—¡Aquí vas a desembuchar la verdad o te rompemos la madre!— Rabió el otro que aparentaba ser muy malo. Los ojos del detenido resplandecieron de
ira al escuchar aquella ofensa.
Antonio Domínguez Hidalgo
Discurso Los que buscaron por causa de la conspiración de Casio contra César los leones de Megara, no sabían que el corazón de Casio, donde se encerraba la ira precipitada y la soberbia resuelta, era leonera y no corazón, y que su fiereza natural no necesitaba de otras fieras.
Yo, Cayo, no trazo conjura; antes formo tribunal; a ser jueces convoco los amigos, no a ser conjurados. La ira, ¡oh Ligario!, quema el entendimiento, no le alumbra; y la paciencia, que obliga a los buenos, anima a los malos.
El odio, el rencor, la envidia, la venganza, la
ira, la codicia, el desprecio, los prejuicios, la mentira, la humillación, la injusticia, la miseria, la indignidad eran cenizas, escombros, ruinas...
Antonio Domínguez Hidalgo
No la arguyas de flaca y temerosa. La codicia en las manos de la suerte se arroja al mar, la ira a las espadas, y la ambición se ríe de la muerte.
-refunfuñó el zapatero al par que aforaba con los ojos y con expresión de ira el grueso imponente del cigarro que empezaba a liar el recién llegado.
Joseíto oyendo a Rosario habíase incorporado, lívido y descompuesto, y -Eso es una calurnia -gritó con voz ahogada por la emoción y la ira.
Accedió el Totovías a los deseos del Tarumba, y algunos minutos más tarde, después de haber desocupado entre ambos una de la Pastora, decíale el último a su compadre con acento en que desbordaba la ira que le llenaba el corazón: -Pos verá usté: esta tarde, endispués de hacer como que comía, porque apenitas si pue tragar un bocao, me jateé como los mismísimos ángeles, y me fuí a la calle a probarle a la Rosarillo que, cuando yo digo que le doy a un hombre un guantazo, ese hombre debe encomenzar, al verme, por ponerse dambas manos en los carrillos.
Mas su sorpresa ante el frenético olvido de Enid, su
ira y su venganza estaban vivas allí, encendiendo el rastro químico de Wyoming, moviéndose en sus ojos vivos, que acababan, por fin, de fijarse en los nuestros.
Horacio Quiroga
Curro comprendía todo esto, presentía algo que le llenaba el corazón de frío, y una tarde en que a solas con sus amarguras pensaba lleno de ira y sentimiento en el desvío de la hembra que tan mal le pagaba sus sacrificios...
Sara, llena de una santa indignación, rebosando en generosa
ira y animada de esa fe inquebrantable en el verdadero Dios que su amante le había revelado, no pudo contenerse a la vista de aquel espectáculo y, rompiendo por entre la maleza que la ocultaba, presentóse de imprevisto en el umbral del templo.
Gustavo Adolfo Bécquer
En los del joven brillaban la confianza y el ánimo; el sol brilló sobre los dos, enviándoles su bendición. Entretanto el general seguía en su habitación, fuera de sí por la
ira.
Hans Christian Andersen