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INFIDELIDAD SEGÚN PERFILES PSICOLÓGICOS

2018, Retratos ocultos. Psicología de la infidelidad

La experiencia clínica nos habla fundamentalmente de dos maneras de ser infiel: aquellas con o sin implicación emocional, pudiendo ser, éstas, ocasionales o habituales. Lo diferencial parece ser la implicación emocional. No se otorga el mismo significado a una infidelidad con implicación emocional que a una sin ella, aunque en ambas haya habido sexo. La fenomenología de la infidelidad también nos desvela ciertos patrones de comportamiento caracterizados por una serie de actitudes y aptitudes, desvelando así que la infidelidad está más correlacionada con cuestiones de personalidad y culturales que con problemas de pareja. Así, las pautas de comportamiento en la infidelidad parecen repetirse de una determinada manera según ciertas características de personalidad, definiendo no solo la forma en que la infidelidad se manifiesta, sino también de cara a predecirla.

INFIDELIDAD SEGÚN PERFILES PSICOLÓGICOS @ Inmaculada Jauregui Balenciaga Email: inmajauregui@gmail.com «SE HABÍA ENAMORADO DE UNA MENTIRA QUE AL MISMO TIEMPO ERA LO ÚNICO REAL QUE TENÍA EN SU VIDA» (LARRY STYLINSON). PERFILES PSICOLÓGICOS EN LA INFIDELIDAD La experiencia clínica nos habla fundamentalmente de dos maneras de ser infiel: aquellas con o sin implicación emocional, pudiendo ser, éstas, ocasionales o habituales. Lo diferencial parece ser la implicación emocional. No se otorga el mismo significado a una infidelidad con implicación emocional que a una sin ella, aunque en ambas haya habido sexo. La fenomenología de la infidelidad también nos desvela ciertos patrones de comportamiento caracterizados por una serie de actitudes y aptitudes, desvelando así que la infidelidad está más correlacionada con cuestiones de personalidad y culturales que con problemas de pareja. Así, las pautas de comportamiento en la infidelidad parecen repetirse de una determinada manera según ciertas características de personalidad, definiendo no solo la forma en que la infidelidad se manifiesta, sino también de cara a predecirla. TRIADA OSCURA A pesar de que hay personas que cometen alguna que otra infidelidad durante una relación estable y duradera, otras en cambio, cometen infidelidad de manera sistemática, es decir, que la infidelidad se perfila como norma y no como excepción. En este sentido tenemos tres perfiles o rasgos de personalidad que pertenecen a la tríada oscura de la personalidad, TRIOPE (Paulhus y Williams, 2002), a saber: el maquiavelismo, el narcisismo y la psicopatía, estos dos últimos tildados a nivel subclínico. Se les llama tríada oscura porque «los sujetos con estos rasgos comparten una tendencia a ser 1 insensibles, egoístas y maliciosos en sus relaciones interpersonales» (Jones y Paulhus, 2009, p. 100). Las personas con rasgos maquiavélicos parecen caracterizarse por el cinismo, la astucia y la manipulación, y tienen pocas normas éticas (Christie y Geis, 1970; Fehr, Samson y Paulhus, 1992). Las personas con rasgos narcisistas o narcisistas subclínicos, se caracterizan por un sentido grandioso de sí mismas y un marcado egocentrismo (Paulhus y John 1998). Un caso particular de narcisismo lo componen las personas perversas narcisistas, así diagnosticadas en el ámbito psicoanalítico (Bouchoux, 2009), dominadas por la necesidad de defenderse de los conflictos internos, en particular del duelo, haciéndose valer en detrimento del objeto manipulado. La perversión narcisista constituye así un medio para evitar el delirio, proyectarlo hacia el exterior para que la otra persona lo porte por ella. Toda una serie de desviaciones asociadas a síntomas ya descritos por Paul-Claude Racamier (1992) conforman esta organización de personalidad estable, a caballo entre la psicosis y la perversión, destacando la incapacidad de hacer frente a los conflictos internos. Admiran todo aquello que les vuelve admirables; buscan un espejo humano. En estas personas la infidelidad está muy presente, la cual tendrá una razón lógica para justificarla y será siempre la culpa de la persona infidelizada. La tendencia de estas personas es ser infiel y con varias personas al mismo tiempo. Por último, las personas psicópatas, muchas de ellas en apariencia socialmente bien integradas, caracterizadas por una falta de empatía, mitomanía, ausencia de culpa y falta de miedo. Destaca en ellas el engaño, la mentira, la manipulación y la falta de remordimientos (Garrido, 2000). Son conocidos por las personas estudiosas del tema la promiscuidad sexual, la triangulación y el encabalgamiento en las relaciones amorosas (Piñuel, 2015). Al respecto, Egan y Angus (2004) encontraron que los rasgos psicopáticos se asocian entre otras variables con la infidelidad. Jonason, Luevano y Adams (2012) hallaron que estos mismos rasgos se asocian con relaciones sexuales casuales y a corto plazo. Hugo Marietán (2008) define la psicopatía como «una variedad de individuos con necesidades especiales y formas atípicas para satisfacerlas. La psicopatía es una manera de ser, y como tal, inmodificable. Es considerada una anormalidad, en el sentido estadístico del término, y no una enfermedad» (Marietán, 2008, p. 327). Para este autor, de una persona psicópata no se puede esperar fidelidad. Esta manera de ser está basada fundamentalmente en satisfacción de necesidades «distintas» y la cosificación de otras personas. Las personas psicópatas subclínicas o 2 integradas —diferenciadas de la tipología criminal— tienden a involucrarse en conductas sexuales de riesgo, empleando tácticas manipuladoras e incluso coercitivas como son el uso de drogas o la intimidación, generando así miedo. De esta manera satisfacen sus necesidades “especiales” de poder, dominio y control, en particular sobre sus parejas. La constante búsqueda de novedad hace que tengan más parejas sexuales y que su estilo de apego sea menos restrictivo, siendo fácilmente infieles. En definitiva, las relaciones de pareja en las personas psicópatas subclínicas —más predominantes en personas con alto estatus social, económico y profesional— parecen estar «centradas básicamente en mentiras, infidelidades, manipulaciones y patrones de interacción coactiva de diversa índole, todo lo cual hace pensar que las relaciones íntimas con psicópatas integrados […] se caracterizan por un tipo de violencia mayormente de carácter psicológico» (Romero, Moreno, Blázquez, García-Baamonde., 2013, p. 2). Estos tres perfiles, cada uno con su particular connotación, parecen tener como objetivo la destrucción del otro, para lo cual inducen, a modo de trance hipnótico, a la dependencia, siguiendo una pauta marcada por tres fases: seducción, invasión y destrucción (Chapaux-Morelli y Couderc, 2010). Con excepciones, el tema central alrededor del cual estas personas tejen la telaraña es la sexualidad. Una sexualidad digna de un actor. Una sexualidad que intentará traspasar los límites. La hiperactividad en lo sexual les llevará a la infidelidad, la cual tomará como mínimo la forma de flirteo o coqueteo en presencia de la pareja hasta la triangulación y encabalgamiento (Piñuel, 2015), pasando por tríos, orgías, sexo en grupo, pederastia o violaciones (más o menos encubiertas). A pesar de haber muchas menos investigaciones que han estudiado el maquiavelismo en las relaciones íntimas, lo hallado hasta la fecha revela que este rasgo se asocia con la promiscuidad y con actitudes sexuales hostiles, así como con diversas tácticas sexuales egoístas y engañosas tales como la estafa, la divulgación de secretos sexuales íntimos a terceras personas, el fingir amor, la inducción a la intoxicación para obtener y asegurarse sexo y una aprobación del uso de la fuerza sexual (McHoskey, 2001; Jonason, Li, Webster y Schmitt, 2009). Patologías fundamentalmente morales todas ellas, para las cuales la infidelidad se perfila como un modus operandi. Es decir, que su particular concepción utilitarista y parasitaria del «amor» les lleva a concebirlo fundamentalmente como una debilidad. Al narcisista todo le está permitido y para el psicópata el amor es un juego (de poder). En ambos casos, las reglas y normas están para saltárselas. La infidelidad en este tipo de 3 personas es, por así decirlo, endémica y no tiene solución. Cuando estas personas son descubiertas, minimizan, niegan, mienten y tergiversan, haciendo ver a la pareja que es celosa y que está loca. En este contexto, en las personas víctimas de infidelidad se acentúa la sintomatología traumática, así como las actividades detectivescas. En estos casos la salida a la situación es únicamente la separación. No es posible la terapia con personas con estos perfiles (Hare, 2009). Ahora bien, independientemente de perfiles psicopatológicos, existen factores predisponentes a la infidelidad. Factores como el poder y el riesgo correlacionan altamente con la infidelidad. Desde luego, son dos características fundamentales de la tríada oscura, particularmente de la psicopatía, pero no solo. Las personas con posiciones de poder parecen ser propensas a la infidelidad. En muchas de ellas la infidelidad está banalizada; parece ir incluida en el puesto o el trabajo. En estos contextos también hemos observado el proceso de cosificación, es decir, convertir a las personas amantes en mercancía, perdiendo de vista «el reconocimiento previo de su ser persona» (Honnet, 2005, p. 94). «En sus primeros años de trabajo, Alexandra había vivido una experiencia como testigo de algunos empresarios y ejecutivos de “infieles temporales”, como ellos solían llamarse […]. Eran hombres influyentes: empresarios, constructores, ejecutivos, políticos de renombre y el gerente general […]. Me impresionaba… Hoy todavía me impresiona […]. Cuando una esposa pillaba a alguno de ellos o sospechaba algo, inmediatamente le enviaban una joya, un anillo […], era como un juego. Estaban muy seguros de su poder. Sabían que podían hacer cualquier cosa […]. La empresa pagaba las parrandas con los productos que producía […]. Era un pacto de sangre sagrado, un gran secreto entre todos ellos. Uno de los dichos que repetían era: “Lo que pasa en la casa de juntas se queda en la casa de juntas”. Y se reían […]. Casi todos, además de la actividad especial, tenían […] una amante oficial […]. Con algunas de ellas duraban meses, e incluso años» (Jaramillo, 2014, pp. 64-66). En estos casos se observa que la infidelidad correlaciona con una confianza en uno mismo, excesiva o ególatra, derivada del ejercicio del poder. Al respecto, Joris Lammers y colaboradores (2011) concluyen en su investigación que el poder correlaciona altamente con la infidelidad porque aumenta la confianza en la habilidad para atraer personas. Esta asociación fue encontrada tanto para la infidelidad en curso como para la intención de ser infiel en el futuro y ello, tanto en mujeres como en hombres. Una de las razones por las cuales el poder puede estar asociado al incremento de la infidelidad es que la experiencia psicológica del poder tiene efectos de 4 transformación en el estado psicológico de las personas (Keltner, Gruenfeld y Anderson, 2003). La persona poderosa ve y actúa con el mundo, consigo misma y las demás personas de una forma diferente que con respecto a las personas que no tienen poder: «Al mismo tiempo pienso que, en su experiencia, ellos se sentían dueños del mundo. Y también nosotros, sus empleados, los veíamos como dueños. Más que como jefes, los veíamos como reyes, tal vez dioses. Poderosos» (Jaramillo, 2014, p. 69). Estas personas generalmente parecen más seguras, asertivas e impulsivas. Algunas investigaciones recientes muestran que los efectos del poder en la seguridad en uno mismo se traducen en comportamiento romántico. Las personas así empoderadas focalizan su atención en el atractivo físico de las otras personas y aumentan los comportamientos de acercamiento románticos (Wilkey, 2011). En la investigación de Lammers y colaboradores (2011.) los autores presentan otra línea alternativa que explicaría la mayor probabilidad de infidelidad en las personas poderosas, y es que la posesión del poder puede incrementar la distancia psicológica con la pareja (Lee y Tiedens, 2001). Dado que la cercanía psicológica es fundamental para una buena relación, el aumento de la distancia puede directamente aumentar la infidelidad (Allen, Atkins, Baucom, Snyder, Gordon, y Glass, 2005; DeMaris, 2009). En estos casos es preciso, por un lado, diferenciar poder de empoderamiento y, por otro, poder en tanto que abuso del mismo; como un falso poder: «Hoy en día creo que cuando se ejerce esa clase de falso poder, lo que hay debajo es miedo» (Jaramillo, 2014, p. 69). Si entendemos el abuso de poder como una serie de prácticas de intercambio social en las cuales los comportamientos o conductas están basadas en una relación jerarquizada y desigual (Azaola y Ruiz, 2010), podemos ver que lo que correlaciona con la infidelidad es más bien el abuso de poder o maldad moral (Hirigoyen, 1996), que a su vez genera la inflación del ego, un espejismo en la autoestima, por otro lado muy propio y característico del espectro de la tríada oscura, del maquiavelismo concretamente. Antonio Marina (2016) considera la maldad como ese gran fracaso de la inteligencia que genera un daño injusto. Respecto al poder y la consecuente despersonalización sobre los otros, Pittman (2003) hablará del conquistador. Un perfil caracterizado por «su amplio campo de acción sexual y su preocupación por el género» (ibíd., p. 155). Esta tipología es fomentada en sociedades donde «rinden culto a la masculinidad» (ibíd.). Este tipo de sociedades no estimulan ni la monogamia ni la igualdad entre los géneros. Bajo este manto de hipermasculinidad —macho alfa— se vislumbra el miedo a lo femenino. Este miedo se 5 gestiona a través de creencias irracionales tales como que la mujer, no solo es lo opuesto del hombre, sino que, además, es considerada inferior, por lo que la existencia de esta se reduce a servirlos de muy variadas formas, entre las que destaca la sexual. Una de las formas de alcanzar y definir la masculinidad en este tipo de sociedades es a través del dominio sexual. La agresividad expresada a través del dominio afirma la masculinidad. Y en este sentido, las infidelidades —particularmente las sistemáticas— son un tipo de conquista compulsiva: «Las conquistas amorosas son una conducta adictiva» (ibíd., p. 181). Las parejas en este tipo de relaciones son el enemigo del cual deben escapar. Este tipo de personas piensa que debe escapar de lo amoroso, pues ello supone una pérdida de control y de poder; una limitación seria a su libre albedrío. Este tipo de personas no cambian con facilidad, excepto cuando pasan por una crisis profunda. El trabajo terapéutico pasa no solo por el cese de las relaciones sexuales extramaritales, sino por desarrollar un nivel de sinceridad y de igualdad hasta entonces no desarrollado, por modificar profundamente la percepción del género y de las relaciones humanas, así como por un trabajo identitario basado fundamentalmente en la deconstrucción sociocultural del género, del amor, de las relaciones y de los roles. En cuanto al poder y el género, en este aspecto no parece haber diferencias, es decir, que la relación entre poder e infidelidad ha afectado a lo largo de la historia tanto a hombres como mujeres (Sánchez, 2016). Quizás porque el poder puede ser afrodisiaco (Glass, 2002). En cuanto a la conducta de riesgo, asociada a la búsqueda de sensaciones (fuertes) y la impulsividad (Horvath y Zuckerman, 1996), correlaciona positivamente con actividades sexuales variadas con diferentes compañeros sexuales y se concibe como variable predictora de la infidelidad (González, Martínez-Taboas y Martínez, 2009). La búsqueda de aventuras está relacionada con la (baja) autoestima, la necesidad de afirmación, de valoración y reconocimiento. En un intento por llenar una sensación de vacío interior, las conductas de riesgo producen un cambio neuronal, particularmente en la corteza prefrontal, las más tardías en la evolución filogenética que, por un proceso de habituación, suelen desembocar en conductas adictivas. La inmadurez de estos cerebros no tiene una connotación moral, sino en lo que respecta al desarrollo. Por ello muchos comportamientos de personas adultas con estas características se parecen al comportamiento adolescente. La infidelidad en personas con estas características tiende a ser compulsiva, adictiva. Y define fundamentalmente un perfil de persona insegura, autocentrada, egocéntrica, inmadura, adolescente. Frank Farley (1986) habló del tipo T 6 de personalidad como una dimensión de la personalidad, refiriéndose a diferencias individuales en cuanto a la búsqueda de estimulación, excitación, emoción y riesgo. Estas personas son definidas como extrovertidas, optimistas, carismáticas y confiadas. Tan confiadas que, en ocasiones, no miden las consecuencias de los riesgos. Personas que cimientan sus vidas en las aventuras, los retos, la creatividad, la incertidumbre, simbolizando una vida vivida al máximo. A este tipo de personas les gusta la novedad, la variedad sexual. Hay autores que han hallado que debajo de esta excitante superficie se encuentra la alexitimia (Glass, 2002), una incapacidad (o dificultad) para identificar las emociones, para corresponderlas con las acciones. Se trata de una entidad nosográfica, una patología que describe rasgos de personalidad con dificultades para expresar (además de sentir) sentimientos. Esta falta de sensibilidad en estas personas les vuelve algo impermeables a la satisfacción de una relación estable (ibíd.). La intensidad por encima de la intimidad. Todas estas variables construyen perfiles que, desde la perspectiva de la psicopatología, encajan en trastornos de personalidad, particularmente los de tipo B, conocidos o agrupados bajo la rúbrica dramáticos, emotivos e inestables. Las personas con estos perfiles desarrollan toda una gama de síntomas de los que, además de repercutir en los demás, son plenamente conscientes y aceptados. El yo, la expresión del ser, parece haber desaparecido y sustituido por el ego, un falso yo, imaginado e inflacionado. Son personas que, por lo regular, no acuden a terapia voluntariamente o por propia iniciativa sino presionados por el entorno, el cual se ve seriamente perjudicado y dañado. Tienden a proyectar y externalizar sus conflictos y tienden a emerger en el contexto de las relaciones interpersonales. Perfiles donde predominan apegos deficientes, ansiosos, evitantes o desorganizados que evitan continuidad en las relaciones afectivas, manteniendo niveles de bajo compromiso e intimidad. LUCAS1 1 Relato de un paciente. 7 Primera sesión: presentación Casado. 53 años. Negocio propio relacionado con el turismo. Lleva 26 años de casado y 6 de noviazgo. Ha sido infiel muchas veces. Tenía una doble vida. Él se autojustificaba. Pensaba que no le afectaba. Tiene dos hijos ya mayores. Floreaba siempre que podía. Se plantea si tiene adicción al sexo. Siempre estuvo muy enfocado al sexo. Él era frío y distante en la pareja. Sus amigos son infieles. Todas las infidelidades han sido superficiales, excepto la última, que duró dos meses y él estaba “colgado”. Él fue cobarde; pensaba egoístamente. Su mujer le dio un ultimátum. De cara a los clientes, es encantador. Su mundo laboral está ligado a la prostitución. En el matrimonio tienen un rol tradicional. Se convirtió en un gruñón. Siempre fue infiel. Era más fuerte el deseo de satisfacerse y ser apreciado, admirado. Sus padres eran muy exigentes. Su padre era un hombre hecho a sí mismo. Falleció con los sentimientos castrados. Su padre era muy machista. Él se buscó la vida joven. Viajó mucho para aprender idiomas. Echó en falta el reconocimiento por parte de su padre. No le reconoció nunca sus éxitos […]. No acabó sus estudios. Depende de la aprobación de los demás. Su madre era una ama de casa […]. Entre él y su mujer se solían cabrear por las intromisiones familiares. Él no cortó el cordón umbilical con su familia. Él no la defendía. Su madre era celosa. Su padre también fue infiel. Generó casi una separación. A él le cuesta reconocer sus emociones y sentimientos. Es pesimista. No habla de sí mismo. Es igual que su padre. Segunda sesión: resumen de sus infidelidades de más reciente a la más antigua Maruxa (extranjera afincada en España) Conocí a Maruxa durante una cena con clientes en un restaurante. Nos vimos posteriormente en un bar de copas y le di mi tarjeta. Me escribió un email haciendo referencia a que otra conocida suya le había hablado de mí, lo cual me animó a iniciar la cacería. Quedamos a cenar unas semanas más tarde, hicimos manitas y nos besamos por primera vez cuando me despedí en el portal de su casa. A continuación, nos cruzamos varios emails y llamadas en lo que íbamos subiendo el tono de apetencia y deseo. La siguiente ocasión que nos encontramos fue directamente en su apartamento, donde tuvimos nuestra primera relación sexual, para la que utilicé Viagra […]. Continuaron los encuentros sexuales durante las semanas posteriores en su apartamento, con toda la complicidad para evitar que se enterara mi mujer […]. Reconozco que estuve enganchado 8 emocionalmente con esta señora, con la impresión de enamoramiento y deseando verla en todo momento. Cuando mi mujer descubrió […] todo el conjunto de infidelidades esta relación me llevó a dudar sobre si quería recuperar a mi mujer o si me quedaba con la extranjera. En esos días tumultuosos, mi mujer le envío un email diciendo que había descubierto la infidelidad. Finalmente, llamé a Maruxa y le dije que nunca más nos volveríamos a ver ni a hablar porque había decidido continuar con mi vida familiar y recuperar a mi mujer. Ella me dijo que era una pena, porque yo era el tipo de hombre con quien ella también compartiría su vida […]. Contexto: Durante este período, el negocio estaba en plena expansión, consolidando el nivel de calidad y el gran prestigio y admiración que había conseguido en poco tiempo […]. Sin duda durante esta etapa me sentía satisfecho profesionalmente porque finalmente estaba triunfando […]. También me sentía eufórico personalmente porque llamaba la atención de chicas y señoras, tenía libertad de movimientos, viajes, apartamento […]. Así que obviaba mi situación familiar, no pensaba en mi mujer y buscaba cualquier ocasión para lograr conquistas. Chica calle Embajadores Contexto: Prácticamente el mismo contexto que el caso anterior, pues coincidió en el mismo tiempo. Creo que con esta aventura me encontré en la cresta de la ola, pues fue una conquista fácil con resultado de sexo completo en pleno éxito del proyecto. Chica joven Conocí a esta chica joven de origen brasileño durante la cena en el hotel donde me alojé con mi socio […]. Contexto: Coincide con los comienzos del proyecto de negocio y con una mayor autoconfianza en mi capacidad profesional y admiración por parte de otros. Señora Conocí a esta señora en una discoteca en el extranjero, donde hablamos y nos besamos; me quedé con su teléfono y la llamé en mi siguiente viaje, en el que organicé una escala allí para poder encontrarme con ella […]. Contexto: Esta aventura coincide con la decadencia de mi negoció allí y del agravamiento del conflicto con mi socio, con quien discutía cada vez que hablábamos. Me encontraba bastante desanimado […]. Chica (hija de un cliente) 9 Contexto: Coincide con una fase de expansión de mi negocio en el extranjero y todavía manteniendo otro aquí. El final de esta relación coincide con el fallecimiento de mi suegro. Chica Camarera Chica Servicio doméstico Chica avión Guía turística Señora 10 años mayor que yo Chica extranjera Chica (durante el servicio militar) Chica extranjera durante un viaje Prostitutas en todo momento y lugar Además de todos los episodios mencionados anteriormente, he practicado el sexo […] con prostitutas en diferentes países y lugares en España […]. Siempre he estado solo, excepto en mis últimos años, cuando fui con mi amigo […] a un par de prostíbulos. Muchos intentos fallidos con otras chicas. He tenido otras ocasiones en las que he perseguido tener sexo con otras chicas/señoras sin éxito. Pornografía a través de revistas especializadas e internet Dice que sus relaciones sexuales con su mujer son geniales. Impulsivo. Cierto aislamiento. No comparte con su mujer. Explica que su padre es un hombre hecho a sí mismo, triunfador. Se cultivó bastante. Él le inculcaba no quejarse y ser macho: aguantar sin quejarse. Su padre no fue capaz de expresar sentimientos. Él sigue el mismo modelo que su padre. Gestiona la ansiedad a través del sexo/adicción. Ha recaído tres veces con la pornografía […]. Tenía dos vidas paralelas. No desconecta del trabajo. Trabaja más en casa que en la oficina […]. Se define como adicto a la adrenalina. Le encanta leer varias horas y tiende a ser compulsivo. Lee muchas horas cuando la novela le engancha. Tercera sesión Ha leído unas cartas de su mujer y ha llorado de emoción. Ve su ceguera y se siente triste, frustrado. Es (era) coqueteo. Siente amargura, pena. Siente rabia e impotencia. Le 10 importaba todo un pito. No le importaban los demás. Su mujer le pedía atención y él no se la daba. No se sensibilizaba. No lo entendía […]. Ve que el problema es más profundo […]. Quiere cambiar […]. Ha reconocido que le ha maltratado. Llora. No (se) ha trabajado seriamente2. Desplazó el problema hacia su mujer. Teme perderla. Ha actuado por conveniencia […]. Ha sido un niño grande. La adrenalina de los proyectos le embargaba. Su mujer es la madre de sus hijos. Él intentaba agradar a su (propia) madre y era un buen hijo; estaba pendiente de ella. Su madre era intrusiva y abusiva. Tenía dificultades con los límites. Él intentaba templar paños. No defendió a su mujer. Él no rompió el cordón umbilical con sus padres. No se independizó. Tenía dependencia emocional (de estos) y esperaba (su) reconocimiento. Tuvo una educación machista. Su madre era cómplice […]. Su primera experiencia sexual fue con 13 o 14 años, con manoseos con una chica del servicio. Se sentía fuerte y con adrenalina. Ellas se lo facilitaban […]. La conquista le daba subidón…, un poder…, le subía la autoestima. Hasta los 40 años no fue consciente de sus flaquezas emocionales. Se veía grande, valioso, aventurero, con empuje. No obtenía su reconocimiento […]. Ha sido mal marido y ha malquerido a su mujer. Cuarta sesión […] Se siente depre, frustrado, vacío. Si mira atrás le entra bajona. Ha vivido una farsa […]. Sentía ansiedad y tristeza en la garganta por lo que se ha perdido…, una relación sincera. El balance es negativo […]. Ve lo que ha dejado de aportar. Su mujer se ha desarrollado y siente que su mujer le quiere […]. Ha entendido cómo de mal lo ha pasado su mujer con su (propia) familia. Ahora entiende mucho mejor a su mujer. Quinta sesión Ayer tuvo una conversación con su amigo —compañero de infidelidades— y le dijo dónde estaba él. Se fue generando una separación. Han puesto punto y final a la relación. Se saludaron cordialmente. Se sintió por un lado con pena y tristeza, pero también con una cierta descarga de un peso de encima. Lo tendría que haber hecho antes. Formaba parte del grupo. Era una amistad superflua. Prolongando la adolescencia […]. No se sintió comprendido por su amigo […]. Cuando era infiel suplantaba identidad y representaba un papel. Era inconsciente…, se mentía a sí mismo. A casi todas les decía que estaba casado. 2 Han estado en terapia de pareja anteriormente. 11 Libertino. La conquista le daba seguridad en sí mismo. Se parecía al enamoramiento. Se sentía satisfecho. No tenía remordimientos…, ni se lo planteaba. Tenía dos vidas. No sentía ninguna culpabilidad […]. Coraza. Era adicto a una imagen de perfecto. Necesitaba cariño porque era muy frágil. Máscara: «No necesito a nadie». Ha dado lo que se suponía que querían de él. Le dan ganas de llorar. Es una sobreadaptación […]. Su madre ha querido manejarles mucho. Él la intentaba complacer. La infidelidad era su espacio privado donde se complacía a sí mismo. Sexta sesión […] Tenía ganas de agradar a su madre. Sus padres se inmiscuían en su relación. No la defendía (a su mujer). No formaba equipo con su mujer. La menospreciaban por no tener estatus. Para sus padres su mujer no era suficiente. Él tragaba. No puso freno. Quería complacer a todos. Complacer era su solución para evitar defraudar, ser menospreciado […]. Su forma de estar en el mundo ha sido dependiente de la opinión de los demás. Su actuación ha girado en torno a complacer y a confirmar la aceptación del grupo. Ha estado actuando de cara a la galería […]. La sensación de volar. Era un entorno nuevo y diferente. Durante esa época no fue infiel. Estaba centrado […]. Sus padres agredían verbalmente a su mujer […]. Sobre ella ha volcado su agresividad por hacerle ver la realidad que no estaba dispuesto a ver. Recuerda cómo castigaba a su mujer con un muro de silencio. Él era camaleónico para evitar el sufrimiento. No sabía ser él mismo. No podía tener una relación. El amor le vuelve a la realidad. Novena sesión […] Está teniendo demasiados sueños. Sueña con mujeres que le solicitan y él se aparta. O las aparta. Con algunas tiene tentaciones de conquistarlas. Se levanta no muy descansado; con ansiedad […]. Está trabajando el autocontrol. Es impulsivo. Le cabrean chorradas. Es toda una cuestión de ego. Pero está escondido. Es malísimo aceptando críticas. Para él son ataques frontales […]. Le van temas relacionados con la filosofía, la poesía y la salud […]. Le gusta el contacto con la naturaleza, la música clásica, la ópera y se emociona. Le gusta tocar y 12 sentir. La música le emociona. Le encanta viajar con su mujer y sus hijos. Le gusta hacer deporte. Le gusta relajarse. Se da cuenta de que ha perdido tiempo y capacidad de conexión con sus hijos. Le falta conexión con ellos…, complicidad. Ahora está hablando más con ellos. Ahora se está mostrando. Antes estaba en la exigencia. Onceava sesión […] Gestiona mal. Baja tolerancia a la frustración. Se deja llevar por el impulso. Se lo toma muy personal. Tiene prontos. A veces sobrerreacciona. Es autoexigente, tiene que salir perfecto. Están en un sector muy competitivo. Tiene mucha rabia acumulada. Ha sufrido humillaciones. Su padre tenía cambios de humor. Empezó su vida laboral a los 16 años. Él admiró durante mucho tiempo a su padre […]. Él ha exigido mucho tiempo a su mujer. Esta ha funcionado (ha sido tratada) como (su) empleada. Paga con sus perros su cabreo. Los ha maltratado psicológicamente. Ha exigido a todo el mundo. No se ha exigido a sí mismo. Se creía casi perfecto. Pensaba que lo suyo era correcto. Se hizo un yo ficticio. Se consideraba en la posesión de la verdad. Nunca ha formado equipo con su familia […]. Es distante emocionalmente. Treceava sesión Vio una entrevista en la tele. Semana difícil. Fue duro el golpe. La entrevista lo iluminó. Entiende que va a ser diferente la relación. Él pretendía borrar (hacer borrón y cuenta nueva). Le resulta duro. Su mujer busca algo más. Tiene dudas sobre su fidelidad en estos últimos años. Él siente rabia por volver a las andadas. Él se está replanteando su trabajo. Nunca su mujer había tenido una reacción así tan fuerte. (Él) está asumiendo. Es duro enfrentarse. PERFILES NEURÓTICOS 13 La neurosis es un término diagnóstico difícil de definir puesto que refiere a la desviación de la normalidad, concepción imposible de desligar de las condiciones culturales (Horney, 1984). No obstante, esta autora habla de dos criterios fundamentales en el estilo neurótico: «Primero, una cierta rigidez en las reacciones, y segundo, una estimable discrepancia entre las capacidades del individuo y sus realizaciones» (ibíd., p. 23). La rigidez es entendida como «la ausencia de flexibilidad que nos permite reaccionar de diversa manera frente a diferentes situaciones» (ibíd.). El sentimiento que caracteriza a la neurosis es la angustia o un pavoroso temor. En definitiva, la neurosis se entiende como «un trastorno psíquico producido por temores, por defensas contra los mismos y por intentos de establecer soluciones de compromiso entre las tendencias en conflicto» (ibíd., p. 29). En otras palabras, la neurosis constituye una formación de compromiso ante la imposibilidad del sujeto a expresar directamente su deseo, el cual debe permanecer inconsciente. Una formación compuesta de síntomas que a la vez que expresan niegan el deseo. Lo que queda reprimido en el inconsciente puede hacer referencia a un tabú, es decir, a algo que se considere socialmente ilegítimo o a un objeto que genera dolor, como es el hecho de desear a alguien que lastima y abandona repetidamente (Illouz, 2014). Las personas con este tipo de perfil son las que consultan por propia iniciativa —es decir, de manera espontánea— cuando se sienten mal. Los síntomas que destacan en este tipo de personas y que les diferencian de los demás perfiles, al punto de constituir criterios diferenciales para su diagnóstico, son la culpabilidad y la angustia. No obstante, llamaremos la atención sobre algunos criterios que nos aclararán el estilo neurótico que lleva a la infidelidad, entendiendo como estilo una pauta de comportamiento, es decir, una forma de funcionar (Shapiro, 1999). El primero y quizás más destacable es el de la «estimable discrepancia entre las capacidades del individuo y sus realizaciones» (Horney, 1984, p. 23). Este factor está presente en aquellas infidelidades en las que la persona infiel dice no sentirse feliz en su matrimonio, pero del cual tampoco quiere salir. Es decir, hay una discordancia entre lo que la persona dice y hace. La persona percibe un malestar, pero no hace nada hasta que una tercera persona aparece. El miedo a la soledad y la angustia de separación parecen ser variables que impiden a esta persona resolver su situación. Karen Horney (ibíd.) nos dirá que la angustia es el factor que desencadena la neurosis. Otros factores de tipo neurótico que suelen llevar a la infidelidad son constituidos por el miedo a la intimidad relacional o fobia al compromiso, el sentimiento de fracaso, la necesidad de sentirse especial, el 14 sentimiento de sentirse desplazado o pasar a un segundo plano, en particular, tras el nacimiento de un retoño. Otra de las características del estilo de estas personas es el conflicto fóbico; esto es, un conflicto interior entre lo que desean y lo que se permiten, pero que evitan resolver al precio que sea. A partir de esta situación conflictiva no asumida, la persona adquiere soluciones de compromiso entre sus tendencias opuestas, en pugna. En estos perfiles, el conflicto interior se proyecta al exterior en la infidelidad y lo (mal) resuelven buscando una tercera persona que soporte esa disociación. Una serie de mecanismos de defensa se ponen en marcha para poder mantener esta contradicción sin que genere muchos problemas. La infidelidad puede bien constituir una “solución de compromiso”. Otra variable que parece atravesar los procesos de infidelidad en general y en estos perfiles parece ser el vacío: «En las conversaciones que tuve con algunas personas que dieron sus testimonios, se mencionaron las diferentes carencias que veían en sus parejas. La referencia al vacío estuvo presente en casi todos los testimonios» (Jaramillo, 2014, p. 74). La búsqueda de la infidelidad parece destinada a llenar esa extraña y a veces vaga sensación de que falta algo, ese vacío: «Nos sentimos vacíos, y se emprende la búsqueda por tratar de completarnos utilizando la infidelidad como camino» (ibíd.). La compulsión a la repetición freudiana en esta búsqueda se hace patente. Para llenar el vacío se busca una pareja. Y al no conseguir llenarlo se busca otra pareja, y así se va reforzando un círculo vicioso: «En la búsqueda permanente de llenar el vacío, utilizamos la relación de pareja. Al no lograr llenarlo, se busca otra pareja alterna que aparentemente sí» (Jaramillo, 2014, p. 74). La pareja —tanto oficial como extraoficial— en este sentido, se utiliza para llenar carencias afectivas infantiles, a veces ni percibidas ni sentidas ni expresadas, sino inconscientemente proyectadas (Jaramillo, 2014). Dicha búsqueda culmina finalmente siempre en la insatisfacción. Hasta no afrontar la imposibilidad de llenar el vacío con algo externo y dejar de proyectar hacia fuera en búsqueda de ese paraíso perdido, no entenderemos que el amor —tal y como lo entendemos en su connotación romántica— es ausencia de amor o amor narcisista o amor de prótesis que dice Walter Risso; que el sentimiento de incompletud es inherente a la condición humana. Renunciar a la idealización de llenar un vacío se impone, si se quieren relaciones realmente amorosas. Y es que este aspecto neurótico puede fácilmente llevar a la adicción al amor —o al sexo—, evitando así la depresión y todo un malestar difuso que emergería sin estas conductas compulsivas: «Las aventuras románticas se pueden usar como un peligroso remedio popular contra la depresión» 15 (Pittman, 2003, p. 193). Efectivamente, el romanticismo amoroso funciona a modo de droga socialmente bien admitida, por la cual el vacío existencial, queda solapado hasta que algún acontecimiento lo hace emerger como puede ser la infidelidad. «El enamoramiento poca relación tiene con el amor […]. Es un fenómeno que suele ocurrir en los momentos de transición de la vida humana, quizá para distraer nuestra atención de la necesidad de cambiar y adaptarnos a nuevas circunstancias o a una nueva etapa de desarrollo» (Pittman, 1994, p. 182). Quizás podamos entender por qué muchas de las infidelidades “casuales” o esporádicas se producen en etapas críticas de la vida. Crisis de mediana edad, donde las personas se cuestionan la manera de vivir en el futuro tras hacer una evaluación, más o menos consciente, de su vida hasta ese momento. La infidelidad les “sorprende”, emergiendo formas de estar en el mundo, adormiladas o simplemente no desarrolladas. Personas que, en ese tipo de situaciones acomodadas o enquistadas, se ven impelidas a vivir la vida hasta entonces no vivida, según ellas, por temor. Muchas veces, las infidelidades en estos casos, representan un retorno a la adolescencia: «El romance del estado de enamoramiento es una revivificación de la adolescencia» (ibíd., p. 184). Una forma de escapar del tedio que constituye el mundo adulto. Alfred Adler decía que «el proyecto del neurótico exige categóricamente que si fracasa ha de ser por culpa de otro, quedando él libre de responsabilidad personal» (Adler, 1958, p. 235). Es esta actitud la que nos encontramos a menudo, no solo en los discursos de muchas personas infieles, sino en el discurso popular. «En la convivencia, la tentación de desembarazarse un tanto de la propia sombra depositándola en el compañero es grande. Tú eres la persona negativa, tú debes cambiar. Tú eres la mala persona, en cambio, mi amante es la persona adecuada» (Salomón, 2005, p. 86). Las narrativas que cuentan las personas infieles con perfil neurótico en contexto terapéutico, poco o nada tienen que ver con la monogamia, la poligamia o el poliamor. Y sí tienen que ver, en cambio, con fallas narcisistas, baja autoestima, depresión, trastornos de personalidad, demandas y expectativas desmesuradas, sentimiento de fracaso, demanda de atención y de ser alguien o especia. Tienen que ver con sentimientos como la vergüenza y la culpa. Tienen que ver con personas que basan su vida en la apariencia, en justificaciones, en autoengaños. Tienen que ver con formas de vida cimentadas en la evasión y el refugio a través de la imaginación. Tienen que ver con mecanismos de defensa como la negación de la realidad, la disociación, la desconexión, la desrealización. Tienen que ver con una doble vida oculta, así como con 16 una lucha llena de conflictos internos, fallas en la comunicación y en habilidades sociales. Tienen que ver con una cierta pérdida de contacto con una realidad a todas luces dolorosa y dificultades en la resolución de problemas. De todo esto trata la infidelidad: la punta de un iceberg. Lo que observamos a menudo en la clínica es cómo los silencios y las ocultaciones acerca de lo que este perfil de personas infieles, viven en su interior, levantando muros que las separan de las parejas respectivas. Muros construidos en algunos casos a partir del fingimiento de ser alguien que no se es; de jugar roles que realmente no se corresponden, ocultando (se) —a veces inconscientemente— un profundo malestar psicológico hecho a base de sentimientos de fracaso, de no sentirse a la altura; de necesidad de sentirse importante, reconocido; de decepción de sí mismo por no haber cumplido expectativas, ya sean familiares o culturales... Como consecuencia, muchas de estas personas se refugian en la fantasía, en mundos ideales e idealizados, estableciendo relaciones románticas, melancólicas, idílicas, adrenalínicas, por identificación con otras personas, las amantes, con las cuales a veces se sinceran más que con sus propias parejas oficiales, que han sido puestas en un pedestal para así mantenerlas a distancia y relacionarse con ellas desde esta lejanía. Personas infieles que en ocasiones entran en bucles extraños de acercamiento y alejamiento, provocando rupturas y reconciliaciones que desgastan la relación, o sentimientos de extrañeza en la pareja infidelizada, sobre quien se creía conocer, pero de quien se conocía solamente la parte que esta dejaba ver o creer. Poco o nada tiene que ver toda esta problemática con la pareja o los problemas de pareja —como el sexo, el aburrimiento, la monotonía, la progenitura, y otros malestares que popular y falsamente se achacan a la infidelidad—, constituyendo así una cortina de humo que aleja del verdadero meollo. Sin embargo, lo que se ha observado en la práctica clínica y a través de relatos de personas infieles y que parecen tener en común las diferentes formas de infidelidad es que la persona infiel muestra un desapego con respecto a la pareja “oficial”. Que ese desapego sea caracterial o cultural, permanente o transitorio, innato o adquirido, este parece ser un factor decisivo en el paso al acto en la infidelidad. Ello nos llevaría a interrogarnos sobre si la infidelidad es más una consecuencia de un alejamiento previo que su causa. Esto mismo confirma Pittman (1994), quien afirma que: «No obstante, la gente cree que, si alguien tiene una aventura, y no es claro que fue un “accidente”, debe ser por un problema conyugal. Hay muchas personas desdichadas en su 17 matrimonio que tienen aventuras, pero el matrimonio desdichado no es causa de la aventura. Más bien es al revés. En efecto, las aventuras amorosas de la gente hacen desdichado al matrimonio […]. Si la gente decide que quiere tener aventuras […], primero debe hacer desdichado a este» (ibíd., p. 203). 18 BIBLIOGRAFÍA Adler, A. (1958). Práctica y teoría de la psicología del individuo. Paidós. Buenos Aires. Allen, E., Atkins, D., Baucom, D., Snyder, D., Gordon, K., & Glass, S. 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