Mudó después de gola y de vestido, se lavó, se enjugó y echando al fuego el de sangre teñido, sentóse ante la llama con sosiego, diciendo con acento decidido: -Margarita, a la aurora es preciso partir.
Cuando habían alcanzado una luminosidad cegante, abordaron sus refulgentes naves y desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. El cielo nocturno se iluminó con tantos rayos que semejaba una aurora bellísima.
Cuando sus cenizas terminaron de arder, el corazón de QUETZALCOATL ascendió a los cielos y transformado en azules luces inmensas, regresó a reinstalarse en su lugar desde siempre reservado para él, en el universo. QUETZALCOATL, el que reina en la aurora, desde entonces le llaman, aunque hoy, muchos le digan VENUS.
Y por más que a la rectora alaba, y a las novicias, y a la que el órgano toca, y a las que cantan en coro, y a la salmista que entona, y hasta a la vieja beata que afuera pide limosna, es inútil su destreza, nada adelanta ni logra: siempre a sacar viene en limpio noticias que no le importan: la novena de Santa Ana, el sermón del padre Acosta, la nueva casulla verde, la falda de Santa Rosa, cosas de que gusta el padre, que es viejo y que tiene gota, pero que al hijo concluyen por remontarle la cólera, y al cabo sale diciendo: «¡Bruja condenada y chocha, que nunca responde acorde ni dice cosa con cosa!» Desistió, pues, del empeño, mas fue temporada corta, merced a un nuevo incidente que al cabo picó en historia. Llevóle su padre a misa un día casi a la aurora...
¿Dónde va el peregrino celeste Por el claro infinito sendero? Va a la aurora que brilla en el fondo En caballo blanco como el hielo.
Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana se levantó con la aurora, se colocó frente al sol y le habló así: »¡Tú gran astro!
Ya es una Náyade errante, ya una Venus hechicera, ya la Aurora fugitiva flores derramando y perlas, ya el Iris tornasolado y ya la Fortuna inquieta.
Así, aunque es unigénita, de madre, goza de gran respeto entre todos los Inmortales por sus prerrogativas. El Crónida la hizo criadora de los jóvenes que después de ella vieron la luz de la Aurora que a muchos alumbra.
Cantemos a la voluntad, cantemos al deber y unidos trabajemos sin descanso y sin cesar para que mañana, al brotar la
aurora, al surgir el nuevo sol, nada perturbe la tranquilidad y el cosmos conquistemos.
Antonio Domínguez Hidalgo
¡Oh, cuántas veces una flor graciosa que al primer rayo matinal se abría, y gloria del vergel la proclamaba la turba de los hijos de la Aurora, y algún tierno amador la destinaba a morir perfumando el casto seno de la más bella y más feliz pastora!, ¡oh, cuántas veces mustia y desmayada no llega a ver el sol, que de improviso la abrasa el hielo, el viento la deshoja, o quizá hollada por la planta impura de una bestia feroz ve su hermosura!
¿Por que se aflige, si la noche llega, El infelice que perdió el camino, Cuando en el campo para tomar senda No halla vestigio? Al dulce sueño puede abandonarse; Que alla la aurora con hermoso brillo, Cuando despierte le dará las huellas Que hubo perdido.
Paños blancos enrojecen en las alcobas cerradas. Rumores de tibia aurora pámpanos y peces cambian. Violador enfurecido, Amnón huye con su jaca.