hondo

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Diccionario Manual de Sinónimos y Antónimos Vox © 2022 Larousse Editorial, S.L.
Ejemplos ?
Pero entonces veo llegar hasta mí los hilos de las miradas filosóficas de los “hondos” y me parecen otra pretensión tan ridícula como los superficiales, porque tanto unos como otros son objeto del destino, con la diferencia que a los “hondos” les interesa más averiguar la importancia del destino, porque la importancia la crean ellos.
Es cierto que los “hondos” prevén el dolor y muchas veces lo evitan, pero otras veces, preverlo es la manera de tenerlo más pronto.
Allí, entre los mil objetos y personas que cruzaban en todas direcciones, observó que, a semejanza de los aviones que en las calorosas tardes de verano revoloteaban incansables alrededor del campanario de su lugar, discurrían por una y otra acera, pasaban, volvían a pasar, y siempre las mismas, aunque en incalculable número, mujeres de incisiva y elocuente mirada, beldades de esbelto talle y desenvuelta marcha; mujeres que, sin saber por qué, le arrancaban del echo hondos suspiros.
Cerraba bien los ojos para irme muriendo y descansar; pero no: tristezas espantosas pasaban por mi cabeza. Exhalaba hondos suspiros.
Un caballero, de aire noble y ya maduro, observa desde una esquina del Capitolio aquel agitarse vertiginoso de la colmena. Su aire revela hondos pesares.
El cuerpo de éste se estremeció; y apagose de súbito el pálido brillo de sus ojos. Quedaron formando cruz acostados sobre la misma charca, que Canelón olfateaba de vez en cuando entre hondos lamentos.
Mientras me vestía para salir pensaba que quién sabe si me enamoraré al estilo de este siglo: es cierto que los otros amores, los lentos, los enfermizos, son pedantes, cargosos, polarizan demasiado, son inoportunos y con pretensión de lo trascendental; pero son también más nobles, más hondos, más responsables, y el hecho de estar de vuelta de ellos no quiere decir que no los prefiramos: muchas veces preferimos no estar de vuelta de muchas cosas.
Ahora quiero agarrarlos a todos, los “hondos”, los superfluos y pasarlos por mi máquina cinematográfica a todo lo que da, ya me detendré cuando me canse.
¡Oh, cómo cantaría en un carmen sonoro la vida, el alma, el numen, del mallorquín de oro! De los hondos espíritus es de mis preferidos.
Tráfagos, fuerzas urbanas, trajín de hierro y fragores, veloz, acerado hipogrifo, rosales eléctricos, flores miliunanochescas, pompas babilónicas, timbres, trompas, paso de ruedas y yuntas, voz de domésticos pianos, hondos rumores humanos, clamor de voces conjuntas, pregón, llamada, todo vibra, pulsación de una tensa fibra, sensación de un foco vital, como el latir del corazón o como la respiración del pecho de la capital.
Verás entonces prados, y cabañas cubiertas por olmos y laureles y mirto y madre-selva; verás espesos montes, caminos y veredas bajo toldos de verde, fragante, inculta yerba; verás montañas, cerros y dilatadas sierras; robustos, viejos troncos y ramas que se quiebran al peso del follaje; mantos de rica hiedra cubriendo de las ruinas la desnudez escueta; hondos, negros abismos do pavoroso suena el murmurante arroyo que fue por la pradera; verás valles risueños y ríos y florestas, y el humo que, tranquilo, en espiral se eleva, y cabras y terneros y alondras...
RUDENZ.––(Saliendo.) Por fin, estamos solos, señorita. Nos rodean hondos precipicios... en este desierto no he de temer testigo alguno; voy a romper el prolongado silencio de mi corazón.