
Si hasta ahora no teníamos bastante con el terrorismo, la crisis económica y el paro añadido, ahora debemos añadir un nuevo motivo de preocupación: la gripe porcina.
De todos es sabido que el miedo paraliza. Lo saben muy bien los ciudadanos norteamericanos después del 11-S. El miedo hace a los individuos débiles y facilmente manipulables. También conocía los efectos del miedo la Iglesia Católica en la larga y oscura noche medieval, en la que tan a menudo hacían cabalgar sobre el horizonte a los cuatro jinetes de Apocalipsis. Los jinetes cabalgan de nuevo y los medios de comunicación nos despiertan cada día con una alarma nueva que llevarnos a la boca.
Ahora le ha llegado el turno a la gripe porcina, de modo que, a lo mejor durante algunos días, no se hablará hasta la saciedad de la crisis y el número de parados que a todos y cada uno nos acongoja. Ahora saldremos a la calle preocupados por si el vecino, o el compañero de trabajo que ha viajado hace poco a México, no se habrá traído el virus en la maleta, o si la gripe se extenderá tan rápidamente que no le dará tiempo a la sanidad mundial a reaccionar. Y acabaremos todos llevando mascarillas como en esas películas americanas de alarmas creadas por la guerra bacteriológica, o por si el mundo al final termina siendo como en "Soy Leyenda", la película protagonizada por un Willy Smith paranoico, donde la ciudad de Nueva York es un desierto poblado por seres terroríficos contagiados por un extraño virus.
Se trata pues, de ir agotando las alarmas, pero cuidando de que siempre haya una nueva de repuesto para suplantar a la anterior, no vaya a ser que nos relajemos y dejemos de vivir angustiados. No nos queda más remedio que levantarnos cada día echarnos el miedo a la espalda y seguir viviendo, porque ante esos supuestos peligros nada podemos hacer. De modo que al miedo, le debemos añadir el sentimiento de impotencia, porque, ¿qué podemos hacer nosotros frente a la crisis, el terrorismo, la gripe aviar (que ya parece que ha dejado de ser amenaza) o la porcina? Nos acostumbraremos a vivir con el miedo que circula libremente por el mundo, pues ahora además, el miedo como todo, es global.