– McCallum, tú, hijo de Belcebú –dijo el terrible Sir Robert–, tráele a Steenie la gaita que tengo para él. McCallum trajo una gaita que podía haber servido a Donald de las Islas.
Los zagales silbadores, los ingenuos tañedores de la
gaita cadenciosa, viendo van las avanzadas y alegrando con tonadas la piära rumorosa.
José María Gabriel y Galán
Y entonces vi que el rostro del peregrino cambiaba de expresión, y su gesto místico, su cabeza de personaje de tabla primitiva, se transformaba totalmente. También reía él, como la
gaita y como los figurones danzantes.
Emilia Pardo Bazán
Gritos de vendedores, sones de gaita, risas, chicoleos, iniciaciones de borrachera y preparativos de amores, poblaban el ambiente.
Ello es que viene el pasajero, porque, al fin, es una posada y va y viene todo el que quiere, que para eso son las posadas, y le da para beber, y de allí a poco Jorge le da a él para tabaco; todo lo cual, si bien no se ve todavía, ya se deja inferir por la oportuna tempestad, que siempre quiere decir algo, porque no se mueve la hoja en el árbol sin la voluntad del Señor; la cual, para anunciarnos el caso que va a suceder, viene a descomponer la alegría del pueblo suizo, que bailaba al son del tamboril y
gaita gallega, si se escucha lo que tocan, alguna cosa como la muñeira, y de todo esto ¿quién tiene la culpa si no el jugador y el maldito vicio?
Mariano José de Larra
Resulta que Steenie era un poco el favorito de su señor, y conocía a toda la gente del castillo, y a menudo le mandaban buscar para que tocase la gaita mientras se divertían.
Voltió a ver San Pedro, estiró bien la
gaita y se puso la manito sobre las cejas, como pa vigiar mejor; y apenas entendió el enredo, pegó patas; abrió la puerta, la golvió a cerrar a la carrera y la trancó por dentro.
Tomás Carrasquilla
Era un maestro en este mundo de la Revulución, pero le gustaba bastante un soplo de aire mundano de vez en cuando y alguna que otra canción de gaita y, sobre todo, pensó que hacía un buen negocio con el dinero que le prestaba a mi abuelo a cambio de todos los bienes de Primrose–Knowe como garantía.
A la mañana siguiente el pobre gaitero fue encontrado casi muerto, cubierto de sangre. Su gaita estaba a su lado, pero jamás pudieron encontrar la rosa ni el sombrero.
«Y ¿vendrá?» «Pues ¿qué ha de hacer?» cumpliendo con su deber. vedle con la
gaita..., pero ¡cómo traerá el corazón el gaitero, el gaitero de Gijón!
Ramón de Campoamor
Puede que hayáis oído decir a la gente que al fruncir las cejas se le formaba el dibujo de una herradura profundamente incrustada en la frente, como si se la hubiesen estampado allí. – ¿Vienes con las manos vacías, tú, hijo de una gaita desinflada?
El ruidoso estallido de los relampagueantes cohetes, el dulce siseo de la gaita, el grave vozarrón del tambor, los pregones dangosos de las avellaneras, los carros desuncidos, los puestos rebosantes, los vasos de cerveza en alto, el runrun de las conversaciones, las atropelladas risas y atropellantes carreras de los chicuelos, preludiaban fiesta.