IGNACIO D. ARELLANO-TORRES
Y MARIELA INSÚA (EDS.)
ECOLOGÍA Y MEDIOAMBIENTE EN LA
LITERATURA Y LA CULTURA HISPÁNICAS
CON PRIVILEGIO . EN NEW YORK . IDEA . 2021
IGNACIO D. ARELLANO-TORRES
Y MARIELA INSÚA (EDS.)
ECOLOGÍA Y MEDIOAMBIENTE EN LA LITERATURA
Y LA CULTURA HISPÁNICAS
NEW YORK, IDEA, 2021
INSTITUTO DE ESTUDIOS AURISECULARES (IDEA)
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New York, IDEA/IGAS, 2021
IGNACIO D. ARELLANO-TORRES
Y MARIELA INSÚA (EDS.)
ECOLOGÍA Y MEDIOAMBIENTE EN LA LITERATURA
Y LA CULTURA HISPÁNICAS
NEW YORK, IDEA, 2021
ÍNDICE
Nota preliminar ..................................................................................... 9
Siglos xvii a xix
Ignacio Arellano
Ornitología poética: un título errado en Quevedo (la décima
al jilguero, no al ruiseñor) .................................................................
Carlos Mata Induráin
Elementos de la naturaleza en la comedia burlesca
del Siglo de Oro ...............................................................................
Sabyasachi Mishra
La descripción del mundo urbano español en la
Vida y hechos de Estebanillo González ..................................................
David Barreiro Jiménez
Alexander von Humboldt y su Naturgemalde: leer la naturaleza
en el siglo xix y su relectura ecológica en el siglo xxi .......................
Santiago Sevilla-Vallejo
La elipsis y la ambivalencia de una nueva geografía interior
en Insolación de Emilia Pardo Bazán ..................................................
Lucía Maudo García
Pampa argentina o campiña inglesa: la integración
de W. H. Hudson con la naturaleza ....................................................
13
27
47
57
71
89
Siglo xx
Mariela Insúa
Cervantes y las rosas (1916) y una florida amistad intelectual:
los chilenos Leonardo Eliz y Clemente Barahona Vega .................... 105
8
ÍNDICE
Adriana Kolijn
La relación entre el hombre y el maíz en Hombres de maíz (1949)
de Miguel Ángel Asturias ................................................................
Carlos Gámez Pérez
Diario de un cazador, de Miguel Delibes: moral y biopoder ...............
David García Ponce
La perspectiva ecocrítica en el realismo social: análisis
de Tierra de olivos de Antonio Ferres ................................................
Vijaya Venkataraman
El discurso ecológico en las obras de Eduardo Galeano:
una literatura contra la eco-injusticia ..............................................
María Luisa Lecaros
Respeto al medioambiente en «El planeta Tierra se examina»
de José Antonio del Cañizo ............................................................
Siglo xxi
Ana María Casas-Olcoz
La dificultad de conceptualizar el horror: una lectura cognitiva
de La noche del diablo (2009) de Miguel Dalmau ..............................
Swati Babbar
La crisis de sostenibilidad en Cenital de Emilio Bueso .....................
Jesús Guzmán Mora
De cristalino a agridulce: el río Tajo a su paso por Toledo
desde la ecocrítica literaria en la obra de Santiago Sastre Ariza .........
Anita Saini
¿Nos falta la mirada infantil?: reflexiones medioambientales
en Otro zoo de Rodrigo Rey Rosa y en el budismo ........................
Justine Temeyissa Patale
Modalidades del ecofeminismo en la poesía de Xánath Caraza ........
Alejandro Zamora
De la bicicleta como extensión del sujeto. Geografía y subjetividad
del ciclismo urbano en La ciclista de las soluciones imaginarias .............
Mayuresh Kumar y Amit Rao
Enseñanza ecocrítica en las clases de español: conciencia
ambiental y nosotros .......................................................................
Mariano Iturbe
The Teachings of Pope Francis in the Encyclical Letter Laudato si’:
On Care for our Common Home ..................................................
123
133
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277
DIARIO DE UN CAZADOR,
DE MIGUEL DELIBES: MORAL Y BIOPODER*
Carlos Gámez Pérez
Càtedra Dr. Bofill de Ciències i Humanitats
Universitat de Girona
La obra de Miguel Delibes (1920-2010) es bien conocida en su relación con la defensa del medioambiente y la descripción del paisaje de
Castilla.Ya en 1975, Michael Handelsman apuntaba estas preocupaciones
en un artículo1. En este trabajo voy a tratar de analizar de qué forma
vertebra esas preocupaciones Delibes y cómo las relaciona con su sistema
moral y su visión del mundo, al menos, desde una perspectiva fundacional.
Delibes, que era profesor de Derecho Mercantil en Valladolid antes
de obtener prestigio como escritor, se había iniciado como caricaturista
y periodista en el diario El Norte de Castilla2. Escritor de profundas convicciones católicas, como se observa en La sombra del ciprés es alargada3,
el espacio de demarcación de toda su obra literaria es el medio rural
castellano, «donde Delibes enraíza su idílico canto a la armonía entre
* Esta investigación se enmarca dentro del proyecto de I + D + i: Narrativas urbanas
sobre la naturaleza. La construcción contemporánea de conocimiento sobre historia natural (España
y Gran Bretaña, 1950-1980) [Ref. PID2019-106208GB-I00], dirigido por el académico
Carlos Tabernero y aprobado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
1
2
3
Handelsman, 1975.
Gracia y Ródenas, 2010, p. 292.
Mainer, 2010, p. 381.
134
CARLOS GÁMEZ PÉREZ
naturaleza y hombre»4, en palabras de Jordi Gracia y Domingo Ródenas,
que definen su estética como la de: «Un hombre integrado armónicamente con su entorno natural condenado a la derrota»5.
Se trata de una narrativa construida a partir de la experiencia del
autor, hijo de familias procedentes de dos municipios de Cantabria
(Molledo y Limpias), aficionado a la caza, que desde niño frecuenta los
pueblos de sus padres, y desde la adolescencia los campos, los humedales
y las montañas de los alrededores de Valladolid y que, ya de mayor, complementará estas experiencias con el contacto con los actores del medio
natural, ya sean humanos, léase cazadores, ecologistas o defensores de
la conservación de la naturaleza, como el divulgador televisivo Félix
Rodríguez de la Fuente (1928-1980), como no humanos, en este caso
animales, plantas o accidentes naturales. La suya es una narrativa ajena al
idealismo que desarrolló el grupo del 98 por el campo castellano. Entre
otras cosas, no aparece en ningún momento esa imagen de la meseta
que los intelectuales del cambio de siglo tanto veneraron y sí una serie
de personajes reales que habitaron ese territorio. Como afirma Ródenas
en el prólogo a Los santos inocentes, sus textos son «una celebración de la
Castilla rural, duradera y hospitalaria, pero despojada de la épica nacionalista de la generación del 98»6.
La obra fundacional de esta apuesta estética es El camino (1950), su
tercera novela, en donde pone en tela de juicio la idea de progreso tal
como se la entendía entonces, muy relacionada con la industrialización,
el avance tecnológico y la desertización del campo, que entonces está
por venir en España y que desmenuzará en su discurso de aceptación
como académico en la RAE: El sentido del progreso desde mi obra, dictado
el 25 de mayo de 1975. Continuará trabajando en esta línea en Las ratas
(1962), y su defensa de las culturas del campo castellano llegará hasta Los
Santos Inocentes (1981), novela cuyo germen se encuentra en el relato
«La milana», publicado en 1963. Pero se trata de un discurso literario
urbano, puesto que el autor siempre vive en una capital de provincia, y
su construcción estética no está exenta de idealizaciones. Por esta razón
he elegido para mi análisis Diario de un cazador, premio Nacional de Literatura en 1955. Aunque la perspectiva que allí refleja evolucione con
4
5
6
Mainer, 2010, p. 382.
Mainer, 2010, p. 433.
Ródenas, 2005, p. 9.
DIARIO DE UN CAZADOR, DE MIGUEL DELIBES
135
los años, resulta una obra paradigmática porque el protagonista Lorenzo,
un joven bedel de instituto muy aficionado a la caza, comparte su experiencia vital con el autor. Según Gracia y Ródenas
Lorenzo se retrata en su diario corno un hombre común, aficionado a
la caza, noble y algo fanfarrón, honesto y desprendido, con el que Delibes
guarda mucho en común (salvo la bravuconería). El escritor quiso forjar
un personaje con bastante de sí mismo, sobre todo el amor a la naturaleza
y el sentido de la probidad y la amistad, pero también la experiencia del
lenguaje. Por primera vez Delibes concede voz plena a un narrador que
pertenece al medio rural y que hace de la caza y el contacto con el monte
su principal aliciente vital7.
Aunque para mí se trata de un joven que vive su existencia cotidiana
en una pequeña ciudad de provincias, y su experiencia con el medio
rural se circunscribe a su relación con la caza. Exactamente, lo mismo
que sucede con Delibes.
El libro cubre un año y medio de vida de ese joven cazador aficionado. Según palabras del propio Delibes que definen bien su proyecto literario «en toda novela debe haber, al menos, tres elementos: un hombre,
un paisaje y una pasión»8. En Diario de un cazador el hombre es Lorenzo,
la pasión es la caza y el paisaje el del campo castellano. Eso no es obstáculo para que el lector descubra en el libro la lucha por la existencia que
desarrolla Lorenzo: sus esfuerzos por conseguir un puesto estable en el
instituto, la convivencia con la madre, no siempre armónica, a partir del
momento en que abandonan la casa en la que vivían para pasar a residir
en un bloque de pisos, las complejas relaciones con los vecinos, la interacción con los amigos en el bar, todos ellos aficionados a la caza y, muy
especialmente, su incipiente enamoramiento de la joven Anita. Pero es
la caza lo que llena la vida de Lorenzo. Y es en estos pasajes donde se
insertan las descripciones sobre la naturaleza:
Salir al campo a las seis de la mañana en un día de agosto no puede compararse con nada. Huelen los pinos y parece que uno estuviera estrenando
el mundo9.
7
8
9
Gracia y Ródenas, 2010, p. 434.
Gracia y Ródenas, 2010, p. 433.
Delibes, 1956, p. 19. Cito en adelante por esta edición.
136
CARLOS GÁMEZ PÉREZ
Fuimos en tren hasta lo de Illera. Es un cazadero hermoso con una ladera
muy áspera, llena de jaras y tomillos, y un chaparral arriba, en el páramo. El
río corre y espejea con el sol. Lo de Illera, a las doce del día, es un bonito
espectáculo10.
El sol rompió una nube y el campo se llenó de colores11.
De la misma forma, es el ejercicio de la caza lo que permite discernir
los ciclos de la naturaleza, como las estaciones o los cambios de tiempo.
Todo esto lo articula Delibes mediante un uso magistral del lenguaje
coloquial del hombre castellano de extracción humilde y recuperando
el léxico de los cazadores para describir el medio ambiente.
Se observa en el texto un discurso de orden y jerarquía en la propiedad, explotación y gestión del medio natural. Queda claro que existe
una autoridad invisible que gestiona los cotos y otros lugares de caza,
como se desprende de la entrada del 19 de octubre, en donde, aunque
sobornan al guarda, después se encuentran con el vigilante que les comunica que están en un coto vedado y se tienen que marchar pese a que
no hay evidencias de los postes que limitan el coto (p. 54). En ningún
momento duda el narrador de la palabra y la autoridad del guarda, sino
que las acata. Tiene claro que no debe entrar en los cotos: «Me prometí
de antemano no pisar una hierba del coto» (p. 67). Pero cuando la ansiedad por la falta de piezas es mayor y Lorenzo es hallado in fraganti,
asume su error y la mordida que debe hacerle al guarda para que no
lo multe (p. 68).Y el día que van a cazar y les cae una nevada, Lorenzo
asume que el lugar (Miranda), sería perfecto como coto, aunque ellos
no pudieran cazar allí (p. 80). Del mismo modo, trata de respetar a las
palomas, excepto en un caso (p. 197), porque tienen dueño y, por tanto,
serían de titularidad privada. En cambio, cuando caza en un terreno
comunitario: el monte de Villalba, afirma que «no tiene más inconveniente que el de ser del común, y ya se sabe lo que ocurre en este país
con las cosas que son del común» (p. 87). Tan solo hay dos quejas a este
ordenamiento del campo: ante la legislación que impide cazar cuando
nieva, y su justificación es poética: «El que hizo esa ley no vio volar las
perdices de lo de Miranda con la cellisca» (p. 80); y otra ante la, a su
juicio, arbitraria decisión de posponer la veda (pp. 183-184). Pero, en
general, el narrador asimila esta legislación y las sanciones disciplinares
10
11
Delibes, 1956, pp. 39-40.
Delibes, 1956, p. 47.
DIARIO DE UN CAZADOR, DE MIGUEL DELIBES
137
que puede conllevar saltársela, no solo cuando asume sus errores, también cuando describe la escena en la que a su compañero Pepe le confiscan la escopeta por no tener los papeles en regla (p. 88). Por otra parte,
la propiedad debe ser productiva y conllevar una gestión, como la tala
o no de árboles del coto (p. 104). No se acepta la simple acumulación
de algunos propietarios, por eso se critica el coto del Marqués por su
estado: «se conoce que no lo cuida» (p. 113). Ahora bien, se trata de una
estructura mediada por el dinero. Eso bien lo sabe el narrador cuando
desvela su deseo de ir a cazar al coto de Muro si le toca la lotería, para
desembolsar los cuarenta duros que le supondría la multa sin ningún
tipo de remordimiento económico (p. 87). Lorenzo sabe cómo liberarse
de la jerarquía de los cotos y los propietarios, pero la solución no está
al alcance de su bolsillo y esa situación socioeconómica condiciona la
novela. Aunque la censura está presente en la publicación, el hecho de
que no existan reediciones no censuradas, como en otros escritos del
período, por ejemplo, Tiempo de silencio, hace pensar que nos encontramos ante el pensamiento esencial de Delibes al respecto.
Se puede considerar al Delibes que construye al personaje de Lorenzo como un liberal que confía en la propiedad privada mucho más
que en la pública, hasta el punto de que cita a Ford cuando sueña con
crear una conservera de liebres en la Argentina (pp. 203-204). Aunque
en Las ratas y Los santos inocentes esta perspectiva cambiará, introduciendo elementos de justicia social, aquí, se rige por las relaciones de la
governmentality liberal de Michel Foucault (analizado por Gordon12),
que son las que rigen en el franquismo de una manera extrema, como
demuestro en mi tesis doctoral13.Y en cuanto al medio natural, la visión
del mundo de Delibes incluye tanto a los animales como a las tierras
dentro de la biopolítica. Es el poder político quien gestiona la zoe tanto
de los animales como de las plantas, de la misma forma que lo hace
con los seres humanos. La coincidencia espacial que Giorgio Agamben
menciona para la zoe y la bios14, se desarrollaría a partir de una zoe ampliada que incluye el medio natural. Independientemente de quién lo
gestione, Delibes considera que medio natural y sociedad están interrelacionados armónicamente.
12
13
14
Gordon, 1991.
Gámez-Pérez, 2018, p. 79.
Agamben, 1998, p. 107.
138
CARLOS GÁMEZ PÉREZ
Son estos parámetros de jerarquía y gestión de los terrenos de caza,
por un lado, y de las penurias económicas por el otro, lo que condiciona
la relación con, y el respeto, al medio natural y la gestión de esta zoe
ampliada. Pese a que el protagonista tiene que enfrentarse con la pareja
de la benemérita ocultando una liebre cazada fuera de temporada en
su morral (pp. 23-24), es el primero en firmar la petición contra los
furtivos en la reunión en la Sociedad de Cazadores (p. 25). Lorenzo
está indignado: «los daños causados por esa bazofia [los furtivos] son,
además de las treinta y tres hembras muertas, las noventa y nueve crías
que no nacerán o no podrán vivir sin teta» (p. 25). También se indigna
cuando encuentra una presa, atrapada por trampas puestas por furtivos,
pudriéndose (p. 104). Pero existe una tensión ahí entre la conservación
del medio ambiente y el respeto a la normativa, y las necesidades pecuniarias de los cazadores protagonistas, de extracción humilde, para
los que volver de vacío resulta un drama. Esta tensión se observa en la
dificultad que tiene un cazador íntegro, como es Lorenzo, cuando debe
lidiar con la fauna, en concreto, en su salida con “el Pepe”, un cazador
mucho menos escrupuloso, cuando se encuentran el nido de una liebre:
Tenía tres crías recién paridas que parecían ratones a medio pelo. El Pepe
me propuso manear los chaparros, puesto que la madre no andaría lejos. «¿Y
las crías?», le pregunté. «Tampoco estarán malas en el cocido», respondió el
Pepe. «Me sabe mal, la verdad», le dije. «Si no lo hacemos nosotros, otros lo
harán», dijo. En el fondo me petaba el plan y al Pepe le sobraba razón (p. 30).
De la misma forma, sin escrúpulos, habla Melecio de comerse una
liebre que se ha alimentado de carroña (p. 117). El campo y la caza se
presentan como actividades que, además de lúdicas, permiten a los cazadores complementar sus paupérrimas economías domésticas. Por eso
Lorenzo lleva un balance de piezas de cada temporada (p. 117). El amigo
de Lorenzo, Melecio, le comenta su interés por ir al coto del Pavo y así
cazar tres conejos con los que afrontar mejor las Navidades en familia
(p. 60). Sin embargo, los cazadores son muy conscientes de que deben
permitir al ecosistema recuperarse para seguir posibilitándoles la caza
(p. 61). Y la crítica frente al excesivo uso de abonos y la tecnificación
de la producción del campo es generalizada entre los cazadores y los
guardas (p. 78).
DIARIO DE UN CAZADOR, DE MIGUEL DELIBES
139
Esa mentalidad pragmática y economicista de la zoe se aplica a todo
lo que envuelve la caza, incluso la explotación de los animales, si hace
falta, candidatos en un concurso de perros tras la bendición, como la
Doly, la perra de Melecio (p. 103). O a la hora de utilizar hembras de
hurones (bichas) para que la caza sea más productiva (p. 103).
Pero el ejercicio de la caza y la situación socioeconómica del campo
corren en paralelo con un sistema moral que se extiende más allá de la
gestión del medio natural y rige las relaciones éticas entre las personas
y los momentos dramáticos o memorables de la novela. Es un sistema
moral presidido por Dios, como se observa en la escena en que Lorenzo
contempla en silencio la luna: «Así, como nosotros, debió de sentirse
Dios al terminar de crear el mundo» (p. 136), que es quien, en palabras
del párroco, Don Florián, ha creado el paraíso de los cazadores (p. 120),
el lugar del cielo en el que Dios organiza cacerías para los que han llegado hasta allí, mediante el cual consigue la confesión del Pepe antes de
su muerte.
Ese sistema moral se sustenta en el escrito en la narración de la armonía con la naturaleza y, de forma indirecta, en el orden que rige la
gestión del medio natural, como se revela en la noche en que Lorenzo
va a cazar patos y contempla la luna junto a Melecio, verdadero clímax
del libro, que se vuelve a mencionar en la escena sentimentalmente más
importante, la del beso entre Lorenzo y Anita (p. 152).
El momento culminante de ese ordenamiento moral tiene lugar con
otra muerte, la del Mele, el hijo de Melecio (pp. 168-171), que es la
crisis de la narración. En ese breve fragmento coinciden las reflexiones
del narrador sobre la insignificancia del ser humano a través de situaciones extraídas de la caza, la poética del drama, y la pertenencia del
mundo animal a esos instantes trágicos en la figura de la Doly, la perra
de Melecio, que se comporta como un ser humano ante la pérdida. Y
ese orden moral está íntimamente ligado a la naturaleza. El día en que
el narrador y Melecio van a cazar a Villavieja, uno de los días en los que
la naturaleza se revela más hermosa: «es un verdadero espectáculo. El río
se ensancha allí y corre el agua tan mansa que parece un lago. En la ribera crecen olmos y alisos gigantescos y los tamarindos están tan prietos
que apenas entra el sol» (p. 182), es cuando Melecio le confiesa que su
mujer vuelve a estar embarazada, lo que restituye el orden, roto con la
muerte del Mele, de forma simbólica para Lorenzo, de manera literal
140
CARLOS GÁMEZ PÉREZ
para Melecio, que considera que el niño que va a nacer será el mismo
que murió. Es precisamente el río, que ha quitado la vida al chaval, el
protagonista natural de ese día de cacería, el símbolo que indica que la
vida sigue su curso en los mismos términos. De hecho, el símbolo del
agua del río corriendo curso abajo es el que más se repite en las escenas
de caza. Ese orden moral es superior y está en consonancia con los valores de la caza y de la propiedad privada. También incluye nuestro paso
por la vida, como se refleja en el envejecimiento del párroco (p. 187), o
la enfermedad de la madre de Lorenzo. Cuando se rompe, se rompe el
equilibrio, como cuando Tochano dispara contra su perro (pp. 185-186).
Ese orden moral es el que sustenta las vidas de todos los personajes, con
sus cotidianos dramas particulares: la viudedad de la madre, el matrimonio de la hermana, casada con un borracho, el hermano que en la capital
adopta a un niño que le sale rebelde (pp. 103-104), la muerte del Pepe,
que es con diferencia el más polémico de los compañeros de Lorenzo.
La novela, por tanto, encierra un discurso de biopoder entendido
como explotación de un medio ordenado en su gestión y patrimonio,
en una extensión del concepto de zoe que incluye animales y plantas, y
respeta la tradición porque de esta manera se conserva el orden moral,
que es superior a ojos del narrador, y que se cierra con la muerte de
la madre de Lorenzo y el futuro matrimonio en el horizonte, como el
río de la vida, que sigue su curso. Pero también incluye un elemento
de ecocriticismo importante, como es el de la zoe ampliada, aquí referida, que permitiría concebir el medio natural y la sociedad como un
todo. Aunque esta es una cosmovisión que evolucionará en la obra de
Delibes, en el momento de escribir Diario de un cazador es la que preside
su pensamiento.
Bibliografía
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141
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Ródenas, Domingo, «Solidaridad y justicia poética: Los santos inocentes», prólogo a Los santos inocentes, de Miguel Delibes, Barcelona, Crítica, 2005,
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