-Pos lo que le pasó fue que entre los muchos hombres que le tiraron los chambeles a la Rosarito, uno de ellos, un tal Curro el de Chiclana...
o era el convencimiento que tenía Curro de que aquella pícara enfermedad concluiría por llevárselo en la tertulia al camposanto, lo que le causaba más pena.
Curro, no obstante la alegría que le causaba la inesperada visita de su viejo pariente, no pudo evitar, al oirlo, un gesto de desagrado.
Tú estás ya que jaces gárgaras, y con razón, por la hija del señor Curro...
Él, como era natural, se abroncó una miajita, y jasta me parece que metió mano al jierro; pero no pasó naíta, señor Curro, naíta que merezca la pena de contarse.
El día en que aconsejados por la curiosidad pasamos los umbrales del citado ventorrillo, que se eleva dando vista a la población, a los montes y al cementerio, ya el señor Curro habíase ido, a causa de un segundo acosón hemipléjico, al último indicado lugar, y Paco Cárdenas, su sobrino, era el que oficiaba de experto timonel en aquel barco, para el cual parecía que no había hecho la Divina Providencia más que mares en bonanza.
Y terminado que hubo don Leovigildo, acercose a la caja el Zorzales, que parecía próximo a caer desplomado, se arrodilló junto a la muerta, y reclinando su frente casi en la de aquélla, puso en su faz su último beso. -Vamos, vamos ya -díjole Curro el Madroño.
Rosario rió dulcemente, y -Vamos, compadre, menos sangría y menos vinagrá, y jágame usté el favor de decirme qué es lo que le ha encargao mi Curro que usté me diga.
y mi comadre y Curro... Joseíto oyendo a Rosario habíase incorporado, lívido y descompuesto, y -Eso es una calurnia -gritó con voz ahogada por la emoción y la ira.
-Esto es lo que yo le había dicho a usté, que mi Curro y mi comadre estaban, como nosotros estábamos, de palique y que sa menester que se enmiende usté, compadre, y que como se merecía usté un castigo por mala presona...
Y, sigún me contó a mí mi pairino, el señor Toño el Clavija, al que ustés conocerán porque es más conocío que la ruá y tiée un puesto de berza pela por medio con el de Antoñico el Cerrojazo, que tamién se las trae, poique ese Cerrojazo fue el que mató a Toñico el Cardenales en la calle de la Armona, que ustés oirían contar la faena poique la cosa dio mucho ruío y con razón, poique el Cardenales la pintaba de retaco sin seguro y además le había dao mucho cartel el haberle quitao como le quitó a un tal don Curro la jembra que tenía...
eunidos en el patio de la casa, que inundaba la luna con sus argentados resplandores y una frondosísima dama de noche llenaba de cálidos perfumes, charlaban animadamente varios de los más caracterizados prohombres del barrio, entre los cuales oficiaba de pontífice máximo el señor Curro el Cotufas -decano de la gente de ácana del distrito-, un casi ochentón de tez rugosa y pelo blanquísimo, el cual en los momentos en que lo sacamos a escena decía a los que lo rodeaban: -Lo que yo sus digo, caballeros, es que lo que ha hecho el Tobi con su chanelo con Joseíto el Carambuco está pidiendo a voces que lo manden no a Ceuta ni a Melilla, ni al Peñón, sino a ca del veterinario a que le ponga dos pares de calzapollos.