No se desanimó; y a aquéllos que pudo encontrar les pedía dinero, asegurando que le hacía falta, que se lo devolvería. Algunos se le rieron en la cara, todos la rechazaron.
Por lo visto, debe ser de papeles, pues a juzgar por lo que se toca con el cuchillo, este animal trae un protocolo en el buche. Los circunstantes
rieron a mandíbula batiente mi observación.
Gustavo Adolfo Bécquer
Una diosa me daño los pies; aquella que desde antiguo acorre y favorece a Odiseo cual una madre. Así dijo, y todos
rieron con gusto.
Homero
Levantóse en seguida el intrépido Polipetes; después, el vigoroso Leonteo, igual a un dios; más tarde, Ayante Telamonio, y por fin, el divino Epeo. Pusiéronse en fila, y el divino Epeo cogió la bola y la arrojó, después de voltearla; y todos los aquivos se
rieron.
Homero
Quejose de que se le subían a las barbas ciertos Adjetivos advenedizos, y concluyó diciendo que no le gustaban ciertas compañías y que más le valiera andar solo, de lo cual se rieron otros muchos Sustantivos fachendosos que no llevaban nunca menos de seis Adjetivos de servidumbre.
Durante todo el día siguiente se rieron mucho de esa aventura nocturna y el duque pretendía quE si, desgraciadamente, en tal caso hubiese destruido una virginidad, no hubiera incurrido en multa porque estaba borracho; le aseguraron que estaba equivocado y que efectivamente la habría pagado.
-Escribe lo que te he dicho. Los franceses se
rieron de admiración al ver al farmacéutico ocupado en ajustar cuentas cuando le rodeaban la muerte y la ruina.
Pedro Antonio de Alarcón
¡Vamos: un puntazo por lo que sea!… y que no haya que dar á esa espada una compañera sacada de las costillas como nuestra madre Eva.» La alusion á costillares produjo el efecto que el chusco deseaba, y aplaudieron sus partidarios y rieron los de los tendidos; lo cual oyendo Romero, dejando plantada á la fiera y á los espectadores suspensos, llegose bajo el palco del zumbador mancebo, la muleta recojida en la zurda y el estoque suspendido en el dedo corazon, y dijole con aquella sorna peculiar de la gente de plaza: «Su mercé parece por sus razones profesor del arte, y se vé à la legua lo acostumbrado que está á dar lecciones como maestro: con que no lo deje por poco y tome sin cortedad el lugar que le corresponde, que yo estoy pronto á escucharle.
Con la misma pluma con que escri- biera, en 1807, el elogio universitario de Abascal; en 1812, el discurso contra los insurgentes del Alto-Perú; en 1816, el elo- gio del virrey Pezuela; y en 1819, la oración fúnebre por los prisioneros realistas en la Punta de San Luis, producciones todas de subido mérito literario; con esa misma pluma, repe- timos, escribió, en 1824, el sermón por los patriotas que mu- rieron en la batalla de Junín; el elogio académico de Bolívar, en 1826; el bellísimo artículo crítico titulado El Fmilico, en que puse al Libertador como ropa de pascua, y la tan popu- lar letrilla Sucre, en el año veintiocho, irse á su tierra promete...
Entonces los jefes de Xibalbá hicieron ruido de risa: todos los jefes hicieron ruido de risa, pues en su espíritu eran victoriosos y Supremo Maestro Mago. Principal Maestro Mago, estaban vencidos. Rieron primeramente.
Fue dicha esta enormidad como se dicen las frases humorísticas más gordas cuando hay confianza y ternura; las dos amigas
rieron a carcajadas y se besaron.
Emilia Pardo Bazán
Si no, mirad a Ricaredo, que no parece sino que el sol se ha bajado a la tierra. ¿Y en aquel hábito va caminando por la calle?
Rieron todas del dicho de la doncella y de la disparatada semejanza de Tansi.
Miguel de Cervantes Saavedra