Echa cohetes, que hoy le envías a Nuestro Señor del Cielo divino un ánguele.
Dios está alegre, Nuestra Señora está alegre, el bendito San Antón está que hasta pega gargalladas, y los demás anguelitos..., todo se les vuelve cantar como locos.
Emilia Pardo Bazán
A lo cual, María Lorenza, mozallona fornida, que así barría y guisaba como ensillaba la yegua de su señor, exclamaba briosa: -¡A fe, yo tumbo a uno! ¡Así
Dios me salve, le tumbo escarranchado!
Emilia Pardo Bazán
Y, ¡qué carala!, vuelve por ti, que ese no es modo ni manera. A mí se me llevó
Dios a cuatro rapaces, y para esos menos tengo que trabajar.
Emilia Pardo Bazán
Momentos después nuestro pavo, acartonado completamente, inmóvil, reposaba al pie del Niño
Dios, que, entre sus pañales, bendecía a los pastores, y aceptaba los dones de los Reyes Magos.
Emilia Pardo Bazán
Su madre extendió por los hombros de la criatura un mullido abrigo de pieles, y sonriéndole, hablándole mimosa, le advirtió: -¿No sabes? El Niño
Dios ha venido a verte.
Emilia Pardo Bazán
«El Niño
Dios me está diciendo que hice bien, muy bien...» La sonrisa volvió a sus labios, aunque sus ojos estaban anegados en un llanto que no corría.
Emilia Pardo Bazán
A este nombre, glorioso en todo el universo, y que ningún hombre consagrado a
Dios desconocía ya, por ir unido a cien cuadros místicos, verdaderas maravillas del arte, el rostro pálido del Prior se enrojeció súbitamente, y sus abatidos ojos se clavaron en el semblante del extranjero con tanta veneración como sorpresa.
Pedro Antonio de Alarcón
Yo me levanté desencajado, me puse de rodillas, y exclamé en todos los tonos de voz que pude inventar: - ¡Bendita sea tu alma, rey de los hombres!... ¿Quién no había de conocerte por ese porte de príncipe real que
Dios te ha dado?
Pedro Antonio de Alarcón
su nietecito!... --Y su sobrina.... --¡Dejadme, por
Dios!--He dicho que no toco. --¿Por qué? --Porque no me acuerdo; y porque, además, he jurado no volver a aprender....
Pedro Antonio de Alarcón
Él sería bien ganado o mal ganado, porque esos que vuelven del otro mundo con tantísimos miles de duros, sabe
Dios qué historia ocultan entre las dos tapas de la maleta; solo que....
Emilia Pardo Bazán
las ocho ae la mañana siguiente, que, por la misericordia de
Dios, no ofreció ya señales de barricadas ni de tumulto (misericordia que había de durar hasta el 17 de mayo de aquel mismo año, en que ocurrieron las terribles escenas de la Plaza Mayor) hallábase el doctor Sánchez en casa de la llamada Condesa de Santurce poniendo el aparato definitivo en la pierna del Capitán Veneno.
Pedro Antonio de Alarcón
Los ladrones sacaron los veinte duros y se los dieron al segador, el cual se arrojó a los pies de aquel personaje que dominaba a los bandoleros y que tan buen corazón tenía. Parrón le dijo: - ¡A la paz de
Dios!
Pedro Antonio de Alarcón