Reflexiones pedagógicas sobre la
capacitación laboral
María de los Ángeles de la Rosa Reyes
El presente trabajo trata de ahondar en los posibles significados de la
práctica de aquellos pedagogos involucrados en los procesos de
capacitación laboral. Parte del principio de que ninguna práctica profesional
puede ser neutra y que, por lo tanto, la práctica pedagógica en el campo de
la capacitación laboral se enfrenta a un dilema fundamentalmente
ideológico: o asume el discurso y práctica técnico-administrativa que
domina en dicho campo, o le devuelve su carácter humanista a este proceso
educativo a partir de retomar la discusión pedagógica en torno a los fines
que se persiguen, los valores que se ponen en juego, y el proyecto de
hombre y sociedad que subyace en cada proyecto de capacitación, más allá
de sus repercusiones en torno a la productividad laboral. Esta discusión
parte del análisis concreto del enfoque de la capacitación que ha asumido la
Secretaría del Trabajo y Previsión Social a través de los programas de
desarrollo, normalización y certificación de lo que se ha llamado
"competencia laboral".
The article discusses the exploration of the possible meanings ofthe practise
developed by those pedagogues involved in the process of labor training. It
starts with the principie that no proffesional practise can be neutral and so,
the pedagogical practise in the field of labor training faces a fundamentally
ideologic dilemma: to assume the techno-administrative practise and
discourse or to give back the humanistic character to this educational
process by means ofthe pedagogical discussion about the desired goals,
valúes, and the underlying project of man and society in each training
practise. This will go, beyond the repercussions of labor productivity. This
discussion starts from the concrete analysis ofthe training approach taken
over by the Secretaría del Trabajo y Previsión Social (Labor and Social
Previsión Ministry) by means of the development, rides and certification
programmes of what is called "Labor competence".
Sumario: Consideraciones preliminares. /1. Tendencias actuales de la capacitación laboral en nuestro país.
El proyecto de modernización de la educación técnica y la capacitación y
los sistemas normalizado y de certificación de competencia laboral. /
II. Análisis de los sistemas normalizado y de certificación de competencia laboral. /
III. Implicaciones de la práctica profesional en las tareas educativas en capacitación laboral. /
Obras consultadas.
Consideraciones preliminares
La profesión pedagógica ha tenido un desarrollo tradicional
al interior de la institución escolar. En sus orígenes estuvo
concebida únicamente alrededor de la formación docente,
especialmente aquella dirigida al trabajo con niños y la
supervisión escolar. Sin embargo, la complejidad de la vida
social y laboral ha hecho que el papel asignado a la
educación también se haya vuelto más complejo y por lo
tanto las prácticas de aquellos profesionistas que abordan
este campo1. En el caso concreto de las prácticas
profesionales de los pedagogos en nuestro país, éstas se
han dado no precisamente en función de las necesidades
sociales o del avance en el campo disciplinar, más que
nada han estado marcadas por la política educativa
establecida desde el Estado
1.
Se concibe a la educación como un campo social complejo,
susceptible de ser abordado para su estudio, reflexión y práctica
profesional por múltiples profesionistas, no exclusivo de los
profesores normalistas y los pedagogos.
(dentro de la cual hay que incluir el rubro de la
capacitación) y con base en las necesidades de las
instituciones educativas privadas (Barrón, 1992; Díaz,
1989; Díaz, 1995). A partir de los años sesenta surgieron
una serie de prácticas que tienen que ver con educación de
los adultos, educación comunitaria, capacitación y
adiestramiento, educación a distancia y medios de
comunicación.
En el caso de la capacitación laboral, la tendencia a partir
de la cual ha tenido sus desarrollos más importantes ha
sido la de la planeación y la administración educativas, por
lo cual la mayor parte del discurso educativo que se ha
generado tiene que ver con estos enfoques. Es por eso que
en el presente trabajo se intenta recuperar de un discurso
pedagógico para esta área, que rescate los principios y
fundamentos humanistas de los procesos educativos,
dentro del cual necesariamente tenemos que incluir a la
capacitación laboral, y que no sólo vea a ésta como un
proceso administrativo del área de recursos humanos de
las empresas.
Es necesario señalar que la capacitación laboral no es un
campo educativo homogéneo. Aunque se hable de la
capacitación en un tiempo específico es indispensable
precisar el universo a quien se dirige, las instancias que la
promueven y organizan, las modalidades y formas que
asume, pues el universo de posibilidades es demasiado
grande como para intentar incluirlo todo en un mismo
análisis. En este documento se analizará el enfoque de la
capacitación que ha asumido la Secretaría del Trabajo y
Previsión Social (STPS), a través del desarrollo,
normalización y certificación de lo que se ha llamado
competencia laboral.
El presente trabajo consta de tres apartados. En el primero
se hace la descripción del programa que está en marcha
en la STPS y que tiene que ver con la normalización y
certificación de las competencias laborales; el segundo
apartado presenta el análisis de ese programa, y el último
contiene las reflexiones acerca de los retos y problemas
que enfrenta la práctica profesional pedagógica ante una
política en torno al campo de la capacitación laboral como
lo es el Proyecto de Modernización de la Educación
Técnica y la Capacitación (PMETC) y los Sistemas
Normalizado y de Certificación de Competencia Laboral
(SNCCL).
I. Tendencias actuales de la capacitación laboral en
nuestro país. El proyecto de modernización de la
educación técnica y la capacitación y los sistemas
normalizado y de certificación de competencia laboral
El modelo de desarrollo seguido por la mayoría de los
países en la actualidad se encuentra centrado en los
procesos productivos. Esto hace que se procure dirigir
todas (o casi todas) las acciones de la sociedad en pos del
crecimiento económico y el desarrollo tecnológico. La fase
actual de desarrollo del capitalismo está dando lugar a
procesos global iza- dores en todas las esferas de Ja vida
de las sociedades, no sólo en el terreno de la economía. En
este momento el modelo económico dominante ya no se
basa en la producción masiva en la que se espera que el
público consuma las enormes cantidades de artículos
producidos en serie. Ahora las empresas tratan de orientar
su producción para responder a las cambiantes
"necesidades" del mercado. Esto necesariamente está
requiriendo flexibilidad en los esquemas de producción, y
por lo tanto de organización de las empresas. El significado
que esto está adquiriendo en el mundo del trabajo es el de
la especialización cada vez mayor y la segmentación de los
procesos productivos. Sin embargo, en muchos casos,
esta especialización ya no se refiere únicamente a la
automatización de la mano de obra sino que pretende
incorporar otro nivel de participación y servicio de muchos
de los trabajadores dentro de todo el proceso. Se está
trabajando bajo el modelo de lo que se ha denominado
estructura de redes y equipos de trabajo, los cuales están
integrados por trabajadores habilitados para desempeñar
diferentes funciones dentro de los procesos productivos.
De esta manera en la actualidad ya no es la manufactura lo
que le imprime más valor a los productos, es el valor
agregado que incorporan los servicios lo que actualmente
representa la mayor parte del costo. La capacitación
laboral (en sus modalidades para el trabajo y en el trabajo)
es una acción educativa que históricamente ha estado
presente en nuestro país, con diferentes estrategias,
valoraciones, argumentos, metas y acciones concretas,
todo en función del contexto social, político, ideológico,
económico y educativo,
tanto nacional como, en este siglo, internacional. En los
planes de desarrollo de los gobiernos de los últimos
tiempos ha aparecido con especial énfasis, asignándosele
un papel relevante (como al resto de la educación) dentro
del desarrollo económico y social de nuestro país.
Concretamente, en el Programa de Desarrollo Educativo
1995-2000 se le da una gran importancia dentro del
apartado de Educación de Adultos. Algunos puntos
nodales que forman parte de esta parte del programa son
el desarrollo de capacidades denominadas fundamentales
(lectura, escritura y manejo de las matemáticas) que
permitan a los adultos resolver problemas de su vida
cotidiana y laboral y que les proporcionen las herramientas
para seguir estudiando, y la normalización y certificación
de las llamadas competencias laborales. Ambas
estrategias se ponen en marcha con la finalidad de hacer
frente a los desafíos que el acelerado desarrollo
tecnológico y la demanda de las nuevas modalidades de
organización y participación de los trabajadores imponen al
campo laboral, promoviendo "la definición de estándares
que determinarán la expectativa de desempeño de un
individuo en el lugar de trabajo y precisarán los
conocimientos, habilidades y destrezas que se requieren
para satisfacerla; y el establecimiento de mecanismos de
certificación de estas competencias" (Programa de
Desarrollo Educativo 1995-2000).
A partir de esta orientación, la STPS, como la instancia
oficial encargada de normar, promover y supervisar la
capacitación laboral en nuestro país, y la Secretaría de
Educación Pública están tratando de responder a las
exigencias que el mercado mundial está planteando a las
grandes empresas. Por esta razón se creó el PMETC, en
cuyo diseño y ejecución participan ambas instancias desde
1993. El propósito de este proyecto es "sentar las bases
que permitan reestructurar las distintas formas como se
capacita a la fuerza laboral, y que la formación eleve su
calidad y gane en pertinencia respecto a las necesidades
de los trabajadores y la planta productiva nacional"
(CNCCL, 1995:5). Parte de dos premisas fundamentales
de la realidad nacional: a) La población trabajadora posee
una escolaridad promedio de seis años y la única
posibilidad significativa de adquirir conocimientos y
desarrollar habilidades y capacidades para el trabajo es la
empresa en la que presta sus servicios; y b) la gran
mayoría de las personas han aprendido en el campo
laboral los conocimientos y habilidades necesarias para
desempeñar un trabajo. Ante esto, en el proyecto se
plantea que no sólo es necesario mejorar la eficiencia,
calidad y pertinencia de la educación para incrementar la
escolaridad de la población, también es necesario
revalorar la función educativa de la empresa como
importante centro
de formación de recursos humanos para recuperar,
desarrollar y reconocer socialmente la experiencia laboral
de los sujetos.
En dicho proyecto se afirma que con el enfoque de
competencia laboral como principal orientador de los
sistemas de formación y capacitación, el país podrá contar
con los recursos humanos calificados en la dirección que
demanda la nueva organización productiva, la innovación
tecnológica y la competencia en los mercados globales. Se
reconoce que el papel de la educación básica es
determinante, pues es el elemento fundamental para la
formación de estos nuevos recursos humanos. Se busca
convertir a la formación y capacitación de recursos
humanos en el eje central del aumento de la productividad
y competitividad de las empresas y del progreso personal y
profesional de los trabajadores.
Para llevar a cabo este proyecto se han generado varios
sistemas de operación, los cuales tienen el encargo de
definir y establecer "normas de competencia laboral de
carácter nacional por rama de actividad productiva o área
de competencia" (CNCCL, op. cit.:5); establecer
"mecanismos de evaluación y certificación de
conocimientos, habilidades y destrezas de los individuos,
independientemente de la forma en que los hayan
adquirido y con base en una norma de carácter nacional"
(ibid.); organizar "un sistema de formación y capacitación
basado en normas de competencia laboral que facilite a los
individuos el tránsito entre educación y trabajo a lo largo de
su vida productiva y ofrecer a las empresas servicios
educativos" (ibid.); otorgar becas económicas a la
población desempleada y trabajadores en activo para que
se incorporen a este sistema, y apoyos económicos a las
empresas para que promuevan estos procesos; dar
seguimiento y evaluar los impactos del proyecto en su
conjunto, así como promover y coordinar investigaciones
que retroalimenten a todos los componentes. Se definen
tres tipos de competencias laborales (CNCCL, op. cit.: 12):
1)
Básicas. Se refieren a los comportamientos
elementales que deberán demostrar los trabajadores y que
estén asociados a conocimientos de índole informativa,
como son la capacidad de lectura, expresión y
comunicación verbal y escrita.2
2)
Genéricas. Describen comportamientos asociados
con desempeños comunes a diversas ocupaciones y
ramas de actividad
2.
Curiosamente en esta definición no se incluye el manejo cuantitativo
de la realidad.
productiva, como son la capacidad de trabajar en equipo,
de planear, programar, negociar y entrenar, que se
consideran comunes a una gran cantidad de ocupaciones.
3) Específicas. Identifican comportamientos asociados a
conocimientos de índole técnico, vinculados a un cierto
lenguaje tecnológico y a una función productiva
determinada.
Como un primer paso, lo que se busca es conformar un
sistema de información de normas de competencia laboral
que apoye la realización de diagnósticos sobre
necesidades de personal de las empresas y oriente la
aplicación o adaptación de los programas de capacitación
de centros de trabajo e instituciones educativas hacia el
enfoque de competencia laboral.
En este planteamiento, dadas las premisas de las que
parte el propio proyecto, se considera fundamental el
hecho de reconocer y certificar las habilidades y
competencias que los trabajadores han adquirido a lo largo
de su vida a través de la experiencia de trabajo o vía la
capacitación. Se considera que esto podrá apoyar la
detección de necesidades de capacitación dentro de las
empresas y agilizar los procesos de reclutamiento,
selección, contratación e inducción de personal. En
relación a los trabajadores, se pronostica que este
reconocimiento y certificación de competencias les
facilitarán la adquisición y desarrollo de "multihabilidades"
que les permitan adaptarse y desempeñar distintas
funciones productivas, con los niveles de calidad y
eficiencia requeridos por las normas técnicas de
competencia laboral; les permitirán la acumulación
progresiva de conocimientos, habilidades y destrezas, así
como el desarrollo de su autoestima; y les facilitarán la
transferencia de competencias laborales dentro de un
mismo proceso productivo, entre empresas y ramas de
actividad, permitiéndoles alcanzar rápidamente los niveles
de productividad y calidad esperados.
La forma en que se pretende identificar y certificar estas
competencias es a través del establecimiento de normas
técnicas de competencia laboral, las cuales se integran por
un
conjunto
de
planteamientos
(conocimientos,
habilidades, destrezas) que se requieren para realizar una
función productiva y que al ser verificados en las
situaciones de trabajo, se determina que la persona ha
alcanzado el tipo y nivel de desempeño esperado por el
sector productivo. Las evidencias que se toman como base
para la evaluación es el desempeño y el conocimiento que
debe demostrar un individuo para confirmar el dominio de
los conocimientos y habilidades que dan sustento a la
competencia. En el sistema de normalización se hace
referencia a las situaciones requeridas que pueden usarse
como evidencia de que el individuo cumple con los
requerimientos de la norma técnica de competencia
laboral. La principal pretensión en este sentido es generar
normas técnicas a nivel nacional, asociadas con normas
internacionales.
Se mencionan como sus características principales: que
sea voluntaria, de validez universal, imparcial y de libre
acceso.
Entre los beneficios que se ven en este proyecto se
encuentran:
•
Contar con indicadores sobre el nivel de calificación
de la fuerza de trabajo y los requerimientos de las
empresas para compatibifizarlos a través de las estrategias
de capacitación, así como agilizar y reducir costos de
reclutamiento, selección, contratación y rotación de
personal.
•
Acreditar con criterios comunes las competencias
alcanzadas por los trabajadores, independientemente de la
forma en que las hayan adquirido.
•
Que las instituciones educativas puedan orientar sus
programas de capacitación y formación técnica en función
de las demandas y necesidades del sector productivo y los
avances de la tecnología y la transformación productiva.
•
Incrementar los niveles de productividad y
competitividad de las empresas, a través de mejorar la
calidad de sus recursos humanos.
•
Sentar las bases para la revisión y actualización del
marco institucional de la capacitación para reducir trámites
y simplificar procedimientos y orientar la política pública
para el fomento y estímulo de la formación y la
capacitación.
•
Establecer un sistema de información sobre lo que las
personas "saben hacer", que dé "transparencia" al
mercado laboral y apoye la toma de decisiones de los
individuos y agentes económicos.
Las expectativas acerca del sistema consisten en que para
finales del año 2000 se haya entregado un millón de
certificados de competencia laboral y 5 millones de
trabajadores hayan participado en
cursos modulares de capacitación basados en normas de
competencia laboral.
II. Análisis de los sistemas normalizado y de
certificación de competencia laboral
Al hablar de la capacitación laboral no es posible hablar tan
sólo de la planeación, instrumentación y modalidad de los
procesos educativos implicados. Implícita o explícitamente
se habla también de una concepción de sujeto; de
educación, sus componentes y funcionamiento del sistema
educativo; de desarrollo; de mercado de trabajo, y de la
concepción que se tiene en torno a la relación que se
establece entre todos estos elementos. En primer lugar, en
este sentido, es indispensable aclarar que desde este
trabajo se reconoce y acepta que la relación entre el
mundo de la educación y el del trabajo no se da de manera
lineal y automática y que la falta de "armonía" entre ambos
no se debe a una falta de adecuación entre los "productos"
que ofrece el sistema educativo y las demandas del sector
laboral (De Ibarrola, 1988; Díaz 1995; Gómez, 1982). Se
parte de que las relaciones entre educación y trabajo todo
el tiempo están "matizadas por mediaciones individuales e
institucionales, temporales y espaciales, coyunturales y
estructurales" (De Ibarrola, op. cit.: 220) que las hacen ser:
complejas y plurales; multidimensionales; interactivas (de
lo educativo a lo laboral y viceversa); cambiantes,
contradictorias e históricas. A partir de esta visión se
realizarán los análisis posteriores.
El SNCCL menciona la conveniencia y beneficios de
generar un sistema normalizado de competencia laboral de
crear una norma estandarizada mexicana. Como una de
las primeras observaciones que se tienen que hacer a este
punto está la forma en que el propio proyecto está
desconociendo la conformación de la planta productiva de
nuestro país y el funcionamiento del mercado de trabajo. El
desarrollo de la industria en México está fuertemente
diferenciado. El 97% es pequeña o mediana industria, y el
sector más desarrollado no es capaz de incorporar al resto
de la fuerza de trabajo (profesional, técnica y con poca
calificación) que no es absorbido por ese gran porcentaje
de industrias menores.
Antes de tratar de generar una norma en cuanto a la
calificación de competencias que pretenda ser útil para
cualquier tipo de empresa, dentro de un determinado
sector, sería conveniente tener presente que estudios
realizados en tomo a la diversidad de la
estructura de la planta productiva en nuestro país permiten
afirmar que "los modelos de crecimiento que han estado
vigentes en México durante el presente siglo han permitido
-y, en cierta forma, estimulado- la coexistencia temporal de
modos de producción correspondientes a estadios sociales
históricamente diferenciados" (Muñoz, 1996:88). Así, se ha
podido ver que una gran parte de las empresas menores
no se rigen por criterios de racionalidad económica y
administrativa; corresponden esencialmente al modelo de
empresas familiares y pertenecen a sujetos que tienen
poca educación formal. Estudios de corte similar realizados
en la región latinoamericana han concluido que la realidad
laboral está constituida por "espacios heterogéneos que se
articulan de manera desigual combinada en las estructuras
productivas dependientes, desiguales y combinadas de los
países latinoamericanos" (De Ibarrola, op. cit:. 234). Estos
espacios se identifican por una combinación de factores
como: el tipo y grado de orientación a la acumulación de
capital de las empresas productivas; el tipo y grado de
formalidad y apego a la ley en las relaciones laborales
entre los sujetos; y el tipo y grado de visión social y
jerárquica de los procesos de trabajo al interior de las
empresas, en función del tipo de tecnología adoptada.
Todo lo anterior provoca que no exista "un" mercado
laboral como realidad única y accesible para toda la
población, aun en circunstancias ¡guales de calificación.
Por otro lado, la "oferta" de la fuerza de trabajo, aun con
niveles de calificación similares, está diferenciada por
factores como el sexo, la edad o el papel que se
desempeña dentro de la unidad doméstica para efectos de
su reproducción, entre otros, y estos factores le dan un
sello particular, tanto al tipo de trabajo que buscan (en
cuanto a horarios, distancias, remuneración, actividad,
etc.) como al que están en posibilidades de conseguir.
Otro elemento que caracteriza la heterogeneidad de la
estructura productiva es el hecho de que todas las
ocupaciones pasan por un proceso de construcción social
que las ubica de manera diferenciada dentro del mercado
de trabajo. Así, aparentemente las ocupaciones se pueden
diferenciar por el grado de calificación y tipo de certificación
que se requiera para ejercerla, pero en realidad intervienen
también elementos como el estatus y prestigio que ofrece,
el tipo de relaciones que se necesitan para acceder y
mantenerse en ella, la tradición que representa, la
valoración social que se tiene de su ejercicio, la calificación
o descalificación laboral generada por la división social del
trabajo, etcétera.
De esta manera, se parte del principio de que "el mercado
de trabajo no es una instancia de funcionamiento
homogéneo para todos los individuos, regida por normas
objetivas, eficientes, tales como la búsqueda del equilibro
competitivo y la remuneración según la productividad
marginal... al contrario... aparece estructuralmente dividido
en varios mercados de trabajo altamente desiguales y
segmentados entre sí, cada uno estrechamente asociado
con ciertas ocupaciones" (Gómez, op. cit: 21). Entonces
¿cuál es el mercado de trabajo que se buscará atender y
satisfacer al establecer cierto tipo de competencias
laborales? ¿En cuál de todos estos mercados se realizarán
los estudios para establecer la norma mexicana de
competencia?
Un argumento, nada novedoso, que se enarbola para
implantar el sistema de competencia laboral en nuestro
país, es su probada eficacia en países altamente
industrializados, como Canadá, Australia, Francia,
Inglaterra, Estados Unidos. En el documento se asegura
que en este tipo de países el aumento de la productividad y
competitividad del sistema económico en su conjunto está
relacionado con la elevación del nivel educativo de la
población y de la calificación de la fuerza laboral 3.
Independientemente del marco teórico
3.
No se habla en este caso acerca de los índices de desempleo y los
conflictos internos que están representando a sus respectivos
gobiernos.
y los indicadores seleccionados para hacer este tipo de
afirmaciones, de entrada se está pasando por alto la
presencia de gran cantidad de diferencias socioculturales,
económicas y políticas que no permiten que las
experiencias sean trasplantadas de un ámbito a otro, y
menos tomando tan sólo una de sus facetas. Estudios
como los mencionados en párrafos anteriores permiten ver
que las diferencias entre los diferentes mercados de
trabajo son mayores y más profundas en los países con
economías dependientes que las que existen en países
industrializados, lo que dificulta en gran medida la
movilidad ocupacional tanto vertical como horizontal.
(Gómez, op. cit.). Por su parte, la propia CEP AL, con su
discurso y sus políticas de corte desarrollista, reconoce:
"Somos el 8.3% de la población mundial, pero sólo
generamos el 6% del producto, producimos sólo el 3.2% de
los bienes de capital y aportamos apenas el 1.3% de los
autores científicos del planeta... Nuestra diferencia con los
países desarrollados y con los países asiáticos, incluso con
los países mediterráneos, se da mucho menos en términos
de cobertura educativa que en términos de esfuerzo de
innovación y difusión de progreso técnico, sobre todo, en
términos de lo que se hace en el ámbito productivo.
Gastamos menos que ellos en investigación y desarrollo y
además muy pocos de los conocimientos que generamos
se canalizan al mundo de la producción" (Fajnzylber,
1992:10). Por cuestiones de índole económica, política,
científica, educativa y hasta cultural, nos hemos convertido
desde hace mucho tiempo en consumidores de
conocimientos y tecnologías, más que productores de los
mismos. Si en este momento son precisamente el
conocimiento y la tecnología los factores que más plusvalía
producen, la pregunta sería si este tipo de dependencia se
va a resolver por la vía del desarrollo de las competencias
laborales, aun de las consideradas como específicas. Más
bien habría que preguntarse si esta corriente y estos
proyectos no forman parte de la presión que se ejerce
sobre los países de la región para adoptar determinadas
medidas económicas y educativas en función del proyecto
globalizador, ya que, según lo afirma el propio Fajnzylber
en el documento citado, "los ministros de Educación (se
refiere a los de los países miembros de la CEP AL)
aprobaron una declaración que manifiesta su disposición a
introducir cambios institucionales para construir el puente
entre el mundo de la educación y el mundo del trabajo.
A lo largo del SNCCL se hace constante referencia a la
necesidad e importancia de generar un sistema de
información, capacitación y certificación de competencia
laboral que pueda responder y satisfacer las necesidades
de la población y del sector productivo. Sin embargo, en
ninguna parte se menciona cómo conocer y satisfacer las
necesidades de esa población. Por el contrario, siempre
que se hace alguna especificación acerca de las
necesidades, se habla de las necesidades de calificación
de los trabajadores, o sea las carencias que éstos tienen
respecto de las demandas qué hacen las fuentes de
trabajo en cuanto a conocimientos, habilidades, actitudes y
hasta valores, y sin las cuales no pueden acceder a ellas.
Razón por la cual, automáticamente las denominan las
necesidades de los trabajadores. En ningún momento se
hace un reconocimiento de las necesidades humanas
(entre las que hay que incluir la necesidad de educación y
formación para el trabajo) particulares de cada grupo social
y el antagonismo que representan.
Así, el sector oficial, en lo que a capacitación se refiere,
plantea un proyecto para atender de la manera más
adecuada las necesidades del sector productivo
hegemónico, dejando cada vez más de lado la satisfacción
de las necesidades sociales.
Por otro lado, al plantear las ventajas de normalizar las
competencias que se ponen en juego en el campo de
trabajo se desconocen igualmente las diferencias entre los
seres humanos que enriquecen su convivencia y sus
intercambios. Se plantea que se tendrán que identificar los
comportamientos laborales básicos y genéricos que serán
requeridos en los trabajadores. Sin embargo, por la forma
en que está estructurado el discurso del SNCCL, se puede
deducir que se habla de los requerimientos que tienen las
grandes empresas, las cuales generalmente son de capital
transnacional y ámbito de influencia internacional. Si lo que
se pretende es lograr un equilibrio entre lo que los
trabajadores tienen y las empresas necesitan, es fácil
prever de dónde tomarán los modelos acerca de los
estándares que se tendrán que cubrir, sobre todo para ser
competitivos a nivel internacional.4 Definitivamente
planteará la homogeneización a partir de criterios
productivistas y empresariales.
4.
Incluso en el documento del proyecto se menciona que para
identificar alternativas de educación y capacitación que respondan a
las necesidades actuales y futuras del aparato productivo y de la
fuerza laboral se formulará un diagnóstico del nivel de dominio de la
fuerza laboral mexicana y se comparará con los comportamientos
ocu- pacionales que se establezcan para cada nivel de desempeño.
Y que para la realización de este estudio "se cuenta con el apoyo del
American College Testing, que llevó a cabo un estudio similar en
Estados Unidos de Norteamérica" (CNCCL, 1995:9)
En cuanto a la calificación de la fuerza de trabajo, las
fuentes que intervienen en la formación de los . sujetos que
se incorporan al mercado laboral también son diversas y
con grandes diferencias en sus propósitos de formación,
modalidades, recursos, etc. De Ibarrola (op. cit.) identifica
diversos tipos de instituciones y procesos educativos que,
relacionados directamente o no con la educación para el
trabajo, definitivamente son un elemento importante para la
formación de los sujetos:
La institución escolar (de los sectores público y
privado), constituida por una gran variedad de
instituciones, niveles, modalidades y áreas de
conocimiento.
-
Acciones
institucionales
orientadas
específicamente a la capacitación laboral y a la
formación técnica y profesional que funcionan de
manera semi dependiente del sistema escolar.
-
Grupos de educación popular que con frecuencia
surgen para contrarrestar las deficiencias del sistema
escolar formal no sólo en cuanto a la cobertura sino,
fundamentalmente, en sentido y significación para
muchos grupos socialmente desfavorecidos o
marginados de la escuela y otros beneficios sociales
tanto del proceso como de sus productos. Además de
atender la necesidad de capacitación, sus acciones
formativas regularmente están vinculadas con otras
acciones de tipo organizativo y de reivindicación
cultural y política.
-
La educación familiar, especialmente en aquellas
unidades
domésticas
donde
existen
pocas
oportunidades de escolarización y que comparten la
misma actividad económica, donde se da la
producción y transmisión de saberes para el trabajo,
que si bien no están reconocidos y legitimados por la
escuela, resultan eficientes desde sus referentes
históricos y en función de los procesos productivos
para los que se destinan. En términos generales, el
campo social inmediato -con especial énfasis en el
sub campo familiar- permite que los sujetos
desarrollen estructuras de interpretación del mundo y
habilidades y estrategias de relación que serán la base
de sus relaciones y prácticas sociales en general. En
palabras de P. Bourdieu, en el medio social se
construyen los habitus, los cuales responden a las
circunstancias y exigencias de las redes en las que se
desenvuelven. Entre estas habilidades y estrategias de
socialización podríamos incluir a las habilidades
laborales, pues les permiten ponerse en contacto,
desenvolverse
y
negociar
en
determinadas
condiciones y con ciertos sectores del mercado
laboral. En relación a las posibilidades que ofrece el
SNCCL de certificar las competencias laborales
adquiridas de manera práctica por miembros de
algunos grupos sociales, podemos pensar que
algunas de estas habilidades podrán entrar en estos
parámetros de certificación, en lo que se refiere al
desempeño técnico, pero queda la pregun-
ta: ¿qué pasará con las habilidades clasificadas como
genéricas? ¿qué pasará con aquellas habilidades, valores
y actitudes adquiridas a lo largo de mucho tiempo y que
tienen que ver más con un capital sociocultural, que no son
reconocidas como útiles por el sector empresarial
hegemónico ni por las instancias oficiales que decidirán los
parámetros de certificación? Como contraparte estaría la
socialización más allá de la escuela de los miembros de las
clases media y alta. Mediante este proceso se generan
habitus y expectativas en tomo al futuro laboral, lo que
permite el establecimiento de ciertas metas y el desarrollo
de saberes, valores, destrezas y habilidades que no se
adquieren en la escuela, pero que les permiten a los
miembros de estas clases dirigirse y luchar por su ingreso
a cierto tipo de profesiones y de puestos de trabajo.
Ya se vio que los diferentes mercados de trabajo no se
diferencian tan sólo por el nivel y tipo de conocimientos que
se requieren para el desempeño de una ocupación. La
diferencia estriba en el tipo de capital sociocultural que se
requiere (por ejemplo: actitudes de liderazgo, autoridad y
mando vs. obediencia, sumisión y respeto a la autoridad).
El riesgo está al incorporar las "competencias genéricas"
(trabajar en equipo, planear, programar, negociar,
entrenar, etc.), pues lo más probable es que se valore y
certifique también el capital socio- cultural y, en vez de
promover el desarrollo de competencias para que los
trabajadores puedan circular con mayor libertad y
posibilidades por el mundo del trabajo, en realidad se
contribuya a reforzar la división entre los diversos tipos de
mercados laborales5 y, por ende, la división social.
Como puede verse, el número, la variedad, la naturaleza y
los alcances de los agentes educativos se multiplican
extraordinariamente. Esta diversidad de procesos e
instituciones relacionadas con la educación para el trabajo
imprime sellos particulares a los innumerables esfuerzos
realizados y no permite la cobertura homogénea de la
población. La pretensión de estandarizar las competencias
laborales, además de otros aspectos, también desconoce
la mayor parte de esta diversidad de procesos formativos,
pues tan sólo reconoce la calificación desarrollada a partir
de la escuela o en el centro de trabajo.
5.
En esta intención de mejorar la calidad educativa de la fuerza laboral
vía la capacitación, para que los trabajadores tengan la posibilidad
de aumentar sus ingresos y de incrementar su calidad de vida, hay
que reconocer también que el mercado aparece segmentado no sólo
en la oferta de empleos, también en la demanda de tos mismos,
pues con frecuencia muchos grupos sociales reducen sus
aspiraciones, no a todas las oportunidades posibles, sino tan sólo a
las percibidas en función de los habitus construidos. Esto los hace
ver ciertas oportunidades como no dirigidas hacia ellos, como
imposibles. No se sienten interpelados hacia cualquier tipo de oferta
laboral.
En la construcción de los habitus referidos al proceso de
producción, difusión, relación con y uso de los
conocimientos -que bajo los actuales planteamientos
representan la piedra angular para el desarrollo para
cualquier tipo de intercambio- es crucial el papel
diferenciador de los diversos agentes que intervienen
(familia, escuela, medios de comunicación, mercado de
trabajo). Esto imprime una marcada desigualdad en cuanto
a las posibilidades de adquirir determinado tipo de capital
sociocultural. ¿Cómo se podrá generar interés por la
producción, difusión y uso de nuevos conocimientos en
grandes sectores que por tradición han estado al margen
de este proceso?
El asunto de la normalización y homogeneización de las
competencias se complica si agregamos el componente
del rezago educativo. El mismo proyecto parte del
reconocimiento de que la escolaridad promedio de los
trabajadores es de seis años y de que sus posibilidades de
incorporarse a procesos educativos institucionales son
escasas. Por su parte, el Instituto Nacional para la
Educación de los Adulto (1NEA) informa que el 36.9% del
rezago educativo lo conforman personas sin primaria
terminada y 24.5% con secundaria incompleta (cifras del
censo de 1990 y del FNEGI de 1992, respectivamente,
según Maldonado, 1996). Otras fuentes (Rosas, 1995) que
presentan cifras de escolaridad por tipos de actividad
indican que existen amplios sectores laborales que
funcionan mediante el trabajo de baja calificación, ya que el
promedio de escolaridad de sus trabajadores se encuentra
por debajo de la media nacional. El propio INEA reconoce
que "los programas de capacitación mixta, para el empleo
y el trabajo que la STPS sostiene con el sector productivo
están desvinculados en forma y fondo de la educación
básica para adultos y la oferta del mercado laboral."
(Maldonado, op, cit: 60). Entonces, si las competencias
denominadas básicas, que se consideran las
fundamentales para el desarrollo de las genéricas y las
específicas, están íntimamente relacionadas con la
educación básica ¿cómo plantear la capacitación a los
adultos con rezago educativo de manera que respondan a
estas nuevas exigencias del mercado laboral y el sistema
educativo, partiendo de esta realidad educativa? ¿se
tendrán la capacidad y los recursos -no sólo en términos
cuantitativos- para capacitar a una gran cantidad de
población con pocos años de escolaridad, tanto jóvenes
como adultos?
Pero si nos vamos un poco más atrás, esta misma
pregunta tendríamos que hacérnosla para una gran parte
de la población que aún teniendo certificados de educación
básica o más, no poseen un manejo con un mínimo de
calidad aceptable de las destrezas,
habilidades y conocimientos que pretende desarrollar la
escuela. Básicamente se estaría hablando de un manejo
de lenguaje oral y escrito y de la capacidad de cuantificar la
realidad como elementos que permiten hacer, en el
lenguaje de Freire, una lectura y expresión del mundo. Los
resultados obtenidos en el examen aplicado por iniciativa
de la revista Nexos en 1990 a alumnos de 6o grado de
primaria y 3o de secundaria de todo el país (Guevara, 1991)
son elocuentes en cuanto a la gran diferencia que existe
entre la cobertura del sistema escolar, en lo que a atención
y certificación se refiere, y ofrecer una educación de
calidad. De manera sintética, algunos resultados
interesantes son: los mejores puntajes se obtuvieron en
aquellas preguntas que requieren de la memorización; se
manifiesta una gran pobreza en el lenguaje de los alumnos;
sus habilidades en el área de las matemáticas se reducen
en la mayoría de los casos al manejo de las cuatro
operaciones básicas y la resolución de problemas simples;
aún en el caso de los alumnos de secundaria, el
conocimiento de su entorno social es escaso y su
conocimiento de la historia nacional es mínimo. Al igual
que con los adultos con rezago escolar, cabría la pregunta
de cómo lograr un desarrollo de competencias al nivel
establecido cuando en la población con certificación
escolar no se han asegurado los elementos mínimos
necesarios para ello.
Superar el rezago educativo no se puede reducir a
desarrollar programas de atención. No es la falta de
escuelas o la existencia de obstáculos directamente
asociados con el acceso y permanencia lo que lo produce.
Como todos los fenómenos sociales, el rezago educativo
está sobre determinado por una gran cantidad de factores.
Sobradamente se ha demostrado que este fenómeno se
concentra en las clases pobres, en las mujeres y en el
medio rural, especialmente si es indígena. El INEA ha
desplegado innumerables esfuerzos para atender a la
población adulta sin poder resolver el problema. Muchos
adultos terminan desertando de estas alternativas
educativas. Investigaciones realizadas por el Sistema
Nacional de Educación de Adultos (Muñoz, op. cit), así
como múltiples investigaciones que se han realizado en el
área de psicología social en torno a la pobreza y al
aprendizaje, han demostrado que entre más fuerte se
perciben las barreras sociales, menos perseverancia hay
en los programas de escolarización. Esto afecta
especialmente los programas desarrollados en zonas
urbanas, donde la diferenciación social de la población
analfabeta es mayor y mucho más evidente.6 "Asimismo se
detectó que el proceso de modernización influye de
diversas maneras en la probabilidad de que los adultos
permanezcan en los círculos de alfabetización. Así, por
ejemplo, se
concluyó que en las zonas rurales, los perseverantes en
los círculos son jóvenes que tuvieron contacto desde su
infancia con pautas culturales propias de las sociedades
modernas (ellos han desarrollado, por ejemplo, con mayor
fuerza, el llamado sentido de eficacia)" (Muñoz, op. cit.:
87).
Es muy claro que es la teoría del capital humano la que da
vida y sustento a planteamientos y propuestas como el
SNCCL. Desde esta concepción se plantea que la
elevación del perfil educativo de la fuerza laboral
contribuirá al aumento de la productividad laboral y, por lo
tanto, a la ampliación del mercado interno vía la mejor
distribución del ingreso. Sin embargo, las evidencias son
claras respecto a que los esfuerzos en elevar el perfil
educativo de los trabajadores han tenido efectos muy
limitados en el mejoramiento de sus ingresos y menores
aun en la elevación de su calidad de vida. Más bien, lo que
ha sucedido al ampliar la oferta educativa es que se han
podido aumentar los filtros para hacer frente a la gran
demanda laboral y los certificados escolares han
modificado sustancialmente su valor. Los requisitos de una
mayor escolarización y certificación han aumentado
rápidamente con el tiempo, aún cuando los oficios o
profesiones no hayan aumentado en la misma proporción
la complejidad de su ejercicio. ¿Cómo asegurar que no
sucederá lo mismo cuando se empiece a generalizar la
certificación de las competencias laborales? A pesar de
que es indudablemente loable la intención de reconocer y
valorar la experiencia y conocimientos de los trabajadores
que tienen poca escolaridad, lo acontecido con los
certificados escolares nos lleva a dudar que la certificación
de competencia laboral efectivamente contribuya al
reconocimiento de la capacidad de los trabajadores y a una
mejor retribución salarial. Se plantea que la certificación
tendrá un carácter voluntario. ¿Lo seguirá teniendo
cuando, una vez generalizado el sistema de certificación,
las empresas empiecen a exigir como requisito para
solicitar un empleo la posesión de un certificado que avale
determinado tipo de competencias? Aunque se planteé
que la certificación no se va a manejar como exigencia
legal, sabemos de muchas prácticas no legales que
diversas empresas e instituciones (aun oficiales) imponen
como requisitos para solicitar (no necesariamente para
otorgar) un empleo y que funcionan como elementos
discriminatorios y de filtro, como los comprobantes de
6.
Es importante enfatizar que esto se refiere a la mayor diferenciación
social y no a la mayor pobreza. En el medio rural la pobreza
regularmente es mayor que en el medio urbano, sin embargo la
diferenciación social no es tan grande ni tan evidente en el campo
como en la ciudad.
no gravidez para las mujeres, o pruebas de VIH, que se
utilizan con mucha frecuencia, aunque resulte ilegal
solicitarlos.
III. Implicaciones de la práctica profesional en las
tareas educativas en capacitación laboral
Por práctica profesional pedagógica, entenderemos
aquella práctica social cuyos efectos recaen intencional y
directamente sobre el campo educativo, en el cual se
incluye la capacitación laboral. Los retos o tareas a los que
se tienen que enfrentar los pedagogos que incursionan a
trabajar en esta área son diversos y complejos ya que es
una esfera donde predominan otro tipo de profesiones
(administradores, ingenieros, psicólogos, industriales), las
cuales le han dado un perfil técnico-administrativo al
proceso y al discurso educativo en esta área. Por eso es
importante que los pedagogos que se incorporen a trabajar
en este campo busquen la forma de recuperar el sentido
humanístico de la capacitación laboral como proceso
educativo y aprendan a trabajar en él remontando el
discurso dominante. "La tarea aparece como objeto y como
medio. Se va a aprender una tarea, pero a su vez la tarea
sirve para aprender" (Bauleo, op. cit. :22).
Es necesario definir el lugar y las estrategias para jugar un
rol pedagógico en oposición al rol técnico-administrativo
que domina el campo y que se espera que desempeñen
todos los profesionales que se incorporen a trabajar en él,
incluyendo a los pedagogos 7. Lograr esto también se
plantea como producto de un aprendizaje. Pero a la vez la
forma en que se juegue ese rol dará un acento y
posibilidades a la tarea.
Para emprender esta difícil tarea, en primer lugar, es
indispensable reconocer que la práctica profesional
pedagógica, como toda práctica social, no puede ser
neutra. En el caso de la capacitación laboral implica una
concepción del mundo, la sociedad y los sujetos sociales,
de la educación y el aprendizaje, del trabajo y del
desarrollo, y de la forma en que todos estos elementos se
interrelacionan y se sobre determinan. Definirlos,
explicitarlos y reflexionarlos como parte del trabajo de
planificación contribuiría a recuperar la dimensión
pedagógica de los procesos
7.
En la medida en que las expectativas de los pedagogos en torno a su
práctica profesional coincidan en ese sentido con las de la mayoría
de los participantes en el campo, en vez de pedagogizar el discurso y
práctica de la capacitación, van a tecnificar su propio discurso y su
práctica, enajenándolos.
de capacitación, al extraerlos de la racionalidad
administrativa y económica en la que se encuentran
circunscritos y abordarlos con la integridad con la que se
deberían abordar todos los procesos educativos.
El hecho de que se haya abandonado casi por completo la
discusión pedagógica en torno a los fines y valores de la
educación, del proyecto de hombre y de sociedad que
subyace a cada proyecto educativo, no significa que las
acciones de la educación no repercutan en el mundo más
allá de una productividad laboral. Si bien no es posible
adivinar los resultados que ofrecerá tal o cual proyecto de
educación, sí se pueden prever ciertas tendencias y
anticipar consecuencias. Al reducir la discusión
pedagógica a la adecuación o no entre el sistema
educativo y el mercado laboral y al reducir la discusión
sobre el sujeto tan sólo a un ser productivo, se están
haciendo a un lado problemas que, no por no reconocerlos,
no existen. Así, actualmente como sociedad estamos
enfrentando situaciones que, si bien no pueden ser
resueltas (ni tampoco pudieran haber sido evitadas) por la
vía de la educación,8 sí muy probablemente pudieran
haber tomado cauces diferentes y no tan extremos si los
proyectos educativos formales y no formales se hubieran
planteado de manera integral. Tal es el caso de fenómenos
como la discriminación de todo tipo, la xenofobia, la
intolerancia religiosa y política, la pobreza extrema, la
violencia física y simbólica ejercida en forma brutal, etc.
Por lo tanto, es imperante recuperar la reflexión y el debate
acerca del sentido y fines de la educación y de la
concepción de hombre que sirve de sustento a cada
proyecto educativo, incluyendo, la capacitación laboral.
Frente a los modelos de capacitación que se están
presentando, resulta de vital importancia que quienes
tienen elementos en su formación ofrezcan argumentos
que hagan que las instituciones reconozcan y asuman en
sus proyectos de acción la diversidad humana y social para
ofrecer alternativas más congruentes con la realidad social.
Es indispensable plantear desde una perspectiva
pedagógica la imposibilidad de homogeneizar las prácticas
de los sujetos y las consecuencias sociales que puede
traer el imponer acciones que desconozcan esta realidad.
No hacerlo . significa contribuir a la enajenación y al
reduccionismo del ser, desconocer la potencialidad que
representa el acto educativo para el desarrollo integral de
los sujetos y renunciar a la responsabilidad asumida a|
8.
Aquí se maneja el concepto de educación en un sentido amplio, no
reducido tan sólo a la educación escolarizada.
momento de decidir formarse y trabajar como profesional
de la educación. No es posible esperar resultados positivos
de un programa que no respete la visión particular del
mundo que tengan los sujetos que participarán en él (el
fracaso de innumerables programas lo ha demostrado
ampliamente).
Una de las omisiones urgentes de resolver es la ausencia
del sujeto concreto, y sobre todo el de los sectores
socialmente desfavorecidos, en el discurso de las
necesidades. Quienes trabajen en el área de la
capacitación no deberían permitir que sigan siendo las
necesidades de las empresas hegemónicas las que priven
en los famosos "diagnósticos" que sirven de base para
proyectar y planear las acciones de capacitación,
esperando siempre que sean los trabajadores los que se
adapten. La pedagogía, como profesión humanista, tiene
que redimensionar el concepto dé necesidad dentro del
discurso de la capacitación laboral. Existen necesidades
materiales inmediatas que son condición indispensable
para vivir. Pero existen otras (incluyendo la forma en que
se satisfacen estas necesidades inmediatas) que tienen
que ver con deseos y aspiraciones subjetivos y que
resultan también imprescindibles para que los hombres y
mujeres puedan subsistir. Éstas serían las necesidades
humanas, las cuales tienen un carácter social y cultural
(Salles, 1994). En este sentido, el pedagogo tendría que
diagnosticar, reconocer y participar en todas sus acciones
para la satisfacción de las necesidades humanas.9 Una de
las necesidades que se deben de atender en los procesos
educativos, incluyendo la capacitación laboral, es devolver
al sujeto su capacidad de protagonismo en la historia
particular y social.
Ante esta concepción de necesidades resulta
indispensable trabajar bajo y por un paradigma diferente de
desarrollo. Hay que dejar de pensar en él como
producción, acumulación y consumo de bienes materiales,
conocimiento y tecnología, cada vez más sofisticados y
especializados. Hay que trabajar bajo y por un paradigma
de desarrollo que sea incluyente, que considere no sólo a
todos los sujetos sociales y sus necesidades materiales
sino también a sus necesidades humanas, además de
incluir también la relación con el ambiente natural. En este
sentido las palabras de Zemelman resultan ilustradoras:
"...el desarrollo de la sociedad consiste no solamente en
generar nuevas y mejores condiciones de vida y
reproducción del hombre, sino, además, en mayores
aperturas que faciliten que lo social pueda
9.
Pero además habría también que reflexionar y negociar sobre cuáles
necesidades habría que satisfacer y cómo, pues teniendo un
carácter social y cultural y refiriéndose a grupos sociales
antagónicos, las necesidades también lo serán.
enriquecerse de la subjetividad individual y social ... el
desarrollo no puede consistir exclusivamente en niveles de
vida, sino en capacidad de vida; no sólo en acceso a una
mayor cantidad de satisfactores de la más variada
diversidad, sino en creación de satis- factores de
conformidad con una lógica de ensanchamiento de la
subjetividad que exprese la potencialidad del sujeto
individual, en vez de restringirse a la lógica de la
reproducción material". (Zemelman, 1996: 57-58).
Desde una perspectiva humanista tampoco se puede
plantear que los sujetos deban prepararse para tener un
mayor rendimiento en el trabajo si no se garantizan niveles
mínimos de formación que les permitan tener una mejor y
más equitativa relación con el mundo social, no sólo
laboral.
Entender la complejidad del fenómeno educativo y actuar
en consecuencia es otra condición que también incumbe a
la capacitación laboral. A partir de los estudios realizados
en torno a la relación educación-trabajo, y frente a las
evidencias empíricas de que el aumento de escolaridad no
modifica sustancialmente las condiciones de trabajo y de
vida de los individuos, no es posible pensar la intervención
pedagógica en la capacitación reducida a la elaboración de
planes y programas, al diseño y participación en las
acciones concretas de enseñanza-aprendizaje y al diseño
y elaboración de materiales y recursos didácticos, y
trabajar con la ilusión de que después de unos cursos bien
diseñados por eficientes pedagogos los trabajadores
realizarán mejor su labor, ganarán más dinero y, por lo
tanto, vivirán más felices. La primera tarea a realizar tiene
que ser el desarrollar un marco de interpretación que
permita ubicar a la capacitación en un contexto educativo,
laboral, económico-político y sociocultural y reconocer
todas las interrelaciones y sobre determinaciones
existentes. En congruencia con este marco de
interpretación habría que discutir y plantear los fines y
propósitos, alcances y limitaciones de las acciones
educativas para generar estrategias acordes con el
proyecto social que se pretende. Habría que ser realistas y
honestos y preguntarse ante un programa de capacitación:
dada la relación educación-trabajo, aunque el país cuente
con los recursos humanos calificados en la dirección que
demanda la nueva organización productiva, la innovación
tecnológica y la competencia en los mercados globales
¿esos recursos humanos contarán con las suficientes (en
cantidad, variedad y calidad) fuentes de trabajo a las
cuales puedan incorporarse, con remuneración justa,
prestaciones adecuadas, etcétera?
También resulta indispensable reconocer que
intervención sobre un fenómeno no se reduce a ac-
la
tuar exclusivamente sobre los aspectos aparentes del
mismo. Un discurso diferente acerca de la formación para
el trabajo tendría que incluir otros espacios y niveles de
formación que ofrecieran mayor calidad de la educación.
Mejorar la calidad educativa tendría que ver con que los
sujetos tuvieran la posibilidad de revertir esos aprendizajes
a favor de mejores condiciones de vida para la colectividad,
incluyendo la participación en el mundo productivo.
Todas las afirmaciones anteriores nos llevan a plantear
una última (¿o primera?) conclusión: una de las principales
implicaciones de la práctica profesional en las tareas
educativas en capacitación laboral es que esta práctica
debe ser reflexiva. Debe dejar de pensarse que existen
campos reducidos en los cuales el pragmatismo, la eficacia
y la inmediatez son la mejor guía y donde la reflexión
teórica sale sobrando. Hay que recuperar el valor de la
teoría como posibilidad de reflexionar y ampliar la
complejidad de la interpretación de la realidad y sobre esta
reflexión proponer una acción trascendente, que pueda
verse retroalimentada constantemente por la reflexión y la
reinterpretación, "...la incidencia de la acción es la realidad
que debe ser transformada... y no los hombres en sí
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