Nuevas tecnologías y futuro del hombre
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Nuevas tecnologías y futuro del hombre - Antonio Blanch
PORTADILLA
NUEVAS TECNOLOGÍAS
Y NUEVA ANTROPOLOGÍA
Colección
PUBLICACIONES DE LA
UNIVERSIDAD PONTIFICIA COMILLAS
MADRID
ESTUDIOS INTERDISCIPLINARES
Actas de las reuniones de la
ASOCIACIÓN INTERDISCIPLINAR
«JOSÉ DE ACOSTA»
Vol. XLI
PORTADA
NUEVAS TECNOLOGÍAS
Y NUEVA ANTROPOLOGÍA
2015
CRÉDITOS
Esta editorial es miembro de la Unión de Editoriales Universitarias Españolas (UNE), lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional.
© 2015 Universidad Pontificia Comillas
Universidad Comillas, 3
28049 Madrid
© 2015 De los autores
ISBN: 978-84-8468-602-6
Depósito Legal: M-27991-2015
Maquetación e impresión: Imprenta Kadmos, s.c.l.
Reservados todos los derechos. Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier sistema de almacenamiento o recuperación de la información, sin permiso escrito de la UNIVERSIDAD PONTIFICIA COMILLAS.
ÍNDICE
ÍNDICE
CUBIERTA
PORTADILLA
Colección
PORTADA
ÍNDICE
IN MEMORIAM
PREFACIO
CARLOS ALONSO BEDATE SJ
LA ANTROPOLOGÍA ACTUAL: NUEVOS PROBLEMAS PARA PENSAR SOBRE EL SER HUMANO
LYDIA FEITO
¿UNA O VARIAS VERSIONES MORALES EN EL CRISTIANISMO?
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
EL NACIMIENTO A LA LUZ DE LA ANTROPOLOGÍA MODERNA
MARÍA PILAR NÚÑEZ CUBERO
LA DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA DEL DERECHO DEL TRABAJO Y LA TRANSFORMACIÓN ACTUAL DE LAS RELACIONES LABORALES
JESÚS LAHERA FORTEZA
MARGARITA TARABINI-CASTELLANI AZNAR
EL FUTURO DE LA ACCIÓN HUMANA Y LA ACCIÓN DE DIOS
JAVIER LEACH
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JAVIER MONSERRAT
TRAS LOS RASTROS DE LO HUMANO EN TENDENCIAS21 DE LAS RELIGIONES
LEANDRO SEQUEIROS
JUAN ANTONIO MARTÍNEZ DE LA FE
FRANCISCO J. ALARCOS MARTÍNEZ
LA AMBIVALENCIA COMO CATEGORÍA CLAVE DE LA ANTROPOLOGÍA: TIPOS Y RASGOS GENERALES
JESÚS ROMERO MOÑIVAS
SOBRE MUERTE E INMORTALIDAD DIÁLOGO CON JAVIER GOMÁ LANZÓN
ANDRÉS TORRES QUEIRUGA
CONTRACUBIERTA
IN MEMORIAM
In Memoriam
Durante las Jornadas de ASINJA 2014 tuvo lugar un modesto homenaje a Antonio Blanch Xiró, que tanto hizo por empujar nuestra Asociación desde sus comienzos. Tal vez sea Antonio el único miembro de nuestro grupo que ha asistido a todas las reuniones anuales. Y cuando en 2013 la salud ya no le acompañaba, tuvo el coraje de remitir una comunicación que fue leída en la Reunión y publicada en el volumen de los 40 años[1]. En el homenaje que se le tributó, presidido por el Presidente, Carlos Alonso Bedate, se leyó una breve semblanza de su vida proyectándose simultáneamente una selección de imágenes de Antonio.
ANTONIO BLANCH XIRÓ, S.J. (Barcelona, 05.07.1924 - Sant Cugat del Vallès, 28.12.2013) fue un humanista integral que creó una escuela entre sus muchos discípulos. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1943 en Veruela (Zaragoza). Allí hizo sus primeros estudios literarios entre 1943 y 1949. Cursó estudios filosóficos de 1949 a 1952 en Sant Cugat del Vallès (Barcelona) y Heythrop College (Inglaterra). La formación teológica la recibió de 1952 a 1956 en Lovaina (Bélgica).
A estos años de formación propiamente jesuítica se añadieron un año en la Universidad de Barcelona para convalidar su licenciatura eclesiástica de Filosofía y los años en la Universidad de París, que culminaron con la tesis en 1963 sobre la poesía pura española y su relación con la cultura francesa[2].
Esta larga formación jesuítica y literaria desembocaría en una vida profesional y apostólica plenamente de acorde con ella: formación de jesuitas y especialización en el campo de la literatura entre 1960 y 1967. Estos primeros años de plena dedicación a la enseñanza literaria y humanística eclosionaron en seguida en una actividad múltiple pero siempre informada por la doble línea de la literatura y humanidades, por un lado, y el servicio apostólico, por otro. La actividad de Antonio Blanch a partir de 1967 se multiplica y diversifica con la gran variedad de formas y colores de un mosaico pero con la unidad que regía toda su vida y acción. La Universidad de Comillas es el centro más importante de su actividad docente y humanística, pero le vemos en San Luis de Missouri, en Deusto, en Zaragoza, en Cochabamba (Bolivia), en Barcelona… Participa, a veces con responsabilidades directivas, en Reseña, en Fe y Secularidad, en ASINJA, en Razón y Fe, en la Asociación española de Críticos Literarios, en Cristianisme i Justícia, en la Fundació Joan Maragall, en la Universitat per la Pau, en el Institut Superior de Ciències Religioses de Barcelona… Esta calidoscópica actividad tan amplia y tan dilatada en el tiempo y el espacio, estaba impregnada de un sólido y hondo humanismo, arraigado en una fe que polarizaba su vida y sus actitudes y en una aproximación crítica a la realidad. Ya que, para Antonio, el pensamiento filosófico estaba bien hermanado con la literatura y debía ser fuente de luz y de inspiración, incluso para la iluminación y asimilación de la misma fe.
Antonio fue filósofo y humanista. El campo de la literatura centraba su dedicación profesional, pero su persona era seducida por todo lo que suscitase un interés humano, ya fuese el arte, la naturaleza (de aquí su afición a la montaña y al mar), el deporte practicado o seguir las competiciones interesantes, los aspectos de la vida doméstica o las grandes cuestiones de política o economía… Y siempre, la gran confianza en el pensamiento riguroso, la filosofía como saber que dirige y fundamenta todo avance serio en el campo de la cultura, el análisis que evita las tal vez brillantes, pero improvisadas y arbitrarias, interpretaciones de la vida social…
En ASINJA fue casi siempre miembro de la Junta Directiva, como Secretario, Vicepresidente o vocal. Pero siempre activo y cooperador. Pero además, su actitud tomó cuerpo en la sorprendentemente extensa participación en actividades a la que me he referido antes. Incluso cabe decir que era un humanista muy humano, dada la forma como vivía todas las cosas no sólo profesionalmente, sino con exquisita atención a las personas, con interés por ayudar y apoyar a los demás… La dedicatoria de uno de sus libros a su difunto hermano más joven que él decía así: «En memoria de Carlos, hermano humanísimo». De manera subliminal se reveló a sí mismo.
Lo cristiano impregnaba todo el ámbito de la vida y acción de Antonio Blanch. Un cristianismo modelado por la mística ignaciana que, ya desde los años de contacto con los jesuitas, primero clandestinamente, en la Academia Margenat de Barcelona (1937-1939) y luego en el colegio de San Ignacio de Barcelona-Sarrià (1939-1943), marcó su espiritualidad.
Lo cristiano no era algo añadido o superpuesto de forma postiza y artificial a su pensamiento y a su humanismo, sino algo que salía de su mismo ser y que lo iluminaba e informaba todo. «Jesuita y humanista», se ha dicho con acierto de él. La condición cristiana connatural al humanismo de Antonio Blanch explica su capacidad de cercanía espiritual tanto con personas creyentes, como también con personas que se movían en ámbitos distantes de la fe cristiana, Y a la vez, hace más comprensible que el profesor haya sido quien también haya suscitado el interés y el acercamiento a la vida cristiana de muchas personas.
Siempre recordaremos a Antonio, sentado en una de las últimas filas de la sala de reuniones de ASINJA, haciendo gestos cuando un ponente se pasaba de la hora o aportando alguna reflexión amasada en el corazón sin orillas de su cerebro. Siempre seguirá con nosotros.
Leandro Sequeiros
NOTAS
[1] BLANCH XIRÓ, A. (2014) «Goethe, genial pionero interdisciplinar moderno». En: C. Alonso Bedate (editor) El saber interdisciplinar. Universidad Comillas, Madrid, Servicio de Publicciones, Actas de las Reuniones Interdisciplinares, volumen 40, páginas 81-92.
[2] RAMBLA BLANCH, J. M. (2014) «In memoriam Antonio Blanch Xiró». Pensamiento, volumen 70, número 262, pág. 5-6.
PREFACIO
PREFACIO
Dada la complejidad y profundidad con la que están tratados los temas presentados en este volumen de ASINJA el prefacio está confeccionado a partir de la inclusión de textos de los autores tratando de dar unidad interdisciplinar a todos ellos.
Hace ya algún tiempo le tocó a la antropología tratar de remontar su propia crisis no solo por la ambigüedad que encierra el concepto de la palabra Ser atribuido a lo humano sino porque al intentar tratar de clarificar su contenido hay muchas preguntas ni resueltas ni capaces de ser formuladas. Más aún, las nuevas tecnologías, dice L. Feito, generan nuevos retos para pensar. Y en este caso se trata de pensar sobre el ser humano. El acceso a la información abre enormes oportunidades, pero también genera no pocos interrogantes. Tenemos la sensación de estar inmersos en un gran bullicio pero también la sensación de estar aislados por estar rodeados de una información imposible de asumir. Por eso hace falta una estrategia para poder seleccionar y comprender. Se plantea la necesidad de tener a mano no sólo un adecuado y potente almacén de datos sino algo más que nos permita digerirlos. La memoria humana es limitada y no puede dar cabida a la ingente cantidad de información, por lo cual se hace imprescindible disponer de instrumentos que puedan almacenarla y procesarla. Así, el ser humano se hace dependiente de sistemas externos que puedan manejar la información, generando, en ocasiones, una cierta dejadez en el esfuerzo por memorizar y retener la información. Se plantea Lydia la pregunta si el ser humano como individuo no es más que uno de tantos «periféricos» interconectados a modo de RED. ¿Este pensamiento es realidad o metáfora?
El ser humano es ciertamente un portador y resolutor de información. Pero, ¿es eso únicamente? ¿Es el ser humano un sujeto de reformas? Porque de hecho las tecnologías biomédicas nos plantean nuevos retos, no sólo desde el punto de vista ético, sino en lo referente a lo que constituye el ser humano. El hecho de que podamos intervenir en procesos que aparentemente estaban vedados a lo que se consideraba arcano por ser artificial, nos exige re-pensar quiénes somos y en qué medida estamos ajenos a nuestro futuro o diseñamos nuestra evolución como seres biológicos. Muy recientemente, esta pregunta se ha hecho casi realidad a la que hace falta responder dado el conocimiento, todavía limitado, de la base neurológica de la conducta. ¿Se podrán modificar a voluntad nuestras capacidades mentales? Es cierto que este permitir modificar es por el momento ciencia ficción pero no podemos negarnos a que en un futuro no muy lejano sea una realidad Dice Lydia: ¿Llegaremos a acercarnos al lugar donde reside el sentido de nuestra identidad?». Nos podemos hacer preguntas filosóficas sobre la constitución del ser humano pero hay que tener en cuenta que la ciencia y más la biomédica nos cuestiona y nos interroga acerca de la misma definición del ser humano. Buena parte de las decisiones a tomar tienen que ver con qué humanidad queremos para el futuro. Esas decisiones van también a definir lo que es el ser humano. ¿Será lo que queramos que sea o será algo independiente de lo que queramos? ¿Es el ser humano un ser que va configurando su personalidad a través de las elecciones que va haciendo y por lo mismo constituyéndose? ¿O está ya constituido? Sería verdad que el ser humano individual y concreto es siempre el mismo, pero nunca lo mismo,
Con clarividencia dice Lydia que para realizar un abordaje mínimamente completo no basta con un discurso desde una única perspectiva, antes bien se impone una visión multidisciplinar y en la que se articulen comprehensivamente múltiples puntos de vista y experiencias de lo humano. Por eso Lydia hace un análisis sobre los tipos de antropología, las actitudes antropológicas y las funciones de la antropología. En un momento de su escrito acaba afirmando que el ser humano es un fenómeno biocultural. Por eso la pregunta antropológica más fundamental se abre radicalmente a toda una serie de preguntas que son retos en sí mismos. ¿Qué nos hace humanos? ¿Qué nos convierte en personas? La respuesta a estos interrogantes lleva aparejada la pregunta por las obligaciones morales que tenemos con unos y otros, sin embargo, conviene diferenciar ambos niveles. En un caso estamos hablando del estatuto ontológico, en el otro del estatuto ético y, aunque relacionados, son claramente diferentes. Una cosa es decir qué es algo y otra distinta decir qué debemos hacer con ese algo. Termina Lydia con la afirmación de que no es posible un modelo unívoco del ser humano. No hay una «naturaleza humana» como tal. Consecuentemente, no hay una antropología, sino muchas antropologías. ¿Son todas ellas contingentes, divergentes o convergentes? ¿A dónde nos lleva este movimiento antropológico?
En el contexto de la contingencia o la convergencia nos podemos plantear si existen varios códigos para desarrollar la vida humana y más en concreto si existen varios códigos morales dentro del cristianismo. Este planteamiento lo formula José Román Flecha. Parece evidente que hay varias versiones morales en la sociedad. Dado que parece indiscutible la existencia de muy diversas antropologías en nuestro mundo y que a las diferentes comprensiones del ser humano responde necesariamente una diferente actitud debemos aceptar que existen distintas actitudes ética. En su novela Opiniones de un payaso, Heinrich Böll ponía en boca de uno de sus personajes unos comentarios bastante cínicos sobre la pretendida unanimidad moral de los católicos, que, según él, se someten de forma acrítica a unas normas férreas y universales dictadas por una autoridad indiscutible. De donde ha surgido esa interpretación del código moral cristiano. ¿Es verdad que existe un único paradigma en la reflexión y la orientación católica del comportamiento moral, tanto de las personas como de las estructuras? Y si fuera así, ¿no llevaría la unanimidad a un empobrecimiento de la reflexión y un estancamiento de los compromisos de los cristianos en la sociedad siempre cambiante? Como certeramente afirma Flecha en la hipótesis de que hayan existido o existan diversos modelos éticos en el seno del cristianismo, todavía cabe hacerse algunas preguntas. En primer lugar, esa pretendida diversidad ¿puede evitar la conflictividad o, por el contrario, la diversidad habrá de generarla? Más aún, ¿no terminará por enconarla hasta una previsible ruptura de toda forma de diálogo entre las partes? O por el contrario, tanto la diversidad como la unidad ¿no habrán de ser entendidas como dones del Espíritu a su Iglesia?
Es necesario preguntarnos tanto por las percepciones axiológicas de las personas y de las instituciones, cuanto por las articulaciones de las categorías fundamentales en los diversos sistemas morales. A favor de la unidad de las valoraciones éticas y de una única versión moral en el cristianismo abogan las afirmaciones fundamentales que remiten los ideales de la praxis cristiana a la atención fiel y coherente a la Palabra de Dios, al seguimiento de Jesús y la imitación de Cristo. A favor de la variedad de apreciaciones morales, en cambio, apunta la evidente instalación de la fe cristiana y de sus seguidores en las inevitables coordenadas del espacio y del tiempo. A favor de la exactitud hay que mirar a la historia tanto a la sagrada Escritura como a los libros neotestamentarios. La comunidad cristiana no surgió de la nada ni se dio unos criterios totalmente uniformes. Para Flecha resulta sorprendente la alternancia tanto diacrónica como sincrónica de orientaciones categoriales y de motivaciones trascendentales que se puede rastrear en las diversas tradiciones bíblicas. Pero más evidente y más complejo habrá de ser por necesidad el análisis de la fidelidad y la diversidad que se pueden descubrir a lo largo de la historia, tanto en la moral vivida como en la moral formulada. Un punto de inflexión lo protagoniza S. Tomás a la hora de repensar la fundamentación de la moral cristiana, es irrenunciable afirmar y apelar a la verdad última del ser humano, así como a su vocación a la felicidad.
La reflexión sobre la fundamentación y sobre los códigos existentes habría de seguir pronto otros caminos al propuesto por S. Tomás. De hecho, el esquema teórico y pastoral habría de cambiar drásticamente con lo que se ha llamado «el viraje ockamista». La antigua sentencia prohibitum quia malum se traduce en el postulado malum quia prohibitum, asumido como un innegable dogma de fe y de racionalidad. La consideración de la verdad ontológica de lo humano cede su puesto a la afirmación del valor determinante de la ley y de las normas positivas. Dando un salto en el tiempo Flecha pone de manifiesto que la libertad humana puede ser entendida como un punto de partida o como un punto de llegada para la realización de la persona con la afirmación de la libertad como el primero de los valores morales.
Así nuestro mundo ha llegado a exaltar hasta el máximo la autonomía moral. En realidad, la autonomía, como opuesta al paternalismo se ha convertido en una de las demandas de la ética en la práctica medico-sanitaria. De hecho, el hombre actual piensa que es su decisión personal, pretendidamente libre de toda coacción, la que genera y jerarquiza los valores morales, sin atreverse a preguntar si el camino recto no será más bien el contrario. Pronto se llegaría al itinerario contrario: De la objetividad de los valores a la constitución de la verdadera libertad. En este contexto ¿es el diálogo garante de la paz y de la armonía social? Cocluye Flecha diciendo que no podemos limitarnos a ser y actuar como profetas de calamidades o como simples cronistas de los conflictos actuales. Cita a Teilhard de Chardin diciendo que «el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar». Cita igualmente al papa Francisco cuando dice que «Las diferencias entre las personas y las comunidades a veces son incómodas, pero el Espíritu Santo que suscita esa diversidad, puede sacar de todo algo bueno y convertirlo en un dinamismo evangelizador que actúa por atracción». ¿A dónde nos lleva la diversidad de códigos morales?
De la sabiduría necesaria para construir una antropología desde el nacimiento habla MP Núñez comenzando su disertación con una frase de Jaime Sabines, que expresa su actitud de libertad sobre la percepción de cómo la nueva antropología está influyendo aún en el modo de entender el un fenómeno tan peculiar como es el nacimiento: «No quiero convencer a nadie de nada. Tratar de convencer a otra persona es indecoroso, es atentar contra su libertad de pensar o de creer o de hacer lo que le dé la gana. Yo quiero sólo enseñar, dar a conocer, mostrar, no demostrar. Que cada uno llegue a la verdad por sus propios deseos, y que nadie le llame al otro equivocado o limitado. De hecho, ¿no es la historia de la humanidad sino una historia de contradicciones y de tanteos y de búsquedas?» Al nacimiento aplica su visión antropológica porque el Nacimiento hace referencia al momento en el cual un feto humano deja el útero materno para empezar a formar parte del mundo, coincidiendo con la finalización del embarazo. El nacimiento se define como la llegada al mundo de un nuevo ser, hecho biológico que se da en el cuerpo de las mujeres, y que representa un acontecimiento cargado de significado cultural. Supone conocer las representaciones y prácticas con las que se construye hoy el nacimiento, y el cómo ha evolucionado a través del tiempo.
En realidad, afirma Núñez, la orientación antropológica del nacimiento le ha hecho ser considerado como un acontecimiento cultural, y no sólo biológico. Desde la experiencia de los actores llama a hacer surgir lo que suele despreciarse del proceso terapéutico: la dimensión del sentido y de los valores. El nacimiento es cultura, interrelación de las representaciones y saberes sobre el mismo con el resto de procesos sociales. Desde una antropología feminista, los discursos y prácticas actuales del nacimiento, mantienen las diferencias entre hombres y mujeres. Y la mirada desde la perspectiva de género, recupera la dinámica «holista» en los campos sociales y a través de este enfoque se reflejan «diversas dimensiones –economía, política, salud, religión– que sirven para explicar la cultura en su conjunto».
Existe en el entorno del nacimiento una relación específicamente humana entre los genitores y sus descendientes de lo cual da cuenta el amplio concepto de la filiación. La filiación es, para los reproductores, el medio de trasmitir sus genes a un linaje (descendencia), tan bien preparado como sea posible para la lucha por la vida. Y por eso el homo sapiens ha inventado, además, la filiación por el espíritu, que puede llevar a una disociación entre este tipo de filiación y la genética, en caso de adopción o de reproducción asistida por donante, aunque en esos casos el lazo parental no es inferior, muchas veces, al de una reproducción sexuada al interior de la pareja.
La filiación por la sangre y los genes, es compartida por los seres humanos con el resto del mundo vivo. Pero los hombres y las mujeres han instituido otro tipo de transmisión: el que pasa por el corazón, por el respeto y por el amor. El hijo de una pareja no es solo aquel que han concebido, sino también el que han querido, el que se ha soñado, aquel cuya llegada modificará la profundidad de la relación de la pareja. Es una filiación por el espíritu y la emoción, modelada por el compromiso compartido de los padres a amar ese pequeño porque lo han engendrado y porque se saben responsables de su existencia. La creación del vínculo afectivo es algo específico de la especie humana. Certeramente afirma Núñez que hablar de Antropología del Nacimiento, en nuestros días, es introducir en la realidad humana científica, la dimensión social del hombre que se ha seguido de la evolución de las sociedades democráticas y del Bienestar, y la influencia de la Biopolítica, esto es: el control, la normativización y el poder sobre la gestación, y el nacimiento. Desde esta nueva perspectiva, la reproducción humana no es sólo un asunto biológico sino una actividad social, que viene determinada por diferentes condiciones políticas, materiales, socioculturales, estableciendo un modelo de atención basado en una ideología de la reproducción: La reproducción se convierte en producción. Pero uno puede preguntarse: ¿Hacia dónde nos conduce esta visión del ser humano?
M. Tarabini y J. Forteza enfoca su visión antropológica en el entorno del derecho al trabajo y la trasformación de las relaciones laborales manifestando que el Derecho del Trabajo tiene un notable impacto antropológico porque forma parte de la persona y porque su regulación tiene consecuencias en la tipología de individuo, en la sociedad, así como en su relación con el sistema de producción. Asistimos, desde hace décadas, por diversos factores, a un cambio del modelo laboral y social clásico, marcado por la hegemonía de la flexibilidad en el trabajo, la competitividad y el empleo. El impacto antropológico de este cambio es notable buscando ofrecer un panorama del modelo de relaciones laborales español con sus disfunciones y retos ante los desafíos actuales. Después de poner énfasis en el origen y evolución del derecho del trabajo ponen de manifiesto que en gran parte los sistemas desde sus orígenes desembocaron en la deshumanización y el horror. Sólo desde estas tragedias y a partir de la crisis de los totalitarismos, sobre todo después de la segunda guerra mundial, emerge la recuperación de la antropología social bajo la democracia y las libertades además del sistema productivo capitalista. Estos nuevos contextos suponen un gran reto para los modelos sociales occidentales. De hecho, la crisis del Derecho Social y del Trabajo está teniendo como consecuencia la hegemonía de la flexibilidad laboral y de la sostenibilidad económica en un mundo muy competitivo. Ello ha implicado un gran repliegue del Estado en la protección del trabajador y ha conllevado una enorme debilidad sindical y la aparición de una nueva negociación colectiva sustentada en la gestión de la flexibilidad laboral, de las crisis económicas y de la productividad de las empresas. Unas crisis se montan sobre otras. El Derecho Social y del Trabajo no sólo protege ya al trabajador sino también a la empresa y al empleo, en un notable e inevitable cambio de funciones del ordenamiento laboral y de sus instituciones más clásicas.
Los autores ponen de manifestó que el impacto antropológico de estos movimientos históricos puede sintetizarse en cuatro dimensiones. El fin de la clase obrera como sujeto histórico de transformación social. La presencia