He aquí, pues, que contaremos su viaje a Xibalbá, dejando permanecer a Maestro Mono, Simio, hijos de Supremo Maestro Mago y cuya madre estaba ya muerta.
¿Dónde están mis hijos? ¿No han muerto en Xibalbá? ¿Sus dos descendientes, el signo de su Palabra, llamados Maestro Mono. Maestro Simio, no los ves tú?
Así que se lanzó a correr, y corrió hasta el límite de sus fuerzas y hasta quedar sin aliento, y hasta que las ladridos del cachorro sonaron muy débiles en la distancia. - Y, a pesar de todo, ¡qué cachorrito tan mono era!
Pero estos dos hijos eran muy grandes Sabios; grande su Ciencia; augures aquí en la tierra; buenos su existencia, su nacimiento. Se mostró toda la Ciencia ante Maestro Mono.
Maestro Simio, hijos de Supremo Maestro Mago. Maestro Mono. Maestro Simio, llegaron a ser músicos, cantantes, tiradores de cerbatana, pintores, escultores, joyeros, orfebres.
Ahora que se levantan estatuas al que realiza la más pequeña invención, imaginaos qué monumento debería elevar nuestra gratitud a aquellos descubridores desconocidos, cubiertos de pieles, untados de grasa, cuyo lenguaje no debía de ir más allá del ladrido de perro o del chillido del
mono.
Vicente Blasco Ibáñez
La abuela de Maestro Mono, Maestro Simio, estaba allí cuando la mujer Sangre vino a casa de la abuela de Maestro Mono, Maestro Simio.
Lanzó gritos inarticulados, indescriptibles, que hacían pensar en los chillidos de un mono y en los cloqueos de un ganso, sonido atroz, sin alma –maldito lenguaje del demonio–.
—el hombrecillo escuchaba atento—... Es como un hilo, pequeño como un renacuajo y tiene los ojos de triste hormiga y el cabello de
mono.
Antonio Domínguez Hidalgo
Farjalla acudió al embarcadero. Desde lejos era visible la cabeza del
mono, colocada sobre una pila de fardos de algodón. Farjalla apareció "como la cólera del profeta", según un testigo.
Roberto Arlt
Farjalla, que por negligencia aplazaba el envío, se daba a todos los diablos, y resolvió enviar en su lugar un chimpancé que estaba al cuidado de Tula, la mujer del negro que Farjalla había asesinado a tiros. Tula estaba sumamente encariñada con el pequeño
mono.
Roberto Arlt
El chimpancé la seguía como un chicuelo travieso sigue a su madre. Cuando la viuda se enteró de que el
mono iba a ser remitido a un jardín de fieras, se echó a llorar desconsoladamente.
Roberto Arlt