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Knut Hamsun: Soñador y conquistador
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Knut Hamsun: Soñador y conquistador
Libro electrónico703 páginas10 horas

Knut Hamsun: Soñador y conquistador

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Ingar Sletten Kolloen se hizo famoso al encontrar, en 2002, el archivo privado de Knut Hamsun con 5.000 documentos que el escritor afirmaba haber destruido. Un verdadero tesoro se escondía debajo de unas tablas en el desván de Nørdholm, la finca de Knut y Marie Hamsun: manuscritos de novelas, cartas, notas y sus diarios... "Un verdadero regalo del cielo", según la prensa internacional.

Gracias a esta valiosísima documentación, el biógrafo consigue mostrarnos la verdadera personalidad de Hamsun: un escritor de raza, cuya principal obsesión es la escritura. En el libro están muy presentes las enormes contradicciones del premio Nobel noruego así como su personalidad autoritaria. Su lectura nos hace aún más conscientes de la genialidad de este escritor.También obtendremos una detallada información de su relación con el nazismo, gracias a la transcripción de sus conversaciones con Goebbels y Hitler.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 jul 2020
ISBN9788418067839
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    Knut Hamsun - Ingar Sletten Kolloen

    Ingar Sletten Kolloen

    KNUT HAMSUN

    Soñador y conquistador

    Traducción de

    Anne-Lise Cloetta e Inés Armesto

    PRIMERA PARTE

    GENIO Y TRAIDOR

    El poeta noruego Knut Hamsun (1859-1952) ha pasado a formar parte de la literatura universal con libros como Hambre (Sult), Misterios (Mysterier), Pan (Pan), Victoria (Victoria) y La bendición de la tierra (Markens grode), por la que recibió el premio Nobel. Un niño pobre de una zona periférica de Europa, con tan solo 252 días de escolarización, logró influir en varias generaciones de escritores.

    «Es el Dickens de mi generación», comentó exultante Henry Miller. «Nunca nadie ha merecido tanto el premio Nobel», afirmó Thomas Mann. Por su parte, Herman Hesse denominó a Hamsun «Mi escritor favorito». Isaac Bashevis Singer dijo de él: «Con su subjetivismo, su impresionismo y la utilización de la retrospectiva, además de su lírica, Hamsun es, sin duda alguna, el padre de la literatura moderna universal».

    Pero Knut Hamsun pasó a engrosar las filas de artistas e intelectuales que decidieron apoyar un sistema político totalitario. Su todavía activa mano de escritor se alzó en honor a Adolf Hitler. Hamsun abandonó su universo poético para penetrar en el drama mundial y, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, fue juzgado y condenado por sus actividades políticas.

    El mismo día en el que recibió la sentencia, ese anciano de ochenta y nueve años garabateó la última frase del manuscrito que se convertiría en su último libro, Por las sendas donde la hierba crece: «San Juan 1948. Hoy el Tribunal Supremo ha emitido el veredicto y yo pongo punto final a mi obra».

    Hasta aquí, hasta ese punto final llegó el genio que cambiaría la literatura universal y el político juzgado por traición a su patria.

    Pero ¿cuándo empezó todo?

    ANTES DE LAS PRIMERAS HELADAS NOCTURNAS

    El Océano Atlántico talla el paisaje y penetra con fuerza en Noruega, pero ningún fiordo consigue llegar hasta el interior del país ni alcanzar el reino montañoso. Al pie de la montaña más alta de Noruega, Galdhpiggen, nació Knut Hamsun el 4 de agosto de 1859, era el cuarto hijo de la familia. Al mes de agosto se le conocía como el mes de las primeras heladas nocturnas y los campesinos que vivían entre las montañas y que debían prepararse para el invierno, disponían de muy poco tiempo. Ya desde comienzos del mes de agosto se veían obligados a vigilar el nuevo invierno que se deslizaba hasta el fondo del valle. Conocían tan solo un sistema para intentar impedir que el frío destruyera el grano del que todos deberían vivir. Se trataba de encender pequeñas hogueras que, al producir una gran humareda y extenderse sobre el grano, actuaban cual bruma protectora, siempre y cuando los campesinos fueran hábiles y afortunados con las condiciones del viento. Lo más temible eran las heladas nocturnas, las gélidas noches.

    El padre de Hamsun, Peder Pedersen, luchaba contra las heladas en tierras arrendadas pues llevaba la granja de su cuñado, Ole Olsen, quien tenía mercurio en la sangre y era un insaciable bebedor de aguardiente, un mujeriego poco cristiano que siempre andaba agobiado con problemas económicos. Los más piadosos rumoreaban que era un hombre poseído, otros por el contrario murmuraban sobre una desgraciada herencia genética materna, algunos parientes de su madre se habían suicidado tirándose al río o se habían ahorcado. En la familia paterna se habían dado muchos casos de locura, sin embargo, el padre de Hamsun era un hombre afable.

    Knut Hamsun tenía tan solo pocos meses cuando el hermano de su madre, que había estado ausente durante años, regresó a sus tierras. Ole Olsen había dejado embarazadas, a lo largo y ancho del país, a muchas de mujeres pero no se había casado con ninguna. Esto fue motivo de juicios, sanciones y la obligación de pagar los gastos de la pensión alimenticia, deber que no cumplía. Así pues, tanto las autoridades como los particulares a los que debía dinero amenazaban ahora con la subasta pública de sus bienes.

    Como consecuencia de todo esto, y como necesitaba ganar dinero rápidamente, empezó a considerar la posibilidad de vender la granja al mejor postor.

    El padre de Knut Hamsun, quien había confiado en poder comprar las tierras de su cuñado pagándole a lo largo de los años, hizo un intento desesperado por evitar la catástrofe y emprendió un largo viaje hacia el norte del país, más allá del círculo polar. Tenía otro cuñado, Hans Olsen, que años atrás se había trasladado allí y que no se mostró dispuesto a salvar la granja paterna. Así pues, el padre de Knut Hamsun barajó dos posibilidades: podrían emigrar a América, al igual que habían hecho ya muchos noruegos y que continuarían haciendo al mismo ritmo durante los siguientes diez años. Casi una tercera parte de Noruega, con apenas dos millones de habitantes, había atravesado el océano y solamente Irlanda superó la cifra de emigrantes noruegos. La otra alternativa consistía en arrendar una pequeña granja en Hamarøy, cuya compra estaba valorando su cuñado Hans Olsen, quien gozaba de una posición desahogada y que a su vez tenía arrendadas todas las tierras de la granja parroquial.

    Dos meses antes de que Knut Hamsun cumpliera tres años, la familia, que contaba ya con cinco niños, abandonó las montañas. El viaje hacia el norte del país en dirección al círculo polar duró tres semanas. Primero tuvieron que atravesar las montañas a caballo, después siguieron el antiguo camino de los peregrinos hasta Trondheim y desde allí se dirigieron hacia el Norte en un barco de vapor. Recorrieron una distancia equivalente a la que les separaba de la frontera italiana, si en lugar de viajar hacia el Norte lo hubiesen hecho hacia el Sur.

    Era la noche de San Juan de 1862.

    EL EXORCISMO

    La abuela materna de Knut Hamsun, que sufría una enfermedad nerviosa, no soportó ni cuatro meses en aquellas tierras atlánticas y el entierro deterioró todavía más el sistema nervioso de su madre. En 1864 dio a luz por sexta vez y en esta ocasión fue una niña, su segunda hija.

    Knut, que entonces tenía cinco años, y su hermana Anne Marie, que era dos años y medio más pequeña, se disputaban con la recién nacida Sophie Marie el regazo materno y con frecuencia Knut terminaba en el medio. Knut era demasiado mayor en comparación con sus hermanas, quienes acaparaban la atención de la madre, pero a su vez, era demasiado pequeño para jugar con sus hermanos, que en esos momentos tenían trece, diez y ocho años.

    La madre estaba cada vez más enferma, razón por la cual no siempre podía ocuparse de sus hijos, ni hacer la comida ni limpiar la casa o ayudar a su marido en el establo y en los campos de labranza. Él tenía largas jornadas de trabajo en la granja que, aunque pequeña, exigía muchas horas de dedicación; además era sastre.

    La granja les abastecía de comida suficiente, siempre y cuando las heladas se desprendieran de los tejados al comienzo de la primavera, que no lloviera demasiado y el verano no fuera excesivamente seco, ni el frío destruyera el grano en otoño. Sus actividades como sastre estaban pensadas para conseguir el dinero en efectivo que permitiera pagar a su cuñado el arrendamiento de las tierras y poder comprar todo lo necesario, cosas tales como las herramientas y demás materiales o mercancías que la explotación de la granja no producía. Claro está que en el distrito había muchos sastres, razón por la cual los precios eran bajos, y además el padre de Knut Hamsun no siempre se mostraba exigente con la gente que le debía dinero.

    Cuando su mujer, después de la muerte de su madre y de su sexto parto, se vio obligada a permanecer en la cama con frecuencia, tuvo que solicitar a la comisión escolar que su hijo mayor Peder, que tan solo contaba trece años, fuese eximido de la asistencia a la escuela puesto que «la enfermedad se abate sobre mi hogar casi todo el año y me resulta muy difícil mantener escolarizados durante todo ese tiempo a buena parte de mis hijos».

    Como la recién nacida Sophie Marie lloraba incansablemente durante las veinticuatro horas del día, debido a posibles problemas de cadera o a problemas derivados de la parte inferior de la espalda, y con la intención de aliviar a la madre, llevaron a la pequeña, incluso antes de cumplir un año, desde el caserío de Hamsund hasta la parroquia principal de Presteid, el municipio en cuya granja parroquial vivía Hans Olsen, el hermano de su madre.

    Hans Olsen había comprado una casa en la granja parroquial cuyas tierras, arrendadas a la Iglesia, cultivaba con gran dedicación, al tiempo que alquilaba su pequeña granja de Hamsund a su cuñado y a su hermana. También vendía ropa, llevaba la estafeta de correos y dirigía una biblioteca creada por una asociación de lectores.

    Disponía de una economía saneada y estaba soltero, pero se había traído desde su pueblo natal, Lom, a una mujer para ocuparse de la casa. Es posible que el acuerdo al que llegaran fuera temporal pero el hecho fue que Sophie Marie nunca volvió con sus padres ni con sus hermanos. Hans Olsen, junto con la comadrona del pueblo, que estaba alojada en su casa, adoptaron a la niña, hija de su hermana. También se había traído desde las montañas del interior hasta aquellas tierras atlánticas a la comadrona, además de a un peón para la granja. Con el tiempo, y debido al gran número de desplazados, la colonia de Gudbransdalen llegó a tener cierta importancia, tanto en Hamarøy, en Salten, como en la provincia de Nordland.

    Hacia 1860 se sucedieron una serie de años muy malos para las cosechas. Nevaba tanto en abril como en mayo y la nieve no llegaba a derretirse. Las tierras estaban totalmente congeladas y cubiertas por la nieve precisamente en una época del año en la que se debería labrar, rastrillar y sembrar. Tampoco podían sacar a los animales a pastar en los campos de primavera, razón por la cual las vacas daban cada vez menos leche, los animales tenían partos anticipados y a menudo con terribles consecuencias. No era posible conseguir forraje, así pues el padre de Knut Hamsun se vio obligado a sacrificar algunos animales. Como el grano llegaba demasiado tarde a la tierra, no lograba madurar a tiempo debido a la cosecha forzada a la que se veían obligados por las heladas nocturnas.

    Ya no tenían suficiente comida; afortunadamente en el año 1867 hubo una boca menos que alimentar en Hamsund. El hermano mayor, Peder, con tan solo dieciseis años, emigró a América.

    Según decían los más viejos, el clima era tan crudo y las cosechas tan malas que las condiciones de vida estaban a punto de ser tan horribles como lo habían sido a comienzos de siglo. Durante ese tiempo, entre los siete y los diez años, Knut Hamsun escuchó con frecuencia los relatos de sus padres y de su abuelo materno hablando de los terribles años de penuria durante el fin de las guerras napoleónicas. En esos momentos, según contaban, el clima destruía las cosechas y el pueblo noruego no podía recibir el trigo ni de su país hermano Dinamarca ni de ningún otro lugar. Los ingleses habían bloqueado todos los puertos de Noruega, de modo que los hambrientos noruegos no recibían grano ni para el consumo ni para la siembra. ¿Acaso no fueron también los ingleses los que habían impedido que Noruega se convirtiera en un estado independiente durante las negociaciones de paz de 1814? Después de permanecer durante más de cuatrocientos años bajo el gobierno del rey de Copenhague, los noruegos vieron cómo Noruega era entregada a Suecia, gracias a las disposiciones de la unión.

    Knut Hamsun escuchaba a menudo historias sobre los ingleses y la forma en que explotaban a Noruega. Inglaterra dominaba el comercio mundial y de este modo aprendió que todo iba unido, los años de privaciones, la guerra y los ingleses. Su odio a Inglaterra le fue inculcado durante su infancia.

    Justo antes de cumplir nueve años, es decir en agosto de 1868, su madre dio a luz a su séptimo hijo y en esta ocasión fue un chico. Los nervios de su madre se vieron afectados por el embarazo y el parto.

    Cuando sentía una gran opresión, su cara se ponía rígida y permanecía callada con la mirada perdida. En ocasiones salía corriendo de la casa en dirección a los campos, subía al monte o se iba andando por el camino mientras desde la casa la escuchaban gritar y emitir sonidos incomprensibles.

    Hay múltiples razones para creer que durante ese período de su infancia, Knut Hamsun reflexionó bastante sobre las causas por las cuales su madre estaba tan indispuesta y por qué se comportaba de forma tan extraña. Posiblemente le asustara su comportamiento y le doliera especialmente porque ella no siempre podía ofrecerle ni el amor materno ni la atención que él deseaba. ¿Sentía acaso cierta fascinación? Su interés por la alteración de los estados de ánimo que mostró en la vida adulta así parece indicarlo, y se reflejan en su trabajo, en libros como Hambre y Misterios.

    ¿Quizás fue entonces cuando se despertó seriamente el interés de Knut Hamsun por las palabras, esas palabras que su madre, en su desconcierto mental, no lograba encontrar?

    Su asistencia a la escuela empieza al cumplir nueve años, fue en invierno después de Navidad. La ley obligaba a las autoridades locales a mantener la escuela abierta por un tiempo mínimo de nueve semanas pero en Hamarøy no se estaba en condiciones de mantenerla abierta más de cuatro. El Ayuntamiento contaba con pocos ingresos y los pocos que pagaban impuestos no comprendían por qué razón debían subvencionar más tiempo del necesario a niños pobres. De todos modos, pensaban, una vez que llegaran a la edad de la confirmación empezarían a trabajar como pescadores, artesanos, granjeros, o bien emigrarían a América…

    Knut Hamsun ya podía leer y escribir, sus hermanos le habían enseñado el alfabeto. Hacía un par de años que había escrito su nombre por primera vez en el vaho del cristal de la ventana. Podía permanecer mirando las letras durante largo tiempo para vigilarlas, no fuera el caso que los otros niños quisieran borrarlas. Si eso sucedía, se ponía furioso porque las palabras eran suyas.

    Tiempo más tarde fue a la escuela estable de la parroquia de Presteid, y allí vivió con su tío en una casa de la granja parroquial; tampoco podía volver a casa de sus padres justo después de terminar las semanas escolares reglamentarias porque tenía que ayudar a su tío. Cortaba troncos, llenaba las cajas de madera para guardarlas en el interior, llevaba agua para los animales y para las personas, limpiaba el estiércol, iba a buscar el heno, encerraba a los animales…

    Pero no le gustaba vivir en casa de su tío materno.

    Cuando Knut Hamsun cumplió doce años, sus padres llegaron a un acuerdo con Hans Olsen, quien se veía cada vez más afectado por los temblores. Knut viviría en casa de su tío y le ayudaría en los trabajos de la granja y en la estafeta de correos. Desde el punto de vista de sus padres, se trataba de un acuerdo muy favorable porque no tenían que alimentarle ni comprarle ropa. Posiblemente también pensaran que el hecho de frecuentar un ambiente como el de su tío, es decir, entre los hombres más relevantes de la ciudad, el médico, el campanero, el policía rural, el pastor, resultaría provechoso para un chico con tanto talento.

    Su hermana pequeña Sophie Marie, que tenía cinco años menos, ya vivía allí. También estaban la comadrona de la ciudad, a quien Hans Olsen había traído desde las montañas, al igual que el mozo de la granja y su hermana, que era quien llevaba la casa. Todos hablaban el dialecto de Gudbrandsdal, al igual que los padres de Knut Hamsun, él mismo o sus hermanos cuando estaban con su madre y con su padre. Sin embargo, con el grupo de niños de Hamarøy, Knut Hamsun utilizaba el dialecto local de Salter.

    Knut Hamsun intentó oponerse al acuerdo entre sus padres y su tío y se propuso ser un inútil en el trabajo, pero lo único que conseguía eran castigos. Se clavó el hacha en un pie en su intento por volver a casa y debido a este incidente recibió la visita de su madre pero no le permitieron volver con ella a Hamsund. Quiso escapar en una barca pero cuando se dio cuenta de que no llevaba remos, se tumbó en el fondo de la barca y se dejó llevar por la corriente. Cuando le encontraron, le devolvieron a la casa de su tío. Después de intentar huir alguna otra vez, todo terminó al atraparlo el policía rural a medio camino entre el patio de la casa parroquial y Hamsund. Le encontró a primera hora de una cruda mañana de invierno, refugiado en una granja, casi congelado, sin calcetines en los zuecos y sin ropa de abrigo.

    Justo debajo de la granja parroquial estaba Glimma, una corriente marina que penetraba, giraba y volvía a salir. Cuando las contracorrientes chocaban con fuerza, algo que ocurría dos veces al día, Glimma se convertía en una caldera infernal. En varias ocasiones el chico se había detenido a contemplar ese momento, jugando con la idea de que un leve movimiento podría poner fin a todo su sufrimiento.

    Cumplió trece y catorce años y aprendió a odiar, a soportar, a resistir, a no doblegarse totalmente, a no doblegarse nunca ni completamente. Él había llegado a casa de su tío materno para trabajar por ambos hermanos. Hans Olsen castigaba a su sobrino hasta lograr que hiciera lo que le había pedido y le pegaba cuando se equivocaba. Le daba todavía más trabajo cuando intentaba escabullirse y, cuando se quejaba porque la comida era mala y escasa, se iba a la cama con hambre.

    La persona encargada de las labores del hogar en casa de su tío conocía todos los trucos para ahorrar comida, y además tampoco cocinaba para gente a la que quisiera como suele ocurrir con las madres y las amas de casa.

    Su tío pasaba cada vez más tiempo durante el día tumbado en el banco del despacho o recostado en una cama que se había instalado en la estafeta de correos, allí podía dormitar y levantarse de pronto exigiendo los libros de contabilidad y los registros para revisarlos. Siempre estaba dispuesto a utilizar el bastón contra su sobrino.

    En ocasiones el chico tenía que llevarle la comida y ayudarle con el tenedor, con el cuchillo o con la cuchara.

    De todos modos es posible que el muchacho se diera cuenta muy pronto de que el hermano de su madre no podía leer sus pensamientos.

    El trato consistía en que permanecería en casa de su tío hasta el verano de 1874, fecha en la que cumpliría quince años y ya se habría confirmado. Pero su intención real era la de marcharse antes y su cada vez más desvalido tío, desde el banco en el que se encontraba tumbado, ya no podría impedírselo. Los temblores de su tío estaban a punto de acabar por completo con aquel hombre de cuarenta y cinco años, así pues cuando el hermano de su madre, durante la primavera de 1874, tuvo que entregar la estafeta de correos al pastor, Knut Hamsun vio la posibilidad de rebelarse.

    Se negó a continuar trabajando para el hermano de su madre y a vivir en su casa, tampoco quiso que lo confirmara el pastor porque ya le había perdido el respeto. La situación no había mejorado a pesar de las múltiples ocasiones en las que el hijo del pastor le había contado a su padre cómo, al otro lado del patio de la granja parroquial, Hans Olsen pegaba y maltrataba a su sobrino. Ese sentimiento de traición indudablemente contribuyó a abonar el terreno de la relación posterior tan negativa que Knut Hamsun tuvo con los pastores, tanto en la vida real como en la creación literaria, evidentemente teniendo en cuenta un par de excepciones. También se reflejó esa dualidad en su actitud con el poder divino. En el hogar paterno, durante su infancia, le habían enseñado a amar a un Jesús amable, sin embargo en casa de su tío empezó a conocer a un Dios severo y castigador. Temía al Dios del Antiguo Testamento y le rezaba al Cristo del Nuevo Testamento. De vez en cuando este último le escuchaba, tal y como ocurrió en cierta ocasión en que le dejaron ir con el correo en dirección a la casa de su madre en Hamsund. Esa vez lloró y le dio gracias a Jesús.

    Él sabía que la ley obligaba a confirmarse y, desde que tenía uso de razón, había escuchado los comentarios sobre el floreciente pasado de la familia materna. Le habían contado que por sus venas corría sangre de la auténtica aristocracia campesina noruega, así pues él quería confirmarse en las montañas de las que procedían sus padres, en Lom, el lado del valle de Gudbrandsdalen, lugar en el que habían transcurrido sus primeros dos años y medio de vida.

    Le escribió a su acaudalado padrino, que vivía en Lom, y que era además pariente de su madre, quien se mostró de acuerdo en pagarle el viaje y la estancia a cambio de que su ahijado trabajara para él.

    A finales de marzo, principios de abril de 1874, comenzó su largo viaje hacia el Sur, primero en un pequeño barco hasta Bodø, después en barco de vapor hasta Trondheim y desde allí hizo parte del camino a pie y otros tramos con caballos de postas por Dovrefjell, bajando hacia Gudbrandsdalen y ascendiendo por el lado del valle. En su maleta llevaba los papeles con las notas de la escuela, cuyos responsables le habían premiado con un 3 en conducta: conseguir algo peor era casi imposible. En lengua escrita le habían puesto 1,5, y mejorar esa nota era tarea difícil para el hijo de un sastre que además arrendaba una pequeña granja. En cuanto a los estudios de la Biblia y la enseñanza religiosa había logrado una nota media de 2.

    Durante esos seis años, habría asistido a la escuela 292 días pero no en su totalidad, porque el trabajo en casa de su tío se lo había impedido.

    Doscientos cincuenta y dos días fue toda la escolarización que este gran escritor tuvo en su vida.

    El padre de Knut Hamsun había facilitado a su hijo dos juegos de ropa nueva.

    Su madre enviaba saludos a las personalidades relevantes de su pueblo natal. Le había dado instrucciones muy precisas sobre cómo debería comportarse para agradar a sus anfitriones, sus primos segundos, Tosten Hesthagen y su mujer, Ragnhild, personas de una cierta edad, sin hijos pero bien situados.

    Lom tuvo que suponer una gran decepción para él. El pueblo era más normal de lo que sus padres le habían contado. El nuevo dueño de su antigua casa, y a la que su madre recordaba con tanta añoranza, la utilizaba como forja. Las tierras estaban muy lejos de ser tan extensas y llanas como las había imaginado a través de los comentarios de sus padres y de su abuelo materno, y además había en ellas más piedras que en las tierras de Hamsund.

    La vida en el ultramarinos también resultaba distinta a como el chico se la había imaginado. Él había visto cómo los dependientes de los almacenes de Hamarøy se balanceaban sobre las puntas de sus pies manteniendo los pulgares en el bolsillo del chaleco y el dedo índice tamborileando nervioso. Los chicos se mostraban tranquilos o seductores, dependiendo del cliente que tuvieran delante, en ocasiones se inclinaban sobre el mostrador charlando con aquella gente con la que deseaban tener buena relación. Sin embargo, siguiendo las órdenes de su padrino, él solo transportaba la mercancía, la colocaba y hacía los recados.

    Desde un principio su padrino se dio cuenta de que el chico tan pronto podía mostrar una increíble agudeza mental como entregarse a cualquier absurda tontería que se le ocurriera de repente. Podía comportarse de manera engreída y ofender a buenos clientes que se quejaban y amenazaban con comprar en otra parte. Otras veces el muchacho podía mostrar tal generosidad con los clientes que más bien parecía que la tienda fuera suya.

    Su nueva figura materna procuró que el chico tuviese un pequeño cuarto para él solo, dependiendo del número de viajeros que debieran alojarse allí por la noche. En su cuarto podía pasar horas leyendo y escribiendo pero, cuando leía algo que le gustaba, a menudo tenía que interrumpir la lectura del libro o la revista antes de terminarlo. Surgían palabras en su interior que se interponían, así pues tenía que apuntalarlas antes de confundirlas con lo que estaba leyendo. Después de estos ataques, bajaba tan entusiasmado que su madrina se daba cuenta de sus ansias por contarlo. Si había mucha gente en la habitación, podía llegar a transformarse, incluso mostrar su lado camorrista, llegando incluso a enfadarse.

    Transcurrido algo más de medio año, Knut Hamsun abandonó Lom recién confirmado.

    Había logrado su objetivo, librarse de su tío Hans Olsen y evitar arrodillarse ante el pastor de Hamarøy. En los libros que poco a poco escribiría más tarde, surgirían esos pastores antipáticos.

    EL FAVORITO DEL TODOPODEROSO

    A finales de octubre y comienzos de noviembre de 1874, Knut Hamsun regresó a Hamarøy. Se libró de volver a la granja parroquial con Hans Olsen, el hermano de su madre. Gracias a una serie de coincidencias pudo introducirse en casa de uno de los hombres más importantes de Nordland, Nikolai Walsøe.

    Durante su niñez Hamsun había escuchado un sinfín de comentarios sobre aquel hombre de negocios que desde mediados de 1860 se había dedicado al comercio del arenque. Estaba muy bien situado, en el extremo norte de Hamarøy, junto al faro de Tranøy, en dirección a Vestfjorden, y un poco más lejos se encontraba Lofoten y Vesteralen.

    Y allí estaba Laura, una de las hijas del rey del comercio, tan solo medio año más joven que el nuevo chico de la tienda. Vivían muy cerca el uno del otro en el edificio principal. Él en la buhardilla del tercer piso, ella un piso más abajo compartiendo habitación con su hermana. Se veían varias veces al día porque Laura recibía clases en casa. Laura tenía un rostro alargado, manos finas, una delicada garganta bajo el cuello de la blusa, orejas pequeñas, pelo grueso, labios suaves y una mirada que a él le quitaba el sueño. En un manuscrito que posiblemente comenzó por esas fechas, describía el hecho de enamorarse como si el cielo se abriera, un ángel hiciera su aparición, el alma se columpiara y él recibiera una dulce punzada cuando tocaba aquellos objetos que ella había utilizado.

    Tiempo más tarde, Knut Hamsun, libro tras libro, describiría los febriles veranos de Nordland en los que flores, animales y personas se muestran en plena agitación.

    El adolescente de quince años, llegó al establecimiento hacia finales de año, cuando la campaña de pesca batía todos los récords. En ningún lugar se había pescado tanto arenque, superaba a la tercera parte de toda la captura en Nordland.

    Así pues no era extraño ver cómo los chicos entraban silbando en la tienda. Cuando llegó el momento en que las carteras empezaron a mermar por la fiebre del consumo, de nuevo creció la expectación ante otro récord de pesca. A los empleados se les había ordenado ser siempre muy flexibles con los créditos.

    Nunca se había visto semejante ajetreo de clientes, aquí no solo estaba el telégrafo y el ultramarinos, también había una zona para el práctico, un despacho para los barcos de vapor, una estafeta de correos, un almacén de hielo, una panadería, un depósito de carbón, servicio de comedor y alojamiento así como una amplia zona dedicada a la manipulación del pescado. Walsøe disponía de aparejos de pesca propios, embarcación de compra en las campañas, saladero, secaderos, islotes y zonas a las que iba a buscar los huevos y el plumón. Todo esto, junto con la caza, lo enviaban al Sur en su propio barco de vapor.

    Knut Hamsun comprendió que Walsøe tenía que planificar las futuras temporadas de pesca, hacer increíbles inversiones, al tiempo que debía moverse rápido por si surgían nuevas posibilidades o aparecían obstáculos inesperados. Un genio del comercio debía ser, como todo buen jugador, atrevido e impulsivo, y al mismo tiempo ir varios pasos por delante en la jugada.

    Por primera vez en su vida estaba ante una persona a la que admiraba incondicionalmente: el patriarca soberano, un hombre de sabiduría mística, depositario de grandes secretos, que podía ser inflexible cuando era preciso y al mismo tiempo encantador si alguien lo merecía. Y además todopoderoso, sobre todo todopoderoso. Knut Hamsun mostraría más tarde, en muchas de sus novelas, su fascinación por los reyes del comercio.

    El benjamín de la tienda se hizo con un pesado reloj con cadena de plata nueva que se balanceaba entre el botón central de su chaleco y el bolsillo del pecho situado a la izquierda, pronto se libraría de las burlas de los chicos que le bajaban los humos preguntándole con fingido asombro qué hora era.

    Y los arenques dejaron de llegar, qué mar estéril...

    Los clientes empezaron a ocupar cada vez más páginas en los libros de contabilidad del genio del comercio. El poderoso Walsøe se vio obligado a reducir gastos. El chico más joven detrás del mostrador salió del local por última vez a finales del otoño de 1875, cuando aún no había cumplido un año en su puesto de trabajo.

    De este modo, el mozo de la tienda que un día había soñado con ser poeta comprendió que no era una persona tan excepcional como se había imaginado en sus momentos de intimidad. Claro que todavía se sentía excepcional cuando escribía palabras sobre un papel. Cuando se dedicaba a la creación literaria todo era posible, incluso el sueño de amor del chico inteligente y pobre que amaba a la hija de un hombre rico podría hacerse realidad.

    Durante los tres años siguientes Knut Hamsun logró convertirse en maestro y delegado de policía rural. Además publicó su primer libro, después de fracasar estrepitosamente en su intento de convertirse en zapatero en Bodø, siguiendo el deseo de su padre. También intentó otras profesiones, fue vendedor ambulante durante un tiempo. En las costas de Nordland ofrecía, entre otras mercancías, ropa, cordones de zapatos, peines, perfumes. Las impresiones y la experiencia de este período de su vida las utilizó, cincuenta años más tarde, en la novela Vagabundos.

    Durante casi un año trabajó como sustituto del maestro en tres escuelas diferentes de los distritos escolares de Vesterålen. Lo que hacía en realidad era repetir más o menos lo que él mismo había aprendido durante sus doscientos cincuenta días de escuela pero además este trabajo le obligaba a adquirir conocimientos nuevos. Cuando era posible vivía en casa de su superior dentro de la institución escolar, el pastor August Wenås. Era un tipo de persona completamente diferente al pastor de Hamarøy, pues tanto Wenås como su mujer Aalborg tenían un carácter liberal y cariñoso. Mostraban gran indulgencia con el muchacho de dieciocho años que con tanta voluntad intentaba ganarse la vida. Y lo más importante de todo: le animaban a escribir.

    Escribió una serie de manuscritos en prosa desde los quince a los veinte años, cortados todos por un mismo patrón: el chico, pobre pero inteligente, que debido a la diferencia de clases tiene que luchar para conquistar a su gran amor de juventud. Escribió también un relato en el que el chico por fin consigue a la muchacha. Solucionó el problema dejando que el forastero que cortejaba a la única hija de un importante granjero, y que se presentaba como pobre, era en realidad un rico heredero. Tituló el relato El misterioso. Una historia de amor en Nordland. Qué milagros no podría llevar a cabo aquel autor en ciernes cuando escribía… Quizás pensaba que la creación poética también podría lograr milagros en su caso.

    Fue en las Navidades de 1877, y con tan solo dieciocho años, cuando Knut Hamsun sostuvo entre sus manos el primer libro que había escrito. Es muy probable que antes de su confirmación fantaseara con ese momento mágico. Llamémosle libro aunque más bien era un folletín de 32 páginas, impreso en papel de poca calidad. Mikkel Urdal, librero y editor de pequeñas tiradas destinadas al pueblo llano que vivía en Tromsø, finalmente se dejó convencer para editar el manuscrito El misterioso. Con toda seguridad el orgulloso escritor arrancó el papel del paquete de la imprenta en el mismo despacho del barco de vapor y, tal vez, intentara allí mismo convencer a alguien para que comprara un ejemplar del folletín. Pero ni el autor ni el editor Urdal tuvieron mucho éxito con la venta. Cuarenta años más tarde, las personas interesadas aún podían adquirir El misterioso de la editorial Urdal Bok, editado en la papelería de Tromsø, por su precio original de 40 øre. Sin embargo, hoy en día este folleto se vende en los anticuarios y puede llegar a costar hasta un millón de coronas.

    Le apoyaron el pastor, el policía rural y el médico de Vesteralen. A todos ellos les interesaba la literatura y pensaron que debían ayudar a aquel muchacho que mostraba tanto talento. Por esa razón se convirtió en policía rural poco después de Navidad en el invierno de 1878.

    Al conseguir ese puesto como titular, se volvió más cuidadoso en cuanto a marcar distancias con los lugareños. Una mujer que lavaba y planchaba sus camisas confesó que le llegaba a irritar tanta exigencia. Le había devuelto en varias ocasiones algunas prendas de ropa con la orden de eliminar todas las manchas y de planchar en condiciones cada uno de los pliegues. ¡La autoridad debía presentarse impoluta! También podía mostrar su lado amable, por ejemplo comentó que en cierta ocasión en la que ella se disgustó, él volvió más tarde y le regaló un broche.

    Las jovencitas que iban de paseo con él cuchicheaban que era un tipo que tenía ridículas manías, tales como la de sacudir la hierba que se pegaba a su ropa cuando se sentaban en el bosque y que tan solo las llevaba de la mano mientras contaba curiosas historietas y les recitaba versos. Ellas desconocían que tenía la misma inclinación hacia las figuras femeninas, aparentemente inalcanzables, que los personajes masculinos que recreaba en sus manuscritos.

    Precisamente en ese momento había escrito un nuevo personaje que era así. Tanto al protagonista como al título del libro les dio el nombre de Bjørger. Los nombres de los padres eran los mismos que los de sus propios padres y naturalmente la hija del comerciante se llamaba Laura. Knut Hamsun ya no tenía la intención ni de avergonzarse ni de esconderse tal como había ocurrido en la realidad, el chico no conseguía a la hija del comerciante y el desgraciado muchacho se consolaba escribiendo, algo que también ocurría en la vida real.

    Cuando el doctor, el policía rural y el pastor leyeron Bjørger tuvieron que darse cuenta de lo que había mejorado el muchacho, seguramente apreciaron los detalles de sensibilidad que ya comenzaban a aflorar. Era evidente que cada vez precisaba menos palabras para expresarse, le pegaba un corte a las frases, utilizando un lenguaje mucho más directo y que se acercaba cada vez más a su propia entonación. Le habían dejado entrar libremente en sus bibliotecas y la lectura había obrado un auténtico milagro en el chico.

    Estaba claro que seguía manteniéndose en el ambiente campesino y que continuaba insistiendo en la historia del chico pobre que intentaba conquistar a la hija del rico comerciante, pero había mejorado mucho en la exposición de la veleidad sexual. Sin embargo, lo más peculiar de todo ello era el conocimiento que demostraba un muchacho, con tan solo diecinueve años, sobre la inestabilidad de algunos seres humanos con desequilibrios nerviosos, el miedo a la locura y a la euforia creativa.

    Así que decidieron recomendarle al hombre más rico de Nordland.

    ¡Un sábado, durante la primavera de 1879, Knut Hamsun escribió una carta que iba a cambiar su vida. Fiel a todo aquello que él consideraba cada vez más su propia naturaleza, quiso lograr lo aparentemente inalcanzable: le pidió al comerciante Erasmus Zahl que le prestara una cantidad de dinero equivalente al salario de doscientas semanas de un maestro suplente.

    La carta, que con toda seguridad fue redactada siguiendo las indicaciones del policía rural, el médico y el pastor, era una mezcla de autobombo, adulación y frases religiosas. El dinero, según él mismo aclaró, lo utilizaría para viajar a Copenhague y entregar su manuscrito al editor nórdico más importante, Frederik Wilhelm Hegel, propietario de Gyldendalske Boghandel.

    No dijo ni una palabra sobre la posibilidad de que los editores de Ibsen no le dieran entrada en Parnasset. Ocultó que había tenido que rogar a los editores locales para que le publicaran El misterioso, Bjørger y Un reencuentro. La venta había sido un desastre a pesar de su frenético intento por vender los libros entre los pescadores, los trabajadores de los saladeros y de los secaderos de pescado, así como entre las buenas gentes que iban o venían de la iglesia. Aparentemente también se le olvidó mencionar que los redactores jefes de varias revistas de la capital nunca quisieron publicar los versos que les había enviado.

    Zahl, al que se conocía como el héroe y gigante de Nordland, le pidió al chico de diecinueve años que fuera a visitarle al lugar en el que tenía su empresa, situada en Kjerringøy, a las afueras de Bodø. A comienzos de junio, las largas piernas de Knut Hamsum se encaminaron en dirección al gran muelle situado sobre un estrecho con poca profundidad, que tuvo que atravesar para llegar a Kjerringøy. Allí se encontró con edificios más grandes que los que tenía Walsøe en Tranøy y en alguno de ellos se vendía de casi todo, había también unos cuantos almacenes, cobertizos, una fragua en la parte de atrás, más allá las caballerizas, y el patio interior con un enorme y elegante inmueble central pintado en blanco con aplicaciones en un amarillo ocre y, en el lado opuesto, el pequeño cobertizo para las barcas, la lavandería y la pocilga, el horno de pan y el hórreo. Y en medio de todo esto, el jardín con el portón pintado de blanco.

    Zahl fue en busca de 1.600 coronas, que sacó de un armario en el que guardaba el dinero. Era una cantidad importante, una suma equivalente al salario de un mozo de almacén cuyo sueldo era de 200 coronas al año. Es casi seguro que Hamsun se fue de Kjerringøy con la autoestima muy reforzada. Era el favorito del todopoderoso Zahl, un negociante considerado como un demonio a la hora de reconocer lo que merecía la pena y era precisamente él quien estaba invirtiendo en su talento poético.

    En su vigésimo cumpleaños, el 14 de agosto de 1879, Knut Hamsun se encontraba en su casa de Hamsund en Hamarøy. Ayudó en la siega y se mostró generoso con el dinero y con los regalos destinados a sus padres y a su hermana. Allí seleccionó minuciosamente algunos libros, varios de sus escritos, ropa y diversos objetos que habían formado parte de su antigua vida y que quería llevar consigo a esa nueva vida que le esperaba.

    Nadie podía imaginar que pasarían más de veinte años antes de volver a verse.

    EL IMPACTO

    A mediados de agosto de 1879 Knut Hamsun llegó a la segunda ciudad más importante de Noruega, Bergen, desde donde planeaba continuar en un barco de vapor en dirección a Copenhague. Aquí entró, por primera vez en su vida, en una librería bien surtida, algo que le supuso un fuerte impacto pues comprendió hasta qué punto iba retrasado en sus lecturas. Cierto que hasta ese momento había leído aquellos libros que le gustaban, es decir, relatos rurales costumbristas, pero en los círculos literarios dominantes de esa época ese género literario había sido desplazado desde hacía mucho tiempo por el realismo literario.

    Aproximadamente una tercera parte de su fortuna la destinó a la compra de libros y su lectura supuso para él un nuevo impacto. El muchacho de veinte años comprendió que antes de visitar a Hegel, el editor de Ibsen en Copenhague, debería mejorar mucho su manuscrito poético Sverdny y Frida, un relato en el que de nuevo volvía a tratar el tema del chico pobre que pretende a la hija de un hombre rico.

    Para ello se refugió en Oystesem, una pequeña población de Handangerfjorden.

    Le preocupaba cada vez más su forma de hablar. Ni el dialecto de las montañas que utilizaban sus padres ni la lengua propia de la zona de Hamarøy se adaptaban a sus planes literarios o sociales. El lenguaje hablado y el escrito debería ser el mismo.

    Knut Hamsun empezó seriamente a planificar la escenificación de su propio personaje y a crearse una personalidad enigmática.

    En la pensión, frecuentada por jóvenes liberales e implicados en política, se dedicaba a aleccionar en todo lo referente a libros y autores con tal seguridad en sí mismo que muchos lo vivían como una provocación. Mostraba orgulloso su colección de libros, que sobrepasaba los cien ejemplares. ¿Acaso conocían ellos a alguien que tuviera dos volúmenes de la obra del alemán Kart Elze sobre Lord Byron?

    Seguramente al quedarse solo le asaltaban las dudas. ¿Valía realmente? Knut Hamsun comenzó durante esa etapa de su vida una práctica que le marcaría en años venideros: su tendencia al gasto desmesurado cuando tenía dinero. Apenas tres meses más tarde había conseguido gastar la mayor parte del fajo de billetes que Zahl le había prestado, pero se encontraba en ese momento tan desesperado que tuvo la desfachatez de pedirle a su mecenas 400 coronas más. En esa época un trabajador bien pagado cobraba una corona diaria. Increíble pero cierto, Zahl le mandó el dinero.

    Así que le agradeció el envío con floridas frases, ¡prometiendo trenzar su nombre con el suyo propio si alguna vez lograba la fama!

    Justo antes de las Navidades de 1879 encontró el camino de Klareboderne en el centro de Copenhague, lugar donde se encontraba la sede de Gyldendalske Boghandel, así que buscó alojamiento por la zona. A la mañana siguiente, bien temprano, se vistió con su mejor ropa y se dirigió a la editorial con su trabajo.

    Solicitó hablar con el mismo Frederik Vilhelm Hegel pero, como el editor no había llegado, le hicieron pasar a una antesala. Había allí un mostrador en el que un danés de su misma edad se apoyaba mientras discutía sobre un original. Iba vestido con ropa muy elegante y tenía una mirada melancólica. Nueve años más tarde conocería a la persona en cuestión: Herman Bang.

    Por fin apareció Hegel. El editor aparentaba tener sesenta y pocos años y al joven literato su aspecto le parecía el de un pastor. Hablaron un momento. Hegel se mostró amable, invitó a su despacho al recién llegado que venía de tan lejos y le dijo que volviera al día siguiente.

    A la mañana siguiente entró buscando inutilmente a Hegel con la mirada, finalmente tuvo que explicar su asunto a un oficinista, quien le entregó un paquete. Cuando le preguntó qué quería decir ese gesto, le contestó que el manuscrito no había sido aceptado.

    Abrió el paquete pero no había ni una sola palabra de Hegel. Al todopoderoso no se le podía ver por ninguna parte. Era el 23 de diciembre o el día de Nochebuena del año 1879.

    Aquel joven de veinte años se perdió por la ciudad y en un lugar llamado Infierno intimó, brindó con la patrona y se comportó como un hombre de mundo.

    No conocía a nadie.

    Hasta ese momento había estado lejos de los círculos literarios. Nunca se había encontrado con un poeta, tan solo durante los dos últimos años se había relacionado con gente que hablaba de literatura y que leía tanto a los clásicos como a los modernos. Tan solo de vez en cuando había tenido ocasión de leer en algún periódico de la capital comentarios sobre literatura; nunca había ido al teatro ni asistido a una conferencia, y fue en Bergen cuando por primera vez entró en una librería de verdad.

    Toda esa sabiduría literaria de la que se vanagloriaba estaba impregnada de terribles vacíos. Cierto era que había leído libros por gusto y con el tiempo otros para ampliar conocimientos, pero era evidente que iba muy retrasado en comparación con la mayor parte de la gente que se atrevía a presentar sus originales tanto en la editorial de Hegel como en cualquier otra. Toda esa gente tenía años de escuela e innumerables lecturas a su espalda, además había publicado artículos en prensa, como era el caso de Herman Bang, quien había compartido la antesala de la editorial con él y era dos años mayor. Precisamente ese año, el danés publicó una serie de artículos sobre el tema Realismo y autores realistas. En ellos analizaba el cambio generacional, la discusión sobre el radical Georg Brandes, profesor adjunto en la Universidad de Copenhague y los nuevos escritores como Zola o Balzac, quienes exigían un mayor realismo en la creación literaria.

    El joven de veinte años, procedente de Norland, llegó hasta el editor de Ibsen con un manuscrito en el que se podían apreciar las huellas de su ideal literario, Bjørnstjerne Bjørnson, narrador romántico del costumbrismo rural, cuya obra había sido escrita veinte años antes. Evidentemente Knut Hamsun no había logrado entrar en contacto con la nueva tendencia, el realismo en la literatura que precisamente Bjørnson y Henrik Ibsen lideraban en ese momento.

    Henrik Ibsen había escrito una nueva obra, Casa de Muñecas, que se estaba representando en el Teatro Real. Los conflictos matrimoniales de Nora y Helmer pertenecían a un universo desconocido para el muchacho, quien con ojos muy abiertos se paseaba por los salones del teatro, escuchando la conversación y observando el saber estar de todos aquellos hombres y mujeres de la burguesía.

    Posiblemente se preguntó si él, alguna vez, llegaría a formar parte de esa vida, es posible que durante esa etapa, su autoestima en lo referente a la vida social fuera considerablemente inferior a la seguridad que sentía como artista.

    Visitó también a otros editores en Copenhague y a un poeta noruego de tendencia nacionalista romántica. Aquellos que le respondieron intentaron explicar al artista en ciernes que sus manuscritos no eran una imitación especialmente buena de un género literario ya caduco, pero todo parece indicar que él nunca les creyó. A Erasmus Zahl, el hombre que le estaba financiando, le dio la siguiente explicación: Hegel de Gyldendalske no quería publicar su obra en prosa Frida porque el libro podía interpretarse como una forma de apoyar a Bjørnstjerne Bjørnson, quien tenía muchos enemigos en Copenhague.

    Decidió llevar su causa hasta el mismísimo Bjørnson, su gran ídolo literario, quien debería reconocer en Hamsun a un joven genio; precisamente Ibsen y él competían cada vez con más acritud sobre quién de los dos tenía más derecho al título del escritor más importante de Noruega. En la vida social sin duda alguna Bjørnson era el rey, no había tema sobre el cual no se pronunciara y debatía, de forma muy activa, en diversos foros internacionales, así pues su vida transcurría entre Noruega y lugares como Alemania, Francia, Italia… Ibsen por el contrario no había vuelto a poner los pies en su patria desde su amarga partida en 1864, fecha en la que había abandonado Noruega.

    Aquel joven de veinte años, que se había sentido rechazado, decidió visitar a Bjørnson en la fantástica granja que se había comprado cerca de Lillehamer. Esto ocurrió a comienzos de enero de 1880.

    Al entregarle el manuscrito a Bjørnson se preparó para volver en un par de días pero Bjørnson, con el libro entre las manos, empezó a hojearlo, a pasar páginas, a leer algo por aquí, a pasar más páginas, a leer de reojo un poco más rápido y, de pronto, recogió las hojas y le devolvió el manuscrito comentando que no merecía la pena.

    Bjørnson le aconsejó que se dedicara a actuar en lugar de escribir y le facilitó una carta de presentación para uno de los actores más famosos de la capital. El actor le proporcionó un pase para los teatros, pues de ese modo, dijo, podría estudiar teatro por su cuenta, algo que precisamente reconocía no conocer demasiado. Pero a pesar de esto, se dedicaba a comentar con mucha energía sus opiniones tanto sobre la obra de Ibsen como la de otros dramaturgos.

    Tenía gran necesidad de expresarse pero a pesar de que lo intentó tanto en periódicos como en revistas, todo fue en vano.

    Durante esos primeros meses de vida en la capital se dedicó a empeñar un objeto tras otro. El reloj, la ropa de invierno y los libros, sobre todo libros, de los que tenía más de cien. Solía presentarse los días de subasta pero en realidad no le resultaba tan doloroso ver cómo se llevaban sus cosas si era buena gente quien lo hacía. De nuevo se puso en contacto con Bjørnson pero en esta ocasión lo hizo por carta. ¿Podría Bjørnson ayudar a alguien que necesitaba un trabajo para vivir? La petición debió de causar cierto efecto porque el ocupado Bjørnson se tomó la molestia de recomendarle al catedrático de literatura de la Universidad de Oslo, Olaf Skavlan. El catedrático leyó lo que le había traído, tanto en lírica como en prosa, y por primera vez desde que abandonara el entorno de su hogar, recibió un informe positivo. El catedrático le facilitó una valoración por escrito que se resumía en algo así como: «un gran talante poético sin desarrollar», y sugería que personas bien situadas ayudaran al muchacho de modo que este pudiera pagarse clases particulares y quizás pasar un examen de reválida.

    Una de las personas que aceptó esta invitación fue el boticario Harald Thaulow, quien le ofreció al escritor en ciernes unos trabajos como administrativo y, en cierto modo, el acceso al ámbito familiar y privado de Thaulow. Tuvo además la posibilidad de entrar en contacto con el círculo de la burguesía de Oslo, que contaba con algo más de cien familias.

    Las clases altas de la capital de Noruega, en esa época una ciudad pueblerina, la formaban matrimonios de comerciantes, altos funcionarios, académicos, oficiales de alta graduación, gentes que se casaban entre ellos. Cada vez había menos representantes de este círculo de la alta burguesía que consideraba a Knut Hamsun, como ahora se hacía llamar, un digno representante del grupo de jóvenes con escasa fortuna y al que a ellos les gustaría ayudar.

    Enseguida se dieron cuenta de que carecía de estudios, algo que no resultaba sorprendente; además sus opiniones mordaces les irritaban y la confianza que mostraba en sí mismo ante situaciones de presión iba más allá de lo soportable según pensaban incluso los más tolerantes. En opinión de las mujeres, tenía un encanto que no era precisamente refinado y se comportaba como si no fuera consciente de que no era un partido adecuado.

    En menos de un año había gastado el equivalente a casi ocho años del sueldo de un agente de la policía rural. Tenía acreedores que se extendían, por el Norte desde Bødo hasta Oslo y por el Sur hasta Copenhague, así fue como el rumor de su salvaje forma de dilapidar el dinero le cerró cada vez más puertas.

    Claro está que mucha gente en Nordland le había prevenido sobre la vida en las ciudades.

    Él había crecido en una sociedad campesina en la que la persona importante y la que no lo es se mantienen en contacto, una sociedad en la que tanto el propietario como el arrendatario, el jornalero sin tierra y el poderoso comen en la misma mesa, una sociedad en la que todos están subordinados a una dependencia recíproca, porque cultivan la misma tierra. Había recalado en la ciudad, en donde la lucha por la existencia era indudablemente mucho más dura: si bien aquí uno podía ascender rápidamente también podía caer más deprisa.

    Hamsun había ofrecido al editor de Ibsen, y a todos los que había estado tanteando después, lo mejor que tenía. Le habían sonreído amablemente pero le habían rechazado. Era evidente que en esos manuscritos se describía un mundo de la sociedad rural que vivía al norte del círculo polar y que ellos casi no conocían, ni los editores de Dinamarca ni los de Noruega. Indudablemente había empezado a comprender que no podía continuar así. Tenía que tratar temas más modernos y escribir sobre las gentes que vivían en las ciudades, que eran los que en definitiva, publicaban y compraban los libros y por tanto querían verse reflejados en ellos.

    Su vida transcurría entre los salones del teatro y los hogares burgueses, pasando por vulgares tabernas de regreso a su miserable alojamiento, en donde tenía que taparse los oídos con bolas de papel de periódico para aislarse de la primitiva vida de los demás.

    Intentó describir esa doble vida que llevaba y, en cierta ocasión, se lo mostró a la mujer del boticario, Nina Thaulow, una persona culta que conocía a Bjørnson y a diferentes poetas. Ella debería intuir lo que escondía en su interior, pero sin embargo tiempo más tarde se quejaría a Bjørnson: «Traté de abrirme camino en sus trabajos pero me encontré completamente desconcertada en un mundo en el que solo había tumoración, anomalías y confusión». Bjørnson tampoco creía en él.

    Diez años más tarde, Knut Hamsun revelaría en Hambre sus vivencias de esa época, mostrándole a la

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