En los torneos de Zocodover, en los juegos florales de la corte, siempre que se les había presentado coyuntura para rivalizar entre sí en gallardía o donaire, se habían aprovechado con afán ambos caballeros, ansiosos de distinguirse a los ojos de su dama; y aquella noche, impelidos, sin duda, por un mismo afán, trocando los hierros por las plumas y las mallas por los brocados y la seda, de pie junto al sitial donde ella se reclinó un instante después de haber dado una vuelta por los salones, comenzaron una elegante lucha de frases
enamoradas e ingeniosas, epigramas embozados y agudos.
Gustavo Adolfo Bécquer
Aun las mismas almas celestiales y puras, enamoradas del amor, de la gloria y de todo lo bueno y santo, andan también enamoradas del dinero, como medio excelente de que tengan buen éxito aquellos otros enamoramientos etéreos.
Hasta el murmullo que hacía esta agua al caer tenía algo más musical y acordado que el que producen otras, y se diría que aquel surtidor cantaba alguna de las más enamoradas canciones de Mozart o de Bellini.
Todo se cumplió como el ermitaño había dicho. Las tres estaban enamoradas; las tres eran castísimas e inocentes. Ni siquiera en el punto comprometido de dar el regalado y apretado beso sintieron más que una profunda conmoción toda mística y pura.
9 Arcos, que a veces el amor estira para criar enamoradas quejas, y agudas flechas, con que al alma tira dulce inquietud sin alterar orejas, por quien el eco de mi voz suspira, eran sus ojos dos y sus dos cejas, que en ser negras las dos y los dos bellos, estuvo la prisión de muchos cuellos.
Mis almas enamoradas y mil hechiceras sombras, que en mis flores encantadas se albergaban del calor, de sus cálices salían a la luna, y sobre alfombras de musgo y césped venían a sentarse en mi redor.
Pero no quieren escuchar el llanto de su ángel. Y las ciudades están como las prostitutas,
enamoradas de sus rufianes y de sus bandidos.
Roberto Arlt
Sus pensamientos respiran una dulce vaguedad, como si sobre ellos ba- tiera un querubin sus alas tornasoladas de zafiro y gualda. No profanemos el sentimiento copiando las palabras que brotan del fondo de esas dos almas virginales y enamoradas.
Revueltos peñascales, áspera breña donde salta el torrente de peña en peña corrientes bullidoras del claro río; religiosos murmullos del bosque umbrío; tórtola que en sus frondas unes tus quejas al calmante zumbido de las abejas; águila que te ciernes en corvo vuelo por el azul espacio que cubre el cielo; golondrina que emigras cuando el octubre con sus pálidas hojas el suelo cubre, y al amor de tu nido tornas ligera cuando esparce sus flores la primavera; aura mansa que llevas, en vuelo tardo, efluvios de azucena, jazmín y nardo; brisas que en el desierto sois mensajeras de los tiernos amores de las palmeras: (¡de las pobres palmeras que, separadas, se miran silenciosas y enamoradas!)- pardas nieblas del valle...
Y respecto a vestidos, ¿qué le importaba a ella no tener más que dos faldas casi fuera de uso, si al ponérselas parecía que se abrazaban a las curvas de su cuerpo, como de ellas enamoradas, poniendo de relieve sus tentadores hechizos?
Aquí, en el sombrío valle, evitarás el ardiente fuego de la Canícula, y con la lira del cantor de Teos ensalzarás a Penélope y la artificiosa Circe, enamoradas las dos del gran Ulises.
Deseo otra aurora en estas prisiones: vestirme de albas
enamoradas, nadar de estrellas sin engañifas de altas palabras, besar los soles de otros mañanas y desprenderme de tanta inercia con que me anclan.
Antonio Domínguez Hidalgo