Este es uno de los títulos bélicos más famosos de su década, y un pequeño clásico de la historia del cine.
Su estilo es ligero, poco violento, como casi todas las anteriores al soldado Ryan. Pero que la guerra aparezca dulcificada no quita que sea una película muy entretenida. Además, no es una bélica al uso porque no nos vamos al frente, sino a una operación de infiltración, al estilo de la saga de videojuegos “Commandos”.
Sigue el muy típico esquema de entrenamiento y misión. Es algo que hemos podido ver en muchas ocasiones, pero que funciona a la perfección para conocer a los soldados y luego pasarlo mal con ellos cuando llega el momento.
El reparto es estupendo. No están todos los actores más exitosos de su momento (eso se quedaría para la moda del cine de catástrofes que llegó algunos años después), pero sí que hay unos cuantos, bajo el mando de un Lee Marvin muy metido en su papel.
Que sean presidiarios es una excusa para que el entrenamiento sea complicado ya que son unos indisciplinados. También esto da lugar a unos breves, pero efectivos, momentos de humor con esta pandilla, pero nada que ver con otras que lo explotaban más, como por ejemplo “El sargento de hierro”.
La misión contra los nazis se hace un poquito de rogar, pero cuando llega merece la pena. Es la mejor secuencia de un film tan entretenido como clásico.