Solo Mírame a Mí

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Jae-ji estaba en problemas.

Lo sabía.

Lo sentía en cada latido acelerado de su corazón, en cada segundo en que sus pensamientos giraban exclusivamente en torno a Seulgi.

Había perdido el control.

Pero lo peor de todo…

Era que no le importaba.

Desde su confesión, Jae-ji no había podido quitarse a Seulgi de la cabeza.

Cada gesto suyo, cada mirada, cada sonrisa ligera y calculadora, la hacían enloquecer.

Y Seulgi lo sabía.

Sabía exactamente lo que le estaba haciendo.

Y lo disfrutaba.

Ese día en clases, Jae-ji intentó concentrarse.

Pero cada vez que miraba al frente, Seulgi ya la estaba observando.

Con esa maldita sonrisa.

Jae-ji apretó los labios.

No podía dejar que la distrajera.

Así que decidió ignorarla.

Mala idea.

Porque en cuanto lo hizo, sintió un leve roce en su pierna.

Seulgi había deslizado su pie hasta tocar el suyo bajo el escritorio.

Jae-ji se tensó.

No reaccionó.

No quería darle la satisfacción.

Pero entonces, Seulgi presionó un poco más.

Jae-ji sintió un escalofrío recorrer su espalda.

Seulgi estaba jugando con ella.

Y estaba funcionando.

Con un suspiro silencioso, Jae-ji apartó su pierna.

Pero en cuanto lo hizo, Seulgi se inclinó un poco hacia ella.

—Huyes de mí incluso cuando estamos sentadas —susurró, con diversión en la voz.

Jae-ji ni siquiera la miró.

—Estoy prestando atención a la clase.

Seulgi apoyó el mentón en su mano.

—Claro.

Jae-ji sintió su mirada sobre ella por el resto de la hora.

Y no pudo concentrarse en una sola palabra de la lección.

En la hora del almuerzo, Jae-ji decidió ir a la azotea para despejarse.

Pero, por supuesto, Seulgi la siguió.

—¿Pensaste que podrías escaparte? —preguntó con una sonrisa.

Jae-ji cruzó los brazos, fingiendo indiferencia.

—Pensé que podrías dejarme en paz por cinco minutos.

Seulgi ladeó la cabeza, acercándose.

—¿De verdad quieres que te deje en paz?

Jae-ji abrió la boca para responder.

Pero Seulgi acortó la distancia, hasta quedar justo frente a ella.

—Porque no lo parece —susurró, con una expresión traviesa—. No cuando me miras de esa forma.

Jae-ji sintió un calor recorrer su cuerpo.

—Yo…

Pero antes de que pudiera decir algo más, la puerta de la azotea se abrió.

Jae-ji se giró instintivamente.

Y su humor cambió al instante.

Porque quien había entrado…

Era Min-ho.

Jae-ji lo fulminó con la mirada.

No porque le tuviera un problema personal.

Sino porque…

Porque Min-ho había estado demasiado cerca de Seulgi últimamente.

Y eso no le gustaba.

Para nada.

Min-ho les dedicó una sonrisa amistosa.

—Ah, las dos están aquí. ¿Molesto?

Jae-ji estaba a punto de decir que sí.

Pero Seulgi habló antes.

—Para nada.

Jae-ji sintió los celos subir por su pecho como fuego.

Y lo supo.

No podía seguir negándolo.

Era completamente, irremediablemente, obsesiva con Seulgi.

La conversación con Min-ho fue corta, pero para Jae-ji, cada segundo fue insoportable.

Cada vez que Min-ho se dirigía a Seulgi.

Cada vez que ella le respondía con amabilidad.

Cada vez que sonreía.

Jae-ji quería sacarlo de ahí.

No.

Quería que Seulgi solo la mirara a ella.

Cuando finalmente Min-ho se despidió y se fue, Jae-ji no pudo contenerse más.

Tomó a Seulgi de la muñeca y la empujó contra la pared.

Seulgi la miró, sorprendida pero divertida.

—¿Celosa?

Jae-ji entrecerró los ojos.

—¿Qué crees?

Seulgi dejó escapar una risita.

—Eres linda cuando estás así.

Jae-ji apretó los dientes.

—No me gusta cuando hablas con él.

Seulgi alzó una ceja.

—¿Oh?

—No me gusta cuando te mira.

—¿No?

—No me gusta cuando le sonríes.

Seulgi sonrió aún más.

—Entonces haz algo al respecto.

Jae-ji se quedó en silencio.

Porque lo entendió.

Seulgi la estaba empujando.

Estaba provocándola.

Así que, con un gruñido frustrado, la tomó por la nuca y la besó.

Pero esta vez…

Esta vez, el beso no era una batalla de poder.

Esta vez, era pura necesidad.

Y Seulgi lo correspondió con la misma intensidad.

Cuando se separaron, Jae-ji jadeaba levemente, su frente apoyada en la de Seulgi.

Seulgi sonrió contra sus labios.

—Eres completamente mía, ¿verdad?

Jae-ji cerró los ojos.

Lo sabía.

Lo había sabido desde hacía mucho.

Y, finalmente, lo admitió.

—Sí.

Seulgi dejó escapar una risita satisfecha.

—Bien.

Jae-ji no pudo evitar sonreír también.

Porque por primera vez…

No le importaba haber perdido.


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