Camila Andrea Torres Buitrago y Tania Alejandra Zarabanda Guerrero
Artículo de reflexión
Cómo citar: Torres, C., y Zarabanda,
T. (2019). Ciudad Bolívar rural. Un
territorio en disputa.
Polisemia, 15 (28), 95-115.
http://doi.org/10.26620/uniminuto.
polisemia.15.28.2019. 95-115
ISSN: 1900-4648
eISSN: 2590-8189
Editorial: Corporación Universitaria
Minuto de Dios - UNIMINUTO
Recibido: 5 de julio 2019
Aceptado: 25 de agosto 2019
Publicado: 25 de octubre 2019
Ciudad Bolívar rural.
Un territorio en disputa
Rural Ciudad Bolivar.
A territory in dispute
Ciudad Bolívar rural.
Um território em disputa
Resumen
El siguiente artículo da a conocer algunas reflexiones frente el contexto en el
que se encuentra ubicada “la Red de Cultivadores Vida SUC”, desde el análisis
los usos del suelo y la inmersión de las políticas neoliberales en la ruralidad
de Ciudad Bolívar. Este documento nace desde el interés de una docente de
prácticas profesionales y de las estudiantes que buscan entender y resignificar
el rol profesional en el contexto rural; pero, con mayor razón, resaltar la
importancia que tiene el trabajo campesino de labrar la tierra, comprendido
desde las disputas territoriales de los procesos de resistencia campesina.
Camila Andrea Torres
Buitrago
Estudiante de Trabajo Social,
Facultad de Ciencias Humanas y
Sociales, Corporación Universitaria
Minuto de Dios.
Palabras clave: políticas neoliberales, resistencia, ruralidad, usos del suelo.
Correo electrónico:
ctorresbuit@uniminuto.edu.co
Abstract
Tania Alejandra Zarabanda
Guerrero
Estudiante de Trabajo Social,
Facultad de Ciencias Humanas y
Sociales, Corporación Universitaria
Minuto de Dios.
Correo electrónico:
tzarabandag@uniminuto.edu.co
The following article presents some reflections of the context in which the
“Red de Cultivadores Vida SUC” is located, from the analysis of land uses
and the immersion of neoliberal policies in the rurality of Ciudad Bolivar.
This document was born from the interest of a teacher of professional
practices and of the students who seek to understanding and re signifying the
professional role in the rural context; but with greater reason, to highlight the
importance of peasant work to till the land, understanding the processes of
peasant resistance from territorial disputes.
Keywords: land use, neoliberal policies, resistance, rurality.
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DOI: http://doi.org/10.26620/uniminuto.polisemia.15.28.2019.95-115
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Resumo
O artigo apresenta algumas reflexões do contexto onde se localiza a “Red de
Cultivadores Vida SUC”, partindo da análise do uso do solo e da forma como
as politicas neoliberais tem ingerência na zona rural de Ciudad Bolivar. Este
texto nasce no interesse produzido no estagio professional, tanto de estudantes
como da docente, na compreensão e ressignificação do papel do/da assistente
social na ruralidade e na importância de reconhecer o trabalho do campo e
do/da camponesa na terra, sabendo das disputas no território e dos processos
de resistência.
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Contexto socio-histórico, geográfico y poblacional
La Red de Agricultores se encuentra ubicada en la localidad número 19
de Bogotá, Ciudad Bolívar, al sur de la ciudad; limita con las siguiente
localidades: al norte con Bosa, al sur con Usme y Sumapaz, y al este con otra
parte de Usme y la localidad Tunjuelito.
Ciudad Bolívar se conforma en el marco del conflicto armado del
país, esta se produjó con la llegada de campesinos desplazados por la
violencia durante la década de 1950, mayoritariamente provenían de los
departamentos de Cundinamarca, Tolima y Boyacá, y en estos años inician
los asentamientos en las montañas de la localidad. Durante esta época
inician constantes luchas comunitarias por el acceso a servicios públicos
y mejoras del territorio, Nemias Gómez (2014) sostiene los procesos y las
luchas por parte de los campesinos de esta localidad.
En todo este proceso de compra de lotes y la consecución del terreno, empezaba
la lucha, la construcción de los ranchos, la consecución de los servicios básicos,
proveerse de agua, construir el barrio, en el progresivo acceder a derechos
colectivos e individuales. Dentro de estos procesos que por la naturaleza de la
precariedad tuvo que ser un esfuerzo colectivo, por la misma circunstancia del
problema y a su vez la que más cohesionó esfuerzos comunitarios fue la lucha
por el agua, materializándose en la construcción de acueductos primigenios
hasta conseguir la expansión de las redes del distrito con agua potable y
forzando a cambiar la cota de servicios públicos. (Gómez Pérez, 2014, p. 34)
Al consolidarse las distintas luchas por los servicios públicos, se
afianzaron lazos de solidaridad y apoyo de los habitantes, logrando
progresos y mejoras del territorio sobre diferentes ámbitos sociales. Gómez
Pérez (2014) evidencia los fenómenos que de alguna manera provocaron el
poblamiento de esta localidad:
El primero, la instalación del sector industrial con empresas que se convierten
en focos de urbanización, con la motivación de reducir los tiempos y distancias
de desplazamiento al trabajo, el segundo dado por las características geológicas
sedimentarias de la cordillera, se convierte en un sector para la extracción
de materiales de construcción, como piedra, arena, emplazamientos de
chircales y ladrilleras y también con la presencia de vetas de carbón con
marcada participación de casos de prácticas de minería ilegal, y el tercero los
urbanizadores piratas que pululan en las décadas de los 70 y 80 en las ciudades
del país. […] el cuarto la compra colectiva de terrenos y su posterior división
entre socios, como quinto proceso la venta por intermediación de las agencias
del Estado en programas como el de lotes con servicios de la Caja de Vivienda
Popular o unidades residenciales básicas, y el sexto y último proceso la compra
a firmas constructoras bajo el nuevo paradigma de ciudad. (pp. 21-22)
En la anterior cita, se puede evidenciar los distintos fenómenos que
estuvieron presentes en la configuración del territorio, las distintas
luchas y movilizaciones que se gestaron. Estas luchas por un hogar digno
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provienen de los procesos de autogestión y autonomía de sus pobladores,
en una localidad construida por sus propias manos, trabajando por tener
un territorio digno y con menores niveles de precariedad en donde habitar.
Posteriormente, en 1997 con la Ley 388 se crea el pot (Plan de
Ordenamiento Territorial ), en el cual se planifica y organiza el uso del
suelo tanto rural como urbano y los usos que se le darán a este. Gómez
Pérez (2014) enfatiza que, a causa de esta ley, se llevan a cabo varios
cambios en las formas de ver los territorios y su sectorización, en los que
se asumen procesos de resistencia de la comunidad a las nuevas formas de
división del territorio.
Actualmente, la división del suelo de la ciudad, según el pot, identifica
tres tipos de suelo: urbano, suelo de expansión urbana y suelo rural. En
el caso de Ciudad Bolívar, conforme al documento de la Alcaldía Mayor
de Bogotá (2018), Monografías 2017. Diagnóstico de los principales aspectos
territoriales, de infraestructura, demográficos, socioeconómicos, la localidad tiene
una extensión de suelo de 12.998,5 hectáreas, de las cuales 3.238,1 hectáreas
pertenecen a la categoría de suelo urbano, 9.608,4 hectáreas de suelo rural y
152,1 hectáreas de suelo en expansión; es decir, que más del 73 % del suelo
de ciudad Bolívar es rural. Esta ocupa el tercer puesto de las localidades con
mayor extensión de suelo rural en Bogotá. Por otra parte, esta localidad se
conforma por 99 barrios, 15 veredas y 7 territorios mixtos. En la siguiente
figura se evidencia la división por los sectores antes mencionados:
Figura 1. Localidad de Ciudad Bolívar.
Fuente: tomada de Alcaldía Mayor de Bogotá (2018).
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Por otra parte, en esta localidad los habitantes se encuentran en su mayor
parte en los estratos 1 y 2. Además, hay una presencia elevada de lugares
que no se encuentran tipificados en ningún tipo de estrato socioeconómico,
esto indicaría que gran parte de esta población no tipificada cuenta con
ingresos económicos bajos y esta situación de pobreza. La figura 2 muestra
los estratos y lugares en donde se encuentran situados.
Figura 2. Estratificación socioeconómica de Ciudad Bolívar.
Fuente: tomada de la Secretaría Distrital de Planeación (2019).
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Contexto geográfico rural
En cuanto al contexto del área rural de Ciudad Bolívar, este se caracteriza por
ser una zona montañosa, normalmente de clima frío y rica en flora y fauna.
En el documento de la Alcaldía Distrital (2018), esta zona es tratada como
Reserva Forestal Protectora y Productora de la Cuenca Alta del Río Tunjuelo,
clasificada como zona de estructura ecológica, lo cual la cataloga como una
zona importante para el distrito capital. Este aspecto materializado en el
pot vigente en el 2017 indica que: “las piezas rurales constituyen porciones
del territorio rural del Distrito que se diferencian por tener características
relativamente heterogéneas a nivel socioeconómico y por constituir unidades
geográficas de cerro, valle o ladera claramente identificables en el territorio”
(2018; 33).
Estas características hicieron que esta localidad fuera considerada como
eep (Estructura Ecológica Principal), creándose una estrategia en el pot
que se basa en “la protección y tutela del ambiente y los recursos naturales
y su valoración como sustrato básico” según la Alcaldía Mayor de Bogotá
(2018, p. 37) así como la creación de corredores ambientales que poseen
una función importante para el turismo. Sumado a esto, se encuentra
lo expedido en el Decreto 190 de 2004, artículo 17, frente a “sostener y
conducir la biodiversidad y los procesos ecológicos esenciales a través
del territorio del Distrito Capital, en sus diferentes formas e intensidades
de ocupación, y dotar al mismo de bienes y servicios ambientales para el
desarrollo sostenible” (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2004, párr. 123)
En ese orden de ideas, el 42 % del territorio de Ciudad Bolívar está
destinado para eep, según los datos de la Alcaldía Mayor de Bogotá
(2018; 39). Así mismo este documento muestra los componentes del
sistema de áreas protegidas, donde las veredas en las que hace presencia
la Red de Cultivadores se encuentran categorizadas como Área Forestal de
Restauración de Santa Bárbara y Área Forestal Corredor de Restauración
Encenillales de Pasquilla.
Las principales actividades que se desarrollan en este contexto son:
la agricultura, la ganadería y, en algunas ocasiones, la cría de especies
menores. Según datos del documento de Subred Integrada de Servicios de
Salud Sur E.S.E. (2017), de las 9.608,4 hectáreas de suelo rural de Ciudad
Bolívar son destinadas 246 hectáreas a actividades agrícolas, esto nos
indica que alrededor del 2,6 % del territorio es para producción agrícola,
aunado a esto, la producción que se realiza en la zona se da por el trabajo de
pequeños y medianos productores.
Vida SUC y Ciudad Bolívar rural
En todo lo descrito anteriormente, se encuentra la Red de Cultivadores de
Vida SUC, red que está conformada por ocho familias campesinas, inicia
aproximadamente hace 14 años y se están localizadas en las veredas de Ciudad
Bolívar (Pasquilla, Pasquillita, Santa Rosa y Santa Bárbara).
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La red se constituye por dos factores; primero, la preocupación existente
por el mal uso de la tierras, dadas las implicaciones negativas que se
estaban evidenciando por las malas prácticas de uso del suelo que generan
el deterioro del medio ambiente. Segundo, por la iniciativa de producir de
forma orgánica, en ese sentido, inician la producción agroecológica con
miras a aportar a la soberanía alimentaria y la consolidación de un comercio
justo para el campesinado.
Pero no hay que olvidar que, la Ciudad Bolívar rural se caracteriza por
tener un clima frío, debido a la cercanía que hay con el páramo de Sumapaz,
teniendo implicaciones negativas en épocas del año debido a las heladas
(bajas temperaturas), que congelan los cultivos y los dañan.
Según la CAR, desde su red de monitoreo hidrometeorológico, las primeras
temperaturas de este 2020 se registraron por debajo de los ceros grados Celsius,
en los valles de Ubaté, Chiquinquirá y la Sabana de Bogotá, lo que se conoce
como las heladas. [...] que han afectado los cultivos y pastos. (Sierra, 2020)
Anaís Muñoz, líder campesina del área y de la Red de Vida SUC, a quien
City Noticias entrevistó por esta situación, constata la afectación que
dejó a su paso esta situación en sus cultivos y la magnitud del fenómeno
manifestando: “el hielo era impresionante, eran capas de hielo impresionantes
[…] fue muy fuerte, fue una helada donde hasta cinco centímetros de espesor
de hielo [había]” agregando a ello las grandes pérdidas que había tenido.
(Testimonio Anaís Muñoz, 2020)
Para contrarrestar estos fenómenos los pobladores de este territorio y
los campesinos de la red poseen invernaderos que posibilitan mantener
los cultivos, minimizando parcialmente los daños, convirtiéndose en una
alternativa en el territorio.
Particularmente, hay que resaltar la gran riqueza hídrica que posee el
territorio, se puede encontrar nacederos de agua y la represa La Regadera, la
cual se encarga de abastecer el sur de Bogotá, según lo indica el documento
Diagnóstico local con participación social de Ciudad Bolívar (Alcaldía Mayor de
Bogotá, 2014).
Además, antes de que los campesinos pertenecientes a la Junta de Acción
Comunal ( jac) lograrán gestionar la red de acueducto y alcantarillado con
la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (eaab), en estas áreas
rurales se realizaban acueductos artesanales desde los nacederos. Estas
conexiones aún las usan los campesinos, utilizando el agua que provee
el acueducto de Bogotá para la preparación de alimentos y consumo; al
mismo tiempo, usan los canales artesanales para regar los cultivos, para los
animales y otras actividades.
Por otra parte, en el territorio coexisten diversas actividades económicas,
en las que se evidencia una fuerte inclinación por el uso de químicos
agroindustriales para la producción De la misma forma se denotan
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iniciativas de monocultivos de papa (de producción química), contando
para ello con grandes extensiones de tierra.
El cultivo de mayor importancia en todas las veredas es la papa; en promedio,
en la ruralidad de la capital se producen 5.473 toneladas de este tubérculo, lo
que representa 82% de la producción total agrícola. (Valencia, Sierra, Dimas y
Cortés, 2015, p. 44)
Este tipo de producción genera implicaciones negativas en la tierra,
dado que puede causar un deterioro en los terrenos en los cuales se lleva
a cabo. Teniendo en cuenta que “el 82 % del total producido en la región
comprende procesos de monocultivo de papa” (Díaz Franco, 2018, pp. 2324) se evidencia una inclinación por este tipo de prácticas, por ende, no es
de extrañarse que esto genere problemáticas ambientales como la erosión
de los suelos y la contaminación de fuentes hídricas; asimismo, se añade
lo anterior a otras formas de uso de suelos que generan efectos negativos,
como la ganadería.
[…] la producción masiva de papa y ganado [...] en la región, ha generado el
deterioro de los suelos y los ecosistemas de la zona, muchas veces a causa de las
prácticas productivas [...] afectando los servicios ecosistémicos e hidrológicos.
(Diaz Franco, 2018, p. 24)
Al igual que los monocultivos, la agroindustria es una forma de
producción destacada en el territorio, siendo una de las atracciones de la
inversión directa extranjera. Según la revista La República (2019), la mayoría
de los proyectos que provendrán de Europa serán destinados a los sectores
como agroindustria, químicos y ciencias de la vida; se invertirá US$ 310
millones en infraestructura para el capital privado, donde Cundinamarca
y Bogotá serán algunos de los territorios beneficiados con IED (Inversión
Extranjera Directa).
Teniendo en cuenta lo anterior, la Red de Cultivadores Vida SUC ha ido
constituyendo una alternativa para la producción en el territorio. Como
primera medida se lleva a cabo actividades agrícolas de tipo orgánico,
dejando de lado la inclinación por la producción de monocultivos químicos,
teniendo como objetivo la producción de forma natural y el manejo de
pluricultivos, realizando con ello prácticas ancestrales; al mismo tiempo,
como segunda medida ejercen un modelo de comercio justo, esto es de
vasta importancia teniendo en cuenta lo expuesto por Díaz Franco frente a
la contraoferta, en la cual los campesinos terminan en pérdidas y no logran
obtener todos los costos de las producciones.
Así, Vida SUC lleva a cabo un modelo de reconversión productiva
enfocado en el respeto por la tierra y su buen uso, con prácticas campesinas
ancestrales, utilizando estrategias como usar residuos orgánicos como
abono y la recolección de semillas que normalmente desechamos, como la
de la calabaza o la auyama para su posterior siembra.
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Por consiguiente, en las vivencias cotidianas que se han tenido con
los campesinos de la red, se evidencia el significado que tiene para ellos
el territorio, la importancia del cuidado de este y los legados que les han
transmitido sus antepasados. Es así como las historias personales y las raíces
campesinas de cada familia de la Red crean lazos en común, resignifican el
territorio y las prácticas campesinas.
Pero, también presentan particularidades que pueden afectar las
dinámicas de la red como, por ejemplo, las edades de los campesinos que
la conforman, en su mayor parte son adultos mayores que ya presentan
enfermedades de base como diabetes o artritis, dificultando el trabajo
agrícola y tareas cotidianas para mantener la producción de los cultivos y el
mantenimiento de las fincas.
Análisis histórico frente a la relación entre las
políticas neoliberales y el agro
El modelo neoliberal se desarrolló en la Universidad de Chicago, en el que
su principal exponente fue Milton Friedman, que en el marco de la crisis
económica de la década de 1970 desarrolla este modelo para dar respuesta a la
crisis y destruir los intentos de gobiernos socialistas en Latinoamérica, como
en Chile. En esta nación se dio la puesta en práctica con el golpe militar de
Pinochet en 1973, afianzado por Estados Unidos (Klein, 2015). Este modelo,
que como se evidenciará en el recorrido del artículo, transgrede las formas en
las que se había constituido la ruralidad, así como también es capaz de generar
conflictos y tensiones en el territorio.
Es así como se inician medidas para la privatización de las compañías
estatales. La llamada “liberación de los mercados” abre paso a que
empresas trasnacionales extranjeras se apropien de servicios del Estado,
además minimizaron la intervención estatal en las actividades productivas
(Observatorio de Multinacionales en América Latina, s.f.). De esta forma,
se inician medidas para la descentralización estatal teniendo implicaciones
en las acciones y decisiones que cumplía el Estado. Castañeda Rodríguez
y Díaz-Bautista (2017) sustentan estas afirmaciones al narrar cómo inicia
el proceso de descentralización e informan qué implicaciones comienzan
a denotarse:
La privatización y la descentralización son procesos que van de la mano, en la
medida que permiten que el Gobierno central se preocupe de aquellas funciones
en las que supuestamente se requiere que opere de manera directa, caso de las
políticas de seguridad nacional, la administración de justicia y el fomento
económico, y traslado a los gobiernos subnacionales las responsabilidades de
proveer ciertos bienes públicos con la contraprestación de girar los recursos
necesarios o asignar base tributaria. (2017, p. 26)
Por ello, el inicio de la descentralización da paso a la privatización,
proceso en el cual el papel del Estado se basa en “abastecedor mínimo” de
aquellos que a causa de la privatización de varios servicios ya no pueden
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acceder a ellos. Al continuar con lo expuesto por Castañeda Rodríguez
y Días-Bautista, queda en evidencia las implicaciones que genera la
continuidad de este proceso y cómo se configura la relación entre estos:
Con la descentralización y de acuerdo con la facilidad de generar exclusión en
la prestación de ciertos servicios como la educación y la salud, se fundamenta
la idea de la privatización como mecanismo para introducir eficiencia en la
prestación de estos servicios, pues se presume que el empresario privado debe
ser competitivo en un entorno en que los ciudadanos son libres de elegir según
sus preferencias. (2017, p. 26)
En resumen, la entrada del modelo neoliberal a América Latina dejó a
su paso servicios sociales privatizados, instalación de transnacionales en
los territorios –perdiendo el sentido de los derechos surgidos de las luchas
y movimientos sociales de la población–, impartiendo los mismos servicios
que el Estado debe suplir; pero en este caso como mercancía, que generan
altos niveles de desigualdad social y, según lo expuesto por Castañeda
Rodríguez y Díaz-Bautista, Colombia no fue ajena al aumento de esta
problemática que envolvió a América Latina.
[…] en general hubo un crecimiento de la desigualdad, [...]a lo largo de los noventa,
década en que estuvo especialmente vigente el Consenso de Washington. [...],
sobresaliendo casos como el de Colombia, que exhibió un dramático aumento de
la desigualdad en la primera mitad de los noventa (2017, p. 31)
El modelo neoliberal entró a Colombia en la década de 1990 provocando
graves efectos en el campo, puesto que inició un proceso de reprimarización
de la economía en el que privilegiaba la exportación de minerales y petróleo
del sector primario. Como consecuencia de ello, la liberalización comercial
dejado desprotegida la producción agrícola que hasta antes de este periodo
de tiempo lograba proteger y abastecer a más del 50 % de la población
colombiana. Fajardo Montaña (2018) afirma que:
En términos del abastecimiento de comestibles, y en el marco de la “liberalización
comercial”, la noción de seguridad alimentaria sustentada en la ampliación de
la oferta de alimentos generados en la agricultura nacional fue sustituida por
la propuesta de asegurar el abastecimiento mediante importaciones costeadas
con divisas obtenidas por las exportaciones de bienes primarios. (p. 230)
Cabe resaltar que las dinámicas que se daban alrededor del decenio de
1960, antes de la entrada del neoliberalismo, como Fajardo Montaña (2018)
expone, el despojo a los campesinos proveniente de la violencia del país
hizo que las tierras quedaran desprotegidas y empezaran a ser utilizadas
por empresarios que promovieron la agroexportación de productos como
el banano y café o agroindustriales como el algodón y caña de azúcar.
Esto evidencia la avanzada del desarrollo capitalista desde las demandas
del exterior y responde a la división internacional del trabajo, en la
que se direccionan a los países a modos de producir desde la demanda
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internacional. Además se comprueba que, la concentración de la tierra
en grandes hectáreas para este tipo de exportaciones, cuestión que se
acrecienta con la entrada del neoliberalismo al país, a puesto en jaque lo
nombrado por la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra (acvc):
la soberanía alimentaria campesina.
Las políticas aperturistas implementadas en la etapa neoliberal del capitalismo
mundializado nos han llevado a incrementar en Colombia en un 700 % las
importaciones de alimentos, hasta alcanzar cifras cercanas a los 7,5 millones
de toneladas anuales. Para el capitalismo rentista y usurero de nuestro país es
mucho más «eficiente» especializarse en las importaciones a gran escala que
generar procesos de desarrollo rural garantizando la seguridad y la soberanía
alimentaria. (acvc, 2001, párr 14)
Ahora bien, los problemas históricos del campo colombiano se
profundizaron aún más con la firma del Tratado de Libre Comercio (tlc)
con Estados Unidos en el 2007, generando la reducción de aranceles a las
importaciones de alimentos, que significó para el campesino una pérdida
de su propia producción al no tener vías para la comercialización de sus
productos. Asimismo, sus precios no podían competir con los importados
del exterior, sumado a ello, las directrices que seguía el gobierno de Álvaro
Uribe (2002-2010) eran potencializar la economía extractivista y dar
algunos subsidios al campesinado con el programa Aagro Ingreso Seguro,
que resultó siendo un escándalo de corrupción en el que los subsidios se
daban a los mismos terratenientes que se han encargado históricamente de
la concentración de la tierra. De esta forma, en las siguientes estadísticas se
muestra la precarización del agro encontradas por Fajardo Montaña:
De acuerdo con los datos del Censo Agropecuario de 2014, la participación del
área sembrada con cultivos transitorios descendió de 56,3 % en 1960 a 47,4 %
en 1970, y a 16 % en 2014. Como resultado, Colombia, luego de haber contado
con un autoabastecimiento superior a 90 %, hoy debe importar entre 30 % y
50 % de sus alimentos. (2018, p. 238)
En este sentido, el modelo neoliberal, siendo este parte del capitalismo,
generó la pauperización del agro colombiano, en el que “se emprende
un proceso de descampesinización salvaje vía apertura del mercado y
supresión generalizada de los subsidios” (Gómez Alarcón, 1996, párr. 1);
demostrando así que la producción campesina ha sido abandonada. Esto
se debe a que, el Estado en lugar crear políticas de redistribución de la
tierra, este deja de regular las acciones del mercado permitiendo que en
la ruralidad se desarrollen proyectos libremente de grandes empresas,
siendo estos los mayores poseedores de tierras. Algunos campesinos
cooptados por este proceso son obligados a vender su fuerza de trabajo a
estas industrias, fortaleciendo más el proceso de descampesinización que
se venía desarrollando; sin embargo, en estas dinámicas las poblaciones
campesinas han generado procesos históricos de tensión en rechazo a las
afectaciones generadas en el campo.
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Ciudad Bolívar rural. Un territorio en disputa
Ciudad Bolívar como territorio en disputa
En cuanto a Bogotá, como se ha mencionado con anterioridad, la llegada
de campesinos desplazados por la violencia empieza a configurar diferentes
barrios periféricos en la zona sur de la ciudad, acentuándose en terrenos
desocupados, lo cual genera nuevas dinámicas alrededor del uso y posesión
de la tierra en la ciudad. Uno de los territorios con más presencia de este
fenómeno fue la localidad de Ciudad Bolívar, en la cual se generaban fuertes
luchas sociales por el acceso a los servicios públicos y la vivienda digna; al
mismo tiempo que, se configuran procesos de urbanización desigual en las
que en algunas áreas se suministran servicios sociales, mientras que en otras,
como las ubicadas en lo más alto de los cerros, no llegaban. Es así como se
gestó el inicio de un proceso de segregación territorial en la localidad.
En este ciclo, estuvo de un lado el proceso de urbanización planificado y legal de
barrios como La Candelaria, Sierra Morena, Arborizadora Alta y Baja, La Coruña
y Madelena; de otro lado, hacia la parte más alta de la localidad, con las consabidas
dificultades para la implementación de servicios públicos, se presenció un proceso
de urbanización no planificada e ilegal, caracterizado por la venta pirata de lotes e
invasiones. (Forero Hidalgo y Molano Camargo, 2015, p. 124)
Junto con esta dinámica de urbanización desigual, se encontraban
en el territorio la presencia de actores armados, que con la llegada de
familias desplazadas configuraron el territorio. Hubo presencia tanto de
paramilitares como de guerrilleros, y adyacente a todo ello grandes luchas
comunitarias, dando como resultado un territorio en constante conflicto
por el control territorial, social e ideológico (Gómez Pérez, 2014, p.112).
Pero la respuesta estatal a estas dinámicas territoriales se centró en la
presencia militar y no en el cubrimiento de las necesidades y servicios
básicos que exigía la comunidad. Este territorio se constituyó en precariedad
y pobreza, pero la presencia estatal se centró en la intromisión militar y
policial, mientras el gobierno construía bases militares y CAÍ policiales, la
comunidad no poseía luz ni agua y llevaban a cabo proceso de educación,
vivienda y servicios comunitarios (Ocampo, 2015, p. 154).
En 1997 se crea la Ley 388 que reglamentó los planes de ordenamiento
territorial, en los que se pretendió organizar los usos del suelo tanto urbanos
como rurales, y mediante esta reglamentación se legitimaronn prácticas
que afectaron directamente a las poblaciones de esta localidad y que, hasta
el día hoy, afectan el territorio: las excavaciones y minas de materiales de
construcción (parque minero industrial el Mochuelo) y el relleno sanitario
Doña Juana. Estas dos actividades en la localidad se convirtieron en un
acompañante molesto de la población, que si bien existían antes de la
implementación de estas políticas, con la nueva legislación se terminan de
constituir, dando como resultado la continuación de estas formas de uso
del suelo y una intromisión internacional a través de diferentes empresas.
Las implicaciones para los habitantes son evidentes, viven junto a
la basura y focos de contaminación permanente, los suelos y el agua
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se contamina, las montañas se socavan y poco a poco desaparecen. El
deterioro ambiental se evidencia en la pérdida de 22 microcuencas que antes
abastecieron al territorio de agua, sumándose a ello la marginalización
social y las problemáticas de salud pública provocada por estas actividades.
En las siguientes figuras se muestra la ubicación satelital del Relleno
Sanitario Doña Juana y las diferentes minas que componen el parque
minero industrial el Mochuelo, dejando en evidencia la amplitud territorial
y las grandes extensiones de deforestación (Ocampo, 2015).
Figura 3. Parque minero industrial el Mochuelo.
Fuente: tomada de Google Maps (2020a).
Figura 4. Relleno Sanitario Doña Juana.
Fuente: tomada de Google Maps (2020b).
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Ciudad Bolívar rural. Un territorio en disputa
En la actualidad, el turismo se ha convertido en una nueva forma de
uso del suelo y una forma de economía hacia la cual se está inclinando
el gobierno colombiano, ya que en palabras de el presidente Iván Duque
“el turismo es el nuevo petróleo de Colombia” (Portafolio, 2018). Esta
intencionalidad ha tenido repercusiones en la localidad, aún más en las
áreas rurales de esta, pues actualmente Ciudad Bolívar está pasando por
transformaciones producto del modelo económico, los diagnósticos y las
divisiones del territorio de acuerdo con el pot. Esto pone en evidencia la
pretensión de una nueva forma de concebir el campo y el uso del suelo, para
actividades como el turismo.
Analizando este aspecto, las intencionalidades estatales actualmente, de
la misma forma que en el inicio de las políticas neoliberales en el decenio
de 1990, buscan “desarrollos” económicos en los cuales no se encuentran
visualizadas los intereses de la comunidad; puesto que las estructuras
ecológicas principales no solo se establecen para la protección del medio
ambiente, sino también con el fin de iniciar la constitución del turismo
ecológico en esta localidad.
De esta forma, la determinación de las alcaldías distritales de usar los
“recursos” naturales para el turismo, en el que no se tienen en cuenta los
efectos que esta actividad puede generar en el territorio, tambiénpuede ser una
forma de mercantilizar la naturaleza e imponer en el territorio otras formas de
producción que transgreden la vida campesina y sus prácticas culturales.
Artículo 30. Programa: Desarrollo rural sostenible. El objetivo de este programa
es intervenir de manera articulada en el territorio rural, promoviendo la
ejecución de los programas y proyectos de manera que se consolide un modelo de
desarrollo rural sostenible, en este contexto, la consolidación y el desarrollo de
procesos de reconversión técnico – productiva, social, ambiental y económica,
fomentarán el desarrollo de nuevos saberes, de estrategias de innovación social
desde una mirada territorial, de emprendimientos y actividades alternativas
complementarias a las agropecuarias que tengan bajo impacto ambiental y alto
impacto social – turismo rural. (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2017b, p. 36)
Del mismo modo, en las estructuras ecológicas principales se plantea
también unos programas de intervención que están relacionados con
acciones de restauración ecológica, renaturalización y paisajismo con
participación ciudadana. Esto con el fin de mejorar la oferta ambiental,
demostrando la intervención en el territorio donde se ejecutan los
programas que direccionará esta incursión (Alcaldía Mayor de Bogotá,
2017b). Asimismo, existe una finalidad de incorporar al campesinado en el
desarrollo rural sostenible, al realizar este proceso de transformación de las
actividades agropecuarias al turismo; lo anterior se pone en cuestión, así
como las actividades de emprendimiento, puesto que van en contravía de
la autonomía del campesino en términos de su decisión en cuanto lo que se
quiere producir, cómo y para quiénes.
De esta forma, hay implicaciones y cambios que se deben efectuar para
que el turismo se pueda desarrollar, esto se materializa con la “preparación”
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de los campesinos claramente para atender a los turistas. Esto deja
entredicho la pérdida de identidad de su cultura campesina, pasando a ser
simples guías turísticos, transgrediendo consigo las prácticas cotidianas de
la población campesina y sus apuestas por la soberanía alimentaria. Cortés
en uno de sus artículos periodísticos expresa:
[…] la capacitación para la población campesina en prestación de servicios
turísticos tales como guianza turística, servicio al cliente, contabilidad, técnicas
de comunicación y expresión. [...] la elaboración de un manual de buenas
prácticas para el turismo rural comunitario [...]; así como el fortalecimiento en
materia de mercadeo, comunicación y comercialización. (2013, párr. 7-8)
Conjuntamente, el turismo no es bien visto por algunos pobladores
del territorio, tal es el caso de la Red Vida SUC, quienes están en total
oposición a este tipo de uso del territorio, en parte, porque los lineamientos
del pot crea limitantes en las actividades agropecuarias del lugar. Díaz
Franco cuenta cómo la vereda Santa Bárbara (en la cual viven dos familias
de la Red Vida SUC) realizan un ejercicio de oposición cuestionando esta
intervención en sus territorios.
[…] la vereda Santa Bárbara encuentra en el ejercicio un espacio para cuestionar lo
que para ellos es la arbitrariedad de la administración distrital al plantear la categoría
en este territorio como “Zona de Reserva”. Lo anterior –como lo han mencionado
otros grupos– interrumpe y crea tensiones importantes con la comunidad, pues
con frecuencia señalan que les están impidiendo continuar con sus actividades
productivas y con ello, el riesgo inminente de sostener una seguridad alimentaria y
económica entre los campesinos. (Díaz Franco, 2018, p. 59)
En este orden de ideas, se evidencia que, del mismo modo que en la
década de 1990 se gestaron numerosos efectos negativos a causa de la
intervención de modelos neoliberales, en este momento las consecuencias
comienzan a verse en este territorio como, por ejemplo, la estrategia de
impedir realizar a plenitud las actividades agropecuarias que normalmente
se venían efectuando en este lugar.
La agroecología como nueva forma de resistencia
Gracias a la entrada de las políticas neoliberales que buscan capitalizar
la naturaleza –mercantilizar las formas de vida para obtener mayores
ganancias–, los grandes capitalistas idean propuestas como la revolución verde
que se dio en el decenio de 1980 y abrió las puertas al modelo agroindustrial,
provocando graves impactos medioambientales como la erosión de la tierra
por el uso de químicos para producción y el uso de semillas transgénicas;
paralelamente, a estos efectos se suman otros sociales como los despojos de
tierras campesinas. A partir de lo anterior, surgen respuestas alternativas a las
nociones de desarrollo modernas, en este marco, se desarrolla la agroecología
como respuesta a los procesos de agroindustria, a las políticas extractivistas
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Ciudad Bolívar rural. Un territorio en disputa
destructoras de la naturaleza y de las prácticas culturales que transgreden el
agro, tal como lo exhorta Harvey (2004), citado por Giraldo:
La ecología se ha hecho política porque el creciente interés de apropiación de
la naturaleza por parte del capital genera antagonismos, conflictos, campos
de batalla por la defensa del territorio y de la vida, como vienen abanderando
los movimientos sociales a lo largo y ancho del Sur global para oponerse a los
procesos de acumulación por desposesión. (2018, p. 123)
En Colombia se dio un proceso de reprimarización de la economía en
el marco del liberalismo comercial, en elque solo se exportan materias
primas Este proceso es conocido como commodities, creando una dinámica
de dependencia a los precios de los insumos importados para la producción
agrícola, cuestión que precariza el trabajo de los campesinos como la misma
reproducción de su vida. Puesto que, al no recibir un precio justo por sus
productos, desvalorizados a causa del tlc, al tener pocas garantías para la
tecnificación de la producción agrícola, así mismo la implementación de
las acciones de las políticas neoliberales, han producido dinámicas como
las que Giraldo (2018) afirma a continuación:
La emergencia del neoliberalismo no hizo sino ahondar la capitalización de
la naturaleza, intensificar las políticas de despojo, y después de la crisis de la
financiarización, reactivar una renovada oleada extractivista para privatizar,
controlar, extraer, y mercantilizar biodiversidad, agua, tierra, minerales e
hidrocarburos con el fin de ser exportados como commodities al mercado
internacional. (2018, p. 127, citando a Composto y Navarro, 2014)
Cabe señalar que, la agroecología surge como un proceso alternativo
que le hace frente al liberalismo económico, cuestionando sus formas de
producción, mercantilización, despojo y destrucción del medio ambiente.
De esta forma, se desarrolla una nueva metodología de campesinado
en el que se forjan relaciones de solidaridad, intercambio de saberes y
apoyo mutuo que encauzan todo un proceso de resistencia, en vía de la
autonomía en la producción; además, incentiva la soberanía alimentaria
y el cuidado de la madre tierra. Es así como este proyecto que se dio a
nivel latinoamericano caló, como lo menciona Giraldo (2018), en un
proyecto rebelde anticapitalista incorporado por los Zapatistas, en el que
se le apostaba a la soberanía alimentaria y a la autosuficiencia económica a
partir de relaciones solidarias de las familias rebeldes.
Por esta razón, la Red de Cultivadores de Vida SUC, quienes a partir
de su producción agroecológica, ha logrado mantener sus prácticas
ancestrales y encontrar en la agricultura orgánica una forma de cultivar sin
afectar negativamente el suelo. Puesto que estas prácticas, como se señala la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
(fao), no solo implementa formas de producción tradicionales sino también
implementa avances tecnológicos, pero no contaminantes.
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La agricultura orgánica rescata las prácticas tradicionales de producción, pero
no descarta los avances tecnológicos no contaminantes, sino más bien los
incorpora, adaptándose a cada situación particular. La agricultura orgánica es
la conjunción de prácticas ancestrales […]. (Fao, 2003, p. 5)
Es así como, en la red se generan prácticas ancestrales, como la
siembra con semillas nativas, la recuperación de estas o realización de
compostaje orgánico, al mismo tiempo, se implementan prácticas más
modernas no contaminantes como el uso de invernaderos. No obstante, los
campesinos de la red se ven cooptados porque se encuentran en medio de
un contexto capitalista en el que priman los intereses del agronegocio, a su
vez, se privilegia la extracción de recursos naturales y el turismo sobre el
agro colombiano; al igual que, no se crean políticas de tecnificación para la
producción campesina mediana y pequeña.
Por esta razón, los campesinos que hacen parte de la red se encuentran
aún usando herramientas como el azadón para arar la tierra o hacen la
limpieza de los cultivos de manera manual, cuestión que provoca en ellos un
mayor desgaste físico. Aunado a ello, se siguen estrategias que buscan que
cada campesino produzca y practique la agroecología desde su saber propio
del territorio, a lo que la señora Anais nombra como “el aprender-haciendo”,
metodología que enseña la importancia de la práctica cuestionadora y de
la autonomía en la producción. De esta manera, se entretejen procesos de
resistencia como lo menciona Rosset:
[La agroecología] es portadora de grandes desafíos democráticos, como la
liberación de los consumidores y de los productores de la dictadura de los
vendedores de semillas y otros gigantes de la industria agroalimentaria; el
derecho de acceso a los bienes comunes (tierra, agua, bosques…); el derecho de
los pueblos a la soberanía alimentaria y al fin de las relaciones de dominación
forjadas por el imperialismo en provecho de las multinacionales; la resistencia
a la mercantilización del mundo. (s.f., p. 19)
Dadas las condiciones de acumulación del capital y las políticas
neoliberales para algunos los integrantes de la red es difícil el sostenimiento
económico, ya que algunos de los campesinos, como es el caso de la señora
Gloria, no se pueden sostener solamente con la producción agrícola,
teniendo que recurrir a otras actividades como lo son la venta de almuerzos
o de otros productos. Esto deja en evidencia que, el proceso de inmersión al
mercado mundial por parte del Estado colombiano desprotege la agricultura
y obliga al campesinado a recurrir a otras actividades para el sostenimiento
de su vida y su famlia, como se denota en los programas antes mencionados.
Conclusiones
Del análisis anterior, se puede concluir que el tejido social se encuentra
fragmentado y el territorio en disputa, en el que se hacen evidentes una
serie de tensiones y conflictos entre los actores de la ruralidad; puesto que
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hay proyectos de sociedad que entran en contradicción, mientras se priman
las políticas neoliberales hacía el extractivismo, la reprimarización de la
economía y el turismo. La agroecología se halla como modelo alternativo
que resiste a las formas de mercantilización de la vida y a los procesos de
homogeneización del capital.
Es así como, las maneras de resistir de la red, a lo largo de los años, se han
visto permeadas por una incesante lucha por la dignificación del campesino,
su papel importante en la sociedad y en el territorio. Este es el discurso que
sostiene su lideresa Anaís Muñoz en sus procesos de resistencia, quién ha
cargado en sus hombros y en los de sus compañeros la batalla constante en
la reconversión productiva y el reconocimiento del campesino, aun cuando,
existen disputas con diversos actores del mismo territorio.
Por esto se hace necesario entender que, la lucha que lleva a cabo la
red de agricultores es un trabajo arduo y que se desarrolla día a día, con
una carga física y emocional, en lo que se refiere al trabajo y los conflictos
que trae hacer resistencia en el territorio. Adicionalmente, se mantienen
las disputas por el sostenimiento de la soberanía alimentaria y el poder
de decisión de la población campesina sobre el territorio; en oposición a
ello, encontramos la imposición de las políticas neoliberales que intentan
diversificar el aparato productivo con actividades como la agroindustria, el
turismo y la minería.
Por lo tanto, resistir a un modelo económico impuesto como el neoliberal
trae consigo contradicciones entre los mismos pobladores del territorio,
entre quienes defienden uno u otro proyecto de sociedad. Es allí, en este
lugar, donde se ve necesario darle sentido, voz a la tierra y a los defensores
de la vida en un sistema que mercantiliza la misma. La lucha se convierte
en una tarea compleja, pero que nos hace un llamado a continuar buscando
modelos alternativos como la agroecología.
Asimismo, hay que seguir insistiendo en el desarrollo de las fuerzas
productivas desde los criterios de cuidado con el otro y el ambiente, pues
es aquí donde se desarrollan las relaciones sociales. Es importante indicar
que los escenarios de resistencia no están en contra del desarrollo de la
tecnología sino de la forma en cómo destruye la vida. Con esto se visibiliza
que el Estado no ha abandonado la ruralidad sino que sus apuestas son
contrarias por las que ha luchado históricamente el campesinado.
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