Eva contra Eva
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Dulce María Sotolongo Carrington
Filóloga y especialista en Literatura Cubana muy polifacética. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) ha recibido diversos premios por su fecunda labor. Entre los títulos principales que conforman la obra de esta autora, se encuentran: Agustín Marquetti n.° 40, En el balcón aquel y Vida consentida. Sus cuentos aparecen en antologías de Cuba, Estados Unidos, México y España.
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Vista previa del libro
Eva contra Eva - Dulce María Sotolongo Carrington
Índice de contenido
Eva siempre Eva
Una mujer
Eva contra Eva
Solo de Eva
La mujer y el muro
La lista
Eva y el tabaco
El otro cuerpo de Eva
Eva y sus demonios
El adivinador
Yolanda, eternamente Yolanda
Código de dos
Eva y la isla
Días de libélulas
Eva y el piano
Cuando se apagan otras luces
Eva y la metamorfosis
Revelación
Amelia
Cuentos de camellos
X y la penumbra o El país del otro
Only you
El falo de Alejandría
Ama de casa
Plasmamanía
Tele-escape
La cama
El Otro
La manisera
Café…Cubita…Café
El café nuestro de cada día
Animal Prehistórico
Trilce
Mira la bolita
Eva y el diablo
La Misión
Dulce María Sotolongo Carrington
(La Habana, 1963) Filóloga, escritora, editora y periodista. Miembro de la UNEAC. . Ha publicado, entre otros títulos: Té con limón, antología erótica femenina en coautoría con Amir Valle (Ed. Oriente, 2001), Nosotras dos, primera antología lésbica cubana (Ed. Unión, 2013); No me hables del cielo, novela (Ed. Letras Cubanas, 2014). Sus cuentos aparecen en antologías y revistas cubanas y extranjeras.
María del Carmen Sanabria Castillo
(Matanzas, 1975) Médico especialista en Medicina General Integral. Poeta y narradora. Miembro de la UNEAC. Egresada del Curso de narrativa del Centro Onelio Jorge Cardoso. Ha publicado entre otros títulos: Noticias del agua (Ed. Extramuros, 2001); Animales que me cuentan (Ed. Extramuros, 2005), y Un pedazo de alama, antología de médicos escritores en coautoría con Luis Vaillant. Sus cuentos aparecen en antologías y revistas cubanas y extranjeras.
Edición: Bertha Hernández López / Susana García Amorós
Ilustración de cubierta: Denis Núñez
Diseño de cubierta e interior: Marcel Mazorra Martínez
Realización: Yuliett Marín Vidiaux
Conversión y revisión del ebook: Ana Molina G.
© Dulce María Sotolongo Carrington María del Carmen Sanabria Castillo, 2016
© Sobre la presente edición:
Ediciones Cubanas, Artex, 2017
ISBN 978-959-7245-64-3
Sin la autorización de la editorial Ediciones
Cubanas queda prohibido todo tipo de
reproducción o distribución de contenido.
Ediciones Cubanas
5ta Ave. No. 9210. Esquina a 94. Miramar. Playa
e-mail: editorialec@edicuba.artex.cu
Telef (53) 7207-5492, 7204-3585, 7204-4132
A Susana García Amorós, quien me inspiró este libro
A Keyla Pacheco de Moya, protagonista de algunas de estas historias
A Gloria Carrington Madrigal, in memoriam, que fue mi mejor lectora
A Arabella Sotomayor, por su santidad como mujer
El enemigo de la mujer es la propia mujer.
MariBlanca Sabás Alomá
Eva siempre Eva
Si los platos limpios son de ambos,que los sucios también lo sean.
Grupo feminista ATEM
Según Génesis (2,3) la serpiente era más astuta que todos los animales salvajes que Dios creara. Inducida por su sagacidad hizo que la mujer probara un fruto del árbol prohibido por él, que se alzaba en medio del jardín de Edén: Dios sabe que cuando ustedes coman del fruto de ese árbol podrán saber lo que es bueno y lo que es malo, y entonces serán como Dios. La mujer vio que el fruto del árbol era hermoso y le dio ganas de probarlo y de llegar a tener entendimiento. Luego lo dio a su esposo y él también lo comió. Entonces se percataron que estaban desnudos y cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas.
Cuando Dios descubrió la desobediencia de ambos los castigó. La serpiente se arrastraría de por vida. A la mujer le indicó: Aumentaré tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Pero tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti…
Obviaré escribir el castigo que le tocó a Adán. No por problemas de machismo, sino porque el presente libro de relatos trata sobre:
La mujer —persona adulta del sexo femenino entre otras acepciones del Diccionario de uso del español de América y España, único que tengo a mano en mi PC— ha sido objeto de discriminación a lo largo de la historia desde su participación protagónica en el pecado original
, en el cual, sin ofender al Creador del universo, llevó la peor parte.
El hecho en sí que se recoge en la Génesis
del Libro Sagrado quizás dio lugar a que, a partir de ese instante, condenados a la mortalidad con todas las incógnitas que ella recepta (y de la cual somos partícipes como descendientes), los conceptos evarianos se llenaran de antónimos en las acciones que, más que hacer de la mujer sujeto respetado y considerado, la consumiera entre lavas de intolerancia, desigualdad, irrespeto y desconsideración.
Por siglos ha llevado sobre sí el peso de las labores domésticas, las molestias de la gestación, los dolores y peligros a los que se ve expuesta en el parto de sus descendientes; la lactancia, educación y responsabilidad sobre los mismos, porque, a pesar que durante la cópula se depositan las semillas a partes iguales (óvulo y espermatozoide), la encomienda de traer al mundo un nuevo individuo le corresponde por entero.
Esclavizada por leyes y normas sociales que vejan no solo su cuerpo —recordemos aquellas que aún sufren ablación (extirpación) del clítoris o infibulación (clítoris y labios mayores y menores) en determinadas comunidades afroasiáticas o las que tienen que esconderse detrás de calurosas burkas que encarcelan su apariencia—; sino también su espiritualidad, criterios e independencia. Marginadas por estatutos religiosos, políticos, éticos y estéticos, la mujer ha tenido, y aún lo hace, que combatir muy duro para quitar de encima las marcas del machismo, racismo, segregación, xenofobia, falta de libertad; y ejercer su convivencia sin derecho al pleno disfrute del placer sexual y psicológico; y el mérito que conlleva mantener la natalidad en un mundo envejecido por los vicios, terrorismo, desacatos, trastornos graves en la comunicación y otros cuya lista haría interminable este prólogo.
Más que los hombres, la mujer ha sido víctima de crímenes de lesa humanidad, recogidos en el Estatuto de Roma el 17 de julio de 1998, durante la Conferencia Diplomática de plenipotenciarios de las Naciones Unidas sobre el establecimiento de una Corte Penal Internacional.
Infinidad de siglos de asesinatos, torturas, violaciones sexuales, secuestros, desapariciones, prostitución o esclavitud sexual, encarcelamientos o acosos por incomprensiones religiosas, políticas, étnicas, o de orientación sexual, entre otras, tuvo que transitar la mujer para que hoy tenga igualdad de derechos con respecto a los hombres, cuestión que aún, en tiempos donde la tecnología acapara la transitoriedad de la existencia, no ha sido totalmente resuelta.
La pobreza de unas, el desamparo de otras, la irracionalidad, temores, agotamientos físicos y psíquicos, descortesía y aplanamiento afectivo por un gran porciento del género masculino (mencionémoslos a ellos solo en este párrafo), entre decenas de variables, aumentan la desproporción hombre/mujer a tal magnitud, que aunque no son pocas las defensas en pro de un adecuado cauce a tales limitantes, continúa la mujer desemancipada y mercantilizada dentro de un océano de azares, desbalances, vandalismo y omisión de sus potestades.
Grandes avances se han logrado en la autonomía femenina, sin embargo costaron siglos de sudor, contrapunteos y muertes.
Si nos remontamos al proceso histórico social en la edad contemporánea, desde las postrimerías del siglo
xviii
, en plena revolución francesa, se viene propulsando la reivindicación de los derechos feministas o la igualdad de derechos entre ambos sexos, lo que significaría la emancipación de la mujer, que a lo largo de cada época, en la totalidad de civilizaciones, fue de subordinación. Con respecto a ello, el mito del matriarcado no manifestaría una realidad histórica de predominio femenino, sino una realidad antropológica distinta.
Durante la revolución francesa de 1789 la disputa por los derechos políticos de la mujer se inició de manera infructuosa. Las querellantes denunciaron que la libertad, igualdad y fraternidad solo hacía partícipe a los hombres. Una de las protestantes más fibrosas fue Olympe de Gouges, autora de la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, en 1791, dos años después de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. El documento escrito por ella reclamaba para las mujeres iguales derechos políticos y de sufragio. Si ellas podían subir las escaleras al cadalso, podían también ocupar cargos públicos. No tuvo éxito. En la saturada vorágine del pavor revolucionario murió ajusticiada en la guillotina. Pocos años después Napoleón, en su código legislativo, sometería a la mujer a una estricta autoridad masculina mucho más enérgica.
A fines del siglo
xix
se consiguió el sufragio femenino (ya las mujeres podrían tener derecho al voto); y pronto el siglo
xx
acogió el feminismo, cuyos objetivos incluían la igualdad en todos los ámbitos. 1975 fue declarado Año Internacional de la Mujer por la Organización de