abía una vez un hombre que siempre que salía de oír predicar un sermón se ponía a murmurar de los predicadores, diciendo que no hacían más que angustiar el ánimo y entristecer a las gentes hablándoles de peligros, males y castigos, y que tal no era su cometido, sino el de hablar de virtudes y recompensas, y otras cosas por el estilo que dicen muchos, creyendo quizás que a un sermón se va como a una comedia, a divertirse.
-Ha sido, señor -respondió el criado-, porque siempre os he oído decir que los que hablaban de peligros, males y castigos, no hacían más que angustiar los ánimos y entristecer a las gentes.
3 Soportadme, y yo hablaré; Y después que hubiere hablado, escarneced. 4¿Hablo yo á algún hombre? Y ¿por qué no se ha de angustiar mi espíritu? 5 Miradme, y espantaos, Y poned la mano sobre la boca.
La noche, plena de misterios y de silencios, me brinda el refugio de su cuerpo cósmico para meditar sobre mi propio mundo, naciente, según me han dicho; ignorante de los puntos que el itinerario del tiempo y de la sociedad ha marcado para
angustiar a los que se inician.
Antonio Domínguez Hidalgo
La angustia originaria reprimida en el Dasein está adormecida en la cotidianidad y puede despertar en cualquier momento, sin necesidad de un acontecimiento extraordinario o de algún artilugio humano que le traslade a ella. El Dasein no se puede angustiar por decisión o voluntad propias.