La Gaya Ciencia
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Friedrich Nietzsche
Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844 1900) was a German philosopher. He began his career as a classical philologist before turning to philosophy. He became the youngest person to hold the Chair of Classical Philology at the University of Basel in 1869 at the age of 24, but resigned in 1879 due to health problems that plagued him most of his life; he completed much of his core writing in the following decade. In 1889, at age 44, he suffered a collapse and afterward a complete loss of his mental faculties, with paralysis and probably vascular dementia. He lived his remaining years in the care of his mother until her death in 1897 and then with his sister Elisabeth Förster-Nietzsche. Nietzsche died in 1900, after experiencing pneumonia and multiple strokes.
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Comentarios para La Gaya Ciencia
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- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5el libro es muy bueno y entretenido con su texto
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La Gaya Ciencia - Friedrich Nietzsche
ley.
ÍNDICE
LA GAYA CIENCIA
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
PRÓLOGO
LIBRO PRIMERO
1 Los doctrinarios del fin de la existencia
2 La conciencia intelectual
3 Noble y vulgar
4 Lo que conserva la especie
5 Los deberes absolutos
6 Pérdida de dignidad
7 Notas para los laboriosos
8 Virtudes inconscientes
9 Nuestras erupciones
10 Una especie de atavismo
11 La conciencia
12 Los objetivos de la ciencia
13 Para la doctrina del sentimiento de poder
14 Todo lo que llaman amor
15 Visto a distancia
16 Atravesar la pasarela
17 Explicar su pobreza
18 Orgullo antiguo
19 El Mal
20 Dignidad de la locura
21 A los doctrinarios del desinterés
22 El orden del día del rey
23 Los síntomas de la corrupción
24 Diferentes descontentos
25 No predestinado al conocimiento
26 ¿Qué significa vivir?
27 El que renuncia
28 Hacer daño con lo mejor que se tiene
29 Mentiras retrospectivas
30 La comedia de los hombres célebres
31 Comercio y aristocracia
32 Discípulos indeseables
33 Fuera de la sala de conferencias
34 Historia escondida
35 Herejía y brujería
36 Últimas palabras
37 En virtud de tres errores
38 Las naturalezas explosivas
39 Cambio de gusto
40 Sobre la falta de una forma distinguida
41 Contra el arrepentimiento
42 Trabajo y tedio
43 Lo que revelan las leyes
44 Los motivos en los que se cree
45 Epicuro
46 Nuestro asombro
47 Sobre la represión de las pasiones
48 Conocimiento de la miseria
49 La generosidad y sus afines
50 El argumento del aislamiento
51 Sentido de la verdad
52 Lo que otros saben de nosotros
53 ¿Dónde comienza el bien?
54 La conciencia de la apariencia
55 El sentido supremo de la nobleza
56 El deseo de sufrir
LIBRO SEGUNDO
57 A los realistas
58 ¡Sólo en cuanto creadores!
59 Nosotros, los artistas
60 Las mujeres y su acción a distancia
61 En honor de la amistad
62 Amor
63 La mujer en la música
64 Escépticas
65 Entrega
66 La fuerza de los débiles
67 Fingir su propio carácter
68 Voluntad y sumisión
69 Aptitud para la venganza
70 Dominadoras de amos
71 Sobre la castidad femenina
72 Las madres
73 Santa crueldad
74 Las que no tienen éxito
75 El tercer sexo
76 El mayor peligro
77 La buena conciencia animal
78 Nuestras razones para estar agradecidos
79 Atractivo de la imperfección
80 Arte y naturaleza
81 El gusto griego
82 El «esprit» no es griego
83 Traducciones
84 Sobre el origen de la poesía
85 Lo bueno y lo bello
86 Sobre el teatro
87 Sobre la vanidad de los artistas
88 Seriedad con la verdad
89 Ahora y antes
90 Luces y sombras
91 Precaución
92 Prosa y poesía
93 Pero ¿por qué escribes?
94 Crecimiento póstumo
95 Chamfort
96 Dos oradores
97 Sobre la palabrería de los escritores
98 En honor a Shakespeare
99 Los discípulos de Schopenhauer
100 Aprender a rendir homenaje
101 Voltaire
102 Dos palabras para los filólogos
103 Sobre la música alemana
104 Sobre la entonación del idioma alemán
105 Los alemanes como artistas
106 La música como Mediadora
107 Nuestro agradecimiento último al arte
LIBRO TERCERO
108 Nuevas luchas
109 Puesta en guardia
110 Origen del conocimiento
111 Origen de la lógica
112 Causa y efecto
113 Para la ciencia de los venenos
114 Amplitud del elemento moral
115 Los cuatro errores
116 El instinto gregario
117 Remordimiento gregario
118 Benevolencia
119 ¡Nada de altruismo!
120 Salud del alma
121 La vida no es un argumento
122 El escepticismo moral en el cristianismo
123 El conocimiento es más que un medio
124 En el horizonte de lo infinito
125 El loco
126 Explicación mística
127 El efecto ulterior de la religiosidad más antigua
128 Valor de la oración
129 Las condiciones de Dios
130 Una decisión peligrosa
131 Cristianismo y suicidio
132 Contra el cristianismo
133 Principio
134 Los pesimistas como víctimas
135 Origen del pecado
136 El pueblo elegido
137 En parábola
138 El error de Cristo
139 El color de las pasiones
140 Demasiado judío
141 Demasiado oriental
142 Incensadas
143 Sobre la mayor utilidad del politeísmo
144 Guerras religiosas
145 Peligro de los vegetarianos
146 Esperanzas alemanas
147 Pregunta y respuesta
148 Sobre el origen de la Reforma
149 Fracaso de las reformas
150 Para la crítica de los santos
151 Sobre el origen de la religión
152 El mayor cambio
153 Horno poeta
154 Sobre la vida con diversos peligros
155 Lo que nos falta
156 Lo más influyente que hay
157 Mentir
158 Cualidad incómoda
159 Cada virtud tiene su momento
160 En el trato con las virtudes
161 A los amantes de la época
162 Egoísmo
163 Hacia una gran victoria
164 Quienes buscan el descanso
165 Sobre la suerte de los que renuncian
166 Siempre entre nosotros
167 Misantropía y amor
168 Un enfermo
169 Enemigos declarados
170 Contra la multitud
171 Gloria
172 El corruptor del gusto
173 Ser profundo y parecerlo
174 Aparte
175 Sobre la elocuencia
176 Compadecer
177 Para el «sistema educativo»
178 Para la liberación de la moral
179 Pensamientos
180 El buen momento de los espíritus libres
181 Seguir e ir adelante
182 En la soledad
183 La música del mejor futuro
184 Justicia
185 Pobre
186 Mala conciencia
187 Lo que hay de ofensivo en la presentación
188 Trabajo
189 El pensador
190 Contra los aduladores
191 Contra cierta defensa
192 Los benevolentes
193 La malicia de Kant
194 «Con el corazón en la mano»
195 Risible
196 Límites de nuestro oído
197 ¡Cuidado con esto!
198 Despecho del orgulloso
199 Liberalidad
200 Reír
201 Aprobación
202 Un derrochador
203 Hic niger est
204 Los mendigos y la cortesía
205 Necesidad
206 Mientras llueve
207 Envidioso
208 Gran hombre
209 Sobre cierta forma de preguntarnos nuestras razones
210 Moderación en el celo
211 Enemigos secretos
212 No fiarse de las apariencias
213 El camino de la felicidad
214 La fe que salva
215 Ideal y materia
216 Peligro de la voz
217 Causa y efecto
218 Mi antipatía
219 Finalidad del castigo
220 Sacrificio
221 Consideración
222 El poeta y el mentiroso
223 Sacristía de los sentidos
224 Crítica por parte de los animales
225 Los hombres naturales
226 Los espíritus desconfiados y el estilo
227 Falsa deducción
228 Contra los mediadores
229 Obstinación y fidelidad
230 Falta de discreción
231 Los que quieren conocer «a fondo»
232 Soñar
233 El punto de vista más peligroso
234 Reflexiones consoladoras de un músico
235 Talento y carácter
236 Para mover a la masa
237 El cortés
238 Sin envidia
239 Sin alegría
240 Junto al mar
241 La obra y el artista
242 A cada uno lo suyo
243 Origen de las ideas de «bueno» y de «malo»
244 Pensamientos y palabras
245 Alabanza en la elección
246 Matemáticas
247 Hábito
248 Libros
249 El lamento del que busca el conocimiento.
250 CulpabilidaD
251 Los que sufren sin que se sepa
252 Es mejor seguir siendo deudor
253 Siempre en nuestra casa
254 Contra la perplejidad
255 Imitadores
256 La epidermidad
257 Por experiencia
258 El que niega el azar
259 En el paraíso
260 Uno por uno
261 Originalidad
262 Sub specie o eterni
263 Sin vanidad
264 Lo que hacemos
265 Último escepticismo
266 Donde es necesaria la crueldad
267 La virtud de una gran meta
268 ¿Qué nos hace heroicos?
269 ¿En qué crees?
270 ¿Qué dice la conciencia?
271 ¿Dónde residen los mayores peligros?
272 ¿Qué amas en los demás?
273 ¿A quién llamas malo?
274 ¿Qué consideras más humano?
275 ¿Cuál es el signo de que se ha adquirido la libertad?
LIBRO CUARTO
276 Para el Año Nuevo
277 Providencia personal
278 El pensamiento de la muerte
279 Amistad de estrellas
280 Arquitectura para los que buscan el conocimiento
281 Saber encontrar el fin
282 La manera de andar
283 Hombres preliminares
284 La fe en sí mismos
285 ¡Excelsior
286 Divagación
287 Placer de la ceguera
288 Elevadas tonalidades del alma
289 ¡Levemos anclas!
290 Una sola cosa es necesaria
291 Génova
292 A los predicadores de la moral
293 Nuestra atmósfera
294 Contra quienes calumnian a la naturaleza
295 Costumbres breves
296 La reputación permanente
297 Saber contradecir
298 Lamento
299 Lo que podemos aprender de los artistas
300 Preludios de las ciencias
301 Delirio de los contemplativos
302 Peligro del más feliz
303 Dos seres felices
304 Actuando, omitimos
305 Autodominio
306 Estoicos y epicúreos
307 En favor de la crítica
308 La historia de todos los días
309 Sobre la séptima soledad
310 Voluntad y ola
311 Luz refractada
312 Mi perro
313 Nada de cuadros de mártires
314 Nuevos animales domésticos
315 Sobre la última hora
316 Hombres proféticos
317 Mirada retrospectiva
318 Sabiduría en el dolor
319 Como intérpretes de nuestras vivencias
320 En el momento de volverse a ver
321 Nueva prudencia
322 Metáfora
323 Destino afortunado
324 En la mitad de la vida
325 Lo que constituye una muestra de grandeza
326 Los médicos del alma y el dolor
327 Tomar en serio
328 Saber hacer daño a la estupidez
329 Ocio e inactividad
330 Aprobación
331 Más vale sordo que ensordecido
332 El mal cuarto de hora
333 ¿Qué significa conocer?
334 Hay que aprender a amar
335 ¡Viva la física!
336 Avaricia de la naturaleza
337 El «sentimiento de humanidad» del futuro
338 La voluntad de sufrir y los compasivos
339 La vida es una mujer
340 Sócrates moribundo
341 La carga más pesada
342 Comienza la tragedia
LIBRO QUINTO
343 Lo que conlleva nuestra alegría
344 En qué sentido seguimos siendo también piadosos
345 La moral como problema
346 Nuestro interrogante
347 Los creyentes y su necesidad de creer
348 Sobre el origen de los sabios
349 Más sobre el origen de los sabios
350 En honor de los hombres religiosos
351 En honor de las naturalezas sacerdotales
352 ¿En qué sentido es casi imprescindible la moral?
353 Sobre el origen de las religiones
354 Sobre el «genio de la especie»
355 Sobre el origen de nuestra noción de «conocimiento»
356 ¿En qué medida serán cada vez más «artísticas» las condiciones de vida en Europa?
357 A propósito del viejo problema: «¿qué es alemán?»
358 La sublevación de los campesinos en el terreno del espíritu
359 La venganza sobre el ingenio y otros motivos secretos de la moral
360 Dos clases de causas que se confunden
361 A propósito del problema del actor
362 Nuestra creencia en una virilización de Europa
363 Cómo cada sexo tiene sus prejuicios acerca del amor
364 Habla el ermitaño
365 Habla el ermitaño otra vez
366 A la vista de un libro erudito
367 Primera distinción que se ha de hacer en materia de obras de arte
368 Habla el cínico
369 Una coexistencia que se da en nosotros
370 ¿Qué es el romanticismo?
371 Nosotros, los incomprensibles
372 ¿Por qué no somos idealistas?
373 La «ciencia» como prejuicio
374 Nuestro nuevo «Infinito»
375 ¿Por qué parecemos epicúreos?
376 Las lentitudes de la vida
377 Nosotros, los apátridas
378 «Y volver a ser transparentes»
379 Intermedio del loco
380 Habla el «caminante»
381 La cuestión de la inteligibilidad
382 La gran salud
383 Epílogo
INTRODUCCIÓN
La Gaya Ciencia, traducido al español como El Gay Saber (El Alegre Saber)
es una de las obras capitales del filósofo Friedrich Nietzsche, escrita en 1882. Con ella se cierra el periodo negativo
(de destrucción de la metafísica cristiana) y se abre el periodo afirmativo (de construcción de nuevos valores), en el que se destaca la obra Así Habló Zaratustra
. Para Friedrich Nietzsche, el cristianismo inventó un mundo ideal, inexistente, alejado de todo contacto con el mundo real. Definía el cristianismo, como una filosofía y una moral vulgares para personas débiles y esclavos que propone valores decadentes que no dejan que las personas sean libres. En esta obra, reivindicó el ateísmo como única forma de alcanzar la fuerza, la libertad y la independencia perdida por culpa del cristianismo y anunció la muerte de Dios. El título utiliza una locución muy frecuente en la época, derivada de una expresión del occitano Gai Saber
que hace referencia a todas las habilidades técnicas necesarias para escribir poesía, es decir, el arte poético.
PRÓLOGO
1
Este libro necesitaría, sin duda, algo más que un prólogo; a fin de cuentas, siempre quedará la duda de si, por no haber vivido nada parecido, alguien puede llegar a familiarizarse mediante prólogos con la existencia que precede a este libro. Parece escrito en el lenguaje de un viento de deshielo. Todo es aquí arrogancia, inquietud, contradicción, como un tiempo de abril, que hace recordar constantemente tanto el invierno demasiado reciente aún, como a la victoria obtenida sobre el invierno, esa victoria que viene, que debe venir, que tal vez haya venido. La gratitud fluye en él a oleadas, como si acabara de ocurrir el acontecimiento más inesperado, la gratitud de un convaleciente (pues la curación era ese acontecimiento más inesperado).
La Gaya Ciencia
: he aquí lo que anuncia las Saturnales de un espíritu que ha resistido pacientemente a una prolongada y terrible presión (paciente, rigurosa, fríamente, sin someterse, pero también sin esperanza), y que de pronto se ve asaltado por la esperanza de la salud, por la embriaguez de la curación. ¿Es de extrañar que en este estado salgan a la luz muchas cosas insensatas y locas, mucha ternura arrogante despilfarrada en problemas que tienen la piel erizada de espinas y que no se dejan acariciar ni seducir de ningún modo?
Todo este libro no es efectivamente más que una necesidad de gozar tras un largo período de privación y de impotencia, el estremecimiento de alegría de las fuerzas recuperadas, la fe nuevamente despierta en una mañana y en un pasado mañana, el sentimiento y el presentimiento repentinos del futuro, de nuevas aventuras, de mares nuevamente abiertos, de metas nuevamente accesibles, nuevamente dignas de fe. ¡Y cuántas cosas no dejo atrás de ahora en adelante! Este trozo de desierto, de agotamiento, de incredulidad, de helada en plena juventud, esa sensibilidad introducida donde no le corresponde, esa tiranía del dolor sólo superada por la tiranía del orgullo, que rechazaba las consecuencias del dolor (pues las consecuencias son consuelos), ese aislamiento radical como defensa desesperada contra lo que había convertido en una misantropía de mórbida lucidez, esa profunda limitación a la amargura, a la aspereza, al aspecto lacerante del conocimiento, del modo como lo prescribía el hastío poco a poco desarrollado, merced a una imprudente dieta espiritual, verdadera golosina del espíritu (llaman a eso romanticismo), ¡oh!, ¿quién podría experimentar eso jamás? Mas quien podría hacerlo sabrá sin duda perdonarme mejor un poco de locura, de exuberancia, de Gaya Ciencia
. Por ejemplo, ese puñado de cantos que en esta ocasión se han añadido al libro, en los que un poeta se burla de todos los poetas de un modo difícilmente perdonable. ¡Ah! Este resucitado no sólo siente ganas de ejercer su malicia frente a los poetas y sus bellos sentimientos líricos
; ¿quién sabe la clase de víctima que elegirá, qué monstruoso tema de parodia le excitará dentro de poco? Incipitparodia, está escrito al final de este libro de inquietante desenvoltura. ¡Cuidado! Algo esencialmente siniestro y mordaz se prepara: incipitparodia, de eso no hay duda.
2
Pero dejemos ya al señor Nietzsche; ¿qué nos importa que el señor Nietzsche haya recuperado la salud? Pocas cuestiones resultan tan seductoras a un psicólogo como la de la relación entre la salud y la filosofía y, en el caso de que él mismo cayese enfermo, penetraría en su mal con toda su curiosidad científica. En efecto, si se es una persona, cada cual tiene necesariamente la filosofía de su propia persona; no obstante, hay aquí una notable diferencia. En uno, son sus carencias quienes se ponen a filosofar, en otro sus riquezas y sus fuerzas. Para el primero, su filosofía es una necesidad, en tanto que sostén, calmante, medicamento, entrega, elevación, alejamiento de sí mismo; para el segundo, no es más que un hermoso lujo, en el mejor de los casos, la voluptuosidad de un reconocimiento triunfante que para completarse debe aún inscribirse con letras mayúsculas en el firmamento de las ideas. En el otro caso más corriente, cuando es la miseria quien hace filosofía como en todos los pensadores enfermos (y tal vez son los pensadores enfermos los que más abundan en la historia de la filosofía), ¿qué será del pensamiento sometido a la presión de la enfermedad? Ésta es la cuestión que interesa al psicólogo, y aquí es posible la experiencia. No de otro modo obraría un viajero que decide despertarse a una hora determinada y que luego se entrega tranquilamente al sueño; del mismo modo nosotros, los filósofos, si caemos enfermos, nos entregamos en cuerpo y alma a la enfermedad. (cerramos los ojos, por así decirlo, ante nosotros mismos). Y del mismo modo que el viajero sabe que algo en él no duerme, que cuenta las horas y que sabrá despertarle a la hora requerida, también nosotros sabemos que el instante decisivo nos hallará despiertos, y que entonces surgirá algo que sorprenderá al espíritu el flagrante delito, es decir, a punto de debilitarse o de retroceder, de rendirse o de resistir, de entristecerse o de caer en quién sabe qué estados mórbidos del espíritu, que en los días de buena salud tienen en contra suya el orgullo del espíritu (pues según el viejo dicho: El espíritu orgulloso, el pavo real y el caballo son los tres animales más orgullosos de la tierra
). Tras interrogarnos y tentarnos así a nosotros mismos, se aprende a reconsiderar con una mirada más aguda todo lo que se ha filosofado hasta ese momento; se adivinan mejor que antes los extravíos, los rodeos, las formas de retirarse al campo, los rincones de sol del pensamiento a los que, en contra de su voluntad, los pensadores no se dejaron conducir y seducir sino porque sufrían; en lo sucesivo se sabe hacia dónde, hacia qué, el cuerpo enfermo, necesaria e inconscientemente, arrastra, empuja, atrae al espíritu (hacia el sol, la calma, la dulzura, la paciencia, el remedio, el consuelo en todos los sentidos). Toda filosofía que asigna a la paz un lugar más elevado que a la guerra; toda ética que desarrolla una noción negativa de la felicidad; toda metafísica y toda física que pretende conocer un final, un estado definitivo cualquiera; toda aspiración, principalmente estética o religiosa, y un más allá, a un afuera, a un por encima autorizan a preguntarse si no era la enfermedad lo que inspiraba al filósofo. El enmascaramiento inconsciente de necesidades fisiológicas bajo las máscaras de la objetividad, de la idea, de la intelectualidad pura, es capaz de cobrar proporciones asombrosas; y con frecuencia me he preguntado si, a fin de cuentas, la filosofía no habrá sido hasta hoy únicamente una exégesis del cuerpo y un malentendido con relación al cuerpo. Tras los juicios supremos de valor por los que se ha guiado la historia del pensamiento hasta ahora, se esconden malentendidos en materia de constitución física, ya sea por parte de individuos aislados, ya sea por parte de clases sociales o de razas enteras. Es legítimo considerar las audaces locuras de la metafísica y en particular las respuestas que da a la cuestión del valor de la existencia como síntomas de constituciones corporales propias de ciertos individuos; y si semejantes valoraciones positivas o negativas del mundo no contienen, desde el punto de vista científico, ni el menor ápice de realidad, ello no quiere decir que no proporcionen al historiador y al psicólogo preciados indicios, en tanto que síntomas, como antes decía, de la constitución viable o malograda, de su abundancia y de su potencia vitales, de su soberanía en la historia, o, por el contrario, de sus enfermedades, de sus agotamientos, de sus empobrecimientos, de su presentimiento del fin, de su voluntad de acabamiento. Aún espero la llegada de un filósofo médico, en el sentido excepcional de la palabra (cuya tarea consistiría en estudiar el problema de la salud global de un pueblo, de una época, de una raza, de la humanidad) que tenga un día el valor de llevar mi sospecha hasta sus últimas consecuencias y que se atreva a formular esta tesis: en toda actividad filosófica emprendida hasta hoy no se ha tratado de descubrir la verdad
, sino de algo totalmente distinto, llamémosle salud, futuro, creencia, poder, vida.
3
Ya se puede suponer que no quisiera abandonar ese período de peligrosa debilidad, cuyo beneficio para mí dista hoy mucho de haberse agotado; como soy bastante consciente de todas las ventajas que precisamente las variaciones infinitas de mi salud me reportan sobre cualquier otro tosco representante del espíritu. Un filósofo que ha atravesado y no deja de atravesar muchos estados de salud, ha pasado por otras tantas filosofías, no podrá hacer otra cosa que transfigurar cada uno de sus estados en la forma y el horizonte más espirituales; la filosofía es este arte de la transfiguración. No nos corresponde a los filósofos separar el alma del cuerpo, como hace el vulgo, y menos aún separar el alma del espíritu. No somos ranas pensantes, ni aparatos de objetivación y de registro sin entrañas; hemos de parir continuamente nuestros pensamientos desde el fondo de nuestros dolores y proporcionarles maternalmente todo lo que hay en nuestra sangre, corazón, deseo, pasión, tormento, conciencia, destino, fatalidad. Para nosotros vivir significa estar constantemente convirtiendo en luz y en llama todo lo que somos, e igualmente todo lo que nos afecta; no podríamos en modo alguno hacer otra cosa. Y en lo tocante a la enfermedad, estaríamos tentados a preguntamos si es totalmente posible prescindir de ella. Sólo el gran dolor es el libertador último del espíritu, el pedagogo de la gran sospecha que de toda U hace una X, una X verdadera y auténtica, es decir, la penúltima letra que precede a la última. Sólo el gran dolor, ese dolor prolongado y lento que se lleva su tiempo y en el que, por así decirlo, nos consumimos como leña verde, nos obliga a los filósofos a descender a nuestro último abismo, a despojarnos de toda confianza, de toda benevolencia, de todo ocultamiento, de toda suavidad, de toda solución a medias, donde quizás habíamos colocado antes nuestra humanidad. Dudo que semejante dolor nos «mejore» (pero sé que nos hace más profundos). Desde entonces, bien porque aprendemos a oponerle nuestro orgullo, nuestra ironía, nuestra fuerza de voluntad, como el indio que resiste el peor de los suplicios a base de injuriar a su verdugo; o bien porque nos replegamos a esa nada oriental (el nirvana), en el mutismo, el letargo, la sordera del abandono, del olvido y de la extinción de nosotros mismos; lo cierto es que estos largos y peligrosos ejercicios de autodominio nos convierten en otro hombre con algunos interrogantes más y, sobre todo, con la voluntad de cuestionar en lo sucesivo poniendo en ello más insistencia, profundidad, rigor, dureza, malicia y serenidad que hasta el momento. Ya no existe la confianza en la vida; la vida misma se ha convertido en un problema ¡Pero no crean que esto nos vuelve necesariamente sombríos! Incluso entonces sigue siendo posible el amor a la vida (aunque en adelante se la ama de otra manera). Es el amor por una mujer que despierta recelos. Bajo el encanto de todo lo problemático, el gozo ante la incógnita X que experimentan esos hombres más espirituales, más espiritualizados, es demasiado grande para que su luminoso ardor no transfigure sin cesar toda la miseria de lo problemático, todo el riesgo de la inseguridad, e incluso los celos del amante. Conocemos una nueva felicidad.
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Para acabar, no he de dejar de decir lo esencial: de semejantes abismos, de semejante enfermedad grave, como también de la enfermedad de la sospecha grave, se vuelve regenerado, con una piel nueva, más delicada, más maliciosa; con un gusto más refinado para la alegría; con un paladar más delicado para todo Yo bueno; con unos sentidos más gozosos; con una segunda y más peligrosa inocencia en el goce, más ingenua a la vez y cien veces más refinada de lo que nunca lo había sido antes. ¡Oh, qué repugnante, tosco, insípido y apagado nos resulta ahora el goce tal como lo entienden los vividores, nuestras gentes cultivadas
, nuestros ricos, y nuestros gobernantes! ¡Con qué malicia presenciamos en lo sucesivo el bullicio de feria donde el hombre cultivado
, el ciudadano, se deja hoy violentar por el arte, los libros y la música para experimentar goces espirituales
, ayudándose de brebajes espiritosos! ¡Cómo nos rompe los oídos el grito teatral de la pasión! ¡Qué distinta se vuelve a nuestro gusto toda esa confusión de los sentidos que aprecia el populacho cultivado con todas sus aspiraciones a lo inefable, a la exaltación a lo rebuscado! ¡No! Si los convalecientes seguimos necesitando un arte, será un arte totalmente diferente (un arte irónico, ligero, fugitivo, divinamente desenvuelto, divinamente artificial que, como una brillante llama, resplandezca en un cielo sin nubes. Sobre todo, un arte para artistas, ¡sólo para artistas! Respecto a ello sabemos mejor qué es, ante todo, indispensable en ese arte: ¡la alegría, toda clase de alegría,