Mediaciones en la construcción
social de la muerte.
Una aproximación a su configuración
imaginaria en la vejez
Por Carolina Mazzetti Latini
mazzetticarolina@gmail.com - Universidad Nacional de Córdoba, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Sumario:
Summary:
Este artículo expone los resultados de una investigación
sobre la construcción social de la muerte mediante un diálogo interdisciplinario con aportes de las ciencias sociales
y humanas. A partir de un diseño de investigación cualitativa
basado en el análisis de relatos desde un marco biográfico
interpretativo, la investigación rastreó aquellas significaciones imaginarias que vehiculizan y configuran los imaginarios sociales sobre la muerte. Para ello, se profundizó
en experiencias de personas mayores en torno a cinco ejes:
las creencias espirituales y religiosas; la muerte deseada;
el destino corporal; la comunicación sobre la muerte y los
muertos; y la comunicación entre vivos y muertos. Es decir,
se ofrece una síntesis del análisis realizado sobre cada eje,
evidenciando cómo hacen parte de los imaginarios sociales
acerca de la muerte en la vejez. La contribución se fundamenta en el aporte al conocimiento en torno al amplio campo
de estudios sobre la muerte y el morir.
This article presents the results of an investigation into the
social constructionof death through an interdisciplinary
dialogue with contributions from the social and human sciences. Using a qualitative research design based on the
analysis of narratives from an interpretative biographical
framework, the research traced those imaginary meanings
that convey and shape social imaginaries about death. To this
end, we delved into the experiences of older people around
five axes: spiritual and religious beliefs; desired death; bodily
destiny; communication about death and the dead; and communication between the living and the dead. In other words,
it offers a synthesis of the analysis carried out on each axis,
showing how they form part of the social imaginaries about
death in old age. The contribution is based on the contribution to knowledge about the broad field of studies on death
and dying.
DeScriberS:
DeScriptoreS:
muerte, imaginario social, mediación social, experiencia,
personas mayores
death, social imaginary, social mediation, experience, elderly
Mediaciones en la construcción social de la muerte. Una aproximación a su configuración imaginaria en la vejez
Mediations in the social construction of death. An approach to its imaginary configuration in elderly
Páginas 063 a 081 en La Trama de la Comunicación, Volumen 26 Número 1, enero a junio de 2022
ISSN 1668-5628 - ISSN 2314-2634 (en línea)
63
La vida se conecta con la muerte,
lo incomunicable se comunica.
Jean-Luc Nancy
1. introDucción
La muerte constituye una bisagra ontológica trascendental en todo curso vital que no solo afecta a la
persona que muere, sino también al grupo social al
que se pertenece. Ello evidencia que la muerte como
fenómeno no se traduce en un mero hecho individual,
sino que es, fundamentalmente, un acontecimiento
de dimensiones colectivas. En este sentido, además
del desenlace biológico, la muerte alude a un concepto construido socialmente, ya que, los relatos
que la nombran están embebidos culturalmente y
articulados desde experiencias diversas. De ahí que
su complejidad haya dado lugar a distintos enfoques
epistemológicos conformando un amplio y heterogéneo campo de estudio (Gayol y Kessler, 2011; Bondar
y Giordano, 2017).
Con la intención de evitar sustancialismos y propiciar una reflexión relacional, este abordaje presenta
un cruce entre contenidos de distintas disciplinas
desde una mutua reflexión epistemológica. Donde lo
comunicacional atraviesa la mirada epistemológica y
teórico-metodológica del objeto de estudio; el aporte
sociológico, antropológico e histórico amplifica la problemática y la vincula a tradiciones socio históricas de
indagación; y la contribución gerontológica permite
situar la investigación en un colectivo particular reconociendo sus especificidades.
Los resultados que se exponen resultan de una investigación doctoral que propone una elucidación sobre la configuración imaginaria de la muerte a partir de
las experiencias de personas mayores de la ciudad de
Córdoba, Argentina. Para ello, se adoptó la teoría de
lo imaginario de Cornelius Castoriadis como marco general de interpretación. El aporte de este autor según
Cabrera (2006) permitere articular, de una manera
productiva, la noción de comunicación con la teoría de
la sociedad y de la cultura, ya que, lo imaginario social
se concibe como condición necesaria en cuanto a su
origen creativo, cuya existencia se vale de los significados racionales, conscientes y explícitos, como
así también de aquellos significados irracionales, inconscientes e implícitos. En decir, “sin las ideaciones
mentales no es posible la semiosis social. La forma
en la que el ser humano significa el mundo se define
en el núcleo de las interacciones cotidianas y a través
de imaginarios sociales” (Dittus, 2006a: 166). Además,
como ningún acceso a la realidad prescinde de las mediaciones, todo exterior es constitutivo.
De ahí que, el propósito de la investigación fue rastrear los principales supuestos que modelan el sentido social de la muerte desde un enfoque occidental,
es decir, aquellas significaciones imaginarias que
vehiculizan y configuran los imaginarios sociales. De
esta manera, lo imaginario social, la mediación social
y la experiencia constituyen tres conceptos centrales
que, articulados entre sí, posibilitaron el abordaje de
la construcción social de la muerte. En síntesis, la
contribución se fundamenta en el aporte al conocimiento en torno al amplio campo de estudios sobre la
muerte y el morir. Asimismo, es una invitación a reconocer la relación sociocultural que se establece con
la muerte haciendo consciente el rol que individuos y
colectivos aportan en dicha configuración imaginaria.
Al fin y al cabo, la pregunta por la muerte es una pre- 65
gunta por la vida.
1.1. enfoque teórico
La imaginación estuvo históricamente relegada
como un elemento secundario de las facultades mentales esenciales del ser humano (Duch y Chillón, 2012).
Empero, desde el siglo XX en las ciencias sociales se
renueva el pensamiento en torno a la imaginación y
la creación a partir de la sustantivación de “lo imaginario”, restableciendo el rol de la imaginación en los
procesos sociales, psíquicos, cognitivos y comuni-
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cacionales (Cabrera, 2006). En tanto derivación de
dicho devenir, el aporte de Castoriadis despliega una
ontología de los magmas como fuente inagotable de
significaciones sociales imaginarias; cuyo origen radica en la concurrencia de lo arbitrario e inmotivado y
de lo determinado por lo histórico social (Cristiano,
2009). Es decir, la tensión entre esta polaridad es su
matriz constitutiva. Por lo tanto, lo imaginario no es “ni
un doble o calco (reflejo) de un mundo real, ni tampoco
algo sin ninguna relación con un cierto ser-así natural”
(Castoriadis, 2010: 549).
Este enfoque no debe entenderse como lo falso o engañoso, sino como aquello que funda lo social y configura lo deseable. Por lo tanto, no involucra una disputa
entre realidad o irrealidad (Cabrera, 2008; Cristiano,
2009). Más bien, las significaciones instituyen y crean
un orden social a la vez que son instituidas y creadas
por este, es decir, organizan y dan forma al mundo
en tanto orden y en tanto valor. Además, Castoriadis
diferencia entre las significaciones centrales y las significaciones segundas. Las centrales se manifiestan a
través de las segundas, las cuales se encuentran más
al alcance a través de materialidades (discursos, prácticas e instituciones). Este movimiento permite el paso
de una dimensión ontológica a una dimensión más hermenéutica (Cristiano, 2009; Cabrera, 2006). Por ello,
“Discurso, texto y acción hablan de imaginarios, por
66 cuanto son signos que remiten a formas de hacer y
proceder. En tal sentido, estudiar los imaginarios es
estudiar las prácticas y discursos de las sociedades o
grupos específicos” (Agudelo, 2011: 13).
Asimismo, como todo acceso a la realidad jamás es
inmediato, sino que siempre se encuentra mediado, la
noción de mediación social en tanto representación
de una ausencia (Duch y Chillón, 2012) asume un rol
clave en el proceso cognitivo que exige la presencia
de lo imaginario en su doble naturaleza. Por un lado,
como producto plasmado en los imaginarios sociales
(acervo de significaciones, saberes e imágenes) y,
por otro lado, como potencia dada su capacidad de
producir imágenes y significaciones (Cabrera, 2008;
2006). Es decir, la capacidad imaginante del sujeto
actúa como mediadora entre sujeto y discurso (Dittus,
2006b).
También el concepto de experiencia es de vital importancia. A propósito, según Scott (2001), los sujetos
son constituidos por medio de la experiencia, es decir,
esta se convierte no en el origen de determinada explicación, sino en aquello que se busca explicar y por
la cual se produce el conocimiento. La autora recupera el rol originario del lenguaje para definirla, aclarando que la experiencia es un evento lingüístico que no
sucede por fuera de significados establecidos, pero
tampoco está confinada a un orden fijo de significado.
En efecto, la realidad se constituye por la experiencia,
que es tanto individual como colectiva porque el discurso es compartido, es decir, es una elaboración intersubjetiva a través de redes imaginarias, ya que, “lo
imaginario se presenta como conocimiento creativo e
inmotivado o, por el contrario, derivado directamente
de la experiencia” (Cabrera, 2006: 43).
La articulación entre estas nociones teóricas permitió trazar un modelo analítico de abordaje hermenéutico donde la comunicación cobra relevancia.
Como advierten los especialistas, la vinculación entre
lo imaginario y la comunicación es inherente porque
la comunicación es expresión de lo imaginario y una
forma de interacción determinada imaginariamente
(Dittus, 2006a). De ahí que, “la comunicación no es
sólo el medio a través del cual sino, sobre todo, el espacio en el cual la sociedad se imagina, se piensa y
se hace así misma” (Cabrera, 2006: 17). Es decir, esta
opera como plataforma, es fuente inagotable de contenidos para la construcción de significados y redes
discursivas. En síntesis, desde esta perspectiva, lo
imaginario social, como magma, se configura en el
espacio instituyente de sentido por excelencia y en el
proveedor de símbolos, imágenes y representaciones.
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2. metoDología
A partir de un diseño de investigación cualitativa
(Vasilachis de Gialdino, 2006) basado en el análisis
de relatos (experiencias) desde un marco biográfico
interpretativo (Denzin y Lincoln, 1994), el estudio esboza pistas de aproximación a una temática caracterizada por la complejidad. De ahí que, abordar la muerte como aquello que se construye y deconstruye se
sustenta por el proyecto -en tanto lo que se proyecta
como apertura infinita- de explicitar lo implícito para
tornarlo objeto de argumentación. Donde la meta no
residió en detallar el funcionamiento lógico y causal
de las significaciones sociales imaginarias, sino en la
inmersión en un fondo de formas y figuras de sentido
que estas habilitan y condensan.
Como la propuesta se inspiró en la teoría fundamentada -grounded theory- (Glaser y Strauss, 1967;
Strauss y Corbin, 2002), el diseño fue flexible. Por lo
cual, los cambios realizados a lo largo del trabajo de
campo se concibieron como instancias progresivas
del proceso de investigación. Esta perspectiva permite comprender e interpretar la realidad, los significados, las percepciones y las experiencias de las personas, como así también las condiciones y los procesos
en que se desarrolla el objeto de estudio. Al tratarse
de un estilo interpretativo de investigación cuyos procesos y resultados son juzgados según los criterios y
aportes brindados por los informantes claves (Murillo,
2003; Soneira, 2006; Lúquez de Camacho y Fernández
de Celayarán, 2016), la esencia de la teoría fundamentada no solo respalda la elección del abordaje metodológico de este estudio, sino también la aspiración
intersubjetiva (entre participantes e investigadora) en
la co-construcción de un conocimiento situado desde
las personas mayores y su mundo de vida.
El perfil de las personas a entrevistar se definió a
partir de criterios teóricos según el criterio del investigador donde se trabajó con una muestra intencional
en combinación con el muestreo en cadena o por
redes (“bola de nieve”) (Hernández-Sampieri, Fernández-Collado, y Baptista-Lucio, 2014). La cantidad de
entrevistas se precisó por saturación teórica (Glaser
y Strauss, 1967; Murillo, 2003). En el contacto con los
informantes claves se priorizó la conformación de una
muestra heterogénea teniendo en cuenta sexo, edad
y variables socioeconómicas como nivel de instrucción, situación civil y composición familiar. En consecuencia, se abordaron las experiencias de mujeres y
varones de más de 60 años que ocupan diferentes posiciones en el curso vital y que, en conjunto, recorren
la mayor parte de la tercera edad.
Acerca de los criterios definidos para la selección
muestral se trató de una investigación que focalizó en:
1) personas mayores autoválidas, física, psíquica y socialmente (que pudieran garantizar el cumplimiento de
sus necesidades personales); 2) que fueran mujeres y
varones; 3) que tuvieran 60 años o más, por lo que, la
muestra abarcó personas mayores nacidas entre 1923
y 1954, cuyas edades al momento de las entrevistas
versaron entre los 62 y los 95 años. Además, se tuvo
en cuenta: 4) que estuvieran casadas, viudas y separadas o divorciadas; 5) que vivieran solas, en pareja
o con algún familiar; 6) que fueran personas con y sin
hijos; 7) que tuvieran diferentes trayectorias educativas (primaria, secundaria y terciaria o universitaria);
8) que habitaran en diferentes zonas de la ciudad de
Córdoba, Argentina; 9) que tuvieran estilos de vida 67
activos y autónomos, entendiendo por esto, hábitos
de socialización y/o realización de actividades de
aprendizaje o recreación con pares. También se tuvo
en cuenta que: 10) las capacidades cognitivas y físicas les permitiera iniciar y sostener un diálogo claro
y fluido con la investigadora; y que, en consecuencia,
la disposición para participar y compartir su experiencia habilitara el encuentro. De modo que, los/as
informantes claves no fueron personas dependientes
o asistidas, moribundas, en situación de vulnerabilidad
extrema, hospitalizadas o internadas en centros ge-
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riátricos. Sin perjuicio de que en algunos casos hayan
sobrellevado situaciones de enfermedad durante su
vida.
Las entrevistas se realizaron durante 2017 y 2018.
En total fueron entrevistadas 29 personas mayores de
distintas cohortes, de las cuales 16 fueron mujeres y
13 fueron varones, correspondientes a los siguientes
rangos de edad: de 60 a 69 años (9 casos); 70 a 79
años (11 casos); de 80 a 89 años (8 casos); de 90 a 99
años (1 caso). A propósito, la participación fue libre,
voluntaria, individual y confidencial (CONICET, 2006).
Al respecto de las implicaciones éticas, los principios
de autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia
(Loue, Comité Central de Bioética y Molina, 2015) se
asumieron desde los inicios de la investigación para
no dañar a ninguna de las personas involucradas.
El abordaje de los testimonios, en tanto experiencia
biográfica, se realizó desde el enfoque del curso vital (Blanco, 2011). A propósito, como “la vida se hace
más larga, la muerte se aplaza más” (Elias, 2009: 29)
resultado de las innovaciones sanitarias y epidemiológicas que en las últimas décadas ha desplazado la
mortalidad hacia las edades más avanzadas. Es decir, el aumento de la esperanza de vida y el envejecimiento de la población a nivel mundial, ha trasladado
la muerte hacia el último tramo vital (CEPAL, 2017).
Por ello, el interés específico en el segmento etario
68 elegido residió en focalizar el abordaje de un grupo
atravesado por una longevidad prolongada, pero que,
al mismo tiempo, por sus características biológicas
torna a la muerte más cercana. De ahí la vinculación
entre muerte y vejez.
3. reSultaDoS
Con la intención de esquivar simplificaciones, binarismos y modelos interpretativos convencionales,
este trabajo focalizó en andamiajes y matrices simbólicas que constituyen significados y categorías
acerca de la muerte en la vejez. Por ello, se hizo foco
en lo sutil, lo sensible, lo excepcional, lo paradójico e
inconcluso de distintas experiencias biográficas para
abrir hacia nuevas posibilidades interpretativas. Al evidenciar en los relatos la coexistencia de conexiones
simbólicas múltiples, se reconocieron diversas mediaciones que colaboran en la construcción social de la
muerte configurando imaginarios sociales en torno a
ella.
En este sentido, como lo imaginario social se materializa en y por la comunicación, el lenguaje opera
con un protagonismo categórico, de ahí que la resignificación imaginaria es una constante ineludible y
perdurable, ya que, la experiencia de la muerte es una
experiencia narrativa. De modo que, las entrevistas
permitieron abordar trayectorias biográficas que exponen aristas y fragmentos significativos acerca de la
muerte en la propia vida personal y familiar, pero que
no se restringen solo a dicho entorno, sino que devienen y se entraman de manera articulada con dimensiones socioculturales donde el contacto siempre es
mediado. Es decir, el encuentro fenomenológico con
objetos, acervos, prácticas y acontecimientos sucede
a través de diferentes tramas y vías de acceso que,
aunque se perciban sin filtros aparentes y de modo
directo e inmediato, contrariamente, acontecen a través del despliegue de relatos, discursos y narraciones; terreno fértil donde la experiencia halla su lugar
constitutivo.
Cabe mencionar que la “perspectiva desde lo imaginario no interpreta las significaciones sociales como
verdades o mentiras porque no se refieren ni a la realidad ni a la lógica sino a lo efectivo y operante en una
sociedad” (Cabrera, 2006: 80). Por lo tanto, la recolección y el análisis de los datos procuró el respeto de las
distintas experiencias y cosmovisiones, aunque ello
implicara contradicciones, incoherencias aparentes,
disrupciones, solapamientos, vacíos y nuevos interrogantes. A continuación, los resultados se presentan
a partir de reflexiones en un nivel ontológico-episte-
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mológico matizando, de modo sintético, con algunos
fragmentos de testimonios. Los ejes abordados son
los siguientes:
3.1. creenciaS eSpiritualeS y/o religioSaS
El creyente posmoderno se caracteriza por ser el
creador de su religiosidad en un escenario de producción, distribución y consumo cultural como de
innovación e importación cultural (de la Torre, 2001;
Ludueña, 2014). Esto acontece en un marco de secularización social, de individualización de las creencias
y de desdibujamiento de las fronteras entre lo secular
y lo religioso donde la tendencia a la subjetivación de
las creencias espirituales conduce a un proceso continuo de recomposición, dando lugar al surgimiento de
singulares tipos de modernidades religiosas (Mallimaci, Esquivel y Giménez Béliveau, 2008; de la Torre y
Gutiérrez Zúñiga, 2005; Esquivel, García, Hadida, y
Houdin, 2002). Es decir, se afianza una religiosidad
difusa, casi auto-construida y distanciada de las directivas institucionales en un contexto de catolicismo
cultural ampliamente difundido (Mallimaci y Giménez,
2007); como así también, en un proceso de apogeo
de cultos y prácticas orientales, místicas y esotéricas
(Santa Cruz, 1990; Mejía, 2000; Ludueña, 2014; Wright
y Messineo, 2013; Martínez de Toda, 2003). En ese fondo se entrelazan un conjunto de elementos simbólicos
espirituales y religiosos que modelan y permean la
constitución de imágenes y sentidos asociados a la
muerte, cuyo carácter maleable y disperso está sujeto
a la lógica del remiendo (Carozzi, 1999; Ludueña, 2014;
de la Torre, 2001; Hervieu-Léger, 2004). De modo que
lo imaginario social se presenta como condición de
representabilidad de las creencias y las diferentes
cosmovisiones.
En relación a las concepciones acerca de la muerte
se identificaron diferentes componentes simbólicos.
En efecto, las creencias no solo se nutren de elementos considerados propios del ámbito espiritual/
religioso; si así fuera, la muerte quedaría confinada
como asunto exclusivo de algunos sectores. Por el
contrario, la muerte en tanto imaginario desborda y
sobrepasa comunidades espirituales y religiosas.
La profe nueva quería hacer una obra de Shakespeare, pero había que ponerse […baja la voz…] en un
cajón de muerto (…) la obra consiste en que era un
velatorio y que uno se tenía que poner en el cajón.
(…) Como será que no fui más, renuncié. (…) Sé que
eso existe y está, pero para qué lo voy a pasar si yo
no estoy preparada para eso, le dije (…) Es muy tétrico. Muy tétrico. (…) me invitaron el día de la obra,
pero se van a la mierda. No voy a velorios voy a ir a
eso… (SD, mujer de 65 años)
Nos casamos y después uno se puede casar con
otra, entonces ¿por qué? (…) eso es lo que me justifica... no puedo creer dos cosas (…) para mi es una
sola cosa. Para mi hay la muerte. Y se terminó. Se
diluyó todo. (RC, varón de 86 años)
Yo sabía tener una conocida farmacéutica que hacía
numerología marcando lo que vos has sido en otra
vida y un día me agarró. (…) “A mí me sale que en otra
vida vos fuiste de Averías, que fuiste un caso serio.
Nada que ver con lo que sos hoy. Es muy probable
que vos hayas venido a esta vida para saldar cuentas
pendientes” me dijo [risas] (…) “y no solo eso, sino
que también estudiaste medicina para hacer el bien.
Y fuiste a colegio de cura, religioso. O sea que viniste
a levantar el aplazo que habías tenido en tu vida anterior”. (VHG, varón de 69 años)
Los hallazgos demuestran que en la constitución de
las creencias y las cosmovisiones confluyen significaciones de procedencia diversa donde los fundamentos y propósitos, como los criterios de selección, se
vinculan a las vivencias y requerimientos personales
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durante el curso vital. Incluso pese a los controles de
las hegemonías religiosas, ya que, la selección sucede en un contexto de pluralidad y mixtura, ampliado
por la incorporación de consumos culturales, prácticas narrativas e instancias de comunicación en directa relación con las tramas vinculares y experiencias
biográficas. A propósito, se trata de un escenario que
se caracteriza por una confluencia de prácticas tales
como:
• El acogimiento de símbolos;
• La celebración de misas y ceremonias;
• La recepción y difusión de información, cadenas de
oración, mensajes e imágenes de santos;
• El estudio de material esotérico y la adopción de
creencias orientales;
• El consumo de películas, documentales, noticias e
imágenes ofrecidas por los medios masivos de comunicación;
• El acceso a textos, literatura ficcional, laica, espiritual y/o religiosa.
• La expresividad narrativa y la dramaturgia como así
también la escritura poética y epistolar cuyas producciones son dedicadas a las personas fallecidas;
• Los usos y apropiaciones de aplicaciones y sitios
de redes sociales (Facebook, WhatsApp, YouTube)
como plataformas para el duelo y la memoria;
70 • Los sueños y ensoñaciones en tanto proyección de
un más allá;
• La construcción de altares y la entrega de ofrendas;
• La conservación de fotos, objetos y amuletos;
• La apropiación de relatos u opiniones de personas
allegadas y/o líderes de opinión;
• La participación en conversaciones sobre experiencias de muertes cercanas;
Algunos de estos recursos permiten la búsqueda de
entendimiento o consuelo; otros calmar el dolor y la
tristeza; “pasan dos meses desde que ella [su madre]
se fue [murió] y veo un video “la transición del moribundo”. Ah me dio una paz [respira hondo y exhala] (…) En
Youtube, en Mandalia televisión. Yo siempre buscaba”
(SD, mujer de 65 años). Asimismo, posibilitan compartir vivencias y recordar: “falleció un vecino (…) hace
como tres años que murió y a mí se me ocurrió escribirle” (RA, varón de 76 años). Además, homenajear y
honrar a quien ha fallecido:
A Germán [marido fallecido] a veces le digo… escribo en la computadora yo … Le digo “mi amor hoy te
extraño mucho, la gente estará escuchando tus historias ¡qué lindo!” (…) Y me contesta la gente “fuerza
MEL”, (…) por ejemplo el otro día puse en el Facebook
cuanto generaba Germán después de muerto. (MEL,
mujer de 71 años)
Incluso imaginar y proyectar lo que la muerte depara:
Yo una vez vi una película que me dio mucha tranquilidad para esperar algún día la muerte (…) Cuando
empieza la serie Mc Giver estaba en la unidad de terapia intensiva y estaba conectado a los electrodos y
de repente tic, tic, tic, tiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiic... la onda se puso
derechita y no hizo más la curva del corazón (…) Y
de repente él aparece en el famoso túnel donde hay
música linda, muy apacible, mucha paz... y va desde
la oscuridad hacia la claridad y va transitando ese
túnel. Y llega a la margen de un lago y había una barcaza ahí. Y ¿sabes lo que le pasa? empieza a encontrar a todos sus antepasados. Lo encuentra al abuelo
que estaba en el barco y la encuentra a su mamá. Esa
película en mí obró milagros. Porque yo la vi como
algo tan genial. Y yo digo “esto es la muerte” porque
no puede ser algo doloroso. (VHG, varón de 69 años)
Como así también confirmar, contrastar, cuestionar
o ampliar las creencias:
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Vas escuchando de otras personas que te hablan y
te comentan cosas y uno va haciendo análisis y se
va formando alguna idea (…) Gente conocida que me
cuenta sus experiencias, cosas vividas, cosas que
les han pasado, o que creen fervientemente en un
más allá. Yo escucho, pero tengo dudas. (YG, varón
de 72 años)
He leído un montón sobre las distintas religiones (…)
pero a las mejores conclusiones las he sacado de
otros libros (…) el ser humano lo complica con todos
estos versos, estas instituciones religiosas que se
erigen en voceros de la palabra de Dios. Y no es así
(…)” (SG, mujer de 65 años).
Tengo algunas dudas de cual será nuestro final. A
pesar de que soy católica, de que me criado en un
colegio católico pero el hecho de haber ido leyendo.
Yo por ahí pienso y si volvemos al universo. No sé qué
sería, en definitiva. Porque tampoco creo en el tal infierno, ni creo en el diablo, ni en esas cosas. (GA,
mujer de 81 años)
Con Héctor, mi marido hemos hecho muchos estudios esotéricos. Hemos llegado a muchas conclusiones de lo que es esta vida. Para mí esta vida es el
verdadero purgatorio (…) Jesucristo nos prometió
que hay otra vida, creemos en eso. Yo sé que hay
otra vida. Y sé que... lo que pasa que todos esos
estudios que hemos hecho nos muestran que hay
seres que vuelven a vivir, que retornar, así se dice.
(…) Pero cuando vuelve comparece el espíritu ante
el señor y el señor le dice “Bueno vas a nacer de
nuevo, de tal madre y tal padre. Vas a pasar por tal
cosa. Y por esta prueba que no aprobaste vas a
tener que volver a pasar hasta que la apruebes”.
Entonces el espíritu acepta eso. Y ahí el ángel le da
la copa del olvido por eso nace sin recuerdos. (CB,
mujer de 80 años)
Se trata de un cúmulo de materializaciones y manifestaciones que impactan en una dimensión existencial, espiritual y/o religiosa, y operan en la construcción social de la muerte. En este sentido, las
experiencias biográficas, los consumos culturales,
sus formas de acceso y difusión, las necesidades y
búsquedas personales, como las interpretaciones y
comunicaciones protagonizan la trama colaborativa.
En consecuencia, más que el abandono de marcos de
pertenencia se produce un afianzamiento identitario
(Mallimaci, Esquivel y Giménez-Béliveau, 2008) caracterizado por la autonomía y el dinamismo de la libertad
experiencial.
En directa relación con las creencias se desglosan
diferentes cosmovisiones, que no siempre son reconocidas de manera consciente o explícita por las personas mayores. Por un lado, se evidenció una concepción lineal o dual de corte dicotómico donde la muerte
se contrapone a la vida, es decir, su presencia ratifica
la ruptura definitiva del curso vital. Por otro lado, una
concepción cíclica que abandona la polaridad vidamuerte y adopta la creencia en un plano continuo de
vida (que precede la propia existencia) donde el nacimiento inicia la apertura del curso vital y la muerte
su cierre; pudiendo completarse uno o más ciclos de
vida. Y, por último, una concepción metafísica que la
muerte habilita, cuyo énfasis resulta en el después
de la vida, o sea, en el cambio de estado y condición
existencial.
En síntesis, se trata de distintas concepciones no
necesariamente de adhesión permanente e inamovible, de las cuales hacen parte diversidad de formas y
figuras (destino, paso, otro plano, final, la nada, continuidad, ascenso del alma o espíritu, cambio de estado,
regreso al cosmos, unión, llamado divino, purificación,
evolución, transmutación, reencarnación, retorno,
ensoñación, sueño y adormecimiento). En términos
de Castoriadis (2010), este eje muestra que la emergencia de las significaciones sociales opera en tanto
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Mediaciones en la construcción social de la muerte. Una aproximación a su configuración imaginaria en la vejez
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orden y en tanto valor; es decir, sentido para la vida
y para la muerte, aún en lo dinámico, lo abierto y lo
indeterminado de toda experiencia.
3.2. muerte DeSeaDa
La muerte en el tramo final de la vida se presenta
a través del fallecimiento de seres queridos (amigos,
familiares, pareja) haciéndola más próxima que en
generaciones anteriores (Rivera-Navarro y Mancinas-Espinoza 2007). De hecho, la acumulación de
pérdidas; la aproximación a la edad cercana al final
de la esperanza de vida; el padecimiento de enfermedades; e inclusive el tránsito por otros umbrales
vitales como la jubilación, favorecen la reflexión
sobre la muerte propia como un hecho real (Durán
2004; Widera-Wysoczañska 1999). Es decir, se trata de un acervo vivencial que, combinado con otros
factores, configuran modelos ideales de muerte, cuyas formas deseadas varían según la biografía personal y el entorno inmediato. El temor al sufrimiento
asociado al dolor corporal físico en un marco de
dependencia, deterioro y fragilidad, es recurrente en
tanto preocupación al imaginar la muerte en la vejez.
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A mí me gustaría morir lúcida, bien; no achacada ni
hecha pelota. Ni con Alzheimer o demencia senil
porque perdés toda la dignidad. (…) yo la he visto a
mi madre y no quiero llegar así a ese deterioro. (MS,
mujer de 67 años)
Yo no le tengo miedo a la muerte. Yo lo que tengo
miedo es de sufrir y hacer sufrir a los míos. Yo siempre digo, y lo decreto como dicen los coaching, “yo
decreto morir como mi papá” que murió de un infarto.
(OC, mujer de 72 años)
Sin sufrir. Y sin, por ejemplo, llegar a la invalidez, depender de otro. Eso no lo quisiera. Yo le pido a Dios
que siempre me acompañe y que el día que vaya que
no haya dejado esclavitud para los que me acompañan. (AS, varón de 86 años)
De ahí que, el anhelo de una muerte rápida, inconsciente y desapercibida, contrarreste el desagrado que
provocan las muertes sufrientes y agonizantes en periodos prolongados de tiempo.
No morir en un accidente, por ejemplo, en una muerte
violenta. Yo le pido a Dios morirme en mi cama, tranquila, sabiendo que me voy para encomendarme a él.
(CB, mujer de 80 años)
Que sea no traumática, un paso en paz. Sin resistencia. Sin histerismos. Recibirlo naturalmente, pero es
difícil. (VG, varón de 71 años)
Durmiendo y chau. Eso es lo que yo elegiría para mí.
Pero no lo elegiría por mi familia. (…) entonces digo
yo “que sea lo que Dios disponga”. (RC, varón de 86
años)
En este sentido, imaginar la propia muerte en términos deseables consiste en anticipar las disposiciones
personales como así también las condiciones del entorno, es decir, es proyectar el escenario del final de
la vida. A propósito, “el canon de la muerte viene a actuar del mismo modo que una metáfora. Es un modelo
explicativo (…) Su función es la de proveer de sentido,
de suplir carencias, y de procurar orden donde no
lo hay” (Marí-Klose y de Miguel, 2000: 117). En tanto
referente imaginario de carácter dinámico y permeable a los componentes definidos socialmente en un
contexto de intersubjetividad e intercambios comunicacionales, emergen diversas figuras, imágenes, signos, simbolismos vinculados a ella. En este marco, la
exploración de los testimonios posibilitó el despliegue
de una combinación de significaciones que da lugar
a tipos ideales de muerte, es decir, modelizaciones
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sustentadas en mediaciones de distinta índole. Pese
a que las figuras e imágenes de muerte deseada que
exhiben, se diversifican en su forma, se reconocieron
elementos comunes en la constitución de dichos tipos
ideales. A saber:
terreno de lo conocido posibilita la configuración de
los tipos ideales de muerte donde operan las significaciones sociales emergentes de procesos imaginativos indeterminados y arbitrarios como de formas
deliberadas de la acción humana.
a) El impacto de las muertes cercanas en la trayectoria biográfica, es decir, el peso de los antecedentes a partir de los cuales se proyecta la propia
muerte. Estas se conciben en tres vertientes: como
escenarios distópicos por sus características
indeseables, como aspiración humana según las
características deseadas, o como designio y voluntad divina;
b) Las condiciones materiales y vinculares del entorno donde se incluyen las dinámicas de la vida
cotidiana como la relación con la familia;
c) La dimensión identitaria en torno al rol (madre,
padre y/o cónyuge) desde el cual se proyecta la
muerte deseada;
d) La dimensión emocional relacionada a los temores
y al sufrimiento;
e) La dimensión física y corporal vinculada a la dependencia y las enfermedades; y
f) La dimensión espiritual/religiosa, con mayor o menor presencia e influencia dependiendo del caso.
3.3. DeStino corporal
En tanto interpretación cultural la muerte se expresa
en la actividad ritual según los sistemas de valores y
creencias vigentes (Allue, 1998). Es así como los mitos y ritos, concebidos como narraciones y acciones
simbólicas, otorgan sentido a la existencia humana y
colaboran en la reducción o compensación de la angustia (Mèlich, 2012). A propósito, los análisis clásicos
sobre los ritos funerarios postulan que estos contribuyen a mantener los lazos sociales restableciendo el
equilibro perdido a causa de la muerte de un miembro
del grupo (Durkheim, 1992). Son varios los autores que
aluden sobre la importancia de la ritualidad funeraria,
así también advierten que esta se erosiona e invisibiliza en la modernidad (Morin, 1970; Elias, 2009; Ariès,
2011; 2008) transformando el modo de morir en occidente, sobre todo luego de la segunda guerra mundial
(Gayol y Kessler, 2011). En sintonía con este planteo
se evidencia en las experiencias biográficas el registro de los cambios sociales en las prácticas vinculadas a los ritos fúnebres, ya que, en comparación al
pasado reciente, la dimensión comunicativa del duelo
y el luto tienden a una menor exposición y exaltación.
A diferencia de la muerte deseada, las preferencias
sobre el destino corporal y los rituales fúnebres asociados posibilitan mayores garantías de concreción,
ya que, responden al cumplimiento de la voluntad personal encomendado al entorno cercano. Del análisis
emerge que la decisión sobre el destino corporal es
una elección que discurre entre la autonomía personal: “Yo hace como quince años que me estoy pagando
la cremación para que no me velen. Porque yo no quiero
que vayan a meterle el dedo en la llaga a mis hijos como
Este desglose no responde a un orden estable y
unificado, más bien varía en su jerarquización según
cada experiencia biográfica. Incluso, no se identifica
siempre de manera nítida en todas las situaciones, no
obstante, su reconstrucción explicativa es oportuna
para registrar las diferentes aristas que modelan los
tipos ideales de muerte. En suma, abordar la muerte
deseada es, fundamentalmente, imaginar un escenario donde la propia subjetividad –inseparable de un sujeto procesual, que narra y que es narrado (González
Rey, 2006)– está inmersa en un entramado de acciones y comunicaciones con posibilidades múltiples. El
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me hicieron a mí” (OC, mujer de 72 años); la negociación con los seres queridos: “Una vez comenté con
un hijo porque yo no quiero dar trabajo a nadie y que
me cremen. Y me dice mi hijo: ´mamá eso lo tenemos
que decidir nosotros´”(CB, mujer de 80 años); o la delegación familiar:“Estos ritos funerarios deben ser útiles
para los deudos (…) Por eso yo a mis hijas no quiero
pedirles nada porque yo no voy a necesitar nada. Ellas
tienen que hacer lo que ellas sientan”(SG, mujer de 65
años).
A su vez, las transformaciones que caracterizan
a las prácticas y los rituales fúnebres acompañan
el carácter dinámico de dicha deliberación dado que
consiste en una elaboración personal sujeta a circunstancias específicas durante el curso vital, donde se
interceptan los argumentos personales con las motivaciones religiosas. Entre las principales se destacan:
el deseo de no ocasionar inconvenientes a la familia
(sufrimiento, deterioro emocional, obligaciones y gastos económicos) y propiciar una rápida gestión de la
propia muerte; la intención de que los propios restos
se ubiquen junto con los del cónyuge (adhiriendo a
lo que la pareja decida en detrimento de los deseos
personales); la influencia de los duelos precedentes;
las reflexiones, intercambios entre pares (familiares y
amistades) y los cambios en las propias concepciones; los mandatos y las prohibiciones de la religión
que se profesa.
Asimismo, se detectó que, aunque la cremación no
es una elección unánime, si es una tendencia que se
expande y se instaura con ímpetu, mayormente, en
términos dicotómicos de adhesión o rechazo a la práctica. Por lo tanto, asume argumentos a favor y en contra, pero también se identifica una minoría que pese
a reconocer aspectos favorables expresa indecisión
y análisis reflexivo como delegación o postergación.
En paralelo, estas decisiones no están aisladas ni de
las modificaciones en torno a la reducción espaciotemporal de algunas prácticas funerarias ni de los
cuestionamientos a la estructura lucrativa del sistema
fúnebre en sí mismo: “¿Y dejarle el muerto a los que
quedan?” ese es el problema. Y hoy el tema de los cementerios y los gastos que ocasiona para los que quedan no te vas a creer que es muy bueno”(VHG, varón
de 69 años).
De igual modo, se ve afectada la elección del cementerio tanto en su carácter de morada para los
restos como la práctica de la visita que este espacio
concede. Es decir, se trata de una costumbre que
pierde adeptos gradualmente. Sin embargo, esto no
se traduce en una desaparición de los rituales fúnebres, sino, más bien responde a una mutación de
algunas manifestaciones, ya que, como afirma Duch
(2012) las significaciones y experiencias del rito son
permeables a las actitudes y a las variaciones culturales. En este sentido, la honra y el recuerdo de los
muertos condensa gestos, ritos y ceremonias donde
confluye una mixtura de prácticas religiosas, espirituales y/o de marcado valor y creatividad personal,
cuyo leitmotiv es la comunicación transpersonal con
la persona fallecida, con su memoria y/o con la dimensión espiritual, que fundamenta las dinámicas que la
muerte desencadena. De ahí que, el diálogo en torno
a la muerte acontece tanto entre vivos como entre
vivos y muertos.
3.4. converSacioneS Sobre la muerte y loS muertoS
Las conversaciones sobre la muerte entre las personas mayores adquieren formas diversas según la situación, el contexto, los interlocutores, las temáticas
afines, las motivaciones, las habilidades y las necesidades de los participantes. En su carácter heterogéneo, accionan mecanismos de apertura y de cierre
al diálogo donde el despliegue de los recursos personales e interpersonales desempeñan roles notables
durante los encuentros. Así como en algunos casos
se destaca la iniciativa a conversar, la receptividad y
la disposición a la escucha activa, la complicidad y la
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invocación del humor; también se presenta la tensión,
las actitudes evasivas, la postergación, la interrupción
y la clausura en torno al tema. Es decir, el diálogo
acerca de la muerte no se exhibe, precisamente, con
frecuencia o de manera continua ni en formas fijas o
estables. De modo que, los rasgos de inclusión/exclusión que intervienen en el sostenimiento o abandono
de conversaciones en torno a la muerte son abundantes y de diversa naturaleza, ya que, median factores
cognitivos, emocionales, de conducta, relacionales,
culturales y contextuales.
En este marco, el sentido del humor y el tabú hacia
la muerte emergieron en tanto formas presentes en
los intercambios lingüísticos. Por supuesto, estas categorías no son los únicas posibles como así tampoco
son independientes, sino que devienen de contratos
de conversación (Charaudeau, 2006). En lo que respecta al sentido del humor acerca de la muerte, se
detecta en comentarios espontáneos, benignos y sutiles, como en expresiones cargadas de metáforas, sarcasmo e ironía; desencadenando una variabilidad de
actitudes y respuestas en ambos casos. Mientras que
el tabú en torno a la muerte se registra en dos niveles.
Por un lado, en un plano referido a la autopercepción
acerca de la muerte como tabú para la propia persona (factor influyente y/o condicionante para el diálogo
posterior). Y, por otro lado, en un plano interpersonal
cuya ausencia o presencia configura los diálogos de
manera diferencial según los interlocutores y el escenario discursivo:
Mi hermana (…) estaba chocha [contenta] con que se
había comprado una parcela “así que ya tengo donde
me pongan y yo quiero que a mí me lloren. Y que me
pinten” y se habían puesto a hablar en chiste, pero
vos sabes que me empezó a hacer mal. Entonces yo
les digo “¿por qué no hablan de otra cosa?”. Pero eso
es a raíz de la enfermedad porque yo tengo miedo
que a mí me pase algo (…) estaba mi hija y mi hermana y ellas se mataban de risa entre las dos. Porque
iban a estar juntas porque no sé qué cosa... y yo estaba sufriendo al punto que les dije “bueno cambien
de conversación” porque me hacía mal. (OC, mujer
de 72 años)
Yo siempre hablo con mi hija sobre este tema (…) A
veces cuando yo me enfermo le digo “uh tengo que
comprar estos remedios que están tan caros... que
me van sumando medicamentos” entonces ella me
dice en broma “¡entregate mamá vamos!” [risas] (…)
“yo tengo mucho que aprender en esta vida como
para entregarme” le digo [risas]. (AG, mujer de 70
años)
En las conversaciones que las personas mayores
mantienen con sus pares, el sentido de oportunidad
no solo es revelador para identificar cuando el humor
es un aliado en las expresiones donde la muerte es
protagonista, sino también, para registrar cuando los
diálogos acerca del tema presentan rasgos tabúes;
entendiendo que el tabú acciona en lugares, en acciones, en la lengua, en personas y en situaciones
Para mí el tema de la muerte no es tabú, yo lo puedo
hablar y a mí no me afecta, pero me cuido con la gente que estoy adelante. Porque hay gente para la que
la muerte es tabú, entonces no lo toco al tema. (YG,
varón de 72 años)
Hay conversaciones... esto me pasó hace unos días.
Se habló de cómo murió mi marido, cómo murió mi
esposa, cómo se enfermó tal, que le pasó al otro. Y
una señora al final dice “pero terminemos esta conversación por Dios. Es una de muerte…” así que se
cambió de tema (…) a veces son temas que hay muchos que no lo toleran (...) esa fue la conversación
que se tenía ahí. Y se cortó porque se ve que a esa
persona no le gustaba mucho hablar de la muerte.
(AS, varón de 86 años)
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(Calvo Shadid, 2011). Si bien, el lenguaje es una plataforma oportuna para la elaboración de la presencia
de la muerte durante el curso vital, no siempre se
despliegan condiciones propicias que den cuenta
de un marco de disponibilidad, escucha, apertura y/o
profundización del diálogo en torno a la muerte. En
otras palabras, porque no se prioriza la necesidad o
la inquietud de quien oficia de interlocutor/a; porque
se antepone el ánimo personal o las propias creencias
y concepciones; y/o porque no se legitima al diálogo
en sí mismo como dispositivo para “ciertos temas”. Lo
cual expone que no solo se trata del incentivo, anulación o postergación de una conversación, sino que, en
tanto el sujeto es constituido discursivamente (Scott,
2001), dichas trayectos de cierre o apertura impactan
y derivan de la propia subjetividad. Es decir, son circunstancias que revisten rasgos específicos según
los interlocutores participantes, no obstante, los indicios muestran que acontece tanto con hijos/as, progenitores y/o pares. En suma, la presencia de la muerte
en la trama comunicacional es un asunto complejo
que, irremediablemente, se entrama con la biografía
personal en las diferentes formas que asuma el tipo
de diálogo que se sostenga o se suprima.
76
3.5. comunicación entre vivoS y muertoS
El desarrollo de este eje consiste en la recuperación de las experiencias personales de comunicación
con personas fallecidas como la creencia en torno
a la posibilidad de ese contacto e intercambio. Para
ello, el enfoque teórico de Jacques Derrida (1998;
2003; 2009; 2012) aportó categorías que habilitaron
su abordaje. A partir de la comunicación entre vivos
y muertos, el devenir espectral permitió, por un lado,
abordar la muerte como paradoja, y, por otro lado, exponer a la comunicación como dispositivo hermenéutico en su carácter conflictivo e incompleto. De modo
que, los testimonios trascendieron la dualidad binaria
vida/muerte, evidenciando que la vida y la muerte en
lo fantasmático se entremezclan a partir de desplazamientos constantes, donde existió cierto trasfondo
de inmortalidad como recurso vigente para algunas de
las personas entrevistadas.
Los relatos dieron cuenta de diferentes momentos
como escenarios de comunicación o contacto con seres queridos fallecidos (cónyuge, abuelo, madre, tía y
cuñada) en los que el intercambio acontece tanto en
estados de vigilia como a través de sueños, y cuya expresividad ocurre en un plano mental de pensamiento
sin enunciados fónicos; mediante la enunciación unidireccional al nombrar al fallecido para darle un mensaje; como a través de la verbalización fonética en una
modalidad dialogada.
A mí me pasó una vez de grande para la víspera de
Navidad que estábamos preparando la mesa y en
ese momento bajo al comedor estando sola, porque
mis amigos estaban en la cocina, y siento que me
soplan. Siento un soplido bien cerquita de la oreja y
no había nadie. E inmediatamente dije “es el papi”, es
mi papá. Creo que las almas se comunican con uno.
(MS, mujer de 67 años)
Después de la cremación, cuando me entregan la
urna yo me la traigo (…) y a la madrugada se me
aparecen los dos cuerpos (…) Yo siempre lo cuento
porque es una cosa maravillosa. Miro a los pies de la
cama y estaban esos dos cuerpos blancos (...) era él
[ex marido fallecido] con el que lo custodia. Porque
para mí siempre tenés un ángel de la guarda. (…)
como que se venía a despedir o algo así... (MI, mujer
de 63 años)
Después que muere mi abuelo, se me presentaba
(…) y una persona me dijo “¿sabes qué? vos quizás
estés pensando siempre en ellos y no le des la paz
que ellos necesitan. Entonces cuando se te presente
vos decile: “abuelo yo me voy a saber defender sola,
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quedate donde estas. Quedate tranquilo que me voy
a saber defender”. (…) Así como te lo estoy diciendo
a vos. Se lo dije. Y de ahí no apareció más. (EG, mujer
de 81 años)
En este sentido, las mediaciones adquieren una
presencia decisiva e inmanente a partir de señales
sensoriales (visuales, auditivas, táctiles) y sensibles
(espirituales, psicológicas e intuitivas) e incluso a
través de objetos y acontecimientos; dado que, todas
ellas develan mensajes evidentes o cifrados, cuyos
motivos de comunicación, contacto y/o recepción de
mensajes se interpretan como protección y cuidado,
despedida, pedido de perdón, revelación de presencia
y compañía, manifestación de enojo, o declaración
de tranquilidad y garantía de bienestar. Si bien para
Derrida (1996) la muerte es aquello sobre lo cual no
se puede testimoniar por otro, la comunicación o contacto entre vivos y muertos también desencadena, en
algunos casos, posteriores diálogos alusivos entre
vivos que se caracterizan por una peculiar intimidad y
confianza. La particularidad de estas conversaciones
consiste en la discreción y la prudencia, dado que, las
creencias como las reacciones de los potenciales interlocutores son determinantes ante los temores de
atribución de insania, desvarío o locura. En síntesis,
la potencia del devenir espectral que se exhibe en la
comunicación, desmitifica el pretendido rol objetivo,
transparente, neutral y pacífico del lenguaje para admitir su carácter conflictivo.
4. concluSioneS
Las mediaciones que garantizan el acceso y la configuración de las significaciones sociales imaginarias
acerca de la muerte no están exentas de discordancias, solapamientos y vacíos, ya que, los cauces de
ideación y creación son imprevistos, arbitrarios y
abundantes. En este sentido, en la imaginación –en
tanto facultad constituyente (Castoriadis, 2010)–
acontece una dialéctica sostenida entre el cambio y la
continuidad con movimientos de avance y retracción,
cuyo carácter dinámico es incesante pese a ciertas
permanencias aparentemente constantes e inalterables. Es decir, se trata de desarrollos socio-históricos
graduales e indefinidos que acompañan y dialogan
con la construcción identitaria de cada persona. De
ahí que, las experiencias exponen distintos estadios
de elaboración de la (propia) muerte, cuyo trabajo
personalísimo sólo es posible por su carácter ontológicamente imaginario y mediado en un marco cultural
que lo ampara y lo posibilita.
Pese a los reiterados y sostenidos esfuerzos correctivos y perfectibles –siempre insuficientes–, la
comunicación también es falta, vacío, indeterminación
de significado, inexactitud, perplejidad, arbitrariedad
y discontinuidad, ya que, el carácter ontológico de las
mediaciones sociales no responde a la exclusividad ni
a la exhaustividad. Por lo que, en la hiancia1 entre lo
pre-determinado y lo in-determinado, las interpretaciones y resignificaciones son permanentemente creativas y creadoras. De ahí que la muerte jamás extinga la
diseminación de sentido que porta dada su condición
imaginaria, infinitamente interpretable y narrativa.
La contribución de la investigación realizada se
fundamenta en el aporte al conocimiento a través de
interrogantes que orientan la revisión del tratamiento
de la muerte en la vejez y, a su vez, pone a disposición 77
lineamientos teóricos para cooperar y profundizar en
los estudios acerca de la muerte y el morir. En consecuencia, este acervo está al servicio del diseño y/o
soporte de políticas, programas y acciones de intervención en el cruce de la comunicación con la tanatología y la gerontología. Incluso, de la conjunción de
estas tres grandes áreas de conocimiento se evidencia una zona de vacancia en la comunicación. Por un
lado, en la práctica periodística y, por otro lado, en la
1 Agujero, abertura grande.
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especialidad comunicación y salud. Ambos revelan un
potencial que presagia horizontes promisorios para
habitar zonas de pesquisa e intervención profesional.
Cabe advertir que exponer recomendaciones como
sugerir interrogantes o futuras líneas de estudio, logra
en el contexto actual cierta relevancia inusitada en la
agenda pública, ya que, quizás, la dupla comunicación
y muerte adquiera ribetes diferenciales luego de la
pandemia provocada por el COVID 19. En tal sentido,
no caben dudas de que semejante suceso ha impactado y afectado múltiples dimensiones de la vida diaria
a escala local, regional y mundial. Ello ha motivado
disímiles y hasta opuestas interpretaciones, puntos
de vista y proyecciones futuras; también, transformaciones que, con escasa posibilidad de anticipación,
cambiaron de manera radical tanto los modos de vivir
como las maneras de morir. En efecto, la muerte e
incluso el miedo a morir, se presentaron como significaciones con presencia recurrente e intimidante, habitando fantasmáticamente. Asimismo, el requerimiento
de la comunicación y el contacto virtual fue, al menos
para gran parte de la población, el modo obligado para
sostener el cotidiano vivir en un contexto de incertidumbre. Es decir, por un lado, la muerte como telón
de fondo amenazante e implacable, y, por otro lado,
la comunicación como bocanada de aire ante el aislamiento social. Dos campos simbólicos que en este
nuevo marco forzoso adquieren suma relevancia por
sí mismas como en dupla conjunta. De ahí, que este
binomio se constituya como fisura de anclaje para
intervenciones profesionales y estudios científicos y
académicos venideros.
A propósito, durante el análisis de los datos de este
estudio se identificaron dos categorías emergentes
que no fueron exploradas, por lo que, se sugieren en
tanto valiosos ejes para futuras investigaciones a los
fines de profundizar los hallazgos alcanzados en la
línea de trabajo iniciada. Estas son: la preparación
para la muerte y la despedida de los seres queridos.
Ambas categorías de una pertinencia grandilocuente
dado el escenario actual.
De igual modo, cabe la reflexión acerca de que, así
como no es una revelación que las personas mueren,
tampoco lo es que los duelos pre-pandemia se hayan
transitado en las mejores condiciones, o incluso, que
los rituales fúnebres se hayan transformado repentinamente recién a partir de la pandemia. En todo caso,
sin negar los inconvenientes acontecidos, lo que este
fenómeno exhibe con mayor claridad es que determinados problemas o dificultades pre-existentes acerca
de la muerte se visualizan en primera plana como algo
inédito, aunque de primicia arrastren escasa novedad.
Los recursos en favor de una muerte digna, los efectos de las nuevas pandemias, el aumento de la incineración y la necesidad de integrar en el trabajo de
duelo la memoria viva del difunto se traducen como
respuestas culturales aún en expansión contra la
disgregación y la individualización del sufrimiento en
favor de la reintegración social de la muerte (Allue,
1998: 81).
En definitiva, todavía resta una amplia labor profesional, académica y científica que incluya las preguntas excluidas sobre la diferencia y la diversidad en
las experiencias y que, a su vez, pondere la polifonía narrativa de las relaciones sociales acerca de la
muerte. De manera que, urge otorgar tiempo, espacio
y lenguaje para lo fragmentario, lo sensible, lo extraño
y lo indeterminado en desmedro de las pretendidas regularidades y permanencias tan potentemente pregonadas por la episteme moderna que, aunque se hayan
erigido como propicias estructuras de pensamiento,
hoy no son suficientes como horizonte de significado.
referenciaS
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de Penélope. Una revisión del concepto imaginario y sus
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referencia De financiación
Investigación financiada a través de una beca doctoral (20152020) del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET), Argentina.
DatoS Del autor:
Carolina Mazzetti Latini.
Argentina.
Doctora y Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Argentina. Becaria
posdoctoral de CONICET en el Instituto de Estudios en Co-
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Mediaciones en la construcción social de la muerte. Una aproximación a su configuración imaginaria en la vejez
Carolina Mazzetti Latini
municación, Expresión y Tecnología (CONICET y FCC-UNC).
Docente en el Taller de Metodología de la Investigación aplicada a la Comunicación de la Licenciatura en Comunicación
Social de la Universidad Nacional de Córdoba.
Afiliación Institucional: Instituto de Estudios en Comunicación, Expresión y Tecnologías (IECET). Unidad ejecutora del
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y
de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba.
Área de especialidad: Comunicación y tanatología.
e-mail: mazzetticarolina@gmail.com
ORCID: http://orcid.org/0000-0002-3956-129X
RegistRo BiBliogRáfico
Mazzetti Latini, Carolina. “Mediaciones en la construcción
social de la muerte. Una aproximación a su configuración
imaginaria en la vejez” en La Trama de la Comunicación, Vol.
26 Número 1, Anuario del Departamento de Ciencias de la
Comunicación. Facultad de Ciencia Política y Relaciones
Internacionales, Universidad Nacional de Rosario. Rosario,
Argentina. UNR Editora, enero a junio de 2022 p. 063-081.
ISSN 1668-5628 – ISSN 2314-2634 (en línea).
recibiDo:18/06/2021
aceptaDo:19/03/2022
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