Pantaleón y las visitadoras. Juegos de guerra. Malditos bastardos.
Mamarrachada macarra masculina americana pueril y simpática que en su tramo final descarrilla o descabalga, se echa definitivamente a perder, en el cumplimiento de la misión se vuelve bastante lamentable por si no teníamos ya suficiente. Lo que previamente solo era una gran chorrada, finalmente se convierte en una gruesa carnavalada. Echemos la culpa a Telly Svalas, ese personaje grotesco imposible que arruina la función siempre en el último momento, cuando ya no hacía ninguna falta, con su majadero psicópata comportamiento, a buenas horas, mangas verdes, haber montado el pifostio mucho antes, becerro.
Ensalzamiento de lo atrabiliario o arrabalero, del crimen nefando, a contracorriente, visión romántica y bondadosa sobre los parias/gañanes/facinerosos de la tierra que aquí ganan por goleada a los completamente imbéciles puestos superiores, esos gerifaltes de no te menees, de baba.
Película viril (las pocas mujeres que aquí aparecen son putas), entendido esto como no demasiadas luces y sí muchos cojones, una sana suma de chavalotes encerrados en inopinada guardería, de maniobras boy scouts. Simplista, adolescente, bastante asna, botarate. Una hermosa e inofensiva gamberrada papanatas de goma, cartón piedra. Tontería supina. Historias de la puta mili. Mash. Gana en su aspecto más comediesco, pierde cuando trata de ser heroica o ponerse medio seria. Lee Marvin, Charles Bronson, el negro menos conocido (como actor, como jugador de fútbol americano, una leyenda, todo lo contrario) de nombre Jim Brown y el loco Cassavetes, quién te ha visto y quién te ve, dan el tipo, el resto algo menos o nada, apenas comparsas, anodinos, convidados de piedra, Sutherland en los principios de su carrera hizo muchas veces de enajenado o directamente idiota, de Telly prefiero en este desgraciado caso ni acordarme.