-Sí que se mejoró una miaja, pero apenitas gorvió ar pueblo encomenzó de nuevo a toser, y como yo sé que mi prenda no va a jaser los huesos viejos, y como si ella no los jase viejos, en flor se me van a abitocar a mí los míos...
En el pecho lucía una
flor de saúco de verdad, y alrededor de su rubia cabellera ensortijada, una guirnalda de las mismas flores.
Hans Christian Andersen
El árbol había crecido rápidamente, y Molly no le fue a la zaga; era fresca y lozana como una
flor del manzano; pero no estaba él destinado a asistir por mucho tiempo a aquella floración.
Hans Christian Andersen
Con razón sintióse satisfecho el señor Paco al ver honrada su casa por aquellas tres altas personalidades, la flor y nata de los hombres jacarandosos y macarenos entre los cuales figuraba como glorioso abanderado el señor Pepe el Castizo, hombre de más de cincuenta años, de pelo gris, de facciones enérgicas, de cuerpo aún lleno de vigor y elasticidades y hombre que, no obstante los deterioros inevitables de sus cinco décadas, aún no dejaba de meter los cimbeles, a veces todavía con no adversa fortuna, cuando alguna hembra hacía llamear los rescoldos en su corazón apasionado.
na inmensa agua gris, inmóvil, muerta, sobre un lúgubre páramo tendida; a trechos, de algas lívidas cubierta; ni un árbol, ni una flor, todo sin vida, ¡todo sin alma en la extensión desierta!
Entraron luego en la mansión de los elfos, donde se había reunido la
flor y nata de la sociedad, aunque de manera tan precipitada, que se hubiera dicho que el viento los habla arremolinado; y para todos estaban las cosas primorosamente dispuestas.
Hans Christian Andersen
Cada una de sus hojas era tierna y de un verde jugoso, y cada
flor, una hermosa cabeza de doncella, de ojos ya oscuros y llameantes, ya azules y maravillosamente límpidos.
Hans Christian Andersen
Se pasaba el día gozando de la luz del sol, volando de
flor en
flor, bailando sobre las alas de la inquieta mariposa y midiendo los pasos que necesitaba dar para recorrer todos los caminos y senderos que hay en una sola hoja de tilo.
Hans Christian Andersen
Mientras me explicaba el misterio de su forma especial, besaba las hojas y los pistilos que iba arrancando, uno a uno, de la
flor que da nombre a esta leyenda.
Gustavo Adolfo Bécquer
La luz del día, penetrando por la entreabierta ventana, iluminaba la habitación, en la cual, además del humilde mobiliario, consistente en una mesa de pino, varias sillas y un viejo aparador con cortinas azules, veíanse algunos enseres de pesca, varios remos apoyados contra uno de los ángulos, y dando una nota risueña al conjunto, un pájaro, que cantaba en una jaula de alambre, y dos macetas de geranios en flor, que decoraban el alféizar de la ventana, junto a la que cosía la unigénita del Levantino, la cual contestó al poco expresivo saludo del recién llegado con una apenas perceptible inclinación de cabeza.
No sazona la fruta en un momento aquella inteligencia que mensura la duración de todo a su talento. Flor la vimos ayer hermosa y pura, luego materia acerba y desabrida, y sabrosa después, dulce y madura.
Entre todos aquellos desperdicios, el ángel señaló los trozos de un tiesto roto; de éste se había desprendido un terrón, con las raíces, de una gran
flor silvestre ya seca, que por eso alguien había arrojado a la calleja.
Hans Christian Andersen