Nos vemos en el bar
Por Yakela Relabe
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Es momento de averiguar quién es, o bien intentar saber si esas historias son suyas o de los que están sentados allí a su alrededor; en aquella barra del bar, que nunca sabremos si está vacía o si nunca existió.
Tal vez estas pequeñas historias fueron contadas por ti mismo.
Cualquier semejanza con tu vida no es una coincidencia, pues tanto tú, lector/a, como Yakela, formáis parte de una misma vida que estáis viviendo, con o sin barra de bar, real o inventada.
Nos vemos en el bar.
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Nos vemos en el bar - Yakela Relabe
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
info@Letrame.com
© Yakela Relabe
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz Céspedes
Diseño de cubierta: Rubén García
Supervisión de corrección: Celia Jiménez
ISBN: 978-84-1068-048-7
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
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Dedicado a todos aquellos que saben quién soy.
Prólogo
Pues llegó el día de empezar a escribir sobre mí o sobre la vida. Supongo que, cuando me empecéis a leer, muchos de vosotros os preguntaréis si lo que estáis leyendo es cierto o no. Si estoy hablando de mí o bien me estoy inventando un personaje para decir todo aquello que pienso o que me gustaría hacer, pero que, gracias a mí y a cada uno de vosotros, no tengo valor a hacerlo.
No sé muy bien cuáles son aquellas cosas que puedo contar que os lleven a seguir leyéndome, pero la verdad es que intento que eso no me afecte, pues si escribo es para mí y no para vosotros. Es cierto que cada uno tiene su propia táctica para relajarse, para sentirse más ligero con su día a día, con sus pensamientos. Algunos beben, otros fuman, otros hacen deporte y otras follan…
La verdad es que yo también hago —o hacía— muchas de estas cosas, pero bueno, un día me di cuenta de que escribir, fumar y beber a la vez, acentuaba esta satisfacción. A veces, incluso se me abrían nuevas ideas que contar, supongo que, en el fondo, abre mucho más los sentidos o, mejor dicho, te libera de las paredes de mierda que llevas encima al no ser expresivo.
Un día leí que la vida no es literatura, que hay que vivir y, después, es cuando uno puede empezar a escribir. Así que vamos a por ello, a contar quién soy y qué he vivido hasta ahora.
Recordad que seré vuestro amigo, vuestro enemigo; seré hombre, mujer; seré débil, fuerte, gordo, flaco; carnívoro, herbívoro; seré del norte, del sur… pues el blanco y el negro se aburrieron de estar solos.
Es por ello que, a lo largo del texto, utilizo tanto el masculino como el femenino. Esto es, simplemente, para evitar que se emitan juicios de valor sobre cada una de las historias que cuento.
Las historias, al igual que las bebidas, nos trasladan a nuestros recuerdos. Gracias por saborearlas conmigo.
Que continúe la ronda, la próxima la pago yo, con letras…
1 De vuelta a la normalidad
De vuelta a la normalidad, le decían. Había llegado a la casa donde había crecido, ahora con pareja. La verdad era que se trataba de una sensación rara. Un primer día de alegrías y con ganas de comerme el país mediante nuevas actividades dispuestas a ser compartidas. Tenía en mente la posibilidad de apuntarme al gimnasio, marcarme «normas» que nunca mantengo durante mucho tiempo, pero, en este caso, serían para salir a socializar, sentir el entorno, respirar aire no laboral… Puto home office, nos había ido quemando las ideas poco a poco, sin darnos cuenta.
Por fin ese home office había conseguido que nos mantuviéramos sentados en aquellos mismos pupitres que el Sr. Waters and Co, nos había mostrado a finales de los 70. Pero, en este caso, se habían convertido en letrinas, pues nos pasábamos el día sacando la mierda de nosotros mismos y removiéndonos en la misma, pues no había espacio donde liberarla.
Sí, habían creado alternativas y nos bombardeaban día y noche con ideas estúpidas; que era el momento de conocernos a nosotros mismos, de dedicar más tiempo a la familia… Venga, va… no nos engañemos, me vas a decir que ahora tengo más libertad, tiempo… ¿para qué? ¿Para ser yo mismo? ¿Cómo voy a ser yo mismo si me mantengo sentado en las mismas cuatro paredes todo el día sin poder hacer nada por lo que hemos venido a esta vida… a socializar?
Lo único que hemos conseguido es que la ilusión se reduzca a ver si nos ha llegado un nuevo mail para mantener nuestra mente ocupada, yeahhh, buen sistema de producción este. Una nueva maquila humana ha llegado para dar prosperidad a este mundo…
Bueno, por lo que veo arriba, me he ido por los lares de no sé dónde sin saber por qué, pero, bueno, supongo que es lo que me apetecía decir ahora, a veces, necesitamos cargar con algo para sentir que aún pensamos; necesitamos sacar el culo de la letrina para sentir, al menos, un poco de aire.
¿De que hablábamos? Sí, de una vuelta a un sitio, a aquel donde había estado los últimos tres años, si no recuerdo mal. Venía de pasar un par de meses de donde había nacido y crecido como persona… Bueno, un poco de dudas con esto último, ya que, tal vez, cuando crecí más fue cuando viajé por el mundo, pero bueno, eso lo dejaremos para otro día.
Había vivido un par de meses un poco extraños y excitantes al mismo momento. Demasiado tiempo, o no, para que volvieran a aparecer aquellos fantasmas que quedaron aparcados y que espero que, poco a poco, pueda ir hablando de ellos.
Tal vez demasiados años utilizando la evasión de espacio para mantenerme tranquilo con mis pensamientos o, básicamente, alejarme de las cosas que me preocupaban. Pero ahora, de golpe, venían los problemas familiares que habían quedado bloqueados años atrás, sin querer pactar tregua alguna. ¿Pues qué esperabas, pequeño hombre, que estos habían quedado solucionados por el simple hecho de ignorarlos?
Pero, al mismo tiempo, eso me había ayudado a estar más vivo que nunca, más sentimental, más abierto a lo que ocurre. No había encontrado letrinas donde sentarme pues… perdonad que interrumpa, me llega un mail, son ya las ocho y es momento de sentarme y ponerme a trabajar… ¿Habíais olvidado que estaba de nuevo en el mundo en donde las horas se cuentan de ocho en ocho o bien en cuarenta semanales?
Nos vemos en el bar.
2 Ego sum lux mundi
¿Y por dónde íbamos?… ¡Ah, sí! Por esa vuelta a ese sitio donde… bla, bla, bla. Pues la verdad es que los primeros días me encontré un poco triste, pero no de lagrimones, sino que más bien tenía una sensación de letargo que —sin querer culpar al dignificado jet lag— estaba más causado por una sensación de pocas cosas que hacer: rutina, cielo gris… una escritura de Herman Hesse mezclada con un chillido de Edvard Munch… Joder, la verdad es que, dicho así, parece aterrador, je, je, je, me refiero a la sensación, pues sobre el cuadro ya se ha escrito demasiado.
Pero ayer, finalmente, tuvimos la posibilidad de socializar un poco, yeahh, eso siempre se agradece. Aunque no siempre escuches lo que te dicen los que se sientan a tu alrededor, sí siempre es interesante sentirte escuchado. A veces, necesitamos ese «ego sum lux mundi» que quedó marcado para siempre en esa costilla, con el firme deseo de «ser la luz del mundo».
Pues nada, llegué a casa y me puse Badlands, de Bruce; la verdad es que, durante el trayecto de vuelta a este país, me había tragado la típica película, el nombre de la cual no recuerdo, sobre un pakistaní que en la Inglaterra de los 80 había reorientado su vida tras escuchar a Bruce.
Curioso cómo, de nuevo, las canciones llegan a ti sin querer, tal vez lo necesitaba en ese momento… así que subí el volumen, y lo que antes nunca hacía, chequeé las lyrics para ver qué nos contaban.
Cómo no, hablaban de unas «malas tierras» que tal vez no te acompañan como tú querías, pero, bueno, con eso no me quedo, sino con la idea de que estás esperando toda la vida por un momento que no llega… Tal vez lo hace solo cuando aprendes las lecciones que debes. Hoy llegó el momento de, por ejemplo, aprender a través de Badlands y, sin querer, rezar por esas esperanzas y esas cosas, como en algún momento la canción decía, me quedo con la idea de que no es ningún pecado alegrarse de estar vivo (la canción también lo decía).
Pensando sin Dios alguno, por el término pecado, sino por el propio «Ego sum lux mundi» que antes mencionaba, tal vez cada día me tendría que levantar pensando en esta frase. Pues mi voluntad es sentir… y por qué no sentir alegría por el simple hecho de abrir los ojos cada mañana.
Claro que me voy a permitir estar triste si me da la gana, pero eso lo decidiré cuando me haga falta o bien lo necesite, pero levantarse con unos puntos a favor marcados por ti mismo ayudan a ver la vida de otra manera. ¡Hostia!, parece un escrito de Eckhart Tolle, je, je, je. ¿Cómo puedes empezar un escrito aclamando a Hesse y acabando con El poder del ahora de Tolle? Pues, simplemente, estando alerta de lo que pasa a tu alrededor. Topicazos, ¡sí! Pero si, en aquel vuelo, no hubiera visto esa película, no habría recuperado a Bruce para que me diera una alegría hoy. Solo estando alerta de las sensaciones, percepciones o sentimientos —¡coño, sé vulnerable, permítetelo!— vas a recibir lo que necesitas en cada momento, pues hay algo en tu interior que te guía, por dónde tienes que andar y cómo, sea o no por Badlands o Goodlands, eso lo decides tú. Siempre estás a tiempo de ver el cambio. Escucha, huele, abre los ojos… Bueno, no me pondré a nombrar todos los sentidos.
Son las ocho de la mañana y toca volver al trabajo.
Nos vemos en el bar.
3 Nuestra semilla
Hay días que te levantas y es difícil ponerte a escribir lo que está pasando a tu alrededor. Otros en los que te pones a observar tu entorno para encontrar un hilo con el que dejarte ir. Días que te levantas y te volverías a dormir; hay días…
Quiero pensar, quiero hacer pensar, quiero entender por qué la semilla existe, ya que el fruto ha tenido explicación por sí solo. Mi afán, en realidad, no es buscar respuestas a lo que está escrito, sino poder tener la capacidad de crearlas tú mismo.
Hay días que no te levantas y es fácil ponerte a escribir sobre lo que está pasando a tu alrededor. Hay algunos que no te levantas y no necesitas observarlo.
Tal vez estaba soñando mientras escribía, o bien soñaba que estaba escribiendo, pues esa realidad tan solo tú la vas a saber, solo de ti va a depender que la crees y la des como realidad absoluta.
No tengas miedo en crear y afirmar lo que tú piensas, pues la realidad de ello recibirá tu propia aceptación. No tengas miedo a aceptar el sueño como realidad si ello te ayuda a vivir, pues la existencia es una pérdida tiempo para aquellos que se dan cuenta de que a vivir, simplemente, es a lo que han venido.
Tal vez, hoy me he vuelto un poco profundo de pensamiento, pero es esa necesidad de dejar que tu cabeza dé vueltas a cosas sin sentido e intentar buscar su conexión con palabras. Sí, ordenar esos términos que ahora estoy poniendo uno detrás de otro para que todo esto cobre un sentido, al menos para mí.
Es como aquella obra surrealista en que el arte era hecho a partir de diferentes trozos de papel. Un collage que intentaba pegar mensajes uno detrás de otro. Joder, qué guay, qué bueno poder buscar una conexión sobre cosas que tal vez no están escritas. Sí, allí es donde podré encontrar una nueva semilla de pensamiento y no el fruto que ya viene por defecto en los diccionarios.
Y ¿cómo lo tomará la gente? Pues no me importa una mierda, de manera que me influya absolutamente, ya que me mantengo en pie con ganas de ver el resultado, de conocer las interpretaciones y reírme o llorar mientras pienso en ellas. Pero con la certeza de que, sea como sea, seguiré experimentando con mis aceptaciones para hacerlas realidad. Esas sí que serán mis semillas y ahora sí que las regaré para que florezcan y den un fruto en mi interior, donde les podré dar color, olor… y las utilizaré siempre que las necesite.
Sí, voy a crear mis realidades, al fin y al cabo, haga lo que haga, la percepción de la gente sobre mí misma, siempre será diferente a mis intenciones.
Sé lo que tú quieres ser, el de las locuras pasajeras sin sentido, no te encabrones si estas no tienen la percepción esperada pues, al fin y al cabo, no hay nada que hacer. Recuerda que nunca vas a perder, que esa semilla la creaste tú, así que utilízala cuando la necesites. Tal vez la gente no te entienda o no se dé cuenta de qué sientes, pero tú te llevarás contigo la sensación de haberla vivido.
No sé si me levanté, pero son las ocho, de vuelta a la realidad pa currar.
Nos vemos en el bar.
4 Etiquetas que no pueden bailar
Ayer hicimos una quedada en casa de un amigo. Lo típico: un poco de comida vegetariana 2.0 or Web3, unos refrigerios bañados en alcohol…
En un momento de la noche, cuando el alcohol ya había hecho su efecto deseado, o todavía persistía el «entretanto», el interés se centró en la pantalla que se encontraba enfrente del sofá. Según parece, un vídeo se había hecho viral en los últimos días, donde un grupo de jóvenes bailaban enérgicamente una conocida canción de un estilo musical que está relacionado con cierto país.
De golpe, escuché un comentario de los allí presentes que decía algo así como: «No puedo soportar ver a un hombre blanco bailando esta música, me duelen los ojos».
De pronto, el grupo de gente que hasta hacía unos momentos parecía transparente, empezó a escoger etiquetas validadas o no por la sociedad y se las comenzó a pegar en su rostro con orgullo. Había transexuales, lesbianas, heterosexuales, vegetarianos, veganos 2.0, veganos web3, carnívoros NFT, alienígenas…
Siempre feliz con la diversidad de pensamiento, de que la gente se identifique con lo que no solo les hace existir, sino trascender lo cotidiano, lo de todos los días en sociedad…, pero aún no entiendo qué significa «hombre blanco». Esperaba que pudiera ser una etiqueta huérfana.
Lo que menos entiendo es cómo una sociedad que se enorgullece de la diversidad, y que entiende que la misma ayuda a un crecimiento cultural, no permita el cruce de etiquetas con respeto. No entiendo cómo el arte, la música, en fin, toda la cultura se pueda poner en tela de juicio por la estupidez humana.
Somos almas libres que hemos venido a jugar todo lo que se nos ofrece, no limitemos más lo que podemos hacer o dejar de hacer. La sociedad ya se ha encargado de etiquetarnos y, tal vez, no está mal que recojamos esta etiqueta con orgullo para sentir que somos parte de algo, para tener esa sensación de grupo, pero no utilicemos esas etiquetas para odiarnos más, para buscar diferencias o imposibles puntos de encuentro.
Quiero bailar, tocar, cantar todo lo que me apetezca a pesar de lo que la etiqueta de ese diccionario inventado dictamine qué debería o no dejar de hacer.
Repito, no pongamos la cultura en todo esto, de la misma manera que buscas el respeto de la etiqueta que decides jugar, respeta a las otras. Comparte o no sus pensamientos, eso depende de ti, pero, al menos, respétalos, si no, el grupo se irá cerrando, haciéndose cada vez más pequeño y, sí, tal