EL SALVADOR: Cuna del Terrorismo de Estado
Por Mario Turcios
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En las páginas de este libro autobiográfico, abro las puertas de mi dolorosa historia como superviviente del terrorismo de estado durante la guerra civil en El Salvador. El 18 de abril de 1982, el coronel Domingo Monterrosa arrebató la vida de mi padre, hermanos, primos y sobrinos, sumando un devastador total de 49 almas perdidas. En medio de esta tragedia, emerge una llamada apremiante a la reconciliación, fundamentada en la confesión, el perdón y el compromiso de aprender de nuestros errores. Mi relato no solo es una crónica personal, sino un llamado de atención para anticiparnos a tragedias similares. Debemos resistir a ser marionetas en las guerras de otros y, en su lugar, buscar un camino hacia la reconciliación nacional. Esta obra no solo es un testimonio de pérdida, sino un compromiso profundo de construir un futuro donde la historia no se repita y donde la paz no sea solo un anhelo, sino una realidad arraigada en la confianza, el perdón y la prevención activa. Únete a mí en este viaje hacia la reconciliación, donde la memoria se convierte en catalizador para un cambio positivo, y donde la confesión y el perdón se erigen como pilares fundamentales para construir un mañana más compasivo y consciente.
Mario Turcios
Mario Turcios nació el uno de febrero de 1967 en el Divisadero, en Morazán, El Salvador. Creció junto a sus padres Virgilio Flores y María Dolores Turcios, en el caserío Barríos del cantón nombre de Jesús, del mismo departamento. Su padre era minero y agricultor y su madre partera y activista en derechos humanos, Turcios es el hijo número 14 de sus 15 hermanos, estudió sus primeros grados de escuela primaria en el caserío Barríos, debido a la inestabilidad económica de la comunidad, con frecuencia la escuela era trasladada a diferentes comunidades ubicadas en los caseríos de La Jagua, la Cañada y Barríos de Morazán. El 18 de abril de 1982, Turcios, siendo un niño fue testigo del asesinato de su padre y 48 personas más, fue reclutado por el ejército gubernamental, lo acusaron de guerrillero. Después de un mes de torturas, con el aval de agregados militares estadounidenses fue liberado y obligado a cumplir con servicio militar por dos años (1987-1989). Se casó muy joven con Gladis Bolaños y procrearon tres hijos; con el apoyo de su esposa continuó sus estudios de contaduría y administración de empresas, posteriormente inició sus estudios de jurisprudencia y ciencias sociales. En el año 2004 fue obligado a salir de su país y solicitar asilo político en Estados Unidos. Desde su exilio, exige verdad y justicia en el caso Barríos, y otros casos de violaciones a los derechos humanos cometidos contra la población civil durante la guerra que se prolongó por doce años (1980-1992).
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EL SALVADOR - Mario Turcios
Copyright © 2024 por Mario Turcios.
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Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.
Palibrio LLC
1663 Liberty Drive
Suite 200
Bloomington, IN 47403
ISBN: 978-1-5065-5206-4 (sc)
ISBN: 978-1-5065-5204-0 (hc)
ISBN: 978-1-5065-5205-7 (e)
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2024900452
Fecha de revisión: 03/22/2024
Contenido
Sobre el Autor
Prefacio
Dedicatoria
Agradecimiento
Presentación
CAPÍTULO I Narrativa Subversiva
CAPÍTULO II Orígenes de Barríos
CAPÍTULO III Señor Thomson
CAPÍTULO IV Virgilio Flores
CAPÍTULO V Carbunclo
CAPÍTULO VI Familia
CAPÍTULO VII San Romero
Teología de la Liberación
CAPÍTULO VIII San Romero
Delegados de la Palabra
CAPÍTULO IX Torturas y Ejecuciones
CAPÍTULO X La Masacre
CAPÍTULO XI Escapando del Terrorismo
CAPÍTULO XII El Héroe en la Sombra
CAPÍTULO XIII Servicio Militar Obligatorio
CAPÍTULO XIV En Busca del Amor Perdido
CAPÍTULO XV Impunidad y Política
CAPÍTULO XVI Tras las Rejas del Mundo Libre
CAPÍTULO XVII Terrorismo de Estado
CAPÍTULO XVIII Mundo Multipolar
Reconfiguración Geopolítica Global
CAPÍTULO XIX Estigma Social
CAPÍTULO XX Memorial
Las Víctimas del Terrorismo de Estado
CAPÍTULO XXI La Regla de Oro
Anexo
Conclusión:
Sobre el Autor
Mario Turcios, escritor, defensor de derechos humanos, autodidacta, emprendedor y luchador social, nació el 1 de febrero de 1967 en el Distrito del Divisadero, Departamento de Morazán, El Salvador. Creció junto a sus padres, Virgilio Flores y María Dolores Turcios, en el caserío Barríos del cantón Nombre de Jesús, en el mismo departamento. Su padre era minero y agricultor, y su madre, partera y activista de derechos humanos. Turcios es el hijo número 14 de 15 hermanos. Debido a la inestabilidad económica de la comunidad, la escuela fue trasladada frecuentemente a diferentes comunidades ubicadas en los caseríos del Cantón La Jagua, La Cañada y el caserío de Barríos del Departamento de Morazán. Turcios experimentó de primera mano el amargo conflicto armado entre la guerrilla y las fuerzas armadas del gobierno salvadoreño en los años 1980. El 18 de abril de 1982, Turcios, siendo aún un niño, presenció el asesinato de su padre y de 48 personas más, un total de 49 personas cruelmente asesinadas aquel fatídico día. El Batallón Atlacatl, comandado por el Coronel Domingo Monterrosa Barrios, violó, torturó y asesinó a niñas, niños, mujeres, jóvenes y ancianos. Turcios fue reclutado por soldados del Centro de Instrucción de Transmisiones de la Fuerza Armada (CITFA) del ejército gubernamental. Al ver que ninguno de sus familiares cercanos se acercó a pedir su libertad, el alto mando de la unidad militar lo consideró sospechoso, y Turcios fue acusado de ser guerrillero. Lo mantuvieron incomunicado, lo sometieron a interrogatorios y, después de un mes de crueles torturas, lo liberaron con la aprobación del ejército estadounidense y luego lo obligaron a completar dos años de servicio militar (1987-1989). Aún en la adversidad, Turcios alimentó sus sueños de superación y continuó sus estudios de Contabilidad y Administración de Empresas en el Colegio Técnico Cultural (1991- 1992), para iniciar sus estudios de Jurisprudencia y Ciencias Sociales que luego realizo en la reconocida Universidad Modular Abierta (1993-2000), estudios que logro completar exitosamente con muy buenas calificaciones. En el año 2002, nuevamente fue ferozmente perseguido debido a su firma opinión política debido a su incansable lucha representada por Tutela Legal del Arzobispado Católico de San Salvador, buscando arduamente encontrar justicia por el asesinato de su padre y sus 48 familiares masacrados aquella inolvidable mañana que marcó su vida para siempre. De estos 49, 29 eran niños, y el resto eran mujeres embarazadas y ancianos. En 2004, bajo amenazas de muerte, Turcios se vio obligado a abandonar su país y buscar asilo político en los Estados Unidos de norte América. Su insaciable deseo de superación lo llevó a iniciar una nueva carrera universitaria, y se matriculó en la Atlantic International University, obteniendo la licenciatura en estudios legales (2010-2017). Inició esta carrera luego de estar detenido durante seis meses con su hijo de 13 años, Rudy, en un centro de detención de inmigrantes ubicado en Taylor, Texas, donde tuvo que lamentar la muerte de su madre, quien falleció durante su detención y que nunca volvería a ver. Posteriormente, inició el proceso de aplicar todos esos conocimientos adquiridos en sus estudios teológicos de forma autodidacta desde su adolescencia. Desde el exilio, Turcios exige verdad y justicia en el caso Barrios y otros casos de violaciones de derechos humanos cometidas contra la población civil durante la guerra que se extendió por doce años (1980-1992). Esa es la razón principal por la que Mario Turcios, desde su Movimiento Universal Verdad Presente y el Movimiento Internacional por la Justicia, ha dedicado toda su vida a la educación en Derechos Humanos desde una perspectiva bíblica, con énfasis en la superación personal y la motivación, a través de la asesoría y el coaching personal basado en los verdaderos principios de la libertad de conciencia. Su principal deseo es que muchas personas vengan a Cristo a través del estudio de las profecías de Daniel y las revelaciones del Apocalipsis, y que el Espíritu de Dios impresione a cada corazón para cumplir el mandato: Id y predicad el evangelio del reino a toda tribu, nación y lengua
.
Dedico este maravilloso libro con profundo aprecio y sincero afecto a:____________________________. Que las páginas que ahora tienes en tus manos te inspiren y acompañen en tu propio viaje. Con gratitud y los mejores deseos, Mario Turcios:_______________.
Prefacio
Quizás en algún momento llegue el día en que tu hijo te pregunte: ¿Cuáles son estos preceptos, mandamientos y reglas que Jehová nuestro Dios te ha mandado?
Tu respuesta resonará así: Éramos esclavos de Faraón en Egipto, y Jehová nos sacó de allí con mano firme, para llevarnos a la tierra que había prometido a nuestros padres.
(Deuteronomio). Pero, ¿Qué representa la memoria? ¿Por qué es tan vital para los cristianos y para aquellos que creen que Dios nos otorga el don de la memoria, la razón y los talentos personales? La memoria es una patrona dura, exige siempre una verdad clara y transparente. Cuando la olvidamos o la abandonamos, nos convertimos en seres humanos más empobrecidos. Es por eso que debemos agradecer y honrar a Mario Turcios por ayudarnos a recordar una época tan cruel que vivió El Salvador en los años 80 y parte de los 90 del siglo pasado. La historia del Caserío Barríos es, sin duda, difícil, triste y amarga. Mario hace una profunda catarsis al compartir su experiencia como superviviente de una masacre que marcó su vida y la de su familia para siempre. La narrativa de Mario, aunque no es única, se vuelve peculiar al describir con lujo de detalles la campiña salvadoreño y presentar personajes propios de la idiosincrasia de este pequeño país centroamericano. Resulta fascinante cómo a través de la narración de su triste experiencia, se percibe el color del humor y la presencia del ecumenismo, ese digno papel de las iglesias en la búsqueda de un mundo más humano, incluso a costa del derramamiento de la sangre de sus inocentes mártires. La Catarsis por Barríos
es un reclamo literario por la verdad, la justicia, la reconciliación y la paz. La memoria cobra vida en este manuscrito, no solo para individuos sino también para los pueblos que han vivido situaciones similares. Turcios nos invita a caminar junto a él por los senderos del Cantón Dulce Nombre de Jesús, sus cantones aledaños y sus caseríos, reviviendo los amargos recuerdos de aquellos tristes años. De esta manera, caminando juntos con memorias resucitadas, podemos celebrar y honrar los nombres de aquellos que fueron asesinados y desaparecidos: inocentes y luchadores por un futuro digno, justo y pacífico. La historia contada por Mario Turcios derrota el muro de protección e inmunidad de aquellos crueles criminales que violaron los derechos humanos del pueblo. La catarsis de Barríos desarma a los militares de la época y destapa las verdades ocultas. La memoria a veces es peligrosa y contar la historia puede ser subversivo, ya que destruye planes, secretos e impunidades de los inhumanos opresores. La Catarsis por Barríos
es un camino hacia la luz del día, una senda hacia un futuro de esperanza. Como dice el autor: No debemos olvidar el pasado y debemos tenerlo siempre presente, no para vivir hundidos en sus tristes efectos, sino para que esas historias no se repitan.
Estamos agradecidos con Mario Turcios por invitarnos a recorrer junto a él los caminos de la historia y compartir la Catarsis por Barríos
. Que esta historia dé valor a otros para compartir sus propias experiencias. Las autoridades pueden resistirse a comisiones de la verdad
, pero el pueblo tiene la responsabilidad de dar testimonio, como lo hace Turcios hoy. Turcios describe cómo de Barríos, aquel pueblo alegre, trabajadores de las minas y de la tierra, de aquellos campesinos que amaban el campo, no quedó nada.
Su relato aborda la traición entre hermanos, parientes y vecinos, la lucha por la libertad, y cómo ambos bandos, ejército y guerrilla, pertenecían a la misma clase social. El Mártir Monseñor Romero, alguna vez nos dijo: Tengo fe en que un día saldrá a la luz toda esa oscuridad, y que tantos desaparecidos y tantos asesinados tendrán que salir a la luz, y entonces quizá nos sorprendamos de saber quiénes fueron los autores
. La esperanza y el sueño de Turcios, como el nuestro, es que conozcamos la verdad y que la verdad nos transforme. En conclusión, La Catarsis por Barríos
es un testimonio valiente que busca la luz de la verdad para construir un futuro mejor. Reverendo Richard A. Bower.
Dedicatoria
Mario Turcios dedica estas conmovedoras palabras a todos aquellos niños, niñas, ancianos, mujeres y jóvenes que fueron salvajemente torturados, violados y brutalmente asesinados a manos del terrorismo de Estado disfrazado de soberano y fiel defensor de las Fuerzas Armadas. También dedica estas sinceras palabras a aquellos campesinos inocentes que fueron asesinados sin piedad en el centro de ese pequeño y humilde caserío: Barríos, donde vivían sus sobrinos y sobrinas junto a su padre Virgilio Flores, a quien, con nostalgia y lágrimas en los ojos, dedica el mayor esfuerzo en su compromiso de luchar contra la impunidad. Mario Turcios lamenta la partida de su madre, María Dolores Turcios, quien falleció el el inolvidable 23 de noviembre del año 2008, la Niña Lola como la llamaban. Ella desinteresadamente y sin esperar nada a cambio entregó lo mejor de sí misma a la comunidad y a la causa para encontrar una solución al conflicto a través del diálogo y así lograr la paz. A ella le debe su vida, su formación y su conciencia social. También, su firme decisión de compromiso solidario con su pueblo. Además, de manera muy especial, Mario Turcios comparte la siguiente historia sobre: Un hombre extraño llamado Calistro: En una fría mañana en el estado de Maryland, Estados Unidos, mientras disfrutaba de su habitual café en un pequeño restaurante de comida latina, frente a la casa Farabundo
, reía solo, mientras escuchaba al alcalde migueleño Will Salgado alardear con profunda satisfacción al ser entrevistado en una emisora de radio local jactándose de sus ilusorias hazañas ejecutadas en el conflictivo oriental departamento de Morazán mientras en sus operaciones supuestamente encaminadas aniquilar a comandantes guerrilleros de alto rango recolectaba pequeños cráneos de niños asesinados por el Batallón Atlacatl en El Mozote donde murieron más de mil campesinos, entre los cuales más de setecientos cincuenta eran niños. Mario Turcios tomó un sorbo de aquel amargo café y vino a su mente aquel tiempo que pasó en su caserío Barríos. En aquella cafetería repleta de recuerdos, añoró una vez más ese tiempo lleno de buenos y malos momentos. Desde el frente del lugar leyó por inercia la leyenda FMLN
; tomó un sorbo de café y escuchó el bullicio de la gente y de fondo la música revolucionaria, en alusión a la amarga historia de aquella década de los 60, 70 y 80 vivida en América Latina; La nostalgia anidaba en él. La imaginación de Mario Turcios fue transportada al pasado; Le vino a la mente ese personaje peculiar de Barríos, ese hombre que nunca nadie supo de dónde y cómo llegó; era el hijo del caserío
, lo adoptaron todas las familias que allí vivían, era un niño grande, inocente, pero en su ingenuidad les correspondía con su cariño. Su instinto de supervivencia lo convirtió en un buen trabajador, consciente o inconscientemente estaba donde más se le necesitaba; iba a buscar agua, sacaba leña, hacía mandados para todas las familias humildes del caserío, se hacía experto en los cultivos y era muy puntual en el trabajo; Nunca faltaba Calistro, a veces faltaba el capataz, un hombre, muchas veces símbolo de represión para los humildes campesinos; Calistro siempre estuvo ahí a merced de aquel dios que le permitió entrar al cielo
en las entrañas de la madre tierra. Calistro era parte de ellos. Lo consideraban una bendición de Dios, siempre mascaba tabaco, tenía el porte promedio de un salvadoreño, era el toque especial de la cuadrilla, introvertido y con rasgos indígenas muy marcados, era la máxima expresión del amor incondicional por los demás, estaba ahí al frente y colaborando con todos en el proceso desde el inicio hasta el final de la cosecha, no hablaba con casi nadie, pero en su silencio se comunicaba con todos. Terminadas las labores de cultivo y realizada la cosecha, Calistro se convertía en un experto artesano del carbón; cuando las lluvias se alejaban y el verano llegaba con vigor; también llegaba el momento preciso de arrancar raíces para procesar carbón y ponerlas al sol, lo estaba listo un par de semanas después, y con un poco de ayuda las transportaba hasta el río, preparaba un lugar adecuado y en la noche quemaba el carbón. que él sepa nadie podría superarlo en el arte del carbón, él conocía el punto exacto de la mejor calidad, era el productor y proveedor, que abastecía a todos los herreros de La Cañada, El Corozal y San Pedro Carrizal. cantones donde la principal actividad económica era la herrería. Mario Turcios cierra el capítulo sobre Calistro con una conmovedora reflexión. En su mente contempla la enigmática figura que había vivido en en caserío Barríos durante los tiempos convulsos del amargo conflicto armado de los años 1980. Turcios recuerda la brutalidad que enfrentó Calistro a manos de soldados despiadados, a pesar de su carácter retraído. Calistro sigue siendo un personaje misterioso, sin nombre ni antecedentes reales conocidos. Era un enigma para los habitantes de los demás caseríos entre los cuales circulaban enigmáticos rumores sobre sus orígenes. Algunos incluso especularon que podría ser un sobreviviente de una epidemia de viruela pasada o incluso un espíritu que había resucitado de entre los muertos. Los niños del caserío inventaron historias sobre él para hacer frente a su miedo y curiosidad. Turcios no recuerda haber visto a Calistro el fatídico día de la masacre ocurrida en Barríos el 18 de abril de 1982, que se cobró la vida de muchas personas inocentes. Sin embargo, hay una historia notable que surgió de ese trágico día. Hilario Valladares, que acababa de regresar a su casa, descubrió la horrorosa realidad de la masacre. En su dolor y conmoción, fue herido por una bomba lanzada durante un segundo devastador bombardeo aéreo ordenado directamente por el alto mando del Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada salvadoreña. Sorprendentemente, Calistro estaba presente para socorrerlo, protegerlo, ayudarlo, aplicándole varios vendajes improvisados brindándole consuelo durante sus últimas horas angustiosas de su triste final. Después de la masacre, Calistro continuó visitando Barríos, a menudo se le veía sentado junto al cráter de una bomba, guardián de aquel lugar desolado. Su presencia parecía aferrarse a la esperanza de que Barríos de alguna manera volviera a la vida o, tal vez, no podía soportar la idea de vivir sin las personas que había llegado a considerar como suyas. Calistro, encarnación de la pobreza y el amor incondicional por la humanidad, fue un hombre que nunca entendió el valor del dinero o la riqueza material, pero poseía algo mucho más profundo. Lamentablemente, la vida de Calistro llegó a su fin, y falleció con sólo tres monedas de dos reales en el bolsillo. La causa de su muerte sigue siendo incierta, pero se supone que fue motivada por la depresión o soledad. Mientras Turcios termina su café, deja atrás el recuerdo de este peculiar hombre, Calistro, que sin saberlo había dejado una huella imborrable en la gente de Barríos, símbolo del amor inquebrantable y humanidad en medio de los tiempos más oscuros de nuestra lamentable y vergonzosa historia.
Agradecimiento
Mario Turcios expresa su profundo agradecimiento a Dios, quien lo protegió durante la cruel e implacable persecución del terrorismo de Estado. A pesar de sus grandes luchas espirituales y su desobediencia, Mario reconoce que Dios lo guió constantemente por el camino de la sabiduría. Agradece a su Padre Celestial por preservar su vida y ofrecerle la oportunidad de dedicar el resto de sus días a servir en su ministerio. también manifiesta su gratitud por la capacidad de perdonar a sus enemigos y buscar el perdón de aquellos a quienes pudo haber ofendido. De manera muy especial, Mario desea expresar su reconocimiento a Gladis. Valora su tolerancia al compartir una vida marcada por convicciones diferentes y la elogia por afrontar sus emociones más profundas, soportar el dolor y elegir caminar junto a él a través de aquel viaje desafiante y accidentado lleno de obstáculos y cruel adversidad. Juntos, enfrentaron los feroces ataques de los implacables detractores mientras se aventuraban hacia un futuro incierto. Mario y Gladis mantuvieron su creencia en la justicia para las generaciones futuras, incluidos sus hijos. A sus amados hijos, Rudy Arnold, Denis Steven e Ingrid Yamileth, quienes soportaron pacientemente su interminable ausencia y escucharon las desgarradoras historias de supervivencia, Mario expresa su amor y gratitud. Reconoce que escribir sobre su vida personal, en particular este fragmento de su inimaginable historia, despierta sus emociones más profundas y recuerdos melancólicos. Mario está agradecido por el vínculo que lo une a su querida hermana pequeña, Lolita, quien estuvo a su lado durante los momentos más difíciles. Junto a su madre, se enfrentaron al enemigo y se comprometieron jurando cuidar de ella hasta el final, incluso si eso significaba sacrificar sus propias vidas bajo la cruel e implacable persecución del despiadado terrorismo de estado. Mario extiende su más sentido reconocimiento a su compatriota y querido amigo, Carlos Peña, quien, sin conocerlo personalmente, se solidarizó incondicionalmente en sus momentos más críticos de su vida. El altruismo de Carlos brindó una ayuda crucial a Mario y a su hijo cuando más lo necesitaban, en aquel triste momento en el que fueron rechazados por sus hermanos mayores. El pastor Alejandro Velásquez Jr. y su esposa, Dora Bless Velásquez, reciben un profundo agradecimiento de Mario por su apoyo en este proyecto de vida. El énfasis en el serio compromiso de Mario con su creador y el incuestionable mensaje de la verdad presente, especialmente en la anticipación del inminente regreso de nuestro Redentor, el apoyo moral de sus amigos ha sido invaluable. Por último, Mario expresa su profundo agradecimiento a su gran amiga Yolanda Marisol López Rivera por su apoyo al llevar a cabo la realización de este proyecto de vida. Su asistencia con la redacción, la investigación y el profundo análisis de las fuentes primarias jugó un papel vital en la creación de este importante manuscrito.
Presentación
La paz requiere cuatro condiciones esenciales: verdad, justicia, amor y libertad
. Catarsis por Barríos
es un libro que narra el testimonio de un sobreviviente de las múltiples masacres y el exterminio de campesinos ejecutados por las Fuerzas Armadas salvadoreñas de la época. Barríos, caserío del Distrito del Divisadero, Departamento de Morazán, fue escenario de la guerra civil que vivió El Salvador de 1980 a 1992, donde la mayoría de sus habitantes fueron exterminados por el Batallón Atlacatl, comandado por el desaparecido teniente coronel Domingo Monterrosa, el 18 de abril de mil novecientos ochenta y dos. Este documento es el espacio donde el autor realiza una profunda catarsis
; vive una experiencia interior purificadora; saca a la luz, a través del pensamiento y la palabra, todos los dolores y las emociones guardadas que narran el sufrimiento de una humilde comunidad víctima del terrorismo de Estado durante la guerra. Desde la visión del autor, este documento narra el inicio y el fatídico fin de esta pequeña humilde comunidad ubicada en la zona oriental del país centroamericano. Esta triste historia encierra el humilde estilo de vida de muchas personas desfavorecidas y desafortunadas, que incluso en su mundo mas humilde supieron crear una atmósfera de felicidad y armonía. Sin embargo, la adversidad llegó a sus vidas. Cuarenta y nueve personas, entre niños, niñas, mujeres y hombres, fueron víctimas aquel implacable odio motivado por aquellos que, cegados por la codicia, incumplieron el santo, justo y divino mandamiento: ama a tu prójimo como a ti mismo
, un santo mandamiento inspirado por nuestro Creador y plasmado su santa ley y en las diferentes leyes primarias nacionales, como la Constitución de la República de El Salvador, que reconoce a la persona humana como el principio y el fin del Estado. Catarsis por Barríos
expresa en esta primera afirmación la esencia de la verdadera historia de quienes, por razones obvias, no dejaron evidencia de su origen u orígenes tras su partida. Sin embargo, a pesar de ser un grupo social muy pequeño y extraño, era una comunidad muy unida, hospitalaria y solidaria, integrada por familias de muy altos principios morales, espirituales y hospitalarios con el visitante. Aferrados al profundo deseo de vivir en libertad, se negaban a morir. Fueron víctimas de la viruela, trabajaron en lo profundo de las minas, cultivaron la tierra, fueron fieles creyentes de la Santa Ley creada por la divina providencia y de un único Creador
y también fueron firmes críticos del sistema del que también fueron víctimas. Ese era ese pequeño y maravilloso mundo llamado caserío Barríos. Si en 1917 los habitantes de Barríos fueron víctimas de la epidemia de la viruela, conviene recordar que el gran privilegio de emanciparse de la Corona de Castilla no recayó sobre ellos, continuaron sufriendo los devastadores efectos de aquellas crueles y fatales enfermedades, herencia de nuestra madre patria
y de la que solo estaban protegidos los criollos. No debemos olvidar el pasado y debemos tenerlo siempre presente, no para vivir hundidos en sus tristes efectos, sino para que esas historias no se repitan. Además, el pasado debe servir para priorizar y orientar nuestros esfuerzos para incidir positivamente en las políticas de Estado, dirigiendo nuestros esfuerzos a promover e incentivar el respeto a los derechos fundamentales de los pueblos, evitando que nuestro pueblo siga siendo víctima de la indiferencia y la opresión por parte del Estado apoyado en impulsado por fuerzas externas. La libertad es uno de nuestros derechos fundamentales que no se reduce unicamente a movernos de un lado a otro dentro de nuestras fronteras nacionales y expresar sin fundamento coherente lo que sentimos. El derecho a la libertad va más allá; es estar adecuadamente informado, educados de tal manera que entendamos claramente lo que expresamos. Contrario a esta realidad, al expresarnos estaríamos cometiendo cualquiera de los siguientes delitos: difamación, injuria o calumnia. Nuestra mayor responsabilidad debe centrarse en educarnos debidamente y disfrutar de los derechos fundamentales de la persona humana, como lo es el derecho a la vida, el derecho a la libertad, el derecho a poseer lo que queremos. Sin duda, el mundo del deber ser trae consigo la exigencia del disfrute de derechos inherentes conocidos por muchos como derechos fundamentales pertenecientes a la segunda generación o categoría de derechos específicos
, como lo es el derecho a reunirse libremente, derecho a pertenecer a un sindicato si fuera necesario, derecho a pertenecer a una o varias religiones, etc. El reiterado intento de hacer uso de estos derechos ha significado para nuestro pueblo el pisoteo de su dignidad y por tanto ha sido humillado y masacrado sin piedad, un ejemplo de ello es Barríos. El 18 de abril de 1982, en el pequeño caserío de Barríos, Departamento de Morazán, fueron asesinadas cuarenta y nueve personas, la mayoría de ellas niños. Este acto no solo debilitó el desarrollo de esa pequeña gran nación, sino que también truncó el futuro de una posible Centroamérica Unida, destruyendo así los sueños sagrados de aquellos inocentes pensadores. Gracias a personas valientes que lideraron prestigiosas entidades como la Honorable Tutela Legal del Arzobispado Católico de la ciudad de San Salvador y el equipo argentino de Antropología Forense, se llevaron a cabo investigaciones incuestionables para esclarecer el caso y denunciar a los asesinos, desenmascarando asi el terrorismo de Estado y a la impunidad. Esto sentó un precedente que refleja el deseo máximo de justicia y la búsqueda de un mundo mejor, donde prevalezca el amor y la paz. Sin embargo, aún queda un proceso de investigación por completar y dieciocho osamentas por descubrir; la verdad sigue siendo incompleta y la justicia está pendiente. Mientras no se descubra la verdad y no se haga justicia, el amor y la libertad no podrán vivirse plenamente. Susana Barrera: Periodista con Maestría en Desarrollo Local.