Una Morada en El Aire: Jorge Riechmann

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Jorge Riechmann

Algunas notas sobre Epicuro y la conciencia ecológica


entresacadas de

UNA MORADA EN EL AIRE


Diario de trabajo

(18 de agosto de 2002


a 18 de agosto de 2003)

(...)

El enemigo de mi enemigo, ¿mi amigo? Qué idiotez. Uno puede


oponerse a la barbarie en nombre de las más diversas
barbaridades.

Edgar Morin, lúcido y profético: "(...) El círculo vicioso


palestino-israelí se globaliza, el círculo vicioso Occidente-islam
se agrava. La guerra de Irak eliminará a un horrible tirano, pero
intensificará los conflictos, los odios, las revueltas, las
represiones, los terrores y corre el riesgo de convertir una victoria
de la democracia en una victoria de Occidente sobre el islam.
Las olas de antijudaísmo y antiislamismo se fortalecerán y
se instalará el maniqueísmo en un choque de barbaries
denominado ‘choque de las civilizaciones’.
(...) La barbarie del siglo XX desató en muchas áreas de
humanidad los flagelos de dos guerras mundiales y de dos
supertotalitarismos. Los rasgos bárbaros del siglo XX siguen
todavía presentes en el XXI, pero la barbarie del siglo XXI,
preludiada en Hiroshima, trae consigo además la autodestrucción
potencial de la humanidad. La barbarie del siglo XX había
suscitado terrores policiales, políticos, concentracionistas. La
barbarie del siglo XXI contiene, después del 11 de setiembre de
2001, una potencialidad ilimitada de terror planetario.
Lo único que pueden hacer los países para resistir a la
barbarie planetaria es encerrarse en sí mismos de manera
regresiva, lo cual refuerza la barbarie. Europa es incapaz de
afirmarse políticamente, incapaz de abrirse reorganizándose,
incapaz de recordar que Turquía fue una gran potencia europea
desde el siglo XVI y que el Imperio otomano contribuyó a su
civilización. (Olvida que fue el cristianismo, en el pasado, el que
se mostró intolerante hacia todas las demás religiones en tanto
que el islam andaluz y otomano aceptaba al cristianismo y al
judaísmo).
(...) La idea de desarrollo, incluso si se lo considera
‘sostenible’, toma como modelo nuestra civilización en crisis, la
civilización que justamente debería reformarse. Impide que el
mundo encuentre formas de evolución distintas de las calcadas de
Occidente. Impide generar una simbiosis de las civilizaciones,
que integre lo mejor de Occidente (los derechos del hombre y la
mujer, las ideas de democracia) pero que excluya lo peor. El
desarrollo mismo está animado por las fuerzas descontroladas que
llevan a la catástrofe.
En su libro Pour un catastrophisme éclairé, Jean-Pierre
Dupuy propone reconocer lo inevitable de la catástrofe para poder
evitarla. Pero, más allá de que el sentimiento de lo inevitable
puede llevar a la pasividad, Dupuy identifica de manera abusiva
lo probable con lo inevitable. Lo probable es aquello que, para un
observador en un tiempo y un lugar dados, disponiendo de las
informaciones más confiables, se presenta como el proceso
futuro. Y efectivamente todos los procesos actuales llevan a la
catástrofe.
Pero sigue siendo posible lo improbable, y la historia pasada
nos demostró que lo improbable podía reemplazar a lo probable,
como sucedió a fines de 1941, comienzos de 1942, cuando la
probable larga dominación del imperio hitleriano sobre Europa se
volvió improbable para abrir paso a una probable victoria aliada.
De hecho, todas las grandes innovaciones de la historia quebraron
las probabilidades: fue lo que pasó con el mensaje de Jesús y
Pablo, con el de Mahoma, con el desarrollo del capitalismo y
luego el socialismo.
Por lo tanto, la puerta a lo improbable está abierta aunque el
aumento mundial de la barbarie lo vuelva inconcebible en el
momento actual. Paradójicamente, el caos en el que la humanidad
corre el riesgo de caer trae consigo su última oportunidad. ¿Por
qué? En primer lugar, porque la proximidad del peligro favorece
las tomas de conciencia, que entonces pueden multiplicarse,
ampliarse y hacer surgir una gran política de salvación terrestre. Y
sobre todo por la siguiente razón: cuando un sistema es incapaz de
tratar sus problemas vitales, o bien se desintegra o bien es capaz,
en su desintegración misma, de transformarse en un metasistema
más rico, capaz de tratar esos problemas."1

Al borde del desastre, Morin convoca a la heraclítea esperanza en


lo inesperado: sigue siendo posible lo improbable.
Etimológicamente, accidente significa “lo que te cae encima”.
Puede ser una ocasión de cambiar radicalmente, en efecto... a
condición de que el peso de eso que se desploma sobre nosotros
no sea tan grande que nos aplaste.

Crisis ecológica: necesitamos ser heraclíteos para sobrevivir, y


epicúreos para vivir bien.

(Sugerencia para jóvenes con inquietudes: hip-hop a partir de


Heráclito de Éfeso.)

***

Precisamos una buena dosis de sabiduría epicúrea2 –eso sí, sin la


prohibición de enamorarnos y sin la renuncia a la praxis política.

1
Edgar Morin: “Globalización: civilización y barbarie”, en Clarín/ Le Monde, Buenos Aires, 15 de enero
de 2003.
2
Una introducción llena de empatía al pensamiento de Epicuro, por uno de los grandes maestros
españoles en la filosofía antigua: Emilio Lledó, El epicureísmo. Una sabiduría del cuerpo, del gozo y de
la amistad, Taurus, Madrid 2003.
El epicureísmo en políticas públicas quiere decir: gestión de la
demanda en lugar de incremento constante de la oferta (energía,
agua, alimentos...). “Si quieres hacer rico a Pitocles, no aumentes
sus riquezas, sino limita sus deseos”3. “Quien menos necesita del
mañana, al mañana accede con más gozo”.4

Hay al menos tres enseñanzas de Epicuro que son claves para un


pensamiento ecológico: la primera de ellas es el discurso sobre
necesidades, autocontrol y limitación, que apunta hacia el ideal de
una frugalidad no represiva.

“Envíame” –escribe el filósofo de Samos establecido en Atenas,


desde su famoso kepos, huerto o jardín, a uno de sus discípulos—
“un tarrito de queso, para que pueda darme un festín de lujo
cuando quiera.” Comentan sus traductores al castellano, García
Gual y Acosta: “Esta alegre moderación del Jardín, un hedonismo
que por su limitación casi resulta una ascética, armoniza bien con
la antigua máxima apolínea de que la sabiduría consiste en la
moderación y en el conocimiento de los límites.”5

“La pobreza acomodada al fin de la naturaleza es gran riqueza.


Por el contrario, la riqueza no sujeta a límites es gran pobreza.”6
Y también aconseja Epicuro, aquel griego con quien simpatizaron
Nietzsche y Marx: “pan y agua procuran el máximo placer cuando
los consume alguien que los necesita. Acostumbrarse a comidas
sencillas y sobrias proporciona salud, hace al hombre solícito en
las ocupaciones necesarias de la vida, nos dispone mejor cuando
alguna que otra vez accedemos a alimentos exquisitos y nos hace
impávidos ante el azar.”7

Hedonismo ascético no es una contradicción en los términos: de


ello testimonia el frescor de aquel jardín griego.

***
3
Epicuro: Ética, ed. de Carlos Carcía Gual y Eduardo Acosta, Barral, Barcelona 1974, p. 153.
4
Epicuro, op. cit., p. 206.
5
Epicuro, op. cit., p. 49.
6
Epicuro, op. cit., p. 123.
7
Epicuro, op. cit., p. 93.
El segundo elemento básico del epicureísmo que necesitamos
actualizar es la elaboración sobre la amistad y la socialidad básica
del ser humano: ser frente a tener. Disfrutar de la compañía del
otro. “De los bienes que la sabiduría ofrece para la felicidad de la
vida entera, el mayor con mucho es la adquisición de la amistad.”8
“Mira con quién comes y bebes antes de mirar qué comes y
bebes: nuestra vida sin amigos es como la vida del león y del
lobo”9. Haciendo caso omiso de que no se haga aquí justicia a la
notable socialidad del lobo: en una sociedad ecologizada, cultivar
conscientemente la riqueza de la relación humana puede
compensar la relativa pobreza en cosas.

***

Finalmente, en tercer lugar: “Lo capital para la felicidad es la


disposición interior, de la que somos dueños”10. Imposible hacer
frente a la crisis ecológica sin un consciente cultivo de la vida
interior: en un “mundo lleno”, las restricciones a la actuación
exterior que nos impone una convivencia regulada por valores de
sustentabilidad y justicia han de compensarse con los tesoros que
puede deparar la aventura interior. Si tanto turismo a larga
distancia no es sostenible, el viaje interior habrá de enriquecerse
correlativamente. “Cuando, en efecto, vivimos, gozamos de una
dicha similar a la de los dioses” 11.

“Después de escribir un poema/ los límites de la hoja ya no están/


donde fue cortado el papel.” 12 Ésta es la forma en que la vida
interior puede dilatar los límites que cercan la vida de los
hombres. Una vez aceptada a fondo la entropía del mundo físico y
la finitud de la condición humana, sin embargo la palabra poética
(y otras aventuras del espíritu) abren impensados espacios de
libertad.

8
Epicuro, op. cit., p. 113.
9
Epicuro, op. cit., p. 257.
10
Diógenes de Enoanda, discípulo de Epicuro, citado en op. cit., p. 58.
11
Epicuro, op. cit., p. 157.
12
Joan Brossa, La piedra abierta, Galaxia Gutenberg, Barcelona 2003, p. 401.
***

Una traducción del programa epicúreo a los conflictos del siglo


XXI: satisfacción de las necesidades básicas y art de vivre.

La reinvención de Epicuro por la psicología social


contemporánea: “Por encima de un nivel de vida mínimo, el
determinante de la calidad de vida individual es el ajuste o la
coincidencia entre las características de la situación (de existencia
y oportunidades) y las expectativas, capacidades y necesidades
del individuo, tal y como él mismo las percibe.”13

De manera que reivindicamos el hedonismo ascético, el cultivo de


la amistad y la aventura interior. Con el viejo sabio de Samos
diremos: el mejor fruto de la autonomía es la libertad.

Max Jacob sugirió en la primera frase de su libro Consejos a un


joven poeta: “Yo abriría una escuela de vida interior, y escribiría
en la puerta: Escuela de arte”. También se podría escribir: Escuela
de sustentabilidad.

Para poder reducir selectivamente la complejidad técnica,


aumentar la complejidad social. Menos trasiego de materiales y
energía, y más comunicación humana. Menos automóviles y más
erotismo. Menos turismo y más música en vivo. Menos segundas
residencias y más poesía.

El elemento del titanismo romántico presente en el marxismo


necesita una buena corrección epicúrea. Volver, no ya al joven
Marx (el de los Manuscritos de economía y filosofía de 1844),
sino al jovencísimo: el de la tesis doctoral sobre Epicuro y
Demócrito en 1841.14

13
Levi y Anderson: La tensión psicosocial. Población, ambiente y calidad de vida, Ed. El Manuel
Moderno, México DF 1980.
14
Sobre el Marx joven y el jovencísimo, Francisco Fernández Buey: Marx (sin ismos), El Viejo Topo,
Barcelona 1998.
El movimiento obrero tiene que seguir organizado grupos de
estudio de El Capital; pero debería seguramente completarlos con
otros grupos para asimilar la filosofía moral de Epicuro.

***

La producción más importante para el capitalismo es la


producción de insatisfacción. Para evitar que se sature la
demanda, poniendo en riesgo la venta continuada de mercancías –
y con ella la acumulación de capital--, hay que organizar la
insatisfacción: por esta razón es el capitalismo un enemigo
declarado de la felicidad (que tiene que ver con un epicúreo
equilibrio entre logros y expectativas). Y por ello los partidarios
de la felicidad humana no pueden ser sino anticapitalistas.

***

Albert Jaquard (genetista francés): "El propósito de una sociedad


es el intercambio. Una sociedad cuyo motor es la competición es
una sociedad que me propone el suicidio. Si me pongo en
competición con el otro, no puedo intercambiar con él, debo
eliminarlo, destruirlo."15

Epicuro (filósofo griego): “Quien es consciente de los límites de


la vida sabe cuán fácil de obtener es aquello que clama el dolor
por una carencia y lo que hace lograda la vida entera. De modo
que para nada necesita cosas que traen consigo luchas
competitivas.” 16

Joaquín Araujo (naturalista español): “Entre los derechos


humanos se debería incluir también el que todos tenemos a no
competir.”17

***

15
Citado en Leonardo Boff: “Porto Alegre, Davos y la globalización”, en REBELIóN, consultado el 25 de
enero de 2003. Enlace: http://www.rebelion.org
16
Epicuro, op. cit., p. 109.
17
Calendario natural 2002, de ed. Maeva.
“El mayor placer está en beber agua cuando se tiene sed y comer
pan cuando se tiene hambre”18, decía el sabio griego del Jardín,
absteniéndose cuidadosamente de mencionar la coca-cola y el
foie-gras de oca. Con buenas razones para ello: cuando, como ve
uno en cafeterías universitarias españolas, The Coca-Cola
Company hace anuncios de su refresco que constan sólo de una
botella casi vacía y el lema latino CARPE DIEM, conviene
examinar a fondo, del derecho y del revés, las exhortaciones que
recibimos a “vivir el presente”. Aquel hedonismo mercantil se
halla en las antípodas de nuestro hedonismo epicúreo. No hay
ética ecológica válida sin solidaridad con el pasado y sin memoria
del futuro.

(...)

18
Epicuro, op. cit., p. 73.

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