.
Es un calzado, de gran variedad en
Cantabria, parecido a las zapatillas, sin suela y
Corizas, copia de unas de 1908.
Museo del Traje. CIPE (MT005215)
12
EL TRAJE PASIEGO
da. Las hay tanto de hombre como de mujer.
Era habitual que los pasiegos, acerca de la
duración de dicho calzado, se expresaran así:
las chátaras duran tres meses con pelo, tres sin
ello; tres, rotas; y tres, en espera de otras.
Cuando las chátaras estaban en el tercer trimestre de uso se denominaban ‘calcarañetas’,
pues debido a su desgaste dejaban al descubierto los calcañares.
Finalmente, aunque de forma brevísima, es
necesario citar la capa, de “buriel o de negro
pardomonte”, con capucha o esclavina, que
vestían sobre el traje en las ceremonias religiosas, y dos complementos inseparables de este
traje como son el zorongo, pañuelo que se
ataba a la sien, adoptando forma de cono truncado -que a veces se llevaba junto con la montera-, y el ‘palanco’ o ‘vela’, un largo palo de
unos 2,20 metros que utilizan los pasiegos para
realizar grandes saltos y poder atravesar arroyos..., y que adoptarán después el resto de los
montañeses, aunque algo distinto.
Salto pasiego. Colección de C. Valles pasiegos.
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MODELO DEL MES DE MARZO
Américo López de Frutos ha realizado estudios
superiores de Socioanálisis en el Centre d'Études
THL, en París y Lyon (Francia). Es Diplomado en
Consumo por el Instituto Nacional de Consumo
(Ministerio de Sanidad y Consumo) y titulado como
Formador de Formadores por IFES, Instituto de
Formación y Estudios Sociales.
Ha trabajado como formador en Turismo Rural y
Desarrollo Rural, en diferentes comunidades autónomas; como Responsable Técnico de Formación estatal en UGT-FAYT y en UPA (Unión de Pequeños
Agricultores); y como Técnico de Desarrollo Rural en
Bruselas y en diversos proyectos LEADER, así como
en distintos ayuntamientos de la Comunidad de
Madrid (en el de El Escorial fue Director del
Departamento de Desarrollo Local).
Ana Guerrero Melguizo es Licenciada en Filosofía y
Letras (especialidad Historia del Arte) por la
Universidad Autónoma de Madrid.
Su actividad laboral ha estado casi siempre relacionada con la docencia (profesora de Educación
Primaria, Secundaria y Bachillerato, en asignaturas
como Literatura, Historia, Geografía e Historia del
Arte, etc.). También ha trabajado como editora, correctora de estilo y redactora para diferentes editoriales
como Anaya o Libsa.
En la actualidad, desde 2004, trabaja en el Museo
del Traje. CIPE como Técnico Superior Docente, elaborando material didáctico, realizando diversos tipos
de visitas, dirigidas a público adulto y escolar. También
trabaja como correctora de estilo.
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EL TRAJE PASIEGO
Bibliografía
- COVARRUBIAS HOROZCO, SEBASTIÁN: Tesoro de la lengua castellana o española. Biblioteca Áurea
Hispánica.
- CORTÉS ECHANOVE, LUIS: Nacimiento y crianza de personajes reales en la Corte de España (1566-1866).
Madrid: Escuela de Historia Moderna. 1958.
- COTERA, GUSTAVO: Trajes populares de Cantabria, siglo XIX. Santander, 1982, Institución Cultura de
Cantabria, Instituto de Etnografía y Folklore Hoyos Sáinz.
- FRAILE GIL, J. M.: Amas de cría. Fundación Centro Etnográfico Joaquín Díaz, Fundación Centro de
Documentación Etnográfica sobre Cantabria. Urueña, 2000.
- GARCÍA LOMAS, G. ADRIANO: Mitología y supersticiones de Cantabria. Ed. Excma. Diputación de
Santander, 1ª ed.; Santander 1964.
- Los pasiegos. Estudio crítico, etnográfico y pintoresco (Años 1011 a 1960). Ediciones de Librería Estudio.
Santander; 2ª edición, 1979.
- GIL Y CARRASCO, ENRIQUE: “Usos y trages provinciales. Los pasiegos”, Semanario Pintoresco Español.
1839, pp. 201-203.
- GONZÁLEZ ECHEGARAY, JOAQUÍN Y DÍAZ GÓMEZ, ALBERTO: Manual de etnografía cántabra.
Ediciones Librería Estudio, Santander, 2001.
- VILLEGAS LÓPEZ, RAMÓN (Coord.): Pasiegos. Historia gráfica de un pueblo. Cantabria Tradicional S. L.,
Torrelavega, 2004.
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MODELO DEL MES. CICLO 2010
En estas breves conferencias, que tendrán lugar en las salas de exposición, se analizará
e interpretará un modelo de especial importancia entre los expuestos. A los asistentes
se les entregará gratuitamente un cuadernillo con el contenido de la conferencia.
Domingos, 12:30 horas
Duración: 30 minutos
Asistencia libre
ENERO: La joyería charra
María Antonia Herradón
FEBRERO:Traje, 1909-1906 ca.
Rodrigo de la Fuente
MARZO: Traje de pasiego
Ana Guerrero y Américo López
ABRIL: Nancy con traje de azafata de Elio Berhanyer
Lorena Delgado
MAYO: Vestido de fiesta, cristal Swarovsky
Rita Sánchez
JUNIO: Zanfona
Elena Vázquez
SEPTIEMBRE: Guantes del siglo XVI
Elvira González
OCTUBRE: Traje de Paco Rabanne
Clara Nchama
NOVIEMBRE: Jabegote malagueño
Irene Seco
DICIEMBRE: Capota de mujer, 1840
Paloma Calzadilla