hartazgo


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Sinónimos para hartazgo

Diccionario Manual de Sinónimos y Antónimos Vox © 2022 Larousse Editorial, S.L.
Ejemplos ?
Jamás tras la nocturna lluvia he visto cruzar el cielo alguna estrella errante y relumbrar entre rocío y hielo, sin sus ojos tener también delante, con que el hartazgo de vivir resisto, tal como vi a la sombra de un su velo; y así como el día aquel brillaba el cielo de tal belleza, así también ahora, brillar los veo y causa es por que ardo.
Estudiábamos, cumplíanlos o no cumplíamos con el precepto por la cuaresma, y los domingos nos dábamos un hartazgo de muchacheo o mascadura de lana.
Las del misticismo castellano fueron el quietismo egoísta del abismarse en la nada ó el alumbrismo brutal dado á la holganza y el hartazgo del instinto, que acababa en el horrible consorcio del anegamiento del intelecto en el vacío conceptualizado con la unión carnal de los sexos y en la grosería sensibilista de « mientras más formas más gracia », en el último extremo de lo que llama San Juan de la Cruz lujuria y gula espirituales.
Y llegó el año de la peste; moría el pueblo bajo el sol; con su cortejo de enlutados pasaba al trote algún doctor y en un hartazgo dilataba su puerta «Los Hijos de Dios».
Pero todo es malo en este mundo: pasar hambre o comer demasiado; y un día, al anochecer, el padre Salvador, viniendo de un hartazgo para solemnizar el bautizo de cierta criatura que tenía toda su estampa, ¡cataplum!, dió un ronquido que puso en alarma a toda la comunidad, y reventó como un odre, aunque sea mala comparación.
i mujer está muerta, ¡soy libre! Puedo, pues, beber hasta el hartazgo. Cuando regresaba sin un sueldo, Sus gritos me desgarraban los nervios.
Yo me sentía tigre: al amanecer me sorprendí con mi conciencia de hombre vuelta a un cuerpo completamente manchado de sangre. Gan, con la cara aplastada en la hojarasca, dormía su hartazgo espantoso.
No se diga -le dijo al mar, su confidente- que mi virtud venció cuando tuvo hambre y metafísica, y que sucumbe cuando tiene hartazgo y positivismo.
Junto con las yuntas llegáronle semillas o plantas de melón, nísperos, granadas, cidras, limones, manzanas, albaricoques, membrillos, guindas, cerezas, almendras, nueces y otras frutas de Castilla no conocidas por los naturales del país, que tal hartazgo se darían con ellas, cuando a no pocos les ocasionaron la muerte.
Caricias rápidas, momentos fugaces de tener en brazos a la criatura: nunca un hartazgo de paternidad, con labios besucones y manos entretenidas en confeccionar juguetes de papel, barquitos y pájaras.
Esta circuns- tancia, unida á la de que, en las pocas y pobres librerías de la capital, era difícil encontrar libros en francés, inglés ó ale- mán, influyó para que aquellos jóvenes de mi tiempo, pica- dos por la tarántula de las aficiones literarias, se diesen un hartazgo de lectura con las obras de los grandes hablistas castellanos desde el siglo xiv hasta nuestros días juveniles, en que la batuta de la literatura española estaba en manos de los románticos Espronceda, Zorrilla, Arólas, etc., etc.
Los banquetes de esos siglos eran de cosa sólida y que se pega al riñón, y no de puro soplillo y oropel, como los de los civilizados tiempos que alcanzamos. Verdad es que antaño era más frecuente morir de un hartazgo apoplético.