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Antropología forense

Antropología Forense “Ciencia que hace hablar a los huesos para establecer el perfil biológico del individuo” Antropología Forense Maestro Fco. Abel Maldonado Navarro Alumno Rafael Alfredo Gallardo Cantúa T-1. 14 de Junio, 2014 Índice Definición de Antropología Forense Historia y Antecedentes de Antropología Forense en América Latina Antecedentes de Antropología Forense en México Hitos en la Antropología Forense Antropología Forense: Sus Retos Arqueología forense y su relación con la antropología forense Identificación humana, excavación de entierros clandestinos Entierro clandestino Ubicación del lugar del entierro Técnicas de Búsqueda Preparación de la excavación Excavación y Recuperación Identificación y descripción del rasgo Excavación y Exposición de los restos Tamizado Planimetría y Documentación Recolección y registro de indicios Tafonomía forense Cambios tafonómicos en cadáveres conservados Cambios y agentes tafonómicos en la conservación artificial o embalsamamiento Tafonomía forense y descomposición del cuerpo Detección de tumbas antiguas y clandestinas Bibliografía Definición de Detección de tumbas antiguas y clandestinas Stewart T. Dale (1979) definía la Antropología forense como la "rama de la antropología física que con fines forenses trata de la identificación de restos más o menos esqueletizados, humanos o de posible pertenencia humana". Se considera también como el peritaje forense sobre restos óseos humanos y su entorno. Es decir, que incluye además del proceso de identificación (sexo, edad, filiación racial, talla y proporciones corporales, rasgos individuales), la determinación de las causas y circunstancias de muerte, equivalente a la reconstrucción de la biografía biológica antemortem del individuo, con el propósito de establecer cómo era el modo de vida de la víctima antes de su muerte, sus enfermedades y hábitos profesionales. Este procedimiento se conoce también como osteobiografía. Historia y Antecedentes de Antropología Forense en América Latina En América Latina como producto de su convulsionada situación económica-social y a la práctica generalizada de la desaparición forzada, en algunas ocasiones descarada, como el caso de Chile, donde inhumaban a las víctimas por parejas para economizar espacio y a situaciones dramáticas, como en Guatemala, donde las cifras de desaparecidos alcanza a 45 000 víctimas, la Antropología forense no se puede limitar solamente a la exhumación e identificación de restos óseos pertenecientes a los millares de víctimas producidas por la racha de violencia que azota a esta región. El antropólogo forense debe estar enterado de la situación de los derechos humanos en cada país para poder captar el modus operandi de los victimarios y sus sistemas de desaparición, además de los procesos jurídicos a seguir tanto en la labor de exhumación como en la presentación de los testimonios ante entidades oficiales (Procuraduría, Fiscalía, Defensoría, Consejería presidencial, Organismos no Gubernamentales) y entidades internacionales como Amnistía Internacional. Por esta razón, la identificación debe estar acompañada de los aspectos históricos, sociales y jurídicos de la figura de la desaparición forzada. Como bien escribieran Andrea, Julián y Diego, hijos de Lidia N. Massironi, desaparecida argentina identificada por el Equipo Argentino de Antropología Forense (Cohen, 1992, contraportada): "¿Por qué borrar las marcas de la historia dejando al cuerpo sin nombre, y al nombre sin cuerpo? ¿Qué es la muerte sino algo que oye sin responder, guardando siempre un secreto mudo, vacío? Hilvanar muerte, huesos y un nombre en una sepultura luego de quince años, luego de haber sido amputado el culto y el llanto, hace que la carne, ya ausente, se encarne en una historia silenciada tanto como profanada. ¿Puede alguien detenerse y dejar que sus muertos sean un puro desecho al abono de la tierra? ¿Qué es la sepultura sino preservar del olvido a un cuerpo por ser aquel que perteneció a un padre, a una madre, a un hijo? ¿Es lícito privar al muerto y a quien lo llora de esta única relación conservable?"... Las severas medidas socioeconómicas introducidas en América Latina en la década del 60 bajo el auspicio de las trasnacionales, generó una masiva oleada de rechazo a través de fuerzas de oposición organizadas legalmente y también de grupos armados. La presión de estos últimos condujo en muchos países a institucionalizar la práctica de la desaparición forzada contra los grupos opositores. En Guatemala a partir de 1966 tomó un carácter masivo, extendiéndose posteriormente a Argentina, Chile, Colombia y otros países centroamericanos. La gravedad de la situación conllevó a que la Asamblea General de las Naciones Unidas emitiera en 1978 la resolución 33/173, por la cual, se solicitó a la Comisión de Derechos Humanos la investigación de estos hechos, produciéndose en 1980 la conformación del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias (Cohen, 1992). En 1975 la figura de la desaparición forzada comienza a utilizarse regularmente en la Argentina durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón contra los grupos Montoneros y otras organizaciones democráticas, pero adquiere un viso dramático a partir de 1976 cuando se generaliza durante los regímenes militares, llegando a alcanzar un incremento del 1 000% (Cohen, 1992:26). En 1977 se establece la organización Madres de Plaza de Mayo, cuyos pañuelos blancos cubriendo las cabezas de las madres de los desaparecidos se convirtieron en símbolo nacional de protesta contra la represión militar. Posteriormente se establece en 1983 la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP), organismo encargado de investigar la situación de los millares de desaparecidos argentinos. En este contexto la experiencia norteamericana se extendió a la Argentina gracias a la colaboración entusiasta y comprometida de Clyde Collins Snow, auspiciado por la American Association for the Advancement of Science Human Rights Program (AAAs). En 1986 su iniciativa se materializa con la conformación del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), integrado por jóvenes antropólogos, arqueó-logos y médicos. Las investigaciones forenses de este grupo tenían dos objetivos fundamentales: "entregar los restos a los familiares de la persona desaparecida y aportar pruebas a las causas judiciales entonces pendientes contra los militares acusados de violar los derechos humanos" (Cohen, 1992:152). Estas investigaciones jugaron un papel importantísimo en la denuncia de la desaparición forzada que produjo más de 10 000 víctimas durante los regímenes militares. Las "Madres y Abuelas de Plaza de Mayo" contaron con apoyo científico en la búsqueda de sus familiares desaparecidos. Posteriormente la experiencia de este equipo forense sin ánimo de lucro se extendió a países vecinos, tales como Bolivia, Brasil, Venezuela, Guatemala, El Salvador. En Colombia motivó a su vez la formación de un grupo forense universitario, integrado por docentes de la Universidad Nacional (Ciencias Humanas, Ciencias, Odontología, Medicina y Arte) y en Chile la integración del Grupo de Antropología Forense (GAF). En 1992 la American Association for the Advancement of Sciences (AAAs) Human Rights Program convocó en ciudad de Guate-mala a varios integrantes de Estados Unidos, Argentina (EAAF), Chile (EGAF), Colombia y de Guatemala con el fin de establecer en este último país un equipo forense, realizar algunas exhumaciones e integrar a los colegas latinoamericanos. Posteriormente se efectuaron exhumaciones en El Salvador en donde recibieron entrenamiento algunos funcionarios judiciales de ese país. Antecedentes de Antropología Forense en México En México la antropología física forense tiene más de treinta y cinco años de haber sido apli-cada por primera vez en un contexto legal. Durante todo ese tiempo los antropólogos mexicanos han hecho muy poco para desarrollarla e impulsarla a diferencia de los europeos o estadounidenses. Ahora bien si de comparación se trata, no se debe olvidar que en ambos continentes la antropología física forense tiene la misma temporalidad pero sólo en Estados Unidos se ha logrado “consagrar”. Ello fue posible gracias a que fue institucionalizada; se establecieron laboratorios para llevar a cabo la actividad forense y se aceptaron los programas académicos para la formación de especialistas en antropología física forense. El avance que ha tenido esta especialidad en nuestro país no ha sido notorio, ya que es evidente la poca investigación realizada, los contados antropólogos que la desempeñan y lo más importante, la necesidad inmediata para crear una institución que forme antropólogos forenses en el amplio sentido de la especialidad. El momento actual.- El inicio de este periodo se puede marcar en el año de 1996 y nuevamente a partir de dos acontecimientos que determinan el resurgimiento e interés por la especialidad. Uno se concreta en el ámbito de la investigación y otro en el de la docencia. El primero es el trabajo de investigación conocido como La Cara del Mexicano o CARAMEX, realizado por los antropólogos físicos, el Dr. Carlos Serrano, quien se desempeñó como responsable del proyecto y por la Dra. María Villanueva como corresponsable, sin olvidar al antropólogo físico Jesús Luy y al ingeniero Karl Link encargado de toda la parte computacional. Este proyecto surgió a partir de una de las tantas necesidades que tiene la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal con respecto a los sistemas de identificación que emplea. A partir de lo anterior, el maestro Arturo Romano se da a la tarea de promover el trabajo de investigación, el cual consistía en desarrollar un sistema computarizado para elaborar retratos hablados a partir de las características de la morfología de diversos individuos mexicanos. También se encargó de establecer el contacto entre las instituciones y los investigadores que pudieran realizar la labor. Así el proyecto como tal empezó a desarrollarse desde 1993 y concluyó satisfactoriamente su primer etapa en 1996, tal como lo confirma una de las publicaciones tituladas: El proyecto la cara del mexicano: un sistema de retrato hablado asistido por computadora para la población mexicana, (Serrano y Villanueva, 1996). Este proyecto pudo llevarse a cabo gracias a un convenio interinstitucional firmado por la Universidad Nacional Autónoma de México y la PGJDF. Asimismo, se emitió otro convenio entre el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y dicha Procuraduría. Retomando la importancia del primer acontecimiento se debe mencionar que éste fue el punto clave para que se iniciara y reconociera “institucionalmente” el trabajo de investigación. Es decir, gracias al proyecto CARAMEX se abrió una brecha importante para que otras instituciones, como las mismas procuradurías de justicia, reconocieran el gran aporte que brindan las investigaciones realizadas por antropólogos físicos en el ámbito forense. En esta época se sentaban las bases para la creación del Área de Antropología Forense en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM con la finalidad de iniciar una serie de investigaciones enfocadas al ámbito forense. Otra institución que no se debe dejar de mencionar es el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIPE) porque éste es el único encargado de capacitar, certificar y procurar peritos en antropología forense, y de otras especialidades, a la Procuraduría General de la República. Sin embargo, debido a la necesidad de cubrir la demanda de la aplicación antropológica forense, dicha institución, ha certificado como peritos en la materia a antropólogos sociales. Esto representa un problema de mayor gravedad porque debe tenerse en cuenta que la integración de un antropólogo social puede ayudar al sistema de justicia, pero a partir de otros aspectos antropológicos y no los concernientes a la identificación de restos óseos. Recientemente, en la Escuela Nacional de Antropología e Historia se abrió una línea de investigación en antropología forense propia del Postgrado en Antropología Física y esto es de suma importancia ya que se puede considerar como un parte aguas para el futuro desarrollo de la disciplina. Hitos en la Antropología Forense En 1878 Tomas Dwigth escribió “La identificación del esqueleto humano: un estudio médico legal” Conflictos Bélicos: La primera y segunda guerra mundial. La guerra de Corea y la Guerra de Vietnam. En 1972 se integró la sección de Antropología Física en la Academia Americana de Ciencias Forenses. Antropología Forense: sus retos La antropología forense es una ciencia todavía joven en nuestro país, aunque se está extendiendo cada vez más por todo el mundo por su enorme utilidad a la Justicia a la hora de resolver muchos casos criminales en los que los investigadores no encuentran una solución evidente. Esta ciencia tiene como finalidad el estudio de los restos óseos esqueléticos, con objeto de llegar a la identificación personal y averiguar la causa de la muerte, la data de la muerte, la edad, sexo, raza, estatura, posibles marcas profesionales, antiguas lesiones óseas, así como el estudio de la cavidad bucal (verdadera caja negra del cuerpo humano, según el doctor J. M. Reverte Coma) y todo cuanto sea posible para proporcionar información a los investigadores policiales para que puedan llegar a la identificación de una víctima. La labor del antropólogo forense comienza cuando la Policía se encuentra ante un cadáver que no puede identificar, por ejemplo si éste está en avanzado estado de putrefacción, esqueletizado o incluso cuerpos a los que los criminales han hecho desaparecer las huellas dactilares y hasta partes del cuerpo (cabeza, extremidades) que son elementos fundamentales para la identificación policial, y aquellos casos en los que el forense de campo, generalmente con pocos medios para hacer la autopsia, no es capaz de ver los pequeños detalles. El Antropólogo ve los huesos que estudia cómo un papel de calco en el que han quedado registrados cuantos acontecimientos han tenido lugar a lo largo de la vida de un individuo, y especialmente los traumatismos que han llevado a la muerte de la víctima. A sus laboratorios son enviados constantemente restos cadavéricos que pueden llegar en muy diversos estados de descomposición, de momificación adipocira, de putrefacción o simplemente ya esqueletizados. Es precisamente en estos casos, en que la autopsia propiamente forense poco o nada puede deducir de las partes blandas y en los que la policía no ha encontrado huellas dactilares u objetos que permitan la identificación, cuando empieza el trabajo del antropólogo forense. El cráneo es una parte indispensable para llegar a deducir como era el rostro del sujeto. Esto se logra con diversos métodos. Los laboratorios de Antropología Forense disponen de un moderno equipo electrónico, una computadora-analizador de formas con circuito cerrado de televisión que permite obtener la silueta de frente y de perfil del cráneo que se muestra al ordenador, añadiéndole las partes blandas probables que tuvo el individuo. En otros casos y siguiendo otros métodos se recurre a la reconstrucción de las partes blandas por medio de plastilina o arcilla aplicadas sobre la cara conservando los espesores medios según unas tablas milimétricas. En todo caso estas técnicas permiten obtener una imagen tridimensional de cómo debió ser la cara o rostro del sujeto. Otras veces, sobre todo cuando el cráneo presenta rasgos muy característicos, con la ayuda de un buen artista-dibujante del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil se ha plasmado gráficamente el probable rostro de la víctima. Esta técnica se basa en observaciones anatómicas muy precisas y otros rasgos subjetivos. La ayuda de técnicas como la fotografía y la radiografía es fundamental para estos estudios, así como las técnicas histológicas y microscópicas. La radiografía, aplicada por ejemplo al estudio de los senos frontales del cráneo, es muchas veces definitiva para llegar a una identificación (no hay dos individuos que tengan iguales los senos frontales). Otras veces, la radiografía de la cavidad bucal permite llegar a la resolución de casos que parecían imposibles de resolver. Arqueología Forense y su relación con la Antropología Forense F unción.- La antropología forense y la arqueología tienen objetivos distintos. Los antropólogos forenses trabajan en un contexto legal, esforzándose por identificar los restos de personas muertas en catástrofes, homicidios o guerras. Por ejemplo, los antropólogos forenses asisten a los investigadores de los derechos humanos para identificar los restos encontrados en fosas comunes en Bosnia durante los 90'. En resumen, la antropología forense es una especialidad que aplica la antropología física y la osteología, el estudio de los huesos humanos, para la ley. En cambio, la arqueología es una disciplina académica centrada en comprender y conocer las culturas humanas y las civilizaciones pasadas. Características.- Los antropólogos forenses analizan restos óseos, aplicando su conocimiento de biología humana y osteología para asistir al cumplimiento de la ley y a las autoridades legales. Al analizar huesos, los antropólogos forenses ayudan a identificar restos humanos y a determinar la hora y la causa de muerte. Los arqueólogos pueden estudiar restos humanos como parte de sus estudios sobre civilizaciones antiguas, pero su interés va más allá de los restos humanos para incluir otros materiales de culturas pasadas, incluyendo construcciones, herramientas, restos animales y otros artefactos. Identificación humana, excavación de entierros clandestinos La arqueología forense se especializa en la búsqueda, identificación y recuperación de ciertos tipos de indicios en circunstancias particulares de campo. El fin de la arqueología forense es intentar recuperar y registrar los indicios materiales y/o biológicos, preservando la integridad del contexto espacial y temporal del lugar del hallazgo. La antropología forense se especializa en la aplicación de métodos de la antropología física para identificar restos humanos. El fin de la antropología forense es llegar a establecer el perfil biológico de un individuo desconocido a través del estudio de sus restos óseos, con la intención de aportar datos para su identificación. Entierro Clandestino En el artículo 348, de la Ley General de Salud, menciona que la inhumación de cadáveres únicamente podrá realizarse con la autorización oficial del Registro Civil y deberá realizarse en lugares permitidos por las autoridades sanitarias correspondientes. Podemos considerar que un entierro clandestino es la inhumación de un cadáver realizada sin conocimiento de la autoridad y en un lugar no establecido para tal fin. Se les ha denominado de diversas formas: lugares de entierro de personas desaparecidas, cementerios secretos, cementerios ilegales, fosas clandestinas o, como se les ha denominado de manera popular en México, Narcofosas. Ubicación del lugar del entierro El éxito de las técnicas de búsqueda de un entierro depende del rigor de la fase preparatoria. Un principio básico que hay que tener presente es: “Si el área delimitada para la búsqueda es pequeña las probabilidades de hallar el lugar, en el supuesto de que se encuentre dentro del área de búsqueda, son mayores, siempre y cuando se utilicen las técnicas adecuadas”. Técnicas de Búsqueda Búsquedas superficiales no invasivas. Barrido visual pedestre. Binomio Canino. Fotografía Aérea Búsquedas subterráneas No invasivas o uso de técnicas de detección remota, también se les conoce como estudios geofísicos. Resistivímetro: Radar de penetración terrestre. Detector de metales. Invasivas Sondas y barrenos. Trincheras y pozos de sondeo. Eliminación de la capa superficial con maquinaria pesada. Preparación de la Excavación El equipo debe tratar de adoptar las mejores normas de preparación, de manera general, se recomienda: Privilegiar la seguridad de todo el personal. Demarcar el perímetro. Adelantar una prospección inicial y fijarla. Establecer el datum* permanente. Despejar la vegetación del terreno. Marcar y/o mitigar los rasgos peligrosos del terreno. Controlar el agua superficial o subterránea. Crear un perímetro seguro y demarcar las vías de acceso. * es un marcador de referencia que mantiene el control horizontal a lo largo del sitio, generalmente se ubica en la esquina Sudoeste. Excavación y Recuperación Esta fase consta de las siguientes etapas: Identificación y descripción del rasgo. Excavación y exposición de los restos. Tamizado. Planimetría y documentación. Recolección y registro de indicios. Traslado. Identificación y Descripción del Rasgo Un rasgo es una concentración de evidencia material, restos estructurales y residuos orgánicos, producidos por la actividad antrópica o natural, que se observan en el registro estratigráfico/arqueológico. El acto de excavar el suelo y crear un rasgo de fosa cambia la textura del suelo. A veces, este se mezcla con la vegetación que lo cubre. La textura y el color por lo general son diferentes a la del suelo circundante. La vegetación que cubre el rasgo puede ser más exuberante. Puede existir una depresión del terreno que marque el rasgo. El relleno se puede agrietar y separar de los bordes del rasgo. Una vez identificado el rasgo se debe incluir sus dimensiones: eje más largo y eje más angosto, profundidad, color, textura. Excavación y Exposición de los restos La excavación inicia con el retiro de la capa vegetal o con el desalojo del material que se encuentre sobre la superficie. La exposición inicial de la fosa se puede realizar con palas pequeñas o cucharillas. No olvidar tamizar el suelo excavado. Al hallar huesos, quien excava debe determinar la posición del entierro. Con ello se podrá ir planificando de mejor forma la excavación. Al excavar el entierro, no se deben utilizar herramientas metálicas. Por lo general los entierros se deben exponer de arriba hacia abajo. Las regiones centrales se deben exponer primero, para continuar con los miembros, y al final manos y pies. Es necesario anotar la presencia de otros indicios. Estos elementos deben ser marcados con un banderín y deben ser dibujados, en relación con los restos. Tamizado Todos los suelos excavados deben ser tamizados, en seco o en húmedo, a través de una malla de alambre de un cuarto de pulgada, a veces es necesario contar con una malla más pequeña de un octavo de pulgada. Tamizado en seco: zarandear suavemente el suelo excavado, en una criba junto con los materiales de más de un cuarto de pulgada. Tamizado húmedo: pasar el suelo excavado por una criba de un cuarto de pulgada, utilizando tanto la presión como el flujo de agua para disolver los materiales hidrosolubles, dejando los materiales insolubles de más de un cuarto de pulgada. Planimetría y Documentación Todos los aspectos de la excavación de un entierro deben contar con al menos con la siguiente documentación: Nota Planos esquemáticos. Planimetría a escala. Secciones/perfiles estratigráficos. Fotografías. Notación del entierro. Recolección y Registro de Indicios Una vez realizada la planimetría y la fotografía de los indicios in situ, es necesario levantarla. Cada indicio debe llevar un identificador único. Cada elemento se puede embalar en bolsas plásticas o de papel. Como mínimo debe aparecer la siguiente información: Fecha, lugar, hora de levantamiento. Número único de indicio/bolsa/entierro. Descripción del elemento. Iniciales o nombre de quien recolecta el indicio. Tafonomía Forense Queda claro que la antropología forense es una de las subdisciplinas de la antropología física la cual se divide en tres ramas importantes, relacionadas con otras tantas ramas de las ciencias antropológicas: la arqueología forense, la antropología cultural forense y la antropología forense; que a su vez se auxilia con las técnicas de la Tafonomía forense, estrategia de investigación de reciente aplicación a casos forenses.  Se ha entendido por TAFONOMÍA tradicionalmente, el estudio de la transición de los restos biológicos desde la muerte hasta la fosilización. Este ha sido tema favorito de arqueólogos, prehistoriadores y paleontólogos. Pero en los últimos tiempos, ha venido a integrarse este concepto en la Paleopatología y la Antropología Forense, en relación con los restos humanos y su evolución después de la muerte. Abarca por lo tanto, todo lo relacionado con la descomposición, transformación, conservación, transporte, desgaste e infiltración de los restos humanos, desde la muerte biológica hasta su total desintegración o conservación natural o artificial, o hasta su fosilización. El estudio de todas las fases que producen estas alteraciones o cambios de estructuras y aspecto de los restos humanos en el contexto judicial o forense es lo que conocemos como TAFONOMIA FORENSE. En resumidas cuentas es algo así como la historia y momentos por los que han pasado los restos humanos desde la muerte biológica hasta que llegan a nuestras manos para su investigación. El Antropólogo Forense, por métodos analógicos e inductivo-deductivos, irá obteniendo información del sexo, edad, estatura, causa de la muerte, data o fecha de la muerte, características especiales como existencia o huellas de antigua patología (traumatismos cicatrizados, intervenciones quirúrgicas, fracturas, prótesis, alteraciones dentarias) que nos conducirán a través de un a veces largo proceso de análisis patoplástico a facilitar la identificación de la persona a quien correspondió aquel cuerpo en vida. Asímismo, las alteraciones naturales o artificiales que hayan sufrido esos restos tanto para llegar a su destrucción o su conservación, nos indicarán los procesos que han tenido lugar (acción de substancias químicas, influencias meteorológicas, acción del terreno donde han permanecido, acciones destructoras desde los elementos vivos microscópicos hasta los grandes depredadores como perros salvajes, vagabundos o caseros, roedores, en general terrestres o acuáticos), pasando por toda una larga serie de artrópodos, invertebrados, coleópteros, dípteros, himenópteros, lepidópteros, arácnidos, ácaros, etc. que tienen a su cargo destruir las partes blandas, dejando limpio el esqueleto. El proceso tafonómico además, identifica alteraciones sufridas en los huesos. El mayor enemigo del hueso es la humedad, que propicia la pululación y desarrollo de algas, mohos, hongos, alterando la consistencia, el aspecto y color del hueso. Luego están las plantas que pueden producir artefactos muy variados, fracturas, seudopatología postmortem que debemos distinguir de la verdadera producida ante mortem o perimortem. Toda esta infinidad y variedad de detalles nos permitirán construir el anecdotario, la historia de los restos humanos que tenemos ante nosotros, que nos ayudará en resumidas cuentas a descubrir la verdad de lo que pasó. Se ha llamado tiempo tafonómico al transcurrido desde el momento de la muerte hasta el hallazgo de los restos humanos. No hay que olvidar que las Ciencias biológicas no son Ciencias exactas y por lo tanto las mismas causas no producen siempre los mismos efectos debido a la gran cantidad de variables que actúan sobre el cadáver. Por eso no podemos reducir los procesos biológicos como es la descomposición de un cadáver a fórmulas matemáticas. No todos los huesos de un mismo esqueleto presentan el mismo índice de desgaste o desintegración. Si una parte del esqueleto ha quedado enterrada en un lugar húmedo y el resto quedó al aire libre, cuando transcurra el tiempo se podrá observar la diferencia de alteraciones sufridas por una y otra parte. Mientras los restos hundidos en tierra húmeda acabarán por destruirse o se impregnarán del color de la tierra que los rodeaba, los que quedaron expuestos al aire y al sol, blanquearán e incluso se endurecerán si no ha habido un animal depredador que haya sentido curiosidad o apetencia por ellos y los haya separado del resto del cuerpo para llevarlos, quizás lejos, a roerlos. Cada hueso, en este caso, se alterará en una u otra dirección, dependiendo de los elementos del terreno o el ambiente que los rodee. Los cambios tafonómicos del hueso en tierra húmeda serán intensos seguramente y acabarán por hacerle frágil, friable, dejándolo de la consistencia de una caña seca, adquirirá el color obscuro que algas, mohos y hongos destructores le comuniquen, mientras los cambios tafonómicos en el hueso soleado le producirán un color posiblemente blanco, una superficie algo rugosa y se conservarán más resistentes. Cambios tafonómicos en cadáveres conservados Una forma importante de evolución de los cadáveres es la conservación. Esta puede ser espontánea, natural, debido a condiciones intrínsecas (del interior del propio cuerpo) o extrínsecas (condiciones del medio ambiente que rodea al cuerpo) o puede ser artificial (embalsamamiento, tratamiento del cadáver para su conservación), esta última en íntima relación con prácticas culturales que se remontan a la lejanía de los tiempos. Los procesos naturales como la desecación y la momificación consecutiva, natural, debido a causas y condiciones ambientales, determinan cambios tafonómicos muy característicos. Tal es el caso de cuerpos enterrados en las arenas de los desiertos, en nichos de cemento herméticamente cerrados, en sarcófagos bien sellados o en terrenos donde existan substancias químicas o minerales conservadoras como por ejemplo el Arsénico que tiene la particularidad de detener todo proceso de descomposición produciendo cambios tafonómicos que conducen a la conservación indefinida, a veces en tan perfectas condiciones que se puede hablar de "cuerpo incorrupto". Así se han hallado cuerpos perfectamente conservados en desiertos como el Sahara, en los de Paracas en las costas del Perú y Chile, desiertos de Estados Unidos, Australia, Gobi, en el desierto de Altar en Sonora etc. El adelgazamiento en vida hasta condiciones límites, favorece la momificación espontánea y como consecuencia su conservación. Hay ciertas áreas del cuerpo que por la escasez de líquidos que contienen se momifican espontáneamente con mayor rapidez (manos y pies). La desecación también se produce por la acción del frío. A este proceso se llama sublimación, que va unido a la congelación. El efecto del frío detiene la evolución y desarrollo de bacterias y microorganismos responsables de la descomposición. Han sido relativamente frecuentes los hallazgos de cadáveres conservados entre los hielos del Artico, la Antártida, en los páramos eternamente helados de Venezuela, en las alturas con nieves perpetuas de los Andes, en glaciares, en el permafrost de Siberia y Alaska, en las alturas de los Himalayas y en general en cumbres montañosas de nieves perpetuas. En Siberia se han hallado numerosos mamuts peludos conservados miles de años entre los hielos. Tan bien conservados que ha sido posible estudiar el contenido gástrico y averiguar cuál fué su última comida y de qué se alimentaban en aquellos lejanos tiempos geológicos. La retracción de los tejidos por la desecación hace asomar al exterior la raíz de las uñas y pelos, lo que produce la impresión de que éstas han continuado creciendo después de la muerte cuando no se trata más que del efecto visual de la retracción de los tejidos dermoepidérmicos. Ciertas sales minerales como el Natrón que se encuentra a saturación en el Lago del mismo nombre en Egipto (Uad-en-Natrum) y que es el Carbonato de sodio decahidratado (CO3 Na2 + 10 H20), produce la desecación de los tejidos, lo que observado por los antiguos egipcios, les permitió utilizarlo para embalsamar sus cadáveres. La piedra volcánica como la que se encuentra en abundancia en las Islas Canarias, piedra a la que se conoce con el nombre de "malpaíses", absorbe la humedad, lo que también habiendo sido observado por los primitivos habitantes del Archipiélago, les permitió disponer de un método de desecación, que unido al efecto del sol y masajes de los cuerpos, se convirtió en una técnica instrumental y una práctica cultural por medio de la cual conservaron sus cadáveres que envueltos en cueros de cabras nativas de las islas guardaban en cuevas en lugares recónditos de las montañas. El estudio de la conservación de los cadáveres y alteraciones tafonómicas que conlleva, tanto en los casos históricos (antiguos) como los judiciales (modernos), tiene una gran importancia para deducir qué circunstancias rodearon al sujeto ante, peri y postmortem. Otra forma espontánea de conservación es la desecación por el frío, la congelación, que como hemos dicho produce un proceso de sublimación. Es el caso de los cuerpos de los escitas hallados en el Ponto Euxino en pleno permafrost, en Altai y en Alaska. Parecido es el caso del "Hombre del Tirol (un cazador neolítico)", que se halló congelado en un glaciar entre Austria e Italia, muy bien conservado. Se dató entre 4.000-6.000 años a.C. Conservaba aún las partes blandas de su cuerpo y se podían apreciar los tatuajes que llevaba en la piel (Sjovold, 1992). Los mamuts peludos hallados en Siberia, junto al río Lena, estaban tan perfectamente conservados en los profundos hielos que su carne sirvió de alimento a los perros que llevaban consigo sus descubridores. Cambios y agentes tafonómicos en la conservación artificial o embalsamamiento Las prácticas funerarias en sus diversas formas, más o menos complicadas, se remontan al Paleolítico (35-40.000 años). Probablemente desde que apareció el Homo sapiens en el camino de la evolución. El más antiguo indicio de un enterramiento ritual parece ser el de la Cueva de Shanidar (Turquía). Se trata de una sepultura de Neanderthales y llamó la atención de su descubridor, R. Solecki, la gran concentración de restos de pólenes que había, lo que parece indicar que la tumba o tumbas fueron preparadas sobre un lecho de flores. Desde aquellas lejanas épocas hasta nuestros días, las prácticas culturales llevadas a cabo por el hombre en toda la geografía del planeta han sido variadísimas Todas estas prácticas han producido cambios tafonómicos notables que nos permiten identificar las substancias y técnicas empleadas. El calor, uno de los grandes agentes tafonómicos, ha sido utilizado por muchas culturas para producir la desecación del cadáver y como consecuencia, su conservación. Cuando llegaron los primeros descubridores españoles al Istmo de Panamá, les llamó grandemente la atención la existencia. en los mayores poblados nativos, de una gran casa de mayor tamaño que las viviendas habituales de los indígenas cuevas, donde guardaban en estantes de madera, colocados muy ordenadamente, los cuerpos desecados por la acción del calor y el ahumado, de sus principales jefes y chamanes fallecidos. Lo mismo se practicaba en otros lugares de América y de Oceanía. Refieren los cronistas de la época que entre la acción del intenso calor solar durante el día y el de las hogueras durante la noche conseguían que exudasen la "grasa" y líquidos del cuerpo que goteaban por las extremidades de manos y pies. Los cambios tafonómicos son descritos rudimentariamente por algunos cronistas con el nombre de "amojamados". Era una forma de curar la carne de la misma forma que se hacía con la carne de los animales cazados que no podían comer de inmediato. Por medio de este procedimiento del ahumado (que aún practican los indios seris y otras tribus), se conservan la carne y el pescado mucho tiempo como reservas de alimentos. De la misma forma se preparaba el tasajo en Norteamérica. Esta técnica sería ampliamente utilizada por los piratas del Caribe en sus islas-refugio donde hacían este tasajo o bucan, de ahí el nombre de bucaneros que recibieron. El color de estos cuerpos desecados al humo es similar al que toman las carnes o pescados tratados de esta misma forma. Esta técnica conservaba los cuerpos indefinidamente a pesar de las condiciones climáticas adversas (alto grado de humedad, lluvias torrenciales, insectos destructores). De esta forma simple de desecar para conservar el cadáver, se fue pasando a través de las distintas culturas por un gran número de técnicas que pueden reunirse bajo el término de embalsamamiento. Entre los centenares de substancias utilizadas para embalsamar los cuerpos mencionaremos el sulfato de aluminio líquido (poderoso astringente y antiséptico), el benjuí (ácido benzoico, Benzoin officinalis) de potente acción antipútrida, el ácido tánico o tanino, que empleado en el curtido de cueros desde remotos tiempos se aplicó al embalsamamiento. Su poder astringente es ampliamente conocido por muchas tribus indígenas (lo usan para las diarreas), pero yo he visto cuerpos prácticamente embutidos en menudos fragmentos de corteza de árboles (ricas en tanino) con lo que conseguían el curtido y desecación del cadáver (indios teribes de Bocas del Toro, Panamá). En general, las plantas aromáticas, fueron las más buscadas y preferidas para embalsamar cuerpos. Algunas oleorresinas de árboles americanos (gén. Copaifera) fueron muy utilizadas para la preparación de momias (Perú, Chile, Bolivia), como el Bálsamo Copaiba (Copaifera officinalis, C. guianensis), el Bálsamo de Tolú (Myroxylon peruiferum o M. toluifera), excelente como antiséptico. Las momias que hay en el Museo de Antropología Forense, Paleopatología y Criminalística de la Escuela de Medicina Legal (Universidad Complutense) están preparadas entre otras substancias con este Bálsamo, cuyo aroma se conserva después de 2.000 años. Otras oleorresinas utilizadas desde hace mucho tiempo son las trementinas, procedentes de muy diversos lugares del mundo, sobre todo donde crecen bosques de coníferas y terebintáceas cuya corteza exuda estas substancias aromáticas (pinos, alerce). La esencia de trementina o aguarrás tiene fuertes propiedades antisépticas como todas las trementinas y de ahí su uso bien conocido desde antiguo para embalsamar o conservar cuerpos. El Alcanfor (Laurus camphora), la Cassia (Cassia fistula), la sal (Cloruro sódico) utilizada para conservar los cuerpos en salmuera y el Cloruro de zinc. Otro conservador muy generalizado que sigue empleándose en la actualidad es el Formol o Formaldehido. Como buen desinfectante, el Enebro (Juniperus communis) preparado en polvo o en esencia fué ya muy utilizado por los embalsamadores del antiguo Egipto. Los condimentos culinarios han sido también muy empleados para embalsamar. La Canela (Cinnamomum zeylanicum) por sus propiedades antisépticas y astringentes, La Pimienta negra (Piper nigrum) que es un buen antiparasitario, La Vainilla (Vanilla fragrans) El Sésamo o Ajonjolí (Sesamum indicum) El Clavo (Eugenia caryophyllata) La Pimienta roja (Capsicum annuum) El Ajo (Alium sativum) El Anís (Illicium anisatum, tóxico) El Orégano (Origanum vulgare) El Lúpulo (Humulus lupulus) El Eucaliptus (Eucaliptus sp.) El Laurel (Laurus nobilis). Otras especies vegetales han sido también utilizadas para embalsamar como: El Sicómoro de Egipto (Ficus sycomorus). Su madera era utilizada para la fabricación de los sarcófagos donde se conservaban las momias egipcias por sus propiedades repelentes de insectos y parásitos. Algunos hongos como: El Agaricus bisporus han sido utilizados por su acción antibacteriana Las Cycadas (Cycus sp.) especialmente sus nueces por el mismo motivo El Heliotropo (Heliotropum peruvianum) El Sasafrás (Sassafrus albidum, S. officinale). La miel fue utilizada durante la Edad Media para embalsamar cuerpos así como el vinagre. La Glicerina, por su acción conservadora, sola o mezclada con otras substancias como la Parafina también ha servido para embalsamar. La Cera de abejas, por su impermeabilidad se ha utilizado para recubrir el cuerpo. Diversas Gomorresinas, como: La Goma arábiga La Goma guta (Garcinia Hanburyi) El Liquidámbar (Liquidambar orientalis) o Bálsamo estoraque son todos antisépticos y desodorantes. La Alheña o Henna (Lawsonia inermis) por su contenido en ácido hennotánico es otro buen protector-conservador El Incienso, la Mirra son gomorresinas de varios árboles africanos como la Boswellia Casteri, Commiphora El Palo de Sándalo (Pterocarpus santalinus), propio de Oriente, de delicado aroma, que ya está escaseando en la India donde en otro tiempo fué tan abundante. Aunque sea un pequeño fragmento de su madera los hindúes quieren siempre que entre en la hoguera que los va a reducir a cenizas. El Asfalto que se usó para recubrir a las momias egipcias o rellenar en parte su cráneo se traía del Lago Asfaltites. El Natrón, citado anteriormente era utilizado para mantener en salmuera los cuerpos durante 70 días reglamentarios en el antiguo Egipto. También utilizaron mucho los egipcios el Aceite de cedro (Citrus medica) por su acción antiparasitaria para lavar el interior de los cadáveres. Más modernamente, la Naftalina, el Paradiclorobenceno, el Aceite de manzanilla, la Esencia de Lavanda (Lavandula officinalis), el Aceite de Mirbana y el Aceite de Espliego por su acción desodorante y antiparasitaria también ha sido muy utilizado para embalsamar cuerpos. Entre las substancias químicas: el Permanganato potásico, el Mercurio, sobre todo el Bicloruro de Mercurio, potente antiséptico, el Sulfato de Cobre y el Cloruro de zinc, se utilizaron mucho durante el s. XIX. En los modernos embalsamamientos se utilizan aparatos inyectores motorizados para hacer penetrar los líquidos conservadores por las yugulares y femorales, substituyendo al máximo la sangre por éstos. Las cavidades son inyectadas por medio de un trócar que después de perforarlas y aspirar los líquidos serosos contenidos en ellas, sirve para inyectar las substancias fijadoras conservantes. Si el cuerpo fue vendado y más tarde desaparecen estas vendas, siempre puede verse la impronta o impresión dejada por la trama del tejido de que estaban hechas y que nos permite deducir qué clase de tela fue utilizada para esta envoltura, su trama y su calidad. La impresión de estas vendas o tejidos es un detalle tafonómico a veces de gran valor diagnóstico. Las tzantzas o cabezas reducidas preparadas como trofeo por los jíbaros del Ecuador, presentan unas características tafonómicas especiales. Por medio de la acción del calor y el humo logran encoger y endurecer (corificar) la piel de la cara y cabeza. Para ello utilizan arena caliente con la que rellenan la bolsa fabricada con la piel. Mezclan el conjunto con ciertas hierbas ricas en tanino. Previamente cosen la parte posterior del cuello cortada para extraer los huesos, luego los párpados y la boca para que no se salga la arena caliente. Cuando se empieza a enfriar introducen piedras calientes en su interior y la cabeza va encogiéndose así poco a poco ahumándola constantemente. Por eso al final tiene la piel un color negro de humo. La cabeza (la piel sin el hueso) queda encogida hasta adquirir el tamaño de un puño, convirtiéndose en una tzantza. Fragmentos de cadáveres se han utilizado desde tiempo inmemorial como trofeos de guerra. Entre los etiopes era costumbre cortar los órganos genitales al enemigo al que mataban y clavarlos en la puerta de la casa dejándolos momificarse por la acción del sol. Entre los indios de América, el cuero cabelludo (scalp) se cortaba y arrancaba como trofeo y entre los europeos afincados en el Oeste americano era costumbre habitual cortar las orejas de los indios que mataban haciendo collares con ellas dejándolas momificar. Uno de los más grandes embalsamadores de los tiempos modernos fue el Dr. Pedro Ara, Profesor de Anatomía de la Facultad de Medicina de San Carlos de Madrid, más tarde afincado en Argentina, Embalsamó el cadáver de Eva Perón con una perfección tal que parecía estar viva. Su técnica, aún no entendida, pues se llevó su secreto a la tumba, le permitía dejar en un estado de extraordinaria perfección los cadáveres que trataba con este procedimiento. Los cambios tafonómicos que en todos estos casos se producen y que permiten la conservación más o menos perfecta de los cuerpos se basan en la coagulación de las proteínas, la acción antibacteriana de las substancias utilizadas, la desecación y el hacer repelentes los tejidos para cualquier clase de insectos, hongos u otros organismos impidiendo la biodegradación. Tafonomía forense y descomposición del cuerpo Como la descomposición de un cadáver es un fenómeno normalmente progresivo, también lo serán los caracteres tafonómicos y sus variaciones, dependiendo del momento y lugar en que estudiemos los restos. Todo Antropólogo Forense sabe muy bien por experiencias personales lo difícil que es determinar la fecha o data de la muerte. Es por eso que hay que observar hasta el más mínimo detalle que pueda orientarnos sobre el tiempo transcurrido desde la muerte y la aparición de los restos. Aquí la experiencia que proporciona el haber estudiado muchos casos y la analogía son los factores que más nos van a ayudar a realizar un diagnóstico, si no exacto, sí lo más aproximado posible, de la data de la muerte. Entre las numerosas variables que influyen en la descomposición cadavérica, las más importantes son: la Temperatura (las alternativas que pueden sufrir los cuerpos tales como congelación - descongelación es uno de los factores que aceleran la descomposición y la desarticulación), el Peso, Volumen y Condiciones físicas y biotipológicas del cadáver, la Actividad bacteriana, la Actividad de los insectos necrófagos. No debe olvidarse que las larvas no gustan de la luz del sol, lo que es una de las razones de que respeten la piel a cuya sombra puede desarrollarse una gran actividad larvaria. Es muy frecuente hallar cadáveres con la piel y tegumentos enteros y sin embargo vacíos en su interior, devorados los órganos internos totalmente por las larvas, quedando el cuerpo como una especie de saco vacío. Otros factores que actúan sobre la descomposición de los cuerpos son los vestidos, la ropa que lleve puesta el cadáver, o bien la Acción de fenómenos meteorológicos, aparte de la Temperatura mencionada. Por ejemplo, la acción de la lluvia. También influye que quede el cuerpo o una parte de él bajo un montón de hojarasca. Es frecuente observar la proximidad de ciertos pájaros junto a un cadáver abandonado en superficie en un bosque o en el campo. Estos pájaros no comen la carne descompuesta sino que van a alimentarse de las larvas que pululan en aquellas partes o aberturas del cadáver. En cambio hay otras aves de mayor tamaño que sí son carroñeras y tienen preferencia por ciertas partes del cuerpo. Por ejemplo, las águilas ratoneras tienen la costumbre de hacer un agujero en la piel del abdomen y a través de éste extraen los intestinos con los que se alimentan. Es muy común que los pájaros hagan frecuentes viajes al lugar donde se encuentra el cadáver, no para comer las larvas sino para llevarse el cabello de la víctima que les sirve para tejer sus nidos. Por eso el investigador de un crimen debe pensar en buscar nidos cercanos de aves donde seguramente encontrará cabellos de la víctima lo que puede ser una evidencia de primer orden. Está bien comprobado que los ratones, una vez vaciado el abdomen de sus órganos internos o bien en el interior del cráneo vacío, lo rellenan de pequeños fragmentos de papel, especialmente si tienen cerca guías telefónicas o papeles de periódicos y en otras ocasiones fragmentos de hojas secas y en ese lecho, así preparado, deposita la hembra sus crías alimentándolas si nadie les molesta hasta que éstas son capaces de valerse por sí mismas. Las avispas y las hormigas también suelen utilizar los cráneos vacíos para hacer sus nidos y no es raro que alguna pareja de víboras busquen abrigo en los cráneos abandonados. Los insectos, con sus diversas variedades y especies, dejan a sus larvas el cuidado de devorar la mayor parte de las partes blandas. Uno de los factores tafonómicos que puede acelerar la descomposición de alguna parte en especial de un cadáver es la existencia en ella de una herida o lesión en la piel, fractura, orificio de bala o arma blanca, aplastamiento, es decir una puerta de entrada. Si vemos un cadáver que presenta una agitación larvaria en alguna región del cuerpo podemos sospechar que allí hubo una herida, una lesión abierta. Por ejemplo si en el dorso del antebrazo que no es un lugar normal para la entrada de larvas hay una masa larvaria, hay que pensar en una lesión de defensa ante un arma blanca u otro instrumento agresor. Y lo mismo si vemos pulular larvas en la palma de la mano, lugar no habitual para éstas, hay que pensar que la víctima trató quizás de defenderse agarrando el cuchillo agresor con esa mano y se produjo una lesión que aprovecharon las moscas para depositar sus larvas. Los ratones tienen también preferencia por las epífisis de los huesos largos (cabezas de húmero, cúbito, radio, fémur, tibia y peroné) en las que encuentran el hueso esponjoso que con la médula ósea roja que contiene es uno de sus alimentos preferidos. También sienten apetencia por los bordes orbitarios. Las alteraciones tafonómicas así producidas, nos van indicando lo que sucedió post-mortem y muchas veces ante y perimortem. En la descomposición de un cadáver intervienen no sólo bacterias e insectos sino muy diversas especies animales que llamamos en términos generales, carroñeros. Las alteraciones tafonómicas que producen sus dientes y uñas nos permiten saber a qué especie pertenecían. Los coyotes y perros vagabundos atacan con mucha frecuencia a los cadáveres abandonados en descampados o bosques por donde suelen merodear. Comen las partes blandas, desarticulando los huesos y produciendo la dispersión de éstos en el terreno, a veces llevándolos a grandes distancias, alterando no sólo tafonómicamente el cuerpo con marcas características, sino el escenario del crimen, destruyendo múltiples evidencias. También, es un hecho frecuente que los perros y gatos caseros, domésticos, cuando el amo o el ama que los cuidaba, generalmente ancianos que viven solos con varios animales, muere de muerte natural o violenta, quedando encerrados en la casa sin que nadie se entere de lo ocurrido, atacan el cuerpo comenzando por la piel de la cara, nariz y cuello, laringe, hioides, raíz de la lengua y todos los músculos vecinos. Con frecuencia los ojos son arrancados de las órbitas. Si son varios los perros que convivían con el anciano o anciana, atacan simultáneamente por partes diferentes, y mientras unos se alimentan con las partes superiores, otros vacían de su contenido el abdomen y el resto de las vísceras. Las extremidades son arrancadas del tronco y llevadas hasta un rincón o sobre un sofá o butaca donde siguen royendo los huesos. El ataque de estos animales puede producirse poco después de la muerte o cuando el cuerpo está en franca descomposición. La ropa que cubre el cadáver puede impedir temporalmente el ataque a las partes cubiertas, pero si el hambre les aprieta, no tardan en desgarrar los vestidos y dejar al descubierto otras partes carnosas. El olor de la orina o los excrementos del cadáver suele ser el indicador para comenzar el ataque, así como la existencia de alguna lesión sangrante o interrupción de la continuidad de la piel. La acción desarticuladora de los carroñeros será más fácil si ha habido una fase previa de intensa actividad bacteriana o destrucción por insectos. Son características tafonómicas las marcas dejadas por los cánidos, especialmente la forma en V que dejan los colmillos. En algunos casos éstos pueden quedar clavados en partes depresibles como es el caso de algunas epífisis, en cuyo caso, aparece un orificio circular que corresponde a la sección del colmillo. En el proceso de descomposición del cadáver, lo primero que suele separarse es la cabeza. Por su forma globulosa que no coincide con la cavidad bucal de perros o gatos, las partes que suelen atacar son las apófisis mastoides que hacen saliente, o los arcos zigomáticos, después de haber devorado las partes salientes de la cara. En el caso de que el cráneo haya sufrido amplias fracturas es más fácil que arranquen los fragmentos de hueso y devoren su contenido. Más fácil será si se trata del cráneo de un niño cuyos huesos son mucho más frágiles. La misión del equipo forense que investiga el caso será la búsqueda de los restos óseos dispersos por el terreno, tratando de determinar el lugar donde tuvo lugar la muerte y desde donde ha partido la dispersión. A veces los coprolitos o deyecciones de los animales carroñeros han proporcionado partes del cadáver, tales como dientes y hasta prótesis dentales o fragmentos de las mismas. En los bosques o eriales donde puede quedar abandonado el cadáver, no sólo los perros salvajes atacan el cuerpo. Hay muchos animales en estos parajes solitarios que acuden al olor de la muerte. Roedores, herbívoros u omnívoros, lobos, liebres, ardillas, gatos monteses y en ciertos lugares montañosos, los osos. Por supuesto la fauna depende de la localización geográfica. Un cadáver abandonado en tierras calientes no será atacado por la misma fauna que un cadáver abandonado entre la nieve o en el desierto, en un bosque de España o en un descampado de nuestro México lleno de coyotes o buitres, o en el centro del África ecuatorial donde las hienas y los buitres se van a encargar de él. El cadáver puede haber sido arrastrado desde el lugar original donde se produjo la muerte. Sobre el terreno pueden haber quedado huellas de este arrastre que es importante detectar. Las marcas de carroñeros y roedores son uno de los fenómenos tafonómicos más frecuentes en cadáveres abandonados. Se ha atribuido a los roedores la necesidad de usar sus dos dientes incisivos superiores, royendo los huesos para disminuir por abrasión el crecimiento continuo de tales dientes. La huella dejada por estos animales es muy característica. Se trata de surcos o canales paralelos, en contraste con las marcas en forma de V de los carniceros. Hay un buitre pequeño, el gallote, gallinazo, zamuro o iribú, de color negro y aspecto siniestro, que merodea por los poblados y por la selva de centro y sur américa siempre en busca de carroña. La huella que deja su pico como la del zopilote es un signo tafonómico muy típico. Los roedores buscan en los huesos de los cadáveres el calcio, del que son muy apetentes y que necesitan para su propia estructura ósea. Todos estos detalles nos llevan a la conclusión de que la observación de los restos cadavéricos nos ayuda a conocer los cambios tafonómicos que han sufrido y sus causas. Anteriormente mencionamos que el Antropólogo Forense al estudiar unos restos humanos va observando la morfología y las alteraciones tafonómicas que presentan y se va haciendo una idea del "perfil biológico" y aún del "perfil psicológico" de la persona a quien pertenecieron. Pero aún hay más y es que a través de lo que observa en el cadáver, puede llegar a hacerse una idea del propio "perfil psicológico" del asesino que siempre deja su propia huella tafonómica en la víctima. Puede ser el arma utilizada, el ensañamiento con que cometió el crimen y un sinfín de elementos que sólo se ven a través del estudio del cadáver. Morfológicamente, de los bordes orbitarios y su espesor, del tamaño de la apófisis mastoides, del espesor y fortaleza del arco zigomático, del tamaño y prominencia de los pómulos, del relieve de la protuberancia occipital externa, del relieve de la líneas nucales supremas, de las profundidad de los surcos nucales, del espesor de los huesos del cráneo y otros detalles, se deduce si se trata del cráneo de un varón o de una mujer. De la observación de la pelvis (sínfisis pubiana, forma del pubis, anchura de la pelvis, ángulo de la escotadura ciática, ángulo subpúbico, forma del agujero obturador, espesor de la rama isquiopúbica, diámetro de la cavidad cotiloidea y otros detalles deduce y confirma si se trata de un varón o una mujer. Del estado de las epífisis y metáfisis, de la dentadura, de la estructura de la sínfisis pubiana, de los diámetros de las cabezas de los húmeros, radios y fémures, del estado de cierre de las suturas craneales, de la robustez de los cóndilos femorales, del relieve de los tubérculos gemini del maxilar inferior, deduce la edad del sujeto. De la longitud de los huesos largos, ayudándose con las diversas tablas existentes o por medio de una ecuación regresiva de Pearson, deduce la estatura. Sexo, edad, estatura, nos van configurando un tipo humano a partir del esqueleto cuya identidad queremos determinar. Así sabemos si es un niño o un adulto y la edad, sexo a que pertenecía y la estatura aproximada que tuvo en vida. Pero si lo que interesa saber es a qué grupo racial perteneció entonces de la protuberancia de los alvéolos dentarios (prognatismo), de la anchura de la cara, del índice de la rama mandibular, forma de los pómulos y huesos propios de la nariz, estructura de los dientes incisivos, arqueamiento de la diáfisis femoral, y si queda cabello, la forma, color, estructura, sección y distribución de éste, todo ello nos orientará sobre el grupo racial a que pertenecía. Todo esto se deduce por analogías. Pues de la misma forma, "la esencia de la Tafonomía es también la analogía". El aspecto de las partes blandas, el grado de descomposición, las alteraciones de los huesos descarnados y todas las alteraciones y modificaciones que haya podido sufrir el cadáver son evidencias de gran valor en una investigación antropológico-forense como puede ser la determinación del intervalo transcurrido desde el momento de la muerte. La dispersión de los huesos sobre el terreno nos hace pensar en las fuerzas que han intervenido post-mortem. Las marcas dejadas en los huesos por los depredadores, el color que adoptan los huesos por la acción de la humedad o por la exposición al aire y al sol, la fragilidad de los huesos o su consistencia y robustez (signos tafonómicos de gran importancia diagnóstica) nos permiten deducir el estado de nutrición del sujeto (los drogadictos tienen un esqueleto muy frágil). Los efectos de la humedad (el mayor enemigo de los huesos), las resquebrajaduras o grietas de los huesos nos indican si ha estado expuesto a variaciones bruscas de temperatura (frío, calor, humedad, sequedad). De las marcas que presenten los dientes o su coloración podremos deducir hábitos y costumbres, psicología y educación del individuo. Si era fumador, si comía determinados alimentos, si masticaba determinadas substancias que han podido dejar una huella en los dientes y encías (tabaco, betel, etc.) En Oriente, India e Islas del Pacífico he podido observar la frecuencia de estas manchas producidas por la constante masticación del betel (Piper betel L.) hábito que tienen millones de personas de ambos sexos. Si aparece en México un cadáver con estas manchas características la sospecha de su procedencia es inmediata (por analogía). Es un signo tafonómico de primer orden. Otras muchas substancias pueden dejar manchas coloreadas en los dientes. La dentadura es, por lo demás, como hemos dicho repetidamente la caja negra de nuestro organismo por analogía con la caja negra de los aviones en la que quedan registradas las incidencias de a bordo que en caso de una catástrofe aérea serán de gran valor para saber las causas del accidente. Los huesos adquieren el color del terreno donde han quedado enterrados. Por ejemplo, el caso del cráneo y el esqueleto de un hombre que quedó atrapado en una mina de cobre y que se encuentra en el Museo de Antropología Forense, Paleopatología y Criminalística de la Escuela de Medicina Legal de Madrid, está totalmente impregnado por el óxido de cobre que le comunica un color verde malaquita. Otro caso de gran interés es el cráneo del "Hombre de la Sima" que mostramos también en el mismo Museo. Se trata de un caso muy antiguo de un hombre que quedó, no se saben las circunstancias, en el fondo de una sima de donde no pudo salir. Muchos años después unos espeleólogos lo encontraron convertido en piedra, hecho una estalagmita. Hasta las pestañas están petrificadas, todo infiltrado de hidroxiapatita. También se exhiben en el Museo los cráneos de dos héroes defensores de Numancia contra los romanos que murieron a manos de éstos. Uno de ellos presenta una gran lesión en el cráneo producida por una espada de bronce, que ha dejado una huella de color verde de óxido de cobre junto a la gran herida, si no es que llevaba algún casco o adorno de cobre en la cabeza que fue quizás el causante de esta pigmentación. Las manchas que aparecen en algunos cráneos pueden estar producidas por algas (color verdoso, marrón o negruzco). A veces se aprecian masas de filamentos de algas que se confunden con cabellos. Cráneo y huesos de esqueleto postcraneal hallados en playas o en sus cercanías, presentan la acción tafonómica del desgaste por haber rodado a causa del movimiento del oleaje. En el interior de los orificios presentan arena de la playa y foraminíferos, pequeños fragmentos de conchas de crustáceos, moluscos. Dentro de la cavidad craneal puede haber abundante sedimento de río o de mar en el que se puede estudiar la historia de sus desplazamientos. La abrasión o desgaste sufrido por las partes salientes del cráneo, especialmente de la región facial (esplacnocráneo) y la desaparición de la mandíbula va a ayudar a reconocer la historia tafonómica del mismo. Si el cuerpo cayó, fue lanzado o se tiró el mismo individuo a un río con fuerte corriente, el cadáver habrá sufrido una serie de alteraciones tafonómicas diversas que nos orientarán sobre lo que pudo suceder. A veces el cuerpo, al ser arrastrado por la corriente, aparece muy lejos del lugar donde cayó. Si ésta es muy fuerte, la descomposición, los golpes contra las rocas, la acción de la humedad, etc. hacen que se vayan desprendiendo partes del cadáver. Se produce así la desarticulación y en este caso puede quedar atrapado algún miembro entre la hojarasca o ramas de una orilla y el resto del cuerpo, zarandeado por la corriente puede recorrer decenas de kilómetros. Sin embargo, en los ríos, los miembros separados del cuerpo tienden a ser rechazados hacia las orillas, si no hay crecidas que los pongan de nuevo en movimiento y los empujen hacia el centro de la corriente, hacia la madre del río, que es donde el agua lleva mayor velocidad. A veces se detienen en una curva o meandro y muchas veces, después de su recorrido fluvial, van a parar al mar. Con frecuencia aparece el tronco sólo, sin la cabeza, lo que no significa que el individuo haya sido decapitado, sino que la cabeza y la mandíbula son las primeras partes que se desprenden del cadáver en descomposición. Lo único que suele quedar unido al tronco son los muslos. El que más sufre la abrasión de la corriente, los roces con piedras y ramas, es el cráneo. Por su forma es fácil que vaya rodando, perdiendo los huesos de la cara, la mandíbula y las vértebras cervicales que pudieran haber quedado adheridas. También son frecuentes las fracturas de la base del cráneo por los choques con las rocas. Unas veces el cráneo puede ser arrastrado hasta el fondo, otras puede flotar en superficie. Los cambios tafonómicos más notables que sufren los cráneos aislados, se reflejan en sus partes más prominentes: apófisis mastoides, protuberancia occipital externa, huesos de la cara (nasales y pómulos, dientes, arcos y apófisis zigomáticas). Los huesos largos es más frecuente que queden atrapados en alguna orilla, mientras que el cráneo puede llegar mucho más lejos. Cuando los huesos, desprovistos de sus partes blandas, son por alguna razón depositados en tierra y quedan en seco, la acción del sol los decolora. Si quedan en lugar húmedo, los hongos, algas y mohos que proliferan sobre ellos les producen un color verdoso y si el lugar en que han quedado es seco, la acción del sol no sólo los decolora sino que puede producir en su superficie la exfoliación del cortex. Y si hay alternativas de humedad y sequedad, se pueden rajar, agrietar, lo mismo que sucede cuando se lavan los huesos que llegan al Laboratorio procedentes de alguna excavación arqueológica que al secarse comienzan a crujir y a agrietarse. Las raíces de las plantas producen muy diversos cambios tafonómicos en los huesos, desde la fractura del cráneo por crecimiento en su interior a través del agujero occipital de una raíz que va engrosando con el tiempo, hasta la penetración de raíces adventicias por los agujeros auditivos externos, fosas nasales e incluso en los huesos largos a través de los conductos vasculares de Volkmann. Si es en superficie, pueden dejar unas huellas muy características que pueden simular la impronta de antiguos vasos sanguíneos superficiales. Los canales vertebrales son otro de los lugares preferidos para el crecimientro de raíces vegetales. Los cambios tafonómicos más comunes en un cráneo son: la abrasión por los roces, fracturas por los golpes contra las rocas, adipocira por la hidrólisis de grasas y tejidos en ambiente húmedo, especialmente la masa encefálica, y la desarticulación de la mandíbula. Según el terreno donde haya estado y los movimientos del oleaje, puede estar medio lleno de arena o de limo y si ha estado tiempo suficiente puede que sobre él hayan crecido una o varias colonias de crustáceos que tienen gran apetencia por el calcio de los huesos. Pueden también crecer moluscos gasterópodos, equinodermos, briozoos, esponjas, poliquetos (que segregan unos tubos de carbonato cálcico, tortuosos, que se adhieren al hueso. Los cangrejos tienen gran apetencia por los ojos y partes blandas de la cara. Las colonias de cirrípedos son más frecuentes en los huesos largos limpios de partes blandas que han estado en el mar bastante tiempo, dándonos, a pesar de la dificultad de interpretar sus ciclos biológicos, una idea del tiempo que han estado sumergidos. Los cuerpos humanos sumergidos en el mar, se encuentran con una variada serie de animales depredadores. El cuerpo humano es una fuente de energía y alimento para diversos animales marinos, vertebrados e invertebrados. Las partes blandas atraen a animales de diverso tamaño, desde tiburones hasta doradas, especialmente si el cuerpo sumergido tenía alguna herida sangrante. El olor de la sangre atrae a muchas especies, especialmente a los tiburones que dejan su marca tafonómica característica después de haber clavado sus mandíbulas en las estructuras de su presa. Dependiendo del lugar donde caiga un cuerpo al agua, la descomposición y los cambios tafonómicos que sufre pueden ser lentos o rápidos. La Temperatura del agua influye por dos vías, una sobre el propio cuerpo y otra por las especies animales depredadoras que varían de las aguas frías, heladas, polares a las cálidas, tropicales. Las corrientes que hay siempre dentro de la masa de agua arrastran el cuerpo, a veces a grandes distancias. El agua fría retarda la autodescomposición por inhibición de la vida bacteriana y las aguas calientes, por el contrario, la favorecen. Se han referido numerosos casos en la literatura forense de tiburones que regurgitaron partes enteras de cuerpos humanos después de dos semanas de haberlo devorado, sin haberlas digerido. La descomposición, salvo por la temperatura del agua, y en especial la desarticulación, es más rápida en el mar que en la tierra por la acción de los depredadores y la acción de las corrientes marinas. La acción del Antropólogo Forense es distinta en los casos de cadáveres que aparecen en tierra que los que proceden del mar. En el primer caso, es posible visitar el lugar del hallazgo, recoger evidencias en las proximidades, fotografiar in situ lo que aparezca. En el caso de cadáveres procedentes del medio marino o partes de ellos, hallados accidentalmente en una playa o entre las redes de arrastre de un barco pesquero, no podemos hacer lo mismo. En estos casos dependemos sólo de los propios restos aparecidos y de los caracteres tafonómicos que podamos observar en ellos, que nos orientarán sobre sexo, edad, causa posible de la muerte y tiempo que lleva sumergido. Si el cadáver cayó en un río de Brasil o algún afluente del Amazonas, veremos facilitado nuestro trabajo en cierto modo por lo limpios que dejan los huesos las pirañas cuya voracidad es proverbial. Esta limpieza rapidísima, si es reciente, nos permitirá estudiar el esqueleto o sus partes con facilidad, pero si los huesos permanecen en agua dulce o salada, sufren cambios tafonómicos diversos tales como erosión generalizada, abrasiones localizadas, bioerosiones producidas por la fauna acuática, crecimiento de colonias ávidas del calcio o reblandecimiento por el grado de acidez del agua. Un tipo de cambios tafonómicos que no se suele mencionar es debido al canibalismo. En casos prehistóricos es frecuente hallar las huellas del acto caníbal, especialmente para vaciar el cráneo de su contenido que para muchos grupos primitivos fue un bocado exquisito. Todavía lo es para ciertas tribus de Nueva Guinea, África ecuatorial y Matto Grosso en Brasil. El depredador humano no ha desaparecido con el transcurso del tiempo. Ya no sólo "culturalmente" ha existido en pueblos de México (aztecas) y Mesoamérica (mayas), sino que como casos forenses aparecen en el mundo entero casos de canibalismo parapático, ritual (vuduismo) y "faute-mieux". La investigación de estos casos nos permite determinar cambios tafonómicos, por ejemplo en "El caso del mendigo asesino de Madrid, El Escalero" que arrancaba el corazón de sus víctimas y comía una parte dejando la huella de sus dientes marcada en el músculo cardiaco. O en varios casos de dirigentes africanos que se hacían preparar platos especiales con los órganos de sus víctimas. Recientemente se dio a conocer que el líder de los Caballeros Templarios arrancaba los corazones de sus víctimas y se las comía para según él, adquirir poder. La descomposición debido a la humedad y a la acidez del terreno puede ser tan intensa que desaparece con el tiempo todo rastro de partes blandas e incluso de huesos. En estos casos, sólo estudiando microscópicamente el lugar donde estuvo el cuerpo se puede determinar la presencia de tejido óseo, restos de fauna necrófaga, fragmentos de vestidos, botones y algunas otras pequeñas evidencias. Pero quizás la más importante de todas es el cambio de coloración del terreno y su extensión y forma que nos indica incluso la posición en que estuvo el cadáver. A esto se llama "sombra cadavérica" o "sombra del cuerpo". Si el cuerpo fue enterrado junto con objetos de uso personal, tales como joyas, pulseras, anillos collares, diademas, etc. éstos se descomponen por la acción de la humedad y el tiempo, se transforman en óxidos, dejando la huella de su forma como una mancha en la superficie de contacto. Estos cambios tafonómicos se ven especialmente en restos óseos procedentes de excavaciones arqueológicas o de osarios de Iglesias reunidos después de las "mondas" periódicas a que se sometían las sepulturas para dejar sitio a los nuevos cuerpos. Suelen ser coloraciones verdosas (óxido de cobre) o rojo-parduzcas (orín u óxido de hierro). A veces la coloración procede del herraje o los adornos que llevaba el ataúd que ha desaparecido en parte podrido y del que sólo suelen quedar algunos restos. Las telas coloreadas por algún tinte o los herrajes suelen dejar sus huellas tafonómicas en los huesos. Algunas acciones especiales de la fauna necrófaga como la que ataca los tejidos momificados. El Antrenum museorum, es uno de los mayores enemigos de las colecciones, especialmente las biológicas, de los Museos. La eliminación de estos insectos y la esterilización de las momias utilizando Paradiclorobenceno, Aceite de Mirbana, insecticidas, vapores de formol, rayos ultravioleta y control de temperatura y humedad, restaurando pacientemente los tejidos tapando los centenares de orificios hechos por estos insectos, permiten en muchos casos, mantener las momias en buen estado. El estudio químico de los exoesqueletos de insectos de todo tipo, especialmente coleópteros, recuperados de los cuerpos descompuestos, puede permitirnos, incluso después de cuatro o más años después de la muerte, demostrar la presencia de drogas como la cocaína. Tiene esta substancia la particularidad de fijarse a la quitina de los exoesqueletos, perdurando mientras existan restos de éste y no acabe pulverizado. Cambios tafonómicos muy variados son los que se ven en antiguas cremaciones o incineraciones de cuerpos de las poblaciones que habitaron la Península Ibérica hace 3.000 años. En los fragmentos de huesos quemados, los cambios de coloración por la acción del fuego nos orientan sobre muy diversas circunstancias tales como la posición del cadáver en la pira funeraria, el tipo de madera utilizado en la cremación, la duración de ésta, la forma de recoger los restos quemados para guardarlos en las urnas cinerarias, si la cremación fue incompleta seguida de inclusión en cal viva, si junto con el cadáver se quemaron huesos de animales o pomos de perfume (ofrendas funerarias) o piezas de un ajuar que ha dejado su coloración especial (cobre, bronce, hierro, tintes) en la parte que estuvo en contacto con el hueso. El efecto del fuego y el calor sobre los huesos produce cambios en su coloración, dependiendo de la situación del hueso en la pira, del hueso que se trate, de la situación del hueso en el esqueleto (las raíces dentarias conservan color carbonoso al estar protegidas por los alvéolos), del peso y volumen del cuerpo (un individuo obeso se quema antes que uno flaco y huesudo como hemos comprobado en las cremaciones en la India). Así en los huesos de una cremación se ven tonalidades que van del gris obscuro, azulado y negro carbonoso al blanco que indica que la incineración ha sido más intensa (calcinación). La impregnación de un hueso con substancias como el manganeso puede ocasionar una decoloración idéntica a la producida por el fuego. La acción del calor no sólo produce alteraciones del color del hueso sino otros cambios tafonómicos como son la reducción de espesor y longitud, deformaciones, torsiones, grietas relacionadas con la textura y arquitectura de cada hueso muy específicas a veces. Como hemos dicho en repetidas ocasiones el hueso es viscoelástico y su plasticidad determina que se retuerza a determinadas temperaturas. Una vez separados los huesos del cráneo por sus suturas, es materialmente imposible encajarlos como estaban. Unas veces la acción del calor y otras simplemente el peso de otros huesos o el de la tierra (en un osario por ejemplo) los deforma y bandea haciendo imposible recuperar la forma primitiva. Lo mismo en los casos prehistóricos que en los casos forenses recientes, los cambios tafonómicos nos permiten deducir la historia de los restos que estudiamos. El tiempo tafonómico o sea el número de años solares transcurridos desde la muerte del sujeto hasta su hallazgo y estudio está íntimamente ligado a las alteraciones observadas. Hay casos que resultan desesperantes para el arqueólogo. Por ejemplo, el abrir un sepulcro de hace 400 ó 500 años ó más y hallar entero el cuerpo con sus vestiduras, y ver que pocos minutos después de haber sido expuesto al aire se desintegra ante nuestros ojos convirtiéndose en polvo. Sin embargo, en la atmósfera que permaneció por tantos años, se había mantenido en equilibrio perfecto aunque era sólo polvo que mantenía su antigua estructura. La oxidación rápida por la acción del aire le hizo desaparecer en unos instantes quedando reducido a un montoncito de polvo en el fondo del sarcófago. Hay huesos más resistentes que otros, dependiendo no sólo de factores extrínsecos (humedad, vegetación, pH y composición química del suelo), sino de factores intrínsecos (dieta del sujeto, factores genéticos, substancias alucinógenas o inhebriantes que tomase, etc.). Es lógico pensar que un hueso de mamut o de elefante resistirá mucho mejor la acción del medio en que yace enterrado que los huesos humanos y entre éstos resistirán mucho más los de un adulto bien alimentado que los de un niño de pocos años o meses. El tejido óseo compacto de los animales es mucho más denso y compacto que el correspondiente humano y por ello, más resistente a las acciones del medio. También existen alteraciones tafonómicas fraudulentas. En huesos prehistóricos tenemos como ejemplo el famoso cráneo del "Hombre de Piltdown", un fraude que duró medio siglo y que en Inglaterra tenían como "El primer inglés", hasta que un dentista, el Dr. Marston Bates, demostró que la mandíbula había sido tratada con permanganato potásico para "envejecerla" y hacerla pasar por prehistórica y humana para lo cual cuidadosamente alguien había limado convenientemente los dientes de la que pusieron en la excavación, mandíbula que correspondía a un simio moderno. Los fragmentos de cráneo hallados en el mismo yacimiento sí eran genuinos y pertenecían a un hombre antiguo. Más recientemente, un fraude de mayor envergadura tuvo lugar en Oriente después de las guerras de Corea y Viet Nam. Asi, coreanos y vietnamitas se dedicaron durante el tiempo de las post-guerras a un lucrativo y macabro negocio. Desenterraban cadáveres de soldados norteamericanos muertos en acción de guerra, limpiaban los huesos y los guardaban en pequeños recipiente de cerámica a manera de sarcófagos. Luego, los almacenaban. Habían tenido ya anteriores experiencias con los franceses de que los europeos siempre querían repatriar a sus muertos, pagando bien los hallazgos. Era un buen negocio. Cuando los norteamericanos comenzaron a reclamar a sus muertos, les dieron los huesos hallados que no eran siempre de norteamericanos, sino los primeros que encontraban. La mayoría de las veces eran mezclas de varios cuerpos. Llamó la atención de los antropólogos forenses de la Smithsonian Institution que muchos de los huesos venían "pintados" de un color azul. Al principio pensaron que se trataba de un acto ritual, alguna costumbre oriental, pero al analizar la "pintura" pudieron determinar que se trataba de fosfato de hierro hidratado (vivianita), que es una substancia que se produce al contacto de los huesos con el suelo después de 10-20 años de permanecer enterrados en ciertos suelos de Cambodia, Laos, Viet Nam, Filipinas y otros países del extremo Oriente. Para aumentar el negocio, comenzaron descaradamente a venderles esqueletos de vietnamitas, queriendo hacerlos pasar por norteamericanos. Sin embargo no contaban con la habilidad de los antropólogos forenses norteamericanos para los que una simple ojeada al cráneo les permitía saber si se trataba de un mongoloide o de un hombre de raza blanca, lo mismo que los huesos largos cuya longitud y espesor delataba rápidamente a los pequeños nativos del Delta del Mekong. Y por si fuera poco, los dientes incisivos en forma de pala típicos de los mongoloides acabaron de delatar el fraude, además de los huesos nasales aplastados y los pómulos salientes. Otro detalle tafonómico eran los trabajos dentales cuidadosos que identificaban a los norteamericanos y que no aparecían en ninguna dentadura vietnamita. En tanto, Las fracturas de los huesos se pueden distinguir tafonómicamente si fueron producidas ante-mortem, peri-mortem o post-mortem por la diferencia de coloración de los bordes de la fractura expuestos y además por la agudeza de los bordes mismos. Cuando una fractura se produce ante-mortem los bordes son más biselados y se hacen más suaves a medida que pasa el tiempo y el cuerpo se descompone. La tierra llega a producir una abrasión muy característica en los bordes de la fractura. Las partes expuestas absorben las substancias del terreno y el resultado es un color muy característico. Si la fractura se ha producido post-mortem, el desgaste de los bordes del hueso roto es diferente y el color es más claro que las partes que rodean el borde de la fractura. Es muy frecuente hallar fracturas post-mortem en cráneos enterrados, debido a la presión del terreno, o al crecimiento de raíces vegetales. La protección de los ataúdes es temporal ya que la humedad acaba por destruirlos y la putrefacción de la madera permite la penetración y el crecimiento de raíces vegetales. Los huesos guardados en nichos de cemento se conservan mejor. En casos forenses sobre todo es muy importante la obtención de evidencias, a veces mínimas, microscópicas, que pueden hallarse sobre la ropa o el cuerpo mismo de la víctima. Estas evidencias constituyen una variación tafonómica de enorme valor diagnóstico. A veces será una fibra de tejido de la ropa del atacante, un pelo o un mínimo fragmento de vidrio llevado por el asesino hasta el cuerpo o la ropa de la víctima, o grasa, barro, polvillo de madera o metal, de carbón, pintura, explosivos, polen u otra partícula procedente de algún taller donde trabaje. Este mínimo fragmento de una substancia química, vegetal o mineral procedente del atacante es una evidencia de primer orden. El gran criminalista francés Edmond Locard estableció la "Ley de intercambio de partículas entre víctima y victimario". De la misma forma, la víctima puede haberse defendido de su atacante arañándole o debatiéndose en defensa de su vida. En estos casos, partículas de piel, sangre o pelos del atacante pueden haber quedado entre las uñas. Son huellas tafonómicas, evidencias que pueden ser definitivas para la detención del homicida. Ya vimos también el valor que tiene la presencia de larvas en lugares como la palma de la mano o en otra parte que pueda haber sido herida en el acto de defenderse. Son bioalteraciones tafonómicas de gran valor diagnóstico para reconstruir la dinámica del crimen. Como son evidencias de gran valor los pelos y las uñas. El pelo sufre una biodegradación con el tiempo. La queratina de que está formado es una excelente fuente de alimentación para muchos insectos que la incorporan a su propia estructura. Con el tiempo, el pelo del cadáver acaba por desaparecer o en otros casos, se conserva y cambia de color. He visto con frecuencia cabelleras completas en mujeres enterradas en tumbas medievales que presentaban un color como si se lo hubiesen teñido. Se trata generalmente de un color pajizo, que no es el original del sujeto y tampoco se debe a substancias cosméticas de la época, sino a la acción de hongos microscópicos, queratolíticos que tunelizan el cabello, producen vesiculación en su interior y le hacen cambiar de color hasta llegar a la fragmentación. Algunos insectos como el Antrenum museorum y el Dermestes maculatus consumen el pelo. También hay microorganismos que pueden producir la biodegradación de todo tipo de fibras textiles, incluso las sintéticas, por medio de enzimas específicas que producen y que acaban incluso con la celulosa y los poliésteres (hecho favorecido por la hidrofilia de estas substancias). A veces sólo las atacan en superficie. Detección de tumbas antiguas y clandestinas La Tafonomía Forense abarca muchos detalles que nos permiten investigar tanto casos arqueológicos e históricos como criminales. Cuando se sospecha que en un terreno hay una o varias tumbas históricas o clandestinas, tenemos varias formas de determinar los lugares exactos. Por regla general, una depresión anómala en una superficie del terreno indica la existencia de una tumba profunda. Hemos de basarnos en un hecho físico y es que cuando se excava un terreno que nadie ha tocado hace millones de años, la compactación es intensa. Si quienes nos precedieron, aunque sea hace 2.000 años, hicieron un hoyo profundo para excavar una tumba y luego lo rellenaron de tierra, la compactación que se produce en esos 2.000 años, no será tan consistente como la del terreno que rodea al hoyo cuya compactación procede de millones de años. Por lo tanto, en el lugar de la excavación hay siempre una diferencia de nivel, una depresión visible en superficie. Supongamos que se ha sembrado sobre ese terreno. Las plantas crecen y si las vemos en superficie, nos daremos cuenta que siguen la forma de las depresiones y ondulaciones del terreno. Cuando exploraba zonas arqueológicas en Centro y Suramérica, los expertos me enseñaron que simplemente mirando un terreno se podía determinar si había pocas, muchas tumbas o ninguna. Las exploraciones aéreas de estas zonas, las fotografías en vertical u oblicuas a diferentes horas solares ayudan mucho a la localización de los lugares donde se ha de excavar. Hay otros procedimientos más modernos y sofisticados que permiten penetrar en el seno de la tierra y saber lo que hay dentro utilizando detectores Geiger, magnéticos y equipos de radar. Cada depresión de la hierba que crecía en el terreno era anotada cuidadosamente. Ya sobre el terreno, el excavador ayudante del arqueólogo, utiliza el pico de catear que es una varilla de acero de un metro y medio de longitud terminada en su extremo distal en punta aguda y en el extremo proximal lleva soldado un tubo de aluminio o hierro a manera de mango. Este sorprendente instrumento se clava en la depresión. Si penetra sin apenas dificultad, estamos sobre una antigua tumba. Si no penetra a pesar de nuestros esfuerzos, no hay que molestarse en seguir explorando ese lugar. No hay nada. Una vez que ha dado con un lugar positivo, el experto va introduciendo el pincho de acero en las cuatro direcciones del espacio determinando en qué momento encuentra resistencia. Así en pocos minutos delimita los bordes de la tumba y su profundidad, detecta las paredes laterales de la chimenea vertical de la fosa y su sección (cuadrada, rectangular) y cuando penetra en vertical, muy cuidadosamente para no romper o perforar un cráneo, un hueso o una vasija de barro del posible ajuar, que suelen ser muy frágiles si el terreno es húmedo, puede detectar como si utilizara el sensor más exquisito si hay una piedra plana ("la piedra del muerto") que es una piedra que en América solían colocar las antiguas culturas a un metro por encima del cadáver. Si toca algo metálico (una pieza de oro) con la punta del pincho, lo nota inmediatamente en las palmas de las manos desde donde se transmite por la sensibilidad profunda hasta el cerebro. Luego se procede a la extracción de la tierra con una pala, cuidadosamente, hasta dejar limpias las paredes de la chimenea donde aún al cabo de los 2.000 o más años pueden apreciarse las huellas de los golpes dados con los rudimentarios instrumentos con los que se perforó el hoyo de la tumba. Son signos tafonómicos de primer orden ya que a veces son verdaderos moldes del instrumento excavador. Así se llega a la "piedra del muerto" que es un signo que nos indica que estamos a un metro aproximadamente del cuerpo y del fondo de la tumba. Aquí suele intervenir el arqueólogo si se trata de una excavación oficial y utiliza pequeños instrumentos tales como espátulas, brochas, punzones, para aislar los restos óseos que habrá que dibujar y fotografiar. La planimetría es sencilla en los casos aislados, pero hay que hacerla con las mediciones correspondientes para tener constancia posterior de cómo se encontró todo. El arqueólogo cuando realiza una excavación destruye el yacimiento y necesita tener documentos para reconstruirlo posteriormente en tres dimensiones. Especialmente ha de ser cuidadoso al llegar al lugar donde están los huesos para lograr extraerlos sin romperlos. Las técnicas habituales de consolidación, moldes, extracción en bloque son del dominio arqueológico. Si la excavación es clandestina, hecha por simples huaqueros, no se andan con tantas contemplaciones. Desgraciadamente las expediciones de este tipo no son siempre con fines científicos, sino realizadas por gentes que sólo buscan las piezas que para ellos tiene valor comercial, despreciando los huesos que para el Antropólogo Forense o el Paleopatólogo tienen un valor superior. Yo he tenido ocasión de ver en Perú huacales excavados por manos inexpertas y codiciosas, que dejan abiertas las tumbas y sobre los montones de tierra de los bordes mezclados en desorden y rotos en la mayoría de los casos los restos esqueléticos despreciados. En estos restos se puede detectar muchas veces una variada patología, deformaciones craneales, trepanaciones, fracturas soldadas incorrectamente, cada una de cuyas piezas sería una excelente pieza para la enseñanza de la antigua Patología o para conservar en un Museo. Pero el hecho tafonómico de mayor interés para el Antropólogo Forense o el Paleopatólogo en el estudio de estos restos óseos son las características que presentan y que nos permiten reconstruir la biohistoria de los cuerpos allí desenterrados. Existe en la actualidad una tecnología moderna que permite detectar con gran precisión la existencia de tumbas clandestinas. Entre los aparatos utilizados está el GPR (Ground Penetrating Radar) con antenas de hasta 900 MHz que puede localizar cuerpos enterrados por medio de Rayos infrarrojos (imágenes térmicas). Se utilizan fotos aéreas, electromagnetismo, detectores de gases en el subsuelo, perros adiestrados que son muy sensibles a los olores que salen a través de la tierra, aparatos muy sensibles como son los Magnetómetros de precisión con Gradiómetro y Radares con Registro gráfico. De todo lo expuesto se puede concluir que el Antropólogo Forense en sus estudios e investigaciones no puede prescindir de la gran cantidad de signos que le proporciona la Tafonomía Forense en la que tiene uno de sus mejores colaboradores y uno de sus mayores recursos. Bibliografía "Essentials of Forensic Anthropology" Stwart T. Dale. 1979 COHEN, M. (Equipo argentino de Antropología Forense) 1992. Tumbas anónimas. Informe sobre la identificación de víctimas de la represión ilegal. Buenos Aires: Catálogos ed. La Antropología Forense en México. Valencia – Caballero y Methadzovic. "ANTROPOLOGÍA FORENSE "Dr. José Manuel Reverte Coma(Editado por: Ministerio de Justicia, 1999) Manual de Arqueología, programa internacional de asistencia en capacitación criminal (ICITAP), Colombia, 2011. (Las fotografías corresponden al curso de enterramientos clandestinos, realizado en la Ciudad de Bogotá, del 25 de julio al 15 de Agosto de 2011.)