Teotihuacan
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Teotihuacan - Eduardo Matos Moctezuma
suyo.
I. ¿Por qué surgieron las ciudades antiguas?
Una discusión que no termina
UNO DE LOS INTERROGANTES QUE LA ARQUEOLOGÍA NO HA PODIDO resolver del todo es la razón por la cual surgen las ciudades en la antigüedad. Muchos son los investigadores que han dedicado no pocas horas de estudio para tratar de encontrar respuesta a este apasionante tema. La incógnita ha permitido, desde luego, que existan diversos planteamientos acerca de la presencia de la urbe en las sociedades antiguas, lo que algunos consideran como elemento indispensable para el surgimiento de la civilización. Se cuenta con datos que nos hablan de la presencia de grandes conglomerados humanos desde varios milenios antes de nuestra era. Tal es el caso de Egipto, en África, y de las civilizaciones que nacieron entre el Tigris y el Éufrates en lo que hoy es Irak. En la India es posible rastrear la huella de importantes ciudades, y en China surgieron diversos centros que en poco tiempo se hicieron del control de regiones aun remotas. En la zona andina también se dio este fenómeno y otro tanto sucedió en Mesoamérica.
A todas estas urbes podemos considerarlas como parte del proceso de desarrollo de las sociedades que les dieron origen. Sin embargo, no tenemos una respuesta que, sin lugar a dudas, aclare la pregunta de por qué surgen las ciudades. Conocemos algunas de sus características, pero desconocemos del todo las causas que expliquen su surgimiento. Es innegable que la presencia de ciudades corresponde a un cambio cualitativo dentro del proceso del desarrollo humano. Los intentos por entender este fenómeno han dado paso a varios planteamientos desde diferentes perspectivas. Aquí sólo haremos mención de aquellos que consideramos más importantes. Así, tenemos la propuesta de Karl Wittfogel, quien, inspirado en ideas marxistas que después fueron depurándose, desde la década de 1920 planteó lo que conocemos como hipótesis hidráulica, basada fundamentalmente en el control del agua y la utilización de grandes sistemas de regadío por parte de burocracias poderosas enmarcadas en el despotismo oriental, como las de la antigua China, Egipto y Mesopotamia. Gordon Childe, por su parte, planteó tres etapas, que denominó revolución neolítica, revolución urbana y revolución industrial. Concebía el concepto revolución no como una catástrofe, sino como parte de un proceso en el que diversos aspectos contribuyeron a los cambios cualitativos que transformaron el proceso evolutivo, en especial la población y la tecnología. En el caso de la revolución urbana en el Medio Oriente, y en relación particularmente con el surgimiento de la ciudad, anotaba varios factores que la caracterizaban: a) mayor tamaño y densidad del asentamiento; b) existencia de una clase gobernante; c) presencia de especialistas de tiempo completo; d) organización estatal basada en la residencia; e) sistemas de intercambio a larga distancia; f) concentración de los excedentes; g) sistemas de escritura y de notación numérica; h) ciencias exactas y predictivas; i) arte figurativo; j) arquitectura pública monumental.
Las ideas de Childe tuvieron gran influencia entre muchos estudiosos, quienes adaptaron sus planteamientos para aplicarlos en otras regiones. Pero no todo encajaba perfectamente. Algunas ciudades no presentaban todos esos rasgos y, sin embargo, estaban allí. Nuevas excavaciones arqueológicas en diferentes partes del mundo aportaron mayor información acerca del tema. Otros autores contribuyeron a tratar de dilucidar el surgimiento de las ciudades, como Paul Wheatley para el caso China, o Robert Adams para Mesopotamia y la América antigua, especialmente esta última, que no había sido considerada por Childe en su análisis de la revolución urbana. Mesoamérica y los Andes venían a sumarse a la discusión. Esta preocupación llevó a estudiosos como Sergio Staino y José Canziani a tratar sobre el asunto en la región andina, donde veían la importancia del sacerdote en los primeros asentamientos después de la disgregación del sistema económico del comunismo primitivo y la formación de clases sociales, que ven claramente definida en la cultura Moche.¹ Por otra parte, el mismo Adams, Julian Steward, Gordon Willey, Pedro Armillas, William Sanders, Barbara Price y más recientemente Linda Manzanilla y Walburga Wiesheu, entre otros, han enfocado el tema en la cultura mesoamericana comparándolo con los casos de otras regiones del mundo o estudiándolo desde una perspectiva interna. De ahí han derivado diversas concepciones, como la que define de manera distinta una ciudad como Teotihuacan respecto de, por ejemplo, algunos centros mayas, clasificando la primera como un asentamiento urbano concentrado, y a los segundos como centros urbanos dispersos, categoría esta última por la que se inclinaba Willey, quien llegó incluso a clasificar civilizaciones con ciudades y sin ciudades.
También se discutió la existencia del Estado como institución administrativa de la ciudad y si éste se hallaba siempre como parte inherente de ella. Todo ello nos habla acerca de las ciudades y de lo que se considera como tal. Un análisis de toda esta problemática y de las distintas posiciones al respecto se pueden consultar en el trabajo de Wiesheu que trata críticamente sobre el tema de la transformación urbana,² o en el amplio estudio que sobre la teoría antropológica ha elaborado Marvin Harris.³
En los últimos tiempos se ha pasado de un planteamiento económico-tecnológico como el que sustentaban algunos de esos autores a una propuesta totalmente contraria: el papel que desempeñaron los aspectos religiosos, superestructurales, en el surgimiento de las ciudades. Ya Paul Wheatley había señalado el papel relevante que tiene la religión como núcleo aglutinador, dando paso a la ciudad. Por su parte, investigadores como Emmanuel Terray habían anotado que dentro de algunas sociedades antiguas prevalecía la dominación de la superestructura política e ideológica en la producción.⁴ Estas últimas posiciones son las que se han planteado para Mesoamérica; así, algunas investigaciones destacan la relevancia del templo y de un grupo sacerdotal como base para el surgimiento pleno de la ciudad. Por mi parte, ya había comentado algo sobre el particular al plantear, en 1979, que el Estado se conforma desde el momento en que un grupo empieza a separarse dentro del todo social y establece los aparatos ideológicos y represivos que irá afinando y que lo ayudarán a mantener su estatus dentro de la sociedad. Este Estado reviste dos características: por un lado controla todos los aspectos internos de la sociedad, como la economía, la educación, el gobierno, la justicia, las manifestaciones estéticas, etc., mediante sus propios aparatos coercitivos e ideológicos. Por otro, cuando ese Estado rebasa sus propios límites territoriales e invade los de otros Estados o poblaciones, nos encontramos ante un Estado imperialista, como muy probablemente fue el caso de Teotihuacan y las subsecuentes sociedades del centro de México, como toltecas y aztecas.⁵ Acerca de esto hemos dicho:
Mucho se ha hablado de sociedades teocráticas primero y militaristas después. Nosotros pensamos que no se deben entender estos términos de manera absoluta, ya que actualmente se robustece más la idea de que ambos aspectos están íntimamente ligados y se fueron desarrollando conjuntamente […] Para el caso de Teotihuacan, considerada para algunos autores como sociedad teocrática, y no militarista, en realidad tenemos que existe toda una serie de evidencias que permiten pensar de manera diferente.⁶
Así las cosas, aunque se continúa investigando y aportando nuevas ideas al problema, la verdad es que no se ha podido establecer algo definitivo. Ante el riesgo de ser considerado ecléctico, creo que hay que tomar en consideración las características de las ciudades según la región y el medio en que se desarrollan, sus características de organización social y su desarrollo tecnológico, además de las creencias y la cosmovisión de sus habitantes, ya que todo ello puede tener un papel decisivo en su desarrollo. Quizá en algunas regiones un aspecto pesó más que otro, pero lo que no podemos hacer es afirmar categóricamente que una ciudad surge si una sociedad cumple con ciertos rasgos específicos. Quedó demostrado en el pasado que esto no opera así. También considero arriesgado descartar del todo la hipótesis hidráulica, pues la tecnología agraria, al igual que otros factores como la religión y la organización social, incidió de manera importante en las formas de desarrollo que condujeron al surgimiento de las ciudades. Así, en algunas regiones, el factor preponderante pudo haber sido el religioso, entre otros. La construcción de estructuras monumentales de carácter religioso, que muestran la importancia sacerdotal, no puede dejar de lado la posible y también importante presencia civil dentro de los sistemas de gobierno. En pocas palabras, considero que no se puede hablar de una sola causa en el surgimiento de la urbe, sino que, de acuerdo con los datos hasta ahora conocidos, son diversas las circunstancias que hicieron factible la presencia de las ciudades.
El caso de Mesoamérica
Aunque cronológicamente más tardíos que los de África y Asia, los centros urbanos están presentes en las diversas regiones mesoamericanas. Y aquí es necesario referirnos y hacer hincapié en características distintivas de las primeras ciudades mesoamericanas: surgen de su propio desarrollo, son autóctonas y en su planteamiento no hubo influencias externas. Esto les da un carácter singular y nos permite ver de entrada que mientras que en otras regiones la presencia de grandes corrientes fluviales pudo ser uno de los factores importantes para el desarrollo de las ciudades, en el altiplano no tenemos vestigios de la existencia de grandes obras hidráulicas aplicadas a la agricultura, si bien se tiene cierta información acerca de la tecnología agrícola para el centro de México, expresada a través de lo que denominamos desde 1965 hipótesis de las áreas verdes
, que veremos más adelante. Hay que buscar, por tanto, otras explicaciones.
Desde luego contamos con ciertos antecedentes; por ejemplo, antes de que surja la ciudad, existen los llamados centros ceremoniales
, que se distinguen por sus características semiurbanas, lo que nos lleva de inmediato a atender un problema de difícil solución: la existencia de un Estado incipiente, como entidad superior, con el control económico, político, social y religioso. Debemos tomar en consideración varios factores, entre los que destacan la complejidad social y las relaciones dentro de esas sociedades, el medio ambiente y la religión. Como se ve, el asunto es complejo, por lo que empezaremos por analizar algunas referencias, como la cronología aceptada para Mesoamérica, lo que nos permitirá conocer el proceso de desarrollo en esta gran superárea y las diferentes etapas que la caracterizaron, concretamente en el centro de México, que dio como resultado final la presencia de una urbe como Teotihuacan.
Cuando los primeros pobladores atravesaron el Estrecho de Behring, hace aproximadamente 30 000 años, penetraron en los vastos territorios del nuevo continente y se fueron adaptando a un medio con características muy diversas, desde grandes desiertos hasta selvas tropicales, desde zonas lacustres hasta litorales ricos en productos marítimos; en fin, la biodiversidad era tan rica que permitió al hombre aprovechar esos recursos en su propio beneficio.
Estos primeros grupos tenían una organización social comunal; dedicados a la cacería de animales pequeños y de la megafauna existente, debieron de desarrollar todo su ingenio para fabricar utensilios, trampas y estrategias para la captura de los animales. La recolección de plantas silvestres y la pesca en ríos y litorales fueron actividades complementarias de la caza. El conocimiento del movimiento de las manadas de animales según el cambio de las estaciones durante el año les permitió organizarse de manera tal que pudieron aprovechar mejor sus recursos e inventiva. De habitar en cuevas y abrigos rocosos, pasaron a construir campamentos temporales para estar cerca de las manadas, acecharlas y poder cazar. La observación del crecimiento de las plantas, por otro lado, les permitió relacionar la temporada de lluvias con el desarrollo de éstas y saber cuál era la mejor época para la recolección.
Mucho tiempo debió de pasar para que aquellos primeros grupos de cazadores-recolectores-pescadores empezaran poco a poco a asentarse en lugares permanentes. Hubo un factor determinante para que esto ocurriera: el descubrimiento de la agricultura. Fue tal el impacto que produjo, que las primitivas sociedades sufrieron un cambio cualitativo en todos sus órdenes. En efecto, datos provenientes del área de Tehuacán, Puebla, de la sierra de Tamaulipas, de los valles centrales de Oaxaca, de